La perversión del instinto maternal. El mito de la maternidad glorificada

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXV, 3, 2008, PÁGS. 457-470 La perversión del instinto maternal. El mito de la maternidad glorificada *Estela V. Welldon (Lond

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LA CONFIGURACIÓN DEL MITO DE LA CIUDAD DE BERLÍN Carmen Gómez García CES Felipe II / UCM [email protected] DE CAPITAL TARDÍA A MITO LITERA

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La perversión del instinto maternal. El mito de la maternidad glorificada *Estela V. Welldon (Londres)

El mito del instinto maternal

El estudio de la perversión y la criminalidad ofrece la mejor oportunidad para observar diferencias importantes entre hombres y mujeres. En contraste con otras áreas de la práctica psiquiátrica-psicoterapéutica, un mayor porcentaje de hombres que de mujeres presenta problemas de perversión y criminalidad. El hecho de que las psicopatologías sean tan diferentes podría obedecer a diferencias básicas en el desarrollo sexual normal de niños y niñas. En el pasado hemos estado preocupados exclusivamente en comparar no solo el desarrollo normal de la libido en varones y niñas, tomando como norma el de los varones, sino también en estudiar la psicopatología en hombres y mujeres de acuerdo con lo que es normal o anormal en los hombres. Esta insuficiencia de comparación podría ser una explicación para la aparentemente excepcional ocurrencia de la perversión sexual en la mujer. Muy poco se conoce acerca de la perversión sexual en las mujeres, en parte porque no la esperamos y, en consecuencia, no la buscamos. Tampoco se presenta muy a menudo la perversión en las mujeres en la forma en que la teoría tradicional nos lo haría esperar, y esto hace difícil el diagnosticar correctamente esta condición clínica. En los últimos años ha habido un repentino incremento en la litera-

* Doctora Honoris Causa de la Oxford Brookes University. Asesora honoraria de las clínicas Tavistoc-Portman NHS de Londres. Directora y fundadora de la Licenciatura en Psicoterapia Forense de la University College of London. Honoraria vitalicia de la International Association for Forensic Psychotherapy.Dirección: 37 Steele’s Road, London NW3 4RG.

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tura dedicada a la sexualidad femenina, pero aun así, muy poco se ha escrito acerca de la perversión sexual femenina. ¿Es aplicable el concepto de perversión a la mujer tal como se la define hoy en día? Enfoquemos primero la definición de “perversión”. El concepto o, más precisamente, la palabra, se refiere a una aberración habitual, en la cual un instinto parcial polariza toda la conducta sexual y se sobrepone a la primacía sexual genital. De hecho, el individuo perverso no tiene elección, su sexualidad es fundamentalmente compulsiva, él se siente prisionero de ella y es su única forma de experimentar una descarga sexual y libidinal total. La aparente escasez de diagnósticos de perversiones en mujeres parece originarse de conceptualizaciones rígidas aplicadas a la psicopatología masculina. La presente ponencia examina las características psicopatológicas diferentes que asumen las perversiones en hombres y en mujeres. Se utiliza una perspectiva evolutiva para, sobre la base de la evidencia clínica, proponer un nuevo modelo teórico de la perversión femenina. La perversión es una condición en la que la persona afligida no se siente capaz de obtener gratificación sexual genital a través del contacto íntimo con otra persona. En vez de ello, dicha persona se siente “dominada“ por una actividad compulsiva que es experimentada subjetivamente como inexplicable y “extraña“, pero que le permite liberarse de una angustia sexual crecientemente insoportable. La actividad por lo general involucra un deseo inconsciente de dañar a los otros o a sí misma. Diríamos que el resultado sería no hacer el amor, sino en cambio, hacer odio. El rasgo fundamental de la perversión es que simbólicamente, la persona intenta vencer el miedo terrible de perder a la madre a través de su acción perversa. De niña nunca se sintió a salvo con su madre, por el contrario, consideraba a esta como a una persona muy peligrosa, lo cual le producía una sensación de mucha vulnerabilidad. Por consiguiente, la motivación subyacente a la perversión es de tipo hostil y sádico. Este es un mecanismo inconsciente característico, o sea que la persona afectada por perversión no está al tanto de todo esto que ocurre en su mundo interno. Las fantasías sobre acciones extrañas o perversas no se consideran perversiones. La verdadera perversión sexual siempre implica el uso real del cuerpo. En algunos casos, las perversiones pueden estar encapsuladas, aisladas del resto de la personalidad, de tal manera que en la superficie la persona parece totalmente normal. Esto se debe a que la perversión involucra una profunda escisión entre sexualidad genital como una fuerza de vida o de amor y aquello que parece ser sexual pero que en realidad corresponde a etapas evolutivas más primitivas, dominadas por la pregenitalidad.

