LA FECUNDIDAD VOCACIONAL DEL MINISTERIO PARROQUIAL

LA FECUNDIDAD VOCACIONAL DEL MINISTERIO PARROQUIAL El ministerio parroquial jesuita en general, pero sobre todo en medios populares, es quizás hoy el

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CANCIONERO PARROQUIAL
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LA FECUNDIDAD VOCACIONAL DEL MINISTERIO PARROQUIAL El ministerio parroquial jesuita en general, pero sobre todo en medios populares, es quizás hoy el lugar estratégicamente más propicio para captar vocaciones de especial consagración para la Iglesia. Es en la parroquia en donde encontramos la porción mayoritaria y más vibrante de la Iglesia, que menos tocada por la secularización, se hace más dúctil para asimilar el modo de proceder evangélico y moderno que impulsó el Concilio ecuménico Vaticano II. Es normal que en donde Dios es amado y servido surjan necesariamente vocaciones, dentro de una amplia política vocacional, que estén para ser descubiertas, agrupadas y ayudadas, Una vocación no se fabrica nunca, sino que se encuentra allí gratuitamente en donde el ambiente es teocéntrico, teológico y teocrático. Así que no es raro que en donde los fieles, y especialmente los niños y los jóvenes, son incorporados a Cristo en el quehacer cotidiano deban aparecer gratuitamente vocaciones. Es preciso entonces tener los ojos abiertos para integrar estas posibles vocaciones en nuestras pastorales infantil y juvenil y además propiciar aquellos espacios íntimos o propios en donde ellos y ellas puedan desarrollar su especial vocación, que siempre es minoritaria y con frecuencia incomprendida, sobre todo en donde existe el mayor influjo de la secularización. Así que una cosa es la pastoral juvenil y otra cosa es la pastoral vocacional, dos realidades diversas, pero íntimamente compenetradas. La pastoral vocacional es la ecología de los convocados por el Señor. Todos somos ya conscientes de nuestra común responsabilidad en la pastoral de las vocaciones, pero con frecuencia nos hallamos ante el desafío del modo concreto de ejercerla, así que voy a enfocar esta charla especialmente sobre las acciones que podrían desarrollar el párroco y sus diferentes colaboradores respecto de la pastoral vocacional, en las tres áreas de promoción, acompañamiento y selección. Iniciaremos con un posible programa de pastoral vocacional parroquial, luego con la figura del animador vocacional, la promoción de los niños, el acompañamiento de los jóvenes, la entrevista personal y algunas pautas prácticas respecto de la selección. I. PROGRAMA PARA LAS PARROQUIAS 1) ORAR asiduamente por todos los carismas dentro de una amplia política vocacional. Preparar con tiempo suficiente el día de 5 de Noviembre, fiesta de todos los santos de la Compañía de Jesús, para rezar por las vocaciones jesuitas como lo ha propuesto la CPAL. 2) INFORMAR a los niños y a los jóvenes sobre la vocación y misión de la Compañía de Jesús. Diseñar un periódico mural, que incluya aspectos de la vida de San Ignacio, de nuestra espiritualidad, del trabajo, comunidades y vida de los jesuitas y de todo lo referente a la promoción vocacional. Tener suficiente propaganda vocacional a la mano. 3) MANTENER EL CONTACTO con los diferentes grupos y equipos parroquiales para motivarlos con charlas, vídeos y otros medios.

