Los otros niños del pijama de rayas

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Licia López de Casenave

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«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.»

© 2009, Ediciones Robinbook, s. l., Barcelona Diseño de cubierta: Regina Richling Diseño interior: Cifra ISBN: 978-84-936981-3-3 Depósito legal: B-14.938-2009 Impreso por Limpergraf, Mogoda, 29-31 (Can Salvatella), 08210 Barberà del Vallès Impreso en España - Printed in Spain

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A mis hijas Ana y María José. A Marcelo. A mi familia. A mi padre, porque creo que se hubiera sentido orgulloso. A la memoria de mi tío Rafael, que esperaba leer este libro. A Malena, mi nieta, porque es la esperanza y la vida.

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«Lo esencial es la experiencia del mal.» JORGE SEMPRÚN, La escritura o la vida

«Había un millón y medio de niños.» Inscripción que figura en el kibbutz Yad Mordechai, Israel

Para Anne Frank, in memoriam: «Desde la ventana de su forzoso encierro en Ámsterdam, solía intercambiar sus cuitas con las de un castaño desnudo. Cerca de su fin en Bergen-Belsen, ¡cuántas veces le recordaría como a un bosque florecido!» ENRIQUE NOVICK, De cielos anteriores

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Índice

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 Primera parte: Los niños de la Shoá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Incontables reflejos de luz brillante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 Para contarle al mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 Segunda parte: Ellos estaban allí . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93 Las otras víctimas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 Los Justos entre las naciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 Tercera parte: Breve guía del Holocausto . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cronología del Holocausto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Glosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las Leyes de Núremberg . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los campos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

131 133 151 169 175

Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181 Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183

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Prólogo

«Probablemente, el Holocausto sea el crimen más grande y terrible que se haya cometido en toda la historia del mundo.» WINSTON CHURCHILL

En abril de 2008 me propusieron escribir este libro. No ha sido fácil. A lo largo de sus páginas intenté que el lector tuviera una amplia visión de lo sucedido durante la Segunda Guerra Mundial, sin perder el hilo del tema principal, es decir, los niños de la Shoá que fueron víctimas de la locura nazi. Aunque ellos son los principales protagonistas, durante mi investigación surgieron infinidad de historias apasionantes que he decidido incluir. Así pues, además de la primera parte dedicada a las desventuras y sufrimientos de las víctimas del holocausto judío, el lector también cuenta con una segunda parte protagonizada por niños de otras etnias y creencias que sufrieron experiencias similares, como los gitanos roma, los testigos de Jehová o los que formaron parte del terrorífico Proyecto Lebensborn. También consideré oportuno incorporar las historias de algunos adultos que los protegieron, murieron por ellos o ayudaron a salvar sus vidas. Finalmente añadí una cronología que, si bien da cuenta de hechos relativos a la guerra en sí, también ofrece información sobre sus víctimas; un apéndice con las Leyes de Núremberg y un listado de los tipos de campos o guetos que existieron. Espero que ello contribuya a completar una visión más amplia de lo sucedido. Mi intención no es añadir un apartado enciclopédico de la guerra sino ofrecer un conocimiento más exhaustivo.

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Este libro contó con la colaboración de muchas personas, y cada una aportó su granito de arena. Desde Bélgica, María Isabel Casenave me ayudó a buscar y traducir datos que en mi país no se pueden encontrar. Desde Holanda, Saskia van Drunen buscó y tradujo notas. Ricardo Ibarlucía me facilitó el poema «Chanson pour oublier Dachau» de Louis Aragon y María Teresa D´Meza su traducción. Claudio Pose me ayudó con las citas y epígrafes en un tema tan difícil. Enrique Novick, mi tío, me cedió el poema «Para Anne Frank, in memoriam». Gabriel Rot y Ricardo Feierstein colaboraron en la concepción del libro. David De Vitta y Beatriz Blanco me facilitaron varios libros. María José Ludueña me ayudó a trabajar la información. Leonor Coifman, por sus datos invalorables. Ernesto Salas y Charo López Marsano por sus consejos. Y Alicia Aletti me brindó la frescura de su casa en un verano tórrido. A todos ellos, gracias. Finalmente, quiero agradecer especialmente la colaboración de Eugenia Rotsztejn Unger, Ingeborg, Bessy, Berger de Carricarte y Lisa Leist Seiden. Sé que me abrieron su corazón al relatarme sus historias y sus testimonios han sido muy valiosos. Buenos Aires, febrero de 2009

