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MESOPOTAMIA Y ORIENTE PRÓXIMO. Las regiones más occidentales de Asia, cerca del Mediterráneo, donde hoy existen países como Turquía, Israel, Líbano e Irak, fueron las primeras en conocer la agricultura, la ganadería, la metalurgia y todos los inventos que estudiamos en los temas anteriores. En una de estas regiones, Mesopotamia, apareció la escritura y por eso es la primera región histórica . Pero también en las costas del Mediterráneo y en la meseta de Irán hubo pueblos que hicieron importantes aportaciones a la civilización.
1. Mesopotamia. Mesopotamia es el nombre que dieron los griegos a la región que se extiende entre los ríos Tigris y Eufrates, una tierra muy fértil y una de las primeras en practicar la agricultura. En esta región apareció por primera vez la escritura, hacia el año 3000 a. C. y por eso sus habitantes, los sumerios, son el primer pueblo histórico del que tenemos conocimiento. Los sumerios también desarrollaron una importante cultura que asimilaron y enriquecieron los pueblos que luego ocuparon este territorio y que por eso se conservó durante más de 2000 años. 1.1. El medio físico. La región de Mesopotamia está entre los ríos Tigris y Eúfrates, que riegan y fertilizan una amplia llanura y desembocan en el golfo Pérsico. Esta región está rodeada por dos desiertos, el de Siria y el de Arabia al oeste y al sur respectivamente, y por las montañas de Anatolia y los montes Zagros al norte y al este. Gracias a las aguas de estos dos ríos, Mesopotamia ha sido una región muy fértil y bien comunicada, y fue una de las primeras en introducir la agricultura y la ganadería. Sin embargo, carece de bosques y árboles de los que poder obtener madera para la construcción, y la piedra es muy escasa en las regiones que están más al sur; por este motivo los mesopotámicos desarrollaron formas de construcción e incluso un sistema de escritura que se basaba en el elemento más frecuente en esa zona: el barro. Mesopotamia no es una tierra delimitada por unas fronteras, sino abierta y bien comunicada con su entorno. Esto hizo que sus habitantes recibieran la influencia de diferentas culturas y que su territorio sufriera muchas invasiones a lo largo de su historia. Los primeros habitantes de Mesopotamia de los que tenemos noticia fueron los sumerios, un pueblo de origen desconocido. Los sumerios fundaron distintas ciudades independientes entre si y que controlaban un territorio más o menos amplio. Pero a lo largo de su historia, fueron muchos los pueblos que invadieron y trataron de dominar Mesopotamia, como los babilonios, que más adelante llegaron a dominar varias ciudades, y los asirios, que procedían de las regiones montañosas del norte, invadieron Mesopotamia y crearon un imperio.
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1.3. Los pueblos de Mesopotamia La Historia de Mesopotamia es muy compleja porque en esa región se sucedieron muchos pueblos que continuamente combatían por dominar un territorio tan rico. EJE CRONOLÓGICO 7000 a. C. Comienza a practicarse la agricultura y la ganadería en Mesopotamia. 4000 a. C Aparece el bronce en Mesopotamia 3700 a. C. Se fundan las primeras ciudades sumerias y semitas. 3400 a. C. Aparición de la escritura. 1800 – 1600 a. C. Babilonia domina la región de Mesopotamia. 1800 a. C. Origen del reino asirio en el norte de Mesopotamia. 1200- 608 a. C. Imperio asirio. 559- 330 a. C. Imperio persa.
