LA POLITICA HIDRAULICA

xl LA POLITICA HIDRAULICA Con la pérdida de nuestras últimas Colonias y en aquellos tristes años de depresión (y de oprobio) nacional, se inició el de

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xl LA POLITICA HIDRAULICA Con la pérdida de nuestras últimas Colonias y en aquellos tristes años de depresión (y de oprobio) nacional, se inició el deseo, por parte de muchos españoles, de buscar remedio a tan lamentable situación, a tan definitivo derrumbamiento, y entré los vagos, incoherentes y poco meditados planes y proyectos de regeneración, se oyó, por vez primera, con más limpio y prometedor sonido, el programa que difundió Costa, bautizado con el nombre de "política hidróulica". No es que se descubriera entonces la necesidad de regar nuestros campos, no; es que agotadas la poiftica ganadera y la de roturaciones, las fuerzas productoras de nuestro suelo, se volvía la mirada hacia las pocas regiones vivas de nuestra agricultura, las zonas de regadío, ^las que los políticos no habían podido destruir aún, pero que también se vefan ya con la tala del arbolado de las cabeceras de las cuencas fluviales, en trance, por de pronto, de sufrir graves quebrantos, porque los pantanos alimentadores se cegaban y porqua los torrentes españolss, en diversas comarcas, habían hecho su aparición en forma progresiva y con daños que alarmaron a la opinión pública.

Ello hizo nacer paralelamente a la política que preconizaba e) riego, la concepción de su defensa, basada en la repobla ^ión forestal de las laderas de los montes y de las cabeceras de las cuencas torrenciales. No era nueva, ni mucho menos, la idea de ensanchar el régadío en España, y sin remontarnos a los (beros y romanos, ni a los órabes, que tan prácticas y sabias organizaciones sobre el regad(o habían dejado en nuestra Patria, son bien conocidas - t.t^ -

las disposiciones de los Reyes Católicos y las de Carlos V, que dió comienzo al canal principal de Aragón, olvidado después y vuelto a rehabilitarse por Carlos III, gracias al talento y energía del Canónigo Pignatelli. En este tiempo se proyectaron otros muchos, como el de Tamarite, Urgel y Tauste. Ya en 1548 las Cortes de Valladolid recuerdan la necesidad de nuevos regadíos para remediar la falta de pan y mucha hambre de los reinos de Castilla, y suplican los Procuradores que se haga venir de fuera personas expertas a quienes diese comisión de visitar los r(os y aguas de C,astilla, y averiguadas las tierras susceptibles de ser regadas, proveyese la conveniente a su beneficio.

Pero, singularmente, el Conde de Aranda, Campomanes, Jovellanos, en su informe sobre la ley agraria, y desde entonces otros muchos grandes españoles, Feijóo, Cabarrús, Fermfn Caballero, se ocupan y defienden la idea del regadfo que se disipa en la marea desamortizadora y en el reparto de tierras de secano, en las arbitrarias roturaciones y talas de arbolado, que momentáneamente satisfacen la sed de tierras y de cultivos que padece la nación, porque inunda y desborda toda ansiedad y preocupación agrícola y social, a la vez que satisface los apuros de la Hacienda y las ambiciones de los polfticos. Solamente cuando todo se ha consumido, agotadas las tierras; en quiebra, no ya la Hacienda, sino la Patria; perdidas las Colonias y esquilmado el propio solar-porque talados los montes y aprovechadas las tres o cuatro primeras cosechas, la tierra se muestra agotada-, los pocos españoles que aun conservaban el equilibrio y la razón para hacer un somero inventario de nuestra situación, no hallaron otra cosa viva, permanente y bien lograda que las zonas de regadio, que pese al embate de los siglos, de las dinastfas y de los Gobiernos, segufan siendo muestra perenne, ejemplo vivo de lo que es capaz un labrador español que trabaja con acierto cuando el destino y la orientpción agrícola es la apropiada a las condiciones geogróficas de la zona y a las agronómicas de la tierra que se le entrega.

