Mujeres en la Frontera. Cautivas de dos mundos Por Norma Risso

“Mujeres en la Frontera. Cautivas de dos mundos” Por Norma Risso. Objetivo La propuesta de este trabajo es indagar acerca del rol que cumplían las Cau

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“Mujeres en la Frontera. Cautivas de dos mundos” Por Norma Risso. Objetivo La propuesta de este trabajo es indagar acerca del rol que cumplían las Cautivas en la sociedad indígena a la que se integraban y las diferentes formas de resistencia que lograron oponer a la dominación tanto de indios como de blancos. Se tendrá en cuenta para ello el concepto de Frontera, en tanto espacio cultural concentrado, zona de contacto donde no hay un control efectivo, definitivo, de ninguna de las sociedades y, como consecuencia, las relaciones sociales se presentan como laxas en relación con el control ejercido por ambos mundos, el blanco y el indígena. Se considerará a las Cautivas como mujeres cristianas hechas prisioneras por los indios generalmente en un ataque a poblaciones blancas, en zonas de frontera, entre los siglos XVII y XIX en territorios pertenecientes al Virreinato del Río de la Plata.. Las fuentes a las que se ha recurrido son relatos de viajeros, diarios y diversas investigaciones historiográficas acerca del tema. Introducción Al reconocer la frontera no sólo como límite que separa a ambas sociedades, la originaria y la colonizadora, sino como el emergente de las relaciones culturales, económicas, sociales y políticas entre ambas, resulta imprescindible indagar en el papel de los individuos que se movían en esa franja de territorio común a ambos mundos y que, por lo mismo, no pertenecían totalmente al uno o al otro. Dentro de ese grupo se contaban los comerciantes de ganado y de armas activando el tráfico principal de la frontera, motivo de los mayores conflictos. También quienes comerciaban cueros, plumas y otros productos preciados en la época, tanto como quienes acercaban la sal, la yerba mate y elementos imprescindibles en la vida de la campaña como un buen cuchillo o un poncho. El contacto entre ambos mundos era tan estrecho que desdibujaba la línea de frontera dando origen a categorías sociales sólo reconocidas y tenidas por propias dentro de ese espacio particular. Los lenguaraces, que efectuaban de traductores para ambos bandos, los renegados, huidos de la civilización blanca, en la cual habían tenido algún conflicto que ponía en peligro sus vidas, para vivir entre los naturales del lugar a quienes brindaban un aporte imprescindible en forma de información, no sólo militar sino cultural, del enemigo, imprescindible para los indios a la hora de elaborar las estrategias en la guerra. También la presencia de indígenas, viviendo con sus toldos dentro de una estancia de frontera, y ejerciendo actividades tan diversas como peón rural o curandera. Dentro de estas categorías humanas identificables en la frontera, encontramos a los cautivos, pobladores blancos apresados en alguna incursión de los indios y llevados a las tolderías. También constituyeron un elemento importante que conectaba ambas sociedades, en lo económico, social y político. En ese contexto, aparece nítidamente recortado el rol de la mujer cautiva, dentro del grupo heterogéneo de los cautivos que habitaban en cada tribu, compartiendo prácticas mestizas e influyendo y dejándose influir por la sociedad en la que se integraban. Muchas investigaciones han explorado la función del cautiverio, presente como práctica establecida en innumerables sociedades desde tiempos muy primitivos1. Se han investigado no sólo 1

Los cautivos, como tales proceden de la captura de su sociedad de origen y a través de los procesos de despersonalización y de desocialización se convierten en esclavos, individuos sin lazo de parentesco, ni de afinidad, ni de vecindad, y por lo tanto aptos para la explotación. Una vez en manos de un amo, pueden ser asignados a cualquier tarea, sea cual fuere su sexo o su edad y sin que su condición, definida por esta asignación, les conceda una posición de privilegio. (Meillassoux 1990).

