LAS FUENTES DEL PODER POLÍTICO. Fundamentos para una teoría del capital político a partir de evidencia chilena 1

LAS FUENTES DEL PODER POLÍTICO. Fundamentos para una teoría del capital político a partir de evidencia chilena1 Alfredo Joignant2 Lucas Perelló3 Javie
Author:  Elena Rey Rojas

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LAS FUENTES DEL PODER POLÍTICO. Fundamentos para una teoría del capital político a partir de evidencia chilena1 Alfredo Joignant2 Lucas Perelló3 Javier Torres4

Formalmente, la teoría democrática postula que el acceso a la posición de representante está abierto a todo ciudadano que demuestre interés, virtud y vocación por representar intereses, a continuación de elecciones libres, abiertas y competitivas. Naturalmente, esto dejaría de ser cierto al considerar el acceso al campo político mediante actos de nominación (los así llamados nombramientos en “cargos de confianza”), dado que para beneficiarse de ellos, se presume de la autoridad que nomina a un puesto la capacidad de discernir virtudes entre aquellos individuos notables bajo algún aspecto, o en su defecto de depositar confianza en el aval que es otorgado por un partido a favor de algún hombre o mujer “excepcional”. A decir verdad, estos dos enfoques son sumamente insuficientes a la hora de dar cuenta de las razones que conducen a tal o cual agente a una posición electiva o de nominación, puesto que existe una abundante literatura sobre la incidencia de innumerables sesgos sociales (Coller, 2008; Coller y Santana, 2009) y a menudo invisibles (Gaxie, 1979) que se encuentran en el origen de la selección (pero sobre todo de la eliminación) de determinados agentes, lo que deja de ser cierto a propósito de la investigación –más bien escasa- sobre los nombramientos por parte de autoridades unipersonales. La literatura científica se ha interesado desde hace mucho tiempo en las lógicas institucionales de selección y reclutamiento de candidatos, pero también en los mecanismos que conducen a determinados agentes a ocupar posiciones de confianza. Es gracias a esta literatura, en donde el peso de la explicación recae en las instituciones, que ha sido posible emprender reformas democratizadoras del acceso al gobierno o al parlamento. Sin embargo, ello se ha pagado al precio fuerte de ignorar las fuentes de poder de la que gozan los agentes antes de acceder a posiciones relevantes en el campo político. El campo político, esto es aquel espacio social diferenciado de otros en el que compiten agentes interesados por ocupar posiciones de dominación de modo duradero y emprender carreras que los transforman en políticos Ponencia presentada en el XXII Congreso Mundial de Ciencia Política, Madrid, 8-12 de julio 2012, la que se inscribe en el proyecto FONDECYT 1100877. 2 Profesor Titular, Escuela de ciencia política de la Universidad Diego Portales (Chile). E-mail: [email protected] 3 Investigador del Instituto de Ciencias Sociales (ICSO) de la Universidad Diego Portales. 4 Investigador del Instituto de Ciencias Sociales (ICSO) de la Universidad Diego Portales. 1

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profesionales, se caracteriza por innumerables formas de cierre y por tanto de exclusión, incluso en aquellos momentos históricos tan particulares como los de un cambio de régimen 5 : en efecto, “la renovación de las elites políticas es inevitablemente seguida por un cierre de la clase política” (Best, 2003: 20). Cuando ese cierre se ha producido, una de sus primeras expresiones es la aparición de una competición política cada vez más autonomizada de otras competiciones sociales, en la que participan agentes dotados de un sentido de familiaridad con las luchas que tienen lugar en el campo político que difícilmente podría ser emulado por los ciudadanos comunes, lo que a menudo se traduce en ellos en un interés muy intermitente por lo que allí ocurre (Bourdieu, 1981). Es en efecto tan grande la asimetría de posiciones y de competencias (en el sentido de ser competente) entre agentes profesionalizados y ciudadanos ordinarios, que uno puede entender la aparición de una brecha entre lo que unos pocos hacen y dicen al competir por el dominio del campo político, y lo que otros perciben de manera episódica y a menudo desinteresada. Esta es una propiedad general de funcionamiento de los campos políticos democráticos, cuya diferenciación de otros campos se traduce en lógicas de funcionamiento cada vez más autonomizadas (Bourdieu, 1984 y Gaxie, 1993), al punto de terminar obedeciendo únicamente a sus propias reglas y principios. Ciertamente, las variaciones y diferencias entre campos políticos nacionales existen a este respecto, y se explican por las distintas elecciones institucionales que los agentes políticos hicieron, las que se reproducen día tras día por el sólo hecho de competir a partir de ellas: en tal sentido, no será lo mismo un campo político en donde se le prohíbe a los diputados reelegirse (como por ejemplo en México) que en aquellos otros en donde no existen límites a los mandatos ni prohibiciones sobre su acumulación en distintos niveles (como por ejemplo en Francia con la figura del diputado-alcalde). Dependiendo de estas elecciones institucionales, el campo político se mostrará más o menos competitivo y abierto. Pero existe una segunda fuente de variación del campo político que ya no sólo tiene que ver con las instituciones. Este espacio autonomizado es habitado, a menudo duraderamente, por agentes que se diferencian entre sí desde la perspectiva de sus orígenes sociales y de sus credenciales educativas, de su riqueza, de su edad o de sus trayectorias profesionales, de su género o raza, lo que a su vez puede redundar en diferencias de un campo político nacional a otro, en cambios históricos al interior de un mismo campo en distintos momentos del tiempo, o en variaciones entre arenas (por ejemplo entre la cámara de diputados y el senado allí donde existe bicameralismo, entre concejales en el espacio municipal y consejeros en el nivel provincial o regional, etc.). En tal sentido, no resulta banal el estudio de la composición social, racial o de género de un gabinete ministerial o de una cámara legislativa en un mismo país en distintos momentos del tiempo o entre países, ya que de ello dependerá Ver al respecto el interesante trabajo de Bermeo (2003) sobre los fenómenos de circulación de elites en los momentos de cambio desde formas autoritarias a formas democráticas de régimen en los países de Europa del sur. 5

