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LISÍSTRATA Una comedia músico-sexual original de Aristófanes
Adaptación de Fátima Padrón y José Amaro Carrillo, a partir de la traducción de Francisco Rodríguez Adrados, para el
GRUPO DE TEATRO DEL IES POETA VIANA Noviembre-diciembre de 2010 Primera versión
ELENCO DE PERSONAJES (Por orden de aparición) LISÍSTRATA CLEONICA MIRRINA LAMPITÓ AFRODITA SECRETARIA FILURGO DRACES COMISARIO MUJER A MUJER B MUJER C CINESIAS NIÑO MANES HERALDO LACEDEMONIO PRÍTANIS ATENIENSE EMBAJADOR LACONIO CONCILIACIÓN CORO DE MUJERES ATENIENSES CORO DE HOMBRES ATENIENSES CORO DE AGENTES DE LA UNIPOL CORO DE SOLDADOS LACONIOS CORO DE CONSEJEROS ANCIANOS ATENIENSES
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ACTO PRIMERO (El escenario muestra la fachada de los Propileos, la puerta de entrada a la Acrópolis. Ante ella, LISÍSTRATA, una joven y atractiva mujer ateniense, pasea inquieta de un lado para otro) LISÍSTRATA (Habla en voz alta, consigo misma) Si alguien les hubiese dicho que se trataba de una despedida de solteras o de una verbena en la que fuera a cantar Pepe Benavente, seguro que ahora mismo seríamos tantas aquí que no cabría un alfiler en medio de tanto pandero… (Al ver llegar, por un lateral, a CLEONICA) Bueno, al menos ha venido mi vecina Cleonica. Buenos días, Cleonica. CLEONICA Buenos días, Lisístrata. ¿Qué te inquieta, mi’ja? Moviéndote de un lado para el otro, pareces una gallina que no sabe dónde poner el huevo… LISÍSTRATA Es que me arde el corazón, Cleonica, y sufro mucho por nosotras, las mujeres, porque entre los hombres seguimos teniendo fama de malignas. CLEONICA (Restándole importancia a la afirmación de su amiga) ¡Bah! ¿Eso te preocupa? Por Zeus bendito, amiga, si esos desgraciados no pueden vivir sin nosotras. Toda la fuerza se les va por la boca y por otro orificio que yo me sé… (Cleonica señala con mucha picardía hacia sus zonas erógenas) LISÍSTRATA Se les dijo que viniesen todas aquí, a deliberar sobre un asunto muy importante, y ya ves, sólo estamos tú yo. CLEONICA Vendrán, querida, vendrán… Les es difícil salir de casa a las mujeres. Una se afana con el marido, otra despierta a los niños, les da de desayunar, los lleva al colegio… Y las que trabajan tienen que pedirle permiso al jefe y tú bien sabes que los jefes no están por la labor de ayudar a sus empleadas. LISÍSTRATA Está visto que todas esas labores son mucho más urgentes para ellas que esto. CLEONICA ¿Y qué es, querida Lisístrata, para lo que nos convocas a todas nosotras? ¿Qué cosa? ¿De qué tamaño? LISÍSTRATA Grande. CLEONICA ¿Y gorda también?
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LISÍSTRATA Muy gorda, por Zeus. CLEONICA Entonces, ¿cómo es que no están todas aquí ya? LISÍSTRATA Pues eso mismo me pregunto yo, Cleonica. Porque es un asunto muy grave, sobre el que he meditado largo y tendido. Sobre todo, laaargo y teeendido. CLEONICA Me tienes sobre ascuas, vecina… ¿Y acaso es algo peliagudo aquello sobre lo que has meditado? LISÍSTRATA Sí, sobre todo, peludo… Bueno, tan peliagudo que de ello depende la salvación de toda Grecia y en nosotras está la vida de la nación entera o que ésta deje de existir… De hecho, en nuestras manos tenemos el futuro del mundo. CLEONICA (Quitando dramatismo) Bah… No será para tanto. LISÍSTRATA Yo sólo te digo que si se reúnen aquí todas las mujeres, las de los atenienses, las de los beocios, las de los peloponesios y las de los canariones, juntas, salvaremos a Grecia. CLEONICA ¿Pero qué cosa sensata o brillante podrían hacer las mujeres, que nos estamos en casa bien pintadas, con nuestros vestidos color azafrán, o en la oficina, bien arregladas, con nuestros conjuntitos de Mango y nuestros zapatos de Bershka? LISÍSTRATA Esto mismo es lo que confío en que nos salve: los vestiditos ajustados, los perfumes franceses, los zapatos de aguja, el lápiz de labios, el contorno de ojos y las braguitas transparentes. CLEONICA ¿Y de qué manera, por favor? LISÍSTRATA Pues de modo que ninguno de nuestros hombres levantará su lanza contra otro… CLEONICA Pues, en tal caso, voy a darme una vuelta por Woman Secret. LISÍSTRATA (Que sigue con su discurso) … Y ningún soldado tendrá que agarrar de nuevo el escudo…
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CLEONICA (Que continúa con su lista de propósitos) Me pondré un picardías de color rojo. LISÍSTRATA …Y las dagas afiladas deberán permanecer calladas en los cinturones. CLEONICA Y todo lo combinaré con unas ligas, unas medias y un tanga del mismo color. LISÍSTRATA (Impaciente, preocupada por aquello que realmente le interesa) Déjate de frivolidades, Cleonica. ¿No deberían estar ya aquí las mujeres? CLEONICA No sólo eso, hace mucho que deberían haber llegado volando. LISÍSTRATA Desde luego, ni que fueran canarias, que lo hacen todo una hora más tarde. Por cierto, tampoco está aquí ninguna mujer espartana, ni de Creta. CLEONICA ¡Ésas! Ésas seguro que se han pasado la noche de fogalera doméstica. LISÍSTRATA Ni las que yo creía y calculaba que vendrían las primeras, las godas, ésas tampoco han llegado. CLEONICA Pues no cuentes con Belén Esteban, porque hoy tiene programa… (Advirtiendo la llegada por un lateral de MIRRINA y otras mujeres) Aunque, mira, ya te llegan unas pocas. MIRRINA ¿Llegamos tarde, Lisístrata? ¿Qué me dices? ¿Por qué te callas? LISÍSTRATA Querida Mirrina, no sabes lo que me molesta que llegues tan tarde para tratar un asunto como éste. MIRRINA Es que tuve que llevar al niño a la guardería. Pero si el tema en cuestión es tan importante, dínoslo a las que estamos aquí. CLEONICA Por Dios, no, vamos a esperar un poco a ver si llegan las mujeres de los gomeros, las de los palmeros y las de los herreños, que viven en las islas más alejadas. LISÍSTRATA
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Tienes razón, además, creo que con la crisis Fred Olsen ha reducido la frecuencia de sus viajes. (Llega LAMPITÓ, junto a tres mujeres) Aquí tenemos a Lampitó. Querida amiga majorera… ¡Cómo estás! Cómo resplandece tu belleza, amiga. Qué buen color, qué apetitoso está tu cuerpo. Ahogarías a un toro. LAMPITÓ Eso salta a la vista. Es que hago Pilates y Spinning y salto hasta darme con el pie en el trasero (Y, para demostrar de lo que es capaz, Lampitó pega un brinco y se toca el culo con los talones) CLEONICA (Dirigiendo su vista al busto de Lampitó) ¡Qué tetitas tan saltarinas! LAMPITÓ (Molesta) No me estarás llamando gorda… CLEONICA ¡Jesús, mujer! Desde que te echaste un novio cubano, no hay quien te diga nada. LISÍSTRATA (Señalando a una de las tres mujeres que acompañan a Lampitó) ¿Y de dónde es esta otra joven? LAMPITÓ Es una guapa palmera que ha venido. LISÍSTRATA Por Zeus, que esta muchacha contradice la leyenda. LAMPITÓ ¿De qué leyenda hablas, Lisístrata? LISÍSTRATA Pues aquella que reza que de La Palma y La Gomera nunca viene cosa buena… CLEONICA Desde luego, además lleva un moño precioso. ¿Dónde te lo hicieron, mi niña? AFRODITA Me lo hizo Fran, que está haciendo un módulo de Peluquería en Las Indias. CLEONICA (Que le acaricia el cabello con sumo cuidado) ¡Divino! LISÍSTRATA (Señalando a otra de las chicas que vienen con Lampitó)
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¿Y quién es la otra niña? LAMPITÓ Es de la Pureza, por los dioses, y chicharrera. CLEONICA (La mira con atención, mientras gira alrededor de ella) De noble cuerpo es, por Zeus, por este lado y por este otro, por delante y por detrás. LAMPITÓ (Mirando al grupo al completo) ¿Y quién ha convocado a esta tropa de mujeres? LISÍSTRATA Yo. LAMPITÓ Cuéntanos, entonces, qué quieres de nosotras. CLEONICA Sí, querida, dinos qué es esa cosa grande, gorda y peluda que te traes entre manos… LISÍSTRATA Voy a decíroslo. Pero, antes, voy a preguntaros una cosita pequeña. CLEONICA (Cansada) Bueno, lo que tú quieras… LISÍSTRATA ¿No echáis de menos a los padres de vuestros niños, que están lejos, en campaña? Porque sé de sobra que casi todas tenéis lejos al marido. CLEONICA (Suspirando) El mío hace cinco meses que está en Afganistán, luchando contra los talibanes. MIRRINA (Suspirando) Y el mío lleva siete meses enteros en Bosnia. LAMPITÓ (También suspira hondamente) Pues el mío, si viene alguna vez de su unidad, en cuanto acaba el permiso agarra el escudo y, en un abrir y cerrar de ojos, se marcha volando. LISÍSTRATA (Lamentándose con un quejido exagerado) No queda ni una chispita ya de amante. Desde que nos amenaza la red terrorista de Al Qaeda no he visto ni un consolador de ocho dedos que pudiera sernos de alivio. La
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demanda de zapingos es tal que en toda la Hélade ya no se encuentra ni un solo pepino ni una sola zanahoria. ¿Queréis entonces, si encuentro una artimaña, poner fin a la guerra? CLEONICA Por el mismísimo dios Pan, yo bien querría, aunque tuviese que privarme de este vestido e ir en pelotas a hacer la compra a la recova. MIRRINA Yo, por mi parte, aunque me quedara como un firulichi, de buena gana sería capaz de dar la mitad de mí misma, cortándome en dos. LAMPITÓ Yo subiría a pie hasta el pico del Teide, si es que voy a ver la paz. LISÍSTRATA Voy a hablar ya, porque el plan no debe permanecer por más tiempo oculto. Nosotras, mujeres, si vamos a forzar a los hombres a hacer la paz, debemos abstenernos… CLEONICA ¿De qué? LISÍSTRATA ¿Vais a hacerlo? CLEONICA (Impaciente) Lo haremos aunque tengamos que morirnos. LAMPITÓ Bueno, tampoco te pases, ¿eh? LISÍSTRATA Pues bien, debemos abstenernos del cipote. (Del interior de su túnica saca un aparatoso consolador que mueve graciosamente el extremo del glande. Ante la súbita aparición de este falo, el grupo de mujeres reacciona con toda clase de gestos a cual más expresivo: unas exclaman extasiadas, otras sacuden la cabeza en señal de rechazo, otras prorrumpen en gritos ahogados, hay también susurros, quejas, súplicas inarticuladas, algún llanto histérico…) ¿Por qué volvéis los ojos? ¿Por qué decís que no con esos gestos desesperados? ¿Por qué chistáis y gritáis? ¿Por qué se os ha mudado el color? ¿Por qué os corren las lágrimas por vuestras mejillas? ¿Lo vais a hacer o no lo vais a hacer? (De pronto, la algarada cesa y se hace el silencio) CLEONICA (Visiblemente angustiada) No soy capaz de hacerlo: que la guerra continúe. MIRRINA (Azorada)
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Ni yo, por Zeus, que la guerra prosiga su letal curso… LISÍSTRATA ¿Eso dices, tranquista? Hace un momento aseguraste que estabas dispuesta a cortarte a la mitad… CLEONICA (Suplicante) Otra cosa, otra, la que quieras. Si es preciso, estoy dispuesta a marchar por medio del fuego. Todo, absolutamente todo, antes que renunciar al cipote. No hay nada como él, querida Lisístrata. LISÍSTRATA (A Mirrina) ¿Y tú? MIRRINA Yo también prefiero caminar sobre el fuego antes que prescindir de un buen nabo. LISÍSTRATA (Colérica) ¡Oh, requeteputa toda nuestra raza! No en balde, quienes nos desprecian siempre nos comparan con las gallinas, que a todo renuncian a cambio de ser poseídas por su gallo. (Dirigiéndose a Lampitó) Pero, querida Lampitó, vota conmigo, pues con que tú sola te pongas de mi parte podemos salvar aún el asunto. LAMPITÓ Difícil, por las diosas, es que las mujeres duerman solas, sin un miembro descapullado a su lado. Pero, a pesar de todo, la paz nos hace mucha falta. LISÍSTRATA (Se acerca a Lampitó) ¡Oh, queridísima, Lampitó! De entre todas estas gatas en celo, eres la única mujer. (Abraza a Lampitó) CLEONICA (Señalando al consolador que Lisístrata blande en su mano) Y si nos abstuviéramos de eso… (Suspira hondo) ¡Ojalá no sea así! ¿Seguro que va a haber más paz? LISÍSTRATA Segurísimo, por Zeus y por Júpiter. Si nos quedásemos en casa, bien pintadas, y nos paseáramos desnudas, en nuestras braguitas transparentes de Woman Secret, con el triángulo depilado, y los hombres se pusieran calientes y quisieran acostarse con nosotras y no nos dejáramos sino que nos priváramos de ello, harían la paz en seguida. Lo sé bien. LAMPITÓ Así, según cuentan, cuando Menelao vio, pasando a su lado, las domingas turgentes de Helena, tiró la espada.
