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LOS HUMEDALES DE LA CUENCA DEL DUERO Camino FERNÁNDEZ ALÁEZ Área de Ecología Facultad de Ciencias Biológicas y Ambientales Universidad de León
RESUMEN En la cuenca del Duero existe un conjunto muy heterogéneo de sistemas palustres de pequeño tamaño cuyas comunidades biológicas se encuentran condicionadas fundamentalmente por la mineralización, la turbidez y la permanencia del agua. El rasgo más característico de estos humedales es su naturaleza cambiante, con marcadas fluctuaciones estacionales e interanuales de los niveles de sus aguas, lo que contribuye a generar una importante diversidad de ambientes, que mantienen a su vez una alta diversidad biológica. Sien embargo, este efecto diversificador de los humedales en el conjunto de los ecosistemas terrestres de la Cuenca del Duero no sólo se refiere a las especies, sino también a aspectos hídricos, edáficos, paisajísticos e incluso culturales. Además, las especies de estos ecosistemas someros tienen un interés extraordinario debido a las adaptaciones que muestran para superar los periodos secos y lo imprevisible de la duración de la inundación. No obstante, y a pesar de la necesidad de su conservación, las actuaciones humanas sobre estos pequeños ecosistemas acuáticos, y en particular las actividades relacionadas con la agricultura han supuesto en muchos casos su destrucción. El modelo de gestión a aplicar en los humedales de la Cuenca del Duero ha de estar condicionado por el dinamismo que los caracteriza, manteniendo su alta heterogeneidad hidrológica.
1.- ¿QUÉ ES UN HUMEDAL? Los humedales constituyen un tipo de ecosistema difícil de definir debido a sus rasgos morfológicos difusos –por tener a menudo límites poco definidos y escasa profundidad-y a su naturaleza cambiante, con aspectos muy distintos y variables a lo largo del tiempo. Se trata de sistemas altamente heterogéneos y sobre todo muy dinámicos y fluctuantes, lo que les otorga características estructurales y funcionales muy peculiares. Desarrollar, pues, el concepto de humedal no es una tarea sencilla, ya que con esta denominación se engloban todo una serie de ecosistemas con condiciones ambientales cambiantes y que poseen una considerable interpenetración entre los ambientes terrestres y acuáticos. Los humedales representan una transición entre los ambientes terrestres y los acuáticos y su funcionamiento está determinado por la interacción entre el medio terrestre y el acuático. Se pueden considerar como sistemas fronterizos, y de hecho en la naturaleza aparecen en ocasiones en el borde entre ambos medios, constituyendo ecotonos, es decir, áreas de transición, con entidad propia desde un punto de vista ecológico, entre dos ecosistemas diferentes. Sin embargo, los humedales no son siempre ecotonos entre diferentes sistemas ecológicos (Tiner, 1999), sino que pueden constituir entidades discretas en el territorio, y representar unidades más húmedas en un entorno seco. Tal es el caso de las zonas pantanosas, lagunas, charcas o simplemente manchas de vegetación hidrófila. En cualquier caso, y desde el punto de vista funcional, la mayoría de los humedales mantienen su carácter cambiante entre la tierra y el agua. Una definición muy simple, pero que resulta muy adecuada para introducir el carácter peculiar de estos sistemas naturales sería considerar un humedal como un sitio donde te mojas los pies pero no puedes nadar (Casado y Montes, 1995). Muchas definiciones han incluido como puntos fundamentales tres conceptos clave: suelo, vegetación e hidrología (González Bernáldez, 1992; Casado y Montes, 1995). Según González Bernáldez (1992), un humedal se puede considerar una anomalía hídrica positiva
del terreno respecto a un entorno más seco y que no es ni un lago ni un río. En esta definición se engloban aquellos sistemas que presentan una lámina de agua superficial, pero también aquellos que consisten simplemente en encharcamientos efímeros o en la presencia de una mayor humedad edáfica, que permite el desarrollo de suelos y de una vegetación diferente. Algunas definiciones han tenido en cuenta la importancia de la variedad, que es una característica necesaria para entender los humedales. Autores como Marnewecke y Kotze (1999), Casado y Montes (1995) y García Mariana (2004) indican en sus trabajos la necesidad de considerar la variedad en el tiempo (variación a lo largo de ciclos temporales de las condiciones físicas) y la variedad en el espacio, como conceptos que juegan un papel importante, no pudiéndose tratar ambas dimensiones independientemente.
