Las fuerzas armadas en Argelia: el gran obstáculo para la democracia

Las fuerzas armadas en Argelia: el gran obstáculo para la democracia Por Victoria Silva Sánchez 1. Introducción Desde que Argelia logró su independenc

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Las fuerzas armadas en Argelia: el gran obstáculo para la democracia Por Victoria Silva Sánchez 1. Introducción Desde que Argelia logró su independencia de Francia en 1962, el ejército siempre ha controlado el poder político, sin que el gobierno civil haya podido establecerse plenamente, pese a los esfuerzos realizados durante la etapa Buteflika. Ahmed Ben Bella (1962-1965), el jefe del Estado Mayor del Ejército Houari Boumedienne (1965-1978), el coronel Chadli Bendjedid (1978-1992), Liamine Zéroual (1994-1999) y Abdelaziz Buteflika (1999-actualidad), incluido, eran todos militares y las únicas excepciones de civiles en la presidencia son las de Mohammed Boudiaf (1992) y Ali Kafi (1992-1994), ambos nombrados directamente por un comité militar. Las elecciones en Argelia han sido prácticamente siempre una farsa para refrendar al gobernante en el poder, hecho ilustrado por la baja tasa de participación de los argelinos en las mismas. La excepción tuvo lugar en 1992 cuando el islamista Frente Islámico de Salvación (FIS) estuvo a punto de hacerse con el poder, hecho que fue evitado por las fuerzas armadas, que invalidaron los comicios y abortaron el proceso electoral. La consecuencia fue una sangrienta guerra civil entre los diversos grupos armados islamistas y el ejército (guerra sucia) que provocó la muerte de más de 200.000 argelinos, la gran mayoría civiles inocentes. Esta primavera árabe argelina adelantada fue aplastada por la fuerza, generando entre la población un gran desasosiego y minando el activismo en favor del cambio político. La importancia que Argelia representa para los países occidentales en la lucha contra el terrorismo internacional en el norte de África y el Sáhara y la gran dependencia de los países europeos del gas argelino hace olvidar que Argelia, pese a sus lavados de cara y sus reformas, continúa siendo una dictadura, en la que el verdadero poder (y no muy en la sombra) son los militares y, especialmente, la inteligencia militar. Con el panorama actual en la región, esta situación no parece que vaya a cambiar en un corto plazo, ya que los acontecimientos en la escena internacional siempre conceden una salvaguardia a este poder para seguir perpetuándose a costa de la sociedad argelina. 2. Antecedentes: la guerra contra Francia y la amenaza externa Las fuerzas armadas han gozado de un gran prestigio en Argelia al ser identificadas como baluarte de la revolución y de la lucha contra la descolonización francesa. Este proceso se dio al ser cooptado el partido único – el Frente Nacional de Liberación (FLN) – por el ejército, dándose así una unión a nivel práctico y también simbólico entre ambos. Resulta ilustrativa la frase del historiador Mohammed Harbi que resume la situación argelina: “en la mayoría de los países el Estado tiene su ejército, en Argelia el Ejército tiene a su Estado”.1 Otro factor que potenciaba esta buena imagen era la identificación del ejército argelino como “ejército del pueblo”, factor que comenzó a desaparecer en los años 80 y, especialmente, por la represión de la revuelta de la Sémola. 1

Echeverría Jesús, C., 2004: “Las fuerzas armadas argelinas: desafíos nacionales e internacionales”, Documento de Trabajo nº 8/2004, Real Instituto Elcano, p. 3.

