Los hermanos; Terencio

Teatro romano clásico. Humanitas. Personajes. Argumento. Humanidad. Reflexiones. Mitología. Dioses

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Carrera: Profesorado de Tercer Ciclo de la EGB y de la Educación Polimodal en Lengua y Literatura Espacio de la Orientación Espacio Curricular: Lenguas Clásicas I Curso: 2do Las humanitas en “Los hermanos” de Terencio. Introducción El objetivo del presente trabajo final es responder a una instancia evaluatoria solicitada por la docente a cargo de la cátedra Lengua Clásicas I . Para la elaboración de dicho trabajo se ha hecho una lectura para abordar la obra teatral de Terencio "Los hermanos" y trabajarlo con consignas propuestas por la docente, en este caso, "Relevar en una comedia de Terencio los dichos, hechos, acontecimientos, etc., que den cuenta del proceso de humanitas, que este autor teatral ha puesto en sus textos." Para introducir al tema, Terencio fue un comediógrafo perteneciente a la primer mitad del sigo II A.c. Fue esclavo del senador Terencio Lucano, quien le brindó una educación liberal y más tarde le concedió ser un hombre libre. Formó, junto a otros amigos nobles, el "CÃ−rculo de los Escipiones", cuyas preferencias eran las lecturas griegas. Fue asÃ− que promovieron las humanitas, impulso humano a lo romano del momento. El teatro de Terencio poseÃ−a un lenguaje culto y una ausencia de chistes. El esclavo tenÃ−a un rol de esclavo y el amo era amo, no habÃ−a un cambio de personajes a otros como en Plauto. Terencio no compuso prólogos expositivos, sino que fueron apologéticos para defender sus obras de cualquier insulto, ataque o denigración. Se concentró en las humanitas a través de sus personajes. En este caso se verá las humanitas en su obra "Los hermanos". • "Humanidad buena, sincera, afectuosa; si cae en la mentira y el vicio, es por fragilidad, no por malicia. (…)” (Del Col: ;7) Se observa a Mición que justifica el error de su hijo adoptivo à squino, debido a que es joven. Dà MEA. - Forzó una puerta e irrumpió en casa ajena; golpeó mortalmente al dueño y a toda la familia; y arrebató a la mujer de la que está enamorado. Todos claman que se condujo de la manera más ruin. ¡Oh, cuántos, Mición, me lo repitieron mientras venÃ−a para acá! Es la comidilla de toda la población. En fin, si hay que proponer un ejemplo, ¿no ve que su hermano cuida de su patrimonio, y lleva en el campo 1

una vida económica y morigerada ? ¡Nada que se parezca a la conducta de à squino! Lo hago notar para él, pero en realidad a ti me dirijo, Mición; tú dejas que se eche a perder. MICIà N. - No hay absolutamente hombre más injusto que el incompetente, el cual no considera bien hecho sino lo que él mismo hizo. Dà MEA. - ¿A qué viene esto? MICIà N. - Es que tú, Démea, juzgas mal. No es infamante, créeme, que un jovencito frecuente mujerzuelas ni que empine el codo ni que haga saltar puertas. Si yo y tú no hicimos semejantes travesuras, fue porque la indigencia nos lo impidió. Y tú ahora te jactas de lo que entonces dejaste de hacer por necesidad; eso es injusto; pues si hubiésemos tenido la posibilidad de hacer lo que censuramos en otros, lo habrÃ−amos hecho; y tú, si fueras humano, dejarÃ−as que ese tu muchacho hiciera aquello ahora, mientras su edad lo consiente, sin esperar a que te haya llevado, ¡por fin!, a enterrar para hacer, no obstante, lo mismo a una edad menos apta. (Terencio: 1973; 21). Mición es preciado por Hegión, un anciano pariente de Pánfila, doncella embarazada de à squino. Ella está a punto de dar a luz. MICIà N. - Yo no veo en esto por qué tengas que alabarme tanto, Hegión. Cumplo mi deber; reparo la falta que los mÃ−os cometieron. A no ser que hayas pensado que yo pertenezco al número de esos hombres que creen que se les infiere agravio con pedirles cuenta del que ellos voluntariamente infirieron y que por añadidura arman pleito. Pues, ¿me das las gracias porque yo no hice lo mismo? HEGIà N. - De ninguna manera. Nunca me imaginé que fueras distinto de lo que eres. Pero te ruego que me acompañes, Mición, a la casa de la madre de la doncella, y que tú en persona le digas a aquella mujer esto mismo que me has dicho a mÃ−, es decir, que si se pudo sospechar contra à squino es por causa de su hermano y de la amante de este, aquella citarista. MICIà N. - Si asÃ− te parece bien o si asÃ− es preciso hacer, pues ¡vamos! (Terencio: 1973; 36) • “Humanidad dulce, comprensiva, tolerante, servicial” (Del Col: ;7). AquÃ− se encuentra nuevamente Mición que es tolenrante con su hijo à squino y le da consejos. MICIà N. - Lo creo, por Hércules; conozco, en efecto, tu carácter; pero temo que seas demasiado descuidado. Pues ¿en qué ciudad piensas que estás viviendo? Violaste una doncella a la que no tenÃ−as derecho de acercarte. Ya esa primera falta fue grave, grave sin duda, pero, con todo, propia de hombres; la cometieron a menudo otros tan buenos como tú. Pero después que ocurrió, ¿tomaste acaso alguna precaución o, por lo menos, consideraste qué medidas habÃ−as de tomar, cómo llevarlas a cabo, y, si tenÃ−as empacho de avisarme tú mismo, de qué otro modo convenÃ−a que me enterase yo? Mientras dabas largas al asunto, diez meses han pasado. Te has comprometido a ti mismo y a ella, la pobre, y al hijo, a lo menos por lo que dependÃ−a de ti. Pues ¿qué? ¿CreÃ−as que los dioses iban a arreglarte el pastel mientras durmieses y que ella, sin que tú lo procurases, iba a ser llevada a tu casa y metida en tu alcoba? No quisiera que fueses igualmente descuidado en lo demás. ¡Ônimo!, que te casarás con ella. à SQUINO. - ¿Cómo? MICIà N. - ¡Animo!, digo.

