MALAQUÍAS: UNA LECTURA LITERARIA

106D1 Antiguo Testamento V SETECA, Licenciatura en Teología Dr. Gary Williams Segundo trimestre, 2016 MALAQUÍAS: UNA LECTURA LITERARIA Asuntos intro

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106D1 Antiguo Testamento V SETECA, Licenciatura en Teología

Dr. Gary Williams Segundo trimestre, 2016

MALAQUÍAS: UNA LECTURA LITERARIA Asuntos introductorios Fecha del libro Hay un consenso general de que Malaquías se escribió durante el siglo después de la reconstrucción del templo en 515 a.C. La tradición judía expresada en el Talmud y la escasa alusión a la idolatría en el libro señalan una fecha después del Cautiverio Babilónico. La referencia al “gobernador” (1:8; BJ, LBLA, RVA) indica el período de dominio persa. El hecho que el templo estaba en pie (ver 1:10; 3:10) requiere una fecha después de 515 a.C. En cuanto a una fecha más exacta hay mucho desacuerdo. El descuido en los sacrificios (1:6-14) sugiere un intervalo de varios años después de la entusiasta dedicación del templo (ver Esd 6:15-22). El hebreo del libro puede indicar una fecha cerca de 500 a.C.1 Por otro lado, los pecados denunciados concuerdan con los tiempos de Esdras y Nehemías: matrimonios mixtos (2:11; Esd 9:1-10:44; Neh 13:23-30), un sacerdocio poco exigente y de mal ejemplo (1:6-2:9; Esd 9:1-2; 10:18-22; Neh 13:4-9; 28-30), falta de diezmos y ofrendas (3:8-12; Neh 10:32-39 [33-40], 12:44-47; 13:5, 10-12) y opresión de los pobres (3:5; Neh 5:1-13). Estructura, género literario y forma El libro consiste en seis oráculos enmarcados entre el encabezado (1:1) y el epílogo (4:4-6 [3:22-24]). Si bien muchos dicen que Malaquías es prosa elevada, tiene las características esenciales de la poesía hebrea: líneas de 2-5 acentos, unidades de 2-4 líneas y paralelismo. Los oráculos son disputas entre Dios y su pueblo. La forma de disputa involucra al auditorio y a los lectores mentalmente en la prédica y les confronta con sus pecados. Las disputas se componen de tres partes fundamentales: Yahvé acusa a los judíos, ellos cuestionan la acusación, y Yahvé responde con más acusación y mensajes de juicio y bendición. Predomina el discurso divino en primera persona dirigida a los judíos en segunda persona. Lo que ellos dicen es puesto en su boca por Yahvé, y revela actitudes incorrectas acerca de Yahvé. Todos sus cuestionamientos se expresan en preguntas retóricas breves que utilizan el mismo lenguaje que la acusación. Las respuestas divinas se dan primero en forma escueta y enigmática, y luego se amplían, de modo que son por mucho la parte más larga del oráculo. Sin embargo, en algún grado cada oráculo varía de este esquema básico. Así, una de las intervenciones divinas iniciales es defensiva en vez de acusatoria (1:2); puede haber dos cuestionamientos y respuestas (1:6-7; 3:7-8); a veces no habla Yahvé, sino solo el profeta (2:10-17; 3:2-4); en el tercer oráculo los judíos no cuestionan la acusación, sino el trato divino (2:14); en 3:16 una breve narración interrumpe en una respuesta divina (3:16); y dos veces la respuesta divina al cuestionamiento consiste primero en quejas y acusaciones judías, y luego Yahvé responde a ellas (2:17; 3:14-15). Cuatro rasgos formales sobresalientes en los 55 versículos del libro son la repetición 46 veces de “Yahvé de los ejércitos” y 40 veces del verbo “decir”, las 26 o 27 preguntas retóricas (dependiendo de la interpretación de 2:15) y las 26 fórmulas de mensajero. Encabezado (1:1) El encabezado señala que el libro es un mensaje de Yahvé, entregado por su mensajero. El nombre Malaquías refuerza el concepto, pues significa mi mensajero, o tal vez sea una forma apocopada de “mensajero de Yahvé”. El mensaje es “para” (no “contra”) Israel. En el período posexílico este nombre designaba a Judá como la continuación legítima de Israel y el heredero de sus promesas. 1

400.

Andrew E. Hill, Malachi, Anchor Bible 25D (Doubleday: Nueva York, 1998), 80-84, 395-

