LA INDEPENDENCIA EN RETROSPECTIVA NASA

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LA INDEPENDENCIA EN RETROSPECTIVA NASA Julio Cesar Pascué Ulcué* Gloria María Naranjo** Tan libres como el viento y la lluvia que refresca la tierra endurecida Gómez Valderrama Responde a la pregunta 18: “¿Cómo eran las relaciones sociales, políticas, económicas y culturales entre los hombres blancos, negros e indígenas después de la Independencia?” (Del David Salgado Rubio, Grado 9, Sincelejo, Sucre).

RESUMEN Este proyecto de investigación pretende aproximarse a una reconstrucción de la historia social de la etnia páez. Partiendo desde la óptica construida por ellos como comunidad, se busca incorporar elementos de análisis sobre los diferentes desencuentros con las huestes conquistadoras y misioneras durante la Conquista y gran parte de la Colonia. A partir de esta mirada sincrónica es posible construir puentes explicativos sobre la participación de los indígenas de la comunidad nasa en las guerras de Independencia y las consecuencias que éstas tuvieron en la vida cotidiana de la comunidad. Gracias a la ocasión del bicentenario de la Independencia, el cuestionamiento gira en torno a la memoria oficial, su incidencia en la construcción de la historia nacional y sus verdades de oficio. Éstas excluyen las memorias colectivas de las sociedades hispanoamericanas que precedieron la aparición de los estados nacionales en los inicios del siglo XIX. La pregunta es: ¿Qué lugar le correspondería, a las memorias de los grupos sociales y sectores subalternos negados en historiografía tradicional y a sus voces acalladas?

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Comunero del resguardo indígena “San Lorenzo de Caldono” y estudiante de Ciencia Política, Universidad de Antioquia (Medellín). ** Estudiante de Licenciatura en educación básica con énfasis en Ciencias Sociales, Universidad de Antioquia (Medellín).

 

INTRODUCCIÓN El proceso social de las independencias en América Latina es un fenómeno complejo Éste se enmarca —desde la perspectiva general— dentro del cambio de las familias en la descendencia de la Corona Española, detonante de un descontento generalizado entre la población, que había permanecido soterrado. Podría decirse que la insatisfacción de los criollos y chapetones se debe al cambio de casa monárquica en España. Hacia 1700 moría el último rey de la familia Habsburgo sin dejar herederos conocidos . Tras una guerra de sucesión que duro aproximadamente quince años, el trono pasó a la familia Borbón, que también gobernaba en Francia. Este cambio implicó profundas transformaciones para el continente americano, pues la tradición del gobierno de los Borbones difería enormemente de las formas de administración que se habían consolidado para inicios del siglo XVIII. Los Borbones, caracterizados por su interés modernizador, desde su llegada a la Corona española empiezan a formular proyectos de fomento y desarrollo, que en última instancia pretendían transformar la vida de las provincias de América. Los Habsburgo la consideraban parte de los reinos de ultramar, jurídicamente en las mismas condiciones administrativas que los reinos peninsulares y, como tal, gozaban de relativa autonomía. Por el contrario, los Borbones veían una lenta estructura productiva de vieja data que debía ser sustituida, ya que las provincias debían ser colonias, por tanto, sin ningún asomo de autonomía y focalizado en ser tierras rentables para el imperio. Para los demás sectores de la población, este cambio implicó un incremento de las difíciles condiciones sociales que se venían consolidando a manos de las huestes conquistadoras Sin embargo, la diferencia en términos administrativos no resulta tan evidente, ni tendría tanta incidencia como para los criollos; quienes perdían la mayoría de los espacios deliberativos y de incidencia social al interior del aparato burocrático de las colonias. En este marco emerge el proyecto criollo de la Independencia, promulgando la igualdad, libertad y fraternidad inspirado en los ideales de la Revolución Francesa Sin embargo, éstas no eran ideas de avanzada para las comunidades afrodescendientes y comunidades indígenas, quienes a lo largo de la consolidación de la Colonia venían protagonizando luchas encaminadas a una transformación.

 

PRIMEROS CONTACTOS Para aproximarse comprensivamente a los sentidos de la Independencia entre la comunidad indígena nasa, es necesario tener presente su devenir histórico desde el contacto con los españoles hacia 1538 y sus formas de organización social en la configuración del orden colonial. Hacia 1533 los españoles, bajo las órdenes de Pizarro, tomaron en su poder el Tawantinsuyo1. Éste representa una riqueza incalculable, no sólo por el oro, plata y piedras preciosas que encontraron, sino también por su gran densidad poblacional, que implicaba una gran proporción de indígenas tributando para la Corona. Sin embargo, el apetito de poder de los españoles era insaciable. El virreinato del Perú2 se ve sacudido por una profunda contienda entre las huestes conquistadoras. En este contexto Sebastián de Belalcázar, lugarteniente de Pizarro, en el pueblo de indios3 Latacunga escuchó el relato de un indio que hablaba de su patria lejana como de un país maravilloso, llamado Cundinamarca, hermoso, fértil, rico, abundante en oro. El señor de este país, después de embetunarse la piel y cubrirse de oro en polvo, se bañaba en una gran laguna y ofrecía a su dios muchas alhajas del reluciente metal, lanzándolas al agua entre las músicas y aclamaciones de la multitud […], exclamo vamos a ver ese dorado (González, s.f, p. 23). Belalcázar envió una expedición de sesenta hombres, al mando del capitán Pedro de Añasco, hacia el territorio de los pastos a buscar noticias sobre El Dorado. Información al respecto no encontraron, pero conocieron de la ramificación en tres que sufría la cordillera formando hermosos valles fértiles, abundantes y ricos en oro, gobernados por dos señores. Pubén en la zona sur y Calambás en el Norte y el Oriente, lo que correspondía al territorio nasa, yanaconas, guámbianos, totóroes, entre otros. Añasco se encontró con Ampudia para organizar la expedición, el indio cundinamarqués que los acompañaba trazaba el camino hacia el noroeste, pero las hostilidades climáticas los obligaron a girar hacia el noreste. Allí encontraron el caluroso valle del Patía, en donde pereció el indígena y con él las esperanzas de El Dorado. Estos recorridos los hacían                                                                                                                

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El Tawantinsuyo es el imperio de los cuatro territorios o los cuatro suyos. Con una extensión territorial entre el norte de Chile y el suroccidente Colombiano, es comúnmente denominado Imperio inca, por ser ésta su clase gobernante. 2 Éste es el nombre que dan los españoles a la región del Tawantinsuyo. 3 Siguiendo los planteamientos de Germán Colmenares sobre los modelos de poblamiento, como los asentamientos establecidos por las huestes conquistadoras en su afán de legitimar y fundar. Mientras que los patrones de poblamiento eran los que emergían de las acciones de la población. Las ciudades y las villas son los modelos de poblamiento, establecidos por un acto notarial de fundación debidamente reglamentado. Los pueblos de indios, reales de minas, entre otros, son modelos de poblamiento para los indígenas y los negros respectivamente.