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à SQUINO. - Padre, te conjuro, ¿acaso te estás burlando de mÃ−? MICIà N. - ¿Yo, burlarme de ti? ¿Por qué? à SQUINO. - No lo sé; pero como deseo con locura que eso sea verdad, por eso recelo más. MICIà N. -Vete a casa y ruega a los dioses que puedas traer a tu mujer; vete. à SQUINO. - ¿Cómo? ¿Traer ya a mi mujer? MICIà N. - SÃ−, ya. à SQUINO. - ¿Ya? MICIà N. - Ya, lo más pronto posible. (Terencio: 1973; 39) à squino también pertenece a esta humanitas, pues le hace siempre favores a su hermano, aunque él siempre salga perjudicado. En este caso, à squino le roba a un rufián, Sanión, una citarista llamada Baquis, la cual es el amor de Ctesifón, hermano de à squino. A continuación se ve como Ctesifón adula a su hermano. CTESIFà N (sin ver a los personajes que están en la escena). - Cuando uno lo necesita, se alegra de recibir un favor de quienquiera que sea; pero, en realidad de verdad, lo que deleita es sobre todo que te haga el favor quien debe hacerlo. ¡Oh hermano, hermano mÃ−o! ¿Para qué alabarte yo ahora? Sé muy bien que no diré nunca elogio tan magnÃ−fico que tu mérito no lo supere. AsÃ−, pues, pienso que por esta sola cosa me distingo entre los demás, es decir, porque ningún otro tiene un hermano más eminente que el mÃ−o en las buenas cualidades. (Terencio: 1973; 25) Volviendo a Mición, este es un personaje muy servicial, al finalizar la obra le concede todos los deseos a su hermano Démea (padre biológico de à squino y Ctesifón), entre esos deseos está la libertad del esclavo de à squino, Siro y el de su esposa; que Mición se case con la madre de Pánfila, Sóstrata y que se le otorgue un terreno a Hegión. Dà MEA. - Más aún, por Hércules: es nuestro deber. Y para empezar, la esposa de este tiene una madre... MICIà N. - Es cierto; pero, ¿y con eso? (…) Dà MEA (Ã−dem). - Es conveniente que te cases con ella. (A à squino.) Y tú date maña para conseguirlo. (…) MICIà N. - Aunque esto me parece algo insensato, fuera de propósito, absurdo y ajeno a mi género de vida, sin embargo, como insisten tanto, pues asÃ− sea. (…) MICIà N. - ¿Qué es lo que falta todavÃ−a?