Malaquías: Una lectura literaria, pág. 2

Primera disputa: He amado a Israel (1:2-5) El inicio del primer oráculo revela la problemática principal y la tesis del libro. La problemática era que los judíos se quejaban del trato divino (1:2a). Yahvé no había cumplido muchas de sus promesas: el restablecimiento del reino davídico, el regreso de la gloria de Yahvé al templo, la prosperidad exuberante, la unificación de los reinos del norte y del sur, la destrucción de las naciones enemigas y la exaltación de Israel y de Jerusalén. Más bien, Judá era una provincia de segunda clase en el imperio persa, oprimida con tributo insoportable (cp. Neh 5:4, 15, 18; 9:36-37), y las naciones seguían impunes por su maltrato a los judíos (cp. Zac 1:11, 15). La tesis del libro se da al principio de la primera respuesta divina: Yahvé ha amado a Jacob pero aborrecido a Esaú (1:2b-3a). Se destaca no solo por su posición al inicio del libro, sino también por el nítido paralelismo quiástico y la frase “oráculo de” Yahvé (BJ) que le precede (esta fórmula, usada más de 350 veces en los profetas, se encuentra solo aquí en Malaquías). Desde luego Jacob y Esaú aquí representa las naciones que han descendido de ellos, Judá (2:12; 3:6) y Edom 1:3; Gn 36:1). Sin embargo, se verá más adelante que el Esaú aborrecido representa más que Edom y el Jacob amado representa menos que todo Israel. Como evidencia de la tesis, Yahvé luego cita su reciente destrucción y abandono de Edom (1:3) y promete que esa desolación será permanente (1:4). Al ver esto, los judíos reconocerán verbalmente que Yahvé castiga para siempre al “territorio de maldad” (v. 4) y, en contaste, libera al “territorio de Israel” (v. 5). El v. 5b debe traducirse: “Yahvé es grande” (BJ, DHH, NVI) “sobre” (cp. GKC § 119c; Ez 1:25; Neh 3:28; 12:31, 37) “el territorio” (el mismo vocablo usado en v. 4) “de Israel”. La primer parte, “diréis: Yahvé es grande”, significa que los judíos confesarán que Yahvé libra a los justos de las garras de los impíos (ver Sal 35:27; 40:16 [17]; 70:4 [5]). De modo que los judíos interpretarían la destrucción de Edom como prueba no solo del odio divino para Esaú, sino también del amor para Jacob. En primer lugar los vv. 3-4 sugieren un contraste con la experiencia judía. Yahvé había devastado y despoblado a Judá también, pero le había librado del Cautiverio Babilónico y había prosperado la reconstrucción de sus ciudades y templo. La destrucción de Edom era también el cumplimiento de múltiples profecías contra una de las naciones que peor había tratado a Judá (cp. Is 34:5-17; Jer 49:7-22; Ez 25:2-14; 35:1-15; Jl 3:19 [4:19]; Am 1:11-12; Ab 1-21; Sal 137:7; Lm 4:21). Además anticipaba el castigo de todas las naciones (cp. Is 34:1-5). A la vez las profecías asociaban el castigo de las naciones, y de Edom en particular, con la bendición plena de Judá (cp. Ab 17-21; Is 13-23; Jer 46-51; Ez 25-32), una razón más por qué los judíos en los tiempos de Malaquías anhelaban dicho castigo (cp. Hag 2:20-23; Zac 1:10-16, 18-21; 2:7-10; 6:1-8; 9:1-9). Además de la problemática y la tesis, el primer oráculo manifiesta varios rasgos que caracterizarán el libro en general: la forma de la disputa, el tono polémico, el título “Yahvé de los ejércitos”, el verbo “decir”, las fórmulas de mensajero y las preguntas retóricas. El título “Yahvé de los ejércitos” señala la autoridad del Dios de Israel sobre todo ejército, sea de ángeles, de lumbreras celestiales o de tropas humanas. Su uso frecuente en la literatura posexílica es una afirmación de la soberanía de Yahvé aun sobre el imperio persa que dominaba Judá. La repetición del verbo “decir” por un lado indica la participación personal de Yahvé en la vida humana (cp. 1:4b) y, por otro, sugiere que lo que uno dice, mentalmente o en voz alta, refleja su actitud hacia Dios (cp. 1:2, 4, 5, 7 [LBLA], 12; 2:17; 3:13, 16). Las preguntas retóricas de Malaquías son de tres tipos: las que cuestionan lo que Yahvé ha dicho, las que acusan a los judíos o a Dios y las que afirman verdades evidentes como premisas en las respuestas divinas. Las preguntas que cuestionan a Dios no son completamente retóricas. En parte lo son, pues son en realidad forma de expresar rechazo a lo que Yahvé ha dicho, pero a la vez son preguntas reales, que abren la puerta para las extensas respuestas divinas (cp. 1:2). Las preguntas acusatorias sirven para enunciar la queja enfáticamente (cp. 1:6). Las preguntas que expresan premisas involucran al auditorio mentalmente en el discurso divino (cp. 1:2).

