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“La presencia del Neopopulismo en América latina: El caso ecuatoriano”
Nasly Rocío Cárdenas Rodríguez
Trabajo de grado presentado como requisito parcial para optar al título de Profesional en Relaciones Internacionales y Estudios Políticos
UNIVERSIDAD MILITAR NUEVA GRANADA FACULTAD DE RELACIONES INTERNACIONALES, ESTRATEGIA Y SEGURIDAD PROGRAMA DE RELACIONES INTERNACIONALES Y ESTUDIOS POLÍTICOS BOGOTÁ D.C., Abril de 2014
“La presencia del Neopopulismo en América latina: El caso ecuatoriano”
Nasly Rocío Cárdenas Rodríguez
Trabajo de grado presentado como requisito parcial para optar al título de Profesional en Relaciones Internacionales y Estudios Políticos
UNIVERSIDAD MILITAR NUEVA GRANADA FACULTAD DE RELACIONES INTERNACIONALES, ESTRATEGIA Y SEGURIDAD PROGRAMA DE RELACIONES INTERNACIONALES Y ESTUDIOS POLÍTICOS BOGOTÁ D.C., Abril de 2014
AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD
Mayor General (R) EDUARDO ANTONIO HERRERA BERBEL RECTOR
Brigadier General (R) ALBERTO BRAVO SILVA VICERRECTOR GENERAL
DRA. SONIA OSPINO GOMEZ VICERRECTOR ADMINISTRATIVO
DRA. MARTHA LUCÍA BAHAMÓN JARA VICERRECTOR ACADÉMICO
ING. CLAUDIA PATRICIA PÉREZ ROMERO DECANO FACULTAD DE ESTUDIOS A DISTANCIA
DRA. ANA MILENA MOLINA BELTRÁN DIRECTOR DEL PROGRAMA DE RELACIONES INTERNACIONALES Y ESTUDIOS POLÍTICOS A DISTANCIA
“Doy gracias a aquel que me revistió de fortaleza, a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me consideró digno de confianza al colocarme en este ministerio”. 1 Timoteo: 1, 12
La presencia del Neopopulismo en América latina: El caso ecuatoriano
Palabras Clave Populismo Neopopulismo Neoliberalismo Latinoamérica
I. Introducción Como si fuese un tema de discusión habitual entre académicos, medios de comunicación e incluso la población en general, se ha abierto un debate acerca de los gobiernos que desde la década de los 90 hasta la actualidad han emergido en Latinoamérica, su naturaleza, sus líderes, actividades y forma de gobierno. Estos gobiernos como los del actual presidente del Ecuador Rafael Correa, o el del fallecido Hugo Chávez en Venezuela, entre otros, han abierto un debate en el mundo académico sobre cómo se pueden caracterizar estos gobiernos, bien sea como populismos –en alusión al periodo del populismo clásico en América Latina-, o como neopopulismos, o si hay algún otro concepto que describa con mayor precisión dichos gobiernos. A lo largo de este documento, se analizarán diferentes categorías con las que tradicionalmente es calificado el presidente del Ecuador, Rafael Vicente Correa Delgado, quien ha gobernado desde el año 2007 y ha sido reelecto en 2009 y por
tercera vez en 2013. El objetivo es identificar la precisión conceptual y analítica de conceptos como el de populismo o el de neopopulismo, para describir la realidad sociopolítica que se viene presentando en buena parte de Latinoamérica desde hace dos décadas, y que de momento carece de acuerdos sobre cómo puede ser denominada. Para comenzar se presenta la definición y características de populismo y neopopulismo, para finalmente analizar la forma de gobierno que ha diferenciado al presidente ecuatoriano. Para así demostrar que: Rafael Vicente Correa Delgado es un líder neo-populista porque las características de su gobierno se ajustan a las principales características del neopopulismo.
