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LITERATURA Y FLAMENCO. Es difícil encontrar un tema más apasionante y enredado que éste del folklore y de la esencia del ser andaluz. Es difícil oír opiniones tan distintas sobre un determinado tema. Pocas veces más apasionamiento a la hora de defender tal o cual postura sobre la visión personal de una tierra y sus costumbres. ¿Cuántas Andalucías existen? Hoy en día está en descrédito por alienante y vaga la Andalucía del “clavel “y “la pandereta” del francés Bizet, y definitivamente creemos que está en baja gracias a la labor de los intelectuales de la generación del 27. Ortega y Gasset en su artículo Teoría de Andalucía, afirma que lo admirable, lo misterioso, lo profundo de Andalucía está más allá de esa farsa multicolor que sus habitantes ponen ante los ojos de los turistas, pero también que este pueblo se complace en darse como espectáculo. Podemos verlo todavía en el siglo XXI en esa feria colorista y espectacular que es la feria de Sevilla; donde las llamadas casetas están abiertas a las miradas de todos aquellos que quieran disfrutar del espectáculo, folclore y escaparate de una forma de vida vuelta hacia el exterior. Esta propensión de los andaluces a representarse y ser mimos de sí mismos revela un sorprendente “narcisismo colectivo”, nuevamente en palabras de Ortega. Volviendo al 27 Lorca, andaluz de pro, abomina de toda esa literatura romántica de Andalucía y es uno de los instigadores de esa otra Andalucía misteriosa, milenaria y poética, admitiendo en aquella conferencia histórica “Teoría y Juego del duende”, que Andalucía no es una parte de España, sino que España y hasta todo lo hispánico, es para él una extensión de Andalucía. ¿No es esto acaso una visión romántica del folklore andaluz? ¿No nos recuerda esto a las impresiones de viajeros románticos como Richard Ford, Gustavo Doré o el barón Ch. Davillier? Hay mucho e mito y realidad en todo esto; no es verdad que el folklore andaluz sea el folklore de toda España; pero sí que toda España participa, entiende y gusta del folklore andaluz y sin embargo Andalucía no lo hace del resto de España. Aunque esto se deba, claro está, a una imposición de tipo cultural y política. Los ejemplos son evidentes durante los cuarenta años de dictadura franquista .Veamos por ejemplo la película protagonizada en época más o menos reciente por Penélope Cruz; Las cosas del querer, que cuenta, así mismo, como se rueda una película de ambiente andaluz en unos estudios cinematográficos de la Alemania nazi o el caso de Concha Piquer, conocida y amada en toda España, e incluso en toda América que cantaba siempre copla andaluza, y siendo valenciana, con acento y expresiones genuinamente andaluzas, aunque también es cierto que esta copla acabó llamándose canción española. Volviendo a Lorca tenemos que hacer nuevamente referencia a su teoría del duende, ese pode misterioso e inexplicable para los filósofos, entroncado directamente con lo dionisíaco y que Nietzche buscaba en sus “formas exteriores” y también en la música de Bizet. Lorca relaciona su duende con Creta, Tartessos, los ritos taurinos de la antigüedad y la fiesta nacional; es decir identifica duende con las antiguas religiones precristianas. ¿Hay algo más romántico? Por otro lado el mismo cante flamenco participa del conflicto de las dos Andalucías, la de Escamillo y Carmen de Triana y la Andalucía profunda y austera del cante de