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4) ACOMPAÑAR los niños y jóvenes con clara inquietud vocacional a la Compañía de Jesús. Ser constante en las entrevistas vocacionales. Proporcionar materiales que apoyen el discernimiento. Ofrecer programas parroquiales de tipo doctrinal, espiritual, comunitario y pastoral. Ofrecer la experiencia de los Ejercicios Espirituales. 5) RELACIONAR los jóvenes con la pastoral vocacional de la provincia. II. EL ANIMADOR VOCACIONAL DE UNA PARROQUIA el animador vocacional es un servidor del cuerpo apostólico que coopera con la acción de Dios a través de su vida y su ministerio, Es más un maestro de vida que un técnico o un director de actividades; su servicio es un don del Espíritu que se reconoce por su creatividad, pasión, alegría, facilidad de relación con los destinatarios1 y cercanía a Dios. El animador vocacional eficaz es aquel que se halla en un estado permanente de discernimiento espiritual, es decir, aquel que viva en la presencia de Dios, se purifica de toda afección desordenada y no se busca a sí mismo, se identifica con la oblación de Jesús y se halla indiferente a ser elegido para el ministerio de las vocaciones, según sus carismas particulares; ruega a Nuestra Señora que le ponga con su Hijo promotor de vocaciones; es aquel que se sienta además confirmado en la adversidad de un apostolado que a veces parece árido y también disfruta del rostro vivo del Resucitado que se manifiesta en los convocados de Dios a la Compañía; que se sabe un ministro de Dios para una amplia política vocacional en la Iglesia y que ve a Dios en todas las cosas. Es suma, una persona que viva los Ejercicios Espirituales. III. ACCIONES PARA PROMOVER LAS VOCACIONES EN LOS NIÑOS Se entiende que es la promoción al sacerdocio y la vida religiosa de entre los niños que viven y estudian en la jurisdicción de la parroquia. 1) Hacer comentarios positivos sobre estas opciones de vida durante las clases en los colegios parroquiales. 2) Dar a conocer la vida de los santos jesuitas por medio de dramatizaciones, leyendo en las clases uno o dos párrafos de sus biografías, puesta en común en clases de catequesis sobre estos santos y sobre la Compañía. 3) Asignar tareas o trabajos de consulta sobre el tema (investigación); sobre todo entre los niños 11 y 12 años. 4) Que los niños por grupos elaboren carteleras sobre cómo ven ellos o se imaginan a los santos jesuitas. 5) Presentando videos vocacionales.

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González de Cámara hablando de San Ignacio: “Pero siempre se inclina más al amor; y de este modo es tan querido por todos, que no se conoce a ninguno en la Compañía que no le tenga grandísimo amor y que no piense que el Padre le ama mucho”.

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6) Invitando a una clase a los jesuitas de la parroquia para que entablen un diálogo con los niños sobre cómo surgió su vocación, cómo se ha sentido, etc. Motivar a que formulen preguntas. 7) Darles algunas direcciones de misioneros jesuitas para que les escriban. Esto gusta mucho a los niños. 8) Crear una alcancía de ayuda a un seminarista pobre. 9) Hacer frecuentemente oraciones por las vocaciones; quizás los jueves sacerdotales. 10) Que cada niño rece diariamente por la perseverancia de un sacerdote, religioso o seminarista; bien sea su párroco o algún otro jesuita. 11) Que los más grandecitos hagan consultas sobre otras comunidades religiosas. 12) Que un niño componga una oración por los sacerdotes y los hermanos para recitarla frecuentemente. 13) Dejar espacio para una cartelera vocacional en donde los adultos y los niños puedan colocar noticias sobre los sacerdotes y los religiosos y la vida de la Iglesia en general. 14) Que los niños se integren a alguno de los grupos parroquiales: infancia misionera, cruz roja, lobatos, acólitos, etc. 15) Que los más grandecitos y quizás los que manifiestan alguna inquietud vocacional por el sacerdocio o la vida religiosa, averigüen los datos personales de su párroco y conozcan cómo nació su vocación. 16) Tratar bien el tema en las reuniones con los padres de familia. 17) Preparar bien una Misa vocacional cada mes. 18) Organizar por grupos una visita al padre provincial o al señor obispo, explicando bien su significado. 19) Que los niños le pidan a su madre rezar un rosario por las vocaciones. 20) Preguntarle a los profesores (as) y a los padres de familia y sobre todo a las mamás, quiénes creen ellos que podrían tener alguna inquietud vocacional por el sacerdocio y la vida religiosa.

IV. EL ACOMPAÑAMIENTO DE LOS JÓVENES Los jóvenes que se acercan al acompañamiento suelen estar en estadios diversos de decisión, que en algunos casos son sucesivos. En general se pueden constatar tres tipos de decisión vocacional, que nombramos de un modo convencional: El “inquieto” (si, pero) es una vocación que tiene aún muchas dudas respecto de su estado de vida; no sabe aún si lo suyo es el sacerdocio, la vida religiosa o el laicado. El “aspirante” (si, espero) es una vocación que tiene decidido ingresar al noviciado, pero aún quiere madurar algunos aspectos de su personalidad o dejar resuelto algún asunto que podría perturbarle sus sosiego en la Compañía. El “candidato” (si, listo) es una vocación que se encuentra muy decidida y quiere corroborar por varios meses su decisión, antes de su próximo ingreso al noviciado.