 

acompañados de Pedro Cieza de León, cronista dedicado a la conquista del continente suramericano. Sebastián de Belalcázar se encontró con sus hombres y fundó Popayán en 1536, con la idea de que ésta sea la capital del gobierno. Además fundó Santiago de Cali, en el mismo año, por su estratégica posición de fácil acceso a otras zonas del interior. Durante todo este recorrido, los españoles atravesaron sin ningún inconveniente los territorios que habitaban los indígenas nasa, tal vez porque éstos no vieron en peligro inminente su territorio. Igualmente, se cree que en este tiempo la comunidad se dedicó a observar los movimientos de los españoles. El primer contacto directo de la comunidad con los españoles se dio con Pedro de Añasco, en la fundación4 de Timaná, ésta, como todas las de la época, tenía fines estratégicos descritos así: “Asegurar la ruta que comunicaba los valles del Alto Magdalena y Alto Cauca y constituir un pueblo de avanzada contra los páez y pijáos, que moraban al norte, y contra las tribus selváticas en la Alta Amazonia, hacia el oriente” (Friede citado en Findji, 1985, p. 14). La belicosidad de la comunidad, o su sentido profundo de independencia, llamó poderosamente la atención de Cieza de León. Éste los comparó con los pueblos del Tawantinsuyo sujetos al Inca, afirmando que la diferencia en la organización social es lo que él denominó ‘behetría’, porque no existe entre ellos un fuerte cacicazgo ni una clase social dominante. “No hubo entre ellos —dice— señores que se hicieron temer […] aborrecen el servir y el estar sujetos”. Sabido es que, “al igual que sus aliados y vecinos, los paeces y los guanaca, las tribus del Alto Magdalena no vivían en pueblos compactos, sino en viviendas aisladas esparcidas por la región” (Findji, 1985, p. 92). A esta dispersión, como patrón de poblamiento, le correspondía una estructura social de libre agrupación, alrededor de un jefe o cacique que no ejerce un dominio autocrático sobre los miembros del grupo. Sólo en caso de guerra se unían y se aliaban caciques y grupos, dotándose de un jefe único. Pasado el peligro, cada grupo volvía a su cotidianidad dispersa, sin estar sometidos. La ausencia de organización centralizada es un rasgo importante para la comprensión del comportamiento político-organizativo de estos pueblos y el de sus actuales descendientes. Según Juan de Velasco, la fundación de San Sebastián de La Plata, “no lejos de la rivera septentrional del río de La Plata”, en 1537 por Sebastián de Belalcázar, se hizo “Sobre una tribu de la nación Páez, la cual como habitadora de la parte más baja de la cordillera, era menos rústica y bárbara que las otras, y fue por eso la única que pudo conquistar por armas, dejando las demás sin yugo y sin esperanza de imponerlo, por estar naturalmente defendidas de muy quebrados e impenetrables sitios” (De Velasco citado en Findji, 1985, p. 15).                                                                                                                

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Todo acto fundacional implica repartición de tierras, de indios y establecimiento de vecinos blancos para gobernar y recoger los tributos de la Corona.

 

VIENTRE-TERRITORIO. LA GAITANA La tranquilidad que habían tenido los españoles mientras atravesaban el territorio habitado por los nasa desaparece tras la fundación de Timaná, pues la repartición de tierras y de indígenas en encomiendas molestó profundamente a los paeces. David González (s.f.) relata cuando Pedro de Añasco, aprovechando la ausencia temporal de Sebastián de Belalcázar, exige la presencia de la comunidad en general, incluyendo todos los caciques y lideres, esto con el objetivo de explicar las obligaciones y tributos que estaban obligados a cumplir con sus encomenderos. Un joven indígena, ofendido por la subyugación a la que pretendían someterlos, no acude al llamado de Pedro de Añasco. Añasco creyó oportuno dar un ejemplar castigo para escarmiento de los indios y asegurar la obediencia por medio del temor. Hizo traer al indio y quemarlo vivo en medio de la multitud; de nada valieron las advertencias que le hicieron los españoles, quienes le ponían de presente los peligros a que se exponía la fundación, de nada las lagrimas de la Gaitana, madre del mancebo. Añasco fue inflexible, su orden tuvo fatal cumplimiento. Aquella madre, a quien la historia conoce con el nombre de “Gaitana” y cuya localidad precisa se ignora, vio silenciosa el sacrificio de su hijo, sin prorrumpir en quejas y amenazas se alejo, eso sí, llena de odio el corazón, de energía la voluntad, de elocuencia persuasiva las palabras. Se fue al rincón, centro de la fuerza de los paeces, de bohío en bohío, de tribu en tribu incitando a la sublevación, a la venganza (González, s.f, p. 28). Después de lo ocurrido, Pedro de Añasco se dispuso a recorrer el territorio con el propósito de calmar los ánimos de la comunidad, pues existían sospechas entre los españoles sobre algo que se estaba tramando. De parte de los éstos, Añasco recibe innumerables advertencias sobre el peligro que representa este recorrido y de parte de los indígenas recibe un obsequio que no entiende. Con un fuerte contenido simbólico de la declaración abierta de guerra, la comunidad decide enviarle la cabeza de un tigre cachorro al conquistador, éste acepta ingenuamente el presente y hace a un lado todas las advertencias que le hicieron sus compañeros, so pretexto de las claras intenciones de paz de los indígenas, que incluso le enviaban regalos. Una vez iniciado dicho recorrido, Añasco y su ejército de campaña es emboscado y tiene una fuerte batalla con la alianza entre los pijáos, yalcones y paeces, tras la cual fue capturado vivo y entregado a la Gaitana. Ésta lo llevó de pueblo en pueblo, realizando festejos en cada uno de ellos para incitar la rebeldía y la sublevación indígena. En cada fiesta Añasco perdía parte de su cuerpo, hasta que finalmente perece. Con estos sucesos se da inicio a lo que María Teresa Findji y José María Rojas denominan ‘las tres guerras contra los paeces’. Se inicia la más enconada resistencia indígena contra el poder español. La primera guerra ocurre al momento del asesinato del hijo de la Gaitana y finaliza tras la batalla en el peñón del Tálaga en 1541, cuando Sebastián de Belalcázar pretende vengar el asesinato de sus lugartenientes a manos indígenas y consolidar la conquista; contrario a esto recibe una humillante derrota

