La transmodernidad de Aninat & Swinburn

[ e nt r e v i s t a ] La transmodernidad de Aninat & Swinburn CATALINA MENA Reaccionado al consumo de imágenes banales y al todo vale post moderno,

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La transmodernidad de Aninat & Swinburn CATALINA MENA

Reaccionado al consumo de imágenes banales y al todo vale post moderno, esta dupla de mujeres reivindica una vuelta al arte como rito significativo. Pero lo hace apelando a métodos y códigos ultra contemporáneos, que operan al servicio de una obra a la vez rigurosa y emocional. La instalación, la performance, la moda y la fotografía se articulan en una ficción cuyo motivo central es la construcción de una memoria propia. Teresa Aninat (1973) y Catalina Swinburn (1979) vienen elucubrando la idea de ponerse escudos medievales y simular una cruzada caballeresca, en la cual ellas serían las artistas-heroínas de la reconquista del Arte, así, con mayúscula. De hecho, ya llevan siete años montadas en el caballo de su propuesta creativa, que desde siempre se planteó como una empresa utópica. Peleando contra los molinos, Aninat y Swinburn se han empeñado en recuperar el sentido del arte, conscientes de que compiten con una maquinaria feroz de producción de imágenes destinadas al rápido consumo y desecho. Ellas hablan de la Memoria como un espacio que escapa a la lógica de la caducidad y que les sirve de marco para representar los grandes mitos que alimentan el arte como manifestación cultural. En cada uno de sus trabajos, recuperan y reciclan fragmentos de piezas anteriores, construyendo su propio memorial como plataforma operativa. Aninat & Swinburn irrumpieron en la escena artística con una muestra que realizaron en 2002 en la Galería Animal en la que convirtieron la terraza del techo en una suerte de cementerio, asignándole una lápida a cada una de las exposiciones que había tenido lugar en la galería más de moda y exitosa del momento. Luego, realizaron una performance en la que aparecían vestidas con largos trajes negros de sofisticado diseño y, con gesto solemne y calculado, iban leyendo trozos de los textos correspondientes a cada exposición del catálogo anual, para luego romper la página y reemplazar la lápida respectiva. La acción, aunque poética, no dejaba de ser irreverente. De eso se trata, dicen ellas, de montar escenas perfectas, rigurosas, impecables y profundamente perturbadoras. Desde entonces, esta dupla no ha dejado de hacer performances e instalaciones, logrando traspasar los márgenes de las galerías locales y expandiendo su propuesta hacia el espacio público

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y el contexto internacional. De hecho, en este momento se desplazan entre Santiago, Buenos Aires, Nueva York y Londres, lo que les ha permitido proyectar en grande. Organizadas, ejecutivas y extraordinariamente sincronizadas, en sus performances arman la figura doble de la mujer artista sin resaltar sus rasgos distintivos, y cuando hablan tampoco les gusta que se distinga lo que cada una dice. Esta es la voz colectiva de Aninat &Swinburn. Nostalgia contemporánea —Llama la atención que dos artistas tan jóvenes se aboquen a una exploración sobre el tema de la memoria. Pareciera que los artistas de su generación están interesados en otros temas, como el consumo, los mass media, la tecnología… —Sí, es cierto. Nosotras nos hemos metido en una exploración muy independiente, que nos desmarca un poco de la generación a la que pertenecemos. En ese sentido, somos nostálgicas, porque nos interesa la tradición, el mito, el monumento. O sea, nos interesa recuperar una mirada tradicional sobre el arte, pero con la estética y la experiencia del mundo contemporáneo globalizado. —En Chile el tema de la memoria ha estado ligado a la estética de las huellas y los restos, como correlato de la historia política. Sin embargo, en su obra, adquiere una connotación totalmente distinta… —Utilizar la palabra memoria en el contexto del arte chileno es complicado, porque aquí tiene una connotación política muy marcada. Pero nosotras nos movemos mucho fuera de Chile y allí surgen lecturas mucho más universales. Es importante que la obra no se acote a un solo contexto de lectura, sino que tenga sentido en cualquier lugar donde uno la coloque. No es una obra localista, sino una obra que quiere ser global. En términos muy específicos, la memoria a la que nosotros nos referimos es la memoria de nuestra propia obra y, por eso mismo, es una memoria móvil, que adquiere sentido donde se coloque. —Es como un análisis del tiempo y sus acumulaciones de sentido. —Eso fue así desde un comienzo. Por ejemplo, cuando hicimos la obra EN MEMORIA, en la galería Animal, se trataba de hablar de la memoria de las obras que allí habían sido expuestas. Es decir, era un comentario sobre la obsolescencia de cada una de las exposiciones que habían tenido lugar en ese espacio. Pero también era hablar del arte como un lugar sagrado. Nosotras percibimos los espacios del arte como limbos. Esa fantasía de consagración tiene, por otro lado, la amenaza de la muerte. Porque uno, al consagrarse, muere. Y esa paradoja nos pareció potente de mostrar. —Ustedes enfatizan una especie de solemnidad que separa el arte del resto de las