2.- CARACTERÍSTICAS DE LOS HUMEDALES DE LA CUENCA DEL DUERO La mayor cantidad y variedad de sistemas palustres en España se encuentra en las cuencas sedimentarias como la Depresión del Duero, que se corresponde básicamente con la cuenca de su mismo nombre. Los humedales de la Depresión del Duero constituyen un conjunto extremadamente heterogéneo, tanto en lo que se refiere a sus dimensiones como a las propiedades de sus aguas y su biota. El clima, la procedencia de sus aguas y la naturaleza geológico del sustrato son los factores más importantes que influyen sobre las características ecológicas de estos masas de agua de pequeño volumen de la Cuenca del Duero (Alonso y Comelles, 1987). Se trata, en la mayoría de los casos, de sistemas de pequeño tamaño (de menos de 4 ha) (Fig. 1) y poco profundos, lo que los convierte en muy reactivos frente a pequeñas fluctuaciones de aquellas variables que condicionan su régimen hidrológico (lluvia, flujos subterráneos...). Son sistemas muy poco tamponados, extraordinariamente influenciables por factores externos como el clima y el sustrato o impactos esporádicos.
70
61; 45%
Nº DE LAGUNAS
60 50
45; 33%
40 30 20
15; 11%
15; 11%
10 0
1
4
8
SUPERFICIE (Ha)
Figura 1.- Distribución por tamaños (1 Ha) de un grupo de 136 lagunas de la cuenca del Duero
Los parámetros que muestran mayor variabilidad en los humedales de las zonas esteparias de la cuenca del Duero, y que condicionan el tipo de comunidades biológicas, son la mineralización, la turbidez y la permanencia del agua (Alonso, 2002). Su carácter cambiante es su rasgo más característico, que se manifiesta en marcadas oscilaciones estacionales e interanuales de los niveles de sus aguas, pues muchos de ellos llegan a secarse completamente durante el periodo estival. Estas fluctuaciones, que pueden aparecer a diferentes escalas de tiempo, afectan directamente al tamaño del sistema, la disponibilidad de luz, la dinámica de las poblaciones y las interacciones tróficas (Keddy, 2000; Fernández Aláez et al., 2002a; Coops et al., 2003), así como a sus valores de conservación. Las fluctuaciones anuales pueden tener un papel estructural en la extensión espacial y temporal y en el funcionamiento de la zona litoral. En humedales no perturbados las fluctuaciones pueden crear, desde el borde de los lechos húmedos hasta las aguas abiertas, gran diversidad de hábitat, que, naturalmente, deberá mantener alta diversidad de especies. Así, por ejemplo, el estudio de la vegetación macrófita en formaciones palustres someras del sureste de la provincia de León, donde las condiciones climáticas imponen fuertes fluctuaciones del nivel del agua, con inviernos fríos y generalmente lluviosos y veranos calurosos con escasas precipitaciones, y frecuentemente con un periodo de aridez en los meses de julio y agosto, demostró que la duración de la inundación y la regularidad de este proceso en el tiempo, además de la superficie, que es una variable ligada a la permanencia del agua y la profundidad, son los principales factores que controlan la riqueza de especies (Fernández Aláez et al., 2002b). Las comunidades responden de forma diferencial a los cambios en la dinámica del hidroperiodo. Niveles extremos de agua pueden causar cambios entre estados de aguas claras, dominados por plantas acuáticas sumergidas, y de aguas turbias, caracterizados por fitoplancton (Fig. 2), que no están relacionados con el enriquecimiento en nutrientes y los efectos top-down (Wallsten & Forsgren, 1989; Blindow 1992, Beklioglu et al., 2001).
ESTADO DE AGUAS CLARAS
ESTADO DE AGUAS TURBIAS
Figura 2.- Posibles estados alternativos en lagos someros
En base a los ritmos de inundación, Cirujano y Medina (2002) han propuesto una clasificación para los humedales de Castilla-La Mancha, que es de aplicación para los de la Cuenca del Duero (Tabla 1). El carácter somero de los humedales de la Depresión del Duero determina que, de forma natural, estén dominados por macrófitos, lo que constituye el aspecto más importante de su funcionamiento (Jeppesen et al., 1997), puesto que la vegetación acuática va a servir como hábitat y fuente de recursos para una gran cantidad de organismos (Brönmark & Vermaat, 1997). Además, las plantas acuáticas absorben nutrientes del agua y del sedimento
compitiendo eficazmente con el fitoplancton (Ozimek et al., 1993), reduciendo al mismo tiempo la disponibilidad de luz para los productores planctónicos (Cattaneo et al., 1998). La escasa profundidad favorece la existencia de una estrecha relación entre los procesos ecológicos que tienen lugar en los sedimentos y los que se desarrollan en la columna de agua. Esto supone un rápido reciclaje de nutrientes y, al no ser la luz un factor limitante, el resultado es una elevada productividad en estos sistemas palustres si se comparan con lagos profundos.
