Las flores, los árboles, las hojas, las mariposas. Todo era maravilloso. y ella saltaba alegremente bailoteando y tarareando su canción

SANDRA FERNANDEZ 3º DE E.S.O Las flores, los árboles, las hojas, las mariposas. Todo era maravilloso y ella saltaba alegremente bailoteando y tararea

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SANDRA FERNANDEZ 3º DE E.S.O

Las flores, los árboles, las hojas, las mariposas. Todo era maravilloso y ella saltaba alegremente bailoteando y tarareando su canción favorita.

Toc, toc, toc.

Se levantó sobresaltada. El incesante golpeteo en el ventanuco que producía el viento sobre las ramas de aquel fornido árbol que descansaba erguido al lado del refugio la había despertado. Todo era diferente, era una noche muy calurosa y su cuerpo reposaba en la zona más fresca de la habitación. Sabía que hoy era el día, pero, agarró a su hijo contra su pecho y volvió a dormirse.

Los pájaros más exóticos de la zona comenzaron a entonar sus cánticos al amanecer y ella despertó. Todo había comenzado. Empezó a prepararlo todo, recogió las escasas ropas del bebé y ella se puso unas limpias, hoy era el día de partir.

Ella era alta, ágil y segura de sí misma, por eso, sabía que lo iba a conseguir. Al salir del refugio acunaba a su hijo para que éste dejase de llorar. A la luz del sol sus ojos color azabache brillaban en su totalidad y su expresión indicaba su afán por llegar a ese paraíso que le habían prometido.

Amina, era dulce, apacible y muy amada en el poblado pero sabía que debía hacerlo, por su hijo y por ella. Por el camino, los intensos rayos del sol resaltaban su tostada piel y su escarolado pelo negro brillaba ante la luz.

Ya había llegado. Un enorme mar azul se desplegaba ante sus ojos y el golpeteo de las olas contra las rocas producía un ruido intenso que, cada vez, la ponía más nerviosa. Estaba ella sola, nadie más había aparecido. Todos debían estar allí.

-¡Amina¡- gritaron a lo lejos

Ya habían llegado.Ella suspiró y se sintió más aliviada y tranquila.

Estaban todos en silencio cuando apareció un hombre alto, corpulento y cuyo aspecto imponía respeto. Cuando comenzó andar

todos le siguieron sin decir ni una palabra. Les enseñó una barca, bastante pequeña

para todos los que eran. Cuando ella la vio un

tremendo temor le recorrió todo el cuerpo, pero debía seguir adelante. Sin pensarlo dos veces todos se subieron a la barca y emprendieron el viaje.

Todo era normal, todo estaba en calma, hasta que el mar se enfureció y las olas les pasaban por encima de sus cabezas empapándoles de miedo. Ella sujetaba con todas sus fuerzas al bebé y con una mano intentaba agarrarse a la barca.

Muchos cayeron, muchos dejaron su vida en el mar, pero ella no, Amina aguantaba, debía llegar hasta el paraíso, debía llegar hasta la península.

El mar volvió a calmarse, pero había hundido la barca y ella estaba agarrada a una pequeña tabla con su hijo entre los brazos.

La corriente la arrastró hacia una zona desierta, y pasó horas y horas sujetando a su hijo lo más fuerte posible.

Después de unos días en los que ella tuvo momentos de decaídas, de fuerza, de abandono, vio a lo lejos algo que le devolvió la esperanza.

-

¡Tierra!- gritó sobresaltada-¡tierra!

Estaba muy sorprendida y a la vez muy ilusionada, lo había conseguido. Su bebe estaba totalmente sano aunque temía por él debido al cambio climático, pero su hijo estaba bien, y era lo que más le importaba.

Con ayuda de sus piernas, adormecidas por la baja temperatura del agua, se acercó hasta la orilla. Lo primero que sintió fue un gran golpe de frío que invadió su mente ya que ella no estaba acostumbrada y su cuerpo, completamente mojado, se derrumbó.

Acurrucada entre la arena divisó muchas luces de neón de variados colores y muchas familias que la observaban atentamente mientras paseaban por el malecón.

Uno de los carteles, que Amina alcanzaba a leer decía: “Feliz Navidad”

Navidad…, Navidad, había oído hablar de ello, consumo, y encuentro con la familia y los amigos, no significaba nada más.

El paseo que surcaba toda la blanquecina playa albergaba a gran cantidad de gente, familias que paseaban felices, pequeños puestos que ofrecían joyas y juguetes, todos coincidían, todos la miraban.

Hubo algo o mejor dicho alguien que le llamó la atención.

Una mujer de unos 75 años paseaba sola entre la muchedumbre, de repente, se paró y la miró, al instante descendió las escaleras que conducían a la playa y se detuvo delante de ella.

