Lo que debes saber sobre la depresión, el estrés y la ansiedad

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VIDAYSALUD.COM Lo que debes saber sobre la depresión, el estrés y la ansiedad Muchas personas me han preguntado ¿qué es depresión y cuáles son los síntomas del estrés? Y esperan una respuesta rápida y sencilla. Sin embargo, la respuesta a esta pregunta es más compleja de lo que te imaginas. La depresión, el estrés y la ansiedad son palabras que escuchamos todos los días porque vivimos en un mundo que va a gran velocidad y tiene repercusiones en nuestra salud física y mental. Para entender qué son estas condiciones, primero es necesario entender el concepto de salud mental. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente como la ausencia de enfermedad. En ese sentido, la salud mental es parte fundamental de una vida sana y más si se define –como lo hace la OMS- “como el estado de bienestar en el cual el individuo desarrolla sus propias habilidades, puede hacer frente a las tensiones normales de la vida, puede trabajar de manera productiva y provechosa tanto para él como para su comunidad”. En resumidas cuentas y palabras simples, la salud mental determina la manera como lidiamos con nuestra vida y con los problemas que se nos presentan a lo largo de la misma. En algún momento todos podemos sentirnos incapaces de superar alguna situación y posiblemente eso nos genere tristeza, depresión, estrés o ansiedad. Pero cuando estas conductas se vuelven permanentes, repetitivas o críticas al punto que interfieren con nuestra vida cotidiana, podemos hablar de una enfermedad mental. Las enfermedades mentales o de comportamiento son comunes en todos los países y generalmente quienes se ven afectados por ellas tienen a aislarse o a ser aislados socialmente, a mantener una calidad de vida deficiente e incluso a pensar en la muerte como salida. La OMS estima que en el año 2002 cerca de 154 millones de personas en el mundo sufrieron de depresión y 25 millones de esquizofrenia. La misma organización calcula que alrededor de 800 mil personas se suicidan cada año como consecuencia de trastornos mentales. En Estados Unidos, las enfermedades mentales afectan aproximadamente a una de cada cinco familias y se estima que de las 300 mil personas que se quitan la vida anualmente en este país, el 90 por ciento presentaba alguna enfermedad mental. La depresión, el estrés y la ansiedad son las tres enfermedades mentales más comunes. En este informe te contaremos de qué se tratan, cuáles son sus síntomas y cuál es el tratamiento adecuado para cada una.

DEPRESIÓN ¿Qué es la depresión? Cuando las cosas no salen como queremos, cuando sufrimos una pérdida importante o pasamos por un mal momento, es normal que nos deprimamos. La tristeza, la falta de ánimo o la sensación de soledad son respuestas comunes a los reveses de la vida. Además son emociones que nos recuerdan que sentimos, que somos más que carne y hueso, que estamos vivos. Pero cuando esos sentimientos duran más tiempo del normal y se vuelven cada vez más fuertes, que a duras penas los puedes soportar, entonces ya deja de ser normal y se convierte en una enfermedad conocida como Depresión Severa o Clínica. Esta es una enfermedad que puede afectar seriamente tu vida diaria, tu trabajo, tus relaciones con los demás y hasta tu salud física. Especialmente cuando la dejas avanzar sin buscar ayuda y sin recibir tratamiento. Incluso a muchos los lleva a caer en adicciones o a pensar en el suicidio. Según el Instituto Nacional de Salud Mental, la mayoría de las personas que sufren de depresión, no necesariamente experimentan los mismo síntomas. Como todas las personas somos diferentes, es muy probable que la severidad de los síntomas, su frecuencia y su duración, varíe de una persona a otra. Sin embargo, hay señales de alerta tanto emocionales como físicas que pueden indicarte que estás pasando por algo más que “un par de días de tristeza”. Síntomas emocionales • Tristeza y sentimientos de “vacío” permanentes • Desasosiego y ansiedad • Inseguridad extrema y dificultad para tomar decisiones, hasta con los asuntos más simples de la vida • Cambios de ánimo repentinos y extremos, pasando de la euforia al llanto inexplicablemente • Sentimientos de culpa • Irritabilidad, enojo, frustración • Autoestima baja y pesimismo: el sentir que no eres bueno para algo, o que te no te sucede nada bueno • Pérdida de interés para hacer las cosas que te gustan • Problemas para concentrarte y mala memoria a corto plazo • Ideas de hacerte daño o pensamientos suicidas Síntomas físicos • Algunos de los dos extremos del sueño: insomnio y dificultades para dormirse o, por el contrario, dormir en exceso • Fatiga y cansancio durante el día, falta de energía, debilidad y agotamiento • Comer en exceso y aumento de peso, o por el contrario, falta de apetito y pérdida de peso • Disminución en el deseo sexual

• •

Dolores recurrentes, de cabeza, de espalda, de estómago, que no se curan fácilmente con tratamiento Problemas digestivos

Si has tenido cinco o más de estos síntomas durante dos semanas seguidas, puedes tener Depresión Clínica. No te preocupes, no serías el primero ni el último. Según la Asociación Nacional de Salud Mental (Mental Health America, en inglés), se estima que más de 19 millones de americanos al año sufren de Depresión Clínica. Sin embargo, sólo menos de la mitad se han diagnosticado y han recibido tratamiento para la depresión, mientras los demás siguen viviendo con la tristeza a cuestas todos los días. ¿Crees que podrías estar en esta situación? Busca ayuda inmediatamente con un médico o un profesional de la salud mental. Mientras más pronto te diagnostiquen y recibas tratamiento para la depresión, más rápido podrás dejar atrás estos días de tristeza que parecen interminables y podrás recuperar la alegría y disfrutar la vida. La depresión es un trastorno que afecta al cuerpo, al estado de ánimo y a los pensamientos. Puede afectar o alterar radicalmente la alimentación, el sueño y la manera de pensar, pero no es lo mismo que sentir tristeza o estar decaído, ni tampoco es indicio de debilidad personal ni constituye un estado que pueda disiparse o modificarse a voluntad. Las personas que sufren una enfermedad depresiva o depresión no pueden simplemente "recobrar el ánimo" y reponerse. A menudo es necesario el tratamiento que, es incluso decisivo para la recuperación. Independientemente de lo que cause la depresión, hay cambios químicos en el organismo. Tipos de depresión Los tipos de depresión más comunes son la Depresión Clínica o Severa y la Depresión Crónica, también conocida como Distimia. Sin embargo, existen otros tipos de depresión que difieren de los más comunes en los síntomas y el tratamiento. Aquí haremos un recorrido por todos los tipos de depresión. Empecemos: Depresión Clínica o Severa El sentirse triste de vez en cuando es normal. Sin embargo, cuando esos sentimientos de tristeza interfieren en la vida diaria de una persona, impidiéndole desempeñarse bien en el trabajo, dormir bien, estudiar, comer, relacionarse con los demás y disfrutar de los simples placeres de la vida, estamos hablando de una Depresión Clínica o Severa. Si sufres de esta depresión, estos sentimientos de vacío y tristeza estarán contigo aunque quieras eliminarlos con toda tu voluntad. Por eso, es una enfermedad que requiere ayuda de un profesional. Es probable sufrir de Depresión Clínica una sola vez en la vida, aunque es más común que se repita a lo largo de los años y se vuelva algo recurrente. Una de las señales de la Depresión Clínica es la de tener un estado de ánimo muy bajo durante todo el día, en especial durante la mañana. Esto, por supuesto combinado con: • Falta de energía • Sentimientos de culpa y ansiedad

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Falta de concentración o dificultad para concentrarte Insomnio o dormir demasiado Falta de interés Pensamientos recurrentes sobre la muerte y el suicidio Pérdida o aumento de peso.

Estos síntomas deben estar presentes todos los días, mínimo durante dos semanas. Depresión Crónica o Distimia También conocida como “trastorno distímico” este tipo de depresión es un trastorno afectivo o del estado de ánimo que con frecuencia se parece a una forma de Depresión Clínica menos severa, pero más crónica. Esto quiere decir que dura mucho más tiempo: dos años o más. Es menos severa porque, a diferencia de la Depresión Clínica, no “incapacita” a la persona para funcionar en su vida cotidiana. Sin embargo, las personas que tienen Distimia también pueden experimentar, a veces, episodios de Depresión Clínica. Los síntoma de la Distimia son los mismos que los de Depresión Clínica aunque no tan severos y además, incluyen los siguientes: • • • • • • •

Tristeza constante y sentimientos de vacío Llanto excesivo Desesperanza y ansiedad Dificultad para conciliar el sueño Aislamiento social Dolores persistentes de cabeza, cólicos o problemas digestivos que no se curan aunque sean tratados Pensamientos sobre la muerte y el suicidio

Depresión Atípica A pesar de su nombre, este tipo de depresión es común, aunque no se diagnostica con frecuencia. La Depresión Atípica, a diferencia de la depresión severa, no tiene tantos síntomas. Sin embargo presenta otros que la hacen diferenciarse de los otros tipos de depresión. Entre los síntomas de la depresión atípica se encuentran: • • •

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Comer demasiado Dormir demasiado Tener reacciones intensas o extrema sensibilidad cuando se presenta el rechazo, lo cual causa problemas para relacionarse en un medio social o de trabajo Sensación de parálisis ante las situaciones de la vida Fatiga