1.3.1. Los sumerios. Los primeros habitantes de Mesopotamia, los sumerios, son de origen desconocido. Fundaron varias ciudades, como Ur, Urk y Lagash, en la zona más meridional, cerca de la desembocadura de los ríos Tigris y Eufrates; las ciudades estaban amuralladas y tenían un templo, desde el que se administraba toda la vida y la economía de la ciudad. Hacia el año 3400 a. C. los sacerdotes de estos templos inventaron la escritura para poder administrar y organizar sus ciudades. Era una escritura ideográfica, es decir que cada signo representaba una idea y a veces también un sonido; al principio los signos eran dibujos reconocibles (la cabeza de una vaca, una estrella, una montaña…), pero con el tiempo se fueron simplificando hasta parecer abstractos; como soporte para escribir utilizaban planchas de barro y hacían los signos con unos palitos de madera que dejaban señales parecidas a puntas o conos y por eso a esta escritura la llamamos cuneiforme (“que tiene forma de cuña”). La sociedad sumeria era como la de otros pueblos de la edad del Bronce, muy jerarquizada y relativamente pacífica; cada ciudad se consideraba propiedad de un dios, que era su protector y al que
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se adoraba en el templo. El rey era también el supremo sacerdote del templo, y se ocupaba de repartir las tareas, reunir la riqueza y distribuirla entre todos los habitantes de la ciudad. Para ayudarle a gobernar y cuidar del templo estaban los sacerdotes y los escribas, los únicos que sabían leer y escribir en el sistema cuneiforme. El resto de la población eran campesinos, comerciantes, artesanos y esclavos. El templo era el edificio más importante de la ciudad mesopotámica. Era un edificio muy grande, con varias habitaciones que se abrían a uno o dos patios y una especie de torre escalonada que en sumerio se llamaba zigurat, que quiere decir “que es alto”. El templo era la casa del dios; en una habitación, el santuario, se guardaba su imagen, a la que los sacerdotes vestían, engalanaban y preparaban comidas varias veces al día. El zigurat servía para que el Cielo y la Tierra estuvieran en contacto y así los dioses descendieran para estar entre los hombres. Los sumerios desarrollaron mucho la agricultura, desarrollando sistemas de regadío como las acequias o las norias, y para trazar los canales y dividir los campos desarrollaron mucho las matemáticas, especialmente la geometría. Su sistema matemático era sexagesimal, se basaba en el número seis, que todavía conservamos hoy en la medición de ángulos o de las horas del día. También fueron muy buenos astrónomos, determinaron la duración del año en 365 días, conocían las constelaciones del zodiaco y eran capaces de predecir los eclipses. 1.3.2. Acadios, babilonios y asirios. Junto a los sumerios había en Mesopotamia otros pueblos, como los babilonios y los acadios, y un poco más al norte, los asirios. Estos pueblos eran muy distintos a los sumerios: eran semitas y tenían lenguas muy parecidas que están emparentadas con el árabe o el hebreo. Los pueblos semitas eran menos civilizados y pacíficos que los sumerios. Sus reyes no eran solo sacerdotes: eran sobre todo guerreros, dirigían personalmente al ejército en la guerra y su poder se basaba en la autoridad y la fuerza. Hacia el año 2350 a. C. el rey Sargón de la ciudad de Acad ocupó la zona sur de Mesopotamia y fundó un imperio. En el siguiente milenio, en el año 1728 a. C. apareció otro rey importante, Hammurabi, en la ciudad de Babilonia, que también se apoderó de muchas ciudades de Mesopotamia; este rey es famoso por haber redactado un código, un conjunto de leyes, que mandó grabar en una gran piedra en escritura cuneiforme, sobre las leyes aparece el mismo rey recibiendo las leyes del dios más importante de los babilonios, el dios del sol Shamash.
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Hacia el año 1400 a. C. los asirios, que procedían de las regiones montañosas del norte, se apoderaron de toda Mesopotamia; los reyes asirios eran violentos, sometían a sus enemigos con gran crueldad y les obligaban a pagar tributos de esclavos y dinero. Construyeron grandes ciudades con magníficos palacios como el de Asur o Nínive donde hay grandes relieves de piedra que representan a los reyes asirios cazando, dirigiendo la guerra o participando en ceremonias religiosas. 1.4. La religión mesopotámica. La religión de los pueblos de Mesopotamia era politeísta. Muchos de los dioses eran divinidades de origen sumerio que los demás pueblos de Mesopotamia adoptaron y les cambiaron el nombre. •
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Los dioses más antiguos eran dioses de los elementos primordiales, como Anu, dios del Cielo, Enlil, dios de la tempestad y el viento y Ea, el Creador de los hombres. Los principales astros también se consideraban dioses como Sin, la Luna, Shamash, el Sol e Inanna, el planeta Venus, que era también la diosa del amor y a la que los babilonios, con el nombre de Isthar, convirtieron en una de las diosas más importantes. Poco a poco estos dioses tan sencillos fueron enriqueciéndose con relatos que explican sus poderes, lo que llamamos mitos. Algunas ciudades que querían imponerse a las demás elaboraban mitos en las que su dios triunfaba sobre los de otras ciudades, como Marduk, el dios de Babilonia que era, según los babilonios el más sabio y consejero de los dioses y que separó el Cielo de la Tierra y creó las constelaciones. Además de dioses, en la religión mesopotámica existían genios, seres alados intermediarios entre los hombres y los dioses. Había genios malvados, que traían todo tipo de desgracias y para los que había exorcismos y encantamientos o se hacían figuritas que se quemaban para destruir su poder. También había genios protectores que se solían representar como toros con alas y cabeza humana. Los árboles también eran sagrados para los mesopotámicos porque se elevan hacia el cielo enlazando el mundo de los dioses con el de los hombres; en todos los templos se veneraba algún árbol y los adivinos intentaban averiguar la voluntad de los dioses escuchando e interpretando el rumor de sus hojas. Según la religión mesopotámica, los hombres solo están en el mundo para servir a los dioses y debían ser muy cuidadosos en adorarlos y hacer sacrificios y ofrendas y en conocer su voluntad, para no disgustarlos; los mesopotámicos no creían que tras la muerte hubiese otra vida de recompensas o castigos, sino solo un mundo de sombras.
