LA VISIÓN DEL PSICÓLOGO. ALTERACIONES DE LOS PROCESOS COGNITIVOS POR EL ESTRÉS. Antonio Cano Vindel 1

Cano-Vindel, A. (1997). La visión del psicólogo. Alteraciones de los procesos cognitivos por el estrés. Medicina y Seguridad del Trabajo, XLIV, 103-11

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Cano-Vindel, A. (1997). La visión del psicólogo. Alteraciones de los procesos cognitivos por el estrés. Medicina y Seguridad del Trabajo, XLIV, 103-111.

LA VISIÓN DEL PSICÓLOGO. ALTERACIONES DE LOS PROCESOS COGNITIVOS POR EL ESTRÉS. Antonio Cano Vindel1 Facultad de Psicología. Universidad Complutense de Madrid

Resumen En el presente trabajo se presenta un breve resumen sobre las relaciones entre estrés y procesos cognitivos. Se comienza considerando tres formas tradicionales de estudiar el estrés desde un punto de vista psicológico: estrés como estímulo, estrés como respuesta y estrés como interacción. Desde esta última perspectiva integradora, el estrés se considera como un conjunto de reacciones biológicas, cognitivas y conductuales, que resultan de la interacción entre el individuo y su entorno cuando éste es valorado subjetivamente como amenazante . Esta reacción de estrés comprende una mezcla de respuestas emocionales desagradables, principalmente de ansiedad, ira y depresión, que pueden influir negativamente sobre la actividad cognitiva, sobre la conducta en general, y sobre la salud. Se continúa presentando una breve descripción de algunos procesos cognitivos que pueden provocar una reacción emocional de ansiedad o estrés, tales como valoración, atribuciones, expectativas, etc. Finalmente, se señalan algunas alteraciones cognitivas que pueden observarse bajo situaciones de estrés y que pueden disminuir el rendimiento.

Desde el punto de vista de la psicología, el estrés ha sido estudiado (ver tabla 1), en primer lugar, como una reacción del organismo ante una situación que le exige una fuerte demanda o le desborda. Esta reacción puede ser estudiada desde un punto de vista biológico y desde una perspectiva cognitivo-conductual, e incluye un conjunto de respuestas emocionales de distinto tipo, entre ellas: ansiedad, ira y depresión. Es decir, una persona que se encuentra sometida a una determinada situación que le demanda o le exige una respuesta para la que no tiene suficientes recursos, tenderá a experimentar sentimientos de preocupación, tensión, temor, enfado, tristeza y depresión, así como altos niveles de activación fisiológica, cambiará en general su comportamiento y se observarán en su organismo una serie de reacciones biológicas propias de la reacción de estrés.

Este conjunto de respuestas biológicas y

emocionales fueron estudiadas como el Síndrome de Adaptación General, descrito por Selye (1956), en tres fases: alarma, resistencia y agotamiento.

En segundo lugar, desde la psicología, el estrés también ha sido estudiado como estímulo. De acuerdo con este enfoque, se han estudiado cuáles son los sucesos vitales

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Facultad de Psicología. Universidad Complutense de Madrid. Campus de Somosaguas. 28223 Madrid. Fax. (91) 3943189 E.Mail: [email protected]

estresantes, los sucesos vitales menores, o los estresores menores estables que llevan al individuo a una reacción de estrés. Como sucesos vitales estresantes se han estudiado las grandes catástrofes naturales, las pérdidas de personas o bienes, la pérdida de salud, etc. (Holmes y Rahe, 1967). Los sucesos vitales menores son los pequeños contratiempos de cada día, por ejemplo, discusiones con compañeros, conflictos con las normas o los superiores, etc. Los estresores menores estables son aquellos que están presentes de forma permanente, aunque poco intensa, como el ruido.

En tercer y último lugar, el estrés no sólo ha sido estudiado como estímulo y como respuesta sino que también se ha estudiado como interacción entre las características de la situación y los recursos del individuo. Desde esta perspectiva. se considera más importante la valoración que hace el individuo de la situación estresora que las características objetivas de dicha situación. El modelo más conocido es el de Lazarus (Lazarus y Folkman, 1986), que propone una serie de procesos cognitivos de valoración de la situación y valoración de los recursos del propio individuo para hacer frente a las consecuencias negativas de la situación.

