Literatura Española EDAD MEDIA (SIGLOS X A XV)

Literatura Española EDAD MEDIA (SIGLOS X A XV) La Edad Media es un largo período histórico que abarca aproximadamente diez siglos. Comienza en el 476

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Literatura Española

EDAD MEDIA (SIGLOS X A XV) La Edad Media es un largo período histórico que abarca aproximadamente diez siglos. Comienza en el 476 con la caída del Imperio Romano de Occidente y termina hacia 1453, fecha en la que confluyen tres hechos históricos importantes: la invención de la imprenta de caracteres móviles por Gutenberg, el fin de la guerra de los Cien Años y la caída del Imperio romano de Oriente tras la toma de Constantinopla por los turcos otomanos. En España se suele situar el final del Medievo en 1492, año en el que coinciden tres acontecimientos decisivos: el descubrimiento de América, la toma de Granada por los Reyes Católicos (representa el fin de la Reconquista cristiana) y la expulsión de los judíos. La literatura medieval española comprende un período menor de tiempo. Empieza tras la fragmentación del latín, que fue evolucionando hacia los primitivos romances peninsulares: castellano, catalán, galaico-portugués, astur-leonés, navarroaragonés y mozárabe. El primer testimonio escrito en romance castellano son las glosas, anotaciones o comentarios breves que los copistas medievales escribían entre las líneas o en los márgenes de códices en latín. Ahora bien, las glosas no son literatura. Esta arranca en la península ibérica con las jarchas (las más antiguas son de los siglos X-XI), breves cancioncillas de tema amoroso compuestas en mozárabe, dialecto romance hablado por los cristianos que vivían en territorio árabe. El final de la Edad Media literaria en España se cierra con La Celestina (1499). Entre ambos hitos se desarrolla una diversa y rica producción literaria que abordamos a continuación. MESTER DE JUGLARÍA Y CLERECÍA Nobleza: poemas épicos o cantares de gesta, esto es, narraciones en verso de las hazañas de héroes que pertenecen a este estrato social. Las gestas de los héroes de la Reconquista, las leyendas, las canciones líricas o las novedades de pueblos lejanos eran difundidos por los juglares, artistas ambulantes Clero, única clase instruida y difusora de los valores religiosos y tradicionales, se relaciona el llamado mester de clerecía, escuela poética de carácter culto Con el pueblo llano (campesinos, siervos, artesanos, burgueses), que eran los que trabajaban y pagaban tributos, se asocian las composiciones de la primitiva lírica tradicional y oral (jarchas mozárabes, cantigas de amigo galaicoportuguesas, villancicos castellanos), los romances y las leyendas. Tanto los juglares épicos, que recitaban de memoria los cantares de gesta y los romances, como los juglares líricos, que cantaban coplas, serranillas o composiciones compuestas por ellos mismos o por trovadores, se engloban en la escuela poética de carácter popular conocida como mester de juglaría. El mester de clerecía nace y se desarrolla en la Edad Media durante los siglos XIII (composiciones de Berceo, Libro de Alexandre, Libro de Apolonio...) y XIV (Libro de buen amor). Sus autores son clérigos que escriben preferentemente sobre temas religiosos y morales con una finalidad didáctica y un lenguaje más cuidado que el de los juglares. La estrofa principal de sus composiciones es la cuaderna vía, formada de cuatro versos de catorce sílabas con la misma rima consonante. Eran hombres cultos que se basaban en fuentes escritas en latín para crear sus obras, que luego serán leídas ante un auditorio (a diferencia de los juglares, que las cantaban o recitaban). Su objetivo era avivar y mantener la fe, pero sin olvidar que han de entretener también al público que escucha. ORÍGENES (HASTA EL SIGLO XIII) Primitiva lírica peninsular

Las jarchas mozárabes constituyen, junto a las cantigas de amigo en galaicoportugués y los villancicos castellanos, las primeras manifestaciones de la lírica peninsular medieval. Son tres ramas que forman parte de un tronco lírico común: poesía amorosa breve de carácter popular y transmisión oral. Los tres tipos de poemas están puestos en labios de una mujer que se lamenta ante su madre, sus hermanas o amigas, del abandono o ausencia del amado. Las jarchas representan el testimonio escrito más antiguo (hacia el año 900) de una lengua románica (es decir, derivada del latín). Las cantigas de amigo se cultivaron entre finales del XII y el siglo XIV; los villancicos son un poco más tardíos. Poesía popular del mester de juglaría: Cantar de Mio Cid La obra literaria más antigua que se conserva en lengua castellana es el Cantar de Mio Cid. Su redacción se suele situar aproximadamente entre 1140 y 1200. En este cantar de gesta se narran en verso las hazañas del Cid, héroe legendario de la Reconquista española que luchó contra los árabes y murió en 1099. Pero el poema no es una biografía fiel, sino una recreación literaria cuyo tema principal, más que las hazañas o la guerra, es la pérdida y recuperación de su honor (entendido como posición o rango social). El argumento ha sido dividido tradicionalmente en tres partes o cantares. Comienza con el injusto destierro del Cid Campeador por orden del rey Alfonso VI. Tras salir de Burgos con un grupo de fieles vasallos y dejar a su mujer e hijas en un monasterio, va venciendo a tropas árabes en diferentes escaramuzas y batallas hasta que conquista Valencia. Tras la toma de esta ciudad, el rey perdona al Cid y deja que su familia se reúna con él. El monarca, poco después, propone al héroe que sus hijas, doña Elvira y doña Sol, se casen con los infantes de Carrión, que las han pedido en matrimonio, pero no por amor, sino para beneficiarse de la riqueza del conquistador de Valencia. Tras celebrarse las bodas en dicha ciudad, los infantes se muestran cobardes en varios incidentes, lo que provoca la burla de la gente del Cid; ofendidos y avergonzados, piden permiso para marcharse con sus esposas a visitar sus tierras en Castilla. Deseosos de vengarse de su suegro, en un robledal azotan a las hijas del Cid y las abandonan dándolas por muertas. Nuevamente el Cid pierde la honra. Pide justicia al rey Alfonso, que convoca cortes en Toledo. El Campeador exige un combate entre dos de sus hombres y los infantes. En el desafío, los infantes son vencidos y son declarados públicamente traidores. El Cid recupera por segunda vez la honra perdida. El poema termina con el anuncio de una nuevas bodas de las hijas del Cid con los Infantes de Navarra y Aragón. Los éxitos del Cid se basan no solo en su cualidades como guerrero (valentía, estrategia militar, dotes para arengar a la tropa), sino también en sus valores morales: lealtad y fidelidad al rey (a pesar de que lo ha desterrado injustamente), generosidad (con el rey, con su tropa, incluso con un enemigo como el conde de Barcelona, al que vence en una batalla, apresa y deja libre), mesura o dominio de sí (jamás, a diferencia de otros héroes épicos, se deja llevar por la cólera), caridad... En la obra se resalta su humanidad, su sentimentalismo, su compasión (por ejemplo, llora y se enternece sin reparo cuando se despide de sus hijas al salir desterrado de Castilla y tener que dejarlas en un monasterio). El Cid consigue ascender socialmente, pues casa a sus hijas con personajes de la alta nobleza: primero con unos infantes (el Cid siente repugnancia cuando se lo propone el rey, pero acepta por obediencia) y luego con los príncipes de dos reinos. Gracias a las crónicas medievales, en las que se incluyeron prosificados, se sabe que existieron muchos cantares de gesta castellanos (Cantar de los siete infantes de Lara, Cantar de Fernán González...), pero únicamente se han conservado —además del Cantar de Mio Cid— los dos siguientes: unos cien versos del Cantar de Roncesvalles y otro poema íntegro de fecha más tardía (mitad del XIV) titulado las Mocedades de Rodrigo, que narra episodios de la juventud del Cid.