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Durante el gobierno de Huari Bumedián, el papel del ejército (entonces Ejército de Liberación Nacional – ELN) era establecido por la Constitución como el “instrumento y escudo de la Revolución y como salvaguarda de la independencia y de la soberanía nacional, así como su participación en el desarrollo del país y en la construcción del socialismo.”2 En esta etapa, destaca el papel del ejército como garante de la seguridad nacional, en un contexto en el que el nuevo Estado argelino se enfrentaba a amenazas en el contexto internacional, provocadas, por su cierto posicionamiento en el bando de la Unión Soviética y, por su constitución en potencia regional que amenazaba el status quo de otros países de la región, especialmente, de Marruecos. En este contexto tuvo lugar la Guerra de las Arenas (1963) entre ambos países que terminó igual que había comenzado. Otro factor de desencuentro fue el apoyo decidido que Argelia ofreció a la independencia del Sáhara Español y al Frente Polisario, hecho que enemista a los dos países hasta el día de hoy. En el periodo Bendjedid, esta concepción del ejército popular empezó a perderse. En 1988 tuvo lugar la conocida como la 'Revuelta de la Sémola'. La población argelina se manifestó pacíficamente en las calles reclamando justicia debido a las difíciles condiciones económicas que estaban sufriendo fruto de las reformas neoliberales que introdujo el gobierno. Las protestas fueron duramente reprimidas por el “ejército del pueblo”, que desde entonces perdió ese carácter. Durante la primera semana de octubre se estima que 500 personas fueron asesinadas por las fuerzas armadas, 40 de ellas en un mismo acto en la Plaza de los Mártires de Argel.3 La indignación popular fue tan grande que para evitar un baño de sangre el 10 de octubre Bendjedid tuvo que dirigirse públicamente a la nación reconociendo su responsabilidad y prometiendo un abanico de reformas económicas y políticas que culminaron en la introducción por primera vez del multipartidismo y la celebración de elecciones libres. El experimento democrático sólo iba a durar cuatro años, hasta que los resultados de las elecciones de 1992 dieron el poder a los islamistas del Frente Islámico de Salvación (FIS). Intolerable por más tiempo para la cúpula militar, los oficiales obligaron a Benjedid a dimitir y disolver la asamblea nacional, impugnando el proceso electoral y declarando el estado de emergencia. 3. Factores que perpetúan la influencia de los militares en la política El principal factor que perpetúa la continua injerencia del ejército en los asuntos políticos tiene que ver con la seguridad nacional. Si, como vimos, tras la formación del país estos tenían que ver con la seguridad externa, en los años 90 el giro se produce hacia desafíos provocados por la oposición interna. La experiencia adquirida durante esta década servirá posteriormente para continuar su influencia a través de la generación de la amenaza terrorista en el Sáhara. La guerra civil argelina y la lucha contra el enemigo islamista Tras la impugnación de las elecciones de 1992, todo el país se vio sumido en el estado de 2

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Keenan, J., 2009: The Dark Sahara: America’s War on Terror in Africa. Londres, Pluto Press, p. 136.