Si tienes alguno de estos síntomas, el médico puede descartar al averiguar si se deben a un problema físico. Con exámenes de sangre, podrá evaluar si tienes problemas de la tiroides u otros desbalances hormonales, por ejemplo. De hecho cualquier depresión puede coexistir con otras enfermedades como el hipotiroidismo (cuando los

niveles de la hormona tiroidea están bajos), que incluye síntomas como la depresión, el cansancio y el aumento de peso, y vale la pena descartarlos. Depresión Bipolar o Maníaca El trastorno bipolar se caracteriza porque puedes experimentar, de manera abrupta, periodos de euforia (manía) seguidos de periodos de depresión. Durante los períodos de manía, una persona puede ser demasiado impulsiva y energética y puede incluso pasar por pretenciosa pues manifiesta una autoestima elevada. En la fase depresiva puedes sufrir de ansiedad, baja autoestima y pensamientos suicidas. Hay dos tipos principales de trastorno bipolar: el “trastorno bipolar I” en el cual las personas tienen un episodio de manía seguido de un periodo extenso de depresión. El “trastorno bipolar II” se caracteriza porque las personas presentan periodos de hipomanía (niveles elevados de energía e impulsividad que no son tan extremos como los síntomas de la manía). También existe una forma leve de trastorno bipolar, llamada ciclotimia, en donde se presentan las alteraciones del estado de ánimo pero de manera más leve. Tanto los hombres como las mujeres, por igual, puede sufrir esta condición que se inicia, por lo general, entre los 15 y los 25 años, y se cree que existen factores hereditarios. Los síntomas del trastorno bipolar son diferentes según la etapa: En la fase maníaca, que puede durar desde días hasta meses, se presenta hiperactividad, aumento en la energía asociada con la poca necesidad de sueño, falta de autocontrol, delirios de grandeza y un compromiso exagerado con las actividades que se han de llevar a cabo. También es posible encontrar comportamientos precipitados como gastar dinero, comer, beber o consumir drogas en exceso e incluso se puede alcanzar la promiscuidad sexual dado que no se miden los efectos de los comportamientos. Estos síntomas son más marcados en las personas que sufren de trastorno bipolar I. La fase depresiva de ambos tipos de trastorno bipolar involucra los síntomas recientemente mencionados con respecto a la depresión pero con una tendencia mucho más fuerte. El riesgo del abuso de alcohol o sustancias psicoactivas, así como el riesgo del suicidio son altos en las personas que sufren del trastorno bipolar. Depresión Post-parto El tener un bebé sin duda es un hecho muy significativo en la vida de una mujer. La catarata de emociones que se desata puede llevar a que la madre se sienta agobiada por la responsabilidad de traer una nueva vida al mundo. De la felicidad puedes pasar a la ansiedad y al miedo. Y también a la depresión. Por lo menos un 10% de las mujeres que acaban de dar a luz sufren de síntomas de depresión como cambios de ánimo, ansiedad, tristeza, irritabilidad, problemas de concentración y para conciliar el sueño, y ataques de llanto. Estos síntomas pueden

ser normales en las primeras semanas después del parto, debido a los grandes cambios hormonales que se presentan en la madre, pero cuando se agravan pueden resultar en: • • • • • • • • • •

Pérdida de apetito Insomnio Enojo e irritabilidad intensas Fatiga Pérdida de interés en el sexo Sentimientos de culpa o vergüenza Autoestima baja Dificultad para relacionarte con el bebé Pensamientos de hacerte daño o hacerle daño a tu bebé Alejarte de los amigos y la familia

Si es tu caso, debes pedir ayuda profesional inmediatamente para que te recomiende algún tratamiento para tu Depresión Post-Parto, que puede incluir terapia, medicamentos o terapia hormonal. Recuerda que debes buscar el apoyo de tu pareja, de tus familiares y amigos. Existe también la llamada Depresión Estacional, la cual ocurre cada año en la misma época. Por lo general empieza en el otoño o en el invierno y termina en la primavera o a principios del verano. Es mucho más intensa que la llamada tristeza del invierno. Los especialistas dicen que la causa de la Depresión Estacional puede ser la falta de la luz solar, pues se afecta el ritmo circadiano, es decir, el reloj interno del cuerpo que nos indica cuándo estar despiertos y cuándo dormir. Además, la falta de luz solar puede afectar un químico en el cerebro llamado serotonina, que afecta directamente el estado de ánimo. Causas de la depresión Los científicos aún están investigando una causa concreta de la depresión. Sin embargo, se sabe que contribuyen a la depresión una combinación de factores bioquímicos, genéticos y ambientales. •





Factores bioquímicos: Existen evidencias científicas que demuestran que las personas que sufren de depresión tienen cambios químicos en el cerebro. Además, los neurotransmisores que están ligados al estado de ánimo, también juegan un papel importante en la depresión, como los desajustes hormonales. Factores genéticos: Algunos estudios demuestran que la depresión es más común en las personas que tienen algún familiar que ha sufrido de esta condición. Las investigaciones apuntan a encontrar los genes responsables de la depresión. Factores ambientales: Se refiere a las situaciones o circunstancias de tu vida que pueden provocar tristeza y son difíciles de superar como la muerte de un ser querido, el divorcio, la pérdida del trabajo, alguna enfermedad crónica, el abuso físico, sexual o emocional; los problemas económicos y el estrés que todo esto causa.

Factores que incrementan el riesgo de sufrir de depresión Hay millones de personas en Estados Unidos que padecen de depresión. Esta condición afecta a las personas de todas las razas y niveles socio-económicos. Todos podemos sufrirla, pero estadísticamente el doble de las mujeres comparado con los hombres, son diagnosticadas con depresión cada año. Esto no necesariamente significa que los hombres no sufran tanto de depresión, sino indica más bien, el carácter femenino, que es más propenso a buscar ayuda y tratamiento cuando lo necesita. La depresión puede empezar a cualquier edad, pero las estadísticas demuestran que es más común alrededor de los 20 años, aunque hay niños que sufren de depresión. Existen ciertos factores que se han identificado como los que podrían causar o desencadenar la depresión: • • • • • • • •

Tener parientes o familiares que han sufrido de depresión Estar pasando o haber pasado por momentos difíciles como la muerte de un ser querido. Tener antecedentes familiares de suicidio. Tener una personalidad pesimista, autoestima baja y depender mucho de los demás. Usar y abusar del alcohol o la nicotina (como fumar) y de las drogas Tener enfermedades graves como el cáncer, VIH, Alzheimer o enfermedades cardiovasculares. Haber tenido un bebé recientemente (depresión post parto) Tener problemas económicos

¿Cuál es el tratamiento para la depresión? En la actualidad, existen varios tratamientos para la depresión. Los tres principales son: •





Medicamentos. Tu médico (especialmente el psiquiatra) te puede recetar medicamentos que ayudan a mejorar el estado de ánimo regulando algunos químicos en tu cerebro. Psicoterapia. Se trata de hablar con un profesional en salud mental, como un psiquiatra o psicólogo acerca de tus problemas. La psicoterapia es un tratamiento que, dependiendo de la severidad de la depresión, puede ir de la mano con los medicamentos. Sólo un médico (el psiquiatra) te puede recetar medicinas, pero el psicólogo puede darte la psicoterapia. Terapia electro convulsiva. Esta terapia de choques eléctricos, vale la pena aclarar, se usa para personas en las que los medicamentos y la psicoterapia no surten efecto y están en riesgo de quitarse la vida. Es para casos extremos.

También, existen tratamientos complementarios o alternativos para tratar la depresión como la acupuntura, el yoga, la meditación, los masajes y algunos suplementos como los que contienen Ácidos grasos Omega 3. La hierba de San Juan, conocida en inglés como St. John’s Wort, si bien no está aprobada por la FDA, es una alternativa para la depresión que se usa en Europa. Recuerda que antes de tomar

suplementos debes consultar con tu médico, puesto que pueden interferir con otros medicamentos que estés tomando. Antidepresivos: tipos y efectos secundarios Los medicamentos antidepresivos son una parte esencial del tratamiento para la depresión. Aunque no la curan, pueden ayudar a reducir y a controlar sus síntomas, y por lo mismo a que la persona se sienta mejor. ¿Cómo funcionan? Los antidepresivos actúan en tu cerebro aumentando la disponibilidad de las sustancias químicas (neurotransmisores) que ayudan al funcionamiento normal. Actualmente existen una gran variedad de opciones entre los antidepresivos y cada persona reacciona de diferente manera a ellos, los efectos secundarios también varían en cada persona. Por eso a veces toma un tiempo hasta que se encuentra el mejor antidepresivo y la dosis correcta para cada persona. Obviamente tu y tú médico juntos decidirán cuál es el más indicado y si es necesario cambiarlo. •

Los Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), son conocidos como SSRIs en inglés y son unos de los antidepresivos más nuevos. Aunque tienen menos efectos secundarios que los demás, de todos modos, en algunas personas, pueden causar algunos efectos secundarios, especialmente en dosis elevadas: disminución en el deseo sexual, dificultad para lograr un orgasmo, mareo, náuseas, dolor de cabeza, insomnio y nerviosismo. Los encuentras como: Celexa, Lexapro, Luvox, Prozac, Paxil y Zoloft.