[Ya llega el momento de salir de su tierra. El Cid les habla a sus hombres.] El día es salido, a sus caballeros

la noche quería entrar, mandólos todos juntar:

«Oíd, varones, no os dé pesar; «poco dinero traigo, vuestra parte os quiero dar. «Tened en cuenta cómo os debéis comportar: «mañana temprano cuando los gallos cantarán, «no perdáis tiempo, los caballos ensillad; «en San Pedro, a maitines tañerá el buen abad, «nos dirá la misa de Santa Trinidad; «dicha la misa, tendremos que cabalgar, «pues el plazo se acerca y mucho hemos de andar». Como lo manda mío Cid así todos lo harán. Hecha la oración, la misa acabada ya, salieron de la iglesia, ya quieren cabalgar. El Cid a doña Jimena la iba a abrazar; doña Jimena al Cid la mano le va a besar, llorando de los ojos que ya no puede más. Y él a las niñas volviólas a mirar: «A Dios os encomiendo, nuestro Padre espiritual, «ahora nos separamos, ¡Dios sabe el ajuntar! Llorando de los ojos con un dolor tan grande, así se separan como la uña de la carne.

Poesía culta Mester de Clerecía: Berceo La máxima expresión de esta escuela es la obra literaria del primer poeta castellano de nombre conocido, Gonzalo de Berceo, clérigo del monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla, autor de nueve obras (vidas de santos, tratados doctrinales y composiciones marianas). Su creación más importante es Los milagros de Nuestra Señora (hacia 1260), un conjunto de veinticinco narraciones en las que la Virgen salva de la muerte o la condenación eterna a sus devotos. Casi todos los milagros (El clérigo y la flor, Elladrón devoto, Ellabrador avaro, etc.) repiten la misma estructura: exposición de la vida normal del protagonista, intervención externa negativa (del diablo o por una mala elección del protagonista en base al libre albedrío), alejamiento de Dios, intercesión de la Virgen (a veces a través de santos o ángeles) y vuelta a la situación inicial tras la reparación del pecado. Uno de los milagros más interesantes y complejos es el titulado Milagro de Teófilo, que trata el tema del pacto con el diablo, tópico recurrente en la literatura universal (su máxima expresión es el Fausto de Goethe del siglo XIX). Tras ser apartado de su antiguo puesto como ayudante del obispo, Teófilo acude a un mediador, un “mal judío” (demonización racial-religiosa por parte del autor) para que le aconseje sobre su problema. El judío lo lleva ante su jefe, el diablo, que le hace firmar una carta en la que renuncia a Dios y a la Virgen. Al día siguiente, Teófilo recupera su antiguo puesto. Poco después se da cuenta de su error y le ruega devotamente a la Virgen que lo perdone. Tras cuarenta días de penitencia y arrepentimiento sincero, la Virgen se le aparece y le entrega la carta que había firmado con el demonio. Teófilo se lo confiesa al obispo, que lo cuenta en la parroquia y quema la carta. Tras pedir perdón a todos y repartir sus bienes entre los más pobres, Teófilo muere y va al cielo.

Había un ladrón malo que prefería hurtar a ir a las iglesias o a puentes levantar; solía con lo hurtado su casa gobernar, tomó costumbre mala que no podía dejar. Entre todo lo malo tenía una bondad que al final le valió y le dio salvedad: creía en la Gloriosa de toda voluntad, y siempre saludaba hacia su majestad. Prosa: Alfonso X el Sabio La prosa literaria castellana tiene como gran impulsor al rey Alfonso X el Sabio (1221-

1284). Creó grupos de traductores y amanuenses (los «talleres alfonsíes», descendientes de la escuela de traductores de Toledo) que elaboraron, bajo su dirección y supervisión, numerosas obras (Estoria de España, General estoria, Libro de ajedrez, dados e tablas, etc.). Una de las más relevantes es Las Siete Partidas, el códice legislativo más importante del período medieval. Gracias a su labor, la prosa castellana se afianzó como vehículo de cultura y alcanzó la plena dignificación literaria. En lengua gallega compuso las Cantigas de Santa María, un conjunto de cuatrocientos poemas en los que elogia a la Virgen. Teatro El anónimo Auto de los Reyes Magos, encontrado en la catedral de Toledo, es la pieza teatral más antigua (finales del XII o principios del XIII) conservada en castellano. Recoge el tema de la adoración de los tres Magos: contemplación y seguimiento de una estrella maravillosa, diálogo ante Herodes, enfado de este, ofrecimiento de regalos, etc.

