LA FIEBRE CURA? Pedro Ródenas (Médico Naturista)

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¿LA FIEBRE CURA? Pedro Ródenas (Médico Naturista)

La temperatura del cuerpo humano El ser humano tiene regulada su temperatura para que se mantenga constante alrededor de los 37ºC. Cuanto más evolucionada es la especie animal más estrecho es su margen de temperatura natural. La regulación es el resultado del equilibrio entre el calor que se produce y el que se pierde. El calor que se produce procede de las combustiones internas del organismo, principalmente en los músculos, incluso sólo con el esfuerzo de mantenernos erguidos. La combustión es un proceso de oxigenación, de añadir oxígeno a las sustancias que quema. La pérdida de calor tiene lugar a través de la piel y de la mucosa que recubre el interior del pulmón. El ser humano, como los demás animales herbívoros y frugívoros, se defiende del calor refrigerándose con la sudoración. Los animales que no sudan, como los carnívoros, lo hacen a través de la respiración, aumentando la frecuencia respiratoria y la evaporación, manteniendo abierta la boca y sacando la lengua. El sistema nervioso se encarga de equilibrar pérdidas e ingresos calóricos para mantener la temperatura constante. La temperatura varia en las distintas partes del organismo y depende del grado de vascularización o afluencia de sangre. Los órganos más irrigados tienen mayor temperatura. La temperatura de la piel es menor que la del interior del organismo. La temperatura rectal es la más alta; la de la boca es mayor que la de la axila o ingle; en el resto de la piel, sobretodo en las zonas descubiertas del cuerpo, cara y manos, es inferior. La temperatura oscila unas 6 ó 7 décimas durante el día, produciéndose la mínima hacia la madrugada y la máxima durante la tarde. Por ejemplo, la temperatura en la axila suele ser de 36,4ºC a primera hora de la mañana y alrededor de 37ºC por al tarde.

¿Qué es la fiebre? La fiebre es el aumento prolongado de la temperatura corporal. Cuando esta elevación es pasajera, por ejemplo después de un gran esfuerzo físico o después de un baño de agua caliente, no se habla de fiebre sino de hipertermia. A la fiebre se le llama también pirexia, e hiperpirexia cuando está por encima de los 39ºC. Si el aumento de temperatura es solamente de unas décimas hablamos de febrícula. Los niños suelen tener fiebres más intensas o elevadas, debido a la vitalidad de su sistema inmunitario, lo que es signo de buen pronóstico.

Causas de la fiebre La mayoría de las veces la fiebre es de origen infeccioso. Los microorganismos introducen sustancias tóxicas en el organismo desencadenando la respuesta de éste. También puede producirse un incremento de la temperatura corporal por traumatismos, hemorragias y hematomas, inflamaciones no infecciosas, golpes de calor… u otras situaciones que liberan pirógenos endógenos o sustancias internas que ponen en marcha el mecanismo de la fiebre.

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Existen situaciones emocionales que incidiendo directamente sobre el sistema nervioso desequilibran los centros reguladores de la temperatura, produciendo la fiebre.

Síntomas de la fiebre La fiebre se inicia con escalofríos acompañados de temblores, carne de gallina, castañeo de dientes… Todo un proceso que pone en marcha el aumento de calor en el cuerpo al contraer los vasos sanguíneos y disminuir la pérdida de temperatura y al incrementar el tono y la actividad muscular. Con el aumento de temperatura corporal se eleva el número de pulsaciones y el de la frecuencia respiratoria. La orina es más densa por las sustancias que se depositan en ella resultado de las combustiones celulares aumentadas. Se pierde el apetito y aumenta la sed. Hay tendencia al estreñimiento y a la pesadez o dolor de cabeza. Al contrario de lo que puede parecer la fiebre no es una pérdida de control por parte de los sistemas de homeostasis o autorregulación del organismo, sino más bien, como veremos más adelante, es un acto de solidaridad y coordinación entre los diferentes sistemas y órganos que lo componen.

Finalidad de la fiebre La fiebre es quizás el más característico de los fenómenos de defensa del organismo. Es una respuesta a una agresión previa encaminada a restablecer de nuevo la armonía perdida y la salud. Un aforismo hipocrático ya decía: “Dadme calentura y curaré los enfermos”. Hoy en día múltiples experimentos han demostrado que cuando se infectan animales, la evolución y el pronóstico es mejor cuando no se les baja la fiebre y se les deja evolucionar espontáneamente. Por ejemplo, en iguanas infectadas con determinada cepa bacteriana, a las que se les dejó que la fiebre durará unos cinco días sobrevivieron todas menos una, y a la que se les trato para que bajase la temperatura fallecieron más de la mitad. Peces infectados nadan hacia aguas más calientes para elevar su temperatura y sobrevivir, sino lo hacen mueren. Conejos que se les trataba con medicación para suprimir la fiebre, incrementaban el riesgo de morir por la enfermedad. Cerdos recién nacidos y cachorros de perro resisten mejor enfermedades virales sino se les suprime la fiebre. La fiebre no es fenómeno destructivo que hay que suprimir, sino que tiene una finalidad curativa y sanadora que hemos de entender y ayudar.

