LA VIOLENCIA HOMICIDA. LA HISTORIA DE CAÍN Y ABEL

LOUIS BEIRNAERT LA VIOLENCIA HOMICIDA. LA HISTORIA DE CAÍN Y ABEL Según la narración bíblica, la muerte entra en el mundo por el asesinato de un herm

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LOUIS BEIRNAERT

LA VIOLENCIA HOMICIDA. LA HISTORIA DE CAÍN Y ABEL Según la narración bíblica, la muerte entra en el mundo por el asesinato de un hermano. Los teólogos ven ahí el pecado del que no acepta que Dios sea dueño de sus dones. Abel es el inocente sacrificado que figura a Cristo. Caín es el pecador que va a soportar las consecuencias de su falta. Tal lectura no es falsa, pero suscita numerosas preguntas. ¿Por qué sacia Caín su rabia sobre un hermano? ¿Quién motiva los celos, el amor de Yahvé por Abel? ¿Por qué desaparece en esta historia el "inocente"? Se tiene la sensación de que a Caín le suceden cosas que conciernen a su estructuración como sujeto de deseo. El autor, siguiendo el desarrollo del relato, expone este aspecto como clave de lectura del texto. La violence homicida. L’historie de Caïn et d’Abel, Le Supplément, 119 (1976) 436-444

Caín y Abel Eva, después de dar a luz a su primer hijo, exclamó: "he adquirido un hombre con la ayuda del Señor". El verbo hebreo qâna, "adquirir", da lugar al nombre propio qain, en relación con el deseo de su madre de tenerlo. Yahvé por el momento no es más que el que es invocado por su poder. Caín es situado, por lo tanto, por su madre como algo que le hacía falta, llenando un hueco y cumpliendo una función en el universo ma ternal con la que es identificado por ,su nombre mismo. ¿Cómo va a cesar de ser el que está allí para asegurar la satisfacción de su madre? Su trabajo consiste en sembrar la tierra para sacar de ella alimento. La figura de la madre no está lejos, pues así Caín le asegura y se asegura que lo "adquirido" siga viviendo conforme al deseo de Eva. Pero en esta relación dual entre él y su madre va a intervenir un tercer término. "Pasado un tiempo, Caín ofreció a Yahvé dones de los frutos del campo". Yahvé estaba presente en la reflexión de Eva. Pero sólo como poder, sin el cual no hay fecundidad. Ella no le ofrece su primogénito como otras figuras bíblicas, queda totalmente fijada a lo que ella ha adquirido. Caín comienza a comprometerse en el camino del perder, aceptando renunciar a una parte para ofrecerla al Otro, a Yahvé, distinto de su madre, y, haciendo esto, vuelve a abrir la cuestión del deseo hasta entonces encadenado a su madre. Lo que el Otro desea, y, por lo tanto, lo que le es preciso desear no lo sabe aún. Pero lo que él sabe es que es necesario dirigirse a él para saberlo. La oblación es una pregunta: "¿esto te gusta?", correlativa a ésta: "¿qué valgo yo para ti?". Ponerle esta cuestión a Otro, que no es su madre, es lo que va a originar el drama que lleva al homicidio de Abel. Abel, "el hermano de Caín", a quien Eva "también" da a luz, está como "uno" que se añade. De él su madre no dice nada. El ponerlo el texto como prolongación del primer hijo, como un apéndice, indica por el momento una ausencia de función propia en relación al deseo de la madre. Sólo después de su muerte, Eva hablará de él, al nacer un tercero, llamado Set -"el otorgado"- : "el Señor me ha dado un descendiente a cambio de Abel asesinado por Caín". Por lo tanto, sólo a partir de su pérdida toma Abel una

LOUIS BEIRNAERT función para su madre, su lugar es reemplazado por otro. Eva se asegura así el que no tenga que comprometerse en el camino abierto con la pérdida, recobrando lo que satisfacía su deseo. Abel, "pastor de ovejas", "también" presenta su ofrenda a Yahvé. Ofrenda de una parte escogida y amplia puesto que engloba también la grasa, según precisa el texto.