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Dà MEA. - Hegión es su consanguÃ−neo más cercano, afÃ−n nuestro; es pobre; conviene pues que le concedamos algún beneficio. MICION. - ¿Qué beneficio? Dà MEA. - Allá en el suburbio tienes un pedacito de tierra que arriendas a gente extraña; démoselo a este para que lo disfrute. (…) MICIà N. - ¿Qué hacer ahora? Se le dará eso, desde el momento que este asÃ− lo quiere. (…) Dà MEA. - Eres un hombre activo e ingenioso. Pues, por Pólux, estimo, a mi entender, que es hoy conveniente se liberte a Siro. (…) SIRO. - ¡Oh, amigo Démea, por Pólux que eres un hombre bueno! Yo con esmero les he cuidado a esos dos desde su niñez, los he instruido, los he amonestado, les he dado siempre todas las buenas normas que he podido. (…) MICIà N. - Ya que lo quieres... Siro, ven, llégate acá junto a mÃ−: sé libre. (…) SIRO. - Lo creo. ¡Y ojalá se me torne cumplida semejante alegrÃ−a, de suerte que pueda ver libre juntamente conmigo a Frigia, mi esposa! (Terencio: 1973; 46 y 47) • “Humanidad reflexiva, replegada sobre los estados de ánimo, especialmente sobre los determinados por el amor”. (Del Col: ;7) En esta humanitas se encuentra a à squino, quien ama a Pánfila y a su padre adoptivo, Mición. A continuación se observa a à squino preocupado por Pánfila en un diálogo con Mición. MICIà N. - Hay una doncella con su madre. à SQUINO. - Sigue. MICIà N. - Esta doncella es huérfana de padre. Ese amigo mÃ−o es su pariente más cercano. Y bien, las leyes lo obligan a casarse con ella. à SQUINO (aparte). - ¡Estoy perdido! MICIà N. - ¿Qué dices? à SQUINO. - Nada. Está bien. Sigue.

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MICIà N. - Ese viene para llevársela consigo, pues habita en Mileto so. à SQUINO - ¿Eh? ¿Para llevarse a la doncella? MICIà N. - AsÃ− es. à SQUINO. - ¡Cielos! ¿Hasta Mileto? MICIà N. - SÃ−. à SQUINO (aparte). - Me siento desfallecer. (Alto.) ¿Y ellas? ¿Qué dicen ellas? (…) MICIà N.- Pero ¡esto es ridÃ−culo! ¿DebÃ−a por ventura defender una causa contra aquel que me habÃ−a traÃ−do como valedor suyo? Por otra parte, ¿qué nos importa eso a nosotros, à squino? ¿O qué tenemos que ver con ellos? Vámonos. (à squino echa a llorar.) ¿Qué es esto? ¿Por qué lloras? (…) MICIà N. - Lo creo, por Hércules; conozco, en efecto, tu carácter; pero temo que seas demasiado descuidado. (…) ¡Ônimo!, que te casarás con ella. à SQUINO. - ¿Cómo? MICIà N. - ¡Animo!, digo. à SQUINO. - Padre, te conjuro, ¿acaso te estás burlando de mÃ−? MICIà N. - ¿Yo, burlarme de ti? ¿Por qué? à SQUINO. - No lo sé; pero como deseo con locura que eso sea verdad, por eso recelo más. MICIà N. -Vete a casa y ruega a los dioses que puedas traer a tu mujer 61; vete. à SQUINO. - ¿Cómo? ¿Traer ya a mi mujer? MICIà N. - SÃ−, ya. (Terencio: 1973; 38 y 39) • “Humanidad melancolica, porque repara en las incertidumbres, afanes, chascos y derrotas de la vida.” (Del Col: ;7) Démea, hermano de Mición y padre de à squino y de Ctesifón, se encuentra con esta caracterÃ−stica de humanitas. Vive en el campo con su hijo Ctesifón y trata de educarlo en forma autoritaria. Hay un contraste entre Démea, que pertenece a la clase obrera y Mición que pertenece a la clase alta. Démea constantemente le está reprochando a su hermano Mición el comportamiento y la educación de à squino. Dà MEA. - He de comunicarte otras barbaridades de ese joven honrado...

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MICIà N. - ¡Ya está! Dà MEA (continuando). - ...¡inauditas!, ¡dignas de pena capital! MICIà N. - ¡Basta, basta! Dà MEA. - Ah, tú no sabes qué clase de sujeto es. MICIà N. - SÃ−, lo sé. Dà MEA. - ¡Tonto! Te imaginas que me refiero a la citarista. En cambio, se trata ahora de un delito contra una ciudadana núbil. (…) Dà MEA. - Sea lo que fuere, ¿apruebas entonces, Mición, lo que él hizo? (…) Dà MEA. - ¡Oh, Júpiter! ¡Qué vida! ¡Qué costumbres! ¡Qué locura! Vendrá una esposa sin dote; adentro hay una tañedora; la casa es fastuosa; el joven, depravado por el libertinaje; el viejo, que delira. La Salvación 55 en persona, por más que lo quisiera, no podrÃ−a de ningún modo salvar esta familia. (Terencio: 1973; 40 y 41) Más adelante se da cuenta que su hijo le mintió y se siente desdichado. Dà MEA (aparte). - ¡Estoy perdido! Me he enterado de que mi hijo Ctesifón participó con à squino en el rapto de la muchacha. Para completar mi desventura no faltaba sino esto, que pudiera à squino pervertir a Ctesifón, que todavÃ−a sirve para algo bueno. ¿Dónde he de buscar ahora a este? Pienso que el otro lo arrastró a alguna casa de mala vida. No hay duda; ese deshonesto debe de haberlo convencido. Pero ahÃ− veo venir a Siro. Ya sabré por él su paradero. Aunque, por Hércules, ese es del mismo rebaño; si se da cuenta de que lo ando buscando, no soltará prenda el bribón. Pues, no le daré a conocer mi intención. (…) Dà MEA (sin ver a los actores). - Soy realmente desdichado. Primeramente, no puedo encontrar a m hermano en ningún lado; además, mientras lo iba buscando, vi un peón que venÃ−a de la granja y él aseguró que mi hijo no estaba ahÃ−. No sé qué hacer. (Terencio: 1973; 29, 30 y 34) Démea aparece en la obra como un anciano triste y con mala suerte. Dà MEA (aparte). - ¿Qué raza de desgracia es esta? No caigo en la cuenta, a no ser que piense que para esto he nacido: para sufrir desdichas. Soy el primero en experimentar nuestros males, el primero en enterarme de todos ellos, el primero también en anunciarlos; y cuando se verifica alguno, soy el único en padecerlo. (Terencio: 1973; 35) Reflexiona sobre su vida y se da cuenta que siempre fue infeliz. Tiene una cierta envidia hacia Mición, a 6

