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LA PAREJA Por Raymond Bernard, F. R. C. Despues de haber hablado de la muerte y de su pretendido misterio, después de haber esclarecido esta cuestión de una manera definitiva y haberles mostrado el maravilloso mecanismo de una gran ley cósmica, quisiera abordar ahora el tema de la pareja, que creo es de importancia más inmediata y uno de los grandes problemas del hombre actual. Prólogo Voy a hacerlo de una manera objetiva y franca, exponiendo los principios que sé verdaderos, y cuya íntima comprensión y valor profundo, para una existencia digna de este nombre, me han sido revelados de varias maneras. En la función que asumo dentro de una inmensa jurisdicción que sobrepasa toda limitación de razas o nacionalidades, a menudo someten a mi atención problemas particulares relativos a la pareja, y he comprobado que la explicación de verdaderos principios, permite a mis interlocutores y a los que me escriben, comprender su situación personal y resolverla por sí mismos. En tales cuestiones, los únicos que pueden encontrar una solución son los propios interesados, y desapruebo a cualquiera que aconseje una salida específica a una situación que no le concierne particularmente. Se llega a la solución de un problema, partiendo de argumentos definidos y con un razonamiento adecuado sobre estos argumentos. Este razonamiento se aplica a particularidades individuales. Es esencialmente privado, mientras que los argumentos deben ser generales. Sin embargo, constato que no lo son. Los libros que he podido leer, concernientes a este tema, los sermones y las charlas que he oído, las conversaciones privadas que he podido tener, me han demostrado hasta la evidencia, que la argumentación se basa siempre en el concepto personal de un autor, de un orador o de un individuo. Ciertamente, este concepto es el fruto de una experiencia privada, a veces rica en enseñanzas, pero nunca con la cualidad de generalidad que permita adaptar oso conocimiento a todos los casos y a tudas las situaciones. Es verdad que semejante cualidad no puede encontrarse más que en un principio primordial, y este principio no puede ser percibido y aceptado más que por los místicos, porque sólo ellos tienen en cuenta la unidad de donde proceden las múltiples fases del mundo manifestarlo. Haciéndoles comprender el problema de la pareja, insisto enérgicamente sobre el hecho de que no es mi propósito justificar ciertas situaciones o provocar otras. No se trata de aportar unos argumentos en contra de otros. Hay varias formas de recibir una verdad. La única válida, a mi manera de ver, es la de considerarla como el medio que sirve para la mejor comprensión de uno mismo y de los demás. La verdad debe unir lo que el error divide. En cualquier caso debo hacer esta advertencia, a fin de que mis explicaciones sobre este tema nunca puedan ser utilizadas como pretexto de una solución negativa a cualquier problema particular. Es necesario tener en cuenta el hecho de que vivimos en sociedad y esta tiene leyes que nos conciernen a todos, tanto a los sabios como a los ignorantes. Estas leyes basadas en la comprensión humana, evolucionan con ella, es decir, lentamente. Si la verdad se oculta, no es por culpa de los que la cuidan y la perpetúan. La luz brilla para todos, pero no todos la aceptan, y los mensajeros de la luz rara vez son comprendidos. Es más fácil para el que tiene conocimientos adaptarse a casos concretos, que al ignorante admitir lo que no puede comprender. Incluso conociendo los verdaderos principios que rigen el comportamiento de la pareja, deberán evitar dar consejo sobre cualquier caso. Hay demasiados elementos en juego en una situación particular, para que un consejo sea eficaz, pues cierto es que el corazón tiene razones que la propia razón desconoce. Comprenderán la necesidad de semejante prólogo. Voy a aventurarme en un terreno en apariencia difícil y es necesario que, desde el principio, convengamos en los límites de nuestros objetivos y propósitos. Una vez dicho esto, no vacilaré ante ninguna explicación. El Origen Del Hombre
Para comprender el problema de la pareja, es esencial recordar que el hombre era en su origen (y volverá a serlo al final de los tiempos, aunque de una manera más espiritualizada) andrógino. El ser era, a la vez, hombre y mujer, y poseía las particularidades de ambos sexos. Por eso, tantas escrituras sagradas, y concretamente el Génesis, hablan dos veces de la creación del hombre. Sin embargo, es inútil par continuar con esta exposición, adoptar teoría especulativa o evolucionistas, porque la separación de los sexos ocurre muy al principio. Pronto llegó el día en que el hombres fue hombre, en el sentido que nosotros lo comprendemos normalmente, y la mujer, mujer. Pero tanto el hombre como la mujer siguieron siendo seres completos, y esto tiene una importancia extrema. La diferencia con el estado de origen era, sin embargo, considerable, Convertido en "un alma viviente", la parle física representaba una polaridad, y la parte complementaria invisible, representaba la otra. Dicho de otra manera: el hombre físicamente masculino tenía en .si mismo su complemento femenino, y la mujer físicamente femenina, tenía en ella misma su complemento