A los Inhibidores de recaptación de serotonina y norepinefrina (IRSN), también se les conoce como SNRIs en inglés. En algunas personas los efectos secundarios descritos incluyen: visión borrosa, náuseas, cambios en el apetito, ansiedad, dolor de cabeza, resequedad en la boca, estreñimiento, fiebre y escalofrío. Además, pueden también aumentar tu frecuencia cardiaca. Los encuentras como: Effexor y Cymbalta.



Los Inhibidores de recaptación de norepinefrina y dopamina (IRND), se conocen en inglés como NDRIs. Los efectos secundarios más comunes descritos incluyen pérdida del apetito, pérdida de peso, ansiedad, insomnio, estreñimiento o diarrea, así como un aumento en la presión sanguínea. A diferencia de los otros, este tipo de antidepresivos generalmente no causa aumento de peso o problemas sexuales. Los encuentras como: Wellbutrin.



Los Inhibidores de recaptación y bloqueadores de receptores combinados tienen algunos efectos secundarios como somnolencia, resequedad en la boca, náusea y vértigo. Los encuentras como: Desyrel, Serzone (no debes tomarlo si tienes problemas con tu hígado), Maprotilina (no debes tomarlo si sufres de convulsiones), Remeron.



Los Tricíclicos existían antes que los ISRS y siguen siendo muy efectivos. Pero tienen más efectos secundarios y por eso no se usan tanto actualmente. Pueden provocar resequedad en la boca, fatiga y somnolencia, aumento de peso, visión borrosa, estreñimiento, retención de orina, problemas sexuales y mareos. Además, en algunos casos pueden afectar tu frecuencia cardiaca. Los

encuentras como: Sinequan, Anafranil, Adapin, Elavil, Norpramin, Tofranil, Aventyl, Pamelor, Vivactil. •

Los Inhibidores de monoaminooxidasa (IMAO), también conocidos como MAOIs en inglés, no son usados con tanta frecuencia pues provocan efectos secundarios graves, como dolores de cabeza, aumento de la frecuencia cardíaca, dolor de pecho, náuseas y vómito. Además, cuando los tomas, debes evitar ciertos tipos de alimentos y al tomar medicinas para el resfriado y la gripe, pues pueden tener reacciones peligrosas. Los encuentras como: Marplan, Nardil y Parnate.

Como te habrás dado cuenta, el escoger un antidepresivo no siempre es fácil. Con frecuencia se necesita probar más de uno bajo supervisión de tu médico, hasta que identifiquen el que sea más efectivo. ¿Se puede prevenir la depresión? No existe una forma definida de prevenir la depresión. No obstante, hay cosas que puedes hacer que pueden ayudar como controlar el estrés y la ansiedad a través de actividades relajantes o que disfrutes. Es importante también que te rodees de familiares y amigos y que al menor síntoma, empieces a atacar la depresión para ganarle la batalla. El estrés y la ansiedad que causan el ritmo de vida que vivimos en estos tiempos, contribuyen a la depresión. ¿Sabes de qué se tratan y cómo se controlan? Sigue leyendo.

ESTRÉS ¿Qué es el estrés? El estrés es una reacción natural de tu cuerpo frente a situaciones que te ponen bajo presión o peligro y que te preocupan. En esos momentos tu cuerpo y tu mente se ponen en estado de alerta y te ayudan a reaccionar rápidamente. Pero tan pronto pasa todo, el cuerpo vuelve a relajarse y la sensación de estrés se va. A diferencia de lo que muchos creen, el sentir estrés no es siempre malo. Además, ni viviendo en el Tíbet y meditando todo el día, lograrías escapar del estrés o evitar totalmente las situaciones estresantes, pues son una parte esencial de la vida. Por ejemplo, hay pocas cosas tan estresantes como la primera cita de amor, una entrevista de trabajo o llegar tarde por culpa del tráfico. Por eso el problema no es si te da o no estrés, el problema es qué tanto te da y si puedes manejarlo. El estrés en ciertas cantidades puede ser muy útil y puede darte una inyección de energía que te ayude a ganar un juego de fútbol, o activar tu sentido de supervivencia en condiciones de riesgo. Pero cuando la sensación de estrés no te abandona e incluso empeora después de terminada la situación estresante, puede traerte consecuencias negativas. Existen dos tipos de estrés: •

Estrés agudo: Es el estrés más común pues le da a casi todas las personas cuando enfrentan riesgos, amenazas, retos o miedos. El cuerpo reacciona inmediatamente y de forma intensa, y en algunos casos puede ser hasta emocionante, como cuando sientes la adrenalina en el cuerpo. Pero cuando este estrés es excesivo o no se maneja adecuadamente, puede llegar a agotarte.



Estrés crónico: Surge después de tener estrés agudo por mucho tiempo. En este caso ya no es necesario vivir situaciones fuertes para estresarse, ni hay reacciones inmediatas o llenas de emoción. Cuando tu estrés ha llegado a un estado crónico empiezas a no tolerar pequeñas situaciones cotidianas como el tráfico, el elevador dañado o una pequeña discusión en casa. Y aunque ya no reaccionas tan rápidamente, la sensación de estrés dura más tiempo y es más complicada, a veces ni siquiera entiendes qué es lo que sientes o porqué, pero lo sientes. Además, es más difícil cada vez encontrar soluciones a tus problemas.

En la medida en que aumenta la sensación de estrés, los efectos sobre tu cuerpo incrementan y lo que empezó como un dolor de cabeza, puede terminar en una reducción de tus defensas o en enfermedades cardíacas. Pero además, también se afectan tus emociones y tus comportamientos. Lo bueno es que el estrés se puede manejar. Existen muchos métodos para que puedas aprender a controlarlo, antes de que él te controle a ti. Sólo necesitas ponerle voluntad y… ¡Dejar el estrés!

¿Cuáles son las causas del estrés? Las causas del estrés son diferentes para cada persona. Unos se estresan por el tráfico de la ciudad, otros porque no encuentran trabajo, e incluso hay quienes se estresan por asuntos tan cotidianos y sencillos como que el perro mordió el mueble nuevo. Además, lo que estresa a los demás, no siempre es lo mismo que te estresa a ti. Y tú, ¿sabes qué te estresa? El responder esa pregunta es una de las claves para poder manejar tu estrés. Tomate el tiempo para identificar las situaciones que comúnmente te estresan. Así puedes evitarlas cuando se repiten o prepararte para que no te afecten tanto. Una forma clara de diferenciar las causas de tu estrés, es separando las que son externas de las que son internas, pues se previenen o controlan de diferente forma. •

Causas externas. Son situaciones que te ocurren, que no siempre las generas tú y que se te pueden escapar de las manos. Algunas causas externas pueden ser: momentos importantes en tu vida que pueden ser positivos como tu matrimonio, o negativos como la muerte de alguien cercano; cambios inesperados como un gasto no planificado; incomodidad con el ambiente de tu barrio o de tu casa; problemas con tu familia, con tus amigos, con el trabajo o con tu situación económica.



Causas internas. El estrés no siempre viene de afuera. Algunas veces viene de adentro, de nuestras emociones y pensamientos. Algunas causas internas pueden ser: experiencias traumáticas en tu vida que no han sido superadas; problemas emocionales como el negativismo, el miedo o la autoestima baja; la espera ansiosa de algo; las grandes expectativas personales como ser perfeccionista o demasiado controlador; y la crisis de tu percepción acerca del mundo o de tus valores.

Aunque suene raro, algunas veces las causas del estrés no son las que te causan el estrés. Es decir, muchas veces son tus propias condiciones las que te hacen más propenso a no poder controlar las situaciones estresantes cuando se te presentan. Esto te sucede por ejemplo cuando no tienes apoyo de un grupo social como tu familia o tus amigos, te encuentras solo y te sientes solo. También puede suceder cuando no has comido bien, has dormido poco o estás físicamente agotado como para enfrentarte a presiones adicionales. Incluso, puedes tener predisposición genética al estrés. En esos casos, cuando te enfrentas a una situación estresante, por pequeña que ésta sea, ya te encuentras al borde y tu nivel de estrés se dispara más de lo normal. Además, hay ciertas etapas en la vida que naturalmente te pueden generar más estrés que otras pues son etapas de cambios fuertes, como la adolescencia o el inicio de la adultez. Algunas veces puedes tener claro cuáles son las causas de tu estrés. Pero no siempre sucede así. Si tienes problemas para identificar claramente las situaciones que te estresan, haz el ejercicio de escribir en una libreta cuando te sientes estresado y qué haces para manejarlo. Así, con el tiempo, puedes ir aprendiendo de ti mismo y de tus reacciones.

