ARQUITECTURA DEL PAISAJE MEDIO AMBIENTE
Contra los incendios forestales
Preservar, proteger y mejorar el medio natural A pesar de que no hace ni siquiera un año desde los desgraciados e impactantes incendios forestales que asolaron Galicia estoy completamente convencido de que usted, estimado lector, o cualquiera de las cadenas de televisión que se cebaron con aquellos acontecimientos no ha vuelto a (1) (2)
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hablar sobre este tema: si estoy equivocado, ruego me disculpe y al tiempo le transmito mi alegría por ser uno más de los pocos. ¿Ha tirado alguna vez algún simple papelito por la ventanilla del coche? Cuando ha ido con la familia o amigos al monte, ¿lo ha dejado como lo encontró? Voy
Incendio Forestal de la Valldigna (Valencia) – Julio de 2005.
a serle más directo: ¿ha tirado usted alguna colilla en el monte o mientras viajaba en coche? Por el contrario, ¿ha recogido alguna vez en su vida, aunque sea una, papeles, paquetes de tabaco, botellas o demás basura que haya dejado deliberadamente algún otro desaprensivo que no es como usted? Si ha respondido de forma afirmativa a las preguntas pares (y por tanto a las impares de forma negativa), puede considerarse que tiene una conciencia ambiental aceptable. Le ruego me disculpe por no haberle avisado que iba a pasar este escueto test medioambiental, pero no quería condicionarlo. Y además, si no ha hecho “pleno medioambiental”, no se preocupe que no hay muchos lectores mentales por el mundo: ha sido discreto. Precisamente ése es el problema: “no me ha visto nadie” o bien “no pasa nada, hace mucho frío y se apagará”, etc. El monte está ahí,
http://www.incendiosforestales.org/download/IncendiosForestales2005.pdf (Ministerio de Medio Ambiente) http://www.incendiosforestales.org/download/30noviembre06.pdf (Ministerio de Medio Ambiente)
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a lo largo seguro que lo notará y en muchas ocasiones, por desgracia, de forma drástica. Quiero apuntar que no he nombrado a los pirómanos puesto que los considero personas enfermas y desequilibradas. En esta entrega de la sección medioambiental tengo el gusto de presentarle a Ferrán Dalmau i Rovira, ingeniero forestal y futuro licenciado en ciencias ambientales. Experto en el tema de incendios y conservación del medio. Ha ofrecido sus servicios durante los últimos 5 años para la empresa Tracsatec, y para las Consejerías de Territori i Habitatge y Medi ambient de la Comunidad Valenciana. Actualmente es profesor asociado del Departamento de Ingeniería Rural de la Universidad Politécnica de Valencia y gerente de la empresa medioambiental Medi XXI, empresa consultora que se dedica a labores de oficina técnica, gestión integral de proyectos ambientales y territoriales, asesoramiento a administraciones, empresas y particulares, etc.
El paisaje como recurso natural A lo largo de la historia el concepto de paisaje ha sido empleado con diversos significados refiriéndose siempre al medio natural, si bien se considera el paisaje como una manifestación externa, imagen, indicador o clave de los procesos que tienen lugar en un territorio (AGUILÓ et al., 1998). En las últimas décadas del siglo XX, al mismo tiempo que se va desarrollando una cierta conciencia social respecto de la necesidad de preservar, proteger y mejorar el medio natural, el concepto de paisaje se ha ido considerando, cada vez más, como un elemento a tener en cuenta desde el punto de vista de la ordenación territorial, hasta llegar a considerarse un recurso natural. En este sentido se ha legislado en los últimos años siendo obligatorio ya, en muchas zonas, realizar estudios de paisaje a la hora de desarrollar actividades que puedan ser susceptibles de dañarlo. Teniendo en cuenta que aglutina como un conjunto único la percepción de elementos o recursos
Afección paisajística por desarrollo urbano sobre terreno forestal. Comarca de La Marina (Alicante).
Paisaje forestal – Vistabella del Maestrat (Penyagolosa – Castelló), noviembre de 2006.
diversos como la vegetación, la orografía, la presencia de agua, de estructuras humana etc., sus texturas, colores y combinaciones, en realidad, se puede considerar que el paisaje no es un recurso
En las últimas décadas del siglo XX, el concepto de paisaje se ha ido considerando, cada vez más, como un elemento a tener en cuenta desde el punto de vista de la ordenación territorial, hasta llegar a considerarse un recurso natural.
más, si no que es un “recurso de recursos”, la expresión conjunta de los mismos. Definiciones de paisaje hay muchas, y de índole diversa, pero de una forma clara y sencilla, cualquier persona puede entender con facilidad que el paisaje es la expresión externa que se percibe de un territorio, de su estado de conservación, del conjunto de elementos que alberga. Una de las características que define de una manera más Nº
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Regeneración natural tras un incendio. Las semillas esparcidas comienzan el proceso de recuperación.