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la o las funciones sino también el o los significados que permitieran dilucidar si los cautivos eran para los apropiadores el bien de cambio que utilizaban con los enemigos, si se constituían en proporcionadores de subsistencia económica y política o si pasaban a ser los establecedores de líneas de relaciones sociales entre ambas culturas. El cautiverio de blancos fue posterior al de los indios en estos territorios americanos, ya que durante la conquista y colonización era considerado natural por los españoles apropiarse de nativos, a quienes convertían en esclavos y alzarse con sus mujeres como botín de guerra. En el presente trabajo, se parte del supuesto de que la función del cautiverio de blancos efectuado por los indígenas (cautiverio en general, donde incluimos mujeres, niños y hombres) constituía una empresa de carácter económico social, cumpliendo la población de cautivos las siguientes funciones: 1. Mano de obra para la agricultura y para el cuidado de ganado. 2. Botín de guerra, desde una perspectiva de conflicto, tensión; como recurso para mantener una cierta paz o entablar relaciones diplomáticas.2 3. Intercambio económico, con la sociedad hispano-criolla: el rescate. 4. Reemplazo de población, cubrir demográficamente las bajas producidas por la guerra. 5. Ser parte del comercio interétnico de esclavos. 6. Constituirse en medio indirecto de la acumulación, así como en medio político del poder de la clase dominante, privilegio de una autoridad. 7. Presentar una visión del mundo del Otro. Estrategia de adaptación cultural de la sociedad indígena, lograr retener al otro, aprehenderlo, para que el cautivo trasmita saberes. Si bien la apropiación, el cautiverio y la funcionalidad de la mujer blanca en la comunidad indígena obedecían, en líneas generales, a los parámetros enumerados anteriormente para todo cautivo, se puede asegurar que, por su condición de MUJERES3, aportaban otras particularidades consideradas muy valiosas por los captores: 8. Como vientre, desde la constitución de las relaciones de reproducción, desde las fuerzas productivas.4

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El siguientes documento testimonia la práctica de utilizar cautivos para entablar relaciones pacíficas con la Comandancia y poblaciones fronterizas. Como la devolución conjunta de cautivos para ratificar la paz. Doc. Bs.As. 6 de noviembre de 1752. Archivo de Indias, Indice S. Montero Nº 6/7474...."Llego un Cazique llamdo Posmay, auca de nación, quien quedo apalabrado con los Padres de benir ha hacerse christiano con toda su gente para lo cual dejo en prenda una cautiva prima del teniente alguacil mayor.....como tambien trae consigo otra señora y un paraguay cautivos: su gente se compone de 42 hombres de lanza 27 mujeres 8 muchachos y 16 niñas. Dicho cazique trae consigo tres hermanos todos quanto resueltos a morir entre christianos.................Junto este cazique vino otro llamado Ygnacio quien trae 19 hombres de lanza, 7 mugeres 13 muchachos y 2 niñas el que tambien pide ser christiano"......... 3

“Las narraciones e imágenes de malones y cautivas se revistieron de un valor simbólico en tanto invertían la situación de conquista y robo, no era el hombre blanco quien despojaba al indio de sus tierras, su libertad y su vida, sino el indio quien robaba al blanco su más preciada pertenencia.” Malosetti Costa, Laura, en Mujeres en la frontera. Historia de las mujeres en la Argentina. Taurus. 2000. 4

Palermo (1988) señala que las cautivas podían convertirse en esposas de sus captores, que así lograban sortear el costoso pago de dotes, o eran entregadas por éstos a otros hombres de la tribu a cambio de una dote equivalente a la que se obtenía por una mujer de la propia familia dada en matrimonio. Además de las funciones de reproducción biológica, estas mujeres cautivas se agregaban a la fuerza de trabajo femenina.