Sin decir nada, la llevó a su casa y la vistió con ropa caliente y bañó a l bebe dejándolo adormecido en una pequeña cama. Los ojos de Amina brillaban incrédulamente ante esta situación

La anciana la condujo hacia una salita, en la que reposaba una chimenea cuyos leños ardían muy lentamente. Al lado de ésta, había un nacimiento, con todas las figuras que parecían mirarla atentamente.

Todo estaba decorado, lazos de rojas telas y campanas brillantes adornaban la habitación, en la que la tranquilidad y el calor humano llenaron a Amina de una sensación que antes no conocía.

Era una sensación que mezclaba la tranquilidad, la felicidad y el agradecimiento en un solo sentimiento.

Amina la miró. Su arrugada cara no paraba de sonreír, sus ojos que, estaban llenos de vida y brillantes como dos luceros, miraban a Amina sin desviarse a ningún otro lugar. Sus manos alargadas y huesudas reposaban sobre la mesa moviendo los dedos frenéticamente y de forma indiferente. La anciana seguía sonriendo.

Se presentó, se llamaba Carmen y su marido había muerto las pasadas Navidades y desde entonces se encontraba inmersa en el recuerdo de años anteriores.

Amina se preguntaba por que lo habría hecho, por qué esa anciana la había acogido con hospitalidad.

Pasaron los días y la amistad entre las dos mujeres aumentaba cada vez más rápido. Sin palabras, únicamente con sus miradas, se comprendían.

Carmen les compró ropa a los dos, y todo lo necesario para el bebe. Amina notó mucho cambio en su hijo, sonreía y se reía, casi no protestaba y cuando le sentaban frente a la lumbre se quedaba como atontado mirándola fijamente sin pestañear. Su sonrisa inspiraba, alegraba y entusiasmaba a su madre, y el brillo de sus ojos hacia que

estos pareciesen dos enormes campanas que resonaban a la llegada de la Navidad. Y por fin ese día llegó, el día de Navidad. Las dos mujeres prepararon una copiosa cena, una cena que jamás Amina había podido saborear: carne, pescado, verduras… nunca había comido tanto.

Encendieron la televisión, solo había música y

gente sonriendo y

construyendo una gran mentira, la mentira de una fiesta única en la que se esta olvidando el verdadero espíritu de la Navidad, el espíritu de alegría, hospitalidad, amabilidad y felicidad. Esto era lo que Amina veía.

Comenzaron a cenar, se rieron, se divirtieron pero sobre todo se sintieron agradecidas.

Amina, porque esa anciana la había salvado, le había devuelto a la vida, tanto a ella como a su hijo.

Carmen agradecida por la bendición que había recibido, porque Amina y el bebe hubiesen entrado en su vida, y sobre todo por el fin de la tristeza que había estado sufriendo este último año, sola, sin su marido y sin un hombro en el que poder apoyarse.

Se miraron y sonrieron, las dos estaban felices de estar juntas en Navidad y su mayor deseo era que pudiesen seguir estándolo todas las Navidades posibles.

Para Amina había llegado el momento,…, el momento de preguntarle por qué lo había hecho, por qué le había salvado, y así lo hizo. La respuesta fue inmediata:

-

No lo sé – dijo – fue un impulso, al mirar tus tristes ojos me di cuenta de que nunca habías vivido una Navidad, y comprendí que debías hacerlo junto a otra persona, por eso lo hice.

Ya era tarde, la anciana se levantó, acostó al niño, le dio un beso a Amina en la mejilla y sin decir nada se fue a dormir.

Amina se quedo inmóvil, las palabras de Carmen resonaban en su cabeza y su mente no paraba de darle vueltas a todo lo que esta había dicho. Estaba muy cansada, por lo que se fue a dormir.

A la mañana siguiente, Amina había aclarado todas sus dudas y nada mas entrar en la cocina vio a Carmen, no tuvo que pensárselo dos veces, se acerco a ella y le dijo suavemente al oído:

- Gracias.

A partir de ese momento, Carmen era como una madre para Amina y Amina era una estupenda hija para Carmen. Pasaron muchas Navidades juntas y vieron crecer al hijo de Amina.

Esa noche, ella había conseguido descubrir el verdadero significado de la Navidad, el verdadero fin de esta fiesta que estaba siendo tapada por el consumo y la hipocresía, a partir de esa noche, los ojos de Amina cambiaron de luz para siempre.



La Navidad es una fiesta en la que debemos recobrar los valores con los que un niño, con su nacimiento, trajo al mundo. Valores como la hospitalidad, el amor al prójimo y la felicidad. El espíritu de la Navidad esta presente en todos nuestros corazones que intentan hacer realidad una verdadera Navidad.

( HISTORIA DE UNA INESPERADA Y DULCE NAVIDAD)

VIRGO

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Nombre: Sandra Fernández Barrio Curso: 3º E.S.O Centro de Enseñanza: San Vicente de Paúl Edad: 14 años Dirección: Pza. Virgen de la Vega, 8

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