SIGLO XIV Crisis medieval y cambios en la literatura Este siglo presenta caracteres que lo diferencian de los anteriores. Es una época de confusión: entra en crisis el sistema feudal, la Reconquista ha superado sus momentos más difíciles, surge una nueva clase burguesa… Los trastornos son más graves en la segunda mitad de siglo: peste negra, hambrunas y depresión económica, luchas civiles en nuestro territorio entre la nobleza y la monarquía por el poder político y socia, etc. Ante este panorama no sorprende que se produjera una fuerte renovación en la literatura. El decaimiento de los cantares de gesta dará lugar, en la tradición oral, a la aparición de los romances, que se popularizarán plenamente en el siglo XV. Comienzan a aflorar obras que, con un tono realista y satírico, tratan temas próximos a la naciente burguesía como la preeminencia del dinero (que está por encima del esfuerzo heroico), el goce sensual y alegre de la vida o la consideración de la astucia como valor fundamental (más importante que las virtudes morales). No obstante, sigue teniendo un gran cultivo la poesía clerical de tono didáctico-moral con una visión severa de la vida. El Arcipreste de Hita Frente a la anonimia de los siglos anteriores, en el siglo XIV aparecen vigorosas personalidades que dotan a sus creaciones de un estilo personal: Hita, don Juan Manuel y el canciller de Ayala. Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, escribe entre 1330 y 1340 la obra cumbre del mester de clerecía: el Libro de buen amor. En él se narran numerosas aventuras amorosas entre las que se insertan fábulas, digresiones morales ascéticas y satíricas, relatos alegóricos, plegarias a Dios y a la Virgen… La obra expresa desde el principio una intención didáctico-moral: hay que corregir los vicios y pecados humanos, en especial la perdición que provoca el «loco amor» entre hombres y mujeres. Pero en muchas ocasiones parece que incita al disfrute del placer amoroso. De hecho, se dan consejos para conseguir a una mujer y ya en una de las primeras estrofas del libro se afirma que dos cosas son esenciales en la vida: la comida («la mantenencia») y la relación hombre-mujer («averjuntamiento con fenbra plazentera»). No es extraño, pues, que muchos críticos discutan el posible carácter didáctico. Algunos consideran que es más cínico que moralista, más hipócrita que piadoso. El autor advierte contra el pecado, pero a la vez parece un manual sobre cómo pecar. Laambigüedad alcanza al mismo título del libro, «buen amor», que a veces significa amor a Dios, pero en otras ocasiones se puede interpretar como habilidad para seducir a las mujeres. No hay que olvidar que el libro es una autobiografía ficticia en la que el Arcipreste no solo se ríe de muchas costumbres de la época, sino también de sí mismo. Hay ironía y sátira (destaca la que se hace del dinero, cuyo poder todo lo iguala), pero sobre todo está presidido por el humor y el vitalismo, el amor a los placeres de la vida y a la sensualidad (el episodio erótico entre doña Endrina y don Melón es el más claro ejemplo). La intensa alegría de vivir solo se teñirá de amargura y desesperación al morir Trotaconventos (precedente de la Celestina), una vieja alcahueta que había ayudado al protagonista en algunas de sus conquistas amorosas. El libro se aleja, por primera vez en la literatura castellana, de la típica concepción de la vida según el pensamiento medieval anterior: la vida es un valle de lágrimas, un tránsito pasajero y doloroso hasta la muerte, momento en el que por tus buenas obras alcanzarás el Paraíso. Ahora la muerte ya no es liberadora, sino dolorosa y horrible («enemiga del mundo, a ti nada hay semejante / de tu recuerdo

amargo, nadie hay que no se espante»). En fin, la intención del libro es ambigua. El Arcipreste es capaz de amonestar severamente todo lo que se aparta de la moral cristiana, pero al poco se olvida y se sitúa en el terreno de la desenfadada y vitalista mentalidad burguesa.

Si quieres amar dueñas o a cualquier mujer muchas cosas tendrás primero que aprender para que ella te quiera en amor acoger. Primeramente, mira qué mujer escoger. Busca mujer hermosa, atractiva y lozana, que no sea muy alta pero tampoco enana; si pudieras, no quieras amar mujer villana, pues de amor nada sabe, palurda y chabacana. Busca mujer esbelta, de cabeza pequeña, cabellos amarillo no teñidos de alheña; las cejas apartadas, largas, altas, en peña; ancheta de caderas, ésta es talla de dueña.