 

El papel de esta mujer indígena, que hoy es conocida como la cacica Gaitana, tiene una vigencia para la comunidad nasa como símbolo de lucha inquebrantable. Sobre esto se escuchan comentarios de los comuneros indígenas como: “La Gaitana, su lucha fue una lucha armada, lo otro es que es una mujer y la mujer se relaciona con el territorio, con el vientre, entonces una mujer junta primero a su pueblo nasa, luego convence a los yalcones y […] a los pijáos y hace esa guerra de lucha sin mirar las consecuencias” (Muelas, 2010) , todo en defensa de su pueblo y su territorio. Hacia 1562 se da la fundación de San Vicente de los paeces y es considerada ésta el inicio de la segunda guerra. En ella se confronta una segunda generación indígena, que trabaja de forma coaligada en ataques simultáneos contra la conquista española. Finalmente en 1571 derrotan el poder español, destruyen San Vicente de los paeces y asesinan al capitán Domingo Lozano. Posteriormente en 1577 destruyen también la mina de la plata y en palabras del cronista Juan de Castellanos: “Quedaron los paeces con su honra, libres de vasallaje y servidumbre y en plena libertad, sin que consientan extraño morador en su provincia” (Muelas, 2010, p. 41). La derrota de los españoles fue tan contundente que llegan recomendaciones, desde Quito y Popayán, para una nueva fundación. Ésta se materializó hacia 1582 erigiéndose la Nueva Segovia de Caloto, sin embargo, no tuvo un fin diferente a las anteriores fundaciones. Francisco Gómez Valderrama (1994) hace referencia a las nueve diferentes empresas de fundación que se desarrollan sobre Caloto, una de ellas es relatada por los comuneros del Cabildo indígena de Toribío, como permanencia de la fundación destruida hacia 1592 por la alianza de los paeces y los pijáos. Caloto era un pueblo de los españoles que llegaron invadiendo y fundaron un pueblo allí, dos caseríos [Caloto Arriba para los militares y misioneros y Caloto Abajo para los vecinos blancos] y una iglesia. En esa iglesia había un cura de los españoles, o sea, como hacían ellos, […] iban invadiendo, iban formando su pueblo, y eso es pues lo que nos han contado nuestros abuelos, y después entonces se unieron los Ppaeces con los Ppijáos y decidieron destruir este pueblo como una continuación de la lucha de los indígenas contra los españoles, entonces lo que han contado nuestros abuelos es que los Ppijáos eran personas muy fuertes, […] y muy guerreros, entonces llegaron todos escondidos, dice mi abuelo, que cada persona que iba a tomarse el Caloto ahí, iba con una rama muy grande, frondosa y se iban cogidos así, agazapados para que no descubrieran que es la gente, sino que es bosque mientras se iban acercando, hasta que los rodearon y dicen que mataron a muchos españoles y luego al cura se lo llevaron vivo, dicen que al Cura le pusieron una nariguera y se lo llevaron a rastra5, dicen los abuelos, que los españoles que estaban allí                                                                                                                 5

Hecho que se confirma en el texto de Francisco Gómez Valderrama (1994), en el que se rastrea a partir de correspondencia entre los sobrevivientes al ataque indígena y los peninsulares asentados en Popayán la herida en la nariz que sufre el cura doctrinero capturado.

 

fueron asesinados a cuchilla y que algunos Ppijáos se los comieron a los españoles. Después de haber vencido a Caloto de ese entonces, entonces los Ppijáos y los Ppaeces hicieron una gran fiesta en un lugar retirado que se llama “Playón” y otro que se llama “La Fiesta”, también cuentan que se llevaron la campana de esa iglesia y que hicieron fiesta, bailes y por eso existe en la vereda “La estrella” una finca que se llama “La Cristalina” hay un plan muy bonito que se hizo por la fuerza de las pisadas cuando bailaban (Pavi, 2010). Vale la pena resaltar que grandes porciones del territorio, que hoy conocemos como el departamento del Cauca y los pueblos indígenas que en estas moraban, fueron fácilmente organizadas por el poder Colonial. Por ejemplo: en la crónica de Fray Pedro de Aguado se hace referencia al Cacique don Diego de Guambía, quien accede a proveer de Indios, de alimentación y demás provisiones para la guerra contra los paeces; Aguado señala: “[…] y tomando el propio cacique muchos indios de guerra consigo, se entró con Juan de Olmo a la ciudad de Páez a ayudarlos a sujetar y pacificar con mucha autoridad y gente, que era mucha, aquellos rebeldes y obstinados indios” (Botero citado por Findji, 1985, p. 22). La inestabilidad que se produjo por estos hechos en la región, significaba profundos problemas para la Corona española —representada en sus lugartenientes en los reinos de ultramar—. Esto debido a la dificultad para consolidar fundaciones que significaba que no se estaba desarrollando el avance evangelizador que garantizaba la recolección del tributo y la productividad —rentabilidad del establecimiento de colonias—. Además implicaba que se trasladaran indios de otras regiones para el servicio personal de las clases acomodadas en ciudades fundadas y para las actividades productivas. Éstas se debían desarrollar bajo las formas de la encomienda de los indios nativos de cada zona. Por otro lado, generaba un gran desgaste militar y una continua necesidad de soldados constantemente, los cuales eran sacados de otras zonas que podrían estar siendo conquistadas. Por tal razón, la Corona española interviene directamente en el enfrentamiento contra los paeces, enviando a Juan de Borja, un experimentado militar que llega a inaugurar la tercera guerra contra la comunidad, hacia 1604. La posición de Juan de Borja es exterminar los indios belicosos, hacia 1623 en la jurisdicción de Itaibe, en la que los paeces y compañeros de lucha dan la última batalla en el valle de Maná contra los conquistadores españoles y son vencidos. La derrota indígena no significó el cese de actividades en contra de la Colonia española, razón por la cual las guerras contra Ppijáos y Ppaeces continuaron, ahora con un aire renovado para los españoles que cambiaron su forma de operar. La gobernación de Neiva es designada por la Real Audiencia de Santa Fe como la encargada de pacificar la región y se toma la decisión de desarrollar la conquista de los paeces con misioneros en reemplazo de los militares. “El envío de los misioneros significaba la transformación de la concepción y la práctica política de los españoles: el paso de la conquista a la colonia. Ahora se trata de establecer la nueva frontera, pero no una nueva frontera para destruir a los indígenas, sino para someterlos e integrarlos” (Findji & Rojas, 1985, p. 25).

