La niñez cautiva. Salud mental infantil y juvenil

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MinSalud. Salud mental infantil Apego, vínculo, juego y arte, una apuesta por la salud mental infantil
S y Publicación Digital de Educación para la Salud Dirección de Promoción y Prevención Ministerio de Salud y Protección Social Año 2. No 8. Octubre d

INFANTIL Y JUVENIL. La Historieta
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La niñez cautiva. Salud mental infantil y juvenil Sara Cohen Fondo de Cultura Económica, 2014

Ante todo debo decir que me produce un especial placer presentar un libro de Sara Cohen con quien me liga una relación de muchos años. Esto me permite reconocer en el libro no solamente una posición teórica y clínica, sino también un estilo ético de pensamiento, de escritura y de vida. Se cumple el aforismo “el estilo es el hombre”, en este caso, “el estilo es la mujer”, lo que me conduce a un comentario general sobre el libro en comparación con muchos otros de psiquiatría y de psicoanálisis. Cuando abordamos un libro de psicología, psiquiatría o de psicoanálisis respiramos hondo y nos preparamos para una jornada de trabajo. Esperamos sesudas ideas que despierten en nosotros fuertes adhesiones o, al contrario, desacuerdos que pueden llegar a exasperarnos. Esto en el mejor de los casos. Porque también puede tratarse de un texto aburrido, que no diga nada, o algunas veces nada nuevo y que sea una mera repetición de cosas ya dichas. También, como acontece con algunos textos citados en este libro, pueden tender a ser un manual de diagnósticos estereotipados preestablecidos, elucubraciones teóricas o indicaciones terapéuticas estandarizadas. Y aclaro que no me estoy refiriendo a textos de psiquiatría, lo mismo puede pasar con libros dentro del campo psicoanalítico. De modo que alguien se ubique como psicoanalista, o escriba desde lo que se denomina genérica-

mente psicoanálisis, no evita estos riesgos. En esta ocasión se trata de un libro totalmente distinto, Sara Cohen nos va llevando a recorrer un particular ensamble entre la reproducción de textos de grandes escritores (Le Clézio y Di Benedetto), acerca de la vida de una niña luego devenida mujer y de un niño en duelo, a lo que se van agregando certeras opiniones psicoanalíticas. La lectura nos muestra los conflictos psíquicos de los personajes relatados por estos autores, y se van intercalando las importantes puntuaciones, comentarios y enseñanzas que Cohen va haciendo, como psicoanalista preocupada por la política de la así llamada “salud mental “en nuestros tiempos. La lectura me dio la impresión de estar asistiendo a clases magistrales de presentación de textos literarios, que es una de las especialidades de Sara Cohen, en las que se va iluminando la psicología de los personajes desde un enfoque psicoanalítico. Es obvio que se ligan las dos vocaciones de la autora, el amor a la literatura y el amor al psicoanálisis, en esta ocasión detrás de un objetivo trascendente que es proteger a los niños. Todo esto le da una inusual riqueza a estas creaciones literarias, las que describen la vida de niños que van creciendo afectados, desde muy pequeños, por duros golpes de la vida. El escrito permite la curiosa experiencia de acompañar a una psicoanalista en su práctica, en este caso de lectura, incluyendo

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sus conjeturas, sus preocupaciones y sus desarrollos teóricos. Podrían ser casos clínicos atendidos en su consultorio, los que seguramente serían abordados según estas mismas líneas teórico-clínicas. Los comentarios y las descripciones resaltan qué es lo que puede ir mejorando o empeorando la evolución de estas vidas. Freud también tomó obras literarias tales como, la Gradiva de Jensen, las Memorias de un enfermo de nervios de Schreber, el Presidente Wilson, Hamlet, así como diversos escritos de Dostoievski y otros, aplicando todas sus herramientas e intentando comprender la organización psíquica y orientar una cantidad de recomendaciones clínicas. También Lacan se basó en obras como las de Marguerite Duras, Jean Paulhan, Gide o Mishima, también como lo hizo Freud el Hamlet de Shakespeare, solo para citar algunas de las tantas referencias literarias lacanianas. Analizando estos textos al igual que Sara Cohen, consiguen acercarse a comprender la vida de los individuos no reducidos a casos clínicos en análisis. Consideremos que la mayor parte de la gente no se analiza y, sin embargo, sufren, tienen síntomas, transferencias y utilizan los diferentes procesos psíquicos, que nosotros conocemos, para superarlos o sucumbir al no tener recursos. Por supuesto, también se ven expuestas todas las personas a las consecuencias psíquicas de los traumas y la repetición. La primera parte del libro nos lleva a acompañar a Laila, una niña secuestrada. Guiados por Cohen exploramos sus desventuras y cómo esta heroína va sobreviviendo, y en su supervivencia va dejando trozos de sí, con las consecuentes