SIGLO XV: EL PRERRENACIMIENTO Disgregación del mundomedieval La crisis del sistema de valores iniciada en el siglo anterior se agudiza a la par que las tensiones políticas y sociales (enfrentamientos entre nobleza y rey, guerras dinásticas entre castellanos y aragoneses, epidemias, economía en declive, ruptura de la convivencia entre judíos, árabes y cristianos...). Poco a poco se va disgregando el mundo medieval. El antiguo teocentrismo es sustituido por la exaltación de los valores individuales. En estos cambios influye mucho el peso cada vez más creciente de la burguesía (comerciantes, mercaderes) con su aprecio por valores mundanos (bienestar material, ansia de riquezas) y la entrada paulatina de las ideas humanistas, cuya plenitud tendrá lugar un siglo después. Son numerosos, asimismo, los cambios que se observan en la literatura: pérdida de la anonimia, alejamiento del didactismo, influenciadel humanismo tanto en la prosa como en el teatro, desarrollo de la prosa novelesca (libros de caballería, novelas sentimentales) y aparición de diversos movimientos literarios. Poesía culta: Marqués de Santillana, Juan de Mena y Jorge Manrique Hasta el siglo XIV, en Castilla, la lengua de prestigio para la expresión de la lírica era el galaico-portugués, mientras que en zonas catalanas se usaba el provenzal. Será en el siglo XV cuando se impondrá el castellano como vehículo expresivo de la lírica. Los poetas líricos cultos que escriben en castellano suelen ser cortesanos que continúan los tópicos del amor cortés, una filosofía del amor que nace en la Provenza francesa en el siglo XI de la mano de los trovadores. En esta poesía se considera que la dama es un ser superior e ideal, compendio de perfecciones físicas y morales (belleza, honestidad...), a quien el poeta rinde total sumisión. El desdén de la amada, que suele ser una mujer casada con algún noble o señor feudal, le provoca un insufrible dolor, pero no puede dejar de amarla. El Marqués de Santillana, nombre por el que es conocido Iñigo López de Mendoza, representa al aristócrata poderoso, militar y humanista. Admira y trata de asimilar a Dante y Petrarca. Es el primero que escribe en castellano sonetos, forma poética culta de origen italiano compuesta por catorce versos de once sílabas. Más que por sus Sonetos fechos al itálico modo, es recordado por sus serranillas, composiciones de tipo popular en las que narra en verso el encuentro amoroso de un caballero con mujeres que viven en la montaña.

La composición más notable de Juan de Mena, poeta de la corte de Juan II y muy en contacto con la literatura italiana, es el Laberinto de Fortuna, poema alegórico que consta de casi trescientas coplas de arte mayor. Gira en torno al tópico medieval de la fortuna, una fuerza poderosa y cambiante a la que está sometido el ser humano. Este tópico sirve para reflexionar sobre el sentido de la vida en un siglo en el que el hombre vive grandes vaivenes en la política y en la sociedad. Aunque critica la desorganización política de su tiempo, la corrupción moral y la decadencia social, el poema muestra un hondo patriotismo y un esfuerzo por alcanzar la unidad nacional, que él ve encarnada en el rey Juan II de Castilla. El poeta más célebre de esta época es Jorge Manrique. Aunque escribió poemas incluidos en cancioneros, su obra

Coplas a la muerte de su padre representa la cumbre de la poesía medieval. Comienza exhortándonos a que tomemos conciencia de la fugacidad de la vida y la caducidad de todo lo terreno. Lamuerte lo preside todo, la vida es un río cuyo único destino es el mar de la muerte; ahora bien, nos dice Manrique, la vida tiene un sentido: es el camino que nos lleva a la vida eterna. La salvación depende de que hayamos perfeccionado nuestra alma con la práctica de las virtudes. El problema es que el hombre lo olvida y vive de modo inconsciente al ser fácilmente seducido por las trampas del mundo: el poder, la riqueza, la fama, la hermosura y esbeltez del cuerpo... Todo ello es inestable y caduco («verduras de las eras»), como lo demuestra la vida y destino de muchos reyes y nobles. ¿Qué deberíamos hacer? Emplearnos en el cuidado del alma con el mismo empeño que nos dedicamos al cuidado del cuerpo. Tras todas estas reflexiones, Manrique traza en la tercera parte del poema el elogio de su padre, ejemplo de perfecto caballero (amable en el trato, valiente en el combate...). La muerte lo visita y le presenta la vida eterna como el inicio de una nueva etapa llena de felicidad que él, sin protesta ni rechazo, acepta, pues sus virtudes en vida le han abierto las puertas de la gloria eterna. Así como la vida de su padre fue ejemplar, el momento de su muerte se convierte en digno ejemplo de buen morir. El éxito de esta elegía fue inmediato. Con sus apenas quinientos versos, el poema se convirtió pronto en uno de los grandes clásicos de la literatura española. Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando, Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir;

Poesía popular: romances viejos y villancicos La poesía épica había entrado en decadencia en el siglo XIV. De los cantares de gesta solo se conservan en la memoria popular algunos episodios. De esos breves fragmentos desgajados de los antiguos cantares nacen los primeros romances. Ya en el siglo XV adquieren vida independiente y potente originalidad, ampliando tonos y temas (históricos, legendarios, líricos, novelescos…). Los romances que desde el XIV y durante todo el siglo XV produjo la inspiración popular por transmisión oral son llamados «viejos»para diferenciarlos de los «romances nuevos», que serán los cultivados por escritores cultos desde el siglo XVI hasta la actualidad. Los romances viejos están formados por una serie indefinida de octosílabos con rima asonante en los versos pares y con los impares sueltos. Han sido clasificados en épicos o heroicos (episodios del Cid y otros héroes nacionales o extranjeros), noticieros (recogen noticias históricas cercanas a la composición del romance), novelescos o juglarescos (narran historias de amor) y fronterizos (narran sucesos ocurridos en la frontera con los territorios musulmanes). Los romances viejos son producto de una larga colectividad anónima, que los modifica y diversifica en numerosas variantes, generación tras generación, según los gustos de la comunidad (o los fallos de su memoria). No es raro que algunos romances (el de Gerineldo, por ejemplo) tengan centenares de versiones. En varios cancioneros del siglo XV se recoge otro tipo de composición de carácter oral y tradicional: el villancico. Su nombre tiene su origen en que eran composiciones de tipo popular cantadas por los villanos o habitantes de las villas

