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MIRADAS DESDE LA ETERNIDAD LOS RETRATOS DEL FAYUM
1- Los retratos de El Fayum: - Definición de una manifestación estética propiamente egipcia - Primeros hallazgos 2- Principales necrópolis relacionadas - Lugares, arqueólogos y descubrimientos 3- Precedentes de su expresión plástica - Vinculación con el retrato romano 4- Materiales y técnicas relacionadas - La técnica de la encaústica 5- Costumbres funerarias egipcias en el período grecorromano - Pervivencias e innovaciones 5- Análisis de los retratos: - Identidad de los representados - Intención y finalidad de las imágenes 6- Estudio, investigación, conservación y restauración de los retratos de El Fayum
-------------Los “retratos de El Fayum” son quizá la expresión más singular del Egipto romano. Se trata de rostros de hombres, mujeres, jóvenes y niños, pintados fundamentalmente sobre tablas, fijados con los vendajes de sus momias sobre sus rostros, en el lugar que en momias de épocas más antiguas estaba destinado a la máscara funeraria. Proceden mayoritariamente de la región del Fayum, de ahí su nombre, de necrópolis localizadas en Hawara, Er-Rubayat (Filadelfia) y otros enclaves, si bien algunos ejemplares han sido descubiertos fuera de El Fayum, por ejemplo en Saqqara y Antinoopolis. Estas interesantes manifestaciones del arte y de las creencias funerarias, vinculadas a gentes extranjeras asentadas en Egipto, aúnan las tradiciones religiosas de tres de las más importantes civilizaciones del Mediterráneo: la egipcia, la griega y la romana. Manifiestan el desarrollo del concepto de “retrato” romano, presentado con una de las técnicas pictóricas más espectaculares y difíciles de la Antigüedad, la encaústica, conocida como “la técnica eterna”, si bien algunos ejemplares están pitados sobre lino o sobre tabla, utilizando otros procedimientos. La arqueología nos ha proporcionado más de mil “retratos de El Fayum” entre los que es posible observar estilos de diferentes artistas o cuando menos talleres. El examen de estas obras permite apreciar la huella de los pinceles usados, la anchura y fuerza de la pincelada, y en algún caso incluso las cerdas desprendidas. 1
El Fayum. La región de El Fayum es una fértil depresión de 70 km de ancho por 60 de largo, cerrada en su extremo noroccidental por el lago Birquet Qarum. Está situada en la margen izquierda del Nilo, unida al gran río de forma natural por un brazo fluvial, el Bahr Yussuf o “río de José”. En el Antiguo Egipto, formaba el nomo XXI, con capital en Pr-Sobk (“la casa de Sobek”), más tarde Cocodrilópolis (Krokodeilon Polis) o Arsínoe –actualmente Medinet el-Fayum. Durante la dinastía XII, se tomaron medidas para incrementar la importancia económica de la zona (construcción de presas y diques para aprovechar la crecida del Nilo y, así, aumentar las zonas cultivables), dado que se trasladó la capital del Reino desde Tebas a la ciudad de nueva fundación Ity-T3wy. Con el tiempo, sin embargo, el territorio se fue abandonando hasta que durante el reinado de los Ptolomeos la zona volvió a cobrar interés. Fue entonces cuando se redujo el lago de forma artificial para ampliar los terrenos cultivables. Se establecieron en la zona colonos, incrementando la población nativa. En un primer momento eran gentes greco-macedonias y griegas; más tarde fueron llegando licenciados del ejército romano que también se asentaron en las tierras del Fayum. Estos nuevos habitantes interpretaron las antiguas necrópolis faraónicas que aún conservaban muchos de sus monumentos, como lugares sagrados y los utilizaron para establecer en ellos sus propios cementerios. Así, en Hawara, alrededor de la Pirámide de Amenenhat III y el “Laberinto”, se encuentra una de las necrópolis de la élite de la sociedad grecorromana que habitó en la ciudad de Arsínoe, la que fuera capital en ese periodo de la región del Fayum. En las mismas fechas se rendía culto en aquel enclave a Amenemhat III bajo el nombre de Pramarres, lo que demuestra la intención de los habitantes en la adopción y el retorno a las prácticas religiosas de la antigua tradición faraónica.
