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LA INTIMIDAD DEL WHATSAPP. TIC, INTIMIDAD Y CAMBIO SOCIAL Francisco Javier Gallego Dueñas Grupo Comunicación y Ciudadanía Digital (UCA) Investigador externo en el Grupo Compostela de Estudios sobre Imaginarios Sociales
Resumen Según la concepción de José Luis Pardo, la intimidad es hija de la comunicación. Contrariamente a lo que parece establecido, se basa en las connotaciones compartidas. Se hace necesario reflexionar sobre el papel que están teniendo los medios escritos de comunicación digital en el proceso de creación de intimidad. La intimidad a través de las redes sociales se desarrolla en torno actores humanos y actantes no humanos. Si hemos definido la intimidad como las preferencias compartidas, la red las está almacenando. En la acumulación de estas preferencias está precisamente el beneficio económico de la aplicación. La mediación de las tecnologías en los procesos emotivos pone de relieve la intensa vinculación emocional con el propio terminal. En estos tiempos inciertos del capitalismo emocional, la construcción de la intimidad compartida se está realizando en un campo de acción algo distinto del tradicional y esos cambios están sucediendo tan deprisa que las normas sociales no alcanzan a codificarla de manera estable e inequívoca –todo lo estables e inequívocas que las cosas del corazón pueden estar–.
Introducción
El desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación ha implementado nuevas formas de contacto que incluyen no sólo informaciones en los mensajes, sino las relaciones en sí mismas entre los integrantes del proceso comunicativo. Emisor y receptor interaccionan de manera continua y discontinua, utilizando recursos que van desde la voz en los mensajes o el texto y las imágenes. Todos estas facilidades que permiten los dispositivos inciden de manera clara en la intimidad que comparten emisores y receptores más allá de la simple apreciación de la llamada “privacidad”, es decir, de las restricciones al acceso. Sobre dos ejes pivota la investigación que pretendemos avanzar1. El cambio social que se produce a través de las TIC, tal como está siendo investigado por el equipo de Amparo Lasén (2009, 2013, 2014), va en consonancia con los cambios producidos en las relaciones humanas en general, como se aprecian en los trabajos de Giddens (1998), Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim (2001), Bauman (2005) y Eva Illouz (2012). La clave está en el concepto de intimidad compartida que propuso José Luis Pardo, poniendo el acento en la relación más que en el concepto de ámbito. Los estudios lingüísticos en pragmática redundan en este sentido.
El otro punto de apoyo es la Teoría del Actor Red de Bruno Latour (ANT) (2008) que otorga capacidad de acción tanto a los humanos como a elementos no humanos, denominados actantes.
Esta investigación propone el estudio de las interacciones a través de las nuevas tecnologías y cómo pueden influir en los grupos de activistas del cambio social. El punto de partida empírico es un grupo de Facebook, Comunicando, en el que diversos investigadores comparten información y mantienen el contacto. Pretende ser un modesto punto de partida, para emplear métodos de etnografía virtual y otros métodos de investigación social como las entrevistas en profundidad que se irán desarrollando en momentos posteriores de la investigación.
1. La intimidad
1 Investigación encuadrada en el Proyecto de I+D EvalComDev (CSO2014-52005-R) (2015-2017)"Evaluación y monitorización de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social en España" (IP: Víctor Manuel Marí).
Según la concepción de José Luis Pardo (2004), la intimidad es hija de la comunicación, un derivado del lenguaje. Contrariamente a lo que parece establecido, se basa en las connotaciones compartidas, en esa vida secreta de las palabras que se cruzan los íntimos, como las bromas privadas. Se hace necesario reflexionar sobre el papel que están teniendo los medios escritos de comunicación digital en el proceso de creación de intimidad2.
La intimidad a través de las redes sociales se desarrolla en torno a dos vectores: (1) el proceso de acercamiento, como el enamoramiento o la amistad (actores), y (2) el desvelamiento de las preferencias en las redes sociales y la intimidad creada hacia el propio objeto (actantes). En otras palabras, se constata una agencia compartida entre los actores humanos y los actantes no humanos (dispositivos y programas) en la creación, desarrollo y mantenimiento de la intimidad.
Más claramente que en la consolidación de amistades íntimas, el enamoramiento, entendido como un proceso hermenéutico, en el que los amantes deciden interpretar mensajes cruzados, es donde quizás se pueda mostrar mejor la construcción de la intimidad compartida. Sus matices están mediados por la tecnología y, tal como desarrolla la pragmática, abundan equívocos y malentendidos. Las fotografías aportan otro matiz propio de la era del narcisismo, mientras que todavía se andan estableciendo las normas de cortesía. A medida que la intimidad surge, la comprensión mutua es más fluida a pesar de no contar con apoyos extralingüísticos.
El contexto extralingüístico también es problemático por la descompensación espacio-temporal de los participantes. Gracias a las nuevas tecnologías, es posible no desconectar, independientemente de ser leídos, rompiendo el ritmo propio de una conversación usual.
Si hemos definido la intimidad como las preferencias compartidas, la red las está almacenando. A un observador individual puede pasar desapercibida la conexión de un usuario con ciertos productos, personas o acontecimientos, pero, en este caso, el medio es el mensaje, y estar conectados es, en sí mismo, una intimidad. En la acumulación de estas preferencias está precisamente el beneficio económico de la aplicación.
2 Las comunicaciones por Skype se pueden asemejar bastante a las relaciones cara a cara. Las llamadas telefónicas y las videollamadas son considerados medios “calientes” frente a los canales más “fríos” como los mensajes de texto o las imágenes.
La mediación de las tecnologías en los procesos emotivos pone de relieve la intensa vinculación emocional con el propio terminal. La intimidad con el objeto crea dependencia, evidente a tenor de la desesperación que supone su pérdida, porque, además del perjuicio económico, se liquidan contactos o la customización.
En estos tiempos inciertos del capitalismo emocional, la construcción de la intimidad compartida se está realizando en un campo de acción algo distinto del tradicional y esos cambios están sucediendo tan deprisa que las normas sociales no alcanzan a codificarla de manera estable e inequívoca –todo lo estables e inequívocas que las cosas del corazón pueden estar–.