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9. Como señal de status de los jefes indios, quienes las tomaban como concubinas y luego los hacían padres de hijos mestizos. Dos signos que les permitían aumentar su poder ante otras tribus. Así planteado el tema, aparecería una condición específica, propia de su género, que convertía a la mujer en prenda más atractiva a la hora de la apropiación. Todas las investigaciones, basadas en relatos de viajeros y en documentos de época, en los cuales se transcriben dichos de los cautivos rescatados, dan evidencia de una fuerte y mayoritaria presencia femenina entre la población cautiva.5 Los trabajos realizados en las tolderías por estas mujeres cristianas, apropiadas generalmente en la zonas rurales, en estancias instaladas en territorio fronterizo, no diferían mayormente con las habituales tareas que llevaban a cabo en sus lugares de origen, entre los cristianos . De modo tal que la mujer blanca, apropiada en un malón generalmente, pasaba de ser mujer de un miliciano o poblador rural, a ser concubina de un cacique o capitanejo quien la incorporaba a su familia, compuesta a veces por varias mujeres y los niños comunes a todas, que eran criados colectivamente. En esa situación continuaban ejerciendo las funciones productivas relacionadas con el campo, 6 propias de las mujeres indígenas. Para imaginarnos cabalmente su situación, podríamos partir de la premisa de que cambiaban de amo pero no de situación. Sin embargo, las lecturas efectuadas y los registros tomados a mujeres objeto de canje, que volvían al mundo cristiano, dan cuenta de otra realidad más compleja. La mujer blanca cautiva habría sido capaz de crear ciertos mecanismos de resistencia cultural y, en ocasiones, hasta de jugar un rol preponderante en esa nueva sociedad de acogida, a la que no había llegado por propia determinación. Había quizás conquistado un status superior al que ostentaba en su lugar de procedencia. Desde esta perspectiva, por lo tanto, lo que se trata de proponer en este trabajo acotado, es una recuperación de la voz silenciada de estas mujeres de frontera, tan cautivas en uno como en otro mundo, a través de la anécdota nimia, del pequeño fragmento, elementos que permitan suponer que ahí subyace otro modo de leer la Historia.7 Tenemos, desde la Historiografía local, abonada por los relatos de los viajeros, una perspectiva del universo particular de la Frontera, dada desde la mirada del hombre blanco. Se nos muestra al 5

Las funciones que Socolow (1988) atribuye a las cautivas, son las de concubinas o esposas ya que proporcionaban poder, riqueza y status a sus captores. Por lo cual afirma que en períodos relativamente pacíficos, los indios estaban interesados principalmente en cautivar a mujeres y niños, mientras que en los lapsos de guerra capturar más hombres.. 6

Sobre la mujer cautiva señala el padre Falkner : ..."el cuidado de la casa está a cargo de las mujeres: ellas acarrean la leña, el agua, cocinan, hacen, componen y barren los toldos, soban y cosen los cueros y también las pieles menudas de que frabrican sus mantas o carpas, e hilan y tejen ponchos o macunas. Cuando viajan, son las mujeres quienes levantan todo, hasta los pelos de los toldos, y son ellas que tienen que plantar y volverlos a arrancar cada vez que se ofrezca hacerlo: ellas cargan, descargan y disponen las cargas, aprietan las cinchas de las monturas y le llevan adelante la lanza al marido"... (Falkner 1969:152).

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Al modo en que “ Historia del guerrero y la cautiva”, “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz” o “El cautivo”, entre otros, producen en el mundo literario: una inversión de la Historia a partir del pequeño relato que niega la versión del discurso hegemónico. El guerrero que decide defender la ciudad que está atacando, la europea que elige vivir junto a los indios o el moreno que se reconoce en la figura del que resiste al orden establecido, son ejemplos de la literatura borgeana donde siempre es posible pensar “lo otro” como propio y así invertir las caras de la moneda.