cicatrices psíquicas y físicas. Los desarrollos de la autora nos resaltan el conflicto entre las búsquedas de reparar los serios daños infligidos sobre la niña desde los 6 o 7 años y la tendencia a que se vuelvan a repetir. Esto hace a la calidad literaria del relato de Le Clézio, ya que la descripción de la historia no ahorra los elementos trágicos, la niña, luego mujer, a pesar de todo, pasa de la tragedia al drama de la supervivencia. Laila de alguna manera sabe como orientar sus caminos de fuga. Va buscando y/o encontrando aquellos que muchas veces la rescatan, mientras tiene que afrontar la ineludible historia del desarrollo psicosexual. Sara Cohen nos va ilustrando cada momento y cada mecanismo. Es un ejercicio de lectura el que hace que pone en evidencia la escritora y crítica literaria. Apoyada en este ejercicio, tiene la intención, como psicoanalista, de mostrar su “tesis” acerca de la infancia como etapa vulnerable y en muchos casos cautiva de otros. Esos otros son agentes de culturas y circunstancias, quienes también traen sus historias, su voluptuosidad o su generosidad. Todo esto resulta conmovedor y adquiere verosimilitud gracias al fondo de reiteración de la amenaza siniestra del “saco negro”, metáfora del secuestro, y luego aparece la fuente de salvación, el cual es el aprendizaje de un saber que abre la vía a la expresividad musical. Parece una paradoja siniestra que solo puede ser comprendida si decanta lo que el libro nos explica del desamparo, los golpes de la vida, la búsqueda de salida y la repetición, organizadas alrededor de lo sonoro. La audición perdida debe construir una voz, intentando invocar un inconsciente que

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alcanza a responder de esta manera a pesar de que fue lesionado originariamente por el trauma. Esto nos va ilustrando, de un modo ejemplar de qué manera, en el abordaje de la clínica con niños, la estandarización psiquiátrica, puede ser un modo de despreciar oportunidades de pensar en cómo reparar lo roto en la dinámica psíquica. Estemos advertidos que cierta psiquiatría al modo de una intervención quirúrgica busca hacer un corte con el costo de aumentar el deterioro. En cambio, mediante una psicoterapia se buscan los hilos clínicos que permitan recomponer la fisiología del desarrollo psíquico, procurando la solución que encuentre el propio sujeto. En la segunda parte del libro aparece un relato que comienza con esta frase: En el cuento “Enroscado” presenciamos la triste e irrefrenable incongruencia a la que se ven sometidos un hijo y un padre ante la muerte de la madre y de la mujer, respectivamente.

Di Benedetto relata la historia de Bertito, un niño que se va transformando en el síntoma de lo no asumido por el padre y otros adultos que lo rodean. Es evidente la soledad en la que se encuentra en ese contexto social y cultural, frente a semejante pérdida. Son historias que se suelen encontrar con frecuencia entre los inmigrantes. Este relato se ubica en los años 50. También en nuestra época se pueden ver en todas aquellas circunstancias cuando hay un estrecho círculo de vínculos frente a pérdidas tan radicales. También aparece un común denominador con las historias de los secuestrados,