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la naturaleza social del cierre del campo político, la que -como se puede advertir- no es sólo institucional. Pero este estudio tampoco es banal si se le entiende desde la perspectiva de los capitales y recursos, por definición desiguales, con los que los agentes acceden al campo político y emprenden carreras en dichos espacios. La literatura se ha interesado particularmente en los agentes que han emprendido carreras políticas, todas ellas exitosas por el sólo hecho de haberse traducido en el acceso a algún tipo de posición en el campo, aunque menos exitosas si las carreras son interpretadas desde el punto de vista interesado de agentes con motivación y ambición por posiciones elevadas y no necesariamente satisfechas en la realidad. Pero convengamos que acceder a una posición en el campo, por muy modesta que ésta sea, constituye un evento que por sí solo es excepcional, en el sentido en que “el reclutamiento real es un evento altamente improbable” (Best y Cotta, 2000: 11), si se acepta considerar que sólo unos pocos elegidos pueden exhibir dicho logro ante los ojos más o menos desinteresados y hoy en día cargados de desafección de miles y millones de ciudadanos. De lo anterior se sigue la necesidad de interesarse en los agentes que acceden al campo político. ¿Cómo llamarlos, precaviéndose de confundirlos con aquellos que acceden al militantismo político o asociativo, sin que ello suponga necesariamente el ingreso al campo político en calidad de agente (Martínez Rosón, 2011)? En la literatura existe un abundante stock de términos disponibles, lo que no significa que todos ellos evoquen por igual y del mismo modo lo que en realidad distingue a los agentes que se han profesionalizado en política: individuos social y políticamente notables bajo algún aspecto que es preciso describir y explicar. Estos agentes de excepción (en primer lugar en el sentido de su rareza numérica) tienden a desarrollar un sentido práctico del juego político que les permite permanecer en dicho espacio de modo prolongado (a veces durante toda una vida), mediante la ocupación de una o de varias posiciones en alguna de sus arenas al cabo de luchas y competencias de las que salieron airosos o victoriosos, o que se sobrepusieron a derrotas por razones que cabría también explicar. Para algunos autores, se trata de agentes constitutivos de “elites” (para dos estados del arte sobre ellas, ver Joignant 2011a y Genieys, 2011), las que pueden ser unificadas mediante un adjetivo (se hablará entonces de una elite política o empresarial) o, al revés, diversificadas a través del uso del plural (se dirá entonces que existen elites militares o eclesiásticas, sobre todo en instituciones jerarquizadas por grados, estamentos u órdenes: Joignant y Güell, 2011). Para otros autores, sigue siendo útil evocar a la “clase política”, esto es aquella categoría que fue consagrada por Mosca y que es reivindicada hoy en día por Borchert, puesto que es “un término que abarca a los políticos profesionales”, cualesquiera sean “las vías de carrera disponibles para ellos” (Borchert, 2003: 5). Sin embargo, Rioux no se equivoca al recordar que también existe un “concepto intermedio entre los de clase política y elite, [el de] «categorías dirigentes»”, el que invita a “sumergirse en la riqueza de lo vivido, en los orígenes sociales y los azares de carrera, en las condiciones de existencia y en las maneras de pensar” (Rioux, 1983: 24). Sin duda, es esta

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última acepción, por definición realista, la que debiese suscitar interés, a condición de no olvidar que los agentes que participan de estos grupos son “reclutados en determinadas estados y clases sociales, y que éstos por consiguiente exhibirán características de clase (classed), generizadas, racializadas y otras” (Scott, 2008: 35). Independientemente del término que finalmente sea utilizado, los agentes que se han profesionalizado en el campo político permaneciendo en él, y que viven según Weber “de” y “para” la política, son obviamente muy distintos de los ciudadanos ordinarios, sobre todo de aquellos que mantienen una relación intermitente con la política. Pero son también diferentes entre sí, ya que los agentes que han ingresado al campo político y se han afincado en él no apelan ni hacen uso de los mismos recursos. Se entiende entonces la importancia de explicar los capitales que se encuentran en el origen de la profesionalización política, y por tanto de carreras en el campo, algunas de las cuales llaman más la atención que otras debido a la importancia de las posiciones involucradas. ¿Cómo proporcionar explicaciones completas de estas carreras? Interesándose en la historia de los agentes a lo largo y ancho del campo político, dando cuenta de sus trayectorias, las que podrán ser ascendentes o descendentes, laterales hacia otras arenas (del gobierno al parlamento o al revés, de la conducción partidaria al servicio exterior, por ejemplo), con salidas momentáneas del campo pero también con dolorosas exclusiones, y eventualmente expulsiones. Para dar cuenta de todas estas posibilidades, es preciso detenerse en los capitales que estos agentes invirtieron, los que dibujan trayectorias de despegue, pero también trayectorias plausibles y otras improbables, las que dependerán de la naturaleza de los recursos que fueron invertidos y de su valor en un determinado momento de la historia del campo, de las estrategias de los agentes, de sus progresiones y retrocesos al cabo de victorias y derrotas al interior del campo traducidas en la ocupación de diversas posiciones. Son estas trayectorias en las que se interesa la literatura científica, sin percatarse que existen muchos otros agentes cuyas carreras abortaron o que terminaron en derrotas y en salidas precoces del campo político. Cómo no verlo: el estudio de los agentes que emprendieron finalmente carreras políticas equivale a interesarse en aquel puñado de individuos que logró franquear las barreras de entrada del campo, sin siquiera reparar en la existencia de verdaderos cementerios de individuos que alguna vez albergaron el interés por hacer carrera política, y que fracasaron en el intento. Las barreras de entrada: los fundamentos económicos y sociales del monopolio político Son los economistas quienes se interesaron muy tempranamente en las lógicas económicas de cierre del acceso al campo político. Es a través de la noción de “barrera de entrada” que Tullock (1965), por ejemplo, presentó a la democracia como una forma de subasta para acceder periódicamente a 4

derechos de monopolio favorables a quienes detentan el poder en alguna arena política (gobierno, congreso, etc.) en virtud del principio exclusivo de mayoría. Si se puede hablar de “barrera” es porque la regla de mayoría permite a quienes gozan de ella beneficiarse de un monopolio político, lo que configura una barrera económica de entrada puesto que “sólo podemos tener un gabinete, un gobernador, un alcalde, un presidente o una mayoría en una legislatura” (Tullock, 1965: 464). Esta misma problemática es retomada por Wohlgemuth, (1999), quien prolonga explícitamente la reflexión iniciada por Tullock varias décadas antes. Lo peculiar de la competición política, según él, reside en sus reglas del juego, las que son producidas y transformadas por los mismos jugadores que ya se encuentran en situación de competencia, lo que transforma al juego político en una contienda esencialmente auto-regulada, en el sentido en que ésta no desemboca en un “oportunismo excesivo de los incumbentes” que los lleva a manipular las reglas a su antojo y a incrementar sus chances de victoria (Wohlgemuth, 1999: 181). ¿Por qué? Porque al final del camino todos los jugadores se controlan recíprocamente y se someten al veredicto periódico de las urnas, que es el que otorga una “licencia temporal para gobernar” (Wohlgemuth, 1999: 181). Por consiguiente, las barreras de entrada al campo político tienen poco que ver con estrategias deliberadas de cierre por parte de los agentes que ya dominan este espacio. Si bien este tipo de barreras pueden existir (Wohlgemuth las llama “barreras estratégicas”, como por ejemplo aquellas que se originan en “cambios manipulados de las reglas del juego” o en determinadas “formas de cooptación” de los adversarios), resultan ser mucho más eficaces las “barreras inocentes”: esto es obstáculos para el ingreso al campo que no se fundan en decisiones deliberadas y conscientes de quienes lo dominan, sino más bien en las ventajas inerciales, de naturaleza casi factual, que se desprenden del hecho de ser un incumbente o de haber invertido capital (en alguna de sus especies) antes que otros aspirantes6 (Wohlgemuth, 1999: 184185). En cualquier caso, tanto Tullock como Wohlgemuth muestran de qué modo, y bajo qué mecanismos económicos el campo político produce sus condiciones de cierre y de exclusión. Naturalmente, también existen restricciones al acceso que son de naturaleza institucional, como por ejemplo los “selectorados” (selectorates) -esto es agencias, organizaciones o agentes que participan de la selección de candidatos (Rahat, 2007; Siavelis y Morgenstern, 2008), e incluso de los nombramientos- o lo que Best y Cotta llaman la “estructura formal de oportunidades”, la que puede tomar la forma de “leyes y prácticas administrativas que regulan el acceso a los campos legislativos” (Best y Cotta, 2000: 13). Son estas restricciones las que han sido abundantemente estudiadas en ciencia política. Sin embargo, también existen formas de cierre del acceso fundadas en la cultura. Un buen ejemplo de ello, entre muchos otros, se Esta misma idea de barreras prácticas, o derechamente fácticas es expresada, en ciencia política, por Best y Edinger, cuando definen la profesionalización de la política como un conjunto de “procesos mediante los cuales aquellos que son reclutados tienden a establecer estándares y rutinas por áreas específicas, lo que incrementa el diferencial insider-outsider” (Best y Edinger, 2005: 501). 6