Tabla 1: Modos de estudiar el estrés desde un punto de vista psicológico

1. Estrés, como estímulo: - sucesos vitales estresantes (Holmes y Rahe, 1967) - sucesos vitales menores (contratiempos) - estresores menores estables (ruido, etc.) 2. Estrés, como respuesta: - Síndrome de Adaptación General (Selye, 1956) - emoción o conjunto de emociones negativas 3. Estrés, como interacción: desequilibrio entre demandas de la situación y recursos del individuo (Lazarus y Folkman, 1986)

Según el modelo de Lazarus el proceso cognitivo de valoración de la situación supone una estimación de las posibles consecuencias negativas que pueden desencadenarse para el individuo. Si el resultado de esta valoración concluye que las consecuencias pueden ser un peligro para sus intereses, entonces valorará su capacidad de afrontamiento frente a este peligro potencial. Si las consecuencias son muy amenazantes y los recursos escasos, surgirá una reacción de estrés. La reacción de estrés será mayor que si la amenaza no fuera tan grande y los cursos de afrontamiento fuesen superiores. Una vez que ha surgido la reacción de estrés el individuo seguirá realizando revaluaciones posteriores de las consecuencias de la situación y de sus recursos de afrontamiento, especialmente si hay algún cambio que pueda alterar el resultado de sus valoraciones. Estas revaluaciones son continuas y pueden modificar la intensidad de la reacción, disminuyéndola o aumentándola.

Las consecuencias del estrés son múltiples, pero a grandes rasgos, cabe señalar su influencia negativa sobre la salud (Sandín, 1993), así como sobre el deterioro cognitivo y el rendimiento (Gutiérrez Calvo, 1996).

El estrés puede influir negativamente sobre la salud por varias vías, como son: 1) por los cambios de hábitos relacionados con la salud, 2) por las alteraciones producidas en los sistemas fisiológicos, como el sistema nervioso autónomo y el sistema inmune y 3) por los cambios cognitivos que pueden afectar a la conducta, las emociones y la salud.

En primer lugar, el estrés modifica los hábitos relacionados con salud, de manera que con las prisas, la falta de tiempo, la tensión, etc., aumentan las conductas no saludables, tales como fumar, beber, o comer en exceso, y se reducen las conductas saludables, como hacer ejercicio físico, guardar una dieta, dormir suficientemente, conductas preventivas de higiene, etc. Estos cambios de hábitos pueden afectar negativamente a la salud y, por supuesto, pueden desarrollarse una serie de adicciones, con consecuencias muy negativas para el individuo en las principales áreas de su vida, como son la familia, las relaciones sociales, el trabajo, la salud, etc. (Cano Vindel, Miguel Tobal, Iruarrizaga y González, 1994).

En segundo lugar, el estrés puede producir una alta activación fisiológica que, mantenida en el tiempo, puede ocasionar disfunciones psicofisiológicas o psicosomáticas, tales como dolores de cabeza tensionales, problemas cardiovasculares, problemas digestivos,

problemas sexuales, etc. (Labrador y Crespo, 1993); a su vez, el estrés puede producir cambios en otros sistemas, en especial puede producir una inmunodepresión que hace aumentar el riesgo de infecciones (como la gripe) y puede aumentar la probabilidad de desarrollar enfermedades inmunológicas, como el cáncer (Cano Vindel y Miguel Tobal, 1994). En tercer lugar, el estrés puede desbordar al individuo de manera que comience a desarrollar una serie de sesgos o errores cognitivos (que veremos a continuación, al hablar de la influencia del estrés sobre los procesos cognitivos), que a su vez le lleven a adquirir una serie de temores irracionales, fobias, etc., que de por sí son un problema de salud (los llamados trastornos de ansiedad), pero que a su vez pueden seguir deteriorando la salud en otras formas. Por ejemplo, una persona sometida a estrés prolongado puede llegar a desarrollar ataques de pánico, o crisis de angustia, que son fuertes reacciones de ansiedad, que el individuo no puede controlar, con fuertes descargas autonómicas, temor a un ataque al corazón, etc. Posteriormente, estos ataques de pánico suelen complicarse con una agorafobia (evitación de ciertas situaciones que producen ansiedad), con una dependencia de los ansiolíticos, a veces con reacciones de depresión por no poder resolver su problema, etc. (Miguel Tobal y Cano Vindel, 1995).

El estrés también puede ocasionar una serie de perturbaciones sobre los procesos cognitivos superiores (atención, percepción, memoria, toma de decisiones, juicios, etc.) y un deterioro del rendimiento en contextos académicos (Cano Vindel y Miguel Tobal, 1996), laborales (Cano Vindel y Miguel Tobal, 1995), etc.