II. Populismo y Neopopulismo Durante buena parte del siglo xx Latinoamérica experimentó una forma de gobierno a la que le fue dado el nombre de populismo. Los populismos fueron aquellos gobiernos caracterizados por liderazgos bastante personalistas, en los que los mandatarios adquirieron ante los pueblos un carácter mesiánico que prometía la “salvación” ante las penalidades del pasado. Con frecuencia se trataba de líderes que venían del pueblo – De las clases sociales tradicionalmente excluidas- para gobernarlos y llevarlos a la superación de los problemas que el Estado había sido incapaz de resolver. Tanto en sus orígenes, contexto y acciones de los líderes, los diferentes populismos solían tener varias características comunes.
Con frecuencia estos
fenómenos políticos surgieron en contextos que tenían, cuanto menos, dos características: 1. La preexistencia de una crisis en la sociedad que no ha podido ser resuelta dentro de los canales habituales; 2. La búsqueda por parte de sectores sociales tradicionalmente excluidos de participación o mayor participación en las áreas económicas, sociales y políticas (Santamaría, 2007).
En los temas comunes para los populistas encontramos como prioritarios los siguientes: 1.) Un rol principal y directivo del Estado. 2.) Ampliación de las bases sociales de la ciudadanía. 3.) Participación popular. 4.) Manejo de los recursos del Estado. 5.) Utilización de un discurso nacionalista, anti oligárquico y antiimperialista. (Santamaría, 2007). En sus acciones, fueron rasgos comunes: 1.) Una legislación que coloca al Estado como árbitro en las disputas entre los representantes del capital y el trabajo. Asumiendo que el Estado es totalmente imparcial. 2.) Se busca la nacionalización, ampliación y profundización de los servicios públicos y áreas de la economía como educación, salud y vivienda; es decir mayor cobertura, modernizarlos y mejorarlos. 3.) Estatización y control de recursos de la producción así como de empresas consideradas estratégicas, como la minería, el sector energético y las comunicaciones. 4.) Se legalizan, promueven y posteriormente se busca el control de organizaciones de masas como los partidos políticos y sindicatos, a partir de patrones sindicalistas, paternalistas y clientelistas. 5.) Inclusión de sectores antes no participantes y creación de organizaciones permanentes que a la vez que le sirven de sustento al proyecto populista coadyuvan a la participación o por lo menos a la ilusión de participación autónoma. 6.) Movilización y agitación de las masas que incluyen no sólo aquellos sectores excluidos, porque es una coalición policlasista pero concentrada en los sectores populares. Este proceso se facilita por la puesta en marcha de la redistribución del ingreso.
7.) El proyecto económico que sustenta el populismo es de tipo desarrollista y utiliza métodos redistribucionistas, es decir, que afectan la renta haciendo que los sectores populares mejoren su proporción en la distribución del ingreso. Es claro que la redistribución no toca los medios de producción. (Santamaría, 2007). El populismo también se caracterizó por una campaña electoral colorida y políticos atrayentes quienes tenían la capacidad de cautivar masas llenas de nuevos votantes, líderes que incluso después de su muerte mantienen la lealtad de esos seguidores
(Roberts
&
Basurto,
2012).
Estos líderes inspiraron el nacionalismo, orgullo cultural en sus seguidores, prometiéndoles una mejor calidad de vida. La mayoría de los nuevos votantes pertenecían a las clases trabajadoras, lo que hacía caracterizar al líder con una imagen pro-trabajo; aunque también eran seguidos por votantes de clase media, quienes aplaudían los programas socio-económicos promovidos por estos líderes. Incluso algunos de los ciudadanos de las clases poderosas y adineradas también eran partidarios de los programas y liderazgos populistas, pues los veían como buenos para sus intereses y el destino de la nación (Roberts & Basurto, 2012).
