LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL

1 LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL de Roberto COSSA Reparto Julián Bisbal Carmen, su mujer Don Bouza González Alberto Chela Mart

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LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL

LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL de Roberto COSSA

Reparto Julián Bisbal Carmen, su mujer Don Bouza González Alberto Chela Marta La madre El padre Vacaro Derisi Morandi Dora

Juan Carlos Gené Norma Aleandro Hugo Caprera Beto Gianola José Novoa Adriana Aizeniberg Beatriz Alemany Marta Gam Fausto Aragón Emilio Alfaro Julio de Grazia Pepe Soriano Hilda Suárez

Escenografía Dirección

Antón David Stivel

"Los días de Julián Bisbal" fue estrenada en el Teatro Regina el 14 de enero de 1966

ESCENA I (Cocina del departamento de Julián Bisbal. Es un ambiente pequeño; en el centro una mesa cubierta con un hule a cuadros; atrás una cocina y un aparador; a la izquierda una cocina eléctrica sumamente vieja. Son las ocho de la mañana de un día jueves. Al comenzar la escena, Carmen, la mujer de Julián Bisbal, pone a calentar café. Es una mujer de unos veintiocho años, fea, aunque con un dejo de dulzura en el rostro. Se acaba de levantar de la cama; está despeinada Y cubierta con una bata descolorida. Saca una taza del aparador y la coloca sobre la mesa. Luego se dirige hacia la derecha y se asoma a la puerta que da a la habitación). CARMEN: (Llamando.) ¡Julián! ¡Vamos! son las ocho ya. (Vuelve a la cocina; mira el café y pone a calentar un jarro con leche.) Después te amargás si el viejo Bazán te protesta. (Pausa.) Eso pasa por acostarte tan tarde. No puede ser que te pases la vida durmiendo cinco o seis horas. Cómo no vas a estar cansado todo el día. (Controla el café.) Tu mamá dice que no te ve muy bien. Me lo dijo el otro día, ¿te conté? Le dije que dormías poco y me dijo que tengo que obligarte a descansar. (Se asoma a la habitación.) ¡Todavía estás en la cama! ¡Son más de las ocho! ¡Vamos! (Se hace una pausa durante la cual, se presume,

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Julián se levanta.) Te conté lo de tu mamá, ¿no? Ella habla de vos como si todavía fueras un chico. Tenés una camisa en el ropero. No, ésa está sin planchar. La blanca. ¡Pero apurate! (Se vuelve hacia la cocina y coloca una taza sobre la mesa. Se hace una pausa.) Me hizo gracia lo de tu mamá... Le dije que te acostabas tarde todas las noches y te empezó a defender. (Breve pausa.) Se ve que tu mamá no me quiere. Debe pensar que te merecías otra mujer, aquella vecina que tenías cuando vivían en Flores. (Se asoma a la habitación.) ¡Pero apurate, Julián, que ya va a estar! (Se vuelve y saca el café del fuego. Sirve en la taza y, luego echa un poco de leche.) Ya está servido, ¿eh? Uf... esta cafetera es de lo más incómoda. No hay vez que el café no se vuelque. El otro día vi una preciosa en lo de don Ramón. esas de tipo italiano, con filtro, pero estaba carísima. Casi mil pesos. (Se acerca a la habitación.) ¡Dale, que se enfría! Después te ponés la corbata. (Carmen vuelve hacia el centro de la cocina, Saca del aparador una lata de galletitas que coloca sobre la mesa. Desde la habitación llega Julián Bisbal. Es un muchacho gordo, de treinta años. Se ha levantado recién y camina pesadamente. Se sienta frente a la taza de café con leche mientras da cuerda a su reloj pulsera. Mira un instante a su mujer.) Ese batón que tenés puesto podrías archivarlo de una buena vez. (Con extrañeza.) Y eso a que viene. Te queda mal. Hace dos años, desde que nos casamos, que me lo ves todas las mañanas. Será por eso. (Breve pausa. Julián termina de dar cuerda a su reloj.) ¿Qué hora es? Las ocho y media. Si no te apurás, vas a tener otro lío con el viejo Bazán. ¡Ma que reviente! Total, si llegás temprano todos los días no te lo reconocen. Miralo a Estévez, nunca llegaba tarde y lo echaron lo mismo. Siempre decís que no te gusta llegar tarde. Claro, porque no quiero darle motivos a ese viejo para que me diga nada. Ya la semana pasada me callé la boca, pero otra no se la aguanto. (Imitando.) "Bisbal... son las nueve y cinco. ¿No sabe que el horario es a las nueve?" Cuando te dice así da ganas de ahorcarlo. (Se hace un silencio. Julián comienza a tomar el café con leche mientras Carmen arregla algunas cosas.) Ah, Julián, me olvidé de decirte... Ayer habló mamá para invitarnos a almorzar el domingo. Es el cumpleaños de papá y parece que piensan hacer una fiesta grande. Van a ir Jorge y Ester con los nenes. Le dije que íbamos. (Julián hace un gesto.) ¿Vamos a ir, no? Y sí... ¡Qué sé yo! Le vamos a dar una alegría a los viejos. Ellos que te quieren tanto... Lástima que vivan tan lejos; si no podríamos ir más seguido. ¿No es cierto? (Julián no contesta. Carmen lo mira y se queda en silencio. Julián bebe un sorbo de café con leche y separa la taza.) Esto no se puede tomar. ¿Qué tiene?

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No sé... Tiene un gusto especial. Es el café de siempre. A lo mejor el filtro que es nuevo. Te preparo otro. No, no quiero. Además se me hace tarde. Te lo hago en cinco minutos. No quiero, Carmen. Se me hace tarde. (Julián se dirige hacia la habitación de donde vuelve un instante después poniéndose la corbata. Trae en la mano el saco y el sobretodo que coloca sobre la silla.) Esta noche no vengo a comer. ¿Por qué? Tengo la cena con los compañeros del Nacional. ¿Qué cena? La que te dije ayer, Carmen. Nos juntamos los cuatro compañeros que hicimos todo el Nacional juntos. ¿Y vas a ir? Eh... Cómo no voy a ir. Hace doce años que no nos vemos, desde que terminamos el secundario. Los otros tres van a ir. No puedo fallar. Otra vez te vas a acostar a las cuatro de la mañana. (Con sorna.) Sí... Todos los días me acuesto a las cuatro de la mañana. Ayer volviste a las dos. Esto es distinto. ¿Y ayer? ¿Y los demás días? ¿Empezamos otra vez, Carmen? Siempre tenés un pretexto para llegar tarde a casa. Hoy es la cena con los compañeros del Nacional. (Áspero) ¡Pero no te digo que éste es un caso distinto! Fuimos íntimos amigos durante cinco años y hace doce años, desde que terminamos el secundario, no nos vimos más. ¿Cómo voy a dejar de ir? Ya sé, Julián... Si no me refiero a lo de hoy. ¡Mirá lo que me va a importar que te encuentres con tus compañeros! No es eso. (Se hace un silencio.) ¿Qué te pasa, Julián? ¿Cómo qué pasa? Sí... ¿Qué te pasa conmigo? Nada. (Carmen lo mira.) ¿Qué me va a pasar? (Se acerca a él.) Y entonces porque estás así... ¿Así, cómo? Lejos... (Julián hace chasquear la lengua en señal de protesta.) Sí... Hace un tiempo que estás lejos. Como si te molestara estar conmigo. (Breve pausa.) ¿Qué pasa, eh? Nada, Carmen. Que va a pasar. Julián.. No trates de engañarme. ¿O te creés que no me doy cuenta? (Breve pausa.) ¿Tan sonsa me creés? (Julián hace un gesto.) ¿Cuánto hace que no estamos juntos, eh? (Pausa.) ¿Sabés cuánto? (Julián le da la espalda, molesto por la pregunta.) ¿Y eso qué es? (Se hace una pausa. Carmen lo mira.) Anoche te esperé despierta hasta las dos de la mañana y cuando quise acercarme me rechazaste. Tenía sueño. No... Disimulás muy mal, Julián. (Pausa.) ¿Qué pasa? ¿Ya no me querés más? (Breve pausa. Julián no contesta.) ¿Es eso, Julián?

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(Molesto.) ¡Por favor, Carmen! ¿Ahora salís con eso? (Breve pausa.) Lo que pasa es que no aguanto más la oficina; es eso. No hay caso, tengo que irme de Ribaudo y conseguirme otro trabajo. Un corretaje o algo así. Algo que sea más libre. Siempre estuviste en Ribaudo, Julián. Pero antes no era así. (Breve pausa.) Hace un tiempo, cuando hablamos, me dijiste que no estabas bien, que se te iba a pasar. Me pediste que te diera una semana de tiempo, ¿te acordás? Pasó más de un mes. Estuve esperando a que te decidieras a hablarme. (Pausa.) ¿Es otra mujer, Julián? ¿Eh? Si te gusta otra mujer. (Protestando.) ¡No!... ¡Qué otra mujer! (Breve pausa.) Bueno, me voy. (Inicia el mutis. Carmen se acerca y lo toma.) Julián... No nos vamos a separar nunca, ¿no? Se me hace tarde, Carmen. Contestame, Julián. ¿No nos vamos a separar nunca? (Molesto.) Está bien... No. (La besa.) Chau. (Lo retiene.) Dame un beso bien. (Julián la besa en la boca, rápidamente.) ¿Vas a ir a la cena, hoy? Y sí... Chau. Chau. (Julián sale rápidamente. Carmen se sienta frente a la mesa, pensativa. Las luces decrecen rápidamente.)

ESCENA II (Un café de barrio, ubicado en la esquina de la casa de Julián. Un mostrador y varias mesas. Detrás del mostrador se halla su dueño, Don Bouza, un hombre de unos cincuenta Y ocho años, leyendo el diario de la mañana. Un instante después entra Julián y se acerca al mostrador.) Buen día, Don Bouza JULIÁN: DON BOUZA: Hola... (Don Bouza se dirige hacia la máquina de café.) JULIÁN: Rápido ese cafecito, Don Bouza, que estoy apurado. DON BOUZA: Tranquilo, hombre, tranquilo... "Vísteme despacio, que estoy apurado". ¿Sabe quién dijo eso? Napoleón. Y es una gran verdad. Piénselo. Quiere decir que las cosas que se hacen con apuro siempre tardan más. "Vísteme despacio, que estoy apurado." Se lo dijo a su ayudante. (Breve pausa.) ¿Se quedó dormido hoy? JULIÁN: Eh... Anoche estuve aquí hasta las dos. Gerardo trajo la guitarra y se puso a cantar tangos... Yo me fui a las dos, pero algunos se quedaron. Estuvo lindo. (Breve pausa. Julián enciende un cigarrillo.) Soy el primero como siempre. DON BOUZA: Eh... Todas las mañanas es igual. Hasta las diez no se vende más que cuatro o cinco cafés. Cada vez viene menos gente. Antes sí que valía la pena, pero ahora... (Coloca el café frente a Julián, ) JULIÁN: Usted tendría que poner un "grill" como hacen todos. DON BOUZA: ¿En éste barrio? No vale la pena. JULIÁN: Está a dos cuadras de la estación.