El Señor se fijó en Abel y su ofrenda, y no en Caín ni en su ofrenda El texto pone en primer lugar la aceptación de Abel y su ofrenda al que ya no menciona hasta su asesinato. Es la imagen del éxito total, sin problemas. Es digno de tenerse en cuenta que esta imagen esté en primer lugar, como si constituyese, en la lógica de la estructuración del deseo, un momento inicial previo a toda cuestión, donde la carencia que implica una petición, es inmediatamente satisfecha, como si el vacío no estuviera expuesto más que para ser llenado. Abel es el inocente "de manos llenas", sin densidad, ni descendencia. Abel está en función de Caín, como la image n -¿fantasma?- que Caín va a encontrar ante él en contraste con lo que sucede, pues "Yahvé no se fijó ni en Caín ni en su ofrenda". A su petición, el Otro responde no dándole satisfacción. En como origen de la petición, sino él, la carencia se manifiesta no sólo como dimensión irreductible, surgida en el Otro que debía responder, pero que responde en la figura de Abel. De este modo, la figura del otro, del semejante -como satisfecho- tiene su lugar necesario en la crisis que se abre para Caín. Al hacérsele presente en ella la satisfacción deseada, Caín toma la medida de su no aceptación. Si él no hubiera tenido hermano, es decir, la imagen en el otro de la satisfacción, su petición hubiera permanecido de forma repetitiva en una espera sin fin. Lo que le da fin, y en cierto sentido cierra el ciclo para abrir otra cuestión, es justamente la imagen de esta concesión que hace aparecer la falta de respuesta de Yahvé, no como provisional, sino como rechazo dirigido a él. Entonces comienza el drama, surge el deseo en el fracaso de la petición. "Caín se enfureció y andaba abatido". Pulsión de agresión en dos vertientes: el furor hacia el exterior, el abatimiento hacia el interior (homicidio y/o suicidio). Pero, al mismo tiempo que experimenta estas pulsiones de muerte, Yahvé le manifiesta que ha sido oído en la búsqueda de su deseo, pues le habla como a quien puede a su vez oír. Mientras que ninguna conversación ha sido dirigida a Abel, ya que la satisfacción de la demanda hace superflua toda cuestión, Caín recibe de Yahvé algo muy diferente a una condena o un consuelo en la prueba: una clarificación de lo que pasa. " ¿Por qué te enfureces y andas abatido? Cierto, si obraras bien, estarías animado; pero si no obras bien, la carencia acecha a la puerta; y aunque el deseo viene por ti, tú puedes dominarlo". La rabia y el abatimiento quieren decir algo. No se trata de sufrirlos. Conducen a algo. Si no te dejas llevar por ellos, tu rabia se apaciguará y volverás a levantar la cabeza. Primera hipótesis, puesta como una posibilidad que permanecerá teórica -quizá porque lo es en verdad- mientras la respuesta parezca unida a una especie de represión voluntaria de la pulsión agresiva, sin relación con la carencia y el deseo. Estamos en la perspectiva de la satisfacción a la demand a, y que responde a esto: "si yo detengo el

LOUIS BEIRNAERT golpe, Dios responderá seguramente". Así uno será satisfecho como Abel. De este modo, nada nuevo se manifiesta, se permanece en el mismo registro. La segunda posibilidad de la alternativa es muy diferente. Si tu pulsión agresiva crece, la carencia y el deseo que se origina llegan a ti. Se trata de no ser la víctima, sino de dominarlos. Texto desconcertante que habla por vez primera de carencia y de deseo, en una ruptura completa con el orden de la demanda y de la aceptación. Y lo que efectúa este desgarrón es el arrebato de la rabia. Caín estaba en el universo materno sin otra forma de deseo que el de su madre, que sostenía con la carencia una relación de rechazo. Era la manera que tenía ella de mantener la carencia y el deseo como precisamente lo que no quería. Y he aquí que Caín se encuentra confrontado a la carencia surgida en el Otro, hacia el que se vuelve. La rabia que tenía, disimulada hasta entonces por la demanda, se desgarra y revela su relación esencial a la carencia y al deseo, en tanto que rechazados. Así, paradójicamente, allí donde Abel no puede más que fracasar puesto que la satisfacción otorgada a su demanda le llena y paraliza todo cuestionamiento, Caín está en el camino de un éxito imprevisible, puesto que tiene, en el movimiento mismo de su rabia, acceso a lo que busca sin saberlo conscientemente: que el Otro no le satisfaga.

