LA POLÉMICA DEL AGUA

LA POLÉMICA DEL AGUA Retorno al hipocratismo Castiglioni destaca como característica fundamental de la terapéutica del siglo XVIII, el hipocratismo:

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Retorno al hipocratismo Castiglioni destaca como característica fundamental de la terapéutica del siglo XVIII, el hipocratismo: “puede considerarse al setecientos como el siglo hipocrático por excelencia”1. En efecto, se advierte en la Ilustración, un renacer del hipocratismo y de la fe ciega en la vix medicatrix naturae. Se busca así, el comportamiento terapéutico de los médicos griegos autores de la colección hipocrática. Se comentan y traducen los textos hipocráticos; y los médicos apoyan en los “Aforismos”, sus más variadas teorías. Influidos por Hipócrates, los clínicos ilustrados tienden a respetar la acción sanadora del organismo humano y concluyen que el papel del médico práctico es el de ayudar a la naturaleza en su curso y obrar conforme a sus dictados. Consecuencias de este hipocratismo son la vuelta a los recursos naturales (empleo de dietas, hidroterapia, etc.), la simplificación de las composiciones de algunos medicamentos, la reducción del número de remedios aplicados a un mismo paciente y la aparición de terapéuticas de tipo físico. Bajo el influjo de la Ilustración se juzga también toda la tradición y la práctica anterior. Paul Hazard, al tratar del progreso de la ciencia en este siglo comenta en tono irónico: “Una vez más, la Antigüedad se ha engañado, y los hombres se han equivocado porque la han seguido. Pero se inicia un nuevo período. La razón y la observación han denunciado los errores seculares. La ciencia habla, hay que creerla: la tierra y el cielo han cambiado”2. En la terapéutica del siglo XVIII se observa una clara racionalización de su planteamiento que tiene, entre otras consecuencias, la compro1 2

A. CASTIGLIONI, 1941 (1 ed. Italia 1927), p. 613. P. HAZARD, 1988, p. 257.

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bación empírica de los resultados que se obtienen con los recursos terapéuticos empleados3. El empirismo de los médicos ilustrados introdujo en la farmacopea medicamentos nuevos y también aprovechó, como remedios útiles, muchas sustancias naturales con propiedades curativas, que hasta ese momento no eran estimadas4. El médico ilustrado tenía pocos caminos francos, ya que su racionalismo le exigía no sobrepasar los límites de la experiencia y su empirismo le obligaba a no apartarse de la observación directa. Experiencia y observación serán los puntos básicos sobre los que gravita el ejercicio médico. Se desconfiaba del arsenal terapéutico heredado de tiempos anteriores, pues, con frecuencia, una gran cantidad de drogas utilizadas resultaban inútiles y aún dañinas5. Como consecuencia de ello, la terapéutica se orienta hacia una sencillez racional y una peculiar estima de la naturaleza. Las prescripciones de los médicos van siendo menos complicadas y se ve la necesidad de una ordenación clara y segura de los medicamentos. Carlbohm, discípulo de Linneo, había publicado en 1753 su Censura simplicium. En España, la primera farmacopea oficial aparece en 1794, pero antes, se habían publicado dos ediciones de la Pharmacopea matritensis. Postulaban una simplificación de la compleja farmacología galénica con la utilización de remedios sencillos obtenidos directamente de la naturaleza. Este naturalismo terapéutico lleva al médico a buscar el posible efecto de las “fuerzas naturales”: “la del agua, la del oxígeno, la de los cuerpos electrizados, la de un presunto magnetismo animal, la de la materia en estado de suma raridad”6. 3

Renouard manifiesta que “todo el mundo cree que la terapéutica debe sus adelantos al método experimental puro, es decir, al empirismo: no al empirismo ignorante y ciego de los charlatanes, medicastros y farmacopolas que se contentan con saber el nombre de una enfermedad y sin más datos, mandar sus drogas, sino al empirismo ilustrado y metódico que no olvida las indicaciones positivas de la fisiología, de la patología y ciencias accesorias, al empirismo de Sydenham, Morton, Torti, Werlhof, Berenger de Carpi, Van Swieten, Lieutaud, Stoll, Jenner y otros prácticos de esta talla. Al empirismo cuya apología ha hecho muchas veces Curt Sprengel especialmente en los capítulos 2º y 3º de la sección XVI de su Historia de la Medicina”. P. V. RENOUARD, 1871, p. 575. 4 P. LAÍN ENTRALGO, 1963, pp. 261-318. 5 J. L. PESET, 1973. T. V. 6 P. LAÍN ENTRALGO, 1963, p. 319.

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Fuente diseñada por el pintor Luis Paret y Alcázar (1788). Estuvo en la plaza del Castillo hasta 1910. Pamplona, Ayuntamiento.

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“Agua no enferma, ni emboba, ni adeuda” Las aplicaciones del agua con fines terapéuticos se remontan, sin duda, a los orígenes de la humanidad. Y este hecho es fácilmente comprensible: aquella sustancia que más que otra alguna abunda en la naturaleza exterior y en la constitución de los organismos vivientes; aquella que, en la mente del primero de los “fisiólogos” presocráticos, de Tales de Mileto, a comienzos del siglo VI a.C., se configura como principio radical y originario de todos los seres; aquella que desde las intuiciones de Empédocles de Agrigento, a mediados del siglo V a.C., sería uno de los cuatro elementos básicos de la naturaleza y que, como tal, a través del hipocratismo y del galenismo subsistiría, como base de la doctrina humoral, aun en el siglo ilustrado7, tenía que ser un factor importante en la acción curativa intentada en la cultura de cualquier época o lugar8. Pero el uso específico del líquido elemento había de reforzarse en la práctica y ser objeto de especulación en la teoría, en aquellos momentos en los que el amor a todo lo que sea natural lleva al rechazo de lo que es artificioso. Aquel líquido simple, transparente, refrescante, disolvente, sería un ideal que oponer a tantos fármacos de acción incierta, irritante y tóxica9. Será en el siglo XVIII cuando vuelva a estar en boga la utilización del agua en los tratamientos médicos. Así lo señala Laín Entralgo: “La historia del uso terapéutico del baño –hablo, como es obvio, de la hidroterapia en sentido estricto, no de la crenoterapia– muestra varias cimas, coincidentes con otras tantas exaltaciones del naturalismo: la Antigüe-

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Por ejemplo, en algunos de los escritos de Corpus Hippocraticum como “Sobre los aires, aguas y lugares”. Tratados hipocráticos II y III ; introducciones, traducciones y notas por J. A. PÉREZ y E. GARCÍA NOVO, 1986; también, L. GIL, 1969, pp. 140-141. 8 Casi todos los estudios históricos sobre la hidroterapia destacan el carácter continuo de la recomendación del agua en la medicina que llega al siglo XVIII. Cf. J. A. RODRÍGUEZ-SÁNCHEZ, 1994, pp. 24-25, allí cita las obras de médicos renacentistas como Alfonso CHIRINO (Tratado llamado menor daño de la medicina, 1513), Luis LOBERA DE ÁVILA (Libro del Regimiento de la salud, 1551), Francisco DÍAZ (Tratado nuevamente impreso de todas las enfermedades de los riñones, vexiga y carnosidades de la verga, y urina, 1558), Luis MERCADO (Institutiones..., 1594), etc. 9 Una visión histórica del uso terapéutico del agua puede verse en F. VIÑAS, 1989.

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dad clásica, los árabes, el Renacimiento. Una secta médico-religiosa del siglo XVI trataba de curar todas las enfermedades mediante ensalmos hídricos. No puede sorprender que en la Europa ilustrada e idólatra de la naturaleza retoñe con vigor el pensamiento hidroterápico”10. La polémica del agua en España En España, al igual que en Europa, también se encuentran seguidores de esta terapéutica que pronto tendrán a la opinión pública de su parte, ya que era un método barato y, aparentemente, eficaz. Esto provocaría controversias y enconadas disputas entre partidarios y opositores, que quedan reflejadas en la literatura médica de aquel tiempo, y que condujeron a un firme desprecio hacia la medicina y sus profesores, al que ayudaron algunas plumas influyentes de personalidades de la época como los padres Feijoo, Rodríguez y Sarmiento. Marañón opina que es éste uno de los más curiosos pleitos de la medicina española y de la historia intelectual de España11. Antecedentes Ya en el siglo XVII, se detecta en los médicos una preocupación común: la de utilizar de manera acertada las aguas minero-medicinales, adecuar el modo y la cantidad necesarias en cada dolencia y hacer partícipes a los enfermos de este método terapéutico. López de Azcona recoge una frase que resume estos propósitos, la cual procede de Francisco Ribas del Castillo, catedrático de prima de medicina en la Universidad de Alcalá y médico de cámara de su majestad, quien escribió el 4 de agosto de 1679: “La salud de los hombres se sustenta en el agua, o por el agua, pues queda calificada por medicina para todas las dolencias”12. 10

P. LAÍN ENTRALGO, 1963, p. 319. G. MARAÑÓN, 1970. T. V, pp. 399-404. 12 J. M. LÓPEZ DE AZCONA, 1966. 11

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Papeles sobre el agua de la vida y el fin del mundo Se transmitió a los profanos la idea de considerarla como un remedio único e insustituible en todas las dolencias, al ser predicadas sus virtudes, muchas veces por médicos indoctos o por personas ajenas a la facultad. Este es el caso de los famosos Papeles sobre el agua de la vida y el fin del mundo de Luis Aldrete y Soto, alguacil mayor del Santo Oficio de la inquisición, regidor perpetuo de la ciudad de Málaga y procurador mayor en la corte, publicados mediado ya el siglo XVII. Aldrete propone el agua como medicina universal, y en un memorial al rey defendiendo su postura en 1680 escribe: “pues esta agua, tomada en debida proporción, y en vehículo apropiado al achaque, en tres o cuatro horas libra al niño, y al grande del afecto, y daño que padece: sana las viruelas, la epilepsia...”. Las teorías de Aldrete y Soto Sobre el agua de la vida, originaron un gran revuelo. En 1678, estando él en la corte, su prestigio y fama se habían extendido por toda España, al mismo ritmo de las curaciones de su agua, hasta que el protomedicato extendió el 5 de diciembre de 1681 un “Auto” en el que se prohibía la Medicina Universal o agua de la vida de don Luis de Aldrete y Soto, y se le conminaba a que explicara sus ingredientes y el modo de hacerla ante los doctores del protomedicato. Aldrete se defendió apelando a la autoridad del rey en su Memorial de 1680, y mientras, preparó una defensa teórica en toda regla que publicó en 1682. En su escrito inicial, Aldrete, recogiendo el común sentir en su época acerca de la ineficacia de los remedios tradicionales, critica el uso de la purga y de la sangría: “Luego las sangrías, que dicen que son para refrescar, son para quitar la vida al paciente; y si no se la quitan, es por el demasiado vigor que tiene. Las más de las purgas son venenos, sin el peso y medida de las fuerzas ni humores. En ellas va mezclada la vida y la muerte”13. El agua de la vida encontró sus mejores defensores entre los científicos más progresistas; sobre todo, entre los iatroquímicos. Es este un 13

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L. ALDRETE Y SOTO, 1979, pp. 138-155.

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fenómeno relativamente frecuente: las corrientes científicas más avanzadas, en sus primeros momentos tienden a aliarse con los “pseudocientíficos” más visionarios. Entre sus opositores, los “tradicionalistas”, tampoco existe verdadera homogeneidad: están juntos tanto los aristotélicos, como los galenistas y una serie de prudentes eclécticos, cuya moderación proviene de una actitud crítica general valiosa e inteligente. Aventuras de Gil Blas de Santillana En la célebre obra de Alain-Réné Lesage Aventuras de Gil Blas de Santillana, publicada en francés en 1715, y traducida por el padre Isla poco después, se evidencia la crítica al sistema acuario en la figura del doctor Sangredo. Cuando Gil Blas pasa a trabajar con el doctor Sangredo, éste le dice: Ahora mismo te voy a descubir lo más sutil del saludable arte que profeso tantos años ha. Los demás médicos piensan que consiste en el estudio penoso de mil ciencias tan inútiles como dificultosas; yo intento abreviar un camino tan largo y ahorrarte el trabajo de estudiar la física, la farmacia, la botánica y la anatomía... Sábete, amigo, que para curar todo género de males no es menester más que sangrar y beber agua caliente...; este maravilloso secreto que yo te comunico, y la naturaleza no ha podido ocultar a mis profundas observaciones, manteniéndose impenetrable a mis hermanos y compañeros, se reduce a sólo dos puntos: sangrías y agua caliente, uno y otro en abundancia 14.

Al continuar transmitiéndole sus experiencias y teorías médicas, el doctor Sangredo insiste en su firme convicción acerca de las virtudes medicinales del agua, que debe ser bebida en grandes cantidades. Granjel comenta a propósito de la relación de Gil Blas con el doctor Sangredo: “Este capítulo de la vida de la persona supone, olvidado lo anecdótico, una burlesca diatriba contra ciertas doctrinas terapéuticas que por aquellos años eran motivo de apasionada controversia en España; me refiero a la sonada ‘polémica del agua’, y también sobre el 14

A. R. LESAGE, 1852, p. 32.

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uso y abuso de la sangría como remedio curador, última reminiscencia del galenismo”15. Censura Lesage la actitud de algunos médicos que acogieron y practicaron el método sin conocimientos suficientes, dejándose llevar por la moda que ensalzaba el agua y tendía a arrinconar las recetas de preparados químicos hasta aquel momento tradicionales, lo que muchas veces hacían movidos por el deseo de conservar su fama o de aumentar sus ganancias, sin tener en cuenta los resultados poco favorables en los enfermos. Cuando Gil Blas, a la vista del escaso éxito con la terapéutica hídrica, le propone a su amo un nuevo rumbo en sus prescripciones, ensayando algunos de los compuestos existentes en la extensa farmacopea del momento, el doctor Sangredo le contesta: “De buena gana haría yo esa prueba si no fuera por un inconveniente. Acabo de publicar un libro en que ensalzo hasta las nubes el frecuente uso de la sangría y del agua. ¿Y ahora quieres tú que yo mismo desacredite mi obra?” A lo que Gil Blas responde: “¡Perezca antes el pueblo, nobleza y clero, y llevemos nosotros adelante nuestro tema!”16. La polémica en el siglo XVIII Todo lo expuesto anteriormente, preparó un ambiente favorable para que surgiera en el siglo XVIII una de las polémicas más ruidosas y tenazmente sostenidas, que consistió en considerar el agua natural como panacea en casi todas las enfermedades, al ser bebida con profusión. Esta controversia, que dura aproximadamente cincuenta años, comienza hacia 1708-1710, cuando circula por Andalucía y por Madrid un papel titulado Remedio universal del agua natural, en el que se aseguraba que todas las enfermedades se curaban bebiendo grandes cantidades de agua. La primera reacción de los facultativos fue de burla, y se despreció aquel texto como algo propio de un visionario o ilusionista; pero, pasado algún tiempo, apareció de nuevo el folleto mencionado y tuvo entonces gran difusión. Algunos médicos empíricos comenzaron a 15 16

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L. S. GRANJEL, 1961, pp. 36-39. A. R. LESAGE, 1852, p. 37.

