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TEMA 2 ─ PROBLEMAS Y TAREAS DE LA FILOSOFÍA
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LOS ÁMBITOS DEL SABER FILOSÓFICO
1. El ámbito de la racionalidad teórica y de la racionalidad práctica La razón se puede entender como la facultad y el acto de explicar algo, de argumentar en torno a algo o de justificarlo. Pero la razón no es monolítica y uniforme: en función del uso y valoración que hagamos de ella, podremos hablar de distintas racionalidades. Una de las distinciones más clásicas es la que diferencia entre racionalidad teórica y racionalidad práctica. La razón teórica es aquella que se orienta hacia la contemplación desinteresada del mundo, esto es, hacia el conocimiento de la realidad, intentando desentrañarla, explicarla y comprenderla, sin pretender garantizar nuestra supervivencia o bienestar, aunque lo cierto es que luego suele contribuir a ello. Para Aristóteles, el saber teórico (del griego theorein, que significa ´contemplar´) es contemplativo y desinteresado, y nace del simple deseo de conocer. Así, por ejemplo, contemplamos el cielo y tratamos de saber la verdad sobre los astros como algo satisfactorio y deseable por sí mismo, como fin y no como medio o como ayuda para fabricar aeronaves o programar viajes espaciales. La razón práctica es aquella que se orienta hacia la acción y hacia la producción humanas. No se dirige a explicar y a describir el mundo, sino a saber cómo actuar en él, ya sea para obrar correctamente (ética) o para manipular del entorno (técnica) o producir bienes o elaborar obras de arte. (Tiene en cuenta las contribuciones de la razón teórica). La racionalidad teórica y racionalidad práctica se configura, respectivamente, en la llamada filosofía teórica (realidad y conocimiento) y filosofía práctica (ética, política).
1.1. La filosofía teórica La filosofía teórica se ocupa de los problemas relacionados con la realidad y el conocimiento. En consecuencia, se distinguen las siguientes partes: ─ Ontología (del griego ontos, ente o ser y logos, estudio, ciencia) es la parte de la filosofía que se ocupa de analizar la realidad. Aristóteles la llamó “filosofía primera”, definiéndola como la ciencia que se ocupa de “lo que es en tanto que es”, del “ser en tanto ser”. La ontología no tiene por objeto esta o aquella faceta de la realidad ─los seres vivos, los seres artificiales, los seres inorgánicos, etc. ─, sino la realidad en sí misma, el análisis problemático y crítico de la realidad en su conjunto. En este análisis debe tener en cuenta las contribuciones de las ciencias naturales y biológicas, y pensar los problemas que estas ciencias dejan abiertos. La pregunta fundamental de la ontología es ¿qué es la realidad? En la ontología se incluye la teología (del griego theos, dios y logos), que es una reflexión racional sobre el concepto de Dios como fundamento último de la realidad. El empleo de la razón y no de la fe distingue a esta teología de la religión. De otro modo, no sería filosofía, sino religión. Ontología y teología se incluyen, a su vez, dentro de una parte de la filosofía teórica llamada metafísica (´más allá de la física´ o estudio de los seres naturales). ─ Teoría del conocimiento. Es la parte de la filosofía que se ocupa del conocimiento humano. También denominada gnoseología (del griego gnosis, conocimiento y logos) o epistemología (del griego episteme, ciencia y logos), esta disciplina realiza un análisis crítico de nuestro conocimiento (en qué consiste el conocimiento, su posibilidad, origen y límites). La gnoseología adquiere especial relevancia en la filosofía moderna (siglos XVII y XVIII). Para ésta, la pregunta ontológica ¿qué es la realidad? sólo puede abordarse si previamente hemos realizado un análisis FILOSOFÍA I/ CURSO 2010--2011
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crítico de nuestro conocimiento, es decir, si precisamos cómo conocemos con verdad la realidad, si esclarecemos los diversos elementos y problemas que rodean al conocimiento y el fin que éste persigue, que es el logro de la verdad. En este análisis se deben tener en cuenta las contribuciones de las ciencias formales (lógica, matemáticas, ciencias de la computación teórica, etc.) y de la neurociencia, que analizan el comportamiento del cerebro y los mecanismos del conocimiento. Así mismo, se deben estudiar los problemas del lenguaje, que tiene una importancia excepcional como instrumento de conocimiento. La pregunta fundamental de la teoría del conocimiento es ¿cómo conocemos la realidad? En la filosofía teórica, además de la metafísica y de la teoría del conocimiento, se incluyen reflexiones teóricas sobre ámbitos de la realidad más específicos, como la filosofía de la naturaleza, del lenguaje, de la ciencia, de la técnica y la antropología filosófica.