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Las 26 fórmulas de mensajero, casi siempre “ha dicho Yahvé (de los ejércitos)”, señalan que el profeta es un mensajero que repite lo que Yahvé ha dicho (cp. 1:1; Is 6:8; Am 3:7-8). A la vez, sirven para identificar al interlocutor (1:2, 4) y dar un sentido de clausura al final de algunos oráculos (3:5, 12; 4:3 [3:21]). Siempre resaltan lo que les precede o les sigue como mensaje garantizado por Yahvé. Este énfasis responde a la desilusión prevaleciente con las profecías, por un lado las preexílicas y exílicas que se habían cumplido solo en parte, pero especialmente las posexílicas emitidas por profetas de mala fama (cp. Neh 6:10-14; Zac 13:2-6). Segundo disputa: Como me habéis despreciado, os haré despreciables (1:6–2:9) Me habéis despreciado (1:6-14) Después de la exposición de “a Esaú aborrecí” en 1:3-4, ahora esperamos una de “amé a Jacob”. Sin embargo, los siguientes dos oráculos parecen ser todo lo contrario. Se dedican a denunciar los pecados judíos y a anunciar castigos resultantes. Dan a entender que Yahvé no manifestará más amor para Jacob (1:9-10, 14; 2:2-3, 9, 12-13, 16) debido a los pecados de los sacerdotes (1:6-2:9) y del pueblo (2:10-16). La extensión del segundo oráculo, dos veces más largo que cualquier otro, sugiere su importancia. Su contenido la confirma, pues los sacerdotes son señalados como responsables no solo de sus propios pecados, sino también de los del pueblo (1:13-14; 2:7-8). En el período posexílico, cuando no había rey judío y el gobernador era nombrado por los persas, los líderes de más influencia en Judá llegaron a ser los sacerdotes. Con mayor liderazgo venía mayor responsabilidad ante Dios (cp. Nm 20:12; Stg 3:1). Yahvé inicia la disputa acusando a los sacerdotes de despreciar su nombre (1:6). Esto será el tema central del oráculo (ver “mi nombre” en 1:6, 11 [3x], 14; 2:2, 5, pero solo 2 veces más en el resto del libro). La identificación de los sacerdotes como los culpables, guardada hasta el final de la acusación, nos sorprende. Luego, en respuesta a los dos cuestionamientos (1:6-7), Yahvé explica que el desprecio ha consistido en ofrecerle animales defectuosos (1:7-14). Si bien los sacerdotes no escogían los animales (1:14), ellos los colocaban sobre el altar. Deberían rechazar los animales con defecto (Éx 12:5; Lv 1:3, 10; 22:18-25; Nm 6:14; 19:2; Dt 15:21). La gravedad de la ofensa se acentúa mediante la comparación entre el gobernador y Yahvé (1:8-9), el deseo sarcástico de 1:10 (BJ, LBLA), el contraste con las naciones (1:11-12), la maldición (1:14) y la repetición de las ideas de 1:6-11 en 1:12-14. En 1:7 el “pan” son los animales sacrificados (cp. Lv 22:25) y “la mesa de Yahvé” es su altar (cp. Ez 44:15-16). En 1:11, 14b la gramática hebrea no aclara si la adoración es presente o futura, pero debe ser futura (LBLA; cp. Is 19:18-21; Sof 2:11; Zac 2:11), pues en tiempos de Malaquías no se ofrecían sacrificios puros a Yahvé fuera del templo en Jerusalén. Como en 1:5, la profecía de la futura grandeza de Yahvé debe influir en las actitudes y conducta de su pueblo en el presente. La idea de que el presente se entiende mejor a la luz del futuro reino de Yahvé también anticipa las profecías del día del juicio en los capítulos 3-4. “Lo hurtado” (1:13) es el animal robado por una bestia y librado, pero no sin antes quedar lesionado (cp. 1 S 17:34-35; Am 3:12). El v. 14 muestra el daño que la laxidad sacerdotal hacía al pueblo y resalta el aspecto económico de los sacrificios defectuosos. “Señor”, “temible” y “mi nombre” (1:14) hacen eco de 1:6, así enmarcando la sección sobre los sacrificios de desprecio. “Yo soy gran rey, dice Yahvé” (1:14), al evocar la conclusión del primer oráculo (1:5b), coadyuva a marcar el cierre de una sección mayor del segundo oráculo. Os haré despreciables (1:6-14) En 2:1-9 Yahvé desarrolla más la acusación de 1:6, anunciando el castigo de los sacerdotes por no honrarlo (2:1-4) y denunciando su falta de temor (2:5-8). Resume 2:1-4 en 2:9, y 2:5-8 en 2:9b. Yahvé abre la sección amenazando con maldecir a los sacerdotes si no cumplen el mandamiento de darle kabod “gloria, honra” (2:1-2a). De hecho, en ese momento inicia la maldición (2:2b; tradúzcase “y aun las