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defender este método y a ponerlo en práctica, hasta que llegó a ser tema de conversación en las tertulias, y a alcanzar gran resonancia entre la población. La respuesta a este movimiento no se hace esperar y, en cada ciudad, se producen enfrentamientos en los que intervienen médicos, clérigos y profanos, utilizando generalmente los textos impresos. Etapa andaluza de la controversia del agua El primero que refutó esta teoría fue Francisco Fernández Navarrete, al publicar en Granada, en 1719, El Nereo, director y juez medicinal entre las verdaderas y supuestas virtudes y uso legítimo del agua pura 17. Residía en aquella ciudad un médico que practicaba el método del agua y que ya había logrado apreciable crédito. Navarrete se vio en la obligación de evitar los males que preveía con tal terapéutica y quiso probar con su obra que se puede utilizar el agua en algunos casos, pero negaba rotundamente el que fuera “remedio universal”. Infería después las reglas y pautas de administración del agua natural en las distintas enfermedades, tanto agudas como crónicas. Y aquí surgió la polémica. Pronto se publicaron contra esta obra y defendiendo a los acuarios dos escritos anónimos: el Anti-Nereo y la Carta familiar, ambos de poca consistencia, utilizando la sátira mordaz más que los argumentos de la razón, para defender el uso del agua. En contra del método, defendiendo a Navarrete y contestando a estos dos escritos aparecieron otros anónimos, de los que se conserva el Papel en forma de conjuro. Desde este momento, la disputa estaba ya instaurada en Granada, entre médicos empíricos e inexpertos de un lado, y los ancianos y dogmáticos, aferrados a la tradición, de otro18. En Sevilla también se dividieron las opiniones de los facultativos por culpa del método acuario, que tuvo en esta ciudad bastantes partidarios, por lo que muchos de ellos lo aplicaron. Hermosilla Molina hace una relación de los médicos favorables al método: “El agua fría, 17 Fernández Navarrete era natural de Granada. Fue médico del rey, catedrático de anatomía y académico de la Historia. Falleció en 1742. 18 A. HERNÁNDEZ MOREJÓN, 1842. T. VI, pp. 287-291.

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caliente, tibia, con vinagre, con limón, en grandes o pequeñas cantidades, externa o interna, la defendió nuestro socio, Juan Vázquez de Cortés, treinta años antes que Vicente Pérez”19. Vázquez de Cortés, miembro de la Academia de Sevilla, conocido en Andalucía como el “médico del agua” (más adelante y con mayor notoriedad denominarán así a Vicente Pérez) publicó en Madrid, en 1753, su libro Medicina en las fuentes: corriente de la medicina del agua: purgas sin corriente, sin lugar ni fecha, pero se sabe escrito en Sevilla en 1735. En la Presentación que de la obra hace Pedro Bibanco y Angulo al muy ilustre señor don Joseph de Roxas Hortega y Contreras Ramírez de Arellano, dice, señalando la polémica que existía en el momento y defendiendo el escrito: “... como no hay, ni hubo jamás libro exento del furor de los mal intencionados a quienes las fuentes más claras se les representan cenagosas lagunas... se hace preciso protegerse de un poderoso escudo que rebata y embote las flechas venenosas, y sirva de tapaboca a la funesta gruta, habitación de la envidia”. Y más adelante, en la Censura de la obra del muy reverendísimo padre fray Joseph de Espinosa, podemos leer: “El remedio del agua cuya recomendación es el fin de esta obra, ha sido la piedra del escándalo entre los profesores médicos... Pasando a la práctica de esta famosa medicina de el agua, puedo asegurar mi observación experimental en más de doce casos famosos, sin otros muchos de menos nota, que ya con fría, ya con caliente, ha conseguido a mi vista el autor de esta obra. Sevilla, 10 mayo 1735”. Vázquez Cortés se hace partidario de las doctrinas del médico belga Van Helmont: alaba el uso del agua fría, interna y externa, en lugar de purgas, elixires y tónicos cardiacos y, aunque niega que el agua sea remedio universal de las enfermedades, afirma (pp. 23-24) que es “remedio de muchísimas” y “de todas auxilio generoso”. “No puede asimismo ser remedio universal, porque no es contrario de todas las causas: luego es empírico y damnable por sus resultas, en especial de hidropesías y edemas... Confesamos, ante todas cosas, que no cura todas las enfermedades, ni en todos estados; pero negamos pleno ore, que ella cause muerte 19

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A. HERMOSILLA MOLINA, 1970, p. 326.

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a los que a su uso mueren... Es remedio de muchísimas; pero ya dijimos, que ni de todas, ni en todos estados. Pero de todas es auxilio generoso”. Le replicó, en 1735, Alonso Cornejo, médico de la familia del rey con su Respuesta a un papel apologético, que con el título de medicina en las fuentes, sacó D. Juan Vázquez. Cornejo no niega la utilidad del agua en algunas afecciones, pero se opone a su administración empírica en excesivas cantidades; niega que el agua sea “auxilio generoso”, como decía Vázquez, en toda enfermedad. Ataca las doctrinas de Van Helmont defendidas por Vázquez y afirma que, tanto los purgantes como las sangrías, son terapéuticas beneficiosas que deben aplicarse en casos concretos. También se manifiesta contrario al método del agua, Manuel Mastrucio, médico y catedrático de la Universidad de Sevilla. En sus Apuntaciones contra la universalidad y abuso del agua, negaba la existencia de cualquier remedio universal; y defendía el uso terapéutico de la purga. Denunciaba los daños que producía el método del agua llegando a proscribirlo; ya que, aseguraba, lo que la experiencia no demuestra como bueno, no es racional, ni pueden los médicos aprobarlo. Vázquez de Cortés replicó con su Respuesta por D. Juan Vázquez de Cortés a las apuntaciones de D. Manuel Mastrucio. Consultó a Feijoo sobre la validez de su método, remitiéndole para ello su obra. Éste le contestó, en una carta fechada el 2 de julio de 1735, aprobando su sistema y apoyándose en la opinión de Hancocke, médico inglés que había publicado en Londres, en 1722, El gran febrífugo, libro en el que recomendaba el uso del agua fría, como mejor terapéutica en las fiebres. Feijoo y el agua Conviene resaltar aquí el relieve de la figura de Feijoo en esta polémica por la gran influencia del sabio benedictino, no sólo en los ambientes científicos y culturales, sino también en la gente del pueblo llano. El método acuario, por lo que tenía de naturista y de antidroguista, le era a Feijoo particularmente grato. Según Marañón, el monje gallego hubiera sido un nuevo abate Kneipp de haberlo permitido “su época, su talento y su moralidad. Era nuestro fraile excelente catador del líquido elemento, hasta el punto de que se vanagloriaba de reconocer, 103

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Juan Bernabé Palomino y Juan Moreno Tejada, El padre Feijoo, 1781. Biblioteca del IFES. XVIII. Universidad de Oviedo. Patrimonio bibliográfico de la Universidad de Navarra.

Teatro crítico universal o Discursos varios en todo género de materias, para desengaño de errores comunes. Pamplona, imprenta de Benito Cosculluela, 17841785.

admirable habilidad, las calidades del agua, al simple tacto de la mano”20. Defendía Feijoo en sus escritos la terapéutica con el agua, lo que originaba –dado su prestigio– un mayor número de seguidores y un rechazo más radical a la farmacopea tradicional. Evoca Feijoo en su Teatro crítico la polémica suscitada en Sevilla por el método del agua: “De pocos años a esta parte se han esparcido muchos escritos, ya a favor de ella, ya a favor de la contraria. De Sevilla salieron los más, donde hirvió mucho, y acaso hierve aún esta controversia”21. Y 20

G. MARAÑÓN, 1970. T. V, p. 403. B. J. FEIJOO, 1785. T. VIII, XVIII, p. 295. En una nota a pie de página, se apoya en Aristóteles: “Aristóteles en los Problemas supone como cosa demostrada por la experiencia, que muy frecuentemente se curan las enfermedades con excesos; y añade, que algunos médicos no las curan de otro modo... Aquí pueden ver los médicos que generalmente imprueban el curar dando al enfermo excesiva copia de agua, que es antiquísimo el uso de este remedio, y que no sólo se practicaba el uso de este exceso, más de otros muchos, según las oportunidades”. B. J. FEIJOO, 1785. T. VIII, XVIII, p. 298. 21

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se plantea dos problemas que habría que resolver ante el método hidroterapéutico: “Toda la dificultad, pues, de la cuestión se debe reducir a dos puntos: el primero, si el agua cura, o puede curar a algunos, que sin ese remedio prudentemente se juzgan deplorados. El segundo, si el doctor Vázquez sólo la administra en esos casos”22. Para justificar el primer punto, cita dos testimonios escritos sobre curaciones con el agua en enfermos desahuciados. Uno se halla en las Ephemerides de la Academia Leopoldina, y se ve recogido en las Memorias de Trevoux del año 1718 (Tomo 2, p. 153). El segundo está referido por el padre maestro fray Isidoro de la Neve, benedictino, en la aprobación a los Apuntes de Mastrucio, y trata de una curación realizada por el doctor Diego Garcés. Más adelante, en otra de sus cartas, Feijoo toma una postura clara ante la aplicación del agua: Juzgo probabilísimo, que ésta, bebida en mucha copia, pueda ser instrumento para grandes curas en muchas ocasiones; pero con dos advertencias que voy a proponer. La primera, que nunca convendré en que el agua sea remedio universal, como pretendía el doctor don Juan Vázquez de Cortés..., la segunda advertencia, es que el remedio del agua en cantidad crecida pide ser administrado por médico muy cauto, o reflexivo, que no sólo se entere bien de las circunstancias de la enfermedad y del sujeto 23.

Es decir, Feijoo, aunque afirma estar persuadido de que el agua, bebida en mucha cantidad, puede en ocasiones resultar beneficiosa al organismo, no acepta el agua como “remedio universal”24 y al alcance de cualquiera, sino del médico prudente. 22

B. J. FEIJOO, 1785. T. VIII, XVIII, p. 301. B. J. FEIJOO, 1786. T. V, XXI, pp. 357-358. “Si V. md. (como me significa) vio mi respuesta al doctor N. en ella conocería, que en orden al decantado remedio del uso copioso del agua, no tomo partido, ni puedo tomarlo, por no haberle visto practicar jamás; y en materia de medicina, ninguna regla admito como segura, sino la colección bien reflexionada de muchos experimentos. Algunas noticias, ya leídas, ya oídas..., esforzadas con algunas consideraciones físicas que he hecho sobre la materia, me representan probabilísimo, que el uso copioso, y aún copiosísimo del agua, sea muy útil en varias enfermedades y circunstancias; más estoy muy lejos de pensar, que lo sea en todas”. B. J. FEIJOO, 1786. T. I, XIV, p. 142. 24 “Muchas veces se excitan, y eternizan las disputas, por no explicarse con precisión los contendientes. Yo no puedo creer que el doctor Vázquez no haya hablado muy hiperbólica23

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Otro clérigo en la polémica: Manuel Gutiérrez de los Ríos Instaurada públicamente la controversia en Sevilla, se pidió también el dictamen de don Manuel Gutiérrez de los Ríos, presbítero, del claustro de medicina de Sevilla y médico de Cádiz, que escribió en 1736 su Juicio, sobre la méthodo controvertida de curar los morbos con el uso de el agua y limitación en los purgantes, obra que se volvió a publicar en Madrid en 1753. Reúne Gutiérrez de los Ríos en su obra todas las noticias y observaciones de los escritos publicados hasta entonces; y dice que ninguna terapéutica puede ser aceptada sin que cuente con un número suficiente de experimentos; y, como en este caso los encuentra, no tiene reparo en pronunciarse en favor del método del agua: “En vista de esto se ve claramente, que la nueva práctica de curar los morbos con agua en esta ciudad, funda no sólo opinión probable, sino cierta y segura para que otros la sigan; pues está afianzada con nueve experiencias famosas, no de oídas, sino de vista, testificadas por sujetos de tanta graduación”25. Relata la polémica levantada entre los médicos a causa del agua y reconoce a ésta como medicina universal, argumentando que tal afirmación no se opone a la razón: Y de aquí nace la batalla entre los médicos, según el sistema que cada uno sigue. Si el fin de todos fuera descubrir la verdad, y adelantar la práctica curativa a favor de los pobres enfermos, tuviéramos menos disgustos, y menos bochornos en las camas de los enfermos. Los discursos metafísicos no sirven en la medicina, deben fundamentarse en la naturaleza, y no en nuestra fantasía. Lástima es ver los impresos de los médicos tan desnudos de enseñanza, y tan llenos de dicterios y picantes, que sólo sirvan de divertir los estrados... El agua en la realidad es utilísima y necesaria, así a los que gozan de salud como a los que están enfermos... y por consiguiente se debe confesar por Medicina Universal, pues ella sola basta a rendir los morbos 26.

mente cuando dio al agua el no merecido atributo de remedio universal, ni aún cuando con ánimo de rebajar algo tan insigne prerrogativa, la dejó en el estado de auxilio generoso en todas las enfermedades...; porque, en escritos doctrinales de medicina deben las expresiones ceñirse al punto fijo de la verdad”. B. J. FEIJOO, 1785. T. VIII, XVIII, p. 304. 25 M. GUTIÉRREZ DE LOS RÍOS, 1759, p. 4. 26 M. GUTIÉRREZ DE LOS RÍOS, 1759, pp. 99-100.

