La Virgen del Henar y su santuario en la Villa de Cuéllar (Segovia)

La Virgen del Henar y su santuario en la Villa de Cuéllar (Segovia) Balbino VELASCO BAYÓN, O. Carm. Madrid I. Introducción. II. Leyendas en torno

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La Virgen del Henar y su santuario en la Villa de Cuéllar (Segovia) Balbino VELASCO BAYÓN, O. Carm. Madrid

I.

Introducción.

II.

Leyendas en torno al origen de la imagen.

III.

Historia objetiva. Un poblado medieval.

IV.

Una imagen románica.

V.

Comienzo de la devoción. Siglo XVII.

VI.

Eclosión devocional en el siglo XVIII. Un monumento artístico.

VII. Decadencia en el siglo XIX y primeras décadas del XX. VIII. Los carmelitas al frente del santuario 1924. IX.

Marcha posterior del santuario.

X.

Coronación canónica de la imagen.

XI.

Restauración del santuario.

XII. Bibliografía básica.

Advocaciones Marianas de Gloria, San Lorenzo del Escorial 2012, pp. 557-572 ISBN: 978-84-15659-00-6

I. INTRODUCCIÓN El Santuario del Henar se encuentra en la provincia de Segovia, confinando con la de Valladolid. Dista 5 Km. de la histórica Villa ducal de Cuéllar y se accede al mismo por un ramal de carretera secundaria en magníficas condiciones para la circulación rodada. Delicioso su emplazamiento. Un oasis en la meseta castellana. Al norte pinos y más pinos, tomillo, espliego, soledad sonora. Y hacia el mediodía una pradera, amplia y frondosa, lugar “cobdicioso para el ome cansado”, como diría Gonzalo de Berceo. ¿Qué hay detrás de este monumento, que no es nacional, pero debe-ría serlo? ¿Qué hay detrás de este importante centro de religiosidad popular? Vamos a intentar acercarnos a su historia, siguiendo la norma de Aristóteles: Para conocer bien las cosas no hay como verlas desarrollarse. Adelantemos que fundamentalmente hay detrás una imagen de la Virgen con una advocación poética: Santa María del Henar. II. LEYENDAS EN TORNO AL ORIGEN DE LA IMAGEN El doctor Baza de Haro en las postrimerías del siglo XVII se hace eco de estas leyendas, si es que no fue él quien las inventó. La Imagen habría sido esculpida en Antioquía en el primer siglo de nuestra era y trasladada a El Henar por el primer obispo de Segovia San Hieroteo, figura legendaria. Se veneró durante 600 años en el poblado de Santa María del Henar. Se ocultó con motivo de la invasión sarracena en el 714. Continúa la leyenda sobre la aparición de la Virgen varios siglos después, en 1580. Un labrador intentó llevársela en su carro y al resistirse los bueyes a caminar, comprendió que la Virgen quería ser venerada en este lugar y así se corrió la voz por la comarca. III. HISTORIA OBJETIVA. UN POBLADO MEDIEVAL El primer documento que conocemos sobre un poblado medieval: Santa María del Henar, data de 1247 en que aparece pagando diezmos al obispo de

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Segovia. Se nos pierde la pista de este poblado que debió de desa-parecer en alguna de las depresiones económicas y quedar, más o menos en pie, la pequeña iglesia o mejor capilla que irá deteriorándose. De hecho en 1430 existía la ermita “ruinosa” bajo está advocación.

IV. UNA IMAGEN ROMÁNICA Lo verdaderamente extraño y sorprendente es que no desapareciera la Imagen. Se trata de una talla del siglo XII de madera de pino, “La Virgen está sentada sobre un rudimentario trono o banqueta, sin respaldo, mostrando un semblante grave, sereno, y una actitud de hieratismo mayestático como recibiendo la pleitesía de sus devotos… La talla exenta del Niño es lo más cuidado de la Imagen. Llama la atención el parecido con la madre en cuyo regazo se sienta. Presenta el Niño la iconografía del Pantocrátor bizantino: con una mano sostiene el libro cerrado de la nueva Ley y con la otra bendice con tres dedos en postura frontal. Madre e Hijo forman un conjunto armonioso, esbelto, si se tiene en cuenta las tallas desproporcionadas de aquellos tiempos”. El hecho de que en la ermita ruinosa hubiera libros litúrgicos como indica el documento de 1430 sería indicio, que no prueba, de que podría haberse celebrado culto e indica también que en este año cesó, al adquirir el hospital de la Magdalena de Cuéllar dichos libros. A partir de 1430 no conocemos noticia alguna sobre esta ermita y pesa más de siglo y medio de silencio sobre la misma.