Mecanismos que utiliza la fiebre para cumplir su objetivo La llegada de toxinas al torrente circulatorio, hace que determinadas células, fundamentalmente glóbulos blancos (leucocitos polimorfonucleares neutrófilos), liberan sustancias denominadas pirógenos endógenos que actúan sobre el centro nervioso termorregulador dándole la orden de aumento de temperatura. Los pirógenos endógenos estimulan la producción de linfocitos T, células esenciales para incrementar la inmunidad y que pueden ver incrementada su producción hasta veinte veces la habitual. Los pirógenos endógenos tienen afinidad por el hierro, privando de él a los microorganismos que lo necesitan para su multiplicación. Con la elevación de la temperatura por encima de 38ºC, el interferón, proteína que produce el organismo y que tiene capacidad antivírica y antibacteriana y neutralizadora de otras sustancias extrañas, se hace hasta tres veces más potente en su actividad. El incremento de la temperatura corporal dificulta el crecimiento y desarrollo de la cepas bacterianas o víricas, disminuyendo así su capacidad destructiva y su virulencia. Las combustiones internas que se producen en la fiebre, destruyen las sustancias morbosas, desintegrándolas y haciendo posible su eliminación a través de los 2

emuntorios orgánicos (sudor, orina, respiración…) Este efecto depurativo, desintoxicante o de limpieza actúa no sólo sobre los posibles tóxicos de origen bacteriano, vírico, medicamentoso, etc. que acaban de llegar al organismo, sino también sobre los depósitos de catabólicos orgánicos que llevan tiempo produciéndose, contribuyendo a que pasada la fiebre el paciente recupere la vitalidad y alcance un grado de salud superior al anterior al proceso febril. La anorexia o falta de apetito característica de la fiebre reduce el gasto energético propio de la digestión y concentra todo el esfuerzo orgánico en incrementar la inmunidad y combatir la agresión, infecciosa o no. Según Manuel Lezaeta y su “Doctrina Térmica” la fiebre es también un mecanismo de ayuda para restablecer el equilibrio térmico corporal al llevar la sangre de los órganos internos, habitualmente congestionados, a la superficie de la piel frecuentemente mal irrigada.

Como actuar ante la fiebre Como es más fácil suprimir la fiebre que hacerla innecesaria, y no tenemos tiempo para cuidarnos, el comportamiento habitual es tomar un antitérmico sin escuchar ni interpretar al organismo y sin solucionar las situaciones que la producen. Es como cortar el cable de la luz roja de la alarma que nos indica la falta de aceite en el coche en lugar de añadirlo al depósito. Siendo la fiebre la manifestación de un proceso defensivo no hay que suprimirla de forma sistemática. Como decía el doctor Isaac Puente en su libro sobre la fiebre “la medicina no puede ofrecer al organismo enfermo un sustitutivo de la fiebre capaz de igualarse con ella en resultados, ni de reemplazarla en eficacia curativa. La primera indicación es respetarla cuando no alcanza proporciones excesivas”. El mejor tratamiento para una persona con fiebre es ayudar con nuestros recursos terapéuticos a cumplir los objetivos que pretende la propia fiebre, hasta hacerla innecesaria. Es decir, actuar a favor del esfuerzo orgánico en lugar de suprimirlo. Sólo cuando esto no sea suficiente hemos de acudir a la medicación. Paralelamente, si existe una causa clara del origen de la fiebre, como una infección bacteriana, por ejemplo, podemos complementar el tratamiento con sustancias antibióticas de tipo natural como própolis o con inmunoestimulantes fitoterapéuticos como la equinácea.

Recursos para ayudar a la fiebre a cumplir su función La falta de apetito que acompaña a la fiebre nos indica que hemos de evitar un sobreesfuerzo digestivo. Su función depurativa y desintoxicante nos sugiere que el aporte de líquidos que arrastre toxinas de los tejidos, a través del torrente circulatorio, al exterior, vía orina o sudor, y la necesidad de hidratación para recuperar estas pérdidas acuosas, hace necesaria una dieta líquida de fácil asimilación. Por lo tanto ante un enfermo con fiebre, sobretodo si la temperatura es muy alta con gran sudoración, aconsejaremos siempre una alimentación hídrica a base de zumos de frutas naturales, especialmente de cítricos que estimulan la inmunidad (dos o tres vasos diarios), caldos de verduras depurativos (cebolla, apio, col…) sin aceite ni sal y con el zumo de un limón ( dos o tres tazones diarios), y tres o cuatro infusiones al día de plantas depurativas (cola de caballo, salvia…), sudoríficas (saúco, jengibre…) y relajantes (tila…) que estimulen la limpieza y tranquilicen al paciente y que pueden acompañarse de otros preparados más específicos para la enfermedad que provoca la fiebre (tomillo en problemas respiratorios, manzanilla en trastornos digestivos, etc. ). También habría que añadir durante el resto del día el aporte de uno o dos litros de agua según sea la cantidad de orina o sudor eliminados.