Cuando la Ilamada generación del 98, escéptica, de ideologfa aruinada, hablaba en plena catástrofe naciona ^ del atraso de la agricultura y del arado romano para cantar alabanzas de lo extraño y deprimir y rebajar lo nacional, no hab(a sino - 118 -

recordar las huertas de Valencia, Murcia, Motril, Castellón, Zaragoza, el Jalón, la Rioja y Aranjuez, a la vez que mostrarles los primeros libros americanos sobre el cultivo de secano, del "dry farming" en el Far West, que justificaban nuestras costumbres de buen labrador I11. Qué, ni quién, había de impiantar nada nuevo, que no fuese un progreso cientifico reciente; en nuestras viejas tierras por las que han pasado tantos pueblos y tantas civilizaciones cultivándolas y atendiendo su modo de ser y sus necesidades. Sólo la ambición polftica de los hombres ajenos a ellas es capaz de mudar circunstancialmente, como ocurre con las guerras y los planes politicos o disposiciones juridico-administrativas, la costra de su formación, que depende de las organizaciones sociales y de la población, pero indefectiblemente vuelve la naturaleza a imponer sus sabias leyes y a encauzar las erróneas iniciativas, muchas veces con implacables castigos de esterilidad, sequías, inundaciones y ruina, que hace meditar a los hombres sobre su conducta, sobre sus creencias y sus escasos conocimientos y torcidas orientaciones. En el Congreso de Agricultores celebrac}o en Madrid en 1880, presentó Jóaquín Costa una proposicián que decía: "La condición fundamental del progreso agricola y socia) en España, en su estado presente, estriba en los alumbramientos y depósitos de aguas corrientes y pluviales. Esos alumbramientos deben ser obra de la nación y el Congreso agricola debe dirigirse a las Cortes y al Gobierno reclamándolos con urgencia, coma el supremo desideratum de la agricultura española."

EI 8 de septiembre de 1892, en la Asamblea de agricultores celebrada en Barbastro, como Presidente• de la Liga de Contribuyentes de Ribagorza, iniciadora de la Cámara Agrícola del Alto Aragón, once años después del Congreso madrileño, volvió a levantar su voz el ilustre aragonés. En esos once años no se había construído un solo canal, a pesar de los estímulos de la ^ Il ^ EI Ingeni^ero Agrónomo español. José Cascón, estableció experimentalmente ^los fundam^entos del cuitivo de secano y la razón de ser ^e^l barbecho, en la granja agríco'la da Palencia, rehabilitando nuestro cultivo trod^icional y anticipándose a'los trabajos de los agrónomos norrteameritanos ^obre el "dry farming". IAgricultura española, 1934.1 - 119 -

ley de 27 de julio de 1883; habfa caducado el tratado comercial con Francia, que trajo una nueva perturbación a la agricultura nacional; por otra parte, los siete años no interrumpidos de sequfa y esterilidad i1884-1891) en la litera y gran parte de los Somdntanos y la nueva concesión propuesta del famoso proyecto del canal de Tamarite a empresarios particulares, como a la vez era necesario levantar una bandera o imponer una orientación a la Cómara Agrfcola del Alto Aragón, Costa se expresó así: "EI Alto Aragón necesita muchas cosas, tantas, por lo menos, como mandamientos tiene la Ley de Dios, pero todas ellas se encierran en una: los riegos; por la constitución especial ^del Alto Aragón, cortado en dos fajas paralelas, una, de montañas, productoras de agua corriente, y otra, inferior, de planicies esteparias sin bosques, sin Iluvias y sin manantiales, el camino de fomentar su agricultura se cifra entero en el fomento de los riegos, en el aprovechamiento de las aguas de la montaña para regar los Monegros, los Somontanos y la litera, y asf, la especialidad de la Cámara Agricola del Alto Aragón la impone la misma naturaleza de las cosas: canales y pantanos; pantanos y canales." , Costa se proponia, al poner en marcha la polftica hidráulica, según se dice en su libro la fórmula de la agricultura, lo siguiente: • 1.° Extender la zona de prados, hoy^insignificante, armonizando los intereses de la ganadería con los de la agricultura, en irracional pugna hace #antos siglos, y poner'a la primera en aptitud de sostener la comp®tencia con las carnes americanas.