El estudio de cómo el estrés provoca interferencias sobre los llamados procesos cognitivos superiores y sobre el rendimiento se ha llevado a cabo fundamentalmente desde una perspectiva cognitivo-emocional y, sin duda, la emoción con la que más se ha trabajado a la hora de estudiar esta influencia negativa sobre los procesos cognitivos ha sido la ansiedad.

La ansiedad es una emoción negativa caracterizaba por sentimientos subjetivos desagradables de tensión, temor, inseguridad, etcétera, así como alta activación fisiológica e inquietud motora. Las respuestas de ansiedad más frecuentes a nivel subjetivo son: preocupación, temor, miedo, inseguridad, dificultades para tomar decisiones, falta de concentración, preocupación por la pérdida de control, pensamientos negativos sobre uno

mismo y sobre su actuación ante los demás, etc. Las manifestaciones fisiológicas incluyen: palpitaciones, sudoración, temblor muscular, dificultades para tragar o respirar, molestias gástricas, tensión muscular, etc. Las respuestas motoras u observables de una reacción de ansiedad son: inquietud motora, evitación de ciertas situaciones, aumento de consumo de tabaco, comida o bebida, etc. Estas tres manifestaciones de la ansiedad (a nivel cognitivo, fisiológico y motor) se pueden evaluar por separado mediante el Inventario de Situaciones y Respuestas de Ansiedad (ISRA, Miguel Tobal y Cano Vindel, 1986, 1994).

Tabla 2: Procesos cognitivos que pueden generar ansiedad y procesos cognitivos que pueden verse alterados por la ansiedad

Procesos cognitivos que pueden generar ansiedad:

Procesos cognitivos que pueden verse alterados por la ansiedad:

- valoración y afrontamiento

- atención

- atribuciones

- memoria

- expectativas negativas

- pensamiento

- creencias irracionales

- categorización

- pensamientos automáticos

- evaluación de estímulos

- pensamientos deformados

- juicios

- autoinstrucciones

- toma de decisiones

- autoeficacia percibida

- solución de problemas

- metacognición

La ansiedad está íntimamente ligada con los procesos cognitivos, en una doble dirección (ver tabla 2): por un lado, existen una serie de procesos cognitivos que pueden generar ansiedad, tales como valoración de la situación (que veíamos antes), tipos de atribuciones

causales,

expectativas

negativas,

creencias

irracionales,

pensamientos

automáticos, pensamientos deformados, autoinstrucciones, autoeficacia percibida, o metacognición; pero por otro lado, toda una serie de procesos cognitivos superiores pueden verse alterados por la ansiedad, como por ejemplo, memoria, pensamiento,

categorizacción, evaluación de estímulos, juicios, toma de decisiones, solución de problemas, etc.

Veamos brevemente cómo algunos procesos cognitivos pueden generar ansiedad. Comencemos por el concepto de valoración, previamente esbozado. Ya hemos dicho que cuando un individuo valora una situación como una amenaza, comienza una reacción de ansiedad, que será mayor si este individuo valora su capacidad de afrontamiento frente a dicha amenaza como insuficiente o escasa (Lazarus y Folkman, 1986).

Esta comprobado que todos tendemos a hacer atribuciones causales sobre los resultados de nuestras acciones (Weiner, 1986). Estas atribuciones presentan ciertas regularidades de manera que se pueden clasificar en unas pocas dimensiones básicas. La primera dimensión se refiere al lugar de control. Según esta dimensión las atribuciones se pueden clasificar en causas externas o internas al individuo. Una segunda dimensión es la estabilidad o temporalidad de la causa. Así, las causas pueden ser permanentes o temporales. Una tercera nos permite clasificar a las causas según su grado de control. Según esta dimensión, las causas podrían ser controlables o incontrolables para el individuo. Se ha comprobado en diferentes estudios que el tipo de atribuciones que realizan las personas está relacionado con su nivel de ansiedad. Por ejemplo, en el caso de la ansiedad a los exámenes, encontramos que los sujetos con altos niveles de ansiedad a los exámenes presentan un estilo atribucional diferente del que se observa en los sujetos con baja ansiedad a los exámenes. Los sujetos con más ansiedad a los exámenes hacen atribuciones externas, temporales e incontrolables cuando aprueban; en cambio, hacen atribuciones internas, permanentes e incontrolables cuando suspenden. Es decir, tienden a pensar "este examen era muy fácil" si han aprobado, pero pensarán "soy tonto" si suspenden. Por el contrario, un sujeto con baja ansiedad a los exámenes tiende a hacer atribuciones internas tanto para el éxito como para el fracaso, si bien en el primer caso (cuando aprueba) las atribuciones son también permanentes y controlables, mientras que en el segundo caso (cuando suspende) serán controlables y temporales. Si aprueba se refuerza con una frase agradable que refleja su atribución interna y estable, mientras que si suspende no se castiga, sino que piensa que "esta vez no ha estudiado lo suficiente", causa ésta temporal y controlable, además de ser interna. Las diferencias de estilo atribucional entre estos dos tipos de individuos van a ser responsables de la diferente experiencia que van a ir acumulando unos y otros. Así, los sujetos con baja ansiedad a los