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CLEONICA ¿Y si los hombres nos abandonan, amiguita? LISÍSTRATA (Señalando a su pubis) Ellos se lo pierden. CLEONICA ¿Y si nos cogen a la fuerza y nos meten a rastras en la alcoba? LISÍSTRATA Te agarras a la puerta. CLEONICA ¿Y si nos pegan? LISÍSTRATA (Desafiante) ¡Ja! ¡Que se atrevan! Aquel varón que ose levantar su mano contra alguna de nosotras, se arrepentirá de haber salido de las entrañas de una mujer. Grecia entera, con todas sus islas, no ofrecerá espacio suficiente en el que pueda esconderse, cual rata de alcantarilla, para huir de nuestra cólera feroz, desatada e implacable. CLEONICA (Dirigiéndose a Lampitó) Pues si a vosotras os parece esto bien, nosotras estamos de acuerdo. LAMPITÓ Convenceremos a nuestros hombres para que respeten una paz sin engaños, pero, ¿cómo vamos a convencer al populacho ateniense? LISÍSTRATA Descuida, también convenceremos a nuestro pueblo. LAMPITÓ No será fácil mientras muchos carezcan de trabajo y se alisten en el Ejército para salir de la pobreza. LISÍSTRATA También hemos pensado en eso. Vamos a apoderarnos del banco de la Acrópolis hoy mismo. LAMPITÓ Pues está todo muy bien pensado y tienes razón en todo cuanto dices. LISÍSTRATA ¿Por qué no nos comprometemos mediante un juramento? LAMPITÓ
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Díctame ese juramento, porque todas vamos a dar nuestra palabra, por Zeus. LISÍSTRATA Bien dices. ¿Dónde está la secretaria? (Por un lateral sale una chica atractiva, con una túnica corta y provista de un portátil para tomar notas) A ver, cariño, abre ese cachivache y toma nota. CLEONICA Pero, Lisístrata, ¿qué clase de juramento nos vas a hacer prestar? LISÍSTRATA (Mostrando de nuevo el consolador) ¡Sacrificaremos este objeto de nuestros deseos en la pira del altar! CLEONICA (Lamentándose con expresivo dolor) ¡Ay, no! ¡Eso sí que no, Lisístrata! ¡Por Afrodita, por ahí no paso! ¡El zapingo, no! LISÍSTRATA ¿Qué otro juramento podríamos hacer entonces? CLEONICA Muy fácil. Se coge una gran copa y se vierte sobre ella vino tinto de TacoronteAcentejo. Luego se reza una oración a Dionisios y todas bebemos de él un buchito. LAMPITÓ ¡Ay, qué bien! ¡Me gusta un montón ese juramento! LISÍSTRATA (Finalmente cede, algo cansada de tanta objeción) De acuerdo, que alguien traiga una copa y un jarro. (Una de las mujeres entra en el templo y al momento vuelve con la copa y el jarro. Lisístrata coge la copa y Cleonica aprovecha muy discretamente para quitarle el consolador a su amiga de la otra mano y se lo guarda bajo su túnica, como quien no quiere la cosa, sin poder evitar una sonrisa de pícara satisfacción) Que alguien vierta aquí el sagrado néctar de los dioses. (La mujer escancia el vino en la copa sostenida por Lisístrata) Diosa Persuasión y copa de la amistad, acepta el sacrificio que vamos a hacer las mujeres… CLEONICA (Lamiéndose los labios) ¡Qué buen color tiene y corre estupendamente! LAMPITÓ (Olfateando el líquido) Y huele requetebién, por Cástor… CLEONICA (Tratando de abalanzarse sobre la copa)
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Dejad que jure la primera… LISÍSTRATA (Impidiéndoselo) No, por Afrodita, como les dé a todas por mojar el pico no terminamos de jurar ni el mes que viene… Nada, poned todas vuestras manos en la copa y que una repita en vuestro nombre lo que yo diga primero. Y todas juraréis esto y lo haréis firme… CLEONICA Dejad, al menos, que en este caso yo sea vuestro corifeo… LISÍSTRATA Repite conmigo, pues, mujer: No hay amante ni marido… CLEONICA No hay amante ni marido… LISÍSTRATA … que se me acerque en erección. Repite. CLEONICA Ay, dios mío, es que se me aflojan las rodillas, Lisístrata… LISÍSTRATA (Firme) Repite: No hay amante ni marido que se me acerque en erección… CLEONICA No hay amante ni marido que se me acerque en erección… LISÍSTRATA Y en casa, sin mi toro, viviré… CLEONICA (Dubitativa) Y… Y… en casa, sin mi toro, viviré… LISÍSTRATA …con mi vestidito de azafrán y acicalada… CLEONICA …con mi vestidito de azafrán y acicalada… LISÍSTRATA …para que mi marido se incendie más y más… CLEONICA (Que resopla con cómica exageración) …para que mi marido se incendie más y más… LISÍSTRATA
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Y jamás yo le dé gusto… CLEONICA (A punto de saltársele las lágrimas) Y jamás yo le dé gusto… LISÍSTRATA Pero, si él por la fuerza me violenta, sin desearlo yo… CLEONICA (Temblando de pánico) Pero, si él por la fuerza me violenta, sin desearlo yo… LISÍSTRATA …le arrancaré la piel con las uñas justo donde más le duele… CLEONICA (Sollozando) …le arrancaré la piel con las uñas justo donde más le duele… LISÍSTRATA No me abriré de piernas ni levantaré mis zapatillas hasta el techo… CLEONICA (Con suspiros entrecortados por el llanto) No me abriré de piernas ni levantaré mis zapatillas hasta el techo… LISÍSTRATA …ni me pondré, cual leona, a cuatro patas sobre el colchón. CLEONICA (Entre suspiros) …ni me pondré, cual leona, a cuatro patas sobre el colchón. LISÍSTRATA Si cumplo esto, que la suerte me sea propicia… CLEONICA (Recuperando poco a poco la compostura) Si cumplo esto, que la suerte me sea propicia… LISÍSTRATA Pero si incumplo este juramento, que los dioses me castiguen con todo su rencor y su indiferencia… CLEONICA (Secándose las lágrimas con un pañuelo) Pero si incumplo este juramento, que los dioses me castiguen con todo su rencor y su indiferencia… LISÍSTRATA
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¿Juráis esto también todas vosotras? TODAS ¡Sí, por Zeus! LISÍSTRATA Ea, por nosotras todas (Bebe) CLEONICA (Cogiendo la copa) Ya está, para que todas sigamos siendo amigas después de esto… (Cleonica bebe y, a continuación, van bebiendo todas las mujeres presentes. Del interior del templo se oye un clamor femenino, acompañado de gritos de júbilo) LAMPITÓ (Extrañada) ¿Qué gritos son esos? LISÍSTRATA Es lo que yo decía antes: las mujeres ya se han apropiado de la Acrópolis. Entremos y echemos el cerrojo. MIRRINA (Un tanto temerosa) ¿Y no crees que los hombres vendrán de inmediato? LISÍSTRATA Esos gañanes me importan un pito… Nunca mejor dicho. Pues ellos no van a poder entrar ni aquí (Señala al templo) ni aquí (Señala a sus partes) como no acepten las condiciones que hemos puesto… ¡Adiós a las armas! TODAS ¡Adiós a las armas! LAMPITÓ (Visiblemente preocupada) ¿Aguantaremos este desafío, Lisístrata? LISÍSTRATA Por Zeus bendito, por supuesto que aguantaremos. Todas juntas, gritad conmigo: ¡Aguantaremos! TODAS ¡Aguantaremos! (A continuación comienza a escucharse la música de la canción “Resistiré”. Todas inician una danza coreografiada y Lisístrata se sale del grupo para cantar en solitario) LISÍSTRATA Cuando pierda todas las partidas, cuando duerma con la soledad,
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cuando se me cierren las salidas, y la noche no me deje en paz… Cuando sienta miedo del silencio, cuando cueste mantenerse en pie, cuando se rebelen los recuerdos y me pongan contra la pared… TODAS Resistiré erguida frente a todo, me volveré de hierro para endurecer la piel y aunque los vientos de la vida soplen fuerte soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie. Resistiré para seguir viviendo, soportaré los golpes y jamás me rendiré y aunque los sueños se me rompan en pedazos resistiré, resistiré. LISÍSTRATA Cuando el mundo pierda toda magia, cuando mi enemigo sea yo, cuando me apuñale la nostalgia y no reconozca ni mi voz… Cuando me amenace la locura, cuando en mi moneda salga cruz, cuando el tiempo pase la factura o si alguna vez me faltas tú… TODAS Resistiré erguida frente a todo, me volveré de hierro para endurecer la piel y aunque los vientos de la vida soplen fuerte soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie. Resistiré para seguir viviendo, soportaré los golpes y jamás me rendiré y aunque los sueños se me rompan en pedazos resistiré, resistiré. (Una vez concluida la canción y la correspondiente coreografía, todas las mujeres proceden a entrar en el templo de la Acrópolis. La última de ellas en hacerlo es Cleonica, quien, aprovechando que nadie la ve, saca del interior de su túnica el
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consolador, le da un cariñoso beso, lo vuelve a guardar y entra en el templo, cerrando la puerta tras de sí) TELÓN
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ACTO SEGUNDO (Fachada de los Propileos. Por la derecha entra un coro de hombres. Sobre los hombros cargan ramas, trozos de madera y haces de leña) FILURGO La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida… ¿Quién iba a pensar nunca que nuestras mujeres tendrían algún día los arrestos de tomar la Acrópolis y echar el cerrojo a la puerta de los Propileos? DRACES (Colocando junto a la puerta del templo los maderos que carga al hombro. Los demás hombres lo imitan) Déjate de retóricas, Filurgo, pongamos estos troncos aquí y hagamos una sola pira. A ver sí así, al calor de las llamas, se les bajan los humos a estas brujas… (El coro de hombres amontona los troncos y la leña en el pórtico de los Propileos. Concluida la operación, el propio DRACES saca del interior de su vestido una caja de fósforos y coge una cerilla) Ahora te toca a ti, llamita, reavivar el rescoldo para que, a nuestro lado, la diosa Victoria nos ayude a triunfar sobre la osadía de estas mujeres insensatas que se han apropiado de la sagrada Acrópolis… (Por la parte alta de la fachada de los Propileos aparece Lampitó, provista de una pistola de agua) LAMPITÓ ¡Alto ahí, bellaco! ¡Ni se te ocurra prender esa llama o quedarás ensopado como un chucho remojado! MIRRINA (Apareciendo por el extremo opuesto de la parte alta de la fachada y portando otra pistola de agua) ¿Pero qué es esto? ¡Menudos canallas! Porque unos hombres honrados y piadosos jamás harían esto… LAMPITÓ Di que sí, Mirrina… Porque unos hombres dignos de ser así llamados nunca osarían cometer tamaña barbaridad… FILURGO (Visiblemente indignado) ¿Vamos a dejar que sigan insultándonos? ¡Adelante, Draces, enciende esa bendita llama del infierno y que el fuego reemplace a nuestra furia! (Draces obedece y prende el fósforo. De inmediato trata de acercarlo a la pira de ramas y maderos, pero de lo alto de ambos extremos de la fachada de los Propileos le caen dos chorros de agua potentes y con mucha precisión) DRACES (Ofuscado) ¡Maldita sea! ¡Me han enchumbado! ¡Y han mojado todos los fósforos!