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actividades productivas mundanas. —Nos interesa explicitar las características propias del sistema artístico. En las performances armamos un espacio donde se extreman los roles y las funciones del arte. Nosotras sentimos a la galería como una galería, al espectador como una figura que contempla la obra, al artista como el artífice de una ficción sublimada. —Reponen la barrera entre artista y espectador que el arte contemporáneo ha tratado de derribar. Porque mucha de la producción actual busca que el espectador interactúe con la obra y que el artista se baje del pedestal. —Estamos concientes de que hoy en día la tendencia es a la desmitificación del artista y nuestra obra es una reacción a eso. Nos interesa volver a dotar al arte de esa aura espiritual que ha perdido. Pensamos que al espectador le gusta sentirse espectador, le gusta entrar a un espacio especial, activar una emocionalidad distinta. Uno mismo cuando entra a un gran museo se emociona. Necesitamos esa experiencia de lo religioso que el arte aún puede dar. Por eso siempre estamos tratando de volver a darle significado a lo que hacemos, reutilizamos los fragmentos de obras anteriores. Ése es el sentido más propio del tema de la memoria: construir una memoria de nuestra propia obra. Una memoria que nos pertenece y que es como un lugar donde habitamos, aunque el mundo se venga abajo. Y es una postura super fetichista, porque guardamos todo. Tenemos guardados hasta pedazos de pasto de las instalaciones. —Hay una necesidad de reencantamiento. —Es que el arte, en sí mismo, es un acto de fe. Si no lo sintiéramos así no seguiríamos empujando proyectos que son difíciles y que no siempre tienen una retribución inmediata. Es desde esa fe que hacemos arte. Y, por otro lado, queremos que nuestra obra funcione como un catalizador de la fe de los espectadores. En los ritos que llevamos a cabo suceden cosas extrañas y allí la memoria opera de forma autónoma. Por ejemplo, luego de nuestros ritos mucha gente nos dice que ha reconocido elementos de distintas tradiciones religiosas, judía, budista, musulmana, cristiana. Es como si en el sustrato de las cosas subsistiera una especie de memoria espiritual muy subliminal, que está allí y que el arte puede vehiculizar y reposicionar con mucha propiedad. El espacio escénico —Muchos signos de la imaginería y del rito católico están presentes en sus performances. Con la misma libertad con que ustedes reinterpretan el tema de la memoria, no dudan en declararse católicas en un medio como el arte, que suele ser muy crítico de la religión tradicional…

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—Ustedes mismas son el soporte de una ficción de artista. —Claro. Nosotras hacemos una representación de la figura del artista, nos convertimos, por así decirlo, en “artistas-personajes”. Y ahí también hay humor. Porque aunque nuestras performances parecen muy serias, en el fondo sabemos que, por otro lado, estamos haciendo el ridículo. Pero es un momento muy importante de la obra, cuando realmente estamos gozando de lo que hacemos, cuando nos estamos aventurando y canalizando la energía de todo el proyecto. Y ese atrevimiento nos alimenta. Nos construimos como personajes principalmente a través del vestuario, de los atuendos, de los gestos y la estética. Esos personajes no son la Cata ni la Tere, sino “las artistas” que están ahí, sin miedo, actuando dentro de esa ficción que es el arte. —Y allí se cuelan muchos elementos, que transitan entre la fe y la crítica. —Hay un juego harto subliminal. Porque el trabajo siempre está muy bien terminado, obedece a esa factura impecable que nosotros perseguimos. Esa estética, a primera vista, lleva a una lectura de algo “bello”, “perfecto”, pero esconde muchas lecturas que no son ni tan lindas ni tan inocentes. Eso nos gusta, esa pequeña trampa del mensaje. —Es una figura doble la que arman, como de gemelas… —Y eso se produce porque nunca evidenciamos nuestros rasgos distintivos. Mostramos partes del cuerpo, pero no damos la cara. Tratamos de fundirnos en una imagen común. Siempre hemos conservado nuestro anonimato. No somos como Gilbert and George, sino que la idea es de un ente unificado. Lo que nos interesa es que se vea el ícono, el signo básico de dos artistas. Una epopeya extemporánea —Más allá de esta ficción, ustedes como artistas rompen con los estereotipos chilenos y eso les impone una forma muy autónoma de operar… —Nos sentimos diferentes y actuamos diferente. Nos sentamos en el piano. La gran diferencia es que no tenemos miedo. —También hacer de siamesas es una especie de estrategia para sobrevivir en un medio hostil… —De todas maneras. Ahora mismo estamos pensando en hacernos unas armaduras. Sentimos que vamos un poco en contra de la corriente, que estamos en una especie de cruzada solitaria. —Que ahora se expande hacia el espacio público y hacia un contexto cada vez más globalizado.