1.2. Teoría del conocimiento El tema del conocimiento ha sido una cuestión fundamental en la historia de la filosofía. Precisamente, la filosofía nace como crítica al modo de conocer que había en Grecia (el mito) y con el propósito de sustituirlo en la explicación de los fenómenos naturales. Durante muchos siglos, a los filósofos les interesaba más conocer la realidad que como se conoce la realidad, esto es, el conocer mismo. Es a partir de la Edad Moderna (siglos XVII y XVIII) cuando la filosofía, en su versión de teoría del conocimiento, se pregunta qué es el conocimiento, su posibilidad de conocer la verdad, su origen y límites. Y, una vez más, la filosofía es una disciplina peculiar, porque, además de ser un conocimiento o saber acerca del mundo como la medicina, las matemáticas o la biología, es un conocimiento que reflexiona sobre el propio conocimiento (el conocimiento del conocimiento): lo somete a un profundo análisis crítico. La posibilidad de que el ser humano sea capaz de conocer el conocimiento y de pensar que está pensando unida a un interés por saber acerca del mundo que lo rodea y acerca de sí mismo, lo dota de una especial manera de estar en el universo: estar conociendo, preguntando, deseando saber. Y la filosofía es, antes que nada, deseo de saber o búsqueda de la verdad. Platón decía en el diálogo Banquete: “El filósofo no es sabio ni ignorante, sino que se encuentra en medio de los dos, en permanente búsqueda del conocimiento verdadero”. Mucha gente opina de las cosas de una manera irreflexiva, confundiendo mera opinión sin fundamento con el conocimiento que es cierto e indudable. El filósofo, en cambio, quiere evitar caer en esta trampa. La actitud que caracteriza al filósofo es la prudencia, la duda metódica (la duda como camino para encontrar la verdad), el hábito de analizar bien las cosas antes de hacer afirmaciones. Sólo así es posible distinguir correctamente el conocimiento de la creencia, la verdad de la opinión, la realidad de la apariencia. Y es que a menudo las apariencias engañan y nos hacen ver las cosas como no son. La filosofía busca la verdad de las cosas, la realidad que hay más allá de las apariencias. Pero ¿qué es la verdad?, ¿qué es la realidad?, ¿es posible conocer la verdad?, ¿qué es conocer?… Las respuestas son muchas y diversas, pero nos limitaremos a exponer brevemente los puntos de vista más relevantes.
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¿En qué consiste el conocimiento? ¿Qué es conocer?
Entendemos por conocer una actividad que tiene como objetivo la aprehensión de un estado de cosas de tal forma que pueda ser compartida con los demás. En el acto de conocer se diferencian, por tanto, dos polos: el sujeto, protagonista de la acción de conocer; y el objeto, aquello sobre lo que recae lo que recae el conocer, aquello que resulta aprehendido (apresado o conocido). Naturalmente, sujeto y objeto (salvo cuando uno reflexiona sobre sí mismo, pues entonces uno mismo es sujeto y objeto) son distintos, permanecen distintos y no se modifican mutuamente en su realidad física. En esta línea se puede distinguir también entre la actividad de conocer y el resultado de tal actividad, que solemos denominar conocimiento. Así, mientras el conocimiento como actividad de conocer va a estar ligado a la búsqueda de la verdad, el conocimiento como resultado de tal actividad se referirá preferentemente a la verdad hallada. En el análisis que estamos haciendo conviene insistir en que el sujeto es el protagonista del conocimiento. Generalmente, se suele pensar que el sujeto es puramente pasivo en el momento de conocer, es decir, algo así como un espejo que refleja la realidad (y la refleja como una copia); toda la actividad está de parte del objeto (que estimularía los sentidos). Así lo entiende el realismo. Pero no hay tal cosa: conocer es una actividad del sujeto, el cual elabora, estructura, construye lo conocido a partir de los datos objetivos que recibe. Hay, pues, una interacción sujeto-objeto. Este papel activo del sujeto ha sido resaltado especialmente a partir de Immanuel Kant (1724-1804) e indudablemente exagerado por los idealistas, para quienes el objeto es una pura construcción del objeto. En cualquier caso, conocer es siempre construir (totalmente, para los idealistas; sólo parcialmente, según la opinión más común actualmente).
1.3. Verdad y realidad ─
¿Qué es la realidad?
Ambas preguntas no son cuestiones que nos planteemos habitualmente, mientras tomamos un refresco con un amigo o buscamos la oficina de correos más próxima. Este tipo de preguntas supone una ruptura con nuestro quehacer cotidiano, y tal vez sea en esta ruptura donde nace el pensar filosófico y empiezan los problemas. Presentimos que afrontar preguntas tales puede llegar a poner en cuestión algunas de nuestras evidencias cotidianas. Si parásemos a alguien en medio de la calle y le pidiésemos que nos respondiera a ambas preguntas, y suponiendo, claro, que no considere que estamos locos de remate o que nos estamos burlando de ella y decidiese responderlas, en tal caso quizá nos encontraríamos con una respuesta parecida a ésta: “La realidad es lo que hay, lo que ves a tu alrededor”, la verdad es la correspondencia entre nuestras palabras y la realidad”. Decir que “la realidad es lo que hay, lo que ves a tu alrededor” sería una buena respuesta, aunque ciertamente insuficiente; porque, ¿qué es “lo que hay”?; ¿a qué se refiere nuestro imaginario y dispuesto transeúnte con “ver”?; ¿se trata sólo del ver de nuestros ojos? Ni la electricidad ni la radiación pueden ser vistas y, sin embargo, difícilmente nos atreveríamos a afirmar que no son reales. Tampoco vemos la alegría o la tristeza; serán más bien ciertos signos exteriores, como la risa o el llanto, los que nos hagan ver que la compañera de al lado está alegre o triste. Hay un sentido del verbo ver que no apela a nuestros ojos sino a nuestro intelecto o a nuestra razón: “ver” quiere decir aquí comprender.
