Los determinantes de la protesta obrera en España, : ciclo económico, marco político y organización sindical*

Javier Silvestre Rodríguez Los determinantes de la protesta obrera en España, 1905-1935: ciclo económico, marco político y organización sindical* •J

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Javier Silvestre Rodríguez

Los determinantes de la protesta obrera en España, 1905-1935: ciclo económico, marco político y organización sindical*

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AVIER

SILVESTRE RODRÍGUEZ

Universidad de Zaragoza

Introducción La elaboración de estadísticas sobre huelgas por parte de los gobiernos de un buen número de países europeos y americanos desde finales del siglo XIX o principios del XX, ha generado una gran cantidad de literatura cuantitativa llevada a cabo por economistas, sociólogos, politólogos y, en menor medida, historiadores, en torno a los determinantes del conflicto laboral, su duración, capacidad de movilización, cambios a lo largo del tiempo (ciclos), efectos, etc1. El aumento de la protesta obrera en numerosos países industrializados durante los años sesenta del siglo XX provocó un auge de este tipo de investigaciones que se extendió durante la década siguiente. Estas investigaciones, además de contar con series * Una gran parte de este trabajo, que forma parte de mi tesis doctoral, ha sido llevado a cabo durante una estancia de investigación como becario pre-doctoral Marie Curie en el Department of Economics at University College Dublin. Me gustaría agradecer a Cormac Ó Gráda por su hospitalidad y sus sugerencias. Así como a Jaime Reis, David Reher, Blanca Sánchez-Alonso, Daniel Tirado, Alfonso Herranz y a mis compañeros del área de Historia Económica de la U. de Zaragoza, especialmente, a mis directores de tesis, Luis Germán y Vicente Pinilla, por sus sugerencias y orientaciones. También me gustaría destacar la indispensable ayuda recibida por parte de Mª Isabel Ayuda en la parte econométrica. Finalmente, las críticas de dos evaluadores anónimos de la revista fueron especialmente útiles para mejorar tanto el texto como el análisis empírico. 1. A lo largo de este trabajo, identificamos huelga con las expresiones protesta obrera o conflictividad laboral, aunque somos conscientes de que estas últimas engloban una serie de acciones que no tienen que ver con la actividad huelguística. En todo caso, a lo largo del siglo XIX tiene lugar una transformación en las formas de protesta colectiva desde los motines, más propios de sociedades preindustriales, hasta la huelga, modo de reivindicación colectiva que se articula en torno al desarrollo de una clase obrera asalariada, industrial o campesina (aunque no debe olvidarse que autores como E. Hobsbawm o E. P. Thompson mostraron una continuidad entre ambos tipos de protesta, otorgando una racionalidad o finalidad a los motines, revueltas populares, ocupaciones y destrucciones negada por otros puntos de vista que tendían a resaltar la espontaneidad o la azarosidad de dichos actos). De cualquier forma, este cambio no impide la perduración de otras formas de protesta también tradicionales como el sabotaje, el absentismo o la disminución del ritmo de trabajo. Revista de Historia Industrial N.º 24. Año 2003

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de datos anuales ya muy largas, se sirvieron de las innovaciones informáticas para utilizar en mayor medida técnicas estadísticas y econométricas y poder contrastar nuevos paradigmas teóricos2. Sin embargo, la pérdida de influencia del movimiento obrero durante los años ochenta provocó una disminución del interés por estos temas, aunque continuaron apareciendo algunos trabajos relevantes. En cualquier caso, las razones del declive en la investigación no fueron probablemente sólo «políticas». A decir de uno de los mejores conocedores de la literatura, cuantitativa y cualitativa, sobre protesta obrera, uno de los problemas de este debate a la altura de los primeros años ochenta fue la disparidad de resultados y la falta de conclusiones más rotundas, en parte derivadas de la gran variedad de metodologías, técnicas y variables utilizadas por investigadores a su vez muy heterogéneos3. A partir de los últimos años ochenta han aparecido, no obstante, algunas líneas renovadoras. Por una parte, la basada en la explotación de datos micro (individuales). Este enfoque está muy relacionado con el renacimiento de investigaciones por parte de economistas que utilizan modelos inspirados en la teoría de juegos, el comportamiento estratégico, la negociación, información asimétrica, etc.4. Por otra parte, se ha extendido también el uso de fuentes no oficiales o cualitativas con las que completar la información suministrada por fuentes gubernamentales o sindicales y, generalmente, agregadas5. De cualquier manera, estos (relativamente) nuevos enfoques no substituyen, sino que más bien complementan, a los enfoques tradicionales, más apegados a explicaciones macrosociales. Precisamente, y aquí es donde encaja este trabajo, una «vuelta» a los planteamientos más clásicos es especialmente relevante en el caso de España, un país apartado de las comparaciones internacionales que más han aportado al debate sobre la conflictividad obrera durante el siglo XX6. Entendemos, por tanto, que la superioridad de un enfoque sobre otro radica, tan sólo, en el tipo de preguntas realizadas. De esta forma, en este trabajo se retoma una aproximación a la reali2. Ver la revisión teórica y bibliográfica de Franzosi (1989). 3. Franzosi (1989), pp. 358-360. 4. Ver la revisión teórica de Kennan (1986). Ver también Kelly (1998), pp. 66-82, donde se incluye una crítica de los modelos de elección racional, en especial el más relevante en este campo, el de M. Olson, The Logic of Collective Action (1971). Para España, ver el trabajo de Domenech (2002) al que se hace referencia más adelante. 5. En este sentido merece ser destacado el esfuerzo llevado a cabo por investigadores ligados al Fernand Braudel Center para construir series anuales de conflictividad acerca de países no necesariamente occidentales a partir de noticias y reportajes aparecidos en el Times (Londres) y en el New York Times (ver el primer volumen del año 1995 de Review). En otra línea, Franzosi (1995) combina la investigación cuantitativa y econométrica con la etnografía. 6. Así, el caso español entra sólo parcialmente en la comparación internacional incluida en la célebre obra de Shorter y Tilly ([1974] 1985); no forma parte del grupo de países analizados en el influyente artículo de Screpanti (1987) sobre los ciclos huelguísticos; ni tampoco forma parte de la probablemente, hasta el momento, mejor síntesis de las investigaciones históricas sobre la conflictividad obrera coordinada por Haimson y Tilly (1989).

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dad de la conflictividad laboral (en un contexto histórico) basada en explicaciones macrosociales. Este marco interpretativo puede servir, en cualquier caso, como punto de partida para investigaciones micro más precisas. Además, de esta forma tratamos de integrar el caso español en el debate internacional. Esto no quiere decir que en España no se haya reflexionado sobre este asunto. Como tendremos oportunidad de comprobar más adelante, existen algunas aportaciones señeras de las que, precisamente, nos vamos a servir como punto de partida. Sin embargo, sí se echa de menos un análisis empírico similar al efectuado para otros países, y que permita lanzar hipótesis con algo más de seguridad. El resto del artículo está organizado de la siguiente manera. El apartado 2 es una revisión teórica de las principales teorías macrosociales sobre la conflictividad laboral. En el apartado 3 se analiza la investigación sobre huelgas realizada en España para el periodo anterior a la Guerra Civil, se muestra como estas aportaciones encajan en el debate teórico y se ofrecen algunos datos preliminares. En el apartado 4 se lleva a cabo el primer análisis empírico «macro» de los determinantes de la conflictividad laboral en España durante la industrialización y se apuesta por una visión integradora a la hora de explicar las raíces del conflicto. Finalmente, las conclusiones son presentadas en el apartado 5.

Teorías macrosociales de la conflictividad laboral Podemos distinguir dos grandes tipos de explicaciones de los macro-determinantes de las huelgas: económicas y político-organizacionales7. Modelos económicos Dentro de los modelos económicos de la conflictividad laboral las teorías del ciclo económico (business cycles) son las de mayor solera8. El núcleo común de estos enfoques sostiene que la mayor intensidad huelguística suele coincidir con los movimientos ascendentes del ciclo, debido a la tensión generada por el crecimiento rápido, por la privación relativa o por el fortalecimiento de las organizaciones obreras después de fases recesivas caracterizadas por presiones salariales a la baja y aumentos del paro. Durante las fases expansivas los trabajadores se aprovechan de una mejora relativa de su posición (hay más oportunidades de empleo), mientras que los empresarios tienen más problemas para reemplazar a los trabajadores y son más reacios a disminuir o interrumpir el proceso productivo debido a que la demanda es elevada. Durante las fases recesivas, la situación 7. Utilizo como hilo conductor las recientes clasificaciones de Franzosi (1989) y (1995), pp. 7-12 y Edwards (1992). 8. Ver, entre las aportaciones más influyentes (y criticadas), Ashenfelter y Johnson (1969).