2.° Estrechar el área destinada al cultivo cereal; doblar el rendimiento de gronos por hectárea y ponerlos en condiciones de resistir la competencia de los rusos y norteamericanos. 3.° Introducir en el cuadro de las industrias nacionales esa otra ganaderia de las aguas que se Ilama piscicultura, más barata, mós descansada y más lucrativa que la ganader(a terrestre. 4.° Desarrollar el cultivo de los árboles frutales. 5.° Iniciar de un modo, aunque I®nto, seguro y eficaz, la repoblación forestal de nuestras montañas que la ciega codicia ha desarbolado y remediar los trastornos y perturbaciones q^e ha sufrido por esta causa el régimen de los hidrometeoros.

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Tienen que seguir, para regenerarse las selvas, idéntico proceso y camino que en los primeros d(as de la creación, de los Ilanos a las alturas; principiar por los valles y tierras sustanciosas, acometer luego las faldas y trepar por la-ladera arriba, ganando el terreno palmo a palmo, hasta invadir y ocupar las cumbres. 6.° Poner al alcance de los jornaleros, artesanos y labradores en pequeño el cultivo de huerta que, aun reducido a sv m(nima expresión, ofrece un suplemento de recursos y de ingresos que no es de despreciar.

7.° 8.°

Facilitar el establecimiento del crédito agrícola. Contener la emigración a pa(ses extraños.

9.° Transformar en parte viva del territorio nacional esos miembros atrofiados e inertes que se Ilaman estepas y margales salíferos. Esta pol(tica fué recogida por otros hombres públicos, como Sánchez Toca en 1901, y más tarde D. Rafael Gasset, porque, como h®mos dicho antes, (as circunstancias especiales por que atravesaba la vida nacional por una parte y el gran talento, la erudición pasmosa de Costa, sus predicciones, lograron producir en la nación una impresión vivísima, marcando un surco que ya no habría de borrarse en los años siguientes. Como dice Lorenzo Pardo en el libro Plt^n Nacionai de Obras Hidráulicas, "la idea de los regadfos se habfa convertido en aspiración y la aspiración en parte importante y en algunas regiones y en muchos cerebros, única y exclusiva de la reconstrucción nacional. Un grupo de Ingenieros de Caminos exhortó y puso en manos de D. Rafael Gasset la dirscción de esta politica, que adquirió una gran popularidad en toda la nación; ya sólo hac(a falta un plan general que concretara de un modo d®finitivo aquella aspiración y se formuló uno, el Ilamado Plan de 1902.

No he de extenderme mucho en la reseña de los hechos que desde ese momento se desenvolviron, porque lo hace con gran autoridad y con gran prolijidad de fechas y de datos el libro de Lorenzo Pardo antes citado. Sólo diré que en el año 1902, a que se hace referencia, al formularse el Plan del mismo, faltó, "aunque existía una vigorosa y fecunda tradición acumulada en los antiguos regad(os -121-

españoles", el conocimiento de las circunstancias económicas de carócter nacional y una orientación acertada. Asf, dice Lorenzo Pardo: "húbo por parte de todos error grave, aunque excusable. Lo hubo en la actuación de aquellos Ingenieros que se perdieron por el pafs para recoger una cosecha, al parecer muy copiosa, de iniciativas de las mós variadas procedencias y de las mós variadas garantías; lo hubo en sus directores que no acertaron ^a señalarle normas, y lo hubo en la acción gobernante qué no logró elevar su vista sobre la visión de los pretendidos hallazgos y aspiración legal y aun de los apetitos para alcanzar horizontes de amplitud nacional". Lo eficaz de la predicación de Costa fué, que obligó al Estado a iniciar una política hidróulica, porque de la iniciativa privpda se podía esperar muy poco, visto el resujtado de las disposiciones que se habfan dado en todos tiempos para estirnularla en este sentido. . De nada sirvieron la instrucción de Corregidores de 1788, ni la Ley de 1849, que eximía de contribución por diez años a los capitales invertidos en riegos; la de 18óó, que ampliaba ese beneficio a un tiempo indefinido; .la de canales y pantanos . de 1860, que concedía a las Empresas constructoras el aumento de contribuciones que se obtuvieran por el riego hasta el límite de 30 duros por hectórea de tierra regable y tres años mós la contribucióri íntegra a tftulo de indemnización del interés del capital durante la construcción; la Ley de aguas de 1879, que aun concedía mayores beneficios, y la de Canales y Pantanos, de 1883, que ofrecía una subvención pagada a medida que se ejecutasen las obras-el 40 pór 100 del presupuesto tratóndose de Compañfas y el 50 por 100 si los constructores eran Sindi^atos de regantes-y con facultad el Estado de prestar el 50 por 100 del presupuesto de obras con un 3 por 100 de rédito.

