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La realidad como montaje Juan José Millás
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Siete segundos, siete, entre la realidad y su emisión, bastan para modificar o falsificar los hechos. Es lo que ocurrió en la pasada edición de los Oscar, que se emitían en falso directo, con un retraso de siete segundos, por si a una actriz se le caía un tirante del escote o un presentador decía algo inconveniente. Lo que ocurrió en este caso fue que Javier Bardem y Josh Brolin se dieron en la boca un beso que formaba parte de la representación, pues acababan de interpretar para el respetable un baile agarrao. Pues bien, el beso no salió. El asunto carece de importancia, pero da que pensar (como todos los asuntos que carecen de importancia). Como televisión y realidad están cada vez más hermanadas, más fundidas, más identificadas, la supresión de ese beso transformó la realidad, la perturbó. No se trata tanto de un caso de censura como de falsificación. Quienes han pasado por una sala de montaje cinematográfico saben que el relato se juega tanto o más en la edición de la película que en su rodaje. Ahí es donde se crea la realidad narrativa, ahí es donde decides si dejar un beso o quitarlo, si suprimir de esta toma siete fotogramas o ninguno. De pequeñas decisiones de ese tipo depende que la película respire o no. El montaje implica «manipular» el material preexistente para logar los fines que guionista y director se habían propuesto. Admitimos la necesidad de esa «manipulación» en el cine, pero también, por ejemplo, en un reportaje periodístico, donde uno ha de seleccionar primero, y ordenar después lo obtenido en el trabajo de campo al objeto de presentar un texto accesible, sensato. La diferencia es que el cine trabaja con la imaginación y el reportaje con la realidad. Quiere decirse que en el reportaje no puedes incluir nada que no hayas visto. El asunto es complicado. La edición de un texto periodístico implica un compromiso moral con la verdad. No es lo mismo suprimir algo para que ésta resplandezca que para ocultarla. La supresión del beso entre Bardem y Brolin fue una ocultación. La pregunta es hasta qué punto lo que llamamos realidad (no realidad cinematográfica ni realidad periodística), realidad a secas, no es ya producto de una edición, es decir, de un «montaje». Levante EMV, 12 de marzo de 2011
Resetear MANUEL VICENT
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No conozco a nadie que en el fondo no se sienta inferior a su propio ordenador, que no ponga cara de idiota cuando sin saber por qué, de pronto el aparato se bloquea, el cursor deja de obedecer al ratón, la pantalla se apaga y todo el trabajo se pierde en el bosque informático poblado de malvados enanitos. A las radios, televisores y otros cacharros antiguos bastaba con darles un puñetazo para que volvieran a funcionar, pero frente a la rebeldía del ordenador no sirve de nada aporrear con odio el teclado. En este caso, según aconsejan los técnicos, la única solución consiste en resetear, esto es, en apagar e incluso en desenchufar por completo el sistema y en volverlo a encender para que todo empiece de nuevo. Pues bien, resetear es hoy una acción casi mística, que cada cual debería aplicar también a su propia vida cuando uno se siente muy mal, pero no sabe qué le pasa. Volver siempre al principio es una fórmula budista de absoluta actualidad. Cuando arrastrado por la corriente política, con los años te has vuelto en un tipo esquinado de extrema derecha con el pelo teñido de azabache, si te reseteas, puede que vuelva a emerger del pasado aquel chico solidario, ecologista, que quería librar al mundo de la injusticia universal. Cuando el tedio ha desactivado la pasión que sentías por un amante ya gastado, si te reseteas, puede que recuperes aquel novio nunca olvidado del todo o aparezca en el horizonte otro más joven, más guapo y más simpático. Cuando tu cuerpo con la edad se ha convertido en una ruina y no sin razón te crees amortizado para el sexo, si te reseteas, puede que seas aún más feliz dedicándote a la erudición y a cazar mariposas como Nabokov. Cuando uno era una hormiga petulante que creía que este planeta no corría ningún peligro con las centrales atómicas, si te reseteas, tal vez pensarás que la energía limpia se deriva de una inteligencia clara y entonces te harás un militante antinuclear. Cuando te duelen cosas que antes no te dolían y tampoco sabes qué va a ser del mundo ni de ti en el futuro, vete a la cama. Uno se resetea todas las noches durante el sueño. El cerebro se apaga, pone en orden los cables y de ti depende encenderlo cada mañana para ver el sol en la ventana como si fuera la pantalla del ordenador de nuevo iluminada. EL PAÍS , 13 de marzo de 2011
