LA IMPORTANCIA DE LA EVALUACION DE LOS ESTUDIOS DE POSGRADO Y LA NECESIDAD DE UN SISTEMA NORMATIVO NACIONAL

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LA IMPORTANCIA DE LA EVALUACION DE LOS ESTUDIOS DE POSGRADO Y LA NECESIDAD DE UN SISTEMA NORMATIVO NACIONAL

Manuel Rodríguez Quintanilla *

“El hombre es un producto de su historia y de su circunstancia”. Esta frase no sólo es aplicable al hombre, sino también a las universidades, y desde luego, a su posgrado. Los posgrados son el más alto nivel que ofrece nuestro sistema educativo. Pretende formar recursos humanos de alta capacidad para el país, esto incluye un dominio del conocimiento especializado por disciplinas, con capacidad para innovarlo, crearlo y transmitirlo; pretende, por lo tanto ser un nivel intelectual diferente al logrado en el pregrado. Su estructura tiene tres figuras curriculares bien definidas: la especialización, la maestría y el doctorado. Estos tres entes tienen objetivos y metas sociales diferentes y responden a vocaciones personales también diferentes: el servicio, la docencia y la investigación. En los sistemas modernos de educación superior se acepta tácitamente que el posgrado debe basarse en la investigación y debe vincularse estrechamente con el proceso educativo en cada campo temático. Investigación y posgrado son en realidad dos caras de la misma moneda. La necesidad de formar nuevos maestros para el sistema profesional universitario forzó a que se estructuraran programas pos-licenciatura que se llaman de posgrado, fundamentalmente creados para nutrir de docentes al pregrado. El posgrado siguió el mismo modelo profesionalizante que el pregrado, más preocupado por formar especialistas para el mercado de trabajo que recursos humanos para generar conocimiento nuevo. De pronto, al joven que se incorpora a los estudios de posgrado se le exige pensar, organizar y comportarse como un investigador, cuando que la licenciatura de la cual procede no le dado los elementos ni los principios para investigar, ya que el diseño curricular de las licenciaturas no es para hacer investigadores, sino para hacer profesionales capaces de resolver problemas, no para analizarlos y descubrir las leyes subyacentes que los sustentan. De lo que no hay duda, es que en la actualidad no existe universidad de prestigio internacional que no tenga como función sustantiva a la investigación. En la universidad mexicana, la investigación es consignada como una de sus tareas fundamentales, y por su carácter intelectual se le ha responsabilizado al posgrado realizarla; desafortunadamente, no se crean las políticas normativas, administrativas ni financieras dentro de las universidades para que esta función pudiera realizarse. Este es el gran dilema del sistema educativo superior mexicano. No se ha decidido instrumentar las políticas intrauniversitarias para el desarrollo de la investigación como actividad fundamental del quehacer universitario y estructurar sobre ella sus estudios no sólo del posgrado, sino que deberían también involucrar al pregrado para lograr los cambios de actitud de los estudiantes que acuden al posgrado.