Efectos del estrés en tu cuerpo Si te gusta la intensidad y sentir la adrenalina en el cuerpo, te gustará sentir un poquito de estrés de vez en cuando. El estrés, cuando no dura mucho, te llena de energía y de emoción, y te sientes listo para dar la pelea. Pero cuando el estrés dura más de lo necesario, te empiezas a cansar de sentirte todo el tiempo en actitud de batalla y los efectos en tu cuerpo pueden ser muy peligrosos. “Luchar o huir”, así se llama la reacción más común del cuerpo frente a una situación estresante. El cuerpo está diseñado para que cuando percibe una amenaza o un riesgo, se prepare para, literalmente, luchar o huir del peligro. ¿Cómo se prepara el cuerpo? El hipotálamo, una pequeña glándula en tu cerebro, activa una alarma que combina señales nerviosas y hormonales. Por un lado, los circuitos nerviosos se encargan de aumentar tu sensación de alerta, de enfocar tu atención, reducir la sensación de dolor, te controlan el hambre, el sueño y hasta los deseos sexuales. Por otro lado, tus glándulas suprarrenales reciben la orden de liberar hormonas: Cortisol y Adrenalina. El Cortisol, que es la hormona del estrés, agudiza tu sistema inmunológico y aumenta la cantidad de combustible en la sangre (carbohidratos, glucosa y grasas) que es necesario para reaccionar al estrés. La Adrenalina aumenta los latidos del corazón, eleva la presión de la sangre y aumenta la producción y la utilización de la energía. La reacción del cuerpo al estrés de corto plazo te beneficia pues mantiene el balance interno o la autorregulación del cuerpo (homeostasis, el balance), además que fortalece el Sistema Nervioso Simpático (SNS). Incluso, se dice que la sensación del estrés puede ser emocionante, por eso hay muchos “fanáticos de la adrenalina”. Esto se debe a que durante este proceso se genera una sensación de bienestar físico al concentrar toda la energía del cuerpo en estar listo para actuar rápidamente. Generalmente esta reacción se regula automáticamente. Cuando el cuerpo deja de percibir una amenaza, la alarma se desactiva, el cuerpo se relaja, deja de generar el exceso de hormonas, tu corazón vuelve a latir normalmente, etc. Pero cuando tu cuerpo está permanentemente enfrentando situaciones estresantes, la alarma permanece activa y tu cuerpo funciona todo el tiempo en estado de alerta. Imagínatelo, es como si te prepararas para una pelea pero nunca pasa nada, finalmente tu cuerpo termina acumulando energía y trabajando innecesariamente, y eso hace que te pongas tenso, ansioso o preocupado. Además, el estrés prolongado tampoco te beneficia pues la activación nerviosa constante y la sobreproducción hormonal desgasta y deteriora el cuerpo, y puede generar varios problemas de salud: • • • • •

Debilitamiento del Sistema Inmunológico, que aumenta tu vulnerabilidad a las infecciones Enfermedades cardíacas Problemas digestivos Problemas para dormir Depresión o ansiedad



Obesidad

El estrés también puede ocasionarte que otras enfermedades o síntomas se agraven como el cáncer, la diabetes o las enfermedades de los pulmones. Además, puedes adoptar comportamientos compulsivos como el uso de drogas, el abuso del alcohol o el cigarrillo, y comer más de lo necesario. Estos comportamientos no sólo no te alivian el estrés, sino que además te meten en un círculo vicioso que cuesta trabajo romper. Por eso hay que tener cuidado con la sensación del estrés en el cuerpo, porque un poco puede hacerte bien, pero en exceso puede hacerte daño. ¿Cómo puedes saber si estás muy estresado? Identifica los síntomas No hay nada más molesto a que te digan: “¡Cálmate que estás nervioso!” o “¡Cálmate que estás estresado!”. Sin embargo, la mayoría de las veces quien te lo dice tiene la razón. ¿Por qué? El estrés no sólo te afecta físicamente, también te cambia el estado de ánimo y tu manera de actuar. Por eso, mientras tú estás preocupado con tus problemas y no puedes darte cuenta por ti mismo, los que comparten el día a día contigo notan fácilmente cuándo estás actuando de forma diferente. Uno de los pasos más importantes para evitar o controlar el estrés es identificarlo a tiempo. El problema es que los síntomas del estrés son muy variados, y cada persona lo manifiesta diferente. Además, muchos síntomas, especialmente los físicos, suelen confundirse con otras enfermedades, como sucede con el dolor de cabeza o el malestar estomacal. Por eso es importante conocer cuáles son los diferentes síntomas del estrés y empezar a darte cuenta cómo se manifiesta en ti. Cuando tienes estrés agudo, la aparición de los síntomas depende de la intensidad del estrés, aunque generalmente el cuerpo tiende a recuperarse mucho más rápido y los síntomas no duran mucho. Cuando tienes estrés crónico (por acumulación de situaciones estresantes o de mucho tiempo con estrés), los síntomas suelen ser un poco más fuertes y más duraderos. Síntomas físicos • Dolor de cabeza o migraña • Mareos • Indigestión, acidez o malestar estomacal • Estreñimiento o Diarrea • Tensión en los músculos de la espalda, los hombros y el cuello • Fatiga • Presión alta (hipertensión) • Falta de aire • Taquicardia • Apretar las mandíbulas y rechinar dientes constantemente • Sudar excesivamente • Problemas para dormir

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Pérdida o aumento de peso Problemas sexuales Erupciones en la piel, acné o eczemas

Síntomas mentales y emocionales • Ansiedad • Intranquilidad, desasosiego • Preocupación y nerviosismo • Irritabilidad, mal genio o enojo constantes y muchas veces frente a situaciones cotidianas o poco relevantes • Depresión • Frustración, insatisfacción • Cambios de ánimo frecuentes y sin explicación • Tristeza • Confusión • Inseguridad • Agotamiento • Olvidos frecuentes • Resentimiento y culpa • Pensamientos negativos • Problemas de concentración en el trabajo o el estudio Síntomas en tu comportamiento • Aislamiento • Desórdenes al comer: comer más o menos de lo necesario • Aumento en el consumo de alcohol, cigarrillo o drogas • Explosiones de mal genio • Problemas para relacionarse con otros • Culpar a otros No todos los síntomas te pueden dar a ti, ni aparecerán al mismo tiempo pues no hay cuerpo que lo resista. Aprende a reconocer cuáles son tus síntomas más frecuentes cuando estás estresado. Y aprovecha cuando tu familia, tu pareja o tus amigos te advierten sobre tu estrés, pues te están ayudando a identificarlo a tiempo. Claves para manejar el estrés Hay situaciones estresantes de la vida que puedes eliminar fácilmente. Por ejemplo, si tu vecina te estresa, ¡evítala y listo! Pero hay otras situaciones con las que tienes que convivir aunque no quieras, como las primeras fiestas nocturnas de tu hija adolescente o la entrega del informe de fin de mes para tu jefe. ¿Qué puedes hacer para que no te estresen tanto? Para empezar, es importante que identifiques cuáles son las situaciones que te estresan y porqué. Una vez identificadas, puedes empezar a pensar cuál es la mejor forma de manejarlas.

Haz tus días menos complicados • Establece prioridades: No pretendas hacer demasiadas cosas a la vez. Dedícate a las más importantes y aplaza o cancela las demás según su importancia • Cambia hábitos cotidianos: Sal más temprano para evitar el tráfico de la mañana, no vayas a hacer compras el día que hay filas, etc. • Aplaza o delega: Si sientes que no podrás cumplir con la fecha límite de un informe o que tienes demasiado trabajo, no esperes hasta el último momento, aplázalo o delega a otros • Maneja tu tiempo: Si tienes muchas cosas por hacer, organízalas por horario. El hacer tareas similares al mismo tiempo ayuda a agilizar • Aprende a decir que no • Prepárate: Si ya sabes que viene un momento estresante, no esperes hasta el último momento para decidir qué vas a hacer • Sé realista: Ponte metas que puedes cumplir Cuida tu mente y tus emociones • No te preocupes por los problemas que no puedes solucionar • Evita a las personas que te molestan o te irritan • Mejora tus relaciones: Si tienes un problema con tu jefe, tus compañeros de trabajo o tu pareja, no te quedes callado. Habla con ellos y trata de solucionar el problema o encuentra formas para relajar la relación. • Exprésate: Habla con alguien de confianza sobre tus sentimientos frente a un problema, te aliviará • Busca el lado positivo: Evita los pensamientos negativos como “yo no puedo con esto” y piensa “¿porqué no voy a poder?” • Ríete: La risa libera endorfinas que te ayudan a sentirte mejor y a mantener una actitud positiva Trátate bien • Relájate: Cuando sientas el estrés en tu cuerpo, para y relájate por 5 minutos, así podrás recargar energía para continuar o pensar mejor cómo solucionar un problema • Come saludablemente y duerme bien. Ambos son importantísimos para que tu cuerpo no esté agotado y pueda enfrentar situaciones de presión • Descansa: Reserva unos minutos al día para descansar la mente y el cuerpo, y renovar tu energía • Aprende algunas técnicas de relajación • Desarrolla un interés, una pasión, una afición Poco a poco irás encontrando las formas que más te sirven para manejar el estrés. Así que ponte manos a la obra, tu cuerpo y tu mente se beneficiarán. Estrategias para aliviar el estrés Existen muchas formas de aliviar o reducir la tensión del cuerpo y de la mente generada por el estrés. Si aún no has encontrado una buena estrategia que te ayude a reducir el estrés de tu vida diaria, en Vida y Salud te sugerimos algunas opciones.

