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Capítulo 43
La Iglesia en la tierra Dios tiene una iglesia en la tierra, que es su pueblo escogido, que guarda sus mandamientos. El está conduciendo, no ramas extraviadas, no uno aquí y otro allí, sino un pueblo. La verdad es un poder santificador; pero la iglesia militante no es la iglesia triunfante. Hay cizaña entre el trigo. “¿Quieres, pues que... la arranquemos?”, fue la pregunta del siervo; pero el señor contestó: “No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo”. La red del Evangelio no prende sólo peces buenos, sino también malos, y solamente el Señor conoce a los suyos. Es nuestro deber individual andar humildemente con Dios. No hemos de buscar cualquier mensaje nuevo y extraño. No hemos de pensar que los escogidos de Dios, que están tratando de andar en la luz, constituyen Babilonia. Aunque existen males en la iglesia y los habrá 1
hasta el fin del mundo, la iglesia ha de ser en estos postreros días luz para un mundo que está contaminado y corrompido por el pecado. La iglesia, debilitada y deficiente, que necesita ser reprendida, amonestada y aconsejada, es el único objeto de esta tierra al cual Cristo concede su consideración suprema. El mundo es un taller en el cual, por la cooperación de los agentes humanos y divinos, Jesús está haciendo experimentos por su gracia y misericordia divina en los corazones humanos. Dios tiene un pueblo distinto, una iglesia en la tierra, que no es inferior a otro alguno, sino superior a todos en su capacidad de enseñar la verdad y vindicar la ley de Dios. Dios tiene agentes designados divinamente, hombres a quienes está guiando, que han soportado el calor y la carga del día, que están cooperando con los instrumentos celestiales en hacer progresar el reino de Dios en nuestro mundo. Unanse todos con estos agentes escogidos, y sean hallados al fin entre aquellos que tienen la paciencia de los santos, que guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús. 2
Unidos con la iglesia del cielo La iglesia de Dios en la tierra es una con la iglesia de Dios en el cielo. Los creyentes de la tierra y los seres del cielo que nunca han caído constituyen una sola iglesia. Todo ser celestial está interesado en las asambleas de los santos que en la tierra se congregan para adorar a Dios. En el atrio interior del cielo escuchan el testimonio que dan los testigos de Cristo en el atrio exterior de la tierra, y las alabanzas de los adoradores de este mundo hallan su complemento en la antífona celestial, y el loor y el regocijo repercuten por todos los atrios celestiales porque Cristo no murió en vano por los caídos hijos de Adán. Mientras que los ángeles beben en el manantial principal, los santos de la tierra beben los raudales puros que fluyen del trono y alegran la ciudad de nuestro Dios. ¡Ojalá que todos pudiesen comprender cuán cerca está el cielo de la tierra! Aun cuando los hijos nacidos en la tierra no lo saben, tienen ángeles de luz por compañeros. Un testigo silencioso vela sobre toda alma, tratando de atraerla a Cristo. 3
Mientras haya esperanza, hasta que los hombres resistan al Espíritu Santo para eterna ruina suya, son guardados por los seres celestiales. Recordemos todos que en cada asamblea de los santos realizada en la tierra, hay ángeles de Dios escuchando los testimonios, himnos y oraciones. Recordemos que nuestras alabanzas quedan suplidas por los coros de las huestes angélicas en lo alto. Por lo tanto, mientras nos reunimos sábado tras sábado, cantemos alabanzas a Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. “Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre”, rinda adoración el corazón. Sea el amor de Cristo el tema principal de lo que dice el predicador. Sea lo que se exprese con sencillo lenguaje en todo himno de alabanza. Dicte la inspiración del Espíritu de Dios nuestras oraciones. Mientras se pronuncie la palabra de vida, atestigüe nuestra sentida respuesta que hemos recibido el mensaje como mensaje del cielo. Dios enseña que debemos congregarnos en su 4
casa para cultivar los atributos del amor perfecto. Esto preparará a los moradores de la tierra para las mansiones que Cristo ha ido a preparar para todos los que le aman. Allí se congregarán en el santuario de sábado en sábado, de luna nueva en luna nueva, para unir sus voces en los más sublimes acentos de alabanza y agradecimiento a Aquel que está sentado en el trono y al Cordero para siempre jamás. La autoridad conferida a la iglesia Cristo da poder a la voz de la iglesia. “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo”. Mateo 18:18. No sanciona la actuación de un hombre que inicie algo por su propia responsabilidad individual, y abogue por las opiniones que elija sin tener en cuenta el juicio de la iglesia. Dios ha concedido a su iglesia el más alto poder debajo del cielo. Es la voz de Dios en su pueblo unido como iglesia lo que ha de ser respetado. 5
La Palabra de Dios no da licencia a ningún hombre para oponer su juicio al de la iglesia, ni le permite insistir en sus opiniones contrarias a las de la misma. Si no hubiese disciplina ni gobierno de la iglesia, ésta se reduciría a fragmentos; no podría mantenerse unida como un cuerpo. Siempre hubo seres humanos de espíritu independiente, que aseveraron que estaban en lo correcto, que Dios los había instruido, impresionado y conducido en forma especial. Cada uno tiene una teoría propia, opiniones que le son peculiares, y cada uno sostiene que sus opiniones están de acuerdo con la Palabra de Dios. Cada cual sustenta diferente teoría y fe, aunque todos aseguran tener una luz especial de Dios. Apartan a los demás del cuerpo y cada uno es en sí mismo una iglesia separada. Todos no pueden estar en lo cierto, y sin embargo, se declaran conducidos por el Señor. Después de impartir sus instrucciones, nuestro Salvador promete que si dos o tres se unen para pedir algo a Dios, eso les será concedido. Cristo demuestra con esto que debe haber unión con los demás, aun para desear un objeto determinado. Se 6