Malaquías: Una lectura literaria, pág. 4 maldigo”, un perfecto instantáneo).2 La maldición incluirá poca descendencia y humillación pública (2:3). La repetición de kabod (1:6; 2:2), el tema de la maldición (1:14; 2:2) y “mi nombre” vinculan 2:1-9 con 1:6-14. Al sufrir la maldición “enviada” por Yahvé (2:2) los sacerdotes se darán cuenta que el mandamiento “enviado” por él de darle gloria es exigencia fundamental para mantener el pacto con Leví (2:4). Como Esaú y Jacob en 1:2-3, Leví aquí representa sus descendientes, particularmente los sacerdotes. El pacto con Leví consiste en las partes de la Ley que hablan de las responsabilidades y los privilegios de los sacerdotes (ver Nm 18:19; 25:10-13; Jer 33:21; cp. también Éx 32:26-29; Nm 17:1-18:32; Dt 10:8-9; 33:8-11; Zac 3:7). En el pacto Yahvé prometió a Leví vida y shalom “bienestar” y le exigió temor, y ambas partes cumplieron (2:5; BJ, NVI). El temor incluía no solo sacrificios sin defecto (1:7-14), sino también instrucción y conducta intachables (2:6). Libre de iniquidad y convirtiendo a muchos de la maldad (2:6), Leví fue lo opuesto de Esaú, “territorio de impiedad” y, consecuentemente, disfrutó del amor de Yahvé (2:5; cp. 1:2-4). Torah fundamentalmente significa “instrucción”. En 2:6-9 no se refiere a la Ley en sí, sino a la instrucción de los sacerdotes (DHH, LBLA, NVI; cp. Os. 5:7; Jer 2:8; 18:18; Ez 7:26; Hag 2:11), si bien “instrucción fiel” (torat emet) era la que concordaba con la Ley. Los mensajes de Malaquías, con excepción de las profecías sobre el futuro, son un ejemplo del tipo de instrucción que los sacerdotes deberían dar. Para ejemplos de los hechos justos de Leví, ver Éx 32:26-29; Nm 25:7-13; Ez 44:15. Es imprescindible que los sacerdotes teman a Yahvé, porque son sus mensajeros al pueblo (2:7). Les corresponde un papel como el de Malaquías (cp. 1:1 y las fórmulas de mensajero), si bien a través de la instrucción en vez de la profecía. Sin embargo, los sacerdotes de los tiempos de Malaquías han hecho lo contrario de la generación de 2:5-6 y no han cumplido con la responsabilidad de 2:7. En vez de andar con Yahvé en justicia (2:6), han salido del camino (2:8). Lejos de convertir a muchos de la iniquidad mediante su instrucción (2:6), han hecho tropezar a muchos por su instrucción (2:8). No han cumplido con el pacto de Leví (2:5), sino que lo han corrompido (2:8). No han preservado el conocimiento de la conducta exigida por Yahvé, sino que su instrucción ha favorecido a los ricos y poderosos (2:7, 9; cp. Mi 3:11). Debido a su conducta y enseñanza, Yahvé no les otorga las bendiciones del pacto con Leví (2:5), sino que inaugura contra ellos una de las maldiciones por violarlo (2:9, “os hago viles”;3 cp. vv. 2-3). La repetición de la raíz bazah en 1:6 (“menospreciáis”) y 2:9 (“viles”) enmarca todo el segundo oráculo y subraya la simetría del castigo divino: ya que los sacerdotes han despreciado a Yahvé, él los hace despreciables a ellos. Tercera disputa: Dejad de traicionaros (2:10-16) La acusación inicial (2:10) anticipa ya rasgos relevantes del tercer oráculo. No hablará Yahvé, sino el profeta. No se dirigirá a los sacerdotes, sino al pueblo. El pecado denunciado no será el desprecio a Yahvé, sino la deslealtad entre sus hijos. El profeta presenta a Yahvé como padre y creador de Israel (cp. 1:6; Dt 32:6; Is 45:11; 64:8 [7]). El pacto de los padres es el sinaítico, por el cual Yahvé creó a Israel y les mandó ser leales unos con otros (cp. Lv 19:9-18; 25:25-55). Los judíos, siguiendo el mal ejemplo de sus sacerdotes, han violado su pacto con Dios (cp. 2:8). La acusación de 2:10 no es seguido por el esperado cuestionamiento judío (cp. 1:2, 6), sino por un ejemplo de la deslealtad (BJ, LBLA, RVA, NVI): el matrimonio de los hijos de Yahvé con hijas de dioses paganos (2:11-12). Es una deslealtad al pueblo, pues lo profana, de modo que Jacob no experimenta el amor de 2

Bruce K. Waltke y M. O’Connor, An Introduction to Biblical Hebrew Syntax (Winona Lake: Eisenbrauns, 1990), § 30.5.1d. 3 Ibíd.