exámenes, por su estilo atribucional pueden ir acumulando cada vez más seguridad ante la tarea de hacer exámenes; mientras que el estilo atribucional observado en los sujetos con alta ansiedad a los exámenes les puede llevar a sentirse cada vez más ansiosos ante las situaciones de evaluación.

Las expectativas son una probabilidad subjetiva de que un suceso pueda llegar a ocurrir. Este valor subjetivo de probabilidad está relacionado con la conducta y con las consecuencias de ésta, de manera que las expectativas tienden a cumplirse, cuando el resultado depende del individuo. Si un individuo tiene expectativas positivas de conseguir algo es más probable que lo consiga que si mantiene expectativas negativas. Por lo general, los individuos con alta ansiedad presentan un elevado número de expectativas negativas sobre muchos resultados que son importantes para ellos, lo que hace aumentar su tensión con respecto a tales resultados. A su vez, estas expectativas negativas tienden a estar relacionadas con una mayor inseguridad, una menor autoeficacia percibida (menos control en una situación concreta) y menor autoestima (Bandura, 1977).

A veces nuestro comportamiento parece apoyarse en ciertas creencias irracionales, que a veces no son demasiado conscientes para nosotros, en el sentido de que no las verbalizamos, o discutimos, pero que suponen en el fondo fuertes convicciones que nos sirven de guía en nuestra conducta. Por ejemplo, algunas personas se esfuerzan en exceso por agradar a los demás, hasta el punto de sacrificarse ellos mismos con tal de obtener la aprobación de los otros. En este caso, algunas técnicas cognitivas, como la terapia racional emotiva de Ellis (1975), han desarrollado procedimientos para hacer ver al individuo que se está comportando de acuerdo con esta creencia irracional y se le ayuda a modificarlo, lo que cambiará también sus emociones (se reducirá su ansiedad) y cambiará su conducta en general.

Los pensamientos deformados son razonamientos equivocados que el sujeto da por buenos, alejándose así de una correcta interpretación de la realidad, con todos los problemas que ello conlleva. Por ejemplo, los sujetos ansiosos tienden a exagerar la importancia de un pequeño suceso negativo (magnificación), o por el contrario se minimiza la importancia de un evento positivo. En general, ante la ansiedad nos encontramos muchas veces con cuatro tipo de errores: 1) sobrestimación de la probabilidad de un suceso temido; 2) sobrestimación

de la severidad de un suceso temido; 3) infraestimación de los recursos de afrontamiento; y 4) infraestimación de las posibilidades de ayuda por parte de otros (Beck, 1986).

Las autoinstrucciones se refieren a la autocharla interna que mantiene el individuo consigo mismo en cualquier situación, mientras valora su conducta, resalta los aspectos positivos o negativos de su actuación, se da instrucciones a sí mismo para seguir adelante, etc. Estas autoinstrucciones están muy relacionadas con la conducta observable, de manera que una mala actuación suele estar precedida por una autocharla muy negativa, en la que resaltan cadenas de pensamientos o de autoinstrucciones que progresivamente van siendo cada vez más negativas acerca de la valoración de su propia conducta o su actuación. El resultado en este caso será una reacción de ansiedad y una peor ejecución de la propia conducta en dicha situación (Meichenbaum, 1987).

La autoeficacia percibida se refiere al grado de control percibido que el sujeto cree poseer sobre sus emociones y sobre su conducta en una determinada situación. La autoeficacia percibida está directamente relacionada con la consecución de los resultados deseados e inversamente relacionada con el nivel de ansiedad alcanzado cuando se está intentando conseguir dichos resultados (Bandura, 1977).

