nació la ciudad de los Ángeles. La llegada del primer alcalde socialista elegido en democracia en 1980, don Enrique Tierno Galván, que pudo comprobar

1. PRÓLOGO El autor nos habla de barrios donde hemos nacido, echado raíces, crecimos y dimos nuestros primeros pasos, las primeras correrías, los

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1.

PRÓLOGO

El autor nos habla de barrios donde hemos nacido, echado raíces, crecimos y dimos nuestros primeros pasos, las primeras correrías, los primeros besos... Unos seguimos con nuestras vidas, algunos marcharon y otros quedaron. Escribir un libro es una tarea grata y emocionante, que te hace recordar y al mismo tiempo, hace volar la imaginación creando situaciones que te hubiesen gustado que se produjeran. No deja de ser una ficción pero eso sí, narrando la historia de una barriada cualquiera de Madrid. Nace desde el recuerdo de aquella gente que cuando éramos niños o cuando ni siquiera habíamos nacido, ellos forjaron las raíces de lo que hoy somos, gente honrada y trabajadora, gente que siempre tuvieron muy claro como guiarnos por el mejor camino, es un homenaje y agradecimiento a personas, lugares, bares, rincones, establecimientos. Se trata de reconstruir el ambiente de un barrio desde finales de los años sesenta hasta finales de los años noventa, es el homenaje a nuestros padres, a nuestros vecinos, a los trabajadores en especial a los de la Barreiros. En primer lugar y debido a que en este país la cultura es “cara”, he decidio poner como precio a este libro cero euros, es decir la descarga es gratuita, yo no he tenido la intención de hacer esto para ganar dinero, sino para homenajear a gente a la que le dedemos tanto. La acción narrada en esta serie de libros no sale de los arrabales, sus protagonistas sí obviamente, La ciudad los Ángeles, es un barrio de la periferia de Madrid que pertenece al distrito de Villaverde, habitada en su amplia mayoría por gente de Extremadura, Castilla, Andalucía y también madrileños, es un modesto barrio de gente trabajadora donde la droga dejó terribles heridas que nunca cicatrizarán del todo, en múltiples familias. Los nombres de los personajes son ficticios pero sus caracteristicas estan basadas en gente conocida de aquel lugar y de aquella época, tan solo se ha decidido utilizar los nombres reales de gente que existió como modo de homenaje para evitar que su memoria no caiga en el olvido. Del mismo modo se omiten nombres de por aquel entonces Miembros y Fuerzas de Seguridad del Estado. Los personajes fueron de lo más dispares, hubo jóvenes que llegaron a la Ciudad desde sus primeras construcciones a finales de los años cincuenta, cargados de ilusiones en aquellos difíciles tiempos, que decidieron implantar su vida en unas pequeñas colonias en construcción, en medio de la nada, rodeados de huertas, campos de tierra, y hasta restos de trincheras de la guerra civil, dichos terrenos años más tarde se convertirían en nuevas colonias. Antes de que aparecieran los primeros comercios, tenían que ir San Fermín, cruzando la carretera de Andalucía y atravesando el campo para comprar lo más básico. La vida era extremadamente complicada si lo comparamos con las comodidades de ahora, sírvase como ejemplo que, la basura era recogida por un señor que venía en un carro tirado por un burro sin especificar el número de días a la semana, dependiendo del número de habitantes de cada lugar. Posteriormente en 1960, comercialmente creció de manera mastodóntica Había aún mucho terreno virgen y edificable, y es así como justo al lado de estas grandes galerías se construyó un colegio público, el Barcelona, y cerca del cine al lado del bloque 90, comenzaron a construir otras galerías comerciales, más pequeñas pero que darían por igual un gran servicio a los residentes de los primeros bloques más antiguos debido a su cercanía. Así de esta manera

nació la ciudad de los Ángeles. La llegada del primer alcalde socialista elegido en democracia en 1980, don Enrique Tierno Galván, que pudo comprobar dando un paseo una mañana de domingo, como las aceras de este y otros barrios, no eran de adoquines como en las zonas adineradas de la ciudad sino que eran de gravilla y piedritas... Piedrecitas y barrizales, no existían zonas verdes En los límites, el cuartel de ingenieros y la fábrica de coches de Eduardo Barreiros, que albergó las fabricaciones de automóviles Simca, Chrysler, Talbot y por último Peugeot, su inolvidable sirena que anunciaba los turnos de entrada y salida, fue uno de los sonidos característicos del barrio. El grupo de amigos que protagoniza esta historia, parten del punto de inicio en la España de 1966, vivieron una infancia dura marcada por la migración en su inmensa mayoría, por una dictadura cruel e inhumana, que poco a poco y gracias al signo de los tiempos fue creando fisura tras fisura, llegando al aperturismo en cuentagotas. Los protagonistas de esta historia, músicos, albañiles, empleados de seguros, camareros, dependientes, o simplemente chicos de barrio. En los barrios contaban con un cuartel para que así Franco tuviera el control de la situación y evitar posibles levantamientos. Aun así, eran muy frecuentes y constantes, las manifestaciones, clandestinas. Como era de esperar, la sangre obrera derramada en cada movilización fue sustanciosa, pero el esfuerzo y el dolor merecían la pena ya que se conseguía el objetivo fijado, pero se pagaba un altísimo precio por ello, la policía de la época actuaba con una violencia muy contundente, no solo contra hombres, sino también contra mujeres y niños. En el último libro, la historia se desarrollada en los años ochenta y noventa, los hijos de los primeros protagonistas, serán los que tomen el nuevo relevo, ellos se encuentran una democracia asentada y firme, en unos años que realmente se vivió muy bien, había comodidad y una explosión cultural que dieron ganas de hacer cosas muy novedosas, a pesar de los problemas de crisis económicas, devaluaciones de la peseta y una altísima tasa de paro, estos protagonistas, de alguna manera han permanecido desde su nacimiento en el libro, ya que dicho nacimiento fue noticia y fue reflejada en la primera época. Ellos son los que terminan por concluir la historia de un barrio cuyos cambios poco a poco han ido perdiendo su esencia, la desaparición del pequeño comercio tras la aparición de grandes centros comerciales, la llegada de inmigrantes, el cambio de moneda y la ansiada construcción del metro, un metro que desgraciadamente llegó tarde para mucha gente del barrio que nunca pudo tomarlo, son toda una serie de acontecimientos que terminan por transformar el barrio que conocíamos antes por otro totalmente nuevo, pero estos dos últimos acontecimientos no se narran en el libro al estar fuera del margen de tiempo donde transcurre la acción de la novela, simplemente lo he mencionado para que el lector se haga una idea de cómo es actualmente y sus grandes cambios, de cómo era una barriada chabolista del siglo XX a como es ahora el mismo sitio pero en el siglo XXI. Deseando que esta historia sea de su agrado y de una placentera lectura, para usted que no ha vivido en el barrio puede que sea una historia más, pero para quien ha vivido en este barrio es más que probable que se sienta identificado con algún personaje, y es más, llegue a emocionarse, esta es mi particular misión al escribir este libro, que el lector tenga el mismo sentimiento que tengo yo al escribirlo. Javier Navas y Eduardo Hernández

Agradecer a toda esa gente que durante el verano de 2013 me han estado contando todo tipo de anécdotas, y de cómo estaba el barrio en cada época, sin ellos, sin ellas, sin su ayuda, este libro no hubiera podido escribirse, ellos saben quiénes son y les doy las gracias por todo, por esas charlas tan amenas, a mis padres, hermanos mayores, vecinos, amigos y comerciantes, con los que compartí tantos momentos, buenos y malos, y en memoria de todos aquellos que se marcharon y no pudieron tener la oportunidad de leer este libro. Aquí comienza la historia de este barrio situado en la carretera de Andalucía llamado Ciudad los Ángeles.

1 31 de diciembre de 1966 vísperas de Nochevieja en un mediodía frío, seco y con una escasa nieblilla con restos de la nevada del día anterior, un coche atraviesa la carretera de Andalucía en dirección Madrid, la solitaria carretera estaba llena de baches y enormes cerros dando la impresión que los coches circulaban en una extraña montaña rusa, subiendo y bajando, en dicho vehículo, viajan tres jóvenes, Quique de veinte años, ojos marrones, cabello castaño peinado a raya siempre, empleado de la factoría Barreiros y recién casado el pasado verano, Joaquín un año más mayor que Quique, tiene los ojos marrones y lleva el pelo negro y cortado al estilo beatle, compañero de trabajo de Quique, aunque también trabaja eventualmente como albañil, está acostumbrado a las continuas burlas de sus compañeros de trabajo por su particular corte de pelo, y Mariví de veinte años, tiene los ojos negros y de hermosa media melena rubia. El vehículo un hermoso Morris mil cien de color rojo, tiene un fuerte golpe en la puerta del co-piloto, golpe que dejó doblada la puerta y que fue producido por una pequeña distracción que tuvo el padre de Quique, don Manuel cuando salió del aparcamiento del Santiago Bernabéu después de ver con los chavales un partido de fútbol. Para reparar dicha puerta se dirigen hacia el famoso desguace de la avioneta, llamado así porque en lo alto entre una torre de coches está una bella cesna de color roja custodiando todo el inmenso panorama de inservibles coches. El Morris se va aproximando hacia el objetivo, la avioneta ya se puede divisar a pesar de la molesta aunque tímida niebla. -Ya estamos llegando. - Dijo Quique al resto de acompañantes mientras sostenía con la

boca un cigarrillo. -A ver si tienes suerte y encontramos una puerta para el Morris de tu padre.-Añadió Joaquín mientras observaba la avioneta. Tras una última maniobra el coche entra dentro de la finca, descubren un inmenso cementerio de coches y sobre los coches varios restos de aviones y avionetas, en dicho campo santo automovilístico hay dos hombres uno se encuentra sentado en una de las alas de la avioneta que sirve su interior de oficina comiendo un bocadillo y sosteniendo con la otra mano un botellín de cerveza, el otro hombre de aspecto mayor y de vestimenta campestre, saluda mientras el motor del Morris se apaga y salen los chicos del interior del coche. -Buenos días chavales, ¿Que se os ofrece? - Preguntó el hombre mientras observa la puerta abollada del vehículo. - ¡Hum! No hace falta que me lo digáis... Una puerta. - Dijo mientras sonreía al acercarse y comprobar aun más de cerca el daño del coche. -Correcto señor, ya lo está viendo, tiene un bonito leñazo. - Contestó Quique mientras señalaba la puerta tirando la colilla del cigarrillo al suelo. -Sí, si, ya lo veo, creo que... - Dice el hombre del desguace mientras gira la cabeza y busca con la mirada a su compañero, realiza un silbido fuerte y grita - ¡Nacho! ¿Quedaban puertas derechas para un eme ge? - Pregunta levantando fuerte la voz. -Voy a mirar dentro a ver. -Nacho el otro hombre del desguace contesta mientras baja las escaleras en dirección a otra pequeña finca llena de chatarra y toda clase de material para los automóviles. Tras esperar dos pequeños minutos, Nacho sale cargando con una puerta derecha de color gris y se acerca mostrándola a los chicos. -Esto es lo que hay señores. -Dijo el encargado del desguace, mientras Quique observa con sorpresa pero también con alegría al reconocer que la puerta le puede servir para el vehículo. -Sí, me sirve... ¿Nos sirve verdad? - Afirmó Quique mientras observaba el material y preguntó a sus compañeros. - ¿Nos la podría colocar ahora? - Preguntó nuevamente. -De acuerdo, claro que sí, además ya lo ves el día que es hoy, estábamos aburridos y punto de echar el cierre, en veinte minutos la tienes colocada, luego ya vosotros le dais una manita de pintura y quedará como nueva. - Afirmó Nacho. -Mientras tanto si queréis podéis esperar ahí en la casa Nicanor, es ese bar que está ahí justo saliendo del desguace. - Comentó el otro hombre, mientras los tres jóvenes se dirigían hacia la puerta. El bar de casa Nicanor, era una pequeña casa baja de aspecto centenario, en su interior, una modesta tasquilla regentada por un señor de aspecto anciano con una boina en su cabeza y un palillo entre los dientes. Los chicos entraron y pronto pudieron descubrir lo acogedor que resultaba aquel humilde bar gracias al calor que desprendía un brasero de carbón que había cerca del viejo mostrador de madera.

-Buenos días y felices pascuas, ¿Qué os pongo? –Preguntó el encargado del bar. -Dos Mahou por favor… ¿Mas tu qué quieres Mariví? – Dijo Quique de manera dubitativa. -Una Mirinda de naranja, gracias. – Contestó Mariví mientras se quitaba la bufanda. -¡Aquí tienes mocita! – Exclamó el encargado del bar mientras sacaba de la caja una botella. Y vuestras cervezas aquí las tenéis. – Prosiguió mientras sacaba dos botellines de cerveza de otra caja cercana al mostrador. – ¿Ustedes no sois de por aquí? -No, somos del barrio de al lado de la ciudad los Ángeles. – Contestó Joaquín mientras agarraba la botella por el cuello. -¡Ah! Ya ¡Uf! Claro llevan años que no paran de construir allí, llevan por lo menos diez años edificando de una manera tremenda, antes todo eso era campo, huertas, campo de batalla en la guerra, todavía quedan algunas trincheras al otro lado de la carretera - Dijo el encargado del bar. -Sí, y las sigue habiendo, justo al final del barrio por la zona de San Nicolás, ahí siguen las huertas, y los arroyos. – Interrumpió Quique al hombre del bar. -Jo, los arroyos, menuda peste que echan, por ahí no hay quien se acerque. – Añadió Mariví. -Claro muchachos, pero como sigan así, en otros diez años no van a quedar más huertas, solo hormigón y más hormigón. – Contestó el hombre del bar. -Y más gente, y más bares, y más gente que vendrán a este bar a consumir, jeje – Dijo Joaquín. -Claro, claro. – Dijo el hombre mientras se tocaba la boina. - ¿Y que habéis venido al desguace, alguna avería? – Preguntó nuevamente. -No nada importante, un golpazo que se llevó el otro día el padre de este cuando salía del fútbol. – Contestó Joaquín. -¡Ah! El derby del otro día, ganó el Madrid ¿No? – Dijo el hombre del bar. -Sí, con muchísima suerte pero si ganaron. – Contestó Mariví mientras sus compañeros hacían gestos de desaprobación. -¡Ya está la aletica esta! – Exclamó Quique, mientras Mariví levantaba los brazos haciendo gestos de negación con el dedo de la mano derecha. -No señor, no, vamos no fastidies, que en la segunda parte estaban relajados y casi los empatan.- Dijo Mariví de manera airada. -Pues claro, se relajaron para que no os metieran tres más, que Gento y Pirri están en racha. – Contestó Joaquín con una leve sonrisa. -Vamos, vamos, en racha, si, pues bien que estaban deseando que llegase el minuto noventa, pues estaban con miedo porque veían que los empataban. – Añadió Mariví que cada vez se iba enfureciendo más con sus amigos.

-¿Y del Aleti quien metió el gol?- Preguntó el dueño del bar sonriendo al ver que una mujer discutía por el fútbol. -Mendonça al poco de empezar el segundo tiempo – Le dijo Mariví al dueño del bar- Y vale que sí, que al principio la primera parte fueron un rodillo y se fue el Madrid con dos a cero pero en la segunda se durmieron… ¡Huy! Si los partidos durasen cien minutos les habrían ganado. – Continuó Mariví mientras daba un trago largo al refresco, mientras Quique mira el reloj. -Bueno yo creo que ya nos habrán colocado la puerta… ¿Qué se debe maestro? – Le preguntó al dueño del bar. -A ver, dos cervezas y una Mirinda, son… - El hombre calculaba con los dedos. – Veinte pesetas con cincuenta céntimos. – Añadió con rotundidad. -Muy bien pues aquí tiene. – Dijo Quique mientras sacaba el dinero del bolsillo. – Ahora cuando lleguemos al ciudad tú pagas otra pero solo a nosotros. – Le dijo a Joaquín. -Estupendo chicos, bueno pues que tengáis un feliz año nuevo y chiquilla no te enfades tanto por el fútbol, ya ganará tu aleti. – Dijo despidiéndose el hombre mientras Mariví abría la puerta y giraba la cabeza sonriendo tímidamente. -Gracias igualmente. - Contestó Mariví mientras sostenía la puerta despidiéndose de aquel hombre tan simpático. Una vez dentro de nuevo del desguace de la avioneta, los chicos pudieron comprobar el perfecto trabajo realizado, la puerta derecha había sido colocada en lugar de la maltrecha puerta original, solo faltaba pintarla pero eso ya era un trabajo menor que realizaría el dueño del vehículo otro día, hoy es Nochevieja y toca divertirse y disfrutar en familia y amigos. Los tres chicos se metieron en el coche y Quique lo condujo en dirección hacia la Ciudad los Ángeles. A la entrada de la ciudad, una fila a la derecha de enormes bloques de siete pisos cada uno da la bienvenida a los coches que atraviesan el aun joven asfalto, el primero de ellos, el bloque treinta y siete, posee un enorme letrero en el que puede leerse el nombre del barrio, en letras blancas. A la izquierda otra serie de bloques unidos, también altos, algunos de ellos con sus locales comerciales todavía sin estrenar (vírgenes y sin estrenar es redundante) seguidos de más bloques de siete pisos, de reciente construcción de noventa metros cuadrados, tres habitaciones con ventanas de madera de triple apertura, y una amplia práctica terraza. A un lado y otro de la carretera los bloques hacen el pasillo a los coches que entran y salen de la ciudad cual equipo de fútbol que antes del partido se dispone a jugar la contienda con el líder del campeonato. Seguidamente, al frente, en el horizonte, el majestuoso bloque noventa; un enorme coloso de doce plantas, acompañado por un altísimo depósito de agua construido por los militares a mediados de los años cincuenta para abastecer a la entonces escasa población, cerca a dicho depósito encontramos dos centros de actividades de ocio, un cine y una sala de fiestas: el cine Zafiro y la sala Turquesa. Quique aparca el coche en las inmediaciones del bloque treinta y uno, justo en frente del bar donde se han reunido con más amigos de la pandilla, el bar la Ciudad, situado en el bloque treinta y ocho, la numeración de los bloques es bastante desordenada y en muchas ocasiones

la gente que venía de fuera le solía costar mucho trabajo encontrar el bloque a dónde dirigirse. Los chicos salen del coche, esperan a cruzar la carretera, el tráfico no es muy fluido debido a que se acercaba la hora de comer, allí habían quedado con otros compañeros de pandilla y con Paloma, la mujer de Quique, tras cruzar la carretera y sortear un pequeño muro logran entrar en el interior del bar. Entran en el bar la ciudad, un bar moderno, que se respira pop por los cuatro costados, gracias a la mayoría de su clientela, gente joven y gracias también sobre todo a su gramola Rennotte ya algo vieja, una máquina de discos con capacidad para cien discos y un potente amplificador de veintiocho vatios, que ya tenía sus añitos y algunas veces se había averiado pero continua manteniendo un excelente servicio, casi siempre hay algún disco sonando, ahora en el momento que han entrado los chicos las paredes de la Ciudad se visten de Soul, gracias a la música de Wilson Pickett y la canción “land of the 1000 dance”. La barra del bar es bastante espaciosa, tiene forma de U, y dos camareros a veces los sábados por la noche no son del todo suficientes para atender a todos, el bar cuenta también con taburetes y unos cómodas sofás vestidos de cuero rojo con su respectiva mesa. En uno de estos sofás Paloma esperando a Quique, Paloma, tiene dieciocho años, vive con Quique en el bloque sesenta y cuatro, muy cerca de la factoría de Barreiros, tiene pelo moreno muy largo, ojos negros, es una experta cocinera y sueña con aprender a conducir. Junto a ella Lolo y Marifé, le hacían compañía en la mesa ante un desordenado desfile de vasos y botellas de refrescos. Lolo tiene veintidós años, es rubio con los ojos azules, trabaja en la factoría Barreiros al igual que Quique y son muy buenos compañeros y amigos, son vecinos en el mismo bloque, y además comparten también su afición por la música, ambos acaban de formar un grupo llamado Estridentes, Lolo es el organista y prácticamente un hermano para Quique. Joaquín es junto con Quique es la guitarra rítmica del grupo, los demás compañeros de conjunto son Ángel es el bajista y Víctor es el batería. Los cinco solo han podido ensayar en unas pocas ocasiones en un local de otro grupo. Marifé, tiene diecinueve años, rubia pelo muy largo y ojos azules, vive en el mismo bloque donde está situado el bar La Ciudad el bloque treinta y ocho, le encanta la música rock y tiene fama en el barrio de ser muy distinta al resto de las demás chicas, muchos chicos van detrás de ella ya que posee un físico muy bonito. Eso sí, a ella no le interesa aun formar una familia se considera una mujer muy independiente. Los chicos se saludan de manera muy efusiva es vísperas de Nochevieja y la alegría se contagia en cada lugar de la ciudad, mientras Paloma se levanta del sofá y se acerca a Quique. -Que mañana me han dado unos niños ¡Tres veces que han puesto el tamborilero de Raphael! Ya cuando se marcharon tuve que poner la primera canción que saliese. – Exclamó Paloma mientras se tocaba la cabeza – Bueno ¿Ha quedado bien el coche de tu padre? -Pregunta Paloma a Quique mientras se levanta y le da un beso en la mejilla. -Sí, bastante bien, solo hace falta pintarla pero bueno ya lo haremos en otro momento cuando pasen las pascuas. - Contestó Quique mientras se acerca a la barra del bar. -Bueno chicos yo me voy a comer. –Dijo Joaquín. -¿No te quedas? – Preguntó Quique. - ¿Vosotros que queréis tomar? – Nuevamente pregunta al resto de amigos. -No, no puedo me encantaría, pero imposible, bueno si no nos vemos antes, que paséis una

buena noche. – Dijo Joaquín despidiéndose. -Yo una Mahou y ella otra – Dijo Lolo señalando a Marifé. -Yo tomaré una coca cola Quique… Por cierto te ha llamado Víctor al poco de irte, que el martes ha quedado con uno para venderle una batería. –Dijo Paloma. -Eso es fantástico… ¡Joaquín! – Exclama en alto hacia Joaquín que estaba a punto de salir del bar. -¡Eh! ¿Qué tal? – Preguntó Joaquín algo extrañado por el alboroto. -Que Víctor ha quedado con uno para ver una batería.-Dijo Quique de manera muy alegre mientras agarra con un fuerte zarandeo a Joaquín. -¡Vaya! Esto sí que es prosperar en año nuevo. – Añadió Joaquín. -Ramiro, ponme otra coca cola como a Paloma. Y oye chicos, una cosa… ¿Y por qué no me dejáis entrar como cantante al grupo? – Dijo Marifé mientras sacaba un paquete de su abrigo y se encendía un cigarrillo. -Ya te lo hemos dicho muchas veces, hacemos música instrumental. No hay cantos, solo instrumental. –Respondió Quique mientras agarraba el botellín de cerveza. -¡Bah! Pero se pueden compaginar las dos cosas, es decir. – Marifé se levanta hacia la barra. -De momento esto es así, más adelante, ya se verá. – Concluyó Joaquín mientras se decidía a marcharse. – Y bueno ahora si que si, feliz año a todos. – Abre la puerta, sonríe y saluda a todos los presentes en el bar. -Bueno Joaquín, no sé si esta noche nos veremos, si puedo te llamo y te vienes a tomar las uvas con nosotros. - Dijo Quique mientras apuraba su cerveza. - Oye Paloma me voy a casa de Víctor a ver que me cuenta, no tardaré. La noticia de la posible compra de la batería por parte de Víctor, hace que apresuradamente Quique se beba de manera rápida la cerveza y decide ir en busca de su amigo que vive en el bloque sesenta. Al llegar allí le llama a voces por la ventana, se asoma su madre diciendo que no está, que había ido a un recado a Leal, que es una tienda de electricidad que está justo al lado del Bar la Ciudad en el bloque treinta y nueve, en los locales subiendo unas escaleras. Quique al llegar allí y entrar en la tienda logra verle junto con el dependiente, el señor Leal comprando unos cables. Víctor es el mayor de los amigos tiene veintitrés años, toca la batería en el grupo convencido por Lolo ya que al principio no las tenía todas consigo y pensaba que el grupo era una pérdida de tiempo, tiene el pelo castaño y los ojos negros, es a su vez compañero de Barreiros, y comparte con Marifé su afición por el rock y también la música psicodélica, por su vestimenta y pelo algo largo al igual que Joaquín le hacen buscarse más de un problema, es un gran aficionado al fútbol su equipo es el Atlético de Madrid. Quique llega a la tienda de Leal, una tienda compuesta por dos mostradores, uno de ellos enorme al fondo del local y otro más pequeño a la izquierda, y en las paredes toda clase de utensilios y material relativos a dicho gremio.

-¡Que buena noticia! – Exclamó Quique mientras abría la dura puerta metálica de color negro y con un tirador en forma de triángulo. - Me lo acaba de contar tu madre. -Hola chico. – Saludó el señor Leal. -Hola Quique, si, está por ver, primero quiero ver la batería, ya sabes cómo soy yo. – Saludó Víctor mientras continuaba buscando cables. -Si ya lo sé, cabezota y alético, déjame que vaya contigo a verla.- Dijo Quique con una gran sonrisa. -Víctor míralos rápido que mira qué hora es y tengo que cerrar. – Dijo Leal mientras miraba el reloj que ya eran cerca de las dos. -Sí, sí, no le robo más tiempo señor Leal, le compro esto dos. – Contestó Víctor. -Oye te espero en el Ciudad que estamos allí Paloma, Marifé y Lolo, ¿Vale? – Le dijo Quique a Víctor mientras este sacaba el dinero del bolsillo. -Vale, ahora voy. – Dijo Víctor. La tarde en casa de Quique y Paloma transcurría como cualquier tarde noche de invierno, de no ser porque era año nuevo, y aun no sabían cómo festejar o como pasar la noche, es cuando deciden invitar a sus amigos para celebrar una pequeña fiesta, una reunión. Quique y Paloma viven junto con Lolo en el bloque sesenta y cuatro, uno de los numerosos bloques blancos que se construyeron para los trabajadores de Barreiros. El piso era pequeño de unos cuarenta y cinco metros cuadrados aproximadamente como la inmensa mayoría de los pisos de las casas blancas, estaba decorado por un par de pequeños muebles bajos, un par de sillones, una mesa y tres sillas y en la pared un hermoso cuadro que les regaló Cristina, una joven prima de Paloma que estudia bachillerato. No tenían televisión, estaban ahorrando para comprar una, aun así la casa siempre parecía tener un hilo musical gracias en algunas ocasiones al tocadiscos que tienen en el salón y otras veces a la habilidad que tiene Quique a la hora de tocar la guitarra y a su pequeño amplificador, sus ventanas daban a un triste y siniestro paisaje, los muros del cuartel general de ingenieros, cada barrio obrero tenía su cuartel, así Franco de esta manera controlaba los barrios que pudieran ser un problema para él. Cuentan los viejos que anteriormente antes de ser un cuartel, fue un campo de concentración. -¿Tenemos uvas para todos? - Preguntó Paloma. - Anda ve llamando a estos que menuda mala suerte van a tener si no se comen las uvas. - Comentó mientras sonreía. Quique comenzó a llamar por teléfono a todos sus amigos mientras Paloma terminaba de preparar en la cocina unos riquísimos filetes con patatas, las comidas lujosas y las celebraciones de etiqueta estarían en otros barrios, en este en cambio un matrimonio de recién casados en un barrio obrero cualquier sencillez se convertía en todo un manjar. Quique recibe la negativa de Lolo porque no se encuentra bien y prefiere quedarse en casa. Suena el timbre de la puerta, Paloma al abrirla descubre que se trata de su vecino y amigo Manolo, que es un joven compañero de trabajo de Quique que por sus gustos y aficiones hace que sea el más diferente de la pandilla, tiene veintidós años, como la mayoría de ellos vino siendo muy

pequeño al barrio procedente de un pueblo de Badajoz, tiene la tez morena, ojos negros y tiene unas enormes patillas y un bigote que rodea toda la boca hasta llegar a la barbilla, le gusta los toros y la música tradicional española, siendo Manolo Escobar uno de los cantantes que habitualmente escuchaba, es un cliente habitual del cine Zafiro cuando hay sesión continua de películas del oeste y por su personalidad que es bastante machista suelen ser frecuentes continuas discusiones con Marifé y otras mujeres. Paloma invita a pasar a Manolo que era uno de los invitados a tomar las uvas en el piso de la pareja, al entrar observa como Quique se encuentra hablando por teléfono, al terminar la conversación como es lógico comenzaron a hablar de las cosas del trabajo, anécdotas, y nuevamente salió a relucir el último partido con sus continuas discusiones entre un merengue y un colchonero. Finalmente con el paso de las horas, los tres jóvenes cenaron y brindaron con cerveza, después llegaron María, Luisa y Joaquín, las chicas son dos amigas de Paloma llegaron con dos botellas de sidra y más racimos de uvas traídos de la frutería de don Genaro, María es igual que Marifé en el terreno musical, tiene veinte años, cabello rubio, ojos negros y algún kilito de más, vive en el bloque uno en el mismo bloque donde está la primera farmacia que se abrió en el barrio muy cerca de la Colonia del Ahorro, una recién construida urbanización en la entrada de la ciudad, donde anteriormente había un terreno lleno de areneros. Luisa de también veinte años en cambio, es castaña con el pelo muy largo tiene los ojos claros, consiguió el carnet de conducir hace un año aproximadamente y de vez en cuando su padre le presta su coche un nuevísimo Seat ochocientos cincuenta que tiene el mismo tiempo que su carnet de conducir, de padres andaluces ella también como la mayoría de los chicos le gusta el pop y el rock, eso sí que sea cantado en castellano, el inglés no lo entiende. Los chicos continuaron hablando de sus cosas mientras Paloma terminaba de preparar las uvas en la cocina en compañía de las chicas buscaban una emisora en una pequeña radio para poder escuchar las campanadas. El salón parecía una estación de tren con tanto humo de cigarrillo, los chicos seguían discutiendo por el partido de fútbol mientras Quique colocaba en el tocadiscos un vinilo de Buffalo Springfield, un grupo de folk norteamericano. -Chicos, cuanto humo, voy a abrir un poco la ventana. - Dijo Paloma mientras salía de la cocina al contemplar la humareda en dirección a la ventana. -Pero merengue del demonio, ¿Que música has puesto? – Preguntó Manolo con un tono algo molesto pareciendo un paciente en cama. -Buffalo Springfield, ¿No los habéis escuchado nunca? –Dijo Quique mostrando la portada del disco. -No los conozco pero no suenan mal. –Dijo María debajo del marco de la puerta de la cocina, mientras continuaba girando la ruedecita del pequeño transistor. -Bueno, a Manolo le sacas de Juanito Valderrama y Manolo Escobar y se pierde. – Contestó Joaquín con una leve carcajada. -Esos por lo menos cantan en español, ¿A ver los sprinfiles esos que carajo están diciendo? –Dijo Luisa acercándose a Joaquín. - ¿A ver venga tradúceme listín? -Jajaja, pero tranquilos que estamos en Nochevieja, anda ve al bar y pídeles de la rockola el

disco del Tamborilero de Raphael. – Dijo Quique con una enorme carcajada. -No hace falta ir tan lejos, yo lo tengo, si queréis voy a casa a por él.- Contestó Manolo levantándose del sillón. -Ni se te ocurra vamos, quédate ahí quieto, que ahora te traigo las uvas. – Dijo Paloma, mientras terminaba de sacar las copas. – María ¿Dónde están las botellas? -¡Ande, ande, ande! La marimorena, ande, ande, ande que es la Nochebuena. – Cantaba María mostrando en cada mano, dos botellas de sidra, ofreciéndole una a Joaquín que forcejea con el intento de abrirla. Finalmente lo consigue un seco y fuerte sonido similar al disparo de una pistola, adornado con un pequeño brote de espuma se escapa por la boca de la botella. -¡Feliz año nuevo! – Grita Joaquín al unísono que todos responden por igual. -¡Feliz año nuevo! – Gritan los cinco jóvenes a la vez a Joaquín. La alegría se vio por un momento interrumpida por el sonido del timbre, que alarmó a todos, en especial a los dueños de la casa. -¿Esperabais a alguien más? - Preguntó Luisa en voz baja y con un ligero temor. -No palabra de honor, que no. – Contestó Paloma. El temor es más que evidente, ya que en épocas de dictadura la policía en los barrios obreros cometía todo tipo de atropellos, sobre todo visitando de noche y sin previo aviso cualquier casa. Las reuniones de más de seis personas estaban prohibidas, si no se pedía permiso en la comandancia de la Guardia Civil o en la comisaría de Policía. Realizar una reunión sin este permiso podría acarrear serios disgustos a los dueños de la casa o local donde se realizase, pudiendo incluso las fuerzas del orden acusar de sedición o conspiración contra el estado. La libertad solo se respiraba en espacios pequeños y en grupos muy reducidos. El timbre vuelve a sonar de manera más intensa, Quique decide abrir la puerta, con valor pero con el temor escondido. -En fin, es Nochevieja, no creo que se atrevan a tanto. –Dijo Quique a todo el grupo de amigos mientras agarraba con fuerza el picaporte de la puerta, cierra los ojos y se dispone a abrirla. – Que sea lo que Dios quiera. -¡Feliz año nuevo jóvenes! – Exclamó don Bernardo y su mujer Doña Pilar, los vecinos de al lado. – Pasar a nuestra casa a tomar las uvas y os invitamos a brindar con nosotros. -Invitación aceptada don Bernardo. – Contestó Quique cerrando los ojos, suspirando y con una gran sonrisa de oreja a oreja. Faltaban cinco minutos para que el año nuevo 1967 llegase. -Pero bueno, ¿Cuántos sois? – Preguntó don Bernardo sorprendido al ver la cantidad de jóvenes que había en la casa. -Sí, ya lo ve, estábamos celebrando el año nuevo, por eso al ser tantos y escuchar el sonido del timbre nos hemos asustado un poco. – Añadió Paloma acercándose al descansillo de la puerta.

-¡Ah no! No os asustéis, hoy estos, están ya con una cogorza como un piano, pues menudos son. – Dijo don Bernardo. – Venga jóvenes, pasar, pasar, así podréis ver el reloj de la puerta del Sol que acabamos de comprar una televisión la semana pasada. -Ves, ves, a nosotros los Reyes Magos también nos traerán una. – Dijo Paloma entrando dentro de la casa. -Bueno quedaros aquí chicos, ahora después de las uvas continuaremos con el brindis. – Dijo Quique al resto de amigos mientras salía de su casa. -En fin, tomaremos las uvas y brindaremos nosotros y luego… Volveremos a brindar. – Dijo Manolo con una gran sonrisa mientras destapaba la otra botella de sidra. Suenan campanas de cuartos desde el altavoz del pequeño transistor y en breves instantes las doce campanadas, los amigos sonríen y toman las uvas al mismo ritmo de las campanadas. -¡Feliz año 1967! – Exclama el locutor de la radio. Mientras María y Luisa se funden en un fuerte abrazo. -Ya verás como tú y Paloma, este año te sacas el carnet, ya lo verás, ya haremos prácticas tú y yo, cuando consigas la pegatina del ochenta. – Dijo Luisa mientras continuaba abrazándose. -¡Eh! Venga, venga, a ver, que nosotros también queremos abrazo.- Dijo Manolo. -Anda ven aquí porompompero, jajaja – Dijo María haciendo un gesto cariñoso a Manolo. -¡Uf! Aquí huele a romance. – Dijo Joaquín mientras las dos chicas hacían pequeños gestos de burla. -A envidia más bien. – Contestó Luisa de manera sarcástica mientras toma su copa de la mesa. -¡Arriba… Abajo… Al centro y… Pa dentro! – Gritaron todos. -¡Feliz año nuevo! – Exclamaron todos al unísono. – Feliz año nuevo. La noche avanzó tranquila, serena y en paz, una paz solo alterada por el sonido de la alegría que pueda desprender alguna casa colindante. Joaquín, Manolo, Quique y María continuaron bebiendo, mientras Paloma y Luisa quedaron dormidas abatidas por el cansancio en el sofá. -¿Os acordáis cuando éramos chicos? – Preguntó Manolo con una enorme carcajada producida por el exceso de alcohol.- ¿Os acordáis de cuando íbamos a ese arroyo? -El río negro le llamábamos. – Añadió Joaquín. -Sí, pues claro que me acuerdo, ¡Eh! Y de cuando ponían la feria donde la colonia del ahorro, que todo aquello era un arenero, aquello parecía como estar en una película del oeste, todo desierto y lleno de arena. – Respondió Quique. -Claro, menudos veranos bonitos que pasábamos, nada comparado con los inviernos, menuda nevada cayó en el sesenta y dos.- Añadió Manolo mientras se encendía un cigarro. –

Y hoy además, he visto nuestro reflejo en unos niños, hoy tuve que ir al Cruce y al pasar por las huertas y por el arroyo, había unos niños jugando, el agua estaba tan sucia como cuando llegamos al barrio o más, y estos niños tenían una caja de cerillas y…- Concluyó Manolo mientras se levanta del sofá y se asoma a la ventana. -¿Prendieron el gasóleo? – Preguntó María. -Sí… Y a raudales. – Respondió Manolo mientras no paraba de reírse, poco a poco la risa se fue acompañando de más carcajadas de los demás chicos. -Hay que ver qué juegos. Y allí pasando la carretera, más allá, hay todavía trincheras de la guerra civil, ¿Recuerdas como jugábamos a los indios y americanos? – Dijo María. – En realidad los niños de esta generación no son tan diferentes a nosotros. -Ahí también van a construir casas en el futuro, como va a crecer el barrio. Acordaros de cuando llegamos aquí a este barrio. No había nada, o casi nada, mi abuela le decía a mi madre que nos habíamos venido a vivir en medio de la nada. Y lo que decías de la nevada de aquel año, fue tremenda, casi no se podía ni circular, lo recuerdo perfectamente, y menudo trajín comprar el carbón en la carbonería que hay donde el depósito, solo estaba esa y como se aprovechaba el dueño, la cola tan tremenda de gente que había, podías tardar una hora y media perfectamente, como recuerdo la cara de mi padre, todo enfadado cuando venía. – Concluyó Quique asomándose a la ventana junto a Manolo. -Cuando llegamos al barrio, menuda paz, y cuando no se tenía coche, tenías que tener controlado los horarios de la Adeva y que no se te escapase, o irte andando hasta San Fermín o a Villaverde Alto a cualquier cosa.- Dijo Joaquín mientras observaba como se había vaciado su vaso. - ¿Y os acordáis de cuando venían los camiones a vendernos el chorizo, el vino, el aceite y todo eso? -Sí, cuando aun apenas había tiendas y estaba todo por construir. Solo estas casas que las hicieron para nosotros, para los de Barreiros. Bueno chicos, esta también se retira. – Dijo María aguantando un bostezo. - ¿Tú te vienes o te quedas Joaquín? No me apetece irme sola. -Si yo también me voy pero… ¿Qué hacemos con Luisa? – Dijo Joaquín -Déjala que duerma con Paloma, así Manolo y yo seguimos charlando de nuestras cosas. – Respondió Quique. -Vale, como queráis, bueno que feliz año nuevo y que ya nos veremos. – Dijo Joaquín. -Feliz año.- Respondió Quique -Feliz año. –Se despide María mientras se dirigía a la puerta. – Bueno nos vamos, hasta mañana o hasta cuando se nos pase la castaña. María abre la puerta mientras Joaquín le sigue detrás, bajando las escaleras, Quique hace un gesto de despedida y cierra la puerta. -¿Otra cerveza Manolo? – Preguntó Quique a su amigo. –Vaya frío que hace. -Frío, el que pasamos en la mili, eso sí que era frio. – Dijo Manolo mientras Quique insistía

con dos botellas en la mano.- ¡Uf! Que va creo que yo también me voy a ir marchando. – Respondió Manolo con aire cansado. – Además fíjate como estoy, que no me tengo en pie. -Vale compañero, mañana será otro día, feliz año porompompero. – Dijo Quique con una leve carcajada. -No despiertes a las chicas. – Dijo Manolo. -No, no lo haré. – Respondió Quique. Finalmente Quique se quedó solo, asomado a la ventana, fumando un cigarrillo y observando los tristes muros del cuartel, mientras se escuchaba de fondo ruidos y más ruidos de las casas cercanas celebrando la Nochevieja.

2 Los días de adviento y fiesta pasaron y llegó el frío Enero, Luisa y María habían quedado con Marifé para ir a buscar a una chica que se llama Maritere y que vive por los bloques doscientos, entran en el bar la Ciudad para ir a buscar a Marifé, es habitual encontrarla ahí que apretar el telefonillo del tercero, las chicas abren la pesada puerta negra metálica y al entrar en el bar efectivamente ahí estaba ella, junto a la máquina de discos tras insertar una moneda y dar a dos teclas observa como la enorme ruleta de discos gira hasta detenerse en uno de papel azul y vinillo negro, comienza a sonar The Beatles y su tema de paperback write, Marifé sonríe moviendo la cabeza saludando a sus amigas y haciendo señas a Ramiro el camarero con el típico gesto de ponme algo a mis amigas. -Ya estamos con los marcianos que no se les entiende.- Refunfuñó Luisa en tono bromista hacia Marifé. -Un respeto Luisi que son los Beatles, -Respondió Marifé al mismo tiempo que continuaba bailando y moviendo la cabeza ante la mirada atónita y alegre del resto de la clientela del bar. Son los reyes... ¡Los mejores! -Lo que tú quieras, pero deja de moverte así que estás dando un espectáculo. - Dijo Luisa mientras observaba como un sonriente Ramiro le servía las dos limonadas. -¡Oye Ramiro! Que no te he pedido nada. - Exclamó sorprendida Luisa mientras María no paraba de reír acompañando con la cabeza el ritmo de la canción, mientras se escucha algún cuchicheo por parte de algún cliente mayor. -Bueno lo tomamos rapidito que tenemos que ir a buscar a Maritere. - Dijo María. - ¿Y a que

no sabes porque esta tan contenta Marifé? - Preguntó a Luisa. - Porque Maritere le ha conseguido un trabajo en Villaverde Alto. -¿De dependienta también? - Preguntó Luisa. -Vaya que suerte, eso si que es empezar bien el año. -Pues sí ¡Paperback write! - Respondió Marifé mientras terminaba de sonar los últimos acordes del disco. Tras terminar de tomarse los refrescos las tres chicas se dirigen hacia el bloque doscientos cuarenta y cinco, subiendo una pequeña cuesta donde al llegar a la esquina del depósito de agua del enorme coloso bloque noventa, en esa esquina junto al banco de Cajas de Ahorros Confederadas se encuentra don Valentín, un hombre de mediana edad, extraordinario trabajador, que vino al barrio prácticamente desde el inicio de su construcción y trabaja desde siempre vendiendo prensa y algunas revistas sobre unas tablas, saluda amablemente y continúan subiendo otra cuesta con una mayor inclinación que la anterior, hasta llegar a escuchar el sonido de unos alegres pajarillos procedente de la peluquería de caballeros de los hermanos Grande, y cerca de dicho establecimiento, la frutería de don Jenaro. -Tengo un poco de hambre, voy a comprarle a don Jenaro unas manzanas. Dijo Luisa mientras se tocaba levemente el estómago - ¿Queréis? - Preguntó mientras se adelanta para dirigirse a la puerta. -¡Casablanca! y el halcón maltés. - Exclamó María mirando la fachada del cine Zafiro. -Ya estamos una con el Bogart y la otra con los Beatles esos o como se llamen. - Dijo Luisa sonriendo mientras entraba dentro de la frutería, al tiempo que Marifé se encendía un cigarrillo haciendo un gesto a Luisa de que quería una manzana. -Podemos ir el viernes a verlas. - Dijo María mientras observa desde el cristal del escaparate como don Jenaro con amabilidad y simpatía pesa las manzanas en su báscula. -Yo no creo, el sábado es posible, pero el viernes posiblemente trabaje. - Afirmó Marifé con cierta seguridad. Sale Luisa de la frutería con un cucurucho que contenía unas dos o tres manzanas, y mientras limpiaba una con su brazo, continuaron andando bajando una cuesta llena de edificios blancos a la izquierda y el colegio nacional Barcelona. Allí estaba Álvaro, el hermano pequeño de Marifé y Paco el hermano pequeño de Quique en el patio en plena clase de gimnasia, las chicas sonríen al pasar contemplando a los niños como intentaban saltar el potro. Continúan bajando aun mas la cuesta cuando el sonido de la sirena de la factoría Barreiros podía escucharse en toda la ciudad gracias a su enorme potencia. -Ya terminaron los chicos su turno, iremos a buscar a esta chica y nos reuniremos con ellos en la Ciudad a ver si ya viene Lolo que ya se ha mejorado de su gripe, ¡Que ganas de verlos tocar! - Dijo Marifé nada más terminar de sonar la potente sirena. -Ganas sí, sobre todo por ver a Joaquín, ¿Verdad Marifé? - Preguntó María a Marifé -No sé, es majo pero no sé, nos gustan los Beatles a los dos, pero bueno... -Respondió ella.

– No sé, no está mal, no es feo. -Y que vive en el bloque cuarenta y nueve, que sois casi vecinos. – Añadió María. -Y que toca como los Beatles también. - Dijo Luisa mientras giran la esquina hasta llegar al hipermercado Herpe, del señor Bernabé, donde coinciden a la salida con Maritere, la chica que tenían que ir a buscar. -Bueno, bueno, ya, sí, me gusta ¿Vale? – Concluyó Marifé ante el bombardeo de sus amigas. -¡Jolines chicas, menos mal que os encuentro! - Exclamó Maritere en voz alta. Maritere es una chica de dieciocho años que trabaja de dependienta en una tienda de ultramarinos en Villaverde Alto, es morena de ojos negros, y al igual que Manolo el Porompompero vino de un pueblo de Extremadura hace unos pocos años. -Si íbamos a tu casa ¿Qué ocurre? - Preguntó María extrañada. -Voy a dejar la compra que me mandó mi madre por unos recados y ahora vamos para un sitio, donde han quedado los chicos. - Dijo Maritere, mientras se dirigía camino de su casa. Veréis me he encontrado a Lolo esta mañana y me ha dicho han conseguido un local donde ensayar y que os dijera que nos pasásemos esta tarde cuando terminase el turno de Quique y Joaquín. - Comentó Maritere mientras continuaban las chicas camino de su casa. Al cruzar una pequeña carretera un enorme muro rojo en forma de esquina, señala de manera natural todo el conglomerado de casas blancas de cinco pisos sobre la derecha, y a la izquierda una inmensa finca vallada, donde guardan los albañiles todo el material de construcción, y al lado un enorme solar donde sirve para que todas las navidades habitualmente se instalen ahí los circos y junto a ellos, las huertas y el apestoso arroyo que muchos llaman "el rio negro". -Esperarme aquí, no tardo nada en dejar la compra. - Dijo Maritere mientras llegaba a su bloque el doscientos cuarenta y cinco. -¿Tú sabes donde es? - Preguntó María. -Si claro ahí en el bloque ciento veinticinco camino de la carretera. - Respondió Maritere. Mientras tanto Joaquín y Quique salían de la fábrica, donde cerca de la puerta Lolo les esperaba. -¿Que tal Lolo? - Preguntó Quique con una amable sonrisa. -Mejor, ya se me ha ido pasando la gripe, ha sido el mejor regalo de Reyes que he podido tener, porque macho, ¡Qué días más malos! - Respondió Lolo. - El despertar después de una Nochevieja suele ser pesado y resacoso pero ya si esas enfermo es tremendo. Aquel día que fuisteis al desguace, yo estaba ya fatal y ni siquiera podía ni hablar, estaba tan raro que no sabía que me pasaba. -Bueno lo importante es que ya estás bien, ahora cada uno a su casa a recoger los instrumentos que... -Dijo Joaquín con una enorme alegría sacando unas llaves de su bolsillo. Tenemos batería y local.

-¡Por fin somos un grupo! - Exclamó Quique rodeando con su brazo el hombro de Joaquín. ¡Uf! Que cansancio pero al mismo tiempo que ganas de tocar en el local nuevo. Las chicas fueron las primeras en llegar al local, se sentaron y esperaron pacientemente en un banco cercano a dicho lugar, pasado un breve espacio de tiempo, llegaron los chicos bien aseados y con la ropa limpia. Quique y Joaquín traían sus guitarras y sus pequeños amplificadores, Víctor con ganas de probar su nueva batería que días atrás había traído gracias a la furgoneta de su padre, Lolo les acompañó para poder dejar su órgano en el local y un poco más rezagados y sin parar de hablar y contarse cosas Lolo el pianista y Ángel llevando su bajo. Ángel es el más joven de la banda, tiene diecinueve años, trabaja de panadero en una tahona de Villaverde Alto, tiene el pelo castaño al estilo Beatle y los ojos marrones. Víctor saca de uno de los bolsillos de su pantalón la llave del local, sonríe hacia el banco donde aguardaban las chicas, y abre la pequeña puerta metálica de color verde y entra en el interior del local. -Cuidado con las escaleras, es un sótano. - Dijo Víctor girando su cabeza hacía el resto del grupo. Bajar aquellas escaleras fue una sensación emocionante, el local estaba compartido con la pequeña bodega de un bar. - Me ha dicho el dueño del bar que no toquemos ni una botella, que lo queramos se lo pidamos primero. - Dijo Víctor mientras abre otra puerta. El local es un sitio pequeño de unos treinta metros cuadrados aproximadamente, con unas paredes en forma de ladrillo, sin pintar, en el techo una pequeña lamparita y algo que les dejó a las chicas con la boca a abierta, fue contemplar la batería, el órgano y un par de viejos sofás, viejos pero limpios. - Bueno pues este es nuestro local, aquí podremos tocar sin molestar a nadie con el ruido. Me ha dicho el del bar que podemos tocar hasta las nueve los días que queramos. Concluyó mientras cerraba la puerta. -Sí porque entre mis padres y mi hermano pequeño no paraban de quejarse. - Añadió Joaquín. - Siempre igual, Joaquín a tu habitación, Joaquín cierra la puerta. - Continuó mientras sonreía haciendo una leve burla a sus familiares. -Bueno Lolo, ¿ya estas mejorcito? - Preguntó María. -Sí ¡Buf!, no veas que días más malos he pasado. - Respondió Lolo mientras se agachaba para enchufar el órgano. -Joaquín espera, ven un momento. - Dijo María, Joaquín se acerca y le susurra algo al oído. Las chicas se sentaron en el sofá expectante como si estuviesen en un concierto, mientras los músicos preparaban los instrumentos, cuando Joaquín se acerca a Quique, y este le hace una seña a Víctor. -¡Pero esa canción no necesita órgano! - Exclamó Lolo. -Venga no te preocupes en la siguiente entras tú. - Respondió Joaquín, mientras Lolo se sienta en uno de los brazos del sofá junto a las chicas.

-Pues encima hay que cantarla, y esa letra me la sé, regulín, regulan. - Dijo Quique. -Es solo un momento, es una petición ¡Venga! - Respondió Joaquín. -Bueno está bien, pero lo hago solo por lo buen amigo que eres. - Concluyó Quique. -Un, dos, tres... ¡Avance chicos! - Exclama Víctor con fuerza mientras golpea con energía las baquetas de la batería, comenzando a sonar los compases de la canción is a hard night, de The Beatles. -Esto ha sido cosa tuya. - Dijo Marifé mientras mira a sus dos amigas que no paraban de reír. Los chicos continuaron tocando la canción mientras Quique con un compromiso total canturreaba como podía y sin micrófono la canción. Pasaron la tarde divirtiéndose de lo lindo, las chicas disfrutaron del improvisada gala, mientras los chicos cada vez se sentían más cómodos al tocar sus propias composiciones y otros temas de sus grupos favoritos, observados por ojos femeninos. -Por cierto Marifé toma y preséntate mañana sin falta a esta dirección. - Dijo Maritere mientras se sacaba del bolsillo de su pantalón un pequeño papel. - Es ahí la tienda, diles que vienes de mi parte, y por favor, trata de tener compostura son gente muy seria, yo les he dicho que eres de total confianza. -Por supuesto, tranquila Tere, ¿Cuando he dejado en mal lugar yo a una amiga? - Afirmó Marifé. -El puesto es tuyo, buscan a alguien seria y responsable, yo les he hablado muy bien de tí. Concluyó Maritere. Llegada las nueve de la noche, los chicos dejaron sus instrumentos en el local y fueron como buenos caballeros a acompañar a las chicas a casa. Cada uno y una fue tomando el camino hacia su respectivo bloque hasta que Marifé y Joaquín se quedaron solos de camino a sus casas que estaban muy juntas. -Ha sido una tarde muy bonita, me gusta como tocáis, estoy segura que... - Dijo Marifé. Sois una gran banda y que llegareis muy lejos. -Gracias Marifé, desde luego que sí, pero no te creas, el mundo de la música es un mundo, muy, muy duro, y no todos llegan. - Afirmó Joaquín mientras continuaba paseando. -Estaba pensando que, ¿Nos tomamos algo en el Ciudad? - Preguntó Marifé hablando. Esto hay que celebrarlo. -Bueno, por mí vale. - Dijo Joaquín mientras miraba su reloj. -No mires el reloj, no te hare llegar tarde a tu casa. - Dijo Marifé en tono bromista. Joaquín y Marifé llegan al bar donde se encuentran con un amigo de este y su novia. Julián. Fue compañero de colegio de Joaquín, que tiene veintiún años, es un chico bastante gordo, lleva el pelo castaño peinado a raya, patillas, bigote, y los ojos claros, y vive muy cerca de

ellos en el bloque cuarenta y desde hace dos años sale con una chica que se llama Emilia, que es un año mayor que él, con una hermosa melena castaña y ojos negros, procedente de un pueblo de Castilla la Nueva y vive en el bloque cincuenta y cinco. -Pero Juli, ¡Qué alegría cuanto tiempo! - Exclamó nada más abrir la puerta al ver a la pareja en la barra del bar. - Que bigote te has dejado, pareces un hombre serio y todo. -Tinito, ¿Qué tal? ¿Conoces a Emilia? - Preguntó cortésmente mientras no paraba de quitarle el ojo a Marifé. - Y bueno ¿Preséntanos a este bombón? -Un momentito caballero, no tengo chocolate encima, me llamo Marifé y soy su amiga. Respondió la chica algo molesta y de manera cortarte dejando las cosas muy claras mientras Emilia y Joaquín se daban la mano. -Bueno no se enfade dama, no pretendía incomodarle - Respondió Julián sorprendido por la reacción de Marifé. - Le ruego que me perdone no quería faltarte el respeto. -¡No pasa nada! toma un duro y elige un disco. - Exclamó Joaquín mientras le daba a Julián una moneda. -Mas tú ya sabes cuales son mis gustos musicales, ¿No? - Dijo Julián mientras se acercaba a la máquina. -Ramiro por favor, pon... - Dijo Joaquín al camarero mientras con el dedo señalaba a las chicas. -Una Mahou o una Águila, lo que tengas Ramiro y para los chicos igual. - Dijo Emilia. -Yo lo mismo. - Concluyó Marifé, mientras se escucha el sonido de la ruleta de discos de la máquina y tras unos segundos de silencio suena el tema de Monkees, I´m believer, Emilia sonríe y Joaquín asiente con la cabeza. -Sí buen gusto, se nota que no está el porompompero hoy por aquí. - Dijo Joaquín, mientras el camarero sirve las cervezas y todos soltaron una gran carcajada. -¿Y a que te dedicas Marifé? - Preguntó Emilia. -Mañana empiezo a trabajar en una tienda de Villaverde Alto. - Respondió Marifé mientras seguía con la cabeza el ritmo de la música. -¡Ah! Eso está muy bien, yo soy peluquera... A domicilio pero peluquera. - Continuó Emilia. Julián deja la máquina y ven con nosotros. - Le dijo a su novio que estaba leyendo los discos que contenía la Jukebox. -Yo tengo tres amigas peluqueras, bueno dos están estudiando y la otra si es profesional, ya lleva tiempo. – Dijo Marifé. -Sí, si la conozco trabaja conmigo, ¿A que se llama Mariví?-Dijo Emilia. -Sí, es verdad. – Respondió Marifé sorprendida. -Ven aquí Julián que tenemos mucho que contarnos. - Dijo Joaquín.

Julián se acercó sonriente siguiendo con los dedos el ritmo de la música, cerrando los ojos y moviendo la cabeza en ocasiones intentando canturrear la melodía. Mientras Emilia sonreía e intentaba unirse a la conversación. -Te veo más gordo… Pero más feliz. – Comentó Joaquín -Sí, las cosas no me van mal, sabes, estoy en una empresa de seguros, la Unión y el Fénix, ¿La conocerás? Supongo – Dijo Julián mientras Joaquín asintió con la cabeza. – Pues bien, hay varios pisos aquí que son para empleados sobre todo en el bloque treinta. -Y en el cuarenta y nueve también, y además tú ya sabes que soy albañil, con todo lo que se está construyendo en el barrio, que cada vez se está haciendo más grande más pisos tendrán creo yo. – Añadió Joaquín. -Eso seguro que conseguirán más, pues hemos conseguido uno ahí en frente y al año que viene nos casamos y nos iremos a vivir ahí. – Comentó Julián. -Me alegro mucho por vosotros. – Dijo Joaquín -¡Que sea enhorabuena! – Exclamó Marifé. -Muchas gracias, supongo que iréis a la boda. – Dijo Emilia. -Sí, por supuesto que sí. – Afirmó Joaquín -Y cuenta ¿Qué más van a construir? - Interrogó con interés Julián. -Ahora va a empezar a construirse la segunda fase, toda una fila de bloques enorme por las zonas de las huertas de Euskalduna. – Respondió Joaquín. Las dos parejas, continuaron hablando de sus cosas mientras la noche caía irremediablemente sobre la ciudad de los Ángeles. Julián y Emilia habían quedado en ir cualquier día de estos al local para ir a ver a tocar a Joaquín y a su banda, mientras tanto Marifé estaba ansiosa de que llegase el día de mañana para comenzar a trabajar, cuando el sonido de la fuerte sirena de la factoría Barreiros anuncia el fin de la jornada, los trabajadores salen con su mono azul oscuro, y con las letras de Barreiros bordadas en la espalda. Cada uno en sus casas cena reponiendo fuerzas para continuar después descansando en la cama y dormir en espera del día siguiente, Quique y Paloma como cualquier matrimonio, Ángel compartiendo dormitorio con su hermano pequeño y discutiendo de fútbol, Joaquín pensando en lo cerca que estuvo el pedir una cita a Marifé, esa chica por la que suspira medio barrio, Lolo comentándole a su padre como le fue en su primer día de ensayo, Luisa leyendo un libro en compañía de su hermana pequeña al igual que María, mientras que Marifé comienza a tener a Joaquín en sus pensamientos. Pasaron los días y los chicos continuaron con sus tareas diarias, Marifé consiguió adaptarse muy bien en aquel establecimiento de la Avenida Espinela, los chicos continuaron ensayando casi a diario cuando Quique, Lolo y Víctor salieran de la factoría Barreiros, Joaquín trabaja también muy cerca de su casa, mientras que María y Luisa tienen que desplazarse en la Adeva número quince hasta Palos de Moguer y después tomar otro autobús más para ir a la escuela de peluquería.

La parada de Adeva está al lado de sus casas, en los primeros bloques justo al principio de la ciudad. Tienen que ser puntuales ya que el autobús no espera a nadie y tiene que salir a su debida hora. El autobús es un Pegaso zeta cuatrocientos uno de color azul, las chicas entran junto con los demás pasajeros por la puerta de atrás donde el revisor les despacha los billetes. -Un ida y vuelta por favor. – Le pide María al interventor del autobús. -Son tres pesetas. – Responde el interventor. -Igual para mí. – Dice Luisa mientras le entrega las monedas al interventor y él le da el ticket. Las chicas se sientan mientras esperan a que el resto de pasajeros entren en el autobús y se ponga en marcha. -No sé si es buena idea esto de la escuela de peluquería. Nos estamos dejando de lunes a viernes siete pesetas solo en transporte, eso es un fortunón. – Dijo Luisa mientras María observaba por la ventanilla del autobús. -Tomamos las nociones básicas y nos ponernos a cortar el pelo en el barrio, que apenas hay peluquerías. Podemos ser peluqueras a domicilio como Mariví y su jefa. – Respondió María girando la cabeza. – Míralas que bien les va. -Sí es cierto, siempre está trabajando, hace mucho que no la vemos – Afirmó Luisa. -Pues eso, le descongestionamos un poco el trabajo y nos repartimos las cabezas. -¿Has visto como no está mal pensado? – Preguntó María. El autobús arranca y comienza su andadura hasta buscar la carretera de Andalucía, tomando más velocidad hasta perderse por los límites periféricos del barrio entre la densa niebla de Enero.

3 Y así fue transcurriendo 1967, al llegar el mes de Septiembre los chicos continuaron haciendo las mismas tareas que la anterior temporada, Quique y sus compañeros de Barreiros trabajando día tras día, y por las tardes con sus compañeros de banda ensayando en el local, Marifé en el ultramarinos de Espinela, unas veces viajando en el autobús veintidós y otras veces cuando su padre puede llevarla en coche, Luisa y María consiguieron aprender el oficio

de peluquera y se asociaron con Mariví y Emilia, repartiéndose los más de doscientos bloques que llevaban construidos, Joaquín fue testigo directo de la gran expansión del barrio con la construcción de nuevos bloques, y conociendo de primera mano que en un futuro se iba a construir un colegio más en la zona de las huertas de Euskalduna y el arroyo, y una iglesia al lado del colegio Barcelona. En los ratos de ocio podían verse a los chicos en el nuevo bar Pema echar partidas de Tute o Mús. Quique, Joaquín, Julián y Ramón, un compañero de trabajo de Julián, hábil jugador de veintitrés años, rubio con el pelo corto peinado a raya y de ojos marrones, tuvo además la gran suerte de haber ido al concierto que The Beatles dieron en Madrid en la plaza de toros de Las Ventas hace unos años. Ahí estaban ellos en el bar Pema los sábados por la tarde, tras la barra a la izquierda subiendo unas escaleras se encuentra un gran espacio lleno de mesas donde en una de ellas en la esquina cerca del ventanal siempre disputaban sus partidas de cartas. -Pues si chicos, y el maestro de ceremonias fue Torrebruno… Os podéis imaginar- Comentó Ramón mientras observaba con detenimiento sus haciendo referencia al concierto. -Lo peor fue que las entradas estaban carísimas y el sonido no era muy allá que digamos. -Fue una pena no haber podido ir. – Dijo Quique. – ¡Envido! -Te las veo… Cinco más. – Respondió Julián. -Cuidao Juli que vas solo. – Advirtió Ramón con gesto serio a su pareja de juego. Por el trasparente cristal de la puerta se ve llegar a Mariví y Marifé, con una gran sonrisa preparadas para ver el primer partido de fútbol de la temporada. -Bueno ya están aquí las aleticas. – Dijo Joaquín en tono bromista. -Jaja, sí, ay qué miedo el Madrid yeyé campeón de copa que miedo tiene al modesto Aleti, ¿Por qué será? - Respondió Mariví dándole palmaditas en la espalda a Joaquín. – Marce por favor cuando puedas dos Mahou. – Dijo en dirección a la barra del bar mientras se acomodaba en una silla. -¿Y de que hablabais? De mujeres seguro. – Comentó Marifé intentando sacar algo claro a Joaquín ya que se habían pasado varios meses tonteando. -Estábamos hablando de la gala de los Beatles. – Respondió Quique. -Sí, que aquí el menda estuvo allí. – Dijo Julián haciendo una seña a Ramón. -¿De verdad? No puedo creerlo, pues cuenta, cuenta sigue contando cómo fue. – Dijo Marifé sorprendida. -Bueno pues eso, hacía un calor tremendo imaginaros Julio y el concierto empezó con un retraso tremendo, había policía a mansalva, el decorado de cartón piedra simulando un raro biombo, en algunas ocasiones no podía casi escuchar la música de los enormes gritos que pegaban las chicas, se volvían locas mientras los policías no paraban de reírse a carcajada limpia. – Comentó Ramón mientras todos atendían en silencio como si de un profesor dando la lección se tratase. - Lo divertido fue al principio que salieron un dúo cantando y solo pudieron cantar una canción porque la gente no paraba de abuchear y de silbar. – Continuó comentando

entre enormes carcajadas. -Pero los teloneros fueron los del Ramiro de Maeztu ¿Qué tal estuvieron? – Preguntó Marifé haciendo alusión al grupo Pekenikes. -Esos sí, después de otros que intentaron cantar dos temas, salieron ellos, estuvieron muy bien, tocaron canciones muy buenas, una de ellas la de la Bamba. – Respondió Ramón. – Paso, envida tú Juli… Acto seguido tras un descanso salieron ellos con sombreros cordobeses, y comenzaron a cantar. – Continuó mientras hacía un gesto de rabia al descubrir las cartas y ver que había perdido la mano. -¡Hala ganamos! – Exclamó Quique recogiendo las cartas. -No se puede estar a la conversación y jugando al mismo tiempo. – Dijo Ramón. -Nada hombre, tranquilo, que esto no es como las timbas que juegas por ahí, nosotros nunca jugamos con dinero. – Añadió Joaquín mientras se encendía un cigarro. - ¿A que no Quique? -Pues no, que el dinero cuesta mucho ganarlo, y ganamos poco. - Respondió Quique. -Obreros somos y obreros moriremos, somos hijos de obreros y nuestros hijos obreros serán. – Dijo Joaquín mientras su cara parecía esconderse entre el denso humo de su cigarro. -Eso es, obreros y honrados, pero nosotros también lo somos. – Dijo Julián. – Obreros de oficina pero obreros al fin de al cabo. - ¡Cierto! – Exclamó Ramón. - Ya pero a vosotros no os presionaran en las huelgas o tener que estar pendientes como les toco a nuestros padres y a nosotros mismos de gente como el Sargento Barriga. – Comentó Quique. -El sargento Barriga, es verdad, menuda mano dura de hierro. – Respondió Ramón. – Era terrible, han comentado cada cosa de él, ha llegado a pegar hasta a niños. – Continuó mientras también él se encendía un cigarrillo. - Y quien a hierro mata, a hierro muere. – Añadió Marifé mirando hacia la parte de la barra por si pudiera haber alguna persona que tal vez pudiera comprometer al grupo por hablar de dicho personaje. – Le pegaron cuatro tiros ahí en Villaverde Bajo, eso por ser tan ave nocturna. – Continuó hablando sin temor al ver que los hombres que había en la barra no eran de otro linaje. - ¡Marce! Pon la tele por favor, que va a empezar el partido. – Exclamó Mariví. -¿Quiénes juegan? – Preguntó Julián. -El Aleti y el Sabadell. – Respondió Mariví mientras tomaba la botella de cerveza. -Bueno pues yo me voy a ir a buscar a Emi, así que ya nos veremos por aquí. – Comentó Julián mientras se levantaba de su asiento. -Te acompaño, que voy de camino un momento hacia mi casa. – Dijo Joaquín. – No tardo

nada, ¿Vais a estar por aquí? – Preguntó al resto. -Veremos el primer tiempo y luego nos iremos al Piedrahita a escuchar discos. – Contestó Quique. Joaquín y Julián salen del bar mientras caminaban hablaban de diversos temas y uno de ellos fue Marifé. -Tiene gracia, el día que nos reencontramos, tenía intención de disparar a puerta. – Comentó Joaquín. -Es una chica estupenda y sí yo creo que le gustas, aunque cuidado, ahí tienes a Ramón de rival que no ha parado de fijarse en ella, y de contarles sus anécdotas. – Advirtió Julián. -Que sea lo que tenga que ser, será por mujeres, pero como ella hay pocas, ya te habrás dado cuenta. – Dijo Joaquín mientras se iban alejando cada vez más del bar, cuando de repente las chicas gritaron gol de manera muy exaltada. -Bueno hoy lo tendrás más fácil, si gana el Aleti estará de mejor humor. – Dijo Julián mientras giraba su cabeza y podía ver a través del cristal la alegría de las chicas y como Quique y Ramón sonreían. -Eso sí Ramón acierta a la hora de rematar. – Contestó Joaquín mientras observaba la escena. -Oye y ¿Qué tal lleváis los preparativos de la boda? -Bastante bien, de hecho ahora vamos a concretar una serie de cosas, la boda va a ser inminente. – Respondió Julián. -¿Cuándo? –Preguntó sorprendido su amigo. -Pronto muy pronto. – Respondió con una gran sonrisa. En otro punto de la ciudad, Maritere y su amiga Cristina que a su vez es prima de Paloma la mujer de Quique, se había encontrado haciendo la compra con otra amiga suya Magdalena, en la pescadería del bloque tres. Cristina es una hermosa chica rellenita de diecisiete años, morena, de enormes ojos negros, hábil pintora en sus ratos libres y entusiasta de la guitarra como Quique y Paloma, todavía estudia el bachiller superior en el Luis Vives, un colegio concertado que se encuentra en los bloques unidos, que rodean el perímetro entre la ciudad y la carretera. Magdalena su compañera de clase, también morena de ojos negros, es la más aplicada de la clase, estudiar con ella es sinónimo de éxito. Pero en esta ocasión es Sábado y han quedado a salir a divertirse después de una agotadora tarde entre libros, iban caminando subiendo la cuesta hacia el cine Zafiro, el enorme depósito de agua parecía darles la bienvenida, y observan al terminar de llegar las carteleras de lienzo de las películas que hay, Centauros del desierto y Castillos en la arena. En las taquillas se encuentra Manolo y otras tres personas haciendo cola. -¡Mira como sabía yo donde encontrar a Porompompero! –Exclamó Paloma. – ¡Manolo! Manolo se gira mientras sostiene con su mano el ticket de la entrada y logra ver al grupo de chicas, sonríe y se acerca para saludar.

-¿Vais al cine también? – Preguntó Manolo. -Sí pero creo que solo veremos la de Castillos en la Arena. – Contestó Paloma. -Justo al contrario que yo, veré la de Centauros. – Comentó Manolo mientras observaba las carteleras. - ¿Y los demás? -Me imagino que en el Ciudad escuchando discos o viendo el fútbol o en el Pema, ¿Quién Sabe? – Dijo Paloma. -¡Bueno preséntame! ¿No? – Exclamó mientras veía a las chicas. -Sí mira a Tere la conocerás de vista, y mi prima Cristina que hace poco ha venido a vivir a la ciudad. – Hizo correctamente las presentaciones. -Mucho gusto. – Las dos chicas dijeron al mismo tiempo -El gusto es mío. – Dijo Manolo. Tras unas pequeñas risas nerviosas. - Bueno ¿Entramos? – Preguntó Paloma. -Aun falta quince minutos más ya sabéis lo que hay antes de empezar. – Contestó Manolo mirando el reloj. -Bueno podemos tomar algo en el Piedrahita mientras. – Dijo Cristina. -¡Oh! Sí además puedo poner ese disco que tanto me gusta. – Comentó Maritere mientras bajaba las escaleras del cine en dirección al Bar que se encontraba justo al lado. Maritere abre la puerta del bar Piedrahita, que tenía la barra justo al fondo, es un local amplio con bastante sitio, lleno de mesas con sillas de hierro, el suelo de terrazo verde y blanco, con un pequeño espacio que podía servir como pista de baile, y unas enormes cristaleras en los ventanales. Muy cerca de la barra una enorme máquina de discos, un modelo mucho más antiguo que el del Bar la Ciudad, una Rockola del año 1957, una preciosa máquina en la a través de su cristal, se podía ver el disco girar, con toda una fila llena de botones, y podía albergar en su ruleta hasta doscientos discos, había para todos los gustos, discos lentos, algunos antiguos de twits, y también más actuales. Maritere se adelanta hasta la barra y pide una Mirinda de limón, acto seguido Manolo y Paloma entran, quedándose Cristina con bastante timidez en la puerta. -¡Vamos entra! Tú tranquila que estás conmigo. – Le dijo Paloma a su prima entraba también con ellos mientras Maritere saca una moneda de su pantalón, insertándola en la máquina y tras apretar dos. Se gira, cierra los ojos y comienza a sonar “Night of white satin” de Moody Blues, haciendo gestos como si bailase de forma agarrada con el aire. Todos sonríen mientras hacen sus peticiones al camarero. -Es inevitable, siempre que entra ella ya sabemos que disco va a sonar. – Dijo Paloma. -Déjala que se divierta. – Comentó Manolo mientras da dos tragos largos de cerveza, sonríe y sin quitar la mirada sobre Maritere deja la botella en la barra y se acerca hacia ella y con voz baja le pregunta. - ¿Quieres bailar conmigo? – Un pequeño instante de duda, Maritere observa

a sus amigas y al resto de gente que hay en el bar. -Sí. – Acepta la chica. – Pero solo si te quedas conmigo a ver la película romántica.- Añadió mientras ambos inician el baile ante la atónita mirada de sus amigas. Una vez terminadas las consumiciones y el improvisado baile, los cuatro salen del bar para subir las escaleras que dan acceso al cine Zafiro, las puertas se encontraban abiertas donde la gente iba entrando, hacía el enorme vestíbulo que tiene el cine, un amplio pasillo de izquierda a derecha y ocho metros más adelante otra fila de puertas que dan paso al mundo del cine, una sala oscura y enorme, con tres escaleras iluminadas por una enorme pantalla donde terminaba de proyectarse el No do, a su paso sale uno de los acomodadores con una linterna en la mano, y en la otra con una especie de spray que iba dispersando de manera aleatoria sobre algunas filas de butacas. Aquella tarde Manolo y las amigas disfrutaron del cine a medias, por un lado ellas se aburrieron con la primera película y con la segunda le pasó lo mismo a Manolo. A la salida, Maritere le pidió a Paloma que acompañase a su prima, ella ya sabía o suponía perfectamente quien le iba a acompañar hacia casa. Y así fue, como Manolo y Maritere iniciaron el camino hacia el bloque doscientos cuarenta y cinco bajando la cuesta hacia el colegio Barcelona. - Es por aquí, vivo ahí abajo en los doscientos. – Dijo Maritere mientras caminaba hacia adelante. - Mira aquí va mi hermana a este colegio. – Dijo la chica señalando la finca. -¿De verdad? El mío también, ¿Cómo se llama tu hermana? – Preguntó sorprendido él. -Irene. – Contestó ella. -¡Anda! Irene, ¿Es así morenita con trenzas? – Preguntó Manolo. -Sí, siempre lleva trenzas, se las hago yo. – Respondió Maritere. -Pues mi hermano se llama José, tiene doce años y ya terminan ya el colegio, creo que van juntos porque en su clase hay una que se llama Irene. – Dijo él con rotundidad. -Es posible, que curioso, que nuestros hermanos vayan juntos a clase. – Comentó ella. - ¿En el último curso? – Preguntó Manolo. -Sí, tienen un profesor que le llaman el cebolla, que pega unos capones con un sello que tiene. -¡Buf! Eso no es nada, cuando llegamos aquí en todos los colegios pegaban de curros a mansalva, o si fallabas en la lección te ponían de rodillas contra la pared. – Comentó Manolo mientras continuaban caminando. -Sí pues y además estos colegios situados en pisos como el Bermejo o el Regina Angelorum. – Interrumpió Maritere. – En el Bermejo estaba la señorita Dulce siempre palo en mano. – Añade mientras sonríe tímidamente. - Preguntaré a Paloma, te cascaba hasta por pensar en alto. Mis padres también me sacaron de ahí para meterme los últimos años en el Luís Vives. -Yo claro yo vine siendo muy pequeñito de un pueblo de Extremadura. – Dijo él.