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Mecanismos mentales en la perversión

En la perversión sexual, la angustia aparece como resultado de un conflicto entre el ello y el superyó, en el cual el ello excita al yo mediante la fantasía extraña y bizarra. El ello presiona al yo para que este se deje corromper, parcial o temporalmente, por sus crecientes necesidades. El yo, apoyado por el superyó, lucha contra el acting out de la fantasía, pues siente que esta es incompatible con su noción de integridad. De esta manera, la angustia se incrementa y es necesario tomar una acción inmediata. Finalmente, ante la presión cada vez mayor del ello, el yo es corrompido y sucumbe al acting out. La acción se ha convertido temporariamente en sintónica con el yo, con lo cual permite que se produzca la perversión y que se alcance el objetivo buscado mediante la liberación de la angustia sexual hostil. La hostilidad está relacionada con la revancha por un trauma temprano asociado con la humillación al género y/o con un tremendo temor a no lograr mantener el control ante la pérdida imaginaria del objeto primario o de la persona más importante. Sin embargo, la sensación de bienestar que se obtiene es efímera. Inmediatamente después es reemplazada por un sentimiento de culpa, disgusto hacia sí mismo, vergüenza y depresión. El acting out es experimentado nuevamente como distónico con el yo y el movimiento circular se reinicia. Otros objetivos involucrados en los actos perversos son la regulación de la autoestima (Rosen, 1979) y el asumir riesgos (Stoller, 1975), donde puede existir éxito o fracaso. El éxito está dado por una respuesta atemorizada de la víctima que reafirma al pervertido en su peligrosidad; el fracaso surge de una repetición de la humillación temprana. Con el fin de aclarar las diferencias entre perversiones en hombres y mujeres, quisiera ofrecer la siguiente viñeta clínica que demostrará claramente algunas de dichas diferencias. Ejemplo de perversión masculina

Un hombre de 34 años acude por sí mismo a la clínica quejándose de impulsos intensos e irresistibles de tocar y acariciar los pechos de mujeres desconocidas. él se permitía hacer esto en lugares públicos llenos de gente, generalmente mientras viajaba en el subterráneo en horas de mucha congestión. Se paraba cerca de la puerta del coche y furtivamente acariciaba los pechos de una extraña, listo a huir si ella empezaba a protestar. Nunca había sido detenido por la policía, pero experimentaba vergüenza y disgusto hacia sí mismo después de tales episodios, aunque se sentía incapaz de resistir a esos impulsos. Se sen-

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tía excitado en todas las etapas de su acción, incluyendo la anticipación, la planificación, la elección de su víctima y la reacción de la mujer. La razón para que solicitara la consulta era extraña, pero reveladora de la naturaleza de la perversión. Unas semanas antes, había empezado a tocar el pecho de una mujer en un subterráneo, pero no había logrado despertar ninguna respuesta por parte de ella. él empezó a acariciar atrevidamente su pecho, pero se sintió confundido cuando, a pesar de esto, ella seguía sin reaccionar. Otros pasajeros empezaron a mirar a la mujer, quien finalmente se dio cuenta de la indignidad de la situación, pero no gritó sino que colocó su mano sobre el pecho y tiró de él, demostrando que el paciente en realidad había estado acariciando una prótesis (un seno falso). “Si esto es lo que quieres, puedes llevártelo“, dijo ella sarcásticamente, y empezó a reírse. El hombre se sintió abrumado por una vergüenza intensa. Nunca había experimentado tanta humillación. Recordó que cuando tenía tres años su madre transfirió toda su atención hacia su hermanita recién nacida y lo ridiculizó por querer mamar de su pecho. Conceptualización de la perversión femenina