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FILURGO (Colérico) ¡Malditas seáis, brujas! ¡Lástima que no estéis aquí abajo! Por Zeus, que yo mismo estaría encantado de partiros la cara a golpes… LAMPITÓ (Disparando ahora sobre Filurgo, a quien empapa de arriba abajo. Los demás hombres se echan a reír por lo ridículo de la situación) ¡No blasfemes, bruto! ¡No metas al dios de los dioses en tus aviesas y mezquinas intenciones de macho cabrón, herido en su orgullo! FILURGO (Fuera de sí, sacudiéndose del pelo las gotas de agua que le han caído) ¡Pues juro, por Hades, que si no te callas ahora mismo, con estas mismas manos te retorceré el cuello como la gallina clueca que eres! MIRRINA (Disparando sobre Filurgo otra buena descarga de agua) ¡Atrévete a tocar a mi amiga con un solo dedo! FILURGO (Que a duras penas consigue hablar porque el agua le llega directamente a la cara. Mientras, los demás hombres tratan de contener las carcajadas) ¿Y qué pasa si la hago polvo a puñetazos, eh? ¿Qué cosa terrible vas a hacerme? MIRRINA ¡A mordiscos te arranco las tripas y la polla! (Al escuchar esta última amenaza, el resto de hombres del coro se echan mano a sus partes y exclaman un aullido de dolor ahogado) Que te quede clara una cosa, Filurgo, éstas que aquí nos encontramos no somos ningunas brujas, como nos has insultado con tu lengua de víbora… Todas nosotras somos mujeres libres. ¿Entiendes, totufo? ¡¡Libres!! (De lo alto de la fachada de los Propileos desaparecen Lampitó y Mirrina. Por un lateral, llega un COMISARIO, acompañado por varios policías de la UNIPOL) COMISARIO ¿Se puede saber qué coño pasa aquí? FILURGO (Ofuscado, con una rabia un tanto infantil, casi a punto del llanto, como un niño chico) Ahí dentro hay un grupo de mujeres infames que se han apoderado de la Acrópolis… Nos han insultado, nos han empapado y ahora parece que nos hubiésemos hecho pis… COMISARIO Por Poseidón Salado, ya lo veo, joder… Si pareces un chucho remojado… (Los otros hombres se ríen al oír esto último) Pero de nada sirve que nos quedemos aquí, de brazos cruzados… (Dirigiéndose a sus acompañantes) Habrá que traer una de las tanquetas de la UNIPOL para poner fin a esta rebelión. (A uno de sus agentes) ¿Por qué te quedas boquiabierto, gilipollas? (Al otro)
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¿Y a dónde miras tú, que no haces otra cosa en todo el día que buscar bronca para desahogar con ruinas y quinquis de tres al cuarto la impotencia de tu otra porra? ¿A qué esperáis para ir a buscar refuerzos? Hay que tirar esa puerta abajo cómo sea… (Para sorpresa de todos los presentes, se abre la puerta central y sale Lisístrata) LISÍSTRATA (Con mucha parsimonia, se acerca hasta el grupo de hombres) Nada de tanquetas, nada de porras… ¿Qué necesidad hay de violencia? No hacen falta las armas, sólo sensatez e inteligencia. COMISARIO ¿En serio, maldita? (A uno de sus policías) Anda, deténla y ponle las esposas… LISÍSTRATA (Sacando un cuchillo de carnicero del interior de su túnica) Con tal de que me toque con la punta del dedo, por Ártemis, que tu agente se va a lastimar… (El policía se echa atrás) COMISARIO ¿No acabas de decir que no hacen falta las armas? Ya veo que pronto cambias de opinión… LISÍSTRATA El que yo quiera la paz y no la guerra no significa que sea una ingenua y una estúpida… COMISARIO Ya veo, ya… (A su hombre) Y tú, cagao, ¿te asusta una mujer armada con tan solo un cuchillo? ¿Para eso tanto entrenamiento y tanta parafernalia? (De la puerta de la Acrópolis sale Cleonica, que lleva entre las manos un rodillo de proporciones inquietantes) CLEONICA (Sacudiendo el rodillo sobre su mano izquierda) Como te atrevas a ponerle tus sucias manos encima, por Pándroso que vas a cagarte en la hora en que tu señora madre te parió. (Ante semejante amenaza, el agente del orden da otro paso atrás) COMISARIO (Que parece no perder la calma ni el temple y mantiene sus aires de suficiencia) Vaya, vaya… “Vas a cagarte”… Muy bonito, palabras ciertamente hermosas para salir de labios de una dama… (A un tercer agente de la UNIPOL) A ver, tú, redúceme a estas dos leonas, que hay que llevarlas al Gran Circo Mundial… (De la puerta de los Propileos sale ahora Mirrina. Lleva una voluminosa sartén) MIRRINA (Esgrimiendo su sartén, amenazante) Como se te ocurra tocar con la punta del dedo a estas dos, por Hécate que ni todo el betadine del mundo será suficiente para cerrar la brecha que te voy a abrir en la cabeza… (El policía aludido también se echa atrás)
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COMISARIO (Molesto, alterado) Pero, ¿qué cojones pasa aquí? ¿Pero es que no hay ni un agente que los tenga bien puestos? Está visto que tendré que ser yo mismo quien ponga fin a estos desmanes… LISÍSTRATA (Mostrando su cuchillo) ¡Alto ahí, toro! Como des un paso hacia adelante, te arranco de cuajo las dos orejas, el rabo y las dos pelotillas… COMISARIO (Tratando de aleccionar a los agentes que se parapetan tras él) ¡Escuchadme bien, muchachos! ¡No debemos dejarnos derrotar nunca por las mujeres! ¡Vamos, mis hombres! ¡Al cuerpo a cuerpo contra ellas! ¡En formación! (El comisario y los demás policías se colocan para el ataque. Están a punto de abalanzarse sobre las tres mujeres cuando, de pronto, como una exhalación, del interior del templo salen en estampida el resto de mujeres, que profieren gritos fieros de acometida, provistas además de toda clase de utensilios domésticos que blanden como armas peligrosas (rodillos, sartenes, aspiradoras, batidoras…) mientras se protegen con tapas de calderos que les sirven de escudos. Ante semejante tropel, todos los hombres salen huyendo por el lateral derecho, dejando solo al comisario frente a la jauría) COMISARIO (Tratando de mostrarse muy digno) Por Zeus, esto es bochornoso… ¡Qué vergüenza! LISÍSTRATA ¿Pues qué te creías, mentecato? ¿Pensabas que te ibas a encontrar con unas esclavas sumisas, que se iban a poner de rodillas a implorarte perdón? COMISARIO (Altivo, insolente) ¿Acaso qué os creéis, malévolas serpientes? Este que tenéis delante no es ningún mamarracho como esos maricas que acaban de salir por patas. Yo soy un hombre que se viste por los pies y que siempre da la cara… ¡Malditas! (El comisario huye despavorido) LISÍSTRATA (Dirigiéndose a sus compañeras) Id por él y traédmelo entero. Ese pazguato nos servirá de mensajero. (Un grupo de mujeres salen corriendo por un lateral, siguiendo los pasos del comisario. Lisístrata se dirige a continuación a otras compañeras) Y vosotras, volved al templo. Hay que cuidar que ninguno de los hombres que hemos capturado ahí dentro siga el camino de esos otros. Llegado el momento, pueden servirnos como moneda de cambio con los guanajos que están aquí fuera… (Por el lateral, regresan las mujeres que salieron tras el comisario. Traen a éste maniatado y en ropa interior. El hombre cae en medio del escenario. Ha perdido toda su vanidad y ahora lloriquea como un niño perdido en el bosque)
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COMISARIO (Suplicando, de rodillas, entre llantos) ¡Por los dioses! ¡Tened piedad de este pobre comisario! ¡Yo sólo cumplía con mi deber! LISÍSTRATA (Se le acerca, cuchillo en ristre. Pasea su afilada punta por la cara del comisario, que cierra los ojos, atemorizado. Luego, la mujer toca levemente con la punta del cuchillo sus genitales) De buena gana te cortaba ahora mismo de un tajo toda tu malentendida virilidad, machango… CLEONICA (Sujetando a Lisístrata por los brazos) Bueno, amiga, tan poco hay que extralimitarse, ¿no? LISÍSTRATA Tranquila, hermana Cleonica, que este imbécil ya ha recibido su lección. (Levantándole la cabeza al comisario) Mírame bien, pollaboba, si no quieres quedarte más eunuco de lo que ya estás… (El hombre abre tímidamente sus ojos llorosos) ¿Sabes por qué nos hemos encerrado en el templo? (El comisario niega con la cabeza) Para poner a salvo el dinero de la ciudad y que no hagáis la guerra. COMISARIO (Entrecortadamente) ¿Acaso… acaso crees… crees que combatimos… por… por el dinero? LISÍSTRATA ¿Entonces, bellaco, por qué si no? ¿Para qué crees que fue la guerra de Irak? ¿Por qué crees que luchan nuestros hijos en Afganistán? ¿Por la democracia? ¡Ja! Nuestros políticos, mal rayos los parta, organizan estas y otras disputas sólo por la ganancia que obtienen de ello. Pero el dinero que está en el banco de la Acrópolis, ése, ya no lo podréis tocar… COMISARIO (Con temor) ¿Y… qué… qué pensáis hacer… entonces? LISÍSTRATA ¿Eso me preguntas? A partir de ahora, el dinero depositado en la sagrada Acrópolis lo administraremos nosotras. COMISARIO (Un poco menos nervioso) Pero… pero si para administrar el dinero para… para hacer la guerra… ya… ya tenéis a una ministra de Defensa… LISÍSTRATA
