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INSTITUTO SANTA TERESITA HERMANITAS DE LA ANUNCIACIÓN ÁREA DE LENGUA CASTELLANA E IDIOMA EXTRANJERO 2012 ASIGNATURA: LENGUA CASTELLANA Período: II DOCENTE: FREDDY SAÍZ RODRÍGUEZ ESTUDIANTE:____________________________________________ CURSO: 10º-_____ .
LITERATURA DEL SIGLO XVIII (I) El siglo XVIII se caracteriza por el predominio del pensamiento filosófico. Este Siglo de las Luces o de la Ilustración tuvo como misión iluminar, mediante el pensamiento y la propagación de la cultura, la mente de los hombres. En España, sólo una minoría de ilustrados se abrió al espíritu del siglo: la mayoría social (hidalgos, bajo clero, campesinos) se mantuvo impermeable a las nuevas ideas. Durante el siglo XVIII los cambios sociales, políticos y religiosos condujeron a un nuevo concepto de la vida y de la literatura. Lo más característico fue la confianza en la razón humana. Esta importancia concedida a la razón se materializó en un movimiento ideológico, la Ilustración, que proclamó que la razón es la vía del conocimiento y que solo la educación podía llevar el bienestar a toda la sociedad.
¿Qué es la Ilustración? El filósofo alemán Kant sintetizó el objetivo de este movimiento: liberar al hombre para que use su inteligencia por sí mismo, sin la guía o tutela de otros. Su lema es Sapere aude, “atrévete a saber”. Francia fue el foco difusor de estas doctrinas racionalistas. La concepción política más característica del siglo XVIII fue el despotismo ilustrado, cuyo propósito era acelerar el progreso económico y cultural de los pueblos, fomentar la instrucción y aumentar el bienestar de los ciudadanos, al margen de ellos. Su lema fue: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Este nuevo espíritu, filosófico y razonador, tuvo las siguientes características: · Espíritu crítico. La razón y la experiencia se proclaman como principios del conocimiento. · Espíritu científico. Las ciencias físicas y experimentales cobran una enorme importancia. El hombre del siglo XVIII se lanza a la conquista de la naturaleza, para lo cual necesita indagar las leyes de los fenómenos físicos. · Espíritu cosmopolita. En esta época se siente una enorme curiosidad por otros países, gentes y culturas. Se incrementan los viajes y los intercambios internacionales. · Humanitarismo. Se declara, por primera vez, la igualdad de todos los hombres y los derechos de la persona. Se concibe al hombre como ser social que puede y debe beneficiarse de lo que le ofrecen las otras personas. En el pensamiento del siglo XVIII se observa un predominio de lo político y lo social sobre lo individual. Una norma de comportamiento fue la noción de bien común. · Enciclopedismo. Interesan todos los saberes: historia, política, economía, literatura, arte, ciencias, matemática, etc.
1 La Enciclopedia Entre 1750 y 1780 se publica en Francia la Enciclopedia o diccionario razonado de las ciencias, artes y oficios, bajo la dirección de Diderot y D’Alembert. Su propósito fue doble: por un lado, atacaba la religión; por otro, criticaba el Antiguo Régimen y defendía ideas revolucionarias. En España fue prohibida por la Inquisición.
Los periódicos Los primeros periódicos sirvieron de vehículo de difusión de las ideas ilustradas. El primer diario publicado en España fue el Diario Noticioso, editado por Fran-cisco Mariano Niño desde 1758. Se servía de las más diversas fuentes extranjeras como fuente.
El Siglo de las Luces en España La renovación de las técnicas, de los métodos científicos y de los esquemas mentales en la Península fue lenta, minoritaria y muy combatida por las ideas establecidas. Por tanto, solo se puede hablar de movimiento ilustrado hacia la mitad del siglo XVIII, con los reinados de Fernando VI y Carlos III. Además de tardía, la Ilustración española fue breve pues pudo continuar debido a la presión ejercida por la Revolución Francesa. En general, los ilustrados españoles no fueron ni revolucionarios ni radicales. La inmensa mayoría fue respetuosa con la monarquía; no buscaba cambios violentos y solo luchaba para introducir en España aquellas novedades que no estaban reñidas con la moral y las creencias tradicionales. Asimismo, respetaron las doctrinas de la Iglesia; lo único que intentaron fue eliminar determinados obstáculos ligados a la religiosidad tradicional (tribunales religiosos, penitencias públicas y colectivas…).