V. COMIENZO DE LA DEVOCIÓN. SIGLO XVII El silencio se rompió de nuevo en 1587, año en que se da cuenta de un pleito entre el obispado de Segovia y el cura de la vecina parroquia de Viloria, que defendía sus derechos por pertenecer a ella. Al año siguiente, 1588, el obispo de Segovia, Andrés Pacheco se hizo cargo de la ermita, nombrando capellán, ermitaño y mayordomo. En 1611 otro obispo, Pedro Castro, devolvió la ermita a la parroquia. Se desprende que la ermita seguía en situación muy parecida. En 1616 aparece como ermita y santuario y consta por un informe que se estaban haciendo obras y además los sábados se celebraba misa cantada. Consta igualmente que en romería había afluencia de fieles y que había cobrado cierta importancia y contaba con un pastor que cuidaba unas cien cabezas de ganado vacuno y lanar.

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En el primer tercio del siglo XVII podemos afirmar que despegó la devoción a la Virgen del Henar. Siguiendo el curso de esta devoción encontramos otros hitos en este siglo, como una famosa concordia en 1618 entre el obispado de Segovia y el cura y concejo de Viloria. Prueba del crecimiento de la devoción fueron los bienes materiales que poseía la ermita y que eran apreciables según nos muestran los inventarios de la época. Otra de las pruebas del incremento de la devoción fue el nuevo templo y hospedería. En los años 1642-1644 se hicieron las obras de la nueva iglesia que sustituyó a la antigua ermita. Es la primera parte del actual templo, es decir, hasta el crucero. Mide 24,30 x 7,20 metros. A finales de siglo se construyó la espaciosa hospedería, con materiales modestos que fue demolida en el siglo XVIII. Estas indicaciones prueban el incremento de la devoción a la Virgen del Henar, a cuya intercesión se atribuían numerosos milagros. En grandes calamidades públicas, como sequías se trasladaba la imagen a Cuéllar. A dos hombres importantes hemos de referirnos, quienes contribuyeron al incremento de la devoción en este siglo. Uno de ellos llamábase don Rodrigo, cura párroco de Cogeces del Monte, pueblo no lejano del Henar, nombrado administrador a mediados del siglo y el otro, Gregorio Baza de Haro, cura de Otero a quien se debe la primera historia de la Virgen del Henar, editada en tórculos madrileños en 1695. A ambos les unió una devoción acendrada a la Virgen. Nos resta aludir a la romería solemne de septiembre de la que tenemos una descripción muy viva del propio Baza y que la estimamos no exenta de fantasía. Dice así: “En cuanto al concurso de ese día, no es fácil referir cómo ello es. Juntase comúnmente diez y seis mil personas y más, que caminando al centro de Nuestra Señora del Henar, casi todos llegan allí el sábado a la tarde; hallándose personas de diferentes Reinos y Provincias y de lo más remoto de nuestra España”. Continúa diciendo cómo pasan la noche los peregrinos. Describe, con colorido, la procesión que se celebra después de la misa en la que enfermos y tullidos tratan de tocar las andas con esperanza de ser curados. Cuando la procesión llega a la Fuente del Cirio afirma que se producen milagros. “Toda aquella campaña de innumerable gentío”, concluye, “hincados de rodillas unos cerca, otros entre los pinos copiosos, hiriendo sus pechos y adorando sus grandeza. Y aquel tremolar de estandartes al entrar en el templo, abatidos todos a tierra, haciendo acatamiento a su Majestad”.