los deportados, los campos de concentración, etc.: sobrevivientes en general y con qué recursos todos ellos se las arreglan o bien sucumben. Como conclusión, si bien se puede referir la infancia a la máxima libertad porque está todo por hacerse, en muchos casos, no tan heroicos como estos, se ve que en lugar del ejercicio feliz de esa libertad surge el cautiverio. Expresión precisa para indicar que ocurre lo que yo denominaría la destrucción de la infancia. En lugar de la infancia surge la utilización de los niños como seres funcionales a los requerimientos o conflictos de los padres y el contexto. Esto acontece con muchas decisiones de políticas educativas o de supuesta protección de la infancia y, tal como lo plantea el libro, en las decisiones sobre salud mental infanto-juvenil. Todos los analistas hemos conocido en el abordaje clínico con niños o adultos que han tenido infancias cautivas que se prolongan en vidas hipotecadas. Justamente la libertad de lo lúdico se ve impedida por el hiperrealismo de la vida adulta, llena de conflictos y con el agravante de ser los niños puntos de descarga de maltratos sociales o familiares. La única chance en esos casos, para el que lo soporta, es la sublimación. Sin embargo, no suele ser suficiente para alcanzar el placer o la felicidad. Por todo esto, este libro forma parte de la valorable actitud de muchos analistas que bregan por evitar, en el campo de la psiquiatría infantil, la siniestra repetición que significa que aquellos que tendrían que restituir parte de la libertad perdida se vuelvan cómplices del encierro. La descripción de ciertas orientaciones psiquiátricas remedan esos cuentos de terror

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donde el supuesto cuidador o salvador es el criminal. Yo diría que en algunas circunstancias se produce una regresión cultural de lo que se pudo lograr como diseño moderno de la infancia, volviendo al Medioevo, época en la que no había lugar para que existan lo que hoy en día concebimos como niños, juguetes, juegos infantiles y los derechos de la infancia.

En definitiva solo cabe felicitar a Sara Cohen por este libro, resaltando la calidad literaria, la clara enseñanza psicoanalítica y la valentía de luchar contra una de las plagas de la posmodernidad como es la conjunción entre un discurso pseudocientífico e intereses de cierto capitalismo salvaje. Leonardo Peskin

Psicoterapia breve psicoanalítica. Una experiencia de psicoanálisis aplicado. Clínica y teoría Antonio Perez-Sanchez Xoroi Ediciones, 2014

Presentamos una obra de especial interés para un amplio campo de la clínica y de la teoría psicoanalítica. La misma reúne cuidadosos estudios sobre materiales clínicos exhaustivamente evaluados. Se recorren en torno a ellos modelos de la mente que pueden fundamentar las intervenciones técnicas, según desarrollos de varios autores. Esto comprende una revisión de conceptos básicos sobre encuadres, tipos de vínculo en los que se despliegan relaciones de objeto, sus transferencias, así como modalidades del trabajo interpretativo. Se subrayan conceptos técnicos en función del paciente, como asociación libre, variantes de insight y elaboración propios de esta modalidad del trabajo clínico. Asimismo se destacan conceptos técnicos que hacen a la labor del analista: atención flotante, neutralidad, modos del trabajo interpretativo. Se reúnen sobre estos pun-

tos los criterios de numerosos autores. La obra establece cotejos entre diferentes modos del trabajo en psicoterapia breve y en modalidades del análisis clásico, considerando las siguientes categorías: objetivos, proceso, encuadre, actitudes de los participantes y tipos de intervenciones. Se distinguen asimismo sus diferentes temporalidades. Uno de estos estudios se centra en las indicaciones para el psicoanálisis clásico y para la psicoterapia breve psicoanalítica. Resume sus criterios al considerar en 28 casos aspectos clínicos, foco y tiempo de sesiones en cada uno. Se amplia una tabla sobre estos tratamientos con comentarios clínicos. Por otra parte se analizan 10 casos de interrupción de la psicoterapia, y se consideran factores para esas deserciones, destacando el momento vital del paciente y su motivación para consultar y sostener luego un tratamiento.