Malaquías: Una lectura literaria, pág. 5

Yahvé, sino su odio (cp. 1:2; Esd 9:14). Quienquiera que cometiera tal deslealtad merece ser destruido de las tiendas de Jacob (2:13; cp. Ez 14:8-9). El vocablo traducido “santuario” (2:11) es más literalmente “cosa sagrada”. El contexto aquí (v. 10) indica que se refiere al pueblo santo (cp. Esd 9:2; Jer 2:3). La “hija de dios extraño” es la adoradora de dios de otro pueblo (cp. Nm 21:29). Luego el profeta acusa a los varones de una segunda traición relacionado con el matrimonio (2:13-16). En el primer ejemplo, comenzó exponiendo el pecado (2:11) y luego el castigo (2:12). Ahora invierte el orden. El castigo es que Yahvé ya no acepta los sacrificios (2:13; BJ, LBLA). Es decir, no responde con las bendiciones esperadas (cp. 1:9). Esto provoca el cuestionamiento judío (2:14) esperado desde 2:10. La colocación del cuestionamiento aquí subraya la problemática del libro: la queja judía por la falta de manifestación del amor divino (cp. 1:2). La respuesta del profeta expone el pecado que ha motivado el castigo: la traición a las esposas, mediante el divorcio (2:14-16). Los judíos han violado otro pacto (2:14). Yahvé, el testigo divino del pacto (cp. Gn 31:44, 50, 53), se encargará de aplicar la maldición correspondiente. De modo que rechaza los sacrificios (2:13) no solo por sus defectos (1:8-10), sino también por la deslealtad interhumana. Ahora que la mujer de su juventud no puede dar más hijos ni es tan atractiva, los varones se divorcian de ella, humillándola y desamparándola económicamente (cp. Is 54:6). Deben evitar tal traición porque Yahvé busca una descendencia que lo reconozca como su padre divino (2:15) y consecuentemente trate a sus hermanos con lealtad (2:10). Si los maridos citan Dt 24:1-3 para aducir que si aborrecen a su esposa tienen derecho de despedirla (shalaj), Yahvé responde que lo que él aborrece es el shallaj “despido” mismo (2:16). “Aborrece” también evoca 1:3; el que se cubre de jamas “injusticia opresiva” no es el Jacob amado por Yahvé, sino el Esaú impío que Yahvé ha aborrecido (cp. 1:2-4). Las dos fórmulas de mensajero (2:16) aclaran que aun cuando Malaquías habla de Yahvé en tercera persona, como lo ha hecho en todo este oráculo, no deja de ser mensajero de él. Cuarta disputa: Vendré a ejecutar juicio, pero contra vosotros (2:17–3:6) Habiendo denunciado pecados que impedían que Jacob experimentara el amor divino (1:6–2:16), el profeta ahora retoma la queja implícita en 1:2: Yahvé no se ha manifestado como “el Dios del juicio” (BJ), castigando a las naciones que han tratado mal a Judá. Tales palabras cansan a Yahvé cuando proceden de quienes lo desprecian (1:6–2:9) y traicionan a sus semejantes (2:10-16). Yahvé responde que pronto (NVI)4 manifestará el juicio que los quejosos exigen. Antes enviará a su mensajero para hacer lo que sus actuales mensajeros, los sacerdotes, no han hecho: apartar al pueblo la iniquidad (3:1; cp. 2:6-9). “Mi mensajero” (mal’aquí) es también el nombre del autor (1:1); como el futuro mensajero él ya prepara a los judíos para el día del juicio (cp. también Mt 11:7-10; Mr 1:2; Lc 1:76; 7:2428). Luego Yahvé vendrá como Señor temible (3:1; cp. 1:6, 14). “Vendrá a su templo” evoca promesas pendientes (cp. Ez 37:26-28; 43:1-7; 48:35; Zac 2:10 [14]; 8:3), pero también anticipa la revelación insospechada de que el juicio comenzará con los sacerdotes del templo (cp. 3:3) y echa el fundamento para la exhortación de 3:10. La repetición de “a quien vosotros buscáis/deseáis”, además de intensificar la ironía (cp. 3:3-5), muestra que “el ángel (mal’ak) del pacto”, así como “el Señor”, será el esperado “Dios del juicio”, conclusión que se confirma por el uso del singular en 3:2-3 (“venida de él”, “cuando él se manifieste”, etc.). Se trata del “ángel de Yahvé”, su manifestación visible, quien participó en el establecimiento del pacto sinaítico (Hch 7:38), y velaba por su cumplimiento (Éx 23:20-23; Is 63:9). El título señala que vendrá el mensajero (mal’ak) de Yahvé por excelencia, pero es ominoso para los judíos que violan una serie de pactos (2:8, 10, 14).

4

Ibíd., § 40.2.1b.

