La tiranía genocida comunista china (I)

La tiranía genocida comunista china (I) Por Enrique de Diego Diario de América El comunismo ha demostrado la misma compulsiva capacidad para asesinar
Author:  Gloria Vera Ruiz

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Es China hoy una nación comunista?
Tiempo y sociedad Núm. 3 2010-2011, pp. 104-119 ISSN: 1989-6883 ¿Es China hoy una nación comunista? VÍCTOR FERNÁNDEZ BERMEJO1 Resumen: este artículo

Tirana
Fiesta popular. Bailes. Virgen

Manifiesto comunista
Historia universal. Marx # Socialisme. Marxisme

Manifest Comunista
Burgesia i Proletariat. Marxisme. Marx i Engels. Capital

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La tiranía genocida comunista china (I)

Por Enrique de Diego Diario de América El comunismo ha demostrado la misma compulsiva capacidad para asesinar como para mentir. Ambos instintos maléficos han ido de la mano. Han sido maestros en la tortura y el homicidio, en la misma medida que en la propaganda. Durante décadas dominaron buena parte de los medios de comunicación occidentales y los foros universitarios. De hecho, la caída del Muro de Berlín fue una sorpresa, porque lo que se enseñaba en Occidente era que, tras el telón de acero, no había paro ni inflación y todo iba a las mil maravillas. Cuando Solzhenitsyn vino a España y denunció el archipiélago GULAG, los campos de trabajo y de exterminio soviético el entonces pope de la izquierda española, Juan Benet escribió que “de no existir los campos de exterminio habría que crearlos para llevar a personas como Solzhenitsyn”. Todavía hoy ser comunista o haber sido comunista vende. Tras la caída del Muro, se ha hablado muy poco de los genocidios perpetrados por los partidos comunistas. No hay películas, ni reportajes, apenas unos pocos libros, casi siempre silenciados. Y eso que los comunistas han sido la secta de asesinos mayor que ha conocido la historia, la más destructiva, y ello sin excepción ninguna. No ha habido tal cosa como el comunismo con rostro humano. Casi todos los tiranos comunistas han dejado chiquito a Hitler. Pol Pot, por ejemplo, asesinó a uno de cada cuatro camboyanos, a dos millones de una población de ocho. De Stalin sabemos algo más porque hizo purgas y asesinó a comunistas y eso lo denunció Kruchev en el XXX Congreso del PCUS. El genocidio perpetrado por Menghistu en Etiopía se vendió como sequía y es notorio el encandilamiento de toda la izquierda con la pulsión criminal de Castro. En España, Santiago Carrillo ha sido el mayor criminal de nuestra historia. Ceaucescu, su mentor, terminó sus días matando y abriendo fosas comunes en Timisoara. Aún hoy en día vemos al tarugán histriónico de Hugo Chávez tratando de imponer una tiranía comunista o a Evo Morales o a Correa o a Daniel Ortega, y cómo se informa muy poco de sus tropelías y de sus agresiones a la libertad. La conjura de silencio respecto a los crímenes comunistas persiste hoy, respecto a aquellas naciones donde siguen en el poder. Se calcula que más de dos millones

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de coreanos, un millón de ellos niños, murieron en la última hambruna en Corea del Norte. Ya dijo Stalin que matar a una persona es un asesinato y a un millón una estadística. La historia del comunismo es una concatenación de estadísticas. Y no ha terminado. Se estima que el Partido Comunista Chino, en su historia, ha asesinado a cerca de ochenta millones de personas. Mao, en el ranking de los asesinos en serie, ha superado a Hitler y Stalin, juntos, y seguramente a todos los criminales de la historia. No hablamos de ayer, sino de hoy. El Partido Comunista Chino mantiene abiertos hoy en día campos de trabajo. Y sigue asesinando. El mundo, sin embargo, se dispone a vivir la hipocresía de la celebración de los Juegos Olímpicos de Pekín. Por de pronto, los periodistas son obligados, a lo que se prestan, a firmar un documento de que no harán críticas al régimen. Me acuso de haber asumido durante tiempo algunas de las ideas simples de la propaganda sobre China: que están evolucionando hacia el capitalismo, que quizás sea mejor mirar para otra parte en cuestión de derechos humanos. Voy a corregir tan lamentables errores en cuatro entregas, en las que pasaré revista a la historia criminal del comunismo en China. China se merece un futuro de libertad. Publicado por Gabriel Gasave el 21 de agosto de 2007