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DON BOUZA: Igual... Eh, yo ya no estoy en edad para innovaciones. Dentro de un año termino de pagar todas las deudas, vendo mi parte y me vuelvo a España. JULIÁN: ¿Se vuelve? DON BOUZA: .- ¿Qué voy a hacer acá? No quiero saber más nada con la Argentina. Vea, en Buenos Aires no se puede vivir más. Cuando yo vine, hace cuarenta años sí que era lindo. Pero ahora... (Hace chasquear la lengua.) Ahora todo es materialismo. Antes era distinto. Usted tomaba un ómnibus o un tranvía y viajaba sentado. leyendo el diario. La gente era amable. ¡Qué sé yo! Mire usted a estos muchachos que andan ahora... Trece, catorce años y son ladrones o cosas peores... ¡Una barbaridad! ¡Qué me dice? (Julián asiente en silencio.) Y todo es así. Yo creo que el error de este país es que se hayan cerrado los prostíbulos. Por eso la muchachada anda así. Pero... aquí mandan los curas. Antes, usted ese problema lo tenía resuelto y la juventud era más sana. ¿No es cierto? JULIÁN: Claro. DON BOUZA: Vea... Yo trabajé cuarenta años en esta tierra... ¡Cuarenta años! La quiero más que a mi patria, créame, y eso que soy español y que tengo a toda mi familia allá. Pero aquí no se puede vivir. No entiendo... Un país tan rico como éste... ¡El país más rico del mundo! Y ya ve... Por eso, si Dios me da salud, el año que viene me vuelvo a España. Hace cuarenta años que no veo a mi pueblo. Tengo dos hermanos que no conozco y mi madre que tiene ochenta años. Cuando me vine le dije que a los tres o cuatro años volvía... Eh, después vino la guerra. (Breve pausa.) Lo que son las cosas, ¿eh? Cuando tenía treinta años me ofrecieron entrar en un negocio para la venta de frutas en el sur. No quise aceptar para quedarme en Buenos Aires. Ahora sería millonario. Ya ve, lo que no se hace a los treinta años, después no se hace más, ¿entiende? Eso me lo decía siempre mi padre, que era un hombre culto, no vaya a creer. Un hombre que estudió, ¿eh? Había empezado la Universidad y todo, pero después se tuvo que ir al campo. Me decía siempre: "José, tienes tiempo hasta los treinta años para probar. Después, el hombre queda moldeado". Y mire usted lo que es el destino. Mi padre quería que yo me fuera a Madrid a estudiar y yo le dije que no, que me venía a América porque quería hacer fortuna. Me embarqué a los dieciocho años y a los treinta tuve mi gran oportunidad. Pero... ¡Qué se le va a hacer! (Se hace una pausa prolongada. Julián termina de beber el café en silencio y Don Bouza vuelve a leer el diario. En ese instante entran al café dos parejas: Luis González y Alberto -dos muchachos de poco más de treinta años, vestidos con elegancia-, acompañados de dos mujeres: Chela y Marta. Estas no son bonitas, pero tienen un tipo excitante y se advierte inmediatamente que son "mujeres de la noche" Los cuatro han pasado la noche juntos y llegan al café del barrio a rematar la jornada.) (Riendo a carcajadas, ruidosamente.) ¡Ay, pero la cara que puso el CHELA: tipo del hotel! (Ríe.) Este Luis es loco.. (A Luis.) Se creyó en serio que éramos matrimonios. GONZÁLEZ: ¡Claro que se lo creyó! ¿No te diste cuenta que se lo comentó al otro?

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¡Ah, no! ¿Se lo comentó! Y claro. ¿No viste cómo nos miraba? Pero, ¿qué pasó? Nada. Que al salir me acerco al mostrador y le digo al tipo: "Oiga, ¿qué es esto? Resulta que vengo con mi señora creyendo que es un hotel decente y resulta que es una amueblada." El tipo me miraba y no sabía qué decirme. Y después se lo comentá al mozo. (Ríen.) ¡Ay, que grande! Che, Marta... ¿Vos viste cuando se lo comentó? Sí... Calláte... No sabía dónde meterme. (Ambas mujeres ríen. ) Siempre les hago lo mismo. Pensarán que estoy loco. (Señala una mesa frente a la ventana.) Nos sentarnos aquí. (Alberto, Chela y Marta se sientan. González se vuelve para llamar al mozo y ve a Julián.) ¡Bisbal! ¡Hola! ¿Qué hacés González? (González se acerca y se abrazan.) ¡Tanto tiempo! ¿Qué hacés por acá? Yo paro en este café. Vivo a media cuadra. Pero mirá qué casualidad. ¿Y vos? (Con intención.) Vengo del hotel de la vuelta. (Sonríe y Julián hace un gesto de complicidad. Luego mira a las mujeres que están en la mesa.) No sabía que vivías por acá... (Lo palmea.) ¡Gordo! ¡Cuántos años sin verte! ¿Qué es de tu vida? Y... ahí andamos. ¿Siempre en Ribaudo y compañía? Qué le vas a hacer... ¿Y vos? Te habías ido a Salta, ¿no? A Tucumán, pero hace tiempo que volví a Buenos Aires. Me dedico a la fotografía. (Desde la mesa llega una carcajada.) Che, Luis... (Se vuelve.) Pará. Ahora voy. Alberto dice que está cansado. Por algo será. (Risas. A Julián.) Así que estás siempre en Ribaudo. (Julián asiente.) Pero qué sos, ¿fotógrafo? No, ya no. Ahora me dedico a la venta de máquinas y artículos fotográficos. ¿Y te va bien? Sí, bastante bien. La semana que viene inauguro un local en la calle Santa Fe. ¡Dale, Luis! Sí, voy. (A Julián.) Vení a tomar una copa con nosotros. No, viejo, me tengo que ir a trabajar. Ya llego tarde. ¡Dale! Qué, ¿el viejo Bazán te va a protestar? (Ríe.) ¿Está todavía? Todavía. ¡Vamos, Gordo! Tenemos que festejar el encuentro. Vení. No... están con ellas. No te hagas problemas. Vení. (Lo arrastra hacia la mesa.) Chicas... aquí un ex compañero de trabajo. (Lo presenta.) Julián Bisbal. (Chela le extiende la mano.) Chela... Más conocida por la loca Chela. (Ríe) ¡Che! (Ríe y le tiende la mano.) No le haga caso a éste.

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No, si ya lo conozco. (Sigue presentando.) Marta... (Julián le da la mano.) Y Alberto (Alberto y Julián se dan la mano.) Sentate, Gordo. (Don Bouza se ha acercado a la mesa y espera el pedido.) ¿Qué van a tomar? ¿Seguimos con whisky'? CHELA: Yo sí. ALBERTO: A mí no, che. (A Don Bouza) A mí no me traiga nada. GONZÁLEZ: Dale, el último. ALBERTO: No. Dentro de un rato tengo que ira visitar a un cliente. GONZÁLEZ: Mejor. Un whisky más y le vendés quinientas heladeras. (Ríe.) ALBERTO: No, en serio. GONZÁLEZ: Bueno, cuatro whiskys entonces. JULIÁN: Yo tampoco quiero. GONZÁLEZ: Dale, Gordo. Dejate de macanas. (A Don Bouza.) Cuatro whiskys. (Don Bouza sale a buscar el pedido.) JULIÁN: (Con un gesto, a González.) No puedo empezar tan temprano... Ahora tengo que ir a la oficina. ¿A la oficina? ¿Ahora? ¡Ay, pobre...! (Todos ríen.) CHELA: JULIÁN: Qué le va a hacer... GONZÁLEZ: A aguantarte al viejo Bazán, che Gordo (A los demás.) Ahí, donde trabaja Julián, trabajaba yo antes. Hace... cuatro años. El jefe es un cretino; decile, Gordo. El viejo Bazán. Tiene setenta años y es de esos que usan mangas negras... (Todos ríen.) En serio, ¿no Julián? (Julián asiente.) ¡Pero es un cretino! (A Julián.) ¿Te acordás deL día que casi le pego? (Julián asiente; a los demás.) Me quería descontar el día porque llegué cinco minutos tarde. Y había paro de trenes... Claro, yo no viajaba en tren, pero él no lo sabía... (Todos ríen.) ¡Ay, cuando me dijo que me iba a descontar el día! (A Julián.) ¿Vos estabas presente, Gordo? JULIÁN: No. GONZÁLEZ: Pero estaba ese otro muchacho... el Pelirrojo... JULIÁN: Vasallo. GONZÁLEZ: ¡Vasallo! Preguntale. Le dije de todo. "Usted es un viejo cretino". Así. "Si me suspende lo mato". El viejo estaba pálido, pero no me suspendió. ¡Pero qué viejo atorrante! ¿Te das cuenta. Alberto? Tener que aguantar a un tipo así, ocho horas por día. Es para pegarse un tiro. (Llega Don Bouza y coloca los cuatro vasos ALBERTO: de whisky sobre la mesa.) DON BOUZA: Bueno. Aquí están los whiskys. GONZÁLEZ: ¿Cuántos van con éste? ¿Doce, no? CHELA: A mí me parece que fueran cien. (Ríe y se abraza a González.) Un beso... (Le alarga la boca. González la besa y ella le pellizca la mejilla.) ¡Hum... qué rico sos! (Con un mohín.) Mirá cómo están las flores que me regalaste. Se están secando. GONZÁLEZ: (Burlón.) No importa, mañana te mando un canasto de rosas. CHELA: Mentiroso. (Restregándose a él.) ¿Mañana te vas a acordar de mí? GONZÁLEZ: (Igual.) Toda la vida, mi amor. CHELA: (Separándose.) Sos un malo. Te reís de mí. JULIÁN: GONZÁLEZ:

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(Ríe, luego levanta el vaso.) ¡Bueno, salud! (Bebe un trago. Le da un golpe en la rodilla a Julián.) ¡Julián, carajo! El mejor compañero que tuve en Ribaudo, ¿eh, Gordo? (A Alberto.) Vos sabés de las que me salvó... Cada vez que había que hacer un informe, Julián me lo hacía. ¿Te acordás? Yo no daba pie con bola con esos informes. (Ríe.) Y vos, finalmente, eras jefe mío. Jefe no. Bueno, encargado de sección. Como si fueras un jefe. (A Chela.) El Gordo era jefe mío; mirá vos. (Pausa.) La verdad, Gordo, siempre me acordaba de vos. Varias veces estuve a punto de ir a Ribaudo a visitarte. (Breve pausa.) ¿Estela está siempre? Siempre. ¿Y siempre tan bien? (Julián asiente, González lanza una especie de rugido.) ¡Qué bien estaba esa piba! ¿Quién es Estela? Una compañera de trabajo. Se casa a fin de mes. ¿Se casa? ¿Con alguien de la oficina? No, con un arquitecto. ¡Qué bien estaba! (Breve pausa.) Y vos qué metejón que tenías con ella... (Gesto de Julián.) ¡Vamos, Gordo! Donde iba Estela, estabas vos. ¿Eh, Gordo? (Julián queda confundido.) Vos vivías en Flores y la acompañabas todos los días hasta Belgrano. Decíme, Alberto... Un tipo que todos los días acompaña a una compañera de trabajo desde el centro hasta Belgrano y él vive en Flores... ¿No es metejón? Por lo menos es un trabajo bárbaro. (Todos ríen) Nos habíamos hecho amigos. ¡Vamos, Gordo! Un día apareciste con una cara que parecía que el mundo se te venía abajo. Le digo: ¿Qué te pasa, Gordo? Me dice: Estela tiene novio. (Protestando.) Terminala, González. ¡Dale, Gordo! ¿Te vas a enojar ahora? (Lo abraza.) ¡Gordo! Pero no te preocupés que dentro de cinco años va a ser una gorda inaguantable. Siempre pasa así. Por eso, viejo... ¡Hay que vivirla! (Ríe a carcajadas.) Bueno, yo me voy. ¿Ahora te vas a ir? Tengo que ir hasta Banfield a visitar a un cliente. ¡Dale! Vas mañana. Ahora terminamos el whisky y nos vamos a dar una vuelta por la Costanera. ¿Pero vos estás loco, Luis? Son las nueve de la mañana. ¿Y qué hay? Yo a esta hora no puedo dormir ir. (Lo palmea.) ¡Dale! Lo llevamos al Gordo. Yo no puedo. Dejate de macanas, Gordo. Vos venís con nosotros. Marta. decile a Alberto que se quede. Por mí, que haga lo que quiera. Total, para estar con esa cara... (Hosco.) ¿Qué cara? La que tenés. Hace una hora que estás ahí sin hablar.

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Vos sabés por qué estoy así. ¡Por favor! ¡Ufa, che! ¿Qué pasa? Nada... Que tu amiguita se hace la difícil. No seas sonso. Bueno, termínenla. Terminamos el whisky y nos vamos todos a la Costanera. No, viejo, no puedo. Cómo me voy a perder esa venta. No importa. Vamos nosotros lo mismo. (A Julián.) ¿Usted viene? En realidad... No, sin el coche no vamos. Hagan como quieran. Yo me voy. Esperá que tenés que llevar a las chicas a la casa. ¿Pero no van a ir a la Costanera? No, sin el coche no. Con el colectivo estamos a media hora. (Lanza una carcajada.) ¡Colectivo! ¿En colectivo? Estás loco, Gordo. Yo decía... Si querían... Bueno. (Se pone de pie. A González.) ¿Nos vemos esta noche? Claro. Hoy tenemos la despedida de Carballo. ¿Ustedes qué hacen chicas? (A Marta.) ¿Vos venís? (Lo mira un instante y se pone de pie.) Sí, vamos. (Alberto enfila hacia la puerta del café. Marta se despide de Julián tendiéndole la mano.) Encantada. Si quiere quedarse, después yo la acompaño. Con mucho gusto, pero no puedo. Adiós. Adiós. (Desde la puerta.) ¡Vamos! (Marta se acerca y Alberto la toma del brazo A González.) ¿Vos qué hacés, Luis? Me voy a casa a dormir, ¿Quedamos así, entonces? Sí viejo. Llamame. Chau. (A Julián.) Hasta pronto. Que le vaya bien. (Alberto sale con Marta. Chela se acerca a González y lo besa.) Chau, querida. (Lo toma.) ¿Me vas a llamar? Sí, uno de estos días. ¿No te vas a olvidar? No. (La mira; asegurándole.) Te voy a llamar. (Lo besa.) La pasé muy bien. Chau. Andá que Alberto se va. No te olvidés, eh. No, te llamo. (Chela hace un saludo y sale hacia la calle. González se sienta junto a Julián que termina de beber el whisky.) Uf... A éstas no te las sacás más de encima. (Se hace una pausa.) Esta piba... Marta, ¿qué tal es? ¿Cómo querés que sea? Como todas.

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Parece que no anda bien con tu amigo. ¿Se llevan mal? Si apenas las conocernos... Las levantamos con el coche en la calle. Anoche, a las nueve de la noche, hasta ahora. (Hace un gesto.) ¡Qué locura! Y justo hoy que tenía que hacer una punta de cosas... El miércoles que viene inauguro y todavía me falta la decoración. Y bue... (Breve pausa.) ¿Y vos no vas a trabajar? Ya se hizo tarde. Prefiero no ir. No quiero tener un lío con el viejo Bazán. ¡El viejo Bazán! (Breve pausa.) ¡Qué época!, ¿eh, Gordo? A mí me parece que hubieran pasado diez años. (Se hace una pausa.) ¿Tomás otro whisky? No... Basta por hoy. Me voy a dormir. (Enciende un cigarrillo. Se hace una pausa.) Vos hiciste bien en irte de Ribaudo. ¡Pero si en Ribaudo no vas a ninguna parte! No tenés ningún porvenir. Sí, yo hace tiempo que quiero irme. Hacés bien. En Ribaudo te morís de hambre y además tenés que cumplir horario... ¡Por favor! Yo creo que si tuviera que volver a Ribaudo me muero. Sí... pero el problema es a dónde voy. ¿En dónde voy a sacar veinte mil pesos de entrada? Esta mañana le decía justamente a mi mujer que lo bueno sería conseguirme un corretaje, ¿no te parece? Es un trabajo libre, y hay cosas que dejan bien. Claro. ¿Vos no sabés de algo? (Restregándose los ojos.) No, Gordo... (Breve pausa.) Estoy muerto. Hace diez días, no te miento... Desde el lunes pasado... estarnos a jueves... sí, justo diez días que no duermo más de cuatro o cinco horas. Y ahora, con el asunto del local, voy a tener un baile bárbaro. (Breve pausa.) Y decime: ¿cómo empezaste con la fotografía? Bueno, con un muchacho amigo que es fotógrafo: Aprendí a sacar y me compré una máquina. Y así, ¿no? Después me di cuenta que el gran negocio está en la venta de máquinas y me metí en eso. ¿Pero cómo se te dio? ¿Compraste una máquina y la vendiste, así? Bueno, no. Conseguí una partida de contrabando, tenía unos pesos y me metí. A partir de ahí empecé a hacer el negocio, ¿te das cuenta? (Hace un gesto de asentimiento. Luego de una pausa.) A mí siempre me gustó mucho la fotografía. ¿Te llevó mucho aprender? No, sacar es fácil. En poco tiempo le agarrás la mano. Las máquinas deben ser caras. Depende. Un equipo profesional cuesta mucha plata. (Se hace una pausa prolongada. Julián queda pensativo.) Bueno, Gordo, te dejo. ¿Por qué no tomás otra copa? No, viejo, no doy más. Dale... Hace mucho que no nos vemos Charlamos un rato y después almorzarnos juntos, ¿eh? No, Gordo... Me voy a dormir: no doy más. (Se pone de pie y se acerca al mostrador) ¿Cuánto es, patrón?

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Cuatro whiskys... Doscientos sesenta pesos. (Tira tres billetes de cien sobre el mostrador) Está bien. .- Gracias. (Julián se ha puesto de pie y se acerca a González.) ¿Te vas? Sí, Gordo. ¿Por qué no te venís un día por el local? La semana que viene lo tengo instalado. Es en la galería de Santa Fe y Rodríguez Peña. (Lo mira.) Cuando quieras... ¿eh? Tomamos una copa y charlamos. JULIÁN: Bueno, te voy a ir a ver. GONZÁLEZ: ¡Claro! (Lo abraza) Chau, hermano. JULIÁN: Chau, González. GONZÁLEZ: Te espero, ¿eh? (Sale hacia la calle.) Chau. JULIÁN: Chau. (Julián queda solo. Consulta la hora y se acerca al mostrador. Toma el teléfono.) Sírvame un whisky, Don Bouza (Julián disca.) Hola... ¿Señorita Delia? Habla Bisbal... Sí, escúcheme: avísele al señor Bazán que hoy no voy a ir a trabajar.... Ah, ya preguntó por mí... No, dígale nomás que no pude hablar antes... Sí que mi mujer no se siente bien... No, nada grave, pero no tengo quién la atienda... Dígale que a lo mejor voy a la tarde. No se olvide, ¿eh? Gracias. (Cuelga y vuelve a marcar.) Hola... Con Calise, por favor. Gracias. (Pausa. Luego, alegremente.) ¡Hola, Carlos! Sí, Julián... ¿Qué tal? Bien, viejo, bien. Con ganas de verte un rato... Pensé en pasarte a buscar por la oficina así almorzarnos juntos.... (Con desilusión.) Ah... No, no importa. Te llamo otro día... Sí, está bien. Chau. (Cuelga y vuelve a marcar. En ese instante Don Bouza le sirve el vaso de whisky.) Hola, Pedro... (Alegremente.) ¿Cómo te va, atorrante? Julián, che... ¡Bisbal!... ¡Qué tal, tanto tiempo.... No, nada, es que ando de franco, ¿sabés? y como tengo que ir por tu barrio pensé hacerte una visita, así charlamos un rato... Sí, ahora... (Con evidente desilusión.) Ah... ¿y por qué no nos encontramos por el centro?... Ah, con tu señora... No, no importa. Te llamo otro día. Chau. (Cuelga.) Gracias, Don Bouza (Toma un trago de whisky. Mira el reloj.) Son las diez, ya. DON BOUZA: Y cinco. (Se hace una pausa prolongada.) JULIÁN: Y bueno... ¡Qué se le va a hacer! (Julián termina de beber el whisky, paga y luego de saludar a Don Bouza sale hacia la calle. Mira hacia ambos lados y luego se echa a caminar lentamente. Las luces, entretanto, decrecen lentamente.) DON BOUZA: GONZÁLEZ: DON BOUZA: JULIÁN: GONZÁLEZ:

ESCENA III (La casa de los padres de Julián Bisbal. El comedor de un departamento modesto, cargado de muebles. Cuando comienza la escena han terminado de almorzar. La madre está retirando algunas cosas de la mesa. Julián y el padre permanecen sentados.) MADRE: Comiste poco, Julián. JULIÁN: No tenía mucho hambre. MADRE: Si me hubieras avisado que venías, te hacía algo mejor. JULIÁN: Está bien, vieja. MADRE: ¿Querés otro café? JULIÁN: No, gracias.