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(Contundente) Ministro o ministra… en este caso tanto da Isabel como Fernando… lo que sobra es el ministerio. COMISARIO (Con asombro) ¿Cómo? LISÍSTRATA (Firme en sus convicciones) Porque, para empezar, no hay necesidad de hacer la guerra. COMISARIO (Que sigue sin salir de su espantado asombro) ¿Y… y… cómo nos vamos a defender del enemigo? LISÍSTRATA Estando nosotras de por medio, no habrá enemigo del que preocuparse… COMISARIO (Que se pone de pie) Me pregunto cómo coño… LISÍSTRATA (Sonriendo) Tú lo has dicho. COMISARIO (Extrañado) ¿El qué? LISÍSTRATA Pues la forma con que nosotras, las mujeres de Atenas, lograremos la paz para toda Grecia: con el coño… COMISARIO (Completamente desorientado) ¿Ah, sí? Yo no entiendo nada. CLEONICA (Tocándole amistosamente el hombro) Descuida, hombre, que lo entenderás enseguida. Además, el plan que te va explicar mi amiga atañe especialmente a cierta parte de tu cuerpo donde habitualmente todos vosotros tenéis puesto el pensamiento. (El comisario mira en silencio a una y otra mujer sin entender una palabra de cuanto éstas hablan) LISÍSTRATA Hasta hoy, nosotras os hemos aguantado todo lo que hacíais: vuestros desplantes, vuestra mala educación, vuestros gruñidos, incluso vuestros pedos. Y, sin embargo,
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callábamos. Pero, sobre todo, lo que más nos ha indignado es vuestra habitual torpeza para resolver los asuntos públicos que a todos nos atañen por igual: tanto a hombres como a mujeres. Y nos revolvía por dentro enterarnos de que cada decisión vuestra era peor que la anterior… CLEONICA Pues yo nunca me he callado y si alguna vez he tenido que poner firme a mi marido lo he hecho. LISÍSTRATA (Que no puede evitar una sonrisa) Cleonica querida, bien sabes que eso que cuentas no es la nota general, sino una excepción; admirable, pero una excepción… Lo normal siempre ha sido que ellos nos aparten del gobierno como nosotras a ellos de la cocina. COMISARIO Como debe ser, mujer… LISÍSTRATA (Que levanta su mano en ademán de darle una bofetada al comisario. Éste mueve la cabeza cómicamente para que ella no lo golpee. Lisístrata no llega a completar el movimiento) ¿Cómo que como debe ser, desgraciado… Si ni siquiera cuando os equivocáis es posible daros un consejo? Siempre queréis llevar la razón aunque sepáis perfectamente que estáis completamente equivocados… CLEONICA Y os olvidáis de que nosotras también tenemos cerebro… LAMPITÓ …Y valor. MIRRINA Y talento. LISÍSTRATA Y nos sobra coraje y sabiduría para afrontar cualquier problema con garantías de éxito. COMISARIO (En un tono un tanto desafiante) Pues aún no me has explicado cómo piensas poner fin a la guerra… LISÍSTRATA Con nuestra huelga de sexos caídos lograremos que nuestros hombres se olviden de las armas y de ir en manada a esos campos de batalla, donde sólo encuentran la muerte y la destrucción… COMISARIO (Sarcástico) Noble propósito. Ahora bien, ¿cómo vais a ser capaces vosotras de acabar con tantos
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embrollos entre las naciones y de resolver tanto conflicto malhadado? LISÍSTRATA Muy fácil. COMISARIO (Impaciente) ¿Cómo? Dímelo. LISÍSTRATA (Utilizando el cuchillo como si fuera una aguja para hacer croché y con la que desenreda el hilo de la labor) Como un ovillo, cuando se nos ha enredado, cogiéndolo así, metiendo nuestros husos, uno por aquí, otro por allí… De igual forma desenredaremos las guerras, si nos dejan, deshaciendo nudos por aquí y por allá. COMISARIO ¿Y haciendo ganchillo creéis que vais a poner fin a esta horrible situación de guerra permanente de todos contra todos? ¡Qué ilusas! LISÍSTRATA También vosotros, si tuvierais sentido común, haríais toda la política según el modelo de nuestras lanas. COMISARIO ¿Cómo? Quiero verlo. LISÍSTRATA Primero habría que, como el vellón en la pila, sacar toda la grasa de la ciudad con un buen lavado con detergente ecológico, del que venden en Mercadona, y sacudirla muy bien, como si fuera un colchón Flex, para quitarle toda la costra de ácaros y parásitos que se conglomeran y apelmazan en nuestro gobierno… Luego, habría que poner en una cesta toda la buena voluntad recíproca de todos, sin dejar fuera a nadie, ni por el color de su piel, ni por su lugar de nacimiento, ni por su ideología. Y, por Zeus bendito, reconocer que todas las ciudades de Grecia forman parte de la misma tierra y que, para nosotros, todas ellas son como copos de lana, cada uno en su sitio. Y, luego, cogerlos todos ellos y reunirlos en un montón, y así hacer un gran ovillo y, por último, tejer con él un manto para todos los pueblos. (El discurso de Lisístrata es respondido con aplausos y vítores por parte del resto de mujeres presentes) COMISARIO He de reconocer, mujer, que tus palabras suenan llenas de buenas intenciones pero una cosa es predicar y otra bien distinta, dar trigo… LISÍSTRATA No te impacientes, hombre, que como a todos los de tu género os pierde la precipotación… (El grupo de mujeres ríe al unísono la gracia de Lisístrata. El comisario tampoco puede evitar una ligera sonrisa) Anda, comisario, te puedes ir… Y diles a tus congéneres que de aquí no nos moveremos
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ni tendrán sexo con nosotras, mal que nos pese, en tanto en cuanto no se haga efectiva una paz sincera y duradera. COMISARIO (Mostrando sus muñecas atadas) ¿No me desatas, mujer? Por Zeus, voy a presentarme ante mis superiores con esta pinta. ¿Acaso no es suficientemente humillante haberme dejado en calzoncillos? (No de muy buena gana, Lisístrata le desata las ataduras con un corte rápido de su cuchillo. El comisario se restriega las manos por las muñecas, que le escuecen por el roce de la cuerda) Gracias y adiós… Nos volveremos a ver. LISÍSTRATA (Sonriendo) Seguro… (El comisario sale por el lateral derecho) CLEONICA ¿Y ahora, qué hacemos, amiga? LISÍSTRATA Seguir adelante con nuestro plan. CLEONICA (Que no puede ocultar cierto temor) ¿No crees que hemos ido un poco lejos, Lisístrata? LAMPITÓ (Que se muestra igual de preocupada) ¿No nos irán a declarar la guerra a nosotras, verdad? LISÍSTRATA Tranquilas, hermanas, tranquilas. Que por la cuenta que les trae esos bobos no pueden vivir sin nosotras. CLEONICA (Aterrorizada) ¡Oh, cielos, no! LISÍSTRATA (Con idéntica preocupación) ¿Qué pasa, amiga? CLEONICA ¡Oh, Lisístrata, un pensamiento raudo como el relámpago me acaba de pasar por la mente! (Llevándose la mano a los ojos, cegada por la idea que se le acaba de ocurrir) LISÍSTRATA (Alterada, impaciente) ¿Cuál? ¡Habla, mujer, por Afrodita!
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CLEONICA ¿Y si les da a todos ellos por hacerse gays? (Todas las mujeres acogen el íntimo temor de su amiga con una sonora carcajada de alivio. Suena la canción “A quién le importa”. Igual que antes, Lisístrata hace la parte solista y las demás la secundan en el estribillo, mientras llevan a cabo otra divertida coreografía) LISÍSTRATA La gente me señala, me apuntan con el dedo, susurra a mis espaldas y a mí me importa un bledo. Qué más me da si soy distinta a ellos, no soy de nadie, no tengo dueño. Yo sé que me critican, me consta que me odian, la envidia les corroe, mi vida les agobia. ¿Por qué será? Yo no tengo la culpa, mi circunstancia les insulta. Mi destino es el que yo decido, el que yo elijo para mí. TODAS ¿A quién le importa lo que yo haga? ¿A quien le importa lo que yo diga? Yo soy así, y así seguiré, nunca cambiaré. ¿A quién le importa lo que yo haga? ¿A quién le importa lo que yo diga? Yo soy así, y así seguiré, nunca cambiaré. LISÍSTRATA Quizá la culpa es mía por no seguir la norma, ya es demasiado tarde para cambiar ahora. Me mantendré firme en mis convicciones, reportaré mis posiciones.