El año de la Química y las químicas CARMEN MAGALLÓN
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En el Año Internacional de la Química y en torno al 8 de marzo, quiero resaltar la importancia de las contribuciones de las mujeres a una ciencia que siempre ha contado con muchas de ellas entre sus practicantes. La cercanía de las mujeres a la Química, la especial atracción que sienten por esta ciencia, y su protagonismo en las múltiples tradiciones químicas que se han dado a lo largo de la historia, es bien patente. Desde las mujeres prehistóricas que se familiarizaron con el tratamiento del barro y descubrieron la cerámica y la química de los esmaltes, hasta nuestros días, generaciones de mujeres han contribuido a construir conocimiento químico. Precisamente hace cien años, en 1911, quien es considerada la científica por excelencia, y casi la única conocida popularmente, Marie Curie, recibía el Premio Nobel de Química por sus trabajos sobre la radioactividad. Era su segundo Nobel, pues a ella y su marido ya les habían concedido el de Física en 1903. Su brillantez pasó a catapultarla como modelo y muchas otras quisieron seguir sus pasos. Para las mujeres es importante tener modelos históricos, algo que nos fue hurtado durante siglos. Pero el modelo Curie pudo representar cierto lastre en el fomento de la igualdad en la ciencia al generar la expectativa de que, para ser científica, una mujer tenía que alcanzar los niveles de excelencia que Curie había alcanzado. El síndrome Madame Curie aún funciona en nuestros días, pues a una mujer se le sigue exigiendo más que a un hombre para ocupar un puesto. La Química es el ejemplo de ciencia que se ha beneficiado de la participación de los dos sexos. Sorteando y peleando contra resistencias y prejuicios, las químicas llevaron las preguntas más allá de la química industrial, a la alimentación, los cosméticos, los múltiples aspectos de la vida cotidiana. Ojalá los currículos de nuestras escuelas recojan y aprendan de esta experiencia la relevancia de incluir la pluralidad humana en la ciencia. Y no olviden tampoco a las químicas pioneras de nuestro país, que vieron sus carreras truncadas por la Guerra Civil. En el año de la Química, un recuerdo especial para una química brillante: Teresa Toral Peñaranda, encarcelada en dos ocasiones y exiliada en México. PÚBLICO.ES, 13 de marzo de 2011 *Carmen Magallón es Directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz
MARUJEO. Elvira Lindo
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Definitivamente, estoy obsoleta: todavía creo que deben respetarse ciertos protocolos en el uso del lenguaje. Columnista e informador, por ejemplo, compartimos el mismo papel, pero no puede ser el mismo lenguaje el de aquel que debe relatar hechos contrastados que el que utiliza un columnista, que, aun siendo limpio y honrado, tiene el derecho a saltarse ciertas formalidades. No debiera el alumno hablar de la misma manera a su profesor que a un amiguete. Tampoco los padres son amiguetes; por tanto, un respeto, chaval. No debiera el nieto hablarle al abuelo como al hermano, ni el joven a una anciana como si fuera una coleguita. No se trata de normas imposibles de cumplir, al contrario, el que habla respetando al interlocutor lo hace con naturalidad y con gusto. Pero los niveles de comunicación se han mezclado: los periodistas se muestran tan confianzudos con el lector como el columnista, el entrevistador quiere ser más listo que el entrevistado (la gracia consiste últimamente en ponerlo en ridículo) y el alumno considera parte de sus derechos el dirigirse al profesor como al tío con el que comparte pupitre. No todo el mundo actúa así, pero la cosa abunda. Hasta el lenguaje jurídico se ha contagiado de este compadreo verbal. La Audiencia Provincial de Sevilla ha condenado al programa Aquí hay tomate a indemnizar a la duquesa de Alba en una sentencia escrita con tan elocuentes palabras: "El marujeo no puede ni debe erigirse en una sociedad de hombres libres como modelo". ¿He oído bien? ¿Marujeo? Dios mío, teniendo más razón que un santo, ¿era necesario emplear una palabra tan manoseada para describir la supuesta tendencia genética de las señoras al cotilleo? Si seguimos así, a Roca lo acabarán condenando por fistro y al ex teniente de alcalde mallorquín que pagaba puticlús con cargo al Ayuntamiento por pecador de la pradera. El País, 30 de abril de 2008.