* Universidad Autónoma de Nuevo León

Cualquier sistema que pretenda evaluar los programas de posgrado de una universidad, debe considerar los aspectos históricos y estructurales de la formación y generación de los mismos en la institución; de nuevo, el concepto de que el hombre es producto de su historia y de su circunstancia, es también aplicable a las universidades y sus posgrados. Evaluar algo es emitir un juicio sobre el valor de algo. Para algunos expertos, evaluación significa el proceso de determinar el grado de éxito en lograr un objetivo previamente determinado. Este proceso incluye cuando menos cuatro etapas: formulación del objetivo en términos del cambio buscando; la identificación de los criterios a utilizarse para establecer el éxito; determinación y explicación del grado de éxito y recomendaciones para acciones futuras. Esta definición propuesta por Schuman en 1967 es coincidente con la de Stufflebeam en 1971 en la que señala a la evaluación como el proceso para delinear, obtener y proveer información útil para la toma de decisiones. El mismo autor sugirió un modelo de evaluación que denominó integral y totalizadora que considera cuatro variables fundamentales: contexto, insumos, procesos y productos. ¿Por qué y para qué se evalúan los programas educativos? Las instituciones de educación se ven en la obligación moral de evaluar sus programas por necesidades de quienes aportan su financiamiento, por peticiones gubernamentales, por motivación propia de autocrítica o porque más, por mantener su prestigio o por adecuarse a los avances de la propia disciplina. Quizá la más importante de todas las evaluaciones es la de determinar si las instituciones y sus programas están cumpliendo con su función social. Un caso ejemplar es el sistema de evaluación universitaria para el proceso llamado de acreditación acostumbrado en las instituciones educativas de Norteamérica. En éste, las universidades, escuelas profesionales y los colegios pasan por un proceso periódico de evaluación de sus programas y de su calidad académica por parte de asociaciones que se especializan en esta tarea. Esta evaluación genera grados de acreditación, que a su vez determinan que los títulos y grados otorgados por ellas sean reconocidos por las organizaciones oficiales, las del sector privado y la sociedad misma; en otras palabras, la acreditación contribuye a la legitimización y al reconocimiento de las instituciones de educación y por ende, a los que en ellas se educan. Es por esto que las mismas instituciones de educación superior de este país, así como las entidades oficiales encargadas de normar este nivel educativo, la Secretaría de Educación Pública, tienen la tarea ineludible de evaluar el grado de éxito de sus procesos educativos en beneficio de la sociedad mexicana y sus estructuras gubernamentales. El modelo totalizador para evaluar un programa educativo en el posgrado debe tener objetivos o instrumentos en cuatro momentos del programa: antes, durante, al concluir y después de que el programa ha finalizado. Cada uno de estos momentos evaluatorios tiene su razón de ser y sus propios instrumentos de análisis. Un tiempo después de concluido el programa de posgrado, es indispensable evaluar un sinnúmero de variables; ¿cuantos de los graduados están laborando en el campo temático en el que se prepararon?, ¿el estudio del programa tuvo impacto en su capacitación técnica e intelectual?, ¿su formación durante el posgrado le permitió influir en su medio de trabajo y es

notorio el impacto en su entorno operativo?, ¿le enriqueció su capacidad crítica?, ¿le dio independencia intelectual?, ¿le dio una fuerte formación metodológica? En fin, son muchas las preguntas a contestar para determinar si el programa de posgrado está insertado en la realidad social y en el logro de metas personales. No es raro emprender un proceso de evaluación en cualquier sistema educativo que no conduce a nada de utilidad, o a responder a preguntas relevantes o a determinar el logro de objetivos predeterminados. Estas son las evaluaciones aparentes y que padecen del síndrome del eterno diagnóstico. Toda evaluación debe tener un producto, el mejor es el de descubrir qué anda bien y qué anda mal, y que esto permita tomar decisiones objetivas, que desemboquen en programas de fortalecimiento del posgrado en su conjunto, aunque algunas de ellas sean dolorosas, impopulares o radicales. El objetivo básico de la evaluación de un programa de posgrado es determinar la calidad de sus procedimientos educativos y la de sus egresados. Los llamados indicadores objetivos que pueden avalar la calidad académica de un posgrado son: la productividad académica de un posgrado son: la productividad académica a través de los libros o artículos que publican sus docentes, las investigaciones que aparecen en revistas de prestigio nacional e internacional, los congresos, simposios y otras actividades académicas que organizan sus departamentos y facultades. Otro indicador objetivo es la característica de sus maestros; su grado académico, sus años de experiencia docente y en investigación, su pertinencia a sociedades científicas, el haber recibido reconocimientos honoríficos, premios, etc. Otro indicador puede ser la característica de sus estudiantes, sus antecedentes, resultado de calificaciones en exámenes de entrada o en sus materias, su participación en investigación, congresos, simposios, iniciativas propias, etc. También otro indicador son las instalaciones físicas, laboratorios, bibliotecas, hemerotecas y sus acervos; también sus sistemas y procedimientos