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¿Querés un coñac? Servile, vieja. (Saca del aparador una botella Y una copita. Al padre.) Vos no vas a tomar, ¿eh? No, mujer, no. Después empezás a quejarte del dolor. Está bien... Dije que no voy a tomar. (Al padre.) ¿Una copita, qué te va a hacer? Sí... después le empieza el dolor y no puede dormir. Y yo me tengo que pasar la noche en vela. (Recoge las tacitas.) Hacé lo que quieras, pero después no te empieces a quejar. (La madre sale hacia la cocina. Se hace una pausa.) ¿No andás bien, vicio? (Se señala el costado.) El dolor ese, de siempre, no me deja tranquilo. ¿No fuiste al médico? ¡Dejame de médicos! (Breve pausa.) A veces no es muy fuerte, pero otras... Como si me clavaran una aguja. (Se toca.) Aquí, justo aquí. No sé qué puede ser. Y si respiro fuerte me duele también. Y bue... (Tratando de ser normal.) Quizá me esté llegando la hora... (Protestando.) Eh, viejo... (Se hace una pausa. Julián bebe un trago de coñac.) Así que Ricardito tiene un examen el lunes. Sí, está estudiando en la casa de un compañero. Iba a venir a almorzar, pero después habló que se quedaba allí. Cuando tiene examen nosotros casi ni lo vemos. (Breve pausa.) Servite más coñac. Está bien. (Se sirve.) ¿Qué materia da Ricardito? Mirá, no sé. Sé que está estudiando mucho y le oí decir el otro día que es muy brava... (Bosteza.) Lo que son las cosas, ¿eh? Tanto querer jubilarme y ahora me aburro sin hacer nada. (Breve pausa.) ¿Y a vos cómo te va? Como siempre. El otro día leí que había un aumento para los metalúrgicos. Sí, pero a nosotros no ¡los corresponde. Es para la rama mecánicos. Lástima, ¿ves?, eso está mal. Si le dan aumento a unos, tendrían que darle a todos, ¿no? (Julián hace un gesto.) Pero... es así. Eh ... todo el inundo se queja. ¡Es un desastre! (Pausa.) Ahora dicen que los militares van a hacer una revolución. Vaya a saber... Así oí decir el otro día. (Bosteza.) Ves, cuando bostezo también me duele. (Hace chasquear la lengua.) Será que uno nunca tuvo nada... Pero me tiene preocupado. (Se hace una pausa prolongada. Julián se sirve más coñac y bebe. Un momento después aparece la madre.) ¡Ay, ese calefón me va a volver loca! (A1 padre.) Así no se puede usar más. Hay que desarmarlo. Ya sé que hay que desarmarlo. Pero ¿cuándo lo vas a hacer? ¿O querés que un día vuele la casa? ¡Eh ... ! qué va a volar la casa. ¿Qué tiene? Está tapado. Hace años que está tapido. Un rato nomás...

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(Se pone de pie.) Bueno... Si no te veo... (Lo besa a Julián.) Chau, viejo. A ver cuándo venís. Cuando quieras... Chau; saludos a Carmen. Chau, viejo. (El padre sale lentamente. Julián se queda un instante solo. Se sirve más coñac y enciende un cigarrillo. Un instante después entra la madre.) ¿Y tu padre? Se fue a acostar. Ah... Tu padre. Está cada vez peor. Parece que no anda bien. ¡Qué sé yo! Anda con ese dolor, quejándose. Pero no quiere ir al médico... (Con tono de protesta.) Tendría que hacerse ver. ¡Eh! Decíselo vos. Yo estoy cansada de decirle que tiene que ir al médico. Pero tiene miedo, eso es lo que pasa. No quiere ir porque tiene miedo que le encuentren algo. (Breve pausa.) Si últimamente ya no duerme de noche... Dice que tiene miedo de quedarse muerto. ¡Fijate vos lo que se le ocurre! Se queda con la radio hasta las cinco o seis de la mañana... Te das una idea de las que estoy pasando... La otra noche, ¿ cuándo fue ... ? El lunes. Llamó a Radio Rivadavia... Escucha esa audición que dura toda la noche... Llamó por teléfono para decir que no pusieran tanta música y que hablaran un poco más porque le gusta oír que alguien hable de noche. El creyó que yo dormía, pero lo escuché. ¿Sabés lo que le dijo al hombre de la radio que lo atendió? Que era un hombre solo... ¡Fijate vos! ¡Como si no tuviera familia! (Breve pausa.) Yo no le dije nada, porque ya no se puede hablar con él. (Breve pausa.) Yo no sé... Antes no era así. Ahora no le interesa nada. El mundo se puede venir abajo que a él no le interesa ¡lada. Esto del calefón... Hace meses que le vengo diciendo que lo tiene que arreglar. Al final voy a tener que llamar a un hombre para que lo arregle. Y... a lo mejor ese dolor... (Se sirve una copa de coñac y la bebe de un trago.) ¡Che, no tomés así! No... Es que tengo frío. (Breve pausa.) Así que Ricardito tiene un examen. Sí. Está estudiando mucho. La verdad es que estoy muy contenta. Si pasa este examen, no le quedan más que cuatro materias. ¡A ver si por fin el uno que viene se recibe! (Breve pausa.) Miralo a Ricardito abogado. ¡Quién lo iba a decir! (Nueva pausa. La madre lanza un suspiro.) Si vos hubieras seguido estudiando... Tendría un hijo abogado y otro ingeniero. Sería mi máxima felicidad. Está bien, vieja. ¡Ah, Julián! Fue una tontería que no siguieras. (Julián hace un gesto.) Ahora serias ingeniero, ¿te das cuenta? Fue un capricho. Te dije que te ibas a arrepentir. Pero no... Está bien, vieja. ¿Vamos a hablar de esto otra vez? Ya tengo treinta años.

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Por eso. Porque tenés treinta años. (Breve pausa.) Y mirá lo que son las cosas... Yo te tenía más confianza a vos que a Ricardito. Será porque siempre fuiste mejor alumno... Sin embargo... (Pausa.) Pero no. Un capricho. Y cuando vos te encaprichás... (Breve pausa.) ¿Por qué no te ponés a estudiar otra vez? (Hace chasquear la lengua.) Eh... Cuando se trabaja todo el día y se está casado... Algunos lo hacen. Es un sacrificio por unos años, pero después... Aunque no sea ingeniero. Una carrera más corta: escribanía, por ejemplo, como tu primo.. O dentista. ¡No, vieja, no puede ser! Si no te hubieras casado... (Julián hace un gesto de fastidio.) Ya sé... Carmen es una buena chica, pero ¿por qué te apuraste a casarte? Tenías tiempo. Está bien, vieja. Yo no digo... Es lógico que los hijos quieran casarse alguna vez. Pero vos estabas bien aquí. No te faltaba nada. Siempre pasa así, ¿eh? Los hijos se apresuran a irse y después extrañan la casa de los padres. Es la ingratitud. (Se hace una pausa. Julián bebe un trago de coñac.) Escuchame, mamá... (La madre lo mira. Julián habla con dificultad.) Bueno... quería hablar con vos de un asunto. (Breve pausa, Con decisión.) Pienso irme de Ribatido. ¿Irte? ¿Porqué? Por muchas razones... ¡Pero Julián, eso es una locura! (Violento.) ¡Mamá, Dejame hablar! (Pausa.) Es un proyecto que tengo; todavía no está decidido. Pienso conseguirme un corretaje, o alguna cosa así. Algo que tenga más porvenir. Claro que al principio no va a ser fácil. Vos sabés cómo son esas cosas... (Bebe un trago de coñac.) Si dejo Ribaudo voy a tener que dejar el departamento también. Además, dentro de dos meses vence el contrato y seguro que nos van a aumentar. (Breve pausa.) Una solución sería que nos viniéramos a vivir aquí. Aquí? Por un tiempo, nomás. Hasta que me estabilice. Qué sé yo... cuatro o cinco meses. ¿Y dónde se van a meter? Bueno... pensé que si Ricardito nos deja la pieza y se acomoda aquí... (Se hace una pausa. Julián se sirve más coñac y vuelve a beber.) No sé... Y Carmen, ¿qué dice? No hablé con ella. Es una cosa que se me ocurrió. (Luego de una pausa.) ¿Qué querés que te diga? Esto es muy chico. Además... Con el carácter de tu padre. (Breve pausa.) ¿Pero estás seguro que hacés bien en dejar Ribaudo? (Julián hace un gesto.) En todo caso conseguí algo primero y después renuncia. Además, ahí tenés antigüedad y eso es muy importante. Lo que vos tenés que hacer es pedirles aumento de sueldo. ¿Cuánto hace que estás ahí? Ocho años. Nueve .

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Bueno, nueve. Que te aumenten. Hablá con el patrón. No es posible. No se trata de eso. Vos siempre fuiste corto para estas cosas. En eso salís a tu padre. El es igual. El otro día, en la farmacia, le dieron cien pesos de menos en el vuelto y no quería ir a reclamarlos. Le daba vergüenza. Fijate vos. Tuve que ir yo con él, y se los dieron sin ningún problema. Pero si fuera por él perdía los cien pesos. Y vos sos igual. Tenés que decirles que vos precisás ganar más. ¡Cómo no te van a aumentar! Sí, vieja... pero el problema es otro... (Desde el interior llega el padre, evidenciando un estado de alteración.) ¿Qué pasa, viejo? Nada... No puedo estar en la cama. ¿Te quedaste, Julián? Estaba charlando con la vieja. Me empezó otra vez la puntada. ¿Querés que te haga un té? Sí... Con un poco de limón. (La madre se dirige hacia la cocina. Se hace una pausa.) Tenés que hacerte ver, viejo. Puede ser la presión. (Hace un gesto con la cabeza.) Yo nunca tuve presión. (Breve pausa.) Debe ser nervioso. Pienso mucho; eso es. (Pausa.) Dame un poco de coñac. (Mientras sirve.) ¿No te va a hacer mal? ¡Eh ... ! ¿A esta altura? ¿Te acordás de tu tío Hernán? El médico le dijo: "Si toma una gota más de alcohol, se muere". Salió del consultorio y se emborrachó en el café de la esquina. (Ríe.) Tenía sesenta años... Dos días antes de morirse, me dijo, no me olvido más, tomando una grapa en el café ése que siempre iba: "Hermano, ¿a esta edad voy a dejar la bebida? ¿Para qué? ¿Por uno o dos años más de vida?" (Ríe.) Y se mandaba la grapa. ¡Y tenía razón! (Bebe un trago de coñac y se hace una pausa.) ¿Sabés, pibe? Lo que uno siente son las cosas que no hizo cuando tenía tu edad. Haber viajado, por ejemplo. Ahí está. Esa es una cosa que siempre me hubiera gustado hacer: viajar. (Bebe otro trago.) Ves... la bebida me calma. Ya se me está pasando. Y este es un buen coñac. (Bebe otro trago cuando entra la madre.) Estás tomando. Una copita, nada más. ¡Una copita! Pero si sabés que te hace mal. ¿No lo querés entender? Vos mismo decís que té hace mal. Estaba charlando con Julián y me serví una copita. (Le acerca la copita a Julián.) Terminalo Vos. No hay caso, ¿eh? Sos cabeza dura. ¡Pero qué cosa! (Saca tazas del aparador.) ¿Vos querés té, Julián? No, vieja, me voy. ¿Ya te vas? Sí, tengo una cita. Tomá un té y después te vas. No, vieja, no. ¿Un café?

