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Suplemento Vida Nueva CON ÉL En colaboración con CONFER – Enero de 2012 N. 3 Etapa II
LA REESTRUCTURACIÓN ES CUESTIÓN DE COMUNIDAD De Luis A. Gonzalo Díez, CMF SUMARIO LA REESTRUCTURACIÓN ES CUESTIÓN DE COMUNIDAD 0. La comunidad necesita dinamización 1. Nada es como ayer, ni funciona porque esté escrito 2. El momento es apasionante (despierta interés), pero no sólo por la dificultad que ofrece 3. Del grupo de trabajo a la comunidad del reino. "Superar la herejía de mi trabajo" 3.1. La falta de claridad en el proyecto comunitario 3.2. El individualismo cultural 3.3. La distancia entre el discurso teológico y la asunción vital 3.4. Planteamientos vitales líquidos 3.5. Añadimos contenidos a la comunidad que no le son propios 3.6. La comunidad es el primer argumento de misión 3.7. Estamos en un proceso de reorganización 4. Buscadores de Dios. Esa es la clave 4.1. Buscadores pacientes de Dios 4.2. Buscadores vivos de Dios 4.3. Buscadores esperanzados de Dios 5. La vuelta al "amor primero" y dos tentaciones del camino: ser espectador o protagonista 5.1. Espectador o protagonista 5.2. Expectación y apasionamiento 5.3. Animación, liderazgo y visión 6. Una vida religiosa donde hay hombres y mujeres con liderazgo y visión 6.1. Capacidad para descubrir la realidad 6.2. Capacidad para visualizar el ideal 6.3. Es capaz de mantener la tensión 7. Una vida religiosa que es comunitaria y personaliza la esperanza ______________________________________________________________________________________ • Luis Alberto Gonzalo Díez, C.M.F. tiene 47 años y es Misionero Claretiano Al concluir sus estudios de Teología de la Vida Religiosa y Espiritualidad desempeñó tareas de docencia, animación vocacional y gobierno. Ha sido prefecto de Pastoral Juvenil Vocacional y Superior Provincial en su familia religiosa. Actualmente es el Director de la revista Vida Religiosa y Profesor del "Instituto Teológico de Vida Religiosa" de la Universidad Pontificia de Salamanca. Folleto CON ÉL Director editorial: Juan Rubio Fernández Autor: Luis Alberto Gonzalo Díez, C.M.F.
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LA REESTRUCTURACIÓN ES CUESTIÓN DE COMUNIDAD Apuntes para la vida en comunión de este siglo (LUIS A. GONZALO DIEZ, CMF) 0. La comunidad necesita dinamización La vida en comunidad es un don. Es valiosa en sí, pero encierra algunas dificultades que están afectando a la vitalidad de la vida religiosa. Proponemos en esta reflexión algunas claves que pueden ayudar a dinamizar los valores que están pero que, adormecidos por un contexto no suficientemente discernido, condicionan las posibilidades de la vida en comunión. 1. Nada es como ayer, ni funciona porque esté escrito Estamos en un momento cultural y eclesial que nos obliga a contextualizar la comunidad y, en ella, las herramientas de crecimiento y los dinamismos de animación. Padecemos, en la vida religiosa, el vértigo de creer que pronunciando palabras solucionamos problemas. Si los contextos sociales y las personas son nuevos, no pueden servir las respuestas que ayer nos ofrecíamos. Las nuevas generaciones de religiosos no se quejan de la sobrecarga que significa vivir con otros u otras. La queja procede de un cansancio de formas que responden a recuerdos y que no tienen incidencia real en quienes tienen que madurar hoy. En primer lugar, hay que constatar que la comunidad, en sí, es un mensaje contra-cultural. Tiene esta afirmación sus posibilidades y, sin duda, sus dificultades. En la cultura positivista del siglo XXI vale lo que produce, lo que tiene efecto y se ve. No vale tanto lo que simboliza, evoca o recuerda. Hoy cualquier cosa es comunidad: comunidad de propietarios, de vecinos, de socios... Distintos modos de referencia, casi siempre vacíos y con vinculación puntual. Hablar de comunidad evangélica es hablar de comunidad de pertenencia en sentido total, permanente y gratuito. Y estos rasgos chocan con lo que ambientalmente se nos pide. Si la vinculación comunitaria constituyó en los años pre-conciliares un todo en cuanto a la referencia, la comunidad del siglo XXI es un referente más. Uno más entre una infinidad. La vida de cada religioso y religiosa está afectada - bien afectada diríamos por una serie de vinculaciones que configuran su pertenencia a la comunidad de hermanos. Ha nacido una nueva relación con la familia de sangre, más serena y clara, más "familiar" y real. A la vez, la amistad amplísimamente tratada en la literatura posconciliar se presenta no sólo como opción, sino como esencial en la madurez psicoafectiva del consagrado; la misión compartida, por su parte, ha abierto un cauce nuevo de comprensión vocacional. No estamos sólo aquellos que "seguimos más de cerca" o "especialmente", porque todo cristiano tiene un seguimiento especial del Señor. La clave está en la configuración con Cristo desde una perspectiva sorprendente: en comunidad con Cristo pobre-casto-obediente. Ese es el radical de complementación de la comunidad consagrada y no otro. 2. El momento es apasionante (despierta interés), pero no sólo por la dificultad que ofrece Al afirmar nosotros que el momento es apasionante, lo que estamos diciendo es que despierta interés. Y es una gran verdad. La vida en comunidad resulta, en sí, extraña en estos parajes europeos en los cuales se ha establecido como criterio de funcionamiento y socialización la independencia y el individualismo. La estructura de la comunidad se mantiene, pero el rostro y el corazón que late en cada miembro de la misma no es igual que el de ayer. De hecho, es fácil reconocer las comunidades en sus ritmos de funcionamiento prácticamente iguales a hace 30 años: encuentros comunitarios, programaciones, oraciones, asambleas..., siguen con el mismo tono como si la vida no hubiese cambiado. Conscientes, por ejemplo, de cómo han cambiado los ritmos sociales de encuentro de la sociedad a quien queremos servir, son contados los ejemplos de comunidades que hayan experimentado un acomodo a esa nueva realidad. . Se ha operado un cambio real en el ritmo de algunos religiosos y religiosas "encargados" de algunas áreas de misión... La intención es buena; el efecto, sin embargo, se suma a esa desintegración comunitaria tan temida y tan frecuente. La solución de la ecuación no es fácil, pero siendo indudable un necesario diálogo con la realidad, permitiendo que esta empape y humanice la experiencia de comunión, las conclusiones a las que estamos llegando no son en absoluto, tranquilizadoras. Hoy por hoy, la vida en comunión no ha encontrado aquellos cauces en los cuales el denominador común sea el equilibrio: o se convierte en algo cerrado y distante; o se traduce en una convivencia educada de "personas correctas" con principios evangélicos. 2