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A partir de este momento, surgen muchas obras anónimas mordaces aunque, en ocasiones, contienen buenos argumentos a favor y en contra del método hidroterápico. La obra de Gutiérrez de los Ríos llevaba un Prólogo escrito por Vázquez de Cortés que fue criticado por un anónimo con el título de Reflexión epistólica de Teófilo Correctionis. Otro anónimo en contra del anterior se titulaba: Respuesta crítica de Hércules de Ocaña a la reflexión epistólica de Teófilo Correctionis. La réplica no se dejó esperar, y muy pronto apareció impresa la Segunda respuesta de Hércules de Ocaña al examen y refutación de Teófilo Correctionis. La polémica no quedó aquí y, pasado cierto tiempo, apareció otro anónimo, cargado también de ironía y titulado Hércules de Ocaña defendido de las injuriosas imposturas de Teófilo Correctionis, que diseminó en su examen y refutación. Morejón comenta que, aunque no se sabe si el autor de este folleto es el mismo que el de los anteriores, podemos inclinarnos a pensarlo así dado que su estilo agresivo e insultante es idéntico. Rebate esta obra las opiniones contrarias al sistema acuario y quiere probar que el agua es remedio universal. En general se trata de escritos de escaso valor científico. Más bien sátiras mordaces. “Su lectura es poco agradable, y nada hallamos en él que merezca la atención: una extravagante metafísica y el enojo dirigieron la pluma del autor”27. Antes de la publicación de la obra de Gutiérrez de los Ríos, la regia academia médica de Sevilla decidió convocar a sus socios con el objeto de disputar públicamente, un día señalado, sobre la utilidad o ineficacia de la terapéutica con el agua. José Ortiz Barroso preparó y leyó el discurso con el que había de iniciarse la sesión el jueves 21 de mayo de 1733, en el cual declaraba oponerse a esa práctica terapéutica. Le pidió la sociedad que lo publicara, ampliando también el tema al uso externo del agua tanto en los sanos como en los enfermos. Así se imprimió en 1736 el Uso y abuso del agua dulce potable, interna y externamente practicada en estado sano y enfermo. En las Advertencias al lector explica Barroso que publica su obra para dar a conocer los peligros que encerraba el método: “Atendiendo la Real Sociedad a el abuso, que se experimentaba en la extravagante práctica de algunos, que con raro intrépi27

A. HERNÁNDEZ MOREJÓN, 1842. T. VI, p. 294.

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do desorden a los enfermos larguísimos haustos de agua concedían, que queriendo a fuerza de estos curar, sino todas las más de las enfermedades, con fatales observadas resultas en daño el bien público...”28. En Sevilla, la controversia continuará durante varios años, exponiendo unos y otros sus opiniones sobre el tema y, quizás, aprovechando para vengar o satisfacer rencillas y envidias personales. Más tarde, en otra sesión, celebrada el jueves, 24 de octubre de 1765, el doctor don Francisco de Buendía y Ponce, presbítero y vicepresidente de la Sociedad Médica de Sevilla, expuso ante sus socios las observaciones Sobre el origen, y calidad de las aguas dulces potables de Sevilla. En ellas trata acerca de Ortiz Barroso y de la polémica hidroterápica que, después de treinta años, seguía candente en la ciudad. “El Sr. Ortiz, de digna memoria, y uno de los más sabios miembros de este cuerpo, dio a luz en el año 1733 un famoso libro del uso y abuso del agua dulce potable: obra en que hizo bien pública su erudición... No puedo menos que dar un paso desde el agua usada como alimento, a el uso que de ella se ha intentado hacer, como medicina; pues, aunque en nuestros días se ha disputado dilatada y poderosamente, intentando persuadir ser universal remedio, ni yo estoy de este partido, según la extensión, con que algunos han querido esforzar su generalidad, más allá de lo justo”29. La extensión de la cuestión a Valencia Pero no quedó limitada a Sevilla esta polémica. También en Valencia se dejó notar, centrándose en el médico Luis Nicolau y Vergara. Trataba éste a sus enfermos sólo con el agua fría natural y desechaba purgantes y sangrías. Se dice que escribió un tratado sobre el uso del agua; pero ni ha sido localizado ni es nombrado en ninguna de las bibliografías médicas. Entre sus discípulos estaba Carvallo Núñez de Castro, como él mismo lo confesará en El médico de sí mismo 30. 28

J. ORTIZ BARROSO, Advertencias al lector. F. BUENDÍA Y PONCE, 1766. T. 1, pp. 406-429. 30 J. I. CARVALLO NÚÑEZ DE CASTRO, 1754, pp. 22-24. 29

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Sus teorías hidroterápicas, le valieron a Nicolau enfrentamientos repetidos con Andrés Piquer, una de las autoridades médicas valencianas del momento31. Estas disputas quedaron reflejadas en sus escritos: Respuesta a la manifestación del doctor Andrés Piquer (Valencia, 1745) y Disertación histórico-crítica, con que se descubre directamente la insubsistencia de las reflexiones críticas del doctor Andrés Piquer y de las razones que en su abono escribió en su carta joco-seria al Dr. Mariano Seguer (Valencia, 1747). Antes del traslado de Piquer a Madrid y, como consecuencia del método utilizado por Nicolau, comenzaron a surgir discusiones entre los médicos valencianos. Nicolau propone un experimento para demostrar la eficacia de la hidroterapia: consistía en comprobar si en su sala de enfermos del hospital, el número de curaciones era mayor o menor que en la de Longás, conocido médico que utilizaba la terapéutica tradicional. Habiendo sido aceptada la apuesta, resultó que en el espacio de seis meses el hidrópata había ahorrado muchos gastos al hospital y tenía menos morbilidad que Longás32. Lo cual hizo que muchos de los médicos valencianos adoptaran el uso del agua; pero, a diferencia de lo ocurrido en Sevilla, no se entabló una polémica agresiva: cada uno utilizaba las terapéuticas que sus convicciones y su experiencia le aconsejaban. Quien pone por escrito su postura contraria es Manuel Martín con sus Clamores inconsolables del agua y sangre. En esta obra declara los malos efectos del inmoderado uso del agua, considerando a los médicos que seguían este método como agresores de la salud pública. Algu31 Andrés Piquer (1711-1772), filósofo y médico fue una persona influyente en la vida cultural y científica española. En 1751 el marqués de la Ensenada le nombró médico de cámara de Fernando VI y se trasladó a Madrid. En 1752, cuando Fernando VI reorganiza mediante Real Cédula el Real Tribunal del Protomedicato nombraría a Piquer miembro del tribunal. Más adelante, sería designado director de la Academia Médico-Matritense. Tradujo al castellano la obra de Hipócrates (1757-1770). Su Física moderna racional y experimental (1745) es el primer libro sobre esta materia publicado en lengua española. También escribió un método de lógica (Lógica moderna, 1747). Cf. M. SELLÉS, J. L. PESET, A. LA FUENTE, 1988, pp. 31-72. 32 C. RICO-AVELLO, 1952, XVIII, 227, pp. 355-357. Este hecho está también recogido por: A. CHINCHILLA Y PIQUERAS, 1846. T. III, p. 232; J. I. CARVALLO NÚÑEZ DE CASTRO, 1754, pp. 22-24 y A. HERNÁNDEZ MOREJÓN, 1842. T. VI, p. 295.

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nos otros escribieron después sobre el mismo asunto; pero son obras sin importancia y que, por lo mismo, no acrecentaron la polémica. Vuelta a Andalucía: la polémica en Málaga Málaga también tuvo su participación en la disputa de la hidroterapia en la figura de Manuel Fernández Barea que, en 1735, se da a conocer como decidido partidario del método acuario al intervenir en una sonada discusión, en Granada, con Páez Pizarro y Fernández Navarrete. De origen malagueño, Fernández Barea cursó los estudios de medicina en la Universidad de Sevilla y después volvió a establecerse a su ciudad natal. Gozó enseguida de extraordinario crédito y de abundante clientela; era requerido con frecuencia por sus colegas para que diera experta opinión en los casos difíciles y desahuciados. En 1757, funda la Academia de Ciencias Naturales y Buenas Letras de Málaga, de la que fue su primer presidente y en la que pronunció varias conferencias, entre ellas su Juicio práctico sobre las virtudes medicinales del agua, el 30 de enero de 1760. Este discurso fue publicado, junto con otros, en 1764 en el libro titulado Varias disertaciones académicas de D. Manuel Fernández Barea, natural de Málaga. Barea incluía en su folleto sobre el agua setenta observaciones sobre casos clínicos que trató, bien exclusivamente con cura de agua, o bien asociando ésta a la sangría y a varias dietas a base de cocimientos vegetales o limonadas. Esta conferencia sobre las virtudes medicinales del agua, levantó una gran disputa entre los médicos malagueños. Barea se rodeó de los partidarios del método facilitándoles el que hicieran la apología de tan singular terapéutica ante los miembros de la academia. Así, el 9 de noviembre de 1759, Nicolás Francisco Rexano expuso su Dissertación físico-médica-mecánica en el que intenta manifestar el principio phisicomecánico y naturaleza de la hidrofobia, y probar, que el agua se debe juzgar, el más eficaz remedio para su curación; y el 16 de noviembre de 1761, Domingo del Campo pronunció su Dissertación phisicomédico-mecánica sobre las aguas de Portubus, sus minerales, uso metódico, distribución económica de ella, y demás. 110

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Por su conducta terapéutica, Barea se ganó enseguida en Málaga el sobrenombre de “médico del agua”. García-Herrera nos dice de él: “Con tanto calor defendió Fernández Barea la cura por el agua que no hubo enfermedad que no tratase con este método. Desde la apoplejía a las viruelas, pasando por la gota, hidropesía y tercianas, hasta la erisipela y el dolor de clavo, no quedaba dolencia que se resistiera al método, prescindiendo de cualquier otra terapéutica. Ello le valió no pocos detractores creándole una enemiga que indudablemente mermó su crédito profesional”33. En Cataluña, el método del agua no encontró mucha aceptación, aunque Morejón afirma que también tuvo partidarios34. El comienzo de la controversia del agua en Madrid Pero donde realmente la polémica se hace más encarnizada, con gran participación de médicos, de otros intelectuales y aun de gentes del vulgo es en Madrid. En la corte, el Remedio universal del agua natural, al principio sólo suscita menosprecio. Durante la segunda década del siglo XVIII, ya había en Madrid quien practicaba la hidroterapia y el nuevo empirismo. Y aunque pasaron años sin que en esta ciudad se imprimiesen obras acerca de este tema, seguramente se comentarían en las tertulias y reuniones las polémicas originadas en otras ciudades de España y, tanto los médicos como el pueblo, comenzarían a tomar partido y a crearse sus opiniones personales. Durante los años 1749-50 se difunde por la villa y corte un papel anónimo y sin fecha titulado Uso del agua fría con nieve, que garantizaba que con este remedio no hacían falta ni médico ni medicinas para curarse. Impugna este anónimo José Cathalá y Centelles con su obra Agua fría universal y examen de la escasa y particular. Era Cathalá partidario del método acuario, pero con moderación, y fue su principal objeto aclarar en qué afecciones estaba indicada la hidroterapia.

33 34

G. GARCÍA-HERRERA, 1966. II, pp. 233-239. A. HERNÁNDEZ MOREJÓN, 1842. T. VI, p. 296.

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Prosiguió la polémica Félix de Eguía y Arrieta, médico de los reales hospitales de Madrid35, quien dedicó seis escritos al uso del agua: tipos y análisis de las aguas que son recomendables, temperatura a la que debe ingerirse, práctica de pediluvios, etc. Uno de estos folletos, Escrito phísico político. Las utilidades y daños que trae la agua fría de nieve, a qué personas y humanas dolencias conviene y desconviene, que apareció anónimo y sin fecha de impresión, procuraba advertir al público, estimulado por la novedad del método, del uso abusivo de las bebidas heladas. Es de destacar que de su obra Disertación médica sobre el buen uso de los baños de agua dulce en ríos y casas particulares, con una reflexión al fin sobre los pediluvios se conocen hasta cuatro ediciones entre 1770 y 1792.

La irrupción de Vicente Pérez en el debate Entre 1749-50 aparece en Madrid el personaje más notorio de la controversia del agua: el doctor Vicente Pérez. Aunque, para algunos, fue Pérez el primer introductor y defensor del método del agua en España, ya hemos visto que otros médicos lo habían utilizado anteriormente y que, en realidad, él encontró en la corte un ambiente más que propicio para divulgar sus teorías, preparado por las candentes disputas que, desde la primera década de siglo, habían tenido lugar en distintas ciudades de España36. En 1737, siendo médico de Pozoblanco de los Pedroches (Córdoba), sufrió dicha villa una epidemia fatal y Vicente Pérez, no pudiendo atajarla ni con sangrías, ni con medicinas, comenzó a utilizar el método del agua con el que sanó a todos. Al año siguiente salió también Pérez airoso de otra epidemia similar en la ciudad de Córdoba, a donde había sido llamado por el obispo, conocedor del éxito obtenido con el método hidroterápico. Otra epidemia de peste asoló en 1740 la locali35 Sobre este autor, P. LEÓN SANZ, 1991; VII (2): 73-155. Escribió un gran número de tratados de escaso valor literario y científico entre 1740 y 1771. 36 A. HERMOSILLA MOLINA, 1970, p. 325.

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dad de Santa Cruz de Mudela37. Solicitaron entonces la presencia de Pérez, quien logró erradicarla, volviendo después a Pozoblanco donde residiría hasta que, en 1743, se instalara establemente en Santa Cruz. Fue en dichas poblaciones donde Vicente Pérez, sintiéndose impotente ante las epidemias acaecidas y comprobando la ineficacia de todo el fárrago de medicamentos ofrecidos por las boticas, había ensayado y estudiado la reacción del organismo al tratamiento con el agua. Tras obtener tan notables éxitos, se traslada a Toledo donde conoce a dos personajes que van a influir en su trayectoria profesional: José Ignacio Carvallo Núñez de Castro, médico titular de Ajofrín y –como hemos dicho– discípulo del acuario valenciano Nicolau, y fray Vicente Ferrer Gorraiz Beaumont, agustino, y por entonces, lector de teología en la universidad de la ciudad imperial. Más tarde se traslada a Madrid donde adquirió enseguida gran reputación y clientela, lo que suponía también cuantiosos ingresos. Su fama corrió de boca en boca y se hablaba con asombro de sus prodigiosas curaciones. Vicente Pérez versus Vicente Ferrer Ferrer se había declarado partidario del método acuario apoyando la terapéutica de Pérez. Como hombre de letras que era, pensó que sería bueno publicar una obra adhiriéndose al dictamen de los que consideraban el agua como remedio universal; pero no quiso hacerlo a nombre propio y le había pedido a Pérez que le prestase su nombre para publicar el libro; Pérez accedería, viendo en ello una posibilidad más de aumentar su ya bien afianzado prestigio. O tal vez, por el contrario, fuera el doctor quien pidiera al agustino que le prestara sus aptitudes literarias para poner su método por escrito. El caso es que, en 1752, salía a la luz en Toledo la siguiente obra: El Promotor de la salud de los hombres, sin dispendio el menor de sus caudales: admirable méthodo 37 Está situado este municipio en la provincia de Ciudad Real. Fue donado por la corona, en el s. XVI, al célebre almirante don Alvaro de Bazán, que de allí tomaría su título de marqués de Santa Cruz.