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emergencia, que preparaba el terreno para un enfrentamiento. El FIS se encontraba dividido entre aquellos moderados, que deseaban persistir en la vía pacífica pese a que habían sido ilegalizados como partido político, y aquellos que no podían soportar la ofensa sufrida y opinaban que la vía armada era la única posible en las condiciones actuales. Ello se vio profundizado por la aparición del Grupo Islámico Armado (GIA) en 1992 y de otros movimientos islamistas que abogaban por la vía violenta de enfrentamiento con el Estado. Mucho se ha hablado de la naturaleza del GIA, de su reconocida infiltración por parte de los servicios secretos de inteligencia argelinos (Direction des Renseignements et de la Sécurité, DRS), con autores que defienden que este grupo es una creación directa de la inteligencia argelina. Ello les habría permitido cometer numerosas masacres contra la población civil que habrían pasado por autoría islamista cuando en realidad fueron provocadas por las fuerzas armadas argelinas. En 1994, el FIS se fusionó con otros movimientos como el Movimiento por un Estado Islámico (MEI) y otros grupos para crear el Ejército Islámico de Salvación (EIS). En 1995 diversos grupos opositores se reunieron en Roma gracias a la mediación de la Comunidad de San Egidio y llegaron a un acuerdo para el fin de la violencia en Argelia, acuerdo al que no se sumó el gobierno. Según Keenan, esta posibilidad fue frustrada debido al crédito concedido este año al gobierno argelino por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI), que le dio un respiro para salir de la casi quiebra en la que se encontraba y continuar su cruzada contra los islamistas.4 El año 1997 fue uno de los más duros para los argelinos, con numerosas masacres de civiles que desataron la indignación internacional. Tanto fue así que en octubre de ese año el EIS pidió un alto el fuego al gobierno ante una violencia inusitada. El GIA se mostró muy crítico con la postura del EIS y aumentó la fuerza de sus ataques, aunque la violencia comenzó a remitir en 1998. Hacia 1999 la situación parecía controlada en las ciudades más importantes del país y una calma empezaba a instalarse en el mismo. Abdelaziz Buteflika había asumido la presidencia de la República, rodeándose de un aura de “salvador de la nación” que le acompaña hasta el día de hoy, pese a que muchos actores de la sociedad civil han recordado que la construcción de la paz es un proceso en el que participa toda la sociedad y no es algo que pueda ser otorgado por una sola persona. Buteflika aprobó diversas amnistías generales que permitieron que muchos de los guerrilleros se beneficiasen de las mismas. Hubo otros que decidieron continuar su lucha contra el gobierno argelino. Del GIA se escindió el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) liderado por Hassan Hatab, que continuó con su hostigamiento a las fuerzas de seguridad argelinas y la comisión de atentados contra objetivos políticos. También hay que destacar en este período las tácticas de “guerra sucia” que las fuerzas de seguridad argelinas emplearon contra los grupos armados islamistas, ideadas por los dos personajes más importantes quizás de todo el entramado militar argelino: los generales Mohammed “Tewfik” Mèdiene, director del DRS desde 1990, y Smaïn Lamari, director de la Oficina de Contraespionaje de la DRS. Jeremy Keenan señala que “their commitment to the 'eradication of Islamism' was absolute and, some have said, 'flawless'. In early January 1992, Smaïn, referring implicitly to the number of FIS voters and sympathisers, told his subordinates: 'I am ready and determined to

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eliminate 3 million Algerians if necessary to maintain the order threatened by the Islamists'.”5 Guerra contra el terrorismo internacional En torno al año 2000 parecía que la violencia de la década anterior había remitido y la situación empezaba a estabilizarse. Pero los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos y la subsiguiente “Guerra contra el Terror” lanzada por el presidente Bush iban a dar fuerza renovada a la guerra que el ejército argelino se traía con los grupos islamistas, esta vez, enmarcándola en el marco global de la lucha contra el terrorismo. Además, era una oportunidad única para Argelia de salir del ostracismo internacional en que la había sumido el conflicto civil. Estados Unidos y Argelia pasaron a ser íntimos y, especialmente, sus servicios de inteligencia. Tanto es así que autores como Jeremy Keenan defienden que Argelia y Estados Unidos orquestaron el secuestro de turistas europeos en el sur de Argelia para después achacar su autoría a grupos islamistas existentes en el sur del país y establecer así un nuevo frente de la lucha contra el terror en el Sáhara.6 Así pues, el GSPC, una escisión del GIA, pasaría a ser el enemigo número uno en estas latitudes. Posteriormente, éste se convertiría en Al Qaeda en las tierras del Magreb Islámico (AQMI) y empezarían a ser familiares a la opinión internacional nombres como Mokhtar ben Mokhtar o Abderrazak El Para. Hasta qué punto un grupo como el GSPC puede ser tildado de grupo terrorista internacional es más que discutible. Diversos acontecimientos y situaciones se han querido achacar a una muestra de cómo un grupo con una clara vocación nacional como el GSPC habría extendido su radio de actividad mucho más allá. Sin embargo, sucesos como las rebeliones tuareg en Malí y Níger, el comercio de armas entre ejércitos y grupos armados locales, la influencia saudí y pakistaní, el secuestro de turistas occidentales o la presencia de individuos asociados a las redes de Al-Qaeda en la región hablan más de cuestiones políticas y criminales que de una verdadera actividad terrorista. Como señalan Núñez Villaverde et al., “buscar argumentos para racionalizar lo irrazonable ha sido un recurso característico de los promotores de la “guerra contra el terror”, manipulando cualquier hecho o idea para justificar, e incluso acentuar, el miedo y facilitar así la adopción de sus consiguientes intervenciones de corte militarista y securitario. Esta actitud ha creado una dinámica que, con el tiempo, podría empeorar los problemas que se intentaban afrontar en el inicio.”7 Sin embargo, esta ha sido la estrategia desde que Estados Unidos desembarcara en el continente africano en 2004 con su Trans-Saharan Counter-Terrorism Partnership y en 2007 creara el AFRICOM. En ese mismo año el GSPC se convirtió oficialmente en AQMI, aunque ya había jurado lealtad a la organización previamente. Sin embargo, no es descabellado pensar que este hecho tiene más de publicidad y de explotar una marca ya consolidada, que de una verdadera coordinación entre ambas organizaciones. Este hecho ha quedado muy claro cuando Mokhtar ben Mokhtar se separó de AQMI para formar el Batallón de los que firman con sangre. 5