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se invierte. En general, como ha sido mostrado por numerosos trabajos, los resultados para diferentes países confirman la teoría, si bien existen algunas aportaciones que niegan una relación significativa entre los ciclos huelguísticos y económicos. En este sentido, desde enfoques más sociológicos, se ha sostenido un punto de vista contrario al defendido por las teorías del ciclo económico. Así, sería el deterioro económico y el incremento de las injusticias sociales los factores que provocarían la reacción de los trabajadores9. En definitiva, si las teorías del ciclo económico están inspiradas en un cálculo coste-beneficio por parte de trabajadores «prudentes», desde este otro punto de vista se ponen en duda las motivaciones basadas en cálculos económicos. Sin embargo, aparte de que la evidencia empírica tiende a refrendar las teorías del ciclo económico, también desde otros enfoques sociológicos o histórico-sociológicos se ha criticado duramente a este último punto de vista. A continuación, analizamos los modelos sociológicos críticos con las teorías basadas en el deterioro económico y social como principales instigadores de la protesta social. Modelos político-organizacionales La teoría de la movilización de recursos sostiene que la acción colectiva necesita organización y recursos y que, por tanto, las posibilidades de éxito de la protesta son mayores no en periodos de privación sino en fases en las que el movimiento obrero puede ordenarse y acumular capital monetario y social10. También, desde esta línea, como veremos más adelante, se han rebatido duramente los modelos económicos por considerar que estos tan sólo pueden explicar una parte, en ocasiones reducida, de la realidad y que el uso exclusivo de variables económicas enmascara la relevancia de otros factores políticos o institucionales. De manera que, se advierte, los condicionantes económicos pueden ser una condición necesaria para la protesta obrera, pero no suficiente. En este sentido, desde este punto de vista se sugiere que el aumento de las reivindicaciones se produce cuando el marco político lo permite. Es decir, que es más fácil que los objetivos de las huelgas se alcancen en periodos de mayor tolerancia y participación en los que el movimiento obrero se encuentra mejor organizado y más integrado en el entramado político11. 9. El punto de partida de este enfoque se encuentra en Durkheim y su visión de la acción colectiva como respuesta a la tensión social y la frustración 10. Aquí la referencia fundamental es el trabajo de Shorter y Tilly ([1974] 1985) sobre la conflictividad en Francia, en el que ésta se explica básicamente en función de la capacidad de los sindicatos franceses para movilizar a la clase obrera. Ver también el trabajo de Snyder (por ejemplo, 1977), que es una aplicación del modelo de Shorter y Tilly a Estados Unidos, donde se pone de manifiesto la importancia de la organización sindical y del ciclo político. 11. Véanse los autores citados por Wallace et al (1988), p. 2, el libro editado por Haimson y Tilly (1989), en especial los capítulos relativos a Alemania, Rusia e Italia, y Franzosi (1989), pp. 353-355.

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Sin embargo, los análisis a largo plazo de las teorías del intercambio político también pueden mostrar que la protesta obrera disminuye cuando partidos afines a los trabajadores (socialdemócratas, por lo general) acceden al poder. De esta manera, parte de las reivindicaciones tradicionales canalizadas a través de las huelgas se han integrado en los programas políticos de estos partidos, a la vez que la participación de los sindicatos en el diseño de la política económica laboral ha aumentado. En este sentido, el marco legislativo, no necesariamente en manos de partidos de izquierdas, puede convertirse en un elemento decisivo a la hora de explicar la intensidad del conflicto, reduciéndose ésta ante la introducción de medidas legislativas favorables para los trabajadores12. En busca de un enfoque integrador Como ya ha sido advertido en la introducción, uno de los problemas del debate sobre los determinantes de las huelgas ha sido la falta de comunicación entre diferentes enfoques y, por tanto, la falta de visiones integradoras más ambiciosas. A mi entender, una de las posibles razones de esta falta de una explicación multicausal radica en la rotundidad con la que han sido expuestos algunos argumentos. En concreto, me refiero a las tesis de Shorter y Tilly en su célebre obra con respecto a la primacía de factores políticos y el papel secundario, casi relegado al corto plazo, de los económicos en los ciclos huelguísticos europeos. Según estos autores, a pesar de la elevada proporción de reivindicaciones salariales y de otras relacionadas con las condiciones del puesto de trabajo, en realidad este tipo de exigencias y los verdaderos propósitos de las huelgas no siempre coincidían. Las reivindicaciones salariales habrían sido, de hecho, un mecanismo movilizador y no un fin en sí mismas, al menos para los incitadores de la huelga que estaban pensando más en la lucha por el reconocimiento social y la participación política que en el nivel de vida de la clase trabajadora13. A partir de aquí, numerosos trabajos han insistido en el papel de la huelga como catalizador de la protesta política, entre los que merece ser destacado, por su posible similitud con el caso español, el análisis del caso italiano14. A grandes rasgos, en el estudio sobre este último país, los autores defienden una interpretación sobre todo política de la protesta obrera en un país atrasado en el que el objetivo prioritario, y urgente, fue la consecución de derechos laborales y el reconocimiento legal del movimiento sindical. No obstante, para el caso de los Estados Unidos, Edwards ha mostrado la relevancia de los factores económicos y, sobre todo, la importancia de redefinir o concretar qué tipo de objetivos políticos se persiguen en cada caso y cómo 12. Ver los autores citados por Franzosi (1995), p. 11. Wallace et al (1988) analizan el impacto de los cambios del marco legislativo en los Estados Unidos durante el siglo XX. 13. Shorter y Tilly ([1974] 1985), pp. 475-486. 14. Bordgona et al (1989).

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actúa el marco institucional y, en especial, el Estado. De hecho, de una forma que podía ser contraria a la planteada para el caso italiano, Edwards propone que en el caso de Estados Unidos fue precisamente la hostilidad del Estado y de los empresarios hacia el movimiento obrero lo que convirtió a la huelga en una protesta laboral y económica. Primero había que consolidarse en la propia industria puesto que, además, la relativa fragilidad (en términos comparados) del movimiento obrero en los Estados Unidos hacía inviable una participación del mismo en el proceso de negociación laboral a nivel nacional o industrial15. Más recientemente, Tilly ha propuesto la siguiente síntesis: las huelgas motivadas por factores económicos predominarán donde la negociación entre trabajadores y empresarios se produzca básicamente entre individuos y/o a nivel local, sin grandes posibilidades de transformación de este marco de negociación; mientras que las huelgas motivadas por factores políticos predominarán donde la negociación colectiva se tome a escala nacional, regional o sectorial, en la que los sindicatos pujan por hacerse un hueco a lo largo de periodos de más o menos tolerancia y represión o de crisis política16. En todo caso, siguiendo la línea trazada por algunos autores como Kaufman y Skeels para los Estados Unidos y Bordogna et al y Franzosi para Italia, en este trabajo se apuesta por una visión integradora que trata de conjugar el papel representado por factores tanto económicos como políticos a la hora de explicar la evolución de la conflictividad laboral17.