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Mi destino es el que yo decido, el que yo elijo para mí. TODAS ¿A quién le importa lo que yo haga? ¿A quién le importa lo que yo diga? Yo soy así, y así seguiré, nunca cambiaré. ¿A quién le importa lo que yo haga? ¿A quién le importa lo que yo diga? Yo soy así, y así seguiré, nunca cambiaré. ¿A quién le importa lo que yo haga? ¿A quién le importa lo que yo diga? Yo soy así, y así seguiré, nunca cambiaré. Terminada la canción y el correspondiente baile, todas las mujeres proceden a entrar en el templo de la Acrópolis. Mientras, cae el TELÓN
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ACTO TERCERO (El escenario vuelve a mostrar la fachada de los Propileos y, al igual que al inicio del primer acto, ante ella, LISÍSTRATA pasea inquieta de un lado para otro. La puerta del templo se abre y sale CLEONICA con rictus de preocupación en el rostro) CLEONICA ¡Lisístrata! Te estaba buscando… Me dijeron que te acabas de ir del templo hecha una furia, ¿qué es lo que te ha pasado, amiga? LISÍSTRATA (Visiblemente indignada) El cerebro de hembra de las mujeres, su naturaleza primitiva, sus bajos instintos y su absoluta falta de autocontrol hacen que, en mi desánimo, pasee arriba y abajo como un tigre enjaulado… CLEONICA ¿Qué me dices? LISÍSTRATA (Seria, grave, cortante) La verdad. CLEONICA (Se le acerca y pasa su mano por el hombro de ella, cariñosa) Pero, ¿qué cosa grave ocurre? Díselo a Cleonica, a tu mejor amiga… LISÍSTRATA Vergonzoso es decirlo: callar, duro. CLEONICA Por favor, Lisístrata, no me ocultes la desgracia que sufrimos… LISÍSTRATA Para decirlo más breve: tenemos ganas de follar. CLEONICA (Se separa de ella) ¡Oh, Zeus! LISÍSTRATA (Presa de la indignación) ¿Por qué clamas a Zeus? Si así están las cosas: al rojo vivo… Yo ya no soy capaz de apartarlas de los hombres: se me escapan. A una la cogí anteayer cuando trataba de tirarse a uno de los ancianos sacerdotes que tenemos cautivos; a otra la trinqué haciéndoselo con un joven esclavo, de recio porte y generosos atributos, por cierto… Y agarré a otra de estas salidas, justo por los pelos, cuando trataba de bajar por una de las paredes de los Propileos, mientras se descolgaba con un cabestrante… Muchas de nosotras ponen toda clase de pretextos para regresar a casa y acostarse con el
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enemigo… Mira, aquí viene una… (Lisístrata señala a una joven que sale de puntillas por la puerta de la Acrópolis, con mucho sigilo, para no hacer ningún ruido) ¿Ves lo que te digo? Oye, tú, ¿a dónde vas con tanto cuidado? MUJER A (Sorprendida, in fraganti, no sabe cómo salir del paso) Ah… Iba a casa… Es que… Es que dejé el potaje al fuego y se me va a quemar… LISÍSTRATA ¿Volverás luego? MUJER A En seguida, por todas las diosas del Olimpo, en cuanto aparte la olla y la deje reposar sobre el poyo de la cocina… LISÍSTRATA (Cortándole el paso) No te vayas a ningún sitio, que tu esposo se las arregle solito… MUJER A ¿Y voy a dejar que se me estropee la comida? ¡Con lo caro que está hoy todo debido a la crisis! ¡Ni hablar! (La mujer logra escabullirse y sale corriendo por un lado del escenario. Justo, al mismo tiempo, por la puerta de los Propileos sale una segunda mujer, a la que también Lisístrata le sale al paso, impidiendo su fuga) LISÍSTRATA ¡Eh, tú! ¡Alto ahí! ¡Quieta parada! ¿A dónde crees que vas? MUJER B (Suplicando) Es que tengo que ir a buscar a mis hijos al colegio… LISÍSTRATA (Tajante) ¡Ni hablar del peluquín! ¡A los nenes que los vayan a buscar sus papás! Estaría bueno… Pues si tú empiezas a hacer esto, todas las demás querrán imitarte… MUJER B (Casi llorando) Pero mis pobres niños, ¿qué va a ser de ellos? Si el papá no sabe ni dónde está la escuela… LISÍSTRATA (Inflexible) Pues que pregunte, como hace todo el mundo… (Por la puerta del templo sale una tercera mujer que simula un notable embarazo, Lisístrata dirige su atención a esta tercera joven, momento que aprovecha la segunda para salir corriendo como la primera, por otro lateral del escenario) ¡Pero bueno! ¿Qué es esto?
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MUJER C (Fingiendo que sufre dolores de parto) ¡Señora Ilitia, diosa de los alumbramientos, detén el parto hasta que pueda llegar a la clínica, te lo pido, por favor! LISÍSTRATA (Interponiéndose en el camino de la embarazada) ¿Se puede saber qué tonterías son ésas? MUJER C (Resoplando, exagerando las contracciones) ¡Calla, mujer, calla! ¡Voy a dar a luz en seguida! LISÍSTRATA Pues que yo recuerde ayer no estabas embarazada… MUJER C (Tratando de eludir el acoso de Lisístrata) Pero hoy sí. ¡Anda, déjame ir enseguida, que tengo que coger un taxi! ¡Que no llego! LISÍSTRATA ¡Pero qué dices! (Le palpa el pronunciado vientre) ¿Qué es esto que llevas aquí? MUJER C (Que trata de zafarse de las manos de Lisístrata) Es un niño, un varón, me lo dijo anoche el oráculo. LISÍSTRATA Qué oráculo y qué ocho cuartos… (Le descubre la túnica y encuentra un cojín) ¡Ya veo, un niño! ¿Y el padre de la criatura quién es? ¿Leroy Merlín? MUJER C (Consternada) Es cierto que estoy embarazada de siete meses, por Zeus. LISÍSTRATA ¡No me mientas, por Afrodita! ¿Y para qué demonios quieres ese cojín, muchacha? MUJER C Para que, si el parto me sorprendía en la Acrópolis, pudiese apoyar mi cabeza en él y así empujar con más fuerza… LISÍSTRATA Ya y tú te crees que yo me chupo el dedo. MUJER C No te pretendo engañar, de verdad… Cuanto digo es cierto… Además, con el embarazo no puedo pegar ojo por las noches. CLEONICA
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¡Ni yo tampoco, por Zeus! Estoy tan hecha a dormir acompañada que hasta el “kikkabaú” de las lechuzas me desvela por completo… Hacen “kikkabaú”, “kikkabaú”, todo el rato… Las muy jodidas… LISÍSTRATA (A Cleonica, con indisimulada ironía) Sí, sí, seguro, te creo, Cleonica… A ti ahora te despiertan las lechuzas… Ya sé qué clase de “kikki-baú” echas de menos tú… ¡El mismo que todas las demás! ¡Menudas guardianas de la paz estáis hechas! ¡Dejaos de necedades! ¡Ya sé que añoráis a vuestros hombres! Incluso yo echo en falta a mi amante supletorio, que, por cierto, alguna de vosotras, perras salidas, me lo birló en algún momento de despiste y no lo he vuelto a ver… (Se hace un silencio. Cleonica mira hacia otro lado, como si no tuviese nada que ver con la pérdida del consolador al que alude su amiga) En fin, ¿acaso no habéis caído en la cuenta de que ellos también nos echan de menos a nosotras? Sé muy bien que ellos pasan malas noches. Así que aguantaos un poco, amigas, y sufrid todavía un poco más de tiempo. Porque la última predicción del oráculo es de que venceremos si no nos rendimos. Aquí lo tengo escrito. (De debajo de su túnica, Lisístrata saca un papel) CLEONICA Explícanos qué dice. LISÍSTRATA Callaos y escuchad. (Lee) “Si a pesar de que el Amor de dulce alma y Afrodita soplan deseo en vuestros senos y en vuestros muslos y luego crean en vuestros hombres una tiesura dulce, un ponerse cual bastones, y, sin embargo, os abstenéis del miembro, llegará el final de vuestras desdichas. Mas si os peleáis entre vosotras y sois desleales al juramento que habéis contraído todas, en toda la Hélade no se dejará de pensar jamás que no existe criatura más miserable que vosotras, las mujeres”. CLEONICA Bien claro es el oráculo, por Zeus. LISÍSTRATA ¿Veis? ¿Entendéis ahora por qué no debemos abandonar, aunque suframos? Entremos dentro, queridas, y cumplamos lo que dicta el oráculo. (Entran las tres mujeres a la Acrópolis. Sin embargo, se escuchan unos gritos desde el lateral izquierdo que obligan a Lisístrata a volver sobre sus pasos y mirar hacia el punto desde el que procede el griterío) ¿Qué pasa? ¿Qué gritos son esos? CLEONICA (Que ha vuelto atrás y da alcance a su amiga) Creo que ahí viene un hombre… LISÍSTRATA (Señalando en la distancia) ¡Por Afrodita, ya lo veo! ¡Y juraría que viene enloquecido! CLEONICA
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(Con los ojos muy abiertos) ¡Sí! ¡Y creo que su mástil aflora por la entrepierna! LISÍSTRATA ¿Lo conoces? CLEONICA ¡Por Zeus, que me quede frígida si ése no es el marido de Mirrina! LISÍSTRATA Anda, entra rápido y dile a su esposa que su amado está aquí… Ah, y adviértele que debe mantenerlo caliente: que lo seduzca, que lo vuelva loco de deseo, que lo ame y lo rechace, lo rechace y lo ame, que mueva y remueva la copa pero que no le dé a probar ni una gota de lo que ella ya sabe. CLEONICA Descuida, le doy el recado en un pis pas… (Cleonica entra veloz en el templo. Lisístrata se queda ante la puerta, a la espera de que llegue el visitante) LISÍSTRATA (Sonriendo con maquiavélica satisfacción) Aquí me quedaré y así ayudaré a seducirlo y con ello a mantenerlo calentorro… (Entra CINESIAS, luciendo una escandalosa erección, seguido de un esclavo alto y fuerte y de un niño de corta edad) CINESIAS (En un quejido continuo) ¡Desdichado de mí! ¡Qué convulsiones se me vienen! ¡Qué calambres! ¡Qué tormento! ¡Qué peso tengo que soportar en mis partes nobles! ¡Qué castigo más cruel de los dioses! LISÍSTRATA (A Cinesias, despectiva) Oye, tú, chaval, ¿por qué no te vas con tus quejas de plañidera a otro negociado? CINESIAS (Molesto) Y tú que me echas, ¿quién demonios eres? LISÍSTRATA (Sacando de nuevo el cuchillo y mostrándoselo) Una centinela. CINESIAS ¡Uf! Ya me han hablado de ti… Pero no es contigo con quien quiero hablar… Por los dioses, llámame a Mirrina. LISÍSTRATA ¡Que te llame a Mirrina! ¿Y tú quien eres?
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CINESIAS (Con toda la firmeza de la que es capaz en su actual circunstancia) Soy su marido, Cinesias de Los Gladiolos. LISÍSTRATA Buenos días, querido. Tu nombre no carece de fama entre nosotras ni nos es desconocido. Tu mujer siempre te tiene en los labios. Y si coge un huevo o una manzana dice: “Ojalá fuera para Cinesias”. CINESIAS (A punto de romper a llorar) ¡Oh, por todos los dioses del Olimpo! LISÍSTRATA Sí, por Afrodita. Y si entre nosotras conversamos sobre hombres, en seguida tu mujer asegura que, a tu lado, todos los demás son unos teletubbies… CINESIAS (Casi en tono de súplica) Anda, llámala. LISÍSTRATA ¿Y qué me darás a cambio? CINESIAS Te daré esto, si te gusta… (Contesta llevándose las manos a su inflamado paquete) Esto es lo que tengo y lo que tengo es lo que te doy. LISÍSTRATA (Que no puede evitar una carcajada) Bueeenooo, menos lobos, caperucito… Voy a entrar, para avisarla. (Lisístrata entra en la Acrópolis y cierra la puerta tras ella) CINESIAS (Algo desesperado) Corre, corre, mala mujer, porque no tengo ningún placer en la vida desde que ella se fue de la casa y sufro cuando llego a nuestro hogar y me encuentro que todo está vacío de vida y repleto de melancolía y no saco ningún placer cuando como, ni cuando busco el desahogo solitario a mi apetito de amor. (En la parte alta de la fachada de los Propileos aparece MIRRINA junto a CLEONICA) MIRRINA (A Cleonica) Yo le quiero, le quiero con locura, pero él no se deja querer por mí. No me llames para que vaya con él. CINESIAS (Al ver a su esposa en lo alto de la fachada) ¡Ay, Mirrina, guapísima! ¡Mirrina, mi amor! ¿Qué estás haciendo ahí? ¡Baja, por favor!