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encuentra en el artículo de Norris e Inglehart (2001) sobre los obstáculos culturales que inhiben o frenan el empoderamiento de las mujeres y su acceso al parlamento. Es así como estos autores muestran, de manera sugerente, de qué modo la cultura constituye una poderosa barrera de entrada en numerosos países (cualesquiera sean los niveles de ingreso o de modernización), salvo en aquellos que exhiben una “larga tradición gubernamental para promover la igualdad social” (Norris e Inglehart, 2001: 131), como por ejemplo en la región nórdica de Europa. En un nivel más desagregado de análisis, Fox y Lawless (2004) mostraron cómo operan las diferencias de género en el inicio de las carreras políticas. Es así como, mediante una encuesta administrada a 3.765 personas (1.969 hombres y 1.796 mujeres) que provienen de las tres profesiones más conducentes a candidaturas políticas en los Estados Unidos (derecho, negocios y educación), los autores detectan que la brecha de género se encuentra presente en el inicio del proceso de emergencia de las candidaturas, y no en momentos posteriores. Esto quiere entonces decir que la barrera de entrada opera en plenitud al momento de tomar la decisión de candidatura por un primer puesto electivo, un sesgo de género que se disipa posteriormente, al punto que “sólo muy al final del proceso electoral éste puede ser neutro desde el punto de vista del género” (Fox y Lawless, 2004: 275)7. Si bien la posesión de diplomas de alto prestigio puede contribuir a derribar estas barreras culturales de entrada al parlamento para las mujeres -en la medida en que las “rutas educacionales” han transformado a los representantes en “un mundo aparte” (Gaxie y Godmer, 2007: 125)-, existen trabajos que han mostrado inercias y resistencias institucionales que se imponen incluso a mujeres dotadas de importantes volúmenes de capital cultural. En efecto, es esta barrera de entrada que se observa, en un nivel más micro, en Francia, en su prestigiosa École Nationale d’Administration (ENA), la que se presenta como una exclusiva vía de acceso al campo político para sus alumnos más connotados…excepto para las mujeres. ¿Cómo explicarlo? La estrategia de análisis de las autoras de un importante estudio sobre el tema es muy simple: después de recordar la democratización sexual del reclutamiento de la ENA, Achin y Levêque muestran cómo el problema de acceso al campo político se encuentra en “la conexión entre la salida de la escuela y la entrada en política” (Achin y Levêque, 2007: 28), para lo cual estudian las trayectorias de 9 mujeres de excepción (en el sentido de su rareza) que lograron ingresar y, para varias de ellas, permanecer por largo tiempo en dicho espacio mediante la ocupación de posiciones relevantes (ministras, subsecretarias o diputadas). No es una casualidad si estas 9 mujeres notables infringieron las barreras culturales de entrada apelando a capitales también ellos excepcionales, sean estos Que es lo que explica por lo demás que estas pocas mujeres que superaron el momento inicial de emergencia de candidaturas, no parezcan tan distintas a los hombres en las etapas ulteriores del proceso (Fox y Lawless, 2004: 275), lo que a su vez permite entender que “la mayoría de las mujeres deba luchar” por satisfacer “las expectativas masculinas de liderazgo ejecutivo que tan a menudo prevalecen en los sistemas Anglo” (Lee Sykes, 2009: 54). 7

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heredados, colectivos o de experticia, esto es recursos escasos y disponibles para un puñado de agentes que fueron socialmente seleccionados bastante antes de ingresar al campo político8. Por consiguiente, resulta necesario identificar y caracterizar los recursos escasos que se encuentran disponibles para algunos agentes al momento de ingresar al campo político y, sobre todo, de permanecer en él por la vía de la ocupación de un cargo de primera línea en el gobierno, o de una posición electiva en el Congreso o parlamento. Las formas del capital No cabe duda que el acceso al campo político mediante la ocupación de posiciones electivas o de nominación, y a fortiori su permanencia en él por periodos prolongados de tiempo, es el resultado de inversiones de capital, las que pueden traducirse en carreras políticas. Como es fácil suponer, el capital disponible para los agentes interesados en emprender carreras es siempre escaso, y de los retornos de la inversión depende la existencia política del agente. Sin embargo, cuando evocamos la noción de “capital”, ¿de qué estamos, exactamente, hablando? Respondamos la pregunta con una afirmación: el capital político no necesariamente existe en el tiempo cero de un determinado agente que se propone conquistar una posición en el campo, a condición de entender por “capital político” los recursos que se originaron exclusivamente en el campo político. En efecto, estos recursos son tan sólo una de las varias formas del capital que es posible invertir en política, de lo cual son buenos ejemplos el militantismo partidario, el proselitismo electoral a favor de un candidato o la participación regular en acciones colectivas motivadas por causas (Norris, 2007). En cada uno de estos ejemplos, el agente desarrolla competencias, vínculos y un know-how que pueden ser valorados por un partido, por un líder o por un candidato: cuando eso ocurre, se puede decir que el agente dispone de un capital político (en el sentido en que se desarrolló en un partido o al calor de las luchas que tienen lugar al interior o en la periferia del campo político), lo que puede alentarlo a ingresar a dicho espacio mediante actos de inversión, a veces con la complicidad de un mentor y en regla general con el aval de una institución política reconocida (por ejemplo un partido). Pero este recurso es tan sólo uno de entre varias de las formas que puede revestir el capital político. Existe amplia evidencia acerca de la existencia de recursos que se formaron al exterior del campo político y que pueden ser reconvertidos como capital valorado y pertinente en este espacio: desde la notoriedad adquirida gracias al desempeño en determinados oficios (deportes de alta competencia, cine o televisión) y que da lugar a lo que Matichesku y Protsyk (2011) llaman un En el trabajo de Achin y Levêque (2007), estas 9 mujeres habían sido seleccionadas tanto al ingreso como a la salida de la ENA, y para tres de ellas escogidas y protegidas por un poderoso mentor. 8