Ejercicio Desde correr o montar bicicleta, hasta hacer una pequeña caminata por el parque, cualquier actividad física te ayuda a aliviar el estrés. ¿Cómo lo hace? Físicamente, el ejercicio te ayuda a liberar la energía acumulada y la tensión de los músculos. Además reduce la producción de las hormonas del estrés y aumenta la producción de endorfinas que generan sensación de bienestar. Mentalmente, el concentrar tu atención en una actividad alivia tu mente pues te distrae de las tensiones diarias. Incluso se dice que te levanta el ánimo y reduce la ansiedad, y puede servir para subir tu autoestima al sentir control de tu cuerpo. Técnicas de relajación Al relajarte liberas la tensión de los músculos, tu corazón deja de estar tan acelerado y de bombear tanta sangre, respiras más tranquilo y descansas la mente, justo lo que necesitas para no padecer de estrés. Además, se ha comprobado que muchas técnicas de relajación también tienen efectos positivos en la salud. Y lo bueno es que las puedes hacer por ti mismo: •

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Meditación: te concentras en pensamientos específicos que te relajen, y lo puedes hacer sin moverte o durante una actividad física de baja intensidad como mientras caminas, al hacer estiramiento o yoga Estiramiento: estiras los diferentes músculos del cuerpo para aliviar tensiones Biorretroalimentación: desarrollas habilidades para controlar ciertas partes del cuerpo como la tensión de los músculos o la temperatura corporal Respiración: te concentras en respirar de forma lenta y profunda Música: concentras tu mente en escuchar música tranquila que te inspire

Yoga & Tai Chi Tanto el Yoga como el Tai Chi combinan técnicas de respiración, meditación y estiramiento. Se ha comprobado que son muy efectivos para aliviar el estrés pues concentran tu atención en relajarte y calmarte mientras haces movimientos pausados, con el fin de crear una armonía entre la mente y el cuerpo. Masajes Existen varios tipos de masajes, desde los terapéuticos hasta los simplemente relajantes. Todos ayudan a aliviar la tensión y el dolor de los músculos, reduciendo el estrés y la ansiedad. Psicoterapia Cuando no puedes manejar el estrés por ti mismo, necesitas el consejo o la asesoría de un especialista que te ayude a identificar las causas y los efectos de tu estrés, y la forma más adecuada de manejarlo. Puede hacerse individualmente, de pareja, familiar o en grupo. Medicamentos En algunos casos los médicos o los psiquiatras recomiendan medicamentos para reducir algunos síntomas del estrés: la ansiedad, la depresión o el insomnio. También se pueden usar medicamentos que sirven como relajantes musculares cuando la tensión afecta el movimiento.

¿ANSIEDAD O TRASTORNO DE ANSIEDAD? Todos hemos sentido ansiedad alguna vez. Es una reacción normal del estrés, te ayuda a concentrarte mejor y a canalizar tu energía en solucionar un problema. Cuando lo hayas logrado, normalmente la ansiedad y el estrés se van y tu vida sigue como antes. Pero si sientes ansiedad persistente y/o excesiva, puede convertirse en un trastorno de ansiedad. Estos trastornos suceden cuando te sientes preocupado, irritado o asustado constantemente y a veces no sabes cómo manejar esos sentimientos o se te escapan de las manos. Además, la mayoría de las veces no sabes ni siquiera porqué te sientes así. ¿Cómo puedes saber si lo que tienes es simple ansiedad o es un trastorno? Es muy difícil saber exactamente qué es lo que origina los trastornos de ansiedad, pero son más comunes de lo que nos imaginamos. En algunos casos puedes heredarlo de tus familiares; en otros, puede ser una consecuencia de mucho estrés, de una enfermedad o un problema mental diferente; otras veces suceden cuando tienes experiencias traumáticas en la vida; y en algunos casos puede resultar por abusar de alguna sustancia (cafeína, nicotina, cocaína, anfetaminas) o puede ser un efecto secundario de un medicamento (medicinas para la gripe, descongestionantes, broncodilatadores para el asma, dosis elevadas de medicamentos para la tiroides). Algunas personas incluso han llegado a pensar que el tener miedo y angustia es parte de su personalidad, pues nunca han dejado de estar ansiosos. Si no sabes la causa, lo que sí puedes hacer es identificar los síntomas a tiempo. La ansiedad te genera síntomas tanto físicos como psicológicos, y cuando tienes un trastorno esos síntomas duran más tiempo y se sienten con mayor intensidad. Cuando estás ansioso puedes sentir mareo, temblores, vértigo, agotamiento, falta de aire, tensión en los músculos, dolor de cabeza, taquicardia y sudor en las manos. Emocionalmente, la ansiedad te impide relacionarte bien con los demás, pues estás siempre irritable y con mal genio, sientes un desasosiego que no te deja tranquilo, tienes problemas para dormir y puedes llegar a comportarte de forma extraña y obsesiva. Pero todo depende de cuál sea el Trastorno de Ansiedad que tengas: • Trastorno de Ansiedad Generalizado • Trastorno de Estrés Post-Traumático • Trastorno de Pánico • Trastorno Obsesivo-Compulsivo • Fobias ¿Para qué seguir viviendo como en una película de terror? Si sientes que el miedo y la irritabilidad no te dejan tranquilo, recupera tu tranquilidad. Visita a tu médico a un profesional calificado para que él o ella identifique el tipo de trastorno que tienes y que te indique el tratamiento que necesitas.

TRASTORNO DE ANSIEDAD GENERALIZADO (TAG) ¿Qué es? El preocuparse o ponerse ansioso de vez en cuando es parte normal de la vida. Pero si sientes mucha ansiedad sin motivo alguno y te preocupas demasiado por las cosas más comunes de la vida diaria, puede ser que tus niveles de ansiedad estén fuera de lo normal y que tengas un Trastorno de Ansiedad Generalizado (TAG). El TAG es uno de los trastornos de ansiedad más comunes en Estados Unidos. En la mayoría de los casos la ansiedad se dispara por motivos tan irrelevantes como no saber cómo vestirte para una fiesta o qué preparar para la cena. Pierdes la capacidad de evaluar los problemas de acuerdo con la realidad y tiendes a sobre reaccionar. Quienes sufren el Trastorno de Ansiedad Generalizado reconocen que muchas veces no hay suficientes motivos para sentirse tan ansiosos pero simplemente no lo pueden evitar, y a veces pueden llegar a perder el control como hasta para preocuparse de forma exagerada por las cosas que podrían pasar en el futuro. El Trastorno de Ansiedad Generalizado realmente puede “trastornar” tu vida diaria tanto en la casa como en el trabajo, en el estudio o en tu vida social. Pero lo bueno es que es que se puede tratar y curar. Síntomas El síntoma principal del Trastorno de Ansiedad Generalizado es una constante sensación de miedo y ansiedad que está fuera de lo normal y que muchas veces no puedes ni explicar ni controlar. No debemos confundirlo con otros trastornos de ansiedad. Cuando tienes TAG no sientes, por ejemplo, terror o pánico, ni te comportas de forma obsesiva. ¿Cómo sabes si tienes TAG? Debes haber tenido mínimo tres de los siguientes síntomas por más de 6 meses: • Dificultad para analizar problemas y encontrar soluciones • Dificultad para concentrarte • Nerviosismo • Inseguridad • Impaciencia • Irritabilidad • Problemas para dormir También puedes tener algunos síntomas físicos como: • Tensión y dolor muscular • Malestar estomacal o diarrea • Cansancio • Mareo y/o náuseas • Dolor de cabeza • Dificultad para tragar

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Sudar excesivamente Temblores Falta de aire

Si padeces de TAG, también puedes tener otros trastornos o enfermedades como depresión, e incluso puedes caer en el abuso de drogas y del alcohol. Causas Las causas del Trastorno de Ansiedad Generalizado no están completamente identificadas pues casi siempre se debe a una mezcla de factores genéticos, condiciones físicas y asuntos personales. Las investigaciones han concluido que el riesgo de tener el TAG aumenta cuando alguien en la familia lo ha sufrido anteriormente. Además, existe la posibilidad de que este trastorno se genere por un desbalance en los neurotransmisores del cerebro que comunican a las células nerviosas. Finalmente, las experiencias personales son definitivas para aumentar el riesgo de sufrir el TAG. El haber sufrido un gran trauma durante la infancia, o el estar muy estresado por un problema con serias consecuencias como una enfermedad grave, un divorcio, la pérdida del trabajo o los problemas financieros, pueden favorecer que te de este tipo de trastorno. Prevención y manejo El TAG es muy difícil de prevenir debido a que sus causas no son definidas. Pero lo que sí puedes hacer es evitar que la ansiedad que sientes por algunos problemas aumente hasta que se convierta en un Trastorno. Para eso puedes ayudarte tratando de buscar soluciones a los problemas que te preocupan como empezar la búsqueda de trabajo cuando estás por perder el que tienes, o aclarar tus cuentas cuando estás preocupado por tus problemas financieros. Cuando las soluciones a los problemas no dependen de ti, puedes ayudarte a aliviar la ansiedad a través del ejercicio, las técnicas de relajación, la yoga y la meditación, entre otros. Si definitivamente sientes que no puedes controlar tu ansiedad, ni tu sensación de miedo continuo por ti mismo, consulta con un médico o pide consejo a un psicólogo o psiquiatra, quienes te pueden recomendar el tratamiento adecuado para ti. TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO (TOC) ¿Qué es? Todos tenemos pequeñas obsesiones diarias. Algunos evitan pisar las líneas de las aceras, otros hacen hasta lo imposible por tener el piso impecable y resplandeciente, y hay quienes organizan hasta el cansancio los libros en su biblioteca en un orden