fragua y de la mina. El mismo cante flamenco participa de esta farsa multicolor que empezó a venderse en los cafés cantantes, saliendo de su marco original que era la familia.. ¿No ha vivido Andalucía de su imagen durante mucho tiempo? Esa Andalucía de bulerías festeras jerezanas, tanguillos de Cádiz y bailes por sevillanas ¿No ha sido esta tierra por su sol y su pretendida alegría destino turístico de cientos de miles de europeos? Muchas polémicas envuelven al cante flamenco: su origen, sus estilos, su gitanismo, su antigitanismo, su morismo, su judaísmo.; polémicas que hay que abordar y revisar seriamente. Sin embargo hay una cosa que no se presta a polémicas y que se ha ido transmitiendo de generación en generación: las letras, ese tesoro que oímos una y otra vez de boca de los cantaores y que nos atraviesa el corazón con una espada desnuda o nos golpea el estómago, ese estómago colectivo que es el pueblo andaluz. El mismo Lorca publica en su romancero gitano un poema titulado Thamar y Amnón , que trata del mismo tema que un romance tradicional que los especialistas catalogan como bíblico. El mismo tema, el mismo romance lo recogí en una clase del IES Azahar de Sevilla. El mismo romance en el que Lorca se inspira todavía se canta de forma tradicional en un barrio chabolista de Sevilla, en el Vacie. Dos hermanas gitanas Macarena y Amalia lo cantaron un día en una clase de literatura: Caminando en alta mar, se enamoró de su hermana como no podía ser cayó malito en la cama. Hijo mío tienes hambre yo no quiero nada, pero si puede ser que me lo traiga mi hermana. La cogió por la cintura y la echó sobre la cama y a los cuatro o cinco días cayó malita en la cama. Llamaron a tres doctores los más sabios de Granada uno le mira los pies, otro le mira la cara y el tercero le dice a su padre su hija está embarazada. Hijo mío qué le has hecho yo no le he hecho nada, a los nueve meses justos tuvo una perla encantada, y le pusieron por nombre Amor de hermano y hermana. Es curioso que en el siglo XXI dos niñas que usan el móvil, el mp3 o la videoconsola sigan escuchando hoy día un romance de tradición oral, y es curioso así mismo que lo canten o reciten a un profesor de literatura. Del mismo modo que en el año 1613 Cervantes describe a la protagonista de La Gitanilla llamada Preciosa (nombre que coincide con el personaje de Lorca. “Su una de pergamino Preciosa tocando viene.) “Rica de villancicos, coplas, seguidillas y zarabandas y de otros versos, especialmente de romances, que los cantaba con especial donaire”. Estébanez Calderón hizo una colección de romances en 1837 titulada El romancero de Juan José Niño y el romance de Tamar está en boca de cantaores gitanos en la cuña Cádiz, el Puerto, Jerez, Utrera, Lebrija y Triana. En el siglo XX, Luis Suárez hace
una nueva recopilación y sorprende que después de siglo y medio, se repitan una y otra vez los mismo temas y motivos; con las variantes evidentes que los romances poseen, pues cada recitador o cantaor, en este caso, aporta una nueva versión con sus modificaciones personales, fruto de la mala memoria o innovaciones que dependen del gusto o de la moda del momento.
