LAS PEROLAS DE DIANA

NARRATIVA, página 39 LAS PEROLAS DE DIANA José Ángel Mañas Diana se sentaba en segunda fila. Tenía el pelo negro y rizado y buen cuerpo. Tato, que

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Story Transcript

NARRATIVA,

página

39

LAS PEROLAS DE DIANA José Ángel Mañas

Diana se sentaba en segunda fila. Tenía el pelo negro y rizado y buen cuerpo. Tato, que también estaba en mi clase, decía que tenía las mejores perolas de la facultad. Cuando venía en camiseta se la podían ver bien marcadas y respingonas, "mirando

al cielo como tienen que mirar todas las perolas", según Tato.

Yo siempre la miraba cuando entraba en clase y cuando salíamos al pasillo procuraba introducirme en el grupo en el que estuviera ella. Me apoyaba contra la pared, cigarro en mano, y aportaba mi pequeño grano de arena a las conversaciones. Diana se reía mucho y cuando se reía, yo miraba sus perolas. Un día le pregunté si se quedaba a comer. Ella le dio una calada a su cigarrillo y dijo que sí. Su camisa abierta dejaba ver a ratos un sujetador blanco. -Yo también me quedo. ¿Vamos al pabellón -Espera que recoja mi carpeta.

B? -pregunté.

Diana se metió en el- aula y volvió a salir con una carpeta forrada de fotos de Tom Cruise bajo el brazo. Se despidió sonriendo de otros compañeros de clase. Mientras caminábamos por el pasillo, Tato se nos acercó corriendo. -¿Vais a comer? Diana se dio la vuelta. Yo me mordí el labio. -Esperad que os acompaño -dijo Tato-. Qué calor, ¿eh? Cómo se nota que ya estamos en verano. Tato nunca se daba cuenta de cuando estaba de más. Mientras atravesábamos la franja de verde que nos separaba del pabellón

B, no dejó de hablar de gilipo-

lIeces de clase. Sonreía cada dos por tres y gesticulaba sin parar. Parecía que le hubiesen dado cuerda. -El de última hora es deplorable. No hace más que dictar y dictar apuntes. Un profesor así no debería estar en la Universidad. Es deplorable. Además no nos da más que fechitas y datos. Yeso para mí no es Historia. -¿Y qué es para ti Historia? -¿Para mí? -dijo-

Para mí Historia son las grandes síntesis, las teorías que dan

una visión de conjunto. Siempre son subjetivas, claro, y los conceptos no son más que herramientas teóricas pero ... La conversación

se estaba poniendo

parte, con un intelectualoide

insoportable.

Cosa inevitable,

por otra

de tercera como Tato. Pero a mí sus grandes teorías

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no me engañaban. Yo sabía que estaba intentando deslumbrar a Diana. Una vez oí decir a un escritor en la tele que todo en esta vida se hace para fornicar y me quedé con la frase. Aprovechando

que pasábamos delante de la pizarra donde estaba escrito con

tiza el menú, interrumpí el discurso de Tato. -¿Qué vais a comer? Diana miró el tablón y entornó

los ojos. En clase llevaba gafas pero fuera

nunca se las ponía. -Siempre que vengo hay macarrones, no sé cómo lo hago. Yo me reí sin saber muy bien por qué. Subimos por las escaleras y entramos en el comedor.

No había demasiada

gente haciendo cola. -Es el mejor sitio para comer en la Uni. Yo he comido

en casi todas las

Facultades y salvo la de Económicas el pabellón B es el mejor. Por cierto, ¿tenéis vales? -preguntó

Tato, metiéndose una mano en el bolsillo.

Diana y yo dijimos que no. -Hacéis bien. Es barato pero es una putada que caduquen tan pronto. Yo, porque como aquí todos los días, si no ... -¿Tú qué días te quedas a comer en la facultad, Diana? -pregunté. -Yo sólo los miércoles porque después me quedo a jugar al baloncesto. Diana jugando al baloncesto, perolas arriba y abajo, boing, boing. -¿Baloncesto? -inquirió -Sí. Baloncesto.

Tato.

-Qué gracia. Yo cuando era pequeño jugaba al baloncesto.

Era muy bueno.