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—Es que la religión católica es parte de nuestro inconciente. Son gestos que están en nuestra memoria y que llevamos a la obra. Asumimos y reconocemos nuestra educación católica, porque es coherente con el hecho de hacernos cargo de nuestra memoria biográfica. Pero, por otro lado, nos aproximamos con la libertad del arte. Lo que más nos interesa de la religión católica son los ritos, los signos, las estructuras visuales. Nos interesa ese lenguaje espiritual codificado, justamente porque puede volver a cargarse de sentido y porque también es parte de la experiencia de muchos espectadores. —Es un reciclaje de sentido. Pienso en la crisis global, el cambio climático, el agotamiento de los recursos, todo eso corre paralelo a una crisis de sentido. —Ya el hiperconsumo, el cinismo y el todo vale generó un desgaste. Esta tendencia en que todo se vuelve desechable ha creado, sin duda, la necesidad de retornar a la cultura tradicional, de relacionarse de un modo más respetuoso con la naturaleza, de enfocarse en proyectos sustentables que aspiran a cierto grado de trascendencia. —Eso también se expresa en la elección de materiales nobles y duraderos y en esa opción por formas que remiten al monumento… —Sí, totalmente. Influye el hecho de que ambas tenemos mucha relación con la arquitectura y no tenemos miedo de hacer cosas grandes y difíciles. —Cada construcción es una epopeya. No sólo importa que la obra se vea monumental, sino también que se lea una producción detrás… —Por eso, aunque suena medio absurdo que nos llamemos colectivo, siendo sólo dos personas, el hecho real es que en cada uno de los proyectos sumamos fuerzas de un montón de personas que se involucran, son empresas de gran envergadura. —La perfomance, por otra parte, les ha abierto espacios de libertad y atrevimiento. —De todas maneras. Las performances son verdaderos ritos que hacemos frente a nuestra propia obra. Ahí se genera una energía espiritual que ya no está tan amarrada al pragmatismo, que se escapa un poco de ese control diligente y abre otros espacios. —¿Las formas rituales que ustedes utilizan provienen de una investigación o son intuitivas? —Creemos que son gestos que surgen de la propia obra. Es como si la obra misma dictara el guión. Nuestros trabajos tienen un tamaño, un peso y una materialidad que son muy importantes, entonces esta construcción material se convierte en la escenografía que inspira una acción. Si tenemos que explicar de manera resumida nuestro trabajo decimos que hacemos instalaciones que utilizamos como escenografías para nuestras acciones de arte. Somos las directoras, las productoras y las actrices de nuestra propia película. Hacemos todo.

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—Estamos interesadas en meternos más con la cultura urbana. El sentido monumental del trabajo es coherente con una expansión al espacio público. Esto se relaciona con la energía espiritual del trabajo y con esa idea de epopeya que subyace a todos nuestros proyectos. Porque al salir a la calle la obra adquiere un carácter evangelizador, en el sentido de abrirse a un público mucho más amplio y traspasar los límites del arte. —Y en este emprendimiento evangelizador utilizan signos que están en el imaginario colectivo. No sólo los íconos religiosos, pero también los refranes populares, por ejemplo, que adosaron a los bancos de las plazas de Vitacura. ¿Hay otros proyectos en esa línea? Si. Paralelamente estamos trabajando con una serie de imágenes a las que hemos denominado “Oraciones Periodicas” y en la construccion de la obra Statu Quo. Oraciones Periódicas son 365 imágenes en donde la oración de cada día es un titular o un enunciado del periódico, de diferentes periódicos y diarios del mundo, los cuales recortamos manualmente, y seleccionamos arbitrariamente, buscando que lo que diga denomine alguna situación actual , actúe como una denuncia, decreto, sueño, realidad, etc. Luego estas oraciones, frases, son utilizadas como el guión que dicta la acción que nosotras realizamos y fotografiamos. En su conjunto, las imágenes están todas luego intervenidas por antiguas guardas hechas a mano, y construyen una suerte de misal, una oración para cada dia del año. Cada imagen parece ser un “bricolage-sincrético”, la unión de diferentes realidades, tiempos, el encuentro entre lo sacro y lo pagano, y entre el humor y la sentencia. “Statu Quo”, es una instalación diseñada especialmente para el espacio de la Sala CCU, en donde hemos construido una habitación, o casa, de los sueños, de la memoria. Esta edificación, de gran tamaño, esta construida por cientos de almohadas impresas con la imagen de nuestras manos, y rellenas con diario triturado. A su vez, las manos impresas, una mano de cada una, están en pose de ofrenda, juntas y abiertas, a la manera de un libro, en donde nuestras líneas de vida contienen también , en cada una de las almohadas, titulares de diferentes diarios mundiales, que, recortados a mano, uno a uno, y luego pinchados con alfileres de costura, sobre cada almohada invita al espectador a pensar sobre la memoria, sobre la información y su significado real y no real, sobre su descodificación, su subjetividad….al interior de esta casa de sueños, se proyecta un video, en el cual la maquina trituradora de papel, incesantemente destroza, muele, nuestra actual realidad y una mano femenina, rescata y redime ciertas frases que hacen una nueva narración, nuestra propia narración sobre el estado actual: Statu Quo También nos han pedido realizar el proyecto de los bancos intervenidos en diferentes ciudades, fue un proyecto muy completo para el ámbito del espacio publico, la siguiente ciudad que albergara 100 bancos intervenidos será la ciudad de Buenos Aires.

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