El enterrador especulador Ana Cañil DE LUNES
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El cobre y el oro son dos de las materias primas que se revalorizan a marchas forzadas. La razón es que los analistas prevén que el dólar, la moneda refugio y en la que se negocian las operaciones de esas materias, mantendrá su debilidad durante el 2011. Creamos o no a los perspicaces expertos, el hecho es que el oro ha subido un 30% desde febrero a,1.400 euros la onza. El cobre está a más de 9.000 dólares la tonelada, máximo histórico. Los ladrones, que no son tontos decía no sé quien, se enteran de estos asuntillos de los sagaces analistas. Basta observar la velocidad de los robos de cable de cobre por bandas organizadas. Pero la picaresca no tiene clases sociales. Se ha descubierto una nueva modalidad de rentabilizar este efecto colateral de la crisis. Un enterrador del cementerio de Badalona ha sustraído diecisiete dientes de oro del osario adonde se dejaban los restos de muertos cuando se acababa la concesión del nicho. La autoridad le acusa de delito contra la libertad de conciencia, los sentimientos religiosos y el respeto a los difuntos, más 17 faltas contra el patrimonio. Desde el mayor respeto hacia el dolor de las familias de los despojados, habrá que reconocer al ladrón de dientes de oro su habilidad como visionario no exento de información. Seguro que desde el cementerio seguía el incremento del oro, aunque sólo ha ganado 2.000 euros. Una propina si comparamos con lo que invierten las fortunas que leen a los analistas que citábamos al principio. Para colmo, en este pecado del enterrador especulador flota una duda. Si no hubiera robado a las calaveras ¿el oro se hubiera desintegrado junto con los huesos? Público.eEs, 13 de diciembre de 2010
'Happiness' ELVIRA LINDO
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En patera. La versión última del Nacimiento ha sido protagonizada por una criatura de origen nigeriano. Casi cuatro kilos de bebé. Qué fuertes han sido: la madre, muerta de miedo y de dolor en la oscuridad oceánica, alumbrando a quien no quería esperar más para venir al mundo; la niña, con la asombrosa fortaleza gatuna de los bebés. Hasta cuando son abandonados en la basura maúllan para reclamar un dueño. Heladita y morada llegó Happiness (con nombre tan prometedor la rescataron de las aguas) a los brazos del guardia civil Carlos Puche. Varios centímetros de cordón umbilical colgaban aún de su vientre. La arroparon en una manta y en esa especie de papel de plata con el que cubre la policía a los muertos y a los vivos. El guardia respiraba aliviado cuando la oía gemir en el furgón: ay, señal de que estaba viva. Cómo ha cambiado el cuento. La Guardia Civil, antaño amenazante, fiel sin interrupción al terrible papel que les encomendó Lorca, da hoy calor y cobijo momentáneo a esa gente asustada que pone su vida y la de sus niños en juego por un futuro, el que sea, un futuro. Casi al mismo tiempo que Happiness asomaba su cabecita al mundo, en una patera en la que viajaban ocho embarazadas y cinco niños, el Parlamento Europeo se disponía a aprobar un recorte de derechos para los trabajadores inmigrantes. La falta de identificación de los ciudadanos europeos con su Parlamento hace que la responsabilidad se diluya y parezca una decisión sin dueño, una maldición divina que contradice cada vez con más descaro la noble idea de Europa. Si al trabajador que se deja aquí la piel se le niega una pensión al volver a su país de origen, si se escatiman derechos al extranjero a fin de favorecer al nacional, ¿qué clase de acuerdo miserable estamos aceptando, no ya los europeos, que es algo que suena muy abstracto, sino usted y yo? El País, 15 de diciembre de 2010
Saber o no saber ELVIRA LINDO