(campesinos u otros habitantes del medio rural). Al principio eran de tema amoroso, pero más tarde se centran en la temática religiosa (Navidad, Epifanía, santos locales...), ya que hacia el siglo XVI las autoridades religiosas empiezan a introducirlos en la liturgia religiosa como modo de acercar al pueblo a los misterios de la fe católica. Si bien son conocidos gracias a que los fijaron por escrito músicos y poetas del siglo XV, se sabe por ciertas crónicas que fueron cantados por el pueblo ya en el siglo XIII. Prosa La prosa del siglo XV se enriquece con nuevos géneros literarios. Proliferan las crónicas que giran en torno a figuras individuales (siguiendo el modelo del canciller López de Ayala). Surgen las primeras biografías (fruto del interés humanista por el hombre particular) y los primeros libros de viajes (responde a la curiosidad de la época por conocer otras regiones del mundo). En la prosa de ficción se desarrollan dos nuevos géneros: los libros de caballerías y las novelas sentimentales. En estas, aunque es constante la idealización de la mujer, el género femenino suele aparecer cruel ante las intenciones del amador, que, sin embargo, siempre se muestra sumiso y al servicio de los caprichos de su amada. Muchas novelas sentimentales acaban en el suicidio del enamorado por el rechazo de la dama o por cuestiones de honor. La novela sentimental más importante y de mayor éxito en su tiempo es Cárcel de amor (1492), de Diego de San Pedro. Por último, hay que destacar la publicación, en 1492, de la primera Gramática de la lengua castellana, de Elio Antonio de Nebrija, Teatro: La Celestina

La Celestina es la obra más significativa del teatro del siglo XV, y uno de los mejores logros de la literatura española. En 1499 aparece la primera versión de la obra, en dieciséis actos, titulada Comedia de Calisto y Melibea; en 1502 se publica la edición definitiva, en veintiún actos, con el título de Tragicomedia de Calisto y Melibea. Es atribuida casi en su totalidad a Fernando de Rojas. El argumento es sencillo. Calisto se enamora de Melibea un día que entra en su jardín persiguiendo un halcón. Al principio ella lo rechaza. Aconsejado por uno de sus criados, usa los servicios de la vieja alcahueta Celestina para conquistarla. Gracias a su astucia, Celestina consigue que la muchacha se cite con Calisto, del que pronto se enamora. Tras el encuentro, los dos criados de Calisto pretenden que Celestina comparta con ellos un cordón de oro que le ha regalado su señor. Ella se niega y la asesinan. La justicia los apresa y los ejecuta. Poco tiempo después, Calisto, al tratar de defender a sus nuevos sirvientes de un peligro inexistente, resbala al saltar la tapia del jardín y muere. Melibea, desesperada, se suicida. La obra acaba con el llanto angustioso de su padre. El autor afirma en el prólogo que la intención de la obra es criticar los actos irresponsables e irracionales del «loco amor». Esa pasión amorosa desbordada que les lleva a buscar el goce sexual conduce a los amantes a la desgracia, del mismo modo que la avaricia de la Celestina y los dos criados los ha precipitado a la muerte. La vieja relación feudal entre señores y amos, basada en el respeto y el servicio fiel, ha desaparecido por completo. La actitud codiciosa de los criados anuncia así la transición que se da hacia el capitalismo, que nace en el siglo XVI. Su materialismo refleja también un mundo carente de valores morales y de relaciones humanas auténticas y desinteresadas. La idea que atraviesa todo el libro, desde el prólogo hasta el final, es que la vida es una batalla continua (criado contra señores, jóvenes contra viejos, el bien contra el mal, la verdad contra la mentira...), una «guerra de todos contra todos». El viejo feudalismo que organizaba las relaciones y los valores ha desaparecido para siempre, pero Rojas tampoco cree en los nuevos valores de la burguesía y el incipiente capitalismo (dinero, provecho personal, individualismo,egoísmo, engaño, codicia, avaricia). La vieja Celestina ha pasado a la historia de la literatura como el arquetipo de la alcahueta, del mismo modo que don Juan es el seductor irresistible y don Quijote representa el idealista que lucha por cambiar el mundo. Además de alcahueta, Celestina ejerce en la obra muchos oficios (hechicera, lavandera, perfumera, dueña de un burdel...). El personaje destaca por su conocimiento del alma humana, su astucia, su inteligencia y, sobre todo, su arte en el dominio de engañar a través de la palabra... Domina psicológicamente a los demás, pero su codicia (confiesa que su objetivo es obtener dinero para garantizarse una vejez segura) le costará la vida.

La obra está escrita en forma dialogada, como si de una obra de teatro se tratase. Pero nos resulta demasiado larga para ser memorizada e interpretada en un escenario con los medios de la época. Seguramente fue escrita como tantas otras para ser leída en voz alta en un salón donde cada invitado a la lectura leía un personaje, como era costumbre en la época. MELIBEA.- Espantada me tienes con lo que has hablado. Indicio me dan tus razones que te haya visto en otro tiempo. Dime, madre, ¿eres tú Celestina, la que solía morar a las tenerías cabe el río? CELESTINA.- Hasta que Dios quiera. MELIBEA.- Vieja te has parado. Bien dicen que los días no van en balde. Así goce de mí, no te conociera, sino por esa señaleja de la cara. Figúraseme que eras hermosa. Otra pareces, muy mudada estás. LUCRECIA.- ¡Ji, ji, ji! ¡Mudada está el diablo! ¡Hermosa era con aquel su «Dios os salve» que traviesa la media cara!