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Portada de El promotor de la salud de los hombres, sin dispendio el menor de sus caudales, admirable méthodo de curar todo mal con brevedad, seguridad y a placer. Disertación histórico-crítico-médico-práctica en que se establece el agua por remedio universal de las dolencias. Pamplona, imprenta de los Herederos de Martínez, 1753. (Publicada a nombre de Vicente Pérez).

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de curar todo mal, con brevedad, seguridad y a placer. Disertación histórico-crítico-médico-práctica, en que se establece el agua por remedio universal de las dolencias. Escrita por el Dr. D. Vicente Pérez, socio de la Real Academia de solidistas, vulgo el médico del agua. Quien le dedica al excelmo. Señor marqués de la Ensenada, caballero de la Real Orden de San Genaro, Consejero de Estado, y Secretario del Despacho Universal de Guerra, Marina, Indias y Hacienda, etc. Con licencias: en Toledo, año de 1752 38. La Dedicatoria es al marqués de la Ensenada39. La Censura está dada por el doctor don Manuel Lamiana, catedrático de vísperas de medicina en la Universidad de Toledo, a 1 de junio de 1752. Licencia del ordinario, dada en Toledo a 30 de junio de 1752. Da también su censura y parecer, el 8 de agosto de 1752, el reverendísimo padre maestro fray Jacinto de Zurita, de los clérigos menores, lector jubilado doctor en teología y catedrático de prima en la Universidad de Toledo, examinador sinodal de ese arzobispado, que había sido prepósito y visitador de su orden y, en aquel momento, era asistente provincial en la casa de San Julián de Toledo. La Licencia de la justicia real está fechada en Toledo, en 16 de septiembre de 1752. Idéntica dedicatoria y aprobaciones constan en la edición que apareció en Pamplona al año siguiente (imprenta herederos de Martínez, 1753). El agua, remedio universal En esta obra se declara el agua como remedio universal, se afirma que la naturaleza es la causa de toda curación y, por lo tanto, que toda enfermedad es curable mientras haya naturaleza en el paciente; y, por último, se proscriben los purgantes y la sangría de la práctica médica. En la Razón de la obra (pp. 1-7), el autor comenta las epidemias de Pozoblanco y Santa Cruz que antes hemos mencionado y aporta datos

38 El volumen está presentado en 4º, con 8 hojas preliminares sin numerar y 70 páginas de texto. 39 Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada, fue ministro de Fernando VI y una de las personalidades más prominentes en el reinado de este monarca. Son conocidas las reformas financieras y la actividad económica que desarrolló en la España del siglo XVIII.

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concretos de las curaciones que él ha realizado: “De tantas experiencias, que pasan sin duda de las seis mil... he sacado conclusiones. He erigido mi nuevo arte de curar, con brevedad, seguridad y placer...”. En el Artículo I, La Medicina es ciencia universal y, por consiguiente, toda enfermedad es curable, como haya naturaleza en el doliente (pp. 721), describe cómo la naturaleza del hombre es el “húmedo radical” y que, al desgastarse éste, cesa la vida. Denota aquí una clara influencia del galenismo. Cifra el saber médico en cuatro aspectos: I.- “El idioma de la naturaleza es el pulso, con lo que el que no entiende este idioma, no es buen médico”. II.- “El que receta cada vez que visita, ignora el idioma de la naturaleza, pues un repetido recetar prueba que anda a ciegas en la curación”. III.- “El que receta conforme a los movimientos de la naturaleza es médico de talento”. IV.- “Hay que acomodar al enfermo el tratamiento”40. Todo muy de acuerdo con la tendencia naturalista del siglo XVIII que huía de las complicadas recetas médicas heredadas de la tradición anterior y que, por lo que se refiere al pulso, tanto estimaba la prolija esfigmología elaborada por el médico del Antequera, Francisco Solano de Luque, en 1741. El título del Artículo II, La naturaleza es autor y causa principal de toda curación (pp. 21-26) es del todo conforme con la medicina de aquel momento, por la inclinación “naturalista” señalada anteriormente. Con un tono muy repetitivo, va dando argumentos que intentan convencer al lector, apoyándose en principios filosóficos y médicos, fundamentalmente de Hipócrates y Aristóteles41. El Artículo III, El agua es remedio universal (pp. 26-52), comienza citando a algunos médicos que la utilizaban como solución en todas las enfermedades: Nicolás Conte, Joseph Ortiz Barroso, Manuel Gutiérrez de los Ríos, Joseph Cathalá y Centelles... Insiste en que la curación debe apoyarse en la experiencia42. Confiesa también que “curo sin sa-

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V. PÉREZ, 1752, pp. 11-12. Ibíd., pp. 23-24. 42 Transcribimos algunas de sus expresiones sobre este punto: “La experiencia es la mejor luz en el arte oscurísimo de curar” (p. 26); “sobre la experiencia y no sobre la razón se construye el nobilísimo arte de curar” (p. 27). “Muchas cosas dicta la razón, que la experiencia 41

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ber por qué, porque a mí el agua no me ha revelado sus secretos”, y aduce en su defensa que muchos médicos tampoco saben el porqué de los medicamentos que utilizan. Explica las características y condiciones del agua: “es purgante, temperante, diluente, dulcificante, nutriente” y afirma: “si el agua tiene facultades para corregir todo mal, este será el porqué de la curación: el agua tiene dichas facultades; con que será remedio universal de los dolientes”. Este silogismo es el punto central de la obra. Más adelante, cita a Feijoo en un pasaje un tanto escéptico respecto a la cura con sólo agua: “Muchos mueren que se sangran; muchos que se purgan; muchos que toman la quina; muchos que usan del más ajustado régimen. Quid inde? Proscríbanse todos los remedios; pues ninguno hay después de cuyo uso no muriesen muchos. Como se me verifique, que de doce enfermos deplorados o incurables con los remedios comunes, uno se restituye con el uso del agua, basta para aclararse por invención divina”43. Pero el autor le reta a una demostración volviendo a afirmar que él ha curado a más de seis mil enfermos con sólo agua44. También expone una larga relación de enfermedades que se curan con el agua, y termina citando a “José Carvallo de Castro, médico titular de Ajofrín, socio de la Real Academia Médico Matritense”; y transcribe unas letras que Carvallo le envió adhiriéndose al método hidroterápico, del que, como ya hemos dicho, era ardiente defensor desde sus años de estudiante en Valencia. El Artículo IV, Exclúyese toda sangría por inútil, y aun por nociva, excepto en una u otra dolencia (pp. 52-60) es una crítica de la sangría. La define como “aquella cruel invención que concibió Galeno, soñando (no podía concebirse de otro modo)”. Y echando mano de expresiones del Pentateuco afirma que el uso de la sangría es como “una ciega ido-

prueba no ser verdad” (p. 27). “Aun cuando no se halle razón, se debe seguir la experiencia como ley” (p. 27). V. PÉREZ, 1752. 43 B. J. FEIJOO, 1786. T. I, XIII, p. 138. 44 V. PÉREZ, 1752, p. 34.

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latría”, y que derramar la sangre es lo mismo “que derramar el alma, abrir las puertas a la muerte, pues en la sangre consiste nuestra vida”. No hace ninguna referencia a método, o a razones científicas, sino que la ataca en parte por “provenir de un ateo”, Galeno, y “practicarse en tierra de cristianos”. Termina señalando que sólo admite la sangría, y como excepción, en algunos casos en que el enfermo esté pletórico45. Junto a la crítica a la sangría aparece la de los purgantes, que, asegura, no purgan, porque no purifican (Artículo V, Exclúyense los purgantes, por nocivos y por inútiles, pp. 60-68). Termina el libro con un resumen de todo lo anterior, Apostrophe a los Señores de la Facultad (pp. 69-70). Propone la experiencia y la observación como los fundamentos, “el rumbo”, en donde debe apoyarse la facultad, y explica cómo toda curación tiene que estar dirigida a apoyar la acción de la naturaleza. Y el método hidroterápico es aquel que más respeta la naturaleza46. El promotor de la salud tuvo gran éxito. Se vendieron muy pronto los ejemplares de la primera edición, por lo que en 1753 se reimprimió en Pamplona (imprenta de los herederos de Martínez) y en Madrid, donde volvió a editarse en 1754 (imprenta de los herederos de Francisco del Hierro) y en 1769 (imprenta de Joseph Francisco Martínez Abad). Pérez fue felicitado; y ante el mundo médico deja de aparecer como un simple práctico y comienza a verse considerado ya como un consumado teórico. Al año siguiente aparece también a nombre de Vicente Pérez: El Secreto a voces. Arcanidades de los polvos de Aix, en la Provenza, descubiertas a los embates del agua. Disección anathómica de las partes de que se componen estos polvos, y razón primordial de sus efectos: hecha por el doctor don Vicente Pérez, de la Real Academia de solidistas, vulgo el médico del agua. Quien la dedica a doña María Cayetana de Isassi, Marquesa

45 “Podrá, pues, sangrarse un doliente, cuando se halle con plenitud de sangre”. V. PÉREZ, 1752, p. 60. 46 “Añada que por este método de curación, ninguno pone en peor estado su salud, no pasan las dolencias de actuales a habituales y se ahorran muchísimos intereses”. V. PÉREZ, 1752, p. 69.

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viuda de Santa Cruz y cía., en Madrid, en la imprenta de Música de don Eugenio Bieco (1753)47. El autor se propone desengañar al público de las ventajas que Ailhaud propalaba en sus polvos, haciendo ver que lo que provocaba el efecto purgante era el agua con la que se tenían que administrar. Al mismo tiempo, anunciaba otros polvos confeccionados por Pérez que, no sólo tenían la misma virtud que los de Aix, sino que les excedían en eficacia. Con lo que se abre paso en otra polémica de la medicina ilustrada, la de los purgantes.

La reacción ante la publicación de las obras de Vicente Pérez El efecto que estas dos obras produjeron entre el pueblo dividió las opiniones de los facultativos de Madrid, y algunos de ellos, enardecidos ya por la polémica instaurada, aguzaron sus plumas para manifestarse a favor o en contra de ellas. Contra El secreto a voces se publicaron dos anónimos: la Apología de paso contra una crítica de asiento y la Carta del médico de Aix... sobre el Secreto a voces 48. A favor se declararon los autores de sendas obras en verso, tan malas en su calidad poética, como desmedidas en su elogio del método acuario. La primera de ellas, alude directamente al doctor Vicente Pérez, al nombrarlo con su apodo habitual: Sobre el médico (vulgarmente) 47

El volumen se presenta en 4º con 14 hojas preliminares sin numerar y 42 páginas de texto. La Dedicatoria, como hemos leído en el título, es a la marquesa de Santa Cruz, localidad de la que Vicente Pérez era médico titular. Data la Aprobación del 29 de marzo de 1753 y fue dada en Madrid por el doctor don Miguel Rodríguez, médico de cámara del rey, examinador del protomedicato, socio de la Real Sociedad Médica de Sevilla y director de la Sociedad Médica de Nuestra Señora de la Esperanza. Licencia del ordinario don Tomás de Náxera Salvador (por su mandato, firma Felipe Ignacio Vázquez de Neyra), dada en Madrid el 3 de abril de 1753. Aprobación de don Manuel Ubago y Oñate, examinador sinodal del arzobispado, en Madrid a 28 de marzo de 1753. Fe de erratas y Licencia de don Manuel Licardo de Rivera, corrector general por su majestad, en Madrid a 14 de abril de 1753. Tasa por don José Antonio de Yarza a 14 de abril de 1753, en Madrid. 48 L. MARTÍNEZ REGUERA, 1892. T. I (impresos), p. 201.

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Portada del Parto del Océano. Madrid, imprenta Juan de San Martín, 1753.

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de el agua, sueño jocoso. Noticias de Galeno, y carta del otro mundo. Compuesto por don Antonio Aguilar... Año de 1753 49. La segunda lleva por título: Parto del Océano; consistorio de Júpiter con los dioses, y XIII signos del Zodiaco. Entusiasmo poético en elogio del doctor don Vicente Pérez, Vulgo: médico del agua. Su autor don Antonio Alexandro de Santiago y Palomares, natural de Toledo, con licencia; en Madrid, por Juan de San Martín. Año de 175350. Ambos trabajos presentan a la medicina tradicional como una nave sin timón y sin rumbo; critican sus métodos y terapéuticas y proclaman la ignorancia en la que, según los autores, se hallaban sumidos los médicos y los profesores. Los versos publicados, aunque malos en su factura eran hirientes en sus conceptos, por lo que debieron excitar aún más los ánimos en la sociedad madrileña. De nuevo simpatizantes y antagonistas se lanzan al ruedo para defender o atacar con sus escritos la terapéutica del agua. La mayor parte de ellos, carecieron de importancia, ya que no contribuían a esclarecer el dilema, ni con experiencias, ni con teorías científicas. Otros autores, aprovecharon la situación para lanzar sus invectivas en ambas direcciones, ridiculizando a las dos partes contendientes. Así por ejemplo, Aguilar Piñal cita un impreso de José Ibáñez y Gassia titulado “Ibáñez sobre el agua. Carta joco-seria y médico-crítica, respondiendo por el mismo correo a un amigo matritense... sobre el papel de don

49 Está impresa en 4º, con sólo 18 páginas. El texto comienza en la p. 3. La portada es orlada y no consta el lugar de impresión. A pesar de la banalidad de este texto, en el mismo año de su aparición, volvería a editarse, en un folleto de 20 páginas: Sobre el médico..., corregida y enmendada por su autor don Antonio Aguilar. En Madrid. Año de 1753. 50 Presentado en 4º, con 8 hojas preliminares sin numerar y 39 páginas de texto. La Dedicatoria es a don Bartolomé Felipe Sánchez de Valencia y está suscrita por Palomares y fechada en Toledo a 9 de abril de 1753. Da su Parecer don Ignacio de Loyola, marqués de Olmeda, en Madrid, a 6 de julio del mismo año. La Licencia del ordinario va firmada por don Thomás de Náxera Salvador, dada en Madrid el 23 de julio de 1753. Censura del padre maestro fray Agustín de Torres, carmelita, en Madrid a 23 de junio de 1753. La Licencia del Consejo está suscrita por don Joseph Antonio de Yarza. Fe de erratas. Tasa, protesta y prólogo. El texto está a dos columnas y en verso.