masculino. Uno y otro seguían siendo seres completos, no teniendo por objetivo fundamental, la diferencia física, más que la perpetuación de la humanidad, mientras que la meta de la encarnación era el reencuentro, las bodas alquímicas por así decirlo, entre las dos polaridades del ser humano. Comprendo que esto sea difícil de entender para algunos de nosotros, pero les pido que no especulen demasiado sobre este punto. Cuando la iluminación merecida por su trabajo místico descienda sobre ustedes, percibirán todo esto y lo vivirán de una manera que las palabras jamás podrán expresar, Entonces captarán el sentido profundo de palabras tan diversas como vuelta, regeneración, fusión, conciliación, cuando son aplicadas al conocimiento esotérico. De momento, solamente recuerden que lo mismo ahora que antes, tanto el hombre como la mujer, y la mujer como el hombro, son y siguen siendo seres completos en sí mismos, cada uno a la ve/., masculino y femenino, positivo y negativo, no siendo su particular manera de manifestarse más que una sola fase de lo que son en realidad. Este es el principio fundamental que nos va a permitir estudiar, de una manera práctica, los problemas de la pareja. Pero antes debo darles algunas explicaciones. La creación os digna de admiración en todos sus momentos. Gracias a su estado de seres completos, el hombre y la mujer tienen, desde el origen, todos los medios de comprenderse y apreciarse. El hombre por su doble naturaleza posee, además de su estado viril, cualidades femeninas (pasivas) tales como la intuición, la sensibilidad, etc. La mujer, por las mismas razones, posee cualidades masculinas (positivas) tales como la audacia, la energía, etc. Al mismo tiempo encontramos diversos grados, a menudo llamados por error, diferencias entre los seres. Para usar un lenguaje corriente y hacerme comprender, diré que un hombre puede ser masculino en un 60, 70 u 80% por ejemplo y, por lo tanto, en un 40, 30 o 20% femenino (su naturaleza complementaria). La mujer puede ser femenina en la misma proporción, y masculina en la proporción complementaria. Así es como so manifiestan las diversas naturalezas que encontramos a nuestro alrededor y más adelante volveremos sobre esta cuestión. Pero saquemos ahora las primeras conclusiones. Primeras Conclusiones Para que el hombre y la mujer estén en perfecta armonía y se complementen uno al otro de una manera absoluta, sería necesario que sobre el plano físico, uno fuese exactamente el reflejo déla complementariedad del otro sobre el plano espiritual. Esta complementariedad que el hombre busca sobre el plano humano debería ser muy rigurosa, para que la perfección de la pareja pueda realizarse, pero está por demás decir, que es extremadamente raro que seres tan complementarios se encuentren. Sea como sea, debemos comprender que tanto el hombre como la mujer buscan, inconscientemente, en el mundo manifestado, el complemento cuya imagen (sentimiento), llevan en sí mismos. Este complemento representa su ideal, su aspiración profunda, su alter ego, y el que crea que puede encontrarlo fuera de sí mismo, tendrá las peores decepciones. Esto ocurre muy a menudo. Dos seres se encuentran. El hombre ve a la mujer a través de si mismo conforme a la esperanza escondida conforme a la esperanza escondida representada por su propia complementariedad. La considera de esta forma durante semanas o meses. Harás veces se esfuerza en verla como es. La evalúa según su esperanza y tiene tendencia a acercarse a ella por lo que tiene do su
complementariedad. No mide la diferencia de grado que les separa este nivel. Cree, porque os lo que lo han enseñado y lo que lo han dicho y repetido, que los caracteres se adaptan y que cada uno se acoplará al otro. Afortunadamente, hay en cada ser humano a partir del yo interior, una especie de compensación automática. Sin darse cuenta y, gracias al maravilloso fenómeno del hábito, uno y otro, o ambos a la vez, alcanzan una cierta forma de individualización y viven juntos unidos por un afecto sincero y verdadero, en una mutua comprensión. Dado nuestro nivel humano, y aunque tenga que repetirme y emplear términos idénticos bajo diferente fraseología, me parece que será útil explicar todo esto de una manera todavía más sencilla. El problema es demasiado importante para que nos preocupemos del estilo y de la forma literaria. Deseo comunicarles un conocimiento, y si consigo hacérselos asimilar perfectamente, habré alcanzado mi objetivo. Todos los seres vivientes en este mundo, hombres y mujeres, son seres completos en sí mismos. No tienen, en esencia, ninguna necesidad del otro para asumir su papel fundamental en cuanto a alma encarnada. El contacto con el mundo y con las experiencias que en él encuentran tiene por objeto fundamental favorecer su toma de consciencia; de conocer, en el sentido místico, su propia realidad y conseguir llegar a la reintegración final. Todo lo que un ser busca fuera de él, lo tiene en él, desde el origen, aunque no puede conocerlo más que gracias a. mundo exterior. En el terreno que nos preocupa ahora, el hombre o la mujer al buscar su complemento en otro ser, se busca de alguna manera a sí mismo. Proyecta, en suma, fuera do él la imagen de esta complementariedad y parte