Dice el Eclesiastés que hay un tiempo para todo (cf. Ecle, 1ss). Tenemos la sensación de llevar demasiados años preguntándonos, sin obtener respuestas. Seguramente la vida religiosa no encuentre nunca la estabilidad en decisiones con una duración extensa. Aún más, algo tan dinámico como es la vida en comunión deberá acoger que en cada etapa de la historia hay que formular respuestas con pretensión de novedad para quienes se integran en la familia religiosa. No basta cualquier respuesta. Ésta tiene que decir algo a lo que nos pide la presencia en una realidad social concreta, una Iglesia de comunión que queremos construir, una institución que se plantea cuál debe ser su razón de ser para los tiempos que corren, una respuesta, en definitiva, a la persona que llevamos dentro y que sueña, anhela, siente y sufre ... Si nuestras formulaciones nacidas de la llamada "reestructuración" se reducen a la pura funcionalidad, es probable que se devalúe más el aspecto humano y la vinculación comunitaria. Por tanto, ni se trata de nuevas palabras para hablar de lo mismo; ni nuevas estructuras que nos den una apariencia de novedad... Se trata de un auténtico cambio que centre la misión y la identidad en la vinculación comunitaria. Como ya ocurriera en los orígenes, se nos está pidiendo a la vida religiosa algo tan novedoso y atrevido como "nacer de nuevo". Y además hacerlo a sabiendas de que somos mayores, con mucha historia, con procesos inacabados y caminando hacia un futuro que no vamos a ver concluido. Toda una profecía de confianza en la providencia. 3. Del grupo de trabajo a la comunidad del reino. "Superar la herejía de mi trabajo" Afirmar que este tiempo no es de cruzadas, no es del todo cierto. Lo que es indudable es que el proceso de autenticidad que es la reestructuración o la mejora organizativa nos recuerda que la tarea no está sólo fuera, sino dentro. Suponiendo que hablar de dentro o fuera sea correcto. La cuestión no está en el cómo, sino en el qué... Y la tentación es el adorno del cómo. Ingenuamente hasta llegamos a creer que simplemente adornando o adecuando el asunto está salvado. La realidad nos indica, sin embargo, que ahora es importante discernir el qué: la identidad.1 La comunidad como expresión de una causa común y mayor que concita la adhesión libre de la persona tiene que expresarse en lenguaje posible y contenidos asequibles a quienes están llamados a ella. La vinculación entre comunidad y misión es indudable. Es más, es la misión quien convoca la comunidad. Por eso, dependiendo de la pasión por la misión está la asunción de un principio de comunitariedad como elemento dinamizador de la propia vida. El vaciamiento de afectividad de la pertenencia comunitaria ha concluido en no pocos casos en la desafección hacia la misión y la comprensión de ésta como un trabajo, rolo cargo ha desnaturalizado. La comunidad. Por todo ello, en este contexto de individualismo hay que contemplar, al menos, las siguientes cuestiones: 3.1. La falta de claridad en el proyecto comunitario. Sucesión de hechos y argumentos organizativos y funcionales que no consiguen conectar el afecto de las personas. Se hacen cosas y se proponen hechos, pero cuesta ver la vinculación con la fuente original carismática. Lo importante no es la urgencia carismática sino que las cosas salgan y la gente esté donde tiene que estar. En el fondo se percibe que si las cosas siguen igual va a haber los mismos resultados, pero no hay mordiente como para proponernos algo diferente. 3.2. El individualismo cultural. Como hijos de nuestro tiempo, somos personas que nos cuesta vitalmente entender que "algo bueno" venga de otros distintos a nosotros mismos. La sociedad nos invita a decidir, pensar, comprar, disponer... La vida en comunión invita a compartir, dialogar, discernir. No deja de ser curioso que, en un estilo de vida como el comunitario, en pro del respeto personal hemos "inventado" una vida en comunión sin preguntas y, lógicamente, sin respuestas. 3.3. La distancia entre el discurso teológico y la asunción vital. Porque la realidad comunitaria es valorada teóricamente; siempre y cuando no afecte mi vida privada. La vida de cada uno se entiende como una parcela en la cual no debe entender ni intervenir el discernimiento comunitario. Ofrecemos buena explicación de la realidad de comunión sin poder ofrecer experiencia concreta de vida compartida.
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3.4. Planteamientos vitales líquidos. Acomodados a las circunstancias sin suficiente crítica como para hacer valer un proyecto común que lo impregne todo. No ha perdido validez la experiencia comunitaria, han perdido validez, sin embargo, los modos en los cuales nos hemos ido acomodando a circunstancias ambientales o culturales. Bauman adjetiva la realidad como líquida porque se acomoda al entorno. [El agua adquiere la forma de un vaso, no porque tenga esa forma, sino porque se la da el recipiente]. Por otro lado, es muy difícil establecer hoy el contorno de la comunidad. ¿Dónde están sus límites? ¿Dónde se sitúa? En un contexto de relaciones en red, la persona tiene múltiples referencias y dependencias que en otro tiempo estaban delimitadas por su comunidad. 3.5. Añadimos contenidos a la comunidad que no le son propios. Puede ocurrir que consciente o inconscientemente situemos en la comunidad algunos aspectos que no tienen por qué estar. La experiencia de comunidad no es complemento de mis aspiraciones, ni un lugar en el cual se me sirve y ayuda, ni el marco en el cual tengo resueltas mis necesidades para poder dedicarme a otras cosas. Se da un uso e interpretación de la comunidad que no le pertenece, sino que se proyecta la experiencia o percepción subjetiva que se tiene de la misma. 3.6. La comunidad es el primer argumento de misión. No es comunidad para, sino que es comunidad porque se refiere a. El analogado principal es Jesucristo y la configuración con Él. El primer trabajo apostólico de nuestras instituciones religiosas hoy es la cualificación de la experiencia comunitaria. 3.7. Estamos en un proceso de reorganización. Hay que prestar más atención a las personas sin guiarnos por claves puramente pragmáticas y funcionales. Todas las instituciones necesitan plantearse presencias y ausencias, reorganización y trabajo en misión compartida, pero esto no quiere decir devaluación de la comunidad. La fuerza y la vitalidad de estas propuestas no residen en proyectos perfectamente estructurados, sino en personas perfectamente cohesionadas y convencidas del proyecto comunitario2. Se trata de una auténtica experiencia mística que necesita el marco de referencia y pertenencia comunitario. 