Dejando a un lado los resultados y consecuencias que trajeron consigo los gobiernos populistas (pues no es de interés para este trabajo), en la memoria de muchos latinos quedó el recuerdo de líderes que trabajaron por el pueblo y para el pueblo, que lucharon contra aquellos que actuaban en favor de intereses externos en detrimento de los internos, contra ese enemigo externo –que para la actualidad serían las políticas e intereses norteamericanas- causante de las tragedias del país. Tal es el recuerdo de aquellos tiempos y líderes, que a raíz de una crisis económica en la década de los 80 en Latinoamérica, que estuvo acompañada por aumento del desempleo, estancamiento, crisis de valores democráticos, una vez más no se cree en los políticos ni gobernantes porque todos están corrompidos;
la población se siente tan cansada y desencantada, que “añoran sus entusiasmos populistas de antaño” (Hermet, G. 2000). Es en este contexto (muy familiar al de años atrás) que el neopopulismo surge como una denominación más reciente de fenómenos que comparten algunas características con el populismo clásico. Sin embargo, a diferencia de este último, hay mucho menos acuerdo sobre la precisión del concepto neo-populismo. Aunque comparte algunas características con su predecesor, son también varias las diferencias que permiten cuestionar si en realidad se trata de una nueva forma de populismo o si su carácter lo hace un fenómeno completamente novedoso. Ahora bien, el latinoamericano de los años 90, mira hacia su propio Estado en busca de protección, pero dadas las reformas que se están realizando en esos mismo años –con frecuencia neoliberales- el Estado ya no está para proveer bienestar a los individuos sino que cada vez con más frecuencia, su objetivo central está en favorecer e impulsar las fuerzas del libre mercado; y es que uno de los cambios más drásticos que vive en ese momento la sociedad latinoamericana es el cambio de la naturaleza del Estado (pilar de los primeros populismos) y los roles que debe jugar en diferentes ámbitos (Santamaría, 2007). Como acompañante del cansancio político y gubernamental en Latinoamérica, en el mundo entero se estaba viviendo una ola de democratización (la tercera para ser más exactos 1) que traía consigo avances en materia de derechos y garantías socio-políticas, lo que alimentaba las expectativas y esperanzas de inclusión de la población latinoamericana. Pero, la falta de nuevas temáticas en la agenda, el aumento de los niveles de pobreza, la inestabilidad y debilidad institucional, dieron como resultado un alejamiento de los electores de los partidos políticos (y la política en general), propiciando la aparición de gobiernos de corte populista o “anti-político”, conocidos como nuevo populismo o neopopulismo (Abad, 2012).
1
La tercera ola de democratización. durante los quince años siguientes al final de la dictadura portuguesa, en aproximadamente treinta países de Europa, Asia y América latina los regímenes autoritarios fueron reemplazados por otros democráticos (Huntington, 1994).
Esa añoranza da paso a una explosión de movimientos y partidos políticos que comparten características y rasgos comunes con los populismos de décadas atrás, pero las realidades prevalecientes al momento de su “re” nacimiento no son las mismas en las cuales emergieron los anteriores, de allí resulta que tanto los programas que desarrollan como los objetivos que persiguen son de naturaleza diferente a los de los populismos clásicos (Santamaría, 2007), lo que hace que su llegada haya sido polémica pues el nuevo populismo no sólo conserva gran parte de sus rasgos clásicos, sino también mantiene su relación contradictoria con la democracia (Abad, 2012). Es tan polémico este resurgimiento –Si me es válido decirlo así- del populismo que se hace evidente, cómo los nuevos programas promovidos por estos movimientos están inscritos en una lógica de sentido contrario a la de los populismos tradicionales, y apoyados en las mismas masas se dedican a desmontar todas las instituciones creadas durante muchos años. En esta misma línea de los nuevos populismos, se debe aclarar que los neopopulismos de la década de los 90 y los de principios del siglo XXI, tienen ciertas diferencias: Durante los noventa los gobernantes populistas –personalistas y carismáticos- conjugaron su capacidad movilizadora con la puesta en marcha de políticas neoliberales. A estos líderes se les conoce como “neo-populistas”. Los neopopulismos más llamativos fueron los gobiernos de Menem en Argentina (1989-99), Fujimori en Perú (1990-2000), Collor de Melo en Brasil (1990-92), Abdalá Bucaram en Ecuador (1996-97). Contrario a estos populistas de corte neoliberal a principios del siglo XXI surgen líderes cuyas políticas y estilo se asemejan más al populismo clásico; estos han sido llamados “populistas radicales”,