educativos,

métodos

didácticos

activos,

relación

maestro-estudiantes,

disponibilidad de asesores de tesis, sistemas administrativos, la existencia de metodología de evaluación curricular, sistemas de acreditación, como también se le puede evaluar por sus programas de difusión, programas de vinculación con el sector social, industrial, educativo y su inserción a la sociedad. Esto equivale a lo que en la industria se llama Control de Calidad Integral, es decir, controlar la calidad del proceso educativo a través de todo el sistema para optimizar su productividad. Es en realidad la calidad de la gente que participa la que determina la eficiencia del sistema. Dentro de este esquema, la Comisión Académica del H. Congreso Universitario, la Dirección General de Estudios de Posgrado y la Dirección de Planeación Universitaria se echaron a cuestas un proceso de evaluación y de reformulación de los estudios de posgrado en la UANL. La Universidad Autónoma de Nuevo León y sus posgrados no escapan a la realidad de muchas de las universidades mexicanas; sin embargo, desde 1975 se han ido desarrollando acciones continuar para organizar y normar sus estudios de posgrado y de la investigación universitaria. El objetivo general fue el proponer al H. Congreso Universitario de la UANL una estructura de sus estudios de posgrado que contenga los elementos de organización intelectual que le

permitan a la Institución participar a nivel nacional e internacional, así como contribuir formalmente al desarrollo de su entorno en lo científico, educativo y social. Los objetivos particulares fueron:

1) Identificar, describir y cuantificar los logros y las deficiencias tanto en contenido como en estructura de los programas de estudios de posgrado de la universidad. 2) Evaluar por contratación estos programas con los documentos normativos de la universidad para determinar sus congruencias e incongruencias. 3) Contrastar las características de los programas de posgrado en su situación actual con respecto a su estado cuando fueron aprobados por el H. Consejo Universitario y determinar su progreso curricular. 4) Identificar en los programas, los elementos demográficos, docentes, académicos, administrativos, documentales-normativos, físicos y científicos. Su cuantificación y operación de interrelación que expliquen los logros y defectos en el momento actual de los susodichos programas. 5) Valuar los programas de posgrado individualmente y en conjunto, en referencia a su razón de ser, en lo académico, científico y social, así como en la fundamentación económica-financiera que lo soporta. 6) Canalizar el funcionamiento de los estudios de posgrado desde el punto de vista del nivel académico superior que lo identifica con el Plan Nacional de los Estudios Superiores y como un programa institucional de desarrollo integral de la universidad. 7) Fundamentar la implementación de planes específicos de apoyo remedia para aquellos posgrados que requieren un fortalecimiento selectivo o integral para que logren sus metas académicas superiores. 8) Presentar la propuesta de una reformulación de los estudios de posgrado que le permita crecer y desarrollarse ordenada y armoniosamente en el futuro, basada en la búsqueda de la excelencia académica y científica, la interdisciplinariedad y el logro de las más altas metas individuales de los universitarios.

Esas evaluaciones pusieron de manifiesto una serie de defectos formativos, curriculares, administrativos y de estrategia académica que mostraban la necesidad de estructurar un Modelo de Desarrollo del Posgrado en nuestra Institución. De este modelo debería emanar un Reglamento General para los Estudios de posgrado. Ambos documentos fueron realizados por la Dirección General de Estudios de Posgrado en amplia colaboración con otras dependencias universitarias, siendo aprobada finalmente por el H. Consejo Universitario en marzo de 1984. El seguimiento de este modelo y de este sistema reglamentario por las diversas dependencias que ofrecen estudios superiores en nuestra institución ha permitido una mejoría notable en la claridad de dichos estudios, así como una mejor integración hacia los objetivos universitarios. Sin embargo, estos documentos no han tenido un efecto sensible en la mejoría de la calidad y