Estuve a punto de ... Cogí una bandeja y miré hacia otro lado. Me serví un primer plato de macarrones y un segundo de pollo. Pagué y me dirigí hacia una mesa desocupada al lado de la ventana. Tato y Diana venían detrás de mí, hablando de baloncesto. -A mí Sabonis no me acaba de convencer nada. De verdad. Me parece que ... -Voy a por agua -me levanté de la mesa con la jarra en la mano. Cuando volví, seguían hablando de baloncesto. -Pues a mí el baloncesto

me parece un coñazo -dije-o

deplorable ver a diez energúmenos corriendo ta en una cesta. -Pero si a ti te encanta el baloncesto -dijo

Es un espectáculo

por una pista para meter una peloTato. Se había quitado la chupa

vaquera y su camisa abrochada hasta el último botón no podía impedir que algún pelo peleón se escapase por el cuello. -Aba.

NARRATIVA,

págin=

"

-¿Cómo que "aba"? -Me gustaba. Ya no.

-y tu novia también juega al baloncesto. Miré a Tato y engullí unos cuantos macarrones. -Por eso estoy harto de hablar del tema. Diana me miró sonriendo y hubo un pequeño silencio. Cuando terminó

la comida, Tato dijo que se tenía que ir a clase y cogió su

carpeta. -Hasta mañana -dijo, Yo miré a Diana.

y se fue.

-¿Quieres tomar un café? -propuse. Dijo "bueno",

dejamos nuestras bandejas y bajamos de nuevo por las escale-

ras hasta el bar. Dos cafés, uno con leche y otro cortado. El camarero me cogió el ticket y nos puso los cafés. -No sabía que tuvieras novia -comentó

Diana, apoyando

el codo sobre su

carpeta encima de la barra. -Sí. Bueno. Nada serio. Un rollo. Ya sabes. -A mí no me gustan los rollos -dijo ella, y le dio un sorbo al café. Hubo unos momentos de silencio. Yo le daba vueltas al coco buscando

la

manera de aprovechar al máximo la situación. -¿Sabes? -dijo

Diana en tono de confidencia-o Yo he tenido un rollo durante

un año. Estaba casado. Siempre me juraba que iba a dejar a su mujer, que no la quería, que a quién de verdad quería era a mí. Pero nunca la dejó -otro sorbo de café, acompañado de una sonrisa-o Era un cobarde. Una vez hasta quedamos para imos juntos. Le estuve esperando en Chamartín.

Nunca apareció.

Di un sorbo al café y asimilé la información. más seguro. Decidí tirarme a la piscina.

La confidencia

me hizo sentir

-Escucha -dije-o ¿Teapetece quedar esta tarde para tomar algo? Ella me miró. Yo temblé, esperando su respuesta. Cuando llegué a casa, mi novia estaba sentada en el sofá-cama que habíamos comprado semanas antes para comenzar a amueblar el apartamento. con las sillas y la televisión eran los únicos muebles del salón. -¿Dónde has estado? -preguntó comer. Habíamos quedado. "

Eso, la mesa

de nuevo-o Te he estado esperando

para

Dejé mi carpeta encima de la mesa y evité mirarla. La cara llena de pecas me pareció entonces especialmente insulsa. -He comido en la facultad -murmuré. -Ah. Ya veo. Me fui de la habitación y me tumbé en la cama, cogiendo uno de mis comics

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preferidos de Spiderman. Mi novia se había quedado en la puerta, cruzada de brazos. La falda larga que llevaba le sentaba francamente mal. Y no pegaba nada con la camisa roja. No tenía ningún gusto. -¿Te parece bonito?

Yo aquí, esperándote, cocinando

ampliamente de venir y te quedas tan tranquilo te tumbas en la cama sin decirme nada.

para los dos, y tú pasas

en la Facultad, y cuando vienes

-Estoy cansado. -Ya te veo. Yo también estoy cansada, pero estoy cansada de ti y de todo esto. Estoy harta de este piso y de las caras que pones cuando llegas. Como si entraras en una cárcel. -Escucha -me incorporé-o El piso te lo ha regalado tu padre. -"Nos"

lo ha regalado. Nos. Tú estuviste de acuerdo. íbamos a...

-No lo digas. -Tú querías. Me levanté de la cama y miré la bombilla

que colgaba del techo.

