Masa de agua salada que cubre la mayor parte de la superficie de la Tierra

¿Qué es el MAR? EL MAR Y SU ORIGEN LÉXICO SIGNIFICADO SEGÚN LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Masa de agua salada que cubre la mayor parte de la superficie

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¿Qué es el MAR? EL MAR Y SU ORIGEN LÉXICO SIGNIFICADO SEGÚN LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA:

Masa de agua salada que cubre la mayor parte de la superficie de la Tierra. Este sustantivo, neutro en latín, se ha usado en nuestra lengua en ambos géneros. En el español general actual es masculino: «Estar cerca del mar, sobre el mar, por el mar. Siento ante él una sensación de libertad» (V. Matas. Suicidios [Esp. 1991.] Hace referencia a expresiones en masculino: en un mar de (‘abundancia o gran cantidad de’), que forma parte de las locuciones estar hecho un mar de dudas (‘dudar mucho’) o estar hecho un mar de lágrimas (‘llorar mucho’). Pero entre las gentes de mar (marineros, pescadores, etc.) es frecuente su empleo en femenino, que también abunda en poesía: «¿Y en días de temporal, cuando las olas embisten, cuando la mar se pone brava?» (Gironella. Hombres [Esp. 1986]). De ahí que se emplee en femenino en las expresiones que describen su estado (mar arbolada, mar calma, mar gruesa, mar picada, mar rizada, mar tendida, etc.) - Locuciones propias del lenguaje marinero, como: alta mar o hacerse a la mar. - También es femenino en algunas otras frases o locuciones, como cagarse en la mar (para expresar enfado), pelillos a la mar (para expresar reconciliación) o la mar de (‘mucho o muy’).

LA MAR A TRAVÉS DE LA POESÍA Sabemos que a lo largo de la historia, el mar ha ejercido un papel esencial en toda clase de gremios, ciencias, artes, religión, cultura… Pero con esta presentación veremos la transición del poder que tiene esta palabra y los muchos significados que se le atribuyen desde la edad media hasta la actualidad en el campo lírico.

UNA METÁFORA A TRAVÉS DEL TIEMPO Decía Borges en una ocasión que, tras años de pensar acerca de la metáfora, había llegado a la conclusión – contraria a lo que pensaba en su juventud- de que no existe un número indefinido de metáforas, sino seis o siete metáforas esenciales de las que existen muchas y preciosas variaciones. Naturalmente, la primera de estas metáforas a las que el propio Borges aludía era la del RÍO Y EL TIEMPO. El mar en la historia de la literatura ha tenido diversos sentidos:

LA EDAD MEDIA Esta metáfora la utiliza por primera vez Jorge Manrique, se encuentra en las Coplas que escribió tras la muerte de su padre. Se lee en la copla tercera: Nuestras vidas son los ríos Que van a dar en el mar, Que es el morir.

Su expresión ha quedado como la forma más acabada de expresar lo que sus antecesores ya habían dicho. Se le debe el hallazgo genial de haber identificado las vidas de los hombres, hechas de tiempo imparable, con los ríos, algo cuya vida

consiste también en correr hacia su fin, sin posibilidad de detenerse, y que dura lo que dura su curso.

EN EL RENACIMIENTO En la época del siglo XV, la vida era concebida como río que se enuncia de forma plural- “nuestras vidas”, diluyendo al individuo de lo universal. En el siglo XVI hace su aparición el “YO” renacentista y la formulación cambia radicalmente. En la “Epístola moral a Fabio” de Andrés Fernández de Andrada encontramos estos versos: Como los ríos que en veloz corrida Se llevan a la mar, tal soy llevado Al último suspiro de mi vida.

El yo personal se rinde de forma pasiva ante la evidencia de una ley a la que nadie puede escapar. No se habla aquí explícitamente del tiempo, pero esa “veloz corrida” parece recordarnos al paso rápido del tiempo, la “edad ligera” de que hablaba Garcilaso en su soneto XXIII.

EN EL BARROCO Da comienzo con Francisco de Quevedo y su nueva formulación de esta metáfora. El pesimismo barroco encuentra en Quevedo su expresión más cabal. Empezar a vivir es empezar a morir: la cuna y la sepultura se unen de manera trágica en Quevedo, quien retoma la metáfora manriqueña para llenarla de profunda angustia. Seguimos en presencia del yo, pero la adjetivación es ahora bien expresiva del nuevo cambio de mentalidad. El Segundo Cuarteto del Salmo XVIII es como sigue: Antes que sepa andar el pie, se mueve

Camino de la muerte, donde envío Mi vida oscura, pobre y turbio río Que negro mar con altas ondas bebe.

La vida ya no va a dar en la muerte (Manrique), ni siquiera es el hombre quien se deja llevar hasta el final. La muerte “negro mar” es ahora quien, en forma activa, sale al encuentro de la vida para acabar con ella. EN EL ROMANTICISMO José de Espronceda, en su poema “La canción del pirata”, el tema principal es la libertad e independencia del pirata que es un personaje marginado, que convierte su “yo” en el centro del universo (en la canción se repite varias veces la palabra yo y libertad). También habla del desprecio por la vida. El poeta expresa su admiración hacia el pirata, que vive al margen de la sociedad. Hace

gala

de

individualismo

y

subjetividad.

El

pirata

vive

independiente, fiel a sus propias ideas, sin que le importen las ideas de los demás. Debajo de la protesta del pirata, Espronceda expresa sus ideas; valora el contacto con la naturaleza; desprecia la sociedad, las leyes, las ambiciones, la riqueza, la muerte; exalta la libertad con las ideas principales del romanticismo revolucionario: “es mi dios la libertad”. Y fueron estos ideales los que le llevaron al suicidio

EN EL SIGLO XX Antonio Machado en su obra Soledades dice:

El agua en sombra pasaba tan melancólicamente, Bajo los arcos del puente, Como si al pasar dijera: “Apenas desamarrada La pobre barca, viajero, del árbol de la ribera, Se canta: no somos nada. Donde acaba el río la inmensa mar nos espera.