Las huelgas en España durante el primer tercio del siglo XX La evidencia disponible Las investigaciones sobre diversos aspectos de la actividad huelguística y de la protesta obrera en el seno de la historiografía social en España son muy numerosas. Aunque entre ellas predomina un enfoque microsocial, sin duda merecen ser destacadas las reflexiones, más generalistas, sobre este fenómeno incluidas en El movimiento obrero en la historia de España, de M. Tuñon de Lara18. Sin embargo, por lo general, los historiadores sociales no han tratado de apostar por un enfoque teórico, más económico o más político, que trate de explicar los determinantes de la conflictividad19. 15. Edwards (1981) y (1987), pp. 275-276. Acerca de postura del Estado y de los empresarios estadounidenses ver, aparte del propio Edwards, Kirk (1994). 16. Tilly (1989). Ver también los autores citados por Franzosi (1995), p. 11. 17. Kaufman (1982), Skeels (1982), Bordgona et al (1989), Franzosi (1995). 18. Tuñon de Lara (1972). 19. La, por otra parte, estupenda reconstrucción del proceso de formación del movimiento obrero en España de Castillo (1990) apenas hace referencia a este asunto. Al igual que, a pesar de ser un trabajo específico sobre la actividad huelguística, la aportación de Ruiz (1996) tampoco profundiza en las causas.

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Básicamente, son dos las interpretaciones de las que disponemos acerca de las causas de la conflictividad laboral en España durante la industrialización. Por una parte, los trabajos de Soto, que son sin duda las aportaciones más exhaustivas realizadas hasta el momento, tanto desde un punto de vista cuantitativo como de un punto de vista teórico20. A decir de este autor, que ofrece una reconstrucción de los ciclos huelguísticos para el periodo 1868-1986, la explicación de la conflictividad reside tanto en factores económicos, pro-cíclicos, como políticos. Con respecto a los primeros, y si nos ceñimos al periodo anterior a la Guerra Civil, los puntos álgidos de la conflictividad habrían coincidido con, a decir del autor, los puntos de inflexión de las fases alcistas de la economía, en línea con lo mostrado por Screpanti para Alemania, Estados Unidos, Francia, Italia y Gran Bretaña21. Con respecto a los segundos, los puntos álgidos de la conflictividad habrían coincidido con momentos de crisis política, de manera que, en línea con la tesis de Shorter y Tilly, los trabajadores se habrían aprovechado de los momentos de debilidad del sistema para ganar espacio político y socioeconómico22. En este sentido, debe tenerse en cuenta que la falta de una presencia fuerte de un partido político capaz de canalizar las reivindicaciones obreras habría reforzado el papel de los sindicatos como transmisores del descontento social23. Por otra parte, en una línea similar, Cruz se decanta por una explicación algo más política de los ciclos huelguísticos y similar a la utilizada para explicar el ya citado caso de Italia, en el que el objetivo de los sindicatos sería hacerse un hueco en el ámbito de la negociación centralizada24. Es decir, que el auge huelguístico estaría relacionado con causas políticas ligadas a la existencia de regímenes no autoritarios en crisis y la necesidad por parte del movimiento obrero de crear cauces políticos de representación. Este autor, además, enlaza con las tesis que destacan el nivel al que se toman las decisiones de política económica laboral como un elemento crucial para entender las causas de la protesta. Así, en España, un país en el que, conforme avanzaba el siglo XX, las decisiones sobre las condiciones de trabajo y de vida habrían tendido a tomarse básicamente a escala nacional o industrial, frente a un modelo de negociación más local o empresarial como el estadounidense o el británico, la acción sindical habría ido encaminada a hacerse un hueco en el proceso de toma de decisiones25. Más recientemente, y si bien con un enfoque muy distinto, el trabajo de 20. Me refiero, sobre todo, a Soto (1991) (1998), pero también a Soto (1989), pp. 416-505. 21. Screpanti (1987). Ver más adelante (en este mismo apartado) la reconstrucción de cifras y su inserción en el contexto histórico, económico y político. 22. Shorter y Tilly ([1974] 1985). 23. A la tardía entrada del socialismo en el parlamento (Pablo Iglesias en 1910) se une aquí la fuerza en España de un sindicato sin partido, la CNT. 24. Cruz (1994). 25. Acerca del escaso grado de descentralización de la toma de decisiones de política laboral y del, en general, escaso margen de maniobra con el que contaron tanto sindicatos como patronales en este proceso, ver Barrio (1997), Soto (1998) y Cabrera y Rey Reguillo (2002).

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Domenech sobre el anarquismo barcelonés durante la primera década del siglo XX ha mostrado empíricamente, con datos micro, que el anarcosindicalismo, a pesar de su imagen revolucionaria y combativa, mantuvo una estrategia prudente basada, en última instancia, en la estimación de los riesgos derivados de la posible derrota (la reducción salarial y, en especial, las represalias canalizadas a través del uso de «listas negras») y, por tanto, del fortalecimiento de los empresarios y el poder político26. Este resultado confirma, indirectamente, que los trabajadores regularon su nivel de conflictividad más desde la prudencia y el cálculo coste-beneficio que desde el descontento y la inmediatez. En definitiva, a partir de la evidencia disponible, nuestra aportación en el apartado siguiente, tratará de contrastar empíricamente la importancia relativa de factores tanto económicos como políticos. Intentaremos comprobar si la explicación de la conflictividad reside más en alguno de ellos, o si por el contrario debemos decantarnos por una explicación integradora y no excluyente. Una primera aproximación descriptiva a la conflictividad Las huelgas en España, castigadas por el Código Penal de 1870 a su vez inspirado en el de 1848, no fueron toleradas hasta 1902 y reconocidas expresamente hasta 1909. El conocimiento de las huelgas previas a 1905, fecha de inicio de la Estadística de las Huelgas, es local y fragmentario. Aún así, se sabe que la actividad huelguística tendió a incrementarse conforme nos acercamos a ese año, sobre todo ya en los primeros años del siglo, y que los resultados en general beneficiaron más a los patronos que a los trabajadores27. A partir de ese momento y hasta el estallido de la Guerra Civil dos periodos destacan por su virulencia, 19161920 y 1930-1934 (ver Gráficos 1 y 2). Durante el primero de ellos, desde un punto de vista económico, nos encontramos en un momento de estancamiento y redistribución inmediatamente anterior a la fase expansiva de la economía producida por los beneficios generados por la neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial. Desde un punto de vista político, durante estos años se produce un considerable aumento de la inestabilidad propiciada por la crisis del sistema democrático de la Restauración. Durante el segundo de ellos, desde un punto de vista económico, asistimos al final de un periodo de intenso crecimiento acaecido durante la década de los veinte. Tras esta expansión, la economía se encuentra estancada e incluso entra en una ligera recesión. Desde un punto de vista político, asistimos a un espectacular aumento de la conflictividad obrera propiciada por el aumento de la actividad sindical, reducida durante la Dictadura28. 26. Domenech (2002). 27. Soto (1989), pp. 425-432. 28. Para una descripción económica más profunda de ambos periodos, ver Maluquer de Motes (1987) y Comín (1987); ver el apartado siguiente para una profundización en los rasgos políticos.

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GRÁFICO 1 HUELGAS

Fuente: Estadística de las Huelgas.

Los Apéndices 1 y 2 recogen diversos indicadores relativos a la intensidad o volumen global del conflicto. En el Apéndice 1 se han recogido los tres indicadores del nivel de la conflictividad, el número de huelgas, el número de huelguistas y el número de jornadas perdidas. A partir de ellos, con la intención de aproximarse al volumen global de la conflictividad, Soto elaboró un índice de conflictividad (también incluido en el Apéndice 1) que, sin embargo, se aparta algo del más extendido en la literatura internacional. Por ello, en el Apéndice 2 hemos recalculado el índice de conflictividad a partir de los tres indicadores usuales de forma de las huelgas, la frecuencia (huelguistas / población activa), la magnitud (huelguistas / huelga) y la duración (jornadas perdidas / huelguistas)29. En cualquier caso, la correlación entre ambos índices es muy alta, 0,97 (ver Gráfico 3)30. Más interesante resulta comprobar que los indicadores de forma de las huelgas (que son los tradicionalmente utilizados en las comparaciones internacionales) en España son similares a los de otros países europeos. A pesar de que durante los años finales del siglo XIX y los primeros del XX los niveles de conflictividad pudieron no haber sido muy elevados, lo cierto es que si para los años en 29. Soto (1991). Para la distinción entre niveles y forma de las huelgas y para la construcción del índice de conflictividad ver Shorter y Tilly ([1974] 1985), pp. 92-101 y pp. 435-473, Bordogna et al (1989), pp. 231-232 y los autores citados allí. 30. La principal diferencia entre ambos índices es que el de Soto es un indicador absoluto, mientras que el de Bordoga et al es un indicador relativo, es decir, que tiene en cuenta la población de referencia.