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capital de “celebridad”, hasta acciones notables en situaciones críticas que generan capital “carismático” 9 , pasando por la obtención de credenciales académicas de prestigio que certifican una competencia y una experticia o por la reconversión de recursos individuales originados en la esfera empresarial (Lallemand, 2008), científica y eventualmente militar. Por consiguiente, si es posible hablar de “especies” de capital es para subrayar la gran variedad de recursos que pueden ser invertidos en el campo político por agentes que son, también ellos, sumamente diversos. En tal sentido, si Gunther y Diamond (2003) pudieron identificar 15 “especies” diferentes de partido a partir de un criterio exclusivamente organizacional10, entonces parece razonable desagregar el “gen” del político en distintos tipos de agentes, los que a su vez se originan en las diversas “especies” de capital que ellos disponen11. Por consiguiente, si es posible hablar de formas del capital, es porque se observan desde un punto de vista genético diversas especies de recursos, cuya variabilidad es naturalmente histórica (dependiendo de las épocas, no serán las mismas formas de capital las que predominarán en tal o cual partido) y política (como se sugerirá posteriormente, tal o cual partido será más o menos receptor de inversiones de capital en su especie “militante” o “tecnocrática pragmática”, para citar tan sólo dos ejemplos). Esto quiere entonces decir que, no obstante las tipologías y los tipos ideales de capital político que el investigador puede elaborar, la caracterización precisa de un agente y, junto a él, de un partido remite a un ejercicio finalmente empírico, el que trasciende con creces la naturaleza incorporada u objetivada del capital político 12 . El denominador común de los capitales que tienen valor en el campo político es el crédito de confianza y valía del que gozan quienes lo poseen. En tal sentido, es posible ver en cualquier especie de capital cuya inversión es pertinente en el campo una lógica fiduciaria, precisamente porque “el término fiduciario viene del verbo latín fidere –confiar”(Besley, 2005: 48). Al mismo tiempo, las diferencias comienzan allí donde termina el denominador común, esto es en el origen y tipificación de las distintas especies de capital, y en seguida en las modalidades de generación del valor una vez invertida en el campo político tal o cual especie: desde la lenta producción de valor cuando el recurso que es invertido se inscribe y limita a las fronteras del campo (capital militante, inmersión en Ver por ejemplo el interesante estudio de Bernadou (2007) sobre Nestor Kirchner. En la medida en que los autores consideran a los partidos únicamente desde una perspectiva organizacional, esto equivale a hacer del tipo de organización partidaria “un gen, el que, a su vez, engloba varias especies de partido político” (Gunther y Diamond, 2003: 172). 11 Tomando en serio la pista de investigación abierta por Gunther y Diamond, sería interesante asociar a cada “especie de partido” especies finitas de capital de los agentes que controlan la organización partidaria, lo que permitiría superar los enfoques netamente organizacionales e institucionales de los partidos dando cabida en las tipologías a los recursos de los que disponen los agentes. 12 Es a Offerlé (1987) a quien se le debe reconocer el mérito de haber sistematizado tempranamente los modos de adquisición, y sobre todo de conservación del capital político, el que será incorporado cuando el capital se encuentra depositado en el individuo al punto de volverse inseparable de él, u objetivado cuando el capital es controlado por la institución y del que se pueden beneficiar los agentes individuales, siempre y cuando aquellos que controlan el capital de institución autoricen su delegación. 9

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causas, etc.) hasta la relativamente rápida reconversión del capital que se originó fuera del campo, especialmente cuando “las homologías que existen entre campos” conducen a que agentes dominantes en uno de ellos “compartan disposiciones similares” con los agentes hegemónicos en otros espacios (Harvey y MacClean, 2008: 107). Sin perjuicio de lo anterior, también es pensable la redefinición de la competencia política y el valor de sus agentes mediante la importación de competencias desde otros campos (como por ejemplo desde el campo económico y su colonización del campo político: Dulong, 1996). Una vez oficializado el acceso al campo político mediante la ocupación de una posición, la producción y reproducción del capital político así adquirido se juega estratégicamente. Tal es el caso de aquellos diputados que ponen en juego su capital al momento de votar en sala determinados proyectos de ley (roll call): tal como lo señala López, cada voto es “un medio de acumulación de capital político” cuya naturaleza es subjetiva, puesto que “una decisión de roll call puede impartir capital político a un legislador pero no a otro” (López, 2002: 218). Es precisamente por esa razón que el valor del capital político, del mismo modo que el del capital económico, depende de las decisiones estratégicas de inversión, sobre todo cuando el voto del legislador es de orden mayor (high order). Demás está decir que este ejemplo es tan sólo uno de varios en la estructura política de producción del valor del capital político: ¿cómo no ver, en efecto, que el capital político efectivamente detentado por un agente conoce fluctuaciones de su valor dependiendo de sus pequeñas y grandes estrategias, desde la formación de alianzas con dirigentes poderosos que ven mermado su poder tras una derrota electoral hasta el cultivo de una cierta especialización temática en áreas que pueden ser valoradas en un determinado momento y dejar de serlo en un momento posterior? En el mismo sentido apunta el estudio de Navarro (2010) sobre la relación entre el desempeño individual y la reelección de los eurodiputados franceses, belgas y luxemburgueses. Es así como, una vez conquistado el escaño al cabo de inversiones variables de capital que cabría empíricamente investigar, Navarro muestra cómo la relección se explica por la conducta estratégica de aquellos eurodiputados que estuvieron dispuestos a gastar tiempo y esfuerzo en la redacción de informes y en el desempeño de “responsabilidades colectivas” (Navarro, 2010: 154), lo que corresponde a dos formas políticas de reproducción del capital detentado, y junto a él del valor del agente. Esta dimensión estratégica de reproducción del capital se confirma por lo demás cuando se compara el comportamiento de este grupo de eurodiputados interesado en conseguir la relección con la de aquellos otros deseosos de abandonar el parlamento europeo, lo que se traducía por parte de estos últimos en un comportamiento político pasivo plagado de ausencias en el hemiciclo: más que un comportamiento errático y aparentemente “irracional”, este uso pasivo del cargo puede también ser visto como un modo estratégico de reconversión del capital, al liberar tiempo y energía “para dedicarse a otras

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actividades” (Navarro, 2010: 160) y emprender rumbos hacia nuevas posiciones en el campo político. Naturalmente, el capital disponible para un agente está permanentemente sujeto a amenazas de depreciación y obsolescencia, de no mediar estrategias de reconversión que nada garantiza su éxito. He allí el interés de la empresa de construcción colectiva de capital político del grupo francés “Questions socialistes” liderado por Julien Dray. Tras años de luchas estudiantiles y de inversión de capital militante, este grupo de jóvenes socialistas pareció en un momento privado de perspectivas de progresión al interior del PS, lo que de prolongarse hubiese significado una completa depreciación tanto del grupo como de sus miembros individuales, y por tanto su posible desaparición. Si este riesgo finalmente no prosperó, ello se debió al trabajo de reconversión del capital militante que fue por años invertido en las universidades en otro espacio, el de la lucha en contra del racismo a mediados de la década de los 80 (SOS-Racisme), lo que le otorgó al grupo notoriedad y capacidad de movilización, que fue lo que hizo posible el ingreso al campo político de varios de ellos (Juhem, 2001). Si, como es fácil advertir, el valor del capital invertido en política es más variable que constante, ello se debe a sus propiedades, las que fueron correctamente señaladas por Savage, Warde y Devine (2005: 40): “flexibilidad, fungibilidad, dependencia contextual y alienabilidad”. Todas estas propiedades, en efecto, participan de las fluctuaciones del capital, precisamente porque su valor reside menos en su naturaleza intrínseca que en sus condiciones políticas y sociales de uso. He allí la razón de por qué interesarse en las estrategias de inversión y reconversión que son emprendidas por los agentes, algunas de las cuales resultarán exitosas y otras fallidas. De las primeras sabemos mucho, como bien lo muestra el caso del hoy diputado socialista Julien Dray junto a sus compañeros de “Questions socialistes”, lo que deja de ser cierto para todos aquellos otros agentes cuyas inversiones de capital se tradujeron en derrotas electorales, en ocupaciones de posiciones dominadas en el campo, en detenciones y retrocesos de sus carreras políticas, y hasta en salidas (a menudo irreversibles) del campo, lo que es una forma más o menos eufemística de describir lo que el lenguaje indígena de la política evoca a través de la imagen de la desaparición, o de la muerte en política. Especies de capital y tipos de agentes Si el acceso al campo político, y sobre todo la permanencia en él, depende de los recursos que los agentes portan con ellos y que son invertidos con mayor o menor éxito, entonces es el logro o el fracaso el que debe ser explicado. Al respecto, el lenguaje de las capacidades y las habilidades que a menudo es posible encontrar en la literatura es equívoco, puesto que tiende a sugerir que el éxito de la inversión, y por tanto la relevancia alcanzada por el agente se