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No. Se me hace tarde. Chau, viejo. (Lo besa.) Chau, Julián. Y andá al médico. (El padre sonríe y hace un gesto. Julián lo mira un instante. Luego se vuelve hacia la madre.) Chau, vieja. ¿Vienen el domingo a almorzar? No sé... Creo que vamos a ir a lo de los padres de Carmen. Bueno, si cambian de idea, vengan. Sí, claro. Avisame así amaso unos ravioles. Bueno. Saludos a Ricardito. Chau. (Se besan.) Cerrate el cuello que se te va a enfriar la garganta. Está bien, vieja. (Julián sale. La mujer se vuelve hacia la mesa. El Padre está con la mirada perdida en el vacío. La madre toma la taza de la mesa y se dispone a salir hacia la cocina.) Está bien, Julián. La vez pasada lo noté medio ojeroso. Pero hoy no. ¿No es cierto? (El padre asiente con la cabeza, mecánicamente.) Sí. Se ve que descansa mejor. (Las luces decrecen lentamente mientras la madre se dirige hacia la cocina.)

ESCENA IV (Una cantina, en el centro de Buenos Aires. En una de las mesas está sentado Vacaro, un ex compañero de Julián Bisbal. Son poco más de las nueve del mismo día. Sobre la mesa hay varias botellas de vino. Vacaro se sirve un trago, mira la hora y luego con impaciencia hacia la entrada del local. En ese instante aparece Morandi.) VACARO: ¡Morandi! (Se abrazan efusivamente.) MORANDI: ¡Vacaro!. ¿Qué decís? VACARO: ¿Cómo te va, viejo? MORANDI: ¡Tanto tiempo! Pero vos estás siempre igual. VACARO: Más o menos. Vení, sentáte. (Se sientan uno frente al otro y se miran, sonrientes.) MORANDI: La verdad es que fue una buena idea esto de reunirnos después de tantos años. Yo siempre tuve ganas de llamarlos, pero una vez por una cosa, otra vez por otra... VACARO: Yo siempre me acordaba de la barra. Por fin, la otra noche encontré una foto de cuarto año, cuando fuimos al Abasto... (Morandi asiente.) Bueno, ahí mismo se me ocurrió llamarlos para ir a cenar. Te habrá sorprendido cuando te llamé. MORANDI: Te imaginás... Lo que menos me esperaba. Vos sabés que la empleada me dice: lo llama un señor Vacaro. En el momento no pensé que podías ser vos... ¡Después de tantos años! (Breve pausa.) Fue una alegría realmente. Mirá, tal es así que hoy tenía una cena con otros abogados que me interesaba mucho, pero decidí no ir. VACARO: (Le pega un golpe afectuoso.) Vamos a recordar viejos tiempos, ¿eh, Morandi? ¡Metele un trago! (Sirve vino y beben.) Supongo que tendrás la noche libre, ¿no? MORANDI: Mañana tengo una audiencia temprano.

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¿Y qué problema hay? Tenemos que festejar el encuentro en forma. Una vez que nos reunimos los cuatro... (Morandi hace un gesto y beben.) Así que te va bien con la profesión... Muy bien. Estoy con otros dos abogados que hace años que están en el asunto, ¿entendés? (Hace un gesto) Camina bien. Pero de todas maneras a fin de año me caso, largo todo y me voy a vivir a Mendoza. ¿Y te conviene? Bueno, sí... Mi futuro suegro es bodeguero. Además está muy vinculado. (Vacaro asiente. Se hace una pausa.) ¿Y vos te recibiste? Me faltan cuatro materias todavía. Me atrasé, pero el año que viene termino. Ingeniería es una carrera larga. Alguien me dijo que te habías conseguido una beca para Europa. Sí, para Italia. Hace dos años. Pero no pude irme por la vieja. No pude dejarla sola. Hice los trámites sin decirle nada, pero cuando me dieron la beca; casi se muere. Como para irme a Europa si un día que llego una hora más tarde del trabajo me arma un escándalo. Siempre piensa que me pasó algo. Me acuerdo que en la época del Nacional no te dejaba salir nunca. Y ahora está peor. Y además no anda bien. Prácticamente se pasa la vida en la cama. ¡Qué sé yo! ¡Qué problema! Yo no salgo casi nunca. Estos días la convencí para que se fuera a lo de una hermana en Rosario. Por lo menos tengo dos días libres. Vos no sabés el tiempo que hace que no salgo una noche. Hoy tengo que aprovecharla, ¿eh, Morandi? (Sirve los vasos.) Che, metele un trago. (Beben.) ¿Aquellos vendrán, no? Seguro. Derisi me dijo que a lo mejor llegaba un poco más tarde, pero Bisbal me aseguró que venía a las nueve. ¡Bisbal! Al Gordo no lo volví a ver más. ¡Era grande el Gordo! ¡Qué tipo jodón! ¿Siguió estudiando? No sé... Pero me parece que no. Alguien me dijo que había dejado. ¡Ahí está Derisi! (Derisi se acerca a la mesa, alegremente.) ¡Morandi! ¡Derisi! (Se abrazan.) ¿Qué hacés, Alfredo Palacios? Che, pero qué te pasa... Estás gordo, pelado... Eh... los años viejo. Vos estás igual. Más o menos. ¡Vacarito! ¿Qué tal, hermano? (Se abrazan.) Bien, viejo, bien. ¿Y ustedes? (Los tres se sientan. Por un momento se miran sonrientes, reconociéndose después de doce años. Vacaro sirve vino en el vaso de Derisi.) Metele, Derisi. (Levanta el vaso.) ¡Salud! (Todos levantan el vaso y beben. Derisi mira a sus ex compañeros y hace un gesto.) ¿Cómo pasan los años, eh? (A Morandi.) El mundo marcha hacia el socialismo... ¿eh? Todavía te acordás de eso.

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¿Cómo no me voy a acordar? (Ríe.) Si vos siempre decías lo mismo: el mundo marcha hacia el socialismo. (Hace un gesto.) ¿Vos seguiste estudiando? No, me metí en la fábrica de mi viejo. ¿Fábrica de qué era? De alambre tejido. (Los demás asienten.) Mi viejo murió hace dos años, así que estoy al frente de todo. Así que sos un ejecutivo... (Ríen.) Che, ¿y Bisbal? Debe estar por llegar. Me dijo que venía a las nueve. Macanudo. Tengo unas ganas bárbaras de verlo al Gordo. Mira que nos hizo reír... Se pasaba el día jodiendo. ¿Te acordás las que le hacía la viejo Irurzum? (Todos ríen.) ¡Pobre viejo! ¡Lo volvía loco! ¿Se acuerdan cuando entraba por la puerta de adelante y salía por la de atrás? (Todos ríen.) Como el viejo no veía ni medio se creía que eran muchos alumnos; y era siempre el Gordo. Entraba por la puerta de adelante: "Permiso, señor" y salía por la de atrás. Y volvía a entrar. (Todos ríen.) ¡Era bárbaro! ¿Y la vez que nos sacó a todos con el cuento de que había que ir al dentista? En la hora de física. (Vacaro y Morandi asienten y se ríen.) Entró el Gordo como si fuera un celador: "La primera fila, al dentista". Al rato volvió: "La segunda fila, al dentista". (Todos ríen.) Así nos fue sacando a todos. Chávez nos miraba salir y decía: "¿Qué pasa? ¿me dejan solo?" ¡Claro! Si no quedaba nadie. Y eran macanas. Nos fuimos todos al baño a esperar que terminara la hora. (Nuevas risas.) ¡Qué Gordo atorrante! ¿Y la facilidad que tenía para las imitaciones? ¿Te acordás como lo hacía al rector? Igualito. Che, ¿pero vendrá? Son las nueve y cuarto. ¿Cómo no va a venir? El Gordo es el plato fuerte de la reunión. ¡Ah, viejo! Hay que aguantar hasta la madrugada, ¿no, Morandi? Por mí no hay ningún problema. Así se habla, viejo. ¡Che, métanle un trago! (Vacaro sirve los vasos y vuelven a beber. Se hace un silencio prolongado. Es evidente que los tres no tienen nada que decirse.) Y bue... pero el secundario fue una linda época, ¿no? (Los demás asienten.) Doce años... ¡La pucha! (Nuevo silencio.) (A Morandi.) Y... ¿siempre estás en el partido socialista? (Hace un gesto evasivo.) Mirá, la política... Preguntale por el negocio del vino... (Derisi lo mira interrogativamente.) Se casa con la hija de un bodeguero de Mendoza. Ah, con razón... (Ríe.) Alfredo Palacios... te pasaste al capitalismo. No, no es eso. Uno no deja de tener sus ideales, pero de ahí a hacer militancia política... ¿En este país? ¿Para qué? Si aquí no hay ideólogos, ¿te das cuenta? En un país sin ideólogos no se puede hacer política. Aquí son todos improvisados; lo mismo da ser socialista, que conservador, que peronista. Distinto es en Europa o en Estados

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Unidos, donde las cosas están definidas... ¿Pero aquí? ¡Por favor! Todos vivos. (Se hace una pausa. Vacaro sirve los vasos. Por la entrada aparece Julián y se acerca a la mesa. Ha estado tomando toda la tarde y trae un estado de excitación. Los tres compañeros lo reciben alegremente.) ¡Bisbal! (Se pone de pie y lo abraza.) ¿Cómo te va, Gordo? ¡Gordo! (También lo abraza.) ¿Qué tal, muchachos? ¡Hola, Morandi! ¡Qué decís, tanto tiempo! (Lo abraza.) Té hiciste esperar. Se me hizo tarde... (Todos se sientan a la mesa. Los tres rodean a Julián, lo miran y se ríen como si fuera el muchacho humorista de doce años atrás.) Gordo... ¡qué ganas tenía de verte! Estás siempre igual. Un poco más viejo. (Todos lanzan una carcajada, Julián los mira perplejo.) Bueno, pasaron algunos años. (Más risas.) ¡Qué Gordo atorrante! ¿Cómo te acordás, eh? Lo mismo que le dijiste a la Marini. (Los demás asienten. Julián los mira sin entender.) ¿Ala Marini? El primer día de clase, en quinto año. La Marini no te veía desde primer año y te dijo: "Usted está igual, Bisbal". Y vos le contestaste como ahora: "Un poco más viejo". (Todos ríen.) No hay caso, los gordos como vos no cambian nunca. (Julián hace un gesto.) (Sirve el vaso de Julián.) Supongo que tomarás vino. Un trago. (Levanta la copa.) Salud. (Los demás levantan la copa y beben.) ¿Y ustedes cómo andan? (Riéndose.) Bien, Gordo, bien. (Todos están tentados con Julián y, finalmente se echan a reír.) ¡Gordo! ¿Te acordás las jodas que hacías en el colegio? ¡Mirá que nos hiciste reír! ¡Gordo atorrante! (Nuevas risas.) ¿Vos seguiste estudiando, Vacaro? (Riendo.) Me faltan cuatro materias para recibirme de ingeniero. ¿Y vos, Morandi? (También riendo.) Soy abogado. Pero pronto va a ser bodeguero... (A Julián.) Alfredo Palacios... se casa con la hija de un bodeguero. (Julián hace un gesto.) Pero si precisás plata pedísela a Derisi... tiene una fábrica de alambre tejido. En serio. La fábrica de mi viejo. ¿Y vos estás al frente de todo? Sí, pero es una fábrica chica. Dale, no llorés que el Gordo no te va a pedir plata. (Ríen.) (Con toda seriedad.) ¿Y tienen corredores' (Riendo.) Sí, aquí y en el interior. ¿Y se gana bien con eso? (Señalándole la cara a Julián, entre risas.) ¡Qué hijo de puta! ¡Dale, Gordo! ¿Cuándo te interesó a vos el alambre tejido? (También riendo.)