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Ante la pregunta por la realidad (por el ser), se puede, pues, responder intuitivamente que la realidad está constituida por todo lo que hay o existe. Esta afirmación no deja de ser problemática, pues, aunque no se puedan ver a simple vista, ¿existe la electricidad y la radiación de la misma manera que existen los árboles o los ordenadores?, y la libertad o la mente ¿tienen existencia?
Tipos de realidad
En consecuencia, tan pronto como preguntamos por la realidad, ésta comienza a mostrarse enormemente plural y heterogénea. Veamos algunas: Realidad física: los árboles, los ordenadores o el amigo; también nuestro cuerpo, cerebro o corazón. Realidad pensada: la “imagen” mental que el ser humano elabora cuando piensa la realidad. Realidad psíquica: los sentimientos de amor, odio enfado, tristeza. Realidad social: el conjunto de normas y leyes, sobre las que se articula y fundamenta cada sociedad. Realidad simbólica: creencias compartidas sobre lo bueno y lo malo, la libertad, la muerte o la amistad. Realidad virtual: las percepciones y sensaciones generadas por un soporte técnico (ordenador o cualquier otro aparato) o por la ficción o fantasía (por ejemplo, una novela, un poema también pueden generar ciertas percepciones y sensaciones). En resumen: En un sentido restrictivo, la realidad es todo aquello de lo que podemos tener experiencia; bien porque se trate de seres observables por los sentidos (árboles, ordenadores…), bien porque puedan observarse gracias a instrumentos como microscopios o telescopios (átomos, planetas…) o porque podamos constatar las consecuencias de su existencia (radiación, gravitación universal…). En un sentido amplio, no sólo tienen existencia los seres materiales y observables, sino también realidades subjetivas que conocemos íntimamente (sentimientos, ideas, creencias…), productos culturales (personajes literarios, mitológicos…), realidades inmateriales o espirituales (Dios, la libertad…).
Realidad y apariencia ¿Te has planteado alguna vez cómo ve el mundo un murciélago? o ¿cómo ven las amapolas las abejas? Para compensar su deficiente visión, los murciélagos poseen una especie de sónar que capta el eco de sus propios chillidos y que les permite formarse una representación del mundo. Sin embargo, esta representación es presumiblemente bastante diferente de la nuestra. En el caso de las amapolas, para los humanos aparecen rojas y para las abejas de color violeta. ¿Cómo es la realidad entonces? ¿Como la ve el murciélago, como la ve la abeja o como la vemos nosotros? Sean cuáles sean las diferencias, generalmente pensamos que la realidad no es ni como la percibimos nosotros ni como la percibe el murciélago o la abeja. Consideramos que es la misma en todos los casos y lo que cambia es la percepción que tenemos de ella. Por ello solemos distinguir entre: Realidad. Conjunto de todos los seres (materiales, inmateriales o espirituales) que tienen existencia por sí mismos, independientemente de un sujeto que los perciba. Apariencia. Forma en que se manifiesta o aparece la realidad a los sujetos que la perciben. La distinción entre apariencia y realidad ha sido objeto de una larga polémica en la historia de la filosofía. Sin embargo, ha predominado la concepción que considera que las apariencias son ocultaciones de la realidad. Las cosas no son como parecen (los objetos no empequeñecen cuando se alejan, el bastón no se quiebra
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cuando se sumerge en el agua…). Las apariencias nos engañan y ocultan la auténtica realidad, pues no nos dejan ver cómo son realmente las cosas.