“populistas
contemporáneos”
“populistas
militares”. Ambos, los
populismos de la década del 90 y 2000, son identificados como nuevos populismos (Abad, 2012). Como se puede observar, el concepto de neo-populismo, pareciera inexacto y bastante amoldable a quien lo quiera emplear, pero destacando el esfuerzo de la literatura por delimitarlo, según el estudioso Conniff (2003) se pueden distinguir
tres fases en el neopopulismo. La primera experimentada en los 80’ cuando reaparecen en la política líderes populistas anteriores a las dictaduras, cita como ejemplos a Alan García, Leonel Brizola, Miguel Arraes y Arnulfo Arias. En la segunda se encuentran el populismo neoliberal, “neopopulismo de verdad”, entre los cuales se destacarían Carlos Menem, Fernando Collor, Alberto Fujimori y Abdalá Bucaram. Por último, se refiere a una tercera fase iniciada a finales de la década de 1990, denominada “neopopulismo militar” a causa del surgimiento de líderes de corte más autoritario y centralista asociados a las fuerzas militares; entre sus figuras estarían Hugo Chávez, Lucio Gutiérrez y Lino Oviedo. Desafortunadamente esta tercera y última fase no encaja con otros liderazgos surgidos a mediados de la década -principalmente Rafael Correa y Evo Morales- a quienes no podría asociárseles con el calificativo “militar” (Abad, 2012). Esta última característica, promueve lo que se llamaría más bien “populismo radical” propio de la década de 2000 en donde se encontrarían Chávez, Correa y Morales. Estos últimos se asemejan más en estilo y políticas al populismo clásico de mediados de siglo. Al igual que sus predecesores (populistas clásicos), estos neo-populistas enfatizan la noción de democracia electoral, favoreciendo la incorporación de las masas al espacio público a través del voto y de formas no convencionales de participación, más que a través de la institucionalización de la participación a través del Estado de Derecho. Sin embargo, a diferencia de éstos, la mayoría son figuras que irrumpen en la arena política y dicen no estar vinculadas con la clase política responsable de los problemas del pueblo, y forman parte de nuevas élites emergentes que construye su base electoral aliándose con los sectores más desfavorecidos de la sociedad (Abad, 2012).
Aunque no es nada fácil, a continuación se mostrarán las principales diferencias entre el populismo y el neopopulismo, o por lo menos en las que la mayoría de académicos están de acuerdo: (i) el distanciamiento de sectores que originalmente formaban las bases movilizadoras del populismo clásico (sindicados, empleados públicos, campesinos, etc.). (ii) La disociación entre populismo y un determinado
tipo de política económica e ideología. Los neo-populistas implementaron reformas neoliberales de derecha mientras que los populistas contemporáneos han tenido un corte más estatista de izquierda; por esta razón no es posible vincularlos con posiciones políticas específicas. (iii) La radicalización del discurso maniqueo que denuncia a élites y partidos políticos. (iv) Un menor énfasis en la cultura popular que en el populismo clásico. (v) La diversificación de las estrategias de movilización y propaganda gracias al uso de nuevas tecnologías de la información, la disponibilidad de encuestas de opinión pública y la ausencia de vigilancia militar. (Abad, 2012). Finalmente, hay que resaltar que el éxito de los populismos actuales se explicaría en parte porque legitiman las necesidades de los sectores sub-representados de la población: prometen un lugar a los más débiles (Abad, 2012).
En forma de resumen, en el siguiente cuadro se verá de forma más clara las semejanzas y diferencias que tiene el Populismo y el Neopopulismo:
Semejanzas
Diferencias
Origen como producto de una crisis
Lógica de funcionamiento
El neopopulismo recoge la herencia de Las condiciones al momento de su movilización de masas
emergencia
Discurso ambiguo y real aparentemente El Estado existente contradictor Técnicas de manipulación
Programas agenciados
Presencia de un líder
Objetivos perseguidos
Utopía de identidad entre el pueblo y el Estrategia de llegada al poder Estado Invocación al pueblo como sujeto de Relación con la democracia determinación estatal
Alianzas para el acceso al poder
Alianzas en el poder
Existe una acción frente a los grupos
Formato
más vulnerables
representación
de
identidades
y
(Santamaría, 2007). Ahora que están claras las semejanzas y diferencias entre populismo y neopopulismo, y la forma como se ha ido adaptando este último concepto a la época (como el aire al lugar donde se encuentre), se debe dar paso al estudio del liderazgo y forma de gobierno del presidente ecuatoriano, para finalmente lograr darle un calificativo a este líder y su forma de administrar el país suramericano.