4. Buscadores de Dios. Esa es la clave La instrucción El servicio de la autoridad y la obediencia repara justamente en este aspecto [No 4). La clave de interpretación de la autoridad no es sino la libertad.3 ¿Te estás buscando a ti mismo, o buscas al Señor tu Dios?" (n. 4). No hay problemas de obediencia, hay falta de enamoramiento de la misión [y esto tiene peor solución). Se trata de una grave crisis de vida e identificación con la misión y en consecuencia con el estilo de vida que ésta convoca: la fraternidad. Consideramos que se nos está preguntando, sobre todo, por aquello que tiene que ver con la esencia de la misión comunitaria. Concretamente, el interrogante que las fraternidades tienen que responder versa sobre la paciencia, la vitalidad y la esperanza. Algo más que tres palabras típicas o tópicas; es un auténtico test de evaluación de posibilidad y vida. Sin ellas, si no se evidencian en las comunidades, se seguirá parcheando una situación que, sobre todo en occidente, es un prolongado estado de languidez. Evaluar los dinamismos de comunión desde tos tres presupuestos, nos puede llevar a tomar decisiones más arriesgadas. Sin duda, no carentes de sufrimiento, pero, absolutamente necesarias. Un ejercicio de poda que, después de años prolongados con estructuras de otro tiempo, puede alumbrar vida llamada a multiplicarse. 4.1. Buscadores pacientes de Dios Parece sencillo pero no lo es. La cuestión es creer, esperar, confiar... Verbos que el contexto cultural sencillamente ignora. Es tan fuerte y tan notable la invasión de vértigo que no está malla propuesta de algunos terapeutas sociales cuando aluden a la necesidad de un auténtico de-teching4. Quedaron atrás aquellos tiempos de voluntarismo y fuerza, de permanencia, fidelidad y constancia. El presente está urgido por lo inmediato. Y esto que se ve tan palpable en los más jóvenes, está muy presente actuando y agitando la comunidad religiosa. Lo que ayer era un valor y un para siempre, hoy causa temor y una huida irrefrenable del mismo. De hecho, lo que rige la vida y las relaciones son los sentimientos, y cuando estos pierden fuerza, sencillamente hay que huir. Buscar con paciencia lo que Dios quiere nos examina por la capacidad para ser fieles. No a las costumbres, que eso es un auténtico lastre, sino a la persona de Jesucristo, en quien recibimos la capacidad para donarnos en totalidad. No parecen tiempos de fidelidad, porque todo invita al cambio y la provisionalidad. Curiosamente en la capacidad de ofrecer contraste y paciencia está el éxito. Se percibe en las personas y las comunidades dificultades objetivas para esa paciencia. 4
Quizá la más significativa sea aquella que podríamos denominar la vida en confrontación: queremos ser fieles a Dios, pero con la misma fuerza (o algo más) fieles a nosotros mismos. Hay un afán muy notable de realización y afirmación. Todo nos dice que es legítimo e incluso necesario. Pero, cuando se da con tanta fuerza, inmediatamente surge la relativización del imperativo teologal. Una segunda dificultad consiste en la permanencia "a medias”. Se ha perdido el fuego y el amor primero. Estamos porque nos hemos quedado, no porque se dé una decisión firme y de corazón por haberlo hecho. Hace unos años un religioso nos hablaba de aquellos años posconciliares. Lo hacía con euforia. Él se mantuvo fiel frente a muchos y muchas que abandonaron. Decía literalmente: "Usted no se puede hacer una idea...” Se abrió una ventana, se abrió una puerta, se hizo una corriente que fue llevando a todos... A mí no, porque me agarré fuertemente a la mesa… Para nuestro amigo, la fidelidad consiste en agarrarse fuertemente a la mesa. Sin embargo, uno de los problemas de la vida religiosa es quienes se han quedado sencillamente "agarrados a la mesa", sin más incidencia. Una tercera confusión es entender que el envoltorio ya salva. Es decir, uno está en los ámbitos de vida religiosa o en obras apostólicas y ya está. Da igual el grado de convencimiento o pasión por la misión, el caso es estar. Quizá la imagen de esta tercera distorsión pueda ser un grupo de niños jugando con un coche viejo sin ruedas... Se suben al coche, hacen el ruido del motor e intentan mover el volante... Sin embargo el coche no se desplaza, no puede hacerlo... aunque en la ilusión infantil avance kilómetros. Trabajar esa paciencia necesaria en los contextos comunitarios para recuperar la incidencia es una tarea urgente. No hay recetas, no puede haberlas. Al menos, no se trata de la impostación de nada distinto a lo ya conocido: oración, formación, serenidad y ascesis. El proceso configurador con Cristo necesita una oración más vital. Con una expresividad comunitaria más real, menos forzada y más integrada en la antropología de los consagrados. Ritmos comunitarios que digan algo a hombres y mujeres que viven en este tiempo, con los compromisos y las necesidades de esta era. La formación no puede consistir en un saco en el que vamos integrando todo lo que pueda venir bien, sino aquello que hace imprescindible el diálogo de la consagración con el medio secular. Formación que atienda a la persona real que está en comunidad. Hay buenas ideas de renovación y análisis, pero pueden estar lejos de los sentimientos reales de las personas. Si no se trabaja en esa integración, estaremos construyendo lenguajes y propuestas que se quedarán en un intento vacuo y une oportunidad perdida. Es una necesidad recrear la serenidad personal. La integración de la voz de Dios en los procesos más humanos. La vida religiosa manifiesta cierto nerviosismo, precipitación e indecisión. La organización de la misma debe proporcionar serenidad porque, sin ésta, se atenderá sólo al aspecto administrativo, no tanto al vital. Finalmente, es indudable que esta forma de vida requiere la capacidad de decir no, justamente porque parte de una gran afirmación. Sin el mensaje contracultural de la ascesis, no se logra la pertenencia comunitaria evangélica. Hijos de este tiempo, sin embargo, necesitamos signos ascéticos asumidos personalmente, porque lo corporativo o coral podía responder a una pedagogía de otro tiempo, pero no a este. 4.2. Buscadores vivos de Dios La esterilidad indica falta de vida y capacidad para transmitirla. Hay ciertos síntomas de la misma en la comunidad religiosa. Sin embargo, cuando hay vida ésta se multiplica rabiosamente. Curiosamente quien tiene el don de poder multiplicar vida lo hace aunque sea en medio del desierto. La vida que tienen que cuidar y evocar los religiosos es aquella que nos une, todavía más, a la Palabra. Aguas misteriosas que fecundan la tierra, o ancianas mujeres que se convierten en madres de generaciones. Sin esa referencia directa al Misterio, sin duda estaremos equivocando el esfuerzo, el tino o la decisión. No tenemos duda de que se están trazando itinerarios inteligentes, incluso arriesgados... pero no siempre están impregnados, empapados o definidos por la fe. Demasiada fragmentación, coyuntura, provisionalidad y respuesta a la necesidad. Sin embargo la necesidad no siempre brota la virtud. El descenso de números, el envejecimiento y una red de obras alertas que superan, con creces, la capacidad para ofrecer comunidad y presencia apostólica significativa, favorecen una pseudo-creatividad que no siempre es la expresión adecuada de la fecundidad que necesitamos.