Tanto en hombres como en mujeres, se usan las funciones reproductivas y los órganos reproductivos para la perversión; el hombre usa el pene para llevar a cabo sus actividades perversas, mientras que la mujer utiliza todo su cuerpo, pues sus órganos reproductivos-sexuales están más distribuidos. La diferencia en su psicopatología se origina en el cuerpo femenino y sus atributos psíquicos, biológicos propios, incluyendo la fecundidad con toda su gama de representaciones mentales (Welldon, 1991). La experiencia en la Clínica Portman ha demostrado, entre otras cosas, que esta es una distinción importante entre las perversiones sexuales en hombres y en mujeres. Considero esencial el concentrarme en un factor que no ha merecido la debida atención: el rol de los órganos reproductivos femeninos (la característica sexual distintiva) a través del ciclo de vida. Creo que la mujer no solo atraviesa por un desarrollo libidinal diferente, sino que también experimenta una sensación de presión derivada de un sentido inexorable del tiempo que es exclusivo del género femenino y que se encuentra íntimamente relacionado con su función reproductiva. Tal es el caso del primer período menstrual –menarca–, indicador de que la niña-mujer se encuentra ya biológicamente preparada para la función reproductiva. De allí en adelante, tendrá períodos cada cuatro semanas –menstruaciones–, una señal constante de su esperanza-temor femenino de sus

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funciones no solo como mujer sino también como madre futura. La fecundidad, o la esperanza-temor de ello, estará presente durante los años que se suceden y que estarán limitados a un período fijo. De allí que la ambivalencia respecto de la posibilidad de ser madre estimulará en algunos casos una enorme carga de ansiedad a medida que los años pasan. Esto puede producir efectos laterales tales como el “mini-duelo“ que sigue a la aparición de los períodos menstruales cuando la mujer se siente privada de la experiencia de un embarazo, aun cuando ella pueda haber sido capaz de imponer su propia decisión de no querer ser madre por el momento. En otras ocasiones, el embarazo llega a ser para algunas mujeres la única prueba incontrovertible de pertenencia a la identidad femenina. Esto se observa a menudo en chicas adolescentes promiscuas. Por otra parte, lo he observado con colegas en Europa, en donde la mujer no puede participar de la maternidad y la profesión en forma simultánea; hay un grupo de mujeres que se han dedicado exclusivamente a sus carreras profesionales, y que al iniciar sus vidas adultas han demostrado la determinación de no tener hijos para poder dedicarse al progreso de sus carreras. Al alcanzar una temprana media edad vienen en busca de terapia, sufriendo una ansiedad y una ambivalencia cada vez mayores acerca de sus previamente fuertes convicciones de no querer tener hijos. Ahora se sienten perseguidas por el tiempo y por la inexorable menopausia que se aproxima. Una vez más, la mujer se encuentra profundamente influenciada no solo por hechos psicológicos, sino también por el ritmo biológico que está gobernando su vida. Lo mismo tiene aplicación con respecto al embarazo, en el cual el período de nueve meses es fijo, y en cuyo transcurso tendrán lugar cambios psicológicos, físicos, hormonales, tanto en su mundo interno como en el externo. Tal diferencia, profunda y espectacular, en el sentido de la temporalidad entre mujeres y hombres, funciona como un “reloj biológico“ que está presente desde el nacimiento, y es posible que esta diferencia afecte en forma distinta a mujeres y hombres; se podría especular que por medio de esto las mujeres estén predispuestas más intensamente al principio de realidad. Creo que es esencial el reflexionar sobre la función reproductiva en la mujer con todas sus múltiples facetas. Para esto, tendré en cuenta a mis pacientes hombres adultos, no solo cuando hablan de las experiencias con sus madres en la temprana niñez, sino también lo que acontece en la situación transferencial cuando reviven el tipo de fusión y dependencia que han experimentado y que tratarán de re-actuar en su terapia. Sabemos ya de los trabajos de Mahler acerca de los estudios de la “simbiosis“ que aparece con madres de futuros perversos y la falta de