Repoblación forestal mediante subsolado lineal. Los árboles aparecen perfectamente alineados.
significativa al paisaje es su dinamismo. Del mismo modo que el territorio es un elemento dinámico, que cambia de forma más o menos constante su expresión externa, el paisaje también lo es. Así pues, no lo debemos encasillar como un recurso estático ya que, se encuentra sometido a afecciones de diferente índole que modifican sus características, y por tanto su valor. Estos cambios, en función de su intensidad, su extensión y su
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carácter permanente o no, pueden llegar a suponer una modificación tan profunda e irreversible de un territorio, que determine la destrucción definitiva del paisaje original. Actualmente, debido a un desarrollo territorial, en muchos casos desordenado y poco sostenible, unido a una aplicación incompleta o directamente a un incumplimiento de la normativa ambiental existente, dos de las afecciones paisajísticas más comunes son las
derivadas de la acción urbanística y de los incendios forestales, existiendo entre ambas una relación indirecta, pero evidente, dado que el desarrollo urbanístico en zonas de monte, no hace si no aproximar a estos terrenos las causas de los incendios. La acción urbanística en función de cómo y dónde se desarrolla ejerce una acción en muchos casos de agente modificador del paisaje con carácter ciertamente destructivo e irreversible. Sirva como ejemplo para ilustrar este hecho el cambio de uso del suelo agrícola o forestal a suelo urbano, industrial, etc., hechos que suponen una modificación drástica del paisaje así como la destrucción completa de los elementos que conformaban el territorio original. Los incendios forestales provocan una acción destructiva sobre el paisaje y están estrechamente relacionados con la actividad humana en las inmediaciones de los montes. De hecho, 158.000 de las 188.000 hectáreas que ardieron en el Estado Español en 2005 se quemaron por negligencias, accidentes, o intencionalidad . Destacar que, además de los gravísimos daños ambientales, paisajísticos, económicos y sociales, estos incendios supusieron en 2005, 17 personas muertas y 102 heridas, mayoritariamente compañeros de la lucha contra el fuego. En lo que va de 2006, según datos de noviembre, se han quemado otras 148.000 hectáreas de monte. Estos datos ponen en evidencia la relación directa que existe entre la actividad humana y el catastrófico fenómeno de los incendios forestales y, por tanto, la destrucción del paisaje.
El efecto de los incendios forestales sobre el paisaje El paisaje puede clasificarse de forma genérica en función de una serie de parámetros, tales como la geomorfología, la vegetación, la presencia de colores, su rareza o la presencia de agua. De hecho, comúnmente se utilizan estos parámetros en los inventarios territoriales para la determinación de la calidad visual y escénica aportando a cada elemento un valor, que determinará
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una escala de clasificación (BLM, 1980). Dicha calidad visual del paisaje puede entenderse como el grado de excelencia de un paisaje, su mérito para no ser alterado o destruido, o de otra manera, su mérito para que su esencia y su estructura actual se conserven (RAMOS, 1987). Desde el punto de vista de la percepción del paisaje, los incendios forestales por su gran poder devastador suponen, además de un grave daño ambiental, social y económico, una importantísima alteración visual ya que modifican por completo los parámetros que determinan la calidad del mismo y destruyen total o parcialmente los elementos que lo conforman. Visualmente un incendio genera un efecto de cambio en la percepción del color, ya que tras el paso de las llamas todo queda cubierto por un manto negro, que sustituye las múltiples tonalidades que contiene un paisaje forestal. El fuego provoca un daño inicial sobre la calidad
Visualmente un incendio genera un efecto de cambio en la percepción del color, ya que tras el paso de las llamas todo queda cubierto por un manto negro, que sustituye las múltiples tonalidades que contiene un paisaje forestal.
visual del territorio que tardará décadas en recuperarse completamente en algunos de los casos, y que se perderá para siempre en otros. La desaparición de la vegetación elimina la esencia del paisaje forestal, altera sus componentes, y degrada de forma irreversible la calidad del mismo. Además, el monte no tiene una capacidad
eterna de regeneración. De hecho cuando los incendios en una zona son recurrentes se llega a una situación de degradación tal, que solamente la intervención humana mediante la aplicación de técnicas de restauración y varias décadas sin nuevos incendios, harían posible la recuperación del paisaje original. La regeneración natural también puede ser una opción viable, hasta tal punto que para algunos territorios es la única, por ejemplo en el caso de una difícil accesibilidad. Pero cuando una masa forestal recién incendiada recibe de nuevo la agresión del fuego, la vegetación arbolada inmadura, no es capaz
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El proceso en imágenes: Arriba, a la izquierda: Zona forestal afectada por un incendio forestal. Seis meses después del incendio. Arriba, a la derecha: Zona forestal afectada por incendios recurrentes, tres a lo largo de quince años. Inexistencia de vegetación arbolada.
