LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS

Escuela de Padres LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS La mayoría de los padres tenemos una visión romántica e idealizada de lo bien que van a pasarlo nuestros

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Escuela de Padres

LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS La mayoría de los padres tenemos una visión romántica e idealizada de lo bien que van a pasarlo nuestros hijos juntos. Pero lo cierto es que los hermanos no siempre se llevan bien, al menos durante su niñez. Cuando hablamos de las relaciones dentro del grupo de hermanos debemos considerar fundamentalmente tres elementos: el número de hermanos, el orden de su nacimiento y el sexo de cada uno.

El primogénito Generalmente es el más mirado, el más estimulado y durante un cierto tiempo el único niño de la casa. Esto siempre conlleva ciertos privilegios que se resisten a perder cuando llega un hermano. También hay que tener en cuenta que en estos casos los padres son primerizos y su inexperiencia puede generar cierta ansiedad o caer en actitudes muy sobreprotectoras. Todas estas circunstancias suelen moldear unas ciertas características comunes, aunque siempre teniendo en cuenta la individualidad de cada niño. En líneas generales, los primogénitos suelen ser más responsables, adquieren el lenguaje más rápidamente y tienden a madurar antes. También tienden a ser más introvertidos, reservados y conformistas. Serán los que más padezcan los celos por el nacimiento de un hermano, ya que temen perder su lugar y las ventajas que ello comporta. Cuando hay poca diferencia de edad entre ellos, puede mostrar su enfado con conductas regresivas, tristeza o cierta violencia hacia el pequeño. Si esa diferencia es mayor, será más fácil que admita a su "contrincante" ya que sus necesidades e intereses ya son distintos. Que dos hermanos sean del mismo sexo hará que compartan más sus juegos, pero el mayor tenderá a ser más dominante o a querer mostrar su papel de líder.

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Escuela de Padres El hijo mediano Cuando nace tiene que competir con el mayor y al cabo del tiempo deja de ser el pequeño porque aparece un nuevo hermano. Por este motivo los medianos sienten que han de espabilarse por sí mismos, y esta es la razón por la que suelen ser más autónomos e independientes y en el ámbito social más sociables y comunicativos.

El pequeño Aunque hay diferencias entre ser el último de un grupo numeroso o ser el segundo y último, los pequeños se caracterizan por ser más flexibles y tolerantes, seguramente porque los padres, mucho más expertos, les conceden más independencia y autonomía. El tiempo cronológico que separa al benjamín de los demás hermanos influye en las actitudes que éstos adoptan con él. A partir de una diferencia de edad de tres años, se producen actitudes de protección hacia el más pequeño por parte de los demás hermanos. Cuando la diferencia de edad es mayor se produce lo que se conoce como el "fenómeno complejo de muchos padres suplementarios", ya que el pequeño vive bajo el influjo de tantos padres como hermanos mayores tiene. LA TAREA DE SER PADRES Si la tarea de ser padres es compleja por sí misma, cuando en la familia hay más de un hijo las dificultades se acrecientan. Si queremos conseguir que la relación entre ellos sea lo mejor posible podemos seguir algunos consejos:

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Escuela de Padres No hacer distinciones ni establecer tratos preferenciales en función del sexo u otras consideraciones, como por ejemplo el éxito escolar, aunque sí pueden mostrarse diferencias por su edad. Hacerles sentir que cada uno tiene su lugar en la estructura familiar y que cada uno es especial, único y diferente, y para ello conviene respetar sus preferencias. Evitar las comparaciones entre ellos, ya que pueden ser fuente de envidias y celos. Las comparaciones suelen pasar por alto las diferencias individuales y el distinto ritmo evolutivo de cada niño. Aceptar las diferencias y valorar los progresos y el esfuerzo que cada uno de nuestros hijos haga por sí mismo. Dedicar un tiempo en exclusividad para cada uno. Aunque es importante que la familia participe conjuntamente en las actividades, también lo es tener un momento para estar a solas con el padre o la madre. Los niños necesitan límites y normas, y es preciso que sean los padres quienes las marquen, quienes muestren la diferencia entre lo que está bien y lo que no lo está. Tanto si se trata de un bebé, de un niño pequeño o de un adolescente, nuestros hijos precisan siempre de nuestra atención y cariño, adaptados, lógicamente, a su edad. Hay que hacerles entender que su edad y su personalidad no determinan el amor hacia ellos. UNO MÁS EN LA FAMILIA Cualquiera que sea la edad del niño, su mundo va a cambiar en cuanto llegue el bebé al hogar. La llegada de un nuevo hijo supone la readaptación de toda la vida familiar. Es conveniente hablar con el pequeño con un lenguaje sencillo y coloquial. Dejarse ayudar por un cuento ilustrado es siempre una buena solución ya que para ellos es muy atractivo.

En esta nueva fase de la vida familiar los padres deben proporcionar una transición armónica: No esperando que nazca el bebé para introducir modificaciones en la casa, es preferible adelantar algunas cosas para que así se vaya acostumbrando.