Humedales permanentes
Siempre tienen agua y excepcionalmente quedan secos
Humedales semipermanentes
Pueden llegar a secarse con cierta frecuencia
Humedales estacionales
Quedan secos todos los años, aunque excepcionalmente algún año conservan agua de forma permanente
Humedales anuales
Se inundan prácticamente todos los años
Humedales habituales
No suelen inundarse todos los años, pero lo hacen con cierta frecuencia
Humedales ocasionales
Se inundan de vez en cuando, después de periodos de sequía que se prolongan durante años
Tabla 1.- Clasificación de los humedales basada en sus ritmos de inundación (Cirujano y Medina, 2002). La variedad de tipos diferentes es una característica de los humedales de la Depresión del Duero. Más de 2700 humedales vienen marcados en la cartografía oficial con denominaciones muy diversas: lavajos, bodones, charcas, balsas, lagunas, saladares, juncales, prados húmedos, etc., que se relacionan con la alternancia de áreas de recarga y descarga, y en estas últimas con la composición química del agua que aflora a la superficie. En la definición de tipos juegan un papel fundamental los procesos hidrológicos, que engloban los modos de alimentación o las rutas de movimiento del agua. Son importantes en la cuenca del Duero los conjuntos palustres que se relacionan con los acuíferos subterráneos de las grandes formaciones detríticas terciarias y reciben la descarga de largos flujos regionales (Rey Benayas, 1991). En estos casos, el aumento del tiempo de residencia del agua subterránea supone una importante transformación de su composición química, con un incremento considerable del grado de mineralización debido al intercambio iónico y de los minerales que se encuentra en su recorrido (Fernández Uría et al., 1985) (Fig. 3). Sin embargo, también constituyen enclaves singulares las pequeñas lagunas someras que recogen el agua de lluvia, o
bien, se identifican como descargas lineales de flujos subterráneos cortos, cuyo quimismo no se encuentra muy modificado respecto a la composición química inicial de las aguas de infiltración. Estos últimos conjuntos palustres aparecen asociados a los depósitos terciarios recubiertos por formaciones más recientes (rañas), que por sus condiciones de horizontalidad topográfica y relativa permeabilidad facilitan la existencia de niveles freáticos próximos a la superficie. Diversos estudios realizados en la cuenca del Duero (Rey Benayas, 1991; Rey Benayas et al., 1990; Luis, 2004) han revelado las relaciones entre el agua subterránea, el suelo y la vegetación de los humedales, poniendo de manifiesto la influencia de la evolución geoquímica del agua subterránea sobre la naturaleza de los mismos, en cuanto a su forma, propiedades de los suelos y composición de las comunidades vegetales.
Figura 3.- Variación espacial de la conductividad en lagunas del sureste de la provincia de León (Luis, 2004).
3.- LA VARIEDAD DE HUMEDALES DE LA CUENCA DEL DUERO En las provincias de León y Palencia encontramos extensas llanuras donde el clima es frío y seco, y que están situadas casi siempre por encima de los 800 m de altitud. Estas llanuras, que reciben el nombre de páramos, están formadas por depósitos cuaternarios, denominados rañas, y albergan numerosas lagunas pequeñas alimentadas mayoritariamente por flujos subterráneos poco profundos y por los aportes superficiales de la lluvia y la escorrentía. De ahí que su concentración salina sea muy baja, en muchos casos inferior a 5 meq/l (Fernández Aláez et al., en revisión); y sus aguas, que son muy transparentes, albergan una rica variedad de especies vegetales. La elevada riqueza florística de estos ambientes palustres fue puesta de manifiesto por Fernández Aláez et al (2002b), en un estudio de 27 lagunas del sureste de la provincia de León. El número de especies en estas lagunas puede considerarse relativamente elevado si se compara con estudios similares que incluyen un número de enclaves considerablemente más alto (Cirujano, 1995) (Fig. 4). En la provincia de León destacan los complejos de Chozas de Arriba, Villamuñío y Valdepolo, así como la laguna Grande de Bercianos del Real Camino, que es una de las más
extensas de la provincia. Lamentablemente, algunos de estos enclaves han desaparecido o se encuentran muy perturbados como consecuencia de la intensificación de las actividades agrícolas. En algunos casos las cubetas han sido sobreexcavadas o modificadas para aumentar la permanencia del agua, mientras que en otros han servido como receptoras del drenaje dentro del sistema de riego, desvirtuando sus características naturales y manteniendo un medio acuático semiartificial. Tal es el caso de la laguna de Bercianos del Real Camino, a la que se han incorporado las aguas procedentes del Canal de los Payuelos, modificando drásticamente su hidroquímica (Fig. 5) y sus comunidades (Trigal et al., en revisión).