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asemeja a la de los artistas. Talento, habilidad, inteligencia, eventualmente genialidad, suelen ser atributos a partir de los cuales se intenta explicar el éxito en política, olvidando que estos atributos no son más que descripciones de superficie que ocultan lo esencial, esto es capitales que los agentes traen con ellos cuya naturaleza puede ser muy heterogénea y que éstos invierten en el campo político. Tomemos dos ejemplos para ilustrar el argumento finalmente reduccionista del lenguaje de las habilidades. El primero de ellos se explicita en una pregunta descriptiva que es formulada por Best y Cotta, dos autores que suelen escapar de las trampas del enfoque de las capacidades: “¿qué rasgos de los miembros del parlamento deberían ser considerados como relevantes?: ¿las características personales, las experiencias pasadas, los vínculos con organizaciones, u otra cosa?”(Best y Cotta, 2000: 8). Como se puede advertir, en esta pregunta se confunde el interés por rasgos individuales (eventualmente de personalidad) con la curiosidad por las fuentes del poder de los parlamentarios (las que son elípticamente evocadas por Best y Cotta como “experiencias pasadas” y eventuales “vínculos organizacionales”). ¿Explican ambas perspectivas con igual profundidad el éxito de los parlamentarios? Ciertamente no, puesto que el interés de superficie por las “características personales” proporciona descripciones de conductas y actitudes que serán caracterizadas como inteligentes o habilidosas, mientras que la curiosidad por las “experiencias pasadas” puede desembocar en explicaciones, siempre y cuando el pasado de los agentes sea entendido como momento generativo de recursos de poder. El segundo ejemplo es aún más elocuente de todo lo que se pierde cuando el investigador se interesa normativamente en las capacidades de los políticos. Es así como, según Besley, “la competencia política es probablemente un complejo mix de habilidades” (las que pueden ser “innatas o adquiridas”), desde “destrezas intangibles de liderazgo, como persuadir a otros en un debate o inspirar confianza”, hasta talentos “analíticos más estándar”, como por ejemplo detectar “defectos en propuestas de política” (Besley, 2005: 48). En este ejemplo, es evidente el énfasis puesto en el virtuosismo de los agentes, el que según Besley se torna en objeto de búsqueda principal de los mecanismos de “selección política”, sin interesarse en las lógicas sociales que se encuentran en el origen de competencias que son ingenuamente celebradas y que se traducen en capitales que les permiten a los agentes triunfar, y existir en el campo político. Si el denominador común de los políticos es que habitan el campo político a partir de inversiones de capital que les permitieron ingresar y permanecer en él desarrollando carreras más o menos exitosas, esto no debe ocultar las profundas diferencias observables entre agentes. Más allá de las siglas partidarias que, por regla general, acompañan a una gran mayoría de los agentes políticos, es posible discriminar entre ellos (incluso a nivel de un mismo partido) en función de los capitales que ellos detentan. En efecto, un agente político individual será muy distinto a otro dependiendo de lo que Bourdieu

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(1979) llama el volumen y la estructura de su capital: por ejemplo, si este agente exhibe una larga trayectoria que le ha permitido ocupar varias posiciones (es la idea de volumen de recursos), y además acumular diversas especies de capital tras haberse desempeñado en tipos distintos de cargos, entonces es posible inferir la estructura de los recursos disponibles para el agente 13 . Es esta tipificación de los capitales en términos de especies que es necesario precisar a partir de ahora, con el fin de establecer el volumen y la estructura de los recursos disponibles para los políticos, tras lo cual será posible clasificar a estos últimos en taxonomías de agentes. Tanto la literatura científica como algunos estudios empíricos de carreras políticas en países tales como Estados Unidos (Swenson, 1982; Diermeier, Keane y Merlo, 2005; Feinstein, 2010), México (Grindle, 1977; Centeno y Maxfield, 1992; Ai Camp, 1982 y 1995), Brasil (Marenco dos Santos, 2004; Whitehead, 2009; De Almeida, 2010), Francia (Gaxie, 1980 y 1983; Gaïti, 1990; Mathiot y Sawicki, 1999a y 1999b) o Chile (Joignant, 2011b; Delamaza, 2011; Dávila, 2011; Cordero y Funk, 2011; Silva, 2008 y 2011) sugieren el predominio de un número limitado de lo que aquí llamaremos especies de capital. Una de esas especies es “heredada”, la que aquí denominamos capital familiar con el fin de dar cuenta de los procesos de transferencia entre padres e hijos (y eventualmente entre abuelos y nietos, o una combinación de situaciones que son propias de las familias, y a fortiori de las dinastías políticas) no sólo de preferencias políticas, sino también y sobre todo de redes, reputación, clientelas, conexiones con donantes de dinero para eventuales campañas, etc. Esta es la única especie de capital cuya adquisición no depende de un comportamiento activo del agente (salvo que se consideren las estrategias matrimoniales con hijas (o hijos) de políticos como el resultado de un cálculo): a este tipo de agente lo llamaremos heredero. Pero precisamente porque su estatus es distinto desde el punto de vista de su modo de adquisición que es importante distinguir esta especie de capital de aquellas otras que se originan por la vía de la construcción activa a lo largo de la vida social y política de los individuos. Una segunda especie de capital, la que probablemente se encuentra en el origen del militantismo partidario para no pocos líderes, es el capital universitario. Si bien se trata de un recurso de importancia variable según los países, es en el perímetro de las organizaciones políticas estudiantiles (generalmente universitarias, pero también en la educación secundaria) que se adquieren o desarrollan las primeras formas de liderazgo político, con todo lo que ello supone en destrezas organizacionales, modalidades de toma de la palabra en público, y así sucesivamente. Dependiendo de los países, se trata de un recurso que puede ser tempranamente atesorado (por ejemplo en el contexto En la idea de “estructura” de los capitales se encuentra presente un principio de coherencia, como por ejemplo el haberse desempeñado en cargos gubernamentales (eventualmente de modo ascendente -de subsecretario a ministro- u horizontalmente –de ministro en el área social de gobierno al área política), parlamentarios (de diputado a senador) o en una combinación de ambas esferas (del parlamento al gobierno, o al revés). En cuanto al “volumen” del capital, este remite naturalmente a cantidades y magnitudes de las posiciones involucradas. 13

