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INSTITUTO DEL LIBRO Y LA LECTURA, INLEC DEL PERÚ CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA INSTITUTO CULTURAL PERUANO NORTEAMERICANO Y EDITORIAL SAN MARCOS INVITACIÓN DE HONOR PRESENTACIÓN DE LIBRO
LA PIEDRA BRUJA TODOS CUENTOS MÁGICOS DE DANILO SÁNCHEZ LIHÓN VIERNES 10 DE JULIO. 7 PM ICPNA DE MIRAFLORES Entre las Av. Angamos y Arequipa PANEL DE PRESENTACION:
Omar ARAMAYO Manuel Jesús ORBEGOZO Emilio SÁNCHEZ LIHÓN Manuel VELÁSQUEZ ROJAS Rosa CERNA GUARDIA Presencia en la Mesa de Honor Conducción: Milagros Catacora Manuel RUIZ PAREDES Ingreso libre Se agradece su gentil asistencia ººººººººººººººº (Un cuento extraido del libro)
LOS CERROS CAMPANA Y HUACAPONGO Danilo Sánchez Lihón "El toro en buey. El buey en instrumento. El dios en cisne. El cisne en energía. El río en mar. El mar en joyería En lamento en dolor. La voz en viento". Alejandro Romualdo
1. Salen agitando sus pañuelos En las noches sin luna ni estrellas, noches tenebrosas y muy oscuras, en que ninguno de los mortales pueden verlos –pero sí quizá oírlos, si es que están atentos a las voces que se entrecruzan en la hondonada– conversan el Cerro Campana y el Cerro Huacapongo. Intercambian opiniones y pareceres sobre los sucesos más importantes
ocurridos en el pueblo y hasta emiten juicios muy severos acerca de autoridades y señores importantes de la población. Pero lo más frecuente es que se llamen para festejar y celebrar cualquier fiesta en las que intervienen con sus músicos, bailarines y comparsas compuestas de seres que son a la vez hombres, diablos y animales, que salen agitando sus pañuelos, banderines, zurriagos, luciendo vestidos de colores brillantes, adornados de oro, plata, esmeraldas y toda clase de piedras preciosas. 2. Mientras la noche es oscura Esto ocurre durante las noches cerradas y profundas cuando no hay rastros de lámparas, candiles ni mecheros encendidos en el pueblo. Cuando eso ocurre, el cerro que despierta primero llama al otro: – ¡Cerro Huacapongo! ¡Cero Huacapongo! El otro responde desde lo más profundo con su voz cavernosa, que espanta incluso a las almas que descansan en la cumbre del Cerro Campana, donde se asienta el cementerio: – ¡Qué se te ofrece amada mía! ¡Qué quieres contarme y decirme! ¡Ya me estaba durmiendo! ¿Por qué pues has interrumpido mi sueño? – Saca tus músicos Cerro Huacapongo. Saca tus comparsas y bailarines y yo sacaré los míos. ¡Vamos a divertirnos un rato mientras la noche es oscura! ¡Mira qué oscura está! No podemos perderla. 3. Ahí van mis diablos y músicos El Cerro Huacapongo demora entonces porque sus cuevas conducen a fosas subterráneas muy hondas. Pero por complacer a su consorte, el Cerro Campana, le responde: – De acuerdo, pero avisa que no vengan arrieros para que salgan mis comparsas. Tú que estás ahí al frente puedes mirar a esta banda y ver hacia lo lejos. – No viene nadie, así que apúrate. Y hacia adentro se oye cómo se preparan sus músicos, mojigangas y danzantes.