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Es una situación de alto riesgo, está claro. Pero éste debe ser afrontado, si queremos -y lo queremos- crear comunidades vivas. Sólo como ejemplo, señalo estos lugares teológicos para crear vida en la comunidad religiosa: Arriesgarnos a ser, más que a responder. Arriesgarnos a creer, más que a interpretar. Arriesgarnos a escuchar voces distintas o salir de los círculos que nos mantienen adormecidos en nuestra paz. Arriesgarnos a dar la palabra a los más jóvenes, o tratar de no perder más trenes de generaciones en un proceso imprescindible de renovación. Arriesgarnos a abrazar los gestos proféticos, aunque éstos resten nuestras seguridades institucionales que, por otro lado, nos aprisionan. Arriesgarnos a perder, porque si seguimos ganando, al final sólo nos quedarán ganancias, sin personas. Arriesgarnos a un estilo de vida más fraterno en el que se compartan sentimientos, porque sin ellos nos quedamos en las formas y éstas ni convencen a los que están, ni llaman a quienes tienen que venir. 4.3. Buscadores esperanzados de Dios La esperanza es crucial en la vida religiosa. Sin ella las acciones se convierten en acontecimientos inconexos: cumplimientos que hay que asumir, pero no experiencia que regala vida. Toda la sociedad se apunta a un deseo real de felicidad, no están tan claros los caminos de la misma y menos qué se entiende por una vida feliz. La vida religiosa no puede perder la pretensión de ser una vida feliz, porque el día que la pierda dejará de ser una posibilidad de seguimiento. Pero con la misma fuerza hay que clarificar qué se entiende por felicidad y si buscarla permite un camino imparable de autonomía en el que la persona del siglo XXI está empeñada. La felicidad llena de esperanza, encuentra su apoyo en la experiencia de comunión o la gratuidad compartida; en la experiencia de filiación o providencia sentida y en la experiencia de totalidad donación consentida. Evidentemente todo nuestro mundo busca la felicidad, pero ¿por qué caminos? Los religiosos han descubierto que la felicidad está en la gratuidad y no en el confort. Frente a quienes encuentran la razón de la alegría en la posesión y la decisión, las raíces de la felicidad de la vida religiosa nos trasladan a otros lugares: al encuentro en armonía con la creación; al agradecimiento por la historia personal vivida en la familia religiosa; a la llamada a la configuración -sin llegar a ser como Él- con Jesús en su libertad y totalidad para con Dios Padre expresada en los votos; a la conciencia de pertenecer a una familia de sangre, congregación, Iglesia y mundo; a la seguridad de que esta tierra se prepara para la Palabra definitiva que sólo Dios conoce … 5. La vuelta al "amor primero" y dos tentaciones del camino: ser espectador protagonista Estamos en una era con fronteras móviles. Fronteras físicas y también culturales. Las seguridades de ayer, hoy se muestran terriblemente inseguras. Los líderes que nos daban seguridad y un punto de esperanza, se derrumban en cuestión de segundos, minutos o meses. Casi nada es fijo y estable. Valores como la fidelidad, necesitan, en seguida, circunstancia de modo, tiempo y lugar Todo depende de a quién, a qué y cómo. Nuestra movilidad se expresa, sobre todo, en la común aceptación de un tiempo de restructuración o de nueva clave organizativa. Un proceso válido, necesario y fiel pero que, como todo proceso humano, se va cargando con disyuntivas maniqueas con no con consecuencias no saludables para una comunidad que afronta el siglo XXI. Algunos síntomas: • Un grado de satisfacción ingenua ante los grandes proyectos, por los mentores de los mismos. El papel, siempre fiel, aguanta que una propuesta, asumida por un equipo reducido, contemple cómo cuatro ideas articuladas deben dar vida a un grupo de mujeres o de hombres que han sido llamados a ser comunidad y referente evangélico en un contexto de increencia. • Una forma demasiado extendida de aparente aceptación: el silencio. Algunas propuestas pueden provocar que la vida de la persona religiosa se vacíe de referencias de pertenencia y la opción sea un silencio que parezca obsequioso, pero que en realidad exprese, sin decirlo: "esto está bien para quien lo quiera, pero no tiene que afectar mi vida". ¿Estará creciendo el número de consagrados que están diciendo basta, sin decirlo?5 • Los que conocieron vitalmente las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, echan de menos aquella ebullición. Aquellas preguntas y aquellos contrastes. "Los porqués se unían a los grandes ideales y opciones". Curiosamente un tiempo en el que aparentemente la autoridad estaba más marcada era, a la vez, aquel en el 6
que la autoridad se encontraba con una respuesta "interactiva" ... Hoy la protesta ha cambiado y se manifiesta en un individualismo funcional expresado en silencios que permiten que cada uno sea cada uno y siga en lo de cada uno.6 • Una vida de comunión sin preguntas y, por tanto, sin respuestas. Un clima social que ha encumbrado la subjetividad a cotas inimaginables, permite una serena convivencia sin implicación interpersonal. La cuestión es sacar adelante los grandes proyectos, sin que se dé cuestionamiento de los proyectos privados. No hay conflicto, pero no hay mordiente pastoral y puede que no haya comunidad. Se tiende a sumar individualidad con la esperanza de que en el resultado se dé el ansiado proyecto aglutinador. • Vacío de pertenencia. Un proceso de restructuración trae como consecuencias el movimiento de algunas fronteras, sobre todo por lo que se refiere a las grandes líneas de acción: opción por una presencia determinada o área geográfica. Siendo necesaria la erección de nuevas referencias que motiven frente a la sensación de desgaste y cierre, se están dando síntomas preocupantes de mirada hacia lo particular sin asunción de lo general. Dicho de otro modo, generaciones de religiosos que en la sociología religiosa denominamos jóvenes, están viviendo un viraje significativo hacia sí mismos conjugando una aparente asunción de un proyecto comunitario, sin pedir ni ofrecer nada a la vida de comunión diaria.7 5.1. Espectador o protagonista Acerquémonos a la comunidad, desde textos que carecen del calor de la comunidad evangélica. Desde el no ser, para llegar al ser. Uno de ellos nos llamó la atención por el título: "Los próximos 30 años van a ser los más interesantes de la historia de la humanidad8. En nuestras reflexiones sobre el presente y futuro de la vida religiosa y la comunidad en ella, hablar de 30 años da vértigo. Seguramente en cinco años nada será como es. Y, aunque sea, no se parecerá... Atrevernos, por tanto a pensar en las tres próximas décadas es casi ciencia ficción. El otro se titula Comunidad9. Es de S. Bauman y hace un análisis de cómo nace y se sostiene la comunidad. Su tesis es que la sociedad líquida, sin fronteras, también provoca inseguridad, debilidad y miedo... así hacemos nacer comunidades políticas, sociales, culturales... expresamente no alude a las comunidades religiosas pero construidas con papel