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Es cierto, Gordo. Estás muy serio hablando de negocios. Cierto, Gordo. (Lo palmea.) ¿Te acordás de las que le hacías al viejo Irurzum? (Todos ríen. Julián hace un gesto de circunstancias.) Mirá que le hiciste cosas... Esa que entrabas y salías... (Todos ríen.) ¿Y la vez que nos sacaste a todos de la clase de física con el cuento de que había que ir al dentista? (Más risas.) ¡Gordo! (Lo abraza.) Vos sabés que en mi familia sos famoso... Siempre me piden que cuente anécdotas tuyas. La del dentista la conté como veinte veces. (Vuelven a reírse y se hace un silencio.) Che, Bisbal... Tenés que hacerte unas imitaciones. Claro, Gordo. Así nos acordamos de los viejos tiempos. ¿Imitaciones? Sí, al rector y a aquel celador de cuarto... Cáceres, que lo hacías tan bien, ¡dale! No... ya no me acuerdo más. ¿Cómo no te vas a acordar? ¿Cómo era el rector? "Y bien, jóvenes". ¿Así era? ¡Dale! (Se hace una pausa. Todo miran a Julián, expectantes.) ¿Ahora voy a ponerme a imitar? Charlemos un rato. (Entre las protestas de todos.) Dale. Ya charlamos bastante. Pero es que no me acuerdo más. En serio. Dale, Gordo, no te hagás rogar. Imitate al rector. Pero es que... (Se pone de pie y toma a Julián.) Vamos, que tenés que hacerlo con gestos y todo. Vamos, paráte. (Resistiéndose.) Pero es que... ¿Te vas a hacer el artista, ahora? No es eso... Entonces vamos, Gordo. Pero muchachos... (Toman a Julián y lo empujan hacia un costado.) ¡Dale! ¡Vamos! ¿Y qué quieren que haga? ¡Al rector! (Julián bebe el vino de un trago y se dispone a imitar. Los demás forman un semicírculo mirándose entre ellos y tiendo. Julián los mira y hace una pausa. Al comienzo imita con cierta torpeza, pero a medida que le llegan las risas de los ex compañeros va creciendo. Da unos pasos hacia atrás y compone unos gestos que inmediatamente los compañeros reconocen como los del rector, lo que provoca una risa general.) "Bien, jóvenes..." (Los tres ríen. Julián se detiene y los mira serio, pero en las actitudes de los otros entiende que tiene que seguir.) "El alumno debe amar la cultura... ¿eh, jóvenes?" (Estira la "s", lo que provoca la carcajada mayor.) ¡Ay, qué grande! Pará, Morandi. Dale, Gordo. (Ahora más seguro.) "¿Qué nos diferencia de los animales, eh, jóvenes? La cultura. ¡La cul-tu-ra!" (Esto provoca un estallido de risas. Los tres se retuercen.) (Ahogado por la risa.) Sí... Lo dijo una vez.

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Pero claro... ¡Ay, Gordo! Como los monitos... (Las risas se renuevan, Julián espera que terminen. Está como un actor ante su público.) (Siempre imitando.) "La cultura es la cultura, jóvenesss". (Siguen riendo, Morandi se levanta y lo abraza a Bisbal. Este vuelve a quedar serio.) ¡Gordo! Sos un genio... Menos mal que no te acordabas... (Julián se sienta.) Dale, Gordo, seguí. Es eso... Dale a Cáceres, ahora. Sí, Gordo, Cáceres... (Nuevamente se crea la expectativa. Julián bebe un vaso de vino y se para, para imitar al ex celador. Todos empiezan a reírse. Julián comienza a caminar como Cáceres, lo que provoca risas.) "¿Qué pasa, chicos?" (Risas. Se acerca a Morandi, como se hubiera acercado Cáceres hace doce años.) "Morandi... ¿Usted es un vivo?" (Las risas aumentan.) "Mire que yo en mi casa tengo un baúl lleno de vivos". (Todos ríen a carcajadas. Se retuercen y se ahogan de risa.) ¿Te acordás? (Riendo.) Pero sí ... Una vez me dijo lo del baúl... (Más risas.) Ay, Gordo ... "¿Y usted, Derisi?" (Todos ríen y se crea una expectativa esperando qué va a decir Julián.) "Usted es un pichón de vivo..." (Carcajadas, grita:) "¿Me entendió? ¡Un pichón!" (Las risas continúan. Julián ahora está eufórico.) Che, ¿y éste? (Retrocede unos pasos y se acerca caminando de una manera determinada, lo que provoca la risa de todos.) El de geografía... Berardi. (Imita.) "Las Américas se dividen entre: norte, centro y sur... ¿Entendido? ¿Qué decía? (Risas.) Ah, sí... se dividen entre... ¿Está claro, o quieren que lo explique otra vez?" (Nuevas risas. Julián se dispone a seguir con la imitación.) (A los demás.) Ese degenerado me mandó a examen por un punto. Era un desgraciado... Yo me salvé raspando. (Julián ha quedado parado en medio del salón. En ese momento los otros tres no lo miran.) Che, ¿y éste? (A Morandi.) Murió. ¿Berardi? ¿No me digas? Hace como cinco años. Salió en los diarios. No me enteré. Y bueno... pobre tipo. Che, Morandi... (A Vacaro.) Se debe haber muerto de las maldiciones que le eché yo. (Ríen.) Che... (Todos lo miran.) ¿Se acuerdan de éste?: "Sí profesor, por supuesto que estudié. Lo que pasa es que tengo mala memoria". (Los tres ríen silenciosamente.)

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¿Quién era? Aquél compañero que teníamos en tercero, ¿te acordás? Sí... Uno que nunca estudiaba y siempre decía que el problema era la memoria. Pinto ... Ah ... el tarado ese. No, pero no hablaba así. Tenía una voz finita. (A los demás.) Me acuerdo que una vez nos agarramos a trompadas. En el pic-nic Claro. Vos estabas... Nos peleamos por una piba, me acuerdo. Al que vi el otro día es a Guzmán. ¿Ah, sí? Sí. Es periodista. Está en "El Mundo". ¿Buen pibe, eh? Sí... Estuvimos charlando como una hora. ¿Te acordás de Invernizzi? Sí, el petiso. Es el mismo que fue subsecretario de Educación. ¿Ah, sí? Claro. Ahora está de agregado en la embajada de Italia. Mirá vos. (Se hace una pausa. Mecánicamente todos beben vino. Julián se ha sentado a la mesa. Ahora está destrozado.) La verdad es que de ese año el que más o el que menos hizo carrera. (Pausa.) (A Derisi.) ¿Así que estás al frente de la fábrica de tu viejo? ¿Y deja mucho el alambre tejido? Sí... Lo que pasa es que la producción no alcanza, ¿te das cuenta? Nosotros estamos entregando el sesenta por ciento de la demanda... Claro... pero un corredor tuyo, por ejemplo... La solución es reequiparse, pero para la industria nacional no hay créditos... Es la política de este país. Y me parece bien. ¿Cómo que te parece bien? Y claro... No sé cuál es tu caso, pero como criterio general me parece bien. ¿Qué solvencia tiene la industria nacional? ¿Créditos para qué? ¿Para fabricar porquerías? ¿Y vos me lo decís? Aquí hay industrias que son tan buenas como las extranjeras y no tienen ningún amparo, mientras que a las extranjeras les dan préstamos para que se lleven la plata del país. Dejate de hacer nacionalismo barato, Derisi. ¿Ah, eso es nacionalismo barato? ¿Defender la industria nacional es hacer nacionalismo barato? Pero claro, viejo... Con el nacionalismo no vamos a ningún lado. ¡Por favor! (Breve pausa.) Viejo, yo te digo simplemente lo que pasa en mi industria. (Breve pausa.) (A Derisi.) ¿Cuánto saca de promedio un corredor de tu fábrica? (Molesto.) ¡Qué sé yo, Gordo! Cincuenta... sesenta... ¿Y vos, que sos un industrial, me venís a hablar de nacionalismo? Viejo, yo te digo simplemente lo que pasa en mi industria, porque lo conozco.

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Pero si este país lo hundieron los nacionalistas... ¡Ma que industria nacional, Derisi! ¡Patrioterismo! (Violento.) ¡Pero vos no sabés lo que decís! (Alarmado.) Bueno... viejo. ¿Qué? ¿Vamos a arreglar el país, ahora? ¡Vamos! Hace doce años que no nos vemos y vamos a empezar a discutir... ¡Déjense de líos! (Vacaro sirve los vasos de vino. Todos beben en silencio. La discusión ha dejado un clima de tensión.) ¿Y en tu fábrica no precisan corredores, Derisi? ¡Dejate de joder, Gordo! ¿Todavía me cargás? Te hablo en serio... (Igual) ¡Largá, Gordo! (Julián queda en silencio, dolorido. Se hace una pausa. Derisi lo mira, rompe a reír y lo abraza.) Está bien, Gordo. A vos se te puede admitir una cargada. ¿No es cierto, Morandi? (La actitud de Derisi alivia la tensión. Morandi sonríe.) Claro. Al Gordo se le puede aguantar cualquier cosa. (Le toma la cabeza como un luchador de judo.) ¡Gordo atorrante! ¡Sos un genio! Cómo me hiciste reír... ¿Sabés?, vos tendrías que dedicarte a eso de las imitaciones. ¿Nunca lo pensaste? En serio te lo digo. Si tenés una facilidad bárbara. (A los demás.) ¿No es cierto? Por supuesto. Podrías trabajar en la televisión. Pero te tendrías que tomar la vida más en serio... (Ríe. Breve pausa.) ¿Y dónde estás ahora, Gordo? ¿A qué te dedicás? Trabajo en una empresa metalúrgica... Ribaudo... En las oficinas. Supongo que te la pasarás imitando desde el jefe a todos los empleados. No... Ya no hago más imitaciones. ¡Vamos, Gordo! En serio. Hoy... ¡qué se yo! Fue un día especial. Pero ya no es como antes. Ahora soy un tipo amargado. (Los demás sonríen incrédulos.) No, en serio... Lo que pasa es que allí donde estoy trabajando no estoy muy bien, ¿entienden? Ando buscando otro trabajo, más libre. (A Derisi.) Por eso te preguntaba de los vendedores de tu fábrica. (Incrédulo.) ¡Dale, Gordo! No, en serio, viejo. (Hace chasquear la lengua.) La verdad es que todo me va muy mal. Finalmente soy un empleado... (Breve pausa. Los amigos se miran desconcertados.) Y encima me casé... (Julián ha dicho esto dentro de su propio problema, con absoluta sinceridad. Pero la frase en sí y un gesto que acompaña hace creer a los amigos que se trata de una broma y prorrumpen en sonoras carcajadas.) ¡Me casé!... ¡Qué Gordo atorrante! ¡Qué genial! (Abraza a Bisbal.) ¿Vos sabés que creí que hablabas en serio? (En medio de la risa y las expresiones de sus compañeros. Julián los mira desconcertados. Las Pisas siguen por encima de las palabras de Julián a las cuales nadie presta atención.) Pero Escuchame... Pero yo también me lo tragué... Gordo, sos un actor. (Ríen todos.)