El desarrollo del RETRATO y su importancia como costumbre en el Imperio Romano. Para la civilización romana, el retrato, herencia etrusca, suponía algo de suma importancia. No creían en la vida después de la muerte. En sus creencias, después de esta vida no existía nada, salvo el recuerdo de los hechos realizados durante la misma y, la memoria (la FAMA como “virtus”) del difunto. A diferencia de las representaciones idealizadas griegas, el romano se interesaba por la huella del tiempo en los rostros, al fin y al cabo, en el individualismo de los rasgos quedaba marcada parte de la biografía del difunto. Pueden considerarse como las primeras muestras de este arte del retrato romano, las mascarillas mortuorias hechas en cera de los finados, las llamadas “imagines maiorum”, que se pintaban y se guardaban en nichos en el atrio de las casas formando la “galería de antepasados”. Con el tiempo las mascarillas fueron reemplazadas por esculturas de busto o relieves en diferentes materiales, costumbre bien ilustrada en el llamado “Brutus Barberini”, escultura de época tardo-republicana, que como otras piezas contemporáneas a ella se sacaba en procesión durante la celebración de los funerales. Finalmente o, posiblemente a la vez, esculturas y relieves fueron siendo sustituidos por la pintura en tabla y los clípeos. El género del “retrato” pictórico surgió del arte helenístico de Lisipo y su hermano Lisístrato, escultores de transición entre la época clásica y el helenismo artístico. Ambos fueron los primeros en trabajar la individualidad física y psicológica en 2
los rasgos del rostro. Lisipo fue el retratista preferido de Alejandro, el único oficial. Ya en el siglo IV a.C., los relieves de las estelas funerarias representaban retratos del difunto, aunque con el idealismo griego y en situaciones familiares, de despedida o de carácter íntimo. Posteriormente, ya en Roma, se puso de moda realizar retratos basados en la realidad o inventados; estos últimos solían representar poetas o filósofos. Se colocaban en lugares públicos, en casas particulares de individuos importantes, que demostraban con dichos retratos su alcance cultural. Poco a poco, se fue añadiendo valor a la individualidad de la persona y a los hechos ocurridos en su biografía. Incluso Varrón realiza un tratado1 que contiene 700 retratos de personajes famosos griegos y romanos, acompañados de una pequeña biografía de la persona. Poco a poco se conforma el género unido con la tradición religiosa de las máscaras etruscas de cera. En el santuario dedicado a Apolo en Delos, con tres templos, se encontró una lista de pinturas ordenadas según contenido, técnica pictórica, tipo de marco y lugar. Este lugar, asombrosamente, era conocido como “La Casa con las Pinturas” y probablemente funcionara como una galería de arte. En dicho listado, sólo se especifica la técnica de la encaústica, con lo que podemos pensar que dicha técnica era muy apreciada o era la más practicada. Existen retratos murales en casas de “alta sociedad” en Pompeya, como el que se conoce popularmente como “Próculo y su esposa”, datado entre el 50 y el 74 a. C., o el que popularmente, se cree que puede representar a la poetisa Safo de Lesbos, en una villa privada de Pompeya, del siglo I d. C. Existía también la representación retratística funeraria en clípeos (los “clipeatae imagines”) realizados en metal y posteriormente