en su búsqueda. Está por demás decir que tiene todas las oportunidades de ser decepcionado, si su concepto profundo no cambia, y sí cree verdaderamente poder encontrar algún día su propia complementariedad encarnada en algún otro. Sin duda hay parejas felices y son numerosas, pero un examen atento nos lleva enseguida a constatar que, si dos seres consiguen alcanzar la dicha, no es debido a (pie uno sea el complemento perfecto del otro, en el sentido completo de la palabra, sino porque cada uno de ellos ha sido particularmente respetuoso con la libertad y los gustos del otro, , o porque uno de ellos tiene una admiración y un afecto tal al otro, que se olvida un poco de sí mismo en beneficio de ambos, o incluso porque porque los dos encuentran en una sola cosa idéntica un elemento de interés diferente. El encuentro entre dos seres sólo puede hacerse a partir de un nivel humano, con todo lo que este nivel comporta de limitaciones y. restricciones, conscientes o no. Si un hombre joven se enfrenta al matrimonio con la idea de seguir siendo como es, solamente con sus propias aspiraciones, sus propios conceptos y su sola manera de llevar la existencia común, sería mejor que permaneciese solterón empedernido, porque sin duda alguna va a una catástrofe. Su propia complementariedad podría comprenderle, cooperar con él y añadir las cualidades o grados que faltan a su ser físico. Ninguna mujer, por muy próxima que esté a su complementariedad, podrá corresponder del todo a lo que hay en el. Les hablaré más adelante del amor, de sus grados y de su fuerza milagrosa, pero debo insistir en el hecho de que el amor no cambia en nada la naturaleza de las cosas que acabo de exponer. ¿Es necesario deducir por todo esto que el matrimonio es inútil, que toda unión será un desastre y que, ante una eventualidad tan sombría, es mejor abstenerse? Por supuesto que no. Basta simplemente conocer la verdad y actuar en consecuencia. El que la conoce sabe que no puede hacer otra cosa que dominar sus aspiraciones. Dándole a los hechos su justo valor, estos no k; decepcionarán. Sabrá adaptarse a ellos sin tratar de forzarles en favor de sí mismo, porque conocimiento significa maestría. El Matrimonio
¿Qué es entonces el matrimonio? A riesgo de decepcionar a muchos de ustedes, la única definición exacta es esta: el matrimonio es un contrato social, un acuerdo humano en el único nivel humano que existe entre dos seres. Al intercambiar promesas, los esposos no atan absolutamente nada en el cielo y, estoy convencido que, de la misma manera que la incineración ha sido durante mucho tiempo condenada por la iglesia y recientemente reconocida y autorizada por ella, así, tarde o temprano, el matrimonio será admitido por lo que es verdaderamente: un simple contrato entre dos seres, en principio, durante toda su vida sobre la Tierra. Cierto que este contrato es de la más alta naturaleza. No se trata de un acuerdo limitado al acontecer del tiempo o sometido a las circunstancias. Implica lo mejor y lo peor; todos lo sabemos. Concierne a derechos y deberes. Cada uno de los esposos acepta compartir el karma del otro, y su unión permitirá a otras almas-personalidad de su familia o de su descendencia, beneficiarse de esta ley, en esencia, siempre constructiva del karma. Un contrato, por muy importante que sea, puede ser anulado. Nada se opone desde el punto de vista cósmico y no habrá ninguna compensación kármica por su ruptura. La única deuda kármica establecida en semejantes circunstancias, se deberá a lo que ha precedido a la ruptura, a saber, los problemas de la vida conyugal y las faltas de carácter o responsabilidad que las han provocado. Naturalmente el contrato es por concepto definitivo. En principio no se piensa en su posible disolución y este carácter de permanencia es el que debe dirigir a cada uno de los esposos en su comportamiento uno frente a otro. En el mundo occidental, este mismo contrato implica la fidelidad libremente aceptada de uno a otro. Así mismo comporta todo lo que se refiere a la vida social y a sus exigencias. Pero vemos dos seres que mes tras mes, año tras afro, llevan una Vida en común, que lo mejor que se puede decir de ella es que es un infierno cotidiano. Supongamos que estos dos seres unidos en principio para respaldarse mejor y encontrarse junto codo a codo, para sobrellevar las pruebas de la existencia, se destruyen moral y físicamente degradando su condición de seres humanos y, quizás, imprimiendo sobre sus inconciente hijos la marca indeleble do su profundo desacuerdo. Si después de haber agotado todo los medios imaginables para llegar a un acuerdo, a un simple modus vivendi, estos dos seres permanecen junios, les digo claramente que cometen un error, que son responsables do su propia inutilidad y que cualquiera que les aconseje perseverar, contraerá para sí mismo una deuda kármica que tendrá que reparar de una manera u otra. Si la convivencia no es verdaderamente posible a pesar de los esfuerzos de los esposos, es mejor que el contrato se rompa y que cada uno por su parle encuentro su equilibrio y responsabilidad. No hay otra alternativa si la gravedad de la .situación lo exige y cualquier otro intento que se lleve a cabo, sería absurdo e iría en contra de la