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VI. ECLOSIÓN DEVOCIONAL EN EL SIGLO XVIII. UN MONUMENTO ARTÍSTIO Puestos los fundamentos de la devoción en el siglo XVII, asistimos en el XVIII a un período de gran esplendor, coincidente por otra parte con la prosperidad que se vivió en la comarca de Cuéllar, gracias a las nuevas tierras roturadas y también a las buenas cosechas. Tan arraigada estaba ya la devoción que, según el Libro de cuentas del Santuario de 1734 fueron hasta 186 pueblos los que desfilaron por el mismo de las provincias del centro de España y hasta de Logroño y Madrid. Los historiados nos hablan de 30.000 personas las que acudieron a la romería de 1713 y el número de misas encargadas, según los libros de colecturía arroja la cifra de 7500 a mediados de siglo. Resulta extraordinariamente indicador este número constatable, y sin que haya lugar para la hipérbole. El hecho de estar enclavado el Santuario en una zona rural haría pensar en que la devoción era eminentemente popular y en efecto debió de ser así, sin embargo consta también que la nobleza y hasta la realeza se hizo presente en el templo, para venerar la santa Imagen. Nos sorprende el hecho de que Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V visitara el Santuario en la primavera de 1759. En la lista de sacerdotes más vinculados al Santuario cúmplenos aludir a don Frutos Tomero, párroco de Frumales y administrador del Santuario. En 1744 tuvo la feliz idea de publicar en Madrid una piadosa novena en honor de la Virgen del Henar, precedida de una reseña histórica. Esta novena ha tenido fortuna y se ha reeditado en varias ocasiones. El esquema es el tradicional, lleno de unción: oraciones al Señor y específicas a la Virgen. Gozos que recuerdan prodigios de la Señora del cielo en favor de sus devotos. Algunos de ellos de sabor local. La lluvia de ingresos económicos cayó en buenas manos. Celosos sacerdotes y monjes basilios del convento de Cuéllar que les ayudaban, cuidaron de canalizarlos con responsabilidad en bien del Santuario, de tal forma que cambió radicalmente la fábrica del mismo. Sus esfuerzos cristalizaron preferentemente en el templo y hospedería. La modesta iglesia del siglo XVII, a que aludimos anteriormente, duplicó su capacidad al añadirse la parte más noble, es decir, el crucero, sacristía y sala de exvotos, ampliación realmente notable. Todas estas obras fueron dirigidas por José Borgas. La bóveda del templo y camarín están decoradas con pinturas de José Micot. Se construyó también la capilla de campo y en el exterior el templete de la Fuente del Cirio.

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La riqueza artística del interior del templo prueba también la sensibilidad de los responsables que estaban al frente del Santuario. En síntesis apretada vamos a hacer una descripción de estas obras artísticas dadas a conocer fundamentalmente desde las fuentes documentales custodiadas en el archivo del Santuario. Los altares laterales de la nave central están dedicados a los santos Cosme y Damián y a la Virgen del Carmen; este último, antiguamente a San Francisco Javier. Fueron obra de Damián Amusco y Tomás de Goñi. El retablo mayor, neoclásico, es obra de Manuel García Cobos, de Peñafiel, quien lo ejecutó en 1784. De José Durán son los del crucero, en los que se venera a San José, quizá de Pedro de Ávila, y a San Antonio, atribuido a Mena. En la sacristía existe una cajonería de nogal de gran mérito, ejecutada en 1765 por los Moratinos, maestros tallistas de Sepúlveda. El camarín, con bóveda ovalada, es la dependencia mejor conservada del Santuario. De las paredes penden siete cobres con escenas de la Pasión, de A. W.; otros dos cobres con escenas de la vida de San Antonio, de autor anónimo, uno de ellos en el mismo camarín y otro en la sacristía. El altar es del último barroco. En la sala de exvotos, convertida en museo, hay, entre otras piezas, un manto de la Virgen, de Carlos III. La antigua hospedería, precaria, fue sustituida por un “cuadro de doble arco de piedra sillería formada por los claustros, alto y bajo, constituye un conjunto muy apreciable”. Estas obras fueros dirigidas por el maestro Manuel Cachorro de Cuéllar. A este maestro cuellarano se deben también los arcos de la portería, de la misma época y de la misma factura que los del claustro.