7.2. SIGLO XVI: RENACIMIENTO Características generales El Renacimiento es el período histórico y cultural que sigue a la Edad Media. Comienza en el norte de Italia en el siglo XIV con los primeros humanistas y se extiende por el resto de Europa durante los dos siglos siguientes. En España se va fraguando desde el XV con intelectuales como Mena, Santillana o Nebrija y tiene su plenitud en el XVI, siglo en el que se crea el llamado «Imperio español». Es una época de grandes transformaciones en todos los ámbitos de la vida: desarrollo de la burguesía, crecimiento de las ciudades, inicio de la industria y la economía de mercado, formación de las naciones modernas, centralización del poder en la monarquía, nacimiento de la ciencia moderna, invención de la imprenta y de la brújula… Se gesta una nueva mentalidad que supondrá una serie de cambios en las manifestaciones artísticas y literarias. El nombre de este período fue aportado por los humanistas italianos (Dante, Petrarca y Bocaccio fueron los primeros), que consideraban que tras la oscura y bárbara Edad Media (desde el XIX se ha desmentido esa visión negativa), renacía la Antigüedad clásica greco-latina y sus valores: verdad, belleza, bondad, armonía, equilibrio... El interés por la cultura grecolatina es un rasgo distintivo de los humanistas italianos ya desde el siglo XIV, así como la valoración del hombre desde una perspectiva mundana, no divina. Los humanistas son antropocentristas, es decir, destacan la dignidad del hombre, que es «la medida de todas las cosas», centro del mundo y dueño de su destino; se oponen, pues, al teocentrismo e inmovilismo de la sociedad medieval. El vitalismo y el optimismo son dos rasgos principales del espíritu renacentista. Alejándose del moralismo medieval, se canta al amor y a los placeres. Se confía en el poder de la razón y nace la idea de progreso, según la cual la economía y el mundo material pueden avanzar indefinidamente. Todos estos rasgos de la cultura renacentista (antropocentrismo, individualismo, racionalismo, vitalismo, etc.) coinciden plenamente con la mentalidad burguesa. Muchos de los poderosos burgueses, tratando de emular el refinamiento y lujo de la nobleza, a la vez que para exaltar su prestigio y gloria personal o familiar, ejercen una importante labor de mecenazgo cultural (sobre todo en Italia), rodeándose de artistas, sabios y escritores a los que apoyan económicamente, promoviendo y encargando obras artísticas, etc. Monarcas y poderosos aristócratas contratarán también a los mejores artistas. En España hay que destacar la labor cultural ejercida en tiempos de los Reyes Católicos por el cardenal Cisneros, quien, consciente del poder de la educación, fundó en 1499 la primera universidad renacentista y humanista: la Universidad Complutense de Madrid. Etapas del Renacimiento español En literatura, se denomina «Siglos de Oro» a la época en que las letras españolas alcanzaron su mayor esplendor, su edad dorada, con escritores como Garcilaso de la Vega, fray Luis de León, san Juan de la Cruz, Cervantes, Quevedo, Góngora, Lope de Vega, Tirso de Molina o Calderón. El siglo XVI renacentista constituye el primer Siglo de Oro; el XVII, con el Barroco, el segundo. Otros críticos prefieren utilizar la expresión «Siglo de Oro», en singular. La edad de oro de las letras

castellanas abarca, aproximadamente, desde la redacción de las obras de Garcilaso de la Vega (hacia 1530) hasta la muerte de Calderón (1681). Hemos de tener en cuenta que el Renacimiento no es totalmente homogéneo en nuestro país. Se suelen distinguir dos etapas: a) Primer Renacimiento. Coincide con el reinado de Carlos I (1516-1556) y se caracteriza por reflejar las tendencias estéticas (poesía italianizante, petrarquismo) e ideológicas (erasmismo, neoplatonismo) que se desarrollan en Europa. El máximo representante de este período es Garcilaso de la Vega. La publicación del Lazarillo actuaría de eje divisorio entre las dos etapas. b) Segundo Renacimiento. Coincide con el reinado Felipe II (1556-1598). España, que lidera la Contrarreforma contra el protestantismo, se cierra al exterior. Se acentúa lo religioso y lo nacional. La literatura espiritual ascética y mística tiene un gran desarrollo y alcanza su cumbre con fray Luis de León, san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús.

Garcilaso de la Vega Nació en una noble familia toledana, fue cortesano, servidor de Carlos V y soldado. Se casó en 1525 con Elena de Zúñiga, pero a ella no le dedicará ni uno solo de sus versos. Las referencias amorosas presentes en su producción, compuesta por tres églogas, cinco canciones, dos elegías, una epístola (dirigida a su amigo Boscán) y casi cuarenta sonetos, están dedicadas a Isabel Freyre, dama portuguesa de la que se enamora profundamente. Otro hecho vital importante para su actividad literaria fue su estancia en Nápoles por un tiempo tras haber sido desterrado por el rey. Allí se empapa del humanismo italiano, hace amistad con escritores y estudia a los clásicos. Morirá en 1536 tras el asalto a una fortaleza francesa. Garcilaso conseguirá la asimilación total de la poesía renacentista italiana y su adaptación al castellano. Curiosamente, su relación amorosa con Isabel Freyre presenta similitudes con la de Petrarca: ambos sufren por amor, primero porque sus amadas no les corresponden, después porque estas mueren. Lastres églogas, que representan la perfección de su poesía, manifiestan poderosamente su drama pasional. Toda su historia de amor con Isabel (desdén, muerte) se refleja en la Égloga I. Garcilaso se desdobla en dos pastores idealizados: Salicio, que encarna el dolor por el rechazo y la infidelidad de su amada, enamorada de otro; y Nemoroso, que llora melancólicamente la muerte de Elisa. Aunque sus sonetos son desiguales, algunos representan lo más perfecto de Garcilaso. Lostemas más frecuentes, siguiendo las convenciones amorosas, suelen ser la queja y el dolor del amante por el desdén de la amada («Oh dulces prendas por mí mal halladas...»). Uno de los más famosos y bellos es el XXV («En tanto que de rosa y azucena...»), donde recrea el tópico del carpe diem (que significa «aprovecha el día» o «vive el momento») y hace un retrato poético de la dama (descriptio puellae) según los cánones estéticos establecidos: cabello rubio, frente blanca, mejillas sonrosadas, labios rojos, cuello erguido... Todo ello a través de metáforas en las que se relaciona cada elemento del cuerpo con un elemento de la naturaleza (por supuesto, la dama es más bella que el elemento natural comparado).