pintados, con bustos en su interior, que Plinio describe muy bien, y pueden ser los sucesores de las máscaras de cera ya mencionadas y descritas también por él. Podemos observarlos en el interior de un sarcófago encontrado en Kerch, antiguo Reino del Bósforo, y actualmente en el Museo del Hermitage en San Petersburgo, en donde se representa a un pintor de retratos en su estudio, realizando un trabajo de tres paneles. En la pared del estudio, 3 retratos de busto, 2 de ellos clípeos y otro, muy parecido al único retrato encontrado con marco entre los ejemplares de “retratos de El Fayum”, hallados en Hawara, del que no se conserva nada, salvo el marco, el soporte con la “sombra” de un retrato y una cuerda que hace sospechar que estuvo colgado en una pared, de acuerdo a la costumbre griega. Probablemente, el dueño del sarcófago de Kerch se dedicaba profesionalmente a realizar retratos de difuntos. Sabemos que los emperadores romanos también se hicieron representar en retratos pintados, el ejemplo más obvio son las monedas o los bustos y estatuas. Un único ejemplo que tenemos de un retrato pictórico es el “tondo” de Septimio Severo con su familia (con su esposa y sus dos hijos, Caracalla y Geta). Se halló en Argelia y está fechado hacia el 200 d. C. Según Plinio, los retratos para rendir culto a los antepasados y los retratos funerarios, ya no se realizaban al escribir su “Historia Natural” (publicada en el 79 d. C), aunque en las provincias del Imperio, como por ejemplo en Egipto, esta tradición siguió, sobre todo al unirse con las prácticas funerarias egipcias y su concepción del Más Allá.
Las costumbres funerarias egipcias en el período grecorromano. La religión egipcia se diferencia totalmente de la romana en su creencia en la “otra vida”. La concepción griega se sitúa entre las dos, representando la muerte como 1
“Hebdomades vel de imaginibus”, en 15 libros, hoy perdidos.
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la aniquilación de la identidad del individuo en el reino del Hades, o, según los cultos mistéricos, como la deificación del alma del iniciado. El ser humano según la religión tradicional egipcia, se componía de una serie de elementos, los tangibles: el cuerpo o dt, el nombre o rn, el corazón o ib y la sombra o šwt, además del k3 (“el doble” o “fuerza vital”), el b3 (“enlace entre el más allá”, “lo espiritual”) y el 3ḫ (“espíritus gloriosos”, la parte espiritual imperecedera del individuo). La conservación del cuerpo y de sus elementos fundamentales era necesaria para alcanzar la existencia eterna, entendida como la continuación de la viva terrenal. A esa necesidad responde el ritual de momificación que conllevaba desde el Primer Periodo Intermedio la utilización de máscaras funerarias que protegían el rostro del difunto y facilitaban su identidad como un ser que habitaba en los dominios del Osiris., La “moda” de los “retratos” en momias, usados en lugar de las tradicionales máscaras funerarias, probablemente comenzó en Egipto durante el gobierno del emperador Tiberio (14-37 D.C) y se mantuvo durante unos 200 años. El “retrato” se colocaba sobre los vendajes que cubrían el rotro del difunto. La efigie del finado pudía acompañarse de representaciones de divinidades egipcias o símbolos. Se desconoce si previamente al entierro estos retratos habían sido usados, colgados en el hogar, o en procesiones funerarias.