-¡Eh! Yo también. – Interrumpió de nuevo Maritere. -Vaya, somos los dos extremeños, que curioso. - Comentó Manolo sonriendo. Los dos jóvenes atraviesan el solar que hay al lado del colegio, para cruzar la carretera y continuar la cuesta abajo. Prosiguieron su conversación y era evidente que había algo más que una simple atracción en ellos, teniendo cosas en común pero con gustos diferentes. Finalmente llegan al bloque donde vive Maritere y se despiden con un tímido beso en la mejilla en plena oscuridad. -¿Qué harás mañana? – Preguntó Maritere. -No lo sé, podemos ir al poyete alto un ratito con esta gente y debatir que hacer. – Contestó Manolo. -No hombre, eso luego, antes ven a buscarme y paseamos otro rato, mira vivo aquí en el segundo piso. – Dijo Maritere señalando el botón del telefonillo. Al día siguiente el domingo, los chicos como era costumbre de reunirse en uno de los tantos muros que hay en la entrada del barrio en frente del Bar la Ciudad, Quique siempre es el primero en llegar junto con Paloma y Lolo, salen casi siempre juntos de su casa en busca de Manolo pero en esta ocasión, el Porompompero no estaba en casa, Manolo había quedado con una chica comentó su madre. Paloma se dio la vuelta con una leve sonrisa y Lolo extrañado le preguntó si sabía algo. -Ayer el Porompompero estuvo acompañado en el cine. – Comentó Paloma. -Sí ¿Con quién? – Preguntaron los dos casi al mismo tiempo. -Con Maritere la amiga de mi prima, la que le dio el trabajo a Marifé. – Contestó ella. Los tres amigos continuaron andando hasta llegar a las galerías, donde pudieron comprobar el olor a Domingo que, habitualmente había en el barrio, ya que todos los comercios se encontraban cerrados, a excepción del bar la Joya justo al otro extremo de la galería. -Ayer estuvimos en el cine mi prima, esta chica y yo, y nos lo encontramos en las taquillas, después él acompañó a su casa y por lo que se ve, han vuelto a quedar hoy. -La pandilla crece. – Dijo Quique sonriendo, mientras observa las nuevas galerías que se encuentran en construcción, casi terminadas. – Y el barrio también, mirar aquí van a poner más tiendas. Llegaron a aquel muro, un poyete de color rojo, y mientras podían contemplar sentados, el ir y venir de coches y personas, ya que era una calle muy transitada, situada en la entrada y la salida del barrio, según la dirección que cada uno tenga. Más tarde llegó Joaquín con una guitarra española, le encantaba sacarla y tocar algunas canciones, creando un ambiente muy sano y también llamando la atención de otros chicos y chicas, los cuales solo se conocían de vista.

- Por cierto tenemos que ir más adelante a Dgesa a ver que le podemos regalar a tu amigo Juliá por su boda. – Dijo Quique a Joaquín mientras observaba como afinaba la guitarra. -Sí claro, yo había pensado entre todos poner dinero para comprar, un refrigerador, o una lavadora o algo así. – Contestó Joaquín mientras levanta la mirada y observa como Marifé cruza la carretera. - ¡Rubia! ¡Rubia! – Exclamó llamándola Joaquín. -Hola, ¿Qué tal en esa tienda de Villaverde? – Preguntó Paloma. -Bien pero agotador, son muchas horas mañana y tarde, pero muy bien muy contenta. – Respondió Marifé. – Oye que raro que no esté Manolo ¿No? -Ya vendrá más tarde. – Respondió Paloma. -Lolo, estas muy callado. – Le dijo Marifé. -No nada estaba pensando a ver qué hacíamos mañana. si podremos ensayar que tengo un par de composiciones nuevas. – Respondió con la mirada pensativa, cuando observa como al principio del muro aparece un señor con amplios signos de embriaguez, un hombre mayor, de aproximadamente unos setenta años o tal vez más, con vestimenta algo desaliñada, y su cuerpo desprendiendo un desagradable olor a vino mezclado con mugre. El hombre se acerca hacía el grupo de chicos. -¡Ya! Chavales, ¿Sabéis desde cuando está cerrado el Cualquier sitio? – Dijo el borracho. -¿El cualquier sitio? ¿El bar ese que hay pasando la carretera de Andalucía? – Preguntó Quique levantándose del muro y acercándose con su mirada hacía dicha carretera. – Ese merendero lleva ya unos meses cerrados, pero no sé por qué razón lo estará, lo mismo que ya hay mucha competencia por aquí. -Sí, sí, ya… ¡Uf! – Dijo el borracho sentándose en el muro, tenía mucha dificultad para caminar y parecía que en cualquier momento podría caerse. - ¡Oh! Veo colores y resplandores en el aire. – Comentó el borracho sin poder escapar a su delirio, con la mirada perdida hacia arriba. -Que olor tan desagradable, vámonos a otra parte. – Susurró Paloma acercándose a Quique en voz baja. -Está piripi perdido. – Exclamó Marifé mirando a Joaquín. – Cántame la canción de los Brincos, jajaja. -No te pases, no seas mala. – Respondió Joaquín. -Quiero estar borracho otra vez, otra vez, otra vez. – Cantó la chica dando palmas y bailando mientras el hombre le miraba frunciendo el ceño. -Mocita… Veo colores y resplandores en el aire, ¿Tú no lo ves? – Dijo el borracho. -No, yo lo que no veo pero sí que huelo es a choto perdido. – Respondió Marifé. -¡Vámonos hombre! – insistió Paloma a Quique.

Los cinco amigos decidieron irse en dirección hacia la casa de Víctor, unos metros un poco más arriba, mientras el hombre borracho se quedó apoyado en el muro, con la mirada perdida en su delirio. La madre de Víctor les dice al llegar que él tampoco está en casa, y que ha quedado con una chica. -¡Pero bueno! Aquí todo el mundo se empareja menos yo. – Exclamó Joaquín sorprendido pero con buen humor. -Lo mismo digo. – Añadió Marifé con una leve sonrisa y mirando a Paloma en un gesto de complicidad. -Lolo, Quique, que cabeza tengo tenéis que venir a casa que os tengo que enseñar una cosa. – Dijo Paloma de improviso intentando crear un plan para dejar a Joaquín y Marifé solos. -¿El qué? – Preguntó Joaquín. -No tu no Joaquín no es de tu talla, a ti te queda pequeño. –Respondió Paloma de forma dubitativa. - Que tengo dos abrigos de colores que lo mismo lo podemos apañar para que queden parecidos al del disco de los Beatles, la banda de los corazones solitarios. -Sí pero de solitarios nada. – Dijo Joaquín. -Va Joaquín tú quédate conmigo nos vamos al Piedrahita a escuchar discos o al Ciudad, al Alquézar, o al veintiuno, o la asociación a mirar tele. – Respondió Marifé. -¿Ronda de bares contigo? – Interrumpió preguntando Joaquín extrañado. -¡Veo colores y resplandores en el aire! – Gritó el borracho. -Bueno lo que sea, pero vámonos que va a venir la guardia civil o la policía, y todavía nos apliquen la ley de vagos y maleantes, por culpa de este borracho impresentable. – Dijo Paloma. -Sí vámonos. - Concluyó Quique. La tarde transcurrió tranquila, los chicos volvieron de camino a casa, el habitual paseo donde se construyeron las primeras casas, unas grandes filas de edificios blancos de cuatro plantas, unidos de dos en dos como si de parejas se tratase, al final de la calle se podía observar el bar Alquézar, a la derecha una farmacia y a la izquierda el club veintiuno que era otro bar, Quique, Paloma y Lolo escuchando música y descubriendo que tales abrigos no existían pero les sirvió de idea para ir el próximo domingo al rastro para conseguirlos. En el cine Zafiro y el Bar Piedrahita, Víctor fue visto en compañía de una joven morena de dieciocho años llamada Begoña, vecina de Maritere y amiga de Marifé, es una chica de cabello moreno y ojos negros, de diecisiete primaveras y con algún kilito de más, entusiasta del rock n roll y su grupo favorito es los Rolling Stone, y que más tarde le acompañaría a su casa. Mientras Joaquín y Marifé estuvieron paseando por el barrio, compartiendo risas y anécdotas, cogidos de la mano y mirarse séria y dulcemente a los ojos. Terminando su paseo cruzando la carretera de Andalucía y llegar al merendero que hizo alusión aquel hombre ebrio “Cualquier sitio” que permanecía cerrado y con síntomas de abandono.

El Cualquier sitio era una casa antigua, situada en una enorme finca llena de pinos y árboles, la joven pareja se acerca a uno de los bancos de hierro que aún quedan en el lugar y observan el tránsito de los coches y en el horizonte como la ciudad escupe un autobús en dirección a Madrid. -La camioneta… ¡Allá va! – Exclama alegremente Marifé alzando los brazos con gran alegría y contemplando como el autobús emprende dicho camino. -¿Te acuerdas de aquel accidente que tuvo la Adeva? - Preguntó Joaquín mientras observaba el autobús, aquel Pegaso zeta cuatrocientos uno. -Ya lo creo, fue ahí en la curva esa grandota que hay antes de llegar al colegio Barcelona, fue terrible. – Respondió Marifé mientras se sentaba en el banco. -Yo creo que le fallaron los frenos, arrasó con toda la fila de gente que esperaba el autobús, la mayoría iban a la piscina, al parque sindical. – Añadió Joaquín mientras se sentaba también en el banco. -¡Que va chico! Según contaron el conductor iba bebido, y lió una de padre y muy señor mío. Unos niños se salvaron por la valentía de un hombre que logró empujarlos, sino los aplasta – Dijo Marifé moviendo a los lados la cabeza haciendo un gesto de negación. – Fue además un dieciocho de Julio, festivo, te puedes imaginar cómo estaba aquello de gente. - Sí claro que sí. Bueno pues mira ya estamos aquí en el Cualquier sitio. – Dijo Joaquín contemplando la vieja casa en estado de abandono. - ¿Te acuerdas cuando éramos niños? ¿Te acuerdas de aquel avión? – Continuó Joaquín haciendo alusión a los restos de un viejo avión que hay situado en la finca colindante, donde solo quedaba el cuerpo, no tenía ni alas, ni cola. ¿Te acuerdas de aquellos domingos que nuestros padres bailaban el twist y nosotros jugábamos por estos lugares? – Continuó Marifé preguntando a Joaquín mientras la chica observaba todo aquello con algo de nostalgia. -Claro que me acuerdo, recogíamos los chapines y trazábamos una carreterita con un palo, jugando a la vuelta ciclista. – Respondió sonriendo mientras se levanta y comienza a caminar mirando el viejo avión. – Y como nos poníamos de mierda siempre, y siempre nuestros padres echándonos la charla por todo. – Prosiguió el chico hablando mientras se gira hacia la posición donde estaba Joaquín. -Curiosa ronda de bares estamos haciendo, vamos a ir a parar al único bar que está cerrado en la ciudad. – Dijo Marifé. -Pero si hemos venido a un sitio tan apartado será para poder hacer lo que no pudimos hacer el otro día. ¿Verdad? – Afirmó Joaquín con gran seguridad. -¿A hacer el qué? – Preguntó Marifé sabiendo perfectamente a que se refería. -Mira ¿Has visto eso? – Realizó Joaquín una pequeña maniobra de despiste señalando la entrada a la ciudad, mientras que rápidamente, giraba su cara en busca de la cara de la chica, para terminar besándola en los labios.

Aquel romántico y clandestino beso, fue precisamente lo que ambos llevaban tiempo deseando, y fue en aquel abandonado y triste lugar, donde años atrás había vida y celebración el testigo mudo, de la unión de una nueva pareja en el barrio. Cuando terminaron de besarse los ojos de Marifé, experimentaron una sensación distinta, llegaron a humedecerse un poco, cierra los ojos para de nuevo otra vez, y esta vez con mucha más fuerza y menos sorpresa, fue ahora ella quien fue a besar, tras unos intensos segundos la chica abrazó con fuerza a Joaquín. -Van a ser las diez, tengo que llevarte a casa. – Dijo él mientras le acariciaba la cara. -Deja que esto no acabe nunca, quedémonos un rato más. – Le dijo ella susurrando al oído. – Vivo ahí al lado en cinco minutos nos plantamos ahí. -Vale como quieras. – Respondió Joaquín mientras nuevamente vuelven a besarse haciendo aun más fuerte el abrazo. -Ahora sí, vámonos a casa, ha sido una tarde muy bonita, que lástima que todo tiene un principio y un final. – Dijo ella al terminar el beso mirándole dulcemente, en tan poco tiempo la idea fija de estar soltera, había cambiado de manera inesperada, a partir de ese día tan solo deseaba que llegará la hora de salir de trabajar para ver a Joaquín, mismo sentimiento tiene él, ya solo desea terminar de ensayar al salir de trabajar, para tomar el coche rumbo al barrio de al lado, Villaverde Alto, ya hay una nueva pareja en el barrio. El amor siempre triunfa.



4 Los meses fueron pasando hasta llegar al nuevo año 1968, que comenzaría con un pequeño susto, provocado por un terremoto de siete grados de la escala Richter, en el mes de Febrero donde por fortuna, no ocurrió nada grave, al mes siguiente, las nuevas parejas estuvieron en aquel invierno, haciendo crecer su amor poco a poco, en inolvidables tardes en el cine Zafiro, en improvisados bailes en los bares frente a las máquinas de discos, en reuniones en casa de alguien cuando hubiera ocasión, o saliendo de compras los fines de semana a la Avenida de José Antonio. Al margen de los numerosos flancos que el ángel Cupido había sembrado en la juventud del barrio obrero, los chicos prosiguieron con sus ensayos, Quique y Lolo quedaban habitualmente además para realizar nuevas composiciones, y otras veces además en compañía de Víctor y de su novia Begoña, que su afición a escuchar música de los Rolling, le dio al chico ideas nuevas, adoptando la banda un sonido más roquero, la chica fue sin duda toda una fuente de inspiración para Víctor que hasta entonces, no había compuesto nada. Ángel continuó trabajando en una tahona de Villaverde y las chicas en cambio siguieron con sus mismas labores, Luisa y María las jóvenes peluqueras se unieron junto a Mariví, Emilia, junto con sus

respectivas jefas, repartiéndose las cuatro mujeres todas las señoras y chicas del barrio. Marifé apenas tenía tiempo libre entre semana, se pasaba más tiempo trabajando en Villaverde que en su propio barrio, tuvo un pequeño percance camino del autobús en una ocasión, ya que estuvo apunto de ser atropellada por un grupo de motoristas que hacían peligrosas piruetas, ella y Joaquín aprovechaban un pequeño respiro cuando salía de trabajar yendo a buscarla al salir del local, dándose mutuamente unas pequeñas dosis de amor en el coche, eso sí de manera bien discreta y disimulada, para finalizar el día antes de volver a casa. Manolo y Maritere iban adoptando los gustos que al principio les separaba, siendo bastante curioso ver a una chica haciendo cola, para ver las películas del oeste y hablar de coches en su casa escuchando discos de copla. Pero no todo fueron alegrías, en las postrimerías de Navidad, una huelga en Barreiros para exigir mejoras salariales, Quique y Manolo fueron heridos por las cargas policiales, el correcalles entre policías corriendo tras los obreros, fue un serio disgusto en sus familias y llamando la atención de don Abilio, el comisario, un veterano de la guerra civil en el bando nacional, afín al movimiento falangista, y que en numerosas ocasiones realizaba labores de espionaje hacia los chicos, sin ellos saber nada. Tras el sonido de la sirena de Barreiros, sonido que podía escucharse en el barrio entero, que anuncia el cambio de turno para los trabajadores de dicha factoría, Paloma sale en busca de Quique ya que habían quedado para ir a comprar el regalo de boda a Dgesa, una tienda de electrodomésticos, situada justo en la entrada de la ciudad en el bloque treinta y seis, es una tienda bastante grande, el espacio es el equivalente a dos pisos unidos, unos ciento sesenta metros aproximadamente, llenos de electrodomésticos perfectamente ordenados, con tres enormes escaparates donde puede apreciarse la gran y variada gama de productos de primeras marcas, en uno de ellos, el situado al lado de la puerta de entrada hay dos televisores, uno enorme y otro un poco más pequeño, varios modelos de tocadiscos, unos de maleta y otros con la tapa de cristal, diversas batidoras, tostadoras, cocinas de tres y cuatro fuegos, diversas lámparas y molinillos de batir granos de café, en el otro escaparate situado en el lateral izquierdo, los frigoríficos, pequeños hornillos y las lavadoras, mientras que en el derecho que da justo a la carretera, haciendo esquina una hermosa fachada compuesta de piedras del mismo modelo que forman las fachadas de los bloques aledaños con el escudo de la marca Phillips, y abajo las letras que forman el nombre de la tienda en fila descendente, hay todo tipo de accesorios eléctricos, bombillas, enchufes, alargadores, etc. Los chicos entran en el establecimiento percibiendo un olor a electrodoméstico nuevo y ven un dependiente correctamente vestido detrás de un mostrador con una gran caja registradora, un teléfono, algunos papeles de facturas y un pequeño compartimento compuesto por discos de cuarenta y cinco, y setenta y ocho revoluciones, el dependiente sale a su encuentro con una amplia sonrisa se acerca a la joven pareja. -Buenas tardes ¿Qué se les ofrece? – Saludó el dependiente. -Hola buenas tardes, imagínese que se va a casar ¿Qué regalo le sorprendería que le hiciesen? – Preguntó Paloma saludando cortésmente. -Hay muchas opciones señora, muchísimas, en esta tienda disponemos de todo lo que

necesita cualquier hogar, y siendo un hogar a estrenar, mucho mejor, disculpen el atrevimiento pero ¿Mas de cuánto presupuesto disponen para dicho regalo? – Respondió el dependiente mientras les abría paso invitándoles a entrar hacia la zona de las lavadoras y frigoríficos. Miren por ejemplo, estas lavadoras, pueden lavar hasta ocho kilos de ropa, o estos amplios refrigeradores, que gran capacidad tienen. – Continuó hablando mientras abría la puerta de uno de ellos y se podía comprobar su enorme espacio. - ¿O qué me dicen de este enorme televisor de veinticinco pulgadas? – Concluyó señalando un televisor que tienen puesto de exposición en medio de la tienda delante de una escalera con dos pequeños escalones que hacían dividir la tienda. -Por el dinero somos siete personas así que yo creo que un televisor si les puede venir bien, pero por otro lado una lavadora es una lavadora. – Dijo Quique. -Tendríamos que consultarlo pero si veníamos con la idea clara de hacer un buen regalo. ¿Podemos echar un vistazo? - Comentó Paloma pidiendo permiso al educado dependiente. -No faltaba más, miren todo lo que quieran, si me necesitan estaré aquí en el mostrador. – Contestó el dependiente aligerando el paso hacia dicho lugar mientras en ese preciso momento el teléfono de la tienda comienza a sonar de manera fuerte y enérgica. -¿A ti que te parece? – Preguntó Paloma sosteniendo la etiqueta del precio de uno de los televisores. - A plazos se podrá pagar. – Contestó Quique mientras observa por el enorme ventanal que se aproximan Mariví y su jefa doña Matilde. - Colchoneras a la vista. Las dos mujeres entran y el elegante dependiente les saluda, habían venido a renovar su equipo de secadores para el cabello. Quique y Paloma saludaron y le comentó a Mariví lo del regalo, finalmente acordaron comprar el televisor que ha costado trece mil pesetas, aquella misma tarde los chicos quedaron cada uno aportando, su parte y pagando entre todos al contado el televisor en la tienda de electrodomésticos. Quique y Lolo acordaron de llevar el televisor al local de ensayo. -Necesitaremos la ayuda de alguien más porque esto pesa como un muerto. – Explicó Lolo. – Alguien que nos abra la puerta y demás. -Yo puedo ir con vosotros. – Respondió Cristina la prima de Paloma. -Muy bien de acuerdo. – Dijo Quique. Finalmente el televisor quedó guardado en el local del bloque ciento veinticinco, mientras tanto en otro lado concretamente en la zona del bloque noventa, Marifé, Begoña la novia de Víctor y una compañera de clase Magdalena, una chica de diecisiete años, de aspecto y vestimenta muy formal, también morena de ojos negros, entusiasta de la música pop y procedente de Castilla la vieja. Las tres habían quedado ir juntas para comprar ropa, a una tienda llamada Saldos La Troya, que se encuentra justo al lado de la caja de ahorros confederadas, cuando comprueban con gran sorpresa que hay situado un nuevo elemento en la calle, se trata de un quiosco de prensa.

El señor don Valentín, tras años y años de esfuerzo y duro trabajo, soportando frío y calor, había conseguido que le concedieran un pequeño quiosco donde poder almacenar toda la prensa y también resguardarse de las condiciones climatológicas. -¿Habéis visto eso chicas? – Preguntó Begoña. -Esta mañana he visto como un camión lo estaba descargando. – Respondió Marifé. -Que alegría, don Valentín se lo merece, los inviernos que le he visto de pequeña cuando vine a vivir aquí abrigado de pies a cabeza soportando las nevadas que caía por aquí. -Desde luego que sí, tanto él más su mujer doña Concha, que buenas personas son. - Añadió Magdalena. -Pues claro como la inmensa mayoría de los que viven aquí, como nuestros padres, nuestros hermanos, con la humildad y la honradez siempre se es bienvenido en cualquier lado, con la soberbia y la prepotencia, no se consigue nada bueno. – Dijo Begoña. -¡Quiosco nuevo don Valentín! – Exclamó Marifé mientras cruzaba la carretera dejando pasar a un Seat seiscientos y un Citroën dos caballos en forma de furgoneta, se detiene para ceder el paso a las chicas, las otras dos chicas detrás de ellas en fila india, parecía la portada del disco de Abbey Road de The Beatles. -Pues sí chavalas, por fin he conseguido la licencia para poder tenerlo. – Dijo Valentín con una gran sonrisa. – Años atrás la constructora de los pisos no nos había dejado ponerlo, pero ahora el suelo al ser propiedad del ayuntamiento si nos han dejado. – Añadió mientras observa lo limpio y resplandeciente que está quiosco nuevo. -Nosotras nos alegramos mucho, ya le compraremos alguna revistilla cuando lo tenga todo listo. – Comentó Magdalena mientras emprendía dirección cuesta arriba hacia la tienda de los saldos. Las tres chicas se despidieron y subieron la cuesta hasta llegar a dicha tienda, con la intención de renovar su vestuario y buscar algo adecuado para la boda de los amigos de Joaquín, la tienda de Saldos la Troya, es una tienda pequeña de anchura pero enorme de larga, formada por montones de expositores de ropa, cajas y compartimentos llenos de ropa de vestir y ropa interior. Las dependientas, chicas jóvenes de gran belleza con modernos peinados y vestidas la mayoría de las veces con una minifalda. Entran en el establecimiento y comienzan a mirar la ropa. Aun no se sabe cómo empezó la discusión, pero Marifé fan de The Beatles y Begoña fan de Rolling Stone, tuvieron distintos intercambios y puntos de vista. -Pero chica, no se pueden comparar, además ¿Sabes lo que le dijo Bob Dylan a Mick Jagger? – Dijo Marifé a Begoña ante la incrédula mirada de Magdalena que observaba como un árbitro el combate de boxeo. -A ver ¿Qué le dijo el poeta? A ver. –Exclamó Begoña. -Yo podré cantar Satisfaction pero tú nunca podrás cantar Blowin in the wind. – Concluyó Marifé.

-Blowin in ¿de qué? – Preguntó sorprendida Magdalena mientras Begoña carcajeaba. -La respuesta en el viento, una canción preciosa. – Dijo Marifé a Magdalena explicando la traducción. -Por ahí viene la canción que quiere ser un Rolling Stone. – Responde Begoña, tras una enorme carcajada de Marifé que llama la atención de las dependientas. -¿Qué os pasa chicas? – Pregunta extrañada una dependienta que se situaba muy cerca de ellas, colocando ropa. -Nada cosas de Beatles y Rolling – Respondió Magdalena. - No, no, ahí te confundes, busca la canción, busca la letra y tradúcela, o pregúntaselo a cualquiera de los mayores, verás lo que te dice. – Replica Marifé. -Bueno tiempo chicas, ¡Tiempo! – Exclamó la improvisada juez de la contienda, haciendo gestos con las manos señalando la ropa. – Sigamos mirando las prendas. Las tres amigas continuaron mirando y probándose prendas, lo mismo hizo el resto de los jóvenes ya que la joven pareja de novios, Julián y Emilia que habían terminado ya el cursillo prematrimonial, habían acordado con el cura don Luís que la ceremonia será el Sábado día veintitrés de Marzo, en la parroquia de San Mateo a las doce del mediodía, la iglesia que hay en frente de las galerías en construcción y el convite se celebrará en la sala de celebraciones Turquesa que se sitúa justo detrás de las nuevas galerías, muy cerca de la iglesia. Aquel día ninguno de los jóvenes llevaba su indumentaria habitual de ropa vaquera y deportiva, es un día en que todos se pusieron su ropa de gala, al igual que las familias de los novios que no podían disimular su nerviosismo, ante la inminente llegada de la hora, Julián vestido con un elegante traje mirando insistentemente el reloj, pudo apreciar que cuando las dos manecillas se juntaron, al mirar al horizonte como aparece por la estrecha carretera que separa la iglesia de las galerías comerciales. Los niños bebían y jugaban en una pequeña fuente, que había en un lateral de las escaleras, cuando hizo acto de aparición un bonito coche blanco, se trataba de un antiguo Seat mil cuatrocientos, que avanza lentamente hasta detenerse a la altura de las escaleras de la iglesia,. Los invitados entrando en el templo, pequeño y humilde, formado por cuatro grandes cristaleras opacas, unos sencillos bancos de madera, al fondo un altar custodiado por dos esculturas, una virgen, un Cristo crucificado, y muy cerca de uno de los ventanales una mesa donde otro sacerdote don Tomás, ayudó en las labores de colocar el disco con la música ceremonial manejando un pequeño tocadiscos. Emilia vestida de novia, sale del interior del coche y buscando el brazo del padrino, don Alfonso el padre de Julián, inician el ascenso hacia la iglesia, donde los invitados, familiares y amigos, posicionados en los bancos realizan un bello pasillo contemplando como detrás de ellos la madrina, la madre de Emilia doña Puri, y Julián, llegan hacia el altar. En dicho altar les espera don Luís, un hombre con una bondad infinita, uno de esos curas de barrio que te confiesa como ministro de Dios, y te aconseja como padre, con una enorme sonrisa, hace gestos con los brazos ordenando las posiciones, donde debían colocarse padrinos y novios como un director de orquesta. Una vez colocados pide con amabilidad a los

asistentes silencio para el comienzo de la ceremonia. -Bienvenidos todos hermanos, estamos hoy aquí reunidos para el enlace de Julián y Emilia. – Dijo don Luís iniciando la ceremonia. – El matrimonio, ¿Qué es? Es la unión de dos personas, un hombre y una mujer, que se quieren, se respetan, que deciden dar el paso de unir sus vidas y compartirlas para siempre ¿Qué es lo más importante del matrimonio? La fidelidad, pero ante todo la lealtad, siendo leales a la persona que os quiere, sois fieles a vosotros mismos. La lealtad es ante todo, la felicidad de la persona con la que habéis elegido compartir vuestra vida. Emilia y Julián se miraban siendo incapaces de no ocultar sus nervios, mientras el párroco continuaba con la homilía, la ceremonia prosiguió su curso hasta el momento decisivo de la colocación de los anillos. Primeramente el novio tomando con suavidad la mano de la novia, invocó al amor eterno con la tradicional frase. -Yo Julián, con este anillo me entrego a ti como esposo y ante Dios como testigo, prometo serte fiel, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida. – Dijo el novio con voz alta y clara colocando el anillo a Emilia. -Yo Emilia, me entrego a ti como esposa y ante Dios como testigo con este anillo, te prometo serte siempre fiel en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza todos los días de mi vida. – Dijo acto seguido la novia colocando el anillo a Julián, ante la atenta, cordial y sonriente mirada del párroco. -¡Que lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre! Que este joven matrimonio sea muy dichoso el resto de su vida. Ahora sí Julián puedes besar a la novia.-Concluyó don Luís. Los labios de Julián y Emilia se buscaron, fusionándose en un tímido, casto y cariñoso beso, ambos cerraban sus ojos mientras la emoción cubría las paredes del humilde y pequeño templo, mientras don Tomás pone el disco de la marcha nupcial. Cuando el párroco finalizó la ceremonia, los asistentes tomaron posiciones sobre la estrecha calle a la espera de la salida de la pareja, siendo estos bombardeados con granos de arroz nada más salir por la puerta. -¡Vivan los novios! – Gritaron algunos de sus amigos a la vez. -¡Vivan! – Respondieron desde el otro lado de la calle. -Bueno subamos la cuesta, la sala de fiestas está justo al lado del cine. – Dijo con una gran sonrisa de satisfacción don Alfonso una vez terminado el bombardeo de arroz. Todos los invitados fueron aproximándose hacia la sala Turquesa, un lugar donde el vestíbulo de la entrada está formado a la derecha por un mostrador cuya función es el guardarropa, en el techo unas enormes y relucientes lámparas redondas de color blanco, a la izquierda en su parte superior de la pared, una enorme vidriera parecida al de una iglesia, con cristales opacos formado una serie de extraños dibujos circulares, lineales y cuadrados, abajo unas escaleras en forma de óvalo, que daban acceso a un sótano de unos trescientos metros cuadrados,

cuyas paredes laterales, estaban pintadas con líneas blancas y negras llegando a ser circulares en la pared del fondo, en el techo adornado con unos modernos y bellos relieves de escayola recubiertos en su interior, con piedritas de colores rojos y verdes que daban la impresión de ser rubíes y esmeraldas, mientras que su mobiliario está formado por sillas de madera con el asiento redondeado, las mesas cuadradas, y al fondo un estrado o pequeño escenario donde se sitúa una enorme, elegante e imponente mesa presidencial. Los invitados fueron tomando asiento mientras los novios se hacían una serie de fotos en el exterior, que una vez terminada prosiguió el jolgorio, Quique y sus demás compañeros de la banda tocaron nada más entrar una moderna versión de la marcha nupcial con un toque ye ye, que fue del agrado de todos los invitados, degustando de un exquisito menú, una rica tarta de nata y chocolate, cuyo ritual del corte fue de lo más divertido, para terminar con una sesión de baile a cargo de sus amigos, que no solamente tocaron piezas modernas de rock, sino también pasodobles y bailables tradicionales. Llegando finalmente el momento más esperado y emocionante por las mujeres, cuando la novia lanza a su espalda el ramo, ahí estaban todas las chicas solteras, Marifé, Isabel la hermana de Emilia, Begoña, Maritere, y tres primas de Julián que aun no llegaban a la mayoría de edad. -¡Que se cumpla la tradición! más quien lo coja que se case ¡Eh! – Exclamó Emilia entre el ensordecedor jaleo de las chicas. Emilia lanza el ramo que vuela hacia un mar de brazos femeninos como destino final, llegando a rebotar en una mano, cayendo en picado como un avión que se estrella sobre el cuerpo de Maritere que termina agarrándolo con fuerza, y exclamando un fuerte grito de alegría, ante la mirada de sorpresa de su novio Manolo. -¡Macho! Os ha tocado, ya sabéis lo que os espera. – Dijo lolo desde el escenario con una sonrisa. -Bueno, bueno, pues esta canción se la vamos a dedicar a Maritere y a Manolo, que dentro de un par de años, os esperamos en vuestra boda. – Dijo Quique, mientras comienza con su guitarra a tocar los primeros acordes de Porompompero. La joven pareja comienza a bailar junto con el resto de invitados, Manolo con cara de preocupación mientras que Maritere no paraba de sonreír. -No llevamos ni un mes saliendo y ya se nos presenta la boda. – Comentó Manolo. -Tienes tiempo de requeté de sobra, hay dos años de cursillo prematrimonial en la iglesia. – Añadió Maritere que no paraba de sonreír. – Vamos disfruta de la fiesta, además no te preocupes que a mi familia le encantará la idea. -Enhorabuena Maritere. – Dijo Julián acercándose mientras fumaba un enorme puro. -Gracias, igualmente. – Contestó Maritere. -Parece que estas en un funeral. – Dijo Julián a Manolo. -No, que va, me ha pillado de sorpresa eso es todo, pero claro que quiero casarme, solo que

aun es muy pronto. – Contestó Manolo. -Va, va, a mi me pasaba igual hace dos años y mírame ahora, rumbo a las Canarias de luna de miel cinco días y tan feliz. -A las Canarias, ¿En barco o en avión? – Preguntó Maritere. -En avión, el barco es un rollo, es más romántico pero se tarda más en llegar. – Contestó Julián. La fiesta llegó a su fin, y todos tomaron a pie dirección para su casa, a excepción de Quique, Lolo, Víctor, Ángel y Joaquín, que tuvieron que recoger el equipo y los instrumentos para llevarlos al local, en el Renault cuatro que Ángel utiliza para repartir el pan, los chicos quedaron muy contentos, la boda había sido una prueba muy importante para ellos, descubriendo que son capaces de atreverse con cualquier estilo e improvisar. Marifé y Begoña se quedaron en el bar escuchando discos, esperando a sus chicos y discutiendo sobre Beatles y Rolling, como si de un partido de fútbol se tratase. Julián y Emilia como es lógico con la maleta preparada, iniciando el camino hacia el aeropuerto para tomar el avión, que les lleve rumbo a las islas Canarias y Paloma fue acompañada a su casa por Manolo y Maritere, una vez que se quedó la pareja sola fueron paseando hasta llegar a la casa de la chica, mientras que Paloma en su casa empezó a sentirse indispuesta pasando un mal rato en el baño. -Qué extraño, si apenas he bebido, tal vez será el olor a esos puros tan fuerte y lo cerrado del Turquesa. – Pensó ella mientras se encontraba de rodillas frente al inodoro, recuperándose del vómito. – Y ahora este dolor de cabeza, lo que me faltaba- Concluyó sus pensamientos mientras se dirigía al dormitorio con intención de meterse en la cama. – En fin lo que traen las bodas, y mira que no bebo nada y con poco que beba hay que ver qué mala me pongo. – Se dijo a sí misma con un gesto de rabia mientras desvestía la cama para meterse dentro.



5 A la semana siguiente nada más terminar la jornada de trabajo, Quique y Manolo observan que en la puerta de la finca donde comienza la factoría, Paloma les estaba esperando, Quique se adelanta y con un casto beso al encontrarse en plena calle le saluda. -Tengo que decirte algo muy importante cariño. – Dijo Paloma. -¿Qué ha pasado? – Contestó Quique con extrañeza. -¿Recuerdas aquella noche que no podíamos dormir? ¿Aquella noche del sábado al domingo? – Continuó Paloma sonriendo mientras asentía Quique con la cabeza. – ¿Y recuerdas que el lunes después de la boda el doctor Castillo me estuvo haciendo unas pruebas? Pues me ha

dado los resultados… ¡Estamos embarazados! – Susurró al oído, mientras la cara de Quique se transforma en una fiesta. -¡Chicos! – Quique corre en dirección hacia sus compañeros. -Dime, ¿Qué Pasa? – Preguntó Joaquín. - ¿Otro de tus delirios para componer? -No nada, que busco un padrino para un niño. – Respondió Quique. -¿Un padrino? ¿Un niño? – Cuestionó Manolo con cierta extrañeza. -Paloma y yo, vamos a ser papás. –Concluyó Quique el misterio. -¡Joder macho qué bueno! – Exclamó Manolo mientras le daba unas fuertes palmadas en la espalda de Quique. Los dos chicos se acercaron a Paloma y los amigos le felicitaron, la sorpresa en la pandilla fue tremenda, los meses posteriores las chicas no paraban de hablar, de que comprarle a la criatura, de que tejerle, si será niño o niña, y todo el misterio que rodea un embarazo. Por otro lado los chicos se encontraban más que contentos por su amigo Quique; Un día que fueron los chicos a ensayar el dueño del bar, donde se sitúa el local les comentó, que había venido un señor preguntando por ellos, según parece la actuación en la sala de fiestas había dejado su huella en algún familiar de Julián o de Emilia, pero no fue así, el hombre en cuestión se trataba de un viejo conocido del dueño de la sala, que andaba buscando una banda para amenizar la tarde noche de los sábados, en un pueblo del norte de Castilla la Nueva. Para los chicos fue una sorpresa más que agradable, por fin su ilusión y su deseo de poder vivir de la música, aunque sea en parte podía estar haciéndose realidad, pero el sueño se terminó convirtiendo en pesadilla, ya que aquel hombre resultó ser un sinvergüenza que además de negarse a pagarles llegó a amenazarles con una pistola. Aquella triste y desafortunada historia llego a los oídos de Manolo un amigo de Julián, en una de las timbas clandestinas en las que participaba jugando al mus, y nada más saber de qué grupo se trataba quiso interesarse por la suerte que podían haber corrido los músicos, para ello fue una tarde al bar Pema para ver si podía dar con ellos, en dicho bar no estaban ellos pero si Julián al que le contó toda la macabra historia, fue entonces cuando fueron los dos amigos y compañeros de trabajo a buscar a los chicos del grupo, los cuales se encontraban en el bar Piedrahita, ahí estaban Lolo y Quique, escuchando en la máquina de discos, un disco nuevo cuyo ritmo les había entusiasmado y les había servido de inspiración en nuevos temas, el tema de in “a gadda da vida” de Iron Butterfly. Julián y Ramón realizando una ronda de bares, miraron en el bar la Ciudad, no estaban allí; fueron entonces al Piedrahita y al acercarse lograron ver en el enorme ventanal, que ahí se encontraban los dos músicos al lado de la máquina de discos, con una cerveza en la mano cada uno, entran en el bar y se saludan amablemente. -Me he enterado de lo que os ha pasado en aquel pueblo cercano a Fuencarral. – Dijo Ramón. -Sí, no quisiera mirar mal, no quisiera pensar mal y no quisiera imaginarme que quien se interesó por nosotros es de vuestra familia o de la de Emilia. – Respondió Quique mirando a

Julián. -No, te aseguro que no, se trataba de un empresario, bueno si se le puede llamar así que es un habitual de las timbas de mus, y aquel día el de la sala de fiestas estaba allí y comento que había unos ye yes que tocaban muy bien en su local, y este menda se interesó por vosotros y fue al bar donde ensayáis, y así empezó todo. – Explicó Ramón. – Pero te aseguro que si yo llego a imaginarme como es dicho pájaro os hubiera avisado con tiempo. -Bueno contarnos, ¿Qué os ha pasado? – Preguntó Julián algo alarmado. – La cosa fue tan grave como se comenta por ahí. -Sí, sí que lo fue. – Dijo Quique mientras saca otra moneda de su bolsillo. – Un momento, quiero volver a escuchar este disco. – Quique inserta la moneda y vuelve a seleccionar el disco de Iron Butterfly, se acerca a la barra y pide al camarero otra cerveza con un gesto. – Me puso una pistola en la cabeza, el muy desgraciado, llegamos allí y al principio todo fueron amabilidades y buenas palabras, incluso nos preguntó cuánto queríamos cobrar por actuación imaginaros. – Explicó Quique mientras el camarero le entrega su cerveza. – Estuvimos tocando casi cerca de un par de horas aproximadamente, parando diez minutitos para descansar, había gente que animó mucho, bailaron mucho, todo fue estupendo pero… - Continuó Quique mientras daba un trago a la botella. -Pero claro, llegó la hora de cerrar y había dos individuos en la barra, con un olor a bofia verdaderamente apestoso, nosotros recogimos los instrumentos, el equipo y lo fuimos cargando en el cuatro latas de Ángel. – Interrumpió Lolo a Quique. – Cuando nos acercamos a la barra para decirle al dueño que por favor nos pagase que nos íbamos, comenzó a poner excusas tontas, si bueno que si lleváis el pelo muy largo ¿No?, habéis tocado de menos, oye sonáis con mucha distorsión, no me gusta lo que habéis tocado, y a vosotros que os parece chicos, les preguntó a los otros dos, y uno respondió que nos teníamos que rapar e irnos a la legión y bueno cosas así, en un vocabulario muy propio del movimiento, ya sabes. – Continuó explicando bajando la voz al final. -Yo ahí ya me puse un poco pesado y más insistente y les dije que por favor, que veníamos de muy lejos, que necesitábamos aunque fuese dinero para la gasolina, que si no nos quería pagar lo acordado que vale, pero que menos que la gasolina, Quique estuvo a punto de darle con el bajo en la cabeza, pero al final fue cauto y decidió no hacer nada. – Dijo Quique. – Y entonces fue ahí cuando dijo, pues gasolina no te daré pero fuego si te puedo dar, y saca una pistola, y me apunta directamente a la cabeza. – Continuó explicando Quique. -¡Diantre! – Exclamó Manolo escuchando atentamente y sin parpadear todo lo sucedido. -Y entonces ya le dijimos, que está bien que tranquilos, que ya nos vamos, y claro, nos fuimos de vacío, mientras estos hijos de puta se reían sin parar, llamándonos nenas, sarasas que suerte tenéis que no os apliquemos la de vagos y maleantes. – Concluyó Lolo mientras Quique hacía gestos de rabia. -Bueno ya esta, lo importante es que estáis bien y estáis vivos, estáis sin cuarenta y cinco pesetas de gasolina menos, pero por lo demás estáis bien, no volverá a ocurrir. –Dijo Julián

tratando de animar a los chicos. -Ya sabes lo que hay en algunos pueblos de este país, la ciudad sin ley – Respondió Quique. – Lo peor de todo, lo que más nos jode, es el susto y el disgusto que se ha llevado mi mujer, y que empieza a decirme cosas como que deje el grupo o por lo menos de hacer este tipo de salidas y cosas así. – Concluyó Quique. -Yo ya te digo, si llego a saber que era así de rufián, te hubiera avisado. – Reiteró Manolo. -Lo sé, no te preocupes, lo importante es que estamos bien y no pasó nada. – Contestó Lolo. – Como está la situación se que ni seremos los últimos ni hemos sido los primeros. -Bueno nosotros nos tenemos que ir, se está haciendo tarde. – Dijo Julián. – Si necesitáis algo ya sabéis donde estamos. -Claro que sí… Cambiando de tema ¿Las Canarias bien? – Preguntó Lolo. -Muy bien chicos, aquello es un paraíso, tenéis que ir a verlo algún día. – Respondió Julián. -Por supuesto que sí, algún día, haremos grandes giras y las comenzaremos en Mallorca y las terminaremos en Canarias. – Añadió Quique. -¡Fenomenal! Esa es la actitud que me gusta que tengáis, que no os desaniméis. – Comentó con una gran sonrisa Ramón. – Bueno chicos, pues ya nos veremos.- Los dos amigos se despidieron, cerrando la puerta del bar y alejándose cuesta abajo en dirección hacia casa de Julián. -¿Y nosotros que hacemos? – Preguntó Lolo a Quique. -De momento toma un duro y vuelve a poner ese dichoso disco. – Respondió Quique sacando una moneda y entregándosela a Quique. – Que yo voy a comprar un par de botellas y nos vamos a ir a beberlas donde el otro día estuvo Joaquín con Marifé. -¡Vaya! Ya te enterasteis ¡Eh! – Dijo Lolo mientras se acercaba a la máquina de discos. -Dame un par de litros, Ginés por favor, es una emergencia, me he quedado sin cerveza en casa y mira las horas que son. – Dijo Quique al dueño del bar. -Está bien, pero que sepas que esto no es un ultramarinos, ¡Eh! Esto es un bar. – Respondió Ginés el dueño del bar con bastante seriedad. -Gracias, te lo agradezco enormemente. – Respondió Quique mientras pagaba los litros. Una vez terminado de sonar el disco, los chicos salieron del bar en la misma dirección donde salieron Julián y Ramón, pero ellos fueron más allá, salieron a las afueras del barrio, hacia las ruinas del Cualquier Sitio, donde está el cadáver del avión y una enorme finca donde mucha gente aprovecha para lavar el coche. Nada más llegar Quique se agacha del suelo para coger una piedra y con gran rabia salió de su boca un grandísimo grito, lanzándola sobre una ventana rompiendo un cristal.

-¡Eh! Cállate, ¿Te has vuelto loco? – Cuestionó con una gran exclamación Lolo. -No es justo joder, no es justo lo que nos ha pasado. Tú sabes lo que significa cada actuación. – Respondió con furia y rabia sacando uno de los litros de la bolsa. - Dame un mechero anda. Mira te voy a enseñar como abrir un litro sin abridor. – Continuó mientras fue a sentarse al mismo banco donde se sentaron el otro día la feliz pareja. – Esto me lo enseñó un bodeguero. Las botellas ayudaron a calmar un poco los ánimos de Quique pero para embriagarlos también, Lolo y Quique estuvieron bebiendo y contemplando el habitual paisaje de la carretera de Andalucía, coches y camiones por doquier. -La ciudad, la jodida ciudad, nada más que coches y camiones. – Comentó delirando Quique. ¿Oyes el ruido de los motores? ¿A que parece música? -¿No crees que ya hemos bebido bastante? – Continuaron las preguntas pero esta vez de boca de Lolo. Quique observa como a la botella esta casi vacía del todo. -¿Tú como ves la botella, medio vacía o medio llena? – Quique continuó preguntando. -¿Me tomas el pelo o qué? Esta completamente vacía, tú y yo nos la hemos bebido – Respondió Lolo. -Eres un pesimista entonces. – Dijo Quique sonriendo dando rienda suelta a su delirio. - ¿Te has parado a pensar que no hacen en esta vida nada más que jorobarnos? -Déjalo ya, esto es enfermizo, mañana será otro día. – Interrumpió Lolo -Y una leche, mañana será igual, ¿O a ti te parece normal los leñazos que nos arrearon las pasadas navidades por manifestarnos pidiendo algo justo? - Exclamó Quique. -¿Te refieres a lo de la fabrica? - Cuestionó Lolo. -¡Joder! Pues claro. Ahora estuvo bien, ellos tuvieron algunas bajas, estuvimos dos días encerrados en la fábrica, cuando entraron los grises a desalojarnos. En la nave de motores nos replegamos hasta el fondo de la nave y apagamos las luces, los grises caían, ¿Te acuerdas? – Exclamó sonriendo Quique. –Los malditos cayeron como moscas a los fosos de montaje, tuvieron bastantes heridos. Cuando reaccionaron con más refuerzos nos dieron pero bien, pero mereció la pena. – Continuó Lolo sonriendo. -Por lo menos vieron que no solo somos unos andrajosos obreros, sino que también le podemos echar más pelotas que el más aguerrido de sus soldados. – Comentó Quique mientras se levantaba de aquel banco. -Bueno compañero. – Dijo mirando el reloj – Joder que tarde es. -Sí, vámonos que mañana tocan diana soldado. – Concluyó Lolo mientras también se levantaba. Los dos amigos continuaron su rumbo de nuevo hacia la ciudad con un ligero tambaleo. – Oye, entre las nuevas composiciones de Lolo y el dichoso disco ese del Piedrahita, se me ha ocurrido unas ideas nuevas para las próximas composiciones.

- Sí desde luego que sí, pero vámonos antes de que nos encontremos con alguna parejita de grises y la jodamos otra vez. – Dijo Quique mientras se acercaba a la carretera. -Es tu vida, tienes que pensar en tu mujer y en tu futuro hijo o hija, por cierto ¿Para cuando nace? – Preguntó Lolo amarrándose a Quique. -Creo que han dicho que para Enero o Febrero, más o menos. – Respondió Quique. -Ya falta poco. – Añadió Lolo. -Sí eso es, ya falta poquito. Bueno venga vámonos a casa. – Dijo Quique. – Oye que tenemos que hacer música así, de ese estilo, psicodélia. Continuó moviendo el dedo como un director de orquesta. -Que sí, claro que sí, tenemos que ensayar mejor. – Respondió Lolo mientras se aproximaban a la carretera para cruzarla, durante un instante mira el puente elevado y le pregunta. - ¿No será mejor cruzar por el puente? -¡Va! No déjalo, tardamos más, no ves que por la noche apenas pasan coches. – Dijo Quique. Al día siguiente, en otro punto de la ciudad, concretamente en la parada de la camioneta del Adeva, habían quedado para reunirse las chicas con el fin de debatir, que regalarle al hijo o hija de Quique y Paloma. Begoña, Maritere, Magdalena, Marifé, María y Luisa, fueron todas juntas hasta un local próximo conocido como la asociación, aquel establecimiento cuyo nombre completo es Asociación Recreativa Los Ángeles, aquel lugar servía como reunión y también ofrecía funciones de bar, los vecinos se inscribían y pagaban una cuota mensual. Trataban al principio como iban las obras del barrio, se pedían autobuses y mejoras para la ciudad. Los fines de semana, los hombres jugaban a las cartas o al dominó. En verano se sacaban mesas y sillas, y se hacía la vida vecinal allí, los que eran socios, había también un teatro de guiñoles para los niños, en cuanto veían aparecer el camión, todos corrían con sus sillas para disfrutar del espectáculo. A las chicas nada más entrar en dicho establecimiento, les invadió un sentimiento de nostalgia, ya que se trataba de un lugar donde jugaron mucho siendo niñas. -Mirad, ¿Os acordáis? – Comentó Marifé señalando con el dedo una vieja televisión que se encontraba en lo alto de una estantería. – Esta fue la primera televisión que vi, la primera si no me equivoco que tuvo el barrio. -Pues sí, no te equivocas chiquilla. – Le dijo en un tono amable uno de los encargados de la asociación, un hombre de mediana edad, calvo y con unas gafas oscuras. – Aquí, vimos las primeras corridas de toros del Cordobés, y también los primeros partidos de fútbol, y menudas se armaban aquí. – Continuó explicando mientras esbozaba una enorme sonrisa. – Esta televisión fue donada por un vecino, o creo que por varios que juntaron dinero para comprarla pero no recuerdo donde. El caso es, que fue una alegría para todos, también para vosotras, ¿Os acordáis cuando los niños venían a ver Bonanza y Rin tin tin? -Sí, claro que me acuerdo. – Dijo Maritere, mientras las demás chicas sonreían, atentas a la charla de aquel hombre tan simpático. -Y en verano que traían la verbena justo ahí enfrente, antes de que construyeran toda esa llamada Colonia del Ahorro, que eran los Areneros. Ahí venían los circos, los Tonetti… -

Continuó explicando el hombre. -Claro, yo me acuerdo hace unos años que un domador fue herido y tuvieron que llevarlo al bar de la Ciudad, donde le curaron, le hicieron un torniquete y de ahí en un coche a toda velocidad a la casa de socorro, yo era muy pequeña, pero me acuerdo. – Interrumpió Marifé.

-Sí, menuda impresión y menudo susto que tuvo que ser. – Dijo el encargado.- Bueno ¿Qué queréis tomar chicas? -Unas Mirindas, a ver, ¿Quién de Naranja?... – Preguntó Maritere mientras observa que Marifé y Luisa levantan el dedo. – Bien tres de Naranja y vosotras supongo que de limón ¿No? -Muy bien, voy a ponerlas. – Dijo el hombre, mientras las chicas se sentaban en una mesa. -Bueno a ver, tenemos que buscar varios regalos para la criaturita. – Explicó Maritere. -Un chupete, un sonajero, un pijamita, a ver de qué color. – Continuó Magdalena. -Si algo de eso, podemos ir a Lanas Ramos, que siempre tienen cosas interesantes, o a la mercería de Rosy y Oliva, que está aquí al lado entre estos recovecos. -Muy buena idea, suelen tener muchas cosas y no son nada de caras. – Dijo Marifé. -Además conmigo se llevan muy bien, mi madre les compra mucho. – Dijo Luisa. -Sí, son muy buena gente. – Comentó Maritere. – A mi me pilla lejos de casa pero de vez en cuando les he comprado ahí algo. -Pues sí, ahora cuando terminemos los refrescos iremos allí. – Dijo Magdalena. -Por cierto, ¿Os habéis enterado de lo que les ha pasado a los chicos? – Interrumpió Marifé. -¡Uf! Sí, ¡Qué mal! Cada vez las cosas están peor. – Comentó María. -Hoy en día, ya no te puedes fiar de nadie. – Dijo Marifé. -Es algo que empieza a ser demasiado habitual. – Añadió Maritere. – Cada día hay más dueños de bares que se aprovechan de los jóvenes que vienen a tocar. -Si son unos desalmados, al novio de una compañera que vive en Legazpi, que les conocí en la escuela de peluquería que les pasó algo parecido, en un pueblo de Andalucía, lo cual fue peor, ya que les pillaba más lejos. – Añadió Luisa. -Y la pobre Paloma lo mal que lo pasó. – Dijo Maritere -En fin chicas, vamos a la mercería, a ver que encontramos. – Concluyó Maritere con cierto tono de resignación. Las chicas salieron de la Asociación despidiéndose cordialmente de aquel hombre tan atento y simpático, iniciando el camino hacia la mercería que se encontraba en los bloques de atrás. En aquel camino de arena pudieron contemplar la cantidad de niños que había jugando a la pelota, y niñas jugando con modestas muñecas de trapo. Llegaron a la mercería, un establecimiento que tras abrir su puerta de madera pintada de color blanco, con cristales cuadrados les da la bienvenida con un escandaloso chirrido, las chicas entran y empiezan a mirar su interior, compuesta por un montón de estantes donde guardan las lanas, todas ellas perfectamente colocada por colores y tamaños, un mostrador de cristal con marcos de madera antigua, donde albergan cajas con todo tipo de botones, cremalleras y todo tipo de material de costura, al lado de los estantes de las lanas, donde se pueden ver diversas

prendas de ropa interior para mujer y ropita para niño. En dicho mostrador esta Rosy, una mujer soltera de unos treinta años y al fondo la señorita Oliva su hermana unos años más joven, que se encontraba colocando prendas en las ventanas, que hacía su función de pequeños escaparates. -Hola chicas ¿Qué se os ofrece? – Saludó Rosy. -Hola Rosy, estamos buscando ropita para recién nacido. – Dijo Luisa. -¿Es niño o niña? – Preguntó la dependienta. -¡Qué va! Si todavía no ha nacido. – Respondió con una sonrisa Marifé. -Bueno pues en ese caso, con el blanco siempre aciertas. – Respondió Rosy. – Voy un momentito al almacén y os voy a sacar algunas cosillas. – Continuó la dependienta mientras abría la puerta de una pequeña habitación llena de cajas y ropas desordenadas. -Que bien, una de vuestras amigas va a tener un niño. – Comentó Oliva acercándose al grupo de chicas. -Sí Paloma la del sesenta y cuatro. – Comentó Maritere. -¡Ah! Sí, la que está casada con el bitel ese del pelo larguito. – Cuestionó Oliva. -Sí eso es. – Respondió Maritere. -Ya me he enterado lo dijo el otro día la portera del treinta y siete, que judiada les hicieron, que mala gente hay por ahí. – Comentó Rosy mientras salía del almacén con varias cajas de cartón y se acercaba al mostrador. – A ver chicas, creo que con uno de estos vestidos vais a acertar seguro, además que Palomita tiene muy buena clase a la hora de vestir. -Seguro que sí. – Respondió Luisa, mientras Rosy fue sacando un par de vestidos y extendiéndolos sobre el mostrador, tapando el muestrario de botones y demás artículos de costura. -¡Ay! Este es precioso, mira que encajes tiene. – Comentó María al resto de chicas, mientras señalaba el vestido de la izquierda, un hermoso vestido para bebe de color blanco con diversos adornitos en las mangas y cuello. -La verdad que sí, que los dos son muy bonitos, ahora a ver por cual nos decidimos. – Comentó Maritere. -¡Pues muy sencillo! – Exclamó Marifé mientras sacaba de uno de los bolsillos de su pantalón, una moneda de cinco pesetas. - ¡A cara o cruz! -Venga vale, cara izquierda, cruz derecha. – Respondió Luisa. La chica lanza la moneda que va directamente a caer al suelo, al agacharse observa y mira a Rosy. -Ha salido cara, así que, el que le gusta a María. – Concluyó Marifé.

-¿Qué vale? – Preguntó Luisa. -Sesenta pesetas con cuarenta y dos céntimos chiquilla. – Respondió Rosy. -Muy bien, vamos a juntar el dinero, ¡Chicas sacar el parné! – Dijo Maritere, mientras una lluvia de monedas cayendo sobre el mostrador y las chicas comienzan a contar el dinero. -Aquí las tienes, ¿Se puede envolver para regalo? – Dijo María a Rosy. -¡Faltaría más! – Respondió amablemente Rosy, el fuertísimo sonido de un grupo de motocicletas interrumpe la cordial charla entre tenderas y clientes. - ¡Que chicos más pesados! Un día se van a partir la crisma, todo el día por los recovecos de aquí dando vueltitas y brinquitos con las motitos del diablo. -El otro día casi me pilla ese guapito de las patillas, ¡Veras como un día lo agarre! - Añadió Marifé. -No mejor que no, no les digas nada, no tienen pinta de ser trigo limpio. - Respondió Oiiva que se asomó discretamente cubierta entre unos visillos para observarles. - Son cuatro, y menuda polvareda que están levantando.



6 La ciudad de los Ángeles continuaba su expansión, compuesta en su inmensa mayoría por matrimonios jóvenes, llenando de juventud sus calles y de chiquillería sus hijos, repartidos en varios colegios donde los niños cursaban el bachiller elemental y superior, unos en grandes fincas, como el de Nuestra Señora de los Ángeles, colegio privado y religioso solo para el sexo masculino, el Colegio Ciudad de Barcelona, mixto y el Colegio San Nicolás, este último siendo la construcción más antigua. Otros numerosos colegios en cambio, estaban ubicados en simples pisos, el Colegio Bermejo, siendo el más pequeño ya que era un simple piso de noventa metros cuadrados, el Colegio Luis Vives, Colegio Nuestra Señora de Gracia, el Regina Angelorum y colegio Nebrija que eran algo más grandes gracias a la unión de varios pisos o locales comerciales. Todos ellos realizaban una férrea y severa disciplina hacia los niños, teniendo los pequeños veinte minutos de recreo, una gran evasión y un pequeño soplo de libertad entre libros, olor a tiza y la amenaza constante de un palo macizo de madera o una regla, como castigo al no decir correctamente la lección o por cometer cualquier acto de indisciplina. Los hermanos pequeños de la panda de músicos, se encuentran la gran mayoría cursando sus últimos años de colegio, en el colegio Barcelona. Suena la sirena, y todos los niños corren hacia el patio bajando las jóvenes escaleras del colegio recién construido hace apenas unos años, unos juegan al balón, a la peonza, otros cambian cromos, las niñas juegan a la comba, a la rayuela, y las más mayores con la edad del pavo, ya hacían grupitos contándose sus

confidencias. Es aquí en uno de estos grupitos donde podemos encontrar a dos grupos, uno compuesto por niñas de once años, Raquel, es la hermana de Ramón, Eva la hermana de Víctor, y Elisa; El otro por niñas de doce años, Tere hermana de Cristina y prima de Paloma, Irene la hermana de Maritere, y otra niña la hermana de Luisa y Loli que también se llama Irene. -Menudo traqueteo que nos han dado en la clase de gimnasia. – Dijo Eva a las chicas mientras todas bajaban las escaleras. -¿Habéis hecho los deberes de mates? – Preguntó Raquel. -Pues claro, por la cuenta que nos trae. – Contestó Nieves, mientras las demás niñas asentían con la cabeza de manera colectiva. -¡Eh! Mirar ya están estas pintando la rayuela, ¡Correr! – Exclamó Eva mirando hacia el horizonte viendo como las niñas de la otra clase estaban con una pequeña tiza pintando en el suelo cuadritos con numeritos; Mientras en otro punto del colegio, los chicos se preparaban para jugar un partido de fútbol. Entre los chicos estaba el hermano pequeño de Quique, Paco que iba a séptimo junto con Antonio, el hermano de Joaquín, José el hermano de Manolo, Carlitos el hermano de Emilia y Álvaro el hermano de Marifé, junto con ellos había muchos más niños, Sixto, Cholo, Pipe, Armando, Gustavo, Rafa y otros más que iban a la otra clase. Cada equipo tenía su capitán, uno era Antonio y el otro José, ya habían pedido cuatro niños cada uno cuando José se enfada e increpa al hermano pequeño de Joaquín ya que se había pedido a Paco y José lo quería para su equipo, Paco es un niño muy habilidoso con el balón y todos lo quieren, al contrario que su hermano, es de Aleti, al igual que Antonio. -No te enfades Josito, además somos el Aleti contra el Madrid y nosotros como somos del Aleti jugamos contra vosotros que sois del Madrid. – Dijo Antonio intentando tranquilizar a José evitando que la pelea fuese a más. -Tú lo que tienes es mucho morro, siempre te toca pedir primero y siempre lo coges a él. – Respondió José, Josito es un niño con mucho carácter, tiene fuertes broncas en casa, su padre es muy severo, en ocasiones se refugia en su hermano Mayor Manolo pero desde que sale con Maritere pasa muy poco tiempo con él, lo cual hace que se sienta desprotegido y cada vez adquiere más rebeldía y se desahoga con sus compañeros de clase. -Pero mira que eres envidioso, venga ya, vamos a jugar, seguir pidiendo, que esto es un rollo. – Respondió Pipe otro niño elegido por Antonio. -A que te parto la cara Piposo. – Respondió José en tono amenazante. -¡Eh! Vale ya. Sigamos pidiendo, te toca José, pide de una vez ya. – Respondió Paco intentando poner fin a la pelea. Finalmente los niños terminaron de elegir y tanto ellos como ellas pasaron una agradable mañana de recreo con sus juegos, pasados veinte minutos tanto la sirena del colegio como la de la factoría, anunciaron enérgicamente que el juego se había acabado y había que regresar a los quehaceres de cada día. En la factoría Barreiros, los hermanos mayores, Manolo, Quique y Lolo, estaban en la misma

cadena de montaje, trabajando colocando las ruedas de los coches, unos hermosos Simca mil de cuatro puertas, con una bonita línea y motor trasero. -Bueno chicos, ¿Os habéis enterado que película ponen en el Zafiro? – Dijo Quique levantando la voz para poder sobresalir entre el enorme ruido de las máquinas. -Pues ni idea, pero han dicho que es una bastante buena, he oído comentar por ahí. – Respondió Manolo. -Ponen el guateque. – Comentó Quique. -¿El guateque? – Exclamó con cierta interrogación Manolo. – Venga ya, te he estas quedando conmigo. Esa la pondrán en el Excélsior, o en el Capitol o el Lope de Vega, ¿Pero aquí? Seguramente lo habrás soñado. -Que si tíos que sí, que lo sé de muy buena tinta, me lo dijo Ramón, que ya veis que esta siempre atento a todo. – Respondió Quique nuevamente. -¿Pero cómo es posible? Si es una película de estreno. – Comentó Lolo mientras apretaba con fuerza los tornillos de una rueda. -Parece que por un error de la distribuidora, ayer el camión de reparto de cintas que hace la ruta por los cines, al abrir la caja lo vieron. Tú sabes que Ramón es empleado de seguros, ¿No? Pues el cine tiene seguro con la empresa donde trabaja y por eso lo sabe y me lo ha dicho. – Afirmó Quique. -¡Qué bien! Jajaja, esto ya va a parecerse a la avenida José Antonio. – Exclamó con una sonrisa Manolo frotándose las manos. -Por cierto otra cosa, me ha comentado Joaquín que le han invitado a una reunión en el bar Alquézar, ¿Os apetece venir? – Dijo Lolo cambiando de tema. -Por mi vale, además está cerca de casa, pero ¿Quiénes han sido? –Comentó Quique. -Al parecer unos que paran en el Pema que son conocidos de Julián y que hace poco han montado un equipo de fútbol, el Rayo los Ángeles. – Respondió Lolo levantando la voz para poder anteponerla al ruido de las máquinas. -¡Ah! Y me van a presentar chicas, vosotros ya estáis emparejados, así que… -Concluye con una enorme sonrisa. -¿Habéis visto que bonito el Simca mil cien? Me tengo que comprar uno. – Exclamó Manolo cambiando de tema señalando los coches de la cadena de montaje. Llegó el día de la reunión, para los chicos de la panda era casi como un ritual quedar en el bar Piedrahita donde se encontraba el depósito, Maritere que venía de subir la cuesta, observa las carteleras del Zafiro, y no da crédito a su vista cuando contempla que esa semana ponen “el guateque” una película de estreno protagonizada por el actor cómico Petter Sellers. Al llegar al Piedrahita vio como estaban casi todos, solo faltaba por llegar Joaquín, que iría solo ya que Marifé tiene que trabajar. -Les esperamos diez minutos y más y si no vienen nos vamos. – Dijo Lolo impaciente por llegar al Alquézar.

-¡Va!, tranquilo, estará a sus cosas, toma una moneda y pon un disco. – Contestó Quique intentando tranquilizarle, mientras un pequeño chirrido de la puerta de la calle anuncia la llegada de Maritere. – Además luego tiene que ir a buscar a Marifé -Hola ¿Habéis visto la cartelera del Zafiro? – Saludó preguntando Maritere. -Claro, si ya se lo dije. – Contestó Quique. -Vaya hombre, me he quedado sin tabaco, en fin, voy al estanco del diez que hay donde el bar la Paz, que tienen los bisontes por sesenta céntimos. – Dijo echándose mano al bolsillo y comprobando que el paquete estaba vacío. – No me esperéis ir vosotros para allá ahora cuando termine el disco. La tarde prometía ser divertida, los chicos iban con sus mejores galas, los uniformes de la banda de los corazones solitarios y el sargento Pimienta, los chicos salieron del bar y al llegar al paso de cebra, los chicos se pusieron cada uno en fila india simulando ser los escarabajos de Liverpool, como en la portada del disco de The Beatles, en el otro lado de la acera les había esperado Quique sentado en el poyete cercano al bloque treinta y tres, fumando un cigarro y se incorpora al grupo, bajando una pequeña cuesta, antes de llegar a las nuevas galerías comerciales, siguen andando tranquilamente sonriendo, cuando descubren en la esquina a la iglesia de San Mateo, que hay parada una furgoneta de la policía, con dos hombres de uniforme gris con una gorra del mismo color, con una raya roja y el escudo en el frontal junto a ellos, un señor vestido de traje y corbata, calvo con gafas oscuras y un delgado bigote, avista la panda de chavales y chavalas y soltando una leve carcajada, hace una seña a los policías para que les pare. Aquel señor era el comisario don Abilio, veterano de la guerra civil española y afín al movimiento falangista. Desde el asesinato del sargento Barriga estaba sediento de sangre y en numerosas ocasiones ha descargado toda su rabia de manera brutal sobre gitanos y gente cuyo único delito era pensar diferente o llevar el pelo largo, tanto en comisaría como en plena calle. -¿Habéis visto chicos? – Preguntó Maritere con cierto síntoma de preocupación. -No estamos embriagados, no estamos haciendo nada malo, solo paseamos. – Contestó Quique mientras continuaba andando. – Vamos, que no va a pasar nada. Los chicos siguieron andando, Maritere muerta de miedo agarraba fuerte el brazo de Manolo, mientras él no podía disimular su incertidumbre, Quique avanzaba sereno y seguro de sí mismo, acompañando a Paloma que se tocaba una y otra vez la barriga, Lolo, María y los demás caminaban siguiéndoles, intentando eludir la vista sobre los policías como si no existieran, cuando el señor del traje da dos pasos adelante abordando el camino del grupo. -¡A ver maricones! ¿De qué circo os habéis escapado? – Dijo el comisario, haciendo un gesto de alto a todo el grupo. - ¿Os habéis mirado al espejo? Menudas pintas que lleváis, que vergüenza estarán pasando vuestras obreras madres. – Concluyó haciendo una seña al par de policías que como lobos hambrientos se abalanzaron sobre Quique, Lolo y demás chicos porras en mano, mientras el comisario don Abilio separa de manera brusca a Maritere del brazo de Manolo lo que provoca una mirada de ira en él, don Abilio le sacude un bofetón propio de un profesor cuando le dan mal la lección, repitiendo con mofa y chulería que a un policía no se le debe mirar con odio. El bombardeo de fuertes palos producidos por las porras continúa

sobre los chicos que terminan doblándoles las rodillas de manera tosca y contundente, las chicas gritaban de impotencia y de terror mientras el comisario les mandaba callar con gestos cínicos. Tras pasar dos interminables minutos, los policías reciben la orden de parar y como perros sumisos obedecen, volviendo a la furgoneta y cerrando fuertemente la puerta. Mientras los chicos doloridos unos de rodillas, y otros tirados en el suelo se quejan de los fuertes golpes recibidos. -No me deis las gracias, es una lección para que aprendáis a vestir bien. – Dijo don Abilio mientras abría la puerta del copiloto de la furgoneta policía con una sarcástica sonrisa. Cierra la puerta y el vehículo arranca en dirección Orcasitas, probablemente hacia el Rancho del Cordobés. -¡Que salvajes! Malditos sean. – Exclamó Paloma con gestos llorosos abrazada a Maritere que continuaba temblando. -Os juro que algún día este pájaro me las pagará todas juntas. – Dijo Manolo, el único de los chicos que no iba vestido como Beatle y que tal vez por eso solo se llevó dos bofetones. – Tranquila Maritere, ya ha pasado todo, vamos a ver cómo están ellos. -¡Malditos sean! Me han machacado la rodilla. – Exclamó Quique. - ¿Cómo estas Lolo? -Bien, creo que me ha amoratado la espalda, pero la ilusión por ir a la fiesta no me la quita nadie. – Contestó Lolo mientras continuaba se levanta del suelo. -¡Que salvajes! – Exclamó Maritere acercándose a los chicos contemplando impotente los daños producidos en sus cuerpos, junto con Manolo que ayudaba a levantarse Quique. – Ahora eso sí, es la última vez que salimos a la calle vestidos así, esto no es Abbey Road aunque el paso de cebra del depósito lo parezca, ¿Esta claro? -Guardaremos los trajes para una mejor ocasión, aunque el mío me lo han roto, en fin, lo luciremos en la reunión, a nosotros no nos ahoga la fiesta nadie, vamonos allí nos podremos curar las heridas. – Dijo Quique dolorido. Poco a poco los chicos fueron incorporándose como buenamente podían y caminaron cruzando una pequeña carretera hacía uno de los polletes, unos a otros fueron mirándose las espaldas y las piernas y descubrieron los hematomas producidos por la salvaje agresión. Nadie habló con la boca, pero todos hablaron con la mirada. Una vez pasado el tiempo, los chicos fueron caminando todos juntos en dirección al bar Alquézar, que estaba situado a escasos metros del fatídico encuentro con los policías. En la puerta de dicho local estaba fumando un cigarro Julián en compañía de dos chicos. -Pero bueno, que parece que os habéis escapado de la noche de los muertos vivientes, ¿Por qué camináis así? – Preguntó Julián extrañado. -Nada, aquí los mendas que hemos tenido un encontronazo con los grises y todo porque pensaban que nos habíamos escapado de un circo. – Contestó Manolo. -Ya veo, que caras tienen las chicas, están aterrorizadas. – Comentó Julián.

-¡Ah! Con razón me había parecido escuchar unos gritos hace un rato cuando estaba llegando. – Dijo uno de los chicos que estaba con Julián. -Si mira os voy a presentar este es Lucas, delantero centro del Rayo los Ángeles, lleva ya ocho goles esta temporada, la primera para nosotros. – Presentó Julián a los demás chicos y chicas. -Hola encantado, si bueno, más se hace lo que se puede, a ver si algún día vais a algún partido. Jugamos ahí en la zona de Euskalduna. – Dijo Lucas mientras sacudía el humo del cigarro que le llegaba a la cara por efecto del viento. – Juli por favor no me eches esa porquería a la cara. Lucas, es un chaval con una comprensión física atlética, rubio con ojos negros, posee una moto marca Montesa, le gusta practicar motocross en compañía de otros chicos motoristas, por los solares del barrio donde aun no se ha construido nada, y las escombreras que atraviesan la carretera, universitario le falta un año para terminar sus estudios de derecho. Junto a él estaba otro compañero del equipo Nando, que además trabaja en Barreiros, tiene el pelo corto y de color moreno, y físicamente algo más fuerte que Lucas. Enseguida María y Luisa les echaron el ojo y es más que probable que ellos también, una vez terminada todas las presentaciones, entraron dentro del bar Alquézar, el Alquézar se trata de un bar enorme, tal vez el más grande del barrio, con una alargada barra que no parecía terminar nunca, todas las mesas en la derecha del local, y en la izquierda un enorme espacio para que la gente pudiera bailar y moverse libremente, en el techo unas lamparitas adornadas con papel charol de colores, para crear un efecto de iluminación más divertido, y junto a la pared una jukebox muy similar a la del bar la Ciudad, que no paraba de sonar canciones lentas, en este preciso momento suena “Hey Jude”, la reunión estaba organizada por el equipo de fútbol y dentro podía verse a grupos de chicos y chicas, la mayoría jugadores y ellas invitadas por amigos o por los propios jugadores. Fue entrar Lolo y confundir el bar con el paraíso, enseguida sus ojos se fijaron en tres chicas que se encontraban riendo y bailando junto a la máquina de discos, Loli una hermosa rubia de ojos claros con mirada triste, muy aficionada al rock y al fútbol, seguidora del Rayo los Ángeles y del Real Madrid; la segunda chica que estaba junto a ella es Pili, castaña de ojos negros, con algún kilito de más; y la tercera Mamen, la más joven de todas de tan solo diecisiete primaveras, castaña y con los ojos marrones. Lolo no duda ni titubea un minuto más, y no duda en acercarse a las tres chicas. -¡Hola! – Exclama saludando con un simpático gesto. -Hola. – Responden devolviendo el saludo tímidamente las tres chicas a la vez. -Me llamo Lolo. – Continúa con gesto sereno y seguro de sí mismo. -Yo Loli. – Respondió la primera chica de la izquierda, mientras las otras dos seguían sonriendo tímidamente. -¿Bailas? – Pregunta Lolo, señalando el lugar donde la gente estaba bailando. -Tal vez luego, ahora no. – Respondió Loli dudando y mirando a sus amigas que continuaban riendo.

