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LAS VANGUARDIAS: TENDENCIAS Y CARACTERISTICAS. RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA PEQUEÑO CONTEXTO HISTÓRICO (1914-1918) la Gran Guerra (IGM). Tras la guerra, Europa se hunde en una depresión económica que propicia el auge del fascismo italiano y de otros movimientos autoritarios. En cambio, Estados Unidos disfruta, por estas fechas, de un crecimiento económico que le permitirá situarse como la primera potencia mundial. Durante el transcurso de la guerra, en 1917, tiene lugar la Revolución bolchevique de Rusia. Su importancia trascendía las fronteras nacionales; el objetivo era la revolución socialista mundial, empezando por los países industrializados de Europa. En 1919 se funda la III Internacional. En principio, la consecuencia fue que se ahondó la brecha entre los reformistas socialdemócratas y los revolucionarios. PEQUEÑO CONTEXTO CULTURAL EUROPEO En el campo de arte y de la cultura, el primer tercio del siglo XX es particularmente fértil. Se produce una explosión creativa, de cuya diversidad da idea la multitud de movimientos que se suceden y solapan en pocos años: son las vanguardias.
LAS VANGUARDIAS Las corrientes vanguardistas se caracterizan por su afán experimental y su voluntad rupturista con respecto al arte anterior. En general, es en las artes plásticas donde se concreta más explícitamente el cambio con respecto a la tradición artística previa. La invención de la fotografía había liberado al pintor de la servidumbre de retratar con apariencia de realidad el mundo exterior. En el siglo XIX, los impresionistas indagan en el color y en la luz las nuevas posibilidades de expresión pictórica. Cuatro postimpresionistas conducen la pintura a lo que será el arte del siglo XX: Gauguin, Van Gogh, Toulouse-Lautrec y Cézanne. En 1905 aparece el fauvismo, así llamado por la viveza de los colores utilizados en los cuadros. En el ámbito germánico, el equivalente del fauvismo es el expresionismo, pero este añade a la fuerza expresiva un tono angustiado y cierto sentido trágico de la existencia. Una ruptura artística más definida propone el cubismo, que busca la expresión geométrica y anula la profundidad de la perspectiva tradicional. Con ello, el espacio y las figuras se aplanan y funden, se elimina el enfoque único e inmóvil y se multiplican los puntos de vista. Una más violenta negación de la tradición artística es la que propugna el dadaísmo. La tendencia hacia la abstracción mediante el predominio de formas geométricas es notorio en el constructivismo y en el suprematismo ambos originario de Rusia. Geometría y abstracción son asimismo los fundamentos del neoplasticismo que influye en arquitectura, destaca la actividad de la Escuela de la Bauhaus, fundada en Alemania en 1919. La Bauhaus defendió la fusión de las artes y su
adecuación las necesidades de la industria y de la técnica, por lo que fue pionera en el diseño industrial. Volúmenes geométricos, aplicación de las ideas vanguardistas a la vida cotidiana y racionalismo urbanista y arquitectónico son también bases del funcionalismo, cuyo más destacado teórico y creador fu Le Corbusier. Mención aparte merece el surrealismo. La renovación vanguardista alcanza también otras esferas artísticas como el cine, la música y, por supuesto, la literatura.