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separación e individuación, procesos normativos durante la infancia, que han estado impedidos por esas madres. También tengo en cuenta material que las pacientes mujeres que sufren de perversiones nos ofrecen cuando hablan acerca de sus relaciones con sus hijos, cómo abusan de su poder y de su posición de control con respecto a ellos. Observando a estas pacientes, se me ocurrió años atrás que no era raro que algunas mujeres, bajo el dictado o la presión de convertirse en madres, eligieran este camino como el único en el cual tendrán a alguien –un infante totalmente dependiente– a su merced, por completo bajo su control, no solo psicológica sino también biológicamente, recreando en consecuencia aquellas características que se aplican a las relaciones perversas. La capacidad que la mujer tiene para la procreación, para quedar embarazada y llevar a la criatura dentro de su propio cuerpo, le provee algunas características emocionales en su relación de objeto que no solo son exageradas sino también muy distorsionadas, tales como se las encuentra en relaciones perversas. Ello incluye la necesidad de acaparar a la otra persona, de deshumanizar al objeto, de entrometerse, de invadir, de estar en completo control de la situación, de fusionarse con el otro. La principal diferencia entre la acción perversa de un hombre y la de una mujer radica en el objeto. En los hombres, el acto es dirigido hacia un objeto parcial externo, como en el ejemplo suministrado antes. En las mujeres, el acto es dirigido generalmente contra sí mismas, ya sea contra sus cuerpos o contra objetos que ellas ven como sus propias creaciones, es decir, sus bebés. En ambos casos, cuerpos y bebés son tratados como objetos parciales deshumanizados (Welldon, 1988). Las psicopatologías que se asocian más a menudo con mujeres son los síndromes de daño autoinfligido relacionado con desórdenes que afectan la función reproductiva. Por ejemplo, anorexia nerviosa, bulimia y formas de automutilación, donde la ausencia o la presencia de menstruación puede actuar como indicador de la gravedad de la condición; abuso autoinfligido; algunas formas de prostitución y abuso sexual y físico de niños, incluyendo incesto con niños de ambos sexos. Las víctimas pueden experimentar una adicción al trauma que las induce a la autodestrucción. Esta característica particular es descripta con precisión por J. Milton (1994) al escribir sobre el vínculo entre abuso físico severo en la niñez y franca perversión en las mujeres. Ella plantea que un aspecto grave de la situación de la víctima es la corrupción que esta ha sufrido en los primeros años de su vida a través de una estimulación extrema de su propio odio y destructividad, que pasan a ser erotizados en su identificación con el agresor, nuevamente como un mecanismo de supervivencia psíquica.

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Las mujeres son conscientes no solo del sufrimiento causado a los otros sino también del infligido a sí mismas. Sus historias se caracterizan consistentemente por la exposición a incidentes traumáticos tempranos, repetidos y serios, de abuso emocional y físico por parte de sus progenitores o sus sustitutos. Una paciente de 26 años me contaba cómo fantaseaba que descuartizaba los cuerpos de hombres a los que no conocía; cómo ella se acercaría y “atraería“ a sus víctimas potenciales (hombres) mediante engaños con el fin de obtener su cooperación para actividades inexistentes y falsas, mientras que todo el tiempo ella estaría albergando designios homicidas. Se jactaba de ser “extremadamente peligrosa“ e incluso afirmaba haber matado a unas cuantas personas, pero era imposible saber si se trataba de meras fantasías. ¿Cuál era su problema real? Ella comía para lograr una obesidad extrema. Se cortaba y se quemaba en todas partes del cuerpo. Algunas de estas heridas se las realizaba en sus partes sexuales y el dolor infligido le causaba un gran alivio sexual. Otras heridas se las hacía en áreas expuestas del cuerpo, por lo que resultaban visibles para todos los que la veían. Para empezar, ella intentó racionalizar dicho comportamiento afirmando que de esa manera protegía a los demás contra sus deseos homicidas. Sin embargo, cuando empezó a explorar a un nivel más profundo, admitió reticentemente que lo que obtenía del hecho de que los demás miraran fijamente sus heridas autoinfligidas, algunas veces abiertas y en carne viva, era una gran sensación de gratificación y placer al generar perturbación e incomodidad en las otras personas. Decía que trataba de castigar a todo el mundo dañando su propio cuerpo. Pero, por supuesto, en su afirmación dejaba de lado el daño que se infligía a sí misma. Este es un rasgo psicopatológico típico de las perversiones femeninas, que son sádicas y masoquistas en sus acciones perversas. En otra ocasión, mientras conducía su auto, un motociclista reaccionó furiosamente al sentirse amenazado por la forma temeraria en que ella manejaba. Repentinamente, y con dificultad, ella logró salir de su pequeño coche. El hombre se detuvo, la miró asombrado y dijo con total desprecio: “Su cuerpo es un espectáculo desagradable, especialmente considerando que en todos los países del tercer mundo la gente se muere de hambre. Es una obscenidad“. De repente, su ira turbulenta fue reemplazada por un llanto amargo. Estaba furiosa, pero se sentía atrapada pues inmediatamente se dio cuenta de cómo la forma en que ella trataba a su cuerpo era vista de manera tan obvia no solo como una acción iracunda en contra de sí misma sino también en contra de todo el mundo. Era tan fácil ver dentro de ella su “espíritu homicida“ que le fue imposible continuar con su vieja letanía: “Si alguien me dice que