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Hasta que no desaparezca la fiebre no es conveniente iniciar una dieta sólida, utilizando las frutas y ensaladas para la transición a la dieta habitual. Si un paciente tiene una febrícula, o la temperatura no alcanza los 38ºC puede adoptarse inicialmente una actitud expectante haciendo reposo y dieta líquida. El reposo siempre facilita que la mayoría del gasto energético se concentre en estimular el sistema inmunitario y los mecanismos internos de autorregulación, así como la combustión de toxinas. Si la fiebre es más alta podemos ayudar provocando la sudoración, abrigándonos en la cama con suficientes mantas e ingiriendo los caldos vegetales y las infusiones (especialmente la mezcla de tila, saúco y jengibre) bien calentitas. Las envolturas de tronco con agua fría, de dos o más horas de duración, también provocan la sudoración. Una medida muy eficaz en la mayoría de pacientes con fiebre, sobretodo si el origen es infeccioso, son las lavativas o enemas, aplicadas a temperatura levemente fría. Aparte de refrescar y descongestionar, la limpieza que provocan a nivel intestinal elimina cantidad de residuos y sustancias tóxicas que la mayoría de las veces forman parte del medio ambiente o terreno que alimenta a los virus o bacterias patógenas. Para que sea eficaz un enema en un adulto debe ser al menos de uno a uno y medio litros de líquido (en niños un cuarto o medio litro es suficiente), siendo el tomillo y la manzanilla las plantas más utilizadas por su poder desinfectante y antiinflamatorio para preparar la infusión con la que haremos la irrigación intestinal. El reposo, la dieta líquida, la sudoración y los enemas de limpieza, son medidas que actúan en solidaridad con el organismo y facilitan la desaparición de la fiebre porque le ayudan a cumplir su función. En ocasiones, cuando la fiebre se dispara a temperaturas muy altas, 41ºC ó 42ºC, podemos recurrir a la serie de seis frotaciones frías, una cada media hora, o a envolturas de tronco con agua fría poco escurridas y de corta duración (veinte o treinta minutos), para bajar la temperatura de forma temporal con un tratamiento sintomático no medicamentoso. El dolor de cabeza que aparece en ocasiones por la congestión o la movilización de toxinas puede aliviarse también con los enemas, con las envolturas de tronco, aplicando una compresa fría en la frente o con la aplicación de calcetines hidroterápicos (ponerse unos calcetines de hilo o algodón mojados en agua fría y escurridos, otros secos encima de ellos y unos terceros de lana sobre los anteriores).

¿Cuándo hay que medicar? Siendo conscientes de que la fiebre cura, cuando ésta se prolonga excesivamente en el tiempo, o la temperatura es muy alta y la ayuda que hemos prestado no es suficiente, necesitamos un tratamiento supresivo eficaz. En estos casos los antitérmicos pueden ser útiles, pero nunca nos hemos de olvidar que tenemos un problema pendiente de resolver que debemos tratar con un buen tratamiento depurativo si queremos evitar recaídas. También en homeopatía existen medicaciones útiles para controlar la fiebre alta. En concreto, la belladona puede considerarse eficaz en estas situaciones, normalmente a potencia 30CH y según la frecuencia que indique el profesional (de cada 4-5 minutos hasta cada 24 ó 48 horas según la gravedad del estado del paciente) Lamentablemente hoy en día se actúa de forma sistemática suprimiendo la fiebre con medicación (paracetamol es el medicamento más utilizado), ya sea por considerarla como un síntoma negativo a neutralizar o simplemente por comodidad, lo que hace que el efecto de limpieza, estimulante de la inmunidad y curativo, propio de un proceso agudo como la fiebre no se produzca, y se mantenga un terreno y un sistema defensivo frenado en sus capacidades que facilitan futuros procesos patológicos que pueden llegar a cronificarse.

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Esta medicalización es preocupante, especialmente en casos de fiebre infantil, en la que según estudios recientes, el 50% de los niños que padecen fiebre reciben dosis incorrectas de fármacos por parte de sus padres. El número de padres que ha provocado una sobredosis de fármacos para tratar la fiebre a sus hijos ha pasado del 12% en 1997 al 33% en la actualidad.

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