Era el Estado el que debía tomar la iniciativa, como decfa Costa, y en efecto lo logró, porque Gasset, Ministro de Fomento, con el Cuerpo de Ingenieros de Caminos, inició la era de la política hidróulica con el Plan de 1902. Fracasb este Plan porque se procedió sin método, convirtiéndose en "un católogo de canales y pantanos, casi todos ellos aislados, sin relación alguna aun dentro de la propia cuenca", se ejecutaron obras que lejos de favorecer, perturbaron - 122 -

el desenvolvimiento de la economfa española; se prevefa en aquel plan la construcción de 296 obras. AI cabo de tre+nta y tres años, dice torenzo Pardo, só{o hay en explvtación, 30; en ejecución, 17; en estudio, 38; pendientes de estudio, 100, y des^ echadas, 94. Las hectáreas que habfan de beneficiarse con el Plan de 1902 eran 1.469.922, y, efectivamente, hay beneficiadas 178.154. Y, sin embargo, este Plan, dice Lorenzo Pardo, ^on afgunas adiciones insuficientes y algunas otras no siempre beneficiosas para el interés público, incluso onerosas para el Tesoro y para el propio interés local, ha sido el vigente hasta ahora en casi toda España, porque el Plan de 1909 se limitaba a una intensificación de las obras ya iniciadas y el de 1916 comprendfa casi todas las del Plan de 1902. Ahora bien, el 1.469.922 hectáreas de 1902 se habfa reducido en 1916 a poco más de la tercera parte, a 571.440 a pesar de la inclusión de obras nuevas, algunas de las cuales representaban nada menos que el beneficio de 38.000 hectó reas. EI Ilamado Plan de fomento, de la riqueza nacional de 1919 no tuvo mucho mejor éxito que los anteriores, y por ello deduce Lorenzo Pardo que habia una necesidad impériosa de disponer de un nuevo instrumento legal y de una nueva ordenación de nuestras actividades en esta materia. La exigúidad de lo logrado no hay que atribuirla a falta de disponibilidades numerarias, a crisis mundiales o inestabilidades polfticas, dice el mismo ilustre ingeniero, sino de que se carecia en el orden geogrófico del conocimiento previo de las realidades peninsulares, sobre todo de las hidrográficas, faltaban los embalses reguladores y más que a influir en el régimen de la circulación de las aguas, se atendiá a la necesidad de nutrir los canales inmediatos, y todo ello sin la conveniente medida de las precipitaciónes pluviométriças, del conocimiento de las condiciones edafológicas del terreno y de la cuenta de los recursos hidráulicos disponibles.

De la misma irisuficiencia adolecen los Planes en el orden agronómico, por no decir que carecfan en absvluto de ello. Se hizo el Plan de 1902, germen de los demás, a favor del entusiasmo que despertaban las predicaciones del gran Costa, - 123 -

pero le faltó "el estudio inmediato, sistemático, riguroso, de las realidades bósicas". Lo inició paralelamente, ya lo hemos dicho, una corriente de opinión favorable a la necesidad de arbolar nuestros paisajes óridos y desprovistos de vegetación forestal. En medio de la total ruina de la nación, se hac(a aún mós desolado el panorama a la contemplación de los españoles. Por otra parte, parecfa completamente obligado de la politica hidróulica el revestimiento de las cuencas de recepción de las aguas corrientes, para evitar los arrastres de tierras que Ilevaban a acrecentar los muros de los diques, ya que no habfa medio económico de evitar el aterramiento de los embalses. También Costa hab(a defendido la idea de la repoblación forestai, aunque con escasez de argumentación, pero la suficiente para que se formaran conceptos y programas que alguna vez fueron muy exagerados, como el de su conferencia en el régimen de tluvias y en las inundaciones.