Estados de la mente en relación con la verdad En la actividad de conocer podemos distinguir diversos grados que van desde la simple duda hasta el auténtico conocimiento o saber, pasando por la opinión, la creencia y la certeza. Duda. Actitud mental voluntaria y transitoria que nos lleva a fluctuar entre afirmar algo o negar algo como verdadero. Opinión. Apreciación subjetiva de la que no podemos decir que estemos seguros y que tampoco podemos probar ante los demás. Suele ser una valoración de la realidad, o de cómo ésta debería ser, basada en nuestros intereses, creencias, deseos…, pero que no suele apoyarse en razones contundentes. Se admite una posibilidad de error. Por eso,solemos excusarnos diciendo: “¡Bueno, sólo era una opinión!”. Creencia. Opinión con mucho arraigo que considera que una afirmación es verosímil o, por lo menos, probable. Hablamos de creencia cuando estamos seguros de algo aunque no tengamos pruebas suficientes para demostrarlo. Precisamente, esta incapacidad para justificar nuestras creencias es lo que las distingue del auténtico conocimiento. Es subjetiva. Existen dos tipos de creencias: 1) las racionales, que se fundamentan en buenas razones, pero no sólidas ni suficientes y 2) las irracionales, que no tienen fundamento racional alguno. Entre estas últimas, encontramos las supersticiones Certeza. Es la afirmación de la verdad de un juicio sin tener la menor duda, sin temor alguno a equivocarse (cosa que podría suceder: falsa certeza). Como diría Descartes la certeza es “aquello de lo que no se puede dudar; por ejemplo, “Pienso luego existo”. Conocimiento. Es una creencia de la que estamos seguros, pero que, además, podemos probar. Poder justificar racionalmente algo (dar razones) es lo característico del conocimiento. Así, la creencia deja de ser meramente subjetiva y pasa a ser conocimiento objetivamente verdadero (aceptable por todos, no sólo por mí). Si digo que la raíz cuadrada de 16 es 4, lo que digo es verdad; pero si no sé justificar por qué lo es, entonces posiblemente he acertado por pura casualidad. Para que una creencia verdadera constituya conocimiento, se ha de poder probar objetivamente.
1.4. Teorías de la verdad Por teorías de la verdad entendemos los diversos intentos realizados por la teoría del conocimiento (filosofía teórica) para definir, explicar y comprender qué es la verdad, así como su relación con la realidad. Y ¿qué es la verdad? ¿Decimos y conocemos la verdad cuando aquello que conocemos y decimos tiene que ver con la realidad (cosas) o cuando no hay contradicción en nuestras afirmaciones? ─
El realismo como teoría de la verdad entendida como la “adecuación del pensamiento a la realidad”
El realismo (del latín res, cosa) admite, sin más, la existencia de una realidad objetiva, que existe por sí misma, independientemente del sujeto y que la podemos captar con nuestros sentidos y expresar con nuestro lenguaje. Según esta teoría, un enunciado o una proposición son verdaderos si coinciden con la realidad. Se trata de una teoría que se ha convertido en clásica y que por el hecho de coincidir con el sentido común goza de una amplia aceptación. La primera formulación la encontramos en Aristóteles (siglo IV a. C.): “Decir de aquello que
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es que es y de aquello que no es que no es, eso es verdadero”. Tomás de Aquino (siglo XIII), como buen aristotélico, la desarrolló. La verdad se entiende como una relación especial de ajuste o acuerdo entre la realidad y el sujeto que la conoce, a la que se denomina adecuación. ¿Cómo debe entenderse “adecuación”?:
¿Como igualdad? No, pues es evidente que no hay igualdad entre mi conocimiento y las cosas conocidas. Por ejemplo, no es cuadrada una idea de un cuadrado. ¿Como semejanza? Si utilizamos el sinónimo de semejanza para explicar ─como ha sido habitual─ la adecuación, sería verdadero aquel conocimiento donde mi representación fuese semejante a la realidad conocida. Resulta difícil de entender que, al menos en muchos casos, el conocimiento verdadero consista en esa semejanza. Por ejemplo, ¿qué clase de semejanza puede haber cuando ese objeto es el valor de π o el teorema de Pitágoras?
Por todo esto, es mejor entender la adecuación como correspondencia entre el conocimiento y las cosas conocidas, porque, si conozco con verdad, por ejemplo, una sinfonía mi representación cognoscitiva se ha de corresponder con una sinfonía y no con una aeronave, sin que ello suponga que hay una semejanza Ahora bien, situar la verdad en la correspondencia entre el pensamiento y la realidad supone: a) Que exista una “realidad” objetiva e independiente del pensamiento. b) Que el pensamiento puede acceder a esa realidad externa a él y corresponderse con ella. La aceptación de ambos supuestos conduce al realismo. Su negación nos lleva al idealismo. Crítica. Si pretendemos alcanzar un conocimiento verdadero, se necesita abandonar el cómodo realismo ingenuo, que confunde muchas veces la realidad con nuestra percepción, pues no está muy claro que las cosas sean eso que percibimos por los sentidos. Las cosas no son siempre tal como se presentan a nuestros sentidos. Así, por ejemplo, cuando decimos que “La nieve es blanca”, la ciencia nos enseña que el color blanco no es una propiedad de la nieve, sino la respuesta psíquica del cerebro a un estímulo físico determinado. ─
El idealismo como teoría de la verdad entendida como la “coherencia del pensamiento con sus propias ideas”
Cuando descubrimos que el conocer la realidad no es tan simple como afirma el realismo ingenuo (el conocimiento puede acceder a la realidad exterior a nosotros y corresponderse con ella), podemos irnos al otro extremo: negar la existencia de la realidad misma. Quizá no hay más realidad que la nuestra, quizá todo lo que pensamos y vemos no es más que un producto de nuestra imaginación. El idealismo sostiene que no hay más realidad que la que cada uno concibe (construye), que la realidad no existe independientemente del pensamiento. Según el idealismo, la verdad ya no consiste en la mera correspondencia entre el pensamiento y la realidad exterior, dado que ésta no existe, sino en la coherencia (= ausencia de contradicción) de nuestras propias ideas. Cualquier idea puede ser válida mientras no contradiga el resto de ideas admitidas como verdaderas. Por ejemplo, la proposición “Si sigues hacia el horizonte, llegarás al fin del mundo” es falsa porque contradice numerosas proposiciones verdaderas (por ejemplo, “La Tierra es redonda”.