1.1. Diferencia entre intimidad y privacidad.
Vincular la intimidad con el uso de las redes sociales y resto de dispositivos puede parecer una extensión lógica de las precauciones sobre privacidad que ofrecen los servicios de las aplicaciones. A menudo se tienden a confundir los conceptos de intimidad con los de privacidad. Es bastante corriente que se hable del derecho a la intimidad cuando se quieren hacer valer los derechos sobre el mantenimiento de asuntos privados fuera del ámbito público. En palabras de José Luis Pardo, tenemos una relación de derecho privado con el banco mientras que mantenemos una relación íntima con las personas a las que amamos. La confusión puede acarrear perjuicios conceptuales, e incluso de índole práctica, pero no deja de tener algo de sentido. Restringir el público al que destinamos los mensajes es una manera de cercar la intimidad, pero no es la forma de crearla o mantenerla La Real Academia de la lengua define la intimidad como “amistad íntima” y como “zona espiritual íntima y reservada de una persona o grupo, especialmente de una familia”. En un ejercicio de tautología encomiable, “íntimo” se define en cuarto lugar como “perteneciente o relativo a la intimidad, o que se hace en la intimidad”. Las primeras acepciones son “interno”, “estrecho” referido a una amistad, “muy querido y de gran confianza” con respecto a un amigo. La imagen más extendida de intimidad restringe ese grupo a una única persona, que, en soledad, dialoga consigo misma o, en todo caso, con Dios.
A esta extendida concepción dedica José Luis Pardo el inicio de su ensayo sobre la intimidad (2004). El la denomina, teoría frutal de la intimidad. Según ésta, la persona sería como un aguacate, de piel brillante y sugestiva, pero cuya piel no es comestible. Lo realmente sabroso es la carne del interior. Sin embargo, la intimidad sería el núcleo duro que se encuentra en el hueso, incomestible, intransferible. La intimidad, según esta errónea teoría, sería lo que está dentro de nosotros y que no comunicamos a nadie. Con este punto de partida se erigen una serie de falacias, como la incomunicabilidad de la intimidad (falacia de la limpieza étnica o de la inefabilidad de la intimidad). Ésta, nos corrige acertadamente José Luis Pardo, no sólo es comunicable, sino que no es hija de la soledad, sino hija de la comunicación, un derivado del lenguaje. “La persona sería como un aguacate, la piel exterior sería la publicidad, la capa protectora, brillante aunque algo áspera e indigesta (no en vano ostenta el monopolio de la violencia), que se ve desde fuera y que protege el interior; la carne nutritiva y suculenta (siempre a un paso de la corrupción) sería la privacidad, zona de madurez donde los individuos disfrutan del tesoro de sus propiedades salvaguardadas de la pública voracidad por el derecho que protege su libertad (único ámbito del que, a pesar de los abusos terminológicos, pueden hablar los sociólogos); y la intimidad sería el hueso más opaco, macizo, impenetrable, corazón nuclear y semilla germinal que no tiene sabor ni brillo” (Pardo, 2004: 13)
Ese núcleo duro, invariable, que es la semilla de la intimidad debe permanecer inaccesible para defenderlo. Se concibe como una debilidad en sentido negativo. En cambio, para José Luis Pardo es precisamente esa debilidad del ser humano lo que inicia la intimidad. La debilidad pro ciertas cosas, las preferencias, porque “no todo nos da lo mismo”. Es la esencia de la animalidad humana, la que nos vincula a los demás: “la comunidad y no la soledad, es pues, la fuente de la intimidad” (Pardo, 2004: 270). Sin embargo, uno de los de los presupuestos de José Luis Pardo es que está prohibido desvelar la intimidad porque “si los demás supieran lo que yo soy auténticamente, no querrían o no podrían (por repugnancia, por indignación, por miedo) ser mis socios” (Pardo, 2004: 141). Pardo no concibe nada que pueda estar secreto íntimamente que no sea la vergüenza, la repugnancia o el miedo, por lo que “nuestros íntimos son los que conocen nuestra ruina y, pudiendo hacerlo, no se aprovechan de ella” (Pardo, 2010: 162). Las restricciones y el secreto de la intimidad estarían motivados por la necesidad de proteger nuestra mala fama. No desvelamos nada de nosotros mismos para no quedar en evidencia. Para la “falacia de la privacidad”, la lista de nuestras debilidades debe ser protegida legalmente, pero eso es lo que denominamos “privacidad”, aquello que los demás pueden ver de nosotros –que será lo mismo que cada uno tiene–. No hay que confundir, sin embargo, esta privacidad con la intimidad. La privacidad, es decir, el intentar hacer explícito lo implícito no es más que la
intimidad “echada a perder”. La privacidad es lo mismo que tienen, que hacen, que hacemos con los demás, pero tratado en secreto. “la amistad y el amor comienzan con la confesión de un secreto (hacer explícito lo implícito), pero sólo pueden mantenerse con un secreto de valor parecido confesado por la otra parte, y así hasta que cada parte agote su depósito de secretos, lo que señalará el punto de divorcio o de separación («no tenían nada que decirse el uno al otro»). El que no tiene ningún secreto que confesar no tendrá amigos ni amantes (¿quién querrá juntarse con un tipo con tan poca personalidad?, o bien tendrá que convertir en secretos íntimos las más estúpidas trivialidades de su experiencia, en un intento desesperado por mantener vivas sus relaciones de amor o amistad con los demás (…). La persona que no guarda ningún secreto (aunque sea una receta antigua para hacer ravioli) es «poco interesante» para sus semejantes y tiene, en lo que respecta a sus relaciones interpersonales «poco porvenir»” (Pardo, 2004: 91-92)
Para la intimidad entendida como comunicación, no todo puede explicitarse (convertir la connotación en denotación), siempre quedarían mensajes implícitos. Es el significado de las palabras que adquieren con el uso, “sí y sólo si el resto de mis interlocutores se lo reconocen” (Pardo, 2004: 71). “Cuando alguien intenta reforzar sus relaciones íntimas explicitando mediante una convención pactada con el amigo o el amante sus confidencias o confesiones (…) simplemente destruye la intimidad y la transforma en privacidad (publicidad potencial o capital informativo, valor de cambio). La intimidad sólo existe cuando se evita su explicitación y cuando no genera derechos ni obligaciones, es decir, cuando su falta de significado o su exceso de sentido no se convierte en ley de obligado cumplimiento entre los implicados” (Pardo, 2004: 120)
La verdadera intimidad es transmitible y transmitida, pero no mediante la explicitación, mediante la denotación, dirá Pardo, sino mediante lo que las palabras llevan “de contrabando”, “la intimidad es el contenido no informativo del lenguaje” (Pardo, 2004: 122). Las palabras tienen también su vida íntima: “La intimidad no sólo no es incomunicable, sino que es lo que se comunica implícitamente en todo acto lingüístico humano” (Pardo, 2004: 127). Las palabras siempre dicen algo más, es la connotación el sabor del saber de las palabras, es la vida secreta de las palabras. La vida secreta de las palabras transporta la vida íntima de los personajes. Una intimidad líquida como diría Bauman (2005). El poder de no tener que decirlo todo, de no tener que pasarnos la vida dando explicaciones, y entonces, añadimos, aparece el secreto compartido: la intimidad no se muestra espontáneamente, procede de una intimidación.