-Bueno estaré por aquí, con mis amigos. – Concluye Lolo marchándose hacia la barra. -¿Eres del Rayo? – Pregunta Pili la chica de en medio, mientras Loli echa una mirada de sorpresa. -No, yo soy músico. – Responde girando la cabeza sonriendo. -¡Ah! Músico. Si me lo imaginé al ver esos pelos. – Añade Pili, mientras Loli se adelanta unos pasos y agarra con fuerza la mano de Lolo y se dirigen hacia la improvisada pista de baile. -Me encantan los Beatles. Dime ¿Qué instrumento tocas? – Dijo Loli agarrando a Lolo para iniciar un baile lento, ante la atónita mirada de amigas y amigos. -Bueno macho, creo que ya estamos todos emparejados. – Dijo Quique a Joaquín contemplando la escena y riendo satisfactoriamente. -Ya era hora Lolo. – Comentó Joaquín haciendo un gesto de brindis con su vaso, que Lolo le devuelve con el pulgar en alto y sonriendo tímidamente. -Yo soy pianista, tenemos un grupo llamado Estridentes, y si quieres escuchar temas de Beatles en directo, aquellos de ahí son los guitarras de mi grupo, nosotros tocamos de todo, últimamente nos ha dado un poco por la psicodélia, pero lo mismo nos puede dar por los Rolling, que Beatles, que cualquier grupo… ¡Ah! Y composiciones propias también tenemos pero ahí somos más de tocar en plan instrumental. – Explicó Lolo ante la atenta mirada de Loli, mientras sus amigas decidieron continuar e irse con otros chicos del equipo de fútbol que estaban en la reunión. -A mí ¡Uf! Me encanta el rock, me encanta Elvis, también me gusta mucho el fútbol. El caso es que me suena tu cara de vista, tal vez vivas cerca de mi casa. – Dijo Loli. - Es posible ¿Dónde vives tú? – Preguntó Lolo. -En el bloque veinte. – Contestó ella. -Yo en el sesenta y cuatro. Y en ese bloque vive mi amigo Manolo – Añadió él. -¡Hum! Barreiros ¿Tu padre trabaja en Barreiros? Preguntó Loli -Sí, y yo también ¿Y conoces a Manolo? – Respondió Lolo. -Claro y su novia Tere que están ahí… Y bueno tú tendrás un Simca supongo. – Cuestionó ella. -Antes teníamos un Gordini pero el pobre esta para pocos trotes ya. Tal vez dentro de poco nos compremos el mil cien, pero está por ver, son caros, y ya sabes lo que cobra un obrero. – Explicó él. -Sí y menudas se arman en las postrimerías de Navidad y con esos grises dando porrazos a todo el mundo. – Añadió Loli.

-Esta última les plantamos cara bien, pero nos costó caro porque cuando pidieron los refuerzos nos sacudieron bien por todos lados. – Dijo Lolo. – Pero en fin, hay que seguir en la lucha para mejorar nuestro salario. -Pues sí, ni que lo digas, los salarios cada vez más bajos… ¡Oh! Vaya se ha acabado la lenta. – Dijo lamentándose al escuchar los primeros compases de My generation del grupo The Who. -¡This is my generation… Baby! – Exclamó cantando Lolo soltándose de la chica y animando para que siga bailando. -Aquí ya me pierdo un poco pero bueno. – Dijo Loli mientras sonreía tímidamente bailando como buenamente podía. Mientras en otro lado del bar, otro grupo de chicos entre los que se encontraban Víctor y Ramón, continuaron charlando con los futbolistas. -El equipo del barrio, bueno uno de ellos, porque los del Ingenieros tienen otro, se había creado hace poco tiempo y la sede momentáneamente es el bar Pema. – Dijo Lucas. – Tenemos una plantilla bastante corta y necesitamos chicos que jueguen bien al fútbol. -Nosotros, no damos una patada al balón desde que terminamos el bachillerato, pero bueno, con entrenamiento se puede intentar. – Dijo Joaquín mirando a Víctor y Ramón. - ¿Verdad chicos? -Verdad, igual que un músico no nace sabiendo y ensaya y práctica, pues esto es lo mismo. – Dijo Víctor. -Además vosotros frecuentáis mucho por el Pema, siempre os veía jugar a las cartas con Ramón y compañía. – Dijo Nando. – Nosotros entrenamos ahí, cruzando la carretera andando unos cinco minutos, ahí un campo, que además también jugamos, en ese campo o en el de las huertas de Euskalduna, según esté el tema. Si os parece bien, mañana podíais entrenar con nosotros a ver qué tal. -Esto cuando salen de trabajar se ponen a ensayar con su grupo así que lo dudo, en cambio, nosotros si podíamos intentarlo. – Dijo Julián mientras observaba como las amigas de Loli se acercaban a ellos. -Hola, ¡Qué Nando! ¿No nos vas a presentar? – Preguntó Pili. -Os presentaría pero están ya ocupados, estos dos casados y estos con novia. – Respondió Nando. – Pero en cambio, Salvi, González, Rubén y demás chicos del equipo de fútbol si están deseando bailar con vosotras y más amigas. -¡Eh! Te olvidaste de mí. – Exclamó Lucas, echándose prácticamente encima de Mamen. ¿Bailas? – Preguntó a la chica mientras le toma caballerosamente la mano. -¡Sí! Claro que sí. – Afirmó sin pestañear Mamen ante la atónita mirada de su amiga.

-Aquí, quien no corre vuela, en fin, voy a por los del Rayo no vaya a ser que me quede para vestir santos. – Dijo Mamen adelantando el paso con un gran enfado. -Ya lo veis lo que son estas reuniones, intentamos hacer una cada dos o tres meses, si tenéis amigos libres, ya veis lo que hay. – Dijo Nando con una enorme sonrisa mientras observaba como se iba Pili y como Mamen y Lucas bailaban. -Pues sí, ya lo veo, mas las chicas están imponentes. – Dijo Joaquín. -¡Calla, calla! Lo dice este que por su novia suspira medio barrio, Villaverde y San Fermín. – Exclamó Quique con una enorme sonrisa. Mientras en el baile Lucas y Mamen iban cada vez congeniando y encajando mejor como dos piezas de un puzle, Pili a su vez continuaba siendo el centro de atracción entre un numeroso grupo de chavales como una cupletista de revista para viejos verdes, fumando como una diva y riendo las gracias de turno. -Por cierto chicos ¿Sabéis que al lado del colegio vamos a construir la nueva iglesia de San Mateo? – Dijo Joaquín. -¡No fastidies! – Exclamó Julián. – Si lo llego a saber me espero a ello. -Va a ser bastante grande, según me ha contado el jefe que por cierto ha visto los planos y no sé quién habrá sido el arquitecto pero tiene un diseño muy raro. – Comentó Joaquín mientras daba un pequeño sorbo al vaso de cerveza.- ¿Y sabéis más? En ese campo del Euskalduna donde jugáis, vais a jugar ya muy poco en el futuro, porque justo ahí, se va a construir otro colegio, y donde las huertas un montón de edificios. -¡Claro! Ahora lo entiendo todo, ahora sé porque últimamente nos vamos a cruzar la carretera, que jugar ahí con lo bien que nos venía a todos, tan cerquita de casa. – Dijo Nando. -Últimamente no paráis de trabajar, galerías comerciales, nueva iglesia, nuevos colegios. – Dijo Quique. – Mira estos como bailan. – Exclamó mientras observaba como bailaba todo el mundo. -Sí mas nosotros sin nuestras mujeres para poder bailar con ellas. – Dijo Joaquín mirando el reloj deseando que se acercase la hora de ir a buscar a Marifé, mientras la fiesta continuaba sin descanso para todos los demás chicos y chicas. Al amanecer siguiente, la sirena de Barreiros anunciaba el inicio de un nuevo día. Es una mañana tranquila en la que María había quedado con Mariví, que se encontraba sin servicios para prestar, y por tanto aprovecharía para hacer la compra que su madre le había encargado. Quedaron a las once en el depósito con Loli y Luisa, las cuales venían de hacer unas compras en Retales Olimpia, y en dicho establecimiento coincidieron con Paloma. Finalmente las cuatro chicas estuvieron haciendo las compras en las tiendas de esa zona, la panadería de Cándido, la droguería Bel Flor, la Carnicería de Herrera, hasta llegar a los frutos secos que hay al lado de los recreativos, atendidos por una exuberante mujer, y siempre lleno de serviciales hombres haciendo los recados a sus mujeres. Finalmente acordaron quedar todas junto con los chicos el miércoles para ir a ver la película de “El guateque”. Aquel día, la taquilla del cine presentaba un aspecto distinto, había grandes colas para ver en sus distintos

horarios la película. Ya que fue todo un acontecimiento en el barrio, por un error de la distribuidora durante unos días se proyectó una película de estreno en un cine de barrio, no era el cine Lope de Vega, ni el Capitol, ni el Roxy, para ir a ver “El guateque” solo tenías que salir de casa y caminar unos metros hasta el cine Zafiro. Todos aquellos siempre recordaran ese día, por un momento olvidaron sus problemas y sus rutinas, gracias al mágico mundo del cine, a la divertida película de Blake Edwards, y a la disparatada actuación del actor Petter Selles. Aun se recuerdan como las carcajadas del público traspasaba las paredes del cine llegándose a escuchar desde la calle. El grupo de chicos y chicas, que había crecido con la llegada de los nuevos futbolistas del Rayo los Ángeles, que tan buenas migas hicieron desde el principio con los músicos, y las chicas amigas de los futbolistas, encajaron perfectamente creando así, una pandilla sólida, numerosa y unida, cada uno y cada una con gustos y estilos diferentes, pero en el fondo unidos por las inquietudes que tiene cualquier joven, ya sea soltero o recién casado habitante de un barrio obrero. Los chicos seguían con atención las noticias, que llegaban de la universidad de Madrid con esas duras cargas policiales, y al mismo tiempo, cuando tenían oportunidad de ver la tele en la casa de alguien o en algún bar, quedaban perplejos al ver las noticias de la revolución de Paris en Mayo de 1968. Si a esto le sumamos, o le unimos, la música llegada del otro lado del Atlántico o de Londres, la combinación de sueños era más efectiva, se soñaba con no caminar con miedo por la calle, con la democracia, con la libertad, sin miedo a decir lo que uno piensa sin girar la cabeza a ver quién hay escuchando. La ciudad continuaba creciendo y los tiempos estaban con claros signos de cambios, aunque el amenazante pero cada día más débil brazo del régimen franquista, seguía dando algún puñetazo en la mesa, para dejar claro que todavía ellos estaban ahí. Como se pudo comprobar en las postrimerías de la Navidad atajando y cortando por lo sano cualquier intento de manifestación por parte de los obreros de Barreiros, en su afán de pedir mejores condiciones salariales, convirtiendo toda la calle del muro del cuartel y los espacios entre bloques de las primeras casas, en un autentico campo de batalla o para ser más exactos es un coto de caza al servicio de la implacable policía. Sin embargo para muchos habitantes del barrio, aquellas navidades se recordaran con cariño para siempre ya que fueron las primeras que vivieron en pareja muchos chicos y chicas del barrio; Paloma y Quique les quedará para siempre de recuerdo su embarazo y que prácticamente estaban ya fuera de cuentas, el chico estaba a puntito de nacer con la entrada del nuevo año 1969.



7 El teléfono de la factoría Barreiros, sonaba con una irritable insistencia, al otro lado de la línea el doctor Castillo, el médico de la clínica del bloque seis preguntaba por Quique, el jefe de sección de la cadena de montaje se dirige hacia él con enorme velocidad. -Enrique, ¡Enrique! – Gritó con fuerza ante el enorme ruido de las máquinas.

-¡Sí! ¡Presente! – Exclamó intentando superar el ruido de la cadena de montaje. -Enhorabuena chaval, acabas de ser padre. Puedes irte, ve a casa tu mujer te necesita. – El jefe se acerca estrechándole con fuerza la mano, ante la sorprendida mirada de todos. -Gracias… ¡Chicos al terminar la jornada nos vemos en el Ciudad! – Exclamó con alegría, mientras echa a correr como una exhalación. -¡Eh! ¡Felicidades Quique! Luego nos vemos. – Exclamó Lolo. Quique no paró de correr hasta llegar a casa, finalmente en el portal la puerta cerrada le obligó a detenerse en seco, los nervios apenas le permitía acertar a dar con las llaves que abrieran la puerta. Logra abrirla con bastante nerviosismo y sube las escaleras tan rápido como el cuerpo y el derroche de energía le permitían. Tras dos giros del cerrojo y la cerradura de abajo, consigue abrir la puerta de su casa. El dormitorio se había convertido en un quirófano improvisado, el doctor Castillo, Celia la comadrona, y Paloma tumbada en la cama y junto a ella, una hermosa criatura al que no paraba de llamar “Manolito”. -Mira Manolito, papá ya está aquí. – Dijo Paloma sonriendo ante la mirada sorprendida de Quique. -Mi más sincera enhorabuena, ha nacido bien sano y es un niño. – Comentó el doctor Castillo. -Bueno, gracias, esto me ha pillado tan de sorpresa, que jamás olvidaré este diecinueve de Enero. – Dijo Quique. -Ya tienes un motivo para no olvidarlo jamás. Es un niño precioso. – Comentó la joven comadrona mientras terminaba de recoger su instrumental. -Pues nada más, el trabajo ya está hecho aquí, dentro de unos días, Dios mediante pásense por la consulta de pediatría para ver la evolución de la criatura, y de nuevo mi más sincera enhorabuena muchachos. – Concluyó el doctor Castillo estrechando la mano a Quique y caminando en dirección a la puerta junto con la comadrona. La noticia del nacimiento de Manolito, fue una bomba para toda la pandilla tanto de los músicos como de los futbolistas, esa misma tarde tal y como se prometió quedaron todos en el bar la Ciudad. Allí estaban todos a excepción de Marifé que se encontraba trabajando, también apareció Mariví que llevaba bastante tiempo sin aparecer por el bar ya que había estado desbordada de trabajo. Las caras de Manolo y Maritere, no podían dar de sí más de alegría, aunque bien sabía Manolo que si el niño se llamaba así era por su amigo Lolo más que por él, pero aun así, fueron los primeros en ofrecerse como los padrinos del niño. Con una excusa que no convenció a nadie, decidieron irse nada más terminar el primer brindis, en el más absoluto de los secretos, sorprendieron al día siguiente a los novatos papás viajando al centro de Madrid, para comprar en Galerías Preciados un cochecito de niño, detalle que agradó mucho a los familiares de ambos, y que demostraron la gran categoría de amigos que tenían. Pero desafortunadamente una desagradable sorpresa estaba a punto de cambiar las caras de

todos los amigos, cuando aparece por la puerta Marifé con su hermano pequeño Álvaro que había recogido del colegio, con un gesto triste y con un dolor sembrado por todo el cuerpo, le habían comunicado que sus padres habían fallecido en un accidente de tráfico. Enseguida Joaquín se abrazó a ambos huérfanos, aquel día el destino cruel quiso mostrar las dos caras de la realidad, la vida y la muerte. Pocos podían imaginarse el cambio tan tremendo que supuso para sus vidas, primero Quique y Paloma son padres de un niño; segundo Marifé y su hermano Álvaro quedan huérfanos tras la muerte de sus padres; y tercero Joaquín que ya llevaba su relación muy consolidada con Marifé, le propuso ir a vivir junto a ellos, ya que al quedarse solos y sin familia esa situación no la podía soportar tanto ella como él, y de esta manera Joaquín y Marifé, iniciaron una vida en común, a pesar de apuntarse al cursillo prematrimonial, aquella forma de convivencia en el barrio, dio mucho de qué hablar entre los corrillos de porteras y vecinas. A pesar de ello, y pese a las habladurías de la gente la joven pareja y el hermano pequeño comenzaron a convivir juntos, Joaquín encajó a la perfección con Álvaro convirtiendo prácticamente en una especie de hermano mayor. El joven ofreció respaldo y seguridad a la casa, y aunque entendían perfectamente la situación los padres de Joaquín, al principio se mostraron algo reacios a que iniciara allí una nueva vida sin haberse casado. Aquella pareja sencillamente lo que hicieron fue adelantarse a su época. Naturalmente, la joven pareja estaba expuesta a muchos peligros, además de la habladurías que dieran paso a fantasear o falsear hechos que por supuesto no eran verdad, toda esa distorsión de incongruencias llegaron a los oídos de don Abilio, que aburrido una mañana de domingo muy temprano, decidió hacer una de sus habituales visitas de cortesía, a casa de Marifé y Joaquín. El comisario, abrigado con un gabán gris que le daba un aspecto de gángster más que de policía, con su gastada pipa expulsando humo como si una máquina de vapor se tratase, llegó acompañado por dos hombres vestidos de uniforme. Llegan a la puerta tras subir por el viejo ascensor y toca el redondo timbre pulsando el botón hacia dentro. El sonido inconfundible a engranaje primitivo de aquel ascensor deteniéndose en el piso, alerta a los chicos y enseguida Marifé da un salto de la cama poniéndose la bata para abrir la puerta, tras el ruido del cerrojo y un breve chirrido, la cara de sueño se transforma en sorpresa al ver el rostro de aquel hombre tan desagradable. -Buenos días señorita, lamento haberla despertado, menuda juergecita hubo anoche hasta las mil y monas ¡Eh! – Saludó en tono jocoso don Abilio mientras sus acompañantes sonreían. -Discúlpeme señor comisario pero no entiendo que quiere decir. – Dijo Marifé. -Quiero decir. - Don Abilio pega un enorme golpe y empuja violentamente a la chica haciéndole caer al suelo. - ¡Que abras del todo la jodida puerta y nos dejes entrar! -¡Un momento! ¿Qué pasa aquí? – Exclamó Joaquín saliendo del dormitorio al escuchar el fuerte golpe. -Tú quietecito ahí Casanova. – Respondió amenazante uno de los policías penetrando en la casa como cual soldado que invade un territorio enemigo, mientras don Abilio hacía señas con el dedo en la boca para que se callase.

-Vamos a ver rojita, ¡Levántate!, y explícame que cojones es eso que anda por ahí diciendo la gente. – Don Abilio agarra fuerte del brazo de Marifé ayudándola a levantarse de una forma muy brusca. -¡Oiga usted! - Exclamando Joaquín llamándole la atención, siendo interrumpido por el mismo policía que le propina un fuerte golpe en el pecho. -¿Pero qué pasa? ¿No entiendes cuando te hablan nene? Te han dicho que te calles, ¡joder! – Increpa nuevamente el policía con muy malos modos a Joaquín. -No tenéis ningún derecho a hacernos esto, no hemos hecho nada malo. – Exclamó Marifé con los ojos llorosos y yendo hacia Joaquín para atenderle del fuerte golpe. Álvaro sale de su dormitorio alarmado por los ruidos y los gritos. -Mírale y con el niño y todo, esto es la repanocha. – Comentó don Abilio soltando otra de sus irónicas carcajadas. – A ver chaval entra de nuevo en la habitación que tenemos los mayores cosas que hablar y que son de mayores, ¿Lo entiendes? – Dijo el comisario mientras el niño con gestos de miedo y preocupación obedece cerrando la puerta de su habitación. -Muy bien vamos a sentarnos todos y os explicaremos de que va la película ¿De acuerdo? Los tres policías y la pareja de jóvenes entraron en el salón de la casa y se sentaron en las sillas que había en dicho lugar. -Muy bien, me han llegado a mis oídos, que estáis viviendo en pecado y un trasiego interminable de hombres subiendo a este piso. – Dijo don Abilio apurando con fuerza su pipa llenando el salón de humo. -Eso es mentira… ¡Es ridículo! ¡Mentira! – Exclamó Marifé llena de rabia. -¡Ah! ¿Es mentira? ¿Y todos esos chicos que entran y salen, suben y bajan? – Preguntó en tono irónico y burlesco el comisario. -Amigos de mi novio que le estaban ayudando a hacer la mudanza. Mis padres murieron, nos hemos quedado solos en este mundo, no tenemos a nadie, yo solo le tengo a él y vamos a casarnos, dormimos en habitaciones separadas. – Explicó Marifé con los ojos llorosos. -Conmovedor, sí señor, se que tus padres murieron y por eso ahora te aprovechas, para estar viviendo en pecado con el greñudo este.- Comentó don Abilio pareciendo su boca una chimenea por la cantidad de humo que soltaba. - ¿Pero te has creído que soy gilipollas o qué? – Preguntó levantando la voz y pegando un fuerte golpe en la mesa. – Se que aquí hacéis reuniones de esas, sí. Lascivas o políticas, o tal vez las dos cosas. Que aquí hay mucho obrero de Barreiros, sí, y esa chiquilla rojita que merece lavarse la boca con lejía, esa bajita, sí, ¿Cómo se llama joder? -Tenemos amigos en Barreiros pero nosotros no tenemos nada que ver con la política, y tampoco hacemos reuniones aquí. – Comentó Joaquín. -¿Pero vamos a ver te he preguntado a ti algo? ¿Te quieres callar de una puta vez joder? – Gritó loco de rabia don Abilio levantándose como un gato en pleno bufido de la silla,

abalanzándose contra el chico arrinconándole contra la pared y apretándole con el puño en la pechera. – Una palabra más, una más y te invito a mi fiesta en comisaría, ¡Está claro! ¡Eh! Maricón de mierda, que tú y tus amiguitos obreros con esas pintas de guerreros prusianos parecéis payasos, como ese disco de los maricones ingleses ye yés, ¿Como era? ¿Cómo se llamaba? – Continúo su mofa preguntando a los policías. -Los Beatles señor. – Respondió un policía. -No, me refiero el disco ese que salen vestidos como maricones. – Dijo el comisario. -La banda de los corazones solitarios, señor. - Respondió el otro policía. -Sí, eso es, los corazones solitarios y el sargento Pimienta. – Dijo don Abilio con una gran carcajada burlesca. – Si el sargento Barriga levantase la cabeza, ay qué sería de vosotros, no quedaría ni las brasas. Pero que potra habéis tenido cabrones de mierda, en fin. – Continuó mientras se levantaba de la silla en dirección a la puerta y haciendo gestos a sus subordinados. -¡Déjenos en paz! Simplemente somos honrados trabajadores. – Gritó Marifé en un gesto de rabia levantándose también bruscamente de la silla, don Abilio gira la cabeza y asesinando a la chica con la mirada, extiende su mano golpeándola fuertemente sobre su cara. Nuevamente la chica cae al suelo, gira su cabeza con una mirada llena de odio y de impotencia, mientras los dos policías sonreían como pareciendo disfrutar de un espectáculo de teatro, Joaquín se contuvo como buenamente pudo y le ayudo a levantarse. -Bueno, vámonos, que si no, os voy a liar a mamporros y vamos a salir todos en el Caso, estáis avisados, como sigáis alimentando los rumores, volveremos y veréis entonces que reunión más divertida vamos a tener todos. – Dijo don Abilio haciendo gestos a la pareja de policías espectadores de tan bochornoso espectáculo. Los tres hombres salieron por la puerta y se despidieron con un enorme y estruendoso portazo, la violencia vestía las paredes del rellano de la segunda planta, mientras ellos no paraban de reírse y realizaban toda clase de comentarios obscenos sobre la chica. Mientras en el interior de la casa Marifé intenta reponerse del susto y los golpes, corre hacia Joaquín fundiéndose en un fuerte y reparador abrazo. -¡Álvaro sal! Ya se han ido. – Marifé grita hacía la puerta del dormitorio central donde se encontraba la habitación del niño. -¿Qué ha pasado hermana? ¿Por qué os han golpeado y os han insultado de esa manera tan horrible? Lo he oído todo. – Preguntó el niño con el miedo en el rostro. -Nada Alvarín tú tranquilo, dime una cosa, ¿Tú has oído en la calle algún comentario sobre Joaquín o sobre mí? – Preguntó Marifé mientras acariciaba su cara. -No nada, solo cuchicheos de alguna señora pero nada más. Algo así como que vivíamos en pecado, pero yo no hacía caso, porque esto no lo es, vivir en familia no es pecado ¿A qué no? – Dijo el chico tranquilizándose poco a poco.

-Pues no, ya lo ves que pecados cometemos, papá y mamá se fueron, y ha venido Joaquín para cuidar de nosotros, si eso es pecado que baje Dios y lo vea. – Contestó la chica mientras se dirigía al cuarto de baño. -Tú sigue así y no hagas caso, ¿Sabes lo que vamos a hacer ahora? – Dijo Joaquín. -No dime. – Respondió el niño. -Vamos a ir a casa de Quique y Paloma a ver a Manolito ¿Qué te parece? – Respondió Joaquín mientras se asomaba a la ventana y sacaba un cigarrillo de uno de sus bolsillos. -Abre la ventana Joaquín, por fa, que mira el energúmeno ese como ha dejado el salón que parece el tunel del metro. – Dijo Marifé asomándose mientras sostenía un peine en la mano. – Venga, vestiros y peinaros que nos vamos. Una vez terminaron de prepararse, salieron al descansillo, donde aquellos cínicos hombres todavía se olían el odio y su negatividad alrededor de él, cuando en ese mismo instante, la puerta de enfrente se abre saliendo una vecina que dirigiéndose hacia el ascensor, les echa una mirada de juez implacable a la joven pareja. -Esto ya tenía que ocurrir algún día. – Dijo la vecina. -Que equivocada está usted doña Catalina, no es ningún delito que un chico venga a cuidar y defender a dos huérfanos. – Dijo Marifé con mucha rabia. -No, si yo no digo nada. – Contestó la vecina haciendo gestos de negación. -Pues eso es lo que hace falta, que no se hable de lo que uno no conoce, que nos llevamos el sambenito por culpa de habladurías y de enredar las cosas, marujas del demonio. – Dijo la chica elevando el tono de voz. -Venga déjala, con esta gente es mejor no perder el tiempo, ya cada uno en esta vida el tiempo le pondrá en su sitio. – Dijo Joaquín con intención de tranquilizar a Marifé mientras la vecina doña Catalina agachaba la cabeza, como si se avergonzara de aquellas palabras. - ¡Ah! Y dígale a las demás cuchicheantas que se metan en sus vidas y dejen la de los demás tranquilas. Y mire ahí tiene el ascensor, vamos Marifé, Álvaro, nosotros por las escaleras que es más sano. – Concluyó Joaquín mientras la mujer abre la puerta y entra deprisa en el ascensor. -Sí mejor y así no tenemos que oler ese perfume tan asqueroso que lleva. – Contestó el niño mientras los demás reían tímidamente. Una vez que llegaron a casa de Quique y Paloma, los jóvenes papás estaban encantados con la visita de sus amigos, y el chico disfrutaba también de poder contemplar una criatura tan pequeña. Pero Quique enseguida percibió algo raro en el ambiente, fue entonces cuando le contaron todo el desagradable encuentro, con los policías con todo tipo de detalles. Tanto Quique como Paloma no pararon de consolar y de intentar tranquilizar a ellos, sobre todo al pequeño Álvaro que siendo un niño tuvo que presenciar un encuentro tan desagradable, y nuevamente no paraban de exclamar y maldecir la situación tanto social como política en la

que estaba envuelta España, que en cualquier momento más inesperado, la policía podía entrar en cualquier casa y meter en un lío a quien quisiera por el simple hecho de pensar o vestir diferente. Aun no habían terminado de lamentarse y consolarse cuando el sonido del timbre les sorprende, Paloma se acerca sigilosamente hacía la puerta y tras comprobar en la mirilla, sonríe y mira hacia los demás. -Es Mariví la peluquera. – Dijo Paloma mientras abre la puerta. -¡Hola! ¿Dónde está el primogénito? – Exclama alegremente Mariví al abrirse la puerta. -Mira aquí esta, que se acaba de despertar. – Contestó Quique que en ese momento estaba levantando al niño de la cuna y lo puso entre sus brazos. -¡Anda que guapo! ¿A quién habrá salido? – Exclamó de nuevo Mariví con una alegría inmensa en su rostro acercándose y dando un beso al niño. – Hola parejita ¿Qué tal todo? ¿Qué tal estas Marifé? Siento mucho lo de tus padres. – Saludó girando la cara hacia Joaquín y Marifé. -Bueno bien sí, me voy reponiendo poco a poco pero ahora nos han dado un susto tremendo. – Contestó Marifé con mirada triste. -Sí ya te veo, ¿Qué te ha pasado? – Preguntó Mariví extrañada. -Nos ha visitado la policía esta mañana, y todo por culpa de las habladurías de las cuatro marujas que hay en el barrio que no hacen más que enredarlo todo. – Contestó Marifé vistiendo su rostro de furia. -No fastidies… ¡Oh! Dios mío eso es terrible. – Comentó Mariví sentándose en una silla y llevándose las manos a la cabeza. – Ya no os van a dejar tranquilos, ¿Pero bueno es que ese hijo de mala madre no tuvo bastante con la paliza que pegaron a los chicos cuando lo del Alquézar o qué? -No te preocupes Mariví, no tienen nada con que acusarnos y saldremos de esta. – Dijo Joaquín mientras hacía carantoñas al bebe. -Ni las tendrán, se creen que soy mujer de cama asequible, porque en la mudanza me ayudaron algunos amigos de Barreiros, y como vieron tantos hombres para arriba y para abajo, se creen lo que no es. – Dijo Marifé con una sonrisa cínica. – Y bueno tú ¿Qué tal estas? -Yo bien, hasta arriba de trabajo, y eso que nos hemos asociado con las chiquitas estas. María y Luisa, y ya casi tenemos repartidas todas las cabezas del barrio. – Contestó Mariví. -Y bueno lo de mis padres, pues ya ves, malditas carreteras de arena, todo parece indicar que fue una distracción del otro conductor, pero claro, iba tan deprisa que también se mató. – Continuó Marifé mientras se levantaba para acariciar al niño. -Lo que es la vida y nosotros tan contentos por nuestro niño y como la vida golpea una y otra

vez. – Dijo Quique. -Ahora eso sí Joaquín durante un tiempo sería importante que no aparezca nadie por casa de Marifé, ni siquiera tú, ve a buscarla al trabajo que Álvaro ya es mayorcito y seguro que es responsable, ¿A que sí? – Añadió Paloma. -Pues claro que sí, además el año que viene ya voy al bachillerato. – Contestó enérgicamente Álvaro. -Por cierto, ¿Sabéis porque he venido? Tengo una noticia de órdago, mas no me puedo resistir a guardar el secreto. – Dijo Mariví sonriendo. -¿Qué noticia tan importante es? Cuenta, espero que sea buena. – Preguntó Quique. -Pues sí, lo es, ¿Os acordáis del Turquesa? ¿Donde se celebró la boda de Julián? - Dijo Mariví. -Sí, pero si se trata del Turquesa hay que tener cuidado que ya veis que conocidos tienen, no sé si te enteraste de lo que nos pasó en aquel pueblo. – Dijo Quique. -Lo van a convertir en discoteca y los fines de semana habrá conciertos. – Continuó Mariví sonriendo cada vez más. -Algo había oído, pero todavía no hay nada seguro. – Comentó Joaquín mientras le daba a Paloma el niño. -Sí, si lo es y bien seguro, me he enterado gracias a una clienta que es muy amiga de los dueños y ¿Sabéis que? – Continuó Mariví. -¡Venga ya!, aletica del carajo ¡suéltalo ya! – Exclamó Quique sonriendo. – ¡Con el sabéis que, sabéis que! -Lo va a inaugurar Miguel Ríos. – Dijo Mariví. -¿Miguel Ríos? – Preguntó con una exclamación Quique. – Me encanta Miguel Ríos, no puedo creerlo. Miguel Ríos aquí en el barrio. -Pues sí, dentro de dos Sábados. –Concluyó Mariví. -Claro ahora entiendo lo cerrado que estaba todo el fin de semana pasado cuando fuimos al Zafiro a ver Goldfinger. – Comentó Joaquín mientras Marifé asentía con la cabeza. -La de James Bond, oye y la otra esa que era española ¿Qué tal estuvo? – Preguntó Quique. -Estambul sesenta y cinco. De un estilo similar, se nos hizo entretenida también, aunque los del Rancho como siempre estuvieron montando algo de jaleo.- Respondió Marifé. – Pero en fin, nada anormal que no pase en un cine de barrio. -Bueno a la gala de Miguel Ríos dudo que pueda ir porque me tendré que quedar con Manolín. – Dijo Paloma. – Además yo ya no estoy para muchos conciertos. – Concluyó cerrando los

ojos y haciendo gestos negativos con la cabeza, dejando al niño nuevamente en la cuna, tan solo un instante que el niño se puso a llorar reclamando los brazos de la madre de nuevo. -¡Míralo! como llora, parece la sirena de Barreiros. – Exclamó Paloma. - ¡Ya! Tranquilo Manolito, duerme, duerme. Mañana lo llevaré al pediatra del bloque veintiocho – Le dijo al niño mientras mecía la cuna. La ciudad poco a poco fue perdiendo su triste, fría y lóbrega cara de invierno para dar paso a unos días con más luz, en los que pasaron con la rutina habitual de siempre, Joaquín comenzó a trabajar en las obras de la nueva iglesia situada al lado del colegio, lo que aprovechaba Álvaro en el recreo para comentarle alguna confidencia, tras las vallas que separan ambas fincas. El joven albañil regresó a casa de sus padres para evitar más habladurías de la gente y los ratos en los que se veía con Álvaro y con Marifé volvían a ser los de siempre. Quique y Paloma salían a pasear junto con el niño, mientras contemplaban la cantidad de parejas jóvenes con carritos de coches que había en cada zona por donde paseaban, sin duda, había surgido todo un baby-boom en todo el barrio, la Ciudad los Ángeles, poco a poco se iba llenando de colorido, de alegría y de futuro. Ya que estos niños de ahora, iban a ser la juventud del mañana, y sus padres añoraban con que ese mañana, sus jóvenes disfrutasen de ese joven barrio como ellos lo estaban disfrutando en ese preciso instante. El barrio se había convertido casi en un gran pueblo, la gente se conocía de vista y se saludaban cortésmente, la ciudad se iba expandiendo llegando en pocos meses a las tierras limítrofes de Villaverde Alto, siendo algo habitual ver a cuadrillas de albañiles construyendo edificios por todas partes. Llegó el día en el que Miguel Ríos inauguraría la nueva sala Turquesa, aquella mañana Paloma había salido a pasear con Manolín y a hacer la compra por la zona de las nuevas galerías, subiendo la cuesta se encuentra con María, que tenía la mañana libre al no tener servicios de peluquería y también con Loli la novia de Lolo, que había conocido en aquella reunión del bar Alquézar, saliendo por la puerta de la tienda de menaje del hogar enfrente de dicha sala, al lado de la frutería de don Jenaro. Ambas observan con sorpresa los carteles que vestía la fachada de la sala donde anunciaban el concierto de inauguración. -¿Vais a ir? La entrada es de cien pesetas. – Preguntó Loli. -Yo con el pequeñín ya sabéis que es imposible. – Respondió Paloma. -Se va a poner de bote en bote seguro. – Comentó María. -Miguel Ríos y Cerebrum. – Vaya nombre raro para un grupo. Dijo María. -Seguramente tocaran música parecida a la de tu marido. -Sí, es más que probable. – Dijo Paloma. – A mí el último disco me ha gustado mucho, vaya versión curiosa de la sinfonía de Beethoven. – Añadió Paloma justo en el instante donde una furgoneta Volkswagen, de color gris plateado y con numerosas abolladuras en los laterales se detiene a la altura de la sala, el conductor toca de manera insistente el claxon, y de inmediato se abren las puertas de la sala Turquesa, donde salen dos hombres con pelos muy largos, patillas que vestían toda sus mejillas y una vestimenta hippy muy parecida a The Beatles que llamaba mucho la atención de los viandantes de un país donde no es habitual que los hombres lleven el pelo tan largo, uno de ellos abre la puerta de atrás de la furgoneta y comienzan a

descargar las piezas de una batería y diversos instrumentos musicales. -Anda mirar, esos seguramente que son los Cerebrum esos. – Dijo Loli. Los hombres continúan descargando la furgoneta con ayuda del conductor un hombre ya algo mayor, y de la sala aparece otro hombre de mediana edad con pinta de jefe, debía ser el dueño, que comienza a dar toda clase de indicaciones a aquellos hombres con el pelo tan largo, para terminar dándoles unas llaves, finalmente termina marchándose cruzando la carretera y al pasar las chicas Loli no duda en preguntarles quienes eran esos chicos. -Esos son ingleses, son algunos de los músicos de Miguel Ríos, saben hablar castellano pero con un tono muy raro, esperemos que me hayan entendido. – Dijo el hombre acelerando el paso. – Hasta luego señoritas. -Miguel Ríos tiene músicos ingleses, ¿Y si nos acercamos a decirles algo? – Dijo Loli. -Calla, calla, ¿Y qué les va a decir, Good morning, bye, bye? – Respondió Paloma. -Es verdad que lata que hayamos tenido que dar francés en el bachillerato. – Comentó Loli mientras María se quedaba mirando embobada como trabajan los chicos. -Nunca había visto a nadie con el pelo tan largo. Qué bien les queda a algunos hombres. – Dijo Loli. -Lo que hace falta por el bien de ellos que por aquí no aparezca el comisario – Añadió Paloma con gesto de rabia. -Bueno chicas, tengo que hacer compra, ¿Me acompañáis? -¿Dónde tienes que ir? – Preguntó María. – Yo mirar he comprado unas cortinas nuevas aquí y ahora tengo que ir a la droguería de ahí abajo. -Si justamente es ahí donde tengo que ir. – Respondió Paloma. – Pero antes compraré el pan ahí donde Cándido. -Yo lo he comprado el pan donde Francisco, en las nuevas galerías así que mejor os espero fuera porque si no puede quedar feo. – Dijo María. -Claro de acuerdo, te quedas con Manolín. Pórtate bien y no des guerra a la buena de María. – Dijo Paloma con ternura al niño que se encontraba despierto y tumbado en el cochecito. -¿Sabéis que al final Marifé y Joaquín han empezado el curso matrimonial? – Preguntó María a Paloma. -Desde luego que sí, así no pueden seguir viviendo de esa manera con los tiempos que corren y encima teniendo la amenaza de la policía. – Respondió Paloma. -Bueno chicas ahora nos vemos. – Dijo María mientras se quedaba con el cochecito. Paloma y Loli continuaron andando pocos metros, donde se encuentra la panadería y tras comprar el Pan regresaron con María, donde ya juntas las tres iniciaron el camino hacia la droguería Bel Flor, que se situaba justo enfrente del colegio Barcelona. Aquel establecimiento estaba un pequeño local de noventa metros cuadrados, al lado estaba la

tienda de Retales Olympia. Se trataba de dos pisos bajos convertidos en tiendas, entraron María y Paloma dentro de la tienda, Loli se quedó con el pequeño acunándolo moviendo el cochecito de arriba abajo meciéndolo suavemente. Pasados unos minutos las chicas salieron cargadas con bolsas y ya con la compra terminada, cuando aparece por sorpresa Emilia la mujer de Julián. -Hola chicas, ¡Cuánto tiempo! – Saluda Emilia cortésmente. -Hola Emilia, ¿Qué tal esa vida de casada? – Responde Paloma. -Bien, muy bien. – Dijo Emilia. - Si, sobre todo el viaje a Canarias, era la primera vez que viajaba en avión. – Añadió María. -Pues sí, os tengo que enseñar las fotos, ¿Y este niño tan guapo? – Emilia se agacha para hacer carantoñas al bebe. -Mi hijo, mira ya como va creciendo. – Dijo Paloma. -Sí, es una bendición, esta precioso. Por cierto, que locos están estos chicos. ¿Sabéis que Ramón el compañero de Julián, tiene que hacer un pequeño viaje de negocios a Londres y estaba pensando en Quique, Joaquín o en Lolo para ir con él. – Explicó Emilia con una abierta sonrisa. -¿Y qué negocios van a hacer ellos en Londres? – Preguntó extrañada Loli. -No dice que por no ir solo, que alguien le acompañe, yo tengo que trabajar y me es imposible. – Respondió Emilia. -Pues ellos están en las mismas ¿Para cuándo sería el viaje? – Preguntó Paloma. -Seguramente la semana que viene. – Respondió nuevamente Emilia. -No sé, ya que hablen ellos a ver en que queda todo, pero tienen que trabajar no creo que puedan acompañarles. – Dijo Paloma. -A ver si con un poco de suerte les dan un permiso. – Añadió Emilia. -No lo creo, ya sabes cómo están las cosas en la factoría, pero oye todo es cuestión de intentarlo a ver quien le acompaña al final. – Dijo Paloma ante la atenta mirada de Loli. -Bueno chicas yo tengo que seguir con mis quehaceres y darles de comer a Manolito que ya le toca. -Sí, yo también me tengo que ir ¿Vas para abajo Loli? – Preguntó Emilia. -Sí, voy un momento al bar la Paz, compraré tabaco y ya está ¿Vas a la gala esta noche? – Concluyó Loli. -Aun no lo sé, me imagino que sí porque a Julián le gusta esta música pero ya veremos a ver. –Respondió Emilia.

8 Aquella tarde noche, toda la juventud del barrio que era bastante numerosa se había concentrado en los alrededores de la sala Turquesa, la expectación por el concierto era máxima. En la puerta un cartel anunciaba la apertura de la puerta a las ocho de la tarde, mientras en una pequeña ventana lateral del edificio, una mujer de unos cuarenta años vendía los tickets al precio de ciento cincuenta pesetas. Los chicos se iban reuniendo mirando y observando con asombro los carteles, escuchando con atención los ruidos que se producían al realizar las pruebas de sonido, el bombo de la batería retumbaba sobre las paredes del sótano, escapando las ondas decibélicas al exterior para asombro de la gente, que esperaba con impaciencia que el reloj corriera a dar las siete de la tarde. Quique y Joaquín se dirigieron al bar Piedrahita tras comprar el ticket, al entrar comprobaron la enorme cantidad de gente que había consumiendo y en el junkebox, sonaba la canción de Voces Amigas “Canta con nosotros”, donde un grupo de chicas jóvenes rodeaban la máquina cantando alegremente la canción. El camarero sonreía una y otra vez, al abrir la caja registradora y comprobar cómo rebosaban los billetes y las monedas, justo al fondo entre un enorme pasillo de gente estaban Manolo y Maritere, la chica logra percibir con su mirada la presencia de sus amigos y brazo en alto saluda con un grito fuerte para que ellos pudieran verla, Quique y Joaquín se acercan y sonríen. -Vaya ambiente ¿Te imaginas cuando toquemos nosotros? – Saluda Quique. -Claro que sí Mike Ríos. – Responde en tono bromista la chica mientras saborea una Mirinda. - ¿Va a venir Marifé? – Preguntó a Joaquín. -Sí, en cuanto salga de trabajar viene aquí, tal vez para cuando toque Miguel Ríos más o menos. – Responde Joaquín mientras hacía señas al camarero. De repente y como si se tratase de una avalancha, la inmensa mayoría que abarrotaba el bar salen en tromba y corriendo a gran velocidad, ante la mirada sorprendida del camarero que no sabía que estaba pasando. Los chicos observan desde la ventana y pudieron comprobar que se habían abierto las puertas del Turquesa. -Seguro que se pelearan por la primera fila. – Dijo Manolo, mientras los demás asentían con la cabeza. -Qué manera de exagerar ni que fuesen los Beatles. – Comentó el camarero con cierto enfado. – Espero que al término del concierto vuelvan por aquí. – Concluye mientras gira de nuevo la cabeza y observa como un joven rubio entra en el bar riéndose, es Ángel. -¿Habéis visto que estampida? – Preguntó a sus amigos con una carcajada limpia. -Pues sí, vaya tela marinera, por cierto, vaya edificio raro estáis construyendo ahí al final de la cuesta. – Comentó Maritere. -¿El de al lado del colegio? – Preguntó con asombro. – Si es la nueva iglesia de San Mateo, y sí, mi jefe también opina igual, es una arquitectura muy rara. – Concluyó Ángel.

-Ya está casi terminado, ¿No? – Preguntó Manolo. -No que va, en diciembre esperan inaugurarlo, tenemos aun mucho tiempo para construirlo, de momento solo hemos puesto los muros, falta todo lo demás, es curioso porque es un edificio en forma poligonal, junto a una gran torre en forma triangular, donde irá la megafonía y en lo alto del todo estará presidida por tres grandes cruces, y lo dicho en las puertas del adviento esperan poder inaugurarla. Tendremos una enorme iglesia donde celebrar la boda de Joaquín y Marifé. -Sí es cierto, de ser así, nosotros la inauguraremos. – Respondió Joaquín, mientras un atronador sonido les obliga a girar la cabeza, el concierto acaba de empezar. -Bueno chicos, vamos al concierto. – Dijo Quique mientras se apresuraba hacia la puerta. – Paga tú que luego la siguiente la pago yo Bitel. -¿Cuánto es? – Preguntó Joaquín al camarero mientras se metía la mano en el bolsillo. -Sesenta con cincuenta. – Responde el camarero. - ¡Hala! Que os divirtáis. –Sentenció mientras cogía las monedas de la mano de Joaquín. Los chicos subieron las escaleras del cine Zafiro en dirección hacia la sala Turquesa y se dirigieron hacia la puerta, donde un hombre de unos sesenta años, calvo con gafas oscuras, estrecho bigote y elegantemente vestido, extendía la mano para agujerear el ticket con una pequeña máquina. Bajaron la escalera con forma de caracol que conducía al sótano, descubriendo por el camino, una enorme nube de humo provocada por cigarrillos y un bombardeo de luces procedentes de inquietos focos moviéndose en todas direcciones, sonando los acordes de una música psicodélica made in Spain, que atronaban las paredes de dicho lugar, los jóvenes descubrían algo inusual que hasta entonces nunca había ocurrido en el barrio, es como si de repente en lugar de estar en Madrid, estuvieran en Londres, y en lugar de la aburrida sala de bodas, bautizos y comuniones, se encontrasen en la Marquee, un soplo fresco de modernidad había invadido la Ciudad los Ángeles. El escenario no era muy alto, medio metro aproximadamente, pero sí bastante largo, con un espacio con capacidad para poder colocar todo el equipo que llevasen los músicos, anteriormente ahí estuvo la mesa principal cuando fue sala de fiestas, la paredes tenían varias ventanas con formas de rombos, que daban a un patio exterior, que permitía una leve ventilación. Habitualmente el público se sentaba en los conciertos pero en aquella sala permanecía de pie. Y ahí estaban cinco músicos, de tremebundas pintas, cabellos largos, barbas y bien pobladas, y en sus caras un desfile de gestos exponiendo que están disfrutando con su trabajo. Los primeros bríos primaverales generaban calor y el espacio cerrado de la sala carente de ventanas daba la sensación de claustrofobia en la sala. Las chicas no parecían disfrutar mucho de la música, mientras que ellos se fijaban en todos los detalles técnicos posibles, tratando de buscar la inspiración en crear nuevos temas. -Este grupo es un auténtico bodrio, yo prefiero salirme a fuera y cuando comience Miguel Ríos entonces entraré. – Dijo Maritere. -Bueno como queráis, así cuando llegue Marifé os podrá ver. – Contestó Quique.

-Pero ¿Tú no vas hoy a buscarla? – Preguntó Maritere extrañada a Joaquín. -En un principio sí, pero me dijo que no, que me divirtiera en el concierto, que luego iría ella. – Contestó mientras asentía con la cabeza al son de la música. -Bueno yo también me salgo con ellas, este chunta chunta, no es para mí. – Concluyó Manolo mientras emprendían el camino hacia la puerta. El joven le hizo una seña al hombre de la puerta y él asintió sin problema. -¿Qué chavales, demasiado ruido? –Preguntó sonriendo el hombre de la puerta. -Sí, esperaremos a que empiece Miguel Ríos, estos ambientes psicodélicos van con nuestros amigos, pero no conmigo. – Contestó Manolo mientras el hombre soltaba una enorme carcajada. Una vez fuera las chicas y Manolo apoyaron sus espaldas en el muro del depósito de agua, mientras el joven encendía un cigarrillo, mirando con perplejidad el cartel. -La sala Turquesa. Y pensar que aquí celebraron el banquete Julián y Emi. -¿Qué habrá sido de ellos? Hace tiempo que no se les ve. –Dijo Maritere. -Es muy probable que esté muy ocupado, trabaja en la Unión y el Fénix, y Emi intentando buscarse clientas por otro lado, ya que estas tienen a media ciudad, seguramente andarán por Villaverde o por Usera.-Manolo se calla al ver que la cabeza de Ángel asoma por la puerta. -No sé cómo les puede gustar semejante música – Dijo Ángel saliendo de la sala. - ¡Que vamos! Que la música está bien, pero el cantante cuando abre la boca la fastidia. – Concluyó Ángel mientras todo el grupo suelta una gran carcajada. -Tú que eres de gustos instrumentales, y no vocales. – Contestó María. -¡Eh! Mirar ya viene Marifé. – Dijo Maritere mirando hacia el horizonte. La chica venía con paso lento, signos de cansancio en el rostro tras una agotadora jornada de trabajo, pero feliz al mirar al frente y descubrir que sus amigos estaban ahí. -¿Qué hacéis aquí? ¿No entráis? – Preguntó la chica esbozando una sonrisa. -Ese grupo psicodélico no es de nuestro agrado, pero en cambio tu hombre y Quique, ahí dentro están que no paran de mover la cabeza. – Explicó Maritere mientras le daba un fuerte abrazo, el vínculo y la complicidad entre ellas era cada vez más fuerte. -Bueno me fumaré un truja y entraré dentro a ver qué tal. – Dijo Marifé mientras sacaba de su bolsillo un paquete de celtas cortos. -¡Y ya fumando, mira! Como se nota que trabaja en Villaverde. – Exclamó Manolo. Los chicos continuaron hablando de sus cosas, mientras la primaveral noche comenzaba a hacer acto de presencia. El rostro de Marifé poco a poco había vuelto a conquistar la sonrisa, estaba ansiosa por terminar de hacer el curso prematrimonial e inaugurar la nueva iglesia, ya habían acordado la joven pareja con don Luís el párroco. La fecha de la boda, el día siguiente

de la inauguración, el veintiocho de Diciembre, una fecha que cada mañana al levantarse miraba en el calendario de pared con esperanza y felicidad. La chica decide entrar en la sala una vez terminado el cigarro en busca de Joaquín y Quique. Le entrega el ticket al hombre de la puerta y baja con sigilo las escaleras siguiendo la pista del estridente sonido que precedía del sótano convertido en sala de conciertos. Marifé comienza a nadar en una mar de gente, humo y movidas luces en busca de los chicos, no tarda apenas en encontrarlos, cuando se dirige en dirección a Joaquín uniéndose ambos cuerpos en un cariñoso abrazo. -Has visto, son los Cerebrum, escucha como suenan. – Dijo Joaquín. - ¿Qué tal te fue el día amor? -Bien, bueno agotada, ya sabes, hay veces que las cajas tardan en cuadrarse, pero se cuadran. – Contestó ella mientras miraba con sorpresa el escenario. -No entiendo a estos chicos, pensé que era un grupo horrible, pero oye no suenan tan mal. Comentó Maritere. -Manolo, María y compañía ya sabes, o les pones música en castellano o les da un síncope. – Explicó Quique sonriendo. Entre el numeroso público, había en un lateral de la sala apoyados en la pared tres individuos, con unas vestimentas bastante desaliñadas, muy embriagados de cerveza y de otras sustancias que muy a escondidas consumían, se trataba de unos peligrosos delincuentes de un barrio aledaño, el Vito, el Chaba y el Avalantao, este último muy escurridizo para la policía, los tres de tez morena, cabellos algo largos, el Avalantao lo tenía rizado y un inconfundible bigote bastante poblado, que rodeaba toda la boca. Los problemas no habían hecho más que comenzar para Marifé, ya que con sus ojos no dejaban ni un instante de mirar el cuerpo de la chica, no paraban de silbar, ni siquiera llegaron a parpadear, el alcohol y la grifa se había apoderado de ellos, y poco a poco a medida que pasaba el tiempo no paraban de encapricharse de la chica. -Chaba, te imaginas los tres con ella. – Dijo Avalantao mientras soltaba una enorme carcajada. -Espérate a ver, averiguaremos donde vive y ya verás tú que bien. – Dijo Chaba. -¿No hablaréis en serio? – Replicó Vito. -¡Buf! Menudo cuerpito que tiene la rubita, la quiero para mí. – Contestó Avalantao sin hacer mucho caso. -No seáis locos, conmigo no contéis. – Insistió Vito. -¡Cállate ya! Aguafiestas, solo quiero invitarla a una copa, no vamos a hacer ninguna barrabasada. – Contestó Avalantao de muy malas maneras. -Mira, tiene novio, ese de ahí. – Dijo Vito señalando a Joaquín quien no la soltaba la mano de la chica en ningún momento. -A ese pipiolo me lo meriendo yo, no es ni rival para mí. Tú déjame a mí, ya verás. – Sonríe mientras decide acercarse sigilosamente hacia la posición, donde están Joaquín y Marifé, un minuto más tarde regresa. – ¡Hum! Qué bien huele la gachí. – Exclamó cerrando los ojos.

Marifé miró algo extrañada a los tres individuos y con gesto serio decide alejarse de allí, ante la mirada de Joaquín que se sorprende de esa acción. -¿Qué te pasa cariño, te aburre el concierto? – Preguntó con extrañeza a la chica. -No, pero esos hombres no me dan buena espina, uno de ellos, ese del bigote se ha acercado aquí hace un momento, creo que son carteristas. –Contestó Marifé con preocupación buscando con la mirada a los tres individuos, mientras Joaquín se toca los bolsillos. -No, tranquila no me ha desaparecido nada, ¿Y a ti? – Comentó Joaquín mientras miraba a aquellos hombres y se tocaba los bolsillos. -No, a mí tampoco, pero vaya, no me gusta nada esto. – Dijo Marifé. Los tres hombres empiezan a murmurar entre sí, al descubrir que están siendo observados por la pareja. -Lo ves chalao, te lo dije, mira nos están mirando. – Dijo Vito en un tono hostil. -Cállate sarasilla, y si nos están mirando ¿Qué? Así voy y me presento. – Contestó Avalantao. -No venga, dejarlo ya, ¡Joder!, vamos a ver el concierto y luego después nos vamos a Delicias, y así te olvidas de la rubia de las narices. –Intercedió Chaba en medio de los dos. -Parece que van a pegarse entre ellos. – Comentó Joaquín a Marifé que no paraba de quitarle ojo y se extrañaba del comportamiento de aquellos individuos. -Ni caso, son chusma, ni arrimarse a ellos. – Dijo el chico mientras miraba con cierto recelo a dichos hombres. Terminada la actuación de Cerebrum, el encargado de la sala subió al escenario y acercándose uno de los micrófonos, pidiendo a la gente que desalojasen la sala quince minutos por cuestiones técnicas. El calor y el humo habían cargado el ambiente de aquel sótano y se necesitaba una leve y rápida ventilación, por ello varios empleados de la sala instalaron unos ventiladores poniéndolos en funcionamiento, mientras la gente subía la escaleras en busca de aire más fresco. Quique, Joaquín y Marifé salieron de la sala, donde un cambio brusco de temperatura les hizo ponerse la carne de gallina, vieron a los demás amigos que estaban en el depósito de agua y se reunieron todos nuevamente, eso sí a la espera de la actuación de Miguel Ríos. Mientras tanto, aquellos extraños tipos que estaban unos metros cerca del depósito se sentaron apoyándose en las paredes del cine y burlándose de las carteleras que había expuestas. Joaquín continuaba mirando de reojo mientras el jaleo y las carcajadas, hacían llamar la atención de la gente, que se encontraba esperando la reanudación del concierto. Una pareja de guardias municipales aparecen escalando el pequeño solar contiguo de la sala que lo separa del colegio, Avalantao observa su presencia de lejos y tira al suelo pisándolo con rabia lo que parece ser un truja o cigarrillo, aunque en esta ocasión se trataba de un cigarrillo de la risa, hecho a mano por supuesto. Los agentes municipales se dirigieron a la gente que se agolpaba en la puerta pidiéndoles que se me metieran en los bares, ya que en la calle no podía permanecer un número tan elevado de gente, por peligro de manifestación. Avalantao

mientras logra deshacer con el pie aquel cigarrillo, no quedando resto alguno, mientras Joaquín lo observa. -¡Serán desgraciados si tienen grifa! Como entre la policía vamos todos para el furgón – Comenta Joaquín al resto del grupo no quitándoles la mirada a aquellos hombres. -Déjalo ya, ¿A ti que más te da? Anda vamos al Piedrahita antes de que los guardias nos llamen la atención a nosotros. – Responde Quique con cierta apatía. -A mi no me gusta, me dan muy mala espina a mi también, hace un rato uno de ellos se había acercado a nosotros cuando estaban tocando los Cerebrum esos. – Dijo Marifé. -Oye chicos vamos a ver, que esto es lo habitual en los conciertos, hay aglomeraciones y habrá carteristas, que intentaran pescar en río revuelto aprovechando los tumultos, tú lo deberías saber mejor que nadie. – Explicó Manolo a Joaquín. Los chicos y las chicas nuevamente bajaron las escaleras y se dirigieron al bar, allí entre tanta gente se encontraba Julián con un hombre de largas melenas y vestimenta hippie. -Hola chicos ¿Cuánto tiempo? – Saluda amablemente Julián nada más escuchar el chirrío de la puerta. -¡Julián! – Quique le devuelve el saludo. -Mirar os quiero presentar, este es un asegurado y amigo mío, José Javier, tiene un grupo y vive en Legazpi. -Bueno grupo, intento de grupo, actuamos en bodas, bautizos y comuniones. – Dijo aquel hombre de largas melenas. – Por lo que veo vosotros también. – Concluyó mirando a Quique. -Ya les he contado lo que os pasó en aquel pueblo, con aquel sinvergüenza. – Explicó Julián. -Sí, una tragedia, nos pudo costar muy caro, pero mira de los errores se aprende. Ahora andamos con pies de plomo. – Contestó Joaquín. -Por cierto Emilia ¿No os ha comentado nada? – Dijo Julián. -¿Qué nos tenía que comentar? – Preguntó Quique. -Ahora el mes que viene me voy a ir una semana a Londres, y estaba pensando en uno de vosotros para acompañarme. – Explicó Julián. -¿A Londres? ¡Qué más quisiéramos nosotros! – Exclamó con asombro Quique. -No te preocupes, yo me encargo de todo, de los permisos en tu trabajo y del alojamiento y todo lo demás, venga, anímate es una oportunidad única. – Comentó Julián. -Hablaré con los de mi trabajo, si no pudiera ir yo, habla con Ángel o con alguno de estos. Desde luego que si me apetece mucho pero lo veo más que complicado. – Concluyó Quique. -Yo voy con ellos, vamos a ver si encontramos material para las guitarras en condiciones. – Añadió José Javier. – Es curioso tenéis un barrio muy nuevo, el otro día estuve viendo a un grupo ahí en los salones Venecia, se llamaban los Kirus o algo así, el año pasado en Villaverde

Alto estuve viendo a un grupo que se llamaban los Esclavos, que actuaron en una verbena, a ver cuando vosotros dais un concierto y os puedo escuchar, o mejor dicho a ver si un día damos uno los dos grupos. – Comentó José Javier ante la atenta mirada de los músicos. -Si los Kuchis muy buenos, el grupo de unos chicos que se llaman Ángel y Boni, que viven en Villaverde Bajo, creo que un compañero mío les lleva los seguros. – Dijo Julián mientras hacía señas de manera insistente al camarero. -Estaría bien tocar un día aquí en esa sala, se podría intentar. – Contestó Quique. – Oye cuenta conmigo para el viaje a Londres, me voy contigo, voy a ver de qué manera me las arreglo con el trabajo y la mujer. Pero esta oportunidad no la puedo desaprovechar. -Es raro porque me dijo Emi que se lo había comentado a tu mujer, cuando no te ha dicho nada es porque seguramente no querrá que vayas. – Contestó Julián. -Yo estuve el año pasado en Londres, se consigue muy buen material para la guitarra, unos amplificadores para que suene mejor, luego lo pasas por la aduana y listo, a convertirse en la envidia del barrio. –Añadió José Javier. -¡Eh! Chicos que va a comenzar la actuación del Mike Ríos. – Marifé irrumpe entrando como un elefante en una cacharrería en el bar. – ¡Venga chicos vámonos! Nuevamente todo el grupo de amigos junto con Julián y José Javier también, suben a gran velocidad las escaleras del cine para llegar a la sala contigua, donde el hombre de la puerta con una gran sonrisa, les invita amablemente a pasar unido y bajaron todos las escaleras. Sonidos de una batería desenfrenada y un órgano recién afinado dan la bienvenida al grupo de amigos, que intentan abrirse paso entre un mar de gente, la sala estaba completamente abarrotada. Quique cuando logra poder ver el escenario, ve a un joven cantante llamado Miguel Ríos con su media melena morena y enormes patillas, empuñando el micrófono, atento a sus músicos para que le dijeran si estaban ya los instrumentos correctamente afinados y poder empezar el concierto, ante los asistentes que no paraban de dar palmas, en señal de pedir que comenzara el espectáculo. -Buenas noches barriada de ciudad los Ángeles, vamos a comenzar el concierto. – Saludó el joven cantante, ante el tremendo alboroto de la gente que no paraba de vitorearle. – Gracias, es un enorme placer estar aquí. -Este es algo parecido a lo que fue Elvis Prestley. – Dijo José Javier acercándose a Quique. – Lo que pasa es que en España siempre vamos con retraso con el resto del mundo. Pero este, es el mejor. Y llegará lejos, muy lejos. Puede que nuestros grupos no, pero él sí, y se lo contaremos a nuestros nietos, ¡Seguro!. – Concluyó mientras Quique miraba y sonreía. -A todo esto, ¿Cómo se llama tu grupo? - Preguntó Quique. -Bumpers, se llama Bumpers, bodas, bautizos y comuniones, como tú. Pachanga de pueblo. Lo hemos formado con unos amigos de Carabanchel, de momento somos eso, la pachanga, pero si todo sale bien, iremos poco a poco haciéndonos camino. – Contestó José Javier. -No es nada fácil y más en España. – Dijo Quique.

-¡Che! Que los tiempos están cambiando, tú no has visto las que se arman en Mallorca o en Ibiza, los tiempos van a cambiar, este país va a cambiar mucho, musicalmente hablando, si tu vieras la cantidad de grupos que están surgiendo por ahí, aun no has oído nada, hay multitud de grupos por todo lados que suenan, como Jerthro Tull, como The Who, como Rolling, como Beatles, como The Doors, los Kinks que menuda liaron en un cabaret de la zona del metro de Progreso hace unos años. – Continuó José Javier con su oratoria, mientras Quique le escuchaba con la boca abierta. -Sonido curioso. – Contestó Quique. -Mas que curioso, suena original, lo que pasa que en las radios ponen a pocos que hacen música como la nuestra, mira tú los demás, Los Formula cinco, Los Brincos, Los Diablos o Los Bravos, están bien, pero nosotros, lo nuestro es otra cosa, es otro aire. – Continuó el joven hippie mientras el sonido de la música procedente del escenario le interrumpió la interesantísima charla que estaba manteniendo. -Oye tenemos que quedar para que veamos a los nuestros ensayar. – Dijo Quique levantando la voz, ya que el inicio de la canción impedía continuar la charla. Suenan los compases del rock de la cárcel, la gente comenzaba a asentir con la cabeza y a dar palmas, ante el parpadeo de rapidísimos focos que animaban el ambiente, el humo de los cigarrillos creaban una atmosfera de nocturna clandestinidad, que tras treinta minutos de rock n roll cien por cien nacional, concluyó el concierto con la adaptación musical de la quinta sinfonía de Beethoven, con los arreglos de un joven músico argentino, que obtuvo un notable éxito en España llamado Waldo de los Ríos. Aquellos compases, emocionaron mucho a todo el público que sin duda alguna se les pondrá la carne de gallina, cuando recuerden esta gran noche de rock. Todos disfrutaron de una gran velada, algo inusual en el barrio hasta ese preciso instante, el concierto de Miguel Ríos, resultó de lo más estimulante e inspirador para los jóvenes músicos, aunque el dato más positivo para Quique y Joaquín esa noche sin duda, es haber conocido a José Javier. Finalmente el joven hippie, se despidió de Julián y se marcharon en su coche, mientras los demás tomaron cada uno rumbo para su casa, aunque entre en medio de tanto tumulto de tanta gente, aquellos quinquilleros se escondieron y con gran sigilo detectivesco, optaron por seguir a Joaquín y Marifé, con la intención de averiguar donde vive la joven, de la que se había encaprichado aquel peligroso delincuente conocido como el Avalantao. Finalmente logran su objetivo, pero al llegar al bloque donde vive la chica, ven algo que les sorprenden y les despista por completo. Joaquín y Marifé aquella noche en un acto de valiente locura, deciden pasar esa noche juntos. -No me lo puedo creer, resulta que son un maldito matrimonio. – Dijo el Avalantao que permanecía escondido entre unos árboles próximos a la casa. -Bueno ya esta, vámonos al coche, venga, vámonos a Delicias o a Tómas Bretón, vámonos de este barrio de señoritos ya. – Contestó Vito con tono malhumorado mientras daba caladas de rabia al cigarro. Mientras en el interior del bloque, los dos jóvenes tomaron el escandaloso ascensor, que tras

cerrarse las puertas, sus miradas desprendían un deseo incontrolable, impregnaron aquellas minúsculas paredes de pasión con un cálido y clandestino beso. El ruido del engranaje de aquel viejo ascensor no paraba de chirriar, era la extraña banda sonora más romántica que podían escuchar en ese momento la pareja de jóvenes. Tras llegar al piso, donde Marifé tenía una sorpresa para Joaquín, había conseguido comprar un single de uno de los grupos que mas fuerte comenzaban a sonar en aquel momento, la canción “demasiado amor” de Led Zeppelin. La chica saca las llaves de su casa y con una sonrisa tímida, observa si hay alguien en las demás puertas, al cerciorarse que nadie les ve, continúa sonriendo caminando hacia la puerta de su casa besando nuevamente a Joaquín en la mejilla con una leve sonrisa, mientras la llave penetra con silencioso sigilo en la cerradura. Los chicos entran en la casa, Marifé cierra la puerta sonriendo y con suavidad, sin perder la sonrisa en ningún momento y rápidamente se gira agarrando a Joaquín del cuello sorprendiéndole con un fuerte beso, cerrando los ojos y embriagada de pasión, segundos después el chico abraza con más fuerza y más intensidad a la chica, mientras ella se apoya en la puerta acolchada de escay, mientras con sus dedos juguetea con los rombos dibujados en la puerta, al terminar el besos un fuerte suspiro y una mirada lasciva invita a Joaquín a continuar el acto de amor en el salón, descubriendo que en la mesa se hallaba, un pequeño envoltorio de regalo con forma cuadrada inequívoca de single, sus miradas lo dijeron todo, Marifé sonreía nerviosamente mientras Joaquín rompía con rapidez el papel de regalo. -Estos suenan tremendos. Vamos a ponerlo, gracias cariño que hermoso regalo. – Dijo Joaquín dirigiéndose al mueble donde Marifé tenía un pequeño tocadiscos de pic nic con forma de maleta, el modelo cuatro mil cien all transistor de Philips, cómodo y transportable que funciona con pilas, que fue el regalo de aniversario de boda, de los padres de Marifé el año pasado. -Pero volumen bajito, que mira qué hora es y que tú no estás que estar aquí.- Dijo Marifé susurrándole al oído. Sonaban los primeros compases de la canción, Marifé se sienta en el sofá donde con mucha lentitud y suavidad comienza a desabrocharse la blusa. Joaquín le observa con mirada plácida acercándose a ella, el chico se sienta a su lado, contemplando cada movimiento y acariciándole el pelo. Mientras la música continuaba sonando, los labios se funden en uno solo con un gran beso, y ambos cuerpos se iban desnudando con lenta y nobel sutileza, los papeles pintados de las paredes se vistieron de inusitada pasión. Joaquín descubre un tesoro que llevaba tiempo buscando y no había manera de dar con él, el bello y escultural cuerpo de Marifé, que tras esa bonita blusa se escondía un sujetador negro, donde posan sus dos hermosos senos, Marifé muerde el labio y con una tímida sonrisa, lanza sus manos sobre el botón del pantalón de Joaquín desabrochándolo hábilmente, con mirada de deseo, el chico sonríe con algo de sonrojo en el rostro, mientras se baja los pantalones y vuelven a besarse, el disco continua cantando “whola lotta love”, la chica se levanta iniciando un baile, moviendo las caderas como cual brasileña danzase en la época del carnaval, Joaquín se levanta del asiento también y de nuevo vuelve a abrazar a la chica, caminando juntos hacia el espejo de la entrada, un espejo redondo con adornos alrededor en forma de rayos de sol, donde ambos se observan con sensación de enorme felicidad, llegando a un momento de excitación lo suficientemente alto, que tras recorrer desnudos besándose todo el salón, tras un incontrolable

impulso ella se lanza hacia él, llevándose por delante el cuerpo del chico, cayendo ambos cuerpos hacia el sofá. El disco concluye y la aguja tropieza una y otra vez contra el surco, mientras deciden ir hacia el dormitorio donde culminar de manera clandestina una noche memorable, no sin antes sonreír y darse otro efusivo beso más largo. -Se ha acabó. – Comentó Joaquín. -¿El qué? – Preguntó con extrañeza Marifé -La canción, ¿La pongo de nuevo? – Dijo Joaquín mirando el tocadiscos. -Sí, pon esa música de nuevo, y deja que, esta noche no acabe nunca. – Contestó Marifé extasiada cerrando los ojos y acariciándose el pelo de manera sensual. La primavera comenzaba a abrirle las puertas al verano, en una inequívoca invitación de la época de comuniones, el calor tomaba posiciones y le iba ganando la batalla a la floreada estación. Maritere, Manolo, Marifé y Joaquín, cada día más enamorados deseando terminar el curso prematrimonial, ya había decidido las fechas de su boda, y serán en la nueva iglesia de San Mateo, que se inaugurará al inicio de la época de adviento. Las dos parejas estaban sentadas en uno de los poyetes, entre los bloques treinta y cuatro y treinta y cinco, el calor comenzaba a ser insoportable y los bares ya no eran lugar de reunión, el final de la primavera invitaba a pasar más tiempo en la calle. Ambas parejas observan como en los espacios de entre los bloques, numerosos niños juegan al balón, utilizando los árboles como porterías, y otras niñas con un palo dibujaban los cuadraditos de la rayuela, y algunos padres no perdían de vista a los niños más pequeños que jugaban también. Maritere decide ir a la panadería de Francisco, al comienzo de las galerías modernas a comprar algo de picoteo, mientras Manolo sacaba un cigarrillo y ofreciéndole otro a Joaquín. -Veintiocho de Diciembre. – Dijo Marifé. -Santos inocentes sí. – Respondió Manolo. -Nos casaremos Joaquín y yo el día de los santos inocentes. – Añadió con una sonrisa. -No te puedo creer, os saléis de lo normal hasta en el día de tu boda. – Comentó Manolo mientras le daba lumbre a Joaquín. -Es una gran idea, seremos una de las primeras bodas pero no la primera porque ya hay otra antes que nosotros. – Dijo Joaquín. -¿En que cae, que día es? – Preguntó Manolo. -Domingo. – Respondió Joaquín. -Me vais a hacer que me pierda el partido. – Comentó sonriendo. – Pero vale la pena. -Y tanto porque queremos que seas el padrino, tú ya sabes. – Dijo Marifé. -¿Quién yo? Señorita Marifé, mi querida Amiga, la chica que hacía girar la cabeza a la mayoría de los hombres de Villaverde y alrededores, será todo un honor ser tu padrino. –Comentó haciéndole una reverencia.