Cuando empiezan a aparecer en la boca de la cueva y a la vera del camino, desde lo abismal de sus entrañas, sale una voz estremecedora que dice: – ¡Cerro Campana! Cerro Campana! Ahí van mis diablos y músicos! Pero saca ya a tus muchachas a que bailen y se diviertan, para complacernos nosotros. 4. Va latigueando las piedras Y de las cavernas del Cerro Huacapongo van saliendo, con sus vestidos de luces verdes, rojas, azules y amarillas, los diablos con cabezas de animales que bailan y tocan instrumentos. Lo hacen con un compás frenético y a la vez solemne, al mando de un diablo mayoral o capataz que con su zurriago va latigueando las piedras y animando a que su comparsa baile con denuedo, y azotando al que no toca y hace las figuras ni pone todo el empeño que debiera. Avanzan hacia lo largo del camino antes de la loma, donde los lugareños y caminantes han erigido una cruz. Pero antes de atreverse a llegar a ese lugar los diablos voltean, bajando hacia el río Patarata. 5. Danzando campantes y sonantes Es en ese momento que salen desde el Cerro Campana, en la banda de enfrente, una comparsa de bailarinas, que son diablas de largas cabelleras, de movimientos ondulantes y miradas que emiten centellas. Están adornadas con aretes, ajorcas y zarcillos de oro y piedras preciosas, encendidas de luces que alumbran su bailar frenético y ondulante mientras bajan también hacia el río. La música con la que bailan ellas sale desde el Cerro Campana, sin que aparezca la orquesta o la banda que hace retumbar sus bombos y platillos desde adentro. En cambio la banda de músicos del Cerro Huacapongo sale tocando y danzando campantes y sonantes.
6. Por allí desaparecen Sus instrumentos musicales no son como los nuestros, sino que emiten unos ruidos roncos y cavernosos porque los sonidos los obtienen haciendo chocar latas, guijarros, metales, piedras y maderas. Sus bailes están compuestos por contorsiones y volteretas que nadie que sea de carne y hueso podría jamás ejecutar. Luego, se juntan ambas comparsas y bajan, haciendo un rodeo, por la última pendiente que da hacia el río en donde, al parecer, hay una entrada hacia ambos cerros, porque por allí desaparecen. Antes se cree que ambas comparsas bailan juntas y se enredan en inmensos festines en el bosque tupido de molles y quinuales que da a las orillas del río. 7. Espantando las sombras Cuando un arriero o caminante, que viaja de noche por estos senderos, escucha la música de estas comparsas infernales, tiene que esperar al lado o la pie de las cruces que hay en la loma, rezando la oración completa de San Gregorio. Eso se hace para que los diablos no sientan a la persona y le hagan daño; aunque, en verdad, van muy entretenidos en su fiesta para darse cuenta de lo que sucede a un palmo de sus narices. Cuando el viajero siente que todo se calma y la ceremonia ha acabado, aún tiene que esperar a que alguna luz en el horizonte indique que clarea la mañana, que la luna sale o que las estrellas emiten ya sus rayos fulgurantes, espantando las sombras de la noche. En esos casos ya se puede pasar. 8. Salvado de un serio peligro Y hay personas que han tenido suerte y han encontrado, entre la arena y las piedras del camino, cascabeles de oro. Otras, algún dije con alguna piedra preciosa incrustada. Otras, pendientes de esmeraldas, caídos de los vestidos de luces que visten los diablos y diablas.
Pero no se puede recoger así nomás esos tesoros con las manos, sino con algo que nos aísle del maleficio. Hay que saber hacerlo. Se los coge con la punta del rebozo o del poncho y se los lleva a la cruz de la loma que está en la curva del camino. Allí se quita todo su hálito maligno y se lo vuelve objetos sin malos poderes. Luego hay que agradecer al señor por la suerte de hacerse una fortuna con una de esas pepitas. Y de haberse salvado de un serio peligro. 9. Mi querer y tu querer Pero los cerros conversan también de otros asuntos de la vida, cuando las sombras no son espesas: – ¡Cómo estás! –le dice uno. – Bien, muy bien. – ¿Qué te parece la autoridad del pueblo? – El cura está bien, el Alcalde está mal, muy mal. – Sí pues. El Cerro Huacapongo le dice mirándola detenidamente al Cerro Campana: – Oye china... – Oye cholo –le contesta– ¿qué? – Un corazón de madera me voy a mandar hacer para que no sufra ni sienta ni sepa lo que es querer. Y el Cerro Campana le contesta: – Mi querer y tu querer, tu pensamiento y el mío, son como l’agua del río qu’atrás no puede volver.
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