La lista de Estébanez Calderón es la siguiente: Bernardo del Carpio. El moro Alcalde. El moro que reta a Valencia. Gerineldo. El conde sol. El conde niño. La princesa Celinda. Hermanas reina y cautiva. Gaiferos. El prisionero. Don Bueso. La mala suegra. Albania. Delgadita. Tamar y Amnón. Por lo que vemos se perpetúan los temas y motivos sobre todo en grupos de gitanos asentados en distintas regiones de España. Este grupo étnico aporta un elemento de transmisión que es fundamental para entender la génesis del flamenco moderno enlazándolo con la gitanofilia andaluza de raíz romántica que está dentro de la ola de nacionalismo musical desencadenada alrededor de 1860 de un extremo a otro de Europa. Como ejemplo podemos ver la figura de Lizt, futuro profesor de Albéniz en París, que fue el principal responsable de la interpolación del zingarismo en la música húngara, mientras en París acaudillaba un poderoso movimiento musical gitanófilo de enorme profundidad y amplitud, de raíz netamente romántica. En Sevilla se documentó por primera vez la permanencia del romancero de tradición oral moderna en enero de 1825. El erudito Bartolomé José Gallardo oyó cantar en el patio de la cárcel de señores de la capital hispalense a un tal Curro “el moreno“, gitano de Marchena, y a un tal Pepe Sánchez una versión de Gerineldo. En otra eferencia de Estébanez Calderón en 1847 nos dice que un cantaor gitano llamado el Planeta principió su recital con gran estilo cantando un romance o corrida después de un preludio de vihuela y dos bandolinas. Estébanez da una nota aclaratoria de la música que a él le recuerda a la música conservada en los pueblos de la serranía de Ronda y en Medina o Jerez. También se puede escuchar hoy día en pueblos y aldeas de las Sierras Subéticas como acompañamiento de canciones llamadas los mayos o canciones de navidad, que tienen un aire de verdiales malagueños. La música del romance debió partir de las canciones folklóricas populares y el profesor García Matos encontró algunas huellas de esta música en las primitivas tonás, con lo cual el romance cantado podría estar relacionado muy directamente con el origen del flamenco actual ya que la toná, el martinete y la debla están considerados como los más antiguos estilos flamencos. Pero, ¿Cuándo se produce el paso del romance tradicional al romance flamenco? No hay transformación, sino evolución. Ángel Álvarez Caballero hace una distinción entre
el romance castellano-andaluz y el corrido o corrida gitana, pero creemos que no hay diferencia en absoluto. Ya en tiempos de Cervantes los gitanos hicieron profesión del canto de romances y el novelista no comete el desatino de llamarlos gitanos, sin embargo lo que sí es cierto es que este grupo étnico desde siempre ha conservado esta tradición romancística hasta nuestros días como lo demuestra el caso de Macarena y Amalia, las dos niñas del Vacie, ya que en muchos casos aquí estaba su medio de vida. De lo que estamos seguros es que en el ámbito de la cultura hispánica, el Romancero no sólo es patrimonio de un grupo étnico o racial o cultural, sino que es un aglutinante cultural y espiritual que une Andalucía con Marruecos y Portugal, Asturias y Norteamérica. Raza y romance es hoy día un binomio poco científico y populista en extremo, amén de estrictamente racista. Es necesario centrar más bien el proceso de transmisión del romancero por parte de los gitanos en una relación más profesional que racial. Encontramos una cita en Estebanillo González que dice que el protagonista “vendía agujas a las mozas y coplas a las viejas” Es decir que la transmisión es también fruto de una transacción comercial siempre relacionada con la venta ambulante, profesión que hasta hoy desempeñan los gitanos.” Las coplas siempre se han vendido como pan bendito“. Sin embargo hoy día esa transacción comercial de venta de coplas es muy diferente y el romance ha decaído en contraste con otros estilos flamencos, pero hay que anotar que el público de festivales y actos flamencos pide este tipo de estrofa tan del gusto hispánico desde siempre. Personalmente he asistido a muchos conciertos flamencos, aquí en Andalucía llamados festivales, repletos de público de todo tipo y recuerdo uno en Aguilar de la Frontera, provincia de Córdoba donde cantaba un cantaor gitano, perteneciente a una estirpe flamenca de cantaores de Lebrija y Utrera llamado Curro Malena. El público insistentemente pedía a gritos: ¡Curro, el caballo! ¡Curro el caballo! El cantaor se hacía de rogar bastante, y cantó “el caballo” después de mucho tiempo de súplicas. Era como si hubiera algo que no podía hacer, como si transgrediera algo íntimo y sagrado.Al final como revistiéndose de una aureola mística comenzó con los primeros compases: Yo salí de los torneos cansaito de perder, y me fui pa la morería, y me encuentro una mora lavando, lavando en la fuente fría. yo le dije mora bella, yo le dije mora linda, dale agua a mi caballo de esa agua cristalina. Yo no soy mora, caballero que soy de España nacida, me cautivaron los moros día de Pascua florida, y al llegar al monte Usía, la mora que suspiraba, ¿qué te pasa, mora bella? ¿qué te pasa morita del alba? Pa toítos los gitanos tengo yo la fragua encendida, pa darle calor a los míos antes que amanezca el día. Chiquilla mía tengo candela pa ti encendía. Mi caballo moro me ha pisao el pie, Y el que quiera que se monte en él.