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exponente colonizador que resiste junto al Fuerte para mantener el avance logrado. De un lado, se hace presente la “civilización” del hombre europeo que descendió del barco y conquistó el “nuevo mundo”; del otro, la “barbarie” del indio que desconoce la tradición del otro, tanto como el otro desconoce la suya. En este mundo predominantemente masculino, la llegada de la mujer viene dada por el matrimonio con algún integrante de la milicia, comerciante audaz o poblador rural necesitado de hijos para las labores agrícolas o como soldadera o china cuartelera, al servicio del miliciano, no sólo en cuanto a lo sexual, sino en orden de las labores domésticas, con todas las obligaciones de una esposa de aquella época, aunque sin sus derechos. Estas mujeres, que llegan hasta el fin del mundo, construyen su propio mundo, también como un modo de resistencia y logran sobrevivir en condiciones difíciles, sin perder su identidad cultural y aún transmitiéndola a sus hijos, como podremos ver. Es de ese mundo cristiano, para nada idílico ni complaciente con la condición femenina, de donde provienen las cautivas que son incorporadas a la sociedad indígena. Pasan de una comunidad a la otra en ocasiones sin cambiar, precisamente, de penurias. Son incorporadas a una nueva vida donde se cruzan lenguas, se cruzan sociolectos, se cruzan culturas que logran convivir, a veces violentamente, otras en armonía, siempre influyendo unas sobre otras. Y es en esos cruces donde aparecen las historias de mujeres blancas que eligen quedarse con los indios8 y reniegan de su sociedad, sin por eso dejar de lado la cultura de origen que transmiten a su descendencia mestiza. Estas pequeñas acciones de resistencia efectiva, constituyen el objeto del presente trabajo. Cambio de amo pero no de condición Varias son las acciones de las cautivas en ese mundo al que son incorporadas. Muy pronto forman parte de la vida de los toldos, con mayor o menor fortuna, tienen hijos de sus amos indios, los crían en conjunto con las mujeres nativas y deben compartir los duros trabajos del desierto: arrear ganado, apartarlo según ciertas condiciones, cuerear animales, cosechar el maíz para el consumo, desgranarlo, molerlo; construir los toldos y levantarlos al partir, cargando todo ese equipaje de campaña en duras jornadas a pie por la pampa desierta y, como corolario, complacer a su amo.9 El trabajo más duro que realizaban, comentan los cronistas, era moler maíz; la mujer española no tenía la fuerza que había desarrollado la indígena, y este trabajo le resultaba agotador. Los cronistas señalan, asimismo, que su alimentación era frugal: un poco de maíz cocido en agua, porotos y yerbas del campo, la misma que recibía la mujer india. La mujer cautiva se convierte así en una mano de obra especializada que produce no sólo para la subsistencia sino también para el

8 “... Aureliana Beltrán, cautivada en Bahía Blanca hace cuatro años no pudo ser rescatada por no haber querido salir de los indios y que ha sido absolutamente imposible seducirla a que venga al lado de su familia” Declaración aparecida en un parte del fuerte Arévalo enviado por el Comandante en Jefe de la Frontera del Sud al Mtro de Guerra y Marina Don J. Matías Zapiola, el 28 de setiembre de 1858. Laura Malosetti Costas, op citada. 9

“La recién llegada pasaba a desempeñar el mismo rol que la mujer indígena, pero no siempre con el mismo estatus. La historiografía ha señalado que si bien los aborígenes valoraban a las mujeres españolas por sus talentos eróticos especiales, incorporaban a las cautivas a su sociedad como esclavas-concubinas, más que como esposas” Alegría Rebeca. Mujeres cautivas en la Frontera Araucana.1997

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comercio con los cristianos, una de las actividades económicas más rentables en la zona de frontera.. El rapto de mujeres blancas en las fronteras da lugar a la empresa del rescate por parte del propio estado .10 Muchos relatos al respecto abonan el imaginario colectivo. La sociedad blanca se organizó desde temprana época para rescatar a sus integrantes arrebatados por los indios. 11Sin embargo, no todos analizan el origen del interés generalizado por rescatarlas. Los motivos que alegan las crónicas de viajeros se basan en “ el dolor de sus familias” cuando recordemos que el rapto atacaba la honra sexual de la mujer; en tiempos en que el honor femenino consistía en conservar la virginidad y la reputación de virtud. Las niñas en edad casadera, si volvían de su cautiverio ¿cómo podían comprobar su virginidad? Tal vez los padres deberían aceptar como marido de su hija a un hombre que antes no hubieran aprobado; y las casadas ¿como enfrentarían a sus esposos a los ojos, con el fruto del pecado en sus vientres? Así las cosas, los rescates apuntaban fundamentalmente a los siguientes aspectos: • • •

salvar a las mujeres de la herejía evitar que los indios dejaran descendencia en ellas (mestizaje al revés) despojar a los indios de un aporte cultural valioso