específico y se enojan cuando alguien los mueve de lugar. Pero son obsesiones con las que podemos vivir sin afectar significativamente nuestra vida o la de los demás. Sin embargo, si alguna vez te has sentido como Jack Nicholson en la película “As good as it gets”, y tus obsesiones están llegando a niveles que están fuera de lo normal como lavarte las manos más de lo necesario hasta que te duelen, limpiar excesivamente todo lo que te rodea o comer todos los días lo mismo, en el mismo lugar y a la misma hora, entonces es muy probable que tengas un Trastorno ObsesivoCompulsivo (TOC). Éste es un tipo de Trastorno de Ansiedad que se caracteriza por pensamientos recurrentes (obsesiones) que te generan ansiedad, aunque muchas veces no tengan ningún sentido, y te llevan a comportarte de forma repetitiva (compulsiones) para calmarte. Las Obsesiones o pensamientos repetitivos son ideas o imágenes que llegan a tu mente recurrentemente sin que tú las generes o puedas evitarlas. Algunas veces estos pensamientos pueden ser sobre cosas cotidianas como que temes que la estufa se quede encendida o que una comida esté contaminada, hasta pensamientos catastróficos como accidentes en tu auto o agresivos como que te imaginas gritándole a alguien o haciéndole daño. Los Comportamientos Compulsivos son cosas que haces repetitivamente o rutinas que creas para calmar la ansiedad que te generan las obsesiones. Así por ejemplo revisarás la estufa varias veces para asegurarte que está apagada o harás rutinas especiales cuando conduces para evitar accidentes. El problema es que los comportamientos compulsivos nunca logran eliminar tus obsesiones, sólo calmarlas por un rato haciendo que los pensamientos regresen y necesites volver a realizar tu rutina para tranquilizarte, creando así un ciclo que no parece tener fin. El problema de caer en este ciclo es que cada vez necesitas hacerlo más frecuentemente y dedicarle más tiempo, hasta que te empieza a afectar la vida diaria. Las personas que sufren de este trastorno saben que sus obsesiones y compulsiones son excesivas y que no tienen mucho sentido, pero no pueden controlarlas o evitarlas, por más que traten de ignorarlas. Si sufres del TOC, seguramente te sentirás avergonzado y harás todo lo posible para que nadie se de cuenta de lo que te pasa. Pero lo cierto es que entre más rápido busques ayuda, mejor. El Trastorno Obsesivo-Compulsivo sólo puede mejorar con el tratamiento adecuado. Síntomas El Trastorno Obsesivo-Compulsivo combina los síntomas de las obsesiones con los síntomas del comportamiento compulsivo. Los síntomas son diferentes para cada persona, aunque hay algunos que son más comunes. Obsesiones: • Contaminación: tienes miedo a que las cosas estén sucias o contaminadas

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Comportamientos en público: tienes miedo a cometer errores, a comportarte de forma inadecuada o a pasar vergüenza Inseguridad: dudas repetitivamente y necesitas aprobación constante para calmarte Agresividad: tienes pensamientos recurrentes en los que eres agresivo con otros y temes hacerle daño a alguien cercano a ti Pensamientos impropios: tienes pensamientos sexuales o religiosos y les temes Orden: necesitas que todo a tu alrededor esté ordenado de una forma específica

Compulsiones: • Higiene: lavarte las manos o bañarte repetitivamente, algunas veces hasta el punto que te causas problemas en la piel; evitar tocar las cosas que otros han tocado; limpiar constantemente todo lo que está a tu alrededor como la silla en la que te sientas o la mesa en que trabajas. • Revisar: revisas insistentemente las cosas que te generan inseguridad, como que le puerta esté bien cerrada o que tu celular esté prendido para recibir llamadas urgentes. • Contar: ya sea en tu mente o en voz alta, cuentas las cosas que haces como cuando subes los escalones hasta tu casa o haces las cosas en números exactos como peinarte siempre tres veces antes de salir • Orden: constantemente estás ordenando algo hasta la perfección, como tu colección de banderines o los cuadros en la pared • Rituales: creas rituales que debes repetir con exactitud todos los días, como vestirte siempre en el mismo orden o caminar siempre por las mismas calles antes de llegar a tu trabajo Aunque algunos síntomas puedan sonar conocidos y divertidos, cuando son excesivos realmente pueden afectar tu vida ya sea porque te toman mucho tiempo o porque te pueden generar problemas físicos. Sin embargo, los síntomas pueden mejorar con el tiempo si se recibe tratamiento, y algunos pueden llegar a desparecer por completo o a ser muy leves. Causas El Trastorno Obsesivo-Compulsivo se presenta tanto en los niños como en los adultos, pero suele aparecer más frecuentemente entre los más jóvenes. Sin embargo, cuando los niños tienen esta enfermedad, ellos mismos no se dan cuenta que están actuando diferente y generalmente los padres la confunden con problemas de comportamiento. Como sucede con la mayoría de los Trastornos de Ansiedad, las causas exactas son desconocidas, y aunque hay varias teorías al respecto, no están del todo confirmadas. Por ahora lo más sensato es estar atento a algunos factores de riesgo que pueden aumentar las posibilidades de tener un Trastorno Obsesivo-Compulsivo. Estos factores pueden ser genéticos, físicos o personales, y muchas veces se presentan simultáneamente.

Algunas investigaciones han encontrado que el Trastorno Obsesivo-Compulsivo se puede deber a que tu cerebro tiene niveles bajos de Serotonina, que es uno de los neurotransmisores del cerebro encargados de la comunicación entre las neuronas. Esta falta de Serotonina, además, puede heredarse genéticamente a través de la familia. También se ha encontrado que la infección causada por la bacteria Estreptococo, si no es tratada a tiempo, puede causar TOC en los niños. Pero además, hay factores personales que aumentan los riesgos de padecer del TOC, como estar atravesando cambios radicales en el estilo de vida, la enfermedad o muerte de alguien cercano, o haber sido víctima de abuso tanto físico como sexual. Prevención El Trastorno Obsesivo-Compulsivo no se puede prevenir ni se cura solo. Es necesario recibir tratamiento lo más temprano posible para evitar que empeore. TRASTORNO DE PÁNICO ¿Qué es? Si juzgáramos por lo que la gente dice, los ataques de pánico son tan normales como reír o llorar. Es común escuchar “ví a Ricky Martin y me dio un ataque de pánico” o “casi le da un ataque de pánico cuando vio la cuenta del restaurante”, entre otras expresiones. Si realmente supieran qué es un ataque de pánico, muchos dejarían de mencionarlo tan a la ligera. Un ataque de pánico es una experiencia realmente espantosa. De un momento a otro sientes ansiedad, miedo y nerviosismo intensos, que te descontrolan, te aceleran el corazón y sientes que puedes hasta perder la razón. Además, te pueden dar a cualquier hora y en cualquier lugar, y casi siempre puedes no sentirte bien por días o semanas después. Se dice que incluso aquellas personas que consideramos completamente saludables tanto física como emocionalmente pueden llegar a tener un ataque de pánico alguna vez en su vida. Sin embargo, generalmente nadie tiene más de uno o dos ataques de pánico en toda su vida, pues si fuesen frecuentes, estaríamos hablando de un problema muy grave: un Trastorno de Pánico. Este tipo de Trastorno de Ansiedad se da cuando tienes ataques de pánico frecuentemente y ya no encuentras nada que los justifique, no sabes porqué te dan. Además, tienes tanto miedo de que se repitan, que empiezan a afectar tu vida diaria. El Trastorno de Pánico no es un juego, así como tampoco lo son los ataques de pánico. Pero la buena noticia es que ambos pueden reducirse y desaparecer totalmente con tratamiento.

Síntomas Es normal sentir miedo o ansiedad frente a situaciones estresantes cotidianas. Los ataques de pánico son una respuesta desproporcionada a esas situaciones, como si fueran más graves de lo que realmente son. Muchas veces incluso no existe ninguna situación estresante, pero el cuerpo simplemente reacciona como si hubiera alguna. Cuando tienes un ataque de pánico, el miedo y la ansiedad que aparecen de un momento a otro, pueden ir acompañados de algunos de estos síntomas: • Sensación de que te vas a morir o que te va a dar un ataque cardíaco • Sensación de parálisis • Miedo a perder el control de ti mismo y de enloquecer • Respiración acelerada • Problemas para respirar, sientes que te asfixias • Taquicardia o palpitaciones • Sofoco o escalofrío (alguna de las dos) • Dolor en el pecho • Mareo y/o náusea • Sudar excesivamente • Temblor Cuando los síntomas son muy fuertes, puedes creer que te está dando un ataque al corazón. Es muy común y la mayoría de las personas descubren que tienen ataques de pánico cuando acuden a la sala de emergencias creyendo que tienen un ataque cardíaco. Un ataque de pánico generalmente dura entre 15 y 30 minutos, pero puedes seguir sintiendo algunos efectos después de que haya terminado. La frecuencia con que se repiten depende de cada persona. Algunas personas pueden tenerlos cada semana, mientras que otras personas pueden dejar de tener ataques por varias semanas o meses. No todas las personas que padecen de ataques de pánico, tienen un Trastorno de Pánico. Además, los ataques de pánico pueden darse en otro tipo de trastorno de ansiedad, pero en esos casos surgen por una causa específica. Para diagnosticarte un Trastorno de Pánico, debes haber tenido mínimo dos ataques de pánico consecutivos que sucedieron inesperadamente y sin explicación alguna, temes que te vuelvan a suceder y haces todo lo posible por evitarlos. Un Trastorno de Pánico puede afectar seriamente tu vida y la de quienes te rodean, pues los ataques son tan temibles que tanto tú como tus familiares y tus amigos cercanos tienen pavor de que te vuelvan a suceder. El miedo de que se repitan puede llegar incluso a que intentes evitar lugares o situaciones que te pueden ocasionar otro ataque, a desarrollar Fobias, y en el peor de los casos no te vas a sentir capaz de salir de casa.