Como puede verse algunos constructos cognitivos están muy relacionados entre sí, por ejemplo la autoeficacia percibida vendría a ser una expectativa de resultados en una determinada situación. Por último vamos a referirnos al concepto de metacognición como concepto explicativo que puede ayudar a explicar las relaciones entre pensamiento y conducta o entre pensamiento y emoción. La metacognición es una reflexión, una teoría sobre nuestra propia cognición. Es decir, viene a ser algo así como lo que pensamos sobre como pensamos, o lo que pensamos sobre como funciona nuestra forma de pensar. En general se observa que una correcta metacognición nos ayuda a tener más memoria o a controlar mejor nuestras emociones negativas como la ansiedad, mientras que una mala teoría sobre nuestro funcionamiento cognitivo (una metacognición errónea o desajustada) nos lleva a un peor funcionamiento cognitivo y a un peor control de nuestra conducta y de nuestras emociones. Por ejemplo, los pacientes con trastornos de ansiedad que arrastran su problema desde hace años, suelen mejorar algo simplemente con leer un libro de autoayuda donde se le informa sobre los sesgos o errores cognitivos que comete una persona que sufre ansiedad. El

conocimiento sobre como sus pensamientos pueden producir su problema comienza a aliviar su trastorno.

La ansiedad y el estrés disminuyen por lo general el rendimiento en tareas difíciles, de manera que se requiere un nivel medio de ansiedad, o nivel óptimo, para conseguir el rendimiento más alto. Según la ley de Yerkes-Dodson (1908), el nivel de activación y el rendimiento no se relacionan linealmente, sino que guardan relación curva, en forma de U invertida. El mejor rendimiento no se alcanzaría con valores muy bajos o muy altos de activación, sino con valores medios.

Para explicar esta disminución del rendimiento en tareas difíciles se recurre a los procesos cognitivos superiores, especialmente la atención. Las personas que reaccionan con una fuerte reacción de ansiedad en situaciones de estrés, generan muchas cogniciones o pensamientos negativos que interfieren sobre la atención que el individuo debe prestar a la tarea que está realizando. Teorías más recientes han incluido otros procesos cognitivos, especialmente la memoria y la capacidad de procesamiento, como variables explicativas de los mecanismos por los cuales la ansiedad y el estrés reducen el rendimiento en tareas difíciles. Véase el trabajo de Gutiérrez Calvo (1996) para una revisión de estas teorías.

Sobre las relaciones entre ansiedad y estrés con procesos cognitivos se han estudiado también otros procesos cognitivos como la categorización, la evaluación de estímulos, los juicios, la toma de decisiones y la solución de problemas. Por lo general, las conclusiones que se extraen de estos estudios es que cuando un individuo se encuentra sometido a una situación de estrés, como por ejemplo, una situación de examen, o hablar en público (ansiedad de evaluación), sufre un deterioro en su funcionamiento cognitivo normal, que acarrea un peor rendimiento en dichas situaciones.

Se calcula que entre un 15 y un 25% de los estudiantes sufren serios problemas de ansiedad ante los exámenes. Esta ansiedad puede disminuir el rendimiento por varias vías, como son: (1) los estudiantes más ansiosos pueden evitar la situación de estudio, para disminuir el malestar que les produce la ansiedad; (2) los estudiantes con más ansiedad pueden haber desarrollado peores hábitos de estudio, en cuanto a tiempo de estudio, estructuración de la información, etc.; (3) durante la situación de examen, o a la hora de

hablar en público, la ansiedad puede generar muchos pensamientos negativos que interfieren sobre la atención; (4) la ansiedad puede afectar a la memoria, disminuyendo el número de palabras que se recuerdan o usan, de manera que no se puede recuperar algunas informaciones almacenadas; (5) la ansiedad puede dificultar tareas de pensamiento como la toma de decisiones, o la solución de problemas, creando así dificultades para actuar correctamente en la situación que provoca el estrés.

Existen programas de reducción de ansiedad ante los exámenes (Escalona y MiguelTobal, 1996) que han demostrado su eficacia a la hora de reducir la ansiedad y mejorar el rendimiento. La combinación de técnicas cognitivas de reducción de ansiedad con relajación es muy eficaz a la hora de reducir los miedos, pensamientos negativos, etc., así como la activación fisiológica, los dos grandes responsables de las alteraciones cognitivas que hacen disminuir el rendimiento en tareas complejas.

Referencias

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