-Quieto, para chalado, que no soy la princesa Sofía. – Comentó sonriendo mientras observa que Maritere viene con un par de bolsas. -Ya he aprovechado y he comprado el pan también, que a mi madre le gusta mucho el pan que venden por esta zona. – Comentó Maritere mientras observaba a Manolo inclinándose de nuevo. - ¿Qué os pasa a vosotros? -Que el día de los inocentes se casan. – Contestó Manolo mientras busca entre las bolsas de Maritere, hallando una pequeña bolsa de pipas. -¡En serio!, no puedo creerlo. Pero mira os habéis adelantado, nosotros nos vamos a casar en Febrero. – Dijo Maritere dejando las bolsas apoyadas en el poyete. -En Febrero, espero que el frío haya pasado. Es un mes muy raro para las temperaturas, y más por estas zonas. – Comentó Joaquín girando la cabeza y observando como a lo lejos puede ver a Quique y José Javier con su inconfundible indumentaria, caminando con las fundas de guitarras. -¡Menudo concierto! – Exclamó Quique saludando. -Sí, estuvo muy bonito. Comentó Marifé. – Ojala pronto podréis tocar aquí. -Vamos a ver, eso espero. Estamos intentando negociar las fechas, pero la cosa esta complicada, dentro de quince días vienen el Mike Kennedy, y después Los Bravos. Tal vez después si podamos tocar, lo malo es que ya se nos echa el verano encima y a ver quien toca en ese sótano, con todo el calor que hace. – Explicó Quique. -Lo más seguro es que toquemos después del verano, así mejor pues tendremos tiempo de ensayar más y estar más rodados. – Comentó José Javier. – The Bumpers and the estridentes, sonáis muy castellano, ¿Por qué no os buscáis un nombre más internacional? -Ya salió el de Oxford, se han llamado Estridentes desde que se formaron, no les cambies nada ¡chico! – Exclamó Maritere enérgicamente. – Mira tú como Miguel Ríos, le pusieron el nombre de Mike Ríos la dichosa casa de discos y ha estado años peleando para ponerse Miguel y no Mike. -¡Esta bien! Si solo era una idea, ¡Uf! Las villaverdenses que fieras. – Contestó José Javier dando pequeños pasos para atrás. – Bueno Quique, voy a tomar la Adeva que sale en un cuarto de hora, no pude traer el coche que lo tengo averiado, ya nos llamamos. La calurosa temperatura precede a que los niños salgan a la calle, tras terminar la tarea escolar y poder jugar, entre los numerosos espacios que hay entre los bloques, para la mayoría de ellos su juego favorito era el balón, simular un partido de fútbol como los mayores, utilizando árboles como improvisadas porterías, y con palos dibujar sobre la tierra el círculo central y las áreas de las porterías. Los niños más pequeños jugaban con sus padres, que permanecían sentados sobre la gran fila de poyetes que hay entre los bloques. Mientras las niñas más pequeñas jugaban a la comba, a la rayuela y haciendo el corro de la patata, cantaban alegres canciones infantiles como esta: Chocolate, molinillo,

corre corre, que te pillo. A estirar, a estirar, que el demonio va a pasar. Mientras tanto la juventud que aun permanecía soltera y sin hijos comentaban que tal les fue el día, juntándose en los poyetes, mientras comían pipas o fumaban tabaco. Así permanecían los habitantes del barrio, que iban dando vistiendo de vida su calles, dándoles un color alegre y jovial, esperando el ocaso para que así, cada uno fueran de nuevo camino a sus casas, una vez anochece en el barrio, las calles permanecían vacías, calles en silencio, silencio que incita a la paz y a un relajado descanso. En cada ventana se puede observar, el día a día cotidiano de cualquier familia en el hogar, cenando, unos escuchando la radio, otros los más afortunados en el terreno económico, podían contemplar un artículo de lujo llamado televisor, muy pocas familias poseían uno, aun así el ejemplo de solidaridad de las adineradas o afortunadas familias, era más que evidente cuando por ejemplo, los sábados por la noche alguien les pedía que subieran el volumen para poder escuchar a través del patio “galas del Sábado” o cualquier tarde los niños vecinos entrasen en su casa y sentarse en el suelo para poder ver “los Chiripitifláuticos”, o cualquier emisión infantil. Quique y los demás chicos después de terminar de cenar aprovecharon el tiempo para terminar de ordenar la maleta, con ayuda de Julián había conseguido gestionar sus pasaportes, para él es la primera vez que va a salir al extranjero, José Javier ya tenía tablas en esto, pues un hermano suyo emigró a la república federal de Alemania, y en alguna ocasión pudo volar para visitarle, también cuando algún concierto ha ido económicamente bien, ha podido viajar a Londres para mirar las últimas tendencias y presenciar alguna gala. Paloma entra en la habitación y observa en la cuna como el pequeño Manolo está dormido, sonríe y mira a Quique. -Ten mucho cuidado, ese chico es un hippie, y un fresco. Ni tiene familia ni nada, más tú en cambio sí. – Dijo Paloma abrazándole. – Yo de Julián me fío pero ese José Javier no me agrada mucho. -No temas, va a ser como una pequeña excursión, un cambio de aires. – Dijo Quique. -¡Ah! Y cuidado con las busconas, ya sabes que en el extranjero se cambian de parejas como si fuese un baile. – Añadió Paloma haciéndole gestos con el dedo. -Por eso quédate tranquila, tú eres el viento fresco que me inspira cada mañana. – Dijo Quique mientras besa con suavidad sus labios. Acto seguido cierra la maleta, dejándola en el suelo, para abrir la cama e irse a dormir. Una noche más, en los hogares de la ciudad, las luces se van apagando escalonadamente siendo una inequívoca señal de que la jornada en el hogar también ha terminado y la gente se va a dormir. Al día siguiente los niños tras la salida del cole habían quedado junto al solar contiguo al colegio Barcelona, junto con otros chicos iban a distintos colegios, unos a Luis Vives, Sixto, Pipe y Rafa; Armando, Gustavo del Colegio Nebrija, Pedro y Juancar del Colegio Bermejo y dos niñas iban al Regina Angelorum, Raquel la hermana pequeña de Ramón y Eva la hermana pequeña de Víctor, el más cercano de todos, ya que se encontraba en el majestuoso bloque

noventa. Ahí estaban todos, Paco, Antonio y Álvaro los hermanos pequeños de Quique, Joaquín y Marifé, debido a que pronto iban a ser familia, la relación era más fluida entre Antonio y Álvaro, Jose el hermano de Manolo el más guerrero de todos, y Carlitos el hermano de Emilia, del colegio Barcelona. Estos dos últimos son los primeros en llegar y, observan como unos chicos de entre diecinueve y veintidós años, montaban a mandos de unas motos, Bultaco Sherpa y una vieja Montesa Impala, realizando ejercicios de motocross sobre dicho solar, que constaba de unas elevadas montañas de arena, ideales para practicar dicha afición. Se trataba de una pandilla de chicos amantes del riesgo, Miguelón el petacos y Lupi el billares, este último tenía una forma de vestir muy peculiar al estilo de los grupos extranjeros “glam”, y el pelo bastante largo que se lo ponía muy tieso con jabón lagarto, la reputación que tenía en el barrio por dicha apariencia traspasaba a la de otros barrios. Solían tener su centro de reunión en el bar Oasis un bar muy cercano a la factoría Barreiros, que se encuentra al lado del Bar Alquézar, y más tarde en los billares que hay en frente del colegio Barcelona, juntándose con otros chicos que cuentan como afición en común las motos, Lupi que adquirió recientemente una Bultaco Lubito algo pesada no era la moto ideal para deslizarse por las semi montañas de los solares que aun no tenían nada construido pero si la ideal para que las chicas giren la cabeza y suspiren; Luisito y Chechu, los hermanos Casares buenos chicos pero famosos por sus sonadas trifulcas con una banda rival de motoristas llamados los Pinches, que viven en un barrio aledaño, dicha banda formada por tres chicos Toni el bardeos que posee una Puch; Beto el valenciano, y Germán el pinche el más peligroso de todos, ambos poseen también unas Montesas Impala, una navaja y muy malas formas, mientras que el pinche posee un Ford Taunus de 1966 destartalado, lleno de abolladuras, y media pintura oxidada por el irremediable paso del tiempo, su maletero era una caja de sorpresas, se podía encontrar desde una navaja o una escopeta, siendo enemigo del Avalantao, desde hace unos meses por culpa de una trifulca al defender a una chica del poblado agrícola llamada Paula, no se han vuelto a ver desde entonces pero ambos se las tienen bien juradas, el día que se encuentren pueden batirse en un sucio duelo como cuales forajidos del viejo y salvaje oeste. José, Álvaro, Sixto y Carlitos observan como aquellos dos jóvenes, logran con gran destreza deslizarse sobre las semi montañas de aquel solar, el sonido de las motos hacen que los chicos miren atónitos la habilidad, con la que ambos chicos realizaban aquellos difíciles ejercicios, levantando fuertes polvaredas de arena. Minutos más tarde llegan Raquel y Eva del Regina Angelorum mirando ellas con gran sorpresa el singular espectáculo que estaban dando los jóvenes motoristas. -¿Habéis visto? Yo de mayor quiero ser como ellos. – Dijo Sixto. -¡Son unos gamberros! – Observaba Raquel con mirada de susto. -Ya llevo tiempo viéndolos siempre por aquí, y el otro día se pelearon con los pinches, que te cuente Pedrito cuando venga que lo vio conmigo - Añadió José sonriendo mientras disfrutaba del espectáculo. -Por eso te digo, siempre se andan peleando, no son buenos, hay que tener cuidado, que no se enteren nuestros padres, ni nuestros hermanos o no nos dejaran salir por aquí. – Comentó Raquel mientras continuaba mirando con perplejidad como los chicos subían y bajaban las

cuestas de aquellos solares con gran habilidad. -¡Ah! Pues no les digas nada a tus padres, tengo tres duros para jugar a los futbolines ahí en los billares. – Dijo Álvaro. - Yo tengo otros tres, podremos jugar más partidas. – Añadió Carlitos. - ¡Pues claro chaval! Yo solo tengo un duro pero es una partida más. – Comentó José. De repente un atronador sonido de motos subiendo por la cuesta de la caja de Ahorros y monte de piedad de Madrid, donde don Valentín posee su puesto de periódicos, aparecen como un destellante megatón, Toni el bardeos y Beto el Valenciano, aparcan justo donde se encuentran los niños y observan con grandes carcajadas a Miguelón y al Lupi. -¡Eh! Vámonos de aquí, vamos a los billares o donde querías pero vámonos de aquí, que estos se van a pegar. – Dijo Raquel con gran susto y preocupación. -¿Y los demás? Todavía no han venido. – Preguntó Álvaro. -No te preocupes ellos saben que estaremos en los billares, además al ver a estos sabrán perfectamente porque no estamos aquí. Los chicos comenzaron a andar en dirección hacia los billares, mientras los jóvenes pandilleros continuaban la mofa, lazándoles besos al aire sin parar de reír. -¡Huy! ¡Qué monos! ¿Has visto que niños tan monos? Que habilidosos son. – Dijo Beto haciendo burla e imitando a un homosexual. -¿Qué pasa Maripuri. Ya se te ha subido la lívido o qué? – Respondió Toni. -¡Eh Lupi! Para la moto, ahí están esos dos con ganas de guasa. – Dijo el Petacos al observar como los dos motoristas no paraban de mirarles. Lupi se acerca a Miguel y ambos paran las motos. -¿Qué vuestra merced? ¿Qué carajo se os ha perdido aquí chavalines? – Gritó Lupi. -¿O qué pasa, no tuvisteis bastante con la paliza que os dimos el año pasado en la feria? – Añadió con voz enérgica Miguel. -Pero míralos que panda de maricones, como se encara cuando viene su compañerito como hicieron el año pasado. – Contestó Beto acercándose y con una mano en el bolsillo buscando algo. – Lo del año pasado lo vais a pagar y con interés, mirar lo que me hicisteis en la cara, tú, y tú Lupi y el maricón del Luisito, me lo vais a pagar todas juntas. – Siguió hablando entonando un tono cada vez más furioso y sacando una navaja. -Agárrame si puedes Maripuri - Dijo Lupi arrancando con energía la moto. - ¡Vamos a los billares Miguelón! Las motos rugieron estruendosamente los motores, como fieras enjauladas, tronando al aire decibelios en libertad, bajando las cuestas del solar con gran audacia y saltando con gran destreza como cuales equilibristas en un circo, en una encarnizada persecución por todas las antiguas galerías, ante la sorpresa y el murmullo de la gente que tranquilamente realizaba la

compra, y ante la mirada de sorpresa de los comerciantes. Miguelón el petacos y Lupi el billares corrieron a toda velocidad hasta bordear el colegio Barcelona y doblar la esquina, donde se construye la nueva iglesia de San Mateo, lugar donde estuvieron a punto de atropellar a dos albañiles que estaban transportando unos hierros, Joaquín subido en lo alto del andamio donde terminaban de dar los últimos retoques a la torre de megafonía, observaba con gran asombro y esbozando una tímida sonrisa de complicidad, pues sabía bien que esos chavales los conocía de vista, de verlos sobre todo cuando iba a jugar su partida de billar o de petacos. Metros más tarde los dos motoristas seguidos muy de cerca por los otros dos, se tuvieron que jugar el tipo a la hora de cruzar indebidamente la carretera, ya que estuvieron a punto de ser arrollados por un Renault diez, obligado a realizar un fuerte frenazo y que les pitó de manera enérgica y enfurecida. -¡Gamberros! Casi os mato. – Grito el conductor desde la ventana con mirada de asombro. Acto seguido llegan con la misma velocidad y energía Beto y Toni, haciendo aspavientos con muy malos modales al conductor del Renault diez. La escena es observada por los ventanales de los billares por decenas de niños y chavales. Entre esos chavales, estaban los hermanos Casares, que salieron como una exhalación, al ver a los pinches, los niños que justo acaban de llegar todavía no habían echado su primera moneda para jugar al futbolín, miraron con temor toda la escena, las cuatro motos mal aparcadas, y los cuatro jóvenes dispuestos a pelearse. -Pero que valientes sois, habéis tenido que venir a vuestra guarida para que os ayuden vuestros amiguitos. – Dijo Toni en un tono más que jocoso. -Adelante ve a la cabina y telefonea al Pinche, tres contra tres, cuando quieras y como quieras. – Dijo Luis Casares mientras la dueña de los billares y también a la exuberante dependienta de la tienda de al lado contemplaban con asombro y cierto temor la escena. -¡Largo de aquí o llamo a la policía! – Exclamó la mujer con tono enérgico y con un palo en la mano. -Ya nos vamos señora, ya nos vamos. – Contesto Beto. – Pero que sepáis que esto no va a quedar así. – Continuó hablando acercándose a Luis. – Nos vemos en el Cruce dentro de media hora. – Susurró Beto en voz baja para que ni las mujeres, ni nadie más oyera la cita. -Allí nos veremos, palabra de honor, ahora largo. – Contestó Luis de forma seca. Mientras el atronador sonido de la Montesa y la Puch, hacían desaparecer en el horizonte a dichos jóvenes. -Escuchadme bien, no quiero ver a esa chusma por aquí, la próxima vez que aparezcan os tendréis que buscar otro lugar de reunión. – Advirtió con gesto serio la dueña de los billares, mientras la atractiva mujer de la tienda de frutos secos volvía para dentro de su local, al igual a su vez el resto de chavales. Aquellos billares situados en frente de la nueva iglesia, situados en un local muy amplio, totalmente diáfano con un fuerte olor a tabaco y un humo muy disperso, procedente de los jugadores más mayores que pasaban horas y horas practicando carambolas, en el centro cuatro mesas de billar, dos de billar americano y dos de billar francés, en sus paredes apoyadas seis máquinas de pinball y al fondo cuatro mesas de futbolín.

-¡Eh chavales! No nos miréis con esa cara de susto que los malos son ellos. – Dijo Miguel a los niños que miraban asombrados a los motoristas. Finalmente aquellos chicos montaron en sus motos y se perdieron justo en el mismo horizonte donde habían desaparecido los otros rivales, los niños jugaron su primera partida mientras llegaban el resto de sus amigos, el local de ocio de repente se llenó de chiquillería, y en lugar de parecer una sala de juegos parecían el patio de un colegio. -¡Huy chavales!, lo que os habéis perdido, ¡Menuda se ha armado! – Exclamó Álvaro a todos. -Los pinches, ya los hemos visto, su inconfundible aspecto, han salido disparados como cohetes en dirección al Cruce, y estos también. – Dijo Sixto que les había visto a lo lejos. -Se va a liar, ya veréis mañana, no se va a hablar de otra cosa en el barrio. – Añadió Juancar mientras sacaba cinco pesetas de su bolsillo, para convidar a sus compañeros a un futbolín.

9 Paloma acuna al pequeño Manolito, mientras recibía la visita de Luisa que había atendido a una clienta en el mismo bloque, vino a darle una gran noticia, ella y sus otras dos socias, iban a abrir una nueva peluquería. Poco después de una agradable charla, las dos jóvenes salieron a dar una vuelta con el niño aprovechando el maravilloso tiempo que hacía. Mientras Joaquín salía de trabajar, tras terminar la construcción de un bloque cercano, y se disponía a dar una vuelta por el bar Pema para jugar a las cartas con Ramón y demás compañía, pero con quien se encontró en aquel bar no era una compañía agradable, sino más bien todo lo contrario. El comisario don Abilio. El joven le vio antes de entrar desde la cristalera que se encontraba junto con Natalio hablando, Quique extrañado, no titubeó a la hora de abrir la puerta, y con gesto serio pide una cerveza. -¡Hombre! Mirar si es mi amigo el artista, el rockero. – Exclamó don Abilio con gesto alegre y burlón. – Siéntate hombre que estamos entre amigos. Dime Natalio, sígueme contando eso del cabrito del Avalatao y toda esa chusma. -Pues nada, ya lo sabe usted, vino a molestar a una chavala amiga de este chico, pero la chica pudo escaparse con mucha habilidad, en cambio yo lo vi todo y decidí seguirla, ella me contó que le había visto la noche anterior en el concierto. – Contestó Natalio mientras le hacía señas a Joaquín para que se sentase. -A ver chico, siéntate, tranquilo, la policía está para la protección y el servicio al ciudadano. Ahora cuéntame tú, ¿No tendrá nada que ver esas revueltas en Barreiros? Ya os vi las navidades pasadas, que ibaís por las tapias con tus amigos, y que corríais como conejos – Dijo don Abilio mientras preparaba tabaco para fumar en pipa. – Pero chico, no me mires con esa cara, no seas rencoroso, ¿Estas cabreado todavía por la paliza que os pegamos donde San Mateo? Compréndelo hombre. Os estoy haciendo un favor, en ocasiones a palos se aprende, y una buena tunda suele hacer que te salves de problemas mayores, se ve que sois

chicos sanos, un poco alocados pero sanos, no sois como esos bestias, ni tampoco sois invertidos de esos, más menudas hembras os acompañan. – Concluyó Abilio con su habitual cinismo machista, soltando una enorme carcajada.- ¿A que tú no sabíais que el padre del Avalantao estuvo trabajando ahí? -No, no lo sabía, y nunca anteriormente le había visto, y esa chica no te dirá nada por lo que ocurrió el otro día. – Contestó Joaquín mientras su mirada cada vez delataba lo incómodo que hacía sentirse con semejante compañía.. -Bueno tiene buena defensa siempre rodeada de hombres, mientras este desgradaciado mira te voy a contar, su padre estuvo ahí en las primeras revueltas, con los vuestros, con vuestros padres, lo echaron o mejor dicho salió huyendo porque intentó matar a un policía, en la persecución murió, lo aplastó un camión, esto fue creo que hace unos trece o catorce años, vosotros erais unos críos y todo esto se estaba construyendo, tan solo estaban las casas blancas que se construyeron para los obreros y Euskalduna. – Dijo mientras seguía preparando la pipa de fumar. -Yo se dé un accidente con un camión pero eso, un accidente más allá de San Cristóbal. – Añadió Natalio. -Un accidente eso es, menuda mala bestia, embestía como un miura, no respetó una señal de stop y un camión lo hizo puré, menos mal que los nuestros son hábiles conductores pero aquello pudo haber terminado muy mal, y tú Joaquín, de verdad, créeme, dejar de hacer esas reuniones, un día vais a tener un disgusto, de verdad, consejo de amigo y de policía. Todas las navidades el mismo follón. – Un fuerte ruido de motos corriendo interrumpe la conversación y alerta a don Abilio que no duda en correr hacia la calle para observar que se trata de que ambas bandas de motoristas corrían a toda velocidad. – Mirar, luego estos desgraciados con sus motitos, voy a la cabina a alertar a mis chicos. La persecución de motos se había producido tras quedar en el Cruce, dicho lugar recibía dicho nombre, al tratarse de un cruce de caminos entre Villaverde Alto y Villaverde Bajo, formado por pequeñas y humildes casas bajas, que separa el pequeño barrio de San Nicolás, de la carretera de Andalucía, muy cerca de ahí en el bar Chacón, los peligrosos delincuentes Chava, Vito y Avalantao, estaban tomando cervezas con aceitunas, el típico aperitivo de aquel bar de carretera, cuando uno de ellos observó por la ventana, que sus acérrimos enemigos estaban en frente, tan solo separados por la enorme carretera, no dudaron ni un segundo en salir a toda velocidad a mandos de su Seat mil cuatrocientos treinta en busca del Pinche, dicho sujeto al ver la presencia de ellos, creyó que sería una trampa de los otros motoristas, ellos huyeron, sabían perfectamente de que sus enemigos están armados y por desgracia no tenían su coche para poder hacerles frente, comenzando así una huida peligrosa, en ese momento la carretera de Andalucía con sus famosas cuestas hondonadas y baches, se convirtió en un circuito de carreras, la gran habilidad de las motos contrastaban, con la furia del coche pilotado por el Avalantao lleno de ira y rabia, y su compañero Vito de co-piloto, constantemente pidiéndole que cesase la persecución. Los habitantes de la ciudad los Ángeles, no salían de su asombro al comprobar tan peligroso espectáculo de motos corriendo a toda velocidad y esquivando los coches, unas veces dando saltos, y haciendo maniobras muy bruscas y peligrosas, peleando entre ellos mismos a base

de patadas. Dos grupos, uno de cinco; el otro de tres motos; y un coche perseguidor que se llevaba por delante todo lo que se encontraba a su paso. El barrio se había convertido en un circuito para que unos chavales y unos veteranos malhechores frente a frente realizasen un peligroso número circense, donde no solo estaba en riesgo sus vidas, sino también la de los demás ciudadanos. La impresionante persecución transcurría entre la enorme cuesta que atraviesa el barrio, encabezando la particular carrera el primer grupo de motos, Miguelón, Lupi y Juanito, seguidos muy de cerca de Toni, Beto y Germán el Pinche, este último más pendiente del coche que de las motos, pero igual de furioso que su perseguidor, y finalmente el coche era perseguido por Chechu que se había quedado rezagado. -¡Pero bueno, malditos desgraciados!, ¿Qué se han creído que es esto? – Exclamó don Abilio estrellando con rabia pipa contra el mostrador del bar, sacando su pistola y comenzando a correr a toda velocidad saliendo del bar. Mira y contempla como tras las motos el coche conducido por Avalantao. - ¡Ya te tengo cabrón! Esta vez te agarraré. – Continuó exclamando corriendo en dirección hacia la cabina donde hay un teléfono público, en frente del bar la Ciudad, a unos escasos veinte metros del bar Pema cruzando una pequeña carretera que separaba ambos edificios. Mientras la espectacular y peligrosa carrera de motos continuaba, y ambos grupos de chicos rodaban a gran velocidad haciendo caso omiso a las señales de tráfico, tras recorrer el kilómetro y medio que bordea el barrio a través de la carretera de Andalucía, entraron nuevalemente al barrio entre los espacios de arena y barro que hay entre los bloques que utilizan los niños para sus juegos, ante el asombro de sus madres. Seguidos muy de cerca por el coche, que iba golpeando lateralmente a los coches aparcados y a todo objeto grande o pequeño que se encontrase a su paso, todos los vehículos subían la enorme cuesta que atraviesa el centro del barrio, algunos invadiendo el carril contrario, cuando de repente un camión Ebro de quinientos cincuenta aparece de una curva y su fuerte claxon advierte del peligro, las tres primeras motos logran esquivarle, pero no el Seat mil cuatrocientos treinta que a pesar de realizar un brusco movimiento de volante es golpeado lateralmente, a pesar del fuerte impacto el coche continuó adelante, ante la atónita y enfurecida mirada del conductor de dicho camión, Beto ve a lo lejos una furgoneta Avia cuatro mil, se retrasa hacia la posición del coche para intentar tenderle una trampa, doblan bruscamente una curva bajando la cuesta, y se intercambian toda clase de insultos descorteses, el motorista realiza una peligrosa maniobra, colocándose justo enfrente de la furgoneta que circulaba correctamente en el carril contrario, el sonido del claxon advierte del inminente peligro, el coche se coloca detrás de la moto para intentar hacer un emparedado, pero Beto, el más hábil de su panda, logra meterse en uno de los tantos espacios que hay entre los bloques, levantando grandes polvaredas de arena a su paso, el furioso delincuente abriendo los ojos y con cara de susto, logra de un volantazo evitar un golpe seguro, siendo golpeado nuevamente de forma lateral el Seat mil cuatrocientos treinta, metros antes otros dos motoristas llegan incluso a salirse de la carretera y continúan a toda velocidad, esquivando a las personas que en ese preciso momento caminaban por las empedradas aceras. El coche con aquella fuerte abolladura y esos acelerones tan bruscos que realizaba, llamaba fuertemente la atención proseguía con la extraña y salvaje persecución, intentando recorrer la calle perpendicular para poder alcanzarles, por centímetros evita chocar contra un Renault

cuatro cuyo conductor con mirada de miedo y sorpresa, evita de un brusco frenazo una colisión segura, el coche de los delincuentes logran de nuevo alcanzar la moto de Beto, mientras los motoristas rodeaban el coche por delante y por detrás como si se tratasen de moscas revoltosas, y en cuestión de minutos ruidos de sirena comienzan a escucharse por un lado y otro de la ciudad. Dicho sonido alerta a los otros motoristas que deciden tomar rumbo a Orcasitas, pero en mitad del camino un coche de policía les intercepta el paso, los chicos deciden meterse entre los espacios de los bloques huyendo del peligro, no teniendo la misma suerte el coche que en cuestión de pocos segundos después se encontraba frente a frente con el coche de policía, retrocede marcha atrás y con gran destreza logra meterse en otra calle en dirección a las galerías viejas, no sin antes de que embistiera violentamente contra una furgoneta Sava jota cuatro que transportaba leche y huevos, el Seat mil cuatrocientos treinta casi listo para el desguace y con la matrícula delantera colgando, siguió atravesando toda la calle golpeando lateralmente a la decena de coches aparcados, saltando por los aires varios retrovisores, y logra de nuevo dar alcance a las motos, pero en esta ocasión el gran número de efectivos policiales había aumentado, concluyendo la peligrosísima persecución y deteniendo a los causantes de tanto destrozo. Momento que aprovecharon los dos grupos de motoristas que vieron la escena desde lejos aprovechando para huir, unos, los pinches en dirección camino de Orcasitas, y los otros en dirección hacia Villaverde alto. Todo ello ante la perpleja mirada de muchísimos vecinos viandantes, que no podían salir de su asombro de la espectacular persecución presenciada. -Ya te tengo, sal para afuera, pedazo de desgraciado. – Dijo don Abilio abriendo la puerta y agarrando con fuerza al conductor mientras varios policías encañonan con sus pistolas reglamentarias a los ocupantes del vehículo. – Mira la que has organizado ¡Míralo! Todo el barrio parece un campo de batalla. Da gracias que no has matado a nadie mala bestia. – Mientras escucha el sonido lejano de las motos piensa en voz baja. – Y vosotros, ya daré con vosotros, tranquilos motorear tan tranquilos, ya os agarraré motoricones, se que frecuentáis en el bar Oasis, os habréis creído que soy gilipollas tal vez. – Bramó don Abilio soltando una carcajada mientras observaba como las motos se alejaban. Mientras dos policías sacan del coche de manera tosca a Vito y Avalantao obligándoles a tumbarse contra el suelo. La primavera llegaba a su fin y el verano con su calor implacable, avanzaba e invadía cada rincón de la ciudad. Julián había tenido mucho trabajo extra gracias a la gran cantidad de coches dañados por la persecución, más de veinte, y tanto que repartió el trabajo entre sus vecinos del bloque treinta donde la inmensa mayoría eran compañeros de trabajo de La Unión y el Fénix, mientras Joaquín y Marifé andaban liados con los preparativos de su boda, Quique había regresado de Londres con su amigo de Legazpi, donde había conseguido comprar varios accesorios interesantes para la guitarra y unos singles de cuarenta y cinco revoluciones, de grupos que apenas habían editado sus discos en España. Los niños apuraban sus últimos días de curso escolar, muy nerviosos porque en la próxima temporada se decidió instaurar un nuevo método de enseñanza escolar, la educación general básica, sustituyendo al bachiller elemental. Las peluqueras se establecieron en un local recién construido en la fila de los nuevísimos bloques cuatrocientos, al igual que Higinia la compañera de trabajo de Marifé en la tienda de Villaverde, que tuvo que trasladarse junto con su familia a vivir a la ciudad a uno de los bloques nuevos los cuatrocientos de reciente construcción, ya que su vieja casa fue derribada porque amenazaba ruina. El buen tiempo animaba a que el vecindario pasase las

tardes en armonía, en espera de que llegase el tiempo de las fiestas, que antiguamente se instalaban en los areneros, pero con la construcción de la colonia del ahorro, el ayuntamiento decidió colocarlas en el solar que hay en medio del colegio Barcelona y la sala Turquesa. Los hermanos Luisito y Chechu se habían reunido como era habitual en ellos en el bar Oasis, muy próximo a la factoría Barreiros. Se pasaban siempre a media tarde a beber cerveza a la espera de que salieran del trabajo Miguel y Lupi, alrededor de una máquina de pinball cuyo backglass tenía por relieve, la figura de dos boxeadores, donde los brazos articulados se movían golpeando la cara del adversario cada vez que se realizaba un tanteo. La alegre musiquilla de las campanitas de la máquina de pinball adornaban acústicamente las cuatro paredes del modesto bar, cuando la puerta se abre sigilosamente, asomando la cabeza del comisario don Abilio, entra sonríe, mientras los chicos de las motos observan y miran entre ellos, Marta la camarera le pregunta que desea tomar y este le pide un sol y sombra. Don Abilio mira, vuelve a sonreír y se acerca a los chicos. -Toma cinco pesetas, vamos a echar otra partida. – Dijo Chechu a su hermano metiéndose la mano en el bolsillo, sacando una moneda con total tranquilidad y observando como don Abilio se acercaba. -Vaya, vaya, los hermanos Casares, ¿Y Ángel Nieto donde esta? – Dijo el comisario mientras se aproximaba con risa sarcástica. -¿Miguelón? Trabajando señor comisario, sale ahora en un periquete. – Dijo Luisito con gesto algo temeroso. -¡Ya! ¿Y bien señores, ayer que pasó? Buena la liasteis en el barrio. Burrum, burrum, motociclos para arriba, motociclos para abajo y un coche destrozando todo lo que encontraba a su paso. – Continuó el interrogatorio mientras movía los brazos con mucho nerviosismo. – Y hacer el favor de parar un momento la maquinita, ¡carajo! – Concluyó alzando más fuerte la voz. -El enemigo del valenciano, que salió a nuestro encuentro. – Contestó Chechu. -¡Ah! Claro el valenciano, el de Orcasitas. ¿No sois enemigos? Con esos piques tan curiosos siempre entre vosotros, ayer corríais todos juntitos. – Preguntó don Abilio mientras observaba la máquina de petacos. - Íbamos a saldar una pequeña cuenta cuando de repente ese maldito loco del coche rojo apareció en el cruce, se saltó todas las señales habidas y por haber y fue como una exhalación hacia nosotros, estaba fuera de sí, quería matarnos. – Contestó Luisito, mientras paraba de jugar. -El cruce, ahí se originó todo ¿No? – Don Abilio saca su pipa y comienza a preparar el tabaco, se queda unos segundos pensando. – Habíais quedado todos en el cruce y de repente apareció ese mal nacido del coche rojo ¿No? -Por lo visto señor comisario, son enemigos y se odian a muerte, nosotros con los Pinches tan solo tuvimos un breve altercado en las fiestas del año pasado por unas chicas. – Continuó Luisito.

-Sí, sí, esa historia también la sé, yo lo sé todo, y ahora como buenos amiguitos jugando al pilla pilla, metiéndose entre los bloques y el bestia este destrozándolo todo, una treintena de vehículos dañados, la furgoneta de los lecheros, menudo zambombazo le dieron también, la de los hueveros no arranca, han tenido que hacer el reparto sus hijos en bicicleta, los de la compañía de seguros están desbordados. ¿Os parecerá bonito? – Añadió don Abilio mientras comenzaba a llenar de humo encendiendo su pipa ahumando todo el bar. -Nosotros lo único que hicimos fue intentar huir de él, pero estaba tan fuera de sí, que ya no distinguía quien era un pinche, ni quiénes éramos nosotros. Estaba loco ese hombre, quería matarnos, y luego encima todos corriendo al mismo tiempo, todos intentando salvarse de no ser atropellados por ese majadero. – Exclamó con rabia Chechu, mientras la sirena de Barreiros anunciaba con fuerte sonido la hora de salida de los obreros, las dos de la tarde o lo que era lo mismo, la hora de comer. -Muy bien chavales, muy bien, voy a Orcasitas a buscar a los cafres de tus amiguitos, la próxima vez, que arméis un espectáculo semejante, vais para arriba, avisaditos estáis. – Advirtió don Abilio mientras de dos tragos se bebía la consumición, camina hacia la puerta, sonríe y vuelve a avisar. – La próxima vez, no seré tan amable motoriconcitos, tened cuidado. – Don Abilio agarra con fuerza el tirador de la puerta y señalando con el dedo a los hermanos vuelve a bramar. – Mucho cuidado con vuestros piques por asombrar a las chavalas, la seguridad vecinal es mi prioridad, y si tengo que pegar cuatro tiros a quien la ponga en peligro, lo haré. ¿Está claro? – El comisario cierra la puerta con sonrisa cínica, mientras la camarera una joven de treinta y pocos años, de larga melena morena, bello rostro facial vestido con unas gafas redondeadas contempla con asombro toda la escena. -Tener más cuidado la próxima vez, tanto motociclo, tanta chica y tanto pinche, y encima se ha ido sin pagar. – Refunfuñó la chica mientras limpiaba con un trapo la barra del bar. - Siempre lo hace, es el comisario. Y por lo demás. Descuida Marta, no iba con nosotros esa historia simplemente, tuvimos la mala suerte de cruzarnos con un chiflado. – Tranquilizó Juan mientras jugaba a la máquina. -Muy bien me fio de vuestra palabra, yo solo os aconsejo, y bien ¿Vais a yantar aquí hoy? Tenemos cocido. – Dijo Marta mientras terminaba de escribir el menú en la pizarra. -Pues claro, eso ni se pregunta. – Dijo Chechu esbozando una enorme sonrisa. De repente el sonido de una moto acercándose y sonando con más intensidad cada vez, hace mirar por la ventana a la chica. -Mirar, ahí está vuestro amigo, por cuestión de minutos no se ha encontrado con el poli. – Dijo Marta mientras observaba como Miguelón, aparcaba la moto frente a la puerta y con aires chulescos entraba al bar, con un palillo entre los dientes y una media melena estilo beatle, que no paraba de peinársela con los dedos. -¿Qué hay chicos? ¿Hicisteis alguna especial? – Preguntó Miguelón refiriéndose a los premios de partida extra de la máquina. -Sí, solo una, podemos jugar una bola cada uno. – Contestó Chechu.

-Te has perdido una visita muy desagradable. – Dijo Marta. -El comisario don Abilio estuvo aquí. – Añadió Juan. -Ya me imagino, por la que se organizó ayer, menos mal que pudimos salir todos entre los bloques, ¿Y qué os ha dicho?- Dijo Miguelón. -Pues nada, nos ha advertido que la próxima vez, no será tan amable con nosotros. – Dijo Chechu mientras cedía su sitio en la máquina a Miguelón para jugar la bola. -¡Hala! Ni que fuéramos delincuentes, nosotros solo jugamos con los motociclos, por cierto, esta tarde he quedado con uno que trabaja en la fábrica en motores. – Explicó Miguelón mientras sus dedos golpean con destreza los petacos, mientras los otros chicos observan como los muñecos se golpean y las campanillas anuncian tanteos en el marcador. – Esos mal nacidos, hubiéramos tenido un Taunus en ese momento como el que tienen ellos, y ese monigote hubiera sabido lo que es bueno, y los pinches también. Lo del verano pasado, nos la van a pagar, tarde o temprano, nos la van a pagar. – Continuó mientras pulsaba con rabia los flippers. -Ya tarde o temprano nos las pagarán, no te preocupes, y dime el menda ese ¿Sabe bien manipular los motores? – Susurró Chuchi en voz muy baja, mientras Miguelón el Petacos asiente con la cabeza -Sí, bastante bien, es un maestro. Se llama Chicho, lleva muchos años trabajando tendrá unos treinta y pico de años, creo que vive por ahí abajo donde los bloques nuevos, tiene dos Simca novecientos trucados los dos. – Continuó explicando Miguelón. – Le he hablado de nuestras motos quiere verlas, él nos ha prometido prestarnos uno de sus coches para ver que tal. Créeme, sabe muy bien lo que se hace. – Concluyó Miguelón. -Chicos, voy a la cocina para ayudar a la cocinera a ver si termina de preparar el cocido, enseguida os preparo la mesa. – Dijo Marta. – Y no cuchicheéis tanto, no me gustan vuestros secretitos que luego viene la pasma y la liamos. Los motoristas continuaron pasando las horas muertas en aquel bar donde acostumbraban a reunirse alrededor de aquella máquina de pinball, y almorzar una o dos veces a la semana. Joaquín y Quique salían de trabajar de Barreiros, caminando de camino hacia sus casas, cuando observan a Marifé que iba acompañada por Higinia, su compañera de trabajo. Los cuatro charlaron sobre el viaje a Londres, la nueva vecina explicó su situación. Hasta que acompañaron a Quique a la puerta de su casa. -Esta tarde si queréis os enseño lo que he traído de Londres. – Dijo Quique despidiéndose buscando del bolsillo las llaves de su casa. -Claro que sí, estamos deseando verlo. – Comentó Joaquín mientras las chicas sonreían y seguían caminando. -Bueno vecina nueva, ahora ya tendrás que salir con tiempo para trabajar. –Dijo Marifé refiriéndose a Higinia. -Sí, es una faena dejar Villaverde, me he criado allí, pero este barrio tan nuevo, con estas

casas tan nuevas y tan modernas, pues me gusta, no está mal, además me gusta caminar, es menos de un kilómetro de caminata – Contestó sonriendo Higinia, que había quedado entusiasmada de vivir en un piso de reciente construcción. -Pues claro, además es un barrio que lo hemos creado, gente de Extremadura, de Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Reino de León, y Andalucía, ¿Tú de dónde eres? – Dijo Joaquín. -No lo vas a creer, mis padres y mis abuelos son de aquí de Castilla la Nueva, del propio Madrid. – Contestó sonriendo. – Bueno yo tengo que irme por aquí, mi nueva casa está ahí abajo, bajando esta cuesta ahí donde el mini Pilar, ahí vivo yo. Las chicas continuaron andando hasta que cada una llegó a su casa. Aquella misma tarde Joaquín estuvo en la casa de Quique contemplando todo el material que había traído de Inglaterra, discos con portadas sin censurar, que hábilmente pudieron escapar al control de las autoridades y un par de magnificos amplificadores. Lolo apareció poco después muy contento y sorprendido de todo lo que estaba viendo a su alrededor. -Chicos tengo una gran noticia que daros. Julián ha estado hablando otra vez con el dueño del Turquesa y nos ha conseguido una fecha. – Dijo Lolo entrando en el dormitorio de Quique y Paloma. -Sí, espero que nos vaya mejor que la vez anterior. – Respondió Joaquín sin demasiada alegría. -No, tranquilos, esta vez será diferente, vamos a tocar con los The End, los ingleses esos que de vez en cuando se dejan caer por aquí. – Añadió Lolo -Ah sí, los mendas esos que se parecían a los Beatles, con esas patillas y melenas, que estuvieron en el concierto de Miguel Ríos. –Respondió casi cuestionando Quique. – Bueno, vale, puede estar bien, yo hubiera preferido tocar con el grupo de José pero bueno, en otra ocasión será. -Mira esto Lolo, amplía y distorsiona el sonido. – Dijo Joaquín mostrándole uno de los amplificadores. -¡No quieto, aquí no! En el local. – Exclamó Paloma con voz muy enérgica desde el salón. – Que además me podéis asustar al niño. – Concluyó Paloma mientras todos rieron tímidamente. -Los llevamos al local y allí los probaremos ¿Y para cuando sería Lolillo? – Preguntó Quique, mientras comenzaba a sacar los discos londinenses. -Los Bravos tocan el veinte, y nosotros el siguiente sábado el veintisiete del mes que viene Septiembre, ya para después del verano. – Contestó Lolo mientras observaba las portadas de los albúmenes. -Yo con los preparativos de la boda y ahora este, creo que puede ser mi última gala de soltero. –Dijo Joaquín sonriendo tímidamente. Lolo, era un hombre muy carismático, un autentico relaciones públicas junto con Ramón, su entusiasmo por tocar en un nuevo concierto, le había convertido prácticamente en el representante del grupo. Su cara de sorpresa al ver la portada del disco de Blind Faith, en la

que aparece la foto de una joven de senos pequeños desnuda sosteniendo una avioneta de juguete. -Tienes que tener mucho cuidado a partir de ahora, este material es pura dinamita. – Aconsejó Lolo mientras ojeaba el resto de vinilos, el 1969 de Velvet Underground, en el que se puede apreciar unas bragas asomándose tras una falda corta. -Sí con quien tiene que tener cuidado es con Paloma, no vaya a ser que los tire a la basura. – Añadió Joaquín entre risas. -No muchachos no, bien sabéis que ambos nos respetamos, sabemos lo que hay, no somos como otras parejas que siguen los dictados de esta sociedad tan machista, que un disco tenga la portada de una mujer desnuda, no me molesta, ella permanece ahí quieta e inmovil, y no me va a quitar a mi hombre. – Dijo Paloma apareciendo por el marco de la puerta. – Es más, ya sabemos el cuidado que hay que tener con todo, mira lo que les ha pasado a ti y a Marifé. – Concluyó Paloma mientras caminaba hacia la cocina. -Lo sé, lo sé, por eso y por recomendación del cura, yo he vuelto desde hace unos días a dormir a casa de mis padres, simplemente me paso el día allí y vuelvo a casa solo a dormir, a ver Lolo pásame ese disco. –Comentó Joaquín mientras miraba el disco de Blind Faith. -Pues eso Joaquín, haces muy bien, es mejor así, ya falta poco para casaros. – Dijo Paloma alentando la actitud de Joaquín. – Marifé es una chica extraordinaria, ya te habrás dado cuenta, así también le ayudas mejor pues las cotorras no paran de inventar tonterías. -Ya verás que bueno es, hacen una música como nosotros, unos amigos de José nos lo puso y no quedó más remedio que comprárselo, hubiera sido un pecado dejarlo allí. – Dijo Quique mientras Lolo le cedía el disco a Joaquín. -Por cierto cambiando de tema, ¿Habéis visto la que han armado los motoristas el otro día? ¿Lucas el del Rayo no tendrá nada que ver supongo? – Preguntó Joaquín a los demás. – Al coche de mi padre le rompieron el retrovisor y tiene un pedazo de raspazo en la puerta del conductor, ¡Que animales! -Lucas, el del otro día, no estaba, fueron los pinches y los chavales del Bar Oasis, salió el bestia ese que le pegó el susto a Marifé como un loco destrozándolo todo, Julián esta hasta arriba de trabajo con la aseguradora. – Dijo Paloma volviendo a aparecer tras el marco de la puerta. – Yo estaba paseando a Manolín y lo vi todo, hasta don Abilio sacó la pistola pero no se atrevió a disparar, había mucha gente y corrían muy deprisa. - Continuó Paloma mientras entraba en la habitación y se sentaba en la cama. – Fue tremendo, las motos metiéndose por los bloques y ese vándalo detrás destrozando todo lo que encontraba a su paso, y milagro que no atropelló a nadie. Ahora eso sí, en menos de cinco minutos la policía les cerraron el paso en las galerías, las motos huyendo pero él no. Lo mejor de todo, es que le perderemos de vista una buena temporada. – Concluyó Paloma con una aliviada sonrisa. -Claro que sí cariño, a ver si podemos vivir tranquilos sin sobresaltos de estos. – Añadió Quique mientras se agachaba para besarle en la frente. - Bueno vámonos al local, estoy ansioso por estrenar este fantástico material.

-Ya me gustaría agarrarle sin coche y sin el trabuco, a ver si es tan valiente. – Dijo Joaquín con un gran gesto de rabia. -Una cosa que seguramente no sabréis, yo me enteré el otro día que me lo dijo Maritere, a José el hermano pequeño de Manolo le quitaron un balón y encima le pegó dos bofetadas. – Comentó Paloma mientras los demás comenzaban a preparar sus cosas para irse. – Tuvo un pico a pico con Manolo y casi llegan a las manos, pero al final no se qué es lo que pasó que… - De repente el sonido del telefonillo suena de manera insistente y Paloma acelera el paso para asomarse a la ventana para ver quien llama. Era Lolo que pedía de manera insistente que bajasen. Los chicos al bajar comprobaron que Lolo se había comprado un coche nuevo, tuvo la gran fortuna de que le había tocado una quiniela que hizo junto con su padre y su abuelo, y con el dinero del reparto logró comprarse un hermoso Simca mil de color celeste. Y con gran alegría montaron todos en el coche rumbo al local. Pero cuando todo parecía que comenzaba a ir bien, reciben una inesperada sorpresa, de parte del dueño del local. Que les comunica que ya no pueden utilizarlo más y les pide con insistencia que se lleven sus cosas y busquen otro local. El espectacular incidente entre motoristas, había salpicado de mala fama a Lucas el futbolista, que tan solo conocía de vista y de haber hablado en alguna ocasión con ellos en los recreativos, los últimos días que salía a disfrutar de su moto, la gente le miraba con cierto recelo, harto y aburrido de vivir esa injusta situación decidió salir en busca de aquellos chicos. Y decidió ir a buscarlos, primero a dicho local, para interesarse más de lo ocurrido. Llegó aparcando su moto, presenciando las malas miradas de la gente que pasaba por la calle, entra en los recreativos y observa, entre las mesas de billar y el concierto de campanillas de las máquinas de petacos, y el constante golpeo de bolas de futbolín y de billar, donde tres adolescentes que conocieron en el Alquézar Mamen, Magdalena y Pili jugaban pasando un rato divertido sin parar de reír, ellas dijeron que dichos chicos estuvieron aquí pero que, se habían ido con un hombre de unos treinta años, que les vino a buscar, y se fueron en un Simca mil de color amarillo y capota negra, muy llamativo y que hacía un ruido tremebundo. Lucas continuó su búsqueda, sin demasiado éxito, los motoristas no estaban tampoco en el bar Oasis, Marta la camarera, le dijo exactamente lo mismo, que había quedado con el aquel hombre llamado Chicho, que se trataba de un trabajador de la sección de motores de la factoría Barreiros, treinta y cinco años, un autentico experto en modificar toda clase de motores, aficionado al Real Madrid y a los combates de boxeo, de aspecto agitanado, pelo largo moreno, enorme bigote y barba. Decidió hacer una pequeña ruta de bares, primero fue a la Bodega Isabel, continuó la cuesta abajo hasta llegar al Mini Pilar. Tuvo que volver a subir la cuesta hasta llegar al Club veintisiete, para terminar en el principio de la ciudad mirando en los bares de la Ciudad, y Bar Pema. Ya cansado y un poco harto, hace un alto en el camino para tomarse una Mahou. En el interior del bar, había bastante gente mayor, entre ellos don Natalio y tan solo un chico joven, Julián sentado en una mesa. Con su cartera repleta de papeles, ordenándolos cuidadosamente, el espectacular incidente entre los motoristas y aquellos delincuentes, dejó a los corredores y agentes de seguros sin apenas tiempo para respirar. Teniendo que atender un número de pólizas que cada día iba aumentando y parecía no acabar nunca. Lucas le saluda con el vaso en la mano realizando un gesto de brindis, que Julián le responde con mirada cansada, el enorme ruido de un coche que estaba aparcando en la calle,

hace que gire la mirada y comprueba que se trata del Simca mil de Chicho, junto a él, Miguelón el Petacos, y en los asientos traseros, Lupi junto con los hermanos Juan y Chechu. Salen del coche entre risas y se disponen a entrar en el bar. La tensión se percibía tras los enormes ventanales del bar, nada más abrirse la puerta, por un lado Julián, no titubeó a la hora de levantarse de la silla, y recriminarles su actitud enseñándoles los papeles en la mano, por otro lado, don Natalio, con su habitual carácter les aconsejó que tuvieran cuidado que cabrear a un delincuente y a un comisario, puede ser una autentica bomba de relojería. Y por si fuera poco, Lucas les contó cómo le miraba la gente. Los hermanos Casares no paraban de reír, de forma irónica, y de repetir hasta la saciedad que, ellos no tuvieron la culpa, que iban a saldar una cuenta pendiente y que de repente apareció aquel loco del Seat mil cuatrocientos treinta de color rojo. Chicho, trataba de poner calma y de mediar como cual árbitro que juzgase una contienda, pero con inútil resultado ya que, el tono de voz iba en aumento. Lucas pendiente de su cita con sus compañeros de equipo, decide salir del bar, en medio del impresionante jaleo que se había organizado, observa que justo en el poyete de enfrente, donde a pocos metros se encuentran con todo el grupo de músicos sentados, también con semblante serio. -Los Estridentes, unidos y reunidos, cuanto bueno por aquí. – Saludó Lucas. -¿Qué ha pasado en el bar, se os oía discutir? – Preguntó Quique. -Nada los hermanos Casares y compañía, que les estaba buscando para comentarles que en este mundo pagamos justos por pecadores. - Respondió Lucas mirando con cierto recelo a la gente del bar.

-¡Ah! Si, menudos chalaos pues menudo leñazo que le dieron al coche de mi padre… - Dijo Lolo. -A tu padre y a medio barrio, a los de Barreiros, a los de Boetticher, a los comerciantes. Pero insisten que fue culpa de aquel bestia del mil cuatrocientos treinta, que por cierto el coche acabó como un puré. – Añadió Lucas. - ¿Y vosotros que hacéis aquí que no estáis tocando? -Pues nada, que nos hemos quedado sin local, y ahora tenemos que recoger la batería y todo lo demás, pues el dueño del bar ha decidido ampliarlo y con esto nos quedamos fuera. Explicó Lolo. -Oye pues esperar que, ¿Os acordáis de la reunión del Alquézar? Es muy probable que Rubén que vive en Villaverde bajo, estuvo el otro día con unos músicos que ensayan allí. –Dijo Lucas mientras se ponía otra vez en camino. – Ahora tengo que irme a entrenar, pero hablo con él, a ver si es posible que os presente. -Escucha vamos a tocar en el Turquesa el veintisiete de septiembre, necesitamos ensayo ya, dile que es muy urgente. – Dijo Quique, mientras al resto de compañeros les cambiaba la cara. Lucas asentía con la cabeza mientras preparaba su moto para irse. – En este mundo cuando se cierra una puerta se abre una ventana. Tras un durísimo entrenamiento preparando el difícil partido del Sábado contra el Ceuska club de futbol, Lucas le comenta lo del grupo a Rubén, que enseguida se interesa en ayudar, y logra averiguar que aquellos músicos eran una orquesta que trabajaba en las fiestas de los pueblos, el local era bastante pequeño, tan pequeño que al abrir la puerta uno de los platillos de la batería tropezaba y se caía al suelo, tras unas reuniones lograron ponerse de acuerdo en los días y horarios para compartir gastos y local. Los músicos salían de viaje durante todo el mes de Agosto, y Quique y sus amigos podían aprovechar para ensayar casi a diario, pero el calor no ayudaba mucho a ello. La feria se instalaba como era costumbre los últimos veranos desde que se construyó la urbanización de la colonia del ahorro, en el enorme solar situado entre el colegio Barcelona y el cine Zafiro, obligando a las pandillas de motoristas a tener que hacer sus habilidosas prácticas en las cercanías del poblado agrícola cercano a la factoría Barreiros, las atracciones eran lugar de reunión de familias enteras y de pandillas, esas pandillas los ya mencionados pinches, y los cordobeses, se llamaban así porque venían del Rancho del cordobés, eran habituales del cine Zafiro, sobre todo cuando se proyectaban películas de kárate, y también por desgracia eran habituales los altercados que producían, ya que tenían la costumbre de emular a Bruce Lee, con escasa torpeza, cometiendo demasiados destrozos y provocando cuantiosas peleas entre ellos mismos o entre los chavales a los que atacaban. De todas maneras aquellas noches de verano de 1969, la gente de la ciudad pudo divertirse en calma y en paz, lejos de las del año pasado que si se originaron varias peleas, aquel año, don Abilio para evitar esos problemas, ya había aumentado la presencia de policías. Las bandas de motoristas, siempre parecían turnarse, en el momento que los Pinches estaban en algunas de las atracciones, los otros chicos se iban del recinto, sabían perfectamente que no les conviene pelearse en público y con presencia policial. Además de la feria, los vecinos de las primeras casas construidas a mediados de los años

cincuenta, los primeros bloques de numeración más baja, realizaban gracias a la asociación concursos de misses y actuaciones de rondallas, el año pasado los chicos consiguieron dar una pequeña gala de unos veinte minutos. También se podía disfrutar de la piscina durante el día y del cine de verano por la noche, la piscina cuyo nombre era Los Ángeles, tenía una flota de autobuses privada, que trasladaba a sus clientes, la parada del autobús se encontraba, justo debajo del puente elevado construido unos pocos años antes, el cual permitía atravesar la carretera de Andalucía, para ir por la noche al cine de verano. Quique no paraba de comentar las anécdotas que había vivido en Londres, comentaba lo diferente que era todo, una inmensa ciudad, con una grandísima red de metro, diferentes costumbres, un inmenso rio, la lluvia que daba la impresión de ser un habitante más de dicha ciudad, y el gran ambiente de rock que se vivía en cada local que visitó.

10 Avanzaba el mes de Septiembre, y la vuelta al cole se convertía en todo un acontecimiento para padres y niños, que estrenaban un nuevo método de enseñanza, la educación general básica, conocida por las siglas de E.G.B. Los niños con el habitual nerviosismo al desconocer que se encontraran en las aulas, y los padres con la habitual queja de haber comprado libros nuevos realizando un gran esfuerzo económico. El grupo de música ensayaba sin descanso a la salida del trabajo en aquel local, los lunes y martes, que eran los días que podían utilizar el local compartido con los músicos en Villaverde Bajo. La meteorología comenzaba a transformar el paisaje de la ciudad, lluvia, tiempo desapacible, el otoño en la Ciudad, era duro, las calles se convertían en barrizales inmensos, sin apenas aceras, tan solo unas modestas construcciones similares a las calzadas romanas, a base de piedras y gravilla, los niños tenían la forzosa costumbre, impuesta por sus padres de limpiarse bien las suelas de los zapatos, en las alfombras de hierro que cada portal tenía. José el hermano pequeño de Manolo, siempre tenía la costumbre de llegar corriendo a casa sin percatarse de ese detalle, siendo muchas veces zarandeado y tratado con mucha dureza por su padre, que tenía en la boca la famosa frase “se aprende a palos”. Por su parte, su hermano mayor y Maritere ya decidieron la fecha de su boda, el próximo mes de Abril, y su luna de miel, en Sevilla para poder disfrutar de la feria. Joaquín vivía un periodo muy satisfactorio, en lo laboral ya habían terminado la construcción de la nueva iglesia donde se casará, y que con gran ilusión planeaban los últimos detalles con Marifé, que con un gran esfuerzo económico, habían conseguido comprarse los trajes para tan sensacional evento, la fecha se acercaba según iba menguando las hojas del calendario y el año viejo iba muriendo, pero antes de dicho ocaso un nuevo nacimiento se produciría aumentando la familia de retoños en la pandilla, nace Lourdes, hija de Julián y Emilia. Además de esta buena nueva, también se produce otra cita muy importante, el concierto. Los demás chicos y chicas, continuaban con sus romances recién estrenados y, con tanta boda en el horizonte, iban decidiendo en reuniones secretas a espaldas de dichas parejas, los regalos a comprar en la tienda de electrodomésticos, que hay justo en la entrada de la ciudad. Era algo cotidiano verlos pasear, a pesar de que aquel otoño llovía con bastante frecuencia, los paseos bajo la lluvia compartiendo un paraguas tras salir del trabajo o una tarde de domingo, se

convertía en el momento más romántico del día. Los chicos seguían ensayando, con tesón y como siempre poniéndole mucha pasión a cada nota; a cada acorde; a cada tema, y haciendo hincapié sobre todo en las últimas composiciones que había hecho Lolo, aunque los chicos pedía más ritmo, ya que dichas canciones. La fecha del concierto se aproximaba y los nervios iban en aumento, la semana anterior habían tocado los Bravos, la gente había echado en falta la ausencia del primer cantante, que había iniciado una carrera en solitario y que curiosamente había tocado una semana antes. Una fuerte motivación para ellos, fue desde luego cuando en algunas paredes, pudieron ver los carteles blancos con letras en color azul y rojo, el nombre de su grupo impreso, “próximo sábado 27 de Septiembre, The end y Los estridentes, hora nueve de la noche, precio 250 ptas”. Y para las chicas por descontado todo un motivo de orgullo. Aquella noche de Sábado, la curiosidad por ver al grupo del barrio junto a un grupo de chavales ingleses, que pasaban temporadas en España ganándose la vida, como “orquesta moderna” actuando en fiestas de alta sociedad y como músicos de estudio. La gente acudió masivamente a la sala ya que dicha actuación despertaba mucha curiosidad, ni la competencia del cine Zafiro que ofrecía dos grandes películas del oeste, “La muerte tenía un precio” y “Fort Comanche” pudieron evitar el primer gran lleno que se recuerda en la sala Turquesa desde su inauguración. Las entradas se habían agotado una hora antes de comenzar el concierto, y hubo gente que se quedó sin ellas. Los bares de alrededor tuvieron una excelente recaudación, en el bar Piedrahita, los componentes del grupo inglés The End, todos con una edad de veinticinco años, menos Roger el batería que tendría unos veinte y aspecto de niño bueno, Dave el bajo; Nick el organista; Collin el cantante y guitarra; Terry el guitarra de acompañamiento y Gordon el saxofonista, iban vestidos de una manera algo estrafalaria. Todos tenían enormes melenas y patillas bien pobladas, Nick además llevaba un enorme bigote, ellos a pesar de llevar varios meses viviendo en España, miraban asombrados que la cerveza aquí se sirve fría y de comprobar la gran diferencia de vestimenta y forma de divertirse de la gente española, se encontraban muy a gusto mirando cómo la gente se divertía sanamente con cuatro duros en el bolsillo. Quique se acercó y se puso a hablar con ellos las cuatro frases en inglés que había aprendido, “of course”, “of course”, no paraba de repetir cuando aquellos chicos ingleses les respondía algo. Julián se acerca y sonríe, ya que él, en la escuela de comercio, si había aprendido y dominaba muy bien el idioma, convirtiéndose en un improvisado intérprete durante un rato. Mamen y Pili no paraban de mirar, sobre todo a Collin cuya melena rubia parecía encandilar por completo. Los chicos se miraban entre ellos y entre risas bromeaban. Terminaron concluyendo con la frase, “nosotros hablamos también español muy bien”, momento en el que ambos grupos, como si de un hermanamiento se tratase, brindaron con sus botellas de cerveza en alto. La puerta del bar se abre, y aparece por sorpresa dos chicos que no eran aficionados al rock, Maritere y Manolo, que traía muy mala cara y diversos hematomas. -¿Qué tal Porompo? No te veo muy buena cara, ¿Ha ocurrido algo? – Preguntó Quique. -Ha pasado algo inaudito, estuvimos dando un paseo y nos sentamos en la plaza de San Luciano, y nos pusimos a discutir. – Comentó Maritere mientras sacaba un cigarro de su bolsillo y Manolo con un gesto le decía que se callase. – Manolo ya sabéis como es, comenzó

a levantar la voz, con tan mala suerte que aparecieron dos policías y la tomaron con él, dándole golpes por todos lados. – Prosiguió Maritere mientras gesticulaba negativamente con su cabeza. -Y cuando ya me tenían tendido en el suelo magullado, van y me dicen que así aprenderé a tratar a una dama como Dios manda. –Añadió Manolo quejándose aun de los golpes. -Esto algún día se tiene que terminar, no podemos vivir así. –Dijo Quique en voz baja. – Venga, ya sé que no es vuestro estilo, pero os invito a que veáis el concierto. -Lo agradezco de corazón, pero solo estaremos un rato. – Respondió Maritere a la invitación. – Porque mírale como esta. Llegó la hora del comienzo de la gala, la gente se aglomeraba en la gran puerta de la sala, que aquella noche parecía que había menguado. El encargado de la puerta, ordenaba a la gran multitud con insistencia y como si fuese un sargento que se apartase de la puerta, para que los músicos pudieran entrar. Los dos grupos, habían hecho muy buenas migas en el bar, y habían decidido entrar juntos en la sala, cuyos instrumentos ya se encontraban bien preparados y apunto para ofrecer una gran velada a la gente, que con gran impaciencia esperaba el momento de entrar. Don Abilio, observaba desde su coche, el gran tumulto al pasar por allí, con una gran sonrisa cínica no paraba de burlarse y de contar chistes de ye-yes al conductor del coche. La expectación de la gente del barrio era enorme, la gente comenzaba a bajar las redondeadas escaleras, donde en lo alto había una enorme vidriera parecida al de una iglesia, con cristales muy oscuros, formado una serie de extraños dibujos circulares, lineales y cuadrados. Y cuyo techo muchas piedrecitas de colores con formas muy curiosas, dando un toque muy psicodélico. Sobre el escenario ya estaban preparados, Quique y Joaquín a las guitarras, gritos de “bitel, bitel” se podían escuchar, se trataba de algunos compañeros de trabajo que le llamaban cariñosamente así, por tener el pelo al estilo de los cuatro melenudos de Liverpool; Lolo con su flamante nuevo órgano que había conseguido comprar hace muy poco, con muchísimo esfuerzo y ayuda también de sus padres; Víctor en la enorme batería, no era la suya sino que pertenecía a la sala, cuyo bombo podía leerse “sala Turquesa celebraciones y conciertos”; y Ángel al bajo, cuya apariencia podía llevar a la confusión de pensar que se trata de un ciudadano inglés, ya que se había dejado bigote y una larga melena desde hace ya varios meses, que le daba un aspecto muy hippie. De nuevo los revoltosos focos se movían de un lado a otro cambiando constantemente de color. Cuanto mayor era el movimiento o la alternancia de la luz, mayores eran los vítores de la gente. -No puedo creerlo, ya somos un autentico grupo de verdad. – Dijo Ángel mientras se colocaba su bajo eléctrico, mirando con gran sorpresa a la gran multitud que comenzaba a tomar posiciones frente al escenario. Es el propio Ángel quien comienza el concierto, punteando de manera suave y rítmica el bajo, para dar paso al órgano de Lolo y a su vez como si se tratasen de fichas de dominó comenzase la orquesta a tocar. El público comienza a vitorear con palmas, y dentro de él un grupo de chicas comienzan a sonreír y a mirar con orgullo a dichos componentes de la orquesta, se trata de sus novias y mujeres. A la izquierda en el muro lateral, los chicos ingleses del otro grupo, siguen el ritmo moviendo la cabeza y mirándose

entre ellos, como dando a entender que les gustaba mucho lo que estaban escuchando. Los chicos continuaban tocando, estáticos en el escenario, apenas sin movimiento, como si el nerviosismo se apropiase de ellos, dando la impresión de como si sus pies estuviesen pegados en el suelo, poco a poco, con el paso de algunos minutos, los aplausos de la gente más efusivos que de cortesía, les permitió motivarse más y soltar el lastre que les impedía moverse. Los ingleses tras tomarse varias cervezas no refrigeradas por supuesto como es costumbre en ellos, decidieron irse tras la parte de atrás del escenario, en aquel patio que hacía sus funciones de improvisado camerino, no sin antes ser abordados por las adolescentes Pili, Magdalena y Mamen que les acribillaron a todo tipo de preguntas, los chicos entre risas iban respondiendo con naturalidad, como si fuese algo habitual que ocurriese todos los días. Mientras el público cada vez más enfervorecido, no paraba de vitorear a los chavales que lo estaban con gran ilusión empleándose a fondo en el escenario, con aquel rock progresivo instrumental, un estilo que muy poco se podía escuchar en las radios y máquinas de discos de la época. No era música ligera, pero tampoco era una música muy atronadora, tenían un equilibrio perfecto entre armónico y rockero. Los compañeros de trabajo de la factoría Barreiros, los albañiles, chavales jóvenes que buscaban divertirse o gente que simplemente les conocía de vista, pudieron comprobar las habilidades y el buen hacer de aquel grupo aficionado, cuyos chicos soñaban aquellos días con hacerse profesionales, gracias al tesón y al trabajo duro durante algo más de media hora, tras un pequeño periodo de descanso, la banda inglesa subió al escenario, no sin antes felicitar a los chicos con amigables palmaditas en la espalda y gestos con el dedo pulgar arriba asintiendo con la cabeza. -Bonita forma de abrir fuego muchachos. – Dijo Nike en un correcto castellano mientras daba las últimas caladas a su cigarro antes de apagarlo. Nada más aparecer en el escenario, dieron muestras de su profesionalidad, llevaban ya alrededor de tres o cuatro años como grupo, incluso el año anterior habían editado un long play en su país que estaba teniendo un gran éxito, y planeaban grabar otro pero mientras tanto la casa de discos española solo les iba a editar dos singles, a la espera del resultado de las ventas. Gordon cuelga su saxofón, mientras Nick y Colin aparecen en el escenario, saludando con un gesto simpático al público congregado en la sala, las chicas jóvenes empezaron a pegar gritos como si fuesen fans de los Beatles, cosa que les agradó y sorprendió enormemente a los músicos foráneos, que prepararon sus instrumentos con gran motivación, el joven Roger comienza a tocar de manera rápida y enérgica la batería, comenzando así un gran concierto. -Es como una mezcla de los Beatles y los Who, ¿No te parece? – Comentó en fuerte voz alta uno de los asistentes. Esa noche de septiembre sin duda, hubo uno un antes y un después en la vida de estos chicos, vivieron la experiencia de compartir el escenario con un grupo profesional extranjero, algo sin duda muy poco habitual en una barriada como esta, pudieron además, demostrar a sus compañeros y vecinos de ver lo que eran capaces de hacer como banda de música. Aquel otoño, la gente no paraba de sonar los ecos de aquella velada de rock, de lo estupendo que estuvieron los dos grupos, los chicos eran abordados en la calle, por sus desconocidos vecinos, en sus trabajos empezaron a ser considerados como futuras estrellas de la música, y

hasta en alguna que otra ocasión despertaron los celos sus respectivas parejas, cuando el número de chicas que se acercaban para comentarles cualquier cosa de aquel concierto aumentaba. Mucha gente llegaron a preguntarles que cuando sacarían un disco, dicha frase pareció haber llegado a lo alto en un par de oficinas, una en la avenida José Antonio; y la otra en avenida de América, los comentarios de aquellos músicos ingleses fueron muy favorables hacia sus compañeros de gremio, a partir de ahí el nombre de “Estridentes” comenzó a estar en boca de directivos y managers, que vieron en ellos como cubrir un hueco que en el panorama del pop español resultaba muy escaso, el rock progresivo. Teniendo como principal punto favorable, que la censura no tendría que intervenir en ninguna lírica, al tratarse de temas instrumentales. Es así como se fue gestando algo que con el paso del tiempo, los chicos recibirían una noticia que sin duda les iba a sorprender, y que para Joaquín sobre todo, le sería el mejor regalo de bodas que hubiera recibido. Los teléfonos de Julián de Ramón estuvo echando chispas gracias a las ofertas de ambas casas de discos que planean negociar un contrato con los estridentes. El desapacible otoño dejó paso al frío invierno, que como si se tratase de un ejército invencible, fue arrasando todo el barrio, invadiendo y vistiendo de blanco las calles de la ciudad de los Ángeles, una feroz nevada como la de hace tres años, dio paso a la época de adviento y con ella, la inauguración de la nueva y bella iglesia, situada justo al lado del colegio Barcelona. Se trataba de la nueva parroquia de San Mateo, que sustituía a los viejos muros de la vieja iglesia, que se habían quedado pequeños ante el aumento de población y la continua expansión de sus calles. La nueva iglesia contaba además con una pequeña parcela para aparcar un pequeño número de coches, y al fondo unas modestas casas bajas que serían los domicilios de los sacerdotes. Aquel nuevo y sagrado edificio tenía una arquitectura muy moderna, haciendo así que fuese muy funcional, su interior parecía estar dividido en dos pero sin muros, el espacio era inmenso, a la izquierda una pequeña capilla, con una pila bautismal, y una fila de bancos de madera, cuyo olor a nuevo se podía percibir nada más entrar en el sagrado templo. En el centro unos enormes pilares redondos, más filas de bancos y a la derecha, tres puertas donde permitir la entrada y salida de fieles de manera más liviana, dichas paredes contenían doce tablas de mármol, con crucifijos y en numeración romana, en lo alto destacaba tanto en el moderno tejado en forma de rombo como en las paredes, vidrieras de colores, que permitían entrar la luz de sol, y al fondo un altar presidido por un imponente Cristo crucificado. La gran noche de la inauguración, se ofició la misa del gallo, el anuncio del comienzo de la Navidad, aunque para muchos, sobre todos los niños, el adviento ya había llegado desde el momento que no tuvieron que pisar el colegio. La gente rebosaba alegría, el singular y sagrado edificio presentaba sus mejores galas, los párrocos, don Tomás, don Luís y don Saturnino, cuya misión fue la de evangelizar al nuevo barrio, de la misma manera que han estado haciéndolo desde los primeros años, don Tomás el sacerdote más veterano fue el primero en llegar a la pequeña y humilde primera iglesia; procedente de Salamanca un sacerdote conservador don Saturnino; y de un pequeño pueblo del sur de Madrid, Colmenar de Oreja, don Luís, un cura simpático, más progesista y liberal, siempre con una gran sonrisa y un ducados en la mano, era habitual verlos atendiendo con gran amabilidad a los vecinos en la sacristía. Aquella noche, el lleno fue total como si se tratase de la sala de conciertos, la gente

se agolpaba maravillada contemplando su nuevo templo, el olor a madera nueva que desprendía los bancos, junto al moderno decorado, asombró de manera muy sorprendente al vecindario. Los tres sacerdotes dieron una inolvidable homilía, donde grandes y pequeños disfrutaron cada momento de una manera muy especial. Sobre todo la joven pareja compuesta por Marifé y Joaquín, donde acompañados por el hermano pequeño de la chica Álvaro, le daban ya sin duda, un toque de matrimonio y de pequeña familia. Los numerosos cambios unidos al enorme deseo de prosperidad, que tan señaladas fechas se desean siempre, y en esta ocasión con más fuerza al encontrarse en las puertas de la nueva década, crearon no solo en los jóvenes, sino en toda la demás población, un brío nuevo de esperanza y de esperar con gran ilusión, un tiempo mejor para todo el mundo. El gran día se acercaba, y tanto que llegó. Joaquín pasó la noche prácticamente en vela, asomándose a la ventana de vez en cuando, fumando cigarro tras cigarro, el amanecer anunció que pocas horas quedan para finalizar su soltería; la novia en cambio, quedó desde bien temprano con María y Luisa, que además de ser las damas de honor, fueron las encargadas de peinarla y maquillarla, el ritual duró algo más de dos horas. -¡Qué guapa estas, pareces Jacqueline Bisset! – Exclamó la joven peluquera, mientras Marifé, se miraba sorprendida en el espejo. -¡Rápido! Ve a por la cámara, hazme una foto de primer plano. – Exhortó la novia levantándose de la silla y corriendo hacía el recibidor, para mirarse en un espejo de mayor tamaño. En esta ocasión ambas peluqueras habían realizado un trabajo soberbio, con un espectacular peinado acompañado de un flamante traje de novia que costó varios salarios comprarlo. -¡Que bien! Esta boda sirve para que todos nos volvamos a reunir, porque entre noviazgos y trabajo apenas nos vemos. – Comentó Luisa mientras sostenía la cámara de fotos. -Todos no, Mariví ha dicho que no viene, no sé que la pasa, lleva una temporada que esta rarísima. – Añadió Marifé mientras sonreía. -Pues será que está agotada de trabajar, porque entre ella y nosotras tenemos repartidas casi todas las cabezas de la ciudad. – Dijo Luisa. -Mujer ni que fuésemos ganado. – Comentó Marifé mientras todas sonrieron. – No sé, a ver si un día la veo y me dice porque no vino a mi boda. Mientras en casa de Joaquín en el bloque cuarenta y nueve, el nerviosismo reinaba sobre las paredes vestidas de papel pintado con extraños dibujos de color verde. Los padres de Joaquín, eran un matrimonio sesentón don Eugenio, albañil con próximos días a la jubilación y doña Margarita, su madre. El hombre siempre había estado muy desacuerdo con la forma de vestir de su hijo y no paraba de repetirle que se cortase el pelo. -Córtate el pelo, ya está bien de ir como un maricón inglés. Ahora ya vas a ser todo un señor, y yo, hijo mío, ya me ves, estoy en edad de merecer nietos, tarea que no será difícil ya que Marifé se ve que es muy buena chica, tiene muy buen forrao y muchos chicos suspiraban por ella. – Dijo don Eugenio a su hijo mientras observaba como el chico daba los últimos retoques a su traje.

-Ya lo sé padre. – Contestó el chico mientras se miraba en el espejo. -Y dime Joaquín, después de esto, ¿Ella podrá seguir trabajando en los ultramarinos? – Preguntó la madre mientras terminaba de prepararle el nudo de la corbata. -Por supuesto madre, ¿Quién se lo iba a impedir? – Sentenció con gesto de sorpresa Joaquín. -Hijo, antiguamente cuando nosotros nos casábamos, la mujer casada ya no podía trabajar, ella tenía que cuidar del hogar y acudir al templo. Eso es lo que el cura nos dijo. – Explicó doña Margarita ante la mirada de sorpresa de Joaquín. -Córtate el pelo, no puedes casarte con esos pelánganos, ni mucho menos presentarte así en la iglesia nueva. – Dijo don Eugenio mientras se dirigía hacia el teléfono. – Voy a llamar a don Juan el peluquero, a ver si te puede hacer un apaño rápido. Y así fue, como don Juan llegó acto seguido pues vivía en un bloque muy cercano, es un peluquero y barbero a domicilio, un señor de unos cuarenta años, moreno, con un bigote muy pronunciado, y con un carácter alegre muy bromista. Celebró con mucha alegría el casamiento del muchacho, no paró de hacerle toda clase de chistes entre fuertes carcajadas, algunos de ellos terriblemente machistas mientras le cortaba el pelo. Ya en la nueva y flamante iglesia, todos los amigos de los jóvenes y la familia de Joaquín al completo, se congregaron desde muy temprana hora para no perder detalle de nada, tan solo dos primas lejanas de Marifé que llegaron desde León, fue la única representación familiar de la novia. Todos los familiares esperaban en la pequeña parcela fumando cigarros, mientras Joaquín y los padres lo hacían justo en la puerta. Con puntualidad inglesa la joven no se hizo esperar, llegando en un flamante Seat mil quinientos de color blanco, adornado con hermosos lazos blancos, saliendo del coche y mirando con una gran cara de sorpresa al contemplar el gran cambio de imagen que Joaquín había tenido, sale sonriendo y tomando gran cuidado con la cola del traje, ya que dicho vestido de novia costó varios meses de duro y agotador trabajo. -Gracias a todos. Seguro que va a ser el día más feliz de mi vida. – Dijo con los ojos húmedos. El joven cura don Luís, realizó una sencilla y emotiva ceremonia que no duró más de media hora, recalcando y dejando bien claro los valores del matrimonio. - Y cuyos pilares son el respeto y el amor del uno hacia el otro. El día que se pierde el respeto, se pierde el amor. – Dijo don Luís en su homilía, una vez realizado el ritual de los anillos, fueron felicitados con la mirada por el simpático sacerdote, y les imploraba que nunca olvidasen las enseñanzas que durante todo este periodo de tiempo les había dado, gracias a él sin duda todo fue más sencillo para ellos, sobre todo para Marifé que por supuesto sintió mucho la ausencia de sus difuntos padres. El banquete se celebró en el bar Alquézar, la amplitud de dicho local permitió a la familia de Joaquín y amigos de ambos, disfrutar de una agradable tarde. -Mira que ocurrencia tuvieron los chicos de casarse en Santos Inocentes. Entre tanta fiesta, Navidad, Nochevieja y demás, vamos a terminar todas como vacas. – Comentó sonriendo la madre del novio mientras degustaba uno de los platos. Era una fiesta sencilla, nada de orquestas, la única orquesta era la máquina de discos que

moneda tras moneda, amenizaba el ambiente. La familia al completo de Joaquín; dos primas de Marifé y la pandilla casi al completo Maritere, Manolo, Lolo, Loli, Quique, Begoña, Paloma, Ramón, Luisa, María, Julián, Ángel, Emi y Víctor. Extrañados por la ausencia de Mariví. Las alarmas comenzaron a saltar cuando todos tenían la misma respuesta, hace muchos meses que no saben de ella. -¡Vaya! Se me ha terminado el tabaco y aquí no tienen, voy al Piedrahita a comprar, ¿Alguien quiere algo? – Comentó Ángel mientras observaba su cajetilla de tabaco vacía, ante la negativa del grupo al completo, el chico subió la interminable cuesta observando y admirando lo bonita que había quedado la iglesia nueva, cada paseo en la ciudad se descubría siempre algo nuevo. En el interior del bar Piedrahita estaba Mariví totalmente demacrada, sus ojos daban a entender que había llorado mucho, se había pasado toda la tarde bebiendo sin control y escuchando discos en la máquina, Ángel abre la puerta y con gran sorpresa contempla la patética escena de como, una mujer de buen ver, guapa, joven y con empleo propio, llora abrazada a la máquina atrapada por el alcohol cantando de manera desgarrada “Satisfaction” de Rolling Stone. -A ver si puedes hacerla entrar en razón, yo ya no se qué hacer con ella. –Comentó Ginés el camarero sabiendo perfectamente que Ángel era conocido suyo. – Lleva ya más de media hora así, sin parar de beber y poniendo el disco una y otra vez. Estoy por llamar a la policía, pero pobrecita me da bastante apuro. -¡Mariví! – Exclamó Ángel corriendo hacia la máquina. - ¿Qué te pasa, que te ocurre? – Preguntó mientras la chica cantaba con gran desafino. -Venga, vámonos, nos hemos reunido todos, ahí abajo, extrañábamos mucho tu presencia. - I can´t get not! – Exclamó la joven sonriendo mientras sostenía una botella de un tercio sobre la mano. – Satifaction! – Gritó con fuerza, quedándose quieta un momento y pensativa - ¿Mi presencia? Mi mejor amiga, y el chico que me gustaba, menuda inocentada me han gastado, claro que la culpa es mía por no haberme lanzado antes, pero… Esto es así, en la vida unas veces se gana y otras se pierde. Pero ¡maldita sea! Qué casualidad que siempre pierde la misma. – Mariví logra incorporarse y comienza a caminar con alguna dificultad hacia la barra, se sienta en una silla y con un gesto pide otra cerveza, ante la negativa del camarero, ella se gira haciendo un gesto de desaprovación, y se apoya en Ángel. – ¿Sabes? Desde niñas siempre juntas, jugábamos a la rayuela y éramos inseparables, siempre, cuando tuvieron aquel percance por culpa de las malas lenguas yo le di todo mi apoyo, pero no podía evitar lo que sentía aquí dentro. Siempre juntas nos llamaban las Pili y Mili, las dos rubias que traíamos de cabeza a los chicos del barrio, y ahora mira. – Mariví comienza a hacer giros bruscos con la cabeza. - ¡Que seas tan amable de que me sirvas otra cerveza! -Venga Victoria por favor, vámonos. Ven te llevaré a casa. – Contestó Ángel. -A casa con esta toña, no por favor, mi padre me matará. Tú déjame y vete con la panda, yo ya caminaré tranquila hacia Villaverde, o hacia Orcasitas, o hacia San Fermín, hasta que me despeje un poco, ya veré a ver donde acabo.