Se ha conservado un relato acerca de los orígenes del mundo la Creación y otro que narra el Diluvio Universal, en el que los dioses deciden castigar a todos los seres humanos menos a uno, que se salvó. Para los mesopotámicos, el cielo era el lugar natural de los dioses, donde estaban cuando no descendían a los templos que los hombres les habían construido, y por eso los mesopotámicos identificaban a los dioses con distintos astros.
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Una forma de conocer la voluntad de los dioses consistía en observar los movimientos de los astros, que anotaban año tras año hasta llegar a conocerlos perfectamente. Para estudiar mejor las estrellas las agruparon en doce grupos, cada uno con la forma de una figura; el conjunto de estas figuras se llama zodiaco. Los mesopotámicos descubrieron que a lo largo del año estas figuras se van desplazando en el cielo y así llegaron a calcular con mucha precisión la duración del año solar, como el nuestro. El año comenzaba en primavera, cuando tenían lugar las fiestas más importantes del calendario; los mesopotámicos creían que era entonces cuando los dioses se reunían para decidir la suerte y la desgracia para el año nuevo y durante diez días hacían sacrificios y oraciones para que les fueran favorables. 1.5. Literatura y arte. Un rey asirio, Asurbanipal, reunió en su biblioteca una gran colección de textos literarios, algunos muy antiguos. Entre estos textos están el relato de la Creación, el del Diluvio y el poema de Gilgamesh. Este poema cuenta como a este rey de la ciudad de Uruk, que era muy cruel con su pueblo, los dioses le enviaron a Enkidú, un hombre salvaje para que se enfrentara contra él; pero Enkidú y Gilgamesh se hicieron amigos y juntos derrotaron a Umbaba, el gigante que guardaba el Bosque de los Cedros y a un peligrosísimo toro enviado por la diosa Isthar. Cuando Enkidú murió, Gilgamesh sufrió una profunda tristeza y, temiendo su propia muerte, viajó en busca de Uta Natispún, al que Enlil hizo inmortal tras haberse salvado del diluvio. Uta Natispún le indicó donde encontrar una planta que daba la vida eterna, pero Gilgamesh, después de pasar grandes apuros para conseguirla, la perdió y tuvo que resignarse a morir algún día. El arte mesopotámico estaba muy unido a la religión. Los edificios más importantes de los que hoy conservamos restos son templos y zigurats, que se levantaban con ladrillos de adobe (barro sin cocer), recubiertos de ladrillo cocido que en ocasiones estaba también vidriado. Los asirios, que procedían de zonas montañosas en las que abunda la piedra, utilizaban también este material con el que, además de templos, levantaron enormes palacios para sus poderosos reyes. En la entrada de todos estos edificios había figuras de criaturas fantásticas que tenían funciones mágicas y que protegían las puertas de los malos espíritus. No se han conservado las imágenes de los dioses que se guardaban en los templos, pero tenemos imágenes de los dioses en muchos relieves en los que aparecen junto a los reyes, mostrando que les ayudan y les acompañan, algunas veces representados con forma humana y otras como astros. Los fieles que acudían a los templos mesopotámicos depositaban en ellas exvotos, figuritas con las que recordaban al dios lo que le habían pedido y aseguraban su fidelidad; los exvotos suelen ser imágenes del propio fiel, que aparece en actitud muy respetuosa, mirando fijamente al frente, donde estaría el dios y con las manos unidas en gesto de oración. Así aparece uno de los reyes sumerios, llamado Gudea, del que conservamos muchos de estos exvotos.
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También aparecen representados los reyes; como eran, ante todo, sacerdotes, frecuentemente aparecen participando en ceremonias religiosas, por ejemplo haciendo ofrendas a los dioses o construyendo un templo. Los reyes asirios suelen representarse en una ceremonia en la que unían las flores femeninas y masculinas de las palmeras, operación en la que fecundaban estos árboles y creían favorecer también toda la fecundidad y la riqueza de la naturaleza. Los relieves asirios también tenían una función propagandística: representaban a su rey cazando animales salvajes, emulando al héroe Gilgamesh.