realidad. Algunas veces he oído exclamar refiriéndose a la vida conyugal: "¡Qué karma!" Es verdaderamente muy fácil decirlo, y el karma no es más que una buena excusa. Echarle la culpa a una ley cósmica de lo que uno es totalmente responsable, os una demostración do debilidad e inconsecuencia con uno mismo, luí el matrimonio cada uno tiene su parle de responsabilidad de una posible degradación y, en ve/, do decir: "¡Qué karma!", más nos valdría reconocer nuestros propios errores. Sea como fuere, la ruptura es un hecho socialmente grave, y apruebo sin reservas la legislación que hace del divorcio, no sólo una imposibilidad, sino un proceso difícil. Algunas en sus querellas conyugales claman por el divorcio, y si la legislación fuese menos severa, muchas parejas ahora felices y dichosas, se habrían disuelto durante los diez primeras años de su vida en común. Con mucho desagrado he abordado la cuestión de la ruptura, porque estoy convencido de que si uno solo de los cónyuges pusiera todo por su parte para evitarla, nunca llegaría a ser una necesidad y, al decir esto, me dirijo particularmente a los Rosacruces. Punto De Vista Rosacruz Ahora vamos a considerar Lo que puede ser la vida en común desde el punto de vista Rosacruz. Tanto al esposo como a la esposa, no se les ocurre pensar en el momento del matrimonio, que van a tener una existencia conyugal difícil. Por el contrario, es el momento de las grandes esperanzas y seguramente la mayor de todas sea, el deseo de cada uno de hacer al otro lo más dichoso posible, pero, desgraciadamente, los buenos propósitos pronto se olvidan. Casi lodos
quieren hacer feliz al otro a su manera, sin pensar en sus aspiraciones. "¡Quiero hacerla feliz y no me comprende!", dice quien olvida que la mejor manera de dar felicidad es, encontrarla juntos. Dos seres felices serán aquellos que, cada uno por su lado, decidan que el otro sea más feliz que él mismo. Entonces todo se armoniza y la solución que so adopte será siempre satisfactoria para ambos. Podría llenar páginas y páginas escribiendo sobre el arto do ser feliz en el amor. Me parece inútil pues; mi convicción es que, cada caso en particular puedo encontrar mejor su solución por si mismo, En cualquier caso, en un hogar en el que uno de los cónyuges es Rosacruz y otro no, es sobre el Rosacruz sobre el que recae la más dura responsabilidad. Las enseñanzas de nuestra Orden nos llevan al desarrollo del ser y a una mayor comprensión de los demás. No engendran ni indiferencia ni ruptura, y ningún Rosacruz digno de este nombre, pensará jamás que su desarrollo interior ha abierto un abismo entre él y su cónyuge. Si así lo creyera, estaría en un indudable error. El Rosacruz debe comprender mejor y amar más a su cónyuge. Debe estar aún, más atonto y vigilante en todo lo que concierne a su hogar y, lo digo sin ambages, si su afiliación a la Orden es precisamente la causa fundamental de la crisis en su hogar, entonces, ' sin duda debe renunciar a su afiliación. El cósmico le presentará, por otros caminos, las experiencias necesarias para su evolución. Veamos ahora las cosas bajo otro aspecto. Para los Rosacruces casados, éste sería ni consejo. El místico no es un retraído, es una persona que participa. Estén con su mujer y, sobre todo, incluso en silencio, obsérvenla cómo se comporta desde la mañana hasta la noche. Véanla en sus pequeños trabajos caseros, dentro de su casa o apartamento, con sus hijos o con ustedes. Cada día, desde la mañana hasta la noche, ella es la que vela por los pequeños detalles, siempre los mismos desde hace años, repitiendo las mismas cosas sin cesar, siempre activa día tras día. ¿Harían ustedes otro tanto? ¿Tendrían tanta paciencia? Si saben ver lo que hace su esposa, dirán con el Dr. H. Spencer Lewis y conmigo, que las mujeres son ángeles sobre la Tierra. No tienten a los ángeles, porque si se convierten temporalmente en demonios, serán ustedes los responsables. La mujer es un ser frágil, sensible, y de una extremada delicadeza. Si esconde sus cualidades, ¿no serán ustedes los responsables? El egoísmo, ciertamente tan humano, ¿no es el que nos conduce al orgullo, a la ligereza y a la intransigencia? En un matrimonio desgraciado a menudo es el esposo el culpable de la destrucción, aunque sea él, quien más se queje. Nunca es tarde para llegar a una comprensión justa. No se puede esperar que ocurra un milagro de la noche a la mañana, pero si hacen la prueba de desear la armonía en el hogar, con la misma obstinación que han puesto para destrucción necesitarán menos tiempo en conseguir el éxito de lo que suponen, porque lo propio de la mujer, reflejo de la madre cósmica, es saber olvidar y perdonar. A las sórores Rosacruces sólo puedo decirles que sigan siendo lo que son y que expresen siempre la verdad de su corazón. Sepan cerrar los ojos a las imperfecciones de sus esposos, porque las preocupaciones de la existencia no le faltan, aunque las disimule bajo su mal humor o una aparente indiferencia. Dejen sus responsabilidades y sean su consuelo. No le aturdan con reproches y consejos. Sean pacientes y, si es necesario, silenciosas; "poro estén siempre ahí, a su lado. El hombre siempre es dichoso sabiendo (pie su esposa está junto a él, aunque por pudor o amor propio, no