de reponerse al no haber tenido ni siquiera tiempo de generar las semillas que en un futuro sustituirían a los individuos quemados y por tanto favoreciendo la aparición de ambientes y paisajes más degradados, y de peor calidad. Un caso extremo de degradación son las conocidas como “Bad Lands” o “Tierras Malas”, zonas en las que la degradación es de tal magnitud, que solo la intervención de la mano del hombre las haría prosperar. Estos territorios van en au-
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mento de sur a norte, y en determinadas zonas comienzan a ser desgraciadamente habituales.
El proceso en imágenes Estas imágenes no pertenecen a una estepa africana, aunque sí a un paisaje subdesértico: pertenecen a Alicante y también existen en otras muchas regiones del sur peninsular. Desde un punto de vista paisajístico por la geomorfología que presentan con terrenos escarpados y diferentes colores, texturas y formas, es posible que
Abajo, a la derecha: “Bad Lands” ó “Tierras Malas” repobladas de arbolado. Comarca de la Vega del Segura (Alicante).
alguien pudiera verlas atractivas y tal vez lo sean, pero más allá de la belleza estética, entrañan un grave problema ambiental: la desertificación o desertización causada por el hombre.
La restauración del paisaje – la restauración de los recursos Cuando se llega a determinado grado de destrucción del paisaje, si se quiere recuperar el aspecto original de los territorios afectados por los incendios, a pesar de las voces que se alzan en contra, la única alternativa es la intervención humana en la restauración paisajística. Si no se quiere recuperar ya sea por razones políticas o económicas, cabe la posibilidad de esperar a que la naturaleza siga su curso. Los tiempos de recuperación, en caso de producirse por esta vía, se incrementan, y desgraciadamente el ritmo de destrucción de nuestros montes requiere de una gestión adecuada que facilite la labor natural. Dado que la mayor parte de nuestros sistemas naturales están sujetos a la acción humana, que por lo general, acelera su destrucción mediante la provocación de incendios forestales, la gestión paisajística se hace absolutamente imprescindible. En la restauración del paisaje, para devolverle su estado original es imprescindible una selección cuidadosa de la forma y de las herramientas para conseguirlo. Así pues, será necesario elegir adecuadamente las técnicas de restauración a utilizar
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para evitar la creación de paisajes artificiales o poco naturales, cuando el objetivo sea paisajístico. Un ejemplo claro es la dicotomía que se plantea a la hora de la restauración de un sistema forestal. Si bien existe una forma óptima para repoblar de la forma “más natural posible”, ésta va perdiendo fuerza por causas económicas, de forma que cuanto más se intentan recortar los gastos de las mismas, más artificiales resultan. No hay que olvidar que las repoblaciones de los montes pueden tener otras motivaciones, como por ejemplo la restauración hidrológica o la protección frente a la erosión, además de la conservación del entorno y, por tanto, se deben tener en cuenta criterios paisajísticos en todos estos casos intentando encontrar un equilibrio entre el óptimo económico y el de la creación de espacios lo más naturales, o bien, lo menos artificiales que sea posible. Sea cual sea la forma que se decida utilizar en función de las
Cuando se llega a determinado grado de destrucción del paisaje, si se quiere recuperar el aspecto original de los territorios afectados por los incendios, a pesar de las voces que se alzan en contra, la única alternativa es la intervención humana en la restauración paisajística. posibilidades existentes, resulta evidente la progresiva degradación de nuestro paisaje. Es preocupante la destrucción masiva de muchos de los sistemas naturales que albergan los montes, ya sea de forma natural o inducida por la acción humana. Por tanto es legítimo y necesario, que la misma mano que destruye, sea la que mitigue su propia acción devastadora. La merma de nues-
tro paisaje, o si me permiten, la destrucción de éste, representa la pérdida de nuestros recursos naturales, culturales y económicos, esto es, la pérdida de nuestra propia identidad, la cual a este ritmo, nunca podremos llegar a transmitir de forma tangible a las generaciones venideras: cuidemos nuestro entorno.
Óscar Guido García Villanueva
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