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LAS HERIDAS ABIERTAS DE LA CRUZ Esteban: En plena semana santa nos encontramos con que la cruz ha tomado un lugar fundamental en la celebración y en la exposición a través de los medios de comunicación y de las formas en que la muestran las diferentes confesiones cristianas como símbolo de lo que celebran. Sin dudas, Salvador, tenemos que mirarla y encontrar qué es lo que nos deja este símbolo que nos muestra tan profusamente en toda la sociedad en estos momentos. Salvador: Si, yo creo que antes de hablar de la resurrección conviene mirar un poco la cruz y el acto salvaje de la cruz. No es agradable mirar la cruz, es más agradable de algún modo estilizarla a verla como realmente es. Esteban: Hay una tendencia de mucha gente; orfebres, joyeros, a crear cruces muy bellas para poder lucirlas... sobre todo las damas. Salvador: Claro, y son cruces simbólicas, nada más. Sin embargo, la cruz de la que hanblamos es un patíbulo, es un acto salvaje donde el cuerpo del reo es desnudado de las ropas y las manos y los pies son clavados, los romanos los clavaban con unos gruesos clavos cuadrados de un centímetro por un centímetro, que se hacían en la fragua, forjados a martillo. Y luego alzaban la cruz y el cuerpo quedaba pendiente. Cuando uno ve la cruz de Jesús, hay tres cosas que me gustaría destacar de ella. En primer lugar que a excepción de otras cruces a Jesús le colocan una corona de espinas en la cabeza. Esa fue la burla de los soldados porque decían, es el rey de los judíos. El cuero cabelludo es una de las zonas más vascularizadas que tenemos, y por lo tanto producen una gran hemorragia, y esta corona estuvo en la cabeza. Jesús también tuvo una herida profunda en el costado, con una lanza forjada en hierro, tenía más o menos ocho centímetros de ancho, y parece, que al penetrar de abajo hacia arriba (hay que pensar en la posición del soldado y en la de Jesús) dice que al instante salió sangre y agua, los peritos forenses dice que penetro la cavidad pleural y el envoltorio pericárdico, y atravesó la aurícula derecha, y salió sangre y suero límpido, por tanto atravesó el corazón de Jesús. Y por otro lado están las manos y los pies clavados. Entonces cuando uno mira en el conjunto y ve manos y pies clavados, afecta la voluntad de la persona porque no puede hacer nada, no puede obrar, no puede hacer, no puede moverse. La voluntad está paralizada en la cruz. La corona de espinas afecta el pensamiento de la persona, porque el centro del pensamiento es la cabeza de la persona, y la lanza en el costado, siempre hablamos del corazón como el centro del pensamiento. La cruz por tanto afecta lo que son los pensamientos, los sentimientos, y la voluntad, y eso es lo que define al hombre. Yo me acuerdo que el hombre es pensamiento, sentimiento y voluntad. Y uno mira la cruz y ve que esas tres cosas están prácticamente afectadas, los tres elementos se hayan afectados, y Jesús está profundamente herido en la condición humana. Si la condición humana es pensamiento, sentimiento y voluntad, y está así clavado con la corona de espinas y con la lanza en su costado, podemos decir que Jesús está herido en su condición humana. Está destruido en su condición humana. Nos detenemos un poco en viernes santo y qué es lo que queda abajo de la cruz, cuando Jesús está herido en su condición humana. Queda María Magdalena, que fue sanada por