Las tendencias literarias El estilo barroco se prolongó a lo largo de la primera mitad del siglo. Sólo hacia 1720 empiezan a darse muestras de un nuevo estilo. La evolución de las formas dieciochescas fue la siguiente: 1680-1720: posbarroco. 1720-1750: primeras manifestaciones de la literatura ilustrada. 1750-1780: rococó y neoclasicismo. 1780-1830: neoclasicismo y prerromanticismo.
Los géneros literarios
Una sociedad femenina
La prosa La narrativa. Se ha llamado al siglo XVIII el “siglo sin novela” porque la mayor parte de los textos tienen una intencionalidad didáctica. El ensayo fue la novedad más importante del siglo XVIII en España. Este género se ajusta a las intenciones didácticas y utilitarias de la Ilustración. El iniciador fue el padre Feijoo, y fueron figuras clave Gaspar Melchor de Jovellanos y José Cadalso.
En 1787 se constituye la denominada Sociedad Femenina de Amigas del País. Este hecho provoca un gran revuelo en círculos conservadores pero la mujer va alcanzando poco a poco progresos y participación en la vida pública. El siguiente paso será su acceso a la educación en las mismas condiciones que el hombre
La poesía La lírica, que refleja las diferentes etapas de este periodo. La poesía didáctica. Los ilustrados cultivaron la fábula. Las dos grandes figuras del género fueron Félix María de Samaniego y Tomás de Iriarte. El teatro La presencia social del teatro en este periodo fue muy intensa y polémica. En la segunda mitad del siglo se produjo una ofensiva de los ilustrados contra la dramaturgia de la época barroca. Querían acabar con un teatro divulgador de ideas sociales y morales arcaicas, y para ello proponían la presentación de tipos y conflictos de los que se desprenda una enseñanza útil. Las comedias de Leandro Fernández de Moratín plasmaron estos ideales neoclásicos. PADRE FEIJOO LEANDRO FERNANDEZ DE MORATIN
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LITERATURA DEL SIGLO XVIII (II) La literatura didáctica La literatura didáctica del siglo XVIII El afán reformista e ilustrado del siglo XVIII llevó a una literatura cuyo objetivo fundamental era difundir ese nuevo espíritu y enseñar pautas de conducta. La capacidad de reflexión pasa a primer término y se manifiesta en una intensa labor de erudición y de crítica. Este deseo determinó que la producción en prosa se limitara casi exclusivamente a obras de carácter didáctico. Durante el siglo XVIII los cambios sociales, políticos y religiosos condujeron a un nuevo concepto de la vida y de la literatura. Lo más característico fue la confianza en la razón humana. Esta importancia concedida a la razón se materializó en un movimiento ideológico, la Ilustración, que proclamó que la razón es la vía del conocimiento y que solo la educación podía llevar el bienestar a toda la sociedad.
La narración Se cultivó muy poco. Solo hay tres obras que, de alguna manera, pueden ser consideradas novelas: Vida y andanzas de Torres con Quevedo por Madrid de Diego de Torres Villarroel, en la que rinde homenaje a su admirado Quevedo. Fray Gerundio de Campazas del padre Isla, que constituye una sátira contra los malos predicadores de su época. Tuvo un gran éxito, aunque también provocó las protestas de quienes se sentían aludidos. Noches lúgubres de José Cadalso, que narra en tres actos el diálogo entre Tediato y el sepulturero del cementerio donde está enterrada su amada. Esta obra se caracteriza por la expresión de los sentimientos y por las reflexiones pesimistas sobre el destino del ser humano que en ella se hacen.
El Neoclasicismo Es el movimiento artístico y cultural representativo de las ideas ilustradas: la armonía perfecta entre la naturaleza y el hombre sólo se entiende desde la razón humana. La razón gobierna las artes y mediante ella, se establecerán reglas que el artista deberá obedecer. Las reglas, junto a la vuelta a las posturas clásicas, dirigen el arte neoclásico. De él está desterrado el sentimiento. Todo será simple, natural y razonable.