lo demuestre. Finalmente, un consejo válido para todos es, reconocer siempre dentro del matrimonio las cualidades del otro y olvidar sus defectos. No exijan nunca sus propias cualidades, como no exigirían sus defectos. Acéptense el uno al otro tal como son, porque así expresarán su realidad, que crecerá en cada uno de ustedes conforme a su manera de ser. La Sexualidad Voy a abordar ahora un tema extremadamente delicado: el de la sexualidad. No deseo herir a nadie, aúneme no estoy seguro de conseguirlo, ya que para nosotros los Rosacruces no existen ternas prohibidos. Si hay alguno que tenga gran importancia, es verdaderamente éste. Muchos afirman que es el punto clave de la evolución. Yo no pienso así. La sexualidad no es un problema si se le considera en sí misma y para sí misma. En sí misma no es nada; es, simplemente, el
pensamiento o la intención los que la animan. Si se le pone en su justo término no es más que un elemento entre muchos otros y está lejos de ser el más importante. No es esencial más que para los que se obsesionan con ella y la colocan en primer plano, dejándola dominar su consciencia y regir su pensamiento. La sexualidad no es más que un apetito comparable, en cierta manera, con la necesidad de comer y beber. Tal es la verdad fundamental en este tema. La educación puritana, dispensada por tanto tiempo en numerosos países occidentales, tiene en su origen una concepción radicalmente diferente. El' tema de la sexualidad ha sido considerado como tabú durante siglos e, incluso en nuestros días, pocos se atreven a abordar la cuestión abiertamente. Como todo lo prohibido, ha obsesionado el pensamiento de gran cantidad de gente, y el que sea tema íntimo para cada ser humano amplía, todavía más, su importancia individual. La sexualidad, siendo de un rango totalmente secundario, pasa a primer plano en la existencia de muchos seres, por ser un instinto y una tendencia natural a menudo reprimidos. Al apetito natural se añade una dosis cerebral más o menos considerable y la naturaleza, no pudiendo encontrar su manera de expresión normal, conduce en ciertos casos a complejos de una gravedad a veces trágica. Así, una fuerza natural que, como todas las fuerzas naturales era buena en un principio, se interrumpe en su flujo, por la incomprensión humana y continúa a pesar de todo en la existencia individual, pero bajo otra forma más difícilmente controlable por el hombre. La mayoría de los abusos existentes y, sobre todo, la morbosa importancia que se les concede, son debido únicamente a este falso concepto, todavía real para muchos. No querer mirar los hechos de frente es un error considerable, porque no por eso dejan de ser hechos, y en cambio toman una importancia todavía mayor. Y es así, como hemos llegado a considerar la sexualidad como un grave peligro para el místico y para el hombre religioso. Se han dado casos de seres equilibrados y en perfecto progreso místico que, bajo pretexto, de necesidad espiritual, se aferran desesperadamente a una continencia total, interrumpiéndose por esta causa, su evolución. ¿Cómo podrían volver sus espíritus hacia los altos dominios cósmicos, cuando por su propia voluntad, concentran sus pensamientos sobre la difícil tentativa de dominar un apetito totalmente natural? Es preciso reconocer que de todos los apetitos humanos, el instinto sexual es el más difícil de controlar. Debería decir que se ha convertido en el más difícil de controlar, y esto es así por los motivos que brevemente he indicado. Pero todos los apetitos humanos deben ser controlados por el hombre. Los excesos en la comida y en la bebida son tan peligrosos como una sexualidad desbordante. Es curioso, sin embargo, constatar cómo miramos divertidos a un glotón, con simpatía o ironía a un hombre borracho, pero lanzamos el anatema y consideramos con disgusto a cualquiera que sepamos presume de una sexualidad exacerbada. Siendo el caso que ninguno de ellos es más culpable que los demás. El deber del hombre es someter a un control razonable todos sus apetitos físicos. Suprimirlos no es, bajo ningún concepto, dominarlos. Saber adaptarse en todas las cosas, a la ley del justo medio ("En todo, un medio, justo y bueno", decía Pitágoras), es la regla de oro en cualquier dominio, incluido el de la sexualidad. Sin duda alguna, el que está obsesionado en lo referente a la cuestiones sexual debe con energía y perseverancia, enfocar su en alguna ocupación intelectual o incluso en algún trabajo manual, hasta que la obsesión desaparezca y el deseo vuelva a una periodicidad normal. Pero nunca se debe intentar una supresión definitiva. De esta manera, el fuego se irá apagando bajo las cenizas. Conocí a un hombre, un místico, que a la edad de treinta y ocho años decidió que toda vida sexual cesaría para él. A pesar de estar en el apogeo de su edad, consiguió con enormes esfuerzos su propósito y creyó, durante mucho tiempo, haber dominado esta fase de la vida humana pero hacia los setenta años todo lo que estuvo reprimido durante tanto tiempo, salió violentamente a la superficie en un momento en el que el poder de voluntad declina y habría sido arrastrado a los peores excesos, si la hora de la transición no le hubiera llegado. Este hombre notable, perfectamente lúcido, me decía llorando en medio do los sufrimientos morales que le torturaban: "¡Ojalá que mi estado sirva de ejemplo a otros! No se deben poner obstáculos al flujo de un instinto natural, no se puede parar su "curso. Si intentamos hacerlo, llegará el día en que el dique se rompa". Salluste decía que el mejor medio de dominar a la naturaleza, es someterse a ella. Hablaba de la naturaleza en sí misma y no en lo que la convertimos en nuestro mundo mental e imaginativo. Un apetito humano