LAS VANGUARDIAS: TENDENCIAS Y CARACTERÍSTICAS Los diferentes movimientos vanguardistas se suceden en Europa a un ritmo vertiginoso y no solo afectan a las artes también proyectan su reflejo en casi todos los ámbitos culturales. No forman un sistema coherente y cerrado sino que son diversos e incluso contradictorios, se devoran unos a otros. El rasgo general de las vanguardias es la voluntad de experimentación, de desarrollar un arte nuevo y su rechazo del anterior. Reaccionan contra la sensibilidad romántica y hacen gala de una marcado antisentimentalismo, son provocadores, desprecian al gran público y a la burguesía y lo que buscan es escandalizar con sus actitudes insolentes y agresivas, Rechazan a los románticos pero comparten con ellos el vitalismo u el ser activos, polémicos y apasionados. Su constante activismo desemboca a veces en un exhibicionismo y en la acción gratuita. Las diversas vanguardias suelen darse a conocer en las revistas literarias mediante proclamas o manifiestos en los que atacan lo que consideran el arte oficial y afirman sus nuevas propuestas estéticas. Estos manifiestos dejan traslucir la idea de que la revolución estética forma parte de un cambio más profundo de carácter moral y social. El antagonismo hacia el pasado y las formas artísticas pretéritas es inseparable de la crisis general de la sociedad occidental, que tiene su consecuencia más evidente en la Primera Guerra Mundial. En la literatura, los movimientos vanguardistas europeos más relevantes son el expresionismo, el futurismo, el cubismo, el dadaísmo y el surrealismo Expresionismo, se distingue del resto en que no niega radicalmente la tradición artística, sino que acentúa rasgos ya presentes en el naturalismo y en el impresionismo. Sus límites cronológicos son imprecisos aunque su época de mayor influencia es entre 1910 y 1925. En Alemania y en los países centroeuropeos y nórdicos es donde el expresionismo se desarrolla con mayor vigor. La estética expresionista rechaza que el arte sea una mera representación externa de la realidad, porque ha de revelar la realidad interior para lo cual resaltan hasta la deformación aquellos aspectos que expresan mejor las características físicas o psicológicas de lo que se describe. Esa búsqueda de la expresividad aparta la obra artística de la reproducción realista del natural por lo que abundan los personajes extraños, las descripciones intensas y a menudo simbólicas, las caricaturas, motivos grotescos, rasgos distorsionados, la expresión cruda de ambientes y comportamientos, las situaciones absurdas y el uso libre del lenguaje que rompa con las convenciones de la lógica. Expresionistas son: Georg Trakl, Alfred Döblin y habría que incluir en esta atmósfera intelectual y estética a Franz Kafka. La influencia de este ismo será decisiva
en la labor creadora de Bertolt Brecht, uno de los principales renovadores del teatro del siglo XX. Futurismo. Defiende que el arte se debe al futuro y rechaza radicalmente el pasado. El primer manifiesto futurista es de 1909 de Marinetti. A este le suceden otros ya que sus mayores logros los alcanza con su aportación teórica. La exaltación de la acción y de la violencia y el repudio del sentimentalismo que propugnan revelan la influencia de Nietzsche, estas ideas son su entusiasmo por la guerra y su nacionalismo lo que explica que Marinetti y otros futuristas acabasen identificándose ideológicamente con el fascismo. Aunque otros, los futuristas rusos, se incorporaron a la revolución bolchevique, en la que ven la concreción social de sus ideales estéticos revolucionarios. Maiakovski se distinguió pronto por su originalidad formal u el carácter humano del contenido de sus textos. Como aportación literaria, el futurismo abre el camino a los sucesivos movimientos vanguardistas, propone liberar el lenguaje de ataduras y cambia toda una mitología literaria al sustituir los objetos consagrados por la tradición como expresión de la belleza por nuevos motivos extraídos de la vida moderna: máquinas, el automóvil, el avión, las locomotoras, la luz eléctrica, los deportes, etcétera. Cubismo. Es una consecuencia de del cubismo pictórico. Se señala como fecha de comienzo 1913, cuando su principal teórico Guillaume de Apollinaire, publica su ensayo Los pintores cubistas. La literatura cubista debe muchas de sus características a la pintura: el fragmentación de la realidad para reelaborarla creativamente, superposición o yuxtaposición de planos, desdoblamiento del punto de vista, montaje arbitrario de los elementos del poema o del relato… Y, al igual que los pintores cubistas incluyen en sus cuadros letras o recortes de periódicos… los escritores cubistas atienden a los aspectos visuales: tipos de letra, composición de textos, especial disposición tipográfica de los versos… El caso