Pero no todas las mujeres rescatadas querían integrarse nuevamente a su sociedad. Las había que se negaban al regreso cuando algún trato entre indios y blancos las ponía en dicha situación. González de Nájera describe el conflicto emocional que generalmente se producía en los rescates: "iban los indios a traer algunas cautivas las cuales ... no querían venir delante de los nuestros por verse preñadas, escogiendo por mejor partido el quedarse condenadas a perpetua esclavitud, antes de padecer vergüenzas a los ojos de sus maridos y de todo el campo". La unión ilícita entre indígena y cautiva no era aceptada por la iglesia, de ahí el interés por salvarles su cuerpo y su alma. Sin embargo, puede inferirse que no sólo éste era el origen de su decisión de permanecer en las tolderías. Contaban los hijos mestizos que habían concebido con su amo indio, las relaciones afectivas que habían ido forjando en el trabajo con las demás mujeres y, por qué no, también la presencia de ese compañero cobrizo con el que compartían la vida del desierto y que, en muchas ocasiones, tenía status de jefe, lo cual la colocaba en una situación de privilegio que nunca antes había gozado y que perdería definitivamente si retornaba.

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La mayoría de los intercambios o pagos de rescate se concretaban en los parlamentos. Después del alzamiento de los araucanos de 1655, los indígenas devolvían a las cautivas no sólo como una forma de obtener ganancias sino que, también, como símbolo de su deseo de convivencia pacífica en la frontera. De hecho el canje de cautivas fue uno de los elementos que contribuyó a estabilizar la situación de la Araucanía, ya que estaba presente en la mayoría de las negociaciones que tenían como finalidad pacificar el territorio. Alegría Rebeca. Mujeres cautivas en la Frontera Araucana.1997

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Frecuentemente los gobernadores y virreyes eran requeridos para contribuir a los fondos para el rescate de cautivos. Por ejemplo en 1788 el virrey Loreto donó un total de 633 pesos y tres reales para rescatar a algunos cautivos, probablemente capturados durante los malones sobre San Luis de 1776. Susan Socolow (1988)

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La resistencia silenciosa Por otra parte, no se puede asegurar, por la escasez de las fuentes existentes, que las cautivas estuvieran sometidas a malos tratos o debieran trabajar mucho más en las tolderías que en la sociedad de frontera de la que provenían, como pretende reflejarlo la literatura y el teatro escritos sobre esta temática en el Río de la Plata. La fuente más abundante de provisión de datos la constituyen los interrogatorios que los comandantes de las milicias de frontera llevaban a cabo, sistemáticamente, cuando procedían a rescatar cautivas. Pero estos registros (muy estereotipados, respondiendo a una forma impuesta rutinariamente) sólo hacían hincapié en los aspectos estratégicos militares que convenían al desarrollo de la lucha contra el indio. La mayoría de estos interrogatorios dan cuenta de preguntas acerca de distancias, caminos por los que se movían los contingentes indígenas, armas con las que contaban, ganado que arreaban, renegados que pudieran asistir a los indios como baquianos y otros pormenores que no arrojan ninguna luz acerca de las costumbres ni del trato recibido por esas mujeres durante su permanencia en los toldos. Sí cuentan estos interrogatorios con una descripción minuciosa de la edad y fisonomía del rescatado, su condición de origen y el modo en que había sido apresado. Sin embargo, algunos datos por demás interesantes se filtran a través de los registros estadísticos que se relevaban durante los avances de las campañas militares para extender la frontera blanca, y dan cuenta de diferencias entre cautivos de acuerdo a su género. En primer lugar, hay evidencia recogida durante la Campaña del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, que da cuenta de un número superior de cautivas mujeres, quienes doblaban casi en número a los varones. Posiblemente este hecho obedecía no sólo a que los indios apresaran a más mujeres, sino al hecho de que a ellas las conservaban mientras que muchos de los hombres capturados eran sacrificados. Pero lo interesante de estos datos aportados al interrogar a los cautivos rescatados, reside en otro tipo de diferencias observables entre mujeres y varones, que ponían en evidencia una resistencia sutil de las mujeres, quizás no organizada concientemente, pero sí efectiva y observable a largo plazo en tanto elemento de mestizaje y de sincretismo de las dos culturas. Cuando los soldados de Rosas toman contacto con estos cautivos rescatados notan que la mayoría de los hombres no hablan más que la lengua indígena de la tribu que los acogiera, habiendo olvidado totalmente la propia, mientras que las mujeres conservan la lengua española. Ya había antecedentes de esta misma situación en los relatos de Luis de la Cruz, un oficial español quien en 1806, cuado reconocía la ruta entre el sur de Chile y Buenos Aires, tomó contacto con Petronila Pérez12, nativa de Pergamino y cautiva de los pehuenches con quien conversó normalmente en castellano. Sorprendido el español por su habilidad para hablar la lengua originaria habiendo sido apresada de muy pequeña, le preguntó cómo había hecho para aprender la lengua de sus mayores, a lo que Petronila respondió que se la habían enseñado otras cautivas con las que compartía su vida en las tolderías. 12