 

El accionar de las huestes españolas lideradas por la gobernación de Neiva —en este caso— se enmarca en las discusiones que a lo largo y ancho de América se estaban dando. A finales del siglo XVII y principios del XVIII, la casa monárquica Habsburgo decide que ya han sido suficientes las fundaciones llevadas a cabo por sus conquistadores y por tal razón, era necesario dedicar mayor atención a las instituciones de gobierno que se establecían y en la normalización y pacificación de los territorios y las gentes que en él habitaban.

 

YU’LUCX, JUAN TAMA EL HIJO DEL AGUA A pesar de haber sido vencidos militarmente y que los misioneros iniciaran su labor evangelizadora, las comunidades seguían sin ser dominadas. Para la recaudación de tributo se requería una organización del espacio contraria a la lógica de los nasa, “los recaudadores de impuestos necesitaban poblar a esos indios, o sea, reunirlos en pueblos para facilitar la recaudación. A esa política de poblarlos, los indios responden conscientemente huyendo, resistiendo a ser objeto de tributo” (p. 25). Por tanto, la encomienda no ha logrado dominar e integrar a los indígenas a la sociedad colonial. Éstos escapan a la tributación, evitan las numeraciones, evaden todos los controles, razón por la cual se dificulta su rastreo en la documentación de los archivos históricos. Para la comunidad nasa eludir los españoles huyendo hacia las zonas de difícil acceso por sus características físicas, es sinónimo de su constante cambio en las formas de pervivencia. De igual manera esto representaba la reproducción de sus costumbres , que para este caso, es un patrón de poblamiento disperso y de economía poco intensiva. Para los españoles, esto representa un gran obstáculo en su política colonial de reducción de indígenas. Una nueva generación de los paeces se ve enfrentada al poder colonial y utiliza formas renovadas de lucha para ello. Buscan consolidar formas de autonomía frente a los encomenderos y aprovechan el famoso debate iniciado por Fray Bartolomé de las Casas entre la Corona española y las responsabilidades de los encomenderos. Con esto se consolidan dos importantes instituciones para el devenir histórico de la comunidad: el cacicazgo y el resguardo. Los nuevos liderazgos aprenden el español y la legislación de indias como una herramienta para conseguir niveles de autonomía y darle legitimidad a los cacicazgos en América. Tras largas batallas jurídicas, el 8 de Marzo de 1700, la Real Audiencia de Quito le otorga a don Juan Tama la documentación y el reconocimiento de los indígenas de la comunidad Nnasa como propietarios de los territorios de Jambaló, Quichaya, Pitayó, Pueblo Nuevo y Caldono. Contemporáneo a éste, el cacique Quilo y Siclos obtiene también los títulos de Toribío, Tacueyó y San Francisco. Éste es el inicio de un proceso de consolidación que desemboca en los grandes cacicazgos paeces. Por un lado, el gran cacicazgo de Pitayó, que comprende los territorios de los cinco títulos de Juan Tama. Colinda por el Norte con el gran cacicazgo de Tacueyó, en el que se encuentra lo que hoy conocemos como Toribío, Tacueyó y San Francisco; por el Oriente con el cacicazgo de Vitoncó; por el Sur con las tierras del pueblo Guámbiano; y por el Occidente el cerro Munchique, en el que hoy queda el resguardo conocido como Munchique los tigres y la zona de Tierradentro bajo la organización del cacique Wilas. Los títulos coloniales de la propiedad indígena y colectiva sobre la tierra significaron para la comunidad nasa una posibilidad de recuperación demográfica sobre sus costumbres .

 

Este triunfo jurídico es de vital importancia para el establecimiento de la vida cotidiana de gran parte de la territorialidad páez en la actualidad. Por esta razón, papel desempeñado por Juan Tama en las luchas por la autonomía indígena, tiene una gran carga simbólica para los nasa, un breve relato nos describe lo anterior: “Juan Tama es el líder espiritual de los Nasa; la Gaitana defendió el territorio con la lucha armada, [pero] Juan Tama, piensa en alianzas y diálogos, de los que el mayor título, el mayor esfuerzo, la mayor conquista […] es que 70 pueblos tengan hoy títulos de origen colonial” (Muelas, 2010). Una vez obtenida la Ley de Resguardos para los cacicazgos, la mayoría de la extensión territorial fue propiedad exclusiva de la comunidad. Es decir, la presencia blanca fue expulsada de la región, existiendo claras excepciones. Por ejemplo: María Teresa Findji (1985) relata que es con José Carvajal, hacendado y vecino del resguardo de Jambaló, que inicia el cobro de terraje sobre los indígenas, presionándolos por medio de azotes y prisiones para que realizaran el pago. Por tal razón, la consolidación de los títulos de resguardos no significó el fin de la lucha para la comunidad, pese a que en territorios como Tierradentro, según los relatos de González (s.f.), no había injerencia ni participación blanca que amenazara el orden de los indígenas. Además del pago del tributo obligatorio, en otras territorialidades aún se presentaban conflictos con los colonos blancos quienes intentaban por todos los medios erigirse como dueños y señores ilegítimos de las tierras páez. Un claro ejemplo de esto es reseñado por María Teresa Findji (1985) sobre el resguardo de Jambaló. Al interior de éste son muchas las penurias que tienen que pasar los indígenas, pues don Manuel Pino teniente de Caloto, se reclama heredero de la extinguida encomienda de Jambaló y, por tanto, propietario de sus tierras. Movilizado por esto, inicia enfrentamientos por las vías de hecho y las vías legales contra los indígenas allí asentados. Don Manuel Pino intenta vender las tierras y sus escrituras son denunciadas ilegitimas por los indígenas. Es declarada inválida su transacción comercial por el presbítero doctor José Beltrán de Caicedo. Viendo perdida una primera batalla legal decide provocar la destrucción del pueblo —con el permiso legal del gobernador de la provincia de Popayán y el obispo de la misma—, ordena demoler y quemar los ranchos de Jambaló, trasladar los artículos religiosos a Toribío y con ellos a los indios. Son muchas las batallas que deben librar los indígenas en Jambaló para permanecer en las tierras de resguardo, reconocidas por la Corona, que este teniente intenta expropiarles. Este caso es ejemplar porque pone en evidencia la conexión de los diferentes poderes coloniales en contra de las comunidades indígenas. Por un lado, el despojo y la apropiación por parte de colonos de las tierras comunales que le pertenecen a la comunidad y, por el otro, las posiciones políticas que ostentan quienes realizan los despojos. Esto les garantiza la impunidad frente a cualquier atropello cometido, incluso desapareciendo toda la evidencia al respecto, “Aquí tenemos otra de las manifestaciones de esta lucha entre el establecimiento colonial y los indígenas: cuando algún nivel de la administración colonial les hace justicia siempre aparecen otros, que hacen desaparecer los títulos, los documentos, o toda prueba de los derechos y de las posesiones de los indios” (Muelas, 2010, p. 54).