de los contenidos de los posgrados aprobados antes de 1984 y que estaban en operación desde mucho antes de que estas normas fueran aprobadas. Ante esta situación, la Universidad Autónoma de Nuevo León, preocupada por fortalecer el nivel académico de los estudios de posgrado, ha decidido realizar una serie de actividades con la finalidad de lograr un análisis de la estructura de los grados académicos de la universidad, estudiando sus estructura disciplinaria, sus áreas de competencia, las acciones inter y multidisciplinarias y todo aquello que se requiere en la organización conceptual del conocimiento. Además, en vista de la continua expansión del sistema de posgrado, debido a demandas universitarias y sociales, se hace necesaria una revisión curricular tanto de la forma como de la esencia de cada uno de los posgrados de la universidad, con el objeto de conocer el estado actual de este nivel de estudios y establecer los mecanismos de apoyo para que se logre un mejoramiento tanto de la calidad como en la cantidad de estos. Es evidente que el nivel de posgrado es diferente del nivel profesional, ya que ambos tienen propósitos distintos. Mientas que el nivel profesional tiene como propósito básico el adiestrar para resolver problemas de la realidad sobre un conocimiento ya cimentado, el posgrado tiene otros objetivos: la especialización, la profundización del conocimiento y la innovación de la práctica profesional; la maestría, el dominio amplio del conocimiento de cómo se hace investigación, y finalmente el doctorado, el descubrimiento de nuevos conocimientos e innovación del ya existente con originalidad y criterio independiente. Si son niveles diferentes, deberíamos convenir en que requieren maestros, alumnos, curricula y sistemas académicos igualmente diferentes. No es razonable que el posgrado sea concebido como una mera extensión de la licenciatura. El acceso a este nivel debe ser selectivo, con base en vocaciones bien definidas, un convencimiento interno de trabajo, independiente y sobre todo, en una capacidad intelectual superior a la habitual. Es por esto que es necesario hacer una reformulación de los estudios de posgrado en nuestra universidad, basada en dichos principios. Por lo tanto, se requiere una reestructuración conceptual y una implementación administrativa y académica adecuada al nivel que se pretende lograr. Eso favorecerá la formación de colegios de alto nivel disciplinario, ideas nuevas, intercambio multi e interdisciplinarios que deben existir en este nivel de educación superior. Los estudios autoevaluatorios anteriores y los resultados preliminares del actual, dejan ver algunos de los problemas de nuestros programas, de manera tal, que sentimos confianza que nuestras propuestas de reformulación tengan veracidad y confiabilidad por poseer gran congruencia entre problemas y realidad. Nosotros hemos encontrado que hay una serie de obstáculos normativos, de infraestructura y de método que determinan un freno a la organización de los estudios de posgrado y la investigación que la debe de sustentar.

El primero es uno de definición de conceptos. Hay que especificar bien la estructura, contenidos y función de lo que es una especialización, una maestría y un doctorado, y la interacción entre ellos. Cuáles son sus mínimos operativos y condiciones de inclusión y exclusión. Asimismo, pensamos tal como lo hemos apuntado antes, la especialización, la maestría y el doctorado obedecen a vocaciones diferentes y tienen asimismo funciones sociales diferentes. No necesitan ser diferentes estadías ni jerarquías; de otra manera nuestras maestrías se llenarían de doctorados fracasados, y las especializaciones de maestrías sin tesis, o bien maestrías que en realidad son especializaciones o únicamente cursos poslicenciatura para un mercado de trabajo. Otro problema es el de la organización de los estudios de posgrado, tanto en el aspecto administrativo como en el académico, sus cuerpos colegiados, la calidad de sus maestros, los criterios para admitir los alumnos y las exigencias de graduación. Aquí hay una gran diversidad y variedad. El acceso al posgrado debe ser democrático, pero selectivo, basado sólo en la calidad de los sustentantes y no necesariamente en otros elementos remediales, o de demanda de mercadotecnia. La posición administrativa y decisoria que tiene el sistema de posgrado dentro de la universidad o de sus facultades es muy importante. Si depende totalmente de la Dirección de su Facultad, tiene ciertos problemas, tales como que su director es en realidad el director del pregrado. Dada la enorme cantidad de recursos y tiempo que este nivel educativo demanda, la atención proporcionada al posgrado es mínima y éste es manejado con los mismos criterios que el pregrado, o si depende de una organización central supra-facultad, los problemas de coordinación y apoyo financiero son otros, a veces insuperables. Es aquí donde surgen muchos conflictos logísticos, sobre todo de inversión al nivel presupuestal que requieren de un serio análisis de la organización, dependencia o independencia de los estudios de posgrado y de la inversión para la investigación. Lo relacionado con la masa crítica pensante necesaria para establecer y mantener un posgrado debe ser vista con mucha atención, ya que sin ella, o dependiendo únicamente de profesores invitados o compartidos, no permite consolidad un programa. Un problema semejante es el de los asesores de tesis que, o no existen o son pocos, o bien su concepto de lo que es un asesor deja mucho que desear. Esto aunado a la falta de líneas de investigación consolidadas, agrava seriamente la verdadera función del posgrado basado esencialmente en la investigación, que es la que permite la evolución del conocimiento, ya que el conocimiento establecido alguna vez fue investigación. Esta situación no va a mejorar si se deja evolucionar espontáneamente. Por su importancia, consideramos conveniente y oportuno presentar algunas propuestas que permitan mejorar la calidad del posgrado nacional y elevar su eficiencia terminal.