controlado pero satisfecho, tiene por resultado el mantenimiento del equilibrio en el ser humano, lo mismo si se trata de alimentación que de sexualidad. Una alimentación conveniente vuelve a dar al cuerpo su equilibrio. Después de haber comido razonablemente, no se piensa más en ello. Así debe ser con la satisfacción del instinto sexual, porque esta necesidad física no tiene más fin que éste, aparte de la procreación. Naturalmente, lo misino que algunos toman una alimentación defectuosa, otros mastican mal o comen demasiado de prisa, lo mismo ocurre a mi número grande de personas quo no conocen en el acto sexual más que una satisfacción incompleta; el equilibrio nunca se alcanza y están buscando perpetuamente nuevas experiencias, esperando encontrar la vez siguiente lo que antes no han conseguido. Sería un error creer que el motivo está en el acto mismo o en lo que por su función tiene que procurar. Cualquiera que pertenezca a esta categoría de insatisfechos, no debe dudar en consultar con un médico competente y exponerle francamente su caso, porque hay una solución para cada uno en estos problemas, y es mejor conocerla a través de un especialista, que perder un tiempo tan precioso para otras cosas, buscando una satisfacción problemática y atormentándose interiormente. Para numerosas pareja no hay otra salida y no deben echarse para atrás ante la idea de un consejo médico, como no lo harían si quisieran conocer el alimenticio que les conviene. Si alguien o alguna pareja, no encuentra sexualmente el equilibrio que procura la satisfacción controlada de un apetito natural, es vital para la armonía del ser o del hogar, que se procure el consejo de un especialista. Cantidad de parejas se han roto por este obstáculo, por culpa de los incidentes físicos o psíquicos de la desarmonía sexual. Todo habría vuelto al orden si, venciendo un pretendido pudor, los esposos, de común acuerdo, hubieran aceptado someter el problema a quien pudiera darles una verdadera solución. Realmente, ¿qué hay de vergonzoso en la necesidad impuesta al hombre de encontrar su equilibrio por la sexualidad, y cómo se puede pensar que la represión do una función natural pueda favorecer el desarrollo espiritual? ¡A qué errores y a qué ilusiones, el razonamiento, la imaginación, lo mental a fin de cuentas, pueden llevar al hombre que no sepa reconocer lo que cósmicamente está bajo su control y lo que no lo está! Lean el libro "Líber Mundi" y vean si el hombre ha podido jamás suprimir las fuerzas naturales. Simplemente le ha sido permitido utilizarlas por medio de su control. Porque todo está en todo, arriba como abajo, dentro como fuera. Creo haber dicho bastante sobre este tema, y mi deseo sería haberles hecho captar dónde esta la verdad. Está, en el equilibrio y en el control. Nadie se sentirá fuera de su centro, si sigue el camino del justo medio. El hombre tiene un magnifico vehículo físico a su disposición. Conduciéndolo con sabiduría y dándole a cada mecanismo su verdadera función y manteniendo siempre la dirección, llevará a buen puerto a su pasajero (el alma-personalidad), que después de un largo y fructífero viaje, irá a descansar, sin haber conocido paradas inútiles, necesarias para revisar alguna pieza descuidada, por la fatiga del motor o por la usura moral, de un conductor (mental) demasiado preocupado por saber si este o aquel mando pueden ser usados con peligro en determinados momentos. Todo apetito físico controlado y convenientemente sometido, libera el pensamiento para que pueda dedicarse a otras preocupaciones y le permita consagrar a los altos valores de la existencia, el tiempo que merecen. Cada cosa toma así su valor verdadero y entonces comprendemos cómo en un universo armonioso, todo es armonía, serenidad y paz profunda. El tema de la sexualidad me lleva al del amor. Algunos se asombrarán y se preguntarán por qué no he hablado primero del amor, como parece más lógico. Cierto, habría podido adoptar ese sistema de desarrollo, pero he situado intencionadamente en primer lugar las consideraciones sobre la pareja y el matrimonio; e segundo lugar la sexualidad, y en tercero i amor, porque la sexualidad es una consecuencia del matrimonio que no necesariamente implica amor y, por eso, me ha parecido que su lugar está en los párrafos de transición, con un cierto acento de neutralidad con relación a los otros temas. Al declarar que el amor no es una necesidad en la sexualidad, no quiero decir más que lo que estos términos implican. Puede haber entre dos seres una atracción particular un gusto recíproco, un entendimiento físico. Esto no significa que hay amor y, si mención este hecho, es para mostrar el peligro que representa una unión basada únicamente en estas consideraciones físicas. Una unión de esta, clase no puede durar mucho, teniendo comí tiene