El ensayo Es el género más representativo de la literatura del siglo XVIII, puesto que se ajustaba p e r f e c t a m e n t e a las intenciones d i d á c t i c a s y utilitarias de l a Ilustración. Su prosa llana, directa, natural y precisa no trata de suscitar la emoción, sino la reflexión. Para que la comunicación de las nuevas ideas y conocimientos fuera lo más clara posible, se incorporan neologismos y tecnicismos que suplían la escasez de términos abstractos y científicos. El ensayismo del XVIII impuso el español como la lengua de la ciencia y la filosofía frente al latín. El iniciador del género fue el padre Feijoo, quien ejerció mediante sus escritos una importante labor docente en la Península. Creyó que la difusión de la cultura remediaría muchos de los males que aquejaban a España. Sus dos obras fundamentales fueron Teatro crítico universal y Cartas eruditas, ambas formadas por una multitud de artículos sobre los más variados temas. Los periódicos se convirtieron en canales para su difusión: El pensador, El Censor, Diario de las Literatas de España. Los números de estas publicaciones estaban formados por ensayos de divulgación, cuadros costumbristas y escritos polémicos.
Este siglo, razonador y amante de las reglas, favorece el criterio de la corrección gramatical. Para velar por la pureza de la lengua, el marqués de Villena funda, en 1713 la Real Academia Española, cuyo lema es un crisol en el fuego con la leyenda: “Limpia, fija y da esplendor”. La primera labor emprendida por los académicos fue la elaboración del Diccionario de Autoridades.
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Los autores ilustrados Durante el reinado de Carlos III la Ilustración española llega a su momento máximo. Entre los autores representativos del periodo neoclásico se destacan dos. Gaspar Melchor de Jovellanos, reconocido como el intelectual más importante del reinado de Carlos III, fue un hombre cultísimo, de educación exquisita y refinada, honesto, curioso y equilibrado. Fue un abanderado de la revolución pedagógica. Fiel a su época, tiene un concepto utilitario de la educación, que debe estar destinada a conseguir el bienestar del individuo y de la sociedad. Defendió la necesidad de aunar el estudio de las ciencias y de las letras para la completa formación del individuo. Redactó multitud de informes y proyectos, y pronunció numerosos discursos. Sus aspiraciones reformistas y su concepto de la utilidad como móvil del progreso le llevaron a dar un tono didáctico a todos sus escritos. Algunas de sus obras más conocidas son Informe sobre la Ley Agraria, Memoria justificativa y Diario. Junto a Jovellanos, uno de los escritores más representativos del periodo neoclásico fue José Cadalso. Fue un hombre de mundo y un exquisito intelectual. Hombre inteligente y culto, de gran sentido crítico, tuvo en común con los ilustrados la valoración de la razón, el gusto por el justo medio, pero al mismo tiempo poseyó una aguda sensibilidad que le convirtió en precursor del sentimiento romántico. Es, en conjunto, el escritor más completo y variado de la literatura española del XVIII. Cultivó la prosa y la poesía. Como prosista escribió Noches lúgubres y Cartas marruecas. Esta última es un conjunto de noventa cartas en las que investiga las causas de los males que aquejan a España e intenta, con sentido didáctico, encontrar remedios para sanar el país.
JOSÉ CADALSO.
El Padre Isla Francisco José de Isla es uno de los escritores más populares y característicos del siglo XVIII. Su carácter satírico y burlón se pone de manifiesto en sus obras, entre las que destacan además de Fray Gerundio de Campazas, que fue prohibida por la Inquisición, otras obras como Cartas de Juan de la Encina, Triunfo del amor y de la lealtad y Día grande de Navarra.
GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS
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LITERATURA DEL SIGLO XVIII (III) La poesía y el teatro en España La poesía La poesía fue un género muy cultivado en el que se aprecian dos etapas bien diferenciadas: La herencia barroca. Hasta la publicación de la Poética de Ignacio Luzán, se cultiva un tipo de poesía que deriva de los grandes poetas barrocos. Junto a los que se limitaron a imitar de manera burda las formas del culteranismo y conceptismo, también existieron estimables seguidores de la tradición barroca. La poesía neoclásica. Ignacio Luzán publicó su Poética en 1737. Perteneció a la Academia del Buen Gusto, que buscó el equilibrio entre lo antiguo y lo nuevo. Entre las modalidades de la poesía neoclásica destacan varias tendencias: La poesía rococó. Es una poesía refinada, de léxico cortesano. Los temas preferidos son el amor y la belleza femenina. La poesía anacreóntica. Muchos poetas del periodo neoclásico sintieron la necesidad de buscar el sosiego y el reposo en la naturaleza. Este sentimiento ya había aparecido anteriormente en la poesía, pero, unido al interés científico propio del siglo XVIII, hace que los temas campesinos y bucólicos cobren especial importancia. Se tratan temas como el amor, el goce de la vida, el vino, la alabanza de la vida retirada, etc. La poesía cívica, científica y religiosa. Es una poesía ilustrada, de grandes poemas equilibrados, de contenido moral o filosófico, muy elaborados. La fábula. Los poetas neoclásicos, hombres ilustrados, hicieron suya la máxima del poeta latino Horacio enseñar deleitando. Este afán didáctico se manifiesta en un género muy característico del XVIII: la fábula, breve historia en verso protagonizada normalmente por animales, que suele acabar con una enseñanza moral. Los dos fabulistas más notables fueron Félix María de Samaniego y Tomás de Iriarte.
El teatro El teatro y los toros eran, en esta época, las diversiones preferidas por el pueblo. Por ello los ilustrados prestaron una gran atención al teatro; porque era una escuela de costumbres desde la que se podía educar al pueblo. Esto hizo que la reforma del teatro fuera una de las batallas literarias más enconadas del siglo. El intento de intervención en el teatro por parte del gobierno ilustrado enfrentó de forma violenta a los partidarios de las ideas tradicionales y a los de las nuevas. Sin embargo, durante el siglo XVIII persisten las formas y temas del teatro barroco, que gozaron del favor del público, frente al intento de construir un teatro neoclásico. El teatro neoclásico dicta algunas reglas: las obras debían estar sometidas a la regla de las tres unidades (lugar, tiempo y acción); las representaciones tenían que proporcionar al público placer estético y cultural y contribuir a la reforma cívica y social del país. El teatro neoclásico no tuvo éxito porque nunca gozó del favor del público. Estas fueron las principales tendencias: La tragedia neoclásica fue un género impuesto por una serie de escritores cultos e ilustrados, empeñados en demostrar que se podía cultivar la tragedia. Ese afán movió a Vicente García de la Huerta a escribir Raquel, considerada como la mejor tragedia neoclásica española. Las comedias de Leandro Fernández de Moratín, que es el dramaturgo más sobresaliente del siglo XVIII. Fue un hombre apacible, inteligente y culto, que se puso al servicio de las ideas estéticas del Neoclasicismo. Su actividad fundamental fue el teatro. Toda su producción tiene una finalidad moral. El tema fundamental de la obra de Moratín es la inautenticidad como forma de vida, expresada a través de los matrimonios concertados (El sí de las niñas, El viejo y la niña),la educación de los jóvenes (La mojigata) y el teatro de su tiempo (La comedia nueva o El café). Los sainetes de don Ramón de la Cruz, que contaron con el aplauso del público. Es un género teatral menor, destinado fundamentalmente a entretener. Sus orígenes están en los pasos de Lope de Rueda y en los entremeses de Cervantes.
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LITERATURA DEL SIGLO XVIII (IV) La Ilustración en Europa Ya sabemos que la Ilustración es una etapa de la civilización europea, caracterizada por el análisis crítico de todos los ámbitos de la realidad a través de la razón. En Europa, la actitud de los ilustrados se define a través de dos conceptos: El esprit philosophique (espíritu filosófico). Es decir, un espíritu movido por el deseo del conocimiento racional, de acuerdo con los datos de la experiencia. Su objetivo último es la utilidad social, eliminando prejuicios, supersticiones o valores tradicionales para mejorar la calidad de vida. El reformismo. Es decir, una actitud reformadora destinada a cambiar la sociedad. Los ilustrados no se limitan a estudiar soluciones, sino que tratan de intervenir activamente para superar la crisis de su época.