Soneto X ¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,

dulces y alegres cuando Dios quería, juntas estáis en la memoria mía, y con ella en mi muerte conjuradas. ¿Quién me dijera, cuando en las pasadas horas en tanto bien por vos me vía, que me habíais de ser en algún día con tan grave dolor representadas?

Pues en un hora junto me llevastes todo el bien que por términos me distes, llevadme junto el mal que me dejastes. Si no, sospecharé que me pusistes en tantos bienes porque deseastes verme morir entre memorias tristes.

LA POESÍA RELIGIOSA ASCÉTICA Y MÍSTICA Durante lo que se ha llamado Segundo Renacimiento (en la segunda mitad del siglo XVI) surgen dos corrientes poéticas dentro de la literatura religiosa: la ascética y la mística. La primera busca la elevación y purificación del alma por medio de oraciones, sacrificios, penitencias, renuncias a las pasiones, placeres y comodidades... La mística parte en su fase inicialde la ascética, pero supone un nivel superior: la unión del alma con Dios. Mientras que la perfección moral propugnada por el ascetismo depende de la propia voluntad, del esfuerzo individual, la fusión del místico con la divinidad nunca puede ser alcanzada por la voluntad humana, únicamente Dios la otorga a unos pocos escogidos. Vamos a detenernos en fray Luis de León, escritor más representativo de la ascética, y san Juan de la Cruz, una de las cimas de poesía mística española y universal.

Fray Luis de León Este humanista, teólogo y catedrático de la Universidad de Salamanca manifestó en alguna ocasión que los cuarenta poemas que aproximadamente escribió eran «obrecillas» caídas «como de entre las manos» que lo distraían de otros trabajos y preocupaciones. De hecho, estuvo en prisión durante cinco años acusado de haber traducido del hebreo el Cantar de los Cantares, con lo cual violaba la prohibición del Concilio de Trento de traducir textos sagrados a una lengua que no era el latín. Hay una famosa anécdota sobre su regreso. Cuenta la tradición que, tras los cinco años encarcelado en los que sufrió todo tipo de humillaciones, comenzó su primera clase con las palabras: «Como decíamos ayer...». En su Oda a la vida retirada, su poema más conocido, recurre al beatus ille horaciano para plasmar su añoranza por la soledad y la tranquilidad que da el retiro en el campo, pues el «mundanal ruido» imposibilita su habitual deseo de armonía, paz y serenidad. En definitiva, su poesía refleja la concepción de la vida del hombre como un proceso ascético de purificación. Para él, el mundo es una «cárcel» (discordia, vicios, bienes engañosos...) que tortura el alma. La práctica de la virtud, el contacto con la naturaleza, la percepción de la música, la práctica del estudio o trabajo intelectual y el recogimiento son los medios para purificarnos y alcanzar la paz espiritual que permite elevar nuestro espíritu y ascender hacia Dios, es decir, hacia lo que los neoplatónicos consideraban el Absoluto: el Bien, la Verdad, la Belleza, la Armonía. San Juan de la Cruz La producción lírica de este fraile carmelita, considerado una de las figuras cimeras de la literatura universal, es breve pero posee una extraordinaria intensidad expresiva. Sus tres poemas místicos tratan de describir la experiencia inefable de la unión con Dios: Noche oscura del alma, Cántico espiritual y Llama de amor viva. Ante la dificultad de expresar con palabras dicha fusión («un no se qué que queda balbuciendo»), usa numerosos símbolos e imágenes: «la casa sosegada» es el orden en su vida; el «viaje» es el camino que debe seguir el alma hacia el interior de sí mima; la «noche» es el abandono de las cosas mundanas, etc. Sus imágenes, de un alto contenido erótico (su poesía mística ha sido clasificada como «poesía erótica a lo divino»), provienen del Cantarde los Cantares y de la poesía amatoria profana. Como dijo Dámaso Alonso, «lo que hace San Juan es trocar en divina la temática amorosa de sus fuentes». Santa Teresa de Jesús

Santa Teresa usa los metros tradicionales para escribir tanto poemas místicos como otros en los que el objetivo es de tipo pedagógico, como Caminaremos para el cielo (dirigido a sus hermanas carmelitas). Suele recurrir, para expresar con palabras la relación mística entre su alma y Dios, a la unión y fusión de términos desiguales: vivir-morir, padecer-gozar, flaquezafortaleza, riqueza-pobreza. Su poema más conocido es el que comienza así: «Vivo sin vivir en mí / y tan alta vida espero / que muero porque no muero». LA PROSA DEL XVI Novela de carácter idealista Los distintos géneros en prosa también experimentaron un gran auge durante el Renacimiento. El desarrollo de la imprenta incrementó la demanda de libros de entretenimiento. A lo largo del XVI es enorme la cantidad de autores que escriben novelas de evasión de carácter idealista con la única finalidad de entretener. Una de las más interesantes y famosas obras de la prosa novelesca de tipo idealista es el Amadís de Gaula. Fue publicada en 1508 por Garci Rodríguez de Montalvo, que refundió un texto más extenso escrito en el siglo XIV. La obra, que tuvo gran éxito en toda Europa y una gran cantidad de continuadores, está protagonizada por un héroe invencible con una concepción del amor cercana al neoplatonismo. Gracias al Amadís y otras libros de caballerías se forjó el arquetipo del caballero andante: es hijo de reyes o príncipes, está enamorado de una dama de noble origen a la que le guarda absoluta fidelidad, sus cualidades físicas y morales son excepcionales (fuerza, hermosura, valentía, nobleza), jamás es vencido en su lucha contra otros caballeros o fuerzas malignas (gigantes, fieras, monstruos, encantadores), lleva una vida itinerante acompañado de un escudero… El amor a su dama es el motor que lo mueve a la aventura y su ideal es la justicia.