NÚMERO DE GÉNEROS 40
ANGIOSPERMAS CARÓFIT OS
30
NÚMERO DE ESPECIES 140
ANGIOSPERMAS
120
CARÓFIT OS
100 80
20
60 40
10
20 0
0
España
Cuenca
SE León
España
Cuenca
SE León
Figura 4.- Comparación del número de géneros y especies de macrófitos en los sistemas leníticos españoles, en la provincia de Cuenca (118) (Cirujano, 1995) y en el sureste de la provincia de León (27) (Fernández Aláez et al., 1999). En la Tierra de Campos palentina destacan una treintena de humedales mayoritariamente temporales e interesantes como hábitat palustres, aunque artificiales. Se trata de las lagunas asociadas al Canal de Castilla, cuyo origen estuvo ligado a la construcción de dicho Canal entre los siglos XVIII y XIX, al acumularse el agua en las depresiones del terreno creadas junto al talud del Canal. La presencia de un sustrato arcilloso impermeable ha facilitado este estancamiento del agua procedente de la lluvia, las acequias de riego y arroyos o de las infiltraciones del propio Canal. Su alto valor ecológico está relacionado con su diversa vegetación acuática y palustre (Santiago Ibarlucea, 2002) y con el importante número de especies faunísticas que albergan, representando un oasis de biodiversidad en las llanuras cerealistas de Tierra de Campos. La permanencia y profundidad del agua son los factores diferenciadores en estas lagunas marginales del Canal de Castilla y condicionan el tipo de vegetación y la riqueza de especies de helófitos e hidrófitos (Santiago Ibarlucea et al., 2005). Destaca especialmente la laguna de Valdemudo, con una extensión de 30 ha, en la que se han contabilizado hasta 17 especies de macrófitos acuáticos, algunas de singular interés para la flora acuática española, como Nitella mucronata o Hippuris vulgaris. La presencia de estas especies otorga a las lagunas asociadas al Canal de Castilla una relevancia especial, ya que se recomienda la protección de los enclaves en los que aparecen (Cirujano y Medina, 2002). El estado actual de muchas de estas lagunas pasa por una etapa de colonización masiva de grandes helófitos que llegan a ocupar la mayor parte de la cubeta, impidiendo la instalación de
hidrófitos, lo que representa un paso natural en la evolución de estos humedales. Sin embargo, este proceso, que conlleva una pérdida de diversidad, se ha visto acelerado por la entrada de nutrientes y materiales en suspensión procedentes de los campos de cultivo que las circundan (Santiago Ibarlucea et al, 2004).
CO NDUCTIVIDAD ( µ S/cm)
500 400
FÓ SFO RO TO TAL O RTO FO SFATO ( µ g/l) ( µ g/l) 10 50 200 150
300
8
40
6
30
4
20
2
10
AMO NIO ( µ g/l)
SST (mg/l)
150
100
100
200 50
100 0
0
0 1994
2004
1994
2004
1994
2004
50
0
0 1994
2004
1994
2004
Figura 5.- Cambios en la composición química de la laguna de Bercianos del Real Camino (León) por efecto de la incorporación de agua procedente del Canal de los Payuelos. En el territorio de la Tierra de Campos palentina merecen especial mención dos humedales: la laguna de Boada y la laguna de la Nava, que representan a las típicas lagunas esteparias, que se han destruido en sus dos terceras partes en los últimos 50 años, y que son ecosistemas extraordinariamente importantes para la flora y la fauna, ya que se localizan en zonas áridas. Actualmente, las lagunas de la Nava y Boada cubren una superficie de 4 km2 y forman uno de los complejos palustres más destacados del norte de España. Durante el invierno miles de aves acuáticas utilizan sus aguas someras como áreas de descanso, estando catalogadas como dos de las áreas más importantes de invernada del ansar común del norte y centro de Europa (Hammerl-Resch et al, 2004). La laguna de la Nava fue conocida antiguamente como el “Mar de Campos”, puesto que ocupaba una superficie superior a 3.000 ha, con una profundidad máxima que no excedía 1,8 m. Esta laguna, que fue desecada definitivamente hacia 1950, estaba instalada en una amplia depresión poco profunda y mostraba un funcionamiento semiendorreico. Varios arroyos afluían a la depresión, que se inundaba en invierno, con una extensa y poco profunda lámina de agua y con la sequía estival la llanura se iba secando, dando paso a una importante superficie de productivos pastos. En el año 1990 la Fundación Global Nature puso en marcha el proyecto de recuperación de la laguna de la Nava, que ha conseguido regenerar 307 ha de la antigua laguna, de las cuales aproximadamente la mitad se mantiene como una laguna esteparia, aunque con una orientación destinada fundamentalmente a proporcionar hábitat para la avifauna acuática, y la otra mitad se dedica al aprovechamiento de pastos por parte de los ganaderos de la zona. La inundación de la laguna se realiza de forma semiartificial, recibiendo aportaciones de la lluvia y agua derivada del Canal de Castilla. Actualmente, la gestión del humedal es responsabilidad de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León.