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El primer filósofo que propuso esta teoría de la verdad fue Friedrich Hegel (1770-11831). También en las ciencias formales (lógica y matemáticas) se defiende este concepto de verdad como coherencia. Por ejemplo 3 + 2 = 5 es una proposición aritmética que es verdadera porque no contradice las reglas de la suma. ─
El realismo crítico como teoría de la verdad frente al realismo e idealismo
El idealismo no puede ser acusado de incoherente, y difícilmente podremos demostrar que esté equivocado. Pero pocas personas considerarán razonable negar algo que nos parece tan evidente como que existe una realidad independiente de nosotros y que se nos impone con fuerza. Como resultado, y tanto frente al realismo ingenuo como al idealismo, aparece una teoría intermedia que denominamos realismo crítico. Para el realismo crítico no tiene sentido negar que existe una realidad, pero se hace imprescindible tener presente que esta realidad no coincide con la que se muestra a los sentidos. A menudo éstos nos dan una información que no se corresponde exactamente con lo que hay. En este sentido, la psicología distingue entre el estímulo (realidad exterior u objetiva) y la respuesta del sujeto al estímulo (percepción subjetiva). Esta respuesta es una reelaboración que hace la mente del estímulo recibido. En conclusión, el realismo crítico afirma la existencia de la realidad objetiva, pero conocida (reelaborada) según la estructura de nuestra subjetividad. Por tanto, no vemos la realidad tal y como es, sino que la vemos filtrada por nuestra propia subjetividad. Esto no significa que la realidad no exista ni que toda la verdad sea subjetiva, de lo que se trata es de comprender que la realidad es compleja, problemática, multiforme; que admite niveles de aproximación diferentes y que, según el nivel, obtendremos una verdad u otra. No se ven iguales las cosas a simple vista que con la ayuda de un microscopio. Las dos percepciones son verdaderas, pero ninguna constituye la verdad absoluta. Entender esto es vital para evitar malentendidos. El realismo crítico no obliga a abandonar la teoría de la verdad, pero sí a matizarla. Podemos continuar definiendo la verdad en términos de correspondencia entre pensamiento y realidad a condición de que modifiquemos, precisamente, el concepto de realidad.
1.5. Verdad y conocimiento ─
Caracterización del escepticismo, dogmatismo y criticismo en relación a la posibilidad del conocimiento de la verdad
El objetivo del conocimiento es obtener la verdad. El conocimiento sólo tiene razón de ser si es verdadero o, si al menos, tiene pretensión de serlo. Pero ¿es posible conocer la verdad? Nuestra experiencia nos lleva a afirmar que somos capaces de describir un mundo compuesto por objetos que se comportan de acuerdo con nuestras expectativas. Este hecho nos permite afirmar que conocemos el mundo. Sin embargo, el hombre sabe que el conocimiento no es infalible, que está lleno de errores, tanto a nivel colectivo (piénsese en el geocentrismo) como a nivel individual pues todos hemos experimentado que en muchas ocasiones nos hemos equivocado al afirmar algo o al creer que lo que veíamos era una cosa, cuando resultaba ser otra distinta. Ello nos impulsaría a afirmar nuestra ignorancia. Esta experiencia contradictoria (por un lado, somos capaces de conocer el mundo, pero también, de cometer errores) es el fundamento de la pregunta ¿es posible conocer la verdad? Desde antiguo han existido dos actitudes ante este problema: el escepticismo y el dogmatismo. Entre ambas, sin embargo, cabe considerar una tercera, el criticismo. FILOSOFÍA I/ CURSO 2010--2011
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El escepticismo La experiencia de la multiplicidad y del cambio constante de las cosas y los diferentes aspectos que adoptan, expresado por Heráclito (siglo VI a. C.) con la afirmación de que “No te puedes bañar dos veces en el mismo río” y “A la naturaleza le gusta ocultarse”, hizo pensar a los filósofos griegos que detrás de tantas cosas y detrás de las apariencias cambiantes de las cosas se escondía algo que, sin ser captado por los sentidos, constituía su componente último (arkhé). La imposibilidad de alcanzar un acuerdo a la hora de determinar cuál era en concreto ese componente último, llevó a algunos filósofos, los llamados sofistas (siglo V a. C.), a dudar de nuestra capacidad de conocer la realidad de las cosas. Con los sofistas, pues, hace su entrada el escepticismo en la filosofía. El escepticismo (del griego sképsis, duda) es una actitud ante el conocimiento que niega toda posibilidad de conocer la verdad. Sólo podemos conseguir opiniones más o menos probables, pero no verdades absolutas, certezas indudables. Es una actitud totalmente opuesta al dogmatismo y tiene como dificultad principal la comprensión de las complejas relaciones que se establecen entre filosofía y praxis diaria, entre pensamiento y vida. ¿Acaso es posible vivir conforma al escepticismo, es decir, vivir sin ninguna certeza? Existen dos tipos de escepticismo: el escepticismo radical y el moderado El escepticismo radical Una de las principales