El despotismo ilustrado La Ilustración en Europa supuso una auténtica revolución cultural, que tuvo en cuenta los intereses de la naciente burguesía. Esta se relacionaba directamente con las instituciones políticas y con el poder del Antiguo Régimen. De este modo, los monarcas se implicaron en estas exigencias de renovación y transformación, al mismo tiempo que frenaban la influencia de la Iglesia.
Ilustrados notables Voltaire fue un defensor del despotismo ilustrado, y analizó en sus obras los errores del hombre. Rousseau, pedagogo, defendió en sus textos la igualdad de los seres humanos. Sus Confesiones se convertirán en un texto clave para la Europa moderna y de amplia repercusión en el Romanticismo.
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Esta postura de los reyes europeos se fundamenta en el despotismo ilustrado, una iniciativa de algunos monarcas reformadores, que se sintetiza en el lema “Gobierno para el pueblo, pero sin el pueblo”. Algunos de sus representantes fueron Federico II de Prusia, Catalina II de Rusia y Carlos III de España.
El nuevo intelectual Los intelectuales ilustrados eran hombres que mantenían una estrecha relación con los monarcas, personas activas que colaboraron en la reforma de la sociedad y la política de su tiempo. Sustituyeron a los escritores cortesanos; fueron funcionarios, técnicos, pero sobre todo fueron filósofos, un término que acabará aplicándose luego a poetas, novelistas y dramaturgos. Los ilustrados tienen una clara conciencia de su misión: difundir las nuevas ideas, ser útiles a la sociedad y desarrollar la felicidad del pueblo, usando como instrumento esencial la cultura. Dos intelectuales que contribuyeron especialmente a la difusión de las ideas ilustradas fueron los franceses Voltaire y Rousseau. Las actitudes de ambos filósofos prepararán el camino de la Revolución francesa.
Los instrumentos del reformismo Los ilustrados europeos pusieron en práctica su proyecto reformista utilizando todos los medios a su alcance. La prensa (folletines), que adquirió una importancia decisiva. Tuvo un gran éxito debido a su capacidad de comunicar de forma directa con el lector y a su temática variada. El teatro, instrumento clave para transformar las costumbres.
Los derechos de autor Durante el siglo XVIII en Europa las editoriales empezaron a configurarse como empresas y se reconocieron los derechos de autor. Su notable desarrollo es una clave que explica la difusión de la Ilustración.
La expansión del mercado editorial. Se multiplicaron las ediciones y se llevaron a cabo grandes proyectos, como la Enciclopedia (1751 - 1772), de Diderot y D’Alembert, un compendio global del conocimiento humano. Los salones, los cafés y las tertulias, que se conformaron en puntos esenciales para el intercambio y debate de ideas.
La literatura neoclásica en Europa Con el nombre de Neoclasicismo se conoce el movimiento artístico y cultural representativo de las ideas ilustradas: la armonía perfecta entre la naturaleza y el hombre solo se entiende desde la razón humana. La razón gobierna las artes, y mediante ellas se establecerán reglas que el artista deberá obedecer. Las reglas, junto a la vuelta a las posturas clásicas, dirigen el arte neoclásico. De él está desenterrado el sentimiento. Todo será simple, natural y razonable. La literatura, por su propia naturaleza comunicativa, asumió en el siglo XVIII en Europa un papel fundamental para transmitir la nueva ideología. El pensamiento ilustrado estaba destinado a un público amplio, pues la intención de los escritores era educar a toda la sociedad. En este sentido, la elección de los distintos géneros literarios estuvo condicionada por la repercusión o efecto que pudieran tener en los receptores. Así destacaron los géneros relacionados con la prosa y el teatro. En el caso de la prosa, algunos géneros, como el epistolar o el ensayo, se hicieron populares debido a su mayor eficacia didáctica. Además, hay que destacar el nacimiento en este siglo de la crítica literaria. Se trata de una reflexión sobre la propia literatura y la creación literaria, que se publicaba en revistas o periódicos.