Las investigaciones en pragmática evidencian muchas de las apreciaciones de Pardo. Grice (1991) denomina Principio de Cooperación, a la obligación de los participantes en una comunicación (emisor y receptor) de facilitar la interpretación de los mensajes. Así la máxima de cualidad se refiere aportar una afirmación no falsa, comprobable; la de relación implica ser relevante y no aportar más información que la precisa, y la de modo, que previene de ambigüedades. La obligación de ser educado y correcto en la conversación. Grice es consciente de que no siempre se cumplen estos principios, que, cuanto mayor es el grado de intimidad de los participantes, menos necesidad hay de respetar escrupulosamente las máximas, incluso se puede pasar “olímpicamente por alto una máxima” (Grice, 1991:6-7). Dumoulin, para los trabajadores sociales explicita una serie de reglas que funcionan en el ámbito de los trabajadores sociales (1981:154). Por ejemplo, la regla del mínimo se aplica cuando los usuarios y funcionarios de los servicios sociales revelan la mínima información posible. La regla de la transformación suple a la anterior y, cuando no hay más remedio que revelar algo, se proporciona una información diferente. De igual modo, la regla de separación permite revelar información diferente a diferentes profesionales (al médico frente al trabajador social). Y, por supuesto, lo escrito está reducido a menos del mínimo.
Los lenguajes de grupo, cuyo ejemplo extremo son las sociedades secretas, pero también los especialistas técnicos y científicos o el slang callejero funcionan porque son intencionadamente crípticos. Y delimitan el ámbito donde son interpretados. La pragmática, en especial la teoría de la relevancia estudia la diferencia entre lo que el lenguaje codifica y lo que el lenguaje transmite. Wilson y Sperber (2004) proponen que los seres humanos, en la comunicación, pretendemos aumentar el conocimiento maximizando la relevancia de la información ofrecida. La familiaridad entre los comunicantes favorece la flexibilización del flujo de información pues evita la explicitación masiva de contenidos. El emisor ya sabe que el receptor ya sabe, por lo que puede, por irrelevante, suprimir antecedentes, utilizar ironías, hablar con frases incompletas… Se crean pues, lenguajes privados, no sólo por ser especializados (en nuestro caso, la jerga propia de los investigadores en cambio social), sino porque los integrantes varían las connotaciones (incluso las denotaciones) de algunas palabras. De esta forma, la intimidad del emisor hace incomprensible al extraño el mensaje. La cortesía se basa en no preguntar ciertas cosas porque invaden un espacio personal de intimidad, esto es, intimidan. En el extremo opuesto, la complicidad, puede usar un guiño como señal de un secreto, es decir, hace relevante lo que se va a decir, dotándolo de un contenido oculto. Por ejemplo, la ironía. Estos apoyos, muchos de ellos extralingüísticos, son posibilitados desde las TIC con los emoticonos, por ejemplo, pero son la causa principal de los errores en la codificación de las intenciones de los emisores. Dependen incluso de los modelos de los dispositivos. Un mismo emoticono puede aparecer amistoso
o agresivo dependiendo de la marca del móvil (Miller, H., Thebault-Spieker, J., Chang S., Johnson, I., Terveen, L. y Hecht, B. 2016).
Toda esta reflexión es válida, especialmente evidente en las conversaciones cuyo fin no es aumentar el conocimiento, sino mantener el contacto por sí mismo. El gusto por el contacto, ejemplo de la función fática del contacto, esencial para el mantenimiento de los grupos basados en comunicaciones online. La modulación entre la presencia y la ausencia tiene que hacerse de manera virtual. El contacto no sólo se realiza en el mismo momento, el contacto puede ser asincrónico, mensajes enviados y leídos en diferentes tiempos, contestados en otro momento distinto. Estos contactos transmiten, en primer lugar, la sensación de conexión. En segundo lugar transmiten, aunque es evidente, pero no necesariamente lo más importante, un mensaje. Y por último, a menudo consiguen transmitir un sentimiento (o el sentimiento Ø, la formalidad aséptica sin sentimiento). La intimidad no es una emoción, por eso hay que dejar claro que el interés por la transmisión de emociones.
La intimidad como complicidad compartida se puede apreciar en
a) El paso de las intervenciones formales a otras informales: uso de fórmulas estereotipadas, chistes, desenfados. Likes de cortesía… b) Contenido no informativo del lenguaje: hablar por hablar, el tonteo de los enamorados, la valoración del vínculo por el vínculo c) Referencias a conocimientos compartidos: lenguajes propios del grupo, contraseñas, guiños…
En los grupos hay un control de entrada, pero se pueden apreciar diferentes subgrupos, detectables por las conversaciones entre sí, y, sobre todo, por el recurso a los mensajes “privados”, difícilmente cuantificables, y a los que sólo se puede acceder a través de entrevistas. Estos mensajes no necesariamente son íntimos, pueden ser relativos al trabajo o la movilización. Es un primer acercamiento a la relación de la intimidad a la acción.