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Aún sabiendo de las múltiples ocupaciones de los nuestros y en particular de un párroco, podemos decir que cualquier jesuita podría realizar, según el estadio de la decisión, las actividades siguientes: 1. Con los inquietos Pedir el nombre, teléfono y dirección a todo posible aspirante. El imaginario vocacional es más real, cuando se comparte cara a cara. Formular la hoja de vida. Brindar información suficiente por medio de plegables y folletos. Brindar elementos de oración y discernimiento. Celebrar una Eucaristía en donde los puedan compartir y alimentar su interés vocacional. Invitarlos a compartir de nuestras actividades apostólicas concretas, pero al principio de un modo puntual, esporádico. Relacionarse con la familia, especialmente con nuestra principal colaboradora: la mamá. 2. Con los aspirantes Integrar el grupo de inquietos y aspirantes para que mutuamente fortifiquen su búsqueda vocacional. Conformado por las vocaciones de la parroquia y la ciudad. Con el paso de los días el grupo se va decantando, quedando los que son y otros simpatizantes que a la postre ayudarán a la persona que ingresa. Aspirante podrían ser desde los 15 años, un año eximio en cuanto a las decisiones vocacionales. Hacer reuniones “regulares”. Se invitan los aspirantes a la Eucaristía, descansos con la comunidad local, puesta en común de discernimientos, lecturas espirituales, charlas sobre nuestro estilo de vida, la formación y nuestra forma de vivir los votos, etc. Se sistematizan las entrevistas personales, teniéndolas cada semana o cada quince días. 3. Con los candidatos Lo primero es ponerse en contacto con los encargados del prenoviciado para entregarles al aspirante con su respectivo proceso. No olvidar el seguimiento familiar; pues los padres también están aprendiendo a tener un hijo jesuita. Realizar la asesoría espiritual para ayudarle al aspirante a encontrar una “figura” interior de su llamado. Apoyar al candidato, acompañarlo, estar a su lado en las actividades que tenga pendientes con el prenoviciado. No olvidar su asesorado, aunque se envíe lejos por requerimientos del proceso; pero a ala vez mantener una sana distancia, recordando que el candidato necesita libertad para tomar una decisión.

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V. LA ASESORIA ESPIRITUAL Y OTRAS ENTREVISTAS La asesoría espiritual se entiende como una educación a la libertad al modo de Jesús bajo la acción del Espíritu Santo, cuando el aspirante, en su búsqueda de una realización humana y cristiana, recibe una ayuda espiritual que lo ilumina, lo sostiene y lo guía en su discernimiento de la voluntad de Dios para alcanzar la santidad que Dios quiere de él. Debemos tener en cuenta lo siguiente: - La asesoría se hace a través de entrevistas, quincenales o semanales, partiendo de un mutuo conocimiento gradual: ¿Quién soy? ¿Qué busco? ¿Por qué nos hemos encontrado en el camino? - Sería bueno iniciar el trabajo con una autobiografía o un cuestionario básico. - Conviene solicitar al equipo vocacional algunas fichas guía para que el interesado las realice en su casa. Así va adquiriendo un marco teórico básico y mínimo. - Acogiendo y escuchando en totalidad: sólo así se puede hacer aparecer “la figura” que surge del interior, aquello que sólo se manifiesta por “revelación”. - Iluminando y discerniendo, siguiendo el itinerario espiritual de los Ejercicios Espirituales. No se puede olvidar que muchos no ingresarán finalmente al noviciado y ésta sí es una oportunidad de comunidad nuestra espiritualidad. El aspirante va experimentando que la oración es el cimiento de todo proceso de búsqueda. - Estimulando y sosteniendo, porque todo proceso personal de crecimiento supone cambios, crisis, descubrimiento, dolor y perspectivas nuevas. No se trata sólo de estar con, sino de una relación cálida que impulse hacia delante, ayudando a la persona que descubra sus valores, proyectos, limitaciones, oscuridades y desde ahí trabajarse en un dinamismo de conversión. - Responsabilizando al aspirante de su propia historia, en su pasado y en su presente, para que pueda construir su futuro con serenidad. Ayudándole a que encuentre sus propias soluciones, a que se ubique y integre sus experiencias, sin responsabilizar a nadie de su vida. - Estimularlo al compromiso, a la entrega, al apostolado; que una la fe con la vida vida. - Promoviendo sus capacidades e impulsándole hacia la madurez propia de su edad. - Intentando siempre no llegar a tener el “candidato perfecto”, que sólo es fiel cumplidor de normas y reglamentos, sino un joven capaz de discernimiento aunque se equivoque, un hombre con criterios básicos que le permitan buscar y ser a la vez libre y maduro.