da gran importancia a la oración unánime, a la unión de propósito. Dios oye las oraciones de las personas; pero en esta ocasión Jesús daba lecciones sumamente importantes, que se relacionaban en especial con su iglesia recién organizada en la tierra. Debe haber acuerdo en las cosas que se desean y por las cuales se ora. No debía tratarse simplemente de los pensamientos y la actividad de una mente, expuesta a engaño; la petición debía reflejar el deseo ferviente de varias mentes concentradas en el mismo punto. La iglesia es el medio señalado por Dios para la salvación de los hombres. Fue organizada para servir, y su misión es la de anunciar el Evangelio al mundo. Desde el principio fue el plan de Dios que su iglesia reflejase al mundo su plenitud y suficiencia. Los miembros de la iglesia, los que han sido llamados de las tinieblas a su luz admirable, han de revelar su gloria. La iglesia es la depositaria de las riquezas de la gracia de Cristo; y mediante la iglesia se manifestará con el tiempo, aun a “los principados y potestades en los lugares celestiales” (Efesios 3:10), el despliegue final y pleno del amor 7
de Dios. Pablo fue dirigido a la iglesia para recibir instrucción Muchos tienen la idea de que sólo son responsables ante Cristo por su luz y experiencia, independientemente de sus seguidores reconocidos en el mundo. Pero esto Jesús lo condena en sus enseñanzas, en los ejemplos y en los hechos que dejó para nuestra instrucción. Allí estaba Pablo, un hombre a quien Dios iba a preparar para una obra muy importante, a saber, la de ser vaso escogido para él, llevado directamente a la presencia de Cristo; sin embargo, no le enseñó las lecciones de verdad. Le detuvo en su carrera y le convenció; y cuando él preguntó: “¿Qué quieres que haga?”, el Salvador no se lo dijo directamente, sino que lo puso en relación con su iglesia. Sus miembros le habían de decir lo que debía hacer. Jesús es el amigo del pecador; su corazón está siempre abierto; siempre se conmueve por la desgracia humana, él tiene toda potestad tanto en el cielo como en la tierra, pero respeta los medios que 8
instituyó para iluminar y salvar a los hombres. Ordenó a Saulo que fuera a la iglesia, reconociendo así el poder con que la invistió como conducto de luz para el mundo. Ella es el cuerpo organizado de Cristo en la tierra, y es necesario respetar sus ordenanzas. En el caso de Saulo, Ananías representa a Cristo; también representa a los ministros de Cristo en la tierra, que han sido designados para actuar en lugar de Cristo. En la conversión de Pablo se nos presentan principios importantes que siempre debemos recordar. El Redentor del mundo no sanciona que en asuntos religiosos la experiencia y la acción sean independientes de su iglesia organizada y reconocida, donde tal existe. El Hijo de Dios se identificó con el cargo y la autoridad de su iglesia organizada. Sus bendiciones debían transmitirse por intermedio de los agentes a quienes había ordenado, vinculando así al hombre con el conducto por medio del cual llegan sus bendiciones. El hecho de que Pablo fuese estrictamente escrupuloso en su persecución de los 9
santos, no le exime de culpa cuando el Espíritu Santo le revela la crueldad de su obra. Debe aprender de los discípulos. Todos los miembros de la iglesia, si son hijos e hijas de Dios, pasarán por un proceso de disciplina antes de poder ser luces en el mundo. Dios no convertirá a los hombres y las mujeres en conductos de luz, mientras estén en las tinieblas y se conformen con permanecer en ellas, sin hacer esfuerzos especiales para relacionarse con la Fuente de la luz. Los que sienten su propia necesidad y se inciten a sí mismos a la reflexión más profunda y a la oración y acción más fervientes y perseverantes, recibirán ayuda divina. Cada uno tiene mucho que desaprender respecto de sí mismo, y también mucho que aprender. Debe deshacerse de antiguas costumbres, y la victoria se puede obtener únicamente mediante empeñosas luchas para corregir estos errores y la plena recepción de la verdad para poner en práctica sus principios, por la gracia de Dios.
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Consejo a uno que diseminaba el error Los que se ponen a proclamar un mensaje bajo su propia responsabilidad individual; los que, al par que aseveran ser enseñados y conducidos por Dios, se dedican especialmente a derribar lo que Dios ha estado edificando durante años, no están haciendo la voluntad de Dios. Sépase que estos hombres están de parte del gran engañador. No les creáis. Como quienes han sido designados como administradores de recursos y capacidades, habéis estado dando una aplicación errónea a los bienes de vuestro Señor al diseminar el error. El mundo entero está lleno de odio hacia los que proclaman que la ley de Dios está en vigencia, y la iglesia leal a Jehová debe sostener un conflicto no común. “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales en las regiones celestiales”. Efesios 6:12. Los que en algún sentido se den cuenta de lo que significa esta guerra, no volverán sus armas contra la iglesia militante, sino 11
que con todas sus facultades lucharán junto al pueblo de Dios contra la confederación del mal.
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