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GRÁFICO 2 HUELGUISTAS

Fuente: Estadística de las Huelgas.

los que disponemos de información completa sobre huelgas, 1905-1933, desagregamos el índice de conflictividad en sus tres componentes, frecuencia, magnitud y duración, estos muestran unos valores comparables e incluso mayores a los de cualquier país, europeo más Estados Unidos, analizado por Shorter y Tilly. Así, las huelgas en España habrían movilizado a un 4 por ciento de trabajadores con respecto a la población activa (frecuencia), con una media de 481 huelguistas por huelga (magnitud) y de 19 jornadas de trabajo perdidas (duración)31. Este resultado merece, además, ser destacado en la medida en que en términos comparados la afiliación sindical durante este periodo en España fue muy baja. En concreto, lo fue la «densidad sindical» (union density), o porcentaje de los trabajadores activos afiliados a algún sindicato, que es el indicador tradicional a la hora de establecer comparaciones entre países. En realidad, la estimación de la densidad sindical española no es sencilla. Las cifras de afiliación sindical 31. Para la escasa conflictividad a finales del siglo XIX y principios del XX en España, Soto (1989), pp. 425-432. La comparación internacional se encuentra en el capítulo 12 de Shorter y Tilly ([1974] 1985), donde se muestra el aumento de la conflictividad en los países occidentales durante el último cuarto de siglo XIX y las primeras décadas del XX. Por desgracia los autores sólo incluyen los gráficos, no los datos detallados. En cualquier caso, el patrón de la conflictividad en España es similar al de otros países del centro y del sur de Europa como Francia, Alemania, Bélgica e Italia. El patrón de la conflictividad en la Europa del norte no es, en realidad, muy diferente al del grupo de países anterior. Los Países Bajos, Suecia, Finlandia y Dinamarca muestran una duración y una frecuencia algo mayores y una menor magnitud (Noruega es la excepción). Shorter y Tilly atribuyen la excepción británica, huelgas con elevadísimas duración y magnitud, pero muy escasas, a la tradición reformista del sindicalismo en Gran Bretaña. Las huelgas en Estados Unidos destacan por su larga duración.

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GRÁFICO 3 VOLUMEN DE LA CONFLICTIVIDAD

en España presentan problemas que, aparte de las exageraciones propagandísticas de algunos documentos, en ocasiones pueden resultar graves. En primer lugar, las cifras dadas por las propias organizaciones y por otras instituciones no siempre coinciden, en gran parte debido al distinto criterio a la hora de contabilizar o no a los afiliados morosos. Es más, como ha sido señalado con respecto a la UGT, podían ser las propias delegaciones territoriales las que no estuvieran interesadas en declarar a todos sus afiliados a los órganos centrales con la intención de no cotizar por ellos32. Sin embargo, los verdaderos problemas aparecen a la hora de contabilizar los efectivos de la CNT, muy descentralizada, poco estructurada, falta de recursos durante algunos periodos y clandestina durante la Dictadura de Primo de Rivera. Estos y otros problemas junto a la, en general, escasez de estadísticas sobre movimiento obrero en España, han generado varias estimaciones de distintos autores, no siempre coincidentes, y en el caso de la CNT, además, muy puntuales33. En cualquier caso, el Apéndice 3 y otras informaciones complementarias, muestran una lenta pero persistente evolución ascendente del número de afiliados desde finales del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial. El dato, probablemente más relevante, de la tasa de afiliación sindical o densidad sindical mostrado en el Apéndice 4, sugiere que ésta era en torno a la Primera Guerra Mundial, el momento álgido de la actividad sindical en Europa, muy baja en tér32. Redero (1992). 33. Las cifras para otros sindicatos minoritarios (en comparación con los activos reclutados por la UGT y la CNT), básicamente los pertenecientes a la iglesia y el sindicalismo nacionalista en el País Vasco, tampoco son muy exhaustivas. Ver la evolución de estos sindicalismos en Soto (1989), pp. 311-313.

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minos comparados34. Las cifras de afiliados, tanto absolutas (Apéndice 3) como relativas (Apéndice 4), aumentan considerablemente durante la segunda mitad de la década de 1910. En todo caso, a pesar de alguna excepción, la densidad sindical española durante las décadas siguientes seguirá siendo escasa en términos comparados35. En cuanto a los motivos declarados de las huelgas, teniendo en cuenta la existencia de reivindicaciones políticas más ambiciosas que en ocasiones podían verse entrelazadas con motivos económicos o laborales (que trataremos de dilucidar en el apartado siguiente), los objetivos básicos de las huelgas fueron los relacionados con el aumento o el sostenimiento del salario y con la reducción de la jornada de trabajo. Así, los motivos salariales alcanzan un 35 por ciento del total, y en un 10 por ciento más las reivindicaciones salariales aparecen mezcladas con otras demandas, entre las que abundan las relacionadas con la jornada de trabajo, sobre todo hasta 1919 cuando se consigue la jornada de ocho horas36. Entre el resto de motivos, destacan los relacionados con el reconocimiento del derecho de asociación y el control del acceso al trabajo, junto a las respuestas ante medidas disciplinarias. Con respecto a la distribución sectorial de las huelgas durante el primer tercio del siglo XX, los diversos indicadores de Soto muestran que la construcción, la minería, la metalurgia y el textil fueron las industrias más combativas, aparte de la agricultura, esta última sobre todo durante la Segunda República. Unos sectores, en el caso de la industria, añade Soto, en general caracterizados por la con34. Aparte de las fuentes citadas en los Apéndices 3 y 4, ver las citadas por Soto (1998), pp. 494, 501 y 503 y Casanova (1997), pp. 28-29. Una fuente no utilizada aquí son los Censos Electorales, debido a que no incluyen al sindicato anarquista (CNT). Por otra parte, la densidad sindical calculada para España, al no tener en cuenta a otros sindicatos minoritarios, estaría minusvalorada. Soto (1998), p. 495 maneja un 14% para «el final de la década de los diez y comienzos de los veinte», aunque no ofrece detalles ni sobre las fuentes de afiliación (numerador) ni sobre la estimación de la población activa (denominador). 35. A la hora de explicar las bajas tasas de afiliación sindical en España, Soto (1998) se ha referido al comienzo de una modernización económica que, sin embargo, no tuvo su correlato político. De forma que durante la Restauración los sindicatos fueron más reprimidos o marginados que en otros países, sin posibilidad de aumentar significativamente su participación política y social. Este comportamiento estatal formaría parte de una más amplia estrategia de actuación en las relaciones laborales, más intervencionista y centralizadora que en otros países y que no sólo limitó el poder de maniobra de los sindicatos (sobre todo los de orientación anarquista) sino también de las patronales (ver los autores citados en la nota 25). Este argumento encaja bastante bien con las propuestas de Mikkelsen (1996) a la hora de explicar las diferencias europeas en las tasas de afiliación sindical. Así, en países como España, Hungría, Italia, Rumania o Rusia no se dieron ninguna de las dos combinaciones de factores que propiciaron un mayor arraigo del sindicalismo en otros lugares: el temprano desarrollo industrial y urbano unido a un nivel de represión moderado en el caso de Gran Bretaña, Holanda, Bélgica, Alemania y Francia; o la actitud permisiva del Estado que permitió, a pesar de una industrialización más tardía y un nivel de urbanización menor, el desarrollo sindical en los países escandinavos: Dinamarca, Suecia, Noruega y Finlandia. 36. El predominio de los factores salariales en Gran Bretaña es citado por Aldcroft y Oliver (2000), pp. 12, 36; para EE UU, Edwards ([1981] 1985, pp. 50-56). Para las causas de las huelgas en España, Soto (1989), pp. 448-469.