Jesús, y que dice que Jesús le dio la vida. Pedro que puso todos sus sueños en Él. Queda Bartimeo, el ciego que recibió la vista, está Lázaro el hombre que resucitó, está Zaqueo el hombre que renovó su vida espiritual, es decir, toda esa gente, perdió al euforia del triunfo y tenía en esos momentos la tristeza de la decepción. Es interesante como muchos pintores pintan el Calvario. Jesús está muerto en la cruz, pero el dolor que produce está en el rostro de aquellos que están en torno a la cruz. María Magdalena, María, Juan, uno ve en ellos el rostro que es el que refleja el dolor del Cristo resucitado. Quiere decir entonces que la cruz hiere a Jesús, pero deja también muchos corazones heridos. La cruz les ha abierto nuevas heridas a ellos, los crucificadores abrieron muchas heridas sangrantes de quienes están alrededor. Pensando en ese cuadro me di cuenta que los hombres siempre levantan cruces, porque las heridas sangran y por esas se va la vida, y los hombres levantan cruces que producen heridas visibles cuando se hacen en el cuerpo, esas son las heridas que se curan con el tiempo y quedan cicatrices, pero hacen heridas también invisibles, que son las que se producen en el alma, estas son mucho más difíciles de curar. La historia está llena de cicatrices que no alcanzan a cicatrizar nunca, yo recuerdo que cuando estuve en medio oriente, estuve en Israel y veía pasar las ambulancias, para recoger heridos, y las ambulancias tenían una estrella roja, y si hubiera ido a la zona árabe, hubiera visto que las ambulancias tenían la media luna roja. Y uno se pregunta, si es algo internacional, porque no la cruz roja en todos lados. Las heridas que las cruzadas dejaron, están abiertas hasta el día de hoy. Entonces hay resentimiento, y como consecuencia rechazan la cruz. Los armenios que tienen cuentas pendientes del primer genocidio de la historia, un millón y medio de armenios masacrados por los turcos; siguen hasta el día de hoy reclamando justicia y son heridas abiertas. Los indígenas americanos, la opresión del blanco, hay heridas que persisten que hasta el día de hoy están abiertas en nuestra sociedad, los hombres siguen levantando cruces y levantando heridas, tanto como las levantaron para Jesús lo hacen para el prójimo. Y la guerra de todos los tiempos son cruces que levantan los hombres, el holocausto, es una cruz que seguirá pesando por generaciones. La bomba atómica en Hiroshima, se puede explicar de mil formas, que es el fin de la guerra, que impidió que la segunda guerra mundial continuara, como sea, pero la herida aún está abierta. Los hombres se especializan en abrir cruces y en abrir heridas. La herida en medio oriente, es una herida abierta, totalmente abierta, los atentados que hubo en Atocha, o las heridas del del 11 de setiembre, son heridas que están aún abiertas, heridas abiertas dentro de la sociedad. Visité Nueva York, el lugar de las Torres Gemelas, ahora están levantando otra torre, y el lugar donde estaban las Torres hicieron una fuente, utilizaron el contorno de donde estaban las torres para hacer una fuente donde cae el agua permanentemente, es un espectáculo particularmente lindo. Cuando uno se acerca al borde la fuente, al borde de mármol, en el borde están escritos todos los nombres de quienes murieron, entonces es una herida

abierta, y fue escrito en mármol, entonces permanentemente esa herida va a estar gritando la herida de toda una generación, que ha vivido eso, entonces creo que los hombres abren heridas muy difíciles de cerrar y que las siguen abriendo hasta el día de hoy. Y podríamos ir a Atocha y tendríamos más ejemplos, o a otros lugares como Perú y ver a Sendero Luminoso o en Colombia a las FARC que muestran heridas en esos lugares. No estoy a favor ni en contra de nadie, estoy diciendo, el hombre se especializa en abrir heridas que luego pasa el tiempo y no cicatriza pues quedan abiertas y tocan el alma de las personas, no solamente el cuerpo. Porque muchas veces estos atentados han tocado a las personas, y han dejado heridos, no heridos físicos, me estoy refiriendo a las heridas del alma. Esteban: Y heridas que pasan de generación en generación. Salvador: Las heridas y los odios son transmisibles, pasan de una generación a la otra. Yo recuerdo que estuve en la plaza de las tres culturas en México, me llevaron especialmente a ver esa plaza de las tres culturas porque en el año 1968 hubo un gran movimiento estudiantil que fue apoyado por profesores, por intelectuales, por obreros, que es cuando son apoyados por diversos grupos, quiere decir que los profesores y los intelectuales de la Universidad estaban todos juntos en esa plaza, el 02 de Octubre del año 1968, las fuerzas del ejército y paramilitares rodearon ese lugar y mataron a varios centenares de personas, entonces esa persona que me llevó a ese lugar, que había visto esa matanza. Me decía: “Mire, donde usted está caminando en este momento, eso que tiene por debajo de sus pies era sangre, estaba todo totalmente rojo”, y uno a veces dice “murieron miles de personas” pero atrás de cada persona hay un padre, una madre, una esposa, un hermano... con heridas abiertas. Los hombres nos especializamos en levantar cruces a nuestros prójimos y nuestros prójimos nos levantan cruces a nosotros, por tanto la vocación de “crucificadores” es algo inherente a la naturaleza humana. Es como dice Woody Allen en una de sus películas: “conociendo al ser humano, me parece que la maldad que hay en el mundo es demasiado poca”. Queriendo decir que el ser humano es capaz de mucho más que lo que estamos viendo en estos momentos. La maldad del hombre es infinita y puede manifestarse de distintas maneras y siempre la maldad abre heridas. Esteban: Hacemos una pausa, estamos charlando de la cruz, sobre su incidencia, sobre las heridas que se abrieron y que se abren en diferentes ámbitos como estamos viendo, ya volvemos. PAUSA... Esteban: Antes de la pausa Salvador y escuchando lo que decías de que el ser humano, y de la crucifixión que decías se hace por parte de seres del siglo XXI. Hay una frase de una parte de Latinoamérica, que cuando a alguien le han hecho mucho daño: “a este lo crucificaron”. Se los puede crucificar con hechos, con palabras, con marginación, en la cual se hiere la integridad de la persona. Salvador: Claro. Y hay otras heridas que pasan por otro lado. Por ejemplo esta semana estuve hablando con la gente que trabaja con la infancia abandonada, hablamos de la infancia de niños que tienen la infancia desgraciada, abandonados por los padres, o con golpes emocionales fuertes porque han sido abusados sexualmente, o han tenido que salir a la calle y saltear la infancia para empezar a vivir la realidad de la vida duramente, por la