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Para una completa información sobre este asunto véase Keenan, J., 2009: The Dark Sahara: America’s War on Terror in Africa. Londres, Pluto Press, 278 pág.

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Núñez Villaverde, J.; Hageraats, B.; Kotomska, M., 2009: Terrorismo internacional en África. La construcción de una amenaza en el Sahel. Madrid, Los libros de la Catarata, p. 99.

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Argelia se ha convertido en un aliado fundamental para los países occidentales en la lucha contra el terrorismo yihadista en el Sáhara y el Norte de África. Los sucesos de In Amenas en 2013 fueron muy ilustrativos de esta tendencia, con una intervención de rescate de rehenes por parte de las fuerzas armadas argelinas muy aplaudida por los gobiernos occidentales, pese a que costó la vida a 39 de ellos. Dada la situación actual en países como Libia, Malí e, incluso, Nigeria, el rol crucial de Argelia en la seguridad de la región no parece que vaya a remitir ni su importancia para los países occidentales. El miedo El miedo es el factor fundamental que influye en la escasa movilización política de la población argelina en pos de un régimen democrático. Aún perduran en numerosos argelinos las heridas de una guerra civil traumática, que se cobró la vida de casi 200.000 personas. Es por ello que muchos analistas afirman que las revueltas árabes de 2011 han pasado de largo por Argelia. Sí que hubo cierto movimiento por parte de algunos grupos, como Mukabarat, y algunas protestas populares, que el régimen sofocó sin dificultad. A semejanza del régimen marroquí, el argelino ha procedido a acallar las revueltas mediante reformas políticas y económicas que no suponen más que un ejercicio de cosmética, y que no atacan las verdaderas causas del descontento de la población. Rosa Meneses señala dos factores que explican la escasa movilización de los argelinos en este contexto: “la primera, que los argelinos continúan traumatizados por la sangrienta guerra civil que asoló al país en los 90 y cuyas consecuencias todavía están presentes hoy. La segunda es el control que las autoridades seguirían ejerciendo contra toda disidencia o incipiente movimiento de protesta que intentase capitalizar el descontento en la calle.”8 Así pues, no es de extrañar que Buteflika resultase reelegido en las elecciones de abril de 2014, en las que apenas un 51% de los argelinos acudió a las urnas. 4. ¿Y tras Buteflika? Conclusiones y escenarios futuros En 2014, Abdelaziz Buteflika volvió a ser elegido presidente de la República por otro mandato de cinco años más. Pese a su delicado estado de salud que le tiene apartado de la vida pública desde 2013, aún continuará cinco años más al frente del Estado argelino, mientras sus leales preparan su sucesión. El horizonte de democracia para los argelinos continúa estrechándose. El próximo presidente de la República no será elegido por los argelinos, tal y como sucede desde 1962. El pueblo argelino aún continúa a la espera de que la tan ansiada y necesaria transición política se produzca de una vez. Pese a que muchos han alabado la labor de Buteflika al frente de la presidencia de la república como el garante de la paz en el país, las cosas no son tan sencillas. Sí es cierto que ha conseguido neutralizar en parte el poder del ejército en los asuntos políticos, pero también es cierto que se ha producido una división en el seno del mismo y que los servicios de inteligencia militar, la DRS, han declarado la guerra abierta a Buteflika y sus afines. La DRS se opuso a un nuevo mandato de Buteflika, debido a los continuos recortes en sus atribuciones que está llevando a cabo

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Meneses, R., 2014: “Argelia y la era post Buteflika”, Documento de Opinión 70/2014 IEEE, p. 8-9.