actitudes escépticas es la del sofista Gorgias de Leontini. Su desconfianza radical sobre la posibilidad de alcanzar un conocimiento verdadero se expresa en las tres afirmaciones siguientes: “nada existe; si algo existiera, no lo podríamos conocer, y, finalmente, aunque algo existiera y lo pudiéramos conocer, no lo podríamos comunicar”. El mérito de este pensador es el haber planteado, de forma tan radical y temprana, una doctrina, el escepticismo, cuyo núcleo es la negación de todo conocimiento firme u opinión segura. La base de este planteamiento es la afirmación de que a toda proposición es posible contraponerle otra, de tal forma que todas las opiniones tienen el mismo valor. Y, como no hay razones mayores para aceptar una opinión u otra, la única postura honrada es la “epojé”, suspender el juicio (no afirmar ni negar nada), a fin de llegar a la tranquilidad del alma (ataraxia) perdida por el afán de conocer. Crítica. El escepticismo radical de tan radical que es, se autocontradice, puesto que al afirmar que es imposible alcanzar la verdad, ya está afirmando una tesis como verdadera: no es posible alcanzar la verdad. Por otro lado, un escepticismo radical puede conducir a la parálisis intelectual (no es preciso investigar dado que no podemos conocer la verdad) y a la desorientación moral (no hay nada que sea preferible a otra cosa). Grandes dosis de escepticismo nos llevan a la pasividad y a la inacción. En pequeñas proporciones, sin embargo, la actitud escéptica puede resultar beneficiosa tanto para la ciencia como para la vida práctica, donde resulta un antídoto eficaz contra todo tipo de prejuicios morales, fanatismos religiosos e ideologías totalitarias. El escepticismo moderado Una versión más matizada del escepticismo es la que aparece en el Renacimiento, de la mano de autores como Montaigne, Charrón (1541-1603), y se desarrolla a lo largo de la Edad Moderna, culminando en la figura de Hume (1711-1776).
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Medio siglo antes que René Descartes (1596-1650), el ensayista francés Michel de Montaigne (1533-1592) resaltaba ya la importancia de la duda en el conocimiento humano. El sabio duda de todo: la duda es la expresión de su sabiduría. Si la razón cree captar algo inmutable o eterno, se engaña. No es posible, pues, que exista una ciencia verdadera, dado que tanto el mundo físico como las costumbres de los hombres son una realidad cambiante, de tal modo que no es de extrañar que no haya cuestión o problema que no sea objeto de disputa.
─ El dogmatismo Como actitud ante el conocimiento, afirma la capacidad del hombre para conocer y alcanzar la verdad, aunque admite la posibilidad de equivocarse. Es una actitud contraria al escepticismo. Existen dos tipos de dogmatismo:. El dogmatismo radical Este tipo de dogmatismo supone una confianza ilimitada en nuestra capacidad de conocer. Partiendo de un realismo ingenuo, según el cual las cosas son tal como se presentan, el dogmático radical identifica el conocimiento con su percepción subjetiva, con su opinión acrítica, muchas veces infundada. De este modo, lejos del necesario filtro de la crítica, el dogmático radical conduce casi inevitablemente al error y a los prejuicios. Impide el progreso del conocimiento y de la ciencia, por un lado, y dificulta la convivencia en tolerancia, por el otro. Dado que los efectos de este tipo de dogmatismo son tan nocivos, el sentido peyorativo que tradicionalmente se atribuye al término “dogmatismo” debe circunscribirse únicamente al dogmatismo radical. El dogmatismo moderado Se caracteriza por una confianza razonada en las capacidades humanas para lograr un conocimiento verdadero acerca del mundo. No es contrario a la actitud crítica, sino que se funda en ella, tomándola como base necesaria desde donde poder edificar todo el conocimiento. Descartes, representante de este escepticismo moderado, se plantea la necesidad de establecer un punto de partida firme que permita alcanzar la verdad por sí misma, independientemente de la autoridad (sabios, tradición, Iglesia) o las enseñanzas recibidas. Por ello someterá a duda todos los conocimientos a fin de encontrar algún primer conocimiento cierto sobre el que asentar todo el edificio del saber. Este primer conocimiento cierto (primera certeza) es “pienso, luego existo”, un principio que se manifiesta como una verdad indudable y que se afirma en la misma duda (en el mismísimo momento en que dudar); si pienso o dudo, tengo que existir. Esta verdad indudable (certeza) se manifiesta en la mente con dos características la claridad y la distinción. Por consiguiente, para que un conocimiento sea verdadero, tiene que presentarse a la mente de forma clara y distinta. Debemos considerar que la diferencia fundamental entre los dos tipos de dogmatismo es de grado, mientras que el dogmatismo radical supone una confianza ilimitada en la propia capacidad de conocer, el dogmatismo moderado supone una confianza razonada o matizada en las capacidades humanas para conocer el mundo. Otra diferencia: el dogmatismo radical es opuesto a la actitud crítica, el dogmatismo moderado no la excluye, más bien la integra.