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22 agosto 2007 La tiranía genocida comunista china (II) Por Enrique de Diego Diario de América En ochenta millones se estima el número de víctimas de la represión llevada a cabo por el Partido Comunista chino. Su historia es la del crimen masivo. De continuo, ha buscado grupos de enemigos internos a los que asesinar, con el fin de que cada uno de los miembros del partido comunista fuera un asesino, y lo consiguieron, y acabar con todo vestigio de humanidad y de moral en la sociedad china. Para conseguir sus fines han utilizado de continuo la mentira. De manera harto curiosa el Partido Comunista chino ha evolucionado sin dejar nunca de matar. El asesinato es lo que define por esencia al socialismo extremo que es el comunismo. El Partido Comunista chino primero asesinó a cuantos habían luchado contra Japón en las filas del nacionalismo del KMT. Dijo que no lo haría, pero luego mató a todos cuantos pudo porque los consideró infectados. Una vez tomado el poder, lanzó a sus militantes y a las masas contra los propietarios de tierras, con el doble objetivo de seguir llenando China de cadáveres y de acabar con la propiedad privada, el dogma más estúpido y más liberticida que se ha inventado en la historia de la Humanidad. Mao dijo que “para matar a los reaccionarios en las zonas rurales, debe exterminarse una proporción mayor al 1/1000 del total de la población... En las ciudades, el porcentaje puede ser menor”. Tan caprichosa estadística significaba el asesinato de 600.000 personas. Fueron muchas más. Colectivizado el campo, en lo que Mao calificó como ‘El Gran Salto Adelante’, el Partido Comunista chino consideró que ello mejoraría, sin duda ninguna, no podía ser de otra forma, los resultados de las cosechas. Los funcionarios locales del partido empezaron a emitir estadísticas triunfalistas y cuando se fueron a recoger las cosechas y se vio que eran exiguas, lejos de reconocer el error, se culpó a los agricultores. Como el partido había considerado que la colectivización produciría por sí misma fenómenos milagrosos, se había llevado a muchos agricultores a trabajar en la industria del acero. Se abandonaron de esa forma los cultivos. Cuando no se pudo responder a la demanda del partido, se acusó a los campesinos de ocultar sus cosechas, se les requisó cuanto tenían y se les mató cuando ocultaban algo.

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Durante los tres años de la Gran Hambruna, entre 1959 y 1961, se tienen documentados casos de familias que se comieron a sus propios hijos. En los textos oficiales, se dice que la hambruna, en la que murieron cuarenta millones de personas, fue producida por catástrofes naturales –Desastre Natural de Tres Años, se denomina en la propaganda oficial comunista- pero fueron años más bien de clima benigno. Para no romper la consigna del partido, los funcionarios locales rechazaron recibir ayuda afirmando que tenían víveres de sobra. Publicado por Gabriel Gasave el 22 agosto 2007

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23 agosto 2007 La tiranía genocida comunista china (III) Por Enrique de Diego Diario de América