La laguna de Boada se encuentra en el fondo de una pequeña cuenca en la que no existe ningún desagüe natural, apareciendo encajada en un paisaje castellano de grandes extensiones de cultivos de cereal. Esta laguna fue objeto de un proyecto de desecación en los años 70, y en el año 1998 la Fundación Global Nature acometió el proyecto de recuperación, ocupando en la actualidad una superficie máxima de 65 ha, con una profundidad media de 40 cm. Sus aguas son subsalinas y, al igual que en la laguna de la Nava, proceden de la lluvia y del Canal de Castilla, accediendo al humedal a través de un arroyo, cuyas aguas están afectadas por los vertidos de la localidad de Villarramiel (Hammerl-Resch et al, 2004). Otra cuenca endorreica que ha dado lugar a un complejo lagunar estepario de vital importancia para el Norte de la Península Ibérica se sitúa en la Tierra de Campos zamorana. La orografía y las peculiares características geológicas son las responsables de la formación de un conjunto de humedales, cuyas aguas son altamente mineralizadas por recibir la descarga de largos flujos regionales. Se trata de las lagunas o salinas de Villafáfila, enclavadas sobre suelos arcillosos, alrededor de la cuenca sedimentaria del río Salado, que conforman un complejo lagunar de carácter salino, estacional y estepario en el que destacan por su extensión la Salina Grande, la de Barrillos y las Salinas, que contienen el 20% del volumen de agua de todo el conjunto palustre, y cuya importancia radica en su singularidad ecológica, pues son sistemas que se asemejan a los existentes en las estepas euroasiáticas y canadienses. Los ciclos de salinidad y de deposición del sedimento en las lagunas dependen del régimen pluviométrico (Alonso, 2002). En los años más secos las lagunas se comportan como sistemas endorreicos y acumulan sales y arcilla; mientras que en los periodos más húmedos descargan sus aguas salobres a arroyos de drenaje, exportan sedimentos y se hacen más dulces. Este modelo en el comportamiento hídrico determina que los habitantes de estos humedales, plantas y animales, que se ven afectados por estos ciclos de inundación-sequía hayan de adaptarse a importantes cambios en la hidroquímica a lo largo del ciclo anual, desde aguas bastante dulces hasta casi salinas, pasando por todo un gradiente de mineralización. Catalogadas como Zona de Importancia Europea en el Catálogo sobre los Humedales Españoles, las lagunas de Villafáfila están experimentando algunas transformaciones como consecuencia del aumento de las poblaciones invernantes de ánsar común (Anser anser), que está afectando a la cobertura de las especies vegetales más características de estos humedales, que son la juncia (Scirpus littoralis) y la castañuela (Scirpus maritimus). Más hacia el sur de la Cuenca del Duero, entre las provincias de Valladolid, Salamanca, Ávila y Segovia, se extiende una gran formación detrítica terciaria sobre la que, en algunas zonas, se superponen gravas, rañas y arenas cuaternarias. Toda esta gran unidad alberga un elevado número de humedales que conforman un mosaico de situaciones diferentes en cuanto a su funcionamiento. Se incluyen en este amplio conjunto las lagunas de Lastras de Cuellar y de Cantalejo, situadas en la comarca denominada Tierra de Pinares. Son lagunas de origen fluvial y aguas muy dulces enclavadas sobre lechos de arenas y gravas, que han atraído la curiosidad científica por el desarrollo de depósitos de turba en sus fondos. Esta característica las convierte en ambientes con un extraordinario valor desde el punto de vista paleoecológico, puesto que en la turba se conservan restos de semillas, granos de polen y partes duras de determinados organismos que permiten reconstruir la historia ambiental de la región. Sin embargo, algunas de estas lagunas, como Navahornos, Navacornales, Navalayegua, Sotillos Bajeros o Muña, se encuentran bastante deterioradas, siendo a veces receptoras de aguas residuales, que incrementan extraordinariamente sus niveles de nutrientes y las convierten en sistemas altamente eutrofizados. (Fig. 6). Por otra parte, la sobreexplotación de los acuíferos ha modificado el régimen hídrico de muchos de estos humedales transformándolos de permanentes en temporales, y además, la explotación de la turba junto con el sobreexcavado
de las cubetas han alterado drásticamente la biota y el funcionamiento de algunas de estas lagunas haciendo peligrar su valor natural.