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En una librería neoyorquina, McNally Books, en donde la literatura en castellano ha conquistado un espacio, nos reunimos para hablar en torno a un libro. Muchos españoles, la mayoría jóvenes, y la mayoría de esos españoles, científicos. Investigan sobre sida, memoria emocional, cáncer, memoria espacial... En los primeros tiempos disfrutan de su experiencia, a partir del tercer año comienzan a preguntarse por qué no pueden ejercer su profesión en casa. Vivir en Nueva York es excitante pero duro, agotador. Lo paradójico es que conforme su nivel de capacitación va subiendo, las posibilidades de encontrar trabajo en nuestro país decrecen. Les escucho y pienso en lo frecuente que es leer en la prensa dos juicios de valores del todo contradictorios sobre el nivel de preparación de los jóvenes. Por un lado, tenemos al optimista inquebrantable que afirma que nunca la juventud española ha estado tan preparada; por otro, el tozudo catastrofista que piensa que de esta enseñanza media solo brotan ignorantes. Las dos opiniones son tan reduccionistas que la visión más cercana a la realidad se consigue sumándolas. Lo tremendo es que hay una parte de esa juventud, sobrada de talento, a la que no le dejamos otra oportunidad que regalárselo, por ejemplo, a los Estados Unidos, que lo reciben sin preguntar de dónde viene. Y otra juventud que, como consecuencia dramática de los años burbujeantes de la construcción descontrolada, se encuentra con que ahora tiene las manos en los bolsillos por haber sido diabólicamente adiestrada para obtener beneficio sin tener oficio. La extraña convivencia de esas dos realidades, tan dispares la una de la otra, son las que definen un país en el que se abre un inmenso abismo entre los que saben mucho y no tienen dónde demostrarlo y los que no saben casi nada y no tienen dónde emplear su ignorancia.
El País, 17/11/2010
Los estudios de las mujeres, un despilfarro CARMEN MAGALLÓN Doctora en Físicas y directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz
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La ignorancia siempre ha sido muy atrevida. Si además es una ignorancia que trata de descalificar aspectos de la política de igualdad relacionados con la construcción del conocimiento, el atrevimiento tiene rango de provocación. No hay espacio suficiente en el periódico para poder contestar al exabrupto que supone tildar de despilfarro el apoyo a los estudios que toman como sistema de referencia las vidas de las mujeres. Me refiero al comentario aparecido en un medio escrito en el que se afirma que “el Ministerio de Igualdad de Bibiana Aído, a través del Instituto de la Mujer, continúa dilapidando cientos de miles de euros destinados a la ‘realización de investigaciones relacionadas con estudios feministas, de las mujeres y del género’”. ¿Acaso sin estos estudios hubiéramos llegado a saber, entre otros muchos ejemplos, que el infarto de miocardio no tiene los mismos síntomas en hombres y mujeres? Pues no hubiera sido fácil, habida cuenta de los abundantes precedentes en los que sucedió algo similar a lo acontecido con la teoría sobre el desarrollo moral del niño, de Kohlberg. Este psicólogo utilizó una muestra de 84 niños varones, a los que él y sus colaboradores siguieron durante 20 años. Las conclusiones se universalizaron. Al aplicar la escala a las niñas, se encontraba que estas obtenían puntuaciones más bajas, lo que llevaba a concluir que eran menos maduras en comparación con los niños de su edad. Carol Gilligan investigó con niñas y descubrió que las formas de razonamiento de ellas eran diferentes, lo que le llevó a cuestionar la universalidad de unos resultados ¡extraídos con una muestra sesgada! En el siglo XXI ya no se puede ignorar que algunos grupos sociales fueron ignorados y/o maltratados por la tradición científica. Lo fueron los pertenecientes a culturas diferentes a la del hombre occidental y lo fueron las mujeres. Las preguntas a investigar, los métodos, las conclusiones, adolecieron de una mirada parcial y sesgada. Algunas ciencias, sobre todo la biología y las ciencias médicas, definieron la naturaleza de las mujeres de un modo cargado de prejuicios. Algo que todavía se arrastra hoy y que toca seguir corrigiendo. Puesto que las concepciones y teorías científicas influyen en nuestra salud, en la forma de vivir, de ver el mundo, de relacionarnos… es importante preguntarse si son tan neutras como dicen ser, y si no es así