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MIRRINA Por Zeus, querido Cinesias, que ahí yo no bajo… CINESIAS ¿No piensas bajar aunque yo te lo demande, Mirrina? MIRRINA Me llamas sin que yo te haga falta para nada. CINESIAS ¿Qué no me haces falta? ¡Si estoy hecho polvo! ¡Mira cómo voy! (Señalando a su erección) MIRRINA (Hace ademán de irse) Me voy. CINESIAS ¡No! ¡Por favor, no! Al menos, escucha al niño. (Al niño) ¿No le dices nada a mamita? NIÑO ¡Mami, vuelve, por lo que más quieras! ¡Que me muero de hambre! ¡Este inútil no sabe ni freír un huevo! CINESIAS (Poniéndose dramático) ¿Qué es lo que te pasa, Mirrina? ¿No te da pena tu propio hijo? Hace seis días que está sin comer y sin ropa limpia. Yo tampoco tengo ya calzoncillos que ponerme… MIRRINA (Indignada) Claro que me da pena mi hijo, pero es que su padre es un dejado… CINESIAS ¡Baja, por Zeus! MIRRINA ¡Ay, buena cosa es esto de ser madre! Hay que bajar… (Mirrina desaparece, mientras Cleonica permanece en lo alto de la fachada, en su puesto de vigilancia) CINESIAS (Para sí) No sé si serán las ganas pero, para mí, que esta mujer ahora me parece hasta más joven y más guapa. Y creo que incluso me mira con más dulzura. Hasta su mal humor contra mí y su hacerse de rogar, todo ello contribuye a acrecentar mi deseo… MIRRINA (Saliendo por la puerta)
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¡Ay, mi amor! ¡Mi amorcito, lindo! (La mujer corre hasta donde se encuentra su esposo, que la espera con los brazos abiertos, sin embargo ella pasa de largo y se funde en un enternecedor abrazo con su hijo) ¡Ay, hijo! ¡Hijo mío! ¡Hijito! ¡Deja que te bese! ¡Deja que tu madre cubra de besos y de cariño aquello que más quiere! (Fiel a sus palabras, Mirrina besuquea con sobajona insistencia a su hijo) CINESIAS (Acercándose a ella y tratando de abrazarla) ¿Por qué me haces esto, mala mujer? ¿Por qué me haces sufrir con tu cruel indiferencia? MIRRINA (Rechaza la muestra de afecto por parte de su esposo) No me acerques la mano. CINESIAS ¿Y qué hay de nuestro dulce hogar, de nuestra vida en común? ¿Dejamos que se pierdan? MIRRINA (Sin dejar de abrazar a su hijo) Me traen sin cuidado. CINESIAS ¿Te trae sin cuidado que no tengamos ni siquiera una muda limpia que ponernos? MIRRINA Por supuesto. Además, que yo sepa los dioses no te han privado de la movilidad de tus piernas y de tus brazos para utilizar la lavadora o para poder llevar la ropa sucia a la tintorería… CINESIAS ¿Pero acaso no te corresponde a ti ese trabajo? MIRRINA En tanto no os reconciliéis unos con otros y no terminéis de una vez por todas con la puñetera guerra, ésta que aquí está no piensa mover un dedo para realizar ninguna de las labores domésticas que has mencionado. CINESIAS (En un patético tono de súplica) Bueno, si ése es tu deseo, estoy dispuesto a lavar y planchar la ropa, a preparar la comida, a encerar el suelo y hasta coser y bailar… Todo con tal de que mi Mirrina vuelva a casa… MIRRINA (Falsamente condescendiente) Bueno, si es verdad que piensas cumplir todo lo que acabas de decir, volveré al hogar, pero ahora no puedo, lo tengo prohibido. Hice un juramento…
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CINESIAS (Pegándose a ella) Por lo menos, acuéstate conmigo, después de tanto tiempo… (Rozándose voluptuosamente con su miembro en escandalosa erección en las posaderas de su esposa, quien no puede evitar cerrar los ojos y mostrar una expresión de leve deleite) Anda, chiqui, si tú también lo deseas (Trata de acariciarle los senos) Venga, mujer, no me digas que no te apetece un pinchito… (Bruscamente Mirrina se separa de las garras de Cinesias, que está a punto de caerse al perder el punto de apoyo de su polla) MIRRINA (Canta) No me mires, no me mires, no me, no me, no me mires, no me mires, no me mires, déjalo ya, que hoy no me he puesto el maquillaje, jey, jey, jey, y mi aspecto externo es demasiado vulgar, para que te pueda gustar. No me mires, no me mires, no me, no me, no me mires, no me mires, no me mires, déjalo ya, que hoy no me he peinado a la moda, da, da, da, y tengo una imagen demasiado normal, para que te pueda gustar, ah, ah, ah. Uh, uh, uh… CINESIAS (Sacando un espejito de cristal del interior de su túnica) Sombra aquí, sombra allá, maquíllate, maquíllate, un espejo de cristal, y mírate y mírate. (Le alcanza el espejo. Ella lo coge, lo abre. Se mira en él) Sombra aquí, sombra allá, maquíllate, maquíllate, un espejo de cristal, y mírate y mírate, mírate y mírate, mírate y mírate, mírate y mírate, eh… MIRRINA (Se da unos toques de color en las mejillas) No me mires, no me mires, no me, no me, no me mires, no me mires, déjalo ya, no he dormido nada esta noche, che, che, che, y tengo una cara que no puedes mirar, porque te vas a horrorizar. (Se pasa el carmín por los labios) Mira ahora, mira ahora, mira, mira,
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mira ahora, mira ahora, mira ahora, puedes mirar, que ya me he puesto maquillaje, jey, jey, jey, y si ves mi imagen te vas a alucinar, y me vas a querer besar, ah, ah, ah, uh, uh, uh… CINESIAS (Persiguiendo a su esposa por el escenario) Sombra aquí, sombra allá, maquíllate, maquíllate, un espejo de cristal, y mírate y mírate, sombra aquí, sombra allá, maquíllate, maquíllate, un espejo de cristal, y mírate y mírate. CINESIAS Y MIRRINA (Por fin juntos, cantan y bailan la parte final de la canción) Sombra aquí, sombra allá, maquíllate, maquíllate, un espejo de cristal, y mírate y mírate. Sombra aquí, sombra allá, sombra aquí, sombra allá, sombra aquí, sombra allá, maquíllate, maquíllate, un espejo de cristal, y mírate y mírate. Sombra aquí, sombra allá, maquíllate, maquíllate, un espejo de cristal, y mírate y mírate. (Ambos terminan abrazados) CINESIAS (Que intenta inútilmente darle un beso. Ella lo rehúye) ¿Me quieres? MIRRINA Claro, tonto… (Lo besa levemente en los labios) CINESIAS ¿Echamos un quiqui? MIRRINA (Separándose de él con brusquedad)
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¿Delante del niño? CINESIAS (Al esclavo) Llévatelo a casa, Manes. (El esclavo se va con el niño por el lateral izquierdo. La madre le lanza un beso volado al niño, que se marcha cabizbajo) Ea, ya estamos solos… (Acercándose de nuevo a la mujer) MIRRINA (Tomando distancia respecto al marido) ¿Y ahora, dónde lo hacemos? No veo aquí ningún rincón propicio… CINESIAS ¿Dónde? En la cueva de Pan… MIRRINA ¿Y dónde me aseo, listo? CINESIAS Muy fácil, te lavas en la fuente de la Clepsidra. MIRRINA ¿Y voy a violar mi juramento, después de haberlo prestado, sátiro? CINESIAS (Muy digno) Que la ira de los dioses caiga sobre mí. No te preocupes, querida. MIRRINA (Dirigiéndose al templo) Pues, en ese caso, voy a buscar una estera. CINESIAS (Interponiéndose en su camino) De ninguna manera, cariño. Podemos hacerlo en el suelo. MIRRINA (Eludiendo al marido y yendo a la puerta de los Propileos) No, por Apolo, no permitiré que mi maridito se acueste sobre las piedras inhóspitas. (Hace una seña a Cleonica y ésta abandona su puesto de vigilancia en lo alto de la fachada de los Propileos. Mirrina abre la puerta del templo y entra) CINESIAS (Hablando consigo mismo y frotándose las manos) Está visto que esta mujer me desea y hoy sí pincho. Por Dionisios que hoy pincho como está mandado… (Mirrina regresa con una estera) MIRRINA (Casi en susurros, con mucha discreción)
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Anda, vamos, no hagamos mucho ruido, que no quiero que mis compañeras se enteren de mi traición… CINESIAS (Que también habla en un soplo de voz) No será para tanto, mujer. Si hubiesen de juzgarme por las veces que yo he faltado a mi palabra, ahora mismo estaría en la cárcel por perjuro. MIRRINA (Que deja de susurrar y eleva el tono de su voz) ¿Y también faltaste a tu palabra el día que me juraste fidelidad en nuestra boda? CINESIAS (Haciéndole una carantoña) Pero mi amor, qué cosas se te ocurren… ¿Cómo puedes pensar semejante barbaridad? ¡Con lo que yo te quiero, mi amorcito! (La besa en la mejilla) MIRRINA (Quitándose de encima al marido como si se tratase de un pulpo) Sí, sí, ya… (Los dos se aproximan al extremo derecho del escenario. Allí, Mirrina extiende la estera. Él va a acostarse) ¡Un momento, espera! Se me olvida la almohada. (Mirrina regresa al templo) CINESIAS Pero bueno… Con tanto preparativo mi amigo y yo nos vamos a enfriar… (Cinesias dice esta última frase mirando hacia su pene enhiesto. Mirrina sale del templo con una almohada, vuelve junto a su marido) MIRRINA (Colocando la almohada) Ya está… CINESIAS ¿Seguro? A ver si ahora te has olvidado de otra cosa. MIRRINA (Pícara, seductora) Que no, pillín… CINESIAS ¿Seguro que está todo? MIRRINA Que sí, tonto… CINESIAS Pues… ¡Al ataque!