Petronila había sido apresada a cortísima edad con sus hermanos, durante un malón en el cual sus padres fueron asesinados. Fue casada con el indio Carrilón, ya fallecido y luego con el hermano de éste, Marinan, con quienes tenía varios hijos. Precisamente, al interrogarla Luis de la Cruz sobre por qué no quería regresar a “la civilización”, respondió “porque quiero mucho a mis hijos” Citado por Susan Socolow (1997)

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No sólo este importante dato de preservación de su cultura aportó Petronila en la conversación con el jefe español, sino que abundó en detalles de sus contactos con cristianos a lo largo de los años de su cautiverio. Algunos, que iban de paso a los yacimientos salinos cercanos, dialogaban con ella acercándole las noticias de la sociedad blanca. Asimismo, recibía la visita periódica de sus hermanos quienes se acercaban normalmente a la toldería. Este relato puso en evidencia, no sólo el lábil espacio de la frontera como lugar de contacto, de intercambio y de mutua influencia, sino el nulo deseo de regreso de Petronila a la sociedad cristiana de la que ya, evidentemente, no se sentía parte. Los datos obtenidos por los viajeros y comerciantes blancos, que pasaban ocasionalmente por las tolderías, dan cuenta también de la preservación de la fe cristiana entre las mujeres, mientras que testimonios de cautivos varones rescatados ofrecen un panorama diferente.13 Con su accionar, las mujeres cautivas en las tolderías, producen un hecho de condena a la violencia, en tanto hecho destructivo de la coexistencia. Proponen, sin proponérselo, valga la redundante contradicción, una alternativa silenciosa a quien ostenta el poder violento de las armas. El hecho de conservar la lengua14 y de transmitirla a las pequeñas nuevas cautivas incorporadas a las tolderías, que pasarían sin duda la mayor parte de sus vidas entre los indios, evidencia un alto grado de conciencia lingüística y un deseo de preservación de la propia cultura. Todo lo cual no obstaculizó el lento proceso de asimilación a la cultura aborigen, con la que ostensiblemente se identificaban en gran parte. El funcionamiento de esa sutil red cultural de mujeres cristianas en las tolderías era posible también porque aparentemente eran mantenidas en grupos. En algunas áreas las cautivas parecían ser tan numerosas que prácticamente formaban su propia sub sociedad. Sin embargo, en ninguna crónica se hace referencia a una posible red cultural o informativa del mismo tipo entre los hombres cautivos. Otra forma de resistencia silenciosa y de preservación de la identidad propia de la mujer cautiva fue quizás la decisión de permanecer en las tolderías a pesar de ofrecérseles el rescate. Si bien las crónicas de la época, escritas por los hombres blancos, atribuyen este comportamiento a la vergüenza de presentarse ante la sociedad cristiana, no parece ser tan simple la explicación ante un fenómeno de por sí complejo. Por lo general los hombres cautivos parecían estar más deseosos de regresar a la sociedad blanca que sus pares femeninos. Precisamente, los registros de hombres blancos escapados de las tolderías superan en número a los de mujeres, a pesar de que eran ellas las mayoritarias entre la población cautiva. Posiblemente este hecho obedeciera a que las mujeres en su condición de “cautivas” eran menos infelices que sus pares masculinos y, por otra parte, retornar a ser una simple campesina luego de haber sido la esposa de un jefe indio, con las consecuencias previsibles de rechazo por parte de los blancos, no parecía ser un futuro atractivo.