extremo de imbricación entre pintura y literatura son so caligramas, poemas en los que los textos forman un dibujo alusivo al contenido del mismo. Dadaísmo. Surge en Zurich en 1916 cuando un grupo de emigrados, refugiados en la neutral Suiza organiza en el Cabaret Voltaire unas veladas de aniquilación estética, en las que componen poemas con palabras escogidas al azar o recitan al unísono sartas de sílabas sin sentido. El principal escritor es Tristan Tzara. Algunas características del dadaísmo son la propensión al absurdo, la exaltación de lo ilógico y azaroso, el regreso a la pureza infantil, la búsqueda del primitivismo. En un mundo dominado por la guerra y la destrucción los dadaístas recurren a la incoherencia como modo de repulsa de la situación. Ponen en tela de juicio los valores tradicionales de forma irreverente, provocadora, agresiva e irónica. Son polémicos, mordaces e inconformistas. Atacan los principios de la razón, que habían dado lugar al desatino de la guerra. El Dadá lo niega todo desde una perspectiva, según los casos, nihilista o anarquista. Estéticamente se renuncia al significado y se reivindica la espontaneidad, al ocurrencia imprevista, al sorpresa, la desinhibición, el lenguaje incoherente… Cualquier cosa puede ser una obra de arte porque lo importante es el acto de crearla o concebirla. Dadaístas fueron: Breton, Éluard o Aragon. Cuando el Dadá entra en decadencia a principio de los años veinte llegará el surrealismo, que veremos después.
Coincidiendo con los ismos vanguardistas, ven la luz las obras de algunos novelistas que no pueden circunscribirse al círculo estético de un movimiento concreto y cuya importancia es capital en la narrativa del siglo XX: el francés Marcel Proust, En busca del tiempo perdido; el checo Franz Kafka, Las metamorfosis; el irlandés James Joyce, Ulises; el alemán Thomas Mann, La montaña mágica; o los estadounidenses William Faulkner, El ruido y la furia…; o John Dos Passos, Manhattan Transfer.
En España Los ecos de las diversas vanguardias llegan pronto a España, aunque tarda en desarrollarse una vanguardia específicamente española. El primer propagador de esta literatura fue Ramón Gómez de la Serna. Otros difusores fueron Rafael Cansinos Assens y Enrique Díaz Canedo. Entre tanto, se desarrolló la literatura novecentista, afín en bastantes aspectos al vanguardismo. Hasta la IGM no surge en España un movimiento vanguardista organizado. Es entonces cuando pasa por Madrid el poeta chileno Vicente Huidobro, uno de los iniciadores en París del creacionismo y difunde los principios de la estética creacionista, según la cual el poeta no ha de imitar la naturaleza, sino que debe crear él mismo nuevas realidades: hacer un poema como la naturaleza hace un árbol, afirmaba Huidobro. Para ello se prescinde de lo anecdótico y descriptivo con el ánimo de que el poema provoque emoción por el valor de la creación misma. El poeta recurre a la imagen en ilógica asociación que roma con lo esperable y verosímil, para establecer entre las dos realidades una relación arbitraria, que el poeta crea de la nada. El ideal poético es la imagen múltiple, que, al poder referirse a tantas realidades, en verdad no se refiere a ninguna, con lo cual se llega a una imagen inédita, sin significado, autónoma. Influyó decisivamente en la obra de Gerardo Diego y Juan Larrea. Además contribuyó a expandir los principios fundamentales de la vanguardia y estuvo en el origen de un ismo hispano: Ultraísmo. Recoge los ingredientes de las diversas vanguardias con la intención de encontrar caminos diferentes a los del modernismo. El ultraísmo utilizó como cauce de expresión las revistas literarias muy numerosas y, en general, fugaces. En sus páginas dieron cabida a Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado o a los jóvenes García Lorca, Alberti o Jorge Guillén entre otros. Por su carácter ecléctico, al estética ultraísta toma de las otras vanguardias el anhelo de experimentación formal y temática y la hostilidad a la tradición. Se pretende una poética nueva: queremos ver con los ojos nuevos, decía Jorge Luis Borges. Cambia el concepto de belleza, que ya no se encuentra en la realidad exterior sino en el propio poema. La belleza del poema la crea la maestría técnica del poeta y no la supuesta belleza del referente poetizado. El poema es entonces el objeto bello, un objeto desprovisto de toda sentimentalidad o patetismo. Se aleja de este modo la poesía ultraísta del subjetivismo romántico y de la sensibilidad modernista. Es significativo que, frente a la blandura de los motivos modernistas (cisnes, lagos, princesas…) prefieren objetos materialmente más duros, sin implicación sentimental como: locomotoras, edificios de hormigón, calles de asfalto… En evidente en estos elementos la impronta del futurismo.