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(Cinesias se acuesta en la estera. Mirrina se pone de rodillas a una prudente distancia de él) MIRRINA (Quitándose el sujetador) Y no lo olvides, Cinesias, no me engañes sobre la paz. A partir de hoy, renuncias a volver al ejército. CINESIAS (Levantando su mano derecha) Antes me muera, por Zeus… MIRRINA No te creo. CINESIAS (Casi lloriqueando como un niño) Pero, Mirrina, mi Mirrinita, ¿cuándo te he engañado yo a ti, eh? ¿Cuándo? MIRRINA Vaaale, te creo… (Se quita las bragas. Las manos de él tiemblan compulsivamente. Trata de abalanzarse sobre ella. Sin embargo, la mujer se lo impide) ¿Te has lavado? CINESIAS (Estupefacto) ¿Qué? MIRRINA Si ya te has lavado lo que tú sabes. CINESIAS Pero… MIRRINA ¡No hay peros que valgan, Cinesias! Ahora mismo vas a la fuente de la Clepsidra y te limpias ese aparato tuyo como es debido. Vamos, hombre… (De mala gana, Cinesias se levanta y sale por la derecha. Su esposa se queda sola en escena) Ése se va a enterar hoy de lo que vale un pene, como Mirrina que me llamo… CINESIAS (Vuelve algo quejumbroso) ¡Mira lo que has conseguido con tus absurdos escrúpulos! (Señala hacia sus partes. La erección ha desaparecido) Con lo robusta que lucía mi ballesta… MIRRINA Anda, ven, tonto, ¿no sabes que todo lo que sube y baja puede otra vez subir? (Mirrina deja deslizar provocativamente una asilla de su túnica dejando al descubierto un hombro por completo. De repente, el miembro de Cinesias recupera su alegre
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verticalidad) CINESIAS ¡Por Príapo, si ya vuelvo a estar presto y dispuesto! (Se acuesta y se abalanza sobre su esposa) MIRRINA (Zafándose de él) ¡Un momento, un momento! CINESIAS (Con evidente fastidio) ¿Qué pasa ahora? MIRRINA ¿Has traído condones? CINESIAS (Congestionado) ¿Qué? MIRRINA No pretenderás que lo hagamos así, a lo espartano… No, señor. Porque mientras en Grecia entera no se declare la paz, ésta que está aquí no piensa traer un niño más a este mundo violento, egoísta y cruel… Lo siento mucho, cariño… (Le da un beso en los labios, recoge su ropa interior, se levanta y se va. Cinesias queda, de nuevo, solo en escena. Mirrina se vuelve a poner el sujetador y las bragas y con mucha dignidad entra otra vez en el templo de la Acrópolis. A Cinesias vuelve a bajársele la tensión sexual de su pene y termina llorando desconsolado) Cae el TELÓN
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ACTO CUARTO (Fachada de los Propileos. Por la derecha, en primer plano del escenario, entra un HERALDO lacedemonio, en erección, debajo de su manto. Por la izquierda sale a su encuentro un PRÍTANIS ateniense, que es un anciano de cabellos y barba blanca) HERALDO ¿Dónde está el Consejo de Ancianos de Atenas? ¿Dónde están los prítanis? Tengo que darles una noticia. PRÍTANIS ¿Y tú quién eres, hijo? ¿Un hombre o una tienda de campaña? HERALDO Soy un heraldo, por los dioses, y he venido de Esparta para pactar la reconciliación. PRÍTANIS (Señalando a su erección) ¿Y para tratar de la paz traes una lanza debajo del vestido? HERALDO (Se da la vuelta y trata de ocultar el miembro rebelde con ambas manos) Yo no, por Zeus. PRÍTANIS ¿Por qué entonces te das la vuelta, muchacho? ¿Por qué te cubres con las manos? ¿Qué traes oculto debajo de tus ropajes? HERALDO (Que sigue dándole la espalda al consejero) Aquí traigo enrollado en un cetro laconio el pliego con nuestras condiciones para la tregua. PRÍTANIS (Indicando sus partes) Sí, claro, y aquí debajo guardo yo mi bastón ateniense, no te fastidia… Anda, chaval, dime la verdad, que estoy enterado de todo. ¿Cómo están las cosas en Lacedemonia? HERALDO (Que se gira y, resignado, aparta sus manos de sus genitales, mostrando la contundente erección) Todo mi país está bien derecho y nuestros aliados están todos empalmados… Echamos de menos a nuestras mujeres… PRÍTANIS (Suspirando) Si algo agradezco a mis canas es que éstas hayan puesto freno a las ansias de batalla de mi espada. Ahora, si no recurro a la divina Viagra, no hay forma de que concurramos ambos al combate… Por otro lado, en mal terrible, desdichado, roes tu alma, muchacho.
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Abandonados a vuestra suerte estáis tú y los tuyos. Pena me dais, hijos míos, ¡ay! ¿Pues qué riñón resistiría esos espasmos desde primera hora de la mañana? ¿Qué alma, qué rabadilla, qué culo, qué cojones aguantarían tanto tiempo sin mojar el churro? ¡Oh, Zeus, qué terribles convulsiones has de soportar, hijo mío, tanto tú como los demás! HERALDO Desde que se encerraran las mujeres atenienses en la Acrópolis las demás mujeres de Esparta nos mantienen a raya. PRÍTANIS ¿Y cómo estáis? HERALDO Mal… Vamos por la ciudad encogidos, doblados, como si lleváramos un plomo en la entrepierna y un plátano clavado en el culo… Y nuestras esposas no nos dejan ni tocarles un pelo mientras que no hagamos la paz en toda Grecia. PRÍTANIS (Con determinación) ¡Es hora de poner fin a esta rebelión de clítoris caídos! Di que nos envíen lo más deprisa posible embajadores plenipotenciarios para acordar la paz. Voy a pedirle al Consejo que nombre también a sus embajadores… ¡Esto no puede seguir así ni un minuto más! Si no acabamos con esto de inmediato, tarde o temprano terminaremos todos los hombres durmiendo juntos al otro lado de la cama… HERALDO ¡Eso ni de coña! Ya vuelo… (El heraldo y el prítanis salen en direcciones opuestas. Al cabo de unos segundos, por el lateral izquierdo reaparece el COMISARIO, flanqueado por sus agentes de la UNIPOL. Todos ellos lucen unas monstruosas erecciones) COMISARIO (Acercándose a la puerta de la Acrópolis. La golpea varias veces) ¡Lisístrata! ¡Lisístrata! ¡Por favor, sal! ¡Has vencido! ¡Queremos la paz! ¡Por Zeus, estamos reventados! ¡Si alguien no nos hace pronto la paz, no habrá forma de evitar que nosotros, los hombres, nos acostemos los unos con los otros! (Para reforzar la última frase pronunciada a la desesperada por el comisario, uno de sus policías empieza a mostrarse en exceso cariñoso con un compañero, que trata de quitárselo de encima con cómica incomodidad. Por la derecha del escenario, aparece un grupo de soldados laconios, todos ellos con el pene cual lanza en ristre, precedidos por su EMBAJADOR) EMBAJADOR LACONIO Buenos días, ciudadanos de Atenas. COMISARIO (Girándose sorprendido, igual que sus hombres) Buenos días, laconios… (Apreciando el estado de excitación en el que han llegado los laconios) Veo que también vosotros sois víctimas de esta enfermedad terrible…
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EMBAJADOR LACONIO (Mirando las erecciones del comisario y sus agentes) Y tanto… Se ve que la inflamación es grave y contagiosa. COMISARIO Pues como no encontremos pronto remedio vamos a terminar todos con más pluma que Boris Izaguirre… EMBAJADOR LACONIO (Espantado, con horror) ¡Por Zeus, no! ¡Eso nunca! ¡Nosotros somos muy machotes! Eso… Eso… Eso… Eso sería un escándalo. (Y una vez dicha ésta última frase todos los hombres que hay en escena bailan y cantan) TODOS Escándalo, es un escándalo. Escándalo, es un escándalo. Escándalo, es un escándalo. Escándalo, es un escándalo. EMBAJADOR LACONIO Siempre la misma rutina, nos vemos por las esquinas, evitando el que dirán. Mi cuerpo no se acostumbra a este amor entre penumbras, que es más fuerte que un volcán. Escondidos de la luna no se puede continuar, por desgracia o por fortuna, no te dejaré de amar... TODOS Escándalo, es un escándalo. Escándalo, es un escándalo. Escándalo, es un escándalo. Escándalo, es un escándalo. EMBAJADOR LACONIO No me importa que murmuren y que mi nombre censuren por todita la ciudad. Ahora no hay quien me detenga, aunque no pare la lengua de la alta sociedad. Este río desbordado no se puede controlar, si lo nuestro es un pecado, no dejaré de pecar.
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TODOS/EMBAJADOR LACONIO Escándalo, es un escándalo. Escándalo, es un escándalo. Escándalo, es un escándalo. Escándalo, es un escándalo. Escándalo, Vivo mi vida… es un escándalo. Escándalo, Soy como soy… es un escándalo. Escándalo, No hay quien me pare… es un escándalo. Escándalo, por donde voy… es un escándalo. EMBAJADOR LACONIO No me interesa que te tome por sorpresa, un alma libre siempre he sido yo. Si tengo ganas, hago lo que me da la gana, yo soy el que decide sí o no. Si piensan mal no me tiene preocupado, de tu lado, no me voy a separar. Pienso diferente, no vivo con la gente, y mi manera no la voy a cambiar. TODOS Escándalo, es un escándalo. Escándalo, es un escándalo. Escándalo, es un escándalo. Escándalo, es un escándalo. Escándalo, es un escándalo. Escándalo, es un escándalo. Escándalo, es un escándalo. Escándalo, es un escándalo. TODOS/EMBAJADOR LACONIO Escándalo, No me interesa… es un escándalo. Escándalo,
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Qué más me da… es un escándalo. Escándalo, Nada me importa… es un escándalo. Escándalo, Digan lo que digan… es un escándalo. (Por el lateral izquierdo entra el PRÍTANIS, con su acompañamiento de consejeros. Todos ellos ancianos, como él) PRÍTANIS Os saludo, laconios. EMBAJADOR LACONIO (Advirtiendo la presencia del prítanis y su grupo) Oh, muchos saludos, ilustres y venerables consejeros. PRÍTANIS ¿A qué habéis venido, laconios? EMBAJADOR LACONIO A conseguir la paz. PRÍTANIS Decís bien. También nosotros venimos a lo mismo. ¿Por qué no llamamos a Lisístrata? Al parecer, esa endiablada mujer es la única capaz de reconciliarnos. EMBAJADOR LACONIO ¡Hagámoslo de una vez, por Zeus! ¡Que ya noto como me empiezan a salir las plumas! COMISARIO ¡Bah! Media hora hace que toqué a esa puerta y no se ha dignado ni a asomarse. PRÍTANIS (Viendo cómo la puerta de los Propileos se ha abierto y LISÍSTRATA sale) No hará falta que insistamos, pues me parece que ahí viene. ¿Acaso no es esa mujer? (Todos se giran hacia la puerta. Lisístrata, con mucha calma y dignidad, se coloca justo en el centro de la escena, en medio de todos los varones presentes) LISÍSTRATA (Mirando a un lado y a otro, envuelta en una gran expectación) ¿Dónde está Conciliación? (CONCILIACIÓN, una guapa joven, aparece por un lateral) Tráeme primero a los laconios cogiéndoles con una mano que no sea áspera ni violenta, ni como nuestros hombres hacen torpemente, sino como sólo sabemos hacerlo las mujeres: con mucho tacto y mucha suavidad. Y si alguno de ellos se niega a tender su mano, agárralo por el miembro. (Conciliación trae a los laconios)