Este romance o corrido flamenco no es otro que una versión de Romance de Don Bueso. Pero ¿por qué esa reticencia del cantaor a cantar ese palo? Hay una superstición relacionada con los ritos de las bodas gitanas donde se cantaban romances junto a las alboreás. Sin embargo no todas las familias de gitanos cantan romances en las bodas. Tenemos noticias que los gitanos de Jerez, Jaén, Córdoba, Granada, etc, cantan alboreás en sus bodas, pero sólo los gitanos del Puerto, Lebrija y Utrera cantan romances como parte de ceremonias nupciales, el resto de los gitanos no los conocen o los han olvidado. Pienso que el romance pertenece más bien a una tradición familiar que racial. Esta afirmación coincide con los datos que ha aportado Luis Suárez sobre la figura de Juan José Niño, que perteneció a una familia gitana con fama de romancistas, tanto el abuelo de Juan José, Pedro Niño, “el Brujo” como su hermano Manuel Sacramento Niño. Para terminar este breve artículo sobre el romancero flamenco tenemos que decir que el primero en grabar un romance fue Antonio Mairena, el Romancee de la princesa Celinda: En la puerta de Celinda galán se pasea Zaide. esperando que saliera Celinda para hablarle. Salió Cilinda al balcón más bonita que no sale y la luna en la oscura noche y el sol entre sus tempestades. Buenos días tengáis mora y a ti, mocito, dios te guarde. Escucha Celinda atenta, si es que quieres escucharme, ¿Es verdad lo que me han dicho tus criados a mí la otra tarde? Que con otro hablaste de noche y que a mí quieres dejarme. Ya no te acuerdas cuando dijiste en el jardín la otra tarde, tuya soy y seré. Tuya por siempre, Zaide.
Y en el año 1962, en Córdoba cantó el Bernardo, la primera vez que un romance se cantaba en un festival. Salió Bernardo a cazar una nochecita oscura de perritos y lebreles lleva cercaíta la mula. Se ha levantao un vientecito, una agüita muy menúa y se ha amparao en una torre para no mojarse la pluma. Lo verdaderamente cierto es que se ha producido una fusión bastante interesante entre romance, toná, que es una estrofa de cuatro versos octosílabos rimados los pares, y la alboreá, canto eminente mente de boda. El romance de Tamar y Amnón se canta como alboreá en el siguiente fragmento recogido en una boda gitana:
El rey moro tuvo un hijo que Faustino se llamaba. Hijo, quieres que te mate un ave de esos que andan por casa. Mátele usted, mi padre, y que me lo suba mi hermana. Mi yeli, yeli, yeli Mi yeli, yeli, ya. La cogió por los cabellos y la echó sobre su cama. El caballo moro me ha pisado un pié y el que quiera honra que se monte en él Alevanta y no duermas más que mañana tendrás lugar. El romancero por lo que vemos pervive en su tradición oral hasta nuestros días y esto se debe a que el siglo XIX fue una época de contrastes, de una excelencia estética en algunos aspectos de la vida popular, donde se consideró esta expresión romancística como la expresión más típica del gusto del pueblo. Andalucía es la tierra de más prestigio de la Península Ibérica, ante los extranjeros de toda clase y la única que es capaz de imponer su folklore a las demás. Esta ola de andalucismo y el sistema de embutir cosas ya conocidas en un conjunto nuevo, culminó con lo que hizo Bizet en Carmen. El flamenco nace en un tiempo “romántico” acusadamente escorado en lo estético hacia el costumbrismo exotista y proclive en extremo a un sentido polícromo de la diferenciación regional
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