Si el artista no tiene función ética ni responsabilidad social, es lógico que el arte se convierta en un juego intrascendente y divertido. La mitificación del juego y la concepción lúdica del arte se advierte no solo en el gusto por el chiste y el humor o la exaltación del deporte, de la velocidad y de la juventud, sino también en las técnicas poéticas (caligrama, poema visual, eliminación de la puntuación y mayúsculas…) que dan a veces un aire de rompecabezas al poema ultraísta. Otras novedades formales son el rechazo de metros y estrofas tradicionales y su sustitución por el verso libre, la supresión del adjetivo, el empleo de neologismos y el abuso de las palabras esdrújulas, la propensión al fragmentarismo (cubista), etc. Pero, sobre todo, caracteriza al nuevo lenguaje poético la importancia de la metáfora que se convierte en el principal procedimiento expresivo. Frente a la metáfora tradicional, que establece una relación lógica entre el plano real y el plano evocado, la metáfora vanguardista elimina ese nexo lógico, con lo que el único modo de captar su sentido es por medio de la intuición y no de la razón. Sin embargo, esta radical abstracción del lenguaje poético y la desvinculación de la realidad que buscan en su poesía los ultraístas tienen como resultado el distanciamiento del público y la reducción del arte a cenáculos minoritarios. No obstante, el alejamiento del púbico no es una consecuencia indeseada de los ultraístas, sino conscientemente buscada, puesto que el arte ha de quedar separado de las masas, ser puro y no dejarse contaminar por el público impuro. El ultraísmo tuvo una vida efímera, su principal aportación fue la aclimatación de las ideas vanguardistas en la literatura española y la apertura de nuevos horizontes que aprovecharon los poetas de la generación del 27. Ultraístas fueron: Jorge Luis Borges o Guillermo de la Torre. Surrealismo. De los rescoldos del dadaísmo nació en los primeros años veinte un nuevo movimiento surgido en Francia y llamado surréalisme, surrealismo, su principal impulsor fue el escritor André Breton. Es característico del surrealismo su interés por el subconsciente, por los sueños y por los aspectos del pensamiento humano no sometidos a la lógica y a la razón; ello está relacionado con el conocimiento de las teorías de Freud y la doctrina del psicoanálisis. La obra de arte debe ser el lugar donde aflore todo aquello que, reprimido por las normas sociales o morales, se encuentra oculto el interior de las conciencias. El surrealismo se presenta como un movimiento emancipador de los seres humanos, a quienes pretende liberar de las convenciones de todo tipo y del lenguaje mismo. Este debe brotar en la obra literaria de forma espontánea, sin ninguna restricción, libre de inhibiciones, manifestando en toda su pureza el estado de ánimo y los impulsos psíquicos más profundos. Se conseguirá alcanzar una esfera de conocimiento más elevada que está por encima de la realidad visible, en una realidad superior, surrealismo o superrealismo. Para conseguir ese lenguaje en libertad, Breton propone la escritura automática: de forma semejante a como el psicoanálisis pretende que los sujetos hablen de sus más íntimas preocupaciones y conflictos de modo continuado y rápido para evitar el control de la voluntad sobre el discurso, los escritores surrealistas habrán de intentar transcribir con la mayor rapidez posible y sin rectificación ni restricción alguna el flujo de conciencia, eludiendo cualquier control de la mente sobre el mismo. El automatismo expresivo tiene como consecuencia cierta renovación estilística al dar entrada a asociaciones insólitas de palabras, imágenes oníricas y visionarias, sorprendentes metáforas, relaciones inadvertidas entre las