darlo a conocer. Tras siglos de androcentrismo y sexismo, no es extraño que haya que mirar con sospecha cómo se estudian las enfermedades, cómo se interpreta la acción de las hormonas, qué se dice del cerebro de unos y otras, preguntarse por la validez de algunas afirmaciones de la ciencia, desvelar sus sesgos. No es extraño, sino necesario, preguntarse, en suma, qué y cómo se investiga. Tomar las experiencias de las mujeres como fuente, nueva, de recursos teóricos y empíricos, ha ampliado el conocimiento, y lo ha mejorado. Y mientras esta corriente no se incorpore a la corriente principal como es debido, pese a todas las ignorancias y pese a todas las resistencias, habrá que seguir apoyándola.
Actos vandálicos, suma y sigue
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De nuevo, la explosión ciudadana que envuelve las fiestas falleras acumula datos sumamente negativos para la convivencia ciudadana. Los actos vandálicos, los destrozos en el mobiliario urbano, la gigantesca acumulación de desperdicios en calles y aceras son responsabilidad del ciudadano, del turista pasajero, pero lo son también de la administración. Este año han sido arrancadas 17.000 plantas en Valencia; el gasto en la reparación del mobiliario urbano asciende a más de 200.000 euros; han sido recogidas 7.000 toneladas de basura. Se argumentará que es muy difícil detener la ola de actos incívicos que se suceden año tras año en las calles de Valencia. Ese razonamiento se basa en la enorme cantidad de gente que circula por la ciudad durante unos días, que desborda los controles al uso. Sin embargo, es un razonamiento perverso. ¿Cuántas campañas pedagógicas ha puesto en marcha el Ayuntamiento de Valencia para contrarrestar los actos incívicos que se admiten ya como una costumbre infausta durante las fiestas? El Ayuntamiento de Valencia debe ayudar a cambiar la percepción de que todo vale en unos días en los que parece reinar el imperio del desorden, a cuenta, claro, del bolsillo de los vecinos: la reparación de los daños al cerrar el balance asciende a cifras descomunales. Es hora de afrontar el problema, de poner los medios durante las fallas, de realizar labores pedagógicas y de multiplicar las coercitivas. Levante, 21 de marzo de 2009
SERES HUMANOS Maruja Torres
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Se debate acerca de si nos habríamos metido en la que estamos de haber mandado las mujeres. O más mujeres. Dejado claro que hacen falta más mujeres en los puestos altos de la política y en la dirección de las empresas, resulta dudoso que la feminidad suponga en sí misma un plus favorable. Como si por el simple hecho de ser mujer ya se poseyeran, de nacimiento, las cualidades necesarias para no conducir los asuntos al abismo: sensatez, capacidad de diálogo, sensibilidad hacia los demás, incapacidad para la especulación... Bueno, eso me parece francamente discriminatorio. Sería como decir que los negros bailan mejor porque están más dotados para el ritmo, o que los árabes pueden fabricar perfumes más interesantes porque tienen las fosas nasales más anchas, o que ser gay garantiza un olfato impecable para la decoración de interiores. Un disparate. Sí es cierto que necesitamos otro tipo de personas, de cualquier sexo. Personas con valores distintos, cuyo sentido de la responsabilidad en el mando sea más importante que su tendencia a someterse a la falocracia del poder -en el sentido de mira qué grande que lo tengo, qué grande que soy, qué rico me he hecho-, hasta ahora tan en boga. Hombres y mujeres con principios. Que no contemplen el capital que se les ha dado para administrar, o el territorio político para el que deben trabajar, como un simple medio de autopromoción y de rapiña. Conozco a unas cuantas mujeres que se consideran feministas y que no le harían ascos a una estafa de la pirámide como la de Madoff. También conozco a otras que llegaron por sus propios méritos a los aledaños del poder. Una vez allí, al aspirar la viciada atmósfera de las cumbres, vomitaron y se fueron a casa. Hombres de esta clase también conozco. Aunque menos... El País, 26 de marzo de 2009.