A diferencia de los interesantísimos trabajos del equipo de Amparo Lasén (2014), no hablamos sólo de móviles, aunque se tenga con los móviles una relación especial: hay pánico, necesidad, deseo y ansiedad. Permiten aflorar y gestionar las emociones, y diferenciar entre medios más fríos (cooler) frente a otros más cálidos como la llamada, ayudan a establecer y mantener vínculos sociales. Las comunicaciones a partir de las redes sociales no sólo se usan para cuestiones banales, “mundanas”, pueden ser utilizadas para utilizar la información y el canal para hacer daño, para acosar. Y, por supuesto también pueden servir en el trabajo. Y es complicado, como en la vida offline, separar todos
los elementos claramente. Se suelen mezclar las emociones personales con los intereses corporativos, que pueden servir para aumentar las sinergias o para entorpecer las organizaciones.
2. Integrantes humanos
2.1. Actores
En la interesante y controvertida teoría del actor red, Bruno Latour (2008) propone considerar la sociedad no como algo dado sino como el ensamblaje de elementos. Cuestión básica para esta perspectiva es la consideración de que la “agencia” (esto es, la capacidad para hacer) no está reservada sólo a los humanos (actores), sino también se dota de agencia a los objetos (“no humanos” o actantes). La visión pretende, en principio, ser imparcial y simétrica entre lo tecnológico y lo humano, tratándolos de equivalentes en la explicación del mundo. La Teoría del Actor Red es especialmente pertinente a la hora de valorar la importancia de los dispositivos y programas de aplicaciones en la comunicación virtual.
El término actante es utilizado como una forma neutral de referir a actores tanto humanos como nohumanos, ya que sus principales autores han considerado que la palabra actor tiene una carga simbólica ligada al "ser personas".
Según Latour, las personas y las máquinas deberán ser tratadas como iguales para hacer estudios sociales, esto se refiere al principio de simetría. Es decir que considera un error plantearse explicaciones que hacen referencia a dualismos como naturaleza-social o, como ya hemos mencionado, lo humano de lo no-humano. Son elementos indisociables y podrían, más aun, deberían ser descritos en los mismos términos. El actor-red no es reductible ni a un simple actor ni a una red, son simultáneamente ambas cosas, su misión es entrelazar elementos a veces heterogéneos. Los actores pueden ser representados siempre mediante redes de palabras. Para ello se emplea el análisis de palabras asociadas que pone de manifiesto las redes, su posición estratégica y su evolución o traducción.
En el esquema de acción de la red se incluye el propio actor (self), el papel que desarrolla (rol), el lugar y el tiempo (place, time), el dispositivo (device) y la red (network). En nuestro caso no sólo se trata de una red creada entre los actores y los dispositivos, es que precisamente la propia red (la Red por antonomasia) es uno de los actantes. El concepto de Agamben de Dispositif, incluye aparatos, prácticas, conocimiento, habilidades, medidas e instituciones que pretenden gestionar, controlar y
orientar de manera útil las conductas, gestos y pensamientos de la gente. Los dispositivos, en este sentido, colaboran en los procesos de subjetivación y los procesos de relación, y, de manera muy concreta, en la gestión de la intimidad.
Es imperiosa la necesidad de un trabajo etnográfico a partir de los comportamientos percibidos así como la conciencia de dichos comportamientos (focus groups, entrevistas). En el caso de las reglas de etiqueta es fundamental conocer explicitando lo que está funcionando en la red de manera implícita. Y, en otro sentido, las TIC pueden servir como medida de la intensidad de las relaciones afectivas, unidades como números de SMS, llamadas, se pueden cuantificar. Por ejemplo, hay más mensajes de WhatsApp al principio de la relación, luego se rutinizan, lo que también es interesante. Hay mensajes rituales, que también son síntoma de intimidad: “Salgo a comer”…
2.2. El proceso: cortesía, enamoramiento, complicidad entre colegas.
Las normas de cortesía en la vida social arrastran una tradición. Las tradiciones no son elementos y estructuras inamovibles, son, por el contrario, fruto de un perpetuo cambio que aparece como imperceptible, permitiendo así, la conciencia de una permanencia en las costumbres. Es indudable que la cortesía offline es la base para los comportamientos online, pero también es patente que un nuevo campo permite la posibilidad de implementar nuevas reglas y aceptar comportamientos diferentes actualizando lo que la tradición permite, pero mucho a otra velocidad.
Las relaciones sociales desde la posguerra mundial han tendido a una informalización, quedando ridículas las formas rígidas con las que se encabezaba o se finalizaba una misiva. Los correos electrónicos, precisamente por su inmediatez, aumentan esta corriente de informalismo. No tiene sentido un email que haya de ser casi descifrado por el uso de estereotipadas fórmulas arcaicas cuando el principal valor del correo electrónico es la rapidez en la comunicación. De todas formas sí que hay establecidos unos códigos sociales que distinguen el mail oficial de uno personal, el académico o profesional del informal entre amigos, el comercial del íntimo. Ya se han publicado novelas, no ya experimentales, sino muy convencionales, como Contra el viento del norte de Daniel Glattauer, que recuperan el estilo epistolar clásico, pero basados en correos electrónicos. De todas formas uno de los elementos que pretendemos poner de relieve con nuestra investigación es en qué manera los géneros se pueden entremezclar y surgir la comunicación más o menos íntima en entornos grupales como el activismo.
Los valores de la intimidad están muy conectados con la relación, la intimidad es, como decimos, básicamente relacional. En cierto sentido, la intimidad es la relación por la relación. La conectabilidad perpetua es ya una realidad a través de los dispositivos móviles (smartphones, principalmente). Gracias a ellos se puede estar permanentemente conectados, si se recargan de manera eficaz, no hay necesidad de una desconexión. Se reciben avisos, mensajes, mails, spam durante las 24 horas. Remedios Zafra en “Vínculos que importan” (2012) refleja muy acertadamente la ilusión por recibir esas cartas, mensajes, aunque sean procedentes de publicidad. Y, a su vez, la ansiedad ante la obligación de contestar, “aunque sea con un like”. Por otro lado permiten la recepción en estado de distracción, un permanente y funcional Trastorno de Déficit de Atención con o sin Hiperactividad. Estos mensajes ayudan a crear unos vínculos que son apreciados en sí mismos, independientemente del contenido que transmitan. La función fática de la que hablaban los lingüistas se pone de manifiesto de manera muy evidente en el intercambio de likes, de atención, más allá de que sean sinceros o simplemente corteses. Lo más curioso es que esa obligación existe incluso cuando los remitentes son robots programados para enviar la información.