Malaquías: Una lectura literaria, pág. 6

Si en primera lectura 3:2a se podría entender del juicio de las naciones, su alusión a Jl 2:11 y las figuras de purificación en v. 2b implican que el juicio caerá más bien sobre Israel (cp. Dn 11:35; 12:10). Esta sospecha se confirma y se afina con la frase “a los hijos de Leví” (3:3). Se supondría que quienes menos tendrían necesidad de tal juicio serían los sacerdotes, pero sus pecados ya se han denunciado en 1:6–2:9. Refinados, estos ofrecerán sacrificios conforme a las exigencias divinas (3:3), sin defecto (cp. 1:8, 13) y respaldados por conducta justa (cp. 2:6, 8) e instrucción fiel (cp. 2:6-8). Como resultado Yahvé de nuevo aceptará la ofrenda del pueblo (3:4; cp. 1:9-10; 2:12-13) manifestando su amor para Jacob (cp. 1:2). Aun el fuego purificador será amoroso. En lugar de ser malditos (2:2-3, 9) o destruidos (4:1 [3:19]), los sacerdotes serán restaurados. Sin embargo, algunos, tal vez muchos, de los que exigían “el juicio” (2:17) son impíos (cp. “vosotros” en 3:1, 5) como Esaú (cp. 1:3-4). Sobre ellos Yahvé ejecutará “el juicio” (3:5, BJ, LBLA) que ellos suponen reservado para las naciones. Será pronto testigo divino de sus violaciones del pacto sinaítico (cp. Éx 20:7, 14, 16; Dt 18:10; 24:14-15, 17), y les aplicará las maldiciones correspondientes (cp. 2:10, 14). Enumera un delito religioso y otro sexual, pero cinco injusticias sociales, cuatro de ellas contra los indefensos. Señala que cometen sus maldades porque no temen su juicio, una seria advertencia para los sacerdotes (cp. 1:6) y el pueblo (cp. 2:17). Los cambios entre discurso que habla de Yahvé en tercera persona (2:17; 3:2-4) y discurso divino en primera persona (3:1, 5) resaltan el anuncio trascendental de 3:1, enmarcan la profecía del juicio de los sacerdotes en 3:2-4 y enlazan 3:5 con 3:1. Quinta disputa: diezmad, y recibiréis bendición divina (3:6-12) La intervención inicial de Yahvé aclara a los hijos de Jacob que su situación actual no obedece a una falta de amor divino, sino a su desobediencia a la Ley (3:6; cp. 1:2). Aun ahora su amor le impulsa a ofrecer volverse a ellos con bendiciones si ellos se vuelven a él en arrepentimiento (3:7). En respuesta a los dos cuestionamientos judíos (3:7, 8), Yahvé expone un ejemplo: si dejan de robarle, él prosperará sus cosechas (3:8-12). Que un mortal (adam) robara a Dios sería demasiado temerario, pero ¡la nación completa lo hace (3:8-9)! La repetición de “me estáis robando” refleja el asombro divino. Qaba‘ “robar”, usado fuera de 3:8-9 solo en Pr 22:23, hace juego de palabras con “Jacob” (3:6), de la raíz ‘aqab “defraudar, engañar”. Así Yahvé insinúa que los “hijos de Jacob” (3:6) siguen cometiendo los pecados de su padre (3:7). Por otro lado, ser “hijos de Jacob” podría ser positivo, pues él diezmó de todo lo que Yahvé le dio (Gn 28:22). Judá sufre la maldición divina por incumplir el pacto (3:9; cp. 1:14; 2:2, 9, 12). Una manifestación son las plagas de langostas (3:11). Los judíos culpan a Yahvé por su falta de prosperidad (cp. 1:2; 2:14), pero los culpables son ellos mismos. El llamado a traer “todo el diezmo” (3:10 LBLA) sugiere que los judíos entregan el diezmo, pero solo parcialmente, así como ofrecen sacrificios, pero defectuosos (cp. 1:8, 13-14). Rinden una adoración abaratada. El diezmo se entregaba en especie al templo (3:10) para el sustento de los levitas (Nm 18:21, 24; Neh 10:37 [38]; 13:5, 10-12), y la terumah “ofrenda” (3:8) era para el santuario y los sacerdotes (cp. Éx 25:2-7; 29:28; Lv 7:32-34; Nm 5:9; Neh 10:37 [38]). Si bien Yahvé denuncia los pecados de los sacerdotes (cp. 1:6-2:9), no por eso exime al pueblo de la responsabilidad de sostenerlos. La promesa de 3:8, ampliada en 3:10b-12, es la primera desde 1:5. Si los judíos dudan de su amor (1:2), Yahvé les invita a ponerlo a prueba (3:10b). Cambiará su maldición (v. 9) en bendición ilimitada. Obrará a favor de ellos (3:10b-11, donde lakem, literalmente “por/para vosotros”, se repite cinco veces (3:10b-11). Por las compuertas del cielo (NVI) les derramará alimentos (cp. 2 R 7:1-2, 18-19) hasta que no quede más (BJ), es decir, inagotablemente, pues que a Yahvé nunca se le acaban sus recursos. Explica la bendición en términos negativos (3:11) y positivos (3:12). Si en la maldición amenazó con “reprender” (ga‘ar) a la descendencia (2:2), ahora en la bendición “reprenderá” al devorador (3:11), una especie de langosta (NVI; cp. el hebreo de 2 Cr. 7:13; Jl 1:4; 2:25). Protegida así, la vid no perderá su fruto (NVI; cp. Dt 28:42). Judá alcanzará fama internacional por su prosperidad (3:12). A “la nación toda” que está bajo maldición (3:9),