12

de las federaciones de estudiantes secundarios chilenas), y más generalmente en las universidades (liderando centros de alumnos o federaciones estudiantiles), el que a menudo explica el acceso al militantismo partidario, cuyo valor puede ser reconocido por el partido en un momento posterior del tiempo. Como es fácil sospechar, el reconocimiento de este recurso no puede ser muy tardío, ya que su valor radica precisamente en formas tempranas de inversión y uso por parte del agente, lo que supone que éste sea percibido tempranamente como pertinente por la organización partidaria desde la cual se puede acceder al campo político14. El tipo de agente que es portador de este capital será simplemente llamado dirigente estudiantil. De lo anterior se sigue una especie propiamente política de capital, la que se divide en dos sub-especies, ambas originadas en los partidos. En primer lugar, la sub-especie de capital político militante (Matonti y Poupeau, 2004), esto es recursos que son adquiridos por los agentes mediante formas de inmersión en la vida partidaria durante periodos prolongados de tiempo sin que ello se exprese en la ocupación de posiciones de liderazgo al interior de la organización, lo que se traduce en el aprendizaje de un know-how y de destrezas prácticas que pueden ser susceptibles de valoración por parte de un partido con el fin de ingresar al campo político (aunque no por todos los partidos, y sobre todo no siempre): cuando este capital existe, nos encontramos en presencia de un agente que llamaremos un hombre de partido (Joignant y Navia, 2003 y 2007; Offerlé, 1987; Pudal, 1989). La segunda sub-especie es la del capital político oligárquico (esta sub-especie del capital se inspira en Michels, 1971), y consiste en la adquisición de saberes y destrezas que se originaron a lo largo de trayectorias militantes no necesariamente prolongadas, pero que desembocaron en el desempeño de cargos de poder de primera línea al interior del partido: es por esta razón que el agente típico será llamado político profesional. Otra especie de capital, muy en boga en los países latinoamericanos tras la oleada de reformas de liberalización económica durante los 80 y los 90, es de naturaleza tecnocrática, la que se divide en dos sub-especies. Por una parte, la sub-especie tecnocrática pragmática, asociada a la posesión de credenciales académicas de alto prestigio y a una independencia política que puede ser explicada por la primacía en estos agentes de lo que Centeno llama una “ideología del método” (Centeno, 1993). Por otra parte, la sub-especie tecnocrática política que retomamos de Grindle (1977) y Camp (1995), la que también se traduce en la detención de diplomas de alto nivel en universidades destacadas pero que en este caso admite formas más o menos activas de

Si bien resulta posible imaginar una situación en donde líderes estudiantiles descollantes acceden al campo político (por ejemplo a una diputación) sin pasar por los partidos, la evidencia comparada disponible muestra que el acceso al campo suele depender de partidos generalmente pre-existentes que acogen e impulsan al individuo que es portador de este capital. Naturalmente, también resulta posible imaginar a dirigentes estudiantiles que invierten sus recursos de liderazgo en la fundación de algún partido para desde allí acceder al campo político, lo que constituye un caso más teórico que empírico. 14

13

militantismo partidario. Mientras la primera sub-especie origina al tecnócrata pragmático, la segunda da a luz al tecnócrata político. Las dos sub-especies tecnocráticas del capital no deben ser confundidas con el capital technopolítico (Joignant, 2011b), puesto que se conjugan en este último recurso, y de modo simultáneo, tanto una importante dotación de capital cultural en la forma de diplomas de alto prestigio como un importante stock de capital partidario, lo que se traduce en agentes que son proclives a ejercer dominación al interior de determinadas disciplinas de las ciencias sociales (especialmente en economía, y en menor medida en ciencia política y sociología) y a disponer de un poder considerable al interior de los partidos en los que ellos militan (por la vía del desempeño en posiciones de primera línea en su interior). La figura consagrada del agente que es portador de este capital es el technopol (Williamson, 1994; Domínguez, 1997; Wallis, 1997 y 1999; Wallis y Dollery, 2001; Dézalay y Garth, 2002). Cabría agregar dos especies adicionales de capital que a menudo aparecen mencionadas en la literatura, pero cuya frecuencia, estudio e importancia es más bien excepcional, aun cuando los agentes que son portadoras de ellas pueden ser decisivos en la vida política de sus países. Nos referimos por una parte al capital de notoriedad, esto es a recursos adquiridos fuera del campo político, generalmente en el ejercicio de profesiones dotadas de alta visibilidad social, como por ejemplo el deporte de alta competencia, el cine o la televisión: es por esta razón que sus agentes portadores pueden ser llamados celebridades. Por otra parte, aludimos al capital carismático, esto a recursos que un cierto sentido común tiene a imputar a personalidades descollantes e innatas de determinados líderes a partir de una lectura excesivamente apegada al texto metodológico de Weber sobre los tipos de dominación (Weber, 2003), olvidando que el carisma es un recurso de situación que se origina en coyunturas de crisis: puede entonces entenderse que los agentes que exhiben este capital puedan ser llamados líderes carismáticos. Son estas especies finitas de capital que es posible detectar en la literatura, esto es recursos que pueden ser poseídos (en una o en varias de sus especies) por un individuo al momento de ingresar al campo político por la vía de la ocupación de un cargo o posición relevante en el gobierno o en el parlamento (o congreso). Dicho de otro modo, bajo el supuesto que un individuo posee sólo una especie de capital, resulta posible tipificar tanto a las especies de capital como a los agentes de acuerdo con la taxonomía que se encuentra contenida en el cuadro 1.

14

Cuadro 1.- Especies teóricas de capital y tipos hipotéticos de agentes políticos ESPECIES DE CAPITAL TIPOS DE AGENTES Familiar Heredero Universitario Dirigente estudiantil Político Sub-especie: Hombre de partido militante Político Sub-especie: Político profesional oligárquica Tecnocrático Sub-especie: Tecnócrata pragmático pragmática Tecnocrático Sub-especie: Tecnócrata político política Technopolítica Technopol Notoriedad Celebridad Carismático Líder carismático Naturalmente, estas distintas especies de capital y el consiguiente tipo de agente en el que cada una de ellas se encarna deben ser interpretadas en términos teóricos, casi a la manera de los tipos ideales weberianos, puesto que en la realidad los recursos disponibles para un agente pueden acumularse e hibridarse a partir de las trayectorias que las inversiones realizadas hicieron posible. Sin embargo, con el fin de no permanecer atados a la armonía teórica de esta taxonomía, nos propusimos verificar su pertinencia empírica (excepto para los capitales de notoriedad y carismático15) mediante una encuesta que fue realizada a un grupo numeroso y selecto de miembros del “personal político”, de la “clase política” o simplemente de la “elite política” chilena en ejercicio entre 1990 y 2010. Concretamente, nuestra estrategia de investigación comenzó por establecer el listado completo de todos los individuos que fueron entre el 11 de marzo de 1990 y el 11 de marzo de 2010: -

presidentes de la República ministros subsecretarios senadores diputados, intendentes jefes de gabinete de ministros jefes de división ministerial superintendentes

Mientras el capital familiar sí puede ser analizado a través de preguntas de encuesta, eso deja de ser cierto para los capitales de notoriedad y carismático, esto es recursos que sólo podrían ser analizados a partir de estudios de caso, interesándose en las estrategias de reconversión por parte de agentes empíricos con el fin de ingresar al campo político, así como en las coyunturas históricas y en las lógicas políticas, sociales y económicas que se encuentran en el origen del valor de ambas especies de capital. 15

15

-

directores ejecutivos de las principales empresas públicas presidentes del Banco Central directores de presupuesto miembros de las mesas directivas de los partidos políticos.