 

Queda claro que pese al reconocimiento de la Corona a los indígenas como los legítimos propietarios de las tierras, los herederos de encomenderos, mineros y nuevos terratenientes, no quieren admitir el derecho indígena. Esa situación de conflicto con los funcionarios coloniales es, probablemente, el motivo fundamental de la activa participación de los paeces en la lucha por la Independencia. Liderados por Agustín Calambás sobrino de Don José Calambás —Cacique de los pueblos de Jambaló, Pitayó, Quichaya, Pueblo Nuevo y Caldono—. Persisten dos lógicas en conflicto, para los descendientes de conquistadores los indios no tienen derecho: tienen que desaparecer de la faz del mundo. Para los paeces: hay que combatir el coloniaje siempre.

 

PAECES E INDEPENDENCIA El movimiento proindependentista inicia entre una capa acomodada de criollos en Quito y como tal son los intereses y la filosofía de éstos la que se encuentra en juego. Pese a esto, los indígenas paeces se vincularon activamente a la causa de la independencia, bajo la dirección especifica de la autoridad tradicional de la comunidad, el cacique Agustín Calambás. Anthony Henman (1980) relata el accionar del misionero Andrés Ordoñez, adepto a la causa de la independencia, quien gracias a la iniciativa indígena organizó un sistema de espionaje a los movimientos realistas, entre La Plata, Caloto y Cali, a través del páramo de Guanacas. Además, fue quien promovió el accionar indígena en lo que sería la primera acción armada de la Guerra Magna en la zona del Cauca. De la misma manera, los activistas indígenas páez tuvieron un importante papel en la primera batalla de la campaña de la independencia, que comprendió el Bajo Palacé el 23 de marzo de 1811, el Alto Palacé el 30 de diciembre de 1811 y Calibío el 15 de Enero de 1814. Al respecto, vale la pena señalar que dichas contiendas deben ser vistas con detenimiento, pues no únicamente se desarrollan en el territorio páez, sino que además son peleadas por la comunidad misma. Un claro ejemplo de la determinante participación de los indígenas en las guerras se encuentra en el relato de Anthony Henman (1980), donde habla del gran afecto que profesaba el comandante republicano de las batallas anteriormente enunciadas hacia un líder páez llamado Astudillo. Esta amistad ha sido catalogada en la historiografía como una muestra de la inmensa valoración que tenía esté por la ayuda de los indígenas en la causa. Según el autor, frente a los comentarios que de esta actitud resultaban entre la élite payanesa, el comandante Nariño respondía enérgicamente que habían sido los indígenas paeces, no la clase esclavista local, quienes le suministraron el personal de guerra necesario para llevar la artillería hacia el Sur, para realizar la toma de Pasto —plaza fuerte realista—, dándole un duro golpe a estas fuerzas proespañolas. Más adelante se dio una batalla importante al interior del territorio páez nuevamente, en esta ocasión se da en las orillas del río Palo el 5 de Julio de 1815. Con un victorioso resultado para las fuerzas rebeldes, en las cuales están participando los indígenas. Sin embargo, esto no garantizó la estabilidad de la región pues, más adelante (el 29 de Junio de 1816), fueron asesinados, capturados y fusilados los insurgentes de la causa independentista. Quienes tuvieron la oportunidad de huir se refugiaron en la zona de Tierradentro. El 16 de Julio de 1820 fue declarada la independencia de la provincia de Popayán, tras una crucial batalla librada por una fuerte campaña que inició en el enfrentamiento de La Plata en Junio de 1820 Allí entre varios guerreros páez y algunos voluntarios británicos

 

marcharon hacia Vitoncó y a través del páramo de Moras hacia Pitayó, infringiéndole una aplastante derrota a las fuerzas realistas. Faltaba poco para el triunfo definitivo de las fuerzas de independencia, “Los últimos esfuerzos de la guerra se concentraron todos en la ofensiva de Sucre en Pasto, Quito y Perú; y al retirar el frente de batalla de los Andes septentrionales, así también comenzaron a hacerse sentir las disensiones en la nueva republica” (Henman, 1980, p. 260). Para los indígenas páez pareciese llegar el final de su participación al encontrarse Tierradentro y la mayoría de las territorialidades nasa libres de las fuerzas realistas. En recompensa por su activa participación, Simón Bolívar emitió el 5 de Julio de 1810 un decreto que terminó ratificándose en la Ley 111 de octubre de 1821, con la que quedan abolidos los tributos coloniales y las obligaciones laborales adquiridas por la intervención de la encomienda. Igualmente en ésta queda consagrado que los legítimos propietarios de las tierras son los comuneros indígenas, razón por la cual quienes se encontrasen usufructuándose de ellas debían entregárselas a la comunidad. Por estos motivos, también se ha encontrado una disminución notable de la actividad misionera en Tierradentro. Ésta es la primera legislación que no se recarga en contra de la comunidad indígena y esto es de amplio conocimiento entre los comuneros, quienes afirman entre otras cosas: “en ese entonces Simón Bolívar dejó unas leyes […] por ejemplo que los indígenas no pagan servicio militar […] porque han luchado contra los españoles, pero también que los indígenas estaban exentos de pagar impuestos por ser los pueblos originarios y por ser como patrimonio de la humanidad” (Pavi, 2010, p. 35). Consecuentemente con lo anterior, también de amplio conocimiento para los comuneros indígenas, que el papel que en su momento desempeñaron en las guerras de independencia se dio por su inquebrantable lucha contra los españoles, esto no significa que se sintiesen identificados con el proyecto político propuesto por los criollos, “siempre el pensamiento de los indígenas fue participar en las guerras de liberación contra los españoles, pero pensando en el territorio y yo pienso que una manera de reconocer a los indígenas esas pretensiones es que Simón Bolívar entrega los resguardos para los indígenas; yo pienso que la lucha nunca fue a voluntad, fue siempre por una pretensión” (Muelas, 2010). Un elemento más que debe ser destacado es que los luchadores indígenas paeces no se integraron o articularon a ejércitos regulares, esto se expresa por las descripciones que se hacen de las filas nasa: “los indios con sus jefes siguen por su propia cuenta” (Findji, 1993). Es decir, los paeces se organizaron como fuerzas rebeldes sin sujeción a ejércitos regulares de ninguno de los dos bandos. Una vez vencidas militarmente las fuerzas realistas, la inestabilidad política siguió como una permanente en la región haciendo que cambiara el panorama para los indígenas. En contravía de la legislación que habían alcanzado como recompensa por su activa participación durante las contiendas independentistas.