Malaquías: Una lectura literaria, pág. 7 “todas las naciones” la considerarán bienaventurada (3:12). Jacob no será “territorio de impiedad” (1:4), sino “tierra de deleite (jéfets)” (3:12). Verá que Yahvé no tiene complacencia (jéfets) en quien hace mal (cp. 1:10; 2:17), sino en su pueblo obediente (3:12). Sexta disputa: recompensaré a justos y a impíos (3:13–4:3) Una vez más Yahvé retoma la queja de los judíos (3:13-15; cp. 1:2; 2:17). Esta vez la expone con más amplitud: que él no recompensa a ellos por su obediencia (3:14), ni a los impíos por su maldad (3:15). Como se dirige a los judíos en general, aquellos que ellos llaman “soberbios” (es decir, “los que hacen impiedad” sin temor del castigo divino) deben ser las naciones que los han tratado mal. Los judíos no expresan la queja a Yahvé en segunda persona, sino que hablan de él en tercera persona. Lo hacen en conversación entre sí, pues el nifal nidbar al final del v. 13 es reflexivo: “hemos hablado unos con otros”. Sus “palabras”, que ya han cansado a Yahvé (2:17), son duras (3:13 LBLA), no sólo por la crítica en sí, sino también porque se burlan de Yahvé y su llamado al arrepentimiento en 3:7-12. “Por demás” y “¿qué aprovecha?” (3:14) expresan incredulidad ante las promesas de 3:8, 10-12. “Guardemos su ley” (3:14) contradice la acusación de 3:7a. “Yahvé de los ejércitos” (3:14) alude sarcásticamente a la repetición del título como garantía de las promesas en 3:7, 10, 11, 12. “Decimos bienaventurados a los soberbios” (3:15) invierte la promesa de 3:12, y “probaron” (3:15, LBLA) se mofa de la invitación “probadme” en 3:10. Además, el uso del título “Dios” (3:14, 15) insinúa que Yahvé no actúa como el “Dios del justo juicio” (2:17), y “son edificados (banah) los que hacen impiedad” (3:15) desmiente la promesa divina de destruir lo que los edomitas edifiquen (banah) en su “territorio de impiedad” (1:4). El paralelismo en 3:14 sugiere que para los judíos servir a Dios y guardar su Ley es andar vestido de luto (NVI), en vez de honrarlo mediante sacrificios y diezmos cabales (1:6-14; 3:8-10), enseñanza fiel a la ley (2:6-9) y lealtad y justicia interhumana (2:10-16; 3:5). Hacía tiempo que Yahvé había descalificado semejante concepto (cp. Is 58; Zac 7). La conversación en 3:16 es la primera reacción positiva de parte de los judíos en el libro. Es también la última referencia al discurso judío. Además, el v. 16 marca el inicio de la profecía de la manifestación definitiva de “amé a Jacob, y a Esaú aborrecí” (1:2). Por estas razones, 3:16 es el clímax del libro, y se destaca por ser su único versículo narrativo. La reacción de Yahvé en 3:16b-17 muestra que la conversación le agradó. Esta debe haber sido lo contrario de las palabras duras de 3:14-15, cosa sugerida por la repetición del inusual nifal nidbar “hablaron entre sí” (NVI) en 3:13 y 16 y por la yuxtaposición de las dos conversaciones. La suposición se confirma por la descripción de los hablantes como “los que temían a Yahvé”—los que creían que él castigaría a quienes le desobedecieran y bendeciría a los que le obedecieran, y que se conducían de manera correspondiente—y “los que estiman su nombre” (LBLA, NVI). (Estas expresiones también los contrastan con los sacerdotes de 1:6). Algunos judíos, pues, se arrepintieron de la crítica de 3:14-15 y la cambiaron por temor a Yahvé. Su conversación fue un ejemplo de obediencia al llamado “volveos a mí”, y ahora esperamos que Yahvé se vuelva a ellos (cp. 3:7). En efecto, les prestó atención (LBLA) y, para no olvidar recompensarlos, ordenó como rey (cp. 1:14) que su escriba registrara en un libro de memorias sus nombres y lo que dijeron (3:16b; cp. Est 2:22-23; 6:1-3; ver también Neh 4:5 [3:37]; 13:14). La figura asegura que aunque Yahvé no siempre recompensa de inmediato, lo hará tarde o temprano (cp. Dn 12:1). Habiendo reaccionado a la conversación de 3:16, Yahvé luego responde a la acusación de 3:14-15: cuando actué pronto (participio hebreo) como el Dios del juicio (cp. 2:17-3:5), recompensará a los justos y a los malos (3:17–4:3). En aquel día no todo Israel será su “especial tesoro” (cp. Éx 19:5), sino solo los que llenan la condición de Éx 19:5: guardar su pacto (3:17a). No todos los hijos de Yahvé (cp. 2:10) alcanzarán misericordia, sino solo los que le sirven en verdad (3:17b). En ese día los judíos volverán a ver (ra’ah) la diferencia entre la recompensa del justo y la del impío (3:18 LBLA), así como habrán visto (ra’ah) la destrucción divina de Edom, territorio de impiedad (cp. 1:5).