-Mi conciencia me impide dejarte sola, ven conmigo, tú confía en mí. – Dijo Ángel mientras agarraba a Mariví y le ayudaba a caminar en dirección hacia la puerta. -No sabes cuánto te lo agradezco chaval, me había espantado la clientela. Y tú jovencita, me vuelves a hablar en ese tono y te niego la entrada para los restos. Por favor cambia el disco que se va a terminar rayando – Dijo el camarero, mientras la joven pareja salían del bar. Mientras en la fiesta, los recién casados tras partir la tarta, momento en que se hizo una hermosa instantánea que presidiría el recibidor de su casa para que nunca olvidasen ese día. El joven matrimonio, se despidió de Álvaro que durante la luna de miel se quedará con los padres de Joaquín, -Álvaro, estaremos fuera tan solo seis días, pórtate bien, ya eres casi un hombre, no des mucha lata a sus padres, recuerda que don Eugenio es algo cascarrabias, trata de llevarte bien y haz caso a todo lo que se te diga. – Dijo Marifé con un cariñoso abrazo. -No te preocupes, divertiros mucho, yo estoy contento por ti, Joaquín es un tío fetén, y aunque no lo sea, va a ser como si volviera a tener un padre. Y ellos aunque no lo sean, es como si fuesen mis abuelos. Tú tranquila y diviértete. – Respondió el niño con un beso y un fuerte abrazo. – Se que a vuestro regreso por fin seremos una familia y nadie ya os podrá decir ni reprender nada. La pareja salió a paso ligero para llegar cuanto antes a su hogar de casados, a por las maletas ya preparadas desde hace varios días, y en taxi hacia la nueva Estación Sur de Autobuses, inaugurada hace año y medio aproximadamente, para tomar un autobús rumbo hacia Alicante, en un viaje que duró unas siete horas, donde pasaron unos días cálidos y apacibles iniciando su etapa de amor oficial ante los ojos de Dios, y donde la chica le confesaría al chico, un secreto bien guardado desde hace algún tiempo, Marifé estaba embarazada.

11 La nueva década de los setenta, entró en el barrio con el mismo clima gélido con la que se fue la vieja década ye-ye. La nueva fecha daba vértigo a la gente mayor, y para los primeros matrimonios que comenzaron a poblar el barrio, llegar a ella fue un alivio inmenso, ya que llegaban a la meta con la misma alegría que un atleta al concluir victorioso una carrera, pues es el último año del plazo para pagar el piso, cumpliendo los recibos que imponía la constructora Virelsa, mes a mes y año tras año, con gran esfuerzo y sacrificio. Siempre todos los primeros de mes, el banco de la caja Ibérica, situado en los primeros bloques en la entrada de la ciudad, justo al lado del mesón del Gallo Colorao, entidad que sufrió un intento de atraco pero afortunadamente, solo quedó en un gran susto para la gran cantidad de gente que se disponía a cobrar y pagar sus recibos como cada primero de mes, formándose unas grandes colas inmensas para el pago de las casas, casi tan grandes como las dos carbonerías en pleno mes de invierno. Para muchos de ellos quedaban atrás años de terribles esfuerzos, de

trabajar por salarios bajos, de sacar adelante a unos niños con el dinero restante que por supuesto no era mucho. Enero llegó tras su resaca navideña y sus implacables mañanas heladoras, donde en algunas ocasiones los coches tuvieron grandes dificultades para circular, por culpa del hielo, y los autobuses eran incapaces de subir la enorme cuesta que dividía el barrio. El asfalto se había convertido en una peligrosa pista de hielo, donde los coches bailaban al capricho del agua congelada, provocando nuevamente que los aseguradores y los talleres tuvieran una nueva avalancha de trabajo, y un gran número de coches afectados por pequeños golpes, arañazos, abolladuras y todo tipo de heridas de chapa. Entre tanto alboroto, los jóvenes motociclistas no dudaron en aprovechar la ocasión y dieron rienda suelta a su habilidad con tan asombroso reto que la naturaleza les sirvió en bandeja. No solamente las motos fueron las protagonistas de tan extraños y peligrosos ejercicios, un Simca mil quinientos conducido por Chicho, y un viejo de segunda o tercera mano, a juzgar por su usado aspecto, un Opel Olympia manejado por Chechu que había conseguido a muy bajo precio, patinaban sus ruedas aprovechando la ausencia de tráfico. La gente se agolpaba a ver tan sin igual espectáculo de habilidad, los dos coches bailaban entre en el hielo esquivando los pocos coches aparcados que les servían de obstáculos, entre la muchedumbre que no paraba de reír y de sorprenderse al ver la pericia de tan improvisados pilotos, una nueva pareja se ve en la ciudad, Ángel y Mariví. La actitud de la joven peluquera había sorprendido a toda la pandilla, en especial a Joaquín y Marifé que tras su regreso de su luna de miel, no podían creer que su unión le pudiera causar tanto dolor, y por supuesto que lo sufriera en silencio ella sola de esa manera. -Apareciste como un príncipe a rescatar a la princesa abriendo la puerta del Piedra. – Comentó Mariví mientras observaba las locuras que hacían Chechu y Chicho con los coches. -Menuda cogorza agarraste, a partir de ahora será mejor que vayamos al Alquézar o al Ciudad, el camarero te tiene manía. – Respondió Ángel mientras se tocaba el tupé estilo años cincuenta que se había hecho. Siempre ha sido un chico muy presumido y arreglado pero desde que salía con Mariví sus efectos se habían multiplicado por dos. -¡Déjate el pelo! que estas muy guapo así. – Increpó de manera cariñosa al contemplar cómo no paraba de tocarse el pelo. -¡Que par de chalados! va a venir la policía y veremos a ver que hacen. – Exclamó Ángel con una amplia sonrisa al contemplar como los dos coches bailaban sobre el hielo como cual pareja de patinaje artístico. -Con este hielo, se unirán al baile también, fíjate el Adeva por más fuerza que le diera no ha podido subir la cuesta, míralo, ahí se ha quedado. – Dijo Mariví contemplando bajada la cuesta como había quedado el autobús estacionado con las puertas abiertas. El invierno fue avanzando siguiendo su curso y dando paso poco a poco a la primavera, donde una nueva noticia sorprendería a la pandilla, Manolo y Maritere, que también durante un tiempo vivieron su amor de manera paralela alejados del grupo de amigos, anunciaron que por unos pequeños problemas retrasarían su boda, aun así serían los siguientes en casarse y ya se apuntaron con don Saturnino a los pre matrimoniales. Y la fecha elegida sería para Mayo de 1971. La pareja se había convertido en unos auténticos cinéfilos, era habitual verles siempre

recorriendo Madrid viendo los programas dobles, en buscas solo de películas de calidad, siempre era Maritere quien buscaba en la cartelera, Manolo solo elegía el género del Oeste y policiaco. Mientras tanto los niños que ya comenzaban a hacer sus pandillas y a comenzar a vivir imitando el mismo modo que sus hermanos mayores, solían ganarse unos pocos duros recogiendo las revistas viejas y los periódicos de sus padres, para venderlos junto con los cartones sobrantes a un cartonero que había en el poblado Agrícola camino de la factoría de Barreiros. Algunos, lo más pillos hasta lo mojaban para que pesase más. Había mucho mercado de trueque de segunda mano, era algo habitual ir al estanco del bloque diez donde se cambiaban tebeos y novelillas de bolsillo. Las chicas más jovenzuelas del barrio, Mamen, Cristina, Magdalena y Pili, solían juntarse mucho en los billares y en los poyetes, a la espera de ver pasar a la pandilla de motoristas y realizar gestos o pequeños gritos para llamar la atención de aquellos chicos que no paraban de dar vueltas en sus motos. Así poco a poco no tardaron los chicos en fijarse en ellas. -¿Has visto esas chiquillas? – Dijo Miguel mientras giraba la cabeza. -Esas son chiquillas, espérate a ver qué años tienen y verás. Yo no quiero líos con padres de niñitas. –Contestó Lupi con claros gestos de desaprobación. - Bastante tenemos ya con los Pinches y que la bofia este esperando que salte la liebre. -Yo voy a aparcar y voy a ver de qué pie calzan, y así pasamos un rato divertido. – Añadió el petacos ante la mirada de sorpresa de Chechu y Juan. -Ya te lo digo yo, van a la pata coja. – Concluyó Lupi con una enorme sonrisa en la boca. Mientras las cuatro motos aparcan justo en el colegio Nebrija, donde se encontraban sentadas en dicho poyete las chicas. Los motores cesan de hacer ruido, y tras unas tímidas risas femeninas ellos se acercan. -¿Qué hay de bueno chicas? – Preguntó Miguel. -Aquí pasando el rato y contemplando el paisaje. – Respondió Mamen sin parar de sonreír. -Aburrido paisaje, solo coches y de vez en cuando el Adeva cuando pasa. – Añade Lupi. -Bueno a veces se hace entretenido cuando aparecen los locos de las motocicletas. – Dijo Cristina sonriendo tímidamente buscando la complicidad de sus amigas. -Los mismos que visten y calzan. – Respondió a su alusión Miguel. – Seguro que os gustaría dar una vuelta. – Concluyó mientras las chicas cambiaron el rostro y se miraron muy serias unas a otras, como queriendo debatir algo a base de miradas y gestos. - ¿Bueno y que más? – Preguntó tras esperar unos segundos. Tras un breve silencio comienza a escucharse el sonido de una gran moto bajando la cuesta. Era Lucas, aquel jugador del Rayo que conocieron en el bar Alquézar en una reunión que hicieron los mayores. -Muchachos por ahí viene Gento. Cuanto tiempo sin verle. Espero que no siga enfadado con nosotros. – Comentó Miguel mirando al horizonte. - ¡Vaya motocicleta bonita que lleva! ¡Una Cappra! -¡Lucas! ¡Lucas! – Gritó levantando las manos Mamen.

-Se ha comprado una Montesa Cappra, la mejor para brincar. – Exclamó Lupi. El joven futbolista fue un auténtico puente entre los motoristas y las jóvenes chavalas, había comprado una Montesa Cappra de segunda mano y la estuvo mostrando con mucho orgullo, tras una breve y amigable charla, Lucas continuó a lo suyo, ir a buscar a sus compañeros Nando y Rubén para ir juntos al entrenamiento, mientras chicos y chicas se fueron emparejando, quedándose Chechu de manera impar cabalgando solo en su moto, mientras Cristina y Lupi; Miguel y Mamen; y Juan y Pili, disfrutaron de un agradable paseo recorriendo el barrio, para las chicas una nueva y agradable experiencia, sintiendo el suave viento de libertad acariciar sus adolescentes rostros. A partir de esa tarde tres nuevas parejas se iban a formar con el tiempo, pero aquel instante de recreo no pasó desapercibido para algunos vecinos, entre ellos Paloma, prima de Cristina, que no dudó en ir a su casa y esperarla en el portal para darle una buena reprimenda. -¿Se puede saber que hacías con esos chicos? ¿Tú no sabes que viven en una actitud muy peligrosa? –Interrogó Paloma como si de una hermana mayor se tratase. -¡Pero Paloma, déjame! No son malos chicos, si no nos hubiéramos ido con ellos. –Exclamó la chica con cierto aire de preocupación. -Tú sabes perfectamente la que armaron el año pasado. – Añadió Paloma con cierto enojo. -Sí pero que fue culpa de los otros motoristas que iban a por ellos. – Dijo Cristina tratando de defender su actitud. -Precisamente por eso, son bandas, son gente peligrosa, y si tú perteneces a una de ellas, eso te convierte en enemiga de los otros, mas ser un objetivo de la policía también. – Comentó Paloma levantando más fuerte la voz. -Esos otros además, son los que andan armando las broncas en las ferias, y lo sabes mejor que nadie, mas ya has visto que ellos roban a quien ven solo por la calle. – Concluyó Cristina mientras se alejaba de su tía. -Bueno mira no quiero discutir, pero a tu madre le vas a dar un disgusto y no quiero que sufra por estas niñerías. Yo ya te lo he advertido. Hay que ver, aquella vez que te llevé al Alquézar para ver si te fijabas en alguno de los futbolistas y te tuviste que fijar en unos que solo saben gastar gasolina haciendo el ganso. – Concluyó Paloma iniciando el camino para ir a su casa con un tremendo enfado. Mientras su joven prima, sacaba las llaves del bolso para abrir el portal y sacudirse el barro de los zapatos, sobre el felpudo metálico de la entrada. Lucas y su compañero de equipo Fernando, Nando para los amigos, se veían con las jóvenes peluqueras María y Luisa, desde que se conocieron en aquella reunión del Alquézar, procuraban verse siempre y cuando las obligaciones se lo permitieran. Siempre en aquel bar donde se conocieron, o bien en cualquier poyete próximo a sus casas. Víctor y Begoña, también solían verse en aquel enorme bar. A veces daba la impresión como si la pandilla se hubiese fragmentado en dos. Pero más bien, era todo lo contrario, lo que había sucedido es, que al emparejarse todos, el que no se había casado, estaba preparándolo, y quien no lo estaba haciendo estaba a punto de emparejarse. Y este era el caso de los futbolistas y las peluqueras, que como un plato cocinado a fuego lento, fueron construyendo la pareja, a base

de charlas bebiendo bebidas no alcohólicas, y escuchando en la máquina de discos una música más romántica, muy distinta a los ritmos que habitualmente escuchaban las chicas con los músicos de rock. Mientras tanto en otro punto de la ciudad, Higinia y Marifé iban juntas de camino al trabajo, en la parada del autobús, se encontraron con una chica de ojos claros y mirada triste llamada Nieves, amiga de Higinia. Nieves vivía un viacrucis bastante peculiar, ya que residía en las casas prefabricadas del Rancho del Cordobés. Sus excasas fotos eran en blanco y negro como las de todo casi todo el mundo, pero su vida también. -¿Qué tal Mari Nieves? – Saludó amablemente Higinia a su amiga y conocida. -Bien, bueno ya sabes, tengo que ir a la casa consistorial, ya sabes, papeleo y más papeleo. – Contestó con cierta tristeza. -¿Vas entonces en Autobús con nosotras? – Preguntó Higinia. -No puedo, he quedado con mi tío que está haciendo el reparto en su motocarro aquí, no tardará mucho en llegar. – Según terminaba la frase, aparece el singular vehículo con su característico ruido, y sin perder un segundo, la chica entra y se despide. -¡Que lástima de chavala! Esa chica Mari Nieves, vive ahí, si ahí. – Explicó Higinia señalando la dirección del rancho. – Vive entre todo el barrizal y mezclada con la gente que vive ahí, que hay de todo, y muy humilde y trabajadores como ella, pero luego por la fama y el ruido que hacen unos pocos, mira lo que pasa. – Continuó Higinia haciendo alusión a la gente que montan jaleo y peleas tanto en las ferias como en la salida del cine. Llega el autobús y las dos jóvenes inician una nueva jornada de trabajo. – Por cierto, aun no me has contado que tal tu luna de miel. – Preguntó con cierta curiosidad. -¡Oh! Fue impresionante, que bonito es Alicante. Nos alojamos en un hotel enorme y muy alto, el Gran Sol parecía que tocábamos el cielo, por el día hacía mucho calor, pero por la noche, el frío era muy húmedo y te tenías que abrigar bien. Dimos paseos muy románticos en una calle llena de palmeras, con unas baldosas preciosas con dibujos ondulados a la luz de la luna. – Comentó Marifé mientras su amiga escuchaba con atención. – Y al final, nos tomamos las uvas en la cama. – Concluyó susurrándole al oído y terminaron sonriendo las dos. -¡Qué bonito! Yo también quiero algo así.-Dijo Higinia. -Ya encontraras un chico, has visto ya lo que hay por aquí. – Animó Marifé. -Sí parece que hay más animación que en el propio Villaverde.- Contestó Higinia mirando a su alrededor con cierto aire de alegría. –Y hay para elegir, músicos, futbolistas, motoristas, aseguradores tenderos, incluso hasta abogados. – Concluyó riéndose. Ángel y Mariví aprovecharon que la jornada de la chica hoy estaba algo floja, aunque cansado del trabajo en la tahona, él siempre desde aquel encontronazo en aquel bar siempre sacaba tiempo para estar con ella, así que fueron a tomar algo en el bar la Ciudad, cuando vieron a un hombre elegantemente vestido que hablaba con el camarero. -Mire señor, este chico es uno del grupo. – Dijo el camarero señalando con la mirada a Ramón.

-Hola buenas tardes. Me llamo Gregorio Bifurse. Soy organizador de conciertos, y he venido aquí buscando a los chicos que tocaron hace unos meses con los ingleses, o a sus representantes que me han dicho que suelen dejarse ver por aquí. – Saludó muy cortésmente dando la mano a Ángel y a Mariví. -Los estridentes, mas yo soy uno de ellos. Me llamo Ángel. – Devolvió el saludo el chico. -Bueno veréis, durante cinco años llevamos haciendo para finales de Febrero un pequeño festival para los universitarios en el Paraninfo, donde actuan grupos de primera línea y también grupos que están empezando o que no sean conocidos. Aquí tiene mi tarjeta. – El hombre saca una tarjeta de visita y se la entrega a Ángel. – Y según lo que he escuchado ustedes hacéis una música con un aire muy anglosajón que puede sorprender gratamente, y al mismo tiempo crear un ambiente distinto al del resto de bandas. Mas creo que puede ser una excelente oportunidad para ustedes. -Ya lo creo que sí, lo contaré cuando salgan los chicos del trabajo. – Añadió Mariví con gran alegría. -Sí, claro que sí, dígame señor ¿Qué desea tomar? – Ángel avisó con un gesto al camarero. -No, no nada muchas gracias, debo irme, tengo que ir a dos direcciones más, serán unos quince grupos, aquí tienen mi tarjeta, llámenme si estáis interesados o ya os daré más información. – El hombre se apresuró en salir hacia la puerta, y se despidió gentilmente de la pareja. -Muchachos, ya de aquí al Madison Square Garden, estáis a un paso. – Sonrió Mariví. – Quien sabe igual algún día estáis tocando con los Rolling Stone. -Estos ingleses están hablando muy bien de nosotros, era justamente lo que necesitábamos. – Comentó con gran satisfacción el chico. La noticia del festival universitario, fue el motivo de que los chicos se reunieran en casa de Quique, Joaquín, Ángel y Lolo, hicieron todo tipo de preguntas mientras miraban la tarjeta de visita de aquel hombre que se largó tan deprisa, desde que tuvieron aquel percance estaban siempre sospechando de todo. Ángel y Quique en cambio estaban eufóricos y vieron aquí la gran oportunidad que llevaban tiempo buscando. Víctor estaba en medio de los dos bandos, estaba entusiasmado pero también se mostraba muy receloso y con el misterio con el que apareció y desapareció aquel hombre. – Bueno tenemos su tarjeta, su dirección y su teléfono, esta vez no se trata de ningún conocido que apareció sin ofrecernos garantías, este parece que las tiene. – Fue a la conclusión a la que llegaron los cinco músicos, ante la atenta mirada de Paloma que le daba la papilla al pequeño Manolo. Mientras tanto en otro lugar del barrio, concretamente en el bar Oasis, habitual centro de reunión de los chicos motoristas, Chechu y Miguelón esperaban al resto de sus amigos, cuando de repente, Marta la camarera cambia el rostro de forma drástica, al mirar el Ford Taunnus, propiedad de German el pinche, que junto con Beto el valenciano, aparcan justo en la puerta del local de al lado, una mantiquería regentada por unos andaluces muy simpáticos, salen del coche y con mirada de desprecio inician el camino para entrar.

-Vamos a tener jarana chicos. Saliros para fuera, más no quiero problemas. – Dijo la camarera con el terror invadiendo su cuerpo. Chechu y Miguel, obedecen y salen al encuentro de los dos macarras. -¿Qué, vuestra merced? – Preguntó Miguelón con voz enérgica. -Mira nano, vamos a tener un compromiso y muy serio de verdad. Mi hermano desde la cárcel me ha informado de que ese prenda el Avalanta, está muy loco mas que cuando salga nos va a pasar el cuchillo a todos, habla en especial de una rubia que no sé si será amiga vuestra o del barrio, pero mira. No para de hablar de la gachí esa del demonio, de nosotros, de vosotros, está fuera de sí. – Dijo Beto sin titubear y con gesto muy serio. - Y otra cosa, el día después me agarró el comisario y me dio de curros que no veas, nos ha avisado que la próxima vez disparará. –Añadió Germán mientras se dirigía al maletero y lo abría mostrando todo el arsenal que esconde en él, ante la mirada de enorme sorpresa y también nerviosismo de los dos chicos. – Esto es la guerra, moriremos a sangre y fuego, no tenemos nada que perder, pero vosotros moriréis con nosotros, tenedlo presente mozalbetes. Entre todos nos liamos a dar de pataditas a su putrefacto coche y ahora viene a por nosotros. – Continuó hablando señalando con el dedo de forma intimidatoria a Chechu. -Cuidadito con el dedito mas no vaya a ser que te lo corte. – Advirtió Chechu, mientras Tony soltaba una fuerte carcajada. –A ver si va a ser culpa nuestra lo del Avalantao ese, te recuerdo que iba a por vosotros, y que el comisario os tenga tiña, pues anda que a nosotros nos tira flores. – Concluyó de forma sarcástica mientras los demás continuaban riendo cínicamente. -Estáis muertos tú, tú, y tus amiguitos. La próxima vez que nos visite el comisario por algo vuestro, iremos a por vosotros. El año pasado igual con lo de vuestra asquerosa feria. ¡Vamos joder! Somos pobres, pero no somos ratas. –Exclamó Beto con gran nerviosismo señalando con el dedo a los chicos. -Te conviene no amenazarnos, ah y por cierto, noticia por noticia, favor por favor, el Chava o Chaba o como carajo se llame esta suelto, no le trincaron. – Dijo Miguelón. -Lo sabemos también y sabemos que está preparando algo. Estaros alerta, no vaya a ser que os pille en calzoncillos como nosotros. Que si hubiéramos querido mataros, ya los habríamos hecho mas bien fácil que sería por cierto. – Dijo Tony mientras cerraba el maletero de un fuerte portazo. -Nos vamos, pero tenernos en mente, la próxima vez que nos encontremos… Algo sucederá, tenerlo por seguro. – Dijo German abriendo la puerta del coche. – ¡Vámonos Barde! Los chicos se metieron dentro del bar con gran enfado, mientras el coche arrancaba y se perdía en el horizonte. -¡Están chiflados! Ni que nosotros tuviéramos la culpa. Marta pon dos cervezas por favor. – Dijo Miguelón con gran enfado y frunciendo el ceño. – Lo peor de todo es que están muy bien armados y con la cabeza muy loca, es un problema, y luego lo de la rubia ¿Y de que rubia estarán hablando? -Como no sea, la rubia esa del bloque treinta y siete, esa que siempre está bailando y

poniendo discos por los bares, la que se casó esta navidad. – Explicó Chechu. – -Ah sí, vaya vaya, esta imponente la rubia sí. – Comentó con una sonrisa Miguelón. – Mejorando la morena presente. – Concluyó lanzando una sonrisa a la camarera, que resultó ser mutua. El conflicto entre ambas bandas iba en aumento, todo parece indicar que en las fiestas veraniegas, el encontronazo puede ser inevitable y la batalla también, ambos chicos fueron preparándose para el momento y al mismo tiempo evitándose en los sitios donde suelen reunirse para no encontrarse. Los pinches en Orcasitas, y de vez en cuando en los barrizales del poblado agrícola, los hermanos Casares y compañía, en el descampado del cine y en los billares. Alguna vez pasaban, simplemente de largo, era como si se estuviesen vigilando, pero sin llegar a mirarse. El barrio se mantenía en una calma tensa. El concierto del Paraninfo significó para los músicos, sin duda la definitiva gran oportunidad, de poder tener una toma de contacto con productores, o gente de alguna casa de discos. El concierto se fue preparando a conciencia, las chicas también mostraban su gran nerviosismo, Paloma constantemente pendiente de Quique, como si de una madre se tratase, Mariví pidiéndole cada dos por tres que le comentase aquel acontecimiento que fue el concierto de Beatles, Lola en cambio logró aportar algo positivo al grupo ayudando en la composición de temas nuevos, al igual que Marifé, que de vez en cuando le pedía prestada la guitarra e iba aprendiendo a ratitos a tocarla. Begoña tuvo la gran idea de confeccionar unos trajes muy modernos para su novio Víctor y los demás chicos, aunque Quique y Lolo no se mostraban muy conformes de salir al escenario con aquella estética tan estrafalaria. –Anda tan modernos que os creéis y luego nada. – Les comentaba la chica en tono bromista. Del resto de mujeres, algo que llamó la atención a las chicas fue sin duda, el modo de vida de Mari Nieves, aquella chica amiga de Higinia, viviendo entre la podredumbre y enormes barrizales, sin apenas recursos económicos. Emilia no tardó en acercarse a ella para intentar ayudarla, y descubrió la gran cantidad de gente que necesitaban lo más básico, de esta manera, aquel gran grupo de mujeres se estaban convirtiendo casi sin querer en una asociación, ya que el boca a boca hizo que la situación de aquella gente, que vivían en el poblado agrícola muy cercano a la factoría Barreiros y el rancho de Cordobés, llegó a los oídos de los sacerdotes de San Mateo y de San Camilo también, que no dudaron ni un instante en acercarse y crear con ayuda de los feligreses donaciones de alimentos, cada uno aportaba lo poco que podía, de esta manera comenzó a nacer una nueva palabra que en un tiempo futuro sonaría con más fuerza en el barrio: La solidaridad. La gran belleza de Mari Nieves no pasó desapercibida para los chicos del barrio, en especial para algunos futbolistas, Salvi y Rubén, no dudaban en invitar a Higinia y Nieves a que fueran a verles al nuevo campo donde juegan ahora, situado al otro lado de la carretera más allá del resto de trincheras de la guerra civil. Ya que el terreno donde estaba el anterior campo, lo habían adquirido para la construcción de un nuevo y enorme colegio que llevaría el nombre del propio barrio: Ciudad los Ángeles. -Mejor así chico, ese campo de Euskalduna con aquella cuesta tan enorme, el tiempo que te tocase jugar cuesta arriba, no te puedes imaginar el trabajo que daba el subir la bolita. -

Comentó con cierto alivio Salvi. - ¡Menuda cuesta tan empinada! -Tienes razón, seguro que ahí cruzando la carretera, jugaremos mucho mejor, además los baches están en la carretera, y más alla ese terreno parece más llano. - Respondió Rubén mientras contemplaba como los albañiles comenzaban las obras diciendo con la mirada adiós a dicho campo. Entre los niños, los hermanos pequeños de la juventud del barrio, comenzaba a destacar, José el hermano de Manolo. El comportamiento rebelde y las continuas palizas de su padre, terminó por convertirle en un chico muy problemático, que no dudaba en encararse con cualquier niño para intentar conseguir su propósito usando la violencia del mismo modo que le habían enseñado. El primer escalón en su carrera delictiva, fue el robo de un paquete de Celtas en compañía de Sixto otro niño de su colegio, aprovechando un descuido de su fumador dueño, que se encontraba distraído sentado en un poyete, se fueron corriendo hacia la parte de atrás del cine Zafiro, para aprender a fumar viendo el habitual espectáculo de motocross que servían los chicos motoristas. Entre el ruido de los motores y la tremenda polvareda que desprendía a su paso, los niños comenzaban a sentirse mayores al dar las primeras caladas. -¡Ya se me ha apagado otra vez! Pásame el mechero. – Exclamó con rabia Sixto. -Porque tienes que chupar más fuerte, no sabes, ¿Has visto que mechero bonito?, se lo he quitado a mi padre. – Contestó José mientras le daba el mechero. -Pues como se entere menuda tunda te puede dar. - Comentó entre risas Sixto. -A mí que me de los curros que quiera, ya se los devolveré cuando sea mayor. Mira. – Contestó José mientras señalaba a los motoristas. – Yo seré como esos, con mi moto, feliz libre como el viento, y una buena gachí al lado. Y al que se pase un pelo, ¡zaca! – Golpeó con fuerza sobre la tierra. – ¡Así le daré! Chechu observa a los críos y con su moto se acerca como un megatón hacía ellos. -¿Qué hacéis chavales? ¿Qué hacéis fumando? - Preguntó sorprendido el motorista. -Lo que a ti no te importa, tú sigue con lo tuyo. – Contestó José levantándose furioso. -¡Bueno bueno, vaya humo gastas! Ya me voy, prometen tus formas chaval. – Dijo Chechu sonriendo y empuñando con fuerza el acelerador de la moto, rugiendo como un león reinando y dominando la selva. -No te jiba este, ni que fuera mi padre, bastante tengo ya con uno. – Dijo José mientras Sixto se levanta corriendo a esconderse. -Tú corre que viene tu hermano. – Advirtió Sixto, mientras pudo observar que en la calle de abajo Manolo y Maritere venían paseando. Naturalmente los niños antes de subir a casa para reunirse con sus familias, solían camuflar el desagradable aliento que provoca el tabaco, unos cigarrillos negro marca “sombra”, con unos caramelos Sacys, señores de muy avanzada edad, dispersos por distintos puntos del barrio cercanos a los colegios, los vendían juntos a los palodús. También en una pequeña caseta de color verde, con suelo y paredes oscuras, suelo y barra de cemento, situada al lado de la vieja

iglesia San Mateo, enfrente de las galerías comerciales nuevas, don Horacio y su inconfundible pierna de madera, también vendían tabaco e intercambiaban tebeos y novelillas de bolsillo, aparcó su coche Quique, el simca novecientos que le regalaron por su boda, ya que se había citado con José Javier su amigo de Legazpi componente del grupo Bumpers, y se sentaron en un poyete para fumar un cigarro tranquilamente y comentar los planes del festival. -Pues sí chico, ha sido cosa de los ingleses, que lástima de concierto me he perdido pero tenía que trabajar. –Dijo José Javier, mientras encendía un cigarro. – La gente de ahí arriba, no para de comentar vuestro ritmo limpio pero al mismo tiempo rápido, se rumorea que hay un par de casas de discos que están al acecho y quieren veros en el festival. -Fueron las ganas, más que el trabajo bien hecho, la gente del barrio ayudó bastante a que la noche fuera redonda. Creo que estaba todo el vecindario. – Contestó Quique con entusiasmo. -La verdad que me dais un poco de envidia chico, pero bueno es normal, porque el estilo que nosotros hacemos siempre estará marginado en este país, aquí tienes que ser como Karina o los tres sudamericanos para que las radios te hagan un poco de caso. – Añadió su amigo. – Y ya veis, vosotros que sois de un barrio nuevo en construcción alejado de la mano de Dios, se pelean por vuestra firma. -Oye que eso lo has dicho tú, yo solo sé que un señor nos ha ofrecido tocar en un festival, por cierto cuéntame un poco ya que vosotros tocasteis en el del año pasado. Si te parece podemos ir ahí al bloque diez, al bar la Paz y tomamos una cerveza. – Sugirió Quique. -Sí buena idea. Pues el festival… Bueno, el ambiente es lo mejor, universitarios, señoritos mezclados con gente de extrarradio como nosotros, de Carabanchel, de Vallecas, eso sí, hay que tener mucho cuidado, hay mucho policía de paisano a la caza del rojo, o a la caza del pobre que pillen con grifa. Música, música y más música, de todos los estilos y de todos los colores. Y ahora tú cuenta, como está aumentando el barrio, ¿Cómo se os ocurrió venir a vivir aquí? – Comentó mientras se levantaba del poyete. -Muy sencillo amigo, mis padres emigraron del pueblo a Madrid y mi padre encontró trabajo en Barreiros y construyeron las casas junto a la fábrica. ¡Uf! Cuando llegamos aquí, fíjate en esos pequeños locales que hay junto los bloques, la primera oficina de información estaba ahí abajo en el bloque uno, la panadería de la señora Carmen, lo difícil que estaba todo, la primera pescadería estaba ahí donde el médico, y en el local de la Asociación, ahí pusieron la primera televisión, la gente veía cuando toreaba el cordobés, el primer partido de fútbol ¿Te acuerdas? Y nosotros algún que otro dibujo animado, muy poca gente tenía teléfono, para llamar teníamos y tenemos que ir a la Telefónica bajando la cuesta camino de la iglesia nueva, y muy pocos teníamos coche, más que vecinos, éramos con una familia grande, muy grande. – Dijo Quique con aires de nostalgia. -Ahora ya sois toda una ciudad, yo me he quedado sorprendido de todo lo que se ha construido ahí abajo. Y parece que esto no tiene fin cada vez se amplía más. Bueno ya veréis que bien lo vamos a pasar en el concierto, concentraros bien, vamos para el local que seguro que te estarán esperando los tuyos. – Concluyó José Javier mientras observaba como un hombre se acercaba mientras les miraba fijamente. – Oye, ¿Tú sabes quién es ese?

-¡Ah sí! Don Natalio. – Respondió Quique mientras les saludaba con el brazo. -Chaval, necesito hablar con el bitel con urgencia, ¿Dónde le puedo encontrar? –Saludó Natalio con voz firme y seca, como siempre solía hablar. -Sale dentro de una hora, pero creo que está trabajando en los bloques nuevos que están construyendo donde las huertas de Euskalduna. – Respondió Quique. -Y tú no me mires así, que no soy pasma ¡Leche!. – Le dijo a José Javier que le miraba de modo extraño. – Bueno pues me voy parallá a ver si le pillo. – Concluyó mientras aceleró el paso. -Ese hombre es un tío fetén, de lo mejor del barrio, se rumorea que fue maqui terminada la guerra civil, pero chitón, nadie dice nada, ni él tampoco. – Explicó Quique, mientras tanto, y efectivamente como dijo el chico, Joaquín se encontraba trabajando en una gran agrupación de edificios, tan extensa como lo eran las huertas que lo rodeaban. -¿Es usted el capataz? Dile al bitel que salga un momento, es urgente. – Preguntó a un señor que leía el periódico sentado sobre unos barriles. -El mismo, don Gonzalo, para servirle a Dios y a usted, ¿Qué se le ofrece caballero? ¿Para qué quiere hablarle con esas ínsulas, ha surgido algún problema? - Respondió aquel hombre entre la sorpresa y el enojo. -No exactamente, pero es muy urgente, debo hablar con él, ¡ya! – Insistió don Natalio. -Está bien, aguarde un momento, espere aquí. – Dijo el capataz mientras entraba en la obra. Pasado unos breves instantes, Joaquín salió apresuradamente y extrañado le hizo toda clase de preguntas. - Mira, ¿Te acuerdas de aquel delincuente? Pues su amigo, el único que quedó suelto, ha vuelto al bar Pema y a buscar jaleo, dijo que va a pasaros el cuchillo, a ti, a la rubita y a los motoristas. Le contesté yo en plan de broma, ¿Tú solito? Mas vas a necesitar un ejército, y me respondió que lo tiene. Me temo lo peor, está muy zumbado, y es capaz de todo. – Explicó don Natalio. -Escuche, luego a las ocho iré a Villaverde Alto a buscar a mi mujer. – Dijo Joaquín. -Yo iré contigo, creo que el muy animal sabe donde trabaja, así que habrá que estar prevenidos. – Concluyó don Natalio mientras observaba como el encargado miraba. – Yo te esperaré aquí, ahora vuelve al trabajo, no enfades al patrón. -Muy bien, espéreme en su coche, y muchas gracias otra vez por todo. - Comentó Joaquín -No me las des muchacho. Odio a esta carroña, esa chusma no soporto que se pasen de la raya con los míos. – Dijo don Natalio mientras se dirigía a su coche, un Seat mil quinientos, el mismo modelo que muchos taxis y los coches de la policía. Don Natalio esperó pacientemente en su coche, hasta que Joaquín termino su jornada y se marcharon rumbo a Villaverde Alto. El ocaso del día primaveral afilaba la suave y agradable temperatura, el fresco avisaba a los jóvenes matrimonios de que la hora de acostar a los niños

se acercaba, un nuevo día concluía en el tranquilo barrio, calma que de repente y por sorpresa, una estruendosa sinfonía chirriante de ruedas y golpes secos de chapa, llamó la atención de todo el mundo, los niños asustados corrían hacia sus casas, mientras sus padres observaban como una lucha de dos coches, un Seat ciento veinticuatro y un Seat mil quinientos como cual boxeadores peleaban sobre un cuadrilátero, se ocasionaba de manera improvisada sobre el joven asfalto. A los mandos de los vehículos, el joven delincuente Chaba y el veterano don Natalio, se intercambiaron toda clase de gritos e insultos. En los asientos traseros del Seat mil quinientos, Joaquín y Marifé, sufrían estupefactos y horrorizados, los golpes provocados por los fuertes acelerones y frenazos, como consecuencia de una lucha tan encarnizada de ambos coches que habían atravesado la ciudad a gran velocidad. Chaba termina hacia la carretera de Andalucía, muy seguido de cerca por don Natalio. -Dios mío, ¡Esta vez no son los motoristas! – Exclamó Paloma. -Es el coche de don Natalio. Pues entonces la cosa si es seria. – Comentó un señor mayor que transitaba la zona. Minutos después, otros dos coches de policía bastante rezagados, con las sirenas atronando a su paso seguían el rastro de los coches ante la atónita mirada de la gente. Mientras tanto, en el poblado agrícola, Chechu, Miguelón, Lupi y Juan, toda la pandilla en pleno, realizaban pequeñas acrobacias entre las inmediaciones del nuevo campo de fútbol, a escasos metros dos niños, se encontraban escondidos entre los viejos muros de una casa en ruinas y semiderruida fumando un celta, eran Sixto y José que continuaban por una senda nada recomendable para unos chavales de su edad, hablaban de cosas banales mientras observaban a los motoristas. Todo parecía ir, bien tranquilo dentro de la normalidad, cuando unos sonidos de motores enfurecidos y sirenas alertan sobrecogiendo a todos los chavales. -¡La pasma! ¡La pasma Sixto corre! – Gritó José ante la sorprendida mirada de los motoristas que no sabían que cerca de ahí estaban escondidos los niños. José y Sixto echan a correr, mientras el coche de Chaba avanza como un rayo atropellando de manera muy fortuita a Sixto, siendo despedido el frágil cuerpo del niño varios metros cayendo violentamente sobre el barrizal formado por la lluvia de horas pasadas y la ausencia de aceras. Chaba frena y observa la tropelía cometida, un sentimiento mezclado entre el miedo y la irresponsabilidad le obliga a pisar fuertemente el acelerador con la intención de huir, los motoristas no lo dudan ni un segundo, y arrancan sus motores a la caza del insensato infractor. Sixto balbucea entre un enorme charco de sangre, mientras José aterrorizado observa como el coche de don Natalio y los de la policía se detienen. -¿Alguien me puede explicar que ha pasado aquí? – Preguntó un policía saliendo con gran enfado del coche. – ¡Tú chaval, quita de ahí! -¡Lo han atropellado! - Exclamó con voz enérgica y seria don Natalio, -Tranquilo muchacho, maldita sea he perdido de vista a ese salvaje. – Dijo don Abilio saliendo rápidamente y mirando a varios lados de manera inquieta. -Usted quien se ha creído que es John Wayne o qué? – Dijo con tono sarcástico y burlón otro de los policías mientras se agachaba para interesarse por el estado del niño. – Este chico está

muy mal, hay que actuar rápido y desgraciadamente Pontones está demasiado lejos, no hay tiempo. Hay que trasladarlo, ya. -Disculpe usted, pero ve a esa chica que está en el asiento trasero, pues la he salvado de unos abusos deshonestos, que aquel salvaje que ha atropellado a este niño pretendía hacer. – Exclamó con ira don Natalio. – Señores hay que llevarlo al bloque seis y rápido, ya tendremos tiempo de discutir lo demás. -¿Es usted sargento de policía o qué? – Dijo el policía elevando el tono de voz y mostrando su enojo en aumento, mientras giraba su cabeza escuchando nuevamente el sonido de fuertes motores empleándose a fondo, era el coche de Chaba, que había retrocedido ya que los chicos de las motos le persiguieron cortándole el paso. -¡Apártense!, vamos a abrir fuego. – Exclamó uno de los policías sacando su arma reglamentaria. -¡No! Quieto ahí, no dispare a los chavales de las motos. – Recriminó alzando fuertemente la voz don Natalio. -Mire caballero, haga el favor de dejarnos trabajar, o le detendré por obstrucción a la autoridad. ¡Ustedes alto en nombre de la ley! – Gritó el policía apuntando con su arma hacia el coche y los motoristas que se aproximaban cada vez más cerca. Las motos se detuvieron, no hizo lo mismo el coche del enfurecido delincuente que tomó una curva, adentrándose de nuevo en el barrio. – ¡Maldito bastardo! – Exclamó el policía mientras apresuradamente entraban los dos en el coche, arrancando el motor con muchísima brusquedad continuando la persecución, para cazar al feroz maleante. -Este niño está muy mal, hay que llevarle al seis pero ya. – Dijo Joaquín que había salido del coche para socorrer al pequeño Sixto. Mientras tanto José con la cara bañada en lágrimas, miraba el horizonte maldiciendo al maldito delincuente, que había atropellado a su amigo. -Rápido no podemos perder un segundo más, meterlo en el coche, ¡vámonos! Tendrán que hacerle una cura de urgencia y llevarlo a Pontones. – Ordenó don Natalio, mientras todos entraban en el coche apresuradamente. – Y vosotros chavales, gracias por habernos ayudado, pero tener mucho cuidado, esta gente es muy peligrosa, los policías y los delincuentes. Gracias de corazón chicos, si alguna vez, puedo hacer algo por vosotros, contar conmigo. – Concluyó don Natalio arrancando el coche dirigiéndose a los chicos de las motos. -Es nuestro deber, ha sido horrible, espero que el chico se ponga bien. – Dijo Chechu, mientras empuñaba el acelerador de la moto. Ambos vehículos iniciaron caminos separados, perdiéndose en la penumbra de una noche que comenzaba a oscurecer la ciudad.



12 Llega el verano, el final de curso y la habitual actividad de los meses de calor. El sol alumbra y achicharra en las horas diurnas, Sixto se fue recuperando de aquel fatal atropello que le tuvo caminando con muletas unas semanas, mientras que José su compañero de aventuras sufrió una brutal paliza de su padre, con la continua amenaza de llevarle a un internado ya que continuaba con su actitud rebelde, Emilia y Paloma salían siempre a pasear con sus retoños, unas veces solas hacia los parquecillos de la colonia del Ahorro, y en otras ocasiones en compañía de sus amigas para sentarse en cualquier poyete, mientras para los chicos del grupo musical, el festival fue todo un éxito, los chicos al día siguiente se reunieron en su local de ensayo, al que como siempre se empleaban a fondo en aquel minúsculo local de ensayo, tocando sus instrumentos muy juntos como sardinas en una lata, el típico ritual de abrir la puerta y tirar el platillo de la batería era prácticamente como la señal del inicio del ensayo. A la media hora del ensayo, unos fuertes golpeos en la puerta alertan a los chicos. -¿Quién es? – Preguntó Ángel con gesto de sorpresa y empuñando el mástil de su bajo. -¡Yo abre! – Una joven voz femenina exclama. Segundos después de quitar el cerrojillo, descubren por sorpresa que se trata de Cristina la prima de Paloma. -Hola Cristina, ¿Qué haces aquí? – Exclamó Ángel con gesto de sorpresa -Necesito encontrar a Manolo, he visto a su hermano con unos chicos que no me gustan nada, y no son de aquí del barrio. - Explicó Cristina muy acalorada. -Bueno eso es asunto de Manolo, ¿No estaba Maritere en casa? – Comentó Quique. -¡Sí hasta ahí me voy a ir yo! Con el calor que hace, bastante que he venido aquí. – Exclamó Cristina abanicándose con la mano. -Anda espera que te llevo en el coche. Además con este calor, aquí ya no hay quien toque. – Dijo Quique mientras guardaba su guitarra en la funda. Efectivamente la joven estaba en lo cierto, José tenía la costumbre de atravesar la carretera por el puente elevado, donde más allá del cine de verano, solía esconderse en las antiguas trincheras de la guerra civil, junto con Sixto y otros chavales que conoció caminando por diversos lares, donde la reputación de ellos y de sus familias queda en entre dicho. Aquellos chicos se llamaban Toñín, Pedrito y un chico de aspecto muy desaliñado llamado el Guti. -Menuda somanta de palos que me dio mi padre cuando aquel cabrón atropelló a este. – Dijo José mientras sacaba uno de sus trujas.

-Oye por cierto ¿Sabéis que le pasó? – Preguntó Pedrito mientras permanecía sentado en una bici que robó hace algún tiempo en Villaverde Alto. -Sí claro, la bofia lo trincó, y también le dieron canela fina le dijeron a mis padres. – Respondió Sixto. – Estaba claro que se la merecía, me pudo haber matado, fíjate que cara de susto que se le quedó, Josito pensó que me había muerto. -Que suerte tuvo, solo una pierna partida. – Concluyó José, cuando el sonido de un coche les alerta y corren hacia el interior de la trinchera para esconderse. La cara de sorpresa de José cuando descubre que en dentro del coche estaba su hermano Maritere y Quique fue tremenda. -No puedo creerlo, es mi hermano, ¿Quien habrá sido el acusica? – Dijo José lamentándose cerrando los ojos y apretando fuertemente los puños. -Ya saben que fumas ¿No? – Preguntó Toñín -Se lo imaginan, mi padre me tiene frito a cinturonazos, mira la espalda como la tengo ya, y el zopenco de mi hermano ahí está siempre con la cursi de su novia, ya podían dejarme tranquilo de una vez. – Dijo José sin perder de vista a los chicos que miraban para todos lados, al no hallar ellos nada y con el silencio como único testigo de aquel desierto lugar, decidieron entrar de nuevo en el coche y continuar la búsqueda campo adelante. -Tienes a tu hermano muy enfadado, cualquier día los curros te los va a dar él. – Dijo Sixto mientras daba pataditas a la llanta de la bicicleta. -Como me toque le arranco las patillas de un tajo. Anda Guti saca otro truja, por cierto no te olvides de comprar los Sacys al viejo de la cuesta, para que no huelan el aliento al llegar a casa. - Concluyó de nuevo José mientras todos echaron a reír con fuertes carcajadas. Mientras en el interior del coche de Quique, la cara de circunstancias de Manolo y Maritere, contrastaban con la de Quique que parecía divertirle el asunto. -No le veo la gracia por ningún lado Quique. – Dijo Manolo golpeando con rabia la guantera del coche. – Mi hermano lleva muy mal camino, fuma e incluso alguna botella de cerveza ha desaparecido misteriosamente del refrigerador. Me tiene muy angustiado, mas ahora para colmo me entero por tu prima que le ven con malas compañías, es ya lo que me faltaba. -Pero tú tranquilo hombre, pues anda que tú y yo, ¿No fumábamos a escondidas en la puerta trasera del Zafiro? No te acuerdas que nuestros padres llegaron al barrio casi a la vez, y nos poníamos a prender fogatas, o hacer barrabasadas en el río negro, mas si queríamos nos podíamos ir andando a San Fermín o a Perales. – Explicó Quique mientras trataba de tranquilizarle. -¡Ya! Pero éramos nosotros unos simples chiquillos que ansiábamos por tener un simple balón, no éramos unos quinquilleros. – Exclamó Manolo. – Y encima a dos meses de nuestra boda, verás que coscorrón le doy que le quito toda la rebeldía. -Manolo tiene razón, está en apuros, saca muy malas notas y esta todo el día en la calle, ahora que las reprimendas de tu padre y las tuyas, no ayudan mucho. – Dijo Maritere. -Anda llevamos a la panadería de José María que tengo hambre. – Concluyó Manolo.

Los días de feria llegaban a la ciudad un verano más, las típicas atracciones se instalaban entre los aledaños del colegio Barcelona y de la sala Turquesa. Al temor añadido de las broncas que podrían originarse entre las pandillas, estaba también los jóvenes adolescentes que como José y Sixto, se juntaban con los chavales del rancho, a pesar de la vida tan distinta de unos y otros, todos tenían un carácter común: La rebeldía. Todo parecía indicar que tras el encarcelamiento del último delincuente peligroso apodado el Chaba como consecuencia de serle aplicada la ley de vagos y maleantes, daba la impresión de que el ambiente podría estar tranquilo, tanto en los días que la sala ofreciera conciertos como en los días de la feria, pero nuevamente un incidente entre las pandillas de motoristas que tenían una enemistad más que jurada, provoco un nuevo clima de tensión, los Pinches estuvieron atracando a diversos viandantes que caminaban solos aprovechando la oscuridad de la noche. Y por este motivo y hartos de esta situación se habían juntado la pandilla de motoristas, formada por Miguelón el petacos, los hermanos Casares, Lupi el billares, y Lucas el futbolista del Rayo, junto con las chicas, Mamen, Cristina, Pili y Magdalena, toda la pandilla en pleno decidieron planear un estratégico plan que como tal consecuencia, les dieron una brutal paliza a otro grupo de motoristas los Pinches, ellas sirvieron de improvisado cebo, ya que las chicas en aquellos días de verano, su juveniles cuerpos lucían sus mejores galas con ligeras minifaldas y camisetas sin mangas. La grandiosa pelea tuvo lugar por la noche en la parte trasera del cine, la sangre quincallera brotó entre aquellos viejos poyetes, como clara muestra de venganza por llevar varios años consecutivos reventando las fiestas con violentas trifulcas, aquella de 1970 fue la más brutal de todas, y quiso servir como escarmiento para que no volvieran más por allí, ya que era algo habitual los robos acompañado por palizas si encontrasen a cualquier chico solo. La peor consecuencia de aquella pelea es, que aparte de uno de los integrantes de aquella pandilla, Nacho el pelirrojo era el hermano mayor de Guti el amigo de Sixto y José. Y no duda, ni titubea un segundo en clamar venganza. -¡Machacaremos a los señoritos de la Ciudad los Ángeles! Les arrebataremos sus motitos y conquistaremos a sus niñitas. – Exclamaba mientras se limpiaba su ensangrentada ceja, ante la atenta mirada de su hermano pequeño Guti. Por supuesto el incidente no pasó desapercibido para don Abilio que una vez más, y en compañía de un par de sus uniformados hombres, realizaba una de sus visitas de cortesía al bar Oasis, a la hora exacta que todos solían reunirse al salir del trabajo, y abriendo con fuerza la puerta del bar, como cual pistolero en un salón de película del oeste. -¡Vaya, vaya, vaya! Si tenemos aquí al circuito del Jarama en pleno, Ángel Nieto y compañía, y muy buena compañía por cierto. ¡Quietecita ahí! sin moverte ricura. – Dijo dirigiéndose a Mamen que fruto del nerviosismo se había levantado de la silla. – Muy bien chavales, yo no sé si hablo ruso y no me entendéis, mas quise dejaros muy clarito que, no quiero más alboroto, ni más peleas sobre todo en tiempos de feria. Que ya tuvimos bastante con aquellos desgraciados que casi matan a aquel niño que han dejado medio cojo. ¿Es que siempre tenéis que estar peleando en las fiestas? ¿Es que no sabéis divertiros como Dios manda sin estar montando jaleo? Por cierto ¿Qué ha pasado en la parte trasera del Zafiro que está llena de sangre y de botellas rotas? ¿Alguien me lo quiere explicar? – Cuestionó mientras el bar entero permanecía en silencio con una calma tensa. – Me tenéis harto, más que harto, ¿Vosotros no sabéis almas cándidas, que esos malditos quinquilleros están armados, que os pueden volar la

tapa de los sesos en cualquier momento? No tienen nada que perder y por eso van por todas. Lleváis que yo recuerde unos dos o tres años creando jaleo en las fiestas. -Disculpe señor comisario, ellos atracan y pegan palizas. – Interrumpió Miguelón. -¡Cállate insensato! ¿O te crees que eres un policía? – Exclamó agarrándole del pecho, para segundos después soltarle con desprecio. – ¿Te crees que nos sabemos lo que hacen esas malas bestias? Por eso vengo a haceros una seria advertencia, que los tenéis muy cabreados. – Don Abilio saca del bolsillo de su aburrido gabán la pipa. – Mi experiencia en el terreno de la acción así me lo dicta, he visto casos parecidos a este, y va a ver una tragedia un día, os va a matar a cualquiera de vosotros, o algo peor. – Dijo dirigiendo su mirada a las chicas. -Esa gente no descansa, no pararán hasta vengarse, ya entrullamos a esos malditos desgraciados del Avalantao, Vito y el hijo de puta del Chaba, pensábamos que tendríamos el barrio tranquilo, para que ahora alborotéis el gallinero de esos chaboleros que no tienen donde caerse muertos. - Concluyó forzosamente mientras el chirriante sonido de la puerta abriéndose entrando Chicho en el bar, y con gran gesto de sorpresa al ver la presencia del comisario y en la improvisada reunión retrocede. – No, no, no, pasa muchacho, bienvenido a la reunión del sargento pimienta y los corazones solitarios, pasa. – Don Abilio sonríe y se dirige a él con su habitual sarcasmo. – Hombre, que sorpresa tan agradable, ya sabía yo que en este nido de gamberros motorizados tenía que estar Chicho el rey de los motores, y el rojete de las huelgas navideñas. – Dijo agarrando y empujándole bruscamente hacía una máquina de pinball. - ¡Eh cabroncete! Buena nos la organizaste con el sindicalista ese de Blanco, pandilla de desarrapados, pan con piedras es lo que merecíais comer. –Concluyó soltándole con gestos de rabia. -Sabe usted de sobra que nosotros simplemente nos limitamos a hacer nuestro trabajo, nada más y nada menos. – Respondió Chicho recolocándose la camisa con gesto de rabia. -¡Cierra el pico! – Exclamó don Abilio levantando la mano amagando y retira su mirada con desprecio. – Muchachos, ha estallado la guerra en la ciudad los Ángeles, ya podéis estar con ojos en la espalda, a partir de ahora vuestro objetivo será esquivar sus andanadas y tened cuidadito no os pongáis a tiro, porque en el momento que yo vea la más mínima muestra de violencia, mis muchachos y yo dispararemos a matar, ¿Ha quedado claro? – Terminó con una fuerte exclamación y cerrando la puerta de un gran sonoro portazo, se marchó con la misma furia con la que había venido. -¿Ha sido por la pelea del otro día? Menuda zurra les disteis. – Dijo Chicho sonriendo. -A mi me está empezando a dar miedo todo esto, aquellos chulos me miraban de una forma muy rara. – Comentó Cristina. -Perros ladradores poco mordedores, si nos pillan solos sí, pero si estamos juntos no se atreven, ya los visteis. – Añadió Chechu. -¿Y qué sugieres que estemos siempre en comandita o qué? – Preguntó con ironía Lupi. -Pero tranquilos, somos un barrio entero contra unos aprendices de delincuentes. – Dijo Chicho. – Bueno a lo que venía, esta tarde a la salida del trabajo esperarme aquí tengo material para mejorar vuestras motocicletas.

El aire de guerra sucia y cuentas pendientes, hizo al barrio que se creara un extraño ambiente entre paz y pre-guerra, por un lado el sonido de sucios pistones de motos salidas de los barrizales, se mezclaban con el alboroto de los niños al salir de los colegios y con la sirena de Barreiros que anunciaba el cambio de turno, que hizo que la policía se mantuviera en alerta siendo algo habitual el constante trasiego de vehículos policiales, contando con el apoyo de los soldados del cuartel general de ingenieros, que tras sus tapias vigilaban cualquier movimiento que pudiera desencadenar otra vengativa pelea. Mientras tanto en otro punto de la ciudad Mariví y Marifé, ajenas a todo aquel ajetreo tenían una conversación pendiente, Marifé que cada día se notaba más su embarazo, estaba sorprendida cuando se enteró de que la ausencia en su boda se debía a que, ella también estaba enamorada de Joaquín. Las dos chicas se citaron en el bar mini Pilar y decidieron dar un paseo charlando observando todas las nuevas edificaciones que habían ampliado el barrio hasta llegar al Cruce. -Qué cantidad de casas nuevas, que grandes y que modernas. Ojala las hubieran construido unos años antes, seguro que mis difuntos padres hubieran comprado una. – Dijo Marifé observando todo el camino hacia el Cruce, que anteriormente habían sido huertas y sucios descampados. -Si muy bonitas sí, ¿Qué tal te va tu vida de casada? – Preguntó Mariví. –Ya me imagino que bien a juzgar por tu barriga. - Sí estoy ya de cinco meses, pero, ¿De verdad quieres saberlo? Mira Mariví, no era mi intención hacerte daño, y yo no sabía absolutamente nada de que te gustaba Joaquín. – Interrogó Marifé con cierta extrañeza. -¿Sabe él de esta historia? – Preguntó de nuevo Mariví. -No, y no quiero que lo sepa, mira Mariví, siempre hemos sido muy buenas amigas, si hasta nos llamaban las Pili y Mili, ¿Te acuerdas? ¿Y qué nos ha pasado? Que si lo llego a saber te doy vía libre y punto en boca, que tú ya sabes cómo soy yo, no entraba en mis planes casarme, si no divertirme y ya está. – Comentó con un sentimiento mezclado de tristeza y nostalgia. -Pero apareció él. – Interrumpió de nuevo Mariví. -Sí y todo cambió. No sé que me pasó, me enamoré. – Explicó Marifé con un gesto de culpabilidad, no pudiendo evitar hacer daño a su amiga. -Y te conquistó, tú le gustabas a él, pero no podía competir contigo, tú mírame a mí y tú mírate a ti, tú con un tipazo y yo con estos quilitos y… -¡Para de verdad para! Las mujeres no solamente somos un cuerpo para que se nos conquiste, tú mira que gracias a aquella trompa que te cogiste, estás con Ángel, y no creo que sea fruto de la casualidad. – Interrumpió Marifé con gesto de rabia. -Sí, al final es curioso que me llevé al rubio. – Dijo Mariví. -Pero me duele que no fueras a la boda, que no me lo dijeras, yo no sabía nada. Yo quiero seguir siendo tu amiga. – Continuó Marifé con cierto aire de reproche.

-Y yo, bueno no me hagas caso, tuve una mala racha, a todos nos pasa, mira se me ocurre una idea, ¿Por qué no vienes conmigo al Vicente Calderón a ver al Aleti? ¡Como en los viejos tiempos cuando veíamos los partidos en el Pema o en la asociación! – Concluyó Mariví. -Tú ya sabes que si por mi fuera. – Dijo Marifé quedándose en silencio pensando. –Pues sí, ¡qué demonios! Vámonos al fútbol. – Concluyó la chica fundiéndose en un fuerte abrazo con su amiga, mientras el sonido de sucios pistones rugiendo de las motos, les sobresaltó. -Hay que ver qué días llevan estos con sus motitos. -Ya les agarrará don Abilio. Tú no te preocupes, a ese no se le escapa ni una. – Comentó Mariví mientras observaba como Beto y Germán rodaban observando de uno y otro lado como si fuesen forajidos del oeste. En casa de Manolo, el olor a cocido y sonidos de discos de copla, ambientaban una casa vestida con viejos papeles pintados, que con la caída de la tarde la llegada a casa de su hermano José, se convertía en un desagradable espectáculo, que junto con su novia Maritere terminaban de ultimar los detalles de su próxima boda, y ante la atónita mirada de la madre de los chicos doña Ángela solían presenciar como algo habitual, don Gervasio padre de los chicos, cinturón en mano, le preguntaba una y otra vez, que horas son estas de venir, que sucio vienes, y una infinidad de insultos que un niño no debería escuchar jamás. Tras una buena zurra y un fuerte portazo, José quedaba encerrado hasta la hora de cenar. -Te has pasado hoy Gervasio, les ha dado duro. – Recriminó doña Ángela. -¿Pero tú te crees que es normal el pintas este como va? Siempre con el Sixto ese, que vaya dos, y el otro día su hermano buscándole por todo el barrio, y no se sabe ni donde se mete, ni con quienes van, pero dicen los vecinos que son gente del poblado. – Respondió con su habitual malhumor don Gervasio, otro padre llegado de un pequeño pueblo extremeño cuya difícil vida tras la postguerra llena de trabajos duros y explotación, le había convertido en un ser lleno de amargura. Manolo se levanta de la silla y se dirige hacia la habitación de José. – Mira el otro. Hala ahí va tu hermano mayor. – Gritó el enfurecido padre mientras Manolo abre la puerta. -¡José! ¡José! Sabes de sobra que vas por muy mal camino. – Exclamó Manolo mientras seguido muy de cerca por Maritere y su madre, observaban desde el pasillo la escena. -Dejarme en paz, ya he recibido los palos de hoy, ¿Qué más queréis de mí? – Exclamó con rabia José - ¿Rematarme? -No chico, no, solo queremos que nos cuentes que haces tanto tiempo fuera, que no se te ve por el barrio, ni jugando al balón con otros chavales, ni nada de nada. – Contestó Manolo. -Que os importará, nada más que palos y más palos, en la calle al menos soy más feliz que en casa. – Replicó José. -¡Pero será desgraciado! – Exclamó don Gervasio dando un fuerte brinco como cual gato da un bufido, y sujetado por doña Ángela y Manolo para evitar una nueva paliza. – ¡Soltarme, maldita sea! Tú te vas a ir de casa para siempre si tan feliz eres fuera de ella. -¡Gervasio por Dios! – Exclamó una dolorida madre harta de tanta escena violenta.

-Voy a decirle algo padre, rece para que cuando yo sea mayor usted esté bajo tierra, porque cada palo, cada patada, cada puñetazo, cada vez que me pegas con el cinturón, cada golpe que me has dado en mi amargada vida, te los devolveré cuando yo sea mayor. –Dijo José con el cuerpo y el alma invadido por el dolor, y con los ojos bañados en lágrimas, ante la mirada de sorpresa de todos. -José ¡Cállate! – Exclamó Manolo levantando la mano. – Padre usted y yo tenemos que hablar, marchemos a la bodega, esto no puede seguir así. -Está bien, vamos a la bodega de Isabel, tomemos un chato y hablemos con calma. – Contestó don Gervasio mientras se colocaba la boina en su cabeza. – Y usted y yo caballerete, ya te esperaré en unos años si Dios me da vida, a ver qué palos me vas a devolver. Yo ya pienso que por hoy te he dado bastante pero creo que te mereces muchos más por hablarle así a tu propio padre. En Mayo un espectacular suceso propio de cualquier película de acción tuvo lugar en frente del colegio Barcelona, el estanco del bloque cuarenta y cuatro, situado en frente de dicho centro, los ladrones desvalijaron dicho establecimiento en un tiempo record, tan solo llevándose los ladrones un botín de veinte mil pesetas de la recaudación que había en la caja, pero la gran cantidad de tabaco que robaron triplicó la cantidad en metálico sustraída. Los niños nunca olvidarán aquel día como aquel coche de gran cilindrada salió despedido a gran velocidad mientras las sirenas de policía atronaban toda la ciudad. Mientras en la sala Turquesa era algo habitual el desfile de grupos de primera línea, en aquella época las salas de barrios del extrarradio, como Carabanchel por ejemplo, los grandes grupos tocaban en pequeños sitios a muy bajos precios. Sin embargo un grave incidente técnico en el concierto de los Pequenikes, un corte de luz, algo bastante habitual durante toda la década de los setenta, dicho escándalo hizo que Turquesa echase el cierre como sala de conciertos y pasase a ser una simple sala de fiestas y discoteca. -Ahí lo tienes el Turquesa. Donde se celebró la boda de Julián, donde vimos a Miguel Ríos, a los Bravos, y a tantos otros y donde tocamos con aquellos ingleses tan majos, ahí lo tienes cerrado. – Bramó Quique apoyado en el muro del depósito, encendiéndose un cigarro mirando la fachada del edificio con un aire de resignación y nostalgia. -Buenos recuerdos, se lo contaremos a nuestros hijos. – Contestó Lolo su inseparable amigo. -En fin. Después del concierto en el Paraninfo tal vez, tengamos más oportunidades de tocar en sitios más grandes. – Dijo Quique mirando con cierta nostalgia el rótulo. -¿Pero qué es lo que pasó en realidad? Yo no pude ir porque tuve que ayudar a mi padre. Cuestionó Lolo. -Pues nada, que se fue la luz, ya sabes Iberduero como siempre, en cuanto menos te lo esperas, salta el automático, pero en esta ocasión la luz no regresaba, y no volvía. – Comentaba Quique entre risas. – Más pues la gente se empezó a poner nerviosa, los músicos también, querían irse, y algunos fueron a las taquillas a reclamar el dinero y no se lo quisieron dar, y al final no nos quedó más remedio que irnos de vacío y con trescientas pesetas menos. -Mas llegó la policía – Dijo Lolo

-Evidentemente, todos para fuera y sin armar jaleo, la función ha terminado, todos a casa, ordenó don Abilio. – Comentó Quique mientras caminaba sin perder de vista el rótulo. -Bueno lo que tú dices, ya tendremos oportunidades de tocar en sitios mejores. A propósito, a ver si veo a tu niño, que tiene que estar ya muy grande. - Dijo Lolo. -Enorme, ya camina, ¡Ah! ¿Sabes que Marifé está embarazada? Creo que junto con el de Julián la pandilla tendrá continuidad. Ahora en unas semanas verás con la boda de Manolo y Maritere. - Comentó el orgulloso padre. -Sí, la siguiente generación sí, ojala lo tengan mejor que nosotros. – Respondió Lolo -Por eso peleamos, por allanarles el camino a los nuestros, y seguro que ellos lo harán con nuestros nietos. – Concluyó Quique. Paloma y el pequeño Manolo continuaban como casi todas las mañanas a los parquecillos de la colonia del ahorro, aquel viejo arenero, se trataba de una pequeña urbanización vallada construida y financiada por la caja de ahorros y pensiones, de ahí el nombre, en aquella época solían vivir muchos actores de gran popularidad y hasta contaban con su propio servicio de vigilancia con dos hombres de gran envergadura cuya misión era evitar que las pandillas de jóvenes entrasen en el parque. Aquellos parques contaban con un pequeño césped, columpios, toboganes, balancines, y diversas construcciones de hierro para que los niños pudieran jugar. El parque siempre estaba lleno, a pesar de la buena apariencia que tenía a primera vista, había que tener mucho cuidado ya que de las alcantarillas solían aparecer ratas algunas de gran tamaño, para los niños más mayores una de sus aficiones favoritas era la de probar su puntería lanzando piedras a dichos roedores. Paloma charlaba con otras madres mientras el niño jugaba con otros niños de su edad, la población infantil aquellos años fue creciendo casi al mismo ritmo que las propias construcciones del barrio. Además del parque, otro gran punto de reunión para la adolescencia eran los billares, allí entre la habitual sinfonía de golpeo de bolas de billar y de futbolín, y campanillas de máquinas de pinball, se terminaban de formalizar y concretar las nuevas parejas de chavales y chavalas, los motoristas no eran ninguna excepción y tras un breve tiempo saliendo en grupo con las chicas, pronto cada uno y cada una, hizo que su corazón realizara su elección. Es aquí donde Lupi y Mamen, Lupi demostrando sus habilidades con aquellas máquinas cuya misión era la de golpear la bola con unos flippers. -Qué bien se te da, mas yo en cambio que mala que soy, se me cuela enseguida. – Comentó Mamen con la boca abierta y sonriendo, mientras observaba como jugaba su amigo. -Es cuestión de habilidad, y también de echarle muchos duros, aunque bueno, sobre el asunto de los duros, ya te contaré un pequeño secreto. – Dijo mientras observaba con disimulo hacia varios lados sacándose algo del bolsillo. Se trataba de una llave maestra o una espada, que le permitía jugar sin necesidad de echar monedas de cinco pesetas. El chico lo enseñó con disimulo haciéndole el gesto de que guardase silencio, mientras la chica con mirada de sorpresa sonreía. -En ese caso, enséñame todos los trucos que quieras. – Comentó Mamen sonriendo coquetamente mientras miraba con disimulo a su alrededor.

Los músicos recibieron además con las llegadas de los primeros días de calor, una prometedora noticia recibida en el buzón de casa de Ramón el representante del grupo, aquel misterioso hombre Gregorio Bifurse les solicitaba una cita en su despacho de la Avenida de América, la carta tenía el remite de una importantísima multinacional discográfica, que al joven empleado de seguros y representante del grupo por mera afición hizo que le temblasen las piernas, la noticia sorprendió tantísimo que dudaron si creerlo o no. Los chicos en aquella reunión fueron atendidos por dicho gerente que, solicitó una pequeña grabación de muestra en un casette, para que luego los técnicos de sonido se encargasen de crear la maqueta, por primera vez aquellos jóvenes músicos iban a grabar algo, aquellos primeros dos temas fueron finalmente grabados en una cinta de magneto, cuyo destino sería el presidente a nivel nacional de aquella casa de discos, si le gustase se convertiría en un single o dos, además exportarlo al mercado internacional, si continuase el éxito tendrían opción a grabar un long play en un futuro no muy lejano. Por otra parte los más jovenzuelos comenzaban a dar el paso a la pre-adolescencia, José y su inseparable amigo Sixto, hicieron muy buena amistad con Chicho, que acostumbraba a irse a los descampados de las trincheras para emplear a fondo sus motores modificados en sus coches, y compartiendo cigarrillos con alguna que otra charla fue como Chicho enseñó a conducir a los niños. -Pisa a fondo el embrague, y cuando metas primera, esta palanquita de aquí, vas levantando el pie con suavidad, poco a poco. – Explicó Chicho mientras José con un manojo de nervios agarraba con fuerza el volante, y Sixto en el asiento trasero no paraba de reír. -Como te rías te meto un curro ¡Eh! – Exclamó José girando su cuello bruscamente. -Cállate y no te distraigas. – Exhortó Chicho mientras el chico le hacía caso, y el coche comenzaba a moverse lentamente. – Ves, lo ves, ya estas conduciendo. Así muy bien, venga y ahora con alegría dale a la segunda. -¡Eh! Sixti, mira Sixti, estoy pilotando. Sácame un truja. – Exclama José con alegría sonriendo. -No, no se fuma mientras se conduce, al menos cuando estás aprendiendo, es peligroso y nos la podemos pegar. – Dijo Chicho parándole la mano a Sixto. Aquel Simca andaba con alegría sobre aquel triste y abandonado descampado, sorteando las piedras y trincheras, aumentando cada vez más la velocidad, el chaval iba feliz, confiado, se notaba perfectamente que no tenía muchos momentos de alegría y cuando se encontraba con alguno, lo disfrutaba más que nadie. -No le pises tanto Fangio, a ver si la vamos a giñar. – Aconsejaba el improvisado profesor, mientras la cara de José dibujaba una sonrisa por primera vez en muchísimo tiempo. -Oye Chicho, ¿Tú qué tal te llevas con los motoristas? – Preguntó Sixto con curiosidad. -Bueno, pues hacemos alguna que otra faena, si me piden una pieza, o me piden que les arregle algo de sus motos, son muy buenos chicos, un poco chalados pero buenos chicos, yo ya veo que os escondéis para ver sus locuras. – Respondió Chicho, mientras le corregía el volante en algunas ocasiones a José.