 

PENSAMIENTO REPUBLICANO El modelo implementado por las élites criollas vencedoras en las guerras de independencia es el de la nación de ciudadanos, que implica teóricamente la voluntad de integrar a los sectores sociales subordinados y culturalmente heterogéneos a la sociedad política. Sin embargo, éste fue sólo un instrumento retórico de legitimación de las lógicas del poder. Simultáneamente pregonaba la ciudadanía para todos y adoptaba los mecanismos constitucionales y legales que impidieran a las comunidades indígenas hacer uso efectivo de los derechos políticos. Éstos eran adquiridos con su nuevo estatus de ciudadanos, esto con el pretexto de una intrínseca incapacidad. En la lógica del modelo liberal de la nación de ciudadanos primaba la homogenización y el utilitarismo. Cada individuo tiene intereses personales fuertes y la republica la construyen ciudadanos propietarios. Por tanto, en el modelo de sociedad que se venía implementando no tienen cabida las diferencias étnicas, culturales, ni formas comunitarias de aprovechamiento de los territorios sin propiedad individual. Tampoco lo tienen jerarquías sociales basadas en criterios ajenos al nuevo modelo estatal igualitarista. Con esto se pretendía extender partida de defunción a las formas tradicionales de organización social y política de las comunidades indígenas y a sus tierras de resguardo. El proyecto de incorporación de los indígenas, debidamente sustentado jurídica y políticamente buscaba “la conversión de estos de discriminados y oprimidos vasallos de la corona española en orgullosos ciudadanos de la flamante republica neogranadina” (Ramos, 2001, p. 206). Para esto se pusieron en ejecución las estrategias necesarias, como la supresión del tributo y de los títulos de resguardo, por tener estos una herencia colonial. Con el objetivo de que los indígenas se convirtieran en prósperos campesinos, se parceló en títulos de propiedad individual los resguardos y se organizó la tributación al orden personal. No se implementó la coerción del sentido comunitario y se presionaba a las mujeres indígenas para que se casaran con hombres no indígenas, de esa manera se acelera la homogeneización étnica y la cohesión nacional. Durante este tiempo se presentó una radical transformación de la caracterización tradicional de los indígenas en los discursos y la retorica criolla. Esto debe entenderse como un intento por fortalecer el incipiente nacionalismo neogranadino y como un mecanismo idóneo para legitimar sus propias pretensiones de poder, no como expresión de un autentico interés por la incorporación de los indígenas en la construcción de un nuevo orden social. En este orden de ideas encontramos que el discurso igualitario y libertario va a justificar el aniquilamiento de las comunidades indígenas. Durante la Colonia los indígenas eran diferentes e inferiores, pero esta desigualdad traducida en discriminación implicaba el reconocimiento de su existencia, aunque sea como excluidos. La republica, en cambio, pretende suprimir la desigualdad social acabando con los diferentes e inferiores. En consecuencia, no se permitieron dos órdenes sociales, así que no cabe la visión de los

 

pueblos indígenas “La eliminación de los pueblos de indios de la realidad administrativa y de la representación del mundo ha pasado prácticamente desapercibida en la literatura histórica Colombiana, pero nos parece muy importante de recalcar porque va paralela a la supresión de otro elemento de la organización sociopolítica colonial y es la supresión de los cacicazgos” (Findji, 1993, p. 68). El poder republicano intentaba atomizar y diezmar la autoridad de los caciques y, con ello, fragmentar la organización política indígena en general. La Ley 90 de 1859 reglamenta los cabildos como la unidad política menor de los indígenas, evitando que éstos huyan de los pueblos hacia las montañas y se dispersen nuevamente. En la Ley queda consagrado así: “En todos los lugares donde se encuentre establecido una parcialidad de indígenas, habrá un pequeño cabildo, nombrado por estos, el período de duración de dicho cabildo será de un año, contado de primero de enero hasta 31 de diciembre, para tomar posesión de sus puestos no necesitan los miembros del cabildo de otra formalidad que la de ser reconocidos por la parcialidad, ante el cabildo cesante” (p. 68), de esta manera se diluye cualquier tentativa de organización general de los paeces. Además se establece que los gobernadores indígenas no podrán ser reelegidos, pues los republicanos consideran que la reelección podría avivar la tradición del cacicazgo. La legislación sobre los resguardos a lo largo de todo el siglo XIX es planteada como transitoria, con el interés de que finalmente los indígenas accedan dividir y parcelar la propiedad comunal. Sin importar el color político que las caracterice se encuentra como punto de encuentro entre los liberales y los conservadores el interés por acabar los resguardos. La visión que subyace este interés, es que la propiedad privada es condición de la participación política en la republica del ciudadano-propietario, es decir, para tener derechos políticos hay que ser propietario. Las razones subyacentes a la disolución de los cacicazgos y la atomización de la autoridad indígena, se encuentran en los intereses económicos y políticos sobre los territorios de resguardo. Al debilitar las instituciones políticas indígenas, suponían los criollos en el poder, sería más sencillo parcelar las tierras comunales y, en ese sentido, acelerar la civilización y el progreso nacional. Por tal razón, se desarrollaron legislaciones contrarias a las conquistas posindependencia para que a los resguardos les fueran segregadas “áreas de población” destinadas a colonos, propietarios privados, acostumbrados mentalmente a considerar “baldías” las tierras de los indios. Lo que se acelero efectivamente fue la implantación de haciendas de terraje y la parcelación de los resguardos, cuando no su extinción por iniciativa de los políticos caucanos (p. 63).