secante, lo cual hace más grave la aparente seguridad. Concluye, sin embargo, afirmando que "si ha de existir una comunidad en un mundo de individuos, sólo puede ser [y tiene que ser] una comunidad entretejida a partir del compartir y del cuidado mutuo; una comunidad que atienda a, y se responsabilice de, la igualdad del derecho a ser humanos y de la igualdad de posibilidades para ejercer ese derecho"10. En ambos se nos plantea una doble posibilidad: estar como espectadores o protagonistas. Y ahí es donde podemos encontrar incidencia para nuestra reflexión sobre el momento actual de la vida en comunión. Que existan protagonistas, facilita o condiciona la existencia de espectadores y a la inversa. Ambas tendencias, desde nuestra clave de comunidad evangélica, son peligros que tenemos que abordar. La comunidad religiosa tiene que anunciar una convocatoria en libertad e igualdad en torno al Maestro. El sustrato, para hoy, de todos diferentes, pero todos iguales, es absolutamente imprescindible. Todos los temas de vida religiosa tienen un carácter circular: se auto-implican. Hace tiempo que sabemos que hablar de comunidad es hablar de misión y hablar de oración es hablar de vida, porque la consagración quiere ser una expresión de totalidad ante un contexto de fragmentación. La misión en la vida religiosa, como aspecto nuclear de la consagración, se apoya en el diálogo. Hablar de espectadores o protagonistas reduce mucho nuestra experiencia de vida con otros y para otros. Es una perspectiva subjetivista que vale para diseñar las distintas actitudes en el mundo de la empresa, pero no en la misión. Sin embargo, la presencia de la vida consagrada en "contextos sociales no tradicionales", la apertura a una missio inter gentes11. Por ejemplo, puede acarrear esas situaciones, curiosamente por una no bien entendida aceptación de la secularidad. Tanto los espectadores como los protagonistas no son sino el triunfo de la soledad. Si haciendo un ejercicio de imaginación pensásemos dónde situar a cada uno de nuestros hermanos de comunidad, sin duda, encontraríamos algunos protagonistas [pocos] y un buen número de espectadores. 5.2. Expectación y apasionamiento La cuestión no es mantenerse, ni aguantar. La comunidad se sostiene en una sabia articulación de expectación y apasionamiento que se han de alimentar en el día a día. Es una simpleza reducir nuestros problemas a cuestiones de edad y número. Es cierto, no obstante, que edades y número condicionan. La convivencia conforme a la cronología de cada uno nos sitúa frente al otro, enfrentando, en 7
ocasiones, pareceres y criterios. A la vez, sabemos que, para que exista comunidad, tiene que darse un número suficiente de personas diferentes que la encarnen. Consecuencia de la restructuración o comprensión del tiempo presente para la misión, es la reducción de presencias, en pro de comunidades significativas. Dicen los manuales de los ejecutivos que cuando falta pasión y apasionamiento, se debe uno plantear el cambio de empresa.12 Volvamos a hacer un ejercicio de imaginación. Supongamos que en este modo de gobierno a través de encuestas, cada vez más frecuente, reducimos las preguntas a las siguientes: ¿tienes expectación por el día a día de tu comunidad?, ¿te descubres apasionado en todo lo que vives con tus hermanos o hermanas? Si, además, ofrecemos que la respuesta pueda ser sólo un "sí" o un "no". Intuimos que un cuestionario así frenaría otras consultas complejas con las que solemos llenar los documentos. A veces es tan sencillo como escuchar un sí o un no... y extraer consecuencias. Mantener la expectación es tanto como creer en la novedad del milagro comunitario, superar el círculo de la competitividad y creer en el signo de la comunión para este siglo. Por otro lado, el apasionamiento hace referencia al centro de interés... no a los centros. Sitúa dónde está focalizada la existencia y las mejores energías. Ambos piden darse en personas maduras que tienen bien organizada su existencia conforme a la sorpresa de Dios. No faltan los nombres y apellidos de personas que están creyendo y creando comunidad... Pero son personas concretas, no está tan garantizado que existan comunidades que así lo vivan. Una vez más hay que reconocer que, habiendo religiosos santos, este tiempo necesita comunidades santas, como bien afirma Amedeo Cencini.13 No es cuestión de número, pero siempre es cuestión de que los que están sean. No se construye una comunidad a la fuerza, violentando las inclinaciones más profundas o las costumbres más arraigadas. Determinados procesos de soltería incapacitan para una vida en comunión, sencillamente porque nunca se ha hecho, o porque sólo plantearlo desestabiliza la vida… Algunos modos, horarios, estilos… están viviendo en las comunidades, pero no son comunidad. Un trabajo de revitalización es, sin duda, la pertenencia, como llamada a la construcción de un nosotros que me necesita, me posee y comprende ... Pero se tienen que dar los tres elementos: necesidad, posesión y comprensión. Cuando se habla de la secularización14 de la vida religiosa en términos negativos se está indicando justamente esta dolencia: personas que están en ámbitos de consagración simplemente porque se han quedado, no porque el medio ilumine sus decisiones más íntimas y profundas. 5.3. Animación, liderazgo y visión Hace ya años que se define esta etapa de la historia como un periodo "sin padre"15. La ya citada instrucción de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica EL servicio de La autoridad y La obediencia nace porque se detectan carencias graves en ese ministerio en la vida religiosa. No tanto porque tenga que estar férreamente marcada la dirección, cuanto porque tiene que haber visión y esa no se improvisa. No deja de ser cierto que es muy difícil tener el don de poder intervenir en la vida de otros sin que esa intervención suene a injerencia o provoque desajustes no deseados. Pero hay que reconocer que son tiempos en los cuales el acompañamiento de las personas se sustituye por puras decisiones administrativas: obras, reuniones, comisiones y proyectos. Pretendemos un servicio de animación en la caridad, pero no se tocan los elementos de la fibra humana que se tienen que dinamizar, con lo cual el efecto deseado y aglutinador no se logra y se avanza en una desafección que es muy sintomática. Uno de los primeros gestos de revitalización de la comunidad religiosa es la formación de superiores y superioras con visión. Hombres y mujeres, como pide la Instrucción [n. 4], que sean buscadores de Dios y no maestros de costumbres o instructores de aciertos y errores; hombres y mujeres dispuestos a envejecer y no llamados a perpetuarse, permitiendo que vengan nuevos modos y visiones, sin absolutizar lo vivido; hombres y mujeres con ganas de vida y sin ganas de poder ... Un signo evidente de la crisis de la vida religiosa no es la falta de vocaciones solamente, sino la falta, de convencimiento y capacitación para un ministerio que es sólo testimonio y servicio. Hemos aprendido bien a exhortar y pedir que se ore, Sin orar...