1. Es fundamental que los esfuerzos de crear un sistema nacional, colegiado, que analice, evalúe y acredite los estudios de posgrado de las universidades mexicanas, a través de acciones de la SESIC-SEP se consoliden y que permitan darle normas de calidad al

posgrado nacional, cuando menos, determinar los mínimos necesarios para que tal posgrado sea acreditable. Este esfuerzo debe ser formal y concertado para que sea respetado y respetable. No hay que olvidar que éste es el máximo nivel educativo que ofrece esta nación y ningún favor le estamos haciendo si no lo hacemos bien. 2. Las universidades, sus cuerpos directivos y colegiados, deben decidir invertir en sus estudios de posgrado para que éstos tengan la calidad intelectual que exige este nivel educativo. Su acceso debe ser selectivo, con base en calidad y no en cantidad. 3. Las universidades deben invertir en programas selectos de investigación en áreas estratégicas para fundamentar a sus estudios de posgrado. Es crucial consolidar los grupos de investigación y decidirse a ser bueno en unos campos del conocimiento, a ser mediocre en todos. 4. Es indispensable generar un vigoroso programa para la estructuración, modernización, y actualización de nuestras bibliotecas y hemerotecas para el posgrado, ya que sin esto, es imposible hacer investigación relevante y fructífera y nuestros posgrados estarán condenados a vivir en una eterna desnutrición intelectual y desconectados de los vertiginosos avances a nivel internacional. 5. Deben nuestras instituciones hacer esfuerzos especiales para vincularse a los sectores productivos públicos y privados, para que los problemas del entorno sean motivo de estudio de los investigadores universitarios. 6. El acceso a los estudios de posgrado debe estar basado únicamente en la excelencia académica de sus estudiantes. Es crucial atender más a la calidad que a la cantidad. 7. Debe implementarse a nivel nacional y universitario, un fondo para el otorgamiento de becas para los mejores estudiantes de las licenciaturas, para incorporarlos a los estudios de posgrado y a grupos de investigación en forma selectiva. 8. Los posgrados como sistema, deben revisarse y reestructurarse tanto en lo organizativo como en lo académico, para ser más tutoriales que generacionales y vinculados a grupos de investigación. 9. Los centros de excelencia del país deben entrelazarse a través de un programa de intercambio de profesores, estudiantes, proyectos de investigación y otras acciones que permitan enriquecer el sistema, con efectos interdisciplinarios que desalienten la endogamia intelectual.

Esta serie de propuestas recogen el sentir de muchos jefes de posgrado y de investigación que como resultado de reuniones en comisiones intrauniversitarias y también en foros interuniversitarios e intersectoriales reflejan la opinión de quienes viven directamente los problemas de sus dependencias y no tienen respuestas para muchas preguntas, o bien se sienten frustrados ante la falta de instancias intra y extrauniversitarias que pongan orden en los sistemas de reconocimiento, apoyo y fomento de este nivel educativo. No hay duda que el transformar una universidad docente en una universidad investigadora requiere mucho más que modificar sus leyes, normas y su enunciado en conferencias y

discursos. En realidad, es un cambio de actitudes y de niveles de responsabilidad, y sentimiento de compromiso; quizá habrá que destruir algunos mitos y tabús de nuestro pasado histórico, pero de lo que sí estoy seguro es de que las universidades y los universitarios todos, deberemos aceptar nuestra responsabilidad en el puesto que ocupemos y reconozcamos que nadie va a venir a hacer por nosotros, lo que debemos hacer por nosotros mismos.

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