-Yo de mayor quiero ser como ellos. – Dijo Sixto. -¡Es mejor el coche chaval! – Exclamó Chicho con una gran carcajada. –Hazme caso y déjate de motos, cuando tú seas mayor podrás agenciarte un Simca como este de segunda mano por cuatro duros. -Que va tío, imagino que para entonces habrá coches mucho mejores que jalen y camelen de verdad, mucho más que este. – Añadió José. -Va, que va, yo prefiero una Montesa como la que tiene ese de las patillas, ¡Bua! No veas ahí donde el Zafiro que brincos pega. – Contestó Sixto, mientras Chicho carcajeaba de lo lindo disfrutando de su particular tarde infantil con aquellos chavales. Los motoristas en cambio continuaron con su ambiente de tensión. Con la llegada de la tradicional feria veraniega, las alegres luces de las atracciones iluminaban las noches en la ciudad. Los ánimos estaban a flor de piel, y cada uno vigilaba su espalda, don Abilio siempre reforzaba sus efectivos con policías de paisano, aquel año con una vestimenta más hippie de lo habitual, que claramente se veían que eran hombres disfrazados. Lógicamente los chicos no se arrimaban a ellos, las chicas tampoco aunque ellos sí, pero enseguida ellas lograban escaparse de tan pesada y grotesca compañía, ante el gran enfado de don Abilio de ver a sus muchachos hacer el ridículo delante de chavales de barrio. - Vosotros estáis aquí para controlar el percal no para ligar con hijas de obreros ni hacer amistad con esos puñeteros hippies. Recordad quienes sois ¡Carajo! Una de las atracciones estrella se trataba de la ola, una rara noria gigantesca que se balanceaba para ambos lados, los coches de choque también era otro punto de reunión de jóvenes, es ahí donde se concentraban más hippies disfrazados, ya que era la mayoría de las peleas solían originarse allí, ya que varios quinquilleros permanecían en los coches como si fuesen de su propiedad, gracias al truco de colocar un peine de plástico en la ranura donde se debía de introducir la ficha, dichos chicos no paraban de hacer el bestia con dichos coches. Paula la chica del poblado agrícola, se había acercado con permiso de sus padres a divertirse un rato, en compañía de otra chica de dicho lugar llamada Petra, Petra es una chica poco agraciada por la naturaleza, su atractivo era completamente nulo por los chicos y no solo al tratarse de una mujer obesa, la pobre tenía un bigote tan feo y repugnante que muchos chicos le apodaban la guardia civil, además un pequeño retraso mental y mucha mala leche, su boca era un completo desfile de palabras soeces y descalificativos a cual más chabacano. Teniendo dos aficiones en la que ocupar sus días, una era la de ir caminando y tener la enorme caradura de pedir dinero alegando ser de familia pobre, la otra de sus aficiones era la de insultar a los motoristas, y también la de meterse con los niños, su actitud era completamente problemática y desafiante, pero para Paula era la única manera de poder ir a la feria acompañada ya que sola sus padres no la dejaban ir. José y Sixto cansados de la feria optaron por practicar otra de sus aficiones, probar su puntería con el tirachinas, su objetivo, los letreros de los bares, el Mirinda del bar la Vega y el cartel de Pepsi cola del bar Eloy, completamente taladrado a base de pequeñas piedras. Ellos siempre escondidos como cual soldado en una trinchera, a una distancia prudencial para no ser descubiertos por los dueños de los bares.

-Una peseta y un Sacy a que le doy. – Dijo José mientras Sixto se colocaba su maltrecha pierna escondido entre dos coches. -Dos pesetas y dos Sacys a que no le das, estamos muy lejos macho. – Contestó Sixto. -Yo desde aquí le doy, además incluso a más distancia he tirado y he acertado. - Dijo José con su habitual forma de fanfarronear. -Sí, al cristal del bar Oasis que no te tocó correr ni nada, pero yo como no puedo ahí me tuve que quedar escondido como un perro a esperar que se fueran todos. - Refunfuñó Sixto. -Bueno ahora verás. – Dijo José mientras se preparaba para el disparo. – Te imaginas esto pero con una buena fusca. -Ya tendremos tiempo de practicar tiro cuando vayamos a la mili, macho tira ya. –Dicho y hecho, un sonido metálico sonó fuertemente que alertó al camarero que salió con cara de pocos amigos. -¡Ya estamos otra vez! Malditos gamberros. Porque no tiráis chinitas a la verbena. – Gritó en la oscuridad a la noche abierta sin saber con exactitud donde estaban escondidos los niños, mientras los dos amigos sonreían mudamente, quietos como estatuas y conteniéndose cualquier sonido que saliera por su boca para no ser descubiertos, cuando de repente una mano se posa violentamente en el hombro de José provocando un grito mezclado entre sorpresa y terror, el niño mira hacia atrás y descubre la sombra de Pedrito y Guti, que hábilmente se habían escondido para sorprenderles. -¡Ah cabrón que susto te has llevao, ¿Qué haces aquí? – Preguntó Guti sonriendo. -Probando puntería Guti, que susto ¡gacho! – Respondió José mientras Sixto se unía al concierto de las risas. - Ya descubriré quien sois con la luz del día, malditos gamberros. – Gritó el camarero hacía la oscuridad donde pudo escuchar las risas. -¿Me dejas probar a mí? – Preguntó nuevamente Guti mientras le arrebataba el tirachinas. -Sí claro, apunta bien. - Dijo José -Yo que tú no le hubiera dado el tirachinas. – Dijo Pedro con una leve sonrisa irónica. -¿Por qué? – Preguntó sorprendido José mientras escucha el sonido de un cristal rompiéndose. -¡Hala! A correr toca. – Exclamó Pedrito mientras todos salieron corriendo como si la salida de una carrera se tratase, todos, a excepción del pobre Sixto que, cojeando hizo lo que pudo, siendo alcanzado fácilmente por el camarero del bar. - Ya te tengo gamberro del demonio, ahora vas a saber lo que es bueno. – Dijo el enfadado camarero. – Tú, llama a la policía, este niño se va a acostar calentito esta noche. Mientras tanto en la feria, gran multitud de jóvenes disfrutaban de los festejos, los músicos ya poco a poco convertidos en padres de familia, los motoristas y los futbolistas emparejándose

con las chicas, bueno no con todas, Petra nunca encontraba quien quisiera bailar con ella, cosa que le hacía reaccionar con frustración envidiando a otras chicas como Raquel, que habían quedado con Salvi, o María la peluquera y Nieves con Lucas y Ruben, entre otros claros ejemplos de que se iban creando nuevas parejas entre la juventud. Pero no todo fue algarabía y gozo festivo, Lucas después de una agradable velada acompañó a María a su casa como buen caballero, cuando iba llegando a su casa fue abordado por varios jóvenes de dudosa reputación recibiendo una brutal paliza, mientras tanto don Abilio en la comisaría del bloque ciento uno, había tenido una noche más que ajetreada, primero friendo a palos a Sixto hasta que logró sacarle la información, y después regañando con su habitual frialdad y cruel ironía a los jóvenes policías. -Para que hago este despliegue del carajo para que en San Luciano le peguen una paliza y precisamente a un deportista, no a uno de los músicos ni uno de los motoricones, aunque tenga un motociclo no es como ellos, sino a un deportista y que encima ha terminado la carrera de derecho, en fin sí, también tiene moto, seguramente se confundirían en la oscuridad o tal vez fueron a por la víctima más débil, en fin ¿Y vosotros qué? panda de inútiles, pero miraros ¡Coño! ¡Panda de cabrones! Si parecéis hippies de verdad en lugar de policías ¡Inútiles! ¿Y así os queréis ganar la placa? Ja. – Grito entre irónicas carcajadas, donde las paredes de la comisaría parecían retumbar del asombroso terror que despertaba tanto entre sus detenidos como entre sus subordinados. – En fin, chicos ya mañana será otro día, voy a ver si vienen los padres de ese cabronazo niño cojo, descansaré unas horas y continuaré visitando a mis amiguitos Guti, Nachito, Pedrito y un tal José, a ver ¿Quién se apunta a la fiesta? – Preguntó a los policías mientras dos de ellos dieron un paso al frente. – Muy bien, pues hala iros a casa, quitaros el disfraz y esa asquerosa mugre y descansar, mañana toca interrogar a unos quinquis, veréis que divertido. En un piso bajo del bloque doscientos trece, hogar de la familia de Sixto aquella noche de fiesta y alegría se tiñó de drama, Bárbara su hermana mayor no paraba de gritar enfurecidamente, mientras su madre entre sollozos se preguntaba una y otra vez que había hecho mal para que su hijo le saliera torcido, mientras Sixto se dolía y enseñaba los moratones que le había dejado don Abilio. -Si, si, tú sigue enseñando tus marcas de guerra, y esos amiguitos que te han dejado ahí tirado como una colilla de celta corto, ya verán mañana, que me lo ha dicho el comisario que les va a arrancar las orejas a tirones. – Prosiguió doña Bárbara la madre de Sixto en un tono de voz alto y fumando sin parar. Y así fue, como al día siguiente la agenda de don Abilio sabía perfectamente en que piso y hasta en que cama dormía cada uno de los traviesos chavales, a los que fue buscando uno por uno, acompañado por un par de policías para llevarlos de nuevo a comisaría, donde tuvieron un trato miserable y ruin, sufriendo la peor media hora de sus vidas. -La próxima vez que le vuelvas a prestar el tirachinas a Guti, te voy a meter tantas patadas como nos ha dado la pestañí. – Dijo Pedrito aguantándose las lágrimas de dolor saliendo de la comisaría mientras los policías riéndose parecían disfrutar del espectáculo. -Eres malo Guti, muy malo, a ver si apuntas primero y disparas después. – Comentó José mientras se tocaba la espalda rabiando de dolor. Los tres chavales continuaron andando hasta

las inmediaciones del colegio Luis Vives, donde se sentaron en un banco a reponerse de los golpes recibidos, mientras la chiquillería de dicho colegio, los miraban con cierto recelo y temor. -A Sixto le dieron bien pal pelo. Hasta que no dijo quienes estábamos con él, no pararon de zurrarle, malditos sean. – Dijo José, mientras Pedrito miraba hacia atrás con odio el camino recorrido. Momento en el cual Manolo y Maritere aparecen. -Míralos, estos son los pintas con los que te vas. –Dijo Manolo con gesto despectivo. -Sin faltar señor, que yo a usted no le conozco de nada. – Respondió Guti malhumorado. -A callar quinqui asqueroso y ya os estáis largando de aquí. En menudo lio habéis metido a mi hermano, ya mírale, está marcado, ese maldito policía no le dejará en paz, ni a él ni a nosotros. Y tú no sabes quién es, hace un par de años pegaron en plena calle a mis amigos por ir a una reunión, y a mi hace poco me pegó por estar discutiendo con mi mujer, no sabéis quien es, y como la tome con vosotros, ya os podéis volver monjes, porque no deja pasar ni una. Y no voy a permitir que eso pase con mi hermano, con vosotros da igual porque sois quienes sois pero… -Continuó Manolo hasta que fue interrumpido bruscamente por Pedrito. -Tú tío ya está bien ¡Eh! Que porque no vivamos en un piso como vosotros no quiere decir que seamos ratas de mierda. – Dijo Pedrito de un modo airado levantándose bruscamente del banco. – Y no me sigas faltando el respeto, ni a mí, ni a los míos o lo lamentaras. Me cago en tu estiba. Ya me ha contado Josito como lo pasa en casa con vosotros, friéndole a palos igual como hacen los policías con nosotros. -Tú a mi montón de mierda, ni me amenaces y ni me des lecciones de cómo educar a mi hermano, que precisamente por ser mi hermano le puedo hacer más bien que tu y los demás. – Exclamó Manolo acercándose a Pedrito con aires de buscar pelea. -Estaros quietos y bajar la voz, ¿O queréis que venga la bofia? –Exclamó Maritere con temor. -Levántate José y vámonos a casa. – Exhortó Manolo a su hermano. -No, a casa ahora no, ya sabes que padre continuara pegándome. – Contestó José. -No, no lo hará, yo le frenaré, tienes mi palabra. – Comentó Manolo relajando el tono. Aquellas palabras convencieron a José que se levantó del banco e inicio el camino rumbo a casa con su hermano y Maritere, mientras los dos jóvenes, tomaron el camino opuesto hacia el rancho del cordobés. El fin del verano y la implacable llegada del otoño provocó los habituales catarros por el fuerte contraste de temperaturas, Quique y Paloma, cuidaban de su hijo que tenía mucha tos, cuando Begoña subió corriendo las escaleras y golpeando la puerta dio una alegre noticia sorprendió a la pareja. -Chicos correr a casa de Marifé ¡Ha tenido una niña! – Gritó la chica loca de contenta. -Una niña, que bien iré corriendo a los bloques de abajo a avisar a Joaquín. – Dijo Quique. -¿Como que tú no estás trabajando hoy? – Preguntó extrañada Begoña.

-Sí que lo estoy, vine un momento a ver como estaba Manolín aprovechando el turno del bocadillo. ¡Ya serás madre, ya! Y ya te preocuparas por tus hijos. – Contestó Quique mientras sale por puerta. -Tú quédate con nosotros, mira como está el pobre, ahora menos mal que le ha bajado un poco la fiebre, y eso que procuro abrigarlo bien al final se puso malito. – Dijo Paloma. - Y cuéntame ¿Cómo te has enterado? -Fácil vi al doctor Rivas muy deprisa corriendo hacia su casa mientras hacía la compra. Y la portera me lo dijo. – Comentó Begoña. -Una niña, que bien. Ya mira ya va creciendo la generación de Manolito. Me voy corriendo a los bloques que están construyendo para avisar a Joaquín. Dicho y hecho, Begoña caminó a grandes zancadas hasta encontrar la obra donde el primerizo padre trabajaba y obteniendo el permiso del jefe de obra corrieron juntos hacia su casa, al igual que hizo Quique en dirección hacia la fábrica para no llegar tarde. La alegría y la impaciencia le impidieron tomar el ascensor y subió las escaleras tan deprisa como pudo, hasta llegar a la puerta donde pudo observar que el doctor Rivas y la comadrona salían acompañados por su amiga peluquera Mariví que había llegado unos breves instantes. -¡Una niña! Bitel ha sido niña. – Corrió la joven abrazando fuertemente a Joaquín. -Mi más sincera enhorabuena. – Dijo el doctor Rivas. - ¿Y cómo vais a llamar a la moza? Que bien fuerte y robusta ha nacido. -Si era niño le íbamos a llamar Fernando, pero como ha sido niña le pondremos Mariluz. – Respondió Joaquín acto seguido corrió al dormitorio para interesarse por el estado de la debutante mamá y su hija. -Mariluz, suena bonito, hala chaval corre a verla. – Comentó el doctor Rivas mientras sonreía junto con Mariví. -Oye chica, mira que se tome estas pastillas cada ocho horas, y toma la factura, ya lo pagará cuando pueda, no hay prisa que estamos entre vecinos. -De acuerdo doctor muchas gracias por todo, le acompaño. – Dijo Mariví agradecida. – Bueno yo os dejo solos, tengo que ir a hacer la compra y luego a buscar a Ángel a la salida de su trabajo, y luego os pasamos de nuevo a ver, Maritere si necesitas algo ya sabes. – Concluyó la chica mientras la joven pareja dan rienda suelta a sus emociones contemplando a la pequeña niña recién nacida. -Un poco más y nace en Navidad. - Comentó con un gran semblante de felicidad Joaquín mientras no paraba de contemplar con ternura a su pequeña.

13

Con la llegada del año nuevo 1971, una gran noticia fue que al conjunto de músicos les llegó la hora de su gran reto, la casa de discos por fin había dado luz verde, varios de sus directivos salieron convencidos al verles en la sala Carolina de Bravo Murillo actuar junto con el grupo Alacrán, tras un largo periodo de gestiones y papeleos múltiples para la grabación de un long play, un prestigioso fotógrafo se había presentado en el barrio para hacer una sesión de fotos para la portada del álbum. El lugar acordado no podía ser otro que el depósito de agua cercano a la sala Turquesa, convertida ahora en sala de fiestas e improvisada discoteca previo alquiler de dicho local. Un flamante Opel Rekord de color rojo aparcaba ante la atenta mirada de los chicos, saliendo de dicho automóvil un señor de unos treinta y tantos años, elegantemente vestido, con gafas de sol escondiendo una mirada arrogante y con un aire muy señorial desprendiendo un olor de perfume varonil caro. -¿Son ustedes los estridentes? – Preguntó al grupo de jóvenes mientras observaba con cierto aire de superioridad todo lo que contemplaba a su alrededor. -Sí señor, para servirle a Dios y a usted. – Contestó Quique mientras todos miraban con sorpresa. -Muy bien, educados y gente de orden, quien lo diría en este barrio de trabajadores que iba a encontrar a unos hippies tan peculiares. Me llamo Eugenio Romero, soy el fotógrafo que está a disposición de la discográfica y a la de ustedes durante esta tarde – Comentó el hombre quitándose las gafas de sol y mientras continuaba observando, sus ojos parecían examinar el lugar. - ¿Os gusta esta luz? ¿Qué tipo de fotos os gustaría que hiciéramos? -Habíamos pensado hacernos una aquí y otra en aquel desguace que hay en la carretera. – Contestó Joaquín. -Lo vuestro es música instrumental, con un toque Groove, al estilo Beatle, escuché vuestra maqueta, me ha dejado impresionado, ¿Qué os parece al ser un grupo desconocido buscar a varias modelos vestidas de manera insinuante, ya sabéis minifaldas cortas, o en traje de baño, ya me entendéis? – Dijo el fotógrafo. -No, no de ninguna manera, no somos una orquesta de esas, somos un grupo de rock que intenta hacerse un hueco, nosotros queremos editar nuestro primer disco, ya llevamos tocando tres años y no vamos a permitir cosas raras de esas. – Contestó con cierto aire de enfado Quique. -Bueno, bueno, no os alteréis, muchas veces una portada vende más que la propia música y con toda la apertura visual que se está produciendo ahora, unas chicas de buen ver os ayudaría bastante, pero como queráis. Así que no perdamos más el tiempo discutiendo y aprovechemos la luz natural antes de que se vaya. Acto seguido, los músicos posaron para el engreído fotógrafo en el depósito de agua, ante la atenta mirada de los curiosos que pasaban por ahí, acto seguido fueron al desguace donde se hicieron unas fotos de aspecto informal y con un cierto aire gamberro ante coches destrozados y varios restos de aviones.

-Muy bien muchachos, el gerente os espera en su oficina el próximo lunes, ya sabéis donde es, ¿Verdad? – Comentó el fotográfo despidiéndose tras acabar la sesión. -Si claro que sí, dígale al señor Ramírez que ahí estaremos sin falta. – Contestó Quique, cuando un enorme estruendo de sinfonía de motores rugiendo comienzan a escucharse cada vez con más fuerza. Se trataba del grupo de motoristas del barrio vecino que venían con aires bastante furiosos. -Muy bien, yo me voy cuídense de esos salvajes motoristas, estéticamente no me gustan nada. – Dijo despidiéndose Eugenio el fotógrafo mientras se disponía a entrar en el coche, arrancando y saliendo deprisa como si se tratase de un coche de carreras. No dio tiempo ni a respirar cuando Beto y Germán, frenan violentamente a la altura del grupo de músicos. -¡Eh vosotros! ¿Habéis visto al Lupi, al Petacos y a sus amigos? – Preguntó Germán. -No se quienes son. - Respondió con sorpresa Quique. -Si hombre, esos zumbaos de las motos, no me digas que no los has visto. - Insistió Germán con gesto enfadado. -Ah sí, pero chico ¿Qué quieres que te diga? No tengo relación con ellos, los conozco de vista y punto. No tienen nada que ver con nosotros. –Respondió Quique con bastante sorpresa. - Lo sé, andamos preguntando a la gente del barrio. Se han escondido como comadrejas, no están en los billares, ni en el bar, ni en ningún lado. Si los veis les dices que vayan al poblado agrícola, a la caseta, ellos ya saben, pero que aparezcan y que den la cara tan valientes que se creen. – Dijo Germán mientras volvía a arrancar su moto y se despedía con cierto aire de mala educación, desprendiendo su moto un humo atufado. -Desde luego con los motoristas, los unos y los otros, y van y nos preguntan a nosotros como si tuviéramos algo que ver. –Comentó Quique –Esos seguro que son los desgraciados que pegaron a Lucas el futbolista me parece. -No lo sé, no pudo identificar a ninguno estaba muy oscuro y al pobre le sacudieron de lo lindo. –Añadió Ángel. – Bueno ¿Qué os parece si vamos a ver a los niños? -Sí buena idea, ya veréis como ha crecido mi niña – Comentó Joaquín -Y el mío ya, el año que viene lo mandaré a parvulitos. – Dijo Quique -¡Como pasa el tiempo muchachos! Y parece que fue ayer cuando andábamos tonteando en el bar de la asociación cuando ponían las corridas de toros del cordobés, o en el bar la Paz con nuestras mujeres. – Añadió Joaquín -Y como nos miraban sus padres. – Comentó sonriendo Quique con aire nostálgico. Mientras los jóvenes casados más veteranos disfrutaban de sus reuniones familiares, en otro punto de la ciudad, en el bloque doscientos catorce, hogar familiar de Miguel, se encontraba en su habitación de adolescente con Lupi, la preocupación invadía las cuatro paredes adornadas con diversos posters de aire juvenil, al parecer, la noche anterior tuvieron otro incidente con la banda rival, nuevamente al salvar a unas chicas que regresaban a casa.

-Bardeos anda diciendo que nos va a matar, que nos hemos pasado de la raya y que esto va en serio. – Comentó Miguelón el Petacos mientras Lupi asentía con la cabeza. -Si no nos mata él, será don Abilio el que nos mate o el que nos salve, según se mire. Respondió Miguelón. -¿Tú recuerdas hace unos meses cuando pegaron al Lucas el del Rayo? - Preguntó Lupi. -Claro que me acuerdo pero el pobre chaval no pudo hacer nada. Pero claro nosotros no somos como ellos, mira como a él por salvar a aquellas chavalas la paliza que se llevó, en cambio nosotros, que, salieron corriendo, y eso querrá decir que algo nos deben de temer también. -Pues claro, que son cobardes que van de valientes, que ganas tengo de encontarme a uno solo, ya verás. –Dijo Miguelón mientras el timbre del telefonillo avisa de la llegada de alguien, la madre de Miguel contesta, y le avisa al chico que es Juanito Casares. – Vale mamá dile que suba. -Eso es cierto siempre metiéndose con las chicas, cuando no es una del Luis Vives, es una de la escuela de Barreiros, siempre igual. – Añadió Lupi mientras observa como entra en la casa Juanito con cara de haber visto un fantasma. -¿Qué te pasa Juanito? – Preguntó Lupi. -Los músicos, ¿Sabéis quienes son los músicos? – Preguntó Juanito. -Si los estridentes esos o como se llamen, ¿Qué pasa? – Respondió Miguelón -Pues que me he encontrado con el Bitel ese, y les han preguntado estos bestias por nosotros, no podemos permanecer más tiempo escondidos, tenemos que hacer algo, tenemos que hacerles frente y hacerlo ya. Llevamos más de un año, que nunca nos separamos, siempre vamos juntos, siempre tratando de evitarlos, pero me han dicho que estaban muy enfadados de verdad. – Explicó Juanito mientras observaba por la ventana con aire de preocupación. -Estamos dando una imagen de cobardes, así que, ha llegado la hora, vamos a enfrentarnos a ellos, pero de una vez por todas, en una batalla definitiva. – Dijo Lupi -Recuerda que van bien armados, juegan muy sucio, acuérdate de cuando te hizo esa encerrona para que te arrollase aquella furgoneta. – Respondió Miguelón -Sí, que me acuerdo, y fueron ellos quienes se la comieron y encima casi los detienen, porque estaba aquel delincuente asqueroso que si no, hubieran sido ellos. – Comentó Juanito riéndose a carcajada limpia. -Chavales, tenemos que tener cuidado, tenemos que planearlo todo de tal manera para que, todo salga bien. – Añadió Lupi. -¿Y las chicas? Pueden ser el cebo ideal igual que en otras ocasiones. –Preguntó Juanito. -Sí, hasta que nos manden a paseo. – Respondió Miguelón, mientras todos reían a carcajada limpia. Sin embargo en pocos días en el fin de semana, un sábado como otro cualquiera la estrategia creada por los amigos motoristas no salió del todo bien, las chicas se reunieron cerca del

poblado bajo la atenta mirada vigilante de Miguelón, y escondidos en distintos flancos los otros dos chavales. Cristina y Mamen continuaban sentadas comiendo pipas a la espera de que apareciese alguno de los motoristas, cuando quien apareció fue Paula y Petra, quienes se sentaron junto a ellas. -Maldita sea, ahí está la pesada de la Petra. – Exclamó Lupi y corrió hacia la posición de Miguelón. -¿Qué haces aquí? Vuelve a tu sitio que si aparece se nos va a escapar. -Susurró Miguelón -Que va, si ahí está la Petra, nos van a espantar los pájaros. -Dijo resignado Lupi Petra era un personaje tan pesado e insoportable que su presencia era sinónimo de fracaso para las chicas de la panda, todos los hombres huían de ella, de ahí su carácter tosco, desaliñado, sucio y su inconfundible mala leche soltando por su boca toda clase de improperios cuando alguien le lleva la contraria. Los chicos se reunieron todos en un mismo lugar y continuaron escondidos por si acaso aparecía alguien, dicho y hecho, el inconfundible sonido de la ruidosa moto de Germán hizo acto de presencia, parándose justo donde la chicas. -Pero cuanto bueno por aquí, cuanta chica sola sin macho a la vista. – Exclamó Germán posando su mirada en Mamen y Cristina. -¿Y a mí no me dices nada? – Preguntó Petra -A estas alturas ¿Qué quieres que te diga Petra? Si en el poblado hay ratas más aseadas que tú. – Respondió Germán sonriendo y admirando a las otras chicas como si de obras de arte se trataran. -Fue hablar el chico limpio, que estas más sucio que el chamizo donde vives. – Dijo Petra aumentando el tono de voz. -Bueno mejor me voy de aquí no vaya a ser que se me contagie la grosería. – Concluyó Germán empuñando fuertemente el manillar y haciendo rugir con fuerza su moto. Momento en el que aprovecharon los chicos para esconderse en una esquina y sorprenderle al pasar sobre ella. Los tres motoristas se plantaron en medio del carril obligando a Germán a frenar con brusquedad. -Vaya hombre se me había olvidado que estaba en el barrio de los locos. – Dijo Germán con un gesto de sorpresa y rabia contenida. -Por fin te pillamos solo, sucia rata, seguro que fuisteis vosotros quienes habéis pegado a Lucas. – Exclamó con gran enfado y energía Miguelón. -Esta afrenta la vais a pagar con sangre, ya os lo advierto, más lo del Zafiro también, ya veo que estáis locos y tenéis muy poco aprecio por vuestra vida. Y además que me vienes del Lucas ese, preguntarle a vuestro comisario que no se les escapa ni una. – Respondió Germán poniéndose cada vez más nervioso. -Ahora vas a ver lo divertido que es, que te sorprendan y te aporrén por sorpresa como hacéis vosotros. – Dijo Juanito bajándose de la mano y agarrando del pecho a Germán, mientras el sorprendido motorista trata de defenderse, los otros dos compañeros facilitaron la acción a

Juanito sacándole de la carretera hacia el portal de uno de los bloques, sujetándole de los brazos, recibiendo una gran ensalada de fuertes puñetazos en la cara y pecho. El joven cada vez golpeaba con más fuerza y con más rabia durante unos minutos, hasta que Germán exhausto cae derrotado al suelo. -Y ya van dos veces, la de Zafiro y ahora esta, la advertencia la hacemos nosotros, no volváis a atacar a nadie de nuestro barrio. – Añadió Juanito pegándole leves patadas a Germán. – Porque no hay dos sin tres y quien pega último pega dos veces. – De nuevo se agachó para darle otro puñetazo. – Y pega fuerte. – Concluyó lleno de rabia. -Estáis muertos, tú y tus amigos, los tres, muertos. – Dijo amenazando Germán escupiendo sangre y doliéndose de los golpes, momento que no pudo reprimir más la furia Juanito y le pegó una fuerte patada en el estómago como cual torero hace la estocada mortal a un toro. -¡Vámonos! – Exclamó de manera imperativa Juanito mientras sus amigos arrancaban las motos, ante la sorpresa de las chicas que más allá del horizonte habían contemplado la violenta escena. Paula con la boca abierta no podía creer lo que había visto, Cristina y Mamen no paraban de repetir, nosotras no hemos visto nada, no vayamos a meternos en un lío, mientras tanto a Petra el espectáculo parecía haberla divertido pues no paraba de reír. Minutos después Julián descubre el cuerpo del joven tumbado, cuando iba a visitar a un cliente que vive en aquel portal y tenía el seguro de la casa con él. Fue a socorrer al joven motorista cuando una vez que le ayudó a levantarse del suelo le agradeció con muy malos modales y con un enfado enorme. -¡Déjame en paz gordinflón no me toques! – Exclamó empujando a Julián empotrándolo contra la pared. – Ahora sí que la habéis colmado señoritingos de la ciudad los Ángeles, vamos a ir por vosotros, contra los músicos, los motoristas y todo bicho viviente. -¿Pero se puede saber que le pasa a usted? ¿Estás chalado? – Preguntó Julián sorprendido mientras Germán pone en pie su moto y sale disparado como un cohete, ante la atónita e inocente mirada de Julián. Aquella tarde los motoristas parecían estar de fiesta en el bar Oasis, los botellines de Mahou desfilaban por el mostrador, servidos por una sonriente Marta que no entendía nada de que había tanta alegría. -¿Habéis visto que cara se le ha quedado? De esta seguro que no volvemos a verle el pelo.Comento Juanito sonriendo mientras recordaba la escena. -No te hagas ilusiones, mala hierba, ya sabes. Dijo Miguelón -Si tienes razón esto que hemos hecho puede tener consecuencias, seguro que don Abilio viene a visitarnos. – Matizó Chechu con cierto aire de preocupación. - Si claro, van a venir con los trabucos. ¡Que va, no exageres! Este no le va a contar nada a don Abilio, lo que si puedes tener seguro es que ahora están más enrabietados que antes. – Comentó sonriendo Juanito. -Sabéis perfectamente que tienen armas en ese putrefacto coche, ese maletero es un arsenal,

tenemos que andarnos con mucho cuidado ahora en estos primeros días. Luego ya veremos. – Comentó Chechu, cuando de repente la puerta se abre violentamente cayendo boca abajo un hombre al suelo, Marta la camarera dió un fuerte grito que hizo retumbar las paredes del bar. El cuerpo es de un hombre alto y fuerte, cuando logran darle la vuelta descubren que se trata de Chicho el especialista de los motores que trabaja en Barreiros, tiene toda la cara manchada de sangre, y hematomas en diversas partes del cuerpo. Todo parecía indicar que la venganza y las consecuencias de las que hablaban iban a tener un efecto más que inmediato. -¿Qué te ha pasado? ¿Quién te ha hecho esto? – Preguntó sorprendido Juanito. Chicho apenas podía hablar, solo hacía señas con el dedo señalando el camino de Orcasitas. -¡Vamos a por ellos! – Exclamó mientras su hermano y Miguelón trataba de tranquilizarle. -Muchachos, como esto siga así os voy a pedir por favor que no os reunáis en este bar, esto empieza a darme mucho miedo, primero don Abilio entra amenazándonos a todos, y ahora un hombre medio muerto por culpa de vuestros enemigos. Voy a por el botiquín hay que curarle esas heridas tan terribles, por Dios pobre hombre como le han dejado, ¡Que bestias! – Concluyó Marta con el cuerpo invadido por el terror entrando en el almacén del bar. Pasados unos días durante el fin de semana una nueva boda se producía en el barrio. Manolo y Maritere contrajeron matrimonio, pero en esta ocasión no en la nueva iglesia de San Mateo, sino en la parroquia de San Pedro Nolasco, la primera y más antigua del barrio, situada en las afueras del barrio en el camino de Villaverde Alto, formada por los frailes de la congregación de los padres mercedarios descalzos, que disponía de una escuela privada para niños y estudiantes de bachiller. Aquel día pasó a la historia por todos, porque la pandilla de amigos se había juntado al completo algo que no sucedía desde la boda de Julián y Emilia, en el tradicional lanzamiento del ramo fue Mariví la que tuvo la fortuna de hacerse con ello, de esta manera Ángel y ella comenzaron con los habituales preparativos, pero ahí no acabaron las sorpresas y las buenas noticias ya que Joaquín y Marifé quedaron nuevamente embarazados. La trifulca entre motoristas volvió a llamar la atención de don Abilio, que de una forma detectivesca estuvo realizando labores de seguimiento a la banda de los pinches, decidió una fría mañana prenavideña perseguir a Beto, pero cual sorpresa mayor le depararía el azar en aquella ocasión, fue que había descubierto el futuro relevo de aquellos vándalos, en forma de zagales, José y Sixto se reunían para fumar a escondidas en la parte de atrás del cine Zafiro, lugar habitual de reuniones callejeras por parte de los más golfos del barrio, que aprovechaban cuando el profesor se daba la vuelta para saltar la valla y ágilmente camuflarse entre la gente, saltando las enormes laderas del solar que frecuentaban los motoristas para realizar sus acrobacias. El hábil y veterano policía venía siguiendo al no menos astuto motorista, que siempre realizaba la misma ruta, los recreativos de la nueva iglesia, un par de vueltas al barrio, parando en el club veintisiete o en la bodega de doña Isabel, donde hacía repostar al cuerpo con varias cervezas, y terminaba siempre en el solar del cine Zafiro en busca de sus rivales y enemigos a la caza de nuevas aventuras. Don Abilio descubre con su ojo de halcón como los dos niños se encuentran fuera del recinto del colegio, y con su cínica y malévola risa decide aparcar el coche y sale de dicho vehículo como cual poderoso señor feudal que pisa con firmeza sus dominios. Escala con cierta dificultad debido a que su cuerpo cincuentón no era ya tan hábil como su perspicaz cerebro las enormes montañas de gravilla y arena, siguiendo el

olor del humo del cigarrillo hasta llegar a sorprender a los dos niños. - Por el humo se sabe dónde está el fuego. – Dijo don Abilio agarrando por la espalda a Sixto, mientras José echa a correr. -No corras renacuajo, es inútil que corras, ahora mismo informo al colegio sobre todo esto. – Exclamó don Abilio con voz enérgica y simpática, la singular escena parecía divertirle. – Muy bien aprendiz de gamberro, suelta el puñetero cigarro. – Prosiguió mientras abofeteaba a Sixto, y dándole la vuelta se sorprende al descubrir quién es soltando una enorme carcajada. – Pero por todos los santos, pero si es el cojito ¡Vaya, vaya! Que disgusto le vas a dar a tus padres, con lo agradecidos que estuvieron conmigo cuando te salvé de morir a manos de esos gamberros, pero alma de cántaro, ¿No has tenido bastante con la paliza del otro día que quieres otra? Anda ven conmigo cabrito. – Prosiguió su imperfecto correctivo mientras le agarraba fuertemente de la chaqueta a empujones. - Vaya con el cojito lo que corrimos para salvarte la vida te teníamos que haber dejado ahí desangrao montonazo de mugre, en fin, ¡Anda tira palante perro! José logró dar la vuelta corriendo a toda velocidad por las nuevas galerías ante la mirada asombrada de las mujeres que a esa hora, frecuentaban los establecimientos para hacer la compra, subiendo la enorme y empinada cuesta del depósito, escondiéndose entre los coches bien agachado mirando para todos lados, evitando a don Abilio, hasta llegar al colegio trepando nuevamente la valla. Una vez dentro del recinto, se sienta en el suelo, apoyado en el muro para recuperar el aliento. Pero su esfuerzo fue totalmente en vano, nada más reanudarse las clases tras el recreo, ahí apareció don Abilio en el despacho del director informando de todo lo sucedido, y con la consecuente lluvia de capones para los dos chavales, en el despacho del colegio, donde se reunieron las madres de ambos niños. -¿Fumando? Y encima don Abilio, ¿Pero tú qué quieres buscar la ruina a la familia? ¿No crees que ya tenemos bastante con los maricones yeyés con los que se junta tu hermano que por su culpa se ha llevado más de un palo, para que tú ahora pretendas emular al Lute ¡So cacho sinvergüenza! Y tu padre cuando se entere. – Recriminaba doña Ángela con una enorme cara de enfado y un gran disgusto apoderándose de todo su cuerpo, mientras le tiraba fuertemente de la oreja y le daba algún que otro cachete. -Así vas por la vida, te dejaron cojo por andar por donde no debías y con quien no debías. – Replicaba de igual manera la madre de Sixto, mientras doña Ángela parecía mirarle ofendida. -Lo ves, ¿Lo estás viendo? La fama que te estás ganando, peleándote con todo el mundo y haciendo cosas malas, ves, ningún niño quiere juntarse contigo, solo Sixto y mira las cosas que le están diciendo su madre. – Dijo doña Ángela con el estigma en el pensamiento. Mientras tanto los jóvenes músicos llegaron al barrio procedentes del estudio de grabación tras una agotadora jornada de doble trabajo, entraron en el bar la Ciudad, dispuestos a tomar algo y descansar del largo día en el que no pararon un minuto, ya que salieron del trabajo directamente a dicho estudio para pasar la tarde grabando un par de temas. -Por suerte nos ha cundido mucho el día. Pero yo estoy cansado chicos, no sé si mañana podré darle a los bombos, me tomo una rápida y me voy a casa. – Comentó Víctor abriendo la

puerta del bar. -¡Mira Bitel! – Exclamó Quique agarrando a Joaquín del brazo. – El año que viene Dios mediante ahí pondrán nuestro disco. – Comentó mientras miraba con aire de alegría la máquina de discos que permanecía en silencio. -Ya me estoy imaginando a las chicas bailar. -Anda, saca un duro y pon algo bonito. – Contestó Joaquín sonriendo. – A ver si entre mañana y la semana que viene conseguimos terminar la grabación, que luego tardarán meses en editarlo. – Justo en ese momento se abre la puerta haciendo acto de presencia Paloma y el pequeño Manolín, que al grito de “papá papá” abriendo los brazos reclamaba la atención de Quique. -¿Qué tal os ha ido? A ver si termináis pronto, ¿Cómo es posible que os podáis tirar toda la semana para grabar un sencillo? – Dijo Paloma con cierto agotamiento en su rostro, criar a un niño es una experiencia agotadora. -Bien muy bien, pero ya sabes, son demasiado técnicos y muy perfeccionistas, tenemos que grabar cada instrumento por separado y luego ellos lo mezclan. – Contestó Quique. -Pues vaya pérdida de tiempo, ¿No sería más fácil grabarlo todo a la vez y ya está? – Respondió Paloma con cierto enfado. -Son cosas de los técnicos de sonido, ahí ni podemos entrar ni salir, se hace así y punto en boca, además, son cuarto canciones, lo que pasa es que el siguiente disco está pendiente de editarse según vayan las ventas del primero. – Respondió de nuevo Quique. -¡Ah claro! Más en lugar de una semana, serán dos, como si lo viera. – Dijo Paloma resignada. -Venga arriba ese ánimo, ya verás cuando lo pongan en la máquina y tengamos que firmar el single a la gente del barrio. – Interrumpió Joaquín quitándole de los brazos de su madre al niño. - Que vas a tener un papá famoso Manolín. – Concluyó mientras el pequeño le contestaba con una inocente sonrisa, la puerta del bar se abre de nuevo asomando la figura de un adolescente, se trataba de Paco el hermano de Quique. -¿Qué tal te fue hermanito? Que ganas tengo de que saquéis el disco. – Preguntó Paco con muchísima avidez de saberlo todo, su hermano mayor es su gran influencia. – Sabéis que yo estoy aprendiendo a tocar, dentro de unos años yo también formaré mi propia banda. -Es verdad se ha juntado con el hermano de Marifé, va a ser un relevo bastante interesante. – Comentó Joaquín haciendo referencia a Álvaro. Las carreteras de la ciudad estaban invadidas por Simca y Chrysler, su proximidad con la factoría Barreiros fabricante también de los lujosos Dodge le podría dar perfectamente dar el sobrenombre de la Ciudad Simca, predominaba sobre todo los modelos mil y mil quinientos. También varios mil cien un modelo que sería mejorado por el Simca mil doscientos, un verdadero tanque de cinco puertas, fuerte y robusto. En el barrio, el único hombre que tenía dos coches y los tenía iguales era Chicho, el rey de los motores, tenía dos Simca mil, uno amarillo con el techo negro, y otro completamente de azul marino. Era habitual en sus ratos libres, verle trastear con el motor, manipulándolo constantemente, siempre manchado de grasa y escuchando rock n roll en la radio. La cara de Chicho con alguna secuela de la paliza que

recibió de los motoristas del barrio de al lado, podía reflejarse perfectamente, que ya estaba integrado en la absurda pugna y rivalidad entre las dos bandas de motoristas, aunque no tenga moto, sabe perfectamente que como mecánico clandestino era el mejor, pensaba que aquella paliza fue un aviso, o más bien la envidia de que ellos no tuvieran un mecánico como él. Pero no paraba de maldecir ese día y su mayor deseo era encontrar a cada uno de ellos, solo y sin nadie más para poder ajustarle las cuentas. Chicho, es un hombre muy alto, de fornidos brazos y no necesita la ayuda de nadie para poder partir la cara a quien intente agredirle. Mascando tabaco mezclado con chicle cierra con furia el capó donde guarda el motor y se sienta en el asiento del conductor, embraga arrancando el coche marcando la rueda. creando una huella en el lugar donde estuvo aparcado como cual lobo que marca su territorio, cortando el viento y partiendo rumbo a los recreativos de la iglesia, donde espera reunirse con los chicos que frecuentaban el bar Oasis. Allí pasarían largas tardes, a golpe de billar y futbolín, entre moneda y moneda, consiguiendo grandes puntuaciones en las máquinas de pinball. De vez en cuando en compañía de las chicas, Mamen, Cristina y Pili, con un ambiente tranquilo, evitando la tensión, los otros pandilleros llevan días sin aparecer por el barrio y eso era un arma de doble filo para ellos, podían pensar que el ambiente estaría más tranquilo, o más bien todo lo contrario, y estarían preparando algo más grande. Como era habitual, la tranquilidad se rompió a golpe de cuchicheo, un enorme corro de señoras perfectamente ordenadas en círculo, hizo sospechar a Lupi que le desconcentró de su habitual partida de petacos, el chico no paraba de observar por el ventanal como aquellas mujeres hacían gestos de desaprobación y algunas de temor. Pudo percibir en la lejanía algunas palabras, Loli, atropello, motoristas, jaleo, fuga. Por unos instantes su cerebro comienza a carburar como el motor de su propia motocicleta y a la misma velocidad que se calienta sus cilindros, pega un fuerte manotazo a la máquina saliendo como una exhalación hacia la calle para poder escuchar con más detenimiento la conversación. -¿Qué te pasa lobo? – Dijo Miguelón con cierto aire de guasa, saliendo a la calle tras Lupi. Los chicos se convierten en el blanco de las miradas de aquellas señoras, y una de ellas hace un gesto despectivo hacia ellos. -¿Qué vuestra merced señoras? – Gritó Lupi totalmente enfurecido saliendo hacia la calle. -Míralos como se encaran que valientes. – Contestó una de ellas mientras aumentaba aun más la tensión. – Habéis atropellado a una chavala en San Nicolás y míralos tan panchos. -Nosotros no hemos sido. Habrán sido los pinches, ¡No nos carguéis la culpa de todo, señora! Exclamó con mucha rabia Lupi. -Me ha dicho la portera que la chica está muy mal, ya podéis andaros con ojito que la policía os va a dar una tunda turunda. – Dijo la señora mientras Lupi se metía para dentro de los billares sin hacer mucho caso y con gran enfado. En esta ocasión, la mala fama que tenían ambas bandas de motoristas se juntó con la más terribles de las fatalidades, los pinches habían estado en la zona del Cruce practicando piruetas con las motos, y tras permanecer un rato decidieron marcharse con tan mala suerte

que poco después, el semáforo situado en dicho lugar que separa dicha barriada de Villaverde Bajo, tenía muy mala fama ya que cambiaba de repente siendo un elemento muy peligroso, estaba muy mal programado, era habitual que se produjeran muchos choques leves sin importancia, hasta esa mañana que se produjo un doble atropello, primero el de un niño que se dirigía a la escuela, y acto seguido horas más tarde Loli la novia de Lolo fue atropellada por una moto según un testigo, la gente estaba más que harta y decidieron perder el miedo a la policía y realizar una manifestación de protesta con el objetivo de llamar la atención de las autoridades, pero también jugándose el tipo ya que es algo que en la España de 1971 estaba totalmente prohibido. Los vecinos de la zona decidieron hacer una concentración por su propia cuenta y riesgo, el boca a boca entre los corrillos hizo su efecto, y en la tarde del día siguiente más de cien personas entre las que se encontraban Lolo en compañía de las inseparables amigas de su novia, Pili y Mamen, comenzaron a congregarse pidiendo que se hiciera un paso subterráneo, Magdalena ayudada por sus amigas realizó una gran pancarta que hicieron con telas viejas y un par de palos, llamando la atención de los vehículos que transitaban por la carretera de Andalucía. Evidentemente las consecuencias fueron fáciles de prever, tras más de media hora de reunión de vecinos, con indignación en sus rostros que no dejaban ocultar su temor a lo que se avecinaba, pero con el valor que supone la lucha y el esfuerzo de una tarde o temprana recompensa, que no es otra que el objetivo de la manifestación. En dirección sur, se podía escuchar aun lejanas las desagradables ruidosas sirenas de vehículos Land Rover y Seat mil quinientos de la policía, el sonido iba aumentando y ya se podían percibir a lo lejos su triste y lóbrego aspecto y su carácter represivo. Se trataba de un convoy de ocho los vehículos seguidos, por cuatro furgonetas más, donde solo iban los conductores, evidentemente su intención era la de detener al mayor número de personas para aplicarles los habituales y crueles correctivos, que les permitía hacer la ley de peligrosidad social. Y más que peligrosos antisociales, lo que había en la manifestación, mujeres amas de casa, hombres recién llegados del trabajo y niños que habían terminado sus clases. Los coches de policía, rodean toda la zona del Cruce, para evitar que no haya escapatoria. Aparcan de manera brusca, donde comienzan a salir hombres armados con porras y escudos de metal. Los chicos motoristas sintieron curiosidad por la manifestación y se acercaron justo en el momento que los policías habían terminado de replegarse. -Se va armar la de San Quintín. Cuatro furgonas y ocho coches – Dijo Miguelón con voz muy temerosa y sorprendida. -Vámonos que nos van a coscorronear a nosotros los primeros. – Dijo Chechu. -No seas cagueta hermano, cuantas veces hemos conseguido escapar de situaciones peores, han dicho las porteras que la manifestación es para que les hagan un poco de caso, nosotros podemos correr con las motos, toda esa gente de ahí no, y mira quienes son… Familias enteras. – Contestó Juan con un tono muy aguerrido. – Hombres, mujeres y niños, chavales de nuestra edad, veo pocos, vamos para alla. -¡Quieto no seas loco! Quedémonos aquí, Chechu tiene razón, como este hay don Abilio ya la llevamos clara. – Apuntilló Lupi sujetando con fuerza el brazo de Juan que parecía dispuesto a poner en marcha la moto. De uno de los mil quinientos, se bajó un hombre en traje y corbata, gafas oscuras y bigote

estrecho, con aires de superioridad y haciendo miradas despectivas, parece indicar que se trata del jefe del operativo, que no paraba de dar órdenes y gestos a todos los policías replegados. -Muy bien, muy bien señoras y señores ciudadanos, tienen un minuto para abandonar la zona o las consecuencias pueden ser catastróficas para todos vosotros. – Dijo aquel hombre con voz imperativa y enérgica, mientras la gente hacían caso omiso según avanzaba cada segundo, el tiempo de impaciente espera se iba agotando, y efectivamente pasado un minuto, levanta el brazo, y todos los hombres perfectamente uniformados y equipados corren en dirección a la multitud porra en alto y escudo en el pecho, como cual soldado medieval fuera a una batalla, creando un panorama desolador lleno de destrucción, de golpes, gritos y sangre derramada por la arena carente de acera y el agrietado asfalto. Al día siguiente, en cualquier lugar del barrio no se hablaba de otra cosa, aquella cruel acción policial que no tuvo ningún tipo de piedad, ni con una mujer embarazada que recibió una brutal paliza, y así mismo como algunos policías se negaron a actuar y recibieron una dura reprimenda de su jefe. Aquella acción al igual que las que ocurrían año tras año en la factoría Barreiros semanas antes del adviento, hizo a la gente ver su capacidad de lucha a la hora de reivindicar cualquier cosa por el bien de la comunidad, hizo a la policía reforzar su vigilancia, apoyada también por el cuartel general de ingenieros, Franco tenía uno de sus órganos de represión con un cuartel militar en cada barrio, aumentaron los efectivos, algunos de ellos eran chavales del propio barrio. Los músicos habían terminado por fin de grabar el magneto y la casa de discos tenía la última palabra en la fecha de su publicación. Lupi al igual que Chicho también fue sorprendido por los llamados Pinches, a consecuencia del clima de terror y de rabia incontenible por parte de los motoristas que, continuamente complicaban el asunto cada vez más debido a la reputación de gamberros que tenían, Nando había tomado prestada la moto de su amigo Lucas, y sorprende a los chicos entre el espacio del bloque doscientos cuatro, pidiéndoles explicaciones sobre la paliza a Lucas y por el atropello a Loli provocando un enorme clima de tensión. -Pero vamos a ver, en qué idioma tengo que hablar, que nosotros no hemos pegado ninguna paliza a nadie, si quieres te lo digo en ruso, ¿Ves la cara de mi amigo Lupi? Mira, le han dejado peor que a tu amigo Lucas, a Chicho también le han pegado el otro día. - Explicó Nando con bastante enfado. -¡Mírale, esta si que es buena! - Exclamó Beto saltando de la moto. - Mira nano, vamos a ver si logro que nos entendamos, más los niños esos de las motos no son ningunos santitos, que nosotros malvivimos en chabolas, no nos quieren ofertar ningún trabajo, mas que tampoco nos miran bien en el barrio, no quiere decir que seamos causantes de todos los males. - Explicó enfurecido acercándose al joven de manera desafiante. - En cuanto la paliza a tu amigo, a nosotros también nos han dado palizas. Ya estoy harto de ser el sospechoso de todo el mundo en este mundano barrio. -Traquilizáte y no me levantes la voz. -Dijo Nando repeliendo el desafío. Tras unos segundos de frío silencio y miradas llenas de odio, los chicos oyen el llanto de un niño, ambos motoristas por un momento olvidaron su rivalidad y decidieron acercarse guiados por el triste sonido, tras cruzar la esquina ven a un niño de unos diez años sentado en el suelo llorando.

-¿Que te pasa chico? - Preguntó Nando agachándose para tranquilizar al niño. -Unos quinquis me han robado el balón. - Dijo el niño entre sollozos -Los del rancho. - Afirmó con gran rotundidad Nando mirando a Beto. -A mi no me mires, yo soy de Orcasitas, y no todos los quinquis robamos. - Dijo Beto. -Me lo habían traído los reyes magos, dijeron mis padres que les costó mucho esfuerzo traerlo de Oriente, con lo lejos que esta. - Continuó el niño. -¿Ha sido ahora mismo? - Preguntó Beto. -¡Si claro! - Gritó el niño con mucha rabia levantándose -Pues no perdamos tiempo, vamos para allá. - Dijo Beto con mucha decisión. -¿Vamos quienes? - Preguntó extrañado a su rival y prácticamente enemigo. -Los que tengan agallas, los que no, ¡Que se queden! - Exclamó Beto retando a Nando con mirada desafiante. -Tú estas más loco de lo que yo pensaba, mas sabes lo que te digo. Que vamos los dos. Nando corrió hacia su moto y la arranca sin titubear. El fuerte sonido provoca que Beto realice la misma acción, momento en que hace acto de aparición saliendo de uno de los bloques cercanos Magdalena y Cristina, Nando les explica lo sucedido y Cristina sin dudarlo un segundo, se presta valientemente a ir en la moto de su amigo para ayudarles a recuperar el balón. -Es peligroso Cristina, no seas chalada. - Añadió Magdalena con mucho temor. -Tú te quedas con el niño, y tú Nando me llevas en tu moto, me voy corriendo cuando encontremos el balón, lo recojo y salimos a toda pastilla. -En fin que remedio, tener mucho cuidado por favor. - Dijo a su amiga con bastante preocupación. - Te vienes a tomar una Fanta mientras esperamos a mis amigos. - Concluyó Magdalena preguntándole al niño. -Dime como te llamas. -Tomás, me llamo Tomás. - Respondió el niño mientras poco a poco se tranquilizaba al sentirse seguro. Los dos motoristas salieron a gran velocidad con la compañía de Cristina rumbo a los barrizales que señalan el final del barrio para adentrarse en otro arrabal más siniestro aun, el rancho del Cordobés, lleno de casas prefabricadas vestidas de pobredumbre y donde el peligro acecha cada palmo y en cada casa. Al llegar los chicos hacen callar los motores de sus motos, Cristina se baja de la moto mostrando en su cara cierto nerviosismo, Beto en cambio continuaba con su perfil de duro, mientras que Nando al igual que sus compañeros de aventuras, demostraba cierto temor pero trataba de sentirse bien seguro para poder impresionar a la chica. Beto saca de su bolsillo un cigarro y lo enciende caminando sin contar con la aprobación de nadie. Su mirada desprendía violencia y antipatía, mientras daba fuertes caladas soltando el humo por la nariz como cual dragón que se precie. El joven siguió

caminando, con la impresión que para él, dicho terreno no era desconocido, el sonido de unas voces le hace emprender rumbo hacia adelante, mientras Nando y Cristina comenzaban a sentirse algo más nerviosos pero decidieron seguirle. -Vosotros quedaros ahí. - Dijo Beto con frialdad en la mirada. - Creo que ya se quienes son, y si son los que me imagino, no hay problema, son perros ladradores poco mordedores. Agarramos el balón y nos damos el piro. Los chicos hicieron caso al experimentado motorista, no habían pasado dos minutos cuando vuelve con una sonrisa cínica y con aires de gran chulería, hace gestos de que se suban a la moto, haciendo él lo mismo arrancando y empuñando el manillar con fuerza. -Son unos quies que siempre estan dando el queo, tú chavala te bajas de la moto y sin miedo corre hacia allá, aprovecharemos cuando el balón llegue a donde estás, que nosotros estamos aquí, y cuando veas el balón corres lo agarras y nos abrimos. - Explicó Beto a Cristina. -¿No será peligroso? - Preguntó Cristina. -Ellos no se lo esperan, a estas horas ya estarán casi todos beodos perdidos, cuando alguien lance el balón lejos, lo recoges, te subes a la moto que mas cerca te pille y salimos como cohetes. - Continuó Beto explicando su estrategia. No hizo falta que los chicos llegaran a exponerse a tanto peligro, el balón salió disparado, volando muy cerca de donde ellos se encontraban, Cristina no dudó un segundo y pegando un grito corrió siguiendo sus botes hasta que pudo agarrarlo, momento que las motos rugieron y Nando fue hacia su posición para que ella montase, y velozmente ambos motoristas y rivales salieron tan deprisa como los motores de sus motos le permitieron, ante la sorpendida mirada de un grupo de chicos con aspecto muy desaliñado, que al ver alejarse las motos les juraron venganza con fanfarrones gritos. La cara de felicidad del niño, y de satisfacción por parte de sus improvisados héroes, fue recordada por dichos protagonistas como una de las anécdotas curiosas, la gente del barrio no podía creerse que Nando y Beto, sobre todo Beto que tenía una fama de matón desde hace mucho tiempo, estuviesen juntos dos personas tan diferentes cuyo único nexo en común era la pasión por las motos que ahí derivaba en su rivalidad. Para Cristina en cambio, la experiencia fue como un auténtico estímulo de adredalina, que hizo aumentar su confianza en sí misma, haciéndose ver que era un mujer que podía pisar terreno de hombres y compartir con ellos sus aventuras, una anécdota que ansía contar a Lupi para demostrarle de lo que es capaz. Algo impensable para la mayoría de las chicas de su edad, dicha fama le permitiría tener una reputación bastante atractiva para los chicos, pues a muchos les encantan la mujer aventurera.



14 El año continuaba avanzando con el implacable paso de los meses y sus condiciones metereorológicas, los músicos continuaban esperando con una enfermiza ansiedad la publicación de sus discos. La incertidumbre les hizo sospechar que tal vez alguien les estaba perjudicando. Desgraciadamente estaban en lo cierto, Mamen y Pili tras su salida del Luís Vives y su posterior ingreso en la universidad, habían sido invitadas a una fiesta en la Complutense donde reconocieron con extrañeza, la cara de un hombre que ellas veían con bastante asiduidad en el barrio en compañía de Quique, aquel individuo era José Javier que por envidia se había servido de su experiencia para contactar con gente de diversas casas de discos y crear falsos bulos sobre ellos. Las chicas fueron buscando por los bares donde solían moverse el grupo “Estridentes”, sin logar su objetivo hasta que por fin dieron con sus chicas en las galerías comerciales que hay en frente de la comisaría del bloque ciento uno. Las chicas entraron corriendo en el enorme local, formado por pequeños establecimientos perfectamente ordenados donde podían despacharse, frutas, toda clase de carnes, embutidos, pescados y también una panadería al fondo, casi lindando con el recién inaugurado gimnasio de Luís Vives. -¡Paloma, Paloma! - Gritó Mamen saliendo a su encuentro y deteniéndola. -¡Dime chavala! ¿Que ocurre? ¿Donde esta el fuego? - Exclamó Paloma con enorme sorpresa. -Tenéis que saber algo que me he enterado de casualidad. - Dijo Mamen mientras trataba de recuperar el aliento. - A vuestros maridos los están traicionando, unos niños bien que van vestidos de hippies del centro de Madrid. -¿Pero que estas diciendo, como lo sabes? - La faz de Paloma aumentaba su sorpresa. -Me he enterado de chiripa, hasta que no escuché el nombre de ciudad los Ángeles no sabía de quien se trataba, pero un hombre con unas largas melenas estaba hablando fatal a unos señores bastante bien vestidos, que luego me enteré que eran gerentes de una casa de discos. - Explicó la chica con la misma cara de sorpresa que tuvo cuando contempló dicha escena. -¿Largas melenas? - Preguntó pensativa Paloma. - Y vestido así como muy a la moda, pantalones de campana, ¿Y podría llevar un chaleco vaquero con manchas rosas en la espalda? - Concluyó Paloma mientras su gesto de sorpresa se transformaba en gesto de ira. -¡Si! Exacto, es como si le estuviera viendo ahora mismo. - Dijo Mamen. -Maldito sea, el José Javier ese. Ya decía yo que no me gustaba un pelo ese chico, se le veía muy falsete. Ya ves piensa mal y acertarás, ¿Pero estas segura chiquilla? Mira que nos estamos jugando mucho. - Concluyó Paloma. -Sí, claro que sí, además en varias ocasiones lo dijo bien claro, los Estridentes. Verás cuando se entere Enrique. - Dijo Mamen haciendo gestos con las manos. Loli se fue recuperando de las terribles heridas que le dejó en las piernas aquel atropello,

saliendo a pasear casi todas las tardes, caminando con dificultad apoyándose en una muleta de madera, con la ayuda y la compañía de sus amigas Luisa, Marifé y su hermosa hija que poco a poco con el dictado del tiempo iba creciendo. -Fue de repente, se me echo encima esa maldita moto, y ese maldito hombre, jamás olvidaré su cara de mala leche, pero no era ninguno de los chalaos esos como dice la policía, este era distinto. Era mayor, y con que desprecio me miró, mientras yo me quejaba de dolor tirada en el suelo. No era de aquí, sino ya le habría reconocido. - Explicó Loli con el terror apoderado en su rostro. El sonido de unos motores acercándose hace que gire la cabeza y con mirada de sorpresa, descubre a los chicos que habían sido recriminados días antes. Ellos miraron a las chicas y con un gentil gesto se acercaron a saludar. -Hola, ¿Eres tú Loli la chica que atropellaron? - Preguntó Miguelón. -Sí, soy yo, como ves ya estoy algo mejor gracias, oye chico, que lamento mucho todo el mal entendido que hubo, ya he hablado con los policías, podéis quedaros tranquilos, siento todo lo que ha pasado. - Respondió Loli con gesto de preocupación y remordimiento de conciencia. -No te preocupes chavala, es nuestro devenir por la vida, tienes una moto, te dedicas a hacer piruetas, pues ya eres un gamberro, ¿Que le vamos a hacer? - Añadió Miguelón mientras arrancaba de nuevo la moto. - Pero bueno no te preocupes no le des importancia, celebro haberte conocido Loli, yo me llamo Miguel y aquí estaré para lo que gustes. -Gracias Miguel, cuídate. - Se despidió con una enorme sonrisa la chica, mientras los motoristas emprendían de nuevo rumbo hacia el poblado agrícola o tal vez a los descampados cercanos al colegio. Mientras tanto en el patio del colegio, los chiquillos continuaban con sus habituales juegos, observados desde la valla por el comisario don Abilio, que fumando un cigarro no perdía ojo a José y a Sixto el cojo, cuando el hombre se encontraba aburrido y no había actividad quincallera, se disponía a seguirles como si fuese su sombra, bien sabe por su experiencia que, sería los futuros delincuentes del mañana. Un futuro que sin duda él ya no viviría de manera profesional pues estaba a un paso de la jubilación, pero si bien, le serviría para aconsejar a su predecesor de quienes son y que es lo que hacen, algo muy habitual en los policías que sirven sus últimos años de servicio. -Buenos días don Abilio, ¿Que se le ofrece? - Escuchó una voz sobre su espalda, gira la cabeza y descubre con sorpresa que se trata de don Natalio. -Buenos días tenga su merced, ¿Dígame caballero la policía esta al servicio del ciudadano? Respondió gentilmente el saludo. -Nada, solo que veo que no para de observar a ese par de crios. - Añadió don Natalio. -Sí, ese par de críos, ese par de cabroncetes, mejor dicho, fuman, conducen coches y se dedican a practicar su puntería con los carteles de los bares. - Respondió don Abilio con una fuerte carcajada sacando su pipa y su tabaco. -Sabes de sobra que llevan una vida muy arrastrada, no tanto como esos golfos del rancho pero... Sabes bien, que a ese chico su padre le muele a palos todos los días, y al pobre de

Sixto le atropellaron los gamberros de Orcasitas. -Lo se, lo se, yo estuve en esa persecución, malditos bastardos, ¿Que se han creido que son Steve Mc Queen o qué? - Dijo don Abilio mientras ahumaba su cara con su pipa. - Este era un barrio tranquilo, de gente trabajadora, no había líos, y desde que llegaron estos cabrones con sus motitos y su música ratonera, se ha convertido en una vorágine de violencia. -No exajere, son buenos chicos, yo los conozco bien, a los de la música ratonera, acaban de grabar un disco, los motoristas simplemente hacen piruetas para conquistar a las chavalas. Respondió con aires de sorpresa don Natalio. -Eso es lo que os pierde a vosotros, los rojos, que sois demasiado liberales, demasiado blandos, lo consienten todo, por eso os dan siempre las ostias en el mismo sitio. - Dijo don Abilio con cierto aire de prepotencia, mientras el gesto de sorpresa aumentaba en el rostro de don Natalio. - Sí, si, rojo, he dicho rojo, pero no se preocupe, su secreto esta a salvo conmigo, la guerra por suerte ya terminó y vivimos la paz gracias al generalísimo. ¿Que se cree que no se su pasado? ¿Que usted fue un maqui y que estuvo con el Maragato en Ávila? ¡Que la policía no es tonta caballero! - Exclamó don Abilio con una fuerte carcajada. -Yo ya cumplí mi dura condena, condena casi de muerte, vi morir de tuberculosis a muchos inocentes cuyo único delito fue el de... - Dijo don Natalio con un fuerte enfado mientras don Abilio le interrumpió evitando que termine la frase. -No se meta en arenas movedizas, no se meta en más jaleos, cállese, no diga cosas de las que pueda arrepentirse. - Respondió don Abilio restando naturalidad y aumentando su estado prepotente creyendo estar en su comisaría. -En fin , si no estoy detenido, me voy. - Concluyó don Natalio emprendiendo el camino a fuertes zancadas de rabia. -Vaya usted con Dios caballero. - Dijo despidiéndose el comisario con una fuerte carcajada, mientras seguía contemplando a los chavales y sus juegos. -Ay cabroncetes que pena que cuando seáis mayores yo ya estaré jubilado. De repente un estruendoso sonido de viejos y cascarillados motores obligó a girar bruscamente la cabeza, cual fue su sorpresa al comprobar que no se trataban ni de los motoristas de la Ciudad, ni los de Orcasitas, sino unos pandilleros del rancho del Cordobés, con vestimentas desaliñadas y apestando sudor y nicotina a metros de distancia. Don Abilio con gesto de sorpresa y asco se pone en mitad de la carretera y levanta el brazo ordenando el alto, obligando a pararse la primera de las motos, conducida por un individuo de unos treinta años con cara de muy pocos amigos. -Alto, ¿Quien vive señores? - Se dirigió con voz fuerte y grave al grupo de motoristas. -Señor comisario, ¿Es delito pasear? - Dijo aquel hombre que parecía ser el jefe del grupo. -No, no lo es, si vais de buena fe. - Respondió don Abilio observando el resto de la cuadrilla. -Y de buena fe vamos, andamos buscando a unos amigos nuestros de aquí de la ciudad. Replicó aquel hombre.

-Amigos ¿Amigos de la ciudad? Ja, no me haga usted reír, anda volved a vuestro rancho antes de que vaya a la cabina a pedir refuerzos. - Exhortó el comisario, mientras que el grupo de motoristas sin pronunciar palabra deciden dar media vuelta y largarse por la misma dirección por la que aparecieron. -¿Que demonios habrán echo estos chalaos para que vengan los del rancho a por ellos? Estos puñeteros hippies son más imbéciles de lo que yo pensaban, ¿Tienen ganas de suicidarse o qué? Será mejor que vaya a darme una vuelta al Oasis o al los billares a investigar que diantre esta pasando. Esa misma tarde a la habitual salida del trabajo de la factoría, los chicos al abrir la puerta del bar, observaron la cara de Marta la camarera con un gesto entre el enfado y el temor. Ella les explicó que de nuevo el comisario le hizo otra visita, y que estuvo muy poco cortés y amable avisando que los del rancho son malos, pero que los de las motos que han venido hace un rato son peores aun, llego a tomarse tres copas y a sacar la pistola soltando toda clase de improperios, y avisó que la próxima vez vendría a la hora de salida del trabajo y que se liaría a tiros con ellos si se vuelve a perturbar la paz en el barrio. -Pero y nosotros ¿Que tenemos que ver con los del rancho? ¿y de quienes otras motos se referirá? - Preguntó con sorpresa Miguelón. -Me temo que se trata por lo de Nando y el fanfarrón del Beto, que ayudaron a recuperar un balón a uno de los hijos de los lecheros, el otro día, habrán venido algunos de sus primitos de otros barrios haciéndose los quies para buscar algún desafío aquí. - Explicó Marta. - El miércoles pasado y la cría loca esa de Cristina también fue con ellos, se metieron en el mismo rancho y les quitaron el balón cuando tuvieron la mínima oportunidad. -¡Maldita sea! Por un puñetero balón la que se va a liar aquí. - Dijo Miguelon con cierto temor. -Pero que se va a liar, si esos son unos cobardes, tú píllalos por banda a uno por uno, y ya verás tú. - Exclamó Chicho. -Sí y a don Abilio ¿Qué? Además el Nando con uno de los de Orcasitas y para colmo la marimacho esa de los billares que anda rondando al Lupi, vaya mezcla, ponemos un circo y nos crecen los enanos. - Apuntilló Miguelón. -Que nunca había visto tan furioso a este hombre, cuando le vi sacar la pistola me temí lo peor, la cosa va en serio, estaros quietos ya, dejaros ya de haceros los machos, va a ocurrir una desgracia, lo dijo muy en serio. - Dijo Marta con el terror permanente en su rostro. Un estruendoso ruido abre violentamente la puerta del bar, ante la mirada de sorpresa asustada de todos los presentes, dos policías irrumpen entrando dentro seguidos por don Abilio que con síntomas de embriaguez, avanza sin titubear. -¡Último aviso chavales! Último aviso, ¿Vosotros tenéis muy poco aprecio por vuestra vida, estáis locos o simplemente sois mongólicos perdidos? - Exclamó dando empujones de rabia a varios de los motoristas, ensañándose de nuevo con Chicho al que agarra del pecho. - ¿Que, te diviertes, te resulta divertido verdad rojo sindicalista de mierda? - Le suelta con rabia de un fuerte empujón con los nudillos del puño y da varios pasos atrás. - Os van a matar, si no lo hacen esos pobres diablos de Orcasitas, lo van a hacer los del rancho, y si no lo hacen los del rancho, lo harán esas cabras montesas que han venido de excursión hace un rato, y si no lo

hacen ellos, lo voy a hacer yo. Me tenéis hasta las narices, ¿Es que hablo en ruso o qué? Os dije bien claro la última vez que va a ocurrir una desgracia, que dejéis tranquilos a esos malditos quinquilleros, ¿Por qué no os dedicáis a cosas normales? Que vais a convertir la ciudad en un campo de batalla, y la guerra gracias a Dios ya terminó hace muchos años, ¿Donde esta la loca esa que juega a los petacos con el Lupi? Que tenga cuidado también. En fin motoricones, la próxima vez entraré a sangre y fuego, vosotros volved a armar jaleo y alborotar a esas ratas andantes, que yo me encargaré de cortar de raíz todo esto. Último aviso, no quiero líos, dejad las cosas como están, ¡Ah! Y cuidadito este verano con liarla como otros veranos pasados ¡Eh! Sed buenos chicos y dejaros de peleas, ya sabéis esto es como en los toros, tercer y último aviso, a la próxima ¡Zas!. - Concluyó marchándose haciendo gestos a la pareja de policías, mientras los chicos no lograban salir de su asombro. Mientras tanto en el bar la ciudad, los músicos cuyas alianzas de matrimonio y sus pobladas patillas y bigotes siguiendo la moda, les delataba que ya iban entrando en años. Se habían reunido para comentar lo que había comentado aquella chiquilla a Paloma. Quique sentía una completa indignación por la traición de aquel amigo suyo de Legazpi. -Yo no te lo quería decir, pero no me gustaba ni un pelo ese tipo. - Dijo Joaquín. - Se creía superior a nosotros, siempre mirando por encima del hombro, creyéndose que venía a un pueblucho. -Bueno ya, déjalo ya. No volverle a ver porque si lo veo le machaco. - Respondió Quique mientras agarraba con fuerza el cuello de la botella de cerveza. -¿Y crees que influirá su palabra para la casa de discos? - Preguntó Ángel. -No, no creo, los Bumpers esos, su single no se vende ni en el rastro y en las verbenas la gente no saben ni quienes son. Simplemente son un grupo para rellenar cartel. - Respondió Quique.