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Merece destacarse el capítulo V dedicado a la focalización. En base a interesantes observaciones clínicas, la considera un instrumento técnico opcional. Recorre modos de operar con el foco en varios casos clínicos. Distingue focalizaciones realizadas por el paciente de otras, formuladas por el terapeuta. El autor propone delimitar un foco terapéutico en las primeras entrevistas, que permita circunscribir ciertas áreas conflictivas relacionales, y considerarlo una hipótesis de trabajo cuya eficacia se irá verificando a lo largo de las sesiones. Cuando surgen materiales referidos a otras áreas mantiene la atención en el foco, aun situándolo en segundo plano. Esto supone flexibilidad, no restringir excesivamente la temática (diferencia que puntualiza frente a otras líneas, como la sostenida por Malan). Esta amplitud le permite al autor contar con producciones de asociación libre, las que van configurando lo que denomina “contexto del foco”. Esta modalidad abierta le permite trabajar en distintos niveles de profundidad. El proceso permitirá producir “deslizamientos del foco” hacia otras zonas emergentes en el material. Estos aspectos

se refieren con especial detalle en dos casos clínicos. En otro capítulo el autor indaga las intervenciones del analista, tanto las interpretativas como las consideradas no-interpretativas (sugestión, expresión de tipo emocional, señalamiento, clarificación). La interpretación transferencial merece a su juicio un lugar selectivo, discriminado, más indicado para ciertos pacientes que presentan mayor capacidad de insight y buena tolerancia a las ansiedades que moviliza la concentración en el aquí y ahora. El enfoque propuesto se ilustra con especial claridad en dos materiales clínicos. Razones de espacio nos permiten solo mencionar otros temas tratados con detenimiento: indicaciones de la terapia breve, contraindicaciones, interrupciones, tiempo y proceso terapéutico, terminaciones y seguimientos. Se trata en conjunto de una obra muy significativa, resultante de amplias experiencias y de reflexiones sistemáticas sobre estas practicas clínicas, seguidas largamente en el tiempo con original dedicación y un sostenido espíritu de investigación. Héctor Fiorini

La realidad, el sujeto y el objeto Leonardo Peskin Paidós. Buenos Aires, 2015

Leonardo Peskin nos alcanza un nuevo libro: La realidad, el sujeto y el objeto. Cada uno de los significantes en cuestión

es merecedor, por sí mismo, de un libro; (el primero de Peskin refiere al sujeto) sin embargo, los anuncia y afronta juntos y

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articulados. La multitud de conceptos que toca, hace que este comentario se limite a arrimar una visión, naturalmente sesgada y concisa, de lo que el título lleva, a lo largo de ocho capítulos, en su interior. Uno de los aspectos más importantes, y que circula en todo el desarrollo del autor es que el tema de la “realidad” nos concierne como psicoanalistas, particularmente como psicoanalistas, aunque a veces pareciera que nos fuera ajeno. Y él lo redacta como psicoanalista. Sus articulaciones se anclan fundamentalmente en Freud y —como su convicción lo dicta— en Lacan; aunque no solo en ellos. La escritura se despliega de un modo en el que los temas retornan una y otra vez y, como paciente y perseverante orfebre borromeo los va re-tomando, re-recorriendo, re-realizando; aunque siempre, como debe ser, con diferencias. A lo largo de los capítulos, teje la urdimbre que recorre las articulaciones que el título anuncia; y entre sus hilos trama, siempre, uno de sus intereses fundamentales: nuestra práctica. No todos los capítulos tienen la misma densidad conceptual, sí idéntica jerarquía intelectual. Y nos participan tanto de una posición teórica como ética. El prólogo de Nestor Braunstein es de gran valor indicativo de la claridad con la que Peskin aborda cuestión tan compleja como esta. El epígrafe de Borges, una síntesis elocuente y brillante de lo mismo. En el capítulo primero: “Constitución de la realidad”, anuncia una hipótesis fuerte: la realidad se constituye. En él enuncia la heterogeneidad de “realidades” que circulan en nuestras vidas: la consensual, la de los sueños, etc. Y anticipa su epistemología y su base: Freud y Lacan y sus tres registros: imaginario, simbólico y real.