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Vicente Pérez, socio de la Real Sociedad de solidistas, vulgo médico del agua”, Catalayud, 175351.

La intervención de Feijoo en el debate El padre Feijoo también participó en esta disputa de Madrid. Hubo de ser consultado una vez más acerca de la utilidad del método, y, en concreto, sobre las curaciones atribuidas a Pérez. En una de sus cartas, Sobre la mayor, o menor utilidad de la medicina, según su estado presente, y virtud curativa de la agua elemental, explica su confianza en el agua, basándose en su prevención ante la medicina y los médicos: El gran fundamento, que tuve para desconfiar de la medicina fue la gran incertidumbre de esta facultad... que se hace visible en la variedad y oposición de opiniones de los profesores... Cada autor propone su doctrina, como apoyada en la experiencia..., como los enfermos varían en la devoción con los médicos, varían los médicos en la devoción de los medicamentos. Uno sangra, otro purga, otro aplica ventosas, otro ordena un vomitorio...52.

Concluye la carta informando a su interlocutor acerca de Pérez y de la polémica: Supongo, ocasionó en Vmd. esa duda, la variedad, con que oyó hablar del doctor don Vicente Pérez, llamado vulgarmente el médico del agua. Yo también oí hablar mucho de ese médico; pero elogiándole por la mayor parte, y concurriendo a los elogios algunos pocos de la profesión aunque improbando su método los más... siempre que algún profesor introduce alguna novedad en la medicina, todos los demás, aunque por lo común mutuamente discordes en cualquier cura particular, conspiran contra él, tratándole de sedicioso, rebelde, y perturbador del sagrado imperio hipocrático, o galénico... Ciertamente no es el doctor Pérez el inventor de este método. Muchos le pre-

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F. AGUILAR PIÑAL, 1981-86. T. IV, pp. 502-3. B. J. FEIJOO, 1786. T. V, XXI, pp. 336-339.

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cedieron, que practicaron el mismo, de algunos de los cuales se publicaron felicísimas curas 53.

La contundente crítica de Francisco Rodríguez Corcho También intervino Francisco Rodríguez Corcho54, quien en 1753 escribió su Margarita sobre el agua, preciosa perla, que en la divina concha del sagrado texto coge el rocío del cielo, con que evidencia que el agua no es remedio universal. En el prólogo ilustra la polémica que, por causa del agua tenía lugar en Madrid, con su desenfadado comentario: Y este modo de curar es nuevo, que le ha traído no sé donde, un médico no sé quien, llamado el médico del agua. Acá todos se curan así. Y se han cerrado las boticas: todos se atiestan de agua de bote en bote y en fin, todos quieren agua... Enseñóme un libro, en que se exhortaba a dicha curativa, diciendo que el agua es remedio universal. Leíle aquella noche. Hablé de ello al siguiente día en varias partes, y conocí en Madrid una gran turbulencia. Juzgué que esta contienda estaba solamente entre la gente común: pero llegué a averiguar, que la reñían, defendiendo unos, e impugnando otros, los más grandes señores, y los hombres más doctos. Unos decían: ¡Vaya fuera el médico del agua!; otros: ¡Quede el agua, y vayan fuera los médicos! 55.

Rodríguez Corcho, expone sus teorías en forma de Conferencias: diálogos mantenidos entre el autor y un ficticio espíritu de contradicción de todos los médicos madrileños frente a Vicente Pérez. Con su conversación, ambos impugnan las teorías del agua y glosan El Promotor de la salud, criticando tanto la forma en que está escrito, como su doctrina.

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Ibíd., p. 357. Francisco Rodríguez Corcho, nació en 1707, fue médico y presbítero. Sobre él: A. CHINCHILLA Y PIQUERAS, 1841-1846, Supl, I 820, 229-231; A. HERNÁNDEZ MOREJÓN, 1842. T. VII, p. 291; N. DÍAZ Y PÉREZ, 1884-1888, 1095, 94-95. 55 F. RODRÍGUEZ CORCHO, 1753, prólogo. 54

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Rodríguez Corcho, desacredita a Pérez como teórico y demuestra que su obra es una combinación de las doctrinas de los otros acuarios y que se limita a copiar lo que éstos (Ortiz Barroso, Gutiérrez Ríos...) habían escrito anteriormente. Hace también referencia (p. 84) a la teoría de Pérez sobre la naturaleza: “Cierto es que la sabia naturaleza es el artífice de toda curación. Que el médico debe ayudar a la naturaleza, y que aquel será mejor médico, que observando los movimientos de la naturaleza, con el medicamento conveniente los ayude. Pero no es cierto, que sea el agua quien ayude todo movimiento de la naturaleza del hombre”. Afirma Corcho, en contra de Pérez, que los purgantes y la sangría son útiles en la medicina cuando se aplican en los casos adecuados, y termina desafiando a Pérez a demostrar quien cura mejor, con o sin agua, y aseverando (p. 104) que el sistema acuario no es, en absoluto, beneficioso para la salud: “digo que el camino que dice ha descubierto para conservar, y restaurar dicha salud: no es rumbo, sino derrumbadero. No es conforme a razón”. La obra de Rodríguez Corcho, una de las mejores que se escribieron contra el método del agua, no tuvo contestación. Una defensa del doctor Pérez: el texto de don Gómez Arias Pero el método contó igualmente con algunos defensores, y así, en ese mismo año, se publicó en Madrid la Demonstración physico-mechánico-médica del provechosísimo, natural y verdadero sistema del doctor don Vicente Pérez (vulgo) el médico del agua, por don Gómez Arias. Arias, que había nacido en Zamora en 1712, era astrólogo y profesor de filosofía, medicina y matemáticas56. Este texto hace ver el característico género literario de la época. Gustaban los autores de utilizar expresiones ampulosas y recargadas para exponer sus ideas, empleando innumerables adjetivos y circunloquios para expresarse. La obra no está dividida en capítulos ni tiene 56

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F. AGUILAR PIÑAL, 1981-86. T. I, pp. 369-370.

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Portada de la Demonstración physico-mechánico-médica... Madrid, Francisco Xavier García, 1753.

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una ordenación precisa. Comienza con un Prólogo crítico en el que Arias se define abiertamente como partidario del sistema acuario: “las armas tomo por el agua, que ella solo triunfa de las mayores dolencias”. Apoya su opinión citando autores como Vallés, Hipócrates, Carlos Musitano, Hoffman, Niccollo Cirillo, Galeno... que describieron su uso en terapéutica. A lo largo de la exposición, hace una clara defensa de Pérez. Admite el agua como medicina universal; aunque puntualiza que el médico, al aplicarla, debe tener la suficiente experiencia, adaptando su uso a cada caso: Quede asentado, que el agua en las enfermedades se ha de aplicar metódicamente, esto es, observada la naturaleza del doliente...; conviene observar que a unos les aprovecha fría, a otros caliente, templada, en más, o menos cantidad... El sistema del doctor don Vicente Pérez está calificado en cuantos médicos célebres ha tenido España, Francia, Alemania, Inglaterra, Portugal, Holanda, Flandes, Italia, y las más cultas poblaciones de Europa, y otros innumerables, de que se pudiera hacer un dilatadísimo tomo. (pp. 1-3)

Proscribe la sangría de la terapéutica médica, pues, con el agua, ya no hace falta y, como casi todos los partidarios del método, realiza un ataque sistemático a la medicina y a sus representantes: En el océano de la medicina (señores doctores) como afirmó Hipócrates, el doctor Martínez, y el agudísimo, sapientísimo y excelentísimo maestro fray Benito Jerónimo Feijoo... caminamos sin centro, sin luz, sin guía, ni horizonte... Todo lo que se disputa se ignora: casi todo en la medicina se disputa: luego casi todo se ignora... la medicina es entrar en un cuarto muy oscuro a buscar un alfiler. Por eso mismo, se debe seguir el método del doctor Pérez, por ser régimen nada perjudicial, nada irritador de la naturaleza, natural, seguro, probable, sencillo, hipocrático y, en una palabra, el más conveniente a la conciencia, al bien público y a la salud y bolsa de los enfermos. (pp. 18-19)

El doctor Martín Martínez57 fue uno de los personajes que más destacaron entre los impulsores del nuevo pensamiento médico y filosófi57 Martín Martínez (1684-1734), médico y filósofo fue médico en el Hospital General de Madrid, profesor de anatomía, médico de cámara de Felipe V, examinador del protomedicato

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co. Granjel le define como un “excepticista reformado”, y afirma que, más que una radical negación de la tradición escolástica, Martínez intentó sintetizar el escolasticismo, o al menos algunos conceptos de él, con los ideales de la modernidad. Escribió la Medicina Sceptica (172225) y la Philosophia Sceptica (1730). Sus opiniones causaron una enconada polémica en la que tuvo como opositores a López de Araujo y Azcárraga que, al igual que Martínez, era médico de cámara, y a Lesaca, catedrático de prima en Alcalá. Frente a ellos, como ya hemos dicho, contó siempre con el apoyo y la defensa de Feijoo. Una última reprobación de Pérez Y aunque sea ligeramente posterior, de 1755, cabe poner aquí la crítica al método de Vicente Pérez, que el italiano, Francisco Bruno, presbítero, graduado en medicina, en ambos derechos y en teología, publica en Madrid: El juicio de Paris, verdadero desengaño del agua. Discurso apologético, espargyrico, phísico-médico, experimental, con que se demuestra con la esencia phísica de todos reinos, animal, vegetable y mineral, la de los morbos, para acertar con provecho el método del agua, contra el sentir de los que la promueven por remedio particular. A fuerza de mecánica se reducen al agua todos los reinos, y se enseñan algunos arcanos, para el acierto de las curaciones de mucha importancia. El autor trata de conciliar las dos opiniones, haciendo ver que el agua no puede desterrar de la terapéutica médica a los demás fármacos, pero que ella misma es útil sólo en ciertas enfermedades y en determinadas circunstancias. Francisco Bruno trata duramente al autor de El Promotor de la salud porque su estilo irónico sembraba la discordia y levantaba la animadversión de todo el cuerpo médico58. Termina Bruno su escrito diy presidente de la Regia Sociedad de Medicina de Sevilla. Amigo y defensor de Feijoo, es uno de los renovadores de la medicina española durante las primeras décadas del siglo XVIII. Sobre este autor: A. MARTÍNEZ VIDAL, 1989; A. MARTÍNEZ VIDAL, 1986, 9, pp. 127-152; L. S. GRANJEL, 1960, pp. 675-702; J. M. RODRÍGUEZ MERINO, 1989. 58 “Y si el doctor Pérez hubiese escrito con estilo un poco más castigado, y respetuoso, hubiera por cierto sacado alabanzas con su Disertación...”. F. BRUNO, 1755, p. 79.

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ciendo: “Luego, reconozca todo el mundo por remedio particular la sola, simple y pura agua, y la compuesta en fuerza de natural, espargyrica y experimental filosofía por universal...; fío, no obstante, que se alcanzará por este discurso el Verdadero Desengaño, cuya demostración, para la utilidad pública, fue el total único objeto del presente razonamiento”59.

Otros dos libros sobre el método del agua firmados por el doctor Carvallo Las dos obras publicadas a nombre del doctor Vicente Pérez, “el médico del agua”, dieron base doctrinal a su acción práctica. Pero poco después aparecería una tercera publicación en esta línea, con idéntica mentalidad y escrita con el mismo estilo que no iba ya cobijada por su nombre sino por otro de los componentes de aquel “círculo de Toledo” al que nos referimos en el capítulo biográfico, el doctor Carvallo de Castro. Este era su título y estas las características del volumen: El médico de sí mismo. Modo práctico de curar toda dolencia con el vario, y admirable uso del agua. Dispuesto por el doctor don Joseph Ignacio Carballo de Castro de la Real Academia Matritense, y médico titular de la antigua villa de Ajofrín. Quien lo dedica al Excmo. señor conde-duque de Luna, duque de Villahermosa. En Pamplona: en la imprenta de los herederos de Martínez. Año de 1754 60. Termina con las iniciales mayúsculas I.F.V.F.I.B. 59

F. BRUNO, 1755, p. 95. La obra va en un volumen en 4º, con 8 hojas preliminares sin numeración y 95 páginas de texto. Está dedicada al “Excmo. señor don Joseph Claudio de Aragón... conde-duque de Luna”. La Censura es del reverendísimo, padre fray Lucas Bara, maestro de estudiantes del convento y Universidad de Santiago, Orden de predicadores de Pamplona, y está dada a 5 de febrero de 1754. La Licencia del ordinario, fechada en Pamplona a 22 de mayo de 1754, dice: “Nos el licenciado don Manuel de la Canal, abogado de los reales consejos de Castilla, provisor, y vicario general de este obispado de Pamplona por el ilustrísimo señor don Gaspar de Miranda y Argaiz, obispo de dicho obispado...”. Aprobada por el doctor don Juan Joseph Cía y Sagaseta, el 1 de mayo de 1754. Se dio un privilegio real concediendo, por decreto de 24 de mayo de 1754, a don Miguel Antonio Domech, facultad para imprimir y vender por diez años esta obra. El texto es a dos columnas y apostillado, y al principio, hay un grabado que representa dos físicos examinando aparatos científicos. 60

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Portada de El médico de sí mismo. Modo práctico de curar... Pamplona. Imprenta de los herederos de Martínez, 1754.

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Ese mismo año aparece en Madrid una segunda edición: El médico de sí mismo... quien le consagra al excelentíssimo señor don Claudio de Aragón y Gurrea... Con licencia. En Madrid: en la imprenta de los Herederos de la viuda de Juan García Infanzón 61. El texto está terminado con las mismas iniciales que la edición de Pamplona. Se divide esta obra en dos. La primera parte enumera las virtudes del agua y explica su mecanismo de actuación de un modo similar a como lo había hecho en El Promotor de la salud. Expone el método aplicado a cada estación del año, indicando que hay que seguir en todo los movimientos de la naturaleza: Se explorarán con atención sus movimientos, para entender sus designios. Por este medio, no es difícil percibir a naturaleza su dictamen, pues puesta como supongo en movimiento, indica entre otras cosas, el pulso, hacia qué parte se inclina para sacudirse el mal que la incomoda, y esto no necesita de mucha penetración... que con sólo tener ojos en la cara se deja ver el rumbo que ella toma (p. 27).