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La Instrucción recuerda, además, que la autoridad en la vida religiosa es espiritual [n. 13], esto es, testimonial. Ir por delante, mostrar y ofrecer un camino creyente. La tarea insustituible de la comunidad como ámbito pedagógico y terapéutico no necesita expertos, sino testigos. No pocos autores recuerdan que la cuestión, a la hora de la verdad, es de fe y ésta se acrecienta y transmite gracias al testimonio: personas que, con humildad, muestren cuál es su andadura creyente.16 Los tres "ingredientes" del ministerio del superior o superiora son: animación, liderazgo y visión, sin que se impliquen ni excluyan. No se trata de una adquisición a base de voluntad, aunque hace falta, ni un cúmulo de virtudes inaccesibles para los más, aunque, qué duda cabe, son dones que unos pocos tienen al servicio de los demás. Cuando hablamos de animación estamos reconociendo que el ámbito comunitario necesita ánimo. La capacidad para infundir ánimo es uno de los rasgos que el Magisterio expresamente pide a aquellos que prestan el servicio del gobierno17, porque, como ya denunciaba el Beato Juan XXIII, "agoreros de calamidades" abundan por doquier.18 Sin embargo, la vinculación en libertad y totalidad, en gratuidad y permanencia que es la vida en comunión, necesita, y le es imprescindible, que alguien encarne la evocación de la esperanza que sostiene la llamada. Es conocido por todos que los dinamismos de relación, por el propio desgaste que conlleva existir, pueden condicionar un estado de permanencia sin esperanza. Sanar esto es la tarea primera de quien gobierna una comunidad religiosa. Es además imprescindible que esta propuesta de ánimo sea para todos, no, para un grupo selecto que decide. Aquí, sin duda, aparece otro de los grandes retos de nuestro tiempo: la pluralidad. Va habiendo en el seno de las comunidades y de las congregaciones demasiadas distancias entre facciones, grupos ideológícos19. No hace mucho recordaba Mons. Tobin20 algo que había presenciado en su congregación, que él venía a definirlo del siguiente modo: algunas veces a los gobiernos no los suceden otros, sino que "juntas militares" son derrocadas y sucedidas por otras que 'niegan a los anteriores hasta el agua. Creemos que es evidente. Estamos hablando de la reconciliación. La superación de "filias" y "fobia" es una necesidad latente en el hoy de la vida religiosa. Seguramente evoca un "contrasigno" de los tiempos y denuncia las carencias en la formación humana, la necesidad de conversión y la urgencia de liderazgo espiritual. Es más, creemos que el punto de partida de una concreta y activa reestructuración es una sincera celebración penitencial. Es imprescindible el liderazgo, que en la vida religiosa consiste en la capacidad de ser memoria de la Bienaventuranza porque en las batallas de la vida frecuentemente "se viven vueltas atrás", búsquedas de protección o contaminaciones de las líneas más originales de fidelidad. El liderazgo es capacidad de guiar sin imponer; orientar sin forzar; mostrar y atraer. Es un liderazgo espiritual que no se logra con destrezas humanas, aunque las comprende. La comunidad religiosa tiene que superar tres tentaciones siempre presentes: el conformismo, la casuística y el desánimo. Éstas, unidas a aquellas dos que ya señalaba Juan XXIII en su decálogo, prisa e indecisión, constituyen cinco transversales en las cuales nos jugamos todo en el ser comunidad o parecerlo. Un liderazgo activo estará siempre atento para que estas constantes en las relaciones humanas estén suficientemente neutralizadas por el evangelio, de manera que la comunidad no se reduzca a puro grupo sociológico (suma de individuos y logre aquel efecto multiplicador que tiene lo evangélico encuentro de hermanos o hermanas). Pero en un contexto como el presente, ¿de qué liderazgo estamos hablando para la vida en comunión?. Los tratados de éxito social y empresarial piden para los líderes una especial inteligencia intrapersonal [aquella que permite entenderse a sí mismo y a los demás] e interpersonal [aquella que tiene que ver con la capacidad de entender a otras personas y trabajar con ellas)21. Estas capacidades, unidas a un cuidado espiritual y sentido de pertenencia, son equipaje que nos ayudará a viajar de la administración (que las cosas funcionen al mecenazgo que las personas den lo mejor de sí). ¿Qué decir de la visión? Se trata de aquella cualidad que evita el funcionamiento por impulsos, transforma la estrategia en mística y destierra cualquier asomo de competitividad. Es un don que permite ver más allá de las apariencias, con lo cual se logra la perspectiva: conoce el antes e intuye el después, por eso hace posible el ahora. Tiene especial unción para trabajar el "nosotros" y así integrar en él la particularidad y la sana 9
autonomía imprescindibles de la verdadera comunión en libertad. En la visión se dan tres rasgos muy claros: descubre la realidad, visualiza el ideal y alienta las posibilidades corales para lograrlo.22 6. Una vida religiosa donde hay hombres y mujeres con liderazgo y visión Ese es el gran reto. La formulación y programación de proyectos pasarán; las tendencias, más o menos esclavas del efectismo reinante, caducarán; la vorágine de comisiones cesará, pero la carencia de visión no se podrá subsanar. Trabajar y facilitar para que se den círculos en los cuales se avive la visión es necesidad imperiosa de las familias religiosas. ¿De qué visión hablamos? 6.1. Capacidad para descubrir la realidad Hay visión cuando la comunidad religiosa no se olvida nunca que está sirviendo a una causa mayor. Que está en medio de la realidad, sin ser más de lo mismo. Entiende la realidad no sólo desde el punto de vista sociológico, sino como es en verdad, la irrupción débil y tenue de Dios en la historia. Por eso se caracteriza fundamentalmente por: • Cuidar los valores de la comunidad. Señala lo central, lo que no debe cambiar, en un contexto en el que todo puede cambiar, al servicio de la persona. El líder con visión sabe respetar la situación de la persona sin forzar ni el miedo ni el entusiasmo, pero dando argumentos para que la persona se sienta impulsada o motivada para caminar en una dirección. • Vive sin prisa y sin pausa. La pretensión de cambio de ánimo en una comunidad local, provincial o congregacional no puede estar tejida de impulsos o de búsquedas de resultados inmediatos o sonoros. Es necesario promover una ralentización en la cual las personas hablen y sean ellos mismos [no quienes queremos que sean). Servirnos tanto de la escucha y acompañamiento [creemos que es uno de los "ministerios" que más hemos de cuidar], como de las querencias reales de las personas es imprescindible para llegar a descubrir cómo tiene que ser la comunidad. • Inicia en la cúspide algo que parta de la realidad. No hay cambio real si no sintonizamos a todas y todos en el cambio. Merece la pena invertir tiempo, mucho más tiempo, en diálogos formales e informales en los que cada persona se sienta valorada y escuchada, para llegar a un punto de encuentro y consenso. Sigue siendo el entusiasmo quien proporciona el impulso necesario para pasar de la palabra a la acción. 6.2. Capacidad para visualizar el ideal Líder con visión en la vida religiosa es aquel o aquella que ha alcanzado la claridad espiritual y conceptual. Cree y es capaz de expresarlo y contagiarlo. No hay mala voluntad pero no es infrecuente encontrar comunidades que sencillamente adormecen porque no saben qué hacen, qué esperan o a quién sirven. Visualizar el ideal es tanto como la fuerza imperiosa para transmitirlo. Por eso: • Dirige la mirada hacia dentro, no basta la sociología [así somos, o así estamos). El líder tiene que saber ver cómo en realidad está la comunidad. Su horizonte y su presente. Sólo así se puede esbozar un planteamiento que resulte alentador y aglutinante de la realidad. • Llega al corazón [que no sólo se esté). No se trata tanto de saber argumentar de manera exacta [en clave de empresa] sino de saber conmover, en clave de vida. Hay que llegar al corazón de la persona para desarrollar los dinamismos de implicación comunitaria. • Tiene claridad, que consigue expresar: primero las personas, luego los proyectos..., no a la inversa. Genera compromiso y adhesión personal. Cuida los vínculos emociónales. El religioso [y la religiosa) debe percibir que se confía en él [o ella) y sus posibilidades. 6.3. Es capaz de mantener la tensión En la etapa reciente, sobre todo, hemos iniciado infinidad de proyectos y propuestas conociendo ya su caducidad. Líneas con pretensión de cambiar la vida duran, en realidad, pocos meses o el calor de una asamblea. Es imprescindible un liderazgo que mantenga la constancia y fuerza de un proyecto renovador y esto sólo se da cuando las personas implican la existencia en lo que ofrecen a sus hermanos. Por eso urge a:
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• Pasar de la visión a la acción. Superar la tentación de formulaciones teóricas que no se procesen. Ofrecer signos de vida que hagan creíble el proyecto. La persona no se enamora de cronogramas y a veces es lo único que se le ofrece. • Oxigenar los ambientes. La comunidad nueva no se da porque lo digamos, sino porque ponemos la vida en ello. Oxigenar ambientes es hacerlos posibles para las personas que hoy viven en comunidad, no las que vivieron. Un buen líder tiene una equilibrada percepción de la historia, permitiendo que ésta sirva de humus común y no sólo de lenguaje para iniciados. El líder sabe que hoy un tanto por ciento elevado de la vida religiosa no vibra con los recuerdos de lo que fuimos. • Auto-relativizar el liderazgo. La clave de la comunidad es la común responsabilización de los ministerios y servicios. No permitir la perpetuación de funciones por el deterioro que provoca en la comunidad y en la persona que encarna el servicio en un tiempo o trayectoria excesivamente prolongada. Es tan importante hacer como dejar hacer. 7. Una vida religiosa que es comunitaria y personaliza la esperanza La vida religiosa está viviendo un kaíros. Es nuestro tiempo pero, sobre todo, es Su tiempo. Un tiempo de hacer y crear. Un tiempo nuevo que tenemos que asumir desde la esperanza. Porque esa es nuestra clave de lectura de la vida y la síntesis de nuestra consagración. Sin la esperanza sustentada en la trascendencia, vana es nuestra fe, vanas nuestras obras y vacía nuestra significación. Aunque nos cueste aceptarlo, lo valioso de lo que somos estriba en servidas de síntesis no tanto por lo que hacemos, cuanto por lo que somos en lo que hacemos. Por eso somos, hasta cierto punto, libres para evaluar nuestras obras y estructuras, porque nada nos tiene que atar, sino el anuncio de la esperanza. • Profecía en debilidad Ciertamente, cumplir años puede ser un contravalor: nuevas debilidades, dependencias, sensación de fin de etapa, cierre de obras, reducción a tareas poco vistosas, vuelta a una vida oculta que considerábamos sólo necesaria en el noviciado. Pero, a la vez, puede ser un gran valor, aquel que tenemos que potenciar y trabajar en nuestro hoy de consagrados: proyectar esperanza, ser capaces de leer los ritmos históricos sin sobresalto, desprendimiento de la tensión del poder, libertad frente a ideologías de "vaivén", ser personas de síntesis vital y, por tanto, libres para valorar cada persona y gesto donde esté, independientemente de cultura, culto y tradición. Tenemos que abrazar la debilidad. Pero hay que hacerlo no sólo teóricamente, porque mensajes que sólo provocan ilusión temporal nos devuelven a una realidad más dolorosa. La vida religiosa no puede renunciar a la profecía. Forma parte de su esencia. Pero no es la propietaria. La profecía que reside en la misión nos posee. Por tanto el procedimiento es inverso. Servir a la profecía del Reino no exige ni edad, ni agilidad, ni disposición, ni rasgos especiales. Exige ser de Dios. • La limitación en clave evangélica Los profetas, como los apóstoles y los fundadores, llegaron a serlo porque se dejaron hacer. Es elocuente acercarse a la vida de estos hombres y mujeres que nos precedieron porque también vivieron la tensión de querer ser. Muchos de nuestros proyectos tienen buena intención. Me atrevería a decir que todos. Pero no en todos ellos se ve esa parte que Dios debe decidir, que es la mayor parte. Con tino, S. Bauman afirma: "en la modernidad líquida seguimos modernizando, aunque todo lo hacemos hasta nuevo aviso. Ya no existe la idea de una sociedad perfecta en la que no sea necesario mantener una atención y reforma constantes. Nos limitamos a resolver un problema acuciante del momento, pero no creemos que con ello desaparezcan los futuros problemas, incertidumbre, inseguridad y vulnerabilidad. Si bien se podría traducir también como 'precariedad'. Es el sentimiento de inestabilidad asociado a la desaparición de puntos fijos en los que situar la confianza. Desaparece la confianza en uno mismo, en los otros y en la comunidad". Ese sentimiento de inestabilidad es, en realidad, una buena posibilidad para situar nuestra opción de vida en la mística, sólo en la mística. Las seguridades de ayer caducaron y tenemos un hoy en el que hay que formular una experiencia vital apoyada en la esperanza en contextos vulnerables. Si nos adentramos un poco más, si vamos al corazón de la vida religiosa, descubrimos que, sobre todo, este proceso de adecuación al momento presente ha traído cierta falta de fe. Hay muchos supervivientes van viviendo y pocos testigos viven gozando. Y aquí reside la herida más profunda que hay que curar para que 11
nazca la nueva vida religiosa. Este tiene que ser un tiempo de esperanza real y no un "un tranquilizador remedio para andar por las arduas veredas de la vida"23, porque si así lo vendemos y asumimos, en realidad a lo que invitamos es a una resignación pasiva que nada nos di-ce a los religiosos ni a aquellos con quienes queremos vivir la misión. La esperanza nos vuelve a la fe, se nutre del Evangelio y tiene una sola razón de ser: el Misterio de Dios. Pero es cierto que esta esperanza necesita porque nosotros lo necesitamos signos externos que posibiliten la fe. Fundamentalmente dos: creer en la semilla y creer en la tierra. Creer en Dios y creer en este tiempo de Dios. • Depende de ti que sea arte o castigo Si todo nos está dado en Dios y es verdad, depende de ti, de aquello que vas guardando en la mochila de la vida. Hay personas que van acumulando pesos innecesarios que hacen el caminar cada vez más fatigado. Vivir es gozar y sufrir con la armonía de experimentarlo desde la fe. La vida religiosa no puede perder el brillo de la referencia a lo eterno, porque el día que lo pierde deja de ser lo que es. Estamos al final de un ciclo excelente. Estos años de posconcilio son una auténtica ofrenda de buen crecimiento en el seno del Pueblo de Dios. La vida religiosa, como pocas formas de vida, ha experimentado una evolución sorprendente y llena; gozosa y no exenta de tensiones y alguna angustia. Hemos perdido mucha fuerza en el proceso de renovación pero hemos ganado mucha libertad. Todo parece indicar que Dios quiere todavía más pobres nuestras presencias, más cercanas nuestras estructuras, más sinceras nuestras propuestas. A estas alturas de lectura teológica de lo que somos y expresamos, nadie interpreta que nuestra sequía vocacional es una consecuencia de la infidelidad… Nacerá una nueva vida religiosa, contando evidentemente con la que hoy está y hoyes, y nuestra esperanza brota de saber que no nos corresponde tamizar o disfrutar el éxito de los números que no son para nosotros, sino ofrecer una transición creativa para hacer posible lo nuevo. Depende de lo que guardes en la mochila: si hay resentimiento y dolor, reproches y auto justificaciones, este tiempo se presentará estéril, carente de esperanza y lo mejor es que se agote cuanto antes... Si lo que guardas en la mochila es proyecto de Dios, el centro no está en ti y en lo que te pasó, sino en Dios que es quien hizo que pasase todo por ti. Sabernos en función de Él y su proyecto llena de esperanza nuestro existir y da sentido a una aparente sequedad. Es lúcido el Talmud cuando afirma que no se nos pide concluir la obra, pero no somos libres para dejarla. La vida religiosa es anciana, es verdad, pero está llena de sabiduría y de visión profética y en esa visión encuentra el sentido de su existir y consumirse en la siembra de un árbol del que no va a recibir frutos, pero sabe que van a ser frutos de verdad y renovación; frutos de misterio y nueva consagración en un futuro que es el hoy de Dios y para el que nosotros somos muy necesarios. Definitivamente, la vida religiosa y su comunidad están en clave de sábado santo. Como afirma J. C. R. García Paredes: "Quienes esto no entienden hablan más bien de un sábado de 'santo'; que se acabó! Ese sábado no tendría nada de “santo”, sería el sábado del castigo y de la sepultación de aquello que culpablemente se ha visto privado de vida. Y esto se puede pensar y sentir no solo fuera de la vida consagrada, sino también dentro. El desconcierto ante el viernes santo puede ser tal, que no quede esperanza, ni razón para la misión". El ocultamiento de Dios en este día de la vida consagrada es sólo provisorio. Y nuestro Dios no nos va a defraudar.
