LAS BENDICIONES DEL TRABAJO EN LA FAMILIA por Dean Jarman Presidente de la Estaca University Second, de Salt Lake, Utah

Conferencia General Octubre 1982 LAS BENDICIONES DEL TRABAJO EN LA FAMILIA por Dean Jarman Presidente de la Estaca University Second, de Salt Lake, U

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Conferencia General Octubre 1982

LAS BENDICIONES DEL TRABAJO EN LA FAMILIA por Dean Jarman Presidente de la Estaca University Second, de Salt Lake, Utah

Cuando toda la familia trabaja junta se reciben bendiciones tanto temporales como espirituales. Los mandamientos que el Señor dio a Adán fueron espirituales; El mismo dijo que jamás le dio "una ley que fuese temporal (D. y C. 29:3435). Por lo tanto, el trabajo, instituido desde los comienzos de este mundo, fue un principio espiritual. Hubo en mi vida diversas influencias que despertaron en mí el deseo de enseñar a mis hijos a trabajar. La primera fue el conjunto de experiencias que yo mismo tuve de niño con mis maravillosos e inteligentes padres. Nuestro primer proyecto familiar de trabajo comenzó cuando yo tenía unos nueve años, una noche que papa llegó a casa con un equipo para lustrar zapatos que hasta tenía un aparato para colocarlos a fin de que el trabajo fuera más fácil; nos animó a mi hermano y a mí a ser industriosos y tratar de ganar algo de dinero cobrando quince centavos por cada par que lustráramos. Por supuesto, sus zapatos y los de mama siempre brillaban, pero nuestras oportunidades como "negociantes" las encontrábamos entre los visitantes siempre que mis padres hacían una reunión. Yo me encargaba de hablar con ellos y ofrecerles nuestros servicios; era muy frecuente ver en esas reuniones a varias personas sin zapatos. Al cabo de unos pocos años, papa llegó una noche a casa con otra idea. "¿Por qué no venden guirnaldas de Navidad?", nos sugirió. Y así nos embarcamos en otra empresa. Íbamos de puerta en puerta tomando los pedidos, y luego comprábamos las guirnaldas a un vendedor al por mayor y las repartíamos a nuestros clientes. Les agregábamos un mono rojo y cobrábamos cincuenta centavos extra. Durante varios años nuestros padres nos ayudaron en este "negocio". Siendo ya estudiante universitario comencé a darme cuenta de que el trabajo tiene un valor mucho mayor que el del dinero que uno gana. Lo que oí decir a tres personas en diferentes oportunidades dejó mareas indelebles en mí. La primera vez fue mientras estudiaba en la Universidad de Utah, cuando Lowell L. Bennion, Director del Instituto de Religión, me enseñó una filosofía especial sobre el arte de criar hijos. Él tenía una huerta grande y cuando e le preguntaba qué era lo que cultivaba, su respuesta no era la usual de "tomates, maíz o zanahorias", sino que contestaba simplemente, "muchachos". La segunda vez fue la respuesta le un estudiante de BYU* (BYU-Universidad Brigham Young) a quien preguntaron por qué, entre todos sus compañeros de secundaria, solamente él había permanecido activo en la Iglesia. Él contestó que había sido gracias a una vaca; luego procedió a explicar que, mientras sus amigos no tenían nada que hacer después de las horas de estudio, y se metían en problemas por tener demasiado tiempo libre, él tenía que ir a su casa a ordenar la vaca y, aunque en esa época le disgustaba hacerlo, más tarde se había sentido lleno de gratitud por la