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¿Cómo entramos todos, eh? (Riendo.) Parecía que hablaba en serio, ¿no, Morandi? (Casi con desesperación.) ¡Pero oíme, Vacaro! ¡Qué Gordo atorrante! ¡Qué bien lo hizo! (Con patetismo.) ¡Pero estoy hablando en serio! Va, va, va... ¿Querés hacernos entrar de nuevo? ¡Vamos, Gordo! (Siguen las risas.) Una vez está bien. .. Perdonen, pero estoy hablando en serio... Nos tomaste de punto... (Casi llorando, grita.) ¡Pero les estoy hablando en serio, les digo! (El grito de Julián provoca un silencio. Pero los tres no están convencidos de que no sea una nueva "broma". Julián se toma la cara, casi lloran do.) ¿No lo entienden? ¡Mi vida es un problema! Les hablo en serio, muchachos. Créanme... No sé qué hacer... Tengo treinta años y no hice nada en mi vida. (Bebe un largo sorbo de vino. Está algo borracho.) ¡Mi Dios! Pasaron doce años, ¿se dan cuenta? (Breve pausa. Julián los mira.) ¿Te acordás, Vacarito, que íbamos a estudiar ingeniería juntos? (Vacaro asiente en silencio.) ¿Te acordás los proyectos que teníamos? (Le pega un golpe afectuoso a Julián.) Claro, Gordo. Cómo me voy a olvidar. ¿Cuántas materias te faltan? Cuatro. Cuatro... (Julián vuelve a beber.) Menos de un año. (Está totalmente alterado. Trata de sonreír.) ¡Qué época bárbara aquella!, ¿eh muchachos? (Los demás asienten en silencio.) ¿Se acuerdan los proyectos que teníamos? ¿Qué pasó con todo? Bueno, Gordo, todo eso fue hace muchos años. Lo importante es que ahora estamos todos juntos y tenemos que festejarlo. Sentate, Gordo. (A los demás.) Bueno, ya podemos cenar. Son más de la diez. Dale, Gordo, sentate, ¿Qué vas a comer? Nada. Yo me voy. ¿Te vas? Dale, Gordo, olvidate de todo. Cenamos y después vamos a tomar una copa por ahí. (Ahora con decisión.) No, viejo, lo siento. Me voy. (Lo toma.) ¿Cómo te vas a ir, Gordo? En serio, Gordo. Quedate. No, muchachos. No puedo. Chau, Vacaro. (Le da la mano.) ¡Pero, Gordo...! Una noche que tengo libre. Chau, Morandi. (Le tiende la mano.) Chau, Gordo. Llamame algún día. Chau, Derisi. (También le da la mano.) Chau, viejo. Chau. (Los mira un instante. Luego hace un saludo general y sale lentamente hacia la calle. En la mesa se hace un silencio prolongado, pesado y tenso.) (Se sirve vino.) En fin... (Nueva pausa. Los tres no se miran entre sí.)

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¿Pedimos de comer? (Derisi y Morandi hacen un gesto como diciendo "y, sí...") ¿Qué pedimos? Vos, Morandi, que venís siempre. Aquí hacen una pasta macanuda. Bueno, dale. (Golpeando las manos.) ¡Mozo! ¿Qué te parece unos "spaghetti", Derisi? Como en la vieja época, ¿eh? (Riendo.) Dale, Vacaro, serví vino. Métanle muchachos. (Vacaro sirve los vasos de vino, los tres charlan y ríen mientras las luces decrecen lentamente.)

ESCENA V (El departamento de Dora; es de un solo ambiente, viejo y pobremente amueblado. En uno de los costados una "kitchinette " . Ha pasado una hora, cuando suena el timbre de la calle. Dora sale del baño, cubierta con un batón y se apresura a atender. Es una mujer que aparenta unos treinta y cinco años. Quizás fue bonita, pero hay en ella algo de gastado y una expresión dura en el rostro. Entreabre la puerta.) DORA: ¿Quién es? (Alguien contesta desde afuera.) ¿Quién? (Abre la puerta.) ¿Vos aquí? (En el dintel aparece Julián.) ¡Qué hacés, tanto tiempo! Pasá. (Julián entra. La besa. Dora cierra la puerta.) JULIÁN: Quería verte. DORA: Linda hora para hacer visitas. Sobre todo después de tanto tiempo. JULIÁN: Andaba por el centro y me acordé de vos. Te fui a buscar a "Bagatelle". Ahora no voy todos los días. Cuando tengo ganas. DORA: JULIÁN: Sí, me dijo Rosa. Casi todas las chicas son nuevas. DORA: (Asiente.) De antes quedamos Rosa y yo, nada más. La verdad es que cada día está más aburrido. A tus amigos tampoco los vi más. JULIÁN: No sé... Ahora no salgo casi nunca con ellos. (Pausa.) Muchas veces pensé en ir a verte, pero... por una cosa o la otra... (Breve pausa.) ¿No tenés nada para tomar? DORA: Creo que hay ginebra. ¿Te gusta? JULIÁN: Es lo mismo. (Dora se dirige hacia el armario y saca una botella de ginebra y un vaso. Julián la mira un instante.) Estás muy linda. DORA: ¿Sí? (Irónica.) Y eso que me ves sin maquillaje. JULIÁN: No, en serio... Estás muy bien. (Dora coloca la botella de ginebra y el vaso sobre la mesa. Luego se sienta frente a Julián. Este se sirve medio vaso de ginebra y bebe un largo trago.) Hace mucho que quería charlar con vos. (La mira un instante.) ¿Y vos me extrañaste? DORA: (Se encoge de hombros.) Al principio, cuando de golpe dejaste de venir. Después me enteré de que te habías casado. JULIÁN: En cambio yo sí te extrañé. Casi no hubo un día que no me acordara de vos. Sobre todo cuando se hacían las dos o tres de la mañana. (Le toma la mano.) ¿Te acordás de las noches que pasamos juntos, eh? (Ella hace un gesto.) Esas madrugadas que terminábamos tomando café con leche con medialunas en el Ramos... (Breve pausa.) ¿Fue una linda época, no? (Dora se encoge de hombros.) Para mí sí. Creo que fue la mejor época de mi vida. (Julián bebe un trago de ginebra.) ¿Y vos? ¿No te pensás casar?

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A lo mejor. El día que encuentre un hombre. (Ríe.) Supongo que hombres no te faltan. Un hombre de verdad. (Hace un gesto.) Además tiene que tener plata y ser muy buen mozo... Y tiene que quererme mucho. (Breve pausa. Mira sin comprender.) Sí, chiquito... Ahora estoy muy difícil. Será que cada vez entiendo mejor las reglas del juego. (Ríe.) Estás cambiada. ¿Yo? No... Estoy siempre igual. Un poco más vieja, nada más. Antes no hablabas así. Vos tampoco. Entonces pensabas recibirte de ingeniero y casarte conmigo. (Ríe.) ¿Te acordás cuando me lo dijiste? Vos no lo creíste. Claro que no. Pero me gustaba. (Breve pausa.) Fue la vez que te fuiste de tu casa y te pasaste tres días aquí. Fueron tres días bárbaros, ¿no? Eh... (Breve pausa.) ¿Así que no vas más a "Bagatelle" Dos o tres veces por semana. ¿Y vos qué hacés? ¿Siempre trabajás en el mismo lado? Siempre. (Bebe un largo trago de ginebra y vuelve a servirse.) No tomés tanto... Te va a hacer mal. (Julián hace un gesto.) ¿Querés un café? Bueno. (Dora se levanta y se dirige hacia la "kitchinette" Julián se interpone en el camino y la abraza.) Dora... No sabés las ganas que tenía de verte... (La besa en la boca. Ella lo deja hacer. Luego se separa.) Tengo que hacer el café. (Prende la cocina y pone a calentar el café, Julián desde atrás, le acaricia el cabello.) Estás muy linda, en serio. Ahora que volvimos a encontrarnos podemos vernos más seguido ¿eh? (Dora lo mira.) Yo tengo que arreglar un poco mi vida. Voy a dejar la oficina, ¿sabés? Ando buscando un corretaje; algo más libre. Entonces te voy a poder ver seguido. (Con un leve matiz irónico.) Ah... sí... Sí... Todo este tiempo anduve con problemas pero ahora las cosas van a cambiar. Lo primero que tengo que hacer es dejar esa oficina. Hoy me dijeron algo bárbaro: "Hay tiempo hasta los treinta años. Después uno queda moldeado". Y la verdad es que yo no hice nada hasta ahora. Recién me encontré con unos compañeros del colegio ... Uno es abogado, el otro ingeniero, el otro industrial ... Me sentí un fracasado. (Breve pausa.) ¿Qué hago ahora? Trabajo todo el día y de noche voy al café. Esa es mi vida. No tengo más nada. ¿Y tu mujer? Mi mujer... Mi casamiento fue un error. Me di cuenta en seguida. ¿Qué pasa? ¿No te quiere? Sí, me quiere. Demasiado. Pero no me comprende... Para ella todo está bien. Todo lo que le preocupa es que esté más tiempo en casa... Y le explico que no puedo quedarme todo el tiempo en casa... Que me gusta ir al café... Pero no lo entiende. Con Carmen no se puede hablar.