sus raíces en un terreno transitorio; cambiante. Las atracciones físicas de ambo desaparecerán con el tiempo aunque permanecerán en el pensamiento y, tarde o temprano, buscarán por otro lado el objeto de atracción profunda y la unión se disolverá en una infidelidad crónica. Es necesario no con fundir nunca atracción física y amor. El amor puede completarse por la comunión de los cuerpos. El acto sexual no engendrará nunca el verdadero amor. Sin embargo, algunos creer que el acto sexual no puede existir sin amor y que, sin amor, el acto sexual reduce al hombre al nivel de los animales. Pero si examinamos seriamente los hechos, admitiremos que esta creencia es un simple punto de vista y no tiene en cuenta la realidad, porque cualquiera que examine su propia experiencia y la de los demás en esta materia, sabrá que no es así, pues de lo contrario habría que darle a la palabra amor el significado de gusto o atracción. La sexualidad, como ya hemos visto, es un apetito, un instinto. Es el instinto por definición y, aunque sea controlado, no necesita amor. Si deseo una manzana no quiere decir que estoy enamorado. La manzana me gusta y calmará mi apetito y la encontraré buena en la medida del hambre que tenga. Comprendo que semejante afirmación puede ser utilizada conscientemente, a mala idea, por los que deseen justificar su gusto por las satisfacciones extra conyugales pero, aunque al principio de esta exposición he hecho las reservas categóricas necesarias, añadiré que una nueva lectura de mis explicaciones sobre el matrimonio y la sexualidad en el matrimonio, les convencerá de lo falsa que seria una interpretación tan negativa, siendo como es uno de los elementos más esenciales del contrato entre dos seres; la fidelidad del uno hacia el otro. Pero estoy examinando los hechos con franqueza, sin dudar ante sus implicaciones, habida cuenta de que estos hechos tienen una realidad que no existe solamente en el matrimonio. En el nivel físico el hombre, en ciertos aspectos no es más que un animal superior. Pertenece a la humanidad por las facultades psíquicas y espirituales conscientes que permiten al alma-personalidad manifestarse sobre el plano temporal. Hay que constatar que el libre albedrío en el terreno del instinto, no le sirve. Si el hombre no fuese más que un animal en el nivel de las tendencias, particularmente en las sexuales, raramente cometería abusos y se conformarla inconscientemente con la ley de la periodicidad. Por consiguiente, afirmar que satisfacer sin amor una necesidad física es reducirle a estado animal, es radicalmente contrario a los hechos y a la verdad. Ignoro cuan sorprendente pueda parecer la verdad en esta materia a los países latinos. En otros lugares no lo es tanto, ya que están más cerca de la realidad. La mayoría de los países africanos no tienen ningún problema en el terreno sexual. Así mismo, en todas partes, incluso en occidente, se conforman con los hechos tal cual son en la realidad y, aunque sólo sea por las relaciones sociales y por las apariencias, demuestran hipócritamente estar de acuerdo con los censores. Felizmente, desde hace algunas décadas, se ha producido una evolución considerable en los espíritus, y la verdad poco a poco se instaura liberando a los seres de un problema que nunca lo ha sido. Diferentes Clases de Amor En su magnífica obra El Santuario del Ser, Ralph M. Lewis enseña que hay varias clases de amor, siendo algunas de ellas de impulsos peligrosos. Mi propósito no es extenderme aquí sobre el amor absoluto. El amor absoluto no existe más que a nivel cósmico. No es un sentimiento; es un estado, una fusión. En cierto sentido, el amor tal y como lo experimentamos a nivel humano, no es otra cosa que un grado inferior del amor absoluto. Se podría decir que en el universo, hay energía de amor y que cada uno utiliza de ella el grado correspondiente a su naturaleza o a sus circunstancias, lo que viene a aseverar que el amor es la esencia de todas las cosas, aunque no nos demos cuenta de ello. En todo caso, así como todo lo que es abajo es arriba, el verdadero amor debe ser necesariamente una fusión con un ser, al mismo tiempo que una entrega total. Dos seres que se aman forman uno solo; esto es una gran verdad. Vibran sin cesar en la misma frecuencia en todos los terrenos, y esta simple constatación conduce naturalmente a pensar que un tal amor no existe, más que cuando un ser ha encontrado en otro el reflejo absoluto de su propia complementariedad espiritual. Esto, como ya hemos visto, es extremadamente raro y nos llevaría a la conclusión de que