FÓSFORO TOTAL (µg/l P-PO43-) 12795 8000
7090
6000 4000
Sotillos Bajero
Navacornales
1223
Navalayegua
1029
Muña
0
1005
Navahornos
2000
Figura 6.- Concentraciones de fósforo total en algunas lagunas de Cantalejo (datos propios no publicados). En el sector central de la Cuenca del Duero, y asociadas a las descargas de largos flujos de aguas subterráneas, existen lagunas cuya singularidad radica en la elevada mineralización y alcalinidad de sus aguas, así como en la abundancia de sodio, lo que resulta indicativo del nivel de envejecimiento de las mismas. Estas lagunas, que suelen ser extremadamente someras y temporales configuran los complejos de Coca y Olmedo y en muchas zonas de Valladolid reciben el nombre de bodones, como por ejemplo, el bodón Blanco o el bodón Juncial. 4.- VALORES DE LOS HUMEDALES DE LA CUENCA DEL DUERO Los humedales y lagos someros se encuentran entre los sistemas más importantes y amenazados del planeta. Proporcionan hábitat para una rica diversidad de flora y fauna; sin embargo, son ecosistemas muy sensibles y vulnerables. Sus valores emanan de las funciones que desempeñan como sistemas naturales. Estas funciones pueden clasificarse en geomorfológicas (retención de sedimentos), hidrológicas (recarga y descarga de acuíferos, amortiguación de inundaciones y crecidas), biogeoquímicas (sumideros, fuente, transformación de nutrientes) y biológicas (producción de materia orgánica, mantenimiento del hábitat de organismos). Sin embargo, no todos estos aspectos tienen relevancia en los humedales de la Cuenca del Duero, ya que la mayoría son de pequeña o moderada extensión, son temporales o en todo caso muy fluctuantes y por tanto, no albergan grandes volúmenes de agua, por lo que su incidencia en la regulación de inundaciones es mínima. Sin embargo, estas pequeñas lagunas constituyen el tipo más frecuente y desempeñan otras funciones valiosas
que tienen que ver con su participación como componentes fundamentales de la diversidad de la biosfera. El efecto diversificador de estos humedales en el conjunto de los ecosistemas terrestres de la Depresión del Duero no sólo se refiere a las especies, sino también a aspectos hídricos, edáficos, geomórficos, paisajísticos e incluso culturales. Estos sistemas palustres pequeños y que se ven afectados por importantes variaciones ambientales a lo largo del año contienen organismos de un interés extraordinario. En estos ecosistemas someros las posibilidades de riesgos catastróficos son muy altas, por lo que sus biocenosis son muy especializadas y prácticamente exclusivas de estos ambientes. Además, muestran adaptaciones especiales para superar los periodos secos y soportar grandes fluctuaciones ambientales y lo imprevisible de la duración de la inundación, adaptando sus ciclos vitales a periodos húmedos de duración variable. Su alto valor científico y de conservación ha propiciado su consideración como hábitat prioritarios en la Directiva Europea de Hábitat.
5.- INTERVENCIONES HUMANAS SOBRE LOS HUMEDALES DE LA CUENCA DEL DUERO A pesar de la necesidad de su conservación, las actuaciones humanas sobre estos pequeños ecosistemas acuáticos han supuesto en muchos casos su destrucción.. La agricultura representa el sector de actividad que ha generado el impacto más importante y frecuente sobre los humedales de la Cuenca del Duero. La gran mayoría de estos sistemas palustres están rodeados de cultivos, por lo que el desarrollo de nuevos regadíos y la proliferación de pozos y sondeos ha ocasionado un descenso de los niveles freáticos y la consiguiente desecación de los humedales asociados a la descarga de aguas subterráneas. En otros casos, han sido los drenajes para la extensión de cultivos los que han ocasionado la desaparición de los humedales. Un fenómeno más a añadir como una nueva amenaza para la supervivencia de estas zonas está representado por el cambio climático, que provocará que algunos ecosistemas acuáticos pasen de ser permanentes a estacionales, mientras que otros desaparecerán. Asimismo, es una práctica habitual de los ganaderos de las regiones áridas la de profundizar las charcas temporales para asegurar la persistencia del agua durante el verano, lo que supone la destrucción total o parcial del banco de información biológica contenida en los sedimentos. No hay que olvidar tampoco la degradación progresiva de la calidad del agua como consecuencia de vertidos puntuales o difusos o del uso de pesticidas y fertilizantes en los campos de cultivo que rodean a los humedales. En este sentido, un estudio realizado por Jiménez et al. (1999) en lagunas de las comarcas leonesas del Páramo y Payuelo reveló la presencia en el agua y especialmente en el sedimento, de 14 tipos diferentes de pesticidas, con concentraciones que, en el caso del sedimento, excedieron los 0,1 mg/Kg en algunas lagunas. El perfil de distribución temporal de estos contaminantes mostró un incremento en primavera, periodo en el que se hace un uso más intensivo de estos productos, y en otoño, al aumentar las precipitaciones, con el consiguiente lavado de los residuos de pesticidas desde los campos de cultivo hacia las lagunas. Otra intervención sobre los humedales está representada por la introducción de especies alóctonas, que está produciendo graves daños en la dinámica y estructura de sus comunidades. El caso más preocupante es el del cangrejo rojo americano que está destruyendo las praderas de macrófitos de los humedales en los que ha sido introducido por particulares incontrolados. La introducción de esta especie en 1997 en la laguna de Chozas de Arriba, en el Páramo leonés, provocó un cambio desde un estado de aguas claras a una fase de aguas turbias (Rodríguez et al., 2003), y supuso una reducción de un 99% de la cobertura de plantas, y una