La función principal de establecer y permanecer en contacto es un punto esencial para la creación de intimidad. Una obligación que de manera implícita va creciendo a medida que esta intimidad es más evidente. El simple hecho de tener que ser cortés en la respuesta da pie a que las rutinas se conviertan en hábitos con un contenido afectivo, de refuerzo en la creación del grupo. Se aprecia en las respuestas que parte de los integrantes del grupo de Facebook estiman conveniente hacer. Además, están graduadas, lo mínimo es un “Me gusta”, más cercanía implica más obligación, más explicitación, pasando entonces al comentario del post. De esta forma es posible identificar los subgrupos que se van formando entre los integrantes del macro-grupo principal. Las relaciones son más intensas, tanto en los muros como en los llamados “privados”. No hay que eliminar de la ecuación la relación proximal que se puede dar entre los miembros fuera del ámbito virtual, incluso es importante la diferenciación entre las relaciones formales (escritas) o informales (habladas)
Una de las limitaciones de este modelo de interconectabilidad es el referido a la gestión del tiempo. En primer lugar por la asimetría temporal de las relaciones, pero, en segundo lugar, porque atender a las redes sociales se aumente el número de minutos de tiempo “enganchado al yo”. Subir fotografías, hacer comentarios, señalar preferencias, como explicita el propio lema de Youtube: broadcast yourself, no solo se trata de emitir tú mismo, sino también de emitirte tú mismo, el self es el propio objeto de la emisión. Remedios Zafra señala en este proceso que procuramos de pasar del “yo real a un nosotros ligero” (Zafra, 2012: 109). En líneas generales vamos compartiendo fotos, conocimientos, preferencias con cercanos y con desconocidos, creando agrupamientos efímeros y sin
compromisos. Todo este trabajo debe parecernos fácil, no debe ser un esfuerzo. Las corporaciones de las aplicaciones viven precisamente de hacernos fáciles estas conductas, que nos convierten en productores de data, de big data. La productividad de estas aplicaciones se basa en el aprovechamiento de estos datos que el consumidor regala. En esto se basa el proconsumo, que, en el caso de las redes sociales se puede observar casi en estado puro. Cabría hablar incluso de sobreexplotación del yo, cuando hablamos de la adicción a las redes sociales. Como empresarios de nuestro propio perfil, se puede llevar a una sobreexplotación, a acumular minutos de tiempos dedicados a la gestión de contenidos.
Estas aplicaciones permiten medir cuantitativamente el esfuerzo dedicado, el tiempo que pasamos conectados, el número de preferencias, fotografías, intervenciones… Y aumentan la frecuencia y el tiempo a través de estrategias de gamificación, dosificando las recompensas. Cabría preguntarse hasta qué punto existe una competencia entre los usuarios por los “Me gusta”, o si se tratan de acaparar y conseguir un oligopolio. De todas formas, sí que existe una preocupación, una inquietud palpable de aceptación social que se mide a través de los Likes recibidos a las publicaciones.
Las tecnologías digitales ayudan a la materialización de afectos a través de textos, imágenes, música compartida… Para los usuarios, se aprende a socializar y emocionar a través de los dispositivos. A través de las redes se puede agredir, asustar, emocionar, excitar, como se ha podido comprobar judicialmente en los casos de ciberacoso. Las TIC han reorganizado las emociones, por ejemplo, a través de la generalización de emoticonos o de expresiones como “wtf” o “lol”. Prueba de este aprendizaje de las emociones está en los malentendidos (Miller, H., Thebault-Spieker, J., Chang S., Johnson, I., Terveen, L. y Hecht, B. 2016).
No está ajeno a este aprendizaje el concepto que Haraway (1995) utiliza de tecnologías de intimidad a la manera en que Foucault hablaba de las tecnologías del yo, basándose en las aportaciones de Pierre Hadot. Además de ser la continuación de las relaciones por otros medios, la conexión digital permite nuevos matices y nuevas posibilidades de intimar.
Gracias, de todas formas, a estos efímeros grupos, líquidos en terminología de Bauman (2005), los antiguos solitarios, los novísimos frikis, se relacionan, se agrupan y pueden pasar al mundo off-line (que no al mundo real, pues ambos, el digital y el analógico son reales.) Incluso lo económico es valorado afectivamente, cuando, de manera inversa, lo afectivo supone un valor traducible a beneficio económico.
La intimidad no es sólo una cuestión de compartir emociones, implica un conocimiento implícito que se asume y hace comprensibles los mensajes y los matices, que habla más de lo que dice. En las relaciones virtuales, además de las emociones compartidas y la cantidad y la intensidad de las experiencias compartidas, hay una afectividad que envuelve estos vínculos. Las fotografías compartidas, por ejemplo se relacionan no sólo con la banalidad de los acontecimientos compartidos, también contribuyen a crear un significado compartido, que a veces no se hace conscientemente. Los vínculos creados tienen, por supuesto, mucho de estitización, de “postureo”, de banderas de distinción, mientras que, por el contrario, lo que se pretende es la idea de autenticidad. La socialización es siempre la creación de una falsa cobertura del auténtico self, al menos, es la idea que se transmite desde las Confesiones de Rousseau. Este proceso es el mismo en las redes, aunque suponen un menor autocontrol al no existir una clara reacción del receptor de los mensajes.