-Muy ruidosos, eso sí. - Dijo Marifé que acababa de entrar en el bar. -Si, poca armonía, dicen que hacen... ¿Como era ese estilo? - Dijo Quique cuestionando a los demás. -Rock progresivo con mezcla de rock duro al estilo Led Zeppelin. - Respondió Joaquín. -¿Qué? - Preguntó sorprendida Marifé, mientras los chicos carcajeaban fuertemente. -Si vamos, los Led Zeppelin de Legazpi, no te jiba. - Concluyó Quique tronchándose de la risa, mientras los demás chicos continuaban con una inacabable sinfonía de carcajadas. -Envidia, pura envidia, por eso tratan de hacernos mala prensa a los directivos. - Comentó Quique con el odio tatuado en el rostro. -Si, pero cuando escuchen el magneto, verás que pronto se edita eso. - Dijo Joaquín. - Tú tranquilo, además tú estuvistes fantástico, menudos dedos demostrastes aquel día. Un espectacular concierto de motores interrumpió la conversación, mientras los demás clientes del bar se asomaban a la puerta y a las ventanas, para comprobar, como la carretera se había convertido en el circuito del Jarama, ocho motos aparecieron a toda velocidad en dirección al interior del barrio. -¡Joder con los motorines, todo el día pa arriba, para abajo! - Exclamó uno de los clientes del bar, mientras miraban a los músicos. -Si verás don Abilio, este cualquier día se lía a tiros con estos zumbaos. - Comentó Marifé. Lo único bueno que hicieron fue el jaleo que armaron para trincar al cerdo ese que intentó aprovecharse de mí. Pero ahora, están continuamente peleándose con unos y con otros, es raro que todavía no haya pasado ningún percance. -Y cuando nació Manolito casi te pillan una vez que ibas a la compra, no se te olvide. - Dijo Joaquín observando como se alejaban a gran velocidad. -Como para olvidarlo, ¡Menudo susto! - Concluyó Marifé con una tímida risa. Los anónimos motoristas, no eran gente desaliñada, no parecían proceder ni del rancho, ni de cualquier ínfima barriada, todo parecía indicar que se trataban de un barrio cercano, al parecer se había corrido la voz, de las continuas peleas entre los motoristas de Orcasitas y de la Ciudad, y ellos habían venido a complicar las cosas. Ellos continuaron atronando cada rincón del barrio, en búsqueda de algún rival con quien poder competir o pelear, no dudaron en tirar besos a las chicas que se cruzaban por el camino, y sonreír sarcásticamente mirando a un lado y a otro buscando camorra. Llegan a los billares de enfrente de la iglesia de San Mateo y deciden entrar. Dentro de los billares se estaba produciendo una escena también algo desagradable, ya que José estaba dando la bronca a Cristina, acusándola de chivata por advertir a su hermano Manolo de las malas y extrañas compañías con las que andaba. Los motoristas deciden ponerse a jugar al billar. Preguntando a unos y a otros por los motoristas del barrio. Esto llama la atención de la dueña, que se acerca a uno de ellos y con voz clara y directa le advierte que no quiere peleas. La gran cantidad de motos aparcadas y los comentarios que se habían producido minutos antes, no pasaron inadvertidos para el

comisario que, harto de tanto vehículo de dos ruedas le estaba produciendo mucha ira. Entra en la sala de los billares, ante el asombro y la sorpresa de la dueña y demás chavales. -Tranquilos chicos, que no soy el coco. - Dijo don Abilio a los niños que se encontraban jugando al futbolín y demás máquinas de pinball. - A ver ustedes. - Continuó andando hacia la posición de los jóvenes y desconocidos motoristas. - ¿De donde habéis salido? -Somos de San Fermín y estamos haciendo una excursión. - Dijo uno de ellos con gran chulería sonriendo al finalizar la frase mirando a sus amigos. Don Abilio también sonríe cuando por sorpresa pocos segundos después decide pegar un fuerte manotazo en toda la mejilla al sonriente chico, desplazándole unos metros tras el fuerte impacto. -¡De mi no se ríe nadie! - Exclamó gritando con rabia el comisario, ante las miradas de sorpresa de todos. - Muy bien, ¿Y que diantre se os ha perdido aquí para hacer una excursión? ¿No andaréis buscando a los locos de las motos, verdad? - Concluyó aumentando el gesto de furia. -No señor, no, palabra de honor, solo hemos venido a echar unas partidas, no sabemos nada ni a que se refiere. - Contestó con gesto de dolor el chico. -Mas vale que sea verdad lo que dices, la cosa esta muy alborotada en este barrio, y no quiero fichajes de última hora por aquí, ya tengo bastante cromitos, ¿Entiendes verdad? - Dijo en tono irónico don Abilio. - Por cierto ¿Como te llamas? -Me llamo Ciriaco señor, y no pienso crear ningún problema simplemente hemos venido a pasar la tarde. - Dijo aquel chico motorista todavía con la cara de sorpresa por el golpe recibido. En realidad aquella pandilla de motoristas, no fueron al barrio de excursión, como era bien lógico, aquellas historias de los enfrentamientos entre las bandas de ciudad los Ángeles y Orcasitas, había llegado a barrios como San Fermín y Usera donde también había numerosas bandas mucho más aguerridas y peligrosas como la de los pinches, y lo que era aun más preocupante, se trataba de los Ratas, la banda con mayor número de miembros. Todo parecía indicar el suelo donde se haya el barrio recién nacido y que comenzaba a dar sus primeros pasos, volvería a ser como antaño campo de batalla como ocurriría en la guerra civil décadas atrás. Con la llegada nuevamente de la época de adviento, los alegres días navideños vestían al barrio con unas bellas figuras, que por las noches daban un especial salero con sus luces a las deslucidas calles y sus desordenados bloques construidos casi todos con locales comerciales que aun se encontraban en un estado virgen, dicha demanda fue aprovechada por las pandillas de jóvenes, los músicos y los motoristas habían coincidido en alquilar para la nochevieja, dos locales juntos, es decir que esa misma noche serían vecinos ocasionales, los futbolistas por el contrario y como era habitual realizarían su reunión en el Alquézar. -Nos ha salido muy bien de precio. - Dijo Marifé. - Además que ganas de poder ir a una fiesta, desde que nació la nana no pude ir a ninguna, y esta vez la podré dejar con los padres de Joaquín. -Sí, nos ha salido a ocho duros cada uno, ya sabes son los locales de los bloques que dan a la

carretera de Andalucía, por cierto no te olvides de llevar una radio para escuchar las uvas. Añadió Paloma. -Recibiremos 1972 a lo grande. Ya no es como antes que para reunirnos teníamos que presentar todos aquellos papeles en la comisaría, que teníamos que poner una lista de los discos que íbamos a escuchar. - Dijo Marifé mientras sostenía a su hija en brazos. - ¿Os acordáis que hasta teníamos que poner las canciones que íbamos a escuchar para que la censura diera su visto bueno? -¡Que locura! El día que nuestros hijos sean mayores y les tengamos que contar todas estas peripecias, no lo creerán. - Comentó Paloma esbozando una enorme sonrisa. Aquella nochevieja, el barrio se tiñó de una fría escarcha que como si una enorme manta helada se tratase, iba cubriendo todo lo que a la intemperie se quedase. Es más, los chicos para recorrer los escasos quinientos metros que separaban sus casas de los locales alquilados se les cubría el pelo de dicha escarcha, como cual tela de araña que apareciera en una pared. La fiesta de los músicos, hombres casados junto con sus mujeres y sus hijos, sirvió para reunir a los demás amigos y amigas que llevaban mucho tiempo sin verse, por culpa de sus obligaciones laborales. Ya dentro del local, la pandilla de jóvenes al completo estaba integrada por todos los chicos y chicas que vieron nacer al barrio con sus juegos infantiles, era habitual en ellos recordar como estaba el barrio cuando llegaron, y compararlo como esta ahora de ampliado. Dentro del local de reciente construcción, la pared estaba completamente desnuda con simples ladrillos, las estufas tenían que estar a pleno rendimiento ya que el implacable frío de la nochevieja madrileña que iba a dar paso de 1971 a 1972, estaba alcanzando temperaturas de ocho grados bajo cero, los niños se encontraban todo bien acurrucaditos y fuertemente abrigados en sus cochecitos, bien vigilados por ojos maternales que no dudaban en acercarse si observaban o escuchaban cualquier acción de los retoños. Las chicas preparaban las uvas, que previamente habían sido peladas y lavadas en sus respectivas casas. Finalmente poco antes de dar las doce de la noche, todos se reúnen en varias mesas de camping donde en el centro, un pequeño transistor de radio a pilas, sintonizaba una de las emisoras para escuchar las campanadas que va a dar paso al año nuevo. Mientras tanto, una vez terminadas de tomar las uvas en sus respectivos hogares familiares, a la altura de las nuevas galerías los futbolistas, todos chicos solteros y estudiantes se cruzaron con los también chicos solteros de la panda de motoristas, donde Lucas y Nando contaban con el enorme dilema de no saber con quien estar si con ellos o con sus compañeros del Rayo. En el local contiguo, los motoristas solos sin presencia femenina alguna, ya que los padres de las chavalas no les permitieron salir, hicieron una fiesta loca y masculina donde las más absurdas apuestas, sumadas a comentarios y chistes machistas, adornados de exageradas carcajadas inundadas de alcohol hicieron la fiesta loca que se recuerda en el lugar. Avanzada la noche, los músicos bailaban con sus mujeres, la música ligera que las radios ofrecían, Camilo Sexto ayudaba a bailar agarrados y Tony Ronald a los que buscaban algo complicidad y romanticismo, los novatos padres siempre con la mirada pendiente en sus hijos, mientras que los chicos del local de al lado escuchaban el rock de grupos como Sweet, embriagados hasta un extremo inimaginable, el alcohol y la música les hizo moverse y salir del local para intentar con escaso éxito, las habituales piruetas con las motos.

-¡Hala! Otro toñazo, vaya manera que tienen estos cafres de empezar el año. - Comentó Julián, sosteniendo una botella de cerveza en la mano riendo silenciosamente, y observando desde la puerta del local como los hermanos Chechu y Juanito perdían el equilibrio una y otra vez cayendo al suelo como fichas de dominó, maldiciendo con la mirada al suelo y levantándose como buenamente podían. -Anda déjalos, que como sigan así, verás que bien van a terminar. - Dijo Marifé saliendo para ver el curioso y patético espectáculo. -¡Eh rubia! ¡Eh mira lo que hago! - Dijo Juanito cuando trataba de sostener la moto haciendo el caballito mientras Marifé sonreía. -Ten cuidado chico que te vas a trompar, ¡Feliz 1972! -Respondió cortésmente sonriendo la chica a mandíbula batiente mientras Joaquín salía a su encuentro para no perderse el ridículo espectáculo. -Esa es la chica que os comenté, la que atrajo aquella mala bestia que nos encontramos en el cruce, que destrozó medio barrio y casi nos mata. - Dijo Lupi señalándola con la mirada. -¡Uf! No me extraña, el cabrito tiene buen gusto, esta bien rica la moza. - Dijo Miguelón con mirada embriagada examinándola de arriba a abajo. -Bueno venga, dos duros a que me mantengo haciendo el caballito recorriendo toda la calle hasta el final. ¿Apostamos? - Exclamó Juanito queriendo continuar jugando con la moto. -No quiero abusar, perderías, no estas en condiciones, el whisky y la cerveza te han dejado matarile. - Respondió Lupi sin parar de sonreír. -Pues por eso, ¿Nos jugamos los duros a ver quien esta más matarile? Ya verás como te gano fanfarrón -Interrogó en forma desafiante a su amigo. -No me gusta abusar, te repito, te vas a pegar una buena castaña, y no me gustaría empezar el año curando las heridas a nadie. - Concluyó Lupi mientras los demás chicos no paraban de reír. -¡Déjalo no seas loco chiquillo! - Exclamó Marifé cuando segundos después comienza a sentirse indispuesta echándose mano a su barriga, comenzó a exclamar y a gemir fuertemente. - ¡Las contracciones! ¡Las contracciones! -¡Rápido! Ayudarme a meterla dentro, y vosotros dejar libre una mesa, tiene que tumbarse, esta a punto de dar a luz. - Exhortó Paloma, mientras Joaquín y Quique con gran nerviosismo agarraron a la chica y con gran rapidez entraron dentro del local. Los chicos corriendo unos hacia sus casas donde aportaron el material higiénico necesario para realizar la improvisada operación, mientras que otras chicas ayudaron a Paloma que ejerció de improvisada matrona, aquel año nuevo, llegó con un feliz desenlace y con un acontecimiento que no olvidaran en sus vidas, en ese local nació en un parto que se inició a ritmo de campanadas, un hermoso niño al que pusieron de nombre Fernando, el cual probablemente se convertiría en el primer nacido de 1972. -¡Hala la parejita! - Exclamó en modo de felicitación Quique.

-Gracias padrino. - Respondió Joaquín mientras observaba como le limpiaban al niño la sangre. - Siempre tendré un cariño especial a este local, siempre podré decir que aquí nació mi hijo. La noche transcurrió de lo más feliz dejando atrás los momentos de nerviosismo, ya que aparte del nacimiento de Fernando, los chicos estaban muy contentos porque la pandilla al completo se había reunido, Loli aun tenía que ayudarse con las muletas debido al atropello que tuvo meses atrás, mantenía la ilusión pues había fijado la boda con Lolo en unos meses, Julián y Emi conseguían tener un momento de respiro ya que ambos estaban absorbidos por su trabajo, lo mismo ocurre con las peluqueras que aun pese a su soltería y sus continuas visitas a las reuniones del Alquézar, dejaban intuir aunque con alguna dosis de intriga que había algún futbolista que las rondase, Joaquín no paraba de comentar los avances sobre la ampliación del barrio, mientras que Ángel y Mariví continuaban bailando con los cuerpos bien juntos. Manolo y Maritere daban muestras de felicidad, aunque en el caso del chico la procesión iba por dentro, las peripecias y las habladurías que había en el barrio sobre su hermano pequeño José le traían por la calle de la amargura. Quique demostró cierta seriedad, no era el mismo que animaba las fiestas, la traición por su amigo de Legazpi, le había cambiado el carácter. Mientras en otro punto de la ciudad nuevo año fue iniciándose con varios sobresaltos, el continúo devenir de motoristas desconocidos para los habitantes de ese barrio, hizo poner a la policía en estado de alerta. Don Abilio y sus hombres durante varias semanas, estuvieron realizando un completo seguimiento y fotografiando cada movimiento sospechoso, como si se tratase de una película de espionaje, una vez terminada dichas labores, se hizo una reunión extraordinaria en la comisaría del bloque ciento uno, en una sala de reuniones, dieciséis de los mejores policías permanecían atentos a todas las explicaciones del comisario, que con un moderno proyector había realizado un gran trabajo, con todo tipo de datos de las nuevas amenazas que paseaban por el barrio. -Caballeros, como bien sabéis aquí hay unos cuantos chalaos con las motocicletas, no quise darles más atención simplemente iban por los descampados haciendo motocross y sorteando toda clase de suertes para lesionarse de mayor o menor gravedad. - Inició la conversación mientras con su mano derecha iba apretando el botón del proyector pasando fotos de los chavales del barrio. - Aquí los tenéis, los hermanos Juanito y Chechu, el guapete de las patillas este que se hace llamar el Lupi, y la mala bestia del Miguelón, nada nuevo bajo el sol, trabajan en Barreiros, son rojetes y se reúnen en los billares de la iglesia o en el bar Oasis con esa camarera tan guapita y esas chiquillas tan monas, ya los conocéis de sobra el problema viene ahora. - Continuó la charla mientras en el reproductor de diapositivas comenzaban a aparecer las fotos de los pinches. - Aquí están, la banda de los pinches, viejos conocidos de todos ustedes, el German, Beto el valenciano, y el hijoputa del Toni el bardeos. Ya sabéis como las gastan, atracan, pegan palizas, arman las de Dios es cristo en las verbenas, vamos que ninguna de vuestras hijas se arrimen a ellos. - Continuó soltando alguna irónica carcajada, y cambió el rostro de su cara con seriedad absoluta. - Y no se vayan amigos todavía hay más, como dice el dibujo de la tele... Lo bueno viene ahora, o lo peor, según se mire. - Observa mientras va mostrando varias fotos de más motoristas en silencio. - ¿Sabéis las que arman estos chicos en Usera? Sí, exacto son ellos. - Asentó con la cabeza observando la cara de sorpresa de algunos de los hombres que les resultaba familiar aquellos rostros. - San Fermín y

Usera, Usera y San Fermín, y si no teníamos bastante con la carroña del rancho del Cordobés, con esas motos de quinta mano o de robada mano, ya tenéis constancia de la gravedad de la situación. - El patones, el curretes, el chivín, el moe, el vikingo, el Briones y todos estos, van todos contra todos. Parece ser que hubo una pelea por donde casa Nicanor el mes pasado con los pinches, es bien sabido que últimamente se les ve más a ellos aquí que en su barrio, no sabemos si con la excusa de las chicas, o buscando más camorras con esos pobres diablos de aquí de la ciudad, el caso es que como podéis observar las fotos han sido tomadas en la ciudad, y los protagonistas, son los que son. - Continuó la charla mientras el desfile interminable de fotos continuaba en marcha. - Rodríguez, encienda la luz. - Exhortó al hombre más cercano al interruptor ejecutando la orden de inmediato. - Ya habéis visto lo que va a ser 1972, tela marinera señores. Esos niñitos con las motos sin querer se han convertido en mierda que no paran de atraer a las moscas, moscas peligrosas, moscas violentas, moscas putrefactas, y nosotros vamos a ser los matamoscas, a sangre y fuego tenemos que ir, ¿Recuerdas lo que te hizo el bastardo del chivín en el puente del Manzanares señor Ruiz? ¿O las que armaba el Briones ese desde Usera hasta Delicias? - Preguntó a uno de los hombres de la primera fila que mostraba una enorme cicatriz en su mejilla izquierda. -Ganas que tengo de encontrármelo cara a cara. - Dijo Ruíz con desprecio en la mirada. -¿Y tú González, recuerdas en 1969 las que armaron en la verbena de la ciudad? Que a uno lo dejaron en paños menores, se lo quitaron todo y encima le zumbaron pero bien. - Concluyó don Abilio cerrando el puño con rabia y fuerza. -La de este año puede ser tremenda si no lo impedimos. - Comentó González con gesto serio. -No lo dudéis y disparad, se acabaron las contemplaciones, esto ya no son simples atracos o simple peleas entre niños de barrio, esto son bandas organizadas, que quieren ampliar sus territorios, su radio de acción, y nosotros no podemos permitirlo y punto en boca. - Dijo don Abilio mientras terminada de ordenar todas las diapositivas. - Hay que ir a por ellos, voy a crear un operativo especial, en menos de una semana podremos acabar con ellos. -Y ahora además los vecinos del cruce que se van a volver a manifestar por lo del semáforo loco. - Añadió Rodríguez. -Sí ese maldito semáforo, a ver si los operarios del ayuntamiento lo arreglan o lo mandan a tomar por culo de una vez, ¿Y cuando crees que se van a reunir? - Interrogó don Abilio con cara de sorpresa. -Se oye de viva voz por ahí, creo que mañana por la mañana. - Respondió Rodríguez. -¡Ah! Sí, pues esta vez nos encontraremos bien preparados. - Dijo don Abilio sonriendo. Muchachos, preparad bien a vuestros hombres, mañana va a ser un día muy completo, daremos curritos a los manifestantes por la mañana, más por la tarde iniciaremos la cacería de esa escoria motorizada. Quiero todas las armas bien preparadas, y a todos en perfecto estado de revista. - Concluyó el comisario mientras todos los demás con caras de circunstancias se imaginaban otra batalla campal. Efectivamente al día siguiente, en el mismo lugar que separa la carretera de Andalucía de Villaverde Bajo, en el Cruce, y en ese maldito semáforo loco causante de tanto choque y de

esos atropellos, empezó a aparecer gente, de un lado y de otro, obreros, sus mujeres, los motoristas de la ciudad, también los músicos, y mucha gente joven que veían que había que jugarse el tipo para que la situación en la zona mejorase. Nuevamente como ya ocurriera en otra ocasión el desagradable sonido de sirenas de policía, acercándose a la zona, daban el inicio a una difícil jornada, el temor iba vistiéndose en el rostro de la gente, salvo raras excepciones como fue el caso de don Natalio, ya que dicha situación le hizo recordar sus andanzas de joven que tan en secreto había callado. Las furgonetas y los coches patrulla fueron llegando y rodeando todo el Cruce, los agentes se bajaban tomando posiciones claramente ofensivas, entre ellos apareció con gesto serio y cínico don Abilio, que acercándose a la cabeza de la manifestación no dudó en vomitar toda su ironía. -¿Os habéis creído que esto es Mayo del sesenta y ocho o qué? - Dijo mientras sacaba de su gabán su pipa algo sucia y desgastada. - Ya os estáis volviendo a vuestras casas, se nota que las jornadas de trabajo no os agotan, que después queréis más guerra. - Continuó mientras observaba a todas las demás personas. - Vaya, vaya, reunión de pastores, oveja muerta. Pero si estáis todos, hasta los rockeros, los motoricones, por cierto andaros con ojo que sois el objetivo de gente muy peligrosa. - Dijo acercándose a la juventud y dando media vuelta mirando a sus hombres concluyó su particular discurso de terror. - Tenéis dos minutos para abandonar la zona, si no lo hacéis va a ver llanto y dolor aquí. Estáis avisados. -Dijo mientras se acerca a él avanzando sin temor don Natalio. -¿Que vuestra merced rojo asqueroso, maqui delincuente asaltador de curas y perturbador de monjas? - Dijo mientras el viejo guerrillero se acercaba cada vez más. -¡Franco, Franco, Franco! - Gritó don Natalio alzando el brazo derecho con la mirada cegada de rabia y odio. - Griten todos conmigo... ¡Franco! ¡Franco! - Continuó mientras toda la gente mirada de manera perpleja y también levantaban el brazo viendo una posible salvación de evitar una paliza asegurada, don Abilio rápidamente ordenó a sus hombres que se retirasen. -Maldito seas, rojo inmundo, como te las sabes todas viejo zorro. - Dijo el comisario mientras con el brazo continuaba a sus hombres que se retirasen. -¿Pero por qué nos da esa orden señor? - Preguntó asombrado uno de los policías. -Tú no sabes insensato, que no podemos actuar contra gente que haga vítores a nuestro generalísimo... ¡Retirada, maldita sea!... ¡Vámonos! -Exclamó loco de rabia mientras los policías entraban de nuevo en las furgonetas. El alivio y la sorpresa de la gente fue reflejado en el rostro como aquel que le hubiese tocado la lotería, todos los que allí se habían congregado no dudaron en un instante en expresar su júbilo, era como si en aquella tarde invernal y gris hubiese llegado un soplo inesperado de libertad.

15 1972 continuaba su avance con la llegada de la primavera, en el mes de Abril por fin la casa de discos se había puesto manos a la obra para la edición del primer single de los Estridentes, se hizo una tirada muy limitada de copias, los empresarios no estaban dispuestos a arriesgar ni lo

más mínimo, la sorpresa vino al mes siguiente que como si fuesen las propias aguas de Mayo, aquel single gustó mucho sobre todo en las discotecas de moda psicodélica, se oye comentar que los hippies de Ibiza no paraban de escuchar y aquel modesto grupo se había convertido prácticamente en un grupo de total adoración en ese lugar. Prueba de ello fue, que tras el verano decidieron editar todo el resto del magneto, un single “extended play” de cuatro canciones, esta noticia lógicamente despertaría el entusiasmo de los músicos del barrio pero también la ira y la rabia de su rival y falso amigo del grupo Bumpers. Los chicos decidieron dedicarle más horas al ensayo y a la elaboración de más temas en sus ratos libres y los fines de semana, a la espera de que los empresarios les ofrecieran la grabación del prometido “long play”, siempre se reunían en el bar Piedrahita algunas veces con sus mujeres y sus pequeños retoños y en otras ocasiones solos. -Ya os dije hombres de poca fe, que este estilo de música iba a funcionar, os lo dije se han agotado el single en un mes y el siguiente también va camino de ello. - Dijo en pleno estado de euforia Joaquín. -Lo se Bitel, pero te olvidas de un pequeño detalle, se ha echo una tirada muy limitada, tan solo un par de radios han promocionado el single, ahora eso sí, lo de las Baleares ha sido todo un golpe de efecto, ahí yo si creo que nos llamaran pronto para pedirnos que hagamos más cosas. - Comentó Quique aunque no muy contento. -Y otra cosa más, no te olvides de que si tiene éxito esto, tu amiguito ese de Legazpi va a tratar de trabaros otra vez. - Dijo Paloma mientras sostenía en brazos a Manolín algo ya crecidito. En ese preciso instante hacen aparición en el bar, abriendo la puerta Lupi y Miguelón que al mirarles no dudaron en acercarse. -Sois un grupo fetén, el otro día me compré vuestro disco en el rastro y me ha gustado mucho, a ver si sacáis más. - Dijo Lupi a los músicos. -Me alegro que te guste, y muchachos, procurar tened cuidado, tenéis a la policía y a esos andrajosos muy pendientes de vuestros movimientos. - Dijo Joaquín acercándose a la barra para pedir más cervezas. - Pon otras cinco más por favor. -No os preocupéis pero gracias, son perros ladradores poco mordedores, en cuanto a la policía no es ningún delito hacer piruetas en el poblado agrícola o en los descampados de aquí.-Explicó Miguelón mientras él también pedía cervezas. -Yo se muy bien lo que me digo, nosotros tampoco hacemos nada y hace unos años nos pegaron una soberana paliza cuando íbamos a una fiesta porque nos vestimos como los Beatles. - Comentó Lolo. -Cierto nosotras lo vimos todo, por suerte no nos tocaron, pero pasamos un miedo enorme, de verdad chavales, tened cuidado, esto parece un ambiente de guerra, se ven muchos coches de policía, iban disfrazados, y esos cafres del rancho y de no se donde más, dando vueltas y diciendo burradas a las chicas. - Aconsejó Marifé mientras su pequeña no paraba de berrear. Y bueno chicos, yo me retiro que la sirena de Barreiros me avisa de mis obligaciones maternales. - Concluyó la chica mientras acurrucaba en su cochecito a la pequeña Luz.

En otro lugar de la ciudad, concretamente en los poyetes cercanos al colegio Luís Vives, Mamen y Cristina estaban sentadas comiendo pipas que habitualmente compraban en la tienda de chuches, habían quedado en la puerta de su viejo colegio, a la espera de que unas amigas suyas salgan de clase. -¿Como te atreviste a ir tú sola con ese pirao y el Lucas? - Preguntó Mamen sorprendida al contarle Cristina su particular hazaña de hace unos meses. -A ver, ¿Que iba a hacer? Estaba ese pobre niño que le habían quitado el balón y no podía permitirlo, si fíate tú que esos dos chicos no eran amigos y se unieron para hacer lo mismo. Respondió Cristina mientras sacaba de la bolsa un puñado de pipas. -Eso sí, fue emocionante, me bajé de la moto mas tuve la suerte de que el balón vino hacia mí, me monté rápido y salimos al galope. - Concluyó sonriendo. -Y a ver si te aclaras, ¿Quien te gusta el Lupi o el Nando? - Preguntó extrañada Mamen. -No se, con el Lupi no te aburres pero te la juegas, y con el Nando no hay nada que jugar salvo un partido de fútbol, mas el fútbol me aburre un poco. - Respondió Cristina con la mirada en la puerta del colegio. -Se rumorea en el barrio que estas con el Nando desde que os vieron juntos corriendo con la moto. - Comentó Mamen. -Ya menuda aventura, mira ¿Te acuerdas de cuando íbamos al Luis Vives? - Comentó mientras observaba como salían los niños al recreo. -Sí Mari, y de los coscorrones que nos daban también. - Respondió Cristina sonriendo con nostalgia. -Cuando no te sabías la tabla de multiplicar, que nos ponían de rodillas cara a la pared y los brazos en cruz, igual le pasó a mi hermano en el colegio Bermejo, arreaban cada palo, que mujer más mala no tenía piedad ninguna. - Dijo Mamen mientras sostenía la mano pidiendo pipas, cuando de nuevo un estruendoso sonido de motor les llama la atención girando la cabeza, la preocupación se tatuó en sus caras al observar, que eran dos chicos del rancho que se acercaban a ellas, tirándoles besitos, reflejando en sus caras intenciones no muy gratas. -Buenas chavalas, ¿Os venís con nosotros a dar una vuelta? - Preguntó uno de los motoristas con gestos de arrogancia y chulería. -No muchas gracias estamos esperando a nuestros novios. - Respondió Cristina. -Oye, tu cara me resulta familiar, ¿Tú no vives por el poblado agrícola o por ahí atrás? Continuó el interrogatorio mirando fijamente a Cristina, mientras ambos se bajaban de la moto. -No que va. - Respondió nuevamente aumentando un semblante de miedo en su rostro. -¡Che! Ya se quien eres, tú eres la del balón, que ibas con el pinche y el guaperas ese. Oye tranquilas, que no os vamos a hacer nada, solo queremos dar una vuelta con vosotras, que con nosotros lo pasaréis mejor que con esos dos. - Dijo el otro de los chicos acercándose a ellas. -No os acerquéis o grito. - Exhortó Mamen levantándose como una exhalación del poyete.

-¡Vamos! Será divertido, no seáis así. - Insistió el motorista, justo cuando ve por la lejanía que vienen otros dos chicos, que eran Miguelón y Lupi, la cara le cambia el gesto y con gran enfado le dice a su amigo. - Mira Guti, ahora si que nos vamos a divertir de verdad. Miguelón y Lupi observan desde la distancia e identifican rápidamente a los motoristas rivales, ambos se miran mutuamente y deciden acelerar el paso, momento que es observado atentamente por los mugrientos delincuentes y deciden esperarles en posición de combate. -¿Que hacéis aquí? ¡Dejad en paz a las chavalas inmediatamente! - Exclamó Lupi -Tú no te comprometas, que puedes llevarte una sorpresa. - Dijo Guti. - ¿Sabes quien soy yo? ¿Sabes la paliza que le pegasteis a mi hermano en la verbena el verano pasado? La misma sangre que derramó en el Zafiro, la vais a derramar vosotros aquí y ahora. - Concluyó sacando de su sucio abrigo una larga cadena vieja y oxidada. -Mírale, que valiente rata de cloaca, si tan temido eres ¿Por qué no peleas con los puños como pelean los hombres? - Exclamó interrogando Miguelón preparándose en posición para atacar. La vista de los ojos de Guti se nubló, y lleno de rabia lanzó su cadena hacia su cabeza, Miguelón logra atajarla con sus brazos pero no en toda su longitud impactando fuertemente sobre su cabeza, cayendo al suelo, el grito de las chicas fue el inicio de la pelea entre Lupi y Guti, Mamen y Cristina echan a correr, mientras el otro motorista arranca su moto y comienza a perseguirlas por los numerosos espacios que hay entre bloques, en dirección hacía el edificio de la Telefónica. Guti y Lupi quedan solos frente a frente peleando con fuertes patadas y puñetazos, uno de ellos logra arrebatarle la cadena que acaba tirada en el suelo, Guti se agacha para cogerla y Lupi aprovecha la ocasión para pisarle fuertemente la mano. El desgarrador grito fue el detonante para que los vecinos llamasen a la policía, Guti se queja de dolor quedando de rodillas, mientras Lupi duda si rematarle o no. -Primera y última vez que intentas hacer algo con estas chicas, y reza para que tu compañero no las de alcance, mas tú y él lo lamentaréis de por vida. - Advirtió Lupi tirándole del pelo durante unos segundos, terminada la frase, decide limpiarse la mano en su cazadora. - Estas lleno de piojos mal nacido. -Eres hombre muerto, tú y tus amigos, sois vosotros quien vais a lamentar haber nacido. - Dijo Guti mirándose la mano y haciendo gestos de dolor. Sus palabras solo hicieron enfurecer mucho más al aguerrido motorista que de una fuerte patada en todo el pecho, deja en estado de K.O, el desaliñado motorista queda tendido en el suelo como en un combate de boxeo cual combatiente perdedor cae al ring. Segundos después sirenas de policía, alertan a Lupi e intenta sin éxito reanimar a Miguelón para huir, mientras la sangre tiñe la empedrada acera. El coche de policía se detiene bruscamente, saliendo dos hombres pistola en mano. -¡Quedáis detenidos vándalos! - Dijo uno de los policías. - Aquí esta el otro motero, y le han dado una buena tunda. -Bien ya tenemos a los dos, informe a don Abilio. Muchachos, os la estáis jugando y habéis perdido, se os va a aplicar la ley de vagos y maleantes. Y dar gracias que no sois el otro, que ha intentado atacar a dos chavalas. -Estábamos defendiendo a esas chicas, cuando le han sacudido un leñazo a mi amigo. - Dijo

Lupi mientras continuaba intentando reanimar a Miguelon. -¡Cállate, eso ya lo aclarará en comisaría, andando al coche! - Exclamó el policía aun amagando con su pistola y observando como los otros dos cuerpos quedaban tendidos en el suelo. - Llama a una ambulancia, y que los lleven a Pontones. - Concluyó dándole la orden a su compañero. -Bien carga el coche, le llevamos al ciento uno, y luego seguimos a ver si cazamos más ratas motorizadas y al resto de esta panda de maricones, pero cuidado. - Dijo el policía conductor mientras entraba en el vehículo. - Que los cordobeses y las ratas seguro que se han dispersado, a ver si nos van a hacer una jugarreta y nos acorralan, mas si ocurre eso estamos perdidos. - Concluyó cerrando su puerta, mientras el otro policía obligaba a entrar en el asiento de atrás a Lupi. El ayuntamiento decidió tras ver como el número de habitantes crecía a un ritmo vertiginoso, en aumentar el servicio de autobuses creando una nueva línea para el barrio, 1972 fue el año en el que Adeva decía adiós tras un par de décadas, para dar paso a un número que pronto para todos los habitantes de la ciudad, les sería muy familiar el dieciocho, se trataba de un trayecto que comenzaba en la calle doctor Drumen de Atocha, siguiendo por santa María de la cabeza, Batalla del salado y Paseo de las delicias, abandona el centro de Madrid cruzando el puente del Manzanares cuyas pasarelas teñidas de rojas y blancas, en honor al vigente campeón de liga el Atlético de Madrid, y continuaba atravesando la carretera de Andalucía hasta llegar a su última parada donde unos edificios en construcción, en pleno campo donde algunos pastores traían su rebaño a pastar. La nueva línea les hizo sentirse más madrileños y menos ciudadanos de segunda, fue un motivo de alegría para todos. Y ahí apareció aquel ya viejo Pegaso cinco mil veintidós de color azul, con el cartel blanco arriba en el frente, se podía leer “18 Ciudad los Ángeles – Atocha (C/Doctor Drumen)”, ante la mirada de asombro y alegría de la gente que aquella mañana primaveral, se disponía a inaugurar la nueva línea de autobuses. Al mismo tiempo que esto ocurría, los llamados Ratas de Usera, continuaban circulando en sus motos a la busqueda de crear enemigos y vivir peligrosas aventuras, de esta manera es así como tuvieron la malísima suerte de cruzarse con el peor de sus marcados rivales, los Pinches. Las miradas desafiantes y el rugido de sucios motores en sus motos robadas, dieron paso a una particular carrera por toda la ciudad, teniendo como protagonista su grandísima cuesta situada en el centro del barrio, combinaban con temeridad la carretera y los enormes solares entre los bloques, sembrando el pánico y la perplejidad entre las madres y los niños, que habitualmente sobre las horas centrales de la tarde jugaban entre los árboles. Germán, estaba muy harto de sus peculiares rivales y no dudaba en utilizar con extrema violencia todo tipo de argucias, circulando una y otra vez teniendo como objetivo esa enorme cuesta y su peligroso cambio de rasante, para que los ratas cayeran de sus motos, viendo inútil esa acción y tras escuchar de nuevo las sirenas de policía, decidió una medida drástica, tomar rumbo a Orcasitas para traer su coche, ese peligroso arsenal andante que era tan temido por el resto de bandas moteras. Atravesó San Luciano no si antes observar si en el bar Oasis estaban algunos de los chicos, donde tan solo estaba Beto y haciendo gestos que solo ellos conocían, continuó su camino hasta llegar a la calle Menasalvas el límite fronterizo del barrio, transitaba rodeado de enormes colosos, los edificios de catorce plantas, característicos como todos los

de la colonia del ahorro, el camino hacia Orcasitas, estaba claramente denominado por ese enorme complejo chabolista, que no titubeaba ni un segundo en mirar con odio, mientras observaba como un anciano afilador intentaba atraer clientela con el sonido de su armónica. -Ahora vais a ver lo que es canela fina ratoncitos, lo del bar Nicanor lo pagaréis bien caro. Pensaba German en su Ford Tannus y en el arsenal que tiene en su maletero mientras llegaba a su destino. En esta ocasión ambas bandas se habían unido, no se sabe con exactitud sin en busca de las otras bandas o tal vez, estaban desafiándose en una de sus temerarias carreras. Las sirenas de policía mezcladas con el sonido de aquellas descuidadas motocicletas creaban una terrible contaminación acústica, los niños que jugaban al balón entre los bloques, corrían hacia sus casas y contemplaban desde sus ventanas el insólito espectáculo como si de una película de acción proyectada en el cine Zafiro se tratase. -¡La bofia hay que abrirse muchachos! - Gritó el mayor de los Guti con todas sus fuerzas, mientras sus compañeros continuaban haciendo rugir las motos, como el sonido de moscardones revoloteando sobre las calles de la ciudad. -Ahí los tienes señor, los ratas y los cordobeses unidos y en su salsa, suerte tendremos de que no atropelle a ningún niño, mírales que maniobras absurdas están haciendo. - Dijo el conductor, mientras don Abilio sacaba de su funda el arma reglamentaria. - No hay duda, están en guerra, por cierto creo que fueron ellos los que asaltaron el estanco el otro día. - Concluyó mientras trataba de no perderles de vista mientras aumentaba la velocidad del coche. -Esto va a ser como en la batalla del Guadarrama, pero a lo bestia, pisa a fondo y que no escapen. - Ordenó con su habitual gesto de odio y asco mientras observaba a ambos lados el movimiento de las motos, mientras el motor del coche patrulla rugía cada vez con más fuerza. Por cierto ¿Donde se habrá metido el hijoputa del Germán? - Se preguntó a sí mismo mientras miraba para ambos lados. Los cordobeses huyeron a toda velocidad en dirección a San Luciano, mientras que los ratas tomaron la carretera de Andalucía presumiblemente para volver a sus barrios, el coche de policía decidió dejar de perseguirles, fue una orden del comisario ya que había encontrado otro de sus entretenimientos favoritos la moto de Beto el valenciano, que se encontraba aparcada en la puerta del bar Orense. -Tú quédate aquí y espérame, si vuelve a haber movimiento informe por radio a las demás patrullas, yo voy a hacer una visita de cortesía a un viejo amigo. - Exhortó don Abilio mientras se bajaba del coche y observaba la gente del bar. Abre la puerta y entra bien decidido en dirección a la barra donde el chico tomaba una cerveza. -¿Que pasa chiquet? Menuda faena habéis organizado. - Saludó con su habitual gesto sarcástico, mientras Beto cambiaba de expresión al darle unas palmaditas en la espalda. -Buenas tardes señor comisario, ¿Que se le ofrece? - Respondió con cierto temor. El aguerrido motorista le causaba un gran temor ya que, en alguna ocasión ha sufrido en sus interrogatorios en comisaría a base de bofetadas.

-Tiene guasa la cosa, ¿No has oído el ruido de las motos? Y vas y me preguntas que se me ofrece, trabajo, que me estáis dando mucho trabajo, la estáis liando pero bien, y la vais a jiñar, tú y tus amiguitos, y los que no son tus amiguitos, ¿Que ostias pasó con la chavala que atropellásteis que todavía esta coja? ¿Que aventuras tenéis rescatando balones en el rancho? ¿Hasta cuando vais a dejar de tocar las pelotas con las motos en ciudad los Ángeles? Contestó don Abilio agarrando violentamente al chico. -Señor comisario, lo de la chica no fuimos nosotros, el niño lloraba por su balón y fuimos a recuperarlo y nosotros simplemente practicamos motocross como hacen ellos. - Respondió aumentando el semblante de temor en el rostro. -¡Bah! - Exclamó con furia mientras le soltaba. - Mira ¿Ves esto? - Dijo señalando la funda de su arma. - Me obligaréis a sacarla y a disparar, y no quiero muchacho no quiero, ya bastantes tiros tuve que pegar en la guerra salvando mi piel y a nuestro país de las hordas comunistas, pero como ahora me tenga que liar a recordar mi juventud disparando a unos niñatos de mierda lo haré, así pues dile a tus amiguitos y a los que no son tus amiguitos, que se acabó el juego, o uno por uno moriréis, punto en boca. - Concluyó el comisario saliendo del bar y entrando de nuevo en el coche, que a toda velocidad se perdió en el horizonte. Unos atronadores y aterrantes sonidos de disparos se oyen en dirección sobre el poblado agrícola, tanto el comisario como Beto se miraron fijamente y en sus cabezas surgió el peor de sus pensamientos, Germán había disparado con una escopeta de caza a varios de los ratas, que no dudaron un segundo en acelerar, el Pinche continuó disparando como si se tratase de una caza de conejos, mientras que los cordobeses Guti y el pelirrojo decidieron retroceder, mirando con odio y ambos deseaban la mayor de las desgracias para el improvisado cazador. Don Abilio sube rápido al coche y el conductor arranca como alma que lleva el diablo, mientras que Beto se queda perplejo e inmóvil sabiendo perfectamente lo que estaba pasando y con la impotencia de no poder hacer nada. -Ahora sí que sí. Ahí esta mi amiguito Germán, ahora sí que empieza la diversión, ¡Acelera muchacho! - Ordenó con una sonrisa sarcástica, desenfundando el arma. El coche de policía, logra llegar al lugar del suceso, observa como las motos corren a toda velocidad y a Germán escopeta en mano, el Pinche gira la cabeza alertado por el sonido de las sirenas y con gesto de rabia, entra rápidamente en el coche tirando la escopeta en el asiento del copiloto, y arranca quemando rueda en dirección a Orcasitas. -Date prisa que como lo perdamos entre este laberintos de calles, ya nos podemos despedir del Tannus. - Dijo don Abilio mientras trataba de asomarse a la ventana del vehículo para poder interceptar el arsenal andante a golpe de balas. Un amanecer más, el estruendoso ruido de un despertador de cuerda rompe el silencioso clima del barrio. Los honrados trabajadores de la ciudad, se levantan para afrontar un nuevo día, albañiles, empleados de seguros, comerciantes y demás trabajadores varios, se disponían a iniciar un nuevo día, el sol con fuertes destellos naranjas iluminaban las calles, la parada del autobús repleta de gente esperando al autobús dieciocho, mientras que los más pudientes salían rumbo a sus trabajos en sus coches. No se hablaba de otra cosa más que del espectáculo que día si y día también, ofrecían los motoristas con sus particulares carreras delante de la policía. Pero no todos estaban a sus quehaceres, mientras nos demás niños

entraban en fila al colegio, Sixto y José habían saltado la valla como en más de una ocasión, en busca de libertad y aventuras con sus tirachinas. Esta vez su nueva diversión era la de cazar pájaros en el descampado detrás del cine Zafiro, donde fueron sorprendidos por Marifé que paseaba a su niña en el cochecito, siempre le gustaba pasear a esas horas tan tempranas, ella les observa y no duda en llamarles la atención. -¡Hey chicos! No esta bien lo que hacéis. - Recriminó Marifé observando como jugaban con el cadáver de aquel pobre pajarillo. -Tú cállate chivata, que menudos curros me pega mi hermano por tu culpa. - Respondió con grosería José mientras Sixto se alejaba disimuladamente. -¿Chivata yo? Si es algo que lo sabe todo el barrio, que vais por muy mal camino los dos. El otro día si ir más lejos casi nos atropelláis a Loli y a mí, ¿No os podéis imaginar lo que hubiera sucedido? Sois muy pequeños para conducir un coche, y que don Abilio os hubiera inflado a palos. - Respondió con bastante enfado la chica mientras la niña comenzaba a llorar. - Ahora me tengo que ir, pero ya hablaremos tú y yo en otro momento, más no temas que no le diré nada a Manolo. -¿Y esa quien es? - Preguntó Sixto, mientras observaba como su hermosa figura se perdía por el horizonte en dirección hacia las galerías. -Una amiga de la panda de mi hermano. - Respondió José mientras sostenía el tirachinas y apuntando disparaba al cielo. -Esta como un quesito, ¿Has visto que cuerpo tiene? - Comentó Sixto. -Menuda gachí, tenía revolucionado a todo el barrio, no veas como se movía bailando con las máquinas de discos, hasta que se juntó con el Bitel, y ya parece que se ha vuelto más formalita pero menuda fiera tuvo que estar echa... ¡Ay, si hubiera tenido su edad para hacerla un buen bugy! - Dijo entre exclamaciones sonriendo cuando un estruendoso sonido de motores les hizo girar la cabeza, Nacho el pelirrojo y el Guti el hermano mayor de su amigo de correrías, cuyo motorista les reconoce con la mirada y decide acercarse. -¿Qué donde vais? - Preguntó Sebas sonriendo. -Pues al cole. - Respondió Sixto. -Buen porvenir el vuestro, nosotros ya ves, ahora iremos con nuestros viejos a intentar sacar algo de chatarra por ahí. - Dijo Guti. - Iremos mi hermano y yo por la parte de Perales de Río, después si quieres le traigo y jugáis un rato con él. -Eso veniros vosotros también, que nos gusta tener a mayores en el equipo. - Dijo José. -¡No! No podemos, tenemos una cuenta pendiente con el cabrón que nos disparó ayer, tuvimos que huir como si fuéramos conejos. - Respondió Nacho el pelirrojo. -Sí es verdad, se oyeron disparos, seguro que a ese le habrá cazado el comisata. - Continuó José mientras sacaba del bolsillo de su abrigo el tirachinas. - Si necesitas ayuda ya le daremos un buen chinazo de tu parte.

-Pues sí chaval, si le ves dale duro, y si le ha cazado la pasma, mejor para él, porque si le cojemos nosotros no vamos a ser tan piadosos. - Dijo Guti frunciendo el ceño. - A nosotros no nos dispara nadie, y si nos dispara más vale que tenga buena puntería y acierte, porque si falla no le daremos otra oportunidad. Finalmente Sixto y José optaron por ir a su habitual lugar, para probar su puntería con tranquilidad, en las viejas trincheras cruzando la carretera de Andalucía, cual es su sorpresa al comprobar qué, allí se iban a encontrar con Quique y Joaquín, que se encontraban con otro joven el cual, no lograban describir bien pero que su cara les resultaba bastante familiar. -Que raro que estén los hippies esos con ese prenda. - Comentó Sixto. -Maldita sea, los amigos de mi hermano, ¿Que carajo estarán haciendo aquí? - Preguntó con rabia José. - Yo no entiendo como el idiota de mi hermano puede tener unos amigos así con lo panoli que es, ¿Tú sabes que es lo que más le gusta? - Continuó dialogando con Sixto. -El fútbol, seguro que será del Real Madrid. - Respondió Sixto con seguridad. -Pues no, le gusta los toros, cuando el boom del Cordobés, como no teníamos tele todavía, se iba con mi padre a la Asociación a verlo, que era la única tele que había entonces en el barrio, tenemos discos de copla, Manolo Escobar, Juanito Valderrama, Lola Flores, Rafael Farina... Prosiguió con aires burlescos mientras Sixto no paraba de reír. -Chico, no me extraña que hayas terminado como has terminado. - Comentó Sixto. - ¿Sabes qué? Mejor ser un chico de la calle que no una oveja más del rebaño. Es mejor vivir libre en un país encarcelado, que ser un engranaje más de esta sociedad sin libertad. - Concluyó Sixto animando a su amigo José. -¡Joer macho, hablas igual que un adulto! - Exclamó José con sorpresa. -Son cosas de mi padre, que es comunista, muchas noches sin dormir en casa, imprimiendo y repartiendo panfletos, anda que no le han dado palos ni nada esos desgraciados de los grises. - Respondió Sixto. -A mi hermano también le dieron una zurra por andar con estos, que se disfrazaron de Beatles, iban a una fiesta al Alquézar y menuda tunda les dieron, vino con toda la ropa rota, un cabreo de mil demonios y luego encima mi padre le dio también un par de curros. - Explicó José soltando alguna leve carcajada. - Anda, vámonos al rancho a ver si vemos a estos. - Concluyó José mientras daban media vuelta y evitar ser vistos por los músicos. Quique y Joaquín se encontraban en aquella vieja y sucia trinchera, ayudando a un pobre hombre que había sido asaltado por los Pinches, se trataba de Tasio un humilde chatarrero, el primero que hubo en el barrio y que dejo de verse con su habitual carro tirado por un escuálido burro hace unos años, tras una sonrisa que tuvo el azar con él, creando una pequeña fortuna gracias al premio de una quiniela, su cambio de aspecto por un hombre más elegante no pasó desapercibido para aquellos hombres que conviven continuamente con la ruina y la derrota, y que había decidido pasar aquella mañana tomando botellas de cerveza con sus conocidos amigos músicos. -Una vez me tocó la quiniela, me dediqué a recorrer mundo, ¿Sabes? Estuve en Francia, mira

que malos que son, que envidia nos tienen a los españoles, no nos pueden ni ver, más decidí continuar hasta Holanda, oye chico, eso es otra cosa, ¿Tú has visto esa grifa? ¿A que esta cojonuda? Para pasar la frontera me la meto en los calcetines, aquí en España no hay problemas, te registran bien pero tampoco van a querer olerte los pies, pues siempre me la meto aquí y entre los zapatos. - Dijo Tasio mientras los chicos escuchaban con atención y también eran víctimas del particular efecto que producía dicho psicotrópico. - Holanda ¡Que país! Tú sabes que ahí las prostitutas están en los escaparates como si fuesen maniquíes, y allí puedes fumar de esto, todo lo que quieras y más, y lo más gracioso puedes cagarte en Franco que allí no te mandan callar, sino que te aplauden. - Concluyó Tasio contando orgulloso todas sus anécdotas. -Pues amigo Tasi, aquí cállate que lo único que te van a aplaudir es la cara. - Dijo Quique con una fuerte carcajada. - Cierto es, como te puede cambiar la vida, te recuerdo cuando éramos crios y venías recogiendo toda clase de metales y chatarra por aquí, y siempre nos dabas algún que otro trasto que encontrabas por ahí para jugar. -Sí, es verdad, y ahora fijaros que sois ahora respetables hombres casados, gente de orden como dicen los mendas estos, en fin, cuantos años, y ahora fijaros, otra vez aquí pero con la salvedad de que ahora vivo en un piso y no en un chamizo como antes. - Respondió sonriendo Tasio. -Oye, cuéntamos algo más del extranjero este se fue para Londres pero los demás no nos hemos movido de aquí, la música, ¿Que tal es por allí? - Preguntó Joaquín. -¡Bua! Aquello es la repanocha, clubs nocturnos todos los que quieras por doquier, tienes todo lo habido por haber y por imaginar, vi a unos tíos en un local de esos una noche, tenían la cara pintada, unos pelos que parecían marujas y hasta las uñas de las manos pintadas de negro, parecían sarasas, pero menudo rock duro que daban. Uno de ellos me dijo que ese estilo se llama “glam rock”. -¿Glam rock? - Interrumpió preguntando Quique. -Sí como esos ingleses que suenan tanto ahora por la radio y que salieron el otro día por la tele, los Slade, ¿Los vistes? - Respondió Tasio abriendo y cerrando los ojos y moviendo la cabeza de un tanto extraño, gracias a los efectos de aquella sustancia que fumaba. -Sí los Slade, vaya un señor grupo, que bien suenan. - Añadió Joaquín. -Pero vosotros sois mejores, ya me contaron vuestro concierto en el Turquesa, despertasteis muchas envidias, sabéis. - Prosiguió Tasio mientras el efecto le iba produciendo una total somnolencia. -Yo no se vosotros, pero yo me estoy poniendo piripi perdido machos. - Dijo Quique observando a Tasio sin parar de reír. El instante de relajación se vio interrumpido al escuchar desde lejos el rugir de unas motos. En el horizonte pudieron percibir que se acercan dos, todavía no saben muy bien de quien se puede tratar. -¡Chicos! Esos cafres ya están ahí otra vez. - Exclamó Tasio con cierto temor recordando el asalto que tuvo hace unas horas.

-Sí, pues tengo en mi bolsillo la navaja de cortar el pan y el queso en la hora del bocadillo, asi que ellos sabrán con quien se juegan los cuartos. - Añadió Joaquín observando como se acercan las motos. Tras unos minutos, la calma volvió a sus rostros al comprobar que se trata de Lucas y de Chechu. -Desde luego macho, la que tenéis organizada, los cordobeses, los pinches, vosotros y para colmo unos que no sabemos ni quienes son, mas don Abilio que ayer se puso a pegar tiros. Comentó Joaquín a los chavales mientras se bajaban de las motos. -¡Es la guerra! Van todos contra todos y nosotros en medio, por eso hemos venido aquí a las antiguas trincheras y al campo del Rayo, es un terreno muy tranquilo, aquí también hay buenos socavones donde hacer nuestras acrobacias. - Dijo Chechu bajándose de la moto. - Por cierto el de los tiros no fue don Abilio sino la mala bestia de Germán disparando a los cordobeses y a los ratas que vienen de Usera, creo que lo han encalomao. -Precisó Chechu mientras se bajaba de la moto. -Tranquilo en apariencia, ya lo has visto, si fue el Germán ese o quien fuera, el caso es que se han liado a tiros como en el oeste. ¿Te acuerdas de Tasio el afilador? Se ha echo trotamundos, te cuenta unas historias que para que. - Comentó Quique riendo mientras sostenía el canuto. -¿Eso es grifa compañero? - Preguntó Lucas observando y oliendo el canuto. -Sí anda toma un poco. - Dijo Quique ofreciéndoselo. -No gracias, yo paso de esa mierda, además os podéis buscar la ruina pero la de verdad. Concluyó Lucas cuando nuevamente el sonido de fuerte de motos, vuelve a escucharse en el horizonte, y esta vez los peores presagios se apoderaron de todos, al comprobar que se trataban de nueve cuerpos en nueve motos moviéndose y dispersándose por todo el campo, y rodeando las viejas trincheras. -¡Los cordobeses! Cabrones nos han seguido. - Exclamó Chechu. -¡Rápido chicos! Busquemos todas las piedras posibles, por aquí tiene que haber un montón. - Exhortó corriendo rápidamente campo a través, mientras los demás hacían lo mismo, las motos se iban acercando a la misma rapidez que iban aprovisionando piedras. -¡Muy bien chicos! Sin miedo, a pedrada limpia con ellos. - Exclamó Quique mientras hacían señas a los demás para esconderse en la trinchera. Las motos fueron llegando, efectivamente por el inconfundible sonido y el olor que desprendían sus cuerpos motorizados, eran los hábiles robabalones de poca monta del rancho del cordobés, uno a uno, fueron llegando atraídos al ver las dos motocicletas, pero extrañados de no ver a nadie más. -¡A ver juláis! ¿Donde os habéis metido? ¿No estaréis echando un cascote en las trincheras que sois muy sarasillas? - Preguntó al aire en voz alta uno de ellos sin parar de reír y echando la vista atrás para contemplar las risas de sus demás compañeros y reírse todos juntos. Momento el cual, Quique, Tasio y Lucas por un lado, y Chechu y Joaquín por el otro, comienzan a lanzar pedradas sin piedad y sin contemplaciones a los singulares motoristas, que sorprendidos por la improvisada lluvia de piedras echan a correr, siendo alcanzados en la cabeza y cayendo abatidos, al mismo tiempo que una desafinada sinfonía de motos mal

cuidadas salen huyendo a toda pastilla. Los cuatro chicos y Tasio deciden correr tras ellos, lanzando de nuevo las piedras que iban recogiendo del suelo hasta que los ratas se pierden por el horizonte. -Buena batalla, pensaban pillarnos desprevenidos y les hemos dado pero bien. - Dijo Chechu satisfecho mientras se acercaba a uno de los heridos. - Muy bien asqueroso, ya lo has visto, no somos los pinches, nuestras únicas armas son las que nos da la tierra y la valentía que llevamos dentro, ya puedes ir y decirle a tu jefe o quien mande en tu clan, que nos dejéis tranquilos. - Prosiguió tratando de levantar a uno de los chicos que sangraba abundantemente su cabeza. - Hala majo, llama una ambulancia y que te lleve a Pontones. -Os vais a acordar de esta mal nacidos. Ya me he quedado con tu cara, esta pedrada te va a hacer llorar, a ti y a tu familia.- Dijo el motorista con las manos ensangrentadas. -¿Y todavía amenazando? Malherido y amenazando, ¿A que te remato? Y entonces quien llore será tu familia. - Dijo Chechu agarrándole del pecho y empujándole hacia adelante. - Largo de aquí, y tú también escoria. - Añadió al otro chico que se estaba incorporando una vez recuperado del fuerte golpe. Ambos motoristas arrancaron sus motos y se fueron, aunque uno de ellos campo más adelante volvió a caer exhausto. -En fin muchachos, vámonos de aquí. - Concluyó Quique, ante el asombro de todos. Al llegar la noche, los pinches habían montado su particular cuartel general en la ciudad en un singular disco pub llamado “El escondite inglés”, se trataba de un bar situado en uno de los locales comerciales de la colonia del ahorro, contaba con una reputación algo dudosa donde las luces de colores, mujeres de cama asequible y otros mundanos placeres permanecían bien ocultos, gente con vestimenta moderna amantes de la música psicodélica y del soul solían reunirse allí. Resultaba una estampa muy peculiar donde de vez en cuando don Abilio con algunas copas de más solía mezclarse con aquella gente, siempre mofándose de ellos con su habitual aire de superioridad, “algún día os cerraré este local, gentuza”, la situación era cuanto menos paradójica, como el tan temido comisario en aquellas horas, y en aquellas cuatro paredes más que miedo daba risa, convirtiéndose en el bufón que alegrase la noche a tan peculiar gente. Beto el valenciano y Toni el bardeos estaban tomando cerveza en una de las mesas, en la máquina de discos una preciosa Gedasa Inder de fabricación española, en la cual no paraba de sonar los habituales ritmos rockeros, duro tras duro, cerveza tras cerveza, los chicos no paraban de lamentarse de la tan terrible baja de Germán. -Se volvió loco, y se lió a escopetazos con los del rancho. Necesitamos a alguien que tenga sus mismo valor y nos guíe, pero que no esté tan loco. - Dijo Toni, mientras se disponía a poner en la rockola del bar, un disco de James Brown llamado “Sex machine”. -Lo sé nano, yo había pensado en Blas. ¿Le conoces? - Añadió Beto. -Blas ¿El del agrícola o el del Cruce? - Interrogó con cierta sorpresa Toni. -No hombre, el del agrícola, el del Cruce es un crío que le llaman el gasofilla, que jala muy bien con los coches, pero no deja de ser un crío, en ese si podemos contar si necesitamos a alguien más contra los ratillas, pero Blas, tú ya sabes quien es, esta cuadrao, huevos más grandes no vas a encontrar. - Prosiguió Beto mientras apuraba su cerveza.

-Sí, lo malo que trabaja en Barreiros, y seguramente conocerá a Chicho, y ya sabes lo que pasa con Chicho. - Comentó Toni. -¿Y a ti que más te da el Chicho ese? Además con él podemos contar, no es su guerra, con los señoritingos estos de aquí simplemente con enseñarles la navaja, y darles dos bofetadas ya tenemos unos cuantos duros para poder gastarnos y también impresionar a las gachíes que ellos se calzan. - Añadió Beto a carcajada limpia. -Sí pues esos señoritingos les han dado pal pelo a los cordobeses esos, el otro día, según me contaron estaban fumando un canuto con el chatarrero ese que recorría toda la zona esta. Continuó Toni siguiendo la carcajada de su amigo. - A pedrada limpia, no se habla de otra cosa en el barrio, menuda sorpresa se llevaron, por lo visto estos quinquis huían como conejos, como me hubiera gustado estar ahí y verlo. -Mucha chabola, mucha cacharrería, mucha navaja, mucho macarreo, y en el fondo ya ves, son unos maricones de mierda, que salen corriendo por cuatro pedradas. - Añadió Beto mientras se levantaba en dirección a la barra del bar. - Anda que si a nosotros esos niñitos nos tiran una piedra, no tienen mundo pa correr... ¡Pon otras dos más por favor! - La puerta del bar se abre y aparece Petra sonriente. - ¡Bueno! Éramos pocos y parió la abuela, la que faltaba, ya esta la guardia civil esa, ¡Que fea es la pobre! -¡Che niña! Aquí menores no pueden entrar, vete para casa. - Advirtió el camarero ante la mirada de sorpresa de Petra, que sin dudar comienza a soltar toda clase de improperios, ante el asombro de todos que no pararon de carcajear a mandíbula batiente.

16 El año 1972 prosiguió su avance y el verano se preveía bien calentito, tras la leña que se repartieron en el invierno unos y otros, día si y día también, los enfrentamientos entre las numerosas bandas hacían aumentar el número de heridos en la clínica de Pontones, y en el peor de los casos en la cárcel de Carabanchel, donde Germán conoce al Avalantao, ambos aprenden a leer y a escribir ayudados por un recluso comunista, una de las peores batallas que se recuerdan fue la ocurrida en Abril con el resultado de ocho ratas heridos, cinco del rancho, dos policías, y Beto que fue atropellado y le hizo quedar cojo como ya le ocurriera a Sixto el niño. El temor era más que evidente por las verbenas veraniegas, el número de efectivos con los que contaba la policía iría en aumento. Por otro lado, ese mes pasaría a la historia del rock nacional por la edición del tan esperado segundo single de los Estridentes, del cual se hizo una tirada de ejemplares mucho más superior a la del primero. Quique bajaba del autobús dieciocho, con una radiante cara de felicidad cargando entre sus manos una caja de cartón cuadarada. Entra en el bar la Ciudad donde les esperaban sus amigos y amigas, y con gran satisfacción coloca la caja en la mesa. -¡Voila! - Exclamó Quique, abriendo la caja, en la cual se podía ver una veintena de ejemplares del single, con un agradable olor a nuevo, recién sacados de la fábrica. -Los de Iberofón por

fin los han editado, mirad que bonitos. -¡Anda! Pero si es la foto que nos hizo el cursi ese ahí del Opel Rekord donde el depósito del agua. - Dijo Joaquín sacando uno de los ejemplares. - Va y dice el tío que mejor pusiéramos de portada una foto con chicas. - Concluyó soltando una fuerte carcajada. -Pues habernos avisado y hubiéramos salido nosotras. - Añadió Marifé. -Sí ibais a salir vosotras en bikini como si fuese esto un disco de ritmos caribeños, ¡no te jiba! Dijo Joaquín con cierto tono irónico. -Pues ya aprenderemos a tocar y montaremos un grupo nosotras, cuando terminemos de criar a nuestros hijos ¿Verdad Paloma? - Respondió Marifé, mientras Paloma parecía negar con la cabeza aunque en el fondo quisiera decir que si. -Foto en color y que bien hemos salido, si parecemos los Rolling – Comentó Víctor. - Fíjate que cara sales tú Quique, si pareces una estrella y todo, que aspecto de interesante, vaya chulazo, ya verás como es a este a quien le van a pedir las firmas. -¡Subamos a mi casa a escucharlo! - Exclamó Marifé mientras apuraba su refresco, levantándose del asiento y corriendo hacia la puerta, mientras todos los demás hicieron lo mismo siguiéndola. -Subir vosotros, yo tengo que cruzar un momentito al Trébol a comprar para la cena de esta noche. - Concluyó Paloma mientras sacaba del bolsillo unas monedas adornadas por un par de billetes de cien pesetas. Al salir del bar la chica pudo contemplar en la acera de enfrente que, José y Sixto, iban en compañía de dos chicos que le dió muy mala espina, Paloma giró la cabeza haciendo un gesto de desaprobación, mientras Marifé de forma pensativa observaba frunciendo el ceño, la chica había demostrado cierto interés en ayudar a José, al ser hermano de su amigo Manolo, sintió la necesidad de intentar hacer algo por aquel chico, encarrilarle por el buen camino como cual pastor intenta recuperar a su oveja perdida del rebaño. - Te noto pensativa ¿Ocurre algo? Preguntó Joaquín a ella. -No nada, ¡Venga subamos! - Dijo Marifé con cierta ansia, las ganas por escuchar el resultado del disco eran tremendas. Un ruido ensordecedor de motos les llama la atención a los chicos que giran todos la cabeza mirando hacia la carretera, nuevamente como cada día los cordobeses dando vueltas haciéndose notar su presencia. -Anda que estos, menudas están liando, mas que cuidado tienen que tener los chavales que juegan porque se meten en cualquier sitio. - Dijo Lolo que permaneció muy callado en toda la tarde. - Roban balones, al que pillan solo le dejan hasta en calzoncillos, ya terminarán en Carabanchel, no tardarán mucho. -Don Abilio esta que trina, pero mira así esta entretenido y deja al resto de la juventud en paz. - Añadió Paloma recordando aquel triste incidente de cuando fueron abordados de aquella manera tan salvaje en la reunión del Alquézar. - ¿Os acordáis la paliza que os dieron ahí donde el Zola que antes era la iglesia? Pues creo que no va a ser nada en comparación a la que les espera a estos pobres diablos.

Los cordobeses tras haber robado varias garrafas en una gasolinera de la carretera, continuaron dando vueltas por el barrio en busca de los chicos de la ciudad o del resto de la banda de los pinches, cuando un coche de policía un Seat ciento veinticuatro les sorprende iniciando una nueva persecución, los chicos de la banda fueron dispersándose entre los espacios de los bloques y tan solo dos motos quedaron en la carretera siendo perseguidos por la policía con la sirena atronando constantemente. Emilia, la mujer de Julián terminaba de hacer la compra, cuando se disponía a cruzar la carretera es atropellada por una de las dos motos, el impacto fue escalofriante el chico salió despedido unos metros empotrándose su cabeza contra el asfalto como si cual nadador se tirase de cabeza a la piscina, y Emilia sufrió un fuertísimo golpe pero la fortuna se alió con ella, llevándose la peor parte el motorista, aquella tarde primaveral la ciudad se tiñó de sangre, pero al fin de al cabo el resultado fue el mismo, la muerte por cometer un acto imprudente. El Seat ciento veinticuatro se detiene de un brusco frenazo, ante el asombro y el estupor de todos los viandantes de la zona. -A ver señores, circulen por favor. - Exhortó uno de los policías mientras sostenía con una mano el teléfono del coche para avisar del terrible suceso. -Tarde o temprano algo de esto tenía que pasar. - Dijo el policía conductor saliendo del vehículo. - ¡Que desastre dios mio! No se mueven ninguno de los dos. Hay que avisar a una ambulancia con urgencia. José, Sixto, Guti el pequeño y otro chaval del rancho el Fiti, se acercaron al ver a la gente y al coche de policía. -¡Cuidado que está ahí la pestañí! - Exclamó Guti agarrando del brazo a José. -Va tranqui que no pasa nada. - Dijo José -Claro para ti no, que vives decentemente en un piso de estos, pero para mí sí. Sí que pasa, que yo no soy como vosotros, no os acerquéis. - Concluyó Guti sacando del bolsillo una navaja. -¡Eh! Guarda eso chalao, esta bien tranquilo, sigamos andando, vamos al poblado agrícola a ver si vemos a los cafres de las motos y a fumarnos unos trujas. - Añadió Sixto intentando poner cierto orden en medio de sus desordenadas vidas. La sorprendente noticia cayó como un jarro de agua fría sobre todos los amigos de Julián, y rápidamente fueron a visitarla. El terrible suceso hizo que ambas bandas cesaran sus nocivas y peligrosas actividades, aunque solo en apariencia, ya que Beto y Toni, ya habían establecido contacto con Blas, otro aguerrido macarra ya entrado en años y conocedor de las calles, temido por mucha gente, a pesar de trabajar en la factoría Barreiros. -¿Fuisteis vosotros los que cascasteis a Chicho? - Preguntó Blas con sorpresa. - Pues que mal error cometisteis muchachos, Chicho es el mejor, es el rey. ¿Ves esa mierda de seiscientos? Pues un toque por aquí y otro por allá y te lo convierte en un bólido. Yo trabajo en engranajes y me llevo fetén con él, me molestó mucho que lo zurraran, y todo por juntarse con esos niños de las motos. - Prosiguió mientras ofrecía tabaco y se encendía un cigarro. - ¿A santo de qué tuvisteis que zurrarle? Él no se mete con nadie y va a lo suyo.

-Lo sabemos y lo sentimos, no dudaremos en pedirle disculpas. - Dijo Beto avergonzado. -¿Disculpas? No hay día que pase que desea pillaros a uno por uno, a solas, a ver si sois tan gallitos. Os machacará, tarde o temprano, os aplastará. - Continuó Blas mientras daba fuertes caladas. - Y ahora ¿Queréis que sea vuestro patrón? Que os ayude con esos mierdas, yo ya no tengo veinte años, no me puedo meter en esos fregados, pero si puedo acompañaros de vez en cuando a darle matarile a unos cuantos, pero solo eso. Además con lo que ha sucedido con esa pobre mujer y lo cobardicas que son, tranquilos, pronto serán historia. - Concluyó sonriendo sarcásticamente. -El tío ese que murió el que atropelló a esa señora le llamaban el bichi, creo que fue el que se hizo el tonto en los billares con don Abilio. - Añadió Toni mientras jugaba con su bardeo, como acostumbraba a hacer en su tiempo de relax. -Sí, el bichi, a ese le sacudí yo una vez, que le robó el balón a mi hermano pequeño, menuda somanta de curros que le dí. - Dijo Blas mientras sonreía a carcajada limpia. - Bueno ese ya no robará más balones, anda vamos a tomar unas cervezas, estoy molido del trabajo. ¿Por cierto que ha pasado con el coche del Germán? - Concluyó preguntando Blas. -¡Uf! Menuda le va a caer, tenía de todo hasta cuatro pipas, una de ellas con ruina, creo que le van a dar garrote. - Respondió Beto con tristeza. - Por suerte yo tengo la mía, nunca me gustaba guardarla ahí, pero todo ese arsenal de escopetas de caza y pistolas que llevaba le va a costar muy caro. -¿Y tú para que quieres una pipa? ¿Te has creído que esto es el salvaje oeste? Pelea con los puños como hacen los hombres, anda vamos al bar. - Concluyó sonriendo Blas mientras iniciaba el camino despidiéndose de Beto. En la mañana siguiente, don Abilio convocó una reunión de urgencia, gracias al dispositivo que había creado con sus particulares fotógrafos, que realizaron con una observancia mucho más grande que la anterior, y preparó las diapositivas mientras en su cabeza no paraba de recrear o imaginar la macabra escena de la muerte del aquel miembro de los ratas. -A ver señores, la situación se ha complicado gravemente, como bien sabréis y ahí estuvieron nuestros compañeros Rodríguez y Jiménez, ayer uno de los ratillas haciendo el cafre se partió la cabeza y murió en las inmediaciones de los pisos nuevos los cuatrocientos, atropelló a una señora que por obra del Espitiru Santo se encuentra en el hospital y fuera de peligro, bien observar con detenimiento. - Inició su particular monólogo de instrucciones, mientras su pipa iba ahumando toda la sala como si fuese un antiguo tren de vapor. - Los ratas y los del rancho, no sabemos bien el número con exactitud, créanme caballeros se multiplican como las cucarachas, solo tenemos identificados a una docena de sinvergüenzas granujillas, y desgraciadamente la mitad son menores. Con lo cual no se les puede tocar, simplemente llevarlos a comisaría darles dos bofetadas, y cuatro cinturonazos bien dados y nada más. Prosiguió mientras comenzó a pasar diapositivas. - El Vikingo, le pusieron ese particular apodo, al parecer porque su “chorba” le puso los toriles. - Explicó pasando de diapositiva mientras leves carcajadas se escuchaban en la sala. - Bien caballeros compostura, aquí tenemos al Felixín habitual roba balones junto con el pobre diablo que se mató ayer; y este que esta a su lado se hace llamar el Pajarín, se dedica a la chatarra creo que vive en Usera, pero

se le ve con su padre deambulando por los barrios de alrededor; aquí tenemos la saga de los Guti, el pequeño ya va despuntando, al mayor ya le conoceréis de sobra ya que en las fiestas montaban en los coches de choque, gratis, sí señores sí gratis, ¿Acaso no sabéis el truco de meter un peine por la ranura de la ficha, verdad hippies? - Exclamó con cierta ironía hacia los compañeros de al fondo, que tenían que disfrazarse de incógnito en las verbernas veraniegas. - Los motoristas estos de Miguelón el petacos, el Lupi o el billares, los diablillos estos de los hermanos Casares Juan y José Luís y sus chicas las azafatas del Jarama, solo se de esta loquita de Cristina, y la marimacho de Mamen creo que se llama, y las demás niñas tan guapitas que van con ellos, bueno como ya sabéis les dieron una soberana paliza, y hace poco tuvieron otra reyerta en el bar Nicanor con los Pinches, si ambas bandas le encontrasen solo le hacen un emparedado, a este cabrón es al que más se le ve por aquí, se ve que no ha tenido bastante y quiere más; Nacho el pelirrojo casi siempre van juntos deben ser novios o algo así. - Prosiguió el comisario con su particular sentido del humor, despertando las risas de sus subordinados mientras continuaba mostrando diapositivas. - De este poca cosa se sabe, creo que es el galán del grupo, el Farina, le llaman así porque dicen ahí en el rancho que canta muy bien; y aquí en esta foto tenemos a varios de los críos, solo sabemos sus nombres absolutamente nada más, Pedrito se le ve bastante con los mocosos del tirachinas, el José y el niño que dejaron cojo en aquella persecución que intervenimos hace unos años que se llama Sixto, el Toñín que se va con ellos también, que es otro robabalones, aunque su afición favorita es armar camorra en el cine Zafiro ¡Vaya fichajes! Me cago en la quinquillera madre que los parió, y luego tenemos al Paquito, el Carlitos, el petanca, el canicas, es curioso todos comienzan por pe y por ce, no deben dar para mucho; este es el Briones un julandrón ya entrado en años que se junta con los chavales para creerse alguien importante, fue un peligroso delincuente pero lo dicho, lo fue, y aquí señores el Chivín robabalones también, ha intervenido en varias peleas y hasta se ha dejado ver por Usera, en fin de momento esto es todo lo que sabemos. ¡Rodríguez las luces! - Ordenó y esperando a los pocos segundos que se encienda la luz y apagó el reproductor. - Como veis son muchos y aun nos falta por averiguar muchas cosas, solo sabemos que son suicidas, son como una bomba de racimo que explota en varios pedazos, cuando se dispersan van a lo loco y causan más daño que estando juntos, aunque gracias a Dios no son tan hábiles como los de las demás bandas, pero eso sí, son un peligro y debemos actuar con contundencia, ellos no tienen nada que perder pero al que se enfrenta sí. Dispersaros sobre todo por San Luciano y la colonia del ahorro, disfrazaros si es preciso, pero debemos apresarlos a todos antes de que sigan cometiendo más barrabasadas y atropellando a medio barrio, ¡muy bien señores en marcha! - Concluyó pensativo y haciendo cábalas sobre cual sería la próxima locura a la que debería de enfrentarse. Los músicos y sus respectivas mujeres todavía estaban celebrando la edición del single, el responsable de la casa de discos les había comunicado por teléfono el gran éxito de ventas que ha obtenido dicho disco y les han contratado para una serie de conciertos por diversas salas de España, los chicos se iban preparando a conciencia de la vida en la carretera, Joaquín, Lolo y Quique habían vendido sus respectivos coches para comprar una furgoneta la Ebro de ciento cincuenta y cuatro, lo bastante amplia para transportar el equipo y ellos poder ir cómodamente, El flamante vehículo nuevo y blanco inmaculado les dejó con la boca abierta a las chicas, que no dudaron un segundo en meterse dentro.

-Aquí cabe hasta una cocina. - Dijo Marifé. -Sí, ya lo veo, y a partir de ahora mucho cuidadito con las mujeres. - Añadió Paloma -¿Veis esta furgoneta, veis estas guitarras, estos amplificadores, veis todo esto? Es nuestro pan y el vuestro, vamos a trabajar, no nos vamos de fiesta aunque trabajemos en ella. Respondió Joaquín mientras Lolo sonreía levemente. -Mirad esto, escuchar como suena. - Dijo Lolo pisando el acelerador haciendo rugir a tan fiero tanque. - Este motor hace música como nosotros – Concluyó ante las carcajadas de todos. -Me dijo Ramón que llamaron de la casa, se han vendido en tan solo cuatro días ochenta ejemplares en Sepu, en el corte inglés y diversas tiendas de barrio, los cinco que había en Dgesa también se han agotado, y solo en Madrid. Para Ibiza y Mallorca ya han tenido que hacer otro envío, han dicho que el mes que viene nos cerrarán fechas para ir allá. Si las ventas siguen así creo que podremos dedicarnos a esto profesionalmente y dejar nuestros trabajos. Comentó Quique, mientras Marifé observa a lo lejos como Sixto y José iban caminando sobre las tapias del cuartel, continuó siguiéndoles con la mirada y cuando se fueron alejando, Marifé decidió ausentarse. -¿A donde vas? - Preguntó Joaquín extrañado. -Voy un momento a comprar fideos al Trébol vuelvo enseguida, no tardaré. - Respondió Marifé acelerando el paso. La chica continuó andando siguiendo durante ocho eternos minutos a los niños, hasta su destino final el bar Oasis donde se disponían a jugar una partida en la máquina de petacos. Los chicos echaron una moneda y se repartieron las bolas, dos para cada uno y la última bola la jugaban cada uno a medias. Marifé entró en el bar, donde la camarera Marta muy gentilmente le preguntó que tomaría. -Ponme una clara, y a estos chicos lo que quieran. - Respondió Marifé ante la mirada de sorpresa de los niños que con gran asombro no entendían porque les había invitado. -José os convido a un refresco pero a condición de hablar con vosotros dos. - Dijo Marifé mientras sacaba de su bolsillo las monedas para pagar. -¿Que quiere vuestra merced, estas loquita por mí y yo sin enterarme? - Respondió con sarcasmo José, mientras las campanas de los petacos anunciaban una gran puntuación. -Mirar chicos yo no soy como tu hermano, ni como tu padre, pero si quiero deciros una cosa, vais por muy mal camino y no podéis seguir así. Esos chicos con los que os juntáis no son buena gente. - Comenzó su particular oratoria mientras ellos no parecen sentir mucho interés por lo que hablaba. - Mírame a los ojos y dime, ¿Quieres ser carne de presidio? ¿O tal vez quieres morir en una reyerta? - Prosiguió Marifé mientras Sixto comenzaba a prestar algo de atención a las palabras de la joven. -¿Como te llamas? - Preguntó Sixto con voz titubeante. -Me llamo Marifé, y estoy aquí para ayudaros, quiero que lo sepáis. - Respondió ella.