La violencia asesina "Caín dijo a su hermano Abel: 'vamos fuera'; y cuando estaban en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y le mató". Caín percibe en su hermano y semejante Abel, a la vez, la carencia como aquello que es propio de él y la satisfacción en el otro. No pudiendo matar a Yahvé intenta desesperadamente apropiarse por la violencia de la satisfacción del otro que a él le falta. Operación narcisista: "yo te mato, para devorarte, asimilarte". En este sentido, el acto asesino está aún relacionado a lo que actuaba en el registro de la demanda: lo que no se puede alcanzar de buen grado se obtendrá por la fuerza. Pero es preciso ir más lejos. La relación de Caín con la satisfacción no es sencilla. El la busca hasta en el asesinato de la figura del otro. Pero en la medida en que está, por su rabia, más cerca de la carencia y del deseo, la toma como un cebo y un engaño. "No es así como se le hace llegar a su verdad". Abel, el inocente, es la satisfacción falaz que llega enseguida al goce. La rabia de Caín se dirige, por lo tanto, sobre este semejante que da una falsa imagen de la realización de sí: Que esto suceda sin saberlo él, en "la inocencia", no importa. Abel no solamente no conoce nada del deseo sino que es el sujeto equivocado. En él se perfila la figura del Otro engañador, que hay que destruir. La violencia asesina de Caín no es otra cosa que la consecuencia de los celos que el que no es amado tiene del que es amado. Pero no solamente nada dice que Abel haya sido amado, a diferencia de Caín, sino que todo indica, por el contrario, que por su silencio Yahvé toma a Caín en serio. El desencadenamiento asesino se inscribe en un proceso en el que está planteada la cuestión esencial de la carencia y el deseo. Por eso la historia de Caín es ejemplar como va a confirmarlo el relato de las consecuencias del asesinato.

La maldición y el vagar errante Yahvé habla al asesino, volviendo a plantear la cuestión de Caín: "¿Dónde está tu hermano Abel?". Responde: "No sé; ¿soy acaso el guardián de mi hermano?". El

LOUIS BEIRNAERT efectivamente no lo sabe, al menos hasta que la palabra de Dios no se lo diga. Su papel no es el de guardián, no está fijado en relación a su hermano. Se trata de una relación diferente, Sobre todo ahora. Es lo que le dice Yahvé: "¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde la tierra. Por eso te maldice esa tierra que ha abierto sus fauces para recibir de tus manos la sangre de tu hermano. Aunque trabajes la tierra, no volverá a darte su fecundidad. Andarás errante y perdido por el mundo". ¿Dónde está Abel? En este suelo, esta tierra-madre que ha bebido su sangre y desde allí grita hacia Yahvé. El inocente no comienza a hablar más que asesinado. Y su palabra es un grito hacia el Otro, que retumba maldiciendo el asesinato. De este modo Caín, una vez ejecutado el asesinato, no puede volver al estado anterior, en el que cultivaba la tierramadre, al mismo tiempo que tenía su lugar asignado en el universo materno. Es expulsado. No leamos el texto como el relato de un castigo por una falta contra la ley. Estamos en un momento anterior al pronunciamiento de la ley que prohíbe matar. Se trata del proceso mismo de donde podrá surgir enseguida la ley. Al matar a Abel, Caín, que hasta entonces tenía como lugar de disfrute su madre y su tierra, es arrancado de este lugar, y por lo tanto de todo goce asegurado, por el grito del inocente que surge de este mismo lugar. Su unive rso familiar se derrumba. Su hermano muerto llena todo su espacio y le expulsa de esta especie de paraíso que era suyo. Ciertamente una catástrofe para Caín, pero que, paradójicamente, va a impulsarle por el camino de su deseo, desgarrando éste de toda satisfacción asignable. "Andarás errante y perdido por el mundo". Privado de los objetos que te retenían, vas a andar errante, es decir, tu deseo va a ser búsqueda incesante' en un recorrido sin fin. Una ruptura sentida por Caín que provoca su queja.

Caín o el extranjero a merced de la violencia de todos Caín no se subleva, expone su suerte, quejándose: "mi culpa es demasiado grande para soportarla. Hoy me destierras de aquí; tendré que ocultarme de ti, andando errante y perdido por el mundo; el que tropiece conmigo me matará". Achaca precisamente lo que le sucede a la intervención del Otro, pues son precisamente el rechazo de Yahvé y de la carencia los que le han hecho asesino y han cambiado para él la cara del Otro. A partir de ahora, él capta la rabia en el Otro, dirigida contra él; así su vagar errante es un corte completo con la seguridad anterior y tentación para rehuir constantemente esta cólera, que va a tomar la figura de la violencia asesina del primero que tropiece con él, que "lo matará". Inversión de la situación: el asesino va a suscitar la misma violencia que él ha inflingido a su víctima. ¿Qué es, pues, el errante para despertar tal rabia? Sin lugar ni tierra, él es en todas partes un extranjero. En cuanto tal, y no inmediatamente como culpable, inquieta "al primero que se encuentre con él", hasta el punto de suscitar su violencia. Pues el extranjero toca a cada uno ese punto en el que no quiere ser molestado en el propio universo familiar, en esta parte de sí mismo que quiere mantener separada de él y que, sin embargo, lleva el porvenir de su deseo, en la experiencia de la carencia. El primero que se encuentre es finalmente aquel que no quiere morir a Abel, al "satisfecho" que hay en él. Basta con que venga el errante, el extranjero, y entonces Abel de nuevo estará en peligro de muerte. El goce "inocente" de los bienes se desgarra en el momento en que surge Caín, el errante, el que está allí para abolir la figura de la satisfacción tranquila, porque él, al menos, se ha dado cuenta de que no se accede al deseo sin aceptar la carencia. Desde