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el presidente. Pero, como ya sabemos, este organismo está controlado por el General Mohammed “Tewfik” Mediènne, autor de la represión contra los grupos islamistas y las tácticas de “guerra sucia” empleadas durante el conflicto. También se le considera responsable del asesinato del presidente Mohamed Boudiaf en 1992, que algunos autores defienden que fue orquestado por la DRS, debido a las investigaciones que estaba llevando a cabo sobre este organismo. Las artimañas empleadas por el DRS fueron hechas públicas por diversos cargos militares. El primero de ellos fue Nesroulah Yous, con su libro Qui a tué a Bentalha? Algèrie: chronique d'un massacre annoncé, publicado en 2000, que defendía que la masacre de Bentalha fue cometida por miembros del ejército argelino y no islamistas. Al año siguiente, Habib Souaïdia publicó La Sale Guerre. Souaïdia había sido oficial en las Fuerzas Especiales Argelinas y su libro dejó por los suelos al entonces ministro de defensa y jefe del Ejército, el general Khaled Nezzar, ya que detallaba minuciosamente los nombres, lugares y fechas de las masacres cometidas por el ejército argelino, de las personas ejecutadas extrajudicialmente y de aquellos torturados hasta la muerte en las prisiones del ejército. Finalmente, Souaïdia fue juzgado por difamaciones contra el ministro, pero el pueblo argelino al menos supo la verdad de lo que había sucedido. Un último golpe lo dio Mohammed Samraoui, el más alto oficial de la DRS en Europa, que confirmó todo lo dicho por Souaïdia y aportó más datos sobre los planes para terminar con los islamistas en Chronique des années de sang (2003). Por supuesto, ni ellos ni ninguno de los perpetradores ha sido juzgado por estos crímenes. Y nunca lo serán porque el responsable de los mismos es el Estado argelino, que lleva el ejercicio del terrorismo de Estado a niveles comparables a los de países altamente denostados en el orden internacional. Pero el apoyo occidental a un régimen culpable de crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad no decae, es más, cada vez se incrementa más. La cooperación en la lucha contra el terrorismo y la gran importancia que el gas argelino tiene para Europa no deberían empañar las graves violaciones de derechos humanos que cometió y comete el Estado argelino contra su propia población. Como señala Mansouria Mokhefi, “Indeed, as long as Algeria is fighting terrorism, stopping migrants, and providing energy, EU co-operation with Algiers will remain limited to their joint interests. However, the EU should not ignore the possibilities for change that lie with the Algerians themselves, whose growing political and economic demands could seriously challenge the status quo. In fact, given the EU’s positive image among most Algerians, it should consider investing more in civil society and supporting groups or organisations working towards more democracy, education, or women’s emancipation.”9 5. Bibliografía • • • 9

Echeverría Jesús, C., 2004: “Las fuerzas armadas argelinas: desafíos nacionales e internacionales”, Documento de Trabajo nº 8/2004, Real Instituto Elcano. Keenan, J., 2009: The Dark Sahara: America’s War on Terror in Africa. Londres, Pluto Press, 278 pág. Meneses, R., 2014: “Argelia y la era post Buteflika”, Documento de Opinión 70/2014

Mokhefi, M., 2014: “Algeria – an unsteady partner for Europe”, Policy Memo European Council on Foreign Relations, p. 7.

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IEEE. Mokhefi, M., 2014: “Algeria – an unsteady partner for Europe”, Policy Memo European Council on Foreign Relations (ECFR). Núñez Villaverde, J.; Hageraats, B.; Kotomska, M., 2009: Terrorismo internacional en África. La construcción de una amenaza en el Sahel. Madrid, Los libros de la Catarata, 270 pág. Wolf, A.; Lefevre, R., 2013: “Algeria: no easy times for the generals”, The Journal of North African Studies, Vol. 18, No. 3, pág. 509-513.

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