pérdida del 71% de géneros de macroinvertebrados, del 83% de las especies de anfibios y del 52% de las especies de aves acuáticas (Rodríguez et al., 2005). 6.- CRITERIOS PARA LA GESTIÓN DE LA INTEGRIDAD ECOLÓGICA DE LOS HUMEDALES DE LA CUENCA DEL DUERO Desde el punto de vista de su gestión, un humedal, como cualquier otro ecosistema, se caracteriza por su integridad ecológica, es decir, por su capacidad para mantener su estructura y funcionamiento, y absorber el estrés generado por las perturbaciones de origen natural y/o humano. Este es un concepto semejante al de Estado Ecológico, al que se refiere la Directiva Marco del Agua como una expresión de la calidad de la estructura y funcionamiento de los ecosistemas acuáticos. Puesto que la variabilidad ecológica entre humedales y dentro de cada humedal, condicionada principalmente por la variabilidad hidrológica interanual, es una de las señas de identidad más importantes de estos ecosistemas de la Depresión del Duero, un modelo de gestión de los humedales deberá estar condicionado por el dinamismo que los caracteriza. A veces, las decisiones acerca de la gestión de los humedales se basan en la percepción de estos ecosistemas como entidades más o menos estables: un paisaje lleno de aguas estancadas, someras, permanentes, con una vegetación no arbórea y una gran cantidad y variedad de aves acuáticas y, sin embargo, los humedales se encuentran entre los ecosistemas más dinámicos y cambiantes que existen en el planeta. Para los sistemas lagunares de la Depresión del Duero las sequías y las inundaciones extremas son las perturbaciones naturales más importantes. Un humedal seco o con agua son dos fases interdependientes y necesarias para conservar la biodiversidad y la integridad ecológica. El mantenimiento de la alta heterogeneidad hidrológica, y por tanto ecológica, respetando las fluctuaciones hidrológicas características de cada tipo de humedal es la clave para la conservación de la elevada biodiversidad del patrimonio de humedales de la Depresión del Duero. Los ciclos de vida de muchos habitantes de los humedales están íntimamente ligados a su dinámica fluctuante. Por esta razón, no son aconsejables procedimientos de control en los que se modifica la morfología, el sedimento y los suelos de las cubetas de los humedales, con el objetivo de controlar su hidrología y mantener así un cuadro paisajístico o biológico más o menos estable, favoreciendo a alguna comunidad de organismos, por lo general, aves acuáticas, y sin reconocer la importancia que tienen la morfología y morfometría de las cubetas en el mantenimiento de la integridad biológica. Es importante tener en cuenta que la capacidad de respuesta a las perturbaciones de estos ecosistemas está íntimamente relacionada con la conservación del banco de información biológica, la cual se relaciona con la reserva de semillas, esporas, huevos durables, zoobentos y microorganismos que albergan sus sedimentos. Pero además de las perturbaciones naturales existen perturbaciones antrópicas de baja intensidad, como el pastoreo de los herbívoros domésticos o los incendios, que lejos de tener una influencia negativa en los humedales de la cuenca del Duero, pueden incluso ser necesarias para la conservación de la elevada biodiversidad de estos ecosistemas. Por otra parte, el pequeño tamaño de la mayoría de los humedales de la Cuenca del Duero determina una elevada relación superficie/volumen de sus aguas, y en definitiva una considerable dependencia de los procesos hidromorfológicos y biológicos que se desarrollan en los ecosistemas terrestres adyacentes. Los sedimentos van a constituir excelentes archivos naturales donde quedan registrados los cambios que se han producido en sus cuencas en épocas pasadas. Por tanto, la gestión de los humedales debe contemplar un adecuado manejo