Las TIC están presentes en las situaciones de pareja, desde los primeros contactos hasta las rupturas. Podríamos calificar de terrorismo íntimo todo el acoso que sufren algunos (y sobre todo algunas) tras la ruptura, porque los mensajes atacan dónde más duelen. La intimidad es una burbuja que puede estar llena de gas asfixiante. Según Amparo Lasén, los “móviles median y remedian, esto es, ayudan a crear y mantener vínculos afectivos, tanto como a vigilar y controlar a los seres queridos” (2014, 1). Los dispositivos acompañan a sus dueños y redefinen la esfera de la intimidad. La remediación, según Amparo Lasén consiste en tres aspectos. El primero explica cómo los móviles y SMS remedian rituales amorosos, por ejemplo, han establecido la conexión total. En segundo lugar, los dispositivos hacen lo mismo, pero de forma distinta. Se puede ligar con un Smartphone. Y por último, en el sentido de remediar como cura, es el pharmakon, con la ambivalencia del veneno y la medicina. La relación con el móvil es más intensa que con los ordenadores y portátiles. Se llevan siempre encima, procurando una accesibilidad continua, sobre todo cuando se están acabando las excusas de falta de saldo, sólo queda la baja batería y la cobertura.
Hay que recordar, con Foucault, que la subjetivación es hacerse sujetos en dos sentidos, en individualización, y en aceptar la sujeción. Los móviles (y las cuentas en las redes sociales) implican una transparencia accesible para los celos. Cuando no se contesta se sigue una espiral de enfado, preocupación, extrañeza… porque no hay restricciones teóricamente a la comunicación. Todas estas reacciones son formas de control basadas en la intimidad (y los valores que se supone que llevan aparejadas) y sustentadas en las posibilidades que abren (y cierran) los dispositivos móviles.
Se aprecian diferencias importantes tanto entre hombres y mujeres como entre jóvenes/adultos. Entre las mujeres adultas con pareja hay una gran resistencia a admitir que es un mecanismo de control (“me quiere, se preocupa por mí), mientras que sí que son conscientes de que son un método de control hacia los hijos adolescentes. El romanticismo es también una estrategia de control a través de la completa transparencia del dispositivo, siempre a disposición de la pareja. El móvil, como antes el teléfono y mucho antes el correo, crea una serie de obligaciones a la pareja. Según el discurso declarado en los trabajos de Lasén (2014), las mujeres están encantadas con que las llamen, se sienten atendidas, mientras que los hombres presentan una resistencia a esa conectividad. El varón supuestamente deja paso a lo práctico: “Mientras se va reforzando la exigencia de accesibilidad y de las llamadas rutinarias, rituales de la pareja considerada muestra de interés, contacto y preocuparnos por el otro, propios de la relación y del ‘control’ reconocido y autorizado que le caracteriza” (Lasén, 2014: 7) Se podrían establecer “usos adolescentes”, que son los mismos que los “femeninos”: cotillear, hablar por hablar… Los hombres dicen ser más prácticos. En realidad muestran una resistencia, intentando mantener un espacio separado.
Centrando la atención en otro de los elementos del contacto digital, Lasén y Antonio García (2014) estudian las fotografías de presentación en las webs de citas. En principio son las propias sites las que ponen las normas para el uso de selfies. La agencia compartida entre las personas incluye los dispositivos, las dificultades técnicas, las condiciones comerciales, las conductas intencionales y las no intencionales. Estas webs permiten el intercambio de mensajes y propician lo que se denomina sexting, es decir, el contenido de flirteo hasta llegar a mensajes explícitos sobre sexo. En el aspecto visual, ha tenido mucha importancia la eliminación del laboratorio fotográfico para hacer mayor número de fotografías y de carácter más comprometido. Esta ausencia de restricciones no quiere decir que no existan normas aplicables a estos canales. Por ejemplo, hay una norma implícita de no mostrar la cara y los genitales en la misma foto. En el fondo se trata de un juego de máscaras. Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim (2001) confesaban su decepción cuando comprobaban que en el juego de la seducción a través de la red, seguían vigentes los mismos cánones que en la vida “real”. Al contrario de lo que cabría pensarse, el físico se vuelve aún más importante. Los sujetos se sujetan a unas normas.
Lasén y García (2014) aprecian una gayficación de la icnonografía masculina. El secreto de la masculinidad acaba residiendo en el físico. Se oculta a los amigos el uso de web de citas y, especialmente las fotografías que se suben a éstas. Temen la comparación: que les digan que parecen chicas, o gays, o demasiado preocupados por el físico…Temen parecer menos fuertes, menos atractivos, exitosos y masculinos. La típica foto sin camiseta, mostrando músculos no es apreciada normalmente por ser narcisista y descerebrado.
Aunque en un primer momento, según Hardt (s/f), el capitalismo afectivo se refiera al cambio en la estructura productiva, a la importancia que está teniendo el trabajo inmaterial, los servicios simbólicoanalíticos (R. Reich), podemos hablar de la importancia de las emociones en la actividad económica. Las redes basan su éxito en crear entornos cargados de expectativas de socialización, toda una economía biopolítica, donde no es ajena la importancia de la estética (Martín Prada, 2011).
2.3. Activismo
Los nuevos dispositivos consiguen también una nueva forma de acción política, desde la convocatoria de actividades y eventos, como la transmisión de información. Y la utilización del Twitter para comentar los debates (televisivos, electorales) y otros acontecimientos a modo de subtítulo o comentarios del director. A veces es más vivo el debate informal a través de las redes que la rígida y estudiada, planificada actuación ante las cámaras, donde los implicados se ciñen a un guion preparado de antemano y del que no se salen. A través de las redes no hay mediación institucional del partido, al menos a priori. Aunque luego lleguen las rectificaciones y las alusiones al “fuera de contexto”. El equipo de Víctor Marí Sáez está realizando un proyecto acerca del proceso de institucionalización del activismo sobre la Comunicación y el Cambio social (Marí Sáez, 2013), como se puede comprobar tanto en la implosión como en el mantenimiento de la literatura del tema. Nuestra intención es completar el análisis bibliométrico con una perspectiva más micro, a través de las relaciones que puedan establecerse entre los integrantes de los proyectos y de los grupos en redes sociales.
A través de las redes se ponen en marcha muchos de los proyectos, se comparten ideas, se dan referencias a la par que se mantienen y estrechan relaciones personales. El entusiasmo hacia un programa de investigación es, en una parte nada despreciable, fruto de la fascinación compartida que se ejerce personalmente. El deseo es el deseo del otro.