VII. DECADENCIA EN EL SIGLO XIX Y PRIMERAS DECADAS DEL XX La decadencia en los santuarios enclavados en zonas rurales fue un fenómeno común, sobre el que ha llamado la atención el escritor William A. Christian, quien advierte que vieron reducidos sus privilegios y en su mayoría fueron despojados por los franceses o sufrieron los efectos de la desamortización. El del Henar no fue una excepción. Resulta elocuente un memorial al Consejo del Reino, presentado por Lorenzo Velasco, regidor de la Villa de Cuéllar y Manuel Picatoste, procurador síndico general; se dio cuenta de que había reunido ciento y tantos miles reales que se tenían destinados para ampliar la

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ermita. Se mostraban contrarios al proyecto e indicaban que debían aplicarse para socorrer las necesidades del pueblo. La romería se reduce, según ellos, “a un grande concurso de gentes que celebran con grande alboroto el sábado antes una velada, y de dicha velada haber ocasionado muertes y cuando ello no sucede, en el haber muchas quimeras e insultos”. A ello se unía que la ermita “se encontraba en un desierto y el pueblo de Cuéllar necesitado”. La guerra de la Independencia tuvo consecuencias nefastas para el Santuario: refugio, saqueos, etc. Un verdadero drama, hasta tal punto que se estimó conveniente trasladar la santa Imagen a Cuéllar, donde permaneció desde 1808 a 1814. Duro golpe a la devoción popular. La Virgen recorría distintas iglesias de Cuéllar e incluso la romería se celebraba en la Villa. Afortunadamente la imagen se conservó, pero consta que los franceses robaron en 1811 la plata que pertenecía a la Virgen y se custodiaba en la iglesia de San Pedro: dosel, viril, vinajeras, copón, tres grandes lámparas, etc. Con el retorno de la Imagen al Santuario, pareció que volvería a cobrar vida, y efectivamente se hicieron algunas obras y se obtuvo una concesión de terreno, por parte del Ayuntamiento y hasta Fernando VII concedió 200 pasos alrededor del mismo. A pesar de estos signos positivos, fue un poco como fuegos fatuos. A la larga estancia de la Virgen en Cuéllar durante la guerra de la Independencia, siguió otra 1833-1839, consecuencia de las luchas entre carlistas y liberales. La devoción iba decayendo y resulta atinado el diagnóstico que hizo, entrada la segunda mitad del siglo XIX el administrador, don Gregorio García: “A medida que se entibia y amortigua el espíritu católico, desciende todo lo que afecta a la religión, aun en las devociones populares. Por eso desde la revolución del año 1868, anticatólica y ¿qué extrañar este descenso, si hasta en los pueblos más pequeños está todos los días el periódico sectario arrojando veneno que amortigua la fe y la piedad de los fieles?”. La decadencia continuó imparable y el mismo don Gregorio García en 1899 señala con melancolía: “No puede ser más triste y fatal el resultado que ofrece el examen de cuentas, pues nada se ingresa desde hace muchos años”. Buscando cómo resolver esta precaria situación, el capellán hubo de renunciar a sus derechos como administrador y contentarse con los de párroco de Viloria. “Ante esta situación, la tutela de Cuéllar sobre la ermita se incrementó. A Cuéllar se debe la construcción de la carretera que arranca de la Villa y que concluyó en 1905. Al iniciarse una suscripción en 1909 para reparar el templo, se creó en Cuéllar una comisión de piadosas señoras que obtuvieron del prelado de Segovia 250 pesetas y del ayuntamiento la misma cantidad.

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En marzo de 1913 se recibió en el ayuntamiento de Cuéllar un comunicado del obispado de Segovia en el sentido de que se averiguaran los derechos del ayuntamiento sobre la ermita, y al mismo tiempo preguntaba en qué forma estaría dispuesto el ayuntamiento al sostenimiento del capellán y conservación del edificio. La corporación, después de lamentar la situación, y haciéndose portavoz de la opinión general, propuso que se creara un patronato para que ejerciera libremente la administración. El asunto debió de quedar en mero proyecto. Los últimos capellanes residían en el vecino pueblo de Viloria y no en la ermita. Prácticamente no había culto en la misma fuera de algunos días señalados. No nos extrañan los clarinazos de alarma que publicaba al respecto el periódico El Castellano de Cuéllar, en el año 1919 y que en la práctica quedaron en letra muerta.