III. Antecedentes al gobierno de Rafael Correa El país que va a recibir el economista Rafael Correa, se encuentra en crisis, la nación está cansada pero con ganas de luchar, el contexto del país es sin duda una trama política conflictiva.
Este ambiente, propició el surgimiento de un líder con las características de Correa, dicho ambiente se empieza dibujar desde la década de los ochenta cuando se da un brote de movimientos de trabajadores e indígenas; acompañado de la intensificación de las ásperas relaciones entre las diferentes regiones ecuatorianas: Quito y la región de la Sierra por una parte, y por otra, Guayaquil como centro económico y las provincias del Pacífico. En consecuencia, en la década de los noventa, comenzaron a surgir presidentes populistas, apoyados por nuevos partidos políticos, con la entrada de nuevo de los militares como vigilantes de este arte de gobernar (Avendaño y Piedrahita, 2012). Es entonces, con el gobierno del presidente Abdalá Bucaram en 1996, que se inicia una secuencia de frecuentes cambios de gobierno. Durante este gobierno, fracasó la política económica, que tenía la intención de fijar el sucre al dólar y reducir los subsidios estatales, además de la privatización de las empresas del
Estado. Sin duda estas medidas causaron molestias entre los sindicatos, la clase media y sobre todo en la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE), quienes ya poseían la capacidad de influir en la sociedad, y junto con los
actores
mencionados
anteriormente,
presionaron
por
medio
de
manifestaciones por la renuncia de Bucaram, hecho que se dio en 1997 (Avendaño y Piedrahita, 2012).
Inmediatamente, el congreso nombró como presidente a Fabián Alarcón, quien tuvo un mandato de dieciocho meses, en los cuales se formuló una nueva constitución en 1998, la cual entro en vigor desde el momento en que Jamil Mahuad se posesionó como presidente en el mismo año. Este periodo, se vio afectado por la crisis económica vivida en Ecuador en 1999, además de la postura del congreso, ya que estaba en busca de recuperar las facultades perdidas frente al ejecutivo, gracias a la nueva constitución. De esta manera, Mahuad sin el apoyo parlamentario se vio en la obligación de gobernar, con estrictas leyes económicas, incluso propuso un plan para hacer del dólar estadounidense su moneda oficial; asunto que incitó a los sindicatos, de nuevo respaldados por la CONAIE a paralizar el Estado por medio de manifestaciones para exigir la culminación de este gobierno (Avendaño y Piedrahita, 2012).
Fue así, como el congreso nombró en el 2000 al vicepresidente Gustavo Noboa como presidente de la República de Ecuador, éste comenzó por implantar la dolarización e iniciar negociaciones con instituciones financieras internacionales. Aunque con las recomendaciones de las instituciones financieras, la economía ecuatoriana presentó una mejora, Noboa buscaba la privatización de los servicios públicos de electricidad y telecomunicaciones (proyecto que no logró) ya que este terminó liado a escándalos de corrupción (Avendaño y Piedrahita, 2012).
Ya en el 2002, Lucio Gutiérrez como presidente, rompió las relaciones que mantenía con los movimientos indígenas desde que él era coronel y líder de golpes anteriores, pues prefirió centrarse en las relaciones con Estados Unidos,
las instituciones financieras internacionales y los banqueros ecuatorianos; todo ello, desencadenó tal vez la mayor protesta hecha en Ecuador hasta el año 2005, llamada “Rebelión de los Forajidos” (Avendaño y Piedrahita, 2012).