LOUIS BEIRNAERT entonces es preciso que muera. Caín es así promovido a significante del Otro en su exigencia de muerte a la satisfacción de la demanda. Ya no es cuestión para él de la mayor violencia. El único Abel para él, es su andar errante, es el Abel que se ha hecho interior en el primero que se encuentre. La violencia asesina está enteramente en éste, ya que no puede soportar la imagen de su propia muerte. Esta promoción la debe Caín al acceso a la libertad y al universo que se le ha abierto en su andar errante, realidad de un deseo que se suscita en la carencia.

La marca de Yahvé sobre Caín Todo este desarrollo sobre el extranjero constituye un análisis bíblico del racismo bajo sus diversas formas, que tiene un alcance universal. ¿El racismo se desarrolla como una fatalidad? ¿El extranjero puede escapar a las consecuencias inmediatas de su situación cara a "otros"? Esta es la cuestión que plantea Caín. "Yahvé le dijo: 'el que mate a Caín lo pagará siete veces'. Y Yahvé puso una señal a Caín para que, si alguno tropezase con él, no lo matara". Si el comienzo del texto anuncia el engranaje de la violencia que conocemos demasiado bien, la segunda parte refiere un acto extraño de Yahvé: marca a Caín para que no sea matado. De este modo, la protección contra la violencia es efecto de un acto eminentemente simbólico que no tiene nada que ver con una contraviolencia. Esta marca inserta a Caín en el orden de la ley (ley del clan, ley de la sociedad) y hace de él un sujeto de derecho. Señala una pertenencia específicamente humana, que actúa como prohibición en relación a todo desencadenamiento de violencia asesina. A partir de entonces, Caín cesa de estar bajo el temor y, con su deseo liberado, va a poder vivir una vida nueva. Va a otro país, conoce a su mujer que concibe y da a luz a Henoc. Llega a construir una ciudad a la que le da el nombre de su hijo. Su destino se ha cumplido.

Conclusión Esta historia nos parece reveladora respecto a la violencia asesina. Esta no puede estar unida a una simple frustración, como si bastase dar a la gente lo que pide para tener razón. Se origina en la necesidad misma en la que se encuentra el deseo humano de pasar por la carencia para estructurarse como tal. Ninguna satisfacción de la demanda procurará nunca la verdad del deseo. "El deseo se desea, pero no se pide". La violencia llega fatalmente cuando el sujeto humano es situado ante la perspectiva de su carencia y de su muerte, momento inevitable que da lugar a la pulsión homicida y a la pulsión suicida. La figura de Caín es nuestra propia figura, como también la de Abel, "el inocente", pues también nosotros nos creemos que "ha llegado", que la satisfacción es el cumplimiento. La violencia que deriva de la pulsión de muerte tiene, pues, en la historia un lugar y una función esenciales, pues deriva de la situación más radical del hombre. Cuando aparece es señal de que la cuestión fundamental se plantea en el "no" mismo que se dirige a la muerte. Desplazándose del sujeto al Otro, después a los otros, gira como un engranaje,

LOUIS BEIRNAERT que sólo va a suspender su recorrido fatal, por la ley, por la prohibición humana, gracias a lo cual el deseo que se ha estructurado en la renuncia a la espera de la satisfacción puede invertirse, en la libertad, sobre objetos de los que ninguno tendrá el valor de un goce pleno, que no está a su alcance. Caín es cada uno de nosotros en la medida en que comienza por rechazar la carencia inevitable. Abel es también cada uno de nosotros en el momento en el que comenzamos también en la inocencia de la demanda satisfecha, antes de ser expulsados de ella. Tradujo y condensó: JOSÉ M. BERNAL

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