situación económica. Otros, tienen que asumir obligaciones de adultos y veía la fotografía de dos niños preciosos de siete y ocho años, una nena y un varón, que tenían una sonrisa maravillosa y sin embargo fueron duramente golpeados por la vida, fueron recogidos por una familia muy amorosa, que les daba cariño y dice que la nena siempre le rogaba a Dios que su hermanito se portara bien, y uno veía esos rostros tan llenos de ternura y de comprensión, y uno dice ¡qué tremendo! Lo duro que debe ser tener que ser abandonados desde pequeños, dejados por sus padres, quiere decir que hay un montón de desengaños que se van sumando en nuestra vida, y todas esas cruces dejan nuestras vidas paralizadas, porque afectan la voluntad, el pensamiento, las emociones, esas heridas sangran continuamente y no cicatrizan rápidamente. Entones vamos a los psicólogos porque las tratan de cerrar, vamos a los filósofos que la intentan de explicar y el hombre no puede encontrar respuesta. Y yo estaba pensando en los discípulos de Jesús, y en las heridas de Cristo, heridas que golpearon a los discípulos directamente y estarían pensando para qué sirven las enseñanzas, que sentido tienen repetirlas, las enseñanzas de Jesús, los milagros, las parábolas no pueden cerrar las heridas que nosotros tenemos en estos momentos. Hasta que llegó la mañana de la resurrección, y en la mañana de la resurrección la tumba vacía nos dice que algo paso con las heridas de Jesús, que por ellas se fue la vida y tendría que haber venido la corrupción, pero no fue así, esas heridas no sangran más están cicatrizadas, él pudo cerrar las heridas y generó un nuevo tejido, y nace allí la esperanza. Cuando el profeta Isaías pre-anunció esto, dijo él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, el castigo de nuestra paz fue sobre Él y por sus llagas fuimos nosotros curados. Entonces está hablando de la curación que hay cuando yo me enfrento con Jesús. Jesús se acercó a cada uno de los discípulos heridos, y es interesante, porque él los va a buscar, los va a buscar para restaurarlos. Va a buscar a María Magdalena que tiene los sentimientos heridos y la va a buscar para que no llore más, va a buscar a Tomás, que tiene los pensamientos heridos y lo va a buscar para que no piense más así, para sanarle los pensamientos, y él va a buscar la voluntad perdida del apóstol Pedro y lo restituye. El Cristo que necesitamos, es el Cristo resucitado, es el Cristo vivo que cicatriza las heridas de la vida. No borra el pasado, pero lo cicatriza. En este mundo tan necesitado, en el cual hay tantas heridas, necesitamos de Cristo para que el toque las heridas de nuestro pensamiento, de nuestros sentimientos, porque Él es el único que puede sanarlas. El Cristo que necesitamos es el Cristo del Calvario, el Cristo resucitado, que cicatriza nuestra propia vida. Y por eso, esta pascua, es una oportunidad que nosotros tenemos. Aquellos que tenemos heridas en nuestra vida aquellos que miramos y vemos que hay cosas sangrando en nosotros es el momento en que podemos avanzar hacia el Cristo resucitado, ese Cristo que no está más en la Cruz, ese Cristo que se levantó, ese Cristo que no sufrió la corrupción natural de la muerte, sino que venció con la vida a la muerte y sacó a luz la inmortalidad para nosotros. Y que podamos acercarnos con nuestras heridas a Cristo y decirle, “Yo estoy sangrando por esto...” “porque mis pensamientos están heridos.... o porque mi voluntad está herida... o porque mis sentimientos están heridos...” “...yo no puedo seguir caminando con estas heridas y necesito Señor que tu las sanes y limpies y necesito que tu las cicatrices para siempre”. Yo creo que la Pascua es un mensaje hacia la sanidad de todas nuestra heridas, de todas nuestras cargas, de todas aquellas cosas que duelen, para que el Cristo resucitado nos de justamente de su paz y de su salud para

nosotros y que por sus llagas fuimos nosotros curados, para ser curados de todas nuestras heridas interiores por la presencia de Cristo resucitado en nuestra vida en esta misma Pascua.

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