Durante estos 20 años de gobiernos conducidos por una misma coalición de centroizquierda (la Concertación), se desempeñaron en todos estos cargos y posiciones electivas o de nominación 1.461 personas. Teniendo a la vista este universo, seleccionamos a partir de criterios exigentes a un grupo de 590 individuos (lo que llamamos el núcleo de la elite), a quienes nos propusimos censar mediante entrevistas a todos sus integrantes, sin remplazos16. El cuadro 2 describe, en la columna de la izquierda, a los individuos diferenciados según el cargo de rango más alto que fue alcanzado por el entrevistado y el número de entrevistas que fueron finalmente realizadas (columnas de la derecha)17: Cuadro 2.- El núcleo de la elite: tipos de agentes seleccionados y entrevistados (N=386) CARGOS Presidentes de la República Ministros Senadores* Diputados* Subsecretarios Intendentes Presidentes Banco Central, Superintendentes, Directores de Empresas Públicas Jefes de gabinete y/o división** Miembros de las mesas directivas de partidos TOTAL

NÚMERO DE ENTREVISTADOS 3 106 28 123 37 4 22

% 0,8 27,5 7,3 31,9 9,6 1,0 5,7

57 6

14,8 1,6

386

100

Notas: *Con a lo menos una reelección, o bien con un mandato de diputado y con un mandato de senador. **Sólo aquellos que “sobrevivieron” a más de un mandato presidencial o que transitaron a otra posición equivalente o superior.

Esto no quiere decir que los miembros de este grupo sean todos de centroizquierda. Muy por el contrario: no sólo hay individuos que se declaran como independientes, sino que sobre todo se observa un contingente considerable de senadores y diputados de centroderecha que aceptaron responder las 41 preguntas de la cédula de entrevista, en las que se abordaban temas sumamente diversos (religión, tipos y lugares de estudio, relaciones políticas de parentela, trayectoria profesional antes de acceder al campo político mediante algún nombramiento o elección, etc.). El trabajo de encuesta se inició en el mes de octubre del año 2010, y concluyó el 25 de abril del 2011 con 347 entrevistas. Con el fin de elevar el número de entrevistados, fueron contratados dos periodistas profesionales especializados en cobertura de la actividad política, quienes lograron alcanzar las 386 entrevistas. Las entrevistas fueron realizadas de 4 maneras: presencialmente, telefónicamente, a partir de una plataforma electrónica especialmente habilitada para recibir las respuestas o a partir de respuestas a mano sobre una cédula impresa. 17 Dicho de otro modo, con el fin de contabilizar una sola vez a los individuos que ocuparon 2 o más de estas posiciones, los entrevistados fueron clasificados de acuerdo al cargo de rango más alto según el protocolo chileno, el que evidentemente puede variar de un país a otro. 16

16

Estos 386 individuos representan al 68,31% de las personas vivas de la población que se buscó censar18. La tipificación de las especies y sub-especies de capital se obtuvo a través de las respuestas a 2 o más preguntas de la encuesta, tal como se resume en el siguiente cuadro:

24 personas de este núcleo de la elite fallecieron (2 de las cuales alcanzaron a ser entrevistadas), mientras que el resto rechazó la entrevista o no fue posible establecer el contacto. 18

17

Cuadro 3.- Modo de tipificación de las especies y sub-especies de capital según tipos de respuestas a las preguntas de la encuesta ESPECIES DE CAPITAL Familiar

Universitario

Político

Sub-especie: militante

Político

Sub-especie: oligárquica

Tecnocrático

Sub-especie: pragmática

Tecnocrático

Sub-especie: política

Technopolítica

PREGUNTAS - Militancia del padre y de la madre - Preferencias políticas del padre y de la madre según el eje derecha/izquierda - “¿Su padre y madre ocuparon alguna de las siguientes posiciones durante su vida?” - “¿Algunos de sus abuelos/as ocupó o tuvo cargo público o privado de relevancia?” - “¿Algunos de sus suegros tuvo cargo público o privado de relevancia?”19 - Militancia partidaria (vigente o no al momento de la entrevista) - Se desempeñó en uno o más cargos directivos en organización estudiantil - Militantismo partidario (vigente o no al momento de la entrevista) - Se desempeñó en uno o más cargos directivos partidarios de nivel local o regional (solamente) - Militantismo partidario (vigente o no al momento de la entrevista) - Se desempeñó en uno o más cargos directivos partidarios de nivel nacional - Sin militancia partidaria - Responde que su nombramiento y/o elección se debe a su “trayectoria profesional previa” - Posee magister o doctorado - Militantismo partidario (vigente o no al momento de la entrevista) - Perteneció a un centro de estudio o think tank antes de ser nombrado por primera vez o de haber sido electo - Posee magister o doctorado - Militantismo partidario (vigente o no al momento de la entrevista) - Ejerció cargos unipersonales de nivel nacional en el partido (presidente, vice-presidente o secretario general) o

La pregunta sobre posiciones políticas eventualmente ocupadas por los padres, los abuelos y los suegros contemplaba 42 alternativas, pero para los fines de este trabajo sólo privilegiamos 5 cargos: presidente de la República, ministro, subsecretario, senador y diputado. En tal sentido, la importancia del capital familiar que es heredado por el entrevistado podría ser mucho mayor de lo que aquí se señala, si consideráramos a los parientes que fueron alcaldes, intendentes o embajadores, o que fueron miembros de los máximos órganos dirigentes de sus partidos (lo que podría derivar en familias políticas vinculadas a un solo partido). Es por todas estas razones que en este trabajo argumentamos poco acerca del capital familiar, un recurso que debiese ser estudiado en su propio mérito. 19

18

-

en el máximo órgano colectivo de la organización Posee Magister o Doctorado en economía, ciencia política o sociología (o en su defecto con abundantes publicaciones en una o varias de estas disciplinas)

Como se puede apreciar en el cuadro 4, los 386 entrevistados no se distribuyen por igual en lo que a cantidad de especies de capital detentadas se refiere. En efecto, se observa una considerable concentración de este grupo selecto de agentes poderosos en torno a la posesión de 1 y 2 especies de capital, lo que se ajusta al caso del 56% de los encuestados20. Como era esperable, la población decrece a medida que se van acumulando las especies de capital a partir del momento en que se obtienen dos de ellas, que es el privilegio del que goza un puñado de agentes poderosos. Cuadro 4.- Las fuentes del poder: distribución de los entrevistados según el volumen de especies de capital detentadas (N= 386) N Especies de Capital

N Encuestados

%

0

108

28,0

1

93

24,1

2

123

31,9

3

52

13,5

4

9

2,3

5

1

0,3

Total

386

100

Nota: excluye al capital de notoriedad y carismático

Sin embargo, el número de especies de capital no nos dice mucho, puesto que se requiere saber qué tipos de especies se revelan como eficientes para acceder al campo político, lo que a su vez depende de si el agente esgrime una o más especies de recursos. Es a ello a lo que aludimos al referirnos a la estructura de los capitales, y no sólo a su volumen. Como lo muestra la figura 1, los 93 encuestados que exhiben un solo tipo de capital se concentran en su especie política (N=80), la que a su vez se divide masivamente a favor de la sub-especie “oligárquica” (N=63) en desmedro de la sub-especie “militante”. Es importante consignar, sin embargo, que el peso relativo del capital familiar es muy bajo en El 28% de encuestados que no exhibe ninguna especie de capital se explica por el hecho de que se trata de agentes que se desempeñaron en posiciones subordinadas del aparato gubernamental (jefaturas de gabinete ministerial y de división), o bien (en algunos pocos casos) en posiciones superiores (como por ejemplo la de ministro) beneficiándose de un acceso directo y expedito al presidente de la República por la vía de relaciones personales que son generalmente calificadas por los entrevistados como de amistad. A su vez, esto explica que lo esencial de los individuos que no exhiben ninguna especie de capital se concentre en la ocupación de posiciones gubernamentales y en mucha menor medida en posiciones de congresales (diputados o senadores: ver cuadro 6). 20