2. Los judíos. En la región de Palestina, a partir del año 1500 a. C., se asentaron diferentes pueblos de origen semita; algunos procedían de Mesopotamia y otros (los seguidores de Moisés) de Egipto. Algunos de estos pueblos o tribus, como los judíos y los israelitas, tenían religión monoteísta y se unieron bajo una monarquía. Hacia el año 1000 a. C. el rey judío David conquistó Jerusalén, que convirtió en capital, y él y su hijo Salomón sometieron a las tribus vecinas y ocuparon Palestina. Tras la muerte de Salomón el reino se dividió y se debilitó y el año 587 el rey de Babilonia, Nabuconodosor, conquistó Jerusalén. A partir de esa fecha muchos judíos decidieron abandonar su tierra y emigraron a otras regiones de Mediterráneo: es lo que se conoce como la diáspora o dispersión del pueblo judío. Los judíos eran una excepción entre los pueblos de su época porque creían en un solo Dios, al que llamaban Yahvé, que es exclusivo de los judíos, a los que Él había escogido como pueblo prometido pero a los que también imponía severos mandamientos, omnipotente y creador de todas las cosas.
3. Los fenicios. Al norte de Palestina está el Líbano, donde se instaló otro pueblo semita: los fenicios. No formaban un reino unido, sino que vivían en ciudades independientes, cada una con sus leyes y gobierno, las más importantes de las cuales eran Biblos, Sidón y Tiro. Estas ciudades estaban pegadas a la costa y se dedicaban al comercio; sus barcos recorrían todo el Mediterráneo e incluso exploraron las costas atlánticas del norte de África, de la península Ibérica y de las islas Británicas, buscando materias primas, sobre todo metales, y productos que comprar y luego vender en otros puertos.
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Los fenicios no fueron solo los mayores intermediarios del Mediterráneo. También producían artículos muy apreciados, como los paños teñidos de púrpura (“fenicios” quiere decir en griego “hombres de púrpura”) y el garum, una salsa de pescado. Para facilitar el comercio y la comunicación con los pueblos extranjeros inventaron las monedas y el alfabeto, que permite leer y escribir con mucha más facilidad; estos inventos fueron pronto copiados por los griegos y otros pueblos del Mediterráneo. También con ese objetivo fundaron colonias en todo el Mediterráneo, la más importante de las cuales fue Cartago, en la costa de Túnez; en la península Ibérica fundaron Gadir, hoy Cádiz o Malaca, Málaga. Estas colonias irradiaban la cultura fenicia a las regiones en que se asentaban y cuando Fenicia cayó en poder de los babilonios, en el siglo VI a. C., se hicieron más importantes que sus metrópolis.
4. Los persas. Los persas o aqueménidas eran un pueblo que llevaba muchos siglos en la meseta de Irán. No tenían relación con los sumerios ni con los demás pueblos de Mesopotamia, sino que eran de origen indoeuropeo, un gran grupo de pueblos que hacia el año 1200 a. C. invadió Europa y, desde el siglo VI a. C., también Mesopotamia y la India.
e incorporó Persia a su imperio.
El año 539 a. C., el rey persa Ciro conquistó a otro pueblo de ese mismo grupo, los medos, y construyó un gen imperio; se apoderó de Babilonia y dominó Mesopotamia. Su sucesor, Darío, ocupó Egipto y la península de Anatolia, donde había ciudades griegas. Así provocó, en el año 494 a. C., una guerra entre los persas y los griegos, las guerras médicas, que los persas perdieron. En el siglo IV a. C. el rey de Macedonia, Alejandro Magno, derrotó definitivamente a los persas
El emperador de los persas, llamado “el gran rey”, tenía poder absoluto sobre sus súbditos y recibía tributos de todos los pueblos conquistados. Su imperio estaba muy bien organizado, dividido en provincias o “satrapías” al frente de las cuales había un funcionario de su familia o de la nobleza más importante. Tenía un gran ejército permanente formado por mercenarios de todas las regiones del imperio pero con un cuerpo especial formado solo por persas: los llamados “inmortales”. Los reyes persas mandaron construir magníficos palacios como el de Persépolis o el de Susa; tenían grandes salas de recepción llenas de columnas cuyos capiteles tenían la forma de un toro.
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La religión persa era prácticamente monoteísta, un profeta llamado Zaratustra o Zoroastro, predicó la existencia de un Dios único, Ahura Mazda, inmaterial, grande y omnipotente que no quería que se le sacrificasen animales ni que se hicieran conjuros ni brujerías, sino que los hombres fuesen sinceros y justos, y a cambio prometía una vida feliz en el otro mundo, después de la muerte. Zaratustra explicaba que en el mundo había dos fuerzas o principios, el bien, que llamaba Ormuz, y el mal, Ahrimán, y que el hombre debía ponerse de parte del primero y combatir al segundo. El culto a Ahura Mazda consistía en mantener siempre fuego encendido, que se consideraba el símbolo más puro del sol, sobre unos altares que se alzaban aislados, en medio del paisaje, y que según cuentan los textos debía apagarse a la muerte de cada rey. Ni estas hogueras ni ningún otro fuego debía nunca contaminarse y por eso los persas, en vez de quemar los cadáveres, los exponían a las aves rapaces, para que los devorasen y elevasen al cielo.
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