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En el siglo XVIII en Europa, la imagen del escritor era la de una persona de ideas, un ser racional, más que la de un poeta o un creador de ficción. Así, los escritores del siglo XVIII emplearon las formas literarias para expresar sus ideas políticas y filosóficas y no para crear ficciones propiamente dichas. Los dos géneros en prosa más importantes fueron el relato biográfico o “cuento filosófico” y el ensayo. El relato biográfico o cuento filosófico se inauguró con la obra de Voltaire, que refleja el análisis del individuo en relación con la sociedad. El ensayo fue el género preferido por los escritores, puesto que es el que mejor sirve para la reflexión y la argumentación. Eran textos breves, que se publicaban en periódicos para llegar a un público más amplio.
El Neoclasicismo en Francia Si Italia fue el inspirador de las ideas del Renacimiento, España e Inglaterra inspiraron el Barroco en Europa, el Neoclasicismo floreció en Francia. Esto se debió al poder económico y cultural que había acumulado la burguesía, que ahora luchaba por el poder político. Así, los burgueses empezaron a exponer sus ideas a través de todos los medios disponibles, especialmente la literatura.
Las figuras más importantes fueron Montesquieu, Voltaire y Rousseau. La obra de Montesquieu que más influencia tuvo en el resto de las literaturas europeas fue sus Cartas persas. Voltaire destacó de forma especial por sus obras históricas. Jean-Jacques Rousseau es el autor de El contrato social, una obra que defiende la igualdad para toda la sociedad. Voltaire (1694 - 1778) Seudónimo de François Marie Arouet, es uno de los grandes escritores y filósofos del Siglo de la Luces en Europa. Este autor francés escribió tragedias y tratados filosóficos. En toda su producción resaltan los valores ilustrados, esto es, la razón, el conocimiento científico, la dignidad humana o la justicia. Pero Voltaire es ante todo el defensor de la tolerancia frente al fanatismo, ya sea religioso o político. Cultivó un subgénero didáctico de gran repercusión: el cuento filosófico. A este subgénero pertenecen obras como Cándido, Zadig o El Ingenuo. En El Ingenuo (1767), un joven indio hurón americano llega a Europa, deseoso de aprender las costumbres e ideas del viejo continente. Su sabiduría natural y su buen corazón no lo libran de ser encarcelado en una prisión francesa en compañía de un sabio anciano.
LITERATURA DEL SIGLO XVIII (V) De la misma manera como en la prosa francesa se destacaron el ensayo y el relato biográfico, los escritores ingleses fueron maestros de la novela. La ficción de este siglo produjo obras que llegarían a convertirse en clásicos de la literatura juvenil: Los viajes de Gulliver y Robinson Crusoe.
LA NOVELA DEL NEOCLASICISMO La ficción narrativa del siglo XVIII, muy vitalista, acogió todas las tendencias y gustos. Se caracterizó por su gran variedad de formas, desde las que se analiza la sociedad y sus costumbres: se escribió novela sentimental, novela histórica, libros de viajes, epistolarios… Además de la reflexión filosófica, la novela francesa se caracteriza por la incursión en la psicología de los personajes. En este aspecto destaca Manon Lescaut, de Antoine François Prévost (el abad), obra que profundiza acerca de temas como la personalidad y la emoción. También es memorable la novela epistolar Las amistades peligrosas de Choderlos de Laclos. Considerada como una sátira sobe la vacuidad y la corrupción de la aristocracia antes de la Revolución francesa, o como una narración sobre la psicología erótica, esta novela es, sin duda alguna, una obra maestra de la literatura francesa. Otra característica de la narrativa francesa de este siglo es la influencia de la tradición picaresca, evidente en dos novelas de Pierre de Marivaux: La vida de Marianne y El campesino enriquecido. Esta misma tradición es representada por el relato filosófico Santiago el fatalista, de Denis Diderot. La novela no aparece en la literatura rusa hasta el siglo XVIII, en la época de Pedro el Grande. Bajo el reinado de Catalina la Grande, 1762–1796, se fundan las primeras revistas literarias, como La abeja laboriosa, El avispón y De todo un poco, fundada por la propia emperatriz Estas revistas impulsan los movimientos ideológicos provenientes de Alemania y Francia, que sientan las bases del clasicismo, caracterizado por el empleo del ruso literario en la producción de novelas picarescas y de caballería. También se presenta una corriente prerromántica, que se manifiesta a través de relatos de viajes o de impresiones, u cuyo iniciador es Nikolái Karamzín, autor de La pobre Lisa y Natalia, hija
de Boyardo.