La "rebelión de los forajidos" se convocó, de acuerdo a sus protagonistas, quienes fueron actores urbanos de clases media y alta (más aún familias enteras, con niños en los hombros de los padres y la juventud representada por estudiantes universitarios como por alumnos de colegios), con el propósito de exigir una conducción ética de las instituciones políticas, por parte de actores ejecutivos y legislativos. Esa aspiración, surge porque vive un rechazo de la ciudadanía a la corrupción y a la impunidad, presentes en el sistema político y causado por las instituciones (especialmente el Congreso) (Avendaño y Piedrahita, 2012).
Para el 20 de abril del 2005, en medio de las presiones y a la aquiescencia de las fuerzas militares, se derrocó al presidente Lucio Gutiérrez; pues, éste no pudo poner fin a las colaciones entre el legislativo y el ejecutivo, no mantuvo iniciativas de inclusión política para movimientos sociales e indígenas, le fue imposible disminuir la brecha regional y finalmente hubo permanencia de prácticas corruptas y clientelistas además de autoritarias. Sus medidas de estabilización y ajuste estructural de corte neoliberal (monetarismo para controlar inflación, privatización del sector público, apertura comercial, reducción del gasto social, aumento del recaudo fiscal) en medio de una economía en crisis, sus extralimitaciones en el ejercicio de sus funciones institucionales y el descontento popular ante el incumplimiento sistemático de demasiadas promesas populistas de contenido social (Pastrana y Vera, 2012, p. 21), lo llevó al fin de su mandato. Seguidamente, Alfredo Palacio como nuevo presidente en el 2005, quiso fundar un país nuevo, por medio de reformas constitucionales, sin embargo, sus políticas fueron erráticas, hubo una alta rotación de ministros y no se solucionó el impase entre el ejecutivo y legislativo, coyuntura que lo llevó a terminar su gobierno al
comenzar el año 2007, para que desde ese año Rafael Correa se posesionara como presidente de Ecuador (Avendaño y Piedrahita, 2012). IV. El presidente Rafael Vicente Correa Delgado
Es así, que Correa emerge como un tecnócrata (economista y académico) de aspiraciones políticas ambiciosas, sin conexión directa con los partidos políticos, sin trayectoria burocrática visible e impregnado de un fuerte sentimiento anti establecimiento que resalta el personalismo y el carisma en la conducción gubernamental, además de abrazar al Socialismo del siglo XXI, doctrina que lo distancia radicalmente en lo político de las instituciones del Consenso de Washington y de EE.UU., aunque no tanto en lo económico, al tiempo que lo ha aproximado (con límites) a la Venezuela del fallecido Presidente Hugo Chávez y a la Bolivia de Evo Morales (Pastrana y Vera, 2012, p. 22).
Como claramente se demostró hasta ahora, antes del Presidente Rafael Correa Ecuador estaba en una crisis general, lo que constituye la primera condición para que se dé un gobierno (neo)populista. En las siguientes hojas, se mostrarán las características propias de la forma de gobernar y de liderar del presidente Rafael Correa, para así encontrar si hay algo más que se ajuste al concepto de (neo)populismo.
Por tanto y mediante el uso de los conceptos analizados a lo
largo de la presente investigación, es necesario el estudio de algunos aspectos sociopolíticos de su gobierno, entre los cuales cabe destacar la plataforma política del presidente, las reformas y ejes de su gobierno, el enfoque de su política exterior, las controversiales instituciones del Estado, el manejo de los medios de comunicación, y el tema de los movimientos sociales que ha sido de gran trascendencia en la historia ecuatoriana. Rafael Correa, como forma de acercarse al pueblo, apela a estrategias como el uso de la televisión para sus alocuciones presidenciales y los encuentros con la ciudadanía para crear una identificación personal entre líder y seguidores, el
rechazo a la mediación institucional y partidista, la encarnación personal de medidas
proteccionistas
y
de bienestar, el uso clientelista de políticas
redistributivas y la persistencia de un discurso carismático y nacionalista que tiende a polarizar la sociedad exaltando a “los de abajo” y escarneciendo a las élites tradicionales (Pastrana y Vera, 2012, p. 22). En cuanto a política exterior, la orientación gubernamental ecuatoriana es más personalista que ideológica y ha tenido dos caras contrarias. Por una parte, se halla el predominio de un presidencialismo fuerte en la formulación y ejecución de la política doméstica y exterior, en detrimento de un consenso nacional incluyente y de la participación de la sociedad civil, esto permite la toma de decisiones arbitrarias o bruscas tales como la amenaza de abandonar unilateralmente la Comunidad Andina de Naciones, la no asistencia enfática a la Cumbre de las Américas en 2011, los recelos y amenazas de adelantar una reforma profunda contra la “intromisión” de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) o la expulsión de la embajadora de EE.UU. en Ecuador en 2011.