 

DESBANDADA CON LA INDEPENDENCIA Cuando se genera la independencia en 1810 […] inicia una nueva invasión que ya no fue por los españoles, […] la invasión inicia con los criollos que eran los que gobernaban aquí, ellos dicen que las tierras de resguardo eran tierras baldías porque eran otorgadas por la época de la Colonia […] y hay políticas de gobierno para que colonos vengan a invadir las tierras que consideran baldías porque son tierras de resguardo, […] la independencia a nosotros no nos sirve para nada, fuimos invadidos por los mismos de acá y fue peor el daño que nos hicieron […] para nosotros nos significo mas invasión, mas muerte, mas atropello, mas colonización, perdida de las culturas, o sea, quedamos peor que antes (Pavi, 2010, p.50). Lo expresado por el comunero indígena, nos da una idea general de las implicaciones del pensamiento liberal triunfante tras las guerras de independencia. Considerando además la pugna entre las fuerzas bolivarianas y santandereanas, que resultan favoreciendo a estas últimas, es preciso revisar el modelo social que empieza a funcionar en los tiempos republicanos. La tributación que Bolívar había suspendido a las comunidades indígenas sufre únicamente una transformación —no una abolición como se le había prometido a los luchadores—. Además ésta resulta muy problemática, pues deja de ser exigida a la comunidad y pasa al estipendio de cobro de cada indígena individualmente, sin tener como respaldar las consecuencias de un cambio tan trascendental. Las lógicas del poder unen fuerzas en contra de la preservación y unidad indígena. Por un lado, el cambio de tributación que endeuda directamente con el Estado a los comuneros y, por el otro, la invasión de poderosos colonos a los territorios de resguardo. Estos últimos transformándolos en Haciendas de Terraje, en las que se encontraban obligados a permanecer si deseaban trabajar el encierro6. De esta manera se generaba un profundo endeudamiento y dependencia para las familias indígenas. Frente a estos cambios en el horizonte, los diferentes miembros de la etnia páez no permanecieron en silencio y resignación, todo lo contrario, generaron un cambio en las formas de lucha nuevamente. La renombrada familia Payanesa Mosquera expresa que han sido innumerables las perdidas en la hacienda, en general en todo el Estado Soberano del Cauca, por la falta de mano de obra para el trabajo. Esto como consecuencia de que con la independencia y sus transformaciones sociales, los indígenas optan nuevamente por evitar la regulación de su disperso patrón de poblamiento y asentarse en las zonas más inaccesibles para los colonos, para evitar la dominación blanca sobre los paeces.                                                                                                                 6

Pequeña porción de territorio al interior de la Hacienda de Terraje, que se entrega a cada familia indígena a cambio de un pago que está debe realizar al Terrateniente, además de la posibilidad que tiene este ultimo de disponer de la fuerza de trabajo de los diferentes miembros de la familia.

 

Es por esto que se afirma que: volvió la desbandada con la independencia de los criollos, cuando mestizos y libertos ampliaron el territorio de lo que serian los Estados Unidos de Colombia y el Estado Soberano del Cauca. Participaron en sus guerras y terminaron reducidos a resguardos descabezados, sólo con pequeños cabildos y haciendas de terraje, expresión más moderna de los republicanos con su nuevo pensamiento de que los indios se tienen que acabar (Findji, 1985, p. 51). Además, frente a este nuevo orden social no sólo emergen renovadas formas de lucha en la comunidad, también se destaca un nuevo líder nasa. Manuel Quintín Lame, referente para las nuevas generaciones, quien dirigió las Quintinadas oponiéndose al infame pago del terraje sobre las tierras que legítimamente pertenecían a los indígenas, razón por la cual se promueven las recuperaciones de tierra.

 

QUINA Y TERRAJERÍA La explotación comercial de los colonos sobre las tierras de resguardo, apoyados por la expropiación desarrollada con el consentimiento de la administración republicana, giró alrededor de la agricultura y la ganadería en las haciendas de Terraje, en las que mantenían obligados a trabajar a los legítimos dueños de las tierras: los indígenas. La terrajería no es una relación social de producción que se dio únicamente para la comunidad indígena nasa, éste es un punto de encuentro entre las clases poderosas en casi toda Suramérica. Generaba cuantiosas ganancias, se encuentra como un primer pago el que debían hacer las familias indígenas por el derecho a usar un pequeño encierro para su sostenimiento. Un segundo, pago es la obligación que adquieren todos los terrajeros al interior de la hacienda de trabajo gratuito cierta cantidad de días al mes en las tierras del terrateniente. Esta relación desigual ha sido ampliamente esbozada en otros textos7 y resulta significativamente importante explorar sobre una rapaz práctica económica que no ha tenido tal amplia difusión: La explotación de los bosques de quina Durante el período colonial, la explotación de la quina jugó un importante papel, siendo la región de Cundinamarca el foco de la actividad. Después de la independencia, el Estado Soberano del Cauca empezó a participar en esta actividad económica y a consolidarse en los mercados europeos y norteamericanos. Inicialmente fueron las quinas de Pitayó las que adquirieron especial importancia, su principal centro de acopio fue el pueblo de Silvia en donde se concentraban importantes comerciantes, no sólo nacionales, sino extranjeros en especial franceses e ingleses. Sin embargo, el auge quinero en Pitayó fue efímero y pasó a ser prioridad en Toribio, San Francisco y Tacueyó, que habían pasado a ser jurisdicción de Santander de Quilichao. En estas localidades se firman numerosos contratos rastreados por Gerardo Aguiar Bernal (1995), en los que se grafica la dispar relación económica establecida entre las clases poderosas de Santander y los cabildos indígenas locales. Los primeros aprovechan su poder político para acceder de forma rápida y desigual a los contratos de explotación de los bosques de quina. Por otro lado, los indígenas pasaron de ser los propietarios de los bosques de quina a trabajadores de la explotación recibiendo a cambio una ínfima remuneración. Éste es un eslabón más del proceso de convertir en peones a los indígenas de la región. En este sentido, también resulta importante resaltar que en dichos contratos no se hace referencia a regalías para la comunidad propietaria del bosque, ni de obras de infraestructura que la favorezcan. El daño ecológico sobre las tierras de resguardo en Toribío, Tacueyó y San                                                                                                                 7

En un texto editado por el ICAH el ex constituyente Lorenzo Muelas narra las experiencias de la comunidad Guámbiana alrededor de la Terrajería y la posterior recuperación de tierras (“Juntando recuerdos sobre la Terrajería”).