Causas Las causas del Trastorno de Pánico son aún desconocidas. Los síntomas empiezan a aparecer alrededor de los 25 años, aunque hay niños que también los padecen pero no se les diagnostica el trastorno hasta que son mayores. Las mujeres son más propensas a tenerlo que los hombres. La mayoría de las personas no sufren más de dos ataques de pánico en toda su vida, y generalmente se deben a situaciones de mucho estrés, como estar pasando por cambios drásticos en la vida, estar en una situación traumática o la muerte de alguien cercano. Sin embargo, también pueden influir factores genéticos, pues eres mucho más propenso a sufrir ataques o a tener un trastorno de pánico cuando existen antecedentes en otros miembros de tu familia. Prevención y tratamiento. No hay una forma de prevenir los ataques de pánico, ya que sus causas pueden en el caso del Trastorno de Pánico se desconocen. Si es un ataque de pánico ante una situación estresante de la vida, es de gran utilidad aprender técnicas de respiración y de relajación. El cuidar de tu salud y bienestar al comer bien, descansar lo suficiente y hacer ejercicio, también ayudan a reducir la frecuencia y la gravedad de los ataques, si es que tiendes a responder así. Además, es recomendable que evites tomar sustancias estimulantes como la cafeína y la cocaína, y que reduzcas el consumo de alcohol. De todos modos, tan pronto sufras el primer ataque de pánico o sientas los síntomas de un trastorno de pánico, debes consultar a tu médico o a un profesional calificado de inmediato. Si no recibes tratamiento, los ataques de pánico pueden empeorar a vez. En el caso del Trastorno de Pánico, existen varios medicamentos muy efectivos que previenen los ataques de pánico que como sabes, pueden aparecer en el momento menos esperado. Debes tomar en consideración que a veces toma un par de semanas antes de que empiecen a hacer efecto, pero no tienes por qué vivir con ellos. TRASTORNO POR ESTRÉS POST-TRAUMÁTICO (TEPT) ¿Qué es? Es un trastorno de ansiedad que desarrollan algunas personas después de haber vivido o de haber visto una situación extremadamente traumática, como una guerra, un desastre natural o un abuso sexual. En esa situación, la persona siente una amenaza de salir gravemente herido o de morir, y la sensación de miedo e impotencia es intensa. Es normal que quienes pasen por situaciones traumáticas sufran un impacto y tarden algunas semanas o meses en asimilarlas, pero generalmente lo pueden lograr sin mayores problemas.

Cuando los efectos duran más de un mes y la persona tiene dificultades para olvidar lo sucedido, aceptarlo y adaptarse a la vida que continúa, probablemente sufre de un Trastorno por Estrés Post-Traumático (TEPT). En estos casos es necesario buscar ayuda y recibir tratamiento antes de que los síntomas empeoren. Síntomas Los síntomas del Trastorno por Estrés Post-Traumático se pueden presentar inmediatamente después de la experiencia o algunos meses o años después. Todo depende de la persona, de la gravedad del trastorno y de su reacción ante la situación traumática. Quienes sufren de TEPT presentan algunos de los siguientes síntomas mentales y cambios en su comportamiento que afectan seriamente su vida diaria: •

Revivir: Tienden a revivir el momento traumático una y otra vez, a través de recuerdos, pesadillas, alucinaciones o actividades relacionadas como el aniversario o visitar el lugar donde ocurrió. Sienten que están volviendo a vivir la situación constantemente.



Indiferencia: Intentan evitar cualquier situación, persona o lugar que les recuerde el momento del trauma. Esto se convierte muchas veces en un desinterés y una indiferencia general hacia todo, a las actividades cotidianas e incluso hacia la propia familia, y poco a poco tiende a aislarlos.



Exceso de emociones: Sienten un entusiasmo excesivo o hiperactividad que les genera problemas para relacionarse con los demás. Están nerviosos permanentemente, no pueden concentrarse o no pueden dormir, reaccionan exageradamente frente a ciertas situaciones, y se ponen irritables o tienen explosiones de mal genio constantemente.



Culpabilidad: En algunos casos pueden llegar a sentir culpa por no haber podido evitar o cambiar la situación.

También pueden tener síntomas físicos relacionados con la ansiedad y el estrés: • Presión alta (hipertensión) • Taquicardia • Respiración acelerada • Tensión muscular • Náusea y diarrea • Dolor de cabeza y fiebre • Mareo y desmayos Además, algunas personas tienden a querer evadir el trauma cayendo en el alcoholismo, la drogadicción y la depresión.

Causas Como lo mencioné anteriormente, el Trastorno por Estrés Post-Traumático surge como consecuencia de haber vivido o haber sido testigo de una situación extremadamente traumática como lo puede ser una guerra, un huracán o un terremoto, un accidente de carro o de avión, el secuestro, la muerte inesperada de la pareja o de un hijo, una violación o alguna agresión física fuerte, ser víctima de maltrato y abuso infantil, y otras situaciones. Cualquier persona que haya pasado por una experiencia así puede sufrir del Trastorno por Estrés Post-Traumático sin importar su edad. Quienes pueden sufrir de TEPT en Estados Unidos son los veteranos de las guerras como Vietnam, Irak o Afganistán los sobrevivientes de catástrofes o de ataques terroristas como el de Septiembre 11 en Nueva York, las personas torturadas, los niños que fueron maltratados severamente o abusados sexualmente, e incluso los familiares de las víctimas, los testigos de los ataques y el personal de atención de emergencias y rescate. Sin embargo, no todas las personas que han pasado por situaciones traumáticas tienen el Trastorno por Estrés Post-Traumático. Todos reaccionamos diferente ante las situaciones que nos afectan. Pero, ¿qué hace que algunas personas sufran este trastorno y otras no? Es una pregunta que aún no tiene respuesta pues el TEPT se puede dar por razones tanto genéticas, como físicas, psicológicas o sociales, o por la combinación de varias a la vez. El haber sufrido un trauma en el pasado, el tener un familiar que haya tenido TEPT alguna vez, o el no contar con buen apoyo familiar o social después del evento traumático puede aumentar el riesgo de desarrollar un trastorno de este tipo. Prevención Aunque muchos quisiéramos evitar las guerras, los accidentes o los desastres naturales, es casi imposible. Por eso mismo es muy difícil prevenir el Trastorno por Estrés Post-Traumático cuando las causas son tan impredecibles. Además, también es muy difícil reducir los factores que aumentan el riesgo de que una persona desarrolle el TEPT pues aún no han sido claramente definidos. Sin embargo, hasta el momento se ha podido comprobar que las personas que cuentan con un fuerte apoyo familiar o social después de pasar por un evento traumático tienen menos posibilidades de sufrir del Trastorno por Estrés Post-Traumático. Generalmente, el hablar de lo sucedido con un familiar, amigo o consejero espiritual, y el expresar los sentimientos de miedo, nerviosismo, enojo o culpa, ayudan a asimilar lo sucedido y a recuperarse del impacto y del trauma. Mucha gente cree que se debe buscar ayuda psicológica cuando ya se tienen síntomas graves o cuando ya se sufre del Trastorno por Estrés Post-Traumático. Pero de hecho, es lo contrario. Es mejor recibir la terapia profesional inmediatamente después de pasar por la situación traumática ya puede ser clave para prevenir este trastorno, pues ayuda a entender y a aceptar la situación, así como a aprender formas para manejar los síntomas antes de que se compliquen.