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centración geográfica y en el puesto de trabajo y, por tanto, por una elevada concentración obrera37. Por último, en lo que se refiere a los resultados del conflicto, hasta 1914 se percibe una tendencia desde porcentajes elevados de huelgas perdidas (más del 50 por ciento) hacia un mayor número de victorias totales o parciales. A partir de esa fecha, y propiciado por el aumento del intervencionismo en materia laboral y del poder sindical, se extenderá una práctica de negociación y pacto entre las partes, que se refleja en el aumento de victorias parciales. No ocurre lo mismo con las victorias totales, que disminuyen a lo largo de la Dictadura de Primo de Rivera, llegándose a porcentajes próximos al 10 ciento, para volver a aumentar con la llegada de la República y el incremento espectacular de la afiliación sindical38. En cualquier caso, son las reivindicaciones salariales y relativas a la jornada de trabajo las que dan lugar a más victorias totales, en el caso de la segunda, y negociaciones, en el de la primera.

Análisis empírico de la conflictividad laboral Una vez conocidos los principales marcos teóricos sobre los determinantes de la conflictividad, sus aplicaciones al caso español realizadas hasta el momento y la evolución de la conflictividad a lo largo del periodo a estudio, en este apartado pretendemos dar un paso más mediante la integración de teorías en un modelo econométrico. Para ello, nos servimos de un sencillo modelo de series temporales con el que tratamos de explicar cuales fueron los determinantes del número de huelgas o del número de huelguistas39. En concreto, en dicho modelo vamos a contrastar varias hipótesis económicas y políticas adelantadas en los apartados anteriores. Si bien, hemos de ser conscientes de que la falta de más indicadores impide el análisis más detallado de algunas cuestiones a las que, no obstante, haremos referencia40. En primer lugar, desde un punto de vista económico, tratamos de averiguar si la evolución de la conflictividad en España durante el primer tercio del siglo XX siguió una tendencia pro-ciclo o si bien, por el contrario, fue más bien guiada por el descontento y el aumento del deterioro y la inseguridad económica. A tenor de la bibliografía internacional y de los trabajos previos sobre el caso de España esperamos que la relación entre el nivel huelguístico y el ciclo económico sea 37. Soto (1989), pp. 437-448. 38. Para los resultados, Soto (1989), pp. 469-505. 39. Otros indicadores de forma de las huelgas fueron probados como variables dependientes, en concreto la frecuencia y la magnitud. Estos fueron explicados a partir de variables, no en niveles absolutos, sino en valores relativos o per capita. Sin embargo, aunque los resultados fueron parecidos, la bondad de los ajustes fue peor y finalmente se decidió no incluirlos. Por otra parte, ver la representación gráfica de las variables independientes (no ficticias) tenidas en consideración en los Apéndices 5, 6, 7 y 8. 40. Franzosi (1989) incluye detallados comentarios sobre este aspecto, así como de otros posibles problemas de las estimaciones econométricas agregadas utilizadas por diversos autores.

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positiva. De esta manera, los trabajadores estarían anticipando una mayor posibilidad de triunfo durante periodos de expansión y no durante periodos de crisis. Para contrastar esta hipótesis nos servimos de tres indicadores económicos que introducimos alternativamente en las regresiones dada la elevada correlación existente entre ellos. Se trata del PIB no agrario al coste de los factores elaborado por Prados de la Escosura; de la inversión total elaborada por Carreras; y del salario real de los trabajadores no cualificados como representativo del salario medio en España y elaborado por Williamson y sus colaboradores41. En consonancia con la literatura internacional citada a lo largo de este trabajo, las variables económicas se introducen en incrementos con la intención de captar la influencia sobre la conflictividad del cambio en la coyuntura económica42. En segundo lugar, nos interesa averiguar si el ciclo huelguístico estuvo determinado por la coyuntura política y de que forma. Es decir, se trata de ir más allá de una concepción economicista del conflicto en la cual éste se rige tan sólo por la situación del mercado de trabajo. En concreto, en nuestro caso, nos interesa comprobar si, como fue certeramente propuesto por Shorter y Tilly, las crisis políticas fueron utilizadas por los trabajadores para redefinir su posición relativa en la estructura política nacional43. Para ello añadimos una serie de variables ficticias que recogen el cambio de régimen o de coyuntura política. Así, tratamos de comprobar si, por una parte, hubo un aumento significativo de la conflictividad laboral durante el periodo de crisis del sistema democrático durante los años finales de la Restauración, sobre todo a partir del revolucionario año de 1917. Por otra parte, los dos primeros años de gobiernos izquierdistas republicanos derivaron en una nueva situación marcada por el descontento de una gran parte del izquierdismo (anarquismo incluido, o sobre todo el anarquismo), cuyas expectativas transformadoras no fueron cumplidas, de forma que cabría esperar otro aumento significativo de la conflictividad. Con respecto a los años inmediatamente anteriores a la Dictadura de Primo de Rivera, numerosos historiadores sociales y políticos se han referido a ellos 41. Prados de la Escosura (1995) para el PIB no agrario (el sector agrario no está incluido en las estadísticas de huelgas). Carreras (1985) para la inversión total que incluye tanto el consumo aparente de metales, cementos y maderas ordinarias, como la importación de maquinaria no eléctrica, material y maquinaria eléctricos y material de transporte terrestre, marítimo y aéreo. Williamson (1995) para el salario real estimado, en el caso de España, a partir del enlace de varias series de salarios nominales e índices del coste de la vida. Las correlaciones se muestran en el Cuadro 1. Por desgracia, no contamos con información sobre el desempleo, uno de los indicadores económicos más extendidos en la literatura. 42. A partir de las sugerencias de ambos evaluadores, fueron probados otros indicadores de ciclo más rigurosos, como los basados en la diferencia entre cada observación y la tendencia lineal o el filtro de Hodrick-Prescott. De esta forma, además, en el caso del PIB se obtenía una aproximación a un índice de utilización de capacidad por parte de las empresas. Sin embargo, al introducir estas nuevas variables, en algunas regresiones aparecían problemas de multicolinealidad. En cualquier caso, en las regresiones en las que sí se pudieron introducir estas variables los resultados fueron muy similares a los obtenidos utilizando simplemente las variables expresadas en incrementos. 43. Shorter y Tilly ([1974] 1985).

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como un periodo de crisis del sistema bipartidista reforzado por el descontento obrero, en especial por el aumento de la inflación, y el descontento empresarial y militar, provocados por el aumento de la propia conflictividad. Según la tesis política de aumento de la conflictividad, la falta de una oposición partidista fuerte y el relativo fracaso de la institucionalización de la negociación colectiva habría convertido al movimiento sindical en el cauce de protesta, no tanto económica como sociopolítica44. En cuanto a los primeros años republicanos, la línea argumental es la siguiente. La existencia de un clima, en principio, favorable al aumento de la participación sindical, y en general obrera, se tradujo en un aumento de la conflictividad y las reivindicaciones laborales derivado, en gran parte, del relativamente poco aumento del protagonismo obrero. Básicamente en el caso de la CNT, que tras los titubeos iniciales, adoptará una posición frente al gobierno más de enfrentamiento que de negociación. Por el contrario, la Dictadura de Primo de Rivera y la llegada al poder de los partidos de derecha durante la 2ª República serán periodos caracterizados por un debilitamiento de los sindicatos, en especial durante la dictadura en la que, de hecho, la CNT es proscrita. De manera que, a tenor de este razonamiento político, deberíamos esperar una disminución de la conflictividad. Con respecto a la importancia relativa de cada factor, económico o político, si retomamos la propuesta de Tilly citada más arriba y la utilizamos como punto de partida para el análisis de la conflictividad laboral en un país en el que, como también ha sido citado, predominó una actitud estatal basada en el intervencionismo y en la reducción del grado de participación de los sindicatos (y las patronales) en el diseño de la política económica laboral, habremos de esperar una mayor importancia de los factores políticos45. Sin embargo, a partir de las críticas recopiladas, es probable que este marco teórico resulte demasiado restrictivo, en la medida en que los factores económicos ligados a la evolución pro-cíclica de la conflictividad han resultado ser también relevantes en numerosos estudios. Finalmente, el modelo debería haber sido completado con un indicador que tuviera en cuenta la teoría de la movilización de recursos a la hora de explicar la evolución de la conflictividad en España. En este sentido, el nivel de afiliación sindical es tradicionalmente considerado como un indicador del grado de organización del movimiento obrero, sin el cual el desarrollo de la actividad huelguística y de protesta en general sería mucho más difícil. En definitiva, la acción colectiva requiere organización y recursos46. Sin embargo, la inclusión de esta 44. Cruz (1994), Soto (1998). 45. Tilly (1989). 46. La bibliografía sobre esta cuestión es muy amplia. A modo de síntesis, para el periodo 1894-1989, Kelly (1998), pp. 83-107 recoge la evidencia empírica acerca de la influencia positiva del grado de afiliación sindical sobre la conflictividad laboral para un grupo de países (España no incluida) bastante amplio. Ver también los autores citados por Franzosi (1989), pp. 355. Para el caso de España, desde un enfoque basado en la historia cultural, ver Rey Reguillo (1997), p. 241.