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inteligencia de sus padres al mantenerlo ocupado y por aquella vaca que requería de sus cuidados. La tercera oportunidad en que me impresionó algo que oí fue cuando un ex presidente de misión dijo que muchos jóvenes que salen de misioneros no saben trabajar, no tienen experiencia en la organización del tiempo y carecen de iniciativa. Poco a poco fui adquiriendo conciencia de la importancia del trabajo. A1 casarme tenía tres metas: utilizar el trabajo como medio para educar a nuestros hijos; asegurarme de que no tuvieran demasiado tiempo libre; y prepararlos para servir fielmente al Señor. Mi matrimonio con una maravillosa compañera fue bendecido con hermosos hijos. En el espacio de unos pocos años fuimos padres de diez niños . . . ocho de ellos varones. Con una familia tan grande, sabíamos que, a medida que fueran creciendo, sería necesario que ayudaran al presupuesto familiar asumiendo la responsabilidad de algunos de sus gastos. Esta necesidad se hizo evidente por primera vez cuando, al volver a Utah, los cuatro mayores expresaron su deseo de aprender a esquiar.** (Por sus hermosas montañas, una atracción principal de Utah son los deportes de invierno.) Por aquel entonces, el mayor tendría unos doce años. Un año, para Navidad, compramos cuatro pares de esquís de madera, bastones y botas, todo de segunda mano. Nuestros hijos quedaron encantados con su regalo de Navidad y aceptaron la responsabilidad de la mayoría de sus gastos futuros. Puesto que ni mi esposa ni yo consideramos la limosna beneficiosa en ninguna de sus formas (ni siquiera entre parientes), nos preguntábamos continuamente cómo podríamos conseguir que nuestros hijos se fueran haciendo autosuficientes. Muy pronto se nos ofreció la oportunidad de trabajar cotejando y preparando folletos de propaganda, para después repartirlos en 5.000 casas de familia. Lo hacíamos por las tardes y noches, y los sábados; todos los miembros de la familia cotejábamos los materiales, después de lo cual mi esposa o yo llevábamos a nuestros hijos a los lugares donde tenían que repartirlos, alentándolos siempre a hacer bien su tarea. Hicimos varias veces este tipo de trabajo; nuestros hijos empezaron a ganar el dinero que necesitaban, y todos nos dimos cuenta de que era muy divertido trabajar juntos. Al cabo de dos años, dejamos el "negocio" de los folletos de propaganda y nos dedicamos a repartir guías telefónicas. Varios veranos seguidos cargamos la camioneta con guías y niños; los días eran calurosos, trabajábamos largas horas, algunas calles eran difíciles de encontrar, algunas direcciones no existían, las guías eran muy pesadas, había largas calles en cuesta arriba, y algunos perros eran realmente feroces; pero nos divertíamos mucho. A veces, dos de los niños iban a una casa, uno para entretener al perro mientras el otro entregaba la guía. Un verano, uno de los varones se fracturó un pie mientras trabajábamos. A1 cabo de pocos días manifestó su deseo de volver a trabajar con nosotros, y muy pronto

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ocupaba su lugar en la camioneta desempaquetando las guías y dando indicaciones a sus hermanos para encontrar la dirección adonde iban. Al finalizar esos días de trabajo, todos tenían alguna anécdota para contar, o una experiencia cómica para compartir con los demás, o logros de los cuales presumir, ninguno tenía dificultad alguna el quedar dormido apenas ponía la cabeza en la almohada. Si, efectivamente nos divertíamos, al mismo tiempo que adquiríamos la satisfacción de una tarea bien cumplida. Pero todavía no teníamos una visión clara de todas las bendiciones que recibíamos por medio de esos proyectos familiares. Nuestros hijos aprendían a ganar lo necesario para sus gastos todos nos sentíamos bendecidos con paz y contentamiento. Nuestro siguiente proyecto comenzó un año antes de que nuestro hijo mayor se fuera en su misión, cuando el empezó a cortar el césped en los jardines como medio para juntar dinero. Entonces compramos un camioncito viejo que casi siempre marchaba, y algunas herramientas de jardinería y maquinas viejas de cortar césped. Ese año el mismo hizo casi todo el trabajo solo, llevando alguna vez a uno de sus hermanos menores. Pero al año siguiente yo decidí tomar participación activa, puesto que ninguno de los otros muchachos tenía licencia de conductor. Hicimos propaganda, presentamos presupuestos, conseguimos referencias y aumentamos mucho nuestra clientela. También tuvimos que enfrentarnos con problemas; un día la máquina de cortar los bordes no funcionaba y tuve que atravesar toda la ciudad para ver qué pasaba; al volver me esperaba la noticia de que una den las máquinas de cortar césped se había roto, y tuve que volver a cruzar la ciudad para arreglarla. Después de muchas horas de arduo trabajo, el segundo de mis dos hijos mayores me miró fijamente y me preguntó: "Papa, ¿tendremos que trabajar así durante todo el verano?" Nos mantuvimos firmes en nuestro esfuerzo, y este es el cuarto año en que estamos haciendo ese trabajo. Con el hemos aprendido a mantener intacto nuestro sentido del humor, a pesar de un sistema de riego que se nos rompió inundando todo, de lluvias inesperadas, de que el motor del camión se nos quemó, se nos rompieron maquinas, yo arranque por error un caro arbolito miniatura de uno de nuestros clientes y un día, una de las ruedas del camioncito se salió en medio de un denso tráfico. También tuvimos de esos días en los que el equipo funciona bien, el camión anda perfectamente, el sol brilla en todo su esplendor y todos estamos a tiempo para empezar, pero alguien se olvida de trabar la puerta de atrás del vehículo y todas las piezas que componen nuestro equipo van resbalando, una a una, quedando diseminadas por la calle en nuestro recorrido desde la casa de un cliente a la de otro Quizás algunas personas se pregunten por que nos esforzamos tanto. La respuesta, obvia para mí, es: 1. Nuestros hijos adolescentes tienen ahorrados considerables fondos misionales.