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la escasez de los medios económicos del Estado, a quien exclusivamente se atribu(a la misión de realizar las obras hidráulicas y las de repoblación f,arestal, provocó una diferencia entre los defensores de unas y otras. En los Congresos de Riegos que se organizaron para celebrarlos cada tres años, con el fin de propagar la idea de la polftica hidróulica y mantener viva la fe en su eficacia, asf como paro conocer las opiniones mós salientes de técnicos, economistas y hombres de) agro, se libraban verdaderas batallas en pro y en contra de lo hidróulico y de lo forestal. Transcendió ^al Parlamento tal estado de opinión y tal divergencia, sintetizóndose la opinión hidróulica en aquella cétebre frase de D. Rafael Gasset, que al defender su punto de vista dijo: "Yo no puedo ceder de mis cifras nada que merme mi propósito, porque el beneficio de los pantanos es inmediato, mientras que para que la repoblación forestal surta sus efectos hace falta un pertodo geológico." Hoy no podrfa afirmarse con tal desenfado sobre el resultado inmediato de las zonas regables dominadas por los embalses; ni tampoco dejar de conocer que las repoblaciones verificadas con especies de rópido crecimiento en . el Norte de España y las que pudieran realizarse en las zonas de regadfo, - 124 -

pueden aprovecharse hasta tres y cuatro veces durante la vida de un hombre, produciendo beneficios bien inmediatos y considerables, como sucede en Vizcaya y en Galicia. Las diferencias de ios contradictores fueron menguando, los puntos de vista antes opuestos se fueron acercando; los Congresos de Riego establecfan sobre bases más firmes y definitivas el alcance y la finatidad de la polftica hidráulica que, hipertrofiada, se desenvolvfa con la única preocupación de la 'construcción de grandes obras, sin recordar que su fin era la colonización de la zona regable. A(a vez, se delineaba con claridad el máximo alcance de esta politica en el futuro destino del suelo español. • AI advenimiento de la Dictadura, et Conde de Guadalhorce, Ministro de Fomento, Ingeniero de Caminos, hombre inteligente y de gran competencia profesional, recogió las iniciativas y las enseñanzas anteriores y creó las Confederaciones Hidrográficas por Decreto de 5 de marzo de 1926, y en el mismo d(a se nombraba una Comisión Organizadora de la de) Ebro. Con las Confederaciones no sólo se habia realizado el intento o el deseo de Costa de interesar al Estado, sino que se señalaba un nuevo avance de gran transcendencia económico- • social, cual era el de enlazar la acción oficial con los elementos vivos, interesados en el regadfo.

La acción d®I Estado por sí sola iba fracasando, porque si es v®rdad que se construfan muchas y grandes obras, también es cierto que no se había colonizado en relación con el gasto o sacrificio realizado. La polftica hidráulica, Ilevada en la medida que (e corresponde dentro del problema económico-agrario de la nación, dará sus esperados espléndidos frutos; pero Ilevada sólo desde un punto de vista de conveniencia parcial o por satisfacer con demasiado apremio las ansias ilimitadas de una rama de la técnica o de un Departamento ministerial, dará la sorpresa de que se vean, en soledad inexplicable como restos de una civilización que se fué, abandonadas las obras de Ios embalses, de los pantanos de hormigón ciclópeo, sin que aguas abajo de las mismas se sienta e! menor ruido ni se dibuje, el más pequeño trazo de la colonización proyectada. La politica^ hidráulica ha de responder a su verdadero fin, - 12S -