éste la vida le fue fácil. Dà MEA. - Jamás hubo nadie que haya sacado tan bien la cuenta para su vida que luego los acontecimientos, la edad, la práctica no le aportaran a cada instante algo nuevo, no le enseñaran algo, de suerte que uno llega a advertir que ignoraba lo que creÃ−a saber y, después de experimentarlas, repudia las cosas que juzgaba más importantes. Es lo que ahora me sucede a mÃ−; pues estando casi a punto de finalizar mi carrera, desecho la vida áspera que he vivido hasta aquÃ−. ¿Por qué? Porque la experiencia me ha hecho descubrir que nada le cuadra mejor al hombre que la condescendencia e indulgencia. Que esto sea verdad, cualquiera lo puede comprobar fácilmente en mÃ− y en mi hermano. à l siempre ha pasado su vida en la holganza, entre banquetes, suave, tranquilo, no espetando injurias a nadie, sonriendo a todos; ha vivido a su gusto, gastado a su gusto; y todos hablan bien de él, todos lo quieren. Yo, en cambio, sujeto rudo, salvaje, malhumorado, mezquino, fiero, testarudo, me casé; y entonces, ¡qué desdichas! Nacieron hijos: ¡nuevas inquietudes! Y además mientras me afanaba por dejarles lo más posible, he gastado los años de mi vida buscando hacer adquisiciones. Ahora, al fin de la vida, por todo el trabajo que he desplegado, recojo de ellos este solo fruto: el aborrecimiento. El otro sin trabajo se goza las ventajas de la paternidad: a él lo quieren, a mÃ− me esquivan; a él le confÃ−an sus proyectos, lo prefieren y los dos paran en su casa, mientras yo he sido abandonado; a él le desean larga vida, mientras -no cabe duda- están aguardando mi muerte. De esa manera, los que yo he criado con sumo trabajo, él los ha hecho suyos con poco gasto; yo me tomo todas las molestias, él se lleva todas las alegrÃ−as. ¡Ea, pues, probemos ahora, en sentido opuesto, si yo puedo hablar con blandura o actuar con benignidad, puesto que a eso me provoca él! Yo también pretendo ser amado y estimado por los mÃ−os. Si eso se obtiene dando y condescendiendo, ¡pues no le iré en zaga! ¿Nos vamos a fundir? No se me da un bledo: ¡total!, ya soy viejo. (Terencio: 1973; 44) • “Humanidad que busca intimar y desahogarse” (Del Col: ; 7) Ctesifón está felÃ−z debido a que tiene una compañera, Baquis, la cual fue liberada del rufián Sanión gracias a su hermano à squino. Mientras su padre, Démea, lo busca desesperadamente, con ayuda de Siro (esclavo de à squino), lo mandan a otra parte, pero para estar más seguro, se encierra en la pieza con Baquis y por ende festeja la alegrÃ−a de estar junto a ella. CTESIFà N. - Siro, te lo suplico, procura que no se precipite derecho acá dentro. SIRO. - ¡Calla la boca! Me voy a encargar yo de eso. CTESIFà N. - Por Hércules, que no me fÃ−o en absoluto; pues ahora mismo me voy a encerrar con ella en una pieza; eso es lo más seguro. SIRO. - Está bien; con todo, yo lo alejaré de aquÃ−. (Terencio: 1973; 35) A modo de cierre, se puede observa como Terencio utiliza las humanitas en sus personajes para promover el humanismo en Roma y hacer que sus obras posean verosimilitud. Las comedias de Terencio, gracias a las humanitas son sentimentales, con un carácter serio y melancólico. 9

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