Toda “realidad” debe ser concebida en la articulación de los tres. Propone un concepto: “poiesis de la realidad” que, como su nombre lo indica, implica una creación, poética si se quiere, y sus creadores somos nosotros, Y no solo la creamos, la habitamos en la trama que habilita y limita sus posibilidades. Así vamos al segundo capítulo “Armazón de la realidad”. A los efectos parte de Freud y su metapsicología con la que fue factible arribar a la propuesta de “realidad psíquica” como fundamental para comprender la neurosis, pero también para abordar los límites entre esta y la realidad consensual-material. Va incorporando los elementos, las variables lacanianas, imprescindibles para el “armado de la realidad”: la sexualidad, el deseo, la castración y el fantasma. En otros términos, el sujeto y el objeto. Recalca una concepción en la que se supone al sujeto intentar resolver una falta originaria y cuya resolución será, entre otras, su concepción de la realidad. Vale destacar que el organizador principal es una falta, no una esencia. Pero requiere que definamos dónde ubicar la realidad: “dentro “o “fuera”. En el tercero capítulo: “Algunas puntuaciones sobre la realidad en la obra de Lacan”, hace un análisis exhaustivo del desarrollo del maestro francés, poniendo énfasis en el imaginario, como constituyente de una “primera realidad”, y su articulación con lo simbólico. Traza un recorrido minucioso y profundo de los gráficos que, a los efectos, propone Lacan. Así se detiene en los Esquemas: L y R, y las variables que incluyen en su representación de la constitución de la realidad individual; y el Esquema I para la psicótica. Luego introduce lo real. En una frase

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sintetiza la versión que va constituyendo: “La realidad, en definitiva, es un montaje complejo del orden del significante, unido a lo imaginario, por fuera de lo real”. En el cuarto capítulo: “La realidad y la sublimación” se retoma el punto neurálgico del agujero, el hueco consecuente a una —cosa— pérdida originaria, constitutiva de lo humano y en derredor del que se constituye la realidad humana. Este rodeo, según él, es ya un camino a la sublimación. Recuerda a Lacan y uno de sus aforos, en la sublimación: “El objeto aquí es elevado a la dignidad de la cosa”. Este camino de “elevación” tendrá significativa importancia en lo que a las cuestiones del fin de análisis concierne. Peskin nos acerca un esquema propio, con bases lacanianas, que podríamos nominar “esquema del engranaje”, en el que justamente “engrana” el agujero pulsional, el objeto “a”, el deseo y las acciones sobre el mundo. Propone que: “La misma creación del objeto ‘a’, forjado por la insistencia pulsional, es un hecho sublimatorio”. Otro aspecto que despierta inquietudes es también abordado por el autor: “El sublimar no es una garantía de salud ni de estar del lado del bien”. Deberemos incluir la subjetividad, represión mediante, al otro y su calidad, el ideal y lo real y lo posible su encausamiento para reconocer su destino. Es claro que se hace necesario incluir la función paterna en la cuestión y la condensa en los siguientes términos: “Quizás podamos decir que la posibilidad de actuar de acuerdo con el deseo sujeto a la ley paterna en la realidad corriente [Wirklichkeit] está condicionado la realidad psíquica [Realität], en la medida en que ambas son el anverso y el reverso de la subjetividad”. Y agrega otro de sus apor-

tes: “Cada quien atraviesa un proceso de morfogénesis de un padre”. En alguna medida todos “creamos” un padre y en esa morfogénesis, parte de la realidad. En el quinto capítulo: “El psicoanálisis como una investigación que parte desde la realidad” propone una reflexión: “Quizás podamos decir que el objeto del psicoanálisis es el sujeto, ya que emerge en la articulación del inconsciente con la pulsión”. Otro tema que atañe a la cuestión es el del “encuadre psicoanalítico”. El concepto ha recorrido un camino largo y con propuestas de características diferentes y hasta contrapuestas. El autor aporta un concepto de Foucault, el de “dispositivo” y lo analiza a la luz de lo que hace al encuentro en nuestra práctica entre el “deseo del paciente” y el “deseo del psicoanalista” y las necesarias complejidades que contiene. Toma, y re-toma el desarrollo del infans y su isomorfismo con algunas creencias religiosas. Es inevitable que al tocar el tema de la realidad se acerque el tema del tiempo, y lo aborda considerando un “tiempo del narcisismo” que alude a la realidad del instante; y variedades de postergación que atañen a la necesaria demora por el tiempo de la espera que requiere del deseo. El punto, mítico, de la articulación de la pulsión al deseo constituiría lo atemporal e inmortal del deseo, que al articularse al “engranaje simbólico” motoriza y temporiza la operación del sujeto. El sexto capítulo: “La realidad y la clínica” como es previsible, e inevitable, aborda la cuestión de la transferencia. Es que la transferencia representa el tema principal en el que se juega esta compleja articulación imaginario-simbólico-real. Y es también uno de los que más remite a la posición del analista. Nos recuerda el