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Ea, tráeme también a los atenienses, acércamelos cogiéndolos del sitio que te dejen. (Conciliación trae a los atenienses) Laconios, poneos a mi izquierda y vosotros, atenienses, a mi derecha, y escuchad bien mis palabras. Soy mujer, pero tengo mucho más talento que vosotros, ya que no carezco de juicio por mí misma y supe escuchar en su momento las sabias palabras de mi madre y de mi abuela. Así que sé sobradamente que cuanto os digo es la verdad y nada más que la verdad… PRÍTANIS (Haciéndose el simpático) Amén. (Lisístrata lo fulmina con una mirada de reprobación) Lo siento. Continúa, mujer, continúa… LISÍSTRATA (Prosigue) Siendo como sois hijos de la misma tierra y habiendo sido engendrados todos en el vientre de una mujer, en cuanto tenéis edad para convertiros en hombres, en lugar de hacer el bien e impartir justicia, os enfrentáis los unos con los otros y os destruís con un odio ciego, bárbaro, inútil… PRÍTANIS Oh, Lisístrata, razón no te falta… Obramos injustamente, por Zeus. EMBAJADOR LACONIO (Que no le quita el ojo de encima a la guapa Conciliación) Por todos los Mirmidones del gran Aquiles que todo cuanto dices es cierto, aunque ciertamente el culo de esta mujer (señala a Conciliación) no tiene desperdicio… (El resto de hombres que le acompañan dirigen automáticamente su mirada al punto indicado por el embajador) LISÍSTRATA Y siendo como sois hermanos por cuyas venas corre la misma sangre griega, ¿no os da vergüenza mataros unos a otros sin ningún sentido? EMBAJADOR LACONIO (Sin dejar de mirar a la joven Conciliación) Por supuesto, es una vergüenza… En la vida he visto una joven más hermosa. PRÍTANIS (Que también ha fijado su atención en la chica) ¡Por Zeus, esta mujer está más buena que el pan de Arafo! LISÍSTRATA ¿Se puede saber entonces por qué sinrazón lucháis entre sí? ¿Por qué no abandonáis ese rencor que emponzoña vuestros corazones como el veneno de la serpiente? ¿Por qué no os reconciliáis ya? ¿Qué os detiene? EMBAJADOR LACONIO (Al que sólo le falta que se le caiga la baba)
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¡Por Zeus bendito, que vuelva de una vez la paz! ¡Queremos volver a disfrutar de ese pandero! PRÍTANIS (Igual que el anterior, está casi agachado, disfrutando de una panorámica perfecta de las piernas de Conciliación) ¡Por todos los dioses, que la paz sea un hecho! ¡Cielo santo, qué par de piernas! LISÍSTRATA (Acercándose a Conciliación y protegiéndola de la amenaza del coro de hombres, hambrientos como una manada de lobos) Bueno, bueno, atenienses, si queréis de verdad que os crea, comunicadle la buena nueva a vuestros aliados y vosotros, laconios, regresad a vuestro país y consultad con vuestros vecinos para ver si están de acuerdo. PRÍTANIS (Sorprendido) ¿Qué hay que hacer qué con los aliados? ¿Y con los vecinos? A ellos les va a parecer tan bien como a nosotros. Si lo que queremos todos es hacer el amor. EMBAJADOR LACONIO ¡Sí, por descontado! ¡Toda Grecia dice no a la guerra! ¿Verdad, muchachos? (El grupo de laconios responde con un movimiento de cabeza afirmativo al unísono) PRÍTANIS (Dirigiéndose a todos los hombres) ¡Por Zeus, entremos en la Acrópolis y que cada uno coja a su mujer y se vuelva a casa! (Todos hacen ademán de dirigirse a la puerta del templo) LISÍSTRATA (Interponiéndose, mientras vuelve a blandir su cuchillo) ¡Alto ahí! ¡Zape, gatos! ¡Un momento! ¡Un momento! (Las puertas del templo se abren y de su interior salen todas las mujeres, que inician una coreografía y cantan en un tono desafiante) TODAS Se te olvida que tenerme, no supiste valorarme, pero ahora que me ves con alguien, pretendes reclamarme. Y se te olvida que ignoraste, se te olvida que me usaste, pero ahora que me ves con alguien, pretendes reclamarme… Y no te vistas que no vas. Ya no me vuelvas a buscar. Porque tu tiempo ya pasó. Y es que sin ti yo estoy mejor.
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Pero que no te vistas que no vas. Ya no me vuelvas a buscar. Porque tu tiempo ya pasó. Y es que sin ti yo estoy mejor. Ya no quiero seguir contigo. Junto a ti yo viví un castigo. Acabaste tú con mi vida. Preferiste a mi amiga. Ya no quiero seguir contigo. Junto a ti yo viví un castigo. Acabaste tú con mi vida. Preferiste a mi amiga. Se te olvida que tenerme, no supiste valorarme, pero ahora que me ves con alguien, pretendes reclamarme. Y se te olvida que ignoraste, se te olvida que me usaste, pero ahora que me ves con alguien, pretendes reclamarme… Y no te vistas que no vas. Ya no me vuelvas a buscar. Porque tu tiempo ya pasó. Y es que sin ti yo estoy mejor. Pero que no te vistas que no vas. Ya no me vuelvas a buscar. Porque tu tiempo ya pasó. Y es que sin ti yo estoy mejor. Ya no quiero seguir contigo. Junto a ti yo viví un castigo. Acabaste tú con mi vida. Preferiste a mi amiga. Ya no quiero seguir contigo. Junto a ti yo viví un castigo. Acabaste tú con mi vida. Preferiste a mi amiga. ¡Adiós! Lo nuestro terminó porque yo tengo otro amor. ¡¡¡K-narias Master mix!!!! Y no te vistas que no vas. Ya no me vuelvas a buscar. Porque tu tiempo ya pasó. Y es que sin ti yo estoy mejor.
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Pero que no te vistas que no vas. Ya no me vuelvas a buscar. Porque tu tiempo ya pasó. Y es que sin ti yo estoy mejor. Ya no quiero seguir contigo. Junto a ti yo viví un castigo. Acabaste tú con mi vida. Preferiste a mi amiga. Ya no quiero seguir contigo. Junto a ti yo viví un castigo. Acabaste tú con mi vida. Preferiste a mi amiga. Me despido no sin antes confesarte una verdad. Pero ahora que te veo con alguien… Pa’mí, tú no vales ná. PRÍTANIS (Angustiado) ¿Entonces? ¿Esto qué significa, Lisístrata? LISÍSTRATA La palabra de un hombre vale tanto como la longitud de su lengua y el tamaño de su miembro… No habéis prestado juramento, bellacos… ¿Acaso creéis que somos estúpidas? PRÍTANIS (Indignado, fuera de sí) ¡Pero eso no es justo, por Zeus! ¡No nos habéis dado la más mínima oportunidad! LISÍSTRATA (Colérica) ¡Vosotros sois los que no nos dais nunca la más mínima oportunidad! Venís hasta aquí, con vuestros miembros desbocados cual caballos y vuestros ojos de cordero, y suplicáis la paz, cuando lo único que os interesa es esto… (Señala a su pubis) Porque una vez satisfecha la demanda de vuestro amo (Señala a los genitales del prítanis) volveréis a destrozaros como perros rabiosos… PRÍTANIS (Dolido) ¿Acaso crees, Lisístrata, que de todos nosotros, los hombres, no hay ninguno que realmente se mueva por verdadero amor, que todos somos esas bestias despiadadas con las que nos acabas de comparar? LISÍSTRATA Eso digo, anciano. Y si apareciera uno solo de vosotros digno de llamarse hombre y mostrase ese sentimiento puro y hermoso del que hablas, me tragaría mis palabras y confiaría en que una paz duradera aún es posible.
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PRÍTANIS (Cabizbajo, resignado) En tal caso, queridos compatriotas, emprendamos la retirada, porque hemos perdido. Si algo me ha enseñado la experiencia es a dudar y dudo muchísimo que en toda Grecia exista un varón que reúna las virtudes que esta mujer demanda. EMBAJADOR LACONIO (Igual de abatido) Es cierto lo que dices, viejo. Pides un imposible, mujer. (Ambos grupos de hombres, cabizbajos, van a abandonar el escenario por los dos laterales, con el rabo entre las piernas, cuando, de pronto, Cinesias, entra en escena) CINESIAS (Canta) Yo soy aquél que cada noche te persigue. Yo soy aquél que por quererte ya no vive. El que te espera, el que te sueña, el que quisiera ser dueño de tu amor, de tu amor. Yo soy aquél que por tenerte da la vida. Yo soy aquél que estando lejos no te olvida El que te espera, el que te sueña, aquél que reza cada noche por tu amor. Y estoy aquí, aquí, para quererte, estoy aquí, aquí, para adorarte. Yo estoy aquí, aquí, para decirte que como yo nadie te amó. Yo soy aquél que por tenerte da la vida. Yo soy aquél que estando lejos no te olvida. El que te espera, el que te sueña, aquél que reza cada noche por tu amor. Y estoy aquí, aquí, para quererte, estoy aquí, aquí, para adorarte, yo estoy aquí, aquí, para decirte: Amor, amor, amor, amor… MIRRINA (Saltando, entusiasmada, de entre el coro de mujeres y echándose sobre los brazos del marido) ¡Y yo estoy aquí, mi vida! (Ambos se funden en un beso apasionado, entre la estupefacción de todos y todas) PRÍTANIS (Con una sonrisa que le ilumina el rostro) Bueno, querida Lisístrata, después de esta demostración… Creo que nos hemos ganado una segunda oportunidad.
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(Lisístrata se queda pensativa) CLEONICA (Entusiasmada, dando brincos) ¡Ay, amiga, di que sí, por fa, por fa, di que sí, di que sí! LISÍSTRATA Está bien, de acuerdo. (Todos los hombres y mujeres presentes estallan en un grito de júbilo y abrazos) Que los hombres entren en la Acrópolis para realizar allí el juramento. Luego, que cada cual coja a su pareja y regrese al hogar. (Todos los presentes se apresuran a entrar en el templo. Los dos últimos en hacerlo son Lisístrata y el prítanis) PRÍTANIS ¿Sabes una cosa, Lisístrata? Es una pena que este momento me haya llegado en el otoño de mi vida. Lástima no haberte conocido cuando era más joven y fogoso. Me pareces una mujer ciertamente fascinante. LISÍSTRATA (Un tanto avergonzada) Gracias… Tú tan poco estás tan mal. Creo que debajo de esa venerable apariencia aún hay escondido un hombre lleno de ganas de vivir… (El prítanis asiente complacido, mientras Lisístrata entra en el templo. Antes de desaparecer por la puerta y, tras cerciorarse de que nadie lo ve, el anciano echa mano a uno de sus bolsillos y saca una pastilla azul que se traga a continuación. Luego, duda por un momento, saca otra pastilla y hace lo mismo. Se frota las manos en un inequívoco gesto de entusiasmo, entra y cierra la puerta de la Acrópolis. Segundos después, en el escenario aparecen el hijo de Cinesias y MANES, el esclavo que lo lleva cogido de una mano) NIÑO ¡Mami! ¡Mami! ¿Dónde estás? ¿Mami? (Del interior del templo se escuchan risas y carcajadas femeninas, cuchicheos y algún jadeo sospechoso) MANES Vámonos, señorito Víctor, creo que mamá y papá van a estar ocupados en las próximas horas. NIÑO ¿Entonces? ¿Qué hacemos ahora, Manes? MANES Cojamos el tranvía y subamos a La Laguna, señorito Víctor. Han abierto un pub nuevo y el dj es un colega mío que pone una música que flipas. NIÑO ¿Y van pibas? Porque si no van pibas, conmigo no cuentes… MANES
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¡Buf! Mogollón, te las tienes que quitar de encima porque no te dejan en paz… NIÑO Es que tu atractivo es irresistible. MANES Es que los hay que somos guapos de nacimiento. NIÑO Ni que lo digas, colega. MANES Anda, vamos, que aquí no pintamos nada. (Los dos salen, cogidos de la mano, por un lateral) TELÓN
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