Dentro de la secta mayor de asesinos que ha conocido la Humanidad, el comunismo, Mao ha sido, junto con Stalin, el más sádico. Bajo su dirección, el partido comunista chino creó el sistema de terrorismo de Estado más fuerte y despiadado, mediante la violencia, la mentira y, por supuesto, la censura de la información. Siempre sintió una querencia compulsiva hacia el asesinato en masa. Así, en un documento, se lamentó de que “todavía existen muchos lugares donde la gente se siente intimidada y no se anima a matar a los reaccionarios abiertamente y en gran escala”. En 1951, una directriz del partido comunista chino ordenaba “ejecutar de inmediato” a quienes “difundieran rumores”. Hay numerosas anécdotas que ejemplifican su sadismo. El 18 de agosto de 1966, Mao Zedong se reunió con los representantes de los Guardias Rojos en la torre de la Plaza de Tinanmen. Song Binbin, hija del líder comunista Song Renqiong, le puso a Mao la manga emblema de los Guardias Rojos. Cuando Mao se enteró del significado del nombre de Song Binbin, ‘amable y cortés’, dijo: ‘Necesitamos más violencia?. Song se cambió el nombre por el Song Yaowu, ‘deseo de violencia’”. A Liu Shaoqi, un expresidente chino, que había sido el número dos de Mao, el día que cumplía los 70 años, la guardia personal de Mao le llevó un regalo, una radio, para que escuchara el informe oficial de la Octava Sesión Plenaria del Comité Central número doce, que decía lo siguiente: “Se recomienda la expulsión permanente del Partido del traidor, espía y desertor Liu Saoqi, así como la exposición y acusación de Liu Shaoqi y sus cómplices por los delitos de traición y conspiración”. Fue largamente torturado, y su cuerpo empezó a pudrirse antes de su muerte. Mao consideraba que el comunismo debía estar continuamente asesinando e imponiendo el terror, y es lo que hizo durante toda su vida. En sus tiempos de guerra, cuando huía del invasor japonés, dejando que se deteriorara en la lucha el ejército del KMT, a su ejército lo purgaba de continuo. Se inventó una Alianza Antibolchevique entre sus filas. Torturaba a las esposas para que denunciaran a sus maridos. Entendía que el asesinato de unos comunistas por otros estrechaba los lazos de la secta destructiva.

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Para poder asesinar mejor a los disidentes, recurría de continuo a la mentira. En 1957, lanzó el Movimiento de las Cien Flores, cuyo lema era “dejar que broten cien flores y que debatan cien escuelas de pensamiento”. Animaba a las gentes a expresarse críticamente, prometiendo que “no tiraremos de las trenzas, no se golpeará con bates, no se colocarán sombreros, ni se buscará revancha”. Se organizaron debates y muchos, la mayoría comunistas, expresaron críticas para mejorar el régimen. Poco tiempo después, Mao lanzó el Movimiento AntiDerechista, donde estableció que las cerca de 540.000 personas que habían establecido críticas eran ‘derechistas’ y, por tanto, exterminables. En 1966 desató la furia del terror rojo con la llamada Revolución Cultural. Mediante conceptos difusos de acabar con las viejas ideas y los viejos hábitos, se instó a los jóvenes chinos a convertirse en asesinos. Los alumnos se dedicaron a asesinar a sus profesores y a cuantos no tuvieran buenos antecedentes de clase, a los “terranenientes, campesinos ricos, reaccionarios, malos elementos y derechistas”. Algunas definiciones eran tan vagas que casi cualquiera podía ser asesinado. Y durante un año nadie estuvo a salvo. Para ingresar en el partido comunista era preciso haber participado en matanzas. En la vorágine de violencia, se produjeron numerosos casos de canibalismo. Más de 7.730.000 personas fueron asesinadas en linchamientos y ejecuciones públicas. Hasta 100.000 millones, una décima parte del total de la población, se vio afectada, expulsada de sus casas, enviadas al campo o internadas en campos de trabajo. El asesino compulsivo Mao Zedong recibió el culto de un dios viviente. Durante la Revolución Cultural –un decaimiento absoluto en la barbarie relativista- se exigió a todo el pueblo chino que practicara rituales pseudoreligiosos de culto a la personalidad. “Pedir instrucciones al Partido por la mañana y rendirle cuentas por la noche”, recordar al líder Mao varias veces por día y desearle longevidad ilimitada y pronunciar consignas políticas al levantarse y al acostarse. Se citaba a Mao todo el tiempo, con axiomas como ‘Combate ferozmente cualquier pensamiento egoísta’ y ‘ejecuta las instrucciones recibidas las entiendas o no; profundiza el entendimiento durante la ejecución’. Sólo se permitía leer su libro y el endiosamiento llegó al punto de que no se vendía comida en los locales gastronómicos a la gente que no pronunciara alguna cita de Mao. Aún hoy en día en la China del partido único, heredero de esa tradición genocida, se venera a Mao, el asesino en serie, el gran sádico, el maldito canalla.