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Escuela de Padres Logrando que los hermanos ayuden en el cuidado de su nuevo hermano. Hay que dejarles hacer lo que puedan con una vigilancia constante por parte de los adultos. Ello contribuirá a estrechar los lazos entre ellos. Reservando tiempo para los mayores: los padres deben prestarle atención especial a diario intentando pasar algún rato con él, sin el bebé. Involucrando a los niños en actividades fuera de casa, así aprenderán a separarse y a sentirse bien sin sus padres. No haciendo comparaciones entre los hermanos. Elogiar en lugar de comparar (los elogios son excelentes motivadores cuando se usan correctamente). No cayendo en la trampa de pensar que hay que hacer algo por un hijo siempre que lo hagas por el otro. Es imposible lograrlo, ya que cada hijo es distinto del otro en edad y personalidad, y esto fomenta la rivalidad que se está intentando evitar. No fomentando la competición y estableciendo reglas que todos los miembros de la familia deben conocer. Los familiares y amigos han de mostrar también el tacto suficiente para no centrar toda la atención sobre el pequeño, ignorando casi por completo la presencia del hermano mayor. ¿POR QUÉ SE PELEAN LOS HERMANOS? Los niños se pelean porque disfrutan con ello. Se pelean para atraer la atención de los padres, para adquirir poder y control, para tener más cosas o porque les cuesta compartir las que tienen. Todos los hermanos se pelean a veces. La mayoría lo hace a menudo. La mayor parte de las peleas tienen lugar en casa. Muchas discusiones es mejor dejar que las resuelvan entre ellos.

Lo que NO hay que hacer en las discusiones entre hermanos Juzgar: Si vuestro juicio parece injusto (como es probable que lo vea uno de los dos o ambos), incrementará el enfado y prolongará la pelea. Interferir: A menos que la pelea se esté saliendo de los límites aceptables que habrá que separarlos, esto sólo agravará las cosas. 4

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Escuela de Padres Proteger al menor: ello sólo animará al mayor a meterse en más problemas. Echar siempre la culpa al mayor: esta diferencia en el trato puede potenciar más las peleas y los celos entre ellos. Gritarles "Dejar de discutir ahora mismo": es una pérdida de tiempo, obviamente no van a obedecer. Preguntarles quién empezó la discusión: solamente hay una respuesta a esta pregunta: "¡Ha sido él! ". Acusarles de estar siempre discutiendo: no es cierto, aunque pueda parecerlo. Decirles que le están dando dolor de cabeza: no le creerán. También lo dijo ayer y anteayer. Preguntar el porqué: no serviría de nada que lo supieran. Pegarles: enseña a los niños que la violencia es la única manera de resolver los conflictos y, probablemente incrementará el nivel de la pelea.

Qué hacer en las peleas entre hermanos Ignorar: abandonar la habitación sin decir ni una palabra. En muchas ocasiones las batallas suelen acabar cuando nadie les mira y, a veces, tienen como objetivo llamar la atención de los padres. Reconocer su enfado: "Parece que estáis muy enfadados". Describir el problema sin juzgarlo ni tomar partido: "Dices que se te ha sentado demasiado cerca; él dice que siempre se sienta ahí". Expresar confianza: "Veo que es un problema para vosotros, pero estoy seguro/a que lo solucionaréis". Si la misma situación se repite una vez tras otra, se debe hablar por separado con cada niño sobre el problema. Sin tomar partido se pueden sugerir estrategias: ¿Por qué no te colocas de espaldas con la silla? Sin imponer la solución. Dejando que la encuentren por sí solos. Recordarles las normas de la casa: "En esta casa no nos hacemos daño unos a otros". Separarlos: "Cada uno a vuestra habitación. Volved cuando os hayáis calmado". Si la pelea es persistente, será útil organizar alguna actividad que desvíe su atención y sea capaz de acabar con el conflicto.

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Escuela de Padres Todos los padres pretenden que sus hijos además de quererse se ayuden, sean buenos amigos y compartan sus juegos y diversiones. Sin embargo, esta relación ideal entre los hermanos pocas veces se pone de manifiesto en la vida cotidiana, sobre todo si pasan muchas horas juntos. Al observar la distancia que existe entre sus aspiraciones y la realidad, algunos padres se sienten mal. Quizá nos resulte más sencillo comprender lo que ocurre ahora con nuestros hijos, si recordamos cómo era la relación con nuestros propios hermanos cuando éramos niños. Ya que a pesar de que haya diferencias significativas entre las generaciones, en muchos aspectos hay cuestiones que se repiten y una de ellas es la rivalidad entre los hermanos. Hemos de entender que cierta dosis de rivalidad es normal y que no debe verse con connotaciones negativas. Competir y reñir de forma natural por mantener la propia independencia y defender la individualidad no es algo que sucede sólo entre hermanos sino en todo tipo de relaciones interpersonales. Forma parte del aprendizaje social y del proceso de socialización, y prepara para una buena adaptación social. De hecho, con los hermanos se aprende a convivir y a ser más tolerante y solidario con los demás. Por lo tanto, existen "peleas saludables" que son propias del proceso de sociabilidad y crecimiento de los niños, mediante las que aprende a superar su egocentrismo y reafirman su personalidad. Lo que debe evitarse es que esta rivalidad llegue a extremos que pueda resultar perjudicial, haciendo difícil su relación fraternal y pudiendo extenderse, incluso, a su relación en la edad adulta.

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