VIII. LOS CARMELITAS AL FRENTE DEL SANTUARIO 1924 Ante esta situación se barajó la posibilidad de encomendarlo a alguna comunidad de religiosos y se hicieron algunas gestiones en esta dirección con resultados negativos y aquí entra en escena una insigne cuellarana, Sor Martina Vázquez Gordo hija de la caridad, superiora a la sazón de una comunidad de Segorbe (Castellón). Era una mujer tesorera, extraordinaria, con una biografía apasionante por su actividad caritativa en África. Murió, mártir de la fe en 1936 en el mismo Segorbe; su proceso de beatificación, ya ha terminado, y solamente falta fijar el lugar y día de la ceremonia. Fue devotísima de la Virgen del Henar, en cuyo camarín descansan sus restos. Le dolía en el alma este abandono y se puso en contacto con los carmelitas, persuadiéndoles a que se hicieran cargo del mismo. En principio, la idea les pareció bien, pero el proyecto exigía prudencia y era preciso estudiarlo detenidamente. Para conocer bien la situación y ver todo sobre el terreno, en septiembre del año 1923, por encargo de Definitorio de la Provincia Carmelita de Aragón y Valencia partieron desde Segorbe, los PP. Simón Besalduch y Joaquín Usó. Este último nos ha dejado un relato curiosísimo sobre sus primeras impresiones. Salió adelante el proyecto, porque el 12 de noviembre de 1923 el P. Provincial envió al obispado de Segovia las bases para un contrato que fueron aceptadas el 21 de diciembre del mismo año, con alguna modificación. A primeros de junio del año 1924 llegaron los primeros carmelitas, P. Simón García y el hermano José Almela e inmediatamente comenzaron las obras de

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adaptación del edificio. Estas fueron a buen ritmo, y el 13 de septiembre víspera de la romería del Henar tomaron posesión del Santuario y se inauguró solemnemente la vida comunitaria con 18 religiosos: 6 sacerdotes, 9 estudiantes de teología y 3 hermanos. Precisamente de lo que fue la romería aquel año tenemos un relato precioso del gran poeta y literato carmelita, P. Luis Llop, quien estuvo presente en la misma y que por su colorismo e interés reproducimos en parte. Sobre la salve de los caldereros, hoy en desuso, y que se cantaba a las doce de la noche la víspera de la romería, dice: “Este año (1924) se han reunido unos cuarenta. ¡Ay, qué caras de facinerosos! ¡Qué bigotes, qué greñas, qué tipos! Acompañados de innumerable gente entraron cada uno con su caldereta y martillo. Llegaron al altar de la Virgen, donde se hallaba el Sr. Obispo, deseoso de escuchar la original Salve de los devotos caldereros. Uno de ellos dotado de preciosa voz de tenor se puso en medio del corro, y dirigiendo los ojos a la Señora, entonó la Salve con la música tradicional, triste, monótona, pero bonita y conmovedora, los caldereros repitieron la misma frase, con igual cadencia al son ruidoso de los martillos repicando en las calderetas”. Aludiendo a la procesión y a la multitud congregada frente al Santuario después de la misa, añade: “El espectáculo que ofrecía la peregrinación era de los que raramente se presentan y dejan huellas en el alma para toda la vida. Imagínese una concurrencia de veinte mil romeros apiñándose (para oír la palabra del Prelado). El rumor de la multitud, semejante a la inmensa resaca, comenzó a apaciguarse ante las indicaciones del Prelado. Entonces comenzó a hablar con entonación elevada, robusta, sonora. Terminado el sermón, la Virgen salía de la iglesia para la procesión. Nada hay más nuevo, más típico, ni más original que la procesión de Nuestra Señora del Henar. Delante de la Imagen no van hermandades, ni filas de caballeros o señoras, con velas encendidas, ni siquiera Clero. Van solamente los mozos de Cuéllar, unos doscientos, lo menos, en mangas de camisa, danzando al son de la dulzaina morisca y del tamboril, los cuales ejecutan una música bailable, monótona, primitiva. Esta danza no cesa mientras dura la procesión, tres horas. Al pasar (la Imagen) por los puestos de feria, cae sobre ella una verdadera lluvia de avellanas, caramelos, confites, almendras, peladillas, sin que ninguno de aquellos proyectiles toque su cara. Es un cariñoso apedreo que sólo tiene por blanco el manto y las andas de la Imagen. Las madres castellanas sientan los niños alrededor de la Virgen, sosteniéndolos para que no caigan”. Esta Romería ha dado pie a que la musa popular compusiera diversas piezas musicales como la Tomada del Henar, originaria de Vallelado, que

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cantan al ir a la ermita y la jota llamada la Pinariega que se toca en el baile de la procesión de la fiesta. Para los carmelitas la vida en el convento-Santuario fue durísima, particularmente por el frío intenso de los crudos inviernos de Castilla, y viviendo en instalaciones, que dejaban mucho que desear.