de los usos agroforestales en la cuenca, de manera que se eviten los procesos de erosión y como consecuencia la colmatación de las cubetas, una de las amenazas más importantes que sufren los humedales de la Cuenca del Duero. Esta necesidad de gestionar los humedales en el marco de sus cuencas se contempla en el Plan Estratégico Español para la Conservación y el Uso Racional de los Humedales (MIMAM, 2000). No todas las especies de nuestros humedales juegan el mismo papel en la determinación de su estructura y su funcionamiento, siendo algunas de ellas esenciales para el mantenimiento de la integridad de estos ecosistemas. De ahí que al diseñar actuaciones de gestión encaminadas a mantener la biodiversidad no sólo deban tenerse en cuenta el número de especies presentes, sino también el papel ecológico que juega cada una de ellas. A partir de los años sesenta se ha desarrollado a nivel internacional un movimiento en favor de la conservación de los ambientes acuáticos, que toma fuerza gracias sobre todo al Convenio Ramsar aprobado en esta ciudad iraquí en el año 1971, que es el único a nivel internacional dedicado exclusivamente a los humedales. En estos momentos, nuestro país cuenta con 49 humedales designados como “sitio Ramsar” y en la cuenca del Duero tienen esta categoría las lagunas de Villafáfila y la laguna de la Nava. En España, el régimen jurídico básico de protección de los humedales fue establecido por la Ley de Aguas, que a su vez contempla la posibilidad de declaración de una zona como de especial interés para su conservación y protección. Pero además, en el año 2000 se aprobó el Plan Estratégico Español para la Conservación y el Uso Racional de los Humedales, que establece actuaciones de conservación para frenar su pérdida y potenciar su uso sostenible. En marzo de 2004, mediante Real Decreto, se reguló el Inventario Nacional de Zonas Húmedas, como un instrumento al servicio de la conservación de los humedales, y con el fin de proporcionar información sobre el número, extensión y estado de conservación de aquellos que están situados en el territorio nacional. En el ámbito de la Comunidad de Castilla y León, el régimen jurídico de protección de las zonas húmedas queda establecido en la Ley de Espacios Naturales, que crea el Catálogo Regional de Zonas Húmedas de Interés Especial. En este Catálogo se han de ir incorporando aquellos humedales de la Comunidad que tengan un destacado interés natural. Con fecha de 25 de agosto de 1994 se aprobó el Catálogo de Zonas Húmedas de Interés Especial, que incluyó 118 humedales. Los estudios realizados posteriormente pusieron de manifiesto la necesidad de ampliarlo, y así, en abril de 2001 se aprobó la inclusión en el Catálogo de 179 zonas más. Por otra parte, en la conservación de los humedales tiene especial relevancia la Directiva Marco del Agua 2000/60/CE (DMA), que tiene como propósito fundamental establecer un marco comunitario de protección para todas las aguas continentales superficiales, subterráneas y costeras, al objeto de prevenir su deterioro y promover un uso sostenible gracias a su protección a largo plazo. Por primera vez una Directiva se articula alrededor de la conservación de ecosistemas como una entidad funcional, para lo cual define el concepto de Estado Ecológico. El fin último de la Directiva es que los ecosistemas acuáticos europeos, y por tanto los humedales, alcancen el “Buen Estado Ecológico” como máximo en el año 2015. La elaboración de un esquema de clasificación de los sistemas palustres, que es uno de los principios fundamentales que establece la DMA para el establecimiento del estado ecológico, plantea en el caso de los humedales de la cuenca del Duero una problemática especial en relación con otros territorios de la Península Ibérica, y por supuesto, con otros países europeos en lo referente al tamaño profundidad y temporalidad. Recientemente, el CEDEX ha realizado una caracterización y tipificación de las masas de agua superficial de todo el territorio español (CEDEX, 2003; CEDEX, 2005). En la propuesta realizada por el CEDEX se han incluido
como lagos las masas de agua superficial con una superficie mayor de 50 ha, independientemente de su profundidad, y las masas de agua entre 8 y 50 ha con profundidades superiores a 3 m. El listado de masas de agua utilizada por el CEDEX para realizar la tipificación no es representativo de las masas de agua más características de la Cuenca del Duero. De acuerdo con esta tipología quedan excluidas todas las masas de agua someras y de pequeño tamaño, que numéricamente son mucho más importantes en nuestro país que los lagos profundos, y en particular en la Cuenca del Duero. Además, la aplicación de la Directiva Marco del Agua plantea serias dificultades puesto que existen aún muchas lagunas en nuestro conocimiento acerca del funcionamiento de los humedales para reconocer distintos estados ecológicos. Así, no está claro lo que significa alta calidad en sistemas que, como la mayor parte de los existentes en la cuenca del Duero, tienden a cambiar frecuentemente entre estados como respuesta a la climatología y a las fluctuaciones del nivel del agua. De esta manera, la consecución de los ambiciosos objetivos recogidos en la DMA va a suponer a medio y corto plazo un importante reto tanto para la comunidad científica y para las autoridades que tienen en sus manos la gestión de estos núcleos de diversidad biológica y paisajística que representan los humedales de la cuenca del Duero.
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