La técnica de la encaústica. Según Plinio el Viejo, los maestros de la técnica fueron Arístides de Tebas (la Tebas de la Grecia continental), Pausías o Polignoto de Tasos. El mismo Plinio menciona tres “subtécnicas” relacionadas con el mismo arte: su ejecución sobre cera (posiblemente soportada en un elemento de otra naturaleza, tal vez madera) o marfil, posiblemente impregnado de color oscuro sobre el que se realizaban miniaturas raspando con ayuda del “cestrum” o espátula de metal calentada a fuego. Otra técnica mencionada por Plinio es que propia de la pintura de los barcos de guerra, que se aplicaba sobre la madera de las embarcaciones con pinceles. En el proceso de ejecución se usaba el “cauterium”, que calentaba partes de la superficie a decorar y ayudaba a fijar la cera de abeja que actuaba como aglutinante de los pigmentos aplicados. Es una técnica que soporta muy bien la luz, mantiene los colores originales prolongando en el tiempo el aspecto de “recién pintado” de la obra. El libro 7 de los “Diez libros de Arquitectura” de Vitrubio, dedicado a la pintura, hace mención del uso de la cera en la pintura mural y habla de la técnica que él denomina “cera púnica”, sin extenderse en explicar dicho concepto. Los retratos del Fayum, en su mayoría, están realizados con pincel y a espátula o “cestrum”, pero no sólo con cera caliente mezclada con pigmento, sino que en muchos casos esta técnica se ha combinado con temple o témpera que utiliza otros aglutinantes como gomas, colas, yema de huevo, entre otros. En el caso de los “retratos” parece haberse usado, en detalles de la representación, el temple con la goma de acacia o “goma arábiga” como aglutinante, recurso que les da el aspecto de estar realizados con mano suelta y segura. Las carnaciones y los ropajes a mendo están realizados a la encaústica, con cera y calentamiento. En su estilo se observa una síntesis progresiva en el tiempo de los rasgos faciales de los retratados, que coincide con el avance del arte paleocristiano sirio y copto, y aproxima estas obras de arte a los iconos bizantinos. En cuanto a los pigmentos utilizados en la ejecución de estas obras, Plinio ofrece varias ideas en su descripción de la pintura griega, que pueden corresponderse con lo presentado en las tablas del Fayum. Los considerados por el autor clásico son fundamentalmente “tierras”, ocres y óxidos (“sinopia”, “rubrica”, “paraetonium”, 4
“melinum”, “eretria” y “opriment”), y otros como los que denomina “minium” (plomo), “cinnabaris” (cinabrio), “chrysocolla” (probablemente obtenido del cobre),“indicum” (índigo, origen vegetal) y “purpurissum”(púrpura, origen vegetal o animal), además de unos cuantos más obtenidos de metales, de precio alto. El soporte de los retratos del Fayum era madera de roble, sicómoro, ciprés, higuera, cedro y cítricos, muchas veces entelado en lino. La madera estaba preparada para favorecer “el agarre” de la cera, con sulfato de calcio, carbón y pigmento ocre, resultando una superficie ligeramente granulada.
¿Quiénes son los representados? Todo parece indicar que se trata de miembros de las elites militares y/o religiosas, descendientes de colonos o colonos mismos, personas que podían costearse un oficio religioso de precio alto. En enterramientos de las mismas necrópolis de las que proceden las tablas con retratos o sudarios pintados en el mismo estilo, se han hallado individuos sin “retrato”, o con máscaras de yeso. Según W. M. F. Petrie, que encontró en Hawara muchas de estas obras, los más antiguos son los de “mayor calidad”; suelen ser “más realistas” y mayoritariamente femeninos. Los antropónimos que a menudo aparecen junto a la efigie de los retratados son griegos, egipcios, greco-macedonios o romanos. A veces también se indica en la pintura la edad del difunto al morir, y su filiación familiar. La moda de la época queda reflejada en las joyas, y los peinados, unos y otros romanos, con algo de retraso respecto a la moda de la urbs,Roma. Petrie sugería unos cuarenta años de desfase en la moda femenina, y diez en la masculina. En investigaciones recientes se han realizado escáneres a los cadáveres, comprobándose en muchos casos que la edad de muchos individuos al morir se corresponde con la de su representación. Se han llevado a cabo incluso reconstrucciones en tres dimensiones de los rostros representados. Si observamos los rasgos individuales de los personajes “retratados”, nos damos cuenta de los diferentes tipos étnicos, correspondientes a diferentes procedencias. Petrie reconocía en ellos griegos, macedonios, individuos de otras zonas de Europa, sirios e indios. De acuerdo a sus observaciones, El Fayum en época romana era un área muy cosmopolita, pero con esperanza de vida muy baja.
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