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Los determinantes de la protesta obrera en España, 1905-1935: ciclo económico, marco político y organización sindical

variable generaba algunos problemas econométricos y de interpretación de los resultados. En realidad, el único dato de afiliación sindical disponible anualmente es el correspondiente a la UGT (recogido por los Anuarios Estadísticos), ya que se carece de datos anuales y fiables de afiliación a la CNT. A partir de aquí, consideramos, en cualquier caso, el número de afiliados a la UGT como una aproximación, muy a la baja, al número real de afiliados e introducimos esta variable en las regresiones47. Sin embargo, el problema es que esta variable no sólo presentaba una elevada correlación con dos de las variables económicas (ver Cuadro 1), sino también con algunas de las variables políticas. A partir de las correlaciones mostradas en el Cuadro 1 podemos observar que, en realidad, el aumento de la afiliación sindical al sindicato UGT podría quedar capturado por alguna de las variables ficticias relativas a las crisis y cambios de régimen político. Para evitar los problemas generados por la multicolinealidad (en este caso, básicamente, la anulación del impacto de algunas variables), finalmente decidimos no incluir la variable relativa a la afiliación sindical. En todo caso, a partir de, en primer lugar, las correlaciones existentes entre la afiliación a la UGT y el número de huelgas y de huelguistas mostradas en el Cuadro 1; y, en segundo lugar, a tenor de las cifras de afiliación a la CNT incluidas en el Apéndice 3 y de la bibliografía citada en dicho Apéndice, no resulta descabellado inferir que exista una relación entre el grado de movilización y el aumento de la conflictividad. Así ocurre, en primer lugar, con los años comprendidos entre 1914-1917 y el inicio de la Dictadura de Primo de Rivera; y, a pesar de la falta de más datos, una pauta similar podríamos suponer para los primeros años de la República48. Los principales resultados se muestran en los Cuadros 2 y 349. En el primero se estiman los determinantes del número de huelgas y en el segundo se estiman los determinantes del número de huelguistas. Un asunto importante en el tratamiento de las series temporales, y que no suele aparecer en la literatura sobre huelgas, es el análisis de estacionariedad de las variables50. En nuestro caso, las 47. Siguiendo el procedimiento habitual, el grado de afiliación sindical se introdujo retardado un periodo para evitar su posible endogeneidad y, de esta forma, tratar de evitar la influencia que el grado de conflictividad laboral (nuestra variable dependiente) pudiera tener sobre la sindicación. En este sentido, se ha argumentado que el aumento de la conflictividad puede ser un incentivo para afiliarse a un sindicato en periodos convulsos en los que los trabajadores pueden anticipar beneficios derivados del aumento de poder del movimiento obrero. 48. Para estos años ver Casanova (1997). 49. El año 1936 no es incluido en la regresión. Durante los seis primeros meses del año (que son los recogidos en la estadística de huelgas) se acentúa la gran conflictividad de los años inmediatamente anteriores (con la excepción de 1935; a decir de Soto (1998), p. 505, la disminución de la conflictividad fue debida a el fracaso general de la huelga general de 1934) . 50. Las innovaciones referidas a la cointegración se produjeron durante los años ochenta y, por tanto, son posteriores a la aparición de los trabajos más relevantes en la investigación de los determinantes de la conflictividad. Una excepción es el reciente libro de Franzosi (1995) donde se hace referencia a la correlación espuria y se incluyen algunos métodos para eliminarla.

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CUADRO 1 MATRIZ DE CORRELACIONES, 1905-1935

Hue. Hues. UGT PIB Inv. Sal. Res. Cri.Res. DPR Rep. Iz. Rep. Dc.

Hue

Hues.

UGT

PIB

Inv.

Sal.

Res.

Cri.Res.

DPR

Rep.Iz.

Rep.Dc.

1,00 0,87 0,49 0,21 –0,06 0,32 –0,07 0,43 –0,33 0,58 0,03

1,00 0,60 0,42 0,09 0,48 –0,26 0,19 –0,23 0,53 0,29

1,00 0,78 0,42 0,76 –0,66 –0,18 –0,05 0,76 0,49

1,00 0,86 0,91 –0,92 0,24 0,51 0,43 0,43

1,00 0,74 –0,85 –0,30 0,78 0,16 0,13

1,00 –0,85 –0,14 0,44 0,42 0,43

1,00 0,42 –0,69 –0,39 –0,31

1,00 –0,29 –0,16 –0,13

1,00 –0,19 –0,16

1,00 –0,09

1,00

Notas: Huelgas, Huelguistas, UGT, PIB no agrario, Inversión, Salario real, Restauración (1905-1916), Crisis de la Restauración (1917-1922), Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), Segunda República-Izquierda (1931-1933), Segunda República-Derecha (1934-1935).

variables en incrementos utilizadas en las regresiones son estacionarias51. Con respecto a las variables econó micas, no sólo éstas se han introducido en incrementos con la intención de captar la relación de la conflictividad con el ciclo, sino que además se han introducido retardadas un periodo para evitar posibles problemas de endogeneidad. Este hecho podría ser especialmente grave en el caso de los salarios, en la medida en que los aumentos de la conflictividad pudieran estar generando aumentos en los salarios. El impacto de las variables económicas es, en general, débil. Este es, además, sólo destacable en el caso de las variables sin retardar. En el caso de las huelgas (Cuadro 2), el impacto del PIB y de la inversión (ecuaciones 1 y 3), aunque no significativos, se encuentran próximos a alcanzar el nivel de significatividad al 10 por ciento. En el caso de los huelguistas (Cuadro 3), el impacto del PIB (ecuación 1) sí es significativo a este nivel. El salario es la única variable económica cuyo impacto es significativo al 5 por ciento (ecuación 5 en ambos Cuadros). En todos estos casos destacados, la relación entre las variables económicas y la conflictividad es positiva. Es decir, podríamos hablar de una, aunque débil, naturaleza pro-cíclica de la protesta52. Con respecto al impacto de las variables políticas, el aumento de la conflictividad, tanto del número de huelgas como de huelguistas, es claramente significativo durante los periodos de crisis de la Restauración y, especialmente, durante la primera parte de la Segunda República. Durante la segunda parte de la 51. A esta conclusión se llegó mediante el uso del test de Dickey-Fuller y del análisis de los correlogramas y los correlogramas parciales. 52. Al introducir las variables económicas en niveles, no en incrementos, el signo de la relación es negativo, si bien ésta no es significativa en ningún caso.