-Menos mal que no. Pausa. Miré por la ventana. Las persianas estaban bajadas porque a esas horas de la tarde pegaba mucho el sol. -No digas eso, por favor. Sabes que no lo dices en serio, que lo dices sólo para hacerme daño. Salí de la habitación

sin hacerle caso y entré en la cocina. Abrí la nevera y

miré dentro. Lleno. Por lo mejos se preocupaba de hacer la compra. Mi novia me siguió y me miró desde la puerta. -Dime que no lo dices en serio. Saqué un botellín de cerveza y lo abrí. -Lo que ha pasado ha sido lo mejor que podía pasar. Yo estoy estudiando, tienes un curro mediano. Era una complicación. Mi novia me miró de nuevo. Tenía la voz alterada.



-Tú no me quieres, ¿verdad? Nunca me has querido. -Pero qué tonterías dices. No seas melodramática. Salí de la cocina, encendí la tele y me senté en el sofá. Mi novia se acercó y me dijo algo pero seguí mirando la tele, sin contestar, hasta que ella la apagó. -¡He dicho que me contestes! -Que te conteste a qué -le di otro trago al botellín. -Te he preguntado si me quieres. -Deja de preguntar tonterías -me levanté e intenté encender la tele. Pero ella me empujó, me quitó el botellín y gritó; -¡Dímelo de una vez! ¡Atrévete! ¡Atrévete a decirlo, aunque sólo sea una vez! -Escucha ...

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-¡He dicho que te atrevas! Yo la miré a los ojos. -iDilo,

venga!

-Está bien. Tú lo has querido, no yo. No te quiero y no te he querido nunca. Las palabras salieron cortantes y frías. La seguí mirando. Se dio la vuelta y se dirigió hacia la habitación. Portazo. Yo me acerqué a la puerta y la llamé por su nombre. -¡Vete! -me gritó con voz ronca. -Escucha ... -¡He dicho que te vayas! ¡VETE! ¡Y no vuelvas! Está bien.

Ella lo

ha querido.

Apagué la luz, le di un último trago al botellín

y salí a la calle.

gente. Al principio

Tráfico,

estaba un poco

alterado y me quedé un buen rato parado en mitad de la calle. Era la primera vez en mucho tiempo

que me había

atrevido a decir lo que sentía. Me sentí orgulloso de mí mismo y decidí ir a casa de Tato, aunque

pensé

que

Ella se tapó la cara.

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mejor no se lo iba a contar. No, todavía no. Más tarde. Llegué al café comercial pedí una coca-cola.

a las nueve. Diana todavía no había llegado, así que

Ruido, la gente sentada a mí alrededor hablaba muy alto, los

espejos enfrente mío hacían que el café pareciera inmenso. Cuando el camarero me trajo mi coca-cola

cogí el limón con los dedos y le di un mordisco.

A las nueve y media Diana seguía sin haber llegado. A las diez tampoco. Mierda. Empecé a ponerme nervioso y decidí llamar a una amiga de clase para pedirle su teléfono. Y luego la llamé a ella. -¿Sí? -Hola, ¿Diana? -Sí, ¿quién eres? -Soy yo. Hemos quedado a las nueve. Te estoy esperando. -Ah -gélido-o No creo que sea una buena idea que nos veamos. Perolas. No quise escuchar más. Colgué y me fui a la barra. Un whisky con coca-cola, por favor. risa a hostias.

El

camarero sonreía. Me entraron ganas de borrarle la son-

Volví a casa hacia las tres, completamente

borracho.

Mi novia estaba en la cama cuando entré y se levantó. -Estás borracho -dijo.

Yo sólo le veía los pies descalzos encima del parqué.

-Lo siento. Lo que te he dicho esta tarde era mentira. No lo pensaba. Levanté la cabeza y ella me abrazó. Sentí su calor, su aliento cerca de mi cara. -Ya lo sé, cariño. Lo sé. Me llevó al cuarto de baño y me ayudó a desnudarme. Qué asco, como huele tu camiseta.

Abrió

el grifo y el agua salió fría pero no protesté. Después de

ducharme me ayudó a ponerme el pijama y me metió en la cama y ella se metió conmigo.

Empecé a besarla y la susurré al oído que la quería.

-Ya lo sé, cariño. Ya lo sé -me dijo mientras me ayudaba a quitarme los pantalones del p:ijama. Luego sepLiso encima mío y empezó a moverse. -Dímelo otra vez -me murmuró al oído-o Dímelo otra vez. ea,

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