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está mal que me queme y me corte, le digo que yo no veo nada de malo en eso. Mi cuerpo me pertenece y está exclusivamente bajo mi control”.

Estas expresiones representan la voz disidente de una mujer que teme no poder ser escuchada de otra manera que no sea infligiendo daños físicos a su propio cuerpo. Su sufrimiento no es sino otro ejemplo de mujeres que dañan sus cuerpos como parte de su lucha por el control y el poder, no importa cuán amargo sea el resultado. Muchos psicoanalistas hacen referencia en sus obras al papel que cumple el proceso de cuidados maternos en la producción de futuros perversos. La mayoría está de acuerdo en que la relación madre-niño tiene tremenda importancia para comprender la génesis de la perversión; sin embargo, el reconocimiento de la perversión de la propia maternidad está ausente. Los trabajos de Greenacre, Mahler, Winnicott, Bowlby y otros introducen el concepto de facilitación materna de la separación e individuación en el infante saludable normal. Su inexistencia puede resultar en una simbiosis y en el desarrollo de perversiones. Hermann (1936), al observar los fenómenos sadomasoquistas en la relación madre-niño, hizo la primera referencia a una “madre pregenital“. Posteriormente, psicodinámicas similares en la etiología de las perversiones han sido discutidas por Glasser (1979), Socarides (1988), Stoller, Greif y Montgomery (1991) y Cooper (1991). Al comparar las diferencias eróticas entre hombres y mujeres, Stoller (1991) plantea que la propensión del hombre al fetichismo contrasta con el deseo opuesto en las mujeres de relación, intimidad y constancia. El problema es que si las mujeres no obtienen estas maravillosas cualidades “femeninas“ en sus relaciones, pueden caer en un comportamiento perverso. Las fantasías de revancha contra sus parejas podrían materializarse entonces en la maternidad, usando a sus niños como objetos fetichistas, deshumanizados, sobre los cuales tienen completo control. Con la excepción de Rascovsky, A. y Rascovsky, M. (1968), poco se ha dicho en la literatura psicoanalítica sobre la patología real de estas madres, y nos hemos quedado en la incertidumbre respecto de si los autores consideran que la madre “cruel“ y “sádica“ es una fantasía de sus pacientes o una evaluación precisa. El modelo propuesto por Fonagy y otros para el ambiente temprano en el desarrollo de individuos borderline o fronterizos apoya la comprensión de la etiología de la maternidad defectuosa (real) (Fonagy, 1989, 1991; Fonagy y Higgit, 1990). Siguiendo una estructura kleiniana, ellos enfatizan el estado de déficit que surge como una adaptación a la deprivación y el conflicto psíquico tempranos pero, a diferencia de otros