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En 4:1-3 [3:19-21] Yahvé desglosa 3:18. Anuncia la recompensa de los impíos (4:1 [3:19]), de los justos (4:2 [3:20]) y de ambos grupos juntos (4:3 [3:21]). El inminente día del juicio divino consumirá a los malos totalmente, como paja (BJ, DHH, LBLA, RVA, NVI) en un horno y como un árbol en un incendio forestal (4:1 [3:19]). El lenguaje (“he aquí”, “el día viene”, “el día que vendrá”) evoca 3:1-2a, y las figuras del fuego evocan 3:2b-3, pero hay diferencias importantes. 3:1-3 anuncia la venida de Yahvé para purificar a los sacerdotes; aquí el fuego viene para destruir totalmente a los impíos. 3:17-4:3 [3:21] responde a la queja de 3:14-15, y las expresiones “que le sirve (3:17), “el que sirve a Dios y el que no le sirve” (3:18), “impío” (3:18), “soberbios” (4:1 [3:19]) y los “que hacen maldad/impiedad” (rish‘ah) (4:1 [3:19]) subrayan esa relación. Los que hacen impiedad serán destruidos como Esaú, territorio de impiedad (cp. 1:3-4). En cambio para los temerosos de Yahvé el día del juicio traerá la justicia anhelada (cp. 3:14) como un sol sanador (4:2a [3:20a] DHH, RVA; cp. Sal 107:20; Jer 33:6). Liberados de sus angustias, se alegrarán como los becerros soltados del establo (4:2b [3:20b] LBLA). Ya convertidos en ceniza por el juicio ardiente (4:3 [3:21]; cp. 3:5; 4:1 [3:19]; Ez 28:18), los malos serán hollados por aquellos a quienes ellos, sean naciones enemigas o judíos opresores (cp. 3:5), han hollado. La repetición de “en el día en que yo actúe” + la fórmula de mensajero enmarca 3:17–4:3, el discurso de Yahvé sobre la recompensa de los justos y los malos en el día del juicio divino. Es, entonces, en el día de Yahvé que se verá que en efecto Yahvé ha amado a Jacob y aborrecido a Esaú (1:2-3). Sin embargo, no todo Israel será Jacob, y no todo Jacob será Israel (cp. 1:11, 14b). El tema del amor de Yahvé para Jacob, casi oculto en los oráculos 2-3, se ha venido exponiendo cada vez en los oráculos 4-6. Sin embargo, aun estos oráculos comienzan denunciando el pecado, pues en el día de juicio solo los que se han vuelto a Yahvé experimentarán su amor. Epílogo: obedeced a Moisés y Elías (4:4-6 [3:22-24]) Este oráculo no es otra disputa, sino que señala cómo prepararse para el día de juicio divino: obedeciendo la Ley de Moisés 4:4 [3:22] y el mensaje de Elías 4:5-6 [3:23-24]. Como el resto del libro, exhorta acerca de los mandamientos (cp. 1:8, 13-14; 2:1, 4, 10-11; 3:5, 8), la torah (cp. 2:6-9) y la profecía sobre el día del juicio divino (cp. 3:1-5, 17-4:3 [3:21]). Introduce dos mensajeros más de Yahvé, mirando al pasado a la torah que Yahvé mandó a Moisés, y al futuro al mensaje que Yahvé enviará a través de Elías. “En Horeb” (4:4 [3:22]) sirve como nexo entre las dos partes del epílogo, pues Yahvé habló a ambos mensajeros en aquel “monte de Dios” (cp. Dt 5:2; 29:1; 1 R 19:8). Los enlaces entre 4:5-6 [3:23-24] y el resto del libro son abundantes. 4:5-6 [3:23-24] revela más sobre el mensajero de 3:1a y su ministerio de preparar el camino delante de Yahvé y menciona de nuevo la venida de Yahvé (4:6 [3:24]; cp. 3:1-2) y del día de Yahvé (4:5 [3:23]; cp. 3:2; 4:1 [3:19]) y la destrucción de los impíos en aquella ocasión (4:6b; cp. 3:5; 4:1 [3:19], 3 [3:21]). “Grande” y “temible” (4:5 [3:23] RVA) evocan 1:5, 6, 11, 14; 2:5; 3:5, 16-17; 4:2-3 [3:20-21]. Elías “hará volver” (shub) el corazón del pueblo, así como Leví hizo volver (shub) a muchos de la iniquidad (2:6) y Malaquías llamó al pueblo a volverse (shub) a Yahvé (3:7). 4:6a [3:24a] presupone otro ejemplo de la deslealtad denunciada en 2:10 (cp. Mi 7:2, 6), y 4:6b [3:24b) advierte que en lugar de “tierra deseable” (3:12), Judá puede llegar a ser “tierra de anatema” (BJ). Si bien 4:6b [3:24b] cierra el libro con una amenaza de destrucción completa (RVA, NVI), en realidad 4:5-6 [3:23-24] muestra el amor de Yahvé para Jacob (cp. 1:2), pues Elías, enviado por Yahvé, evitará dicho catástrofe. El que Yahvé enviará a Elías sugiere que Judá se ha alejado de Yahvé, así como el reino del norte en los tiempos de Elías. Como aquellos israelitas los judíos claudican entre dos pensamientos, sugiriendo que Yahvé no es Dios (2:17; 3:14, 15; cp. 1 R 18:21). La tarea de Elías será conducirlos a reconocer que en verdad Yahvé es el Dios (cp. 3:16; 1 R 18:39). A pesar de los vínculos con el resto del libro, hay significativas diferencias de lenguaje que sugieren que 4:4-6 [3:22-24] no proviene de Malaquías. Brillan aquí por su ausencia la fórmula de mensajero y las preguntas retóricas. Por otro lado, toda una serie de expresiones clave sí aparecen aquí y con frecuencia en

Malaquías: Una lectura literaria, pág. 9 otras partes del AT, pero no en el resto de Malaquías: “Moisés”, “todo Israel”, “Horeb”, “ordenanzas”, ’anokí “yo” (el resto del libro emplea ’aní, cp. 1:4, 6 [2x], 14; 2:9; 3:6, 17, 21), “Elías”, “profeta”, “día de Yahvé” y jérem “anatema, destrucción completa” (4:6 [3:24]). Aparentemente otro profeta escribió este oráculo como epílogo del libro de Malaquías, y tal vez también epílogo de una colección de las primeras dos divisiones del canon hebreo. 4:4 [3:22] claramente recalca la autoridad de la Torah, y 4:5-6 [3:23-24] sugiere la autoridad de los Profetas también. Muestra el peligro de desoír a los profetas, llama a Elías “el profeta”, título que se le aplica fuera de este pasaje solo en 1 R 18:36 y 2 Cr. 21:12, cita directamente a Jl 2:31b [3:4b], alude a Mi 7:6 y menciona “el día del Señor”, tema de muchos libros proféticos, especialmente entre los Doce. Elías representa a los Profetas Anteriores (JosuéReyes, menos Rut), y Joel y Miqueas a los Profetas Posteriores (Isaías-Malaquías, menos Lamentaciones y Daniel). Este énfasis en la autoridad de los profetas era especialmente necesario en un período de desilusión con ellos.

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