Lazarillo de Tormes Frente al mundo fantástico, heroico e idealizado de los libros de caballerías, el Lazarillo de Tormes presenta una visión crítica de la cruda realidad de la época. Su protagonista, Lázaro, es un antihéroe, un personaje ordinario, insignificante y marginado, de origen humilde pero sin honra, que solo aspira en la vida a no pasar hambre. La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades, primera obra que inicia el género picaresco (este se asienta como tal con el Guzman de Alfarache, novela de Mateo Alemán), se publicó anónimo (en fechas recientes, una paleógrafa lo ha atribuido a Diego Hurtado de Mendoza), posiblemente por las críticas que se lanzan contra ciertos estamentos del clero de la época. Consta de un prólogo y siete tratados. El último revela que la obra es una carta en la que Lázaro trata de explicar un «caso»: los rumores sobre la relación adúltera de su mujer con el arcipreste de San Salvador. Esto funciona como pretexto para que el personaje cuente su historia. Nace en un río, como el gran caballero Amadís, pero sin honra. Huérfano de padre (un molinero ladrón), la madre se amanceba con un negro y lo pone al servicio de un mendigo ciego, que es un dechado de astucia pero maltrata al pobre Lázaro, quien pierde pronto la ingenuidad y desarrolla su instinto de supervivencia e ingenio para poder comer. En el segundo tratado pasa a servir a un clérigo avaro y, en el tercero, a un arruinado y orgulloso escudero, encarnación de la honra basada en la apariencia externa. Después estará al servicio de un fraile andariego, un buldero timador, un pintor de panderos, un capellán, un alguacil. En el último tratado alcanza lo que él llama «la cumbre de toda su fortuna» al trabajar como pregonero de vinos en Toledo y criado de un arcipreste que lo casa con una de sus criadas. Le es indiferente los rumores sobre la infidelidad de su mujer, pues la protección del arcipreste le permite vivir el resto de su vida de una manera cómoda tras haber pasado tantas penalidades desde que su madre lo deja, solo y desamparado, al servicio de su primer amo. A diferencia de los distintos géneros de novelas idealistas, aparecen muchos datos tomados directamente de la realidad, como lugares y referencias geográficas diversas, personajes de la sociedad española del momento, referencias históricas concretas... Esta novela significa el punto de partida de la novela realista y el primer paso hacia la novela moderna. Se ha destacado que, a diferencia también de las narraciones de la época de carácter idealista, el protagonista se va haciendo y cambiando según va viendo experiencias. No es un ser inmutable, sus vivencias condicionan su comportamiento posterior y forman su personalidad. Es una novela de aprendizaje en la que se aprecia una evolución psicológica. En verdad, la visión crítica se extiende a toda la sociedad. No solo el clero, también quedan malparados los representantes de las otras clases sociales: desde el más plebeyo (el ciego) hasta el que representa la nobleza baja (el hidalgo hipócrita y vanidoso). El libro aparenta ser una novela divertida e intrascendente, pero a la vez puede entenderse como un libro

profundo y comprometido con la realidad. La novela no refleja la España imperial, triunfal, poderosa, la de Carlos V y su corte, la de los ricos y privilegiados, sino la España que sufre otra parte de la población, la España miserable, amarga, cruda, la de los pobres y desesperados, que es la que encarna Lázaro, una persona ordinaria que renuncia a su dignidad para vivir bajo techo y poder alimentarse. Prosa didáctica El desarrollo de la imprenta propició la difusión de las ideas de los humanistas. El diálogo fue el subgénero didáctico más cultivado —se conservan más de cien— debido a la influencia de los clásicos (Platón, Cicerón, Luciano), los humanistas italianos (El cortesano de Castiglione) y Erasmo (Coloquios). En los diálogos dos o más interlocutores exponen sus ideas sobre cualquier asunto desde los más diversos puntos de vista. En los diálogos, bien sea de modo grave y serio, bien sea de modo satírico y paródico, se tratan los más variados asuntos (políticos, sociales, pedagógicos...) con una misma finalidad: conseguir la perfección del hombre. Dos humanistas y erasmistas sobresalen en este terreno: los hermanos Juan y Alfonso de Valdés. El primero, en su conocido Diálogo de la lengua, propugna el uso de las lenguas vernáculas y eleva el castellano al nivel de otras lenguas de prestigio como el latín; también defiende que se escriba con un estilo sencillo pero cuidado, natural y sin afectación (es el ideal estilístico de todos los escritores renacentistas). Según él, no existe diferencia entre la lengua escrita y lengua hablada («escribo como hablo») y propone que en la prosa el escritor consiga la verosimilitud narrativa (un ejemplo de esto sería el Lazarillo). Su hermano Alfonso hace una sátira demoledora de las costumbres eclesiásticas en Diálogo de las cosas ocurridas en Roma. En la segunda mitad del siglo XVI el erasmismo es perseguido por la Inquisición, pero se siguen escribiendo diálogos. Uno de los más importantes es De los nombres de Cristo, la obra maestra de fray Luis de León. EL TEATRO DEL XVI La figura más destacada del teatro popular es Lope de Rueda. Creó el paso (antecedente del entremés), pieza de carácter cómico y ambientación costumbrista que se incluía en la representación de obras teatrales más largas para entretener a los espectadores. El protagonista (suele ser un bobo, un esclavo africano, un vizcaíno o un rufián), que casi siempre está obsesionado por comer, casi siempre acaba engañado y apaleado por los demás. Algunos de los más recordados son Las aceitunas, La tierra de Jauja y El convidado. Juan del Encina, Gil Vicente, Lucas Fernández, Bartolomé Torres Naharro y Juan de la Cueva.

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