Da reglas para que “pueda aplicarse el agua con satisfacción” y comenta que pueden añadirse al agua algunos simples que la hagan más eficaz: el nitro purísimo en las calenturas, la flor de amapola en los reumatismos, la sal de Tártaro o sal gema en la hidropesía. En la segunda parte de la obra, hace referencia al sistema de curar las enfermedades con el agua helada del padre Bernardo María Castrogianni62, según lo refiere en sus memorias eruditas Martínez Salafranca63. 61 También está presentado en 4º, con 8 hojas preliminares sin numerar y el texto consta de 88 páginas. Mientras que las aprobaciones y licencias de Pamplona se sustancian entre febrero y mayo, las de la villa y corte se emiten entre junio y julio. Tras la portada, figura la relación de obras favorables al agua que, anteriormente, hemos mencionado. La Censura es del doctor don Joseph Llorente “médico residente en esta corte de Madrid y académico con ejercicio de su Real Academia Médica”, y está dada en Madrid a 12 de julio de 1754. La Licencia del ordinario, en Madrid a 17 de julio de 1754, es de don Thomás de Naxera. Está aprobada por el padre Joseph Velasco, jesuita, en Madrid, el 20 de junio del mismo año. La Licencia del Consejo está suscrita por don Joseph Antonio de Yarza, en Madrid, a 4 de julio de 1754. Fe de erratas. Tasa, prólogo. 62 El padre Castrogianni fue discípulo del monje capuchino aragonés Róbida que, a principios del siglo XVIII, hizo numerosas curaciones con el agua fría, prescribiendo a los enfermos de fiebres eruptivas alrededor de un litro diario de agua helada y sometiéndoles a afusiones. 63 Del método de Castrogianni (un litro diario de agua helada y diversas afusiones) habla B. J. FEIJOO, 1786. T. IV, XVII, p. 211.

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Presenta también en esta segunda parte, dos cartas del doctor Pérez dirigidas a don Gregorio Hidalgo y Esteban, visitador eclesiástico del partido de Ajofrín, fechadas respectivamente en “Almagro, junio 8 de 1746” y “Santa Cruz, agosto 14 de 1747”. En la primera de ellas (p. 57), comunica Pérez a don Gregorio Hidalgo algunas de las curaciones que ha realizado con el agua: “He curado el caso de la señora de edad de 14 años, que con gran dolor de estómago vomitaba comida y bebida. De este accidente la liberté en cuatro días. Al caballero eclesiástico, que padecía accidente de orina, liberté en el mismo tiempo, bajo el pronóstico de que no recaería en el mismo”. Pasa luego a detallarle la aplicación del método para curar el herpes, asunto que debía haber solicitado don Gregorio64. Y transcribe luego la segunda carta, en la que “el médico del agua” detalla su práctica de hacer sudar a sus enfermos. Tres años más tarde las prensas madrileñas sacaban a la luz otro libro puesto a nombre del doctor Carvallo, cuya portada reza así: La verdad desnuda. Arcanidades del médico de sí mismo, descubiertas a la luz del desengaño. Adicciones a el méthodo del agua y sala de apelación en los achaques que no ceden al agua promptamente. Por el doctor don Joseph Ignacio Carvallo de Castro, de la Real Academia Médica Matritense, médico titular de la antigua rica villa de Ajofrín (Grabado tipográfico) Con licencia: en Madrid. Año de 1757. Por Antonio Balbás, calle de las Infantas. Se hallará en la librería de Pedro Vibanco, junto al colegio imperial, y en su puesto gradas de San Phelipe el Real. Y en dicha librería, y puesto se hallarán los papeles del méthodo del agua, que van puestos al fin de éste 65. 64 “Se le darán unos pediluvios de rodillas abajo con agua bien caliente, por media hora: se le limpiarán los pies y piernas con una toalla, y se meterá en la cama con bastante ropa para sudar. Tomará luego un vaso de agua de limón, de nieve o del tiempo, como más gustare a la enferma, de hora en hora, hasta sudar copiosamente”. J. I. CARVALLO NÚÑEZ DE CASTRO, 1754, p. 58. 65 Es un volumen en 4º, con 4 hojas preliminares sin numerar y X + 46 páginas de texto. A la vuelta de la portada hay dos temas latinos de Séneca y Hoffman dentro de una orla cuadrada. La Dedicatoria es al doctor don Andrés Piquer, del claustro y gremio de la Universidad de Valencia, ex-catedrático de ella, médico de cámara de su majestad; protomédico y presidente subdelegado de la Real Academia Médico Matritense, y está dada en Ajofrín a 25 de julio de 1757. La Licencia del ordinario, va firmada por don Thomás de Náxera Salvador, está fechada en Madrid a 7 de diciembre de 1757. Don Joseph Antonio de Yarza firma la Licencia del Consejo en Madrid el 7 de junio de ese mismo año. Fe de erratas. Tasa. Advertencias al que leyere (II-IX). Nota del autor (X).

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Página de La verdad desnuda, Madrid, 1757.

El texto lleva las notas al margen y al final tiene otra nota que y dice: “Donde este se hallarán los papeles siguientes”: El médico de sí mismo... El promotor de la salud de los hombres... El secreto a voces... Juicio sobre la méthodo controvertida... del Doctor Don Manuel Gutiérrez de los Ríos. Sueño Jocoso: Noticias de Galeno... Parto del Oceáno... Medicina en las fuentes...

Trata de la controversia organizada por el método del agua y comenta que, si es eficaz, el tiempo lo demostrará: Si el método del agua es dañoso, él se destruirá por sí mismo; pero si por el contrario se fuere experimentando útil, en vano es destacar papelones, ful-

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minar dicterios y abortar despreciables dicharachos. Será, pues, muy conforme a la razón... trabajar, quise decir atentamente, sobre el restablecimiento de los enfermos por los medios más fáciles y menos arriesgados; y no hallo otro menos arriesgado y más fácil que el del agua. (p. 23)

Explica (p. 41) cómo la curación de la viruela se apoya también en la fuerza de la naturaleza: “Las viruelas hacen menos estragos entre los hijos de los pobres, que las esperan a cuerpo descubierto... que entre los hijos de los señores, cobardemente escondidos entre tapices y muy proveidos de cordiales. Allí, porque se fía toda la curación a la naturaleza; aquí, porque se desconfía de la naturaleza, y se fía la curación a la medicina”.

Vicente Ferrer, autor de las obras publicadas a nombre de Pérez y de Carvallo La descripción del contenido de los dos libros firmados por el doctor Carvallo de Castro: El médico de sí mismo y La Verdad desnuda se ha limitado a los aspectos doctrinales y técnicos, evitando las alusiones del primero y las abiertas afirmaciones del segundo que ponen de manifiesto que el verdadero autor de las obras supuestamente de Vicente Pérez y de la primera de Carvallo, era fray Vicente Ferrer. Este dato no era desconocido por los bibliógrafos. Ya lo pusieron de manifiesto tanto Anastasio Chinchilla66, como Antonio Hernández Morejón67. Y todos los demás han incluido dichos tres escritos entre las obras originales del agustino, aunque no apareciera su nombre en las ediciones respectivas. Pero pensamos que se han extralimitado estos estudiosos en su afán de añadir títulos al elenco de las producciones de Ferrer, pues le hacen autor de La verdad desnuda e incluso de aquellas dos producciones en verso, salidas en 1753 del “círculo toledano”.

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A. CHINCHILLA Y PIQUERAS, 1846. T. III, pp. 234-243. A. HERNÁNDEZ MOREJÓN, 1842. T. VI, pp. 297-300.

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El desvelamiento de la estratagema Sobre la base de una lectura atenta de estos libros y de los ulteriormente publicados por Vicente Ferrer, ya a su nombre, vamos a tratar de exponer el proceso de dicho artificio y de su desvelamiento. Como vimos, El médico de sí mismo denuncia ya, en su estilo y en su criterio que fue trazado por la misma pluma que había escrito las dos obras firmadas por “el médico del agua”, aunque fuera ahora otro el nombre del autor que lo prohijaba. En sus páginas, hay claras indicaciones de que aquellas producciones eran del padre Ferrer. Por tres veces se dice que El médico de sí mismo es obra de Vicente Ferrer, a través de un anagrama que fácilmente revela su nombre. En la página 5 se refiere al “doctísimo papel de El Promotor de la salud”, “según ponderó en su Disertación histórico-crítica el doctor Vicente Baufreymont i Errera”; nombre éste que repite con la misma intención en las páginas 21, 38, 40 y 41; y que, quitando la palabra doctor, no es más que la transposición de 28 letras que ordenadas de otro modo darían esta lectura: fray Vicente Ferrer Beaumont. Es el fraile agustino el que, como auténtico autor de este texto, dice en primera persona: “Yo que sólo atiendo a ser el verdadero Promotor de la salud” (p. 31); y dice en otro lugar (p. 16): “El que guste podrá ver otras razones en la sabia Disertación histórico-crítica..., dejando otras muchas que me restan exponer para mi obra del Sistema Universal”, obra citada en el elenco de los escritos elaborados por Vicente Ferrer. En otro lugar de este libro insiste: “En mi obra del Sistema Universal correré la pluma sin limitación”. En cambio, al doctor Pérez se le menciona con menosprecio en varias ocasiones (pp. 38, 43, etc.) y cuando se le quiere atacar con más crudeza se cela su nombre con otro anagrama: esta vez bien transparente por lo sencillo: “Pedro Cortez”. También son reveladoras las siglas de gran tamaño que van al final del texto de El médico de sí mismo y que rezan: I.F.V.F.LB. y que significan, como el propio Carvallo aclararía: Yo Fray Vicente Ferrer y Beaumont68. 68

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J. I. CARVALLO NÚÑEZ DE CASTRO, 1757, p. 15.

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En La verdad desnuda, como su propio título anuncia, todo queda al descubierto. Su primer capítulo sólo se dedica a descubrir la falsa signación de El promotor de la salud y de El secreto a voces, vituperando con saña al presunto autor, sin darse cuenta de que quien esto escribe acaba de hacer lo mismo con El médico de sí mismo. El objeto de esta obra era declarar a Ferrer como verdadero autor de El promotor de la salud, El secreto a voces y El médico de sí mismo, haciendo además una crítica de Pérez y una alabanza continua del agustino. Ya en las Advertencias al que leyere, el autor, tras atacar con burla a Pérez69 declara (p. I) que las dos primeras obras sobre el agua salieron de la pluma de Ferrer: “Este mismo designio, ha sido el designio del padre maestro Ferrer, como me lo comunicó alguna vez y se descubre con facilidad de muchos pasajes de El Promotor de la salud y de El médico de sí mismo... criticando, pues, aquel escrito de El Secreto a voces que trabajó el padre, y dió al público en nombre de Pérez”. Y podemos leer en la Advertencia 16: “Quiero que sepas, que aunque salió en nombre del doctor Pérez el papel de El secreto a voces, ni tuvo alguna parte en aquel escrito, porque se formó estando Pérez en Santa Cruz; a donde tal vez aún no han llegado los polvos de Aix: ni llegaron a su noticia tales polvos, hasta que les oyó nombrar en Toledo”. Pero es en el Artículo 1 donde la autoría de Ferrer se ve expuesta explícitamente: No hay motivo en el comercio humano, en que no sea arduo el disimulo; pero en lo que es de más arduidad, es en desmentir a un escrito su legítimo autor. No necesita esto más prueba que lo que tenemos en el día. Publicose en nombre del doctor don Vicente Pérez El Promotor de la salud y sin embargo de que el doctor Pérez usaba del método del agua y ejecutaba con él mil maravillas, lo que nos podía hacer creer que sería de Pérez aquella producción, no faltó quien atisbase desde luego que, aunque se prohijaba Pérez el chiquillo, nada tenía de Pérez la producción, y era en todo hechura del lector Ferrer.

69 “No es el designio (ni puede ser) que se cure con sola agua todo mal, porque además de que no toda enfermedad se puede curar con agua sola... también yo receto más que agua, siempre que me parece que importa. La habilidad de curar todo mal con sola agua la reservó Dios a la alta comprehensión del doctor Pérez...” J. I. CARVALLO NÚÑEZ DE CASTRO, 1757, p. I.

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Lo mismo sucedió con El secreto a voces, y lo mismo sucede con El médico de sí mismo, que sale en nombre del doctor Carvallo. El padre fray Vicente Ferrer y Beaumont, de la orden de San Agustín, ex-lector de teología de Alcalá, regente del de San Gabriel de Valladolid, lector de teología de Toledo, es el autor de El médico de sí mismo, no menos que de El Promotor de la salud y El secreto a voces que se publicó en nombre del doctor Pérez. (p. 2)

Sabiendo ya esto, se entiende mejor las peculiaridades que encontramos en los textos de estas tres obras, al ser producciones no de un médico, sino de un teólogo aficionado a la medicina70. Así, es frecuente encontrar en estas obras citas de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres, especialmente de san Agustín, mezclando en los razonamientos acerca de las enfermedades, argumentos médicos, filosóficos y religiosos71. Además, en los textos hallamos abundantes alusiones veladas que señalan a Ferrer como autor de estos libros. Por ejemplo en El promotor de la salud, cuando hace referencia a Feijoo, como opinión a tener en cuenta en materia médica, aunque no tenga titulación, fray Vicente está comparándole con su propia situación: Advirtiendo que el voto del señor Feijoo en este asunto se debe anteponer al de Hipócrates y al de Galeno; no sólo porque compite a estos dos héroes en talento, en erudición...; sino por el título especial de que no es, por su fortuna de la profesión, porque estudió, quiero decir, la facultad en su celda, sin jurar en autores, ni en doctrinas. (p. 65)

En la página 49 de esa misma obra, se descubre Ferrer con una referencia a su lugar de origen al decir: “¿Qué cordial hay en toda la far-

70 Detalles que son también denunciados por el autor de La verdad desnuda cuando dice (pp. 2-3): “La locución, contextura, modo de traer las noticias, transiciones y otras señas, están jurando a una voz que son producciones del lector Ferrer, como lo conocerán bizcos, y tuertos que hayan visto alguna obra suya, o merecido su correspondencia”. 71 Podemos leer a modo de ejemplo, en El Promotor de la salud: “Después que por el primer pecado incurrimos en aquel fatal decreto... según enseña san Agustín en sus elegantes libros de la Ciudad de Dios...” (p. 7); “En el estado de la inocencia (según san Agustín) era pasible e impasible Adán...” (p. 8); “... que es lo mismo, hablando con el debido respeto, que ad primam, ad vesperas et ad completorium...” (p. 46).