VI. UNA MANITO A LA SELECCION Podíamos hacer un cuadro general de las personas que llegan a la pastoral vocacional con su descripción y algún tratamiento posible. Aunque es un trabajo más propio del prenoviciado, no poco ayudará que se adelante algo desde el acompañamiento propio de todo jesuita; también nos ayudará ver lo complejo del ministerio. Veamos:

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Los adolescentes: necesitan autoafirmación, autoestima y autonomía. Debe haber una cierta laxitud negociada con ellos. Deben salir de la casa por tiempos. Se debe esperar siempre el crecimiento. Los emocionalmente inmaduros: viven mucho en función de sus demandas afectivas. Son más egocéntricos que el común, sin llegar a perder el contacto con la realidad. Necesitan comprenderse a sí mismos y pactar con la institución. Los desubicados: les falta vibración con el modo nuestro de proceder. Ahí van, como llevados por la corriente. No se van porque no tienen otra alternativa. Conviene orientarlos a otro camino. Se les debe despedir bien. Los “contaminados”: tienen otra espiritualidad y es fuerte. A veces quieren hacer proselitismo ad-intra. Se les debe ayudar a desmontar el sistema para asimilar una nueva identidad, sin perder los valores adquiridos. Requieren de nuestra parte mucha tolerancia a lo plural. Saber salvar el trigo quitando la “cizaña”. Los incoherentes: son fuertemente tentados por el hombre viejo y a veces hacen “rancho aparte”. Necesitan rupturas y una mejor atención a su ecología espiritual. Los genios: las instituciones les limitan su creatividad. Necesitan comprenderse a sí mismos y pactar con el sistema. Los profetas: ven algo humanamente necesario que no promueve el sistema. Deben ser escuchados para hacer los ajustes necesarios a la institución. Los mayores: ya estaban muy hechos y les cuesta asimilar una nueva identidad de vida. Deben probarse en su capacidad para asimilar una nueva manera de ser. Deben comprenderse a sí mismos y pactar con la institución. Los “foráneos”: vienen de una etnia, clase social o región distinta a la que es dominante en la Compañía. Deben comprenderse a sí mismos e iniciar un proceso de asimilación y acomodación a una nueva cultura, sin perder sus valores tradicionales. Los sexualmente hedonistas: viven en función del afecto y se rinden a un contacto sexual frecuente y a veces indiscriminado. Deben ser bien despedidos. Los “recalentados”: no se han integrado en otro instituto religioso y creen que pueden hacerlo en otra distinta congregación. Generalmente no lo logran y vuelven a sus andanzas, que con frecuencia son afectivas. Tienen muchas mañas. Lo aconsejable es despedirlos, aunque hay excepciones. Los arribistas: niegan sus orígenes socioculturales, se identifican en todo con una clase social superior, aun en sus defectos, acaparan cosas y no les gusta mucho o tienen dificultades con la opción por los pobres. Si son jóvenes y útiles, deben comprenderse a sí mismos, convertirse y se les debe ayudar a vibrar con una mística del “agere contra”. Los inútiles: vagan todo el día, a veces son conversadores y agradables, pero huyen de todo compromiso. Si son jóvenes, se les debe invitar a trabajar remuneradamente y por cuenta propia, a entrar en la universidad y obtener un título, a comprenderse así mismos, especialmente en su sexualidad. Si cambian, con el tiempo pueden ser asimilados al sistema. Los “experimentados”: han recorrido múltiples lugares, ambientes, personas, vivido muchos episodios y tienen una larga historia de pecado. Han vivido mucho y luego quieren integrar todo esto a su opción. Se constituyen en maestros de otros para lo divergente. Si no hay una conversión sólida y muy probada, es mejor despedirlos rápido.

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Los artistas: viven en función de su imaginación, de lo original, van a su ritmo y sienten las instituciones como una “camisa de fuerza”. Ellos deben comprenderse a sí mismos y pactar con la institución. Los prepsicóticos: viven en función de sus fantasías interiores, perdiendo por momentos el sentido de la realidad y tienen marcados altibajos en su interacción social y en su rendimiento. Deben ser despedidos rápidamente. Los “traumatizados”: tienen una historia familiar, social y religiosa escabrosa, de ordinario rebeldes, con dificultades para adaptarse a una institución y esto de un modo estructural. Deben ser despedidos rápidamente, después de aconsejarlos bien. Los líderes: tienen una propuesta alternativa propia que quieren llevar a término a toda costa. No se subordinan fácilmente. Pueden ser buenos elementos en el futuro. Se les debe invitar a conocerse a sí mismos, a convertirse y a saber ocupar el último puesto con múltiples ejercicios de humildad.

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