BIBLIOGRAFIA AA.VV., "Vida Religiosa ¿vida feliz?": Vida Religiosa 110/1 [2011]. AA.VV., "Vida Religiosa Apostólica: Identidad y significatividad": Vida Religiosa 110/2 [20111. AA.VV., "Los religiosos jóvenes dan su palabra": Vida Religiosa 110/4 [20111. AA.VV., "Las etapas de la vida": Vida Religiosa 110/6[20111. GONZALO DÍEZ, Luis Alberto, "Missio inter gentes. Una nueva visión de la vida consagrada": Imágenes de la Fe, n. 446 [octubre de 20101). NOTAS 1
En febrero de 2011 se celebró en Roma un seminario sobre este asunto. Convocados por la Unión de Superiores Generales se dieron cita más de 60 expertos en vida religiosa para reflexionar y concluir cuáles eran los núcleos de identidad y significatividad de
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la vida religiosa apostólica. Las actas del mismo están publicadas en la revista Vida Religiosa 110/2 [2011] Véase también una selección véase documento posterior en CONFER 50/1, n.190. 2 Cf. L. A. GONZALO DÍEZ, "Sobre el sentido eclesial y la pertenencia congregacional": Vida Religiosa 1 105 (2008] 247-255. 3 Cf. Lc 1,74-75: para que, libres, podamos servirlo en santidad y justicia 4 Desintoxicarse de la tecnología. Cf. "El retiro digital": El País semanal, n. 1.816 [17.72011), p. 88 5 Cf. Cf. J. C. R. GARCÍA PAREDES, "Preguntas y más preguntas... ¿habrá que decir basta?": www.vidareligiosa.es 6 Cf. A. BOCOS MERINO, "Repensar la reestructuración. Estructuras provinciales y comunitarias": Vida Religiosa 109/7 [2010] 293-304. 7 Cf. Vida Religiosa 108/4 (2010) 173-183 8 Cf. Á. GONZÁLEZ-ALORDA, Los próximos 30 años, Alienta, Barcelona 2010 9 Cf. S. BAUMAN, Comunidad En busca de seguridad en un mundo hostil, Siglo XXI, Madrid 32009 10 lb, p. 147. 11 Cf. L. A. GONZALO DIEZ, "Missio inter gentes. Una nueva visión de la vida consagrada": Imágenes de la Fe, n. 446 [octubre de 2010] 12 Cf. Á. GONZÁLEZ-ALOR - DA, OC, p. 30. 13 Cf Semana XXXIX de Vida Religiosa Madrid, abril de 2010 14 Ha habido intervenciones bastante desafortunadas sobre este concepto ambiguo. No hay otro lugar para la vida religiosa que ofrecer una presencia encarnada y alternativa desde el diálogo con el mundo secular. Algunos reduccionismos en pro de una purificación de la vida religiosa, no son sino nostalgias descarnadas de la realidad. 15 Cf. J. ROF CAR8ALLO, Violencia y ternura, Espasa Calpe, Madrid 31997. Afirma el profesor Rof que se dan en el ser humano cuatro huidas... Puede resultar elocuente para entender el momento que vivimos los religiosos en los procesos de comunión: 1. La "huida de la libertad", que hace que se prefiera la seguridad que da el conocimiento de un pequeño sector del mundo técnico frente al pensamiento meditante y reflexivo. 2. La "huida de la tierra", con todo lo que esto significa: su nexo con el mundo matriarcal. Es el desarraigo hasta perder la vinculación con la Naturaleza. 3. La "huida de lo alto", del "mundo paterno", de toda instancia de autoridad sustituyéndola por el juego de la razón. En esa situación, el hombre deja de Escuchar el soplo iluminante y sobrecogedor que en decisivas ocasiones de su vida le viene de los cielos". 4. La "huida del amor". En efecto, nuestra sociedad descansa sobre el placer de comprar, sobre el intercambio de cosas. Una de sus expresiones más notorias es el auge y la exaltación del erotismo contemporáneo que llega a extremos obsesionantes. 16 La revista Vida Religiosa ha celebrado recientemente [27.1.2011] un Foro que respondía a la siguiente cuestión: "¿Está la Vida Religiosa secularizada?". Los participantes en el mismo, desde lugares bien diversos de vida y misión, llegaron a idénticas conclusiones: una, el ámbito de los religiosos es el diálogo con el mundo secular, con una presencia que evoque e irradie; y dos, el mayor problema en la vida de los religiosos, es la falta de fe. Participaron en él Teresa Ruiz Ceberio. Esteban de la Vega. Bonifacio Fernández y Soledad Mena 17Cf. XP. GARCIA MAESTRO, "Del Dios lejano al Dios cercano, en el cual vivimos y nos movemos": Vida Religiosa 106/2 [2010) 46-53. 18 Cf El servicio de la autoridad y la obediencia, 13. 19 Algunos autores sostienen que la ideología es de los aspectos que más ha contribuido a deteriorar los vínculos comunitarios. 20 En el "Simposio de Religiosos Hermanos", ITVR, Madrid, diciembre de 2010. 21 Cf. Á. GONZÁLEZ-ALORDA, O.C, p. 48. 22 Cf. D. GOLEMAN-R. -YATZIS-A. MCKEE, El líder resonante crea más, Plaza & Janés, Barcelona 2002, pp. 270ss 23 J. GARMILLA, Vivir en invierno. La fe a la intemperie, PPC, Madrid, 2009, 151.
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