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CUADRO 2 DETERMINANTES DEL NÚMERO DE HUELGAS, 1905-1935 Vble. dependiente: Huelgas

Constante ∆ PIB

[1]

[2]

[3]

[4]

[5]

[6]

185,27** (3,22) 1,61 (1,56)

224,87** (3,42)

211,10** (3,88)

211,65** (3,63)

216,06** (4,48)

222,08** (3,64)

∆ PIBt–1

–0,15 (–0,12)

∆ Inversión

36,40 (1,56)

∆ Inversiónt–1

2,00 (0,07)

∆ Salario real

12,66** (3,10)

∆ Salario realt–1 Crisis Restauración (1917-22)

350,06** (3,73) Dictadura P. de Rivera (1923-30) –93,75 (–0,96) 2.ª Rep.-Izquierda (1931-33) 660,61** (5,56) 2.ª Rep. Derecha (1934-35) 141,92 (0,32) R2 Ajustado 0,599 F-estadístico (9,65)** Durbin-Watson 2,06

347,49** (3,75) –14,79 (–0,13) 620,03** (4,61) 171,02 (1,09) 0,548 (7,80)** 1,92

366,44** (3,98) –57,42 (–0,65) 731,24** (5,49) 148,00 (1,06) 0,599 (9,67)** 1,99

374,58** (3,73) –25,61 (–0,26) 632,06** (3,99) 166,78 (1,11) 0,549 (7,96)** 1,94

278,01** (3,16) –26,56 (–0,36) 551,06** (5,13) 209,43* (1,70) 0,685 (13,59)** 1,96

–0,62 (–0,13) 379,41** (3,65) –23,47 (–0,26) 629,15** (4,84) 169,42 (1,11) 0,548 (7,80)** 1,91

* Significativos para valores de p < 0,10 ** Significativos para valores de p < 0,05 Notas: Estimación por mínimos cuadrados ordinarios. Estadísticos t entre paréntesis. PIB no agrario al coste de los factores. Inversión total (incluye el consumo aparente y la importación de varios productos). Salario real para trabajos poco cualificados. Las variables relativas a regímenes políticos son ficticias y la varible omitida corresponde al periodo de la Restauración comprendido entre 1905 y 1916. Fuente: Ver texto.

República, el brusco descenso de la conflictividad durante el año 1935 no es capaz de compensar los efectos de la huelga general de 1934, de manera que el efecto neto total es positivo, aunque sólo significativo en las estimaciones del número de huelguistas y (al 10 por ciento) en uno de los casos del número de huelgas. Finalmente, como era de esperar, la conflictividad disminuye durante la Dictadura de Primo de Rivera. Analizamos en detalle todos estos resultados en las conclusiones.

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CUADRO 3 DETERMINANTES DEL NÚMERO DE HUELGAS, 1905-1935 Vble. dependiente: Miles de huelguitas

Constante ∆ PIB

[1]

[2]

[3]

[4]

[5]

[6]

25,57 (0,48) 1,74* (1,82)

63,01 (1,02)

54,22 (1,05)

60,67 (1,06)

58,45 (1,26)

60,15 (0,08)

∆ PIBt–1

–0,14 (–0,12)

∆ Inversión

30,78 (1,40)

∆ Inversiónt–1

–3,05 (–0,11)

∆ Salario real

11,12** (2,83)

∆ Salario realt–1 Crisis Restauración (1917-22)

174,20** (2,01) Dictadura P. de Rivera (1923-30) –51,08 (–0,56) 2.ª Rep.-Izquierda (1931-33) 510,92** (4,66) 2.ª Rep. Derecha (1934-35) 341,12** (2,64) R2 Ajustado 0,479 F-estadístico (6,33)** Durbin-Watson 2,04

208,06** (2,19) 37,21 (0,34) 472,82** (3,73) 376,22** (2,56) 0,394 (4,65)** 1,96

195,51** (2,24) –2,49 (–0,03) 564,18** (4,47) 353,29** (2,67) 0,452 (5,78)** 2,06

207,88** (2,20) 33,89 (0,36) 467,68** (3,14) 370,97** (2,64) 0,394 (4,65)** 1,96

117,37 (1,39) 23,26 (0,33) 409,19** (3,96) 406,43** (3,42) 0,556 (8,26)** 1,95

0,46 (0,10) 203,49** (2,08) 30,19 (0,35) 475,00** (3,88) 368,40** (2,57) 0,394 (4,65)** 1,97

* Significativos para valores de p < 0,10 ** Significativos para valores de p < 0,05 Notas: Estimación por mínimos cuadrados ordinarios. Estadísticos t entre paréntesis. PIB no agrario al coste de los factores. Inversión total (incluye el consumo aparente y la importación de varios productos). Salario real para trabajos poco cualificados. Las variables relativas a regímenes políticos son ficticias y la varible omitida corresponde al periodo de la Restauración comprendido entre 1905 y 1916. Fuente: Ver texto.

Conclusiones Tras décadas de investigación internacional acerca de los aspectos cuantitativos de la actividad huelguística, los primeros análisis econométricos hicieron hincapié en las causas económicas de la misma, en especial la evolución del ciclo económico. Estos modelos fueron rebatidos con la intención de tener en cuenta otros factores «no económicos» de la evolución de la conflictividad, como la tolerancia o la afinidad del gobierno en el poder hacia el movimiento obrero, el

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grado de organización del sindicalismo o el grado de descentralización en la toma de decisiones de política económica laboral. Más recientemente, algunos investigadores han optado por integrar diferentes enfoques con la intención de aproximarse mejor a un fenómeno difícilmente explicable con un enfoque muy restringido. Por ejemplo, para el caso de Estados Unidos durante una buena parte del siglo XX se han destacado tanto factores económicos, pro-ciclo y derivados del nivel «micro», individual o empresarial, donde se han tomado el grueso de las decisiones de política económica; como políticos, en concreto el acceso al poder de partidos demócratas más sensibles ante las reivindicaciones laborales. Mientras que en el caso de Italia (1881-1923), un país atrasado en el que los sindicatos hubieron de luchar por objetivos políticos, el reconocimiento de derechos y el hacerse hueco en la negociación colectiva, y donde la negociación colectiva se produjo más a nivel «macro», industrial o nacional, los factores políticos habrían resultado ser más relevantes que los económicos. Las investigaciones sobre las huelgas y la conflictividad obrera en general en España a lo largo del siglo XIX y el primer tercio del XX son numerosas. Sin embargo, salvo notables excepciones, no ha habido un intento de integrar teórica y empíricamente el caso de España en el contexto internacional. Nuestros resultados muestran una pauta bastante similar a la del caso italiano. Es decir, aunque los factores económicos, pro-ciclo y más guiados por la prudencia que por la necesidad, no son desdeñables, estos no bastan para entender la evolución de la actividad huelguística. Esta tesis es, en definitiva y a pesar de los matices en cada caso, muy parecida a la sostenida por historiadores españoles como Alvaro Soto o Rafael Cruz. Teniendo en cuenta la evolución económica, los factores políticos deben ser resaltados en países tan inestables como lo fueron España o Italia, en especial cuando se comparan con países más avanzados como Gran Bretaña o Estados Unidos. No obstante, es necesario hacer algunas matizaciones. En primer lugar, la falta de un mayor impacto de las variables económicas, a excepción del salario, sobre el número de huelgas y de huelguistas tiene sentido si tenemos en cuenta que el gran aumento de la conflictividad en España tuvo lugar en dos momentos muy concretos, los primeros años de la Primera Guerra Mundial y los primeros años tras la crisis de 1929, durante los cuales la economía estuvo, a grandes rasgos, estancada. Es más, el mayor impacto de entre las variables económicas proviene de la variación salarial. Aunque la relación entre esta variable y la conflictividad puede interpretarse, efectivamente, como un indicio de que las coyunturas económicas favorables permitieron un aumento del conflicto, no debe olvidarse que el salario también puede entenderse como un indicador del grado de movilización de los trabajadores. La naturaleza «económica» del salario es menos clara que la de los otros dos indicadores, la evolución del PIB y de la inversión. En realidad, el salario también es un indicador de la

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posición de sus trabajadores a la hora de afrontar el conflicto. Se trata, en definitiva, de un indicador del mayor o menor poder con el que los trabajadores cuentan a la hora de asumir el riesgo del fracaso o pérdida en la negociación53. La relación positiva entre afiliación sindical y conflictividad mostrada en la tabla de correlaciones, así como el estudio de Domenech sobre la «prudencia» del movimiento anarquista coincidirían en el sentido de destacar la importancia de la movilización para organizar el conflicto. En segundo lugar, no es sorprendente que para entender la pauta de la conflictividad obrera en España durante el primer tercio del siglo XX debamos tener muy presente la evolución del marco político. Es decir, la falta de integración, forzada o en ocasiones voluntaria, del movimiento sindical en la toma de decisiones de política económica laboral, así como la debilidad del sistema democrático y de los partidos políticos para canalizar una parte del conflicto. Por tanto, los momentos de crisis política provocaron un aumento destacable de la conflictividad, sobre todo durante el final de la Restauración, detrás del cual se encontraba la búsqueda de una mayor cuota de poder en la toma de decisiones de política económica laboral por parte de los representantes de los intereses de la clase obrera. Además, si tenemos en cuenta que, al final del periodo, el nivel al que se produjo la negociación colectiva tendió más a ser nacional o industrial que empresarial, este hecho pudo provocar que los sindicatos trataran de obtener mejoras económicas o laborales a través de una mayor inserción política en las instituciones.