Las chicas PALOMA PEDRERO
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Estaba yo el otro día en el probador de unos grandes almacenes, cuando me llegó nítidamente la conversación de dos adolescentes del probador vecino. La verdad es que me quedé pasmada. Resumiendo, una le preguntaba a la otra quién era esa chavala que la había mirado mal en la calle. La otra contestó algo así como que la conocía poco, pero que tenían mal rollo. La primera en un tono de indignación radical añadió: «Como la vuelva a ver yo mirarte así, la meto, vamos, que la parto la cara». ¿Qué les pasa a las niñas de hoy? ¿Cómo pueden expresarse con tanta virulencia? No es lógico, y me atrevo a decir que tampoco natural, que dos féminas a medio hacer quieran resolver sus diferencias a golpes. Ni aunque sea un farol tiene sentido. Porque las palabras no son inocentes y reflejan un sentir, un pensar, un querer actuar de un modo u otro. Estoy segura, además, de que las muchachitas no eran marginales ni de familias desestructuradas. He escuchado a las hijas de mis amigos hablar en la intimidad de forma parecida. Con aluviones de palabras malsonantes y violentas. Lo veo en la calle, en niñas con sus vaqueros caídos o sus uniformes de colegio de monjas. Está a la orden del día y no lo podemos negar. Siempre he dicho que el sistema educativo es un desastre pero que refleja el sistema político y social de los adultos. Los valores morales y artísticos están en último plano. Los padres, con esta vida estresante que llevamos, nos sentimos impotentes. Sabemos que el dolor de los adolescentes (de ahí viene la palabra) les llena de rabia. Pero estos de ahora tienen la rabia más a flor de piel. O los poderes se ponen las pilas y empiezan a apoyar verdaderamente a las familias, al nuevo modelo de familia en la que ambos padres trabajan, o los hijos pasarán de la soledad a los puños. Por mucho que tarareen la canción de Rosario: «Pero nunca, nunca más usar la violencia». La Razón, 20 de marzo de 2009
Edades inciertas JOSE ANTONIO MARINA
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La ministra de Igualdad ha dicho que si una mujer puede casarse a los dieciséis años, también puede abortar a esa edad. Esta afirmación pone de relieve la absoluta imprecisión legal sobre la adolescencia. Nuestra legislación sólo distingue entre menores y mayores de edad. Los términos «adolescencia» y «juventud» no tienen significado jurídico. Cuando se incluyó en la Constitución una mención a los jóvenes, se hizo a sabiendas de que era un término inutilizable. La mayoría de edad supone la asunción plena de todos los derechos, pero hasta ese momento los menores adquieren capacidad legal para acceder a algunos derechos y libertades, pero de forma incoherente. A los dieciséis años pueden ponerse a trabajar, aunque a los 14, con autorización judicial, pueden casarse, y a los 13 una niña puede decidir tener relaciones sexuales con un adulto. La falta de coherencia acerca de estas edades es universal, basta comprobar la anarquía con que se fija la edad de responsabilidad penal. En el año 2004 -últimos datos que tengo- 32 países la fijaban en los 7 años, y sólo 4 a los 18. Desde el punto de vista psicológico, un chico o una chica de dieciséis años podría ser responsable de sus actos, o, al menos, tan responsable como otras personas de 30 o 60 años. La cuestión está en que, probablemente, no lo sea, porque los estamos educando en la irresponsabilidad. La adolescencia es una edad artificial, que retrasa la entrada de los niños en el mundo real, para que tengan tiempo de educarse. Este es el problema: hemos inventado una edad educativa y no queremos educarla, para no limitar su libertad, con lo que los adultos estamos perjudicando seriamente a nuestros chicos, y a nosotros mismos. Por ello, me parece urgente revisar el concepto de adolescencia, y también el de libertad. ABC, 30 de marzo de 2009