La otra cara de la política exterior llevada a cabo por Correa, deja de manifiesto, que Rafael Correa es un experto profesional en economía, pues bien conoce la necesidad de cambiar rápidamente de posición o moderar algunas de sus decisiones previas: la búsqueda de una mayor estabilidad en política exterior, con el fin de no arriesgar la confianza inversionista y crediticia de lo que depende para su dinamización económica, sumada a una posición internacional poco autónoma o con poca capacidad para desafiar y/o competir directamente con otros actores internacionales (Pastrana y Vera, 2012, p. 22-23).
Esta segunda cara deja en claro por qué Ecuador no se atreva a romper definitivamente toda relación con los EE.UU., y más bien se acerca con ciertas reservas al proyecto energético de integración de Venezuela (sin dejar de buscar otros socios potenciales como Irán y Rusia) y sin soltar a otros polos de desarrollo como Brasil e incorporándose a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra
América (ALBA) pero sin someterse al liderazgo venezolano, o un posible ingreso al Mercosur como miembro pleno ni desestimar la búsqueda de una posición central en UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) (Pastrana y Vera, 2012, p. 23). Por otra parte, el presidente ecuatoriano, subió a dicho cargo usando como plataforma política Alianza PAÍS, el cual se ha alineado a la personalidad y forma de gobierno del señor Correa, dejando de lado alguna política de Estado. Las raíces políticas del mandatario son de corte izquierdista, aunque el socialismo que también
lo caracteriza tiene su asidero en el cristianismo, alejándose así de la
concepción marxista de la religión como un reflejo de las relaciones de producción. El mandatario ecuatoriano considera que la religión cristiana es mucho más profunda y fomenta en sus valores la igualdad social, que es uno de los pilares del llamado Socialismo del siglo XXI, pregonado por el difunto presidente de Venezuela, Hugo Chávez y del cual, Correa se declaró abiertamente adepto. Uno de los principales ejes de la política de gobierno del presidente Correa, desde su primer periodo presidencial, ha sido la revolución constitucional. Durante su campaña política, la base del discurso del mandatario era la formación de una asamblea
constituyente.
Las
propuestas
contempladas
en
la
revolución
constitucional fueron: la disolución del congreso, la supresión de la autonomía del Banco central respecto del gobierno, y el fortalecimiento del poder ejecutivo y una reorganización
político
administrativa
(Avendaño
y
Piedrahita,
2012).