En nuestro caso, sería aplicable todo lo que se está investigando y clarificando sobre la creación de redes sociales, de intimidad compartida tanto en los grupos offline, como las prácticas sociales
remediadas por los dispositivos de las TIC. Sabemos, desde Georg Simmel, que compartir un secreto, al margen de la importancia o el contenido de éste, crea las condiciones para una sociabilidad intergrupal. En primer lugar porque define un nosotros (intraños) frente a los que ignoran el secreto (extraños). Todas las estrategias destinadas a mantener el secreto dentro del grupo suponen un reforzamiento del vínculo interno. Si, además, se refuerzan las relaciones entre los miembros, es fácil que ese secreto se impregne de los valores y experiencias asumidos de manera espontánea, que se comparta unas connotaciones que permanecen ajenas a la intromisión de los demás.
Una de las herramientas fundamentales para los científicos es el uso de un lenguaje voluntariamente críptico. En parte para clarificar de manera muy precisa el significado y compartir de manera efectiva la información sin perder matices. Pero en parte es también una distinción en el sentido de Bourdieu, un blasón que marca la categoría de aquellos que son capaces de manejarse en este campo del lenguaje. Si dominas la jerga, estás dentro. No es ni siquiera necesario que sean investigaciones científicas de gran nivel, cualquier grupo especializado acaba por importar un vocabulario y crear, así mismo, una terminología ad hoc, sólo compartida por los miembros y que los distingue de otras comunidades, aun cuando éstas tengan el mismo objeto de estudios. Ya se han realizado estudios sobre recolectores de setas, que compartían, no sólo el secreto de los mejores “yacimientos” de hongos, sino que utilizan una nomenclatura que es totalmente extraña a los no integrantes del grupo.
En
nuestro
caso,
el
grupo
de
Facebook
Comunicando
(https://www.facebook.com/groups/comunicambio.network/), es un grupo cerrado, es decir, que tiene un control explícito de entrada. Pero, una vez dentro, las interacciones se mantienen sin cortapisas, tanto los comentarios visibles, como los contactos “privados”. Al tener una historia más o menos incipiente, los contactos no han presentado todavía claras muestras de esta especialización del lenguaje, pero sí que se advierten los distintos subgrupos que trabajan sobre la materia. Hay que tener en cuanta, de todos modos, que mucha de la interacción se está realizando offline. Es decir, son grupos que trabajan cara a cara en distintas universidades y grupos de trabajo. Esta circunstancia hace imprescindible añadir, al trabajo etnográfico de recolección de datos en la red, el posterior concierto de entrevistas con los integrantes para ahondar en cómo se desarrolla la intimidad y en qué medida favorece, perjudica o es neutral en el campo de la acción y el compromiso social.
3.Actantes no humanos
3.1. Actantes
En esta relación íntima no se puede negar la importancia determinante de los actantes no humanos. Es la tecnología la que abre posibilidades, niega acciones (fallos de cobertura), encauza intenciones. El desarrollo de la mensajería instantánea volvió a poner sobre la mesa la utilización del mensaje escrito frente a la práctica universalidad de la palabra hablada. El medio escrito se nos muestra menos intrusivo, no posee la irritante urgencia de una llamada, permite la postergación en la recepción y la respuesta. Conjugado con el zumbido, permite el silencio del lugar de trabajo mientras se es consciente de los avisos, que serán atendidos en el tiempo disponible. Aunque la conectabilidad es 24/7, se posibilita cierto manejo personal, aunque no siempre es recibida esta gestión con agrado por parte de los emisores.
Internet muestra un caso bastante extremo de promesa de alta sociabilidad, de conexión inmediata y bajo coste económico y emocional para el consumidor. En palabras de Remedios Zafra, “un cuarto propio conectado” (2010). Picard acuñó en 1997 el término de “ancho de banda afectivo” (affective bandwith) para dar cabida a ese fenómeno, ese “giro emocional” que tuvieron las tecnologías de la información desde mediados de los 80 y que permitía salir de la mera transmisión de información
La agencia compartida entre los individuos y las entidades se basa en un aprendizaje mutuo. Lo más importante es que el medio, el link es el mensaje. En sí mismo supone un ejemplo, un significante de relaciones.
Así pues, los móviles actúan como tecnologías afectivas en tres sentidos (Lasén, 2009), en el la mediación (los móviles mediatizan procesos y relaciones), una agencia compartida y en último lugar, son extensiones del cuerpo. Una de las principales y primeras funciones de los teléfonos móviles fue la de localización. Cuando todavía era un objeto de lujo, lo primero en decirse en una conversación solía ser: ¿A qué no sabes de dónde estoy llamando? Con su democratización y extensión, la primera pregunta es ¿dónde estás? Contribuyendo a la sensación de fluidez social, un mundo en el que nada permanece en su sitio.
Los móviles son capaces, además, de modular la ausencia y la presencia. Se puede estar en un lado mientras se chatea con alguien ausente. Se está pero no está. En todos lados y en ninguno (Lasén, 2013). Los móviles ayudan a la desantención cortés. En cierto modo, dice Lasén, son símbolos urbanos, escenifican la indiferencia. Hablando con él por la calle se hace presente en el escenario urbano. Se incrementan sincrónica y asincrónicamente las relaciones, dando lugar a una ansiedad constatable por recibir mensajes. Un poco como la ansiedad previa como en el zorro del Principito.
Con los móviles se constata una doble obligación: accesibilidad a través del teléfono y accesibilidad al teléfono y sus contenidos. Se “acepta” como normal la transparencia, pero el problema es determinar los límites cuando mucho es demasiado (how much is too much). Se perpetúa el mito de las parejas, aunque se pueda constatar una diferencia entre los discursos y la práctica.
Por último, los móviles y el ordenar son una delegación de la memoria. La agenda y los contactos quizás sean ejemplos muy claros, pero también están las fotografías e incluso mensajes o conversaciones grabadas como recuerdo.
A través de las TIC hay una hipermediación y la inmediación de las relaciones que, de otra forma sería imposible y, en todo caso, imposibles de gestionar. El WhatsApp es quizás el instrumento más formidable en cuestiones de hipermediación e inmediación. Todo se realiza a través de los mensajes, los grupos, el control, la memoria, la inmediatez de la respuesta. El dato de hora de conexión, los check que permiten saber si un mensaje ha sido recibido e incluso si ha sido abierto acentúan la dependencia y evidencia la exigencia de inmediatez en la respuesta. Aunque, como hemos señalado más arriba, podamos advertir una brecha de género y de edad.