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texto que, con Lacan, el analista hace semblante del objeto “a” y, apoyado en el mencionado deseo del analista y formalizado en el “discurso del analista”, ejerce su función. De la transferencia nos deslizamos a las entidades clínicas y su correlativa constitución de la realidad. La neurosis, la perversión y la psicosis, acorde a sus mecanismos específicos de defensa, definen diferentes modos de ordenamiento, o creación, de la realidad. En el séptimo capítulo: “La realidad desde la infancia a la adolescencia” recalca una posición: no hay clínica que no contenga una teoría. Es de los acuerdos mínimos que podremos abordar la práctica. Con Lacan deberemos considerar los registros imaginario, simbólico y real a los efectos de considerar una “teoría del sujeto”. En ese camino retoma los desarrollos acerca de la génesis del sujeto considerando el narcicismo, el pasaje por el Edipo con la operatoria de la castración, simbólica, la incidencia del otro, etc. La asunción del goce sexual como propio es el desafío y se encuentra ceñido por lo antedicho, y el camino de la ya anunciada hipótesis de la “creación de un padre” y la problemática del superyó. Esta cuestión lleva a plantear cuál es el lugar de analista ante la demanda adolescente, y responde: “Se trata de no cubrir los errores, los yerros del padre, y de poder decirse: ‘¿Qué puedo hacer yo con eso, para tener un punto de apoyo? Porque ese es el punto que está claudicando en mi mundo simbólico y eso cae sobre mí como deuda a pagar’”. El último capítulo es “La realidad como espacio que limita con lo real, lo social, lo virtual y lo ficcional”. Por lo que el libro viene tratando, la realidad es definible a la manera de un campo o terri-

torio que tiene sus límites. En el deslizamiento sobre la superficie, encontraremos diferentes realidades, pero si la perforamos, podemos acceder a lo real. En el plano de la materialidad en el que se desliza la subjetividad se puede introducir otra “materialidad”, la del significante, que permite acceder a lo “irreal”, lo ficcional, sin que altere la posición del sujeto en la realidad. Pero no solo lugares espaciales constituyen la realidad. Multitud de estímulos como olores, palabras sensaciones corporales, etc., serían las cosas, concebibles e inconcebibles, que operan en la vida del sujeto. Entre estas versiones, escenas, transcurre el sujeto intentando resolver la pulsión, lo real, y la repetición. “Nuestra expectativa es que la repetición como expresión fanática ceda y podamos observar en la realidad de la vida de las personas que, frente a hechos que se presenten, encuentren nuevos modos, para que la realidad sea más placentera, acorde al deseo y la transformación que lograron de sus síntomas”. Frase con la que culmina su libro. A lo largo de su obra el autor va cumpliendo rigurosamente con su propuesta, al tiempo que su lectura ejerce cierta conmoción. Es un libro que va produciendo efectos que promueven nuevas “versiones de la realidad” y, por ende, subjetivos. Kierkegaard, en su prólogo a La alternativa, hace dialogar a un libro y sus palabras con su lector al que dice: “Léelas de tal suerte que después de haberlo hecho sigas siendo como los que no han olvidado lo que leyeron”. Creo que los lectores de Peskin se enrolaran, como yo, en este conjunto. Jorge Luis Santalla

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