Por
supuesto, este proyecto tuvo gran apoyo dentro de la población, pues permitía la refundación del sistema político de la nación. Aquí encontramos uno de los puntos aludidos por Santamaría (2007) cuando argumenta que el neo-populismo promueve programas inscritos en una lógica de sentido contrario a la de los populismos tradicionales, y apoyados en las mismas masas se dedican a desmontar todas las instituciones creadas durante muchos años. Por otra parte, los movimientos sociales en Ecuador, se han convertido en un elemento central del gobierno de Rafael Correa, pues cuando éste se posesionó
como presidente de la República, los movimientos sociales del país deseaban evitar a toda costa las políticas neoliberales que habían entregado el país a “otros”. Correa unificó esas nuevas esperanzas haciendo énfasis en conseguir ese apoyo popular que, muchas otras veces derrocó presidentes (Avendaño y Piedrahita, 2012). Los punto anteriores, son clave para distinguir elementos de lo que es, un líder populista (y un tanto totalitario), pues el gobierno Correa está fuertemente marcado por la ideología de este líder. Si bien en principio, Correa sólo plantea una ideología de izquierda que se aleje del modelo neoliberal y pretende la integración social, se ha declarado fiel partidario del Socialismo del siglo XXI que evidentemente está fundado en instintos revolucionarios que pretenden dominar la escena internacional (Avendaño y Piedrahita, 2012), y todo lo lleva a cabo legitimado por el pueblo ecuatoriano, que por lo menos se muestra (en su gran mayoría) satisfecho con su mandatario. Conclusiones Populismo es una forma de gobierno que se dio durante buena parte del siglo xx, caracterizado
por
liderazgos
personalistas, clientelistas, carismáticos, con
capacidad de movilizar masas llenas de nuevos votantes, que adquirieron un carácter mesiánico que prometía la “salvación” ante las penalidades del pasado. Con frecuencia estos fenómenos políticos surgieron en contextos que tenían, cuanto menos, dos características: 1. La preexistencia de una crisis en la sociedad que no ha podido ser resuelta dentro de los canales habituales; 2. La búsqueda por parte de sectores sociales tradicionalmente excluidos de participación o mayor participación en las áreas económicas, sociales y políticas. Neopopulismo por
su parte,
es
un término empleado para referirse al
resurgimiento del populismo en la década de los 90 (hasta la actualidad), que al igual que el populismo, tuvo líderes personalistas y carismáticos que conjugaron su capacidad movilizadora con la puesta en marcha de políticas neoliberales y su objetivo primordial es la defensa del pueblo, dentro del entramado socioeconómico y político.
Las principales características del gobierno de la República de Ecuador, encabezado por el economista Rafael Correa:
Rafael Correa es un líder, carismático, personalista, proteccionista, clientelista.
Es contrario a las reformas económicas neoliberales.
Se aleja, con prudencia, del enemigo externo: Estados Unidos de Norteamérica.
Es partidario de reformas constitucionales con tendencias de centralización del poder.
La legitimidad de su proyecto de gobierno está basado en las masas que le son partidarias con su voto.
Su relación con el pueblo es directa.
Hace uso de prácticas clientelistas para cumplir promesas de campaña.
Los puntos anteriores han sido aceptados por la mayoría de estudiosos como características del neopopulismo. Por tanto, son esas mismas las que permiten definir al señor presidente de la República de Ecuador, Rafael Vicente Correa Delgado como un líder neo-populista, a pesar de la volatilidad que ha tenido el término. Además no se le puede catalogar como un líder populista (clásico) porque: (i) El populismo clásico es propio de una época específica que no corresponde a los años de mandato de Correa. (ii) Los objetivos que persigue en su mandato no corresponden a los que perseguía el populismo clásico. (iii) Intención de desmontar las instituciones tradicionales de representación y participación del pueblo.
Referencias: Abad, A. (2012). ¿Qué es el Neopopulismo? Replanteamiento conceptual para una investigación empírica. Salamanca: Universidad de Salamanca – Instituto de Iberoamérica. Avendaño, L. J. y Piedrahita, A. J. (2012). Patologías del Totalitarismo como respuesta extrema a la crisis de valores democráticos en la sociedad. Bogotá: Universidad Militar Nueva Granada. Connif, M. (2003). Neopopulismo en América Latina. La década de los 90 y después. Revista de Ciencia Política, 23, pp. 31 – 38. Huntington, S. P. (1994). La tercera ola. La democratización a finales del siglo xx. Barcelona: Ediciones Paidós. Pastrana, E. y Vera, D. (2012). Conflictos, cooperación y militarización en la “nueva” relación Colombia-Ecuador. En Colombia y Ecuador: entre la integración y la fragmentación (pp. 13 – 38). Bogotá: Opciones Gráficas Editores Ltda. Roberts, M. L. & Basurto, K. (2012) Populism in Latin America (2nd Edition). Tuscaloosa, USA: University Alabama Press. Santamaría, O. (2007). ¿Neopopulismo o Neoliberalismo? Bogotá: Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Santamaría, O. (2007). ¿Neopopulismo o neoliberalismo? En Hermet, G. (Ed.), El espejismo de la participación populista (p. 96). Washington, USA: Banco Interamericano de Desarrollo.