cosas y los seres, además de abrir camino a nuevos temas como el mundo de los sueños y de la imaginación, la atracción por todo lo inquietante y misterioso, el gusto por la magia y los fetiches, la fascinación ante objetos extraños y seres enigmáticos, etc. La influencia de los principios surrealistas en el arte perduró mucho tiempo, tanto en la literatura como en las artes plásticas o el cine. Sin embargo, en el terreno literario los frutos más significativos del surrealismo se produjeron cuando se comprendió que la escritura automática el automatismo psíquico puro eran meros ideales y que las imágenes oníricas asociadas al mundo del subconsciente podían ser técnicamente trabajadas y elaboradas. En la ensambladura entre lo onírico y lo consciente logró el surrealismo sus más altos logros artísticos. El deseo de liberación del surrealismo tuvo una indudable trascendencia social y política. Si en la elaboración interior y moral los surrealistas partían de Freud en la liberación social se acercaron a los postulados de Marx. El surrealismo contribuyó a una rehumanización de las vanguardias al poner el acento sobre aspectos como el compromiso social o la revolución moral. En las letras españolas aparece en las revistas literarias y la influencia surrealista se dejará notar en importantes libros de Alberti, García Lorca, Cernuda y Aleixandre. Un surrealismo más ortodoxo será el de Juan Larrea y José María Hinojosa, que tienen en común su estancia en París en el momento de la eclosión surrealista.
RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA Fue el pionero en la introducción de las vanguardias en España y escribió, además, una nutridísima obra literaria: ensayos, biografías, narraciones cortas, novelas, obras de teatro… Peor lo más característico de su producción son las greguerías, imágenes lírico-humorísticas que, de modo ingenioso, establecen relaciones insólitas y faltas de lógica entre dos objetos o conceptos. Las greguerías son muy diversas: las hay filosóficas (El beso es hambre de inmortalidad), líricas (Al cerrar una puerta cogemos los dedos al silencio), humorísticas (El rayo es un sacacorchos encolerizado), de ingenuidad infantil (El niño que toca la armónica chupa un caramelo de acordeón), etc. El propio Ramón definió las greguerías como , pero los procedimientos técnicos mediante los que las construye son muy variados: falsas etimologías, paronomasias, retruécanos, parodias de locuciones y frases hechas, asociaciones visuales de imágenes, asociaciones fónicas, antítesis, paradojas, dilogías, caprichosas relaciones lingüísticas… Puede relacionarse la greguería con la ingeniosidad barroca, pero en su momento, hay que vincular la greguería a la libertad imaginativa de la vanguardia, que busca relaciones insospechadas entre los objetos. Las greguerías se publicaron en varios volúmenes desde 1917 y salpican, además, otros libros de su autor con lo que se convierten en ingrediente básico de la prosa del autor, quien al contemplar la realidad desde ángulos inéditos e introducir un humor jovial, cumple con el propósito del novecentismo y de las vanguardias de eliminar el patetismo romántico y dar rienda suelta a la imaginación expresiva. Como dramaturgo, Ramón intentó en su juventud participar en la renovación del anquilosado teatro español con casi una veintena de originales piezas. Escribió también numerosas
biografías, así como un interesante libro de memorias Automoribundia. Sus ensayos, en los que da una personal visión del ambiente madrileño y de la vida literaria y artística de la capital son también abundantísimos: El Rastreo Pombo, El Prado… Pero quizá lo más interesante de la producción de Gómez de la Serna son sus novelas: La viuda blanca y negra, Cinelandia, El torero Caracho… Suelen desarrollarse en ambientes urbanos, madrileños, pero a veces muy cosmopolitas. Como es característico del vanguardismo, la acción, muy leve, es sustituida por diversas situaciones, divagaciones, sartas de greguerías, rasgos de ingenio y humor… Es el erotismo el tema más insistente, y hasta obsesivo, en las novelas de Ramón. Se trata de un erotismo, tras la máscara de la trivialidad y tras la superficialidad aparente de un cosmopolitismo frívolo o de un tópico casticismo madrileño, encubre la radical soledad del individuo, la amenaza de la muerte y un trasfondo morboso y fetichista.