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macéutica que compita con el vino de Peralta? ¿Qué jarabe que iguale al vino de Tudela...?”. Y más adelante, en la página 63, critica a los defensores de la purga y de la sangría diciendo que “se responde a un argumento que alegan como decisión de Rota”, expresión más propia de un religioso que de un médico. Llama también la atención el ataque y las críticas a médicos y boticarios en las tres primeras obras sobre el agua. En el Artículo I (pp. 7-21) de El promotor de la salud, el autor acusa a los médicos antiguos de ignorantes y obcecados, y a los farmacéuticos de negociantes de la salud y el dinero de los enfermos: “si (el enfermo) tropieza con algún ignorante profesor, hará mortal la enfermedad”; habla de “la grande ignorancia de la profesión”; “... siguen con ciega obstinación los dogmas...”; “... querer canonizar el homicidio que estudiaron en lo ruidoso de las aulas”. Argumenta, incluso, que debe haber cierto control permanente sobre los médicos: Se debe residenciar a los médicos anualmente, para saber el fondo intelectual de sus caudales; compeliéndoles a que presenten información auténtica de cuántos curan y cuántos matan; informándose por menor de los hospitales, y enfermos; qué beneficios han logrado con su asistencia, o qué perjuicios con su ignorancia; si hay enfermedades habituales; si ha sido excesiva la mortandad de los jóvenes; que a estas dos cosas, sin razón de dudas, debe ser responsable todo profesor. (p. 19)

Estas opiniones no parecen muy propias de un médico, pues ni respeta su profesión, ni confía en la preparación de sus colegas. Están más de acuerdo con la personalidad, más agresiva, y el estilo de Ferrer. Sin embargo, el prólogo de El promotor de la salud sí que debe ser obra de Vicente Pérez: por su estilo sencillo y directo, y por las referencias concretas que da de su actuación clínica en Santa Cruz de Mudela y en Pozoblanco de los Pedroches. En cuanto a los dos poemas laudatorios, Sobre el médico del agua y El Parto del océano, no hay motivos para atribuirlos también a Ferrer como hace Anastasio Chinchilla72; sin duda lo hará por figurar en 72

A. CHINCHILLA Y PIQUERAS, 1846. T. III, pp. 259 y 265.

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aquella lista de obras “acuarias” que iban al comienzo del volumen de El promotor de la salud en la edición de 1769. Ni hay por qué ver en ellos una doble intencionalidad, al contener, según Morejón73 y Chinchilla74, un irónico ataque al doctor Pérez y al método del agua. Por mucho que se quiera leer entre líneas, en uno y otro, no se ven más que elogios al método y a su propagador. Podrían haber sido escritas por Ferrer, pero existen también grandes posibilidades de que los autores verdaderos sean Aguilar y Palomares. Seguramente estos dos últimos formaran parte del grupo de partidarios del agua de Toledo, y allí conocieron a Vicente Pérez y a Ferrer. La verdad desnuda es de Carvallo Tanto Chinchilla como Hernández Morejón atribuyen La verdad desnuda también a Ferrer, al igual que los tres libros pseudónimos anteriores. Pero no cabe duda de que se equivocan en este punto tan ilustres biógrafos; y, consecuentemente, los demás que les han seguido. Consideramos que los datos que a continuación se exponen, son suficientes para poder afirmar que esta obra fue escrita por José Ignacio Carvallo. Está dedicada La verdad desnuda al que era figura máxima en la Universidad de Valencia cuando Carvallo era estudiante de ella, al doctor Andrés Piquer, a la sazón en Madrid como uno de los primeros médicos de España. También menciona otros datos que concuerdan con la biografía de Carvallo y cita observaciones y experiencias médicas personales: Me he propuesto hacer algunas adiciones para que se sirva de ellas, si valieren algo, el que quiera curar con este método. No es esto ganas de escribir; mucho menos querer hacer papel, y que se hable o se murmure en prosa o verso de la persona del doctor Carvallo, sino decir lo que he observado en varios

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A. HERNÁNDEZ MOREJÓN, 1842. T. VI, p. 298. A. CHINCHILLA Y PIQUERAS, 1846. T. III, p. 260.

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Portada de La verdad desnuda. Arcanidades de el médico de sí mismo, descubiertas a la luz del desengaño..., Madrid, Antonio Balbás, 1757.

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lances, y los medios de dar al agua más virtud, para que se asegure y abrevie la curación. Yo, ha mucho tiempo que estoy a la mira de los sucesos de el método del agua: fue mi maestro el doctor Nicolao, conocido por el acuario en todo el mundo: víle hacer prodigios con el agua: con que, sin poderlo remediar, me arrebató su método la afición. (p. 22).

Y refiere curaciones concretas en Ajofrín, localidad en la que Carvallo era médico titular: “El año pasado de 53 hubo algunos tercianarios en Ajofrín, y sólo en uno, u otro muy raro, apelé a la quina por auxilio” (p. 37). “El año pasado de 53 hubo muchos variolosos en Ajofrín: y yo no receté más que Aloja, a algunos agua sola, o de limón... y es constante, que de tantos variolosos como hubo, sólo murió uno” (p. 41). También hay una diferencia de criterio con lo leído en las obras anteriores: Carvallo, al contrario que Ferrer, admitía, en ciertos casos, la sangría; y así consta en sus “adiciones al método” cuando afirma: “si el asma sobreviene a alguna suprimida evacuación de sangre, basta la sangría regularmente”; o, hablando del dolor pleurítico, dice que “cuando el dolor es pungitivo, igual en el modo de afligir, se extiende a la clavícula, hay dureza de pulso, y dificultad de respirar, importa la sangría sin dilación”. Escasean, además, las citas escriturísticas y las referencias a san Agustín y a los Santos Padres que son, en cambio, tan propias de las producciones de fray Vicente. Por otra parte, habla claramente en tercera persona al referirse a Ferrer75 y hay que señalar por último, los ataques a Vicente Pérez y las grandes alabanzas al agustino son tan exagerados, que es poco aceptable que salieran de la pluma del propio aludido76.

75 “Critiquizando, pues, aquel escrito del Secreto a voces que trabajó el padre...” (p. III); “... que es la condición que pide para esto el padre Ferrer en su escrito del Secreto a voces...” (p. V); “Mas al fin cedió el padre maestro y lo dejó a disposición de sus amigos...” (p. 6). 76 Hablando de Pérez comenta: “Como quien es, quise decir, inventor del método del agua, y espantajo de todas las dolencias...” (p. 5). Y de Ferrer: “El padre, pues, fray Vicente Ferrer y Beaumont, que es una de las más brillantes plumas que giran por la región de las buenas letras...” (p. 5).

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Las relaciones entre Ferrer, Carvallo y Pérez Las relaciones entre Ferrer y Carvallo fueron siempre estables: no hubo ninguna ruptura y el agustino mantuvo invariablemente su afecto por el médico de Ajofrín. Se añade a esto que en las obras que Ferrer firme ya con su propio nombre encontraremos innumerables citas en las que declara cuáles son sus producciones: “En mi Promotor de la salud”77. “Añádase a todo eso que no ignoran los censores, que el teólogo autor de la Disertación, el año de 52, cuando era todavía cachorrito en la medicina, se echaba morder con los mayores médicos de Europa, para sostener sus escritos del Método del agua”78. También: “recurra a mis papeles de El Promotor de la salud de los hombres, El secreto a voces y El médico de sí mismo”79. Pero en ninguna de ellas se atribuye Ferrer a sí mismo La verdad desnuda. Al contrario, más bien diferencia este escrito de los suyos diciendo claramente que es del doctor Carvallo80. ¿Qué ocurrió entre Vicente Ferrer y “el médico del agua” para que la ruptura de sus relaciones fuera de una forma tan violenta? Antonio Hernández Morejón trata de explicar este hecho así: “quiso fray Vicente Ferrer, que ya se había declarado entre sus amigos partidario del método del agua, imprimir una obra adhiriéndose al sentir de los que consideraban aquel líquido como remedio universal de todas las dolencias, y otra anunciando al público la venta de los polvos purgantes del doctor Ailhaud, confeccionados por el agustino, con gran rebaja en su precio. Pero ya fuese porque este religioso no quisiera dar su nombre, o por motivos que no están bien manifiestos, lo cierto es que por los años

77 V. FERRER GORRAIZ BEAUMONT, Disertación o memoria sobre el fomento y progresos de la agricultura, 1785, p. 38. 78 V. FERRER GORRAIZ BEAUMONT, 1780, p. 42. 79 Ibíd., p. 73. 80 En su Juicio o dictamen (p. 64) citando La verdad desnuda dice Ferrer: “Pero sobre todo, mi grande amigo y confidente el doctor don Joseph Ignacio Carvallo, en las adiciones a nuestro método, apoya con su acostumbrada erudición esta idea”; y en su obra Composición, uso y virtudes (p. 26) de 1786, afirma: “Por esta regla, poco o nada tenemos que hacer para reducir a método la curación que debe practicarse, según lo tengo publicado treinta y tres años ha en mis obras del Médico de sí mismo, de La verdad desnuda del doctor Carvallo”.

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de 1752, se dio a luz su libro a nombre de don Vicente Pérez, y con el título de El Promotor de la salud. El médico del agua se hizo célebre y esta fama se aumentó aun más cuando al año siguiente dio a luz el libro titulado El Secreto a voces, que se reimprimió muchas veces. Esta obra escrita también por fray Vicente Ferrer, y dada a luz a nombre de don Vicente Pérez, no cabe duda que fue trabajada por un espíritu de especulación; motivo por el cual no convenía al agustino dar su nombre”81. Parece una interpretación aceptable. Tendría fray Vicente afán de destacar, de ser conocido. Viendo que sus primeros escritos tenían éxito y que Pérez adquiría por ellos fama y admiración, procuró, queriendo para sí esa gloria y prestigio, que quedase claro qué obras había escrito él. También es plausible lo que sugiere Rico-Avelló: “Al parecer, dos fueron las razones que motivaron la ruptura de relaciones: la primera, que el doctor Pérez pensara y cuidara más de su negocio y clientela que de hacer la debida propaganda al remedio del fraile. La segunda, que agua y polvos fracasaron estrepitosamente en el tratamiento de las ‘tercianas’ que padeció el agustino”, ya que, según manifiesta Carvallo en La verdad desnuda, “con el agua y sus milagros se le doblaron unas tercianas sencillas, pues, desde las cinco de la tarde que principió la accesión hasta las doce de la noche que duró la calentura, le administró el doctor Pérez treinta y dos cuartillos de agua de limón, y todo de excesiva frialdad. Y no aprovechando al maestro, recurrió éste a pedir auxilio a la quina”82. Carvallo, refiriéndose al cambio en las relaciones entre Ferrer y Pérez dice que no todo se puede publicar83, con lo que deja amplio campo a la imaginación del lector. Una y otra de estas opiniones vienen a ser desarrollo de aquella insinuación de un contemporáneo de los hechos, del doctor Pedraza: “Todo estos celos, a mi parecer, se fundan, en que don Vicente Pérez, 81

A. HERNÁNDEZ MOREJÓN, 1842. T. VI, p. 298. C. RICO-AVELLO, 1952. XVIII, 227, pp. 355-357. 83 J. I. CARVALLO NÚÑEZ DE CASTRO, 1757, p. 1. 82

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con su fortuna, se hizo un poco de lugar en la corte, y adquirió crédito, aunque transeúnte, pero dinero permanente”84. Los últimos años de la polémica Las declaraciones de La Verdad desnuda convulsionaron otra vez a la sociedad madrileña, que se hallaba perpleja ante tanto embuste y rencor. Desaprobaban la actuación de Pérez: había pretendido adornarse con unos escritos que no eran suyos y, ahora, indefenso ante unas acusaciones que eran ciertas, mantuvo la sensata postura de no alegar nada en su propia ayuda. Pero con quienes se cebó la animadversión de médicos y profanos fue con Vicente Ferrer y con el doctor Carvallo. Los derroteros del doctor Vicente Pérez Mas, en ese mismo año, percatándose Vicente Pérez, de que su integridad y fama estaban en entredicho, apela al Consejo de Castilla solicitando la investigación oficial de su método, la cual se acordó dirigiendo aquel alto cuerpo, el 10 de octubre de 1757, un documento al corregidor de Madrid que dio lugar al siguiente escrito del médico del agua: Judicial justificación hecha a instancias de don Vicente Pérez (vulgo el médico del agua) de las enfermedades crónicas, habituales y desahuciadas por los medios actuales, curadas con brevedad, seguridad y placer de los enfermos, con el admirable méthodo del agua, aplicada debidamente en cantidad, cualidad, ocasión y modo, sin excusar, cuando la naturaleza lo pide, el uso de la sangría y otros medicamentos simples y nada perjudiciales así interiores como exteriores 85. La misma práctica médica le había hecho entender al médico del agua, que con sólo el agua no podía tratar de forma correcta a todos sus enfermos. Pero al año siguiente, Pérez será protagonista de un hecho que va a mermar aún más su fama, y que hace ver que lo ocurrido anteriormen84 85

J. DE PEDRAZA Y CASTILLA, 1761, p. 8. Citada en L. MARTÍNEZ REGUERA, 1892. T. I (impresos), p. 201.

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te, no le había servido de advertencia sino que continuaba intrigando y enredando entre sus compañeros del protomedicato. Marañón nos relata este acontecimiento con todo lujo de detalles86. Hallándose en 1758 gravemente enferma Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VI, Pérez se valió de cierto caballero que trabajaba en palacio, para hacer llegar al afligido consorte un papel en el que, demostrando la incompetencia de los regios protomédicos, él se comprometía a curar a la enferma con su método. El rey, viendo que la muerte de doña Bárbara era inminente, se acogió a este ofrecimiento como a la última esperanza y ordenó –o, como Marañón dice, ordenarían los amigos de Pérez en la corte, ya que el rey estaba en esos días en pleno rapto de locura– que se reunieran los médicos de cámara con el acuario. Esta junta se realizó el 4 de agosto de 1758, a las doce y media de la noche. Los protomédicos, entre los que se encontraban Andrés Piquer y Gaspar Casal87, estaban tan extremadamente ofendidos de tener que consultar sobre el estado de doña Bárbara, por regia imposición, con aquel colega tan desprestigiado y farsante, que no le permitieron ver a la enferma, y ni siquiera le dejaron hablar o dar su parecer, limitándose a decir, como cuenta el propio Pérez, de la reina: Tenía unos tumores escirrosos procedidos de la supresión menstrual, que producen calenturas, y que ésta habría entrado con horripilaciones o calofríos, y que la sobrevinieron cursos que, aún continuaban. Dicho esto, dieron por terminada la consulta sin hacer (como era preciso para que yo me hiciese cargo de todo, a fin de darme un dictamen con conocimiento) expresión, como debían y es costumbre, del temperamento, vida anterior, causas de la enfermedad, los remedios que habían aplicado, sus efectos y los alimentos con que se había nutrido 88. 86