La literatura norteamericana del siglo XVIII estuvo orientada hacia el ideal de independencia republicana. Entre los escritores, la mayoría se orientan a los problemas políticos y tratan asuntos constitucionales, religiosos y sociales del momento. Entre los escritores propiamente literarios, que son en su mayor parte poetas, destaca la producción en prosa de Thomas Paine, cuyo libelo Sentido común desempeñó el papel de detonante intelectual en la revolución americana.
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La narrativa alemana del siglo XVIII se caracterizó por una lucha entre el elemento racionalista propio de la Ilustración y el elemento sentimental, que dará lugar al Romanticismo. En el último tercio del siglo, surge en Alemania el movimiento Sturn und Drang (“Tempestad y empuje”), preludio del Romanticismo. Los escritores suprimen las reglas y se guían por el sentimiento y la inspiración.
La novela inglesa y el Neoclasicismo El siglo XVIII, considerado el periodo clásico de la narrativa inglesa, está marcado por la intensa agitación política y religiosa y la disputa filosófica del deísmo, que intentaba sintetizar la fe religiosa y el sentido común. El libro dejó de ser un objeto insólito y se convirtió en un elemento que los burgueses tenían en las bibliotecas de sus casas. Los autores, por su parte, comenzaron a escribir para que sus obras fueran entendidas por un mayor número de personas, lo que hizo que el lenguaje se simplificara y clarificara. En la primera mitad del siglo destacaron los siguientes autores: Daniel Dafoe, considerado por muchos como el padre de la novela inglesa y autor de Las aventuras amorosas
de
Moll Flanders y Robinson Crusoe. Jonathan Swift, quien trasladó la convención del cuento del marinero naufragado al reino de la fantasía satírica, en su clásico Los viajes de Gulliver. Samuel Richardson empleó la técnica epistolar, dejando que sus personajes hablaran mediante cartas para narrar acontecimientos, y sus reacciones emocionales y psicológicas ante estos. Sus obras más conocidas, Pamela o la virtud recompensada y Clarisa o la historia de una señorita, prefiguran el romanticismo del siguiente siglo. Henry Fielding escribe una de las novelas más audaces de su tiempo, en la que innova la manera de crear personajes y de manejar el tiempo y la acción: Tom Jones. Fielding se opone a que las narraciones literarias se conviertan en panfletos moralizantes. Laurence Sterne, quien escribió la original novela Vida y opiniones del caballero Tristam Shandy, que supera el imperativo de la verosimilitud, el decorado realista y el rigor de la cronología.
EL TEATRO FRANCÉS El teatro europeo del siglo XVIII es heredero de la comedia francesa del siglo XVII y, de hecho, es en aquel país donde las corrientes neoclásicas toman fuerza. Nicolas de Boileau publica en 1674 el Art Poétique. A partir de este momento la dramaturgia francesa sufre una transformación, que se reflejará en el resto de Europa durante el siglo XVIII, hacia finales del siglo XVII aparece el teatro neoclásico. Dado que el teatro se contaba entre las diversiones preferidas por el pueblo, los ilustrados prestaron gran atención a este género: era un lugar, como ya vimos, desde el que se podía educar al pueblo. Esto hizo que la reforma al teatro se convirtiera en objeto de polémicas académicas. Características Por sus características, el teatro se convirtió en un género ideal para educar en las ideas de la Ilustración y difundir los preceptos del Neoclasicismo. El teatro neoclásico se caracteriza por los siguientes preceptos. La verosimilitud de las acciones. La aplicación de la regla de las tres unidades Acción. El texto dramático desarrolla una acción única. Lugar. Se utiliza un solo espacio que evite la proliferación de lugares. Tiempo. El tiempo de ficción no debe exceder las veinticuatro horas. El enfoque didáctico-moral. El teatro buscaba difundir las ideas de la Ilustración y, según estas, mejorar las costumbres de la sociedad. La tensión emocional, manifestada en largos discursos retóricos, de estilo más elevado que natural. Uso del verso alejandrino (de catorce sílabas), que pasó a convertirse en el habla de la auténtica dignidad clásica. Las representaciones tenían que proporcionar al público placer estético y cultural, y contribuir a la reforma cívica y social del país. Los subgéneros Durante la época se prefirieron tres subgéneros: tragedia, comedia y drama sentimental.