 

Francisco es contundente, porque en ningún momento los explotadores de quina realizaron reforestación de las tierras. Por último, es de vital importancia tener presente que la explotación quinera tiene una gran injerencia en la organización socio-política de la comunidad. La afectó enormemente por la penetración de numerosos colonos y comerciantes a la región, con lo que se vieron modificadas las relaciones comerciales y debilitó la autoridad de los dirigentes tradicionales de las comunidades. Además, los indígenas que se encontraban inmersos en la producción quinera eran separados de la familia, se alejaban del resguardo y eran retirados de la autoridad de los cabildos para someterlos a la de los capataces. Asimismo eran distanciados de las mingas y demás trabajos comunitarios, su mejor escuela en la vida.

 

CONCLUSIONES Las luchas de resistencia a lo largo de la Conquista y la Colonia garantizaron la pervivencia de la comunidad y evitaron el colapso demográfico generalizado en toda la América prehispánica. Posibilitaron la reproducción de los usos y costumbres tradicionales de la comunidad, teniendo una gran carga simbólica aún en la contemporaneidad para los comuneros indígenas. La forma de lucha iniciada por Juan Tama, Quilos y Ciclos, generaron un nuevo modelo al interior de la larga tradición de resistencia que ha caracterizado a los paeces. Las conquistas jurídicas que éstos impulsaron, significaron para la comunidad el reconocimiento legal de su territorio a partir de los títulos de resguardo obtenidas en la Real Audiencia de Quito. Esto permitió que la comunidad, en sus diferentes territorialidades, lograran justificar la defensa de su legitimidad frente a los constantes ataques de los terratenientes. Sin embargo, el legado más importante de éstos es la unificación de varias comunidades sin atropellar la lógica nasa. Con esta unificación se logró ampliar y fortalecer la capacidad de lucha y coordinar acciones en conjunto, además los resguardos garantizaron a las comunidades indígenas el acceso legal al territorio. Éste último es condición de vida para la reproducción étnica, social y cultural de los paeces. Un último elemento sobre el papel de los cacicazgos, es que éstos tienen una profunda representación en lo simbólico de los indígenas paeces, quienes en la cosmovisión retoman continuamente la figura y los principios que logró irradiar Juan Tama en el siglo XVIII. Por todas estas razones, se puede afirmar que es en el siglo XVIII cuando los indígenas paeces alcanzan grandes triunfos en el proceso de consolidar su autonomía política, bajo el avance y fortalecimiento de su autonomía territorial. El siglo XIX, por el contrario, representa la renovación de los ataques de la población blanca hacia la comunidad. En esta ocasión con una contundente declaración de ilegalidad de los cacicazgos, que desaparecen del escenario, el debilitamiento y atomización de la autoridad de los resguardos, resistiendo continuamente al ataque frontal de terratenientes y colonos, quienes con vía libre legislativa consiguen apropiarse de una gran porción de los territorios resguardados. Contrario al deseo de los republicanos, actualmente en el departamento del Cauca se encuentran cuarenta y ocho de los ochenta y cuatro resguardos reconocidos por el Ministerio del Interior y los paeces son la segunda etnia más numerosa del país. Todo esto es posible en la actualidad, “gracias a la tenacidad y capacidad de su gente, que ha luchado por el derecho a que se les respete la posibilidad de ser auténticos a poder manifestar sus creencias, sus ritos religiosos, su propia lengua, en últimas a vivir en comunidad y poseer las tierras en común” (Aguiar, 1995). Ahora bien, la activa participación que han desempeñado los indígenas paeces , a lo largo del siglo XIX y principios del siglo XX, es de conocimiento de todos. Sin embargo, resulta

 

insuficiente conformarnos con las superficiales explicaciones que desencadenan en el simple calificativo de feroces paeces, con el cual se les conoce tanto en Colombia como en Ecuador, encasillándolos en el estereotipo de una representación de guerreros primitivos. Una nueva lectura de la bibliografía y un enfoque desde la perspectiva de la comunidad, nos permite observar una serie de diferencias en estas participaciones y, por tanto, entender las transformaciones que se operan en el territorio y en las formas de lucha de la comunidad en el devenir histórico. Por tal razón, dinámicos como el devenir de la comunidad páez en la historia, deben ser los análisis que se realicen alrededor de ésta, ya que sólo de esta manera es posible comprender los momentos y las características —desde la perspectiva de la comunidad— de la lucha que han venido protagonizando, al interior del territorio que hoy conocemos como Colombia. Es posible afirmar que la resistencia hace parte de la cosmovisión de los nasa, asunto que Cieza de León caracteriza como behetrías, es decir, como pueblos en ausencia de un cacique a quien obedezcan. Al respecto de esto, nos atrevemos asignar unas características como un patrón de poblamiento disperso: un fuerte arraigo por su territorio, una gran movilidad social al interior de éste y un profundo sentido de autonomía que no reconoce ninguna autoridad que se imponga contraria a los sentidos de lo propio que han construido. En tal sentido, consideramos que la flexibilidad en las formas de lucha, —vinculada esta característica también a la cosmovisión— ha jugado un importante papel en la conservación de la comunidad nasa, a diferencia de sus aliados yalcones y pijáos. Es muy factible que ésta sea también la razón, por la cual los luchadores de la comunidad indígena no se incorporaron a ningún ejército regular durante las guerras de independencia. De esta manera, se logran conservar todas sus estructuras sociales, culturales y militares, sus liderazgos propios. Es decir que, participaron activamente sin perder de vista sus pretensiones comunitarias sobre el territorio, por tanto, la comunidad se acorazo alrededor de sus prácticas y sentidos del mundo. En tal sentido, la conmemoración del bicentenario de la Independencia representa para los diferentes comuneros indígenas una oportunidad de reflexionar sobre sí mismos. Así como sobre una temporalidad que interrelaciona los diversos esfuerzos que han realizado para pervivir y el gran costo social que ha sido arrebatado por los conquistadores y las élites criollas.. El bicentenario republicano es, por tanto, una oportunidad de fortalecer las lógicas propias de la comunidad y el espíritu de resistencia. “[…] llevamos sangre Páez de los que siempre han peleado de la conquista hasta hoy. Vivimos porque peleamos contra el poder invasor y seguiremos peleando mientras no se apague el sol” Himno del pueblo páez

 

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