que es la colonización interior por el cultivo intenso del regadío. Pero este cultivo intenso requiere elevar lo cuota dél gasto por hectórea en proporciones de 1 a 100, porque en la cifra del gasto total del cultivo la que menos supone es la del agua, y ello requiere la organización financiera del crédito correspondiente y Iq formación de la nueva población, necesariamente apta o conocedora del regadío, aparte de la aportación de cuantos elementos son indispensables para la transformación y conservación del suelo vegetal de huerta. Se ha propuesto para las zonas dominadas por las obras construídas, como solución transitoria, en tanto que se realizan las cbras de nivelación y de puesta en riego de aquéllas, la repoblación forestal por especies de crecimiento rápido y el cultivo pratense. Y la solución nos parece oportuna y acertada, si a la vez se fomenta la colonización con la ayuda de aportaciones de capital privado, orientando el empleo del ahorro nacional en sentido agrícola, ya que en las zonas de regadfo podrfa terrer una inversión tanto o más segura que en muchos de los empleos industriales en que hoy se invierte. Por otra parte, aunque es cierto que hay una dependencia geográfica y técnica de distribución de aguas en toda la cuenca del rio, también ha de tenerse en cuenta que no sucede lo mismo con la organización económica de sus productos.

Los trabajos de retención y distribucidn del agua, los embalses reguladores y todo e1 sistema hidráulico de un río con sus afluentes debe, en general, ordenarse de arriba abajo en la cuanca total de los mismos. Decimos en general, porque pueden existir razones económicas que aconsejen otra cosa, tales como la mayor produccibn de determinadas zonas o superficies agrfcolas con preferencia a otras. Esa es la razón por la que muchas veces se inundan pueblos enteros y sus campos, cuando caen,identro de la cota mbxima del embalse, y por eso se ha propuesto por el propio Centro de Estudios Hidrogrdficos el trasvase de la cuenca superior del Tajo, en beneficio del Segura, que riega tierras de producción ubérrima y de gran valor.

Pero aparte de estas consideraciones, hay razones de orden general económico, de relación de productos y mercados, de calidad de aquéllos y de vfas de transporte, que obligan a orien- 126 -

tar por zonas transvers$s al cauce del río que forma la Confederación, la regulación económica que se conecta o enlaza con otras regiones y mercados próximos, aunque ajenos a!os intereses de la Confederación. Tal sucede, por ejemplo, con la producción agrfcola de la cabecera del Ebro, en Santander, Burgos y logroño, que no tiene relación económica inmediata con la región levantina de la desembocadura de aquel rfo. En el porvenir las Confederaciones se considerarán o se dividir6n por -zonas económicas, cada día mejor definidas, y se limitará su misión confederal a la distribución del agua y a la defensa y proporción de su caudal, es decir, sólo tendrá un cometido técnico y administrativo por parte del Estado, pero en relación con las Asociaciones o Sindicatos de regantes para los problemas relacionados con la construcción de embalses y canales, con la distribución y los mádulos del agua y con la repoblación forestaf y obras de corrección de torrentes y consolidación de suelos en las cuencas en que tales obras sean necesarias y que por su fndole antieconómica de presente no se abordan por la iniciativa particular. Hoy la polftica hidróulica se desenvuelve bien atendida, por un lado, en cuanto a las obras se refiere, por la Dirección de Obras Hidráulicas en el Ministerio de Obras Públicas, y en cuanto a la zona de régadío, por el Servicio de Colonización en e!' de Agric^ltura. También, dependientes de la Dirección de Montes, !as Divisiones hidrológico-forestales contribuyen a la repoblacibn forestal y a la corrección de torrentes, sin perjuicio de la labor forestal que a su vez realizan las Confederaciones. Dependiente hoy del Ministerío de Industria y Comercio, Ia Dirección de Minas ha impulsado por otra parte el alumbramiento de aguas subterráneas, que inicia a su vez un nuevo programa de regadíos, basado en esta clase de trabajos.