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autores kleinianos, ven “la raíz de la perturbación fronteriza (perversa) en la percepción, generalmente precisa, que tiene el niño de que la figura materna alberga pensamientos hostiles y en última instancia destructivos hacia el niño“. El infante, generalmente entre la edad de dos a cuatro años, se protege de la violencia y negligencia del “progenitor primario“ (la madre) retirándose y negándose a pensar, pues existe demasiado dolor real. Esto obviamente perjudica su capacidad para desarrollar una sensación de confianza o establecer relaciones íntimas. Entonces, se reconoce la existencia de una maternidad pervertida cuando el proceso de individuación/separación no solo es perjudicado en forma activa sino que también da origen a gratificaciones libidinales perversas por parte de la madre. Masterson y Rinsley (1975) describen esta característica de los cuidados maternos como una alternancia entre la cercanía seductora y el alejamiento en el momento de la separación/individuación. El infante queda a merced de la madre, incapaz de individuarse, separarse o lograr pasar por una evolución libidinal genital. Algunos de los principios psicodinámicos que operan en la perversión podrían aparecer en las mujeres cuando se convierten en madres. La capacidad de una mujer para quedar embarazada y contener a su bebé dentro de su propio cuerpo le brinda algunas características emocionales en sus relaciones objetales similares a las encontradas en formas exageradas y tremendamente distorsionadas de relaciones perversas. Estas incluyen el deseo y la intención de engullir a la otra persona, de deshumanizar el objeto, de introducirse, invadir y tener el control total del otro y fusionarse con él. Algunas veces se elige ser madre por razones perversas inconscientes. “La mujer sabría que al alcanzar la maternidad ella estaría logrando automáticamente el papel de amo, de quien está a cargo de la situación, con el control total de otro ser, el cual tiene que someterse no solo emocionalmente sino también biológicamente a las exigencias de la madre, no importa lo inapropiadas que estas puedan ser“ (Welldon, 1988). Una mujer fue enviada a consulta por los servicios sociales debido a sus “sentimientos sexuales hacia su hijo“. Ella es la menor de seis hermanos. Cuando tenía seis años, su padre abandonó el hogar, dejando a su madre sola e incapaz de enfrentar la situación. Poco después, uno de sus hermanos mayores empezó a abusar sexualmente de ella, que se sintió incapaz de protegerse contra las continuas amenazas e intimidaciones de su hermano, temerosa de los arranques de violencia de su madre contra ella. En consecuencia, el abuso sexual se incrementó, y llegó a una relación sexual completa. Esto solo terminó cuando abandonó el hogar poco después de darse cuenta de que estaba embarazada. Después de haber tenido una “aventura de una noche“ con un jo-

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ven, no estaba segura de quién era el responsable de su embarazo, pero pensaba que existía una fuerte probabilidad de que fuera su hermano. Nunca se sintió capaz de hablar con nadie sobre el abuso sexual y mantuvo para sí misma las devastadoras dudas sobre el origen de su embarazo. Decidió dar al bebé en adopción, pero después de su nacimiento cambió de idea y resolvió quedarse con el pequeño. Dijo: “No podía rechazar a alguien que había estado dentro de mi cuerpo durante nueve meses, me hubiera sentido tan rechazada yo misma que no pude seguir con los planes de adopción“. Simultáneamente, empezó a experimentar tremendos impulsos de abusar física o sexualmente del bebé. Trató con mucho esfuerzo de resistir tales impulsos y solo pudo detenerse enfureciéndose con todo el mundo hasta el punto de que se convirtió en una solitaria total. Entonces adoptó otro sistema, en el que ella repetidamente se decía: “él es mío. él es mío“. Esto la detuvo de llevar a cabo sus impulsos, pero no de experimentarlos. Era consciente de que existía un fuerte nexo entre las acciones de su hermano contra ella en el pasado y sus deseos sádicos actuales contra su hijo. De este modo la paciente demostró un inusual grado de percepción de la situación. Tenía conciencia de sentir una gran sensación de revancha y quería herir a su pequeño tanto como su hermano la había herido a ella. Posteriormente, dio a luz otro niño, hacia quien tenía sentimientos positivos, aunque estaba preocupada de que al crecer el primero se diera cuenta de la gran diferencia en la manera en la que ella los trataba. Otra paciente acudió a la consulta debido a sus incontrolables y “horribles“ impulsos de abusar sexualmente de sus hijos y otros niños. Ella trataba decididamente de detenerse, pero no siempre lo lograba. Descubrió que la manera más efectiva de combatir y controlar estos impulsos era a través de daños severos autoinfligidos. Se amarraba con cuerdas, sogas y cadenas en un intento por inmovilizarse y luego se masturbaba, y de esa manera lograba cierto alivio de su angustia agresiva, hostil y sexual. La paciente era madre de tres niños. Cuando quedó embarazada la primera vez odiaba su embarazo y tenía toda clase de fantasías sobre la clase de bebé monstruoso que produciría. Empezó a amarrarse con sogas y colgarse de las escaleras con la esperanza de que el feto cayera y se produjera un aborto. La propia paciente había sido abusada sexual y psíquicamente de manera sádica por su madre, quien solía introducir pedazos de metal filoso y vidrios en su vagina y en su ano. Desde entonces, ella había sido abusada sexualmente por muchas personas, especialmente aquellos en quien confiaba, como miembros del clero, profesores y otros adultos “responsables“.