Los dispositivos son máquinas de archivos, es decir, pueden ser leídos por terceros. Y pueden servir de prueba, de evidencias y de máquinas de recuerdos. El dispositivo permite las inscripciones, el archivo de la vida: canciones, mensajes, fotografías... Que, además, pueden ser compartidos, lo que permite con mayor facilidad la creación y establecimiento de vínculos con carga emocional compartida, lo que estamos denominando intimidad.
Con respecto a los dispositivos en cuanto a objetos, también pueden ser compartidos y asumir el papel de símbolos precisamente de esa unión. Realizar la portabilidad para tener el mismo operador es una operación antes incluso de la hipoteca o el matrimonio. Entre los padres e hijos el móvil es el símbolo de la independencia y la madurez, se confía en el hijo para hacerse cargo de él, a la vez que es utilizado como medio de control. “This ambivalent side of remediation can be seen as well in the increased possibilities of experiencing this unhappy consciousness characteristic of processes of mutual recognition” (Lasén, 2009)
Los móviles son muy útiles en situaciones extraordinarias, como los accidentes, incluso Facebook tiene una aplicación que se pone en marcha en caso de urgencia (terremotos, atentados terroristas) y que informa que el usuario se encuentra bien.
Como dispositivos, han demostrado que son capaces de crear ocasiones afectivas. A diferencia de los teléfonos convencionales, especialmente antes de la generalización del reconocimiento de llamadas, con los móviles se inventó la práctica social de las llamadas perdidas. Una “perdida” es un significante cero. El propio enlace es el significado. No hay significante, y se le acaba otorgando un significado concreto. La voluntad de conexión deja paso a la muestra de interés por parte de quien la realiza. Piensa en mí. Sin embargo, también pueden ser una coartada. Hay una perdida. Te llamé, pero no cogiste el teléfono. Sin necesidad de especificar ni siquiera el lugar desde donde se realiza la llamada.
Para el control y expresión de las emociones. Hay canales más fríos, como los SMS frente a las llamadas. Para romper una relación, para los despidos. Pero también son menos intrusivos, no molestan, pueden ser contestados más tarde. La mediación de la intimidad no es nueva, se hizo ya con la carta y el teléfono, con los abanicos… Todo ello ha pasado a la literatura y las canciones románticas, mientras que las TIC se están resistiendo.
3.2. Acumulación de preferencias
Se puede averiguar la intimidad a través de Facebook. Entendiendo la intimidad como esos sobreentendidos del lenguaje compartido entre dos personas. Lenguaje, no sólo con palabras, cualquier tipo de comunicación, iconos, canciones, imágenes ponen sobre el tapete, en este caso el muro, las conexiones íntimas.
Es evidente que muchas pasarán desapercibidas, pero el medio es el mensaje y estar conectados en sí mismo, puede ser una intimidad. ¿Por qué si no se rompen las parejas y hay tanto interés en salvaguardar la privacidad del WhatsApp y el Facebook propio?
En los facebooks abiertos hay que guardar las formas, en los privados, puede ser uno más explícito. Aunque podamos rastrear los rastros de intimidad en los mensajes públicos, siempre serán más íntimos los privados, abriendo, de nuevo, un nexo de unión entre privacidad e intimidad. El lugar físico (metafórico) como ámbito propicio para el desarrollo de la intimidad.
3.3. Actitud hacia el terminal
Se ha constatado en varios estudios la actitud de afecto hacia el terminal, que, aunque no es lo mismo que sentir intimidad hacia él, tiene mucho que ver con ésta. Perder el terminar implica perder información, identidad, la personalización del móvil, a través de esta configuración personal y customización se pueden advertir rasgos muy personales. Se puede, además, leer, borrar, hacer limpieza de archivos, recuerdos, fotografías, configuración y preferencias… El móvil en la pareja implica una obligación de transparencia precisamente en este sentido. La personalización incluye elementos externos como la funda, cristal templado, pegatinas, widgets y, en el interior sutilizan, a veces como fondo de pantalla una foto personal, o la fechas de aniversario para el pin, o guardar los SMS y mensajes de WhatsApp como recuerdo.
Hacia el móvil se siente deseo, pánico, ansiedad, necesidad para organizarse, pánico a perderlo, ansiedad por no recibir mensajes. A diferencia de otros dispositivos tecnológicos, los móviles los llevamos incorporados, es decir, tan pegados al cuerpo que son casi una extensión biónica de él. Sentimos su vibración en nuestra piel cuando está en el bolsillo. Al personalizarlo con aplicaciones, con fundas y otros artilugios reflejamos la personalidad. La dependencia ha llegado a ser catalogada como trastorno psicológico, aunque no se llegue al extremo, la desconexión puede acarrear el miedo a haber perdido una llamada importante. Cuando se pierde el terminal, se recurre a las redes sociales para restablecer la memoria perdida, los contactos, las imágenes…
Podríamos decir que los propios objetos son muestra de la intimidad que mostramos hacia los demás, y que, en cierta forma, mantenemos cierto contacto íntimo con ellos. Es interesante comprobar cómo la carrera por renovar los dispositivos, en especial los móviles, convive con esta relación intensa y la ansiedad de separación que provoca. Gracias al almacenamiento de información en las tarjetas SIM o la posibilidad de copiar y almacenar datos y preferencias en nubes el proceso de re-customización es más rápido y menos costoso.
Conclusión
Esta comunicación pretende ser una recapitulación de los puntos sobre los que se tendrá que desarrollar la posterior investigación empírica de cómo las TIC inciden en la creación, mantenimiento y desarrollo de la intimidad en el marco de los grupos de activistas sociales. Las herramientas fundamentales que se llevan utilizando provienen de la etnografía y tienen un anclaje teórico importante en la Teoría del Actor Red de Bruno Latour (2008), la novedad consiste en aplicar el concepto de intimidad como lenguaje compartido que sugiere José Luis Pardo (2004) y se comprueba en los estudios sobre pragmática en el lenguaje, en especial la teoría de la Relevancia (Wilson y Sperber, 2004).
Bibliografía
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