De nuevo es la serena aceptación de una realidad inmutable la que domina en el poema. Y de nuevo, como en Manrique, la gran verdad se enuncia en plural. La adjetivación, sobria, contrapone lo insignificante de la vida del hombre a la grandeza de la muerte. Esta misma imagen del mar y la muerte en los versos finales del autorretrato machadiano, cuando imaginaba un futuro que se hizo trágica realidad a comienzo del 1939.

Y cuando llegué el día del último viaje, Y éste al partir la nave que nunca ha de tornar, Me encontraréis a bordo ligero de equipaje, Casi desnudo, como los hijos del mar.

Podríamos destacar bastantes más, como Soledades, pero Cantares tal vez su obra más conocida es la que aporta un significado a “ESTELAS EN LA MAR” que conduce a una profunda reflexión.

Caminante, son tus huellas el camino nada más; caminante no hay camino se hace camino al andar. Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino, sino estelas en la mar.

Este poema de Machado habla principalmente de la vida. El autor dice que la vida no está escrita sino que uno la tiene que ir recorriendo y descubriendo. Así mismo no describe una vida fácil ni difícil, sino que la describe de tal manera que nosotros podemos observar como debe ser, con sus curvas, sus baches y sus atajos. Por lo tanto, podíamos decir que su temática se basa en las formas de vida de cada persona. En los dos últimos versos “Caminante no hay camino, sino estelas en la mar” una vez más, el autor,

intenta comunicar que uno puede intentar

seguir el camino de otro pero nunca podrá copiarlo. Las estelas, representan el camino que jamás se podrá seguir. Finalmente, debemos destacar la gran influencia moral que Machado hace llegar a los lectores. Esta también se refleja en forma de lección con la finalidad de aportarnos una mejor conducta de vida.

También podemos nombrar a un buen difusor de esta metáfora, como Rafael Alberti. La poesia de este miembro de la generación del 27, está impulsada por el recuerdo y la nostalgia del mar que le dio libertad, claridad y sobre todo esa capacidad de ver siempre la luz en medio de lo

oscuro. En su libro MARINERO EN TIERRA descubrimos una temática y tono general nostálgicos provocados por el recuerdo de su tierra natal.

Incluso en otros autores pertenecientes al ámbito hispanoamericano como Pablo Neruda,

también encontramos el mar como potencia y

símbolo de la naturaleza que, en permanente renovación, no deja de ser ella misma. Ese «dejarse llevar» por el viento del mar, desea y anuncia el viaje que ensanchando el mundo del poeta lo expanda a él. Los críticos han visto en Neruda al demiurgo que, a través de la palabra, une bosque y océano, el principio de los sueños y el principio de la acción. Así leemos en su Oda al mar: “Ahí viene el viejo mar repartiendo pescado". Y volverán abajo, a las tinieblas, sonriendo, y por las calles y los bosques sonreirán los hombres y la tierra con sonrisa marina.

También destaca un gran poema de Mario Benedetti titulado BOTELLA AL MAR, donde el “yo” lírico plantea una isotopía que implica la comunicación entre el autor y el lector. Esto se debe a que espera que sus frases en desorden sean ordenadas por quienes las leen como lo explica: “sólo pondré mis versos en desorden”. Siente que son palabras y frases escritas al azar, al igual que lo cuenta con el mar: “El mar es un azar”. En la primera estrofa demuestra que en esa botella entran cosas que nunca se terminaron, y requiere nuevamente que el lector las finalice. “El cable que jamás llego a destino” “Un barco sin velamen”. El autor pone dentro de la botella objetos, como así también, ocasiones

buenas y malas. El niño que la recibe, no encuentra esta suma de cosas, sino que acciones. Así es que finalmente une al “yo” lírico con el lector para que este último ordene las palabras para ese niño, quien podría ser él mismo, en su niñez, perdido en una playa.

Para

finalizar

encontramos

a

Manuel

Vázquez

Montalbán

que

desmitifica la metáfora y a su creado. En las Coplas a la muerte de mi tía Daniela, de Vázquez Montalbán, llena como está de alusiones manriqueñas, la metáfora de la vida y el río, con palabras casi idénticas, si bien con distinto sentido, aparece una primera referencia a la metáfora en medio de una evocación de la guerra civil española. Junto a los nombres Belchite y Brunete, se alude a la batalla del Ebro y a quienes murieron en ella. Escuetamente se dice: Y las aguas del Ebro Iban a la mar Y era el morir

No es esta sin embargo, la alusión más explícita a la metáfora manriqueña. Casi al final de estas nuevas Coplas, en la línea que ya apuntaba el pesimismo barroco, Vázquez Montalbán da un paso más y el “turbio río” de Quevedo se convierte en “charco y reguero” y el “negro mar” es ahora “cloaca” La vida Charca y reguero Gris De polvo urbano Cloacas al fin que es el morir.

Pero la destrucción total de esta metáfora se enuncia claramente en los versos siguientes: Inhabilitada metáfora La vida no es un río Ni una cloaca.

Para éste, lo importante no es la brevedad de la vida sino lo que tiene de absurdo. En medio de un mundo de muerte, frustraciones, silencios, olvidos y culpas, puede abrirse paso el deseo de morir: Recuerdo Qué poco amé A quien me amó Y entonces Quisiera marcharme Donde desde siempre Nos esperan abiertos Puertos sin naves De regreso.

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