IX. MARCHA POSTERIOR DEL SANTUARIO Con la llegada de los carmelitas el panorama del mismo cambió radicalmente en lo referente al culto, atención a los devotos en el confesionario, etc. Los tiempos revueltos de la segunda república, en líneas generales podemos afirmar que apenas repercutieron. La devoción a la Virgen fue incrementándose. Comenzó en 1933 a publicarse un modesto Boletín mensual con el título de Madre del Amor Hermoso que, a partir de 1939, se cambió, en buen criterio, por el de La Virgen de El Henar y que se difundió ampliamente por toda la zona. Continúa publicándose. Se ha convertido en bimestral y supera los 6.000 ejemplares. Durante la contienda civil 1936-1939 quedó en la llamada zona nacional y lejos de los frentes de batalla. Fue lugar obligado de peregrinación para pedir protección del cielo en favor de quienes empuñaban las armas, como lo fue también, finalizada la guerra, para dar gracias a la Virgen. El hecho de que el Santuario, en 1948 se convirtiera en casa madre de una nueva provincia carmelita, la de Castilla, contribuyó eficazmente a que tuviera cada vez más resonancia y la advocación de la Virgen del Henar fuera más conocida. Se iban haciendo constantemente mejoras en el complejo, como pedían las circunstancias. Fue importante la publicación de la Historia de la Virgen de El Henar y su Santuario, del P. Manuel Ibáñez O.Carm. en 1955. Actualizó en buena parte la del doctor Baza de Haro del siglo XVII. Se restauró la imagen de la Virgen en 1968-1969, así como el camarín y sala de exvotos en 1970-1971. Entre los factores externos que han contribuido a incrementar la afluencia de fieles, hemos de mencionar el asfaltado de la carretera en 1963, en el tramo de Cuéllar hasta pasado el Santuario.

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X. CORONACIÓN CANÓNICA DE LA IMAGEN Una ceremonia solemnísima y deslumbrante se celebró en la pradera del Santuario el 25 de junio de 1972 con motivo de la Coronación canónica de la Virgen. Se calcula en 50.000 personas las que asistieron al acto. Fue coronada por el arzobispo de Valladolid, Don Félix Romero Menjíbar, acompañado de varios obispos de las diócesis limítrofes y de más de 100 sacerdotes concelebrantes. Precedió a esta ceremonia una peregrinación con la santa Imagen por los 40 pueblos que forman la comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar. Fue una sacudida de fe con escenas realmente emotivas, al pasear a la Virgen por las calles y detenerse ante las casas de los enfermos o ante los cementerios. Los templos parroquiales permanecían abiertos día y noche. La Imagen se trasladaba de un pueblo a otro en las galeras de tractores ricamente engalanados, y jóvenes, y no tan jóvenes la acompañaban ataviados con vestidos regionales. Esta peregrinación terminó en Cuéllar con una misa en la plaza de toros a la que asistieron unas 7.000 personas. Regresó la Virgen al Santuario el 16 de febrero de 1972, después de 41 días de ausencia. Los medios de comunicación se hicieron amplio eco de estos acontecimientos, cuyo recuerdo en la memoria colectiva permanece imborrable.

XI. RESTAURACIÓN DEL SANTUARIO Una restauración a fondo del monumento, para que pudieran cumplir debidamente con las funciones de un centro mariano de religiosidad popular de su categoría, se realizó en los años 1979-1981. Trazó el proyecto el prestigioso arquitecto dominico, Francisco Coello de Portugal. No se escatimaron medios para consolidar todo el complejo y que además fuera funcional. La restauración no pudo ser más acertada. Se libró al monumento de todos los aditamentos que lo desfiguraban, se construyó un pórtico nuevo. El claustro se cubrió con una cristalera para evitar el frío, y se ganó un espacio espléndido para exposiciones y conciertos. La iglesia se enriqueció con un suelo de mármol, se pintó de nuevo. En vistas a despejar la aglomeración de la romería se urbanizaron los alrededores, etc. etc. La inversión rebasó los 100 millones de pesetas y el M.O.P.U. ayudó con una fuerte cantidad. Esta restauración repercutió para bien en la organización de la romería que discurrió por buenos cauces, sin atascos, al desplazar las oficinas de atención al público en nuevos locales.