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Ella cree que soy un hombre feliz. (Dora saca el café del fuego y sirve dos tacitas. Le extiende una a Julián y le alcanza el azucarero.) ¿Y vos la querés? ¿A mi mujer? Sí... La quiero, como a una buena amiga. Es muy buena, ¿me entendés? Pero... (El bebe otro trago de ginebra.) Tengo que emborracharme para poder besarla, para sentirla. (Hace chasquear la lengua.) ¡Qué sé yo! Todo esto no tiene sentido... (Julián se toma la cara con las manos y se queda un rato así. Dora se sienta junto a él y lo abraza, enternecida, Julián, casi llorando.) Soy un pobre tipo, Dora. Vamos, viejo... ¿Qué te pasa? Tomaste demasiado. (Julián se abraza a ella desesperadamente. Quedan un instante así, en silencio.) Quisiera quedarme así toda la vida. (Ella lo abraza más fuerte. Julián le busca la boca y la besa desesperadamente. Ella lo deja hacer.) Dora... mi vida... (Vuelve a besarla y a acariciarla.) No sabés lo que te necesito... No tengo a nadie. (Breve pausa.) Quiero quedarme con vos esta noche, ¿eh? (Se hace un silencio. Julián le toma la mano.) Yo te quería, Dora. Ahora me doy cuenta que te quería en serio. ¿Sí, chiquito? Me querías mucho, pero te casaste y no apareciste más. Ni siquiera me dijiste que estabas de novio. Eh... No sabía lo que hacía en aquella época. ¿Y ahora sí? (Se levanta y toma las tacitas. Las lleva al mármol que hay junto a la "kitchinette". Julián se acerca a ella y la abraza. Trata de besarla, pero Dora vuelve la cara hacia un lado.) ¿Qué paga? Basta, viejo. ¿No querés besarme? No. ¿Por qué? (Julián trata de besarla nuevamente. Dora vuelve la cara y Julián la besa en el cuello, al mismo tiempo que busca su cuerpo debajo del batón. Dora se desprende) No, chiquito. ¿Qué pasa? ¿No querés estar conmigo? No. ¿Por qué no? Porque no tengo ganas. (La mira un instante y entiende que no se trata de una broma.) ¿Que no tenés ganas? Es la primera vez que me lo decís. Recién te dejaste besar. Me dio lástima verte así. (Trata de tomarla.) Vamos, Dora... Yo te quiero. ¡Por favor, Julián! Lo que querés es acostarte conmigo. No, viejo. Ya no estoy para ese juego. Lo siento. ¿Por qué decís eso? Porque te conozco. (Breve pausa.) Estoy cansada de ser utilizada, ¿me entendés? (Julián la mira con cierta extrañeza.) Sí, viejo... no te extrañe. El cuento del amor no me lo venden más. Yo no te estoy mintiendo.

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Quizás en este momento no. ¿Pero qué va a pasar después? (Hace un gesto.) Hace dos meses caí por última vez. Vino un chico a "Bagatelle"... Veinticinco años... Tenía un año de casado. Muy rico el chico. Me gustó. Me gustó realmente. Tenía algo de pibe... (Sonríe.) Lo tuve que besar yo por primera vez, imaginate. (Breve pausa.) ¡Habló...! Habló toda la noche. Me recitaba versos... Mirá vos. (Breve pausa.) Después vinimos acá... ¿Sabés qué me dijo? Que era la primera mujer verdadera que conocía en su vida. No me tocaba... Estaba sentado ahí (Señala.) y me miraba con sus ojos de nene. Prácticamente yo tuve que hacerlo todo. Y me gustaba. No le pedí nada, te lo juro. Sólo que se mantuviera así y me dejara hacer. (Hace un gesto.) Cuando se sacó el gusto, lo primero que hizo fue mirar la hora. Y hablar de su mujer, de su pobre mujercita que lo estaba esperando. Casi se pone a llorar: "¿Cómo pude hacerle esto a mi mujer?" Se vistió y se fue. (Hace un gesto.) No viejo... A esta altura de mi vida, eso no. (Breve pausa.) Ahora salgo con un viejo... ¡qué sé yo! Tiene más de sesenta años. Nos encontramos todos los miércoles para cenar y bailar. Casi ni me toca y me da tres mil pesos por noche. Eso es mucho más honesto, ¿entendés? ¿Pero no te gustaría estar esta noche conmigo? Quizás, Pero ¿para qué? Para hacerme sentir lo que soy. No viejo: yo soy una puta, pero no me gusta que me lo hagan notar. Por qué hablás así... (Violenta.) ¡Por favor, Julián! Lo único que falta ahora es que me tengas lástima. (Intenta tomarla.) Vamos, Dorita. No me toques. Y por favor, andate. ¿Que me vaya? Sí. Pero, ¿qué...? ¿Acaso hice algo que te molestó? (Firme.) ¡Andate, por favor! (Breve pausa.) Y no vengas más a verme acá. (Irónica.) Recibo en "Bagatelle ". (Se hace una pausa. Julián comprende que tiene que irse. Toma el sobretodo y se lo coloca.) Está bien. Chau, Dora. (Sale hacia la puerta.) Chau. (Julián sale lentamente mientras las luces van decreciendo.)

ESCENA VI (Cocina de la casa de Julián Bisbal. La misma de la primera escena. Es la una de la mañana cuando entra Julián. Se saca el sobretodo, se deshace el nudo de la corbata y bebe un poco de agua. Ahora está sobrio, pero bajo los efectos de la borrachera pasada. Carmen desde la habitación. Se ha arreglado un poco, evidentemente, para agradar a su marido. Lo observa un momento, mientras Julián bebe el vaso de agua.) CARMEN: Llegaste... (Se acerca y le da un beso en la mejilla.) No te esperaba tan temprano. ¿Se hizo la cena? JULIÁN: Sí... Pero todos teníamos que trabajar mañana así que... CARMEN: ¿Querés un café? JULIÁN: Sí. (Carmen prende la cocina y pone a calentar café.) CARMEN: ¿Qué dicen tus compañeros?

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Están bien. Cada cual en lo suyo. (Breve pausa.) ¿Vos saliste? No. (Hace un gesto.) Quería que me vieras sin el batón. Tenés razón, esta tarde lo estuve mirando y está a la miseria. El mes que viene, cuando renueve el crédito, me voy a comprar otro. (Se hace una pausa prolongada. Julián se toma la cabeza con las manos y se queda en una actitud meditativa. Carmen controla el café. Riendo.) Ah... Esta tarde habló papá, para ver si vamos el domingo. Le dije que sí. Y empezó... "¿Seguro que van a venir? ¿No me vayan a fallar, eh?" Le aseguré que íbamos. ¡Pobre viejo! Parecía un chico. Y a vos te quiere con locura. (Ríe.) Dice que tenés que jugar un truco de pareja con él. Y que llevés una botella de coñac, que si no, no te deja entrar. Pero tenías que oírlo. ¡Estaba enloquecido! A toda costa quería hablar con vos. Le dije que venías tarde, que tenías una cena. Bueno, ¡qué sé yo las cosas que dijo!: "Ese gordo sí que la pasa bien". "Que venga aquí a Garín, a trabajar la tierra". Ah... pero me hizo reír. (Carmen sirve el café y coloca la taza delante de Julián. Se hace una pausa.) El domingo vamos a tener que salir temprano. ¿Qué? Para ir a lo de mamá. Digo que vamos a tener que salir temprano, para que no nos pase lo de siempre, que llegamos justo para la hora de almorzar. Quiero que a la mañana vayamos a visitar a la tía Chola. Ya sé que a vos no te cae simpática, pero hace como un año que no la vamos a ver. Ya la vez pasada se le estuvo quejando a mamá. Mamá no me dice nada, pero se ve que le duele que no vayamos. Esta vez nos vamos a dar una vuelta por la casa, ¿eh? Está bien, Carmen, está bien. ¿Te dije que iban a estar Ester y Jorge con los nenes? ¡Tengo unas ganas de verlos! ¡Mamá me dijo que a Pablito le enseñaron a que diga tío! (Ríe.) ¡Qué rico! Si está el día lindo los voy a llevar hasta el parque. (Breve pausa.) Lo ideal sería tomar el ómnibus de las nueve. Llegamos a las diez y media. ¿Eh, Julián? (Áspero.) ¡Qué sé yo, Carmen! ¡Qué sé yo lo que voy a hacer el domingo! Con todos los problemas que tengo y vos me venís a hablar del domingo, de tu papá... y de tu tía Chola. ¡No sé lo que voy a hacer el domingo! Pero nos esperan, Julián. Les dije que íbamos a ir. Además es el cumpleaños de papá. Estaba tan entusiasmado cuando le dije que íbamos... Bueno, está bien, Carmen. Vamos a ir. ¡Vamos a ir! ¿Te parece bien? (Estallando, de pronto.) ¡Carajo! ¿Por qué todo tiene que salir así? Miralo al idiota ese de González. Lo encontré hoy. Tiene un negocio de fotografía en la calle Santa Fe.. Cuando trabajaba en Ribaudo era un infeliz, no sabía ni hacer un informe. Se los tenía que hacer yo. Ahora está lleno de plata. Y encima me tuvo lástima. Sí, me tuvo lástima. "Venime a ver al negocio..." Como si fuera no sé quién. Un analfabeto. Una vez escribió en una nota levantar con be larga. Se hizo famoso en toda la compañía. Ahora es un señor. Pero se fue de Ribaudo. Se fue a tiempo. (Tomándolo.) Bueno, Julián, no te pongás así. Ya se va a arreglar todo.

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(Desprendiéndose. Con violencia.) Arreglar, ¿qué? Para vos todo es fácil. (Breve pausa.) Ya lo tengo decidido. Voy a irme de Ribaudo. ¿Y qué vas a hacer? No sé... Irme al interior. Allí hay oportunidades. ¿Irte solo? Por un tiempo. Hasta que consiga algo. (Breve pausa.) Entonces nos vamos a separar. ¡Por favor, Carmen! Pero si está claro, Julián. Lo que pasa es que querés separarte de mí. No hay ninguna necesidad de que te vayas al interior. Podés irte a la casa de tu mamá. El problema soy yo, ¿no, Julián? (Breve pausa.) ¿Qué pasó entre nosotros, Julián? (Se hace una pausa prolongada Carmen se acerca y lo toma por detrás.) ¿Ya no me querés más? (Pausa.) ¿Eh? ¿Ya no te gusto más? (Pausa prolongada.) Yo te quiero, Julián. Te quiero mucho. (Julián, que la ha escuchado bajo una gran tensión, se vuelve y la abraza desesperadamente. Carmen se aferra también a él. Quedan un largo rato, abrazados y en silencio.) Sos lo único que tengo, Carmen. (Ella se abraza a él más fuerte. Se hace un nuevo silencio.) Ya va a pasar todo, vas a ver. Lo importante es que estemos juntos. (Breve pausa.) No nos vamos a separar nunca, ¿no es cierto? (Se hace una larga pausa.) ¿Vamos a dormir? Es muy tarde y mañana vas a estar cansado. (Julián se queda inmóvil. Ella se desprende e inicia el mutis. Se detiene en el dintel de la puerta.) Cerrá la llave del gas. (Julián lo hace.) Traé el reloj. Ponelo a las siete que tengo que levantarme un rato antes para plancharte la camisa. (Carmen sale hacia la habitación. Detrás va Julián, lentamente, dándole cuerda al reloj despertador. Las luces decrecen lentamente.)

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