Estado de emergencia RAMÓN SARMIENTO
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A veces resulta un círculo vicioso buscar claridad en el diccionario de la RAE. Por ejemplo, la palabra emergencia se define como situación. Y así se dice y escribe que «la situación de emergencia por la que atravesamos requiere el esfuerzo de todos», como si emergencia no significara situación. Con razón se remite en artículo enmendado a estado de emergencia: «Situación oficialmente declarada de grave peligro». ¿Cómo enterarse de si la crisis es transitoria, estacionaria o duradera cuando la confusión anida en el lenguaje? Parafraseando el adagio «dime con quién andas y te diré quién eres» como «déjame oír cómo hablas, y te diré lo que vales», se constata una verdad empírica: nada revela con tanta fidelidad la cultura de una nación como la manera de expresarse. La realidad es que los hablantes adquirimos hábitos que se manifiestan como conducta verbal en términos de la moderna sociolingüística. La acepción anglófona de emergencia ya está en el uso real. Mucho más claro parece el letrero colocado en los coches del Metro: «Prohibido hacer uso del dispositivo salvo caso de emergencia»; responde a la definición inglesa de «situación o caso de apuro que exige una acción inmediata». Quien escribe o habla para el público está en el deber de ser correcto, porque, si el mensaje es el medio, una forma inadecuada puede hacerle perder al mensaje toda virtualidad. La Razón, 30 de marzo de 2009
Supervivientes CIPRIANO TORRES
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Llegó a España como tantos otros, subido a una embarcación de juguete. Mamadu es de Senegal. Hoy tiene el orgullo de contar con algunos calificativos. Es un inmigrante ilegal. Algo es algo. Aún así, Mamadu, echando mano del corazón sin atender la razón, que le aconsejaría no ir a la boca del lobo, cuando vio a la niña tan pequeña perdida en la madrugada, deambulando sola por la calle, no lo dudó. Se quitó su chaqueta, la cobijó y se la echó contra su pecho. Luego la llevó a donde tenía que llevarla arriesgándose a que la policía le pidiera sus papeles. Mientras, el padre de la criatura se las tomaba hasta perder la dignidad en un prostíbulo. Dejó a la niña en el coche, pero al despertarse y no ver al padre abrió la puerta y salió a buscarlo. Hasta que el ángel negro la encontró y la puso a salvo. Veo el fogonazo de la historia en Canal Sur. En otras cadenas, ni eso. Estoy convencido de que nos hubiéramos empachado con todo tipo de detalles si este chico senegalés hubiera actuado de otra manera. Y de que la gente se hubiera echado a la calle a la caza del inmigrante, como algunos datos apuntan que hace la policía, según sus propios sindicatos, para alcanzar un determinado cupo de detenciones. La historia de Mamadu y de la niña ha sido una oportunidad desperdiciada para hablar de la gente que llegó a España, que se usó para trabajos que aquí eran despreciados, y que ahora, con un paro escandaloso, estorban. Gentes como Mamadu, con o sin papeles, son los auténticos supervivientes. No me hagan reír, a los concursantes de Jesús Vázquez también se les llama Supervivientes, una broma de mal gusto. ¿Vieron a Cuca García Vinuesa y a Juan, el Golosina en la isla buscándose la vida? Qué desperdicio de papeles. Levante, 21 de marzo de 2009