G. MARAÑÓN, 1970. T. V, pp. 399-404. También: C. RICO-AVELLO, 1952, pp. 355-357. Curiosamente, Gaspar Casal incluye en su Historia natural y médica de el Principado de Asturias (Madrid, 1762), un estudio sobre las aguas medicinales de aquella zona. Cf. S. MÁLAGA GUERRERO, 1969, p. 181. 88 V. PÉREZ, Informe de don Vicente Pérez al rey don Felipe V sobre la enfermedad de la reina y los remedios para corregirla; Aranjuez 8 de agosto de 1758. En la Biblioteca Nacional, ms. 10.683. El título es de letra distinta al texto y está equivocado, pues la reina doña Bárbara de Braganza era esposa de Fernando VI. 87

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Sospechando que no iban a dejarle aplicar su método a la reina, les propuso Pérez que fueran ellos mismos los que llevaran a cabo la terapéutica con agua; a lo cual se negaron rotundamente, afirmando que, con tanta agua, doña Bárbara viviría dos horas en vez de cuatro. Los médicos de cámara no escucharon los consejos de Pérez, quien despechado por el desaire del que era objeto, se desquitó de ellos enviando al rey el informe citado en el que criticaba la terapéutica aplicada por los protomédicos y proponía la suya, rectificando también el diagnóstico. Ellos seguían aplicando purgas y sangrías, y Pérez comenta al rey en su Informe: “remedios ambos perjudiciales en el caso. Los purgantes son siempre perjudiciales... Veintiún años hace que yo no he usado ningún purgante, solo lavativas de agua fría...; en las señoras mujeres, son más perjudiciales las sangrías que en los hombres”. Le adjunta con el Informe, un libro suyo, El promotor de la salud, en el que describe las epidemias que curó, con solo agua, en Córdoba, en Santa Cruz de Mudela y en el Hospital General de Madrid. Se defiende frente a los médicos de cámara y afirma que él es capaz de curar a la reina, pero que debe verla y tomarla el pulso. Recuerda al rey cómo sus protomédicos desahuciaron al marqués de Perales, y él, Pérez, le curó con su agua. Denuncia que sus colegas aseguran que él desea quedarse como médico de la reina; cosa que no es cierta: su único interés es curarla. Termina diciendo: Paciencia, ya que no puede ser otra cosa... Lo indudable es que lo que se le ha dado a S. M. es perjudicial... La lástima es que se van apretando las fuerzas y, acaso, cuando se quiera remediar no responderá por su parte... Me atrevo a decir que si hubiera emprendido esta curación el día de la junta, según lo que he oído, a esta hora ya estaría S. M. fuera de peligro.

No se le ponía a Pérez nada por delante, y así desacredita con este papel a los médicos de cámara que contaban con probada ciencia y experiencia. Marañón opina que seguramente este informe no llegó a manos del rey: su locura había aumentado por la agonía de doña Bárbara, que murió en Aranjuez el 27 de agosto. Pérez tuvo que pagar su atrevimiento; y, tras todos estos enredos, fue desposeído de su título. 145

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La verdad sobre el agua del doctor Juan de Pedraza y Castilla Una obra en la línea de la medicación acuaria, más sensata y equilibrada es la que lleva por título: La verdad sobre el agua: Disertación histórico-crítico-médico-práctica en que se prueba evidentemente, que el agua no puede ser remedio universal de todas las dolencias. Refútanse todos los papeles a favor del agua, y con sus mismos fundamentos resulta contraria la prueba, publicada en el año de 1761, en el Puerto de Santa María, por el médico titular de Estepona y socio honorario de la Real Sociedad de Medicina de Sevilla, don Juan de Pedraza y Castilla, quien ya ha aparecido en estas páginas. En el Prólogo da a conocer el autor cómo llegó a sus manos El promotor de la salud. Al leerlo: “por una parte, decía que no podía ser médico el autor de tal escrito; por otra, aseguraba la física existencia de don Vicente Pérez en la corte”. Sigue diciendo que leyó después El secreto a voces, El médico de sí mismo y La verdad desnuda y afirma que: He dirigido mi verdad sobre el agua, para que sirviendo este papel de desengaño común, sirva en algo de provecho para el alivio de los enfermos en particular. Porque es de temer en éstos el naufragio, en medio del maremágnum del remedio universal del agua. Pues siendo el mar de estos papeles, un mar de leche, que engaña, y embelesa, por la misma seguridad aparente que calma, está próxima la grande tormenta.

Comienza aquí su ataque contra Ferrer, del que ya sabe que es el verdadero autor de los tres primeros de estos libros: ¡No es un dolor que una facultad tan noble se vea de presente ajada por un extraño pretendiente! Pues si el colegio de los buenos médicos, en su práctico ejercicio, reconocieran poder curar todas las enfermedades con agua no hubieran ya con el agua hecho milagros a montones? ¡Necesitarían que algún padre maestro les viniese a dar reglas, y leyes, cuando hay en la facultad tantas leyes y reglas de mejores prácticos maestros! Destiérrense por inútiles las meras teóricas del agua, y aseguremos los prácticos los progresos de la naturaleza. ... querer desde los claustros desentrañar la naturaleza con prácticas observaciones, es intentar un imposible, que no lo permiten sus reglas; pues mi-

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rando están los propios institutos en las clases, son físico impedimento para aplicar medicinas desde sus cátedras 89.

Pedraza y Rodríguez Corcho son los polemistas más objetivos e imparciales en esta controversia. Destierran el agua como remedio universal y ponen en su lugar adecuado al doctor Pérez, a Ferrer y a Carvallo. De este último dice Pedraza en La verdad sobre el agua (p. 1): “Lo que extraño, y de lo que no daré el parabién al doctor Carvallo, es en haber desnudado tanto su Verdad desnuda; pues no es lícito, según reglas morales, el manifestar las verdades tan claras y satíricas”. Y de Pérez (p. 2): “En parte se le emplea muy bien al doctor Pérez que le vulneren por varios modos; que a eso se expone quien en blanco pone sus firmas”. Pero hace ver (p. 7) que, prescindiendo del abuso del método, Pérez ejercía realmente: “digo que sabrá menos mal curar el doctor Pérez sus enfermos que el padre maestro Ferrer los suyos. Porque el padre solamente los visita y cura en su teórica fantasía; y el médico del agua en sus propios lechos con física existencia: y va tanta diferencia entre una y otra curativa, como va de lo vivo a lo pintado”. No encontró esta obra respuesta, seguramente porque no habría nada que objetar a tan imparcial exposición. En ese mismo año de 1761, Carlos III resolvió un pleito a favor de Pérez, en el que ordena que no debe examinarse otra vez, puesto que se había examinado en 1721 y manda que se le devuelva su libro, que dicha institución había requisado. Pérez debía de contar con protectores influyentes en la corte –quizás el marqués de Santa Cruz, y doña Cayetana de Silva, su esposa, a quienes conoció en Mudela–, y el decreto ordena que se le devuelva el título del que había sido despojado, desaprobando la actitud del Real Protomedicato para con el médico del agua. Pero, como dice Marañón, “no debió de bastar esta rehabilitación oficial, pues los biógrafos cuentan que acabó, olvidado y sin prestigio, su vida”90. 89

J. PEDRAZA Y CASTILLA, 1761. Prólogo. Decreto de S. M. en el expediente del médico del agua don Vicente Pérez, del 26 de agosto de 1761, manuscrito 11265 de la Biblioteca Nacional. G. MARAÑÓN, 1970. T. V, p. 402. 90

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Dos últimas referencias al método acuario Tenemos conocimiento de dos obras más que se publicaron cuando ya la polémica estaba prácticamente aplacada. En 1764-5, Pedro Gómez de Bedoya y Paredes escribió en Santiago su Historia universal de las fuentes minerales de España, sitios en que se hallan, principios de que constan, análisis, y virtudes de sus aguas, modo de administrarlas y de ocurrir a los accidentes que suelen nacer de su abuso; todo deducido de las observaciones, y experiencia; descripción de los lugares de su situación, con una buena parte de la historia natural del término de cada pueblo, y explicación de las curiosidades que contiene 91. La obra consta de dos tomos, y está escrita en forma de diálogo entre un médico, el doctor Quiñones, un estudiante de medicina de Gandía, don Jaime Alavez, y don Onofre, el párroco del pueblo. Gómez de Bedoya adopta una postura conciliadora. En parte, mantiene la doctrina de los acuarios, ya que admite que el agua es beneficiosa en algunos casos y en determinadas circunstancias: Entre todos los simples, que sirven al uso médico, ninguno lo es tanto como el agua clara, que usamos para beber, de la cual y de los provechos, que puede tener en la medicina, para curar nuestras enfermedades, habremos de formar un discurso, que se finalizará, declarando las ventajas que el agua mineral tiene para esto, más que la simple. (p. 37)

Trata acerca de las aguas medicinales y termales y expone que su uso, abundante en Europa en aquella época, era una característica de la vuelta a una terapéutica de rasgos naturalistas. En 1766, Antonio Godínez de Paz, médico titular de la villa de Alba de Tormes y de Coronada de Medina del Campo, publicó en Salamanca sus Ocios médicos. Diálogo que de paso trata sobre el uso del agua en la medicina. Explicación de ocho principios médico-prácticos, y exposición al primero de todos los Aphorismos de Hipócrates. Esta obra trata de las controversias que había en Madrid acerca del agua y de los libros que se publicaban a favor y en contra, y relata la confusión reinante en91

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Sobre la hidrología en este autor, cf. S. MÁLAGA GUERRERO, 1969, pp. 174-178.

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tre los mismos médicos, que no sabían si debían utilizar las terapéuticas tradicionales o los nuevos sistemas: Pero éste y los demás sistemas dan motivo a una grandísima confusión al médico; porque, si atiende a los antiguos, verá persuadida la purga y sangría, que son la piedra de escándalo de las contiendas; si a los modernos, en unos se da por el pie todo purgante, como venenoso; en otros, se persuade el purgante, y contradice la sangría, y en este del agua se excusan sangrías y purgas: con que, atendiendo a todos, el médico se verá confuso 92.

Da su opinión acerca del tema: no niega que el agua pueda tener efectos beneficiosos en muchos casos “que algunas enfermedades se remedien, vaya en fin, pero que ha de ser universalmente medicina; amigo, no asienta”. Y afirma que es necesario el uso de otros remedios. Hemos mencionado casi todas las obras que se escribieron en contra y a favor del método acuario; hemos visto que tomaron parte en esta disputa los hombres de más prestigio de aquella época: desde médicos hasta profanos a la ciencia, pasando por teólogos, profesores, filósofos y políticos, dan su parecer acerca de esta materia, bien sea con razones fundamentadas, ya con ironía, e incluso, utilizando la polémica instaurada para personales vindicaciones93. “Algo tendrá el agua cuando la bendicen” El método del agua comenzó siendo una reacción saludable contra el abuso de la extensa farmacopea que la mayoría de los médicos empleaban en detrimento de la salud y del bolsillo de los pacientes. Tenía 92

A. GODÍNEZ DE PAZ, 1766, p. 3. Hubo más, como, por ejemplo: A. CAPDEVILA, Teoremas i problemas, para examinar, i saber usar qualesquiera aguas minerales... Madrid, 1775; P. GUTIÉRREZ BUENO, Instrucción sobre el mejor método de analizar las aguas minerales y en los posible, imitarlas. Madrid, 1782; J. DE D. AYALA, Examen de las aguas medicinales de más nombre que hay en las Andalucías, Madrid-Baeza, 1793-98; ... Son libros que se refieren más al análisis de las aguas que a la polémica sobre la hidroterapia. Poco a poco fueron incorporando los avances químicos y aportaron datos novedosos en las obras españolas. Cf. J. A. RODRÍGUEZ-SÁNCHEZ, 1994; S. MÁLAGA GUERRERO, 1969, pp. 169-219. 93

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un significado abstencionista y, a la vez, seguía el naturalismo terapéutico propio de la Ilustración, fundamentado en una sencillez racional y en una peculiar estima de la naturaleza. Pero no estaba libre de peligros ya que, o bien se administraba el agua en cantidades excesivas que eran perjudiciales o, bajo el pretexto de evitar medicinas inútiles, se dejaban de recetar muchos medicamentos valiosos. Continuó la controversia del agua hasta bien avanzado el siglo XVIII; pero, tanto el tiempo como los fracasos, así como la constancia de los verdaderos médicos, consiguieron al fin ilustrar la opinión general, haciendo ver que la utilización del agua era útil en determinados casos y hecha con medida; pero que no sería para todos. Pronto la razón y el buen sentido olvidarán los métodos curativos en auge, para volver, con mayor discernimiento sobre los abusos de la sangría y de los purgantes, al uso de la medicina tradicional. Por su parte, Vicente Ferrer siguió escribiendo acerca de temas médicos, pero rectificando algunas de las proposiciones expuestas en sus libros sobre el método del agua. No es fácil formular una exacta valoración de su papel en la polémica. Es cierto que con sus escritos ayudó a denunciar los excesos en las purgas y sangrías; pero también condicionó el enfrentamiento entre los miembros de la facultad de medicina y consiguió arruinar la reputación –falsamente ganada– de Pérez; logró con sus incitaciones que muchos médicos autorizados dejasen por escrito experiencias, observaciones y teorías útiles para el desarrollo científico, y también ayudó, en cierta medida y en algunos temas, a romper las barreras a la penetración de las ideas ilustradas; pero, por otra parte, a raíz de la controversia se publicaron muchas obras banales y carentes de fundamento científico. En escritos ulteriores de Ferrer, ya sobre otros temas, reaparecerán expresiones tomadas de estas primeras publicaciones e insistirá en la idea del agua como terapéutica en prácticamente todas las enfermedades.

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