Para darse cuenta de lo que en esta materia pudiera Ilegar a hacerse en España, sin perjuicio del regadfo, basado en las aguas subterróneas y en la apertura de pozos y alumbramientos de (as mismas, constituyendo lo que impropiamente se denomina el pequeño regadfo, basta con que transcriba el resumen del Plan nacional de Obras Hidróulicas, que redactó el Centro de Estudios Hidrogróficos del Ministerio de Obras Públicas en el año 1933. - 127 -

EI P(qn trazado por el Centro de Estudios Hidrogrdficos del Ministerio de Obrps Públicas propone la construcción, en veinticinco años, de todas las obras necesarias para el riego de 1.285.000 hectóreas, con un coste de 3.895 millones de pesetas, distribuído asf: Obras hidróulicas de regulación y de riego. . Obras de protección (forestalesl^ . . . . • . Obras de abancalamiento y distribución. ...

2.370.000.000 195.000.000 1.330.000,000 3.895.000.000

En estas cifras no se contiene todo el esfuerzo de la nación; es precíso que se les añada tas debidas a la necesidad de dotar a las zonas de producción creadas de caminos para la explotación y extracción de productos y las indispensables para proporcionar vivienda a la población explotadora. De todo ello se deduce que el esfuerzo colectivo y nacional no bajciró de cinco mil millones de pesetas, según ef Cent^o de Estudios Hidrogróficos. Ahora bien, es evidente que este sacrificio queda sobradamente campensado con !os beneficios que produce, cuales son la evitación de una importación, qua asciende a seiscientos millones de pesetas, y un aumento de 5 por 100 en la cifra de la exportación anual, que suponen muchísimo mós que la que cuesta el Plan de obras y todas sus posibles derivaciones, sín contar con el aumento de vaior de la propiedad y las consecuencias sociales qu^ Ilevan consigo el reparto de la misma y la riqueza que crea. • Pero, en (o que a los efectos de fa ordenación del suelo se refiere, sólo quiero hacer resaltar que (a obra que se proyecta y cuya realización total y logro definitivo de sus aspiraciones finales ha de ser a largo plazo, abarca en el conjunto superficial de la nación, 1.285.000 hectóreas, que han de ordenarse con arreglo a este criterio de regadfo que debe estimularse y favorecer por fos grandes beneficios, antes apuntados, que re-

porta. 2CÓmo ha de distribuirse esta superficie2 EI Plan aludido fo distribuye asf:

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NUEVOS REGADÍOS

REGADÍOS MEJORADOs

SUPERFICIES REGADAS

E b r o . . . . . . . . . . . . . . . . 361.450 Levante . . . . . . . . . . . . . . . 220.000 Guadalquivir . . . . . . . . . . . . . 148.750 Meseta inferlor. . . . . . . . . . . . 216.640 Meseta superior . . . . . . . . . . . 122.800 División hidróulica orienta! . . . . . . . 23.ó00 . División hidráulica occidental . . . 14.800 . División hidróulica meridional. .. 47.430 División hidróu{ica de4 Cantábrico .... 1.200

156.525 76.940 13.400 6.800 10.000 " " 8.000 "

1.206.ó70

271.665

1.478.335

La ejecución de esta política exige normas nuevas y otro criterio del seguido hasta ahora. Es indudable que, pese a los méritos que deben reconocerse a nuestra Ley de Aguas de 1879, pprque se anticipó a su época y porque ha sido el freno regulador de muchas ambiciones y la garantía de los derechos adquiridos, a la vez que alentaba nuevas iniciativas como el progreso derivado del transporte de la energfa eléctrica, es evidente que han variado da tal modo los conceptos económicos y sociales sobre la propiedad y ^a función que ejerce en el desenvolvimiento de las necesidades colectivas de la nación, que se hace necesaria la pramulgación de una nueva Ley de Aguas comprensiva de todos los proble-. mas fundamentales que abarca el regadfo, entendiéndose que la finalidad primordial de éste es la colonización interior y la producción intensiva de la tierra, facifitada con fa aportación del agua necesaria para ello, no olvidándose que ha de ocuparse de la remoción de obstáculos hoy existentes para poner en pie de producción las zonas dominadas por (o ^' embalses.

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