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Por último, señalar que del mismo modo que Descartes, otros muchos filósofos, desde Platón (427 / 428 ─ 347 a. C.) hasta el idealista Friedrich Hegel, pasando por Aristóteles (384─322 a. C.), Tomás de Aquino (1225─1274) o el propio Immanuel Kant (1724─1804) han elaborado sistemas y teorías con pretensiones de verdad, es decir, han afirmado la posibilidad de un conocimiento cierto de la realidad.
─ El criticismo Dogmatismo y escepticismo. ¿Cuál de ellos tiene razón? Quizá la razón se encontraría en un término medio entre la arrogante seguridad del “yo conozco la verdad” (dogmatismo) y la incredulidad nada coherente del “no se puede conocer la verdad” (escepticismo). Este punto de equilibrio consiste en una actitud racional que acepte como verdaderas sólo aquellas ideas que se basen en razones adecuadas. A esta actitud intermedia entre el dogmatismo y el escepticismo la llamamos criticismo. El criticismo defiende que la verdad existe, pero que la única manera de perseguirla es dudar y someter a examen, juicio o crítica cualquier idea que aspire a ser considerada verdadera. La actitud crítica debe ser una actitud de cautela intelectual y radical a la hora de admitir como cierto cualquier conocimiento. Nada relacionado con el conocimiento debe escapar a la inspección, ni siquiera la propia razón, a pesar de ser un instrumento adecuado para conocer. Por medio de la crítica se pretender alcanzar tres metas: purificar, fundamentar y delimitar el conocimiento. Purificar: no aceptar ningún conocimiento que antes no haya sido analizado críticamente, rechazando todos aquellos que sean sospechosos de duda. Fundamentar: buscar un fundamento o punto de partida que asegure que los conocimientos adquiridos puedan ser considerados válidos y sin errores Delimitar: establecer los límites de nuestro conocimiento, denunciando cualquier intento de ir más allá de ellos. Conviene, además, considerar que el escepticismo, el dogmatismo y el criticismo no son las únicas actitudes ante el conocimiento, existen otras: el pragmatismo, el perspectivismo… ─
Caracterización del racionalismo, empirismo y criticismo kantiano como teorías en relación al problema del origen y los límites del conocimiento
El racionalismo El racionalismo representa la firme creencia en la capacidad de la razón humana para alcanzar la verdad. Sometida a un riguroso método, la razón humana nos permite afirmar la validez de sus conocimientos sobre el mundo, un mundo regido a su vez por estrictas leyes racionales. Entre los autores racionalistas podemos destacar entre otros Platón, B. Spinoza (1632-1677), G. Leibniz (16461716) y F. Hegel. No obstante el paradigma del filósofo racionalista lo constituye el pensador francés René Descartes. Los orígenes y límites del conocimiento. Descartes Según ya hemos visto, Descartes propone como tarea fundamental establecer una primera verdad que sirva de fundamento sólido para las ciencias, con el fin de eliminar sus errores, y así lograr un conocimiento FILOSOFÍA I/ CURSO 2010--2011
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cierto. Para este propósito considera que el instrumento más apropiado es la propia razón dirigida por un método seguro. Este método descarta por dudoso todo aquello que conocemos por experiencia. Los sentidos son poco fiables y a menudo nos inducen a error. Debemos basarnos exclusivamente en la razón, que es capaz de intuir los primeros principios indudables o ideas innatas y deducir, a partir de ellos, el resto de conocimientos. Las ideas innatas, según el racionalismo, son ideas que desarrolla la razón por sí misma, sin intervención de los sentidos, ideas que emergen clara y distintamente de la propia facultad de pensar (al modo como se presenta la primerísima verdad "Pienso, luego existo ─con claridad y distinción─). Ideas innatas son la idea de “Dios”, de “sustancia pensante (yo)”, de “perfección”… La razón y las ideas innatas, que la razón descubre en sí misma., es, pues, el origen del conocimiento cierto. En cuanto a los límites del conocimiento, los racionalistas afirman que el conocimiento humano es potencialmente ilimitado, si utilizamos bien la razón, es decir, si la razón sigue las reglas del método que él propone.