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Primera parte

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Incontables reflejos de luz brillante

«Esta conciencia del abismo y el abismo donde haber caído una vez ya fue demasiado para el hombre.» LOUIS ARAGON, Le Nouveau Crève-cœur

Bajo el cielo azul de Jerusalén se alza un grupo de columnas blancas, postes de diferentes alturas que alguien plantó en lo alto de una pequeña colina. Parecen árboles mutilados, privados para siempre de sus frondosas copas; simbolizan a los niños cuyas vidas fueron sesgadas durante el Holocausto. El camino sigue adelante hasta lo que parece una cueva, y en su abertura de hierro nos saluda una cara infantil forjada en metal. Al abrir la puerta, cuando los ojos ya se han acostumbrado a cierta oscuridad, se pueden ver las fotos de cuatro niñas y cinco niños y, en el centro de la sala, una caja de cristal con cinco velas encendidas. Sus llamas se reflejan y producen incontables reflejos de luz brillante en las paredes cubiertas de cristal. El alma se encoje cuando comprendes que las voces que acompañan la música de fondo recitan en inglés, hebreo y yiddish los nombres, las edades y el origen de todos los niños que murieron en la Shoá. Así es el Monumento de los Niños, uno de los más emotivos de todo el complejo museístico de Yad Vashem, construido en memoria de las víctimas del Holocausto. Conmemora al millón y medio de niños judíos que fueron asesinados durante la Segunda Guerra Mundial. Pequeños arrancados de los brazos de sus madres y ejecutados en el acto, seleccionados para ir a las cámaras de gas, obligados a trabajos forzados pese a su corta edad, condenados a sufrir la precariedad,

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el hambre y la enfermedad. Para los creyentes, matar es un pecado. Para la ley es un delito. Pero ¿realmente existe una palabra que pueda definir semejante aberración, una justificación o una explicación? Ha sido difícil intentar plasmar qué debieron vivir las víctimas, en especial las que no sobrevivieron. Es imposible dar cabida a tantas historias de sufrimiento y desconsuelo, ¿cuáles debían ser las elegidas?, ¿a caso son unas más representativas que otras?, ¿cómo reflejar el lado más humano mientras planea sobre ellas la angustia del final anunciado? Siempre es difícil decidir y más cuando hablamos de una cuestión tan sensible y reprobable como el infringir sufrimiento y dolor a un niño. Es por eso que en este capítulo opté por destacar aquellas historias que dejaron un testimonio de su paso por la vida, como diarios, dibujos o poemas. Cada niño es una visión diferente de la historia, cada uno vivió su martirio y nos dejó su nombre para que no lo olvidemos. Todas son historias dolorosas, valiosas vidas humanas que se perdieron por la locura y la barbarie. ❋

Los niños de Izieu «Me pregunté a mí mismo dónde estaban los niños que habían llegado con nosotros. En el campo no se veía ni uno. Entonces, los que ya llevaban allí un tiempo nos informaron sobre la realidad. “¿Ves aquella chimenea, aquella en la que el humo nunca deja de salir?”» UNA SOBREVIVIENTE DE AUSCHWITZ

La mañana del 6 de abril de 1944 nunca se le olvidó a León Reifman. Era una mañana fresca, como corresponde al clima montañoso del sureste francés. Los niños que quedaban en la colonia judía de Izieu aún estaban desayunando su chocolate, cuando el ruido de los vehículos alemanes rompió la precaria tranquilidad matutina. Reifman era uno de los cuidadores al cargo de los niños y así relató lo sucedido en esos momentos: «Estaba bajando las escaleras cuando mi hermana me advirtió: “¡Son los alemanes, sálvate!”. Salté por la ventana. Me escondí en un arbusto del jardín. Escuchaba el llanto de los niños que eran secuestrados y los gritos de los nazis que se los llevaban lejos».