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Los determinantes de la protesta obrera en España, 1905-1935: ciclo económico, marco político y organización sindical

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APÉNDICE 1 NIVELES DE CONFLICTIVIDAD LABORAL EN ESPAÑA, 1905-1936 Huelgas declaradas

1905 1906 1907 1908 1909 1910 1911 1912 1913 1914 1915 1916 1917 1918 1919 1920 1921 1922 1923 1924 1925 1926 1927 1928 1929 1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936

153 145 152 182 147 246 311 279 284 212 169 237 306 463 895 1.060 373 488 458 165 181 96 107 87 96 402 734 681 1.127 594 181 887

Huelgas con toda la información

Huelguistas (estimación)

Jornadas (estimación)

23.748 28.996 16.322 18.268 12.595 58.483 58.392 59.236 119.141 74.613 56.818 129.004 124.222 197.446 396.482 611.710 133.991 135.856 134.368 30.602 66.358 22.557 70.616 70.024 55.576 270.330 284.208 421.331 908.634 809.459 53.609 809.495

453.759 619.390 156.429 250.017 159.536 2.295.367 959.879 1.723.134 3.190.842 1.541.543 711.153 3.216.117 3.103.005 3.290.459 8.887.779 18.154.405 4.486.550 3.040.463 3.373.483 643.577 927.079 255.211 1.311.891 771.293 313.065 4.091.501 4.624.862 5.619.967 15.559.345 12.137.320 – –

130 122 118 127 78 151 118 171 201 140 91 178 176 256 403 424 233 429 411 155 164 93 107 87 96 368 610 435 1.046 544 111 297

Índice de Conflictividad de Soto

70 124 17 25 14 546 180 365 1.340 543 239 1.750 1.260 1.402 3.937 10.493 1.611 845 988 119 340 60 866 621 181 2.750 1.799 3.479 12.541 19.856 – –

Notas: Los seis primeros meses para 1936. Datos de Jornadas no disponibles para 1935 y 1936. Siguiendo el procedimiento de Soto (1991), el número de huelguistas y el de jornadas perdidas se han dividido por el porcentaje de huelgas con información completa y multiplicado por cien. El índice de conflictividad es el producto de tres datos, el número de huelgas, el número de huelguistas (corregido) por huelga y el número de jornadas perdidas (corregido) por huelga, todo ello dividido por 106. Fuente: Estadística(s) de las huelgas y Soto (1991).

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Los determinantes de la protesta obrera en España, 1905-1935: ciclo económico, marco político y organización sindical

APÉNDICE 2 FORMAS DE CONFLICTIVIDAD LABORAL EN ESPAÑA, 1905-1936

1905 1906 1907 1908 1909 1910 1911 1912 1913 1914 1915 1916 1917 1918 1919 1920 1921 1922 1923 1924 1925 1926 1927 1928 1929 1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936

Huelgas declaradas

Frecuencia

Magnitud

Duración

Índice de Conflictividad de Bordogna et al

153 145 152 182 147 246 311 279 284 212 169 237 306 463 895 1.060 373 488 458 165 181 96 107 87 96 402 734 681 1.127 594 181 887

1,02 1,24 0,69 0,77 0,53 2,43 2,34 2,30 4,49 2,73 2,02 4,46 4,18 6,47 12,65 19,03 4,00 3,90 3,71 0,81 1,70 0,56 1,69 1,63 1,25 5,90 6,02 8,68 18,20 – – –

155 200 107 100 86 238 188 212 420 352 336 544 406 426 443 578 359 278 293 185 367 235 660 805 579 672 387 619 806 1.636 296 913

19 21 10 14 13 39 16 29 27 21 13 25 25 17 22 30 33 22 25 21 14 11 19 11 6 15 16 13 17 15 – –

50 53 7 11 6 227 72 142 505 199 85 605 424 459 1.259 3.265 481 242 273 32 87 15 208 144 41 600 379 716 2.512 – – –

Notas: Los seis primeros meses para 1936. Datos de Frecuencia y Duración no disponibles para los últimos años. Siguiendo el procedimiento de Soto (1991), el número de huelguistas y el de jornadas perdidas se han dividido por el porcentaje de huelgas con información completa y multiplicado por cien. El índice de conflictividad en este caso esta basado en el propuesto por Bordogna et al (1989), p. 232 y es igual al producto de tres cocientes, la frecuencia (huelguistas / población activa), la magnitud (huelguistas / huelga) y la duración (jornadas perdidas / huelguistas), todo ello dividido por 100. La población activa no agraria censal, es decir el denominador de la frecuencia, es la estimada por Nicolau (1989), p. 78, los años intercensales se han obtenido mediante interpolación. Fuente: Estadística(s) de las huelgas y Soto (1991).

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APÉNDICE 3 AFILIACIÓN A LOS PRINCIPALES SINDICATOS, 1889-1936 UGT

1889 1900 1911 1919 1931 1932 1936

CNT

3.355 26.088 77.749 150.382 690.440 1.041.539

29.015 700.944 544.514 612.705

Notas: Para la UGT, el dato de 1919 es la media de 1918 y 1920. Fuentes: En el caso de la UGT, hasta 1911, Anuario Estadístico de 1917; para 1919, Memoria del Congreso Ordinario de 1920; para 1931, Almanaque de El Socialista de 1931; y para 1932, Redero (1992), p. 108. En el caso de la CNT, Elorza (1973) y Bar (1981).

APÉNDICE 4 PORCENTAJE DE TRABAJADORES AFILIADOS A ALGÚN SINDICATO (UNION DENSITY) Gran Bretaña

1892 1900 1913 1920 1930

1892 1900 1913 1920 1930

Holanda

Bélgica

Francia

Alemania

Dinamarca

Suecia

Noruega

11,1 13,1 24,8 45,2 25,4

16,9

3,3 8,3

3,0 7,5

5,7 21,3 52,6 33,7

8,8 23,1 35,1 32,0

0,8 4,8 9,4 27,7 36,0

2,3 20,3 20,4 18,3

Finlandia

Austria

Italia

España

Bulgaria

EEUU

Canadá

Australia

3,1

1,0 15,0

4,6 5,3

5,0

3,2 5,5 10,3 16,7 8,9

4,7 10,6 9,2

5,8 9,0 24,6 42,2 43,5

0,9 11,7 9,6

Notas: El dato de 1892 para EE UU se refiere a los trabajadores no agrarios y está tomado de Kirk (1994), p. 65; el de España es el correspondiente a 1910, no a 1913; los de Canadá son los correspondientes a 1911 y 1921; los de Australia son los de 1891, 1901 y 1911; y el de Dinamarca es el de 1921. Fuentes: Para Gran Bretaña, Alemania, Suecia, EE UU, Canadá, Australia y, para los años 1920 y 1930, Dinamarca y Noruega, Bain y Price (1980), pp. 39, 88, 107, 123, 133, 142, 151 y 158; para Italia, Bordogna et al (1989: 225); para Japón, Shirai y Shimada ([1978] 1985), p. 369; para España, el denominador está tomado de los datos de población activa de Nicolau (1989: 78) y el numerador, correspondiente a los afiliados a la UGT y la CNT, se ha obtenido de los Anuario(s) Estadístico(s) (para la UGT) y de Elorza (1973) y Bar (1981) (para la CNT); para el resto, Mikkelsen (1996), pp. 24 y 26.

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Los determinantes de la protesta obrera en España, 1905-1935: ciclo económico, marco político y organización sindical

APÉNDICE 5 PIB NO AGRARIO (COSTE FACTORES)

Fuente: Prados (1995).

APÉNDICE 6 INVERSIÓN TOTAL

Fuente: Carreras (1985).

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APÉNDICE 7 SALARIO REAL

Fuente: Williamson (1995).

APÉNDICE 8 MIEMBROS UGT

Fuente: Anuario(s) Estadístico(s).

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