19

aquella población de agentes que exhibe una sola especie de capital, lo que deja de ser cierto cuando son 2 las especies involucradas (en este caso, la importancia del capital familiar se multiplica por 12 veces, ver figura 2): este dato podría estar indicando que el capital familiar no es en sí mismo eficiente, o si se quiere no explica el acceso al campo político de aquellos agentes cuando es el único recurso involucrado. Si bien el peso relativo del capital familiar vuelve a decrecer de modo sostenido cuando son 3, 4 y 5 las especies de capital efectivamente detentadas (ver las figuras 3, 4 y 5), es posible que en estos casos el capital familiar permitiera el despegue de las carreras políticas y la acumulación de otras especies. Figura 1.- La estructura del capital según la composición en especies y subespecies: el caso de los agentes con 1 sola especie

El mismo patrón distributivo de los capitales se aprecia en aquellos casos en donde los encuestados exhiben 2 especies de capital (figura 2): también aquí se confirma la primacía de la especie política del capital en su variante oligárquica, lo que estaría indicando que individuos que hegemonizaron la vida de sus partidos antes de ingresar al campo político mediante la ocupación de posiciones de nivel nacional tendían a ser premiados con cargos de confianza gubernamental o con consagraciones de candidaturas que serían finalmente exitosas a la Cámara de Diputados o al Senado. Figura 2.- La estructura del capital según la composición en especies y subespecies: el caso de los agentes con 2 especies

20

Es importante consignar que el capital tecnocrático es relativamente relevante en los individuos que poseen a lo menos dos especies, lo que podría estar indicando que por sí sólo no es un recurso suficiente para acceder al campo político y probablemente tampoco para permanecer duraderamente en dicho espacio. Aún más: el capital tecnocrático pragmático es sólo relativamente eficiente para beneficiarse de algún nombramiento cuando es la única especie de capital disponible para el agente, puesto que esta sub-especie desaparece completamente cuando son 2, 3, 4 y 5 las especies efectivamente poseídas. Este dato estaría sugiriendo que el fenómeno tecnocrático, a lo menos en Chile, presupone algún tipo de atributo político por parte de los tecnócratas, que es lo que se traduce en el hecho que cuando el capital tecnocrático es observable en la composición de la dotación de los recursos disponibles para los agentes, es su variante política (y no la pragmática) la que contribuye a especificar el valor del recurso (figuras 2, 3 y4). Figura 3.- La estructura del capital según la composición en especies y subespecies: el caso de los agentes con 3 especies

En la medida en que son muy pocos los agentes que esgrimen 4 o 5 especies de capital al momento de acceder al campo político bajo algún tipo de nombramiento o elección (son respectivamente 9 y 1 individuo (s)), sólo cabría hacer sobre ellos estudios de casos con el fin de comprender tanto las lógicas de acumulación del capital como la estructura de los recursos de los que ellos se benefician. Figura 4.- La estructura del capital según la composición en especies y subespecies: el caso de los agentes con 4 especies

21

Figura 5.- La estructura del capital según la composición en especies y subespecies: el caso de los agentes con 5 especies

La dotación de capital tanto en volumen como en estructura debiese ser conducente a determinados nombramientos en cargos gubernamentales o a elecciones en las posiciones de diputado y senador, que es precisamente lo que captura en términos cuantitativos el cuadro 5. Si en promedio los 386 encuestados fueron beneficiados con casi dos nombramientos o elecciones, eso deja de ser cierto cuando tomamos en consideración el volumen del capital del que se benefician. Es así como los individuos que exhiben 2 especies de capital (N=123) se benefician con un poco menos de tres nombramientos o elecciones (320), una proporción que se mantiene relativamente estable con 3 o más especies de capital. Cuadro 5.- Relación entre el volumen de capital (en especies) y el número de nombramientos y/o elecciones entre 1990 y 201021 N Especies de Capital

N Encuestados

Total nombramientos/elecciones Gobierno - Parlamento

0

108

34

1

93

233

2

123

320

3

52

131

4

9

20

5

1

4

Total

386

742

Para los fines de este trabajo, sólo consideramos los nombramientos como Ministro y Subsecretario, y las elecciones de presidente de la República, Senador y Diputado. 21

22

Más interesante es observar el patrón distributivo de los nombramientos o de las elecciones en función de las distintas dotaciones de capital (cuadro 6). No puede ser motivo de sorpresa que los 108 agentes que no exhiben ninguna especie de capital se beneficien fundamentalmente con nombramientos en el gobierno como ministros y subsecretarios22, y en menor medida con elecciones a diputados (en una relación de 2 a 1 entre nombramientos y elecciones), puesto que el único recurso del que pueden disponer y que no es objetivable es el acceso directo al presidente de la República (quien procede en última instancia a los nombramientos de confianza política, y quien puede influir en la conformación de las listas de candidaturas al Congreso). La dotación con una sola especie de capital suele traducirse en una relación de nombramientos en cargos de gobierno respecto de elecciones al congreso en un rango de 1 a casi 2, una razón que se mantiene con 2 y 3 especies. Nuevamente, lo esencial de la distribución de los nombramientos o elecciones se concentra en la población de agentes que acumulan 1 o 2 especies de capital, en donde para ser ministro resulta conveniente disponer de a lo menos 2 especies (del mismo modo que para ser senador), y en relativamente menor medida para ser designado como subsecretario y elegido como diputado. Como se puede apreciar, el famoso axioma consagrado por Bourdieu según el cual “el capital va al capital” es especialmente cierto cuando son 2 las especies de recursos involucradas, pero no cuando aumenta el volumen de recursos. Cuadro 6.- Relación entre el volumen de capital (en especies), tipos de nombramientos (elecciones) en el gobierno y tipos de elecciones (en el Congreso) N Especies N de Encuestados Capital

Gobierno Gobierno

Congreso

Presidente Ministro Subsecretario

Parlamento

Senador Diputado

0

108

23

0

14

9

11

0

11

1

93

72

1

32

39

161

18

143

2

123

92

1

51

40

228

31

197

3

52

49

1

29

19

82

14

68

4

9

12

0

8

4

8

1

7

5

1

4

0

3

1

0

0

0

Total

386

252

3

137

112

490

64

426

Conclusiones De lo anterior se sigue que los agentes que acceden al campo político no son iguales al momento de iniciar sus carreras políticas, puesto que exhiben dotaciones de capital que son muy distintas tanto en volumen como en 22

Ver nota 20.

23

estructura. Esto quiere entonces decir que la literatura que insiste tanto en las habilidades de los agentes debiese prestar mayor atención a los recursos que ellos tren al momento de formular sus decisiones de candidatura o de ser beneficiados con algún nombramiento en un cargo de confianza política. Es sobre este trasfondo de recursos sumamente desiguales que operan los mecanismos institucionales de selección de candidatos o las redes más o menos informales que conducen a que un presidente tome la decisión de nombrar a un determinado individuo en un cargo de confianza política. La evidencia empírica que es proporcionada por los datos entregados por una encuesta a miembros selectos de la elite política chilena muestra situaciones de profunda desigualdad que se encuentran en el origen de las carreras políticas, las que pueden ser largas o cortas (una información que no usamos en este trabajo). En tal sentido, se reiteran los resultados de otras investigaciones referidas a la producción y reproducción de grupos oligárquicos en la vida política de países y de partidos, en donde no todos los individuos que reivindican vocación, interés y virtud para representar o hablar en nombre de otros logran ser reconocidos en dicho reclamo.

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