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Mientras Reifman permanecía a salvo en su escondite, el oficial al mando, Klaus Barbie, ordenó a sus hombres que apresaran a todos los que encontraran en la casa. Cuando acabaron el registro habían reunido a 44 niños y 7 adultos, que asustados y desorientados subieron a los camiones y fueron conducidos al campo de tránsito de Drancy. Desde allí, 41 de los pequeños fueron deportados a Auschwitz y ejecutados rápidamente. Los mayores tampoco corrieron mejor suerte, tan solo consiguió sobrevivir una de las cuidadoras llamada Lea Feldblum. Pocos son pues los testimonios que nos relatan lo que pudo pasar esos días, aunque aún se conservan algunos sobrecogedores documentos, como la carta que Liliane Gerenstein, una muchacha de 11 años, que le escribió a Dios antes de la deportación. En ella rogaba: «Dios, si eres la justicia y premias a los buenos y castigas el mal, […] Dios, después de eso, pido una sola cosa: haz que mis padres vuelvan, protege a mis pobres padres […] para que pueda verlos de nuevo tan pronto como sea posible». Ni ella, ni sus padres, ni los responsables a su cargo habían podido anticiparse a este desenlace para evitar tan trágico final. La colonia

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de Izeu fue concebida por Pierre-Marcel Wiltzer, subprefecto de la comuna judía de Belley, para proteger a los niños judíos que estaban al cuidado de la Obra de Socorro a la Infancia de la localidad de Lodève. El centro llegó a dar cobijo a cien niños, mientras la situación política empeoraba en toda Europa. Algunos padres llegaron a retirar a sus hijos del centro para huir con ellos, pero en muchos casos no lo lograron y esas familias fueron deportadas a los campos de concentración. En febrero de 1944, la Gestapo capturó a los dirigentes de la organización en Chambéry, pero pudieron clausurar muchas de sus colonias y refugios. Sin embargo, el destino fue cruel en Izieu y no llegaron a tiempo para avisar a sus integrantes. Años más tarde, en 1983, frente a los jueces que condenaron a Klaus Barbie, el oficial al mando del espantoso secuestro, la famosa cazadora de criminales nazis Beate Klarsfeld dijo: «Son 44 niños deportados, no una mera estadística, sino 44 tragedias que nos siguen causando dolor». Hoy en día, junto con el Vélodrome d´Hiver y el Campo de Gurs, La Maison d’Izieu es uno de los tres lugares instituidos por la nación francesa para recordar a las víctimas del racismo, las persecuciones antisemitas y los crímenes de lesa humanidad cometidos con la complicidad del gobierno de Vichy. El 24 de abril de 1994, el presidente francés François Mitterrand inauguró el Museo de los Niños de Izieu. Durante la ceremonia declaró: «Esta casa será un lugar lleno de vida, un desafío a lo que ocurrió entre sus paredes. Recibirá a alumnos y grupos que encontrarán en este lugar áreas de trabajo, reunión y actividad. Alumnos y grupos de todos los orígenes, horizontes, estratos y religiones».

Los niños de Izieu Albert Bulka, 4 años

Alice-Jacqueline Luzgart, 10 años

Arnold Hirsch, 17 años

Barouk-Raoul Bentitou, 12 años

Claude Levan-Reifman, 10 años

Claudine Halaunbrenner, 5 años

Charles Weltner, 9 años

Egon Gamiel, 9 años

Elie Benassayag, 10 años

Emile Zuckerberg, 5 años

Esther Benassayag, 12 años

Fritz Loebmann, 15 años

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Georges Halpern, 8 años

Gilles Sadowski, 8 años

Hans Ament, 10 años

Henri-Chaïm Goldberg, 13 años

Herman Tetelbaum, 10 años

Isidore Kargeman, 10 años

Jacob Benassayag, 8 años

Jacques Benguigui, 12 años

Jean-Claude Benguigui, 5 años

Jean-Paul Balsam, 10 años

Joseph Goldberg, 12 años

Liane Krochmal, 6 años

Liliane Gerenstein, 11 años

Lucienne Friedler, 5 años

Majer Bulka, 13 años

Marcel Mermelstein, 7 años

Martha Spiegel, 10 años

Maurice Gerenstein, 13 años

Max Leiner, 8 años

Max Tetelbaum, 12 años

Max-Marcel Balsam, 12 años

Mina Halaunbrenner, 8 años

Nina Aronowicz, 12 años

Otto Wertheimer, 12 años

Paula Mermelstein, 10 años

Renate Krochmal, 8 años

Richard Benguigui, 7 años

Sami Adelsheimer, 5 años

Sarah Szulklaper, 11 años

Senta Spiegel, 9 años

Sigmund Springer, 8 años

Heodor Reis, 16 años

Los educadores Eva Reifman, 61 años

Miron Zlatin, 39 año

Lucie Feiger, 49 años

Moïse Reifman, 63 años

Mina Friedler, 32 años

Sarah Levan-Reifman, 36 años

Y Lea Feldblum, 27 años, única sobreviviente ❋

Los niños del doctor Janusz Korczak «Es grande la fuerza de la consciencia.» MARCO TULIO CICERÓN