¿Cuándo es necesario consultar a un médico? No es necesario ni se recomienda intentar superar un momento traumático completamente solo; desde el primer día se puede consultar a un profesional calificado en busca de ayuda. Pero si la persona decide esperar, es importante que consulte a su médico de inmediato cuando los síntomas emocionales o físicos duran mucho tiempo o aumentan en lugar de reducirse. Entre más temprano se reciba tratamiento, mejores serán los resultados y mayores las posibilidades de superar el Trastorno por Estrés Post-Traumático. Incluso, la persona debe recibir atención urgente cuando siente que los sentimientos lo agobian y no los puede controlar, si tiene síntomas físicos fuertes o si siente impulsos de hacerse daño. FOBIAS DE VERDAD No están mintiendo quienes prefieren cruzar el país en auto antes de subirse en un avión porque temen volar, o aquellos que jamás se subirán a ver Las Vegas desde la Torre Stratosphere porque detestan las alturas. Y tampoco son mentiras las historias de actores de Broadway frustrados porque les da pánico subirse a un escenario. Todos ellos sufren de algún tipo de Fobia, el Trastorno de Ansiedad más común en Estados Unidos que afecta a casi el 12% de la población. Las fobias son miedos intensos e irracionales que se sienten al enfrentarse a ciertos objetos o situaciones que realmente no son tan peligrosos o aterradores de acuerdo a los demás, como volar, hablar en público, entrar en un túnel o subirte a un elevador. La reacción más inmediata que genera este miedo es la de querer evadir la situación o el objeto que está causando pánico. Aunque las personas que padecen una fobia saben que su miedo no tiene razón de ser, no pueden controlarlo y quieren evitarlo como sea. Muchas veces su necesidad de evitarlo llega a ser tan fuerte que puede limitar su vida diaria tanto en el trabajo como en la casa y en sus ambientes sociales, pues les impide cumplir normalmente con su trabajo o incluso volver a salir su casa. Cuando las fobias son excesivas y afectan la vida cotidiana, lo mejor es recibir tratamiento para controlarlas o reducirlas. Síntomas Existen tres tipos de fobias. La Agorafobia es el miedo a encontrarse en lugares o situaciones donde la persona no está acompañada por alguien cercano y teme no encontrar ayuda o escapatoria en caso de que le de un ataque de pánico. Suele suceder en lugares aislados, en medio de multitudes o en lugares de grandes dimensiones como un estadio de fútbol o un centro comercial. Para evadir esta fobia, las personas prefieren estar en lugares donde se sienten seguros, como en sus propias casas. La Fobia Social es el miedo vivir situaciones que puedan exponer a la persona a críticas y humillaciones públicas como en una fiesta, una reunión de trabajo, un

congreso o una discoteca. Quienes sufren de este tipo de fobia se sienten muy incómodos y actúan con gran timidez en eventos sociales, y por lo mismo prefieren simplemente evitarlos. Generalmente la Fobia Social sucede con todo tipo de situaciones sociales, pero algunas personas tienen fobias sociales específicas, como la fobia al escenario tan común en actores o cantantes que tienen que dar presentaciones frente a un público. Las Fobias Específicas son las más comunes. Son miedos a cosas o situaciones específicas como: • Claustrofobia: miedo a lugares encerrados y a la trasportación pública • Acrofobia: miedo a las alturas y lugares altos • Fobia a animales: ratones, serpientes o arañas (aracnofobia) • Hidrofobia: miedo al agua • Fobia a la sangre, a las inyecciones y a las heridas Cuando se enfrenta al objeto o situación, la persona fóbica siente miedo intenso o pánico, ansiedad incontrolable y una necesidad urgente de evadir a cualquier costo la situación. A veces las opciones de evasión pueden llegar a ser atrevidas, peligrosas o, en el peor de los casos, trágicas. Algunas personas se pueden sentir ansiosos incluso sólo por pensar en la situación o el objeto, o al sentir que podrían estar cerca de él. Es común que las personas que le temen a los aviones y deben viajar, se sientan peor cada día que se acerca la fecha del viaje. Los síntomas varían en intensidad dependiendo entonces de la cercanía con la situación o el objeto; generalmente pueden ir desde una ansiedad leve hasta un ataque de pánico. El cuerpo también reacciona frente a una fobia con sudor excesivo, falta de aire, taquicardia y temblores. Causas Las fobias suelen aparecer mayormente en la niñez o la adolescencia, pero se dan también en adultos. La única diferencia es que los objetos de la fobia cambian. Las fobias a la sangre, las inyecciones, los animales son más comunes en los niños. Las fobias relacionadas con situaciones se dan más en los adultos. Las causas de las fobias aún son desconocidas, y como sucede en la mayoría de los Trastornos de Ansiedad, las fobias pueden deberse a la influencia de muchos factores a la vez. Por un lado, puede haber factores genéticos que influyan, si hay historia de fobias en tu familia. Aunque es difícil de comprobar en qué medida es por genética y en qué medida es simplemente ejemplo aprendido, pues otras investigaciones plantean que las fobias también pueden aprenderse de los padres o de los hermanos durante la infancia. Por otro lado, también influyen intensamente las experiencias personales. Por ejemplo, las fobias pueden desarrollarse después de haber vivido situaciones traumáticas en la misma situación o con el mismo objeto que ahora causa pánico,

como tener hidrofobia porque alguna vez se corrió riesgo de ahogarse, o haber tenido un ataque de pánico en un lugar específico. Prevención Aunque se puede intentar controlar los miedos y las fobias por uno mismo, muchas personas no lo logran y necesitan un tratamiento que los ayude a reducir la ansiedad y a controlar las reacciones. TRATAMIENTO PARA LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD La mayoría de los trastornos de ansiedad se pueden tratar de dos formas: con psicoterapia y con medicamentos. Tu médico o psicoterapeuta puede sugerir el mejor tratamiento para tu caso particular. La psicoterapia siempre es una buena opción y puede ir complementada con medicamentos, cuando son necesarios. La psicoterapia te sirve para hablar sobre tu trastorno y recibir consejo profesional sobre cómo entenderlo y manejarlo. El hablar de los problemas es el primer paso para empezar a superar tus problemas y te ayuda a analizar las causas de tus preocupaciones, obsesiones, fobias y ansiedades, y a aprender a manejarlas. La terapia de conducta cognitiva es la más común para tratar los trastornos de ansiedad. Este tipo de terapia se basa en la idea de que tus pensamientos y sentimientos influyen en tus comportamientos. Durante la terapia analizarás cuáles son los pensamientos negativos o conflictivos que están haciendo que te comportes de cierta manera, y buscarás formas de cambiarlos por pensamientos más positivos y acordes con la realidad. En estas terapias también se suele recrear las situaciones o pensamientos que te provocan reacciones ansiosas, pues enfrentándolas aprendes más fácilmente a manejar tus reacciones y a controlar los síntomas de tu trastorno de ansiedad. Por ejemplo, enfrentarte a una situación que te da pánico, a un objeto que te provoca fobia, a recuerdos traumáticos o verte obligado a romper tus rutinas e ignorar tus obsesiones. Las terapias pueden ser individuales, pero siempre tienes la opción de buscar terapias en grupo para compartir tus experiencias con otros que viven la misma situación que tú, o familiares para que tus seres queridos puedan convertirse en un centro de apoyo fundamental. También te pueden recetar medicamentos para complementar el tratamiento. Tu médico podrá recomendarte lo mejor para tu caso particular. •

Los medicamentos contra la ansiedad te ayudan a reducir la sensación de ansiedad. Las Benzodiazepinas son las medicinas de este grupo qué más se usan en estos casos. Pero se deben tomar bajo estricto control del médico pues pueden generar dependencia cuando se toman por mucho tiempo o en grandes cantidades. Las Benzodiazepinas más comunes son Alprazolam (Xanax), Clordiazepóxido (Librium), Diazepam (Valium) y Lorazepam (Ativan).

También se puede tomar Buspirona (BuSpar), que es igual de eficiente y menos adictiva. •

Los medicamentos antidepresivos han demostrado ser muy útiles también para los trastornos de ansiedad pues trabajan en tu cerebro y afectan el funcionamiento de un neurotransmisor llamado Serotonina. Entre ellos están los Inhibidores Selectivos de Recaptación de Serotonina y los más comunes son Fluoxetina (Prozac), Paroxetina (Paxil), Sertralina (Zoloft), Fluvoxamina (Luvox), Escitalopram (Lexapro) y Citalopram (Celexa).



También puedes usar los Inhibidores de Recaptación de Serotonina y Norepinefrina, que actúan sobre dos neurotransmisores, la Serotonina y la Norepinefrina. Estos medicamentos se usan para tratar los síntomas de depresión y de algunos trastornos de ansiedad. Los más comunes son Duloxetina (Cymbalta) y Venlafaxina (Effexor, Effexor XR).



Los Beta bloqueadores son otro tipo de medicamentos que se encargan de “bloquear” los efectos de la adrenalina en los receptores beta del cuerpo, ayudando así a reducir la sensación de ansiedad, el ritmo cardíaco y la presión sanguínea. Los más comunes son Atelonol y Propranolol.



Finalmente, podrían recomendarte Antidepresivos Tricíclicos como Anafranil o unos medicamentos llamados IMAO o Inhibidores de la monoaminooxidasa. Ambos son sumamente efectivos para tratar los trastornos de pánico, pero tienen efectos secundarios con mayor frecuencia, y por eso no son tan comúnmente recomendados por los médicos. Todos deben tomarse bajo estricto control del médico y con precaución.

El tratamiento con medicamentos debe ser siempre la última opción, pues existen muchas otras formas para controlar tu ansiedad, excepto en los casos de Trastornos de Ataques de Pánico. Ahora que sabes que tienes opciones, busca ayuda para aliviar tu trastorno de ansiedad y tus preocupaciones a tiempo y para poder continuar con una vida más tranquila y más feliz. Y recuerda, que en todos los casos de las enfermedades que tienen que ver con salud mental el buscar ayuda no es una señal de debilidad, es una señal de fortaleza. Estos problemas no son diferentes a tener presión alta o diabetes. Independientemente de lo que los cause, hay alteraciones químicas en el cuerpo. Por eso existen profesionales que estudian e incluso se especializan en esta área y están listos para ayudarte. No sufras en silencio. Si necesitas ayuda, búscala hoy. Te la mereces.

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