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24 agosto 2007 La tiranía genocida comunista china (IV) Por Enrique de Diego Diario de América El historial criminal del partido comunista chino no termina con Mao. Hoy, en día, mientras los gobiernos y las opiniones públicas occidentales miran para otro lado, los derechos humanos siguen siendo pisoteados, de manera habitual y cruel por el Gobierno comunista en China, por el partido único. Hay en torno a China una ceguera colectiva, una conjura de silencio, que continúa la que se mantuvo hacia la antigua Unión Soviética y hacia todos los regímenes comunistas, que perpetraron genocidios, con muy pocas veces de denuncia. La participación del partido comunista chino, como mentor, fue clave en el genocidio camboyano perpetrado por Pol Pot. En ese genocidio, además, murieron asesinados más de doscientos mil camboyanos de origen chino. En el presente, que se sepa, ninguno o casi ningún grupo ecologista está denunciando que más del 75% de los 50.000 kilómetros que recorren los ríos de China son inhabitables para los peces. Más de un tercio de las aguas subterráneas están contaminadas desde hace ya una década. El partido comunista chino ha cambiado en algún sentido, pues en su origen asesinaba a los capitalistas y ahora los admite en su seno. Pero de ese proceso no se ha eliminado ni la mentira, ni el asesinato, ni la exclusión. Hoy en día, el 80% de la población, sobre todo en las zonas rurales, vive en la más estricta pobreza. El 4 de junio de 1989 el ejército chino, por orden del partido comunista, masacró a más de doscientos mil estudiantes. Cuando dio la orden de disparar a matar, Deng Xiao Ping indicó: “doscientos mil muertos por veinte años de estabilidad”. La mentalidad estricta de un criminal, de un psicópata. Los tanques pasaron por encima de las carnes frágiles de los estudiantes chinos. En 1999, Jiang Zeming ordenó la persecución de los seguidores de Faloun Gong. En principio, nada hacía presagiar que la represión se cebara sobre quienes se adhieren a los principios de ‘verdad, benevolencia y tolerancia’ y recuperaban una práctica china tradicional de qigong para refinar el cuerpo, la mente y el carácter moral. El hecho de que tales ejercicios se desarrollaran en zonas públicas debió

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excitar el celo criminal del partido comunista, que hubo de percibirles como un competidor, con muchos más adeptos que el propio partido. Jian Zeming exigió que se arruinara a los seguidores de Faloun Gong y se les pusieron multas astronómicas. Con criterios de responsabilidad colectiva, se penalizó a quienes trabajan junto a algún seguidor de dicho movimiento religioso si no lo habían denunciado antes. Quienes se adherían a Faloun Gong fueron expulsados de sus puestos de trabajo. El decreto de exterminio implicaba la detención, el ingreso en hospitales psiquiátricos, la reclusión en campos de trabajo (de los que existen 36 en la actual China), la tortura y el asesinato. Decenas de miles de ellos han sido asesinados en los últimos años, y aún la persecución continúa. Consta que seguidores de Faloung Gong han sido utilizados para extraerles los órganos y para venderlos a adinerados occidentales. La persecución religiosa ha sido una constante del partido comunista chino y aún hoy en día es muy fuerte. Más de diez mil clérigos cristianos han sufrido martirio a manos de los comunistas chinos, y más de sesenta mil fueron enviados a los campos de trabajos forzados. El próximo año tendrán lugar en Pekín los Juegos Olímpicos con los que la tiranía china trata de dotarse de legitimidad internacional y mejorar su imagen. Cuentan para ello con las mentiras de su propaganda y con la demostrada capacidad occidental para mirar hacia otro lado. Ninguna consideración económica, ni de ningún otro tipo, puede justificar que no hagamos todo lo posible porque en China se respeten los derechos humanos y los chinos puedan elegir libremente a sus gobernantes. Sólo sin el partido comunista chino habrá una nueva China en el concierto de naciones de ciudadanos libres. Sólo sin el partido comunista chino esa nación podrá abrigar esperanzas sobre su futuro. Sin el partido comunista chino, el pueblo recto y de buen corazón de China podrá reconstruir su magnífica historia milenaria.

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