Éste es el relato del trágico final de los casi doscientos niños del orfanato del gueto de Varsovia. No podríamos explicar aquí todas sus vidas individuales pero sí parte de su historia colectiva, liderada por su protector Henryk Goldszmit. Henryk Goldszmit, más conocido como Janusz Korczak, su pseudómimo literario, fue un hombre excepcional. Nació en 1878 en Var-

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Janusz Korczak fue un hombre excepcional que dedicó su vida a los niños.

sovia y dedicó su existencia a los niños. Como escritor de literatura infantil conoció el éxito y el reconocimiento pero, además, estudió medicina y se especializó en pedagogía. Escribió numerosos libros para y sobre niños, además de conducir un programa radiofónico infantil que tuvo que abandonar por quejas antisemitas. Antes de la Segunda Guerra Mundial había trabajado en un orfanato y fundado otro. Cuando estalló el conflicto bélico, rehusó viajar a Palestina y continuó con sus obligaciones. Finalmente, se vio obligado a trasladar su orfanato al gueto de Varsovia, creado por los nazis en 1940. Desde entonces, en varias ocasiones, se le ofreció la posibilidad de escapar del gueto, pero él las volvió a rechazar. El 5 de agosto de 1942, los nazis ordenaron la deportación de los niños. Varios son los testigos que describen como Janusz Korczak marchó, al frente de una fila de niños vestidos con sus mejores ropas, hacia la Umschlagplatz, donde serían embarcados hacia Treblinka. Eugenia Unger, sobreviviente del gueto de Varsovia y de Auschwitz lo evoca con estas estremecedoras palabras: «Recuerdo ese día porque fui la espectadora de un hecho histórico. Por una de las rendijitas del galpón yo miraba hacia la calle y vi pasar al doctor Janusz Korczak el día en que acompañaba a un grupo de niños judíos de su orfanato a la Umschlagplatz para ser deportados a los campos. Caminaba al frente de una larga columna, con un pequeño en los brazos, imbuido de una serenidad inexplicable. Era un día soleado y hermoso. Varsovia resplandecía indiferente a la tragedia que se estaba viviendo en sus calles». En el Instituto Yad Vashem en Jerusalén, se construyó una plaza que lleva su nombre. Allí se puede ver una escultura de bronce que

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representa a Korczak y a los niños del gueto, cobijados bajo su abrazo protector. La figura de Korczak es considerablemente más grande que las de los niños, aunque sólo su cara y sus manos son visibles, uniendo al grupo en su abrazo. Los niños son altos y delgados, con sus manos colgando sin vida y sus cabezas agachadas. Cada 5 de agosto se lleva a cabo una ceremonia conmemorativa al pie de este monumento a la que concurren muchos de los niños que estuvieron a su cargo y que pudieron sobrevivir al Holocausto. ❋

Clara Watch, una argentina en Polonia «A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia.» DEUTERONOMIO 30:19

Cuando falleció su padre, Ana Watch descubrió que tuvo una hermana. Descubrió una suerte de doble vida, enterrada en el olvido, en otro continente, en un tiempo no muy lejano. Se podría decir que descubrió otro «yo» que podría haber sido ella, pero no fue. Clara Watch nació el 25 de mayo de 1936, en Buenos Aires, Argentina. Sus padres eran polacos y se habían casado en el Hotel de Inmigrantes, sin apenas conocerse. Su padre, Samuel, llevaba años en el país y era diez años mayor que Raquel, quien debido a su diabetes tuvo un embarazo y un posparto complicados. La frágil salud de su madre no mejoró en los meses posteriores y cansada de no hallar una solución a su enfermedad, tomó la decisión de regresar a Polonia para consultar a los médicos de su país. Clara viajó a Polonia con su madre para conocer a la familia, mientras Samuel permanecía trabajando en Buenos Aires. A lo largo de los meses, y a pesar de la distancia, sus padres mantuvieron una comunicación frecuente. Samuel escribía cartas y enviaba dinero y regalos. Raquel contestaba diciéndole que le echaban de menos y le enviaba fotografías. Ambas eran felices en Polonia, arro-

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