13 “Al ser interrogado por el comandante de frontera sobre si se mantenía fiel a la doctrina de la Santa Madre Iglesia, el rescatado se disculpa diciendo que la había olvidado en razón de haber sido apresado muy niño...”Relación de los cristianos salvados ....AGH. P 55 56 14 En los registros tomados por las fuerzas de Rosas, en su campaña de 1833, sobre un total de 106 cautivos rescatados, figuran 42 mujeres que no saben español , mientras que los hombres suman 64 . Citado por Susan Socolow (1997)

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La evidencia directa da cuenta de que por lo menos una buena parte de las “rescatadas” intentaba volver a las tolderías de donde habían sido traídas. Muchas lo lograban y no se volvía a tener noticias de ellas más que a través de ocasionales pasajeros entre uno y otro mundo. A modo de Conclusión Por todo lo expuesto, queda como reflexión última y a modo de síntesis, considerar que la mujer de frontera, en su condición de cautiva, debió enfrentarse a una toma de decisiones trascendental, notoriamente distinta de la del varón, quien rápidamente elaboraba estrategias con el objetivo de huir y a quien la sociedad blanca acogía con agrado, por los nuevos conocimientos que aportaría desde su experiencia en las tolderías. Ella se vio en la disyuntiva de dejar hijos mestizos y de abandonar un mundo, distinto en costumbres, pero no más hostil que el medio rural del que provenía, para retornar a una sociedad que posiblemente la castigara por su involuntaria ausencia, relegándola a la marginalidad o encerrándola en un convento, en el mejor de los casos. Puesta en esta situación, a pesar de sus escasos saberes de mujer de la campaña del siglo XIX, fue capaz de elaborar una estrategia de supervivencia que le permitió, no sólo asimilarse a la nueva cultura, sino aportar la que ya traía, alimentando un sincretismo lento y persistente que se mantendría a través del tiempo. Una vez más la mujer, puesta en una encrucijada, fue capaz a de elegir el camino que deseaba recorrer, a pesar de condicionamientos, posibles sanciones y duras condiciones de vida.

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Bibliografía Alegría Rebeca. Mujeres cautivas en la Frontera Araucana.Ponencia presentada en Congreso de Araucanía. Santiago de Chile 1997 Bjerg, María M., El mundo de Dorotea. La vida en un pueblo de la frontera de Buenos Aires en el siglo XIX. Mago Mundi. Buenos Aires 2004 González de Nájera Alonso. Desengaño y reparo de la guerra del reino de Chile. en C.H.C.H Tomo XVI Imprenta Ercilla, Stgo. 1889.

Malosetti Costa, Laura. “Mujeres en la frontera” en Fernanda gil Lozano y al (dir) Historia de las Mujeres en la Argentina. Colonia y Siglo XIX. Tomo I Buenos Aires. Taurus. 2000. Mayo, Carlos (comp.) Fuentes para la Historia de la Frontera. Declaraciones de cautivos. Publicación de la Cátedra de Historia americana I. Universidad de Mar del Plata. Mar del Plata. 1990 Meillassoux, Claude. Mujeres, graneros y capitales. Ed. Siglo XXI, México.1977. Núñez de Pineda y Bascuñán, Francisco. Cautiverio feliz y razón de las guerras dilatadas de Chile. Tomo III Imprenta del Ferrocarril. Stgo. 1863.

Rotker, Susan, Cautivas. Olvidos y memorias en la Argentina. Buenos Aires. 1999 Socolow, Susan. "Los cautivos españoles en las sociedades indígenas: el contacto cultural a través de la frontera Argentina." En: Anuario IEHS. Nº 2. Instituto de Estudios Históricos y Sociales. Buenos Aires. 1987. Zapater, Horacio. "Testimonio de un cautivo. Araucanía 1599-1614." En: HISTORIA. Universidad Católica de Chile. 1988.

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