El empirismo El empirismo es una corriente filosófica contrapuesta al racionalismo. Afirma que todo conocimiento tiene su origen en la experiencia (sentidos), es posible gracias a la experiencia y no puede ir más allá de la experiencia. Sitúa, pues, la experiencia como origen, posibilidad y límite de todo nuestro conocimiento. La razón, por sí misma es incapaz de producir ningún conocimiento. A lo sumo, puede reflexionar sobre los datos que le proporciona la experiencia u observación, o también la experimentación. De igual modo que el racionalismo, el empirismo es una corriente epistemológica que atraviesa toda la historia del pensamiento: Aristóteles, Tomás de Aquino, Guillermo de Ockham (1290-1349)… No obstante se considera que los autores de la Edad Moderna John. Locke, George Berkeley (1685-1753) y David. Hume, son los más representativos. Los orígenes y límites del conocimiento. John Locke John Locke (1632-1704) establece los principios clásicos del empirismo moderno. Su afirmación básica es que no existen ideas innatas, que el entendimiento antes de toda experiencia no es más que un papel en blanco. Las ideas sólo pueden tener su origen en la experiencia, en la experiencia externa o sensación, o en la experiencia interna o reflexión. Por tanto, sólo existen dos tipos de ideas: ideas de sensación (las que proceden de la sensación: idea de amarillo, idea de espacio, idea de dulce…) e ideas de reflexión (las que proceden de la reflexión: ideas de querer, de desear, de dudar…). Cuando pensamos no hacemos más que combinar ideas (casa, árbol…) cuyo origen está en la experiencia. En cuanto a los límites, Locke es, en principio, muy tajante: no es posible ir más allá de la experiencia. Los orígenes y límites del conocimiento. David Hume Siguiendo a Locke, el filósofo Hume afirma que nuestra mente recibe de la experiencia un haz de impresiones y las organiza por medio de leyes de asociación de ideas, constituyendo así todo tipo de ideas complejas e incluso imaginarias. (Hume llama impresiones a lo que Locke llamaba sensaciones).
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TEMA 2 ─ PROBLEMAS Y TAREAS DE LA FILOSOFÍA
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Así pues, Hume mantiene también que la experiencia es el límite de todos nuestros conocimientos. Todos los acontecimientos se reducen a impresiones e ideas. Además, hay que tener en cuenta que las ideas son, simplemente, imágenes de las impresiones que se producen en nosotros cuando reflexionamos sobre aquéllas. Por ello, toda idea de la que no encontramos la impresión de la que deriva puede ser rechazada. Así sucede con ideas como la de sustancia, ya sea material o espiritual, a las que no corresponde ninguna impresión, consistiendo únicamente en ideas complejas creadas por nuestra imaginación. Al criticar los conceptos de Dios, sustancia y alma o yo, las ideas innatas cartesianas, Hume da un golpe mortal a la metafísica racionalista y reduce considerablemente el alcance de nuestro conocimiento. Sólo nos queda, por lo tanto, aceptar lo que proviene de la experiencia. El hábito, la costumbre y la creencia son las que nos permiten construir un mundo con existencia en sí mismo más allá de las impresiones actuales, único conocimiento cierto.
Síntesis kantiana Immanuel Kant (1724-1804) tiene en cuenta tanto las ideas propuestas por los racionalistas como las planteadas por los empiristas, y formulará el problema de los orígenes y los límites desde otro nuevo punto de vista, preguntándose cómo el individuo construye el objeto de conocimiento. Para Kant el objeto de conocimiento es el resultado de una síntesis entre aquello que nos es dado, el conjunto de impresiones sensibles que captamos, y aquello que nuestra mente pone por sí misma, un conjunto de estructuras formales que ordenan las impresiones brutas. La cosa conocida (fenómeno) resulta de la elaboración de los datos de los sentidos por nuestra forma de conocer. La experiencia y la razón, pues, se necesitan mutuamente con objeto de poder producir conocimiento. Por otro lado, Kant establece límites al conocimiento humano. Estos límites vienen dados por la experiencia, por un lado, y por nuestra subjetividad, por el otro. Sólo conocemos de la realidad los fenómenos, es decir, aquello que yo percibo y tal como yo lo percibo. Sin embargo, lo que la realidad sea en ella misma (noúmeno) resta para nosotros un completo misterio. No podemos despojarnos de nuestra subjetividad para captar las cosas-en sí o noúmenos. Debemos conformarnos con un conocimiento limitado por nuestra propia forma de percibir. La teoría de Kant puede ser discutible pero, a partir de él, ha quedado establecida definitivamente la necesidad de tener en cuenta que el conocimiento posee límites que están relacionados con la misma forma de ser del ser humano, cuyo conocimiento parte de las sensaciones y que posteriormente elabora con su razón. Ésta constituye la principal contribución que Kant aportará a la teoría del conocimiento.
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