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Diferencias entre perversiones de hombres y mujeres

La maternidad perversa es producto de una inestabilidad emocional y de una individuación inadecuada a lo largo de por lo menos tres generaciones. Es el producto final de un abuso en serie o de una deprivación infantil crónica. Las importantes diferencias entre hombres y mujeres pueden ayudarnos en la predicción, evaluación y manejo de la peligrosidad femenina, promoviendo un mejor entendimiento, un tratamiento apropiado y la prevención de estas condiciones. A diferencia de los hombres, las mujeres por lo general están ligadas física y emocionalmente (de manera positiva o negativa) a los “objetos“ de su abuso, es decir, a sus propios cuerpos o bebés. Las mujeres parecen sufrir más por sus propias acciones de abuso, estar más conscientes de las profundas heridas psicológicas y de las consecuencias que producen a largo plazo, asumir mayor responsabilidad por ellas y pedir ayuda profesional, la que, por desgracia, no es fácilmente accesible para ellas. A continuación, se presentan algunas de las características fenomenológicas de las perversiones en hombres y mujeres:

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Estas características diferenciadoras en las mujeres, es decir, un grado de responsabilidad, la experiencia de dolor psíquico, la flexibilidad en su “elección“ de la perversión y el apego mostrado en las perversiones en mujeres, y que está ausente en sus contrapartes masculinas, pueden explicar la mejor prognosis en mujeres. La detección por parte de la policía es rara, excepto en casos en los que se afirma que la mujer está colaborando con el abuso sexual perpetrado por el padre e instigándolo. En el caso de madres solteras, las instancias externas algunas veces no tienen la menor idea del grado de sufrimiento involucrado. En otros casos, las mujeres están impedidas de informar su problema por algunas entidades legales que quieren que el niño se quede en casa, sin tomar en cuenta los costos emocionales y psíquicos. La perversión está interrelacionada, por supuesto, con la política del poder. Las mujeres tienen acceso al poder doméstico, mientras que los hombres tienen acceso al poder público, pero por razones de espacio no tocaremos este tema aquí. La nueva conciencia y la más profunda comprensión de las psicopatologías de las mujeres deben usarse de una manera positiva para impulsar una mayor comprensión y prevención de estas situaciones específicas. Se debe contar con mejores recursos para atender adecuadamente a madres y bebés. El objetivo es evitar mayores abusos del poder doméstico que causen mucho dolor, sufrimiento e incomodidad tanto a madres como a bebés a corto plazo y a la sociedad en general a largo plazo. Resumen La autora considera la perversión y la criminalidad como oportunidades para la adecuada diferenciación de hombres y mujeres. La escasez de publicaciones referidas a la perversión femenina y su comprensión se debería a la aplicación de rígidas conceptualizaciones trasladadas desde la psicopatología masculina. El rol de los órganos reproductivos femeninos y su carácter distintivo es subrayado para comprender la relación entre el cuerpo de la mujer, su psicopatología con características de daño autoinfligido y la perversión de la maternidad. A veces se elige ser madre por razones perversas inconscientes. La maternidad perversa resulta de severas deprivaciones precoces y de una inadecuada individuación a lo largo de por lo menos tres generaciones.

DESCRIPTORES: PERVERSIÓN / MUJER / MATERNIDAD / PATOLOGÍA DE LA AUTODESTRUCCIÓN

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Summary PERVERSION OF MATERNAL INSTINCT. THE MYTH OF GLORIFIED MOTHERHOOD The autor considers perversión and criminality as opportunities to differentiate adequately men and women. The relative scarcity of publications that deal with feminine perversión and its understanding arises from rigid conceptualizations about masculine psychopathology taken as a model. The role of female reproductive organs and their distinctive properties is underlined to understand the relationships between the female body, feminine psychopathology expressed in self-inflicted damage and perverse motherhood. Choosing to be a mother might arise from unconscious perverse motivations. Perverse motherhood results from severe early deprivations and inadequate individuation along at least three generations.

KEYWORDS: PERVERSION / WOMAN / MATERNITY / PATHOLOGY OF SELF-DESTRUCTION

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