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Tragedia. Este subgénero respondía de manera clara al interés aleccionador de los autores neoclásicos. Pierre Corneille escribió grandes tragedias, y aunque intentaron ser imitadas en el resto de Europa, no alcanzaron su calidad literaria. Comedia. Responde a la preocupación de la preceptiva neoclásica. Se escriben comedias de considerable calidad y finura. De acuerdo con las leyes del decoro poético, solo se ponían en escena personajes comunes: los burgueses y sus criados. Dado el carácter didáctico, criticaba los vicios y debilidades de la sociedad, tratando de mostrar la vía de la razón y el sentimiento común. Drama sentimental. El autor pretende provocar en el espectador sentimientos de ternura y compasión.
Los autores
Pierre Corneille (1606–1684). Su producción teatral ayudó a establecer las bases de un teatro que deseaba respetar la verosimilitud y el “buen gusto”. Su obra maestra fue El Cid (1637), basada en la vida y leyenda del héroe español, que planteaba el conflicto moral entre la pasión y el deber. A pesar de que la obra obtuvo un enorme éxito, provocó la ira de la recién constituida Academia francesa (1634), porque rompía con el precepto de la unidad de acción.
Jean Racine (1639–1699). Asimiló plenamente la ley de las tres unidades, y sus obras presentan argumentos más sencillos y verosímiles que los de Corneille. Su fama se afianzó con el estreno de la tragedia Andrómaca. Jean Baptiste Poquelin, Molière (1622–1673). Es el creador de la comedia francesa. Se asoció a una compañía de cómicos que recorrió el sur de Francia durante doce años. Deseoso de sacar adelante la compañía teatral, Molière comenzó a escribir farsas de tipo popular. Su primer gran éxito fue Las preciosas ridículas, donde puso en escena a las pedantes damas de la corte francesa. Una de sus obras más importantes es el Tartufo o el impostor. En ella aparece una nueva faceta de Molière: la del autor preocupado por mostrar algo más que una pintura cómica de la sociedad. Tanto en el Tartufo como en El avaro y en El enfermo imaginario, Molière critica vicios morales como la hipocresía, la avaricia o el engaño.
EL GÉNERO EPISTOLAR Tuvo en este siglo una importante presencia. Las cartas fueron, en manos de los ilustrados, un medio para difundir conocimientos sobre gentes, costumbres y actividades. El esquema literario, convencional y muy de moda en el XVIII, buscaba la verosimilitud. Cartas persas, del filósofo y escritor francés Montesquieu, se convirtió en toda Europa en un modelo literario que se debía imitar. Esta obra se caracteriza por su ironía y pasajes divertidos aunque trágicos. El protagonista, Uzbek, emprende un viaje a Paris desde su residencia en Ispahán. El viaje se realiza en diez etapas y la narración entera concluirá luego de ciento sesenta y una cartas. En sus cartas, Uzbek y su amigo Rica, en Paris, así como Redi, en Venecia, comentan las costumbres occidentales, las analizan con asombro, detallada curiosidad y burla. Muchas hacen gala del humor negro. La política, la religión y la moral son sus tres grandes temas. En el libro, además, se someten a escarnio las costumbres de los cortesanos, eruditos, sabios y científicos de la época. Montesquieu Jean Baptiste Poquelin, Molière
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