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2. Todos nuestros hijos saben que tendrán un trabajo apenas cumplan los once años. 3. No se trabaja los domingos. 4. Todos aprenden a realizar tareas útiles. 5. Uno de nuestros hijos estudio contabilidad en secundaria, a fin de poder llevar los registros de nuestros negocios. 6. Otro de ellos aprendió mecánica de motores, y está encargado de la reparación de toda maquinaria. 7. Mediante este trabajo esperamos que nuestros hijos aprendan a reconocer las necesidades de los pobres, las viudas y los desamparados y a prestarles un buen servicio cristiano. 8. Están aprendiendo a manejar sus ingresos y a distinguir entre las cosas que desean y las que realmente necesitan. 9. Además, podemos disfrutar del privilegio de enseñarles muchas cosas mientras trabajamos juntos. Pero esto no es todo, también hay otros valores, difíciles de describir, pero muy reales. Un domingo, hace dos semanas, mi esposa les pidió a nuestros varones que escribieran aquello que consideraran de valor en el hecho de trabajar juntos. Nuestro hijo de dieciocho años escribió: "Desde que tengo uso de razón se me ha enseñado el valor del trabajo esforzado y a honrar las responsabilidades y el apellido que llevo. Al contemplar retrospectivamente mis experiencias en estos proyectos familiares, me he dado cuenta de la manera en que han contribuido a la formación de mi personalidad permitiéndome tomar decisiones importantes. también he aprendido a tener confianza en mí mismo al verme obligado a tratar con otras personas. Pero lo realmente valioso es que la familia se ha unido más por medio del amor y el respeto mutuos." Nuestro hijo de trece años, que desde hace cuatro está trabajando con sus hermanos, escribió: "Nuestros proyectos familiares de trabajo me han enseñado cómo desempeñar mejor una tarea. Cuanto más empeño se pone en la labor, más satisfecho se siente uno. Y estoy muy contento con la relación que he podido establecer con mis hermanos y mis padres." Después de enumerar diversas bendiciones, nuestro ex misionero escribió: "Pero una de las más grandes que he recibido es la unidad de nuestra familia. Padres, hijos v hermanos nos hemos convertido en verdaderos amigos." El hijo de dieciséis años se expresó así:

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"El trabajar juntos nos ha enseñado la importancia de ser honestos y dignos de confianza; también hemos aprendido a hacer grandes sacrificios para mantener en alto el prestigio familiar." El de quince años escribió: "Estos trabajos me han enseña do a saber manejar el dinero. Cuando me compro ropa o cualquier otra cosa, la cuido muy bien porque se lo que me ha costado! cuanto trabajo he tenido que hacer para ganármela. Cuando mis padres me compraban todo, pensaba que ellos tenían una fuente inagotable de dinero, y no me preocupaba tanto por cuidar mis cosas. Además, el trabajar me llena de satisfacción... y también me hace tener un hermoso color tostado en la piel . . ." Mi esposa, a su vez, escribió lo siguiente: "He observado a otros jóvenes que tienen en sus manos demasiado tiempo libre, y me siento agradecida de que nuestros muchachos sepan que hay gente que depende de su trabajo; y, por causa de este, muchas veces tienen que sacrificar sus propios deseos. Espero que así también aprendan a ser generosos." A todo esto quisiera agregar mis propios pensamientos. Nuestro trabajo juntos ha sido un factor preponderante en el amor, la paz y la unidad de nuestro hogar Antes, para establecer el ambiente apropiado, teníamos que empezar nuestras noches de hogar (o el himno "Cuando hay amor (192); pero al terminarlas era tal el caos que sentíamos deseos de cantar "Paz, cálmense" (175). Felizmente, esos días han quedado ya muy lejos en el pasado. Muchos de los vecinos han comentado sobre lo evidente que es lo que disfrutan nuestros hijos estando juntos. Y a mí me asombra observar cómo, desde pequeños. han tratado de bastarse a sí mismos. Evidentemente, el trabajo es un principio espiritual y esencial y, como nos ha enseñado nuestro amado Profeta, "La vida no puede ser toda diversión". Deseo testificar que el trabajo familiar, combinado con la oración y el estudio de las Escrituras en familia, es un factor primordial para que las familias de la tierra reciban las bendiciones del cielo. En el nombre de Jesucristo. Amen.

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