el verdadero amor no existe, pero es preciso no olvidar el milagroso poder del amor. Sea cual sea su grado al principio, el amor depura y transforma. Su magia armoniza, y en el cambio vibratorio entre dos seres concilia y crea el estado de armonía completa. Por eso, afirmar que es suficiente amar, es una verdad evidente, teniendo cuidado de distinguir el amor de la simple atracción o incluso do la pasión, impulso peligroso y destructivo. La palabra amar indica un conjunto de sentimientos y de sensaciones espirituales, psíquicas y físicas. Es poco precisa y, a fin de cuentas, significa poca cosa para algunos. Debería ser una palabra aparte, una palabra revestida de un sentido particularmente sagrado. Pero las cosas están hechas así, y el más rico vocabulario del mundo resulta de una absoluta imperfección, cuando se trata de hacer un análisis del amor. El amor en su sentido más elevado, es sinónimo de pureza, y no hay nada impuro entre dos seres que se aman. En realidad todo está indisolublemente ligado en nuestro universo y, en último análisis, en una pareja en la cual los cónyuges se complementan perfectamente, es en apariencia difícil determinar si están regidos por el puro sentimiento o atados por una comunión total de los sentidos. Entre dos seres unidos por el amor tal y como ha sido definido aquí, el terreno sexual es siempre el resultado y no el origen de la armonía existente. Resta saber si la sexualidad puede ser sobrepasada. Puede serlo en la medida de un apetito físico, lo que quiere decir que sólo el tiempo es el amo en esta materia. La periodicidad sexual se espacia con la edad; el deseo se hace menos natural. Se podría comparar la calma sexual del atardecer de la vida, con el régimen particular que el hombre adopta al llegar a esa edad. Todo pasará de la manera más natural del mundo en todos aquellos que hayan vivido de una manera natural. El que se mantiene en el justo medio, sometido a la naturaleza pero, controlándola, no tendrá ningún desajuste y, su deseo físico debilitado por los años, no dejará ninguna huella en el cuerpo emocional, que por definición, habrá tenido todas las oportunidades de no envejecer jamás, puesto que el pensamiento durante toda la existencia, permanece igual a sí mismo. Es importante recordar que no hay norma general en lo que concierne al deseo sexual. Depende del individuo. Algunos tienen un apetito voraz, mientras que en otros es más moderado, existiendo además los grados intermedios. Nadie está privilegiado en comparación con los demás, y los problemas de uno son iguales a los del otro. Si todos conocieran los verdaderos principios que rigen al hombre y los tuvieran en cuenta en sus vidas, jamás surgirían dificultades a nadie. Pero el conocimiento debe adquirirse por medio de la experiencia, y los propios problemas son un medio de alcanzar la maestría. Sin embargo la serenidad v el dominio de las pasiones no se adquieren en un día, ni incluso en una vida, y vuelvo a repetir que dominar no quiere decir suprimir. Sin duda alguna, el místico, en ciertas ocasiones, debe concentrar toda su energía en un trabajo de naturaleza sagrada, y sus maestros le recomiendan entonces, una vida física equilibrada en sus actividades naturales. Entonces, es de rigor la continencia, y además se le recomienda el ayuno. Pero es necesario insistir sobre el hecho de que esto tiene sólo una duración limitada, según la importancia de la experiencia en curso. Por supuesto no se trata de enseñarle que estos elementos son inútiles o proscritos. Se trata de favorecer una incursión más profunda en el reino cósmico, y para esto, y sólo por cierto tiempo, es necesario desequilibrar al ser, poniendo más peso en uno de los platos de la balanza, en detrimento del otro. Ayuno y continencia son, en el que está muriendo, el estado preparatorio para la transición, y en ciertas experiencias místicas es realmente una transición la que se opera, durante la cual el cuerpo está en reposo pero, en cuanto el paso de un plano a otro ha terminado, la vuelta a la existencia normal es un imperativo absoluto. Físicamente el ser volverá a ser como antes y, sin embargo, la nueva marca recibida durante la experiencia, será parte integrante de sí mismo, en su visión más amplia del mundo y en su comunión con el absoluto. La maestría para ser verdadera, debe disimularse bajo la humanidad, aunque también es verdad que no le sirve al hombre más que para ser todavía más hombre. El que habla de sus poderes no tiene ninguno; el que los tiene, los emplea en favor de los demás, en secreto, y se calla. Tal es la ley. Como místicos en el mundo actual, tengan como regla llevar una existencia normal, es decir, equilibrada. No sean fanáticos en nada, y no adopten ninguna actitud extrema, porque se arriesgan a caer en ilusiones del psiquismo, y el misticismo será para ustedes como un triste terreno pantanoso,
donde solamente se complacerán en la contemplación de su propio sueño. Denle a su ser físico lo que le conviene; así le permitirán ser una eficaz herramienta de su verdadero yo, y habiendo dado al César lo que es del César, podrán más fácilmente dar a Dios lo que es de Dios. Jamás utilicen la verdad para corromper o para justificarse, pues ella se volverá contra ustedes. Empléenla para conducir sus pensamientos y actos. Su razonamiento será el mejor consejero y, recuerden que si la verdad es una fuente de alegría y de serenidad para ustedes, el deber del que lo sabe, es llevar esa alegría y serenidad a todos. Puede ser que, entonces, en una extraordinaria superación de ustedes mismos, miren las contingencias físicas con la liberalidad de un maestro. Conociendo las explosiones del corazón y sus desgarros, jamás serán indiferentes. Estarán por encima del mundo, y al mismo tiempo sumergidos en él. Nada que sea humano les será jamás desconocido. Publicado en la revista “El Rosacruz” de Julio 1981.