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En la actualidad puede decirse, que están superados casi todos los obstáculos y los miles de peregrinos pueden acceder al camarín de la Virgen sin problemas y recibir las atenciones que demandan. Un logro importante de los últimos tiempos, ha sido el desplazar a los feriantes (más de 200 puestos) a terrenos colindantes a los del Santuario, pertenecientes al Ayuntamiento de Cuéllar. En cuanto al aspecto devocional los actos principales son los siguientes: precede a la fiesta una novena devotísima y fervorosa y que, por decirlo de alguna manera, se celebra en dos sesiones. Una en el silencio quedo de la primera hora de la mañana; tuvo su origen, hace algunas décadas en un grupito de jóvenes trabajadoras de Cuéllar que, al no poder acercarse por la tarde, con gran sacrificio, decidieron hacer el camino a pie, para, ante la santa Imagen recitar la tradicional novena. Se ha incrementado de tal manera la afluencia de devotos que ha sido preciso canalizarla, celebrar la Eucaristía y atender al confesionario. Un origen popular y que no se debe a la comunidad de religiosos. Por la tarde continúa celebrándose la novena solemne y tradicional, como pide la liturgia y los tiempos. Como se hace en los grandes santuarios marianos la víspera de la gran romería, por la noche, se celebra la procesión de las antorchas, es un acto concurridísimo. Durante más de una hora, se canta, se reza el rosario, se reflexiona con profundo silencio, todo bien dirigido mediante potente megafonía. Cierra el acto la salve cantada por la multitud fervorosa. Para muchos fieles es cita obligada con el fin de cumplir con la Virgen, según un dicho popular. La noche discurre tranquila y son pocos, en nuestros días, los que pernoctan en la iglesia, como escasean también, los grupos que llegan de madrugada. El día de la romería, además de algunas misas rezadas, se celebra a las 12, la misa solemne en la pradera y en la que participa una multitud, imposible de cuantificar. En ella son numerosos los sacerdotes y ministros de la comunión, los que la reparten. Terminada la misa sigue la procesión en la que, numerosas, personas cumpliendo quizá promesas, danzan y danzan al son de la dulzaina morisca y el tamboril. Se prolonga durante unas 3 horas y al final de la misma impresiona el canto de la Salve popular, frente a la fachada principal del templo. La extensa pradera, libre de vehículos y los pinares circundantes sirven de lugar de descanso para reunirse en grupos y disfrutar de una comida al aire libre. Por la tarde continúa un horario apretado de misas en el templo, donde siempre hay devotos que rezan o se acercan al confesionario. Y en la parte trasera del mismo, la fila para acceder al camarín de la Virgen y besar la medalla, es larga y constante.

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La romería del Henar es una de las más típicas de la cuenca del Duero y donde la devoción y el alma del pueblo se palpan en manifestaciones de religiosidad popular. El domingo siguiente a la fiesta principal se celebra la de El Henarillo que está experimentando últimamente un aumento considerable. Hay que afirmar, sin embargo, que practicamente todos los domingos del buen tiempo son pequeñas romerías. Tal es, a grandes rasgos, el origen de una Imagen de la Virgen y de la devoción que ha inspirado a lo largo de los siglos e inspira en nuestro tiempo.

XII. BIBLIOGRAÍA BÁSICA - ARRIBAS, M., O. CARM., Historia del Santuario del Henar, 2ª ed., Santuario del Henar, 1994. - BAZA DE HARO, G., Historia de la milagrosa Imagen de Nuestra Sra. del Henar, Madrid 1695. - IBÁÑEZ, M., O. CARM., Historia de la Virgen del Henar y su Santuario, Segovia 1955. - VELASCO BAYÓN, B., O. CARM., Historia de Cuéllar, 4ª ed., Segovia 1996. - VELASCO BAYÓN, B., O. CARM., Historia del Carmelo español, Roma 2008, vol. IV. - VV. AA., Colección documental de Cuéllar (934-1492), 2º vol., Cuéllar 2010.

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Fig. 1.

Fig. 2.

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Fig. 4.

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