-Marifé nosotros simplemente jugamos y nos divertimos, no andamos haciendo judiadas como esos cafres de las pandillas, no tienes porque llamarnos la atención, en nuestras casas estorbamos y en la calle nos sentimos libres. - Comentó Sixto. -No nos des la murga, ya lo hace mi hermano, como para que ahora empiece también tú que eres su amiga. - Añadió José con mirada enfadada al comprobar que se había colado la bola. -Conducir un coche, no es jugar, fumar a escondidas, no es jugar, disparar con el tirachinas a los carteles de publicidad de los bares, no es jugar. - Dijo Marifé en voz baja hacia los chicos, mientras Marta la camarera observaba con detenimiento, José mira fijamente a los ojos de la joven y comienza a sentirse algo menos distante. - Y se de sobra que don Abilio os ha dado ya algún que otro curro, conmigo no tienes porque disimular. -¿A que edad aprendiste a conducir un coche Marifé? - Preguntó José. -A ninguna, no se conducir un coche. - Respondió ella, mientras su cara refleja un acto de sorpresa, al comprobar que Joaquín entra en el bar y se encuentra a ellos tres. -¡Anda! ¿Quieres echar una partida? Es buenísima esta máquina. - Comentó Joaquín con el mismo y sorprendido gesto que ella. -Sí, si ahora cuando terminen los chavales, si quieres echamos unos duros. - Respondió ella acercándose a besar su rostro. -Estupendo, ponme una cerveza Marta, y otra ronda de lo que estén tomando. - Dijo Joaquín a la camarera mientras los chicos volvían a sonreír tras volver a ser convidados. -Yo había venido a por tabaco, no pensé encontrarte aquí, dame un ducados por favor. -Son veinte pesetas Bitel, por cierto, fantástico vuestro disco, lo han puesto hoy en Radio Madrid y me ha encantado. - Dijo Marta mientras cogía la cajetilla de tabaco, girando la cabeza tras escuchar el sonido de una lata golpeada, procedente de la máquina de petacos que anuncia el premio. -¡Partida! - Gritó José. - Te la regalo Marifé, eres una tía feten. - Aun queda una bola, te la regalo también, vámonos Sixto, es la hora de yantar y si llegamos tarde ya sabes lo que pasa. -Y bien pues, ¿Que te traes con esos chavales? El hermano del porompompero y el cojito. Preguntó Joaquín extrañado mientras observaba como se iban para sus casas. -Nada, ¿Sabes una cosa? He descubierto que se me da bien la psicología infantil y charlar con ellos es como practicar, ya has visto el aprecio que me tienen. - Respondió ella mientras se disponía a jugar la bola regalada por José. -¡Anda con ojo! Son críos, y el poromperillo junior va camino de ser carne de cañón. - Advirtió Joaquín. -Sí lo se, y creo que puedo evitarlo. - Respondió Marifé cuando el sonido de una música mas que familiar procedente de la radio iba en aumento le hizo girar la cabeza. -¡Escuchad chicos! - Sonrió Marta la camarera mientras subía le volumen de la radio. -Nuestro disco. - Dijo el chico con gran orgullo.

En efecto como bien había comentado la camarera, el disco sonaba en la mayoría de las radios, la promoción que se hizo fue bastante importante, provocada por culpa del primer disco que cuya escasa tirada que se agotó en un tiempo record, les hizo estudiar la posibilidad de que si funciona tan bien el segundo disco, crear un futuro proyecto aun más ambicioso, la grabación de un disco de larga duración. Mientras tanto con la llegada del verano y de las verbenas, los motoristas proseguían en su particular guerra, teniendo a la policía como un particular árbitro, que en lugar de sacar tarjetas amarillas en forma de persecuciones, y en vez de tarjetas rojas intimidatorios disparos al aire en persecuciones más agresivas. Aquellas fiestas en cambio, los motoristas no se dejaron ver tanto como en verbenas anteriores, bien era sabido que el intelecto de los ratas y los cordobeses era más bien escaso pero tontos no eran, los chicos de la ciudad, trataban por todos los medios de llamar lo menos posible la atención, y su actitud era más discreta que en ocasiones anteriores, el ruido de los disparos fue el mejor aviso para que los chicos recobrasen la sensatez, en cambio los otros dos miembros de los pinches habían demostrado perfectamente que necesitaban un jefe, alguien que les guiase, siempre se les veía solos caminando sin rumbo y sin saber que hacer, y ese fue su gran error y su particular condena, tras la negativa de Blas, fueron cada uno por su lado. Y así fue como Beto fue sorprendido por Chicho en las inmediaciones del poblado agrícola, mientras probaba las modificaciones que le hizo a uno de sus Simca mil, tras una sorprendente y espectacular persecución poniendo a prueba su ya de por sí manipulado motor, el joven motorista fue alcanzado y derribado violentamente por el coche de Chicho. -¡Que ganas tenía de echarte el guante cacho cabrón! - Exclamó Chicho saliendo rápidamente del coche y propinándole fuertes puñetazos en pecho y cara, ante la cara de perplejidad y de terror de Beto. - ¿Y ahora a quien vas a pegar tú eh? Me las vais a pagar todas juntas y uno por uno, así es como se hacen las cosas. Anda que te voy a dejar guapo para la verbena de esta noche, y aprende la moraleja del cuento, a Chicho no se le pega y se le pegas no le pierdas de vista. - Concluyó mientras no paraba de golpear, tras unos minutos, observa el cuerpo inmóvil y dolorido, pensativo se enciende un cigarro y metiéndose otra vez en el coche, piensa en voz alta. - Uno menos, hala bien guapo te he dejado a ver que chavala va a querer irse contigo a la feria. - Sonríe de la única manera que se permite sonreír cuando se cumple una venganza, arrancando el coche y quemando rueda de la misma rabia y furia, con la que le había golpeado. -Sabes perfectamente que acabas de cometer un enorme error, mas eres tú ahora quien debes de tener miedo. - Dijo Beto sin apenas poder moverse magullado de dolor. -¿Miedo yo? No le tengo miedo a los grises, voy a tener miedo a un montón de mierda andante como tú. - Respondió Chicho mientras se acerca de nuevo rematándole a patadas. - Me voy, no vaya a ser que todavía te mate y entonces si tenga un problema de verdad. A partir de ahora, andaros con mucho ojo, no volváis a juntaros en manada a pegar a nadie, sabes perfectamente que tarde o temprano volveré a dar contigo, y recibirás otra buena tanda de curros ¿Queda claro? - Concluyó agachándose a Beto y levantando fuertemente la voz. -Esta paliza me la pagaras. -Insistió Beto rompiéndose de dolor cada vez más. -Anda chaval, mas ni se os ocurra volver a intentarlo, no quiero más follón, punto en boca ¡De acuerdo! - Sentenció Chicho.

Aquellas noches de fiesta en el ya ampliado barrio fueron muy animadas, se notaba que la juventud de la gente nueva que había llegado durante el último año la mayoría procedentes de pueblos de ambas castillas la vieja y la nueva, tomando refrigerios en aquellos modestos chiringuitos, también era habitual ver a varios ancianos vendiendo paludús, caramelos y chicles. En las atracciones niños y mayores se divertía en paz y armonía. Resultaba paradójico como el momento más temido y al mismo tiempo más deseado por los policías más guerreros de buscar y repeler posibles tanganas como en años anteriores, se convertía en esta ocasión en la noche más aburrida. Los habituales camorristas a pesar de su escasa inteligencia decidieron ese año pasar lo más desapercibido posible, no era el momento ni el lugar de buscar venganzas. Pero si algo recordaran con especial cariño esas mágicas noches veraniegas de 1972, serían los músicos cuando en uno de las atracciones entre canciones de Los Diablos, Manolo Escobar, Camilo Sexto, Los mismos, Formula V, Karina o el recién fallecido Nino Bravo, al colarse con gran sorpresa entre tanta música ligera, esos ritmos psicodélicos que durante tiempo habían trabajado. Una enorme sonrisa de oreja a oreja podía verse en sus rostros, miradas de complicidad y satisfacción, seguidas minutos después de sorprendentes avalanchas de gente, cuyo disco en mano les pedían que se lo firmasen. También serán un grato recuerdo estas fiestas con gran entusiasmo María y Lucas, el chico tras haber estado filtreando con otras chicas, sería ella quien le robaría el corazón en el mayor sentido de la palabra cuando bailaron bien agarrados “un beso y una flor” o “algo de mí”, tras la agradable velada el chico acompañaría a casa el bloque doscientos veinte, María le sorprendió con un furtivo beso en el portal, a partir de ese momento ya no se separarían ni un instante. -Mis padres no están en casa, ¿Quieres subir? - Dijo María con voz algo titubeante, la joven tenía de ejemplo a Marifé y quiso emular su particular hazaña. -¿Estas segura? No quiero causarte problemas, imagínate si algún vecino nos viera. Respondió de forma interrogativa Lucas. -No pasa nada, míralos, están todos en la verbena, ¿Ves? Luces apagadas, no hay nadie, ni las porteras, nadie se enterará de nada. - Respondió observando las ventanas, para después fijarse en la luna llena que iluminaba radiante tan esplendida noche. - Y no hará falta encender la luz, la luna nos servirá. Mi padre trabaja en Boetticher pero ahora le dieron vacaciones y se fue con mi madre al pueblo, ellos saben que soy responsable, que ahorro para comprarme la casa y ya esta. - Concluyó tomando su mano y con la otra abriendo la puerta del bloque, con una sonrisa entre pícara y nerviosa. Los meses fueron transcurriendo, la paz parecía volver a adueñarse del barrio, los niños volvían a invadir sus calles con el balón, la rayuela, mascando chiches y caramelos Sacys, las madres podían nuevamente pasear a sus retoños sin el sobresalto de que unas motos les alterase, y las parejas jóvenes de nuevo coqueteaban con el único temor de que no les vieran sus padres. Todo esto a don Abilio le pareció de lo más extraño y no paraba de pensar en su imaginaria y bélica cabeza, que clase de rara estrategia estarán planeando estos motoristas. -Es muy raro, una verbena sin incidentes, o una de dos o nos han pillado cuando estábamos recopilando información y haciéndoles fotos, o la inactividad de los Pinches les ha echo volver a sus antiguos quehaceres. - Comentaba el comisario al policía conductor. -Yo pienso que ha sido lo primero, nos hemos acercado mucho a las chabolas y por muy

disfrazados que vamos, esa gente huele “la pestañí” a kilómetros. - Respondió Rodríguez el conductor. - Por otro lado no sería de extrañar, estos saltimbanquis del barrio, no buscan camorra, serán todo lo rojeras que quieras y demás, pero no se meten con nadie, hacen sus cuatro piruetas y son felices así. - Prosiguió mientras conducía y observaba atentamente la carretera. - En cambio los Pinches eran malhechores profesionales, y ellos unos pobres diablos que tuvieron la mala suerte de que se les cruzasen en su camino, y se han visto envueltos en sus terribles emboscadas. -Si ya, más la tunda que les dieron en 1970 ahí donde el Zafiro a los Pinches que los dejaron hechos la puñeta, eso creo que fue el detonante de todo. - Menudo cebo usaron para cazarlos, vieras las niñitas como iban, parecían que estaban en la playa. - Respondió don Abilio con una fuerte carcajada. - Ellos no me preocupan, que se preocupen sus padres, lo que me da mala espina son esos chaboleros, son peligrosos, como ya os dije son como una bomba de racimo, se esparcen y van incrementando el daño por separado, y encima todos los que son. No va a quedar más remedio que disparar y que sea lo que Dios quiera. Pero no se chico, esta paz, no me gusta, algo están tramando, se están preparando para algo, y no es porque la gasolina este cara porque se que la roban, se pondrán en movimiento en cuando bajemos la guardia, lo intuyo son muchos años en el frente y me huelo que algo gordo están tramando, si sabré yo lo que me digo. - Concluyó don Abilio. El comisario no estaba mal encaminado, los Ratas y los del rancho sabían perfectamente que estaban siendo vigilados, y por esa razón no decidieron ni asomarse a las fiestas, tan solo los hermanos pequeños y siendo advertidos de que no liasen ninguna camorra, algo que cumplieron pero con bastante dificultad. Simplemente dejaron pasar el tiempo y esperar que las aguas volvieran a su cauce. Es así como en el otoño volvieron poco a poco a dejar sentir su presencia, pero ya no en numerosos grupos como en antaño, sino paseando tranquilamente por el barrio, sin montar jaleo, sin robar balones y sin molestar con las chicas. Mientras tanto los chicos de la ciudad volvieron a poner a prueba sus habilidades en los descampados, para deleite de los chicos de los colegios que al salir de clase los contemplaban con total admiración. Chechu, Miguelón, Lupi y Juanito continuaban tranquilamente haciendo sus acrobacias, cuando Lupi observa como dos de los Ratas pasan de largo. Continua mirándolos sin perderles de vista y hace gestos a sus amigos para decidir seguirlos. Los perseguidos se dan cuenta por el retrovisor y deciden acelerar la marcha, cosa que hacen igual los perseguidores iniciándose de nuevo una persecución, una más, esta vez en dirección al Cruce. -¡Van hacia el Cruce! - Exclamó Juanito señalando dirección sur dedo con el dedo en alto. -Yo les interceptaré en San Nicolás, ¿Quien me sigue? - Dijo Lupi separándose del grupo y siendo seguido por Miguelón. - Atajaré por aquí. -Yo contigo Lupi, me van a pagar el coscorrón que me dieron. - Sentenció Miguelón. Pero cual fue la gran sorpresa que efectivamente, los dos chavales acortaron con gran velocidad y consiguieron esperarles un par de minutos en las inmediaciones del Cruce. Miguelón y Lupi logran abalanzarse sobre las motos, tirándoles al suelo formándose una pelea, o mejor dicho una revanchista paliza. Cuando el resto de la pandilla llegó, solo pudieron ver la

enorme cara de satisfacción de Miguelón y a Lupi doliéndose de los nudillos. -Que cabeza tan dura tienen estos puercos. - Comentó Lupi mientras los dos Ratas quedaban tendidos en el suelo. - Espero que ya hayáis tenido suficiente y ni se os ocurra volver a hacer otra barrabasada, ya habéis visto como las gastamos. - Concluyó mientras los otros dos chicos continuaban inmóviles derrotados y con el cuerpo dolorido. -¡Vámonos antes de que venga don Abilio! -Exclamó Juanito acelerando su moto, y siendo seguido por el resto del grupo. Cuando en la comisaría del ciento uno se tuvo conocimiento de aquella paliza, los policías solo pensaron que no fue más que otra de las reprimendas, quien siembra vientos recoge tempestades rezaba un viejo refrán en labios de un policía, mientras don Abilio comenzaba a sonreír nuevamente, pensando que la guerra se reanudaba, pero no fue así, ya que con la dureza del otoño y el invierno, el habitual barrizal que provocaba la lluvia en las calles, los motoristas se dieron una cierta tregua, llevando una vida más hogareña, saliendo del trabajo, sus únicos refugios eran los billares de la nueva iglesia o el bar Pema, donde acostumbraban los sábados a jugar a las cartas, mientras esperaban a que comenzase la retransmisión del partido de fútbol. Lucas y María habían consolidado su noviazgo y ella siempre acostumbraba a cruzar la carretera para ir al campo del Rayo, a verle jugar junto a sus compañeros. Dicho bar había dejado de ser la sede del equipo, ya que habían adquirido el local contiguo a saldos la Troya, donde los chavales conseguían pasar el rato de una manera más sana alrededor de una mesa de ping pong. -Y es más que curioso que siempre pizpireando con aquellas chavalitas, desde aquella reunión en el Alzquézar, y que ahora estemos ya juntos. - Dijo María. -Lo sé, nunca sabes cuando puede surgir la chispa del amor, y aquella noche de verano, siempre será inolvidable en nuestras vidas, como aquella tarde del Alzquézar, cuando estos pobres vinieron como unos cristos. - Añadió Lucas. -Menuda paliza les pegaron, y tan solo por vestirse como los Beatles. -¿Podríamos pasar la fiesta de fin de año con los músicos? Me contaron que el año pasado estuvo la mar de divertida. Escucharemos las campanadas por la radio y lo pasaremos en grande. -Comentó María mientras comenzaba a andar. -Traeré una tele pequeña que hay en casa de María, ahora paso más tiempo allí que en mi propia casa, y veremos que este año va a ser curioso, ya pues se ha estropeado el reloj de la puerta del Sol y se dice que van a darlas desde Barcelona. - Concluyó Lucas sonriendo. En efecto así fue, como en el mismo local que hace justamente un año, de la misma manera y en el mismo lugar y prácticamente en las mismas condiciones, los chicos motoristas, los amigos músicos, junto a la nueva pareja dieron la bienvenida a 1973, viendo con una fina niebla y continuas rayas como unas campanadas no eran retransmitidas por la puerta del Sol, sino desde el ayuntamiento de Barcelona. Los chicos brindaron por los grandes éxitos que el año viejo les había traído y confiaban en la habitual prosperidad que desea y reza la famosa frase. -¡Feliz 1973 Estridentes! Y mirad que vino, que bonito color rojo tiene, el mejor vino a granel que he comprado en bodegas Isabel - Alzó su vaso de plástico Lolo, mientras giraba su

cabeza hacía Lucas y María. - Y feliz año para nuestros nuevos fichajes. María, es un autentico placer y te doy la bienvenida a esta pandilla de parejas. - Concluyó Lolo cuando unos golpes en la puerta en forma de llamada les hizo girar la cabeza y mirarse de un modo sorprendido y extrañado. La imagen no podía ser más surrealista y más navideña, se trataba de Chicho y don Abilio juntos, y con una embriaguez más que considerable. -¡Abran la puerta a la autoridad! - Exclamó don Abilio dando muestras de su enorme borrachera. -¡Dios mío! No puedo creerlo. - Susurró en voz baja y exclamatoria Quique a Paloma. -Adelante comisario, adelante Chicho. ¿Que vuestra merced juntos en un año nuevo? - Dijo invitándoles a pasar Lucas, gran nexo de unión entre motoristas, músicos y también por el agente de la autoridad al cual tenía un gran aprecio. -Gracias chaval. Por cierto que gachí más guapa te has echado. - Dijo don Abilio pellizcando las mejillas de Lucas sin parar de sonreír. - Y tú Chicho, pasa no te quedes ahí. ¿Has visto nuestros amigos músicos como se lo han organizado? - Exclamó interrogando mientras se sentaba en una silla para evitar no dar tumbos y perder el equilibrio. -¡Che! Que gran concierto que distéis en las islas este Agosto, a los compañeros de Mallorca les encanta vuestra música, para que luego digáis de la policía ¡Ni que fuéramos bichos raros! -¿Pero bueno Chicho que haces con este, estas loco? - Susurró Joaquín mientras sostenía en brazos a su ya crecida hija. -No he podido evitarlo, iba al local de al lado con los motoristas pero me encontré a este borracho como una cuba a darme la murga, ¿Y que iba a hacer? No conviene llevarse mal con él. - Explicó en voz baja Chicho. - No he podido evitarlo, me dijo que me acompañaba. -Si en el fondo, no sois malos chicos, y lo sé, los policías tenemos un sexto sentido para eso, los chalaos estos como Chicho y los motoristas tampoco pero ¡Che cuidao! - Inicio uno de sus habituales discursos. - Ya habéis visto que el peligro ha rondado estas calles, este hermoso barrio, crecido barrio ya, Chicho le tienes que decir de mi parte a tus amigos que se olviden de esos delincuentes, o lo van a lamentar, créeme tengo mucha experiencia en esto y se de lo que hablo. Y vosotros los Rolling Stone de la ciudad los Ángeles ¡Yeah!- Exclamó imitando en tono burlesco los gestos de un guitarrista. - Que me alegro por vosotros mucho, no seréis rencorosos por la paliza que os pegamos hace unos años, solo quería que os vistierais como Dios manda. Fijaros ahora, padres de familia y músicos de éxito, las vueltas que da la vida, ¡Y además que carajo! Habéis salido muy bien en la foto del disco, no parecéis maricones ye yes pasados de moda. ¡Pero bueno servirme una copa! Hay que celebrar el éxito de los muchachos ¿No? - Concluyó levantando progresivamente el tono. -Y también sería de agradecer que a las mujeres no nos faltase el respeto señor comisario... Desde el respeto. -Interrumpió una envalentonada Marifé ante el asombro de todos ofreciéndole una botella y un vaso de plástico, con un tono entre el sarcasmo y el temor. -¡Pero vamos a ver! Una niña sola como tú, con una percha así que suspiraban por ti desde Usera hasta Getafe, y con un entrar y salir de hombres solos. ¿Que íbamos a pensar los demás, que os reuníais para jugar al Palé o qué? Además siempre estabas ahí en el bar, en

la máquina de discos bailando contoneando las caderas a todas horas, ¿Que íbamos a pensar? Ahora eres una señora, madre de una hermosa criatura y esposa de un músico de éxito. - Respondió con su habitual soberbia. -Pues no he cambiado, sigo siendo la misma, solo que antes huérfana sin un real y ahora casada con cien duros en el bolsillo, pero la misma, ¡Siempre! - Respondió Marifé mientras Joaquín le hacía gestos para que se callase. - Y usted me faltó el respeto, entró con violencia en mi casa y me llamó fulana, ¿Usted sabe el terror que pasó mi hermano oyéndolo todo desde la puerta? ¿Usted sabe como me miraban los vecinos desde aquel día? -¡Bueno ya esta bien carajo! - Gritó don Abilio pegando un fuerte puñetazo en la mesa asustando a los retoños por el gran estruendo, provocando una sinfonía de llantos de niños. -¡Vamos hombre, ya esta! Y tu mujer déjalo. - Dijo Chicho intentando poner calma, Marifé decide salir fuera a fumar un cigarro y observa como Lupi y Miguelón estaban sentados en un poyete y decide acercarse a hablar con ellos. -Esa rubia, feliz año nuevo. - Dijo Miguelón dando muestras de su particular alegría. -Feliz año chavalito, ¿Tienes lumbre? - Respondió Marifé con su habitual sonrisa. -Oye quería comentaros una cosa, ¿Os habéis fijado en el José y el cojito? Os tienen en los altares. De mayores quieren ser como vosotros. Pero me da mucho miedo cuando os enfrentáis con esos mal nacidos. No quiero que cojan esa influencia. -¡Che para el carro guapa! - Exclamó Lupi. - Sermones a la iglesia, nosotros simplemente tenemos una pasión que es la moto, y las mujeres también. - Respondió sonriendo. - Pero las motos sobre todo, y si llegan esos chalaos, que no saben con quien se juegan los cuartos a tocarnos las narices, no vamos a poner la otra mejilla. Nosotros se la partimos, ¿O te crees que a nosotros nos gusta jugarnos el tipo? Por cierto ¿Que hace con vosotros Chicho y el comisario? - Sentenció Lupi. -Nada, es una larga historia, el alcohol que une mucho. - Respondió Marifé con la mirada en el cielo, aun con el enfado tatuado en el rostro. -No parece que te haga mucha gracia. - Comentó Lupi mientras sacaba tabaco ofreciendo. -Ese siniestro hombre jamás, por eso estoy aquí con vosotros. - Respondió ella, mientras observa como la puerta del local se abre saliendo don Abilio y felicitando el año mediante señas. -Y mejor compañía no has podido escoger, ¿Recuerdas el año pasado las piruetas que hacíamos por aquí? - Prosiguió Lupi sonriendo observando la escena. -Como para no olvidarlas, ¡menudos trompazos! No como aquellas mañanas que ibas con esa Montesa hache siete pegando brincos por las escombreras y las viejas trincheras, era todo un espectáculo verte. Oye veniros a dentro que hace bastante frío, y asi brindamos todos juntos, somos barrio debemos estar unidos en noches como esta. - Concluyó Marifé dirigiéndose de nuevo al local. La llegada del nuevo año fue como una especie de brisa nueva, las continuas mejoras que se

habían producido con la llegada regular de autobuses cada cuarto de hora, la apertura de nuevos comercios, bancos, la construcción de nuevos colegios, y sobre todo la gente nueva que se habían instalado a vivir, crearon un clima más urbano, poco a poco dejaba el ambiente de pueblo donde casi todos se conocían, dando paso más al anonimato. El deambular de motoristas haciendo piruetas en lugar de buscar jaranas, volvió a ser la tónica dominante en esos primeros meses de 1973. Las chicas habían encontrado una tienda de ropa de ocasión, que hacía la sana competencia a “saldos la troya” que se encontraba en Euskalduna llamada “oportunidades”, no era un local muy amplio, pero realizaba muy buena labor en el barrio, sobre todo con la ropa de los niños que rápidamente se quedaba pequeña con el crecimiento. Fue allí donde las chicas se reencontraron con Luisa, que había contratado a Paula como ayudante de peluquería, que como desde hace varios años, continuaban cortando el pelo a domicilio. -Ya María no trabaja conmigo, ahora está Paula la del poblado agrícola, aprende rápido y bien, se la ve muy responsable, si todo sale bien estoy por contratar a Mamen y que la enseñe ella. - Dijo Luisa mientras observaba la ropa. -Toda una empresaria, cuanto me alegro por ti, tantos años trabajando duro. - Comentó Paloma mirando entre los montones acumulados buscando ropa para su hijo, el cual tenía que estar vigilando constantemente para que no tocase nada. -Sí, como pasan los años, recuerdo cuando íbamos a Atocha a aprender, y este niño ya que grande esta, ¿Va a ser músico como su padre? Anda que a vosotros tampoco os va mal, el disco ese sigue sonando y ya han pasado unos meses. -Añadió Luisa. -La verdad que sí, estuvieron tocando en todos lados, en el Paraninfo con decenas de grupos y solitas, con Formula cinco en Benidorm; con Lone Star en Mallorca; con los Salvajes y los Sirex en Barcelona. Para este setenta y tres, ya han firmado veinte galas de momento. Incluso la casa de discos les están tentando para que hagan alguna letra y competir en el festival de la canción del Mediterráneo. Lo único que me preocupa es que están siempre con la furgoneta en la carretera. - Explicó Paloma con gran orgullo y al mismo tiempo algo de inquietud. -Pero hoy en día las carreteras están ya mucho mejor, además la furgoneta es nueva, ya poco a poco van asfaltando las carreteras y van quedando menos carreteras de tierra, que peligro ¿Recuerdas cuando se mataron los padres de Marifé? Hoy ya es otra cosa, estamos en los setenta, mira el barrio lo bonito que esta. - Sentenció Luisa con gesto alegre. -¿Y que será de la señora empresaria doña María Victoria, la Mariví? Ahora Ángel con tanta salida apenas se la ve. - Comentó Paloma. -Mariví tiene algo de celos profesionales, yo estoy tratando de convencerla para que se une a nosotras, así la empresa será más fuerte, necesitamos una peluquera con una gran experiencia como ella. - Concluyó Luisa. - Pero tal y como están las cosas tarde o temprano tendremos que unirnos. La aparente paz reinante en el barrio, hizo que los chavales recuperasen la sana costumbre de jugar al balón, y ahí estaban jugando entre los árboles Alvarito, Paco y Antonio, los hermanos pequeños de Marifé, Quique y Joaquín, por este mismo orden, se encontraban junto con otros

chavales, Carlos el hermano de Emilia y Pipe compañero del colegio. Jugaban tranquilamente cuando en el poyete se sienta uno de los niños del rancho, permaneciendo serio, impasible, pero al acecho, esperando el momento adecuado para coger el balón y salir corriendo. Las miradas entre ellos hicieron presagiar que deberían estar bien atentos, ya que su único objetivo era el balón. Paco decide entonces irse a la panadería de la señora Carmen, eso es lo que dijo, en realidad su intención era colocarse detrás del poyete y con fino oído esperar a que el chico del rancho intentase pasar a la acción. Y así fue, Álvaro lanzó el balón metiendo un bonito gol a Pipe tras los árboles y el balón fue hacia la posición donde estaba el chico, que sin dudarlo comenzó a correr, fue justo en ese instante cuando es sorprendido por detrás por Paco que le pegó con todas sus fuerzas una fuerte patada en el muslo cayendo al suelo y con una dolorida mirada de sorpresa. -Y la próxima vez no te pegaré una patada sino una pedrada en toda la cabeza, ve y corre la voz a decírselo a tus compinches. - Dijo Paco agachándose mientras el chico se dolía de su pierna. Tras unos segundos los chicos reanudan el juego y escuchan un silbido, era el chico del rancho que estaba avisando a alguien, al fondo en el horizonte, pudieron observar a chicos más mayores que ellos, y no dudan ni un minuto en salir a correr en dirección hacia algún portal que se encontrase abierto para poder refugiarse. Días después en los billares coincidieron la joven pandilla de chavales y los motoristas que se encontraban coqueteando con Cristina, Mamen y Pili, los cuales no dudaron en explicar lo ocurrido. -A estos coleccionistas de balones les vamos a dar una pal pelo pero bien. - Dijo Lupi mientras sostenía con aires chulescos un taco de billar. -Dejármelos a mí, cojo el balón, brinco hacia la moto y a correr. - Comentó Cristina sonriendo. -¡Tú loca! Aquel día ibas con el macarra ese, seguro que no te hubieras atrevido. - Dijo Miguelón. -Oye aquí lo importante es que tenemos a estos bestias como una amenaza continua, ¿Cuantos de vosotros va al Zafiro cuando ponen películas de kárate? ¿Habéis visto las que arman en la salida o en el descanso cuando cambian de rollo? Es intolerable. -Sentenció Mamen apurando con caladas fuertemente su cigarrillo. -Hasta que un día se nos hinchen las narices del todo y liemos una buena. - Dijo Miguelón. -Sí con todos los que son, ya me dirás tú. - Respondió Álvaro. -Tú tranquilo chaval, ya nos daremos unas vueltas por la zona donde jugáis, ¿De acuerdo? No temáis, no os va a pasar nada. - Concluyó Lupi mientras giraba la cabeza y acariciaba la cara de Mamen. - ¿Qué princesa, echamos un duro en la máquina nueva? - Dijo Lupi a Mamen dirigiéndose a una máquina de pinball que habían traído hace escasas horas y cuya apariencia y olor a nuevo llamaba mucho la atención. -¡Echamos diez mejor, te reto a ver quien puntúa más! - Exclamó Mamen sonriendo. -Retar al Lupi. ¡Huy! O una de dos o eres muy osada o estas loca. - Comentó Lupi mientras

introducía las monedas en la ranura. -Probablemente ambas cosas, como tú, ya que tú me enseñastes a jugar a esto, y siempre gano a todo el mundo que juega conmigo. - Concluyó la chica. - Y también a ese truquito cuando no hay dinero. - Le susurró al oído mientras Lupi giraba la cabeza para cerciorarse de que nadie más lo había escuchado. La pareja estuvo jugando a la máquina, apostándose a ver quien realizaba la puntuación más alta, mientras los chavales iniciaron un particular “pierde paga” en el futbolín, era curioso ver como dos generaciones estaban unidas por los juegos, en un lado la experiencia y la veteranía y en el otro las ganas de aprender y la admiración. -Oye dime una cosa Paco, ¿Que tal es el grupo de tu hermano, es tan bueno como dicen la gente? - Preguntó Miguelón a Paco mientras sostenía con fuerza el manillar del futbolín. -Pues claro ¿No has oído su disco ya por fin ha empezado a sonar en los cuarenta? Además han estado tocando con los más grandes, incluso se hablan de que pueden hacer algo más gordo aún. - Respondió con orgullo Paco. - Además en sus pocos ratos libres, me esta enseñando a tocar, yo quiero formar un grupo a lo grande dentro de unos años. - Concluyó el niño mientras le metía un gol por sorpresa. - ¡Gol! - Exclamó. -Sí, si claro que los he oído, me va cantidad ese rollo psicodélico, se puede comparar a los artistas extranjeros que se oyen por ahí. Ayer pusieron su disco en el escondite, estuvimos tomando unas copas y lo pusieron. - Comentó Miguelón. -Es verdad el escondite, ¿Que tal es ese bar? - Preguntó con curiosidad Álvaro. -Un auténtico tugurio, nosotros vamos a ver si cazamos un día al de los Pinches, el único que aun se atreve a venir por aquí, pero me han comentado que no viene solo, por eso vamos prevenidos, y a divertirnos pero con discreción. - Respondió Miguelón. -¡Eh chavales! Olvidaros de ese bar, por ahí suele aparecer de vez en cuando, el comisario con una buena castaña, además que circula la grifa gratuitamente y hay mujeres de cuidado, una combinación explosiva, asi que cuidado. Ni se te ocurra aparecer por ahí eh Miguel. - Dijo Lupi que escuchaba atentamente. -Mujeres de cuidado, ¿Fulanas? - Preguntó Mamen. -No de pago, pero si de las que te puede costar muy caro irte con ellas. - Añadió Lupi.- Espero que este pedazo de bestia no se le ocurra asomar la jeta por ahí, le conozco y como vea al tipo ese se puede organizar una buena. Cualquier día hacen una redada es un sitio de cuidado - Comentó Lupi mientras daba con habilidad a los petacos. -¡Eh! ¿Me estas oyendo? Que por ahí se acerca el comisario, así que cuidado. -¡Que sí plasta! Que no volveré por allí. - Exclamó Miguelón. Sorprendente acto de aparición hizo en la puerta de los billares Manolo el porompompero, el cual desde su casamiento apenas se había dejado ver por bares y en contadas ocasiones con la pandilla, tan solo acompañaba a Ramón en alguna partida de cartas, pero el camino desviado de su hermano pequeño le hacía estar siempre mirando en un sitio y en otro, al mirar

por todos lados de la sala y ver que no estaba allí, decidió dar media vuelta y marcharse con cara de pocos amigos. Un rumor constante en el barrio era que alguna vez que otra había pegado algún que otro bofetón a su mujer, lo que hizo ganarse una constante antipatía en el barrio. -Ese tiene la mano tan larga como el padre. - Comentó Mamen mientras observaba como se marchaba. -¿Quien el hermano del Josito? - Preguntó con sorpresa Lupi. -Sí, menudo cafre, ¿Te acuerdas de mi amiga Magdalena? - Continuó Mamen, mientras seguía sin perder de vista viendo como se alejaba. - Pues se han mudado al mismo bloque donde viven y alguna que otra vez, ha escuchado golpes y como gritaba, también como se rompían cosas, debe de ser una mala bestia de cuidado. - Concluyó la chica. -El Josito no es mal chico, lo que pasa que entre uno y otro le han lanzado a la calle con tanta paliza, es habitual verlos recogiendo cartones para sacarse unos duros, el chico no vale para estudiar y lo sabe, ahora lo que me comentas no me gusta, voy a tratar de averiguar que ocurre. - Dijo Lupi mostrando bastante sorpresa en el rostro.

17 Si fue una gran sorpresa la pareja formada por Lucas y María, más extraño fue el emparejamiento de dos parejas más, la primera formada por Blas y Paula, su cercanía entre sus modestas casas hizo el resto. Desde que terminó los días de verbena era raro el día que no caminaban juntos de la mano; Lucas y María además pasaban mucho tiempo solos en casa de la chica disfrutando sanamente de una convivencia, aunque la aburrida programación de la tele, les hacía buscarse otra clase de distracciones. En cambio la segunda pareja Mari Nieves y Chicho, era habitual verles todos los sábados cuando los demás amigos se reunían en el bar Alquézar para después, salir a pasear en el Simca mil, y probar en los descampados de las viejas trincheras, el progreso que Chicho hacía al motor ya que tiene intención de competir en algún que otro rallye. No tardaron en unirse a la fiesta los amigos motoristas, los cuales hacían de improvisados espectadores, incluso a veces haciendo pequeñas carreras compitiendo sanamente contra el coche. Algo que para las chicas, les resultaba arriesgado pero divertido también. Pero la mayor de las sorpresas estaba a punto de producirse, unos periodistas de una publicación juvenil, habían telefoneado a Quique el único de los chicos de la banda que disponía de teléfono, y al igual que hicieron con aquel fotógrafo, decidieron citarse en el barrio,

en un lugar tranquilo y discreto, en la terraza de verano del bar la Joya, situado en las viejas galerías, un lugar donde las tardes siempre resultaban de lo más animadas. De un flamante e imponente deportivo be eme uve, se bajaron dos atractivos y jóvenes periodistas elegantemente vestidos que se identificaron como Mercedes y Álvaro de la revista “Mundo joven”. Tras los saludos de rigor los chicos del grupo ofrecieron los mejores sitios como buenos anfitriones. -Un momento chicos. - Dijo Lolo sacando una moneda de cinco pesetas. - Voy a la máquina, desde hace una semana ya tienen nuestro disco pinchándolo aquí. -Estupendo, eso ambientará mucho mejor la entrevista, bueno chicos, será un espacio corto, mas os dará una publicidad enorme, incluso pondremos una foto pequeña en la portada. - Dijo Álvaro mientras tomaba asiento y preparaba su cámara de fotos, Mercedes mientras sacaba un enorme magnetofón preparado para grabar. -La primera pregunta es más que obligada una breve presentación de cada uno y, ¿Como nacen los Estridentes? - Cuestionó Álvaro mientras apuntaba con su cámara a los cinco chicos. -Yo soy Lolo el pianista. - Dijo Lolo. - Yo Quique guitarra solista. - Dijo Quique sonriendo. -Yo Joaquín pero todos me llaman el Bitel soy la guitarra rítmica, y estos dos que son tan tímidos son Ángel el bajista, y el Víctor el batería – Concluyó Joaquín. -Bueno nos juntamos allá por el sesenta y dos o así, cuando nuestros padres iban los domingos a un bar que había ahí en la carretera llamado “Cualquier sitio” a bailar, entonces la ciudad estaba en plena construcción, y más que una discoteca parecía el baile de la plaza del pueblo, ponían a Manolo Escobar, Machín, dúo Dinámico, en fin todo eso. - Explicaba Quique mientras no paraba de observar el magnetofón, y gesticular con la mano. - Jugábamos desde niños buscando chapines de Cinzano, que eran los mejores para las chapas, o al balón entre las arboledas, y entre charlas y juegos descubrimos que teníamos un denominador en común, la música. - Concluyó Quique. - Siempre nos reuníamos en el quiosco verde que había en Euskalduna a comprar pastillas de leche de burra, en las fiestas de san isidro en cada bloque se hacia una pachanga con bebida y todo en plan muy familiar, al estilo de los pueblos, a pesar de que Franco nos anexionara a Madrid no dejábamos de ser un pueblo, y bueno que aprendimos a tocar con la guitarra de mi padre que no se te olvide. Ya que fue profesor de conservatorio y gracias a él me enseñó a tocar el piano. - Dijo Lolo. -Es un hermoso barrio, rodeado de campos y huertas por todos lados. - Dijo la chica mientras no paraba de observar con cierto asombro todo lo que le rodeaba. -Bueno mi abuela acostumbrada al tráfico y al ruido de Madrid, les dijo a mis padres que nos habíamos venido a vivir a un desierto. - Comentó con una enorme sonrisa Joaquín mientras observaba como se acercaba el camarero. -¿Que tal artistas? ¡Aquí tenéis vuestras cervezas! - Exclamó el camarero con alegría mientras servía las bebidas en su enorme bandeja redonda. -Gracias señor. - Respondió la chica mientras continuaba con la entrevista. -Interesante, así pues la música ya estaba en vuestra genética. - ¿Os ha resultado fácil o difícil la grabación del disco? - Preguntó Mercedes.

-Fácil no, difícil tampoco, se grabó en nuestros ratos libres, todos somos obreros de Barreiros, menos uno el pianista que es panadero, y Bitel que es albañil y ha construido medio barrio. Lo realmente complicado fue la edición, los discos se grabaron hace mucho tiempo, pero es ahora cuando se han editado, se ve que la casa de discos se lo ha tomado con paciencia. Explicó Quique -Es evidente, vuestro estilo es muy arriesgado y muy poco común en este país, tan solo los pequenikes hacen música instrumental, pero vosotros hacéis música muy psicodélica muy al estilo de grupos anglosagones, por eso tal vez estáis cubriendo un hueco insólito en el panorama musical nacional, de ahí tal vez puede venir vuestro éxito. -Sí tienes razón, siempre compartimos carteles con grupos pop, los Kuchis, los Formula cinco en el Paraninfo junto con muchos grupos, los Bravos con su renovada formación, dimos un concierto memorable con los Salvajes y con Lone Star hace unos meses en Barcelona, en las Baleares hemos tenido un notable éxito, también aquí en el barrio nuestro debut con los ingleses The End, y ahora el mes que viene tocaremos en el parque de atracciones con los sevillanos Smash, que hacen una música muy parecida a la nuestra pero cantando. Nosotros no cantamos, somos muy tímidos, y mira así a los señores censores le quitamos trabajo con las líricas. - Concluyó entre risas Joaquín mientras encendía un cigarro. -Se ha rumoreado que buscáis una voz femenina, ¿Es cierto? - Preguntó Álvaro con cierto tono especulador. -Esta por ver, se lo ha sugerido la casa de discos a Ramón nuestro amigo y representante, buscan algo una voz femenina, tal vez mi mujer puede que haga una prueba pero de momento es algo que esta muy en suspenso todavía, estamos a gusto así y tememos perder nuestra esencia poniendo líricas a nuestras notas. - Respondió con sorpresa Joaquín. -Más resultaría un proyecto muy interesante, ¿No opinan igual? - Añadió de forma interrogativa Mercedes. -Tal vez, tal vez. - Respondió en modo pensativo Quique. -Y ellos ¿Por qué no dicen nada? - Dijo la chica aludiendo al resto de la banda. -Somos muy tímidos, además dicen que los baterías solemos estar un poco mal del coco por el efecto de los tambores. - Respondió Victor imitando el baile de los ye yes. -Y para terminar, se rumorea que esta en preparación un disco grande, ¿Que hay de cierto en eso? - Preguntó Mercedes manipulando el magnetófono. -Eso no depende de nosotros, sino de la casa de discos y del público, si se agota este single en unos meses, parece ser que sí, que haremos alguna cosa más, nosotros acabamos de empezar. -Muy bien chicos, tenemos material suficiente, vayamos a algún lugar bonito para haceros un par de fotos. - Concluyó Álvaro levantándose de la mesa con bastante prisa. Tras los saludos de rigor los periodistas entraron en su coche y se marcharon, su cara reflejaba bastante satisfacción. Cara que de repente les cambió cuando un enorme y estruendoso sonido de motos mal cuidadas, pasaron por la carretera a toda velocidad, los chicos no parecían ya

sorprenderles pero los periodistas se quedaron perplejos, Álvaro agarró su cámara y con gran rapidez e improvisación realizó varias instantáneas, mientras Mercedes parecía decirle mediante gestos que arrancase rápido. El be eme uve salió velozmente llamando la atención de los motoristas los cuales decidieron perseguirlo. -Entraré en el bar a llamar a la policía, esto no me gusta un pelo. - Dijo el camarero que también contemplaba la escena mientras atendía las mesas. El coche aceleró aun más el ritmo hasta lograr alcanzar el semáforo que delimita el barrio de la carretera de Andalucía. La luz estaba en rojo, lo que dio tiempo a que algunas motos lograsen alcanzarlo, los periodistas subieron las ventanas e hicieron caso omiso a los gestos de sus perseguidores, finalmente el sonido de unas sirenas de policía, hizo cambiar el semblante de los rostros, de enojo por parte de los motoristas, y de alivio por parte de los periodistas. -¿Has oído hablar de las pandillas de Usera y Villaverde, Merche? Pues ahí las tienes, en cuanto revelemos las fotos, podremos pasárselas a los de sucesos, tenemos oro en las manos compañera. - Comentó Álvaro mientras observaba como el semáforo daba luz verde y el coche tomaba dirección hacia Madrid. Paloma, Marifé y Maritere salían de comprar de los ultramarinos del Trébol, donde antes estaba el bar del Gallo Colorao y quedaron perplejas al contemplar el coche, no era muy habitual ver un coche así por estos barrios. -¡Mira esos! Seguro que son los periodistas, vamos a buscar a los chicos a preguntarles que tal les ha ido. - Comentó Paloma observando como dicho vehículo se alejaba. Tan sorprendidas se quedaron las chicas al contemplar a María sentada en el poyete, con una cara muy pensativa y en sus ojos mirando al infinito, que decidieron cruzar la pequeña carretera que separa dicho trozo de tierra y se acercan. Ella con mirada triste y pensativa les saluda. -¿Que te ocurre María, no trabajas hoy? - Preguntó Maritere. -No, que va, vengo del médico, llevaba una temporada que no me encontraba demasiado bien y hoy he descubierto que todo ha sido debido a un penalty. - Respondió María. -¿Un penalty? - Preguntó sorprendida Paloma. -Sí, de penalty, tantas tardes de pasión con la ausencia de mis padres, de tanto tirar a puerta el chico tiene buena puntería y me ha metido un gol. - Explicó María. - Me has hecho penalty delantero, me has metido gol. - Susurró en voz baja con media sonrisa, mientras las chicas no salían de su asombro. - Más ya veis tocará casarnos, mis padres con una furia tremenda, y los de él pues no lo sé, supongo que también. Durante muchos meses, los vecinos que tenían sus obligaciones laborales fuera del barrio, tras el habitual paisaje de la carretera de Andalucía llena de cementerios automovilísticos, observaron con asombro como muy cerca del enorme edificio de radiadores Garza, la construcción de un enorme edificio en dicho solar, el misterio por fín se desveló con el paso del tiempo y el día dos de Octubre el jefe del estado Francisco Franco vino a inaugurar algo bueno para todos, un hospital llamado ciudad sanitaria primero de Octubre.

-Un hospital, como se nota el gran aumento de población que ha tenido la zona. - Comentó don Natalio observando desde la ventanilla del autobús el nuevo y colosal edificio. -Sí, menos mal, ya no tendremos que desangrarnos por el camino como cuando teníamos que ir a Pontones. - Comentó una señora con gesto de alivio. No cabe la menor duda de que los tiempos estaban cambiando cada vez a mejor si lo comparamos con que las dificultades que tuvieron que pasar los vecinos en los primeros años buscándose la vida como buenamente podían, a pesar de los precios del petróleo iban disparándose cada vez más, asomando la punta del iceberg de una feroz crisis económica. Pasado un par de meses, una fría mañana en cada rincón del barrio, un retumbe de transistores y radios a todo volumen, llamó poderosamente la atención del vecindario, las chicas que como cada mañana se reunían después de desayunar, observaron como en distintos lugares a la vez, en las ventanas de las casas, en los bares y hasta en el propio quiosco de don Valentín, toda la gente escuchaba con mucha atención la radio a un volumen bastante alto. -Algo ha pasado. - Dijo Marifé mirando a todos lados. - ¡Vayamos al quiosco! - Concluyó mientras las cuatro chicas iniciaban el paso apareció don Abilio. -¡Qué! ¿Os habéis enterado? - Exclamó el comisario con cara de circunstancias. - Un asesinato, un magnicidio, el coche ha salido volando por los aires, esos diablos han matado al presidente del gobierno. - Prosiguió mientras sacaba su pipa de su gabán. - Ya lo veis chavalas, nuestro generalísimo, se esta haciendo mayor y nos están sacudiendo por todos lados, ¿Quien va a defender este pueblo de estas viles tropelías? Pues nosotros coño, nosotros, esas hordas diabólicas no se saldrán con la suya, yo ya estaré viejo pero moriré matando, no os preocupéis chavalas. - Concluyó su monologo mientras las chicas sin hacer mucho caso continuaron el paso. -Han matado al presidente, ahora veréis, volveremos al estado de represión de hace unos años, y para colmo ya veis las pandillas de la guardia roja, esas chicas jóvenes que se dedican a hacer pintadas por las noches, ¡huy! como las pillen. - Comentó con cierto tono de preocupación Maritere. -Ellas ya saben lo que hay, aunque son jóvenes, son mayorcitas. - Concluyó María. En cada rincón del barrio, la noticia de aquel magnicidio corrió como la pólvora, aquel día todo el mundo dejó sus actividades y se recogieron en sus casas, por el propio temor y el desconocimiento de lo que pudiera ocurrir, tan solo los valientes motoristas quedaron solos reunidos en los billares, pero el dueño les echó de muy malas maneras ya que había decidido cerrar. -Parece mentira, panda de gamberros, que han matado al presidente, y vosotros nada más que pensando en vuestras idioteces. - Exclamó con muy mal genio mientras echaba abajo el cierre. -¡Vaya un día! Salimos de trabajar y nos encontramos con todo cerrado, ¿Crees que Marta habrá cerrado también? - Preguntó Miguelón.

-Casi seguro que sí, mejor será que vayamos a mi casa. - Comentó Lupi. - Ahí podremos estar a gusto escuchando discos en mi habitación, y así descansamos un poco los manillares, no nos vendrá mal un descansito. - Prosiguió mientras caminaba hacia su moto. Tras unos días de tensa calma, Lucas y María decidieron reunirse en casa de la chica, para preparar lo más rápidamente posible la boda. Ante la atenta mirada de los padres de ambos, la seriedad y el comportamiento educado, sin esconder la vergüenza vestían las paredes de aquella moderna y joven casa. -Vaya un penalty, a la primera, ahora veremos a ver quien os casa. - Dijo don Ramón el padre de la chica ante la mirada de ambas madres que se miraban con una seriedad digna de un velatorio. -Lo importante es que todo va a salir bien, y su hija va a estar bien cubierta en todo momento. - Respondió Lucas con bastante rotundidad. -Sí, eso no lo pongo en duda, ¡Ah! La moto, tendrás que vender la moto, no quiero que se quede viuda tan pronto, y ya has visto la que arman esos chalaos día sí y día también, no quiero que te involucres más en esos berenjenales. -Respondió don Ramón. -Y tú ya sabes chica, ahora estos meses, ni trabajar ni nada, tendréis que buscar un piso, creo que por San Nicolás están muy bajos los precios porque casi toda la gente, quieren comprar los que hay por aquí. - Comentó doña Eugenia la madre de Lucas. Pero no fueron los únicos embarazos que tuvo este año, Lola y Lolo serían padres de una hermosa niña a la que llamarían Esther, siendo Marifé y Joaquín sus padrinos. Finalmente a pesar de las dificultades y del corto espacio de tiempo, Lucas y María tuvieron una boda muy digna para muchos, pero sorprendente para todos, en la pequeña y humilde parroquia de San Camilo, logrando el objetivo de ocultar el embarazo. Y efectivamente entre las envejecidas casas de San Nicolás consiguieron por un alquiler muy bajo un piso donde establecer su nuevo hogar, y además también su pequeño despacho donde ejercer la abogacía. Lugar muy frecuentado por mucha gente del barrio, el boca a boca le convirtió no se sabe si en un abogado de prestigio, pero sí en uno bien cercano y asequible para la gente del barrio y alrededores. El espectacular aumento del precio de la gasolina y el comienzo de una feroz crisis económica, fue el detonante de que a partir de ese momento, la gente simplemente se desplazaba en coche cuando fuese necesario, y no como algo habitual como ocurría en tiempos de antaño, y así fue llegando a su fin el trepidante año 1973, con una de sus habituales y desenfrenadas nocheviejas en los locales de la carretera, cuya nueva pareja se juntaron con los músicos y los motoristas, creándose cada vez un vínculo más estrecho. El nuevo y recién estrenado año 1974 vino con un aumento de plazas escolares, gracias a la inauguración de un colegio en la colonia del ahorro, el colegio Córdoba, cuya construcción fue recordada por la gran aparición de huesos cuando construyeron los cimientos, se trataba de la tumba de un habitante que tuvo el barrio hace millones de años, un mamut cuyos restos mortales pueden ser visitados en el museo de ciencias naturales de Madrid. El hallazgo estuvo lleno de curiosidad y despertó por parte de algunos chavales un particular interés por la arqueología, y también por parte de algunos motoristas que no dudaron en probar sus habilidades saltando y esquivando aquellos enormes huesos. Mientras tanto las buenas noticias

parecían no llegar nunca a la pandilla de músicos, la casa de discos pese a las buenas ventas de los singles, mostraron una ambigüedad nada clara, como ya ocurriera antes de que se grabasen, dejando de lado el proyecto de grabar aquel ansiado long play. Creando para ellos un problema tan evidente, toda la semana realizando sus trabajos, después por las tardes ensayando hasta caer exhaustos, para que durante el fin de semana desplazarse a dar alguna gala, sin apenas tiempo de disfrutar de las familias. -Lo que tenemos que hacer es ofrecernos a otras casas, que alguna seguro que nos hará más caso.- Comentó Quique con cierto nerviosismo, mientras terminaba de recoger su instrumento como cada noche. - Es más, puede que Lucas nos ayude en todo esto. -¿Un abogado? Más gastos, no fastidies Quique. Oye todavía no son las nueve, podríamos ensayar hasta las diez, o tenéis ganas de ver el escote de la Bárbara Rey y la Jurado? - Dijo Lolo. -Tienes razón ensayemos hasta las diez, aunque estoy molido, es nuestro pan, es nuestro sueño, vamos por muy buen camino, tenemos que deslumbrar a esos de la discográfica. Añadió Joaquín. -Yo creo sinceramente que tal vez, a la casa de discos no le gustó algo de la entrevista y no nos lo quieren decir. - Prosiguió Quique pensando en voz alta. -Pues si es así, entonces buscarse a otra, ya que más claro no se pueden decir las cosas, ¿Os parece normal que llevemos más de tres años para grabar un disco grande y cuando los singles han funcionado ahora nos digan que no? - Contestó Joaquín interrumpido por unos golpes en la puerta, se levanta y al abrir la puerta descubre a Álvaro acompañado de los hermanos pequeños de los músicos. -Hola ¡Ya sabéis que queremos aprender a tocar! ¡Queremos ser como vosotros! - Exclamó con mucho entusiasmo Paco ante los orgullosos ojos de su hermano mayor. -¡Veis! Por cosas como estas merece la pena pasar las que estamos pasando, puede que llegue un día que no podamos compaginar ambos trabajos ojala, yo sin duda ese día elegiré este. - Comentó Quique cambiando el semblante de su rostro. Los chicos demostraron ser excelentes pupilos y aprendieron muy rápido, desde esa noche se convirtió en algo habitual verles, la última hora de ensayo, aprovechándola al máximo para tocar en grupo, compartir experiencias de una generación a otra y aprender de los mayores, y los hermanos pequeños ponerles al día de los gustos de su generación. -Nos falta buscar un buen batería, ¿Que te parece José? - Comentó Antonio. -No me va, nos puede dar mucho el queo y darnos muchos problemas, ya sabes a lo que se dedica con el cojito. - Respondió Álvaro. -Yo habría pensando en Pipe, ese siempre esta dando golpetazos a las cosas, le puede ir como anillo al dedo. - Añadió Paco. -Yo seré el bajo, además es muy fácil solo hay que puntear y seguir el ritmo, me fijé muy bien como lo hace el de nuestros hermanos que toca muy bien. - Dijo Antonio.

-De la guitarra me encargo yo, que tengo al maestro en la familia. - Comentó Paco. -¿Como nos llamaríamos? - Preguntó Álvaro. -El nombre es lo de menos, eso saldrá cuando estemos bien inspirados, ahora lo importante es aprender a tocar y que las gachís se nos vuelvan locas. -Concluyó Antonio. -Ahora bien, si os dejáis el pelo largo mucho ojo de como elegir vuestra vestimenta, ya que a nosotros nos dieron un tute que no veas la policía por ir vestidos como los Beatles. - Aconsejó Quique mirando fijamente a su hermano. -Ya me acuerdo, pero eso fueron otros tiempos, ahora las cosas están cambiando, ¿No ves a tu alrededor? Nosotros tocaremos algo más rockero, como los Led Zeppelin o los Deep Purple, o como los Slade o los Sweet, al estilo glam rock tan de moda ahora.- Respondió Paco. -Cierto, el chaval tiene razón, creo que lo del Alquézar, ya no ocurriría más. - Lo importante no es lo que toquéis o como vayáis vestidos, sino que vais a seguir nuestros pasos y eso nos llena de orgullo chavales. - Añadió Joaquín palmeando la espalda a Paco. -Sí, pero de todas formas cuidado con las pintillas, no salgáis como esos salen por la tele o tal vez os zurrarán. Efectivamente mientras los chicos iban siguiendo los pasos de sus hermanos mayores, José y Sixto continuaron con su particular carrera de peripecias, un amanecer apareció empotrado contra uno de los muros de San Luciano, un Citroën ocho y el rumor que no paraba de correr en el barrio, fue que los responsables de tan cuantioso destrozo fueron ellos. Marifé no dudó en salir en su búsqueda para intentar averiguar lo sucedido, paseando a su hijos Luz y Fernando decidió emprender camino, ella ya sabía perfectamente donde localizar a la singular pareja de golfos, en la máquina de petacos del bar Oasis, ahí estaban, les vio desde el enorme ventanal y la chica no titubeó lo más mínimo en entrar en el bar, saludar a la camarera y pedir una Mirinda de sabor naranja. -Hola José, hola Sixto, ¿Como que no estáis en clase? - Saludó a los chicos -Me encanta tu sentido del humor Marifé, tú ya sabes que eso no nos va. - Dijo José. -Pero algo tendréis que aprender si queréis ser hombres de provecho. - Replicó Marifé, mientras los dos chicos se miraron y soltaron una enorme carcajada. - No es para tomárselo a risa, lo importante en esta vida es trabajar en lo que a uno le gusta. -Si, es verdad, pero entonces ¿Por qué tenemos que aprender en el cole tanta cosa inútil que no nos vale para nada y encima si no lo sabes que te inflen a coscorrones? Mi colegio es la calle Marifé, aquí se aprende lo que realmente vale de verdad en la vida. - Concluyó Sixto. -Tú fíjate si aquel malaje no le hubiera dejado cojo, este iría para futbolista, no veas como le pegaba a la bola, desde aquella maldita noche ya no hemos vuelto a jugar al fútbol, así mira tampoco no nos intentan robar el balón los del rancho. - Comentó José mientras hacía carantoñas a la pequeña Eva y al pequeño Fernando. -Que por cierto os lleváis muy bien con ellos, y eso en el barrio os hace que se os mire mal. Puntualizó Marifé mientras los chicos miraron seriamente.

-Hay de todo, no todos son robabalones, lo que pasa es que si eres del rancho ya estas marcado, si eres del poblado agrícola, cuidado con este. Cuando mira tú que en Orcasitas y San Fermín hay pandilleros viviendo en bloques igual que nosotros. Contestó Sixto. -Bueno chicos yo me tengo que marchar, por cierto ya habéis visto aquel Citroën ocho. Concluyó Marifé con un lenguaje de miradas cómplices con la intención de averiguar algo. -Es un potro difícil de domar, por suerte no nos pasó nada, pero tú no digas nada. - Concluyó José. -Yo no diré nada, pero dejar de jugar con esos cochecitos, ya veis las cosas que pasan, y no quiero ni imaginar si hubieras atropellado a alguien, las consecuencias serían terribles. -Dijo Marifé mientras salía del bar junto con su hijo pequeño que comenzaba a berrear, - Bueno chicos me voy que ya me reclama la sirena de Barreiros en Stereo. Desgraciadamente el percance de aquel coche no fue el único suceso ocurrido en ese día, unos individuos de extraña y dudosa procedencia se encontraban camino de los nuevos bloques, en frente del ultramarinos Herbe en los locales comerciales del bloque doscientos veinticuatro, forzando la cerradura de un nuevísimo Seat ciento veinticuatro, el dueño de la tienda don Bernabé, con su habitual gesto de seriedad característico en él, no dudó en salir a llamarles la atención cuando uno de ellos, sin dudar un segundo y de manera despiadada, le asestó una certera y criminal puñalada mortal, cayendo desplomado al suelo, ante la sorprendida mirada de su compañeros comerciantes Pablo el lechero, y Angelita que tiene su despacho de pan justo al lado de su establecimiento, fue un suceso que causó una gran conmoción entre la gente del barrio. Los motoristas del rancho nuevamente comenzaron a dejar verse, y esta vez acudían de manera ordenada en grupos de cuatro o cinco motos, daba la impresión de que habían evolucionado su estrategia o al menos ya no eran tan desordenados o anárquicos como antaño. Nacho el pelirrojo, junto con Vikingo y Guti, parecían ser los cabecillas de tres grupos que en lugar de dar la apariencia de una banda callejera, daban la impresión de tener una jerarquía casi militar. Sin duda daban una apariencia de mayor peligro que en tiempos pasados, algo en ellos había cambiado, pero ese algo era todavía un misterio que a muchos les alarmó y a otros en cambio le hizo convertirse en todo un reto a descubrir. -¿Habéis visto a esos fantasmas? Parece que se han escapado de una película de guerra. Comentó Lupi mientras observaba desde los ventanales de los billares al verlos pasar. -Esto creo que va en serio, vamos a tener que organizarnos nosotros también. Pero nosotros tres no somos suficientes, y con Lucas no contéis olvidaros de él, ahora es un hombre casado. - Dijo Miguelón con cierto tono de preocupación. -¿Y por qué no contáis con nosotras? No pelearemos como hombres pero podemos tener un cerebro mejor que el de ellos. - Añadió Cristina ante el asombro de todos, mientras el dueño de los billares que escuchaba chismosamente la conversación, no dudaba en carcajear a mandíbula batiente. -Mira que eres chiflada Cristina, por eso estas con nosotros, es muy peligroso, créeme. Esto no es como en la feria, aquí se necesita algo más. - Contestó Lupi.

Otras chicas amigas de Cristina habían quedado en el bar la Paz, un pequeño bar frecuentado por hombres de mediana edad, que además fue de los primeros establecimientos del barrio, que se encuentra situado en el bloque diez, la nueva generación de chavalas, algunas de ellas muy próximas al ilegal partido comunista, formaban parte de una agrupación llamada la guardia joven roja, Mamen, Magdalena y Pili, donde acordaban las estrategias a la hora de organizarse para realizar las pintadas por la noche, solían esperar a que sus familias durmieran, y con gran sigilo salían de sus casas y quedaban entre la una y la una y media, en el transformador de la luz de las viejas galerías, si ocurría algún problema disponían de todo un diccionario de contraseñas y frases bien comunes para no despertar sospechas, no cabe duda de que eran chicas muy hábiles a pesar de su juventud, y no dudaban en jugarse el tipo por lo que ellas creían ser causas justas. La potente sirena de Barreiros anunciaba el primer turno al amanecer, un nuevo día alumbraba el sol en el barrio, las pintadas realizadas por las jóvenes chavalas la noche anterior sorprendieron a todos los habitantes, algunos no dudaban en manifestar su estupor, otros en cambio sonreían en silencio, con la esperanza de que los nuevos tiempos llegasen y cambiasen terminando con el férreo y feroz régimen de horror que gobernaba España durante décadas, pero si alguien no solamente sintió estupor o sorpresa, sino enfado y hasta un poco de terror, fue don Abilio que un escalofrío recorrió todo su cuerpo al ver ese símbolo de la hoz y el martillo, que para él significaba el recuerdo de una siniestra guerra que para los combatientes de ambos bandos, estuvo llena de penurias, hambre, muerte y desolación. -Ya lo ves chaval, ¡Aquí hecho la puñeta! - Exclamó don Abilio sentado en el asiento derecho del coche patrulla, con un semblante pálido tras haber pasado una mala noche por culpa de sus excesos con el alcohol. - El presidente del gobierno asesinado, y las hordas comunistas acechando de nuevo a España. - Prosiguió con su delirio ante la mirada del conductor, que leía con atención deteniendo su coche, una de las numerosas pintadas. -La jota je erre, la joven guardia roja. - Dijo leyendo la firma el policía conductor. - La madre que los parió. ¡Ya estamos otra vez! ¿Que quieren otra guerra civil o qué? -No lo se chico, no lo se, pero cueste lo que cueste, acabaré con ellos, aunque sea lo último que haga, si este maldito ardor de estómago no acaba antes conmigo. - Concluyó don Abilio mientras ordenaba con gestos que arrancase el coche. Mientras tanto en la factoría de Barreiros, Quique trabajaba con cara de muy pocos amigos, Ramón finalmente le había confirmado que la discográfica continuaba negándoles la grabación y la edición del disco, algo que ha caído como un jarro de agua fría para todos los miembros de la banda, los resultados eran buenos, raro era el fin de semana que no tenían ninguna gala en algún pueblo o en alguna ciudad y salían en ruta, sin tiempo para poder estar con la familia, por eso la sorpresa para ellos fue terrible e inesperada, de todas maneras Ramón y Julián, continuaba intentando mediar y convencer a los directivos para que finalmente el disco se lleve a cabo. Por otro lado Mariví que había comenzado los preparativos de boda, seguía muy de cerca a Maritere por su extraño comportamiento, y lo mismo hizo Ángel con Manolo, Mariví sospecha algo que finalmente pudo comprobar que su peor hipótesis era cierta, la chica sufría malos tratos, el exceso de maquillaje en unos ojos y pómulos en una chica que rara vez se retocaba le hizo sospechar desde hace algún tiempo. Ángel por su parte, pudo comprobar que

Manolo estaba en un estado constante de nerviosismo por culpa de su hermano pequeño y su imparable carrera delictiva. La ciudad había vuelto a ser el coto privado de los motoristas del rancho, los cuales atemorizaban a niños robando balones y molestaban a las chicas con acciones chulescas y macarras. Su orden de aparición en pequeños comboys de cuatro motos perfectamente ordenados hizo sospechar a Blas de que algo extraño había sucedido. El joven pero aguerrido veterano de las luchas callejeras, no dudó en juntarse con los chicos de la ciudad y contarles todo lo que iba sucediendo, Chicho también intervenía en dicho asunto, su instinto guerrero les hacía presagiar que nada bueno podía suceder con tan jerarquizada banda. Y en efecto fue como descubrieron en uno de sus paseos que un tal Briones, se había echo jefe de los cordobeses, se trataba de un peligrosísimo y veterano malhechor procedente de los ratas, de unos treinta años de edad, tenía un fuerte corte de navaja en el rostro, dicen las malas lenguas que fue obra del Avalantao a raíz de una reyerta por una mujer en Tomás Bretón en el año sesenta y cinco, Blas y Chicho no podían creerlo, ahora los cordobeses si serían temidos y de verdad, el asunto cuando fue puesto en conocimiento del comisario don Abilio, los quebraderos de cabeza fueron en aumento para el veterano policía, que nuevamente como ya hiciera en años anteriores realizó una nueva reunión de urgencia, esta vez sin diapositivas ni nada, tan solo con un par de fotos de fichas policiales. -Éramos pocos y parió la abuela, señores mi querido amigo Briones debe de estar aburrido de los barrios de Usera y Delicias, que ha decidido venir aquí a tocarme un rato las narices. Muchos de vosotros ya le conocéis. Manolo Briones, treinta y cinco años de edad, todo un clásico de la zona como el mismo dúo Dinámico, sus hits son de sobra conocidos, a pesar de no ser tan fiero, quien tuvo retuvo; en el cincuenta y nueve fue detenido por primera vez al formar parte de una banda que operaban en la zona del matadero, dos años más tarde reincide y es pillado en otra reyerta cerca de Atocha; más tarde nuestro querido amigo Avalantao le hizo un siete en toda la cara al discutir por una gachí, en el local de las chachas y los militares, aunque dudo mucho que le interesase la chachita en cuestión, más de joven le echaron de la legión porque era un pelín rarito, en fin una joyita, pues bien. - Dijo de manera pausada mientras encendía su pipa ahumando como era costumbre en él la sala. - Ahí le tenéis con los ranchitos. Algo así como el cobarde gallina capitán de las sardinas, ha tenido que bajar varias categorías y edades para poder destacar y creerse alguien importante. Lo malo es, que ha tenido que venir a operar en nuestro barrio, maldito sea. Esta vez se acabaron las contemplaciones, tenemos que disparar a matar, ya esta bien de darles avisos, esta vez va en serio. - Concluyó mientras su rostro reflejaba cierta preocupación. -Señor, vengo observándolos desde hace varios días, parece que es el causante de que ataquen de manera tan ordenada, de momento solo a chavales quitándoles el balón y amedrentando a algunos viandantes. - Comentó Rodríguez. -Nada nuevo bajo el sol Rodríguez, solo que ahora son menos peligrosos su verdadero potencial estaba en su desorden, ahora un par de hombres armados por cada comandito de cuatro será suficiente, lo que realmente me preocupa son los motoricones del barrio, que están hechos unos fanfarrones, y lo que quedan de los pinches, les pueden hacer puré si les pillan, ese bestia es capaz de todo. - Respondió don Abilio. - Y yo encima hecho la puñeta, me llegan a pillar unos meses o unos años antes y verías tú que pronto resuelvo yo este asunto.

Ramón y Julián viendo el pésimo panorama que estaban teniendo los chicos del grupo, le habían conseguido una gala bastante importante en una sala del centro de Madrid llamada eme y eme, junto con un grupo que al igual que ellos habían sacado un single, el grupo Burning, unos chicos del barrio de la Elipa y que dejaron asombrados tanto al público como a sus compañeros de escenario por su impecable rock n roll, el concierto además de ser un sonoro éxito, fue una noche muy especial porque habían acudido las chicas, que se quedaron boquiabiertas al ver sus extrañas vestimentas imitando a los New York Dolls. Al día siguiente no dudaron en ir a celebrarlo eso sí, con evidentes síntomas de resaca y de cansancio comiendo en el bar Martín del bloque veintiuno. -Oye los Burning esos con esa pintas que parecían invertidos. Yo estaba con mucho temor pensando que viniera la bofia y nos llevasen palante. - Comentó con bastante inquietud Paloma. -Que va mira que eres antigua, el chico ese de la guitarra, no dejaba de mirarme y el cantante de ojos claros igual. - Contestó Marifé recordando con nostalgia el fantástico ambiente vivido anoche. - Veinte minutos de un rock atrevido y ardiente, la salida de los nuestros fue como un soplo de aire fresco después de tan incendiaria actuación. -Concluyó la chica. -Es el mejor público que he visto en una sala de Madrid, todo el rato dando palmas y moviendo la cabeza, y menos mal que la gente va perdiendo el miedo y va siendo más atrevida en la forma de vestir, la música en España esta cambiando gracias a grupos como nosotros. Comentó Víctor con orgullo. -A ver chicos tengo noticias, el día once en la sala Magic de Barcelona tocáis con los Máquina un grupo que suena increíble como vosotros y cantan en inglés, ya me han confirmado hasta las habitaciones de la pensión muy céntrica por cierto. - Dijo Ramón con gesto serio, dando fuertes caladas al cigarro y mostrando los papeles escritos. - Y el día dieciocho en la Blue Bar, esto este mes, y el mes que viene, atención que tenéis otra entrevista en el programa Musicolandia de Radio Centro, y el día ocho otra vez aquí en Madrid donde tenéis dos conciertos más con los Barrabás en la sala Mónaco de la calle Fundadores y dos días después con los Smash en la sala Consulado. - Concluyó mientras no paraba de sonreír orgulloso de su trabajo tan bien realizado. -Vamos a ver si esta vez los señores de la casa de discos se deciden de una vez, desde luego los carteles infunden respeto. - Comentó Quique cansado pero contento al recordar el fantástico y libertino ambiente reinante en la sala, y abrumado al conocer la cantidad de fechas importantes que habían concretado. Las clandestinas pintadas de corte político llamaron la atención también a los chicos motoristas, pero evidentemente sus intenciones eran otras, gracias a Cristina pudieron saber que la joven guardia roja eran chicas, pero lógicamente no quiso ni pudo revelar su identidad, aunque las sospechas se dirigían claramente a las amigas y compañeras de la chica. -Se están jugando el tipo pero bien, mucho más que nosotros. - Comentó Lupi. -Es probable que sea Mamen y las demás ¿A que sí? - Preguntó Miguelón. -Ya os he dicho que no diré quienes son, porque tampoco se con exactitud quienes y cuantas

son, ni tampoco las he visto. - Dijo Cristina con intención de callar los rumores. -Pues que no te eche el guante don Abilio, pues te hará cantar de lo lindo, punto en boca y ni una palabra del asunto. - Concluyó Lupi, mientras observa como vienen los hermanos Chechu y Juanito. -¡Chicos noticias frescas! Mirad esta nota que ha aparecido en el buzón de nuestra casa. Dijo Chechu mostrando un sucio papel con destacables faltas de ortografía, en el cual podía leerse lo siguiente: -¡Todo o nada! ¡Muerte o gloria! Quien no arriesga no gana, chavalotes, os retamos una carrera a tres vueltas desde el semáforo de Dgesa hasta el colegio de los Frailes, tres vueltas rodeando vuestro barrio, quien gane se queda con el territorio, quien pierda queda desterrado, queremos vuestra zona y la queremos ya, si estáis de acuerdo nos vemos en los billares de San Mateo mañana por la tarde a las cinco para concretar la hora y los corredores, y ni una palabra a la pasma. Firmado Briones. -¡Coño el Briones! ¿Sabéis quien es verdad? - Dijo Lupi. -Ese tira de pipa, así que cuidao. - Respondió Juanito. -Si es un reto de una carrera, me parece bien tenemos motos más potentes que ellos, y nuestra destreza la conocen hasta en el Portillo. - Comentó Lupi. -Yo me ofrezco, mi Capra y yo somos invencibles. ¡Me la juego! - Exclamó Juanito. -Bueno primero veremos esta tarde a ver que pasa, y si hay garantías de que no jueguen sucio, eso sí, debemos estar los demás en diversos puntos por si nos intentan hacer alguna jugarreta. - Sentenció Miguelón. -El problema es que ellos son un ejercito, son muchos, ¿Como vamos a controlarlos a todos? Preguntó Cristina como si fuese una más de la banda. -Tú y tus amigas nos podrán ayudar, tenemos que conseguir walky talkys de esos para estar comunicados siempre. - Respondió Miguelón. La chica no titubeó en salir en busca de sus amigas y comentarles todo el plan, y asi escucharon atentamente a Cristina mientras permanecían sentadas en el poyete picoteando unas chuches que habían comprado en el quiosco verde de Euskalduna. -Tú estas loca de atar Cristina, jugando a las pandillas con esos cafres, mas con el Briones ese. - Abroncó Mamen a su amiga. -Solo necesitamos permanecer sentadas en los sitios donde se desarrolle la carrera y si ocurre algo raro comentarlo, no hay que hacer nada más, además se que vosotras tenéis walkys de esos y nos hacen falta. - Replicó Cristina como si la vida fuese en ello. -Nos vamos a meter en un buen lío y lo sabes muy bien. - Intervino Magdalena. -¿Y no te parece poco lío en el que andáis metidas? - Respondió con una certera pregunta en modo de exclamación susurrando, que cambió de manera drástica la cara de todas las chicas.

-¿A que te refieres? - Preguntó Mamen frunciendo el ceño y levantándose con los brazos en jarras. - Mucho cuidado con irte de la lengua Cristina te lo advierto. - Advirtió susurrando en voz muy baja y con el dedo amenazante. - No sabes las noches que pasamos, pendientes de todos los movimientos, mirando a todos lados y lo difícil que es hacerlo todo sin ser vistas por nadie, así que punto en boca y chitón. - Concluyó mostrando un gran enfado. -Tranquila, solo os estoy pidiendo vuestra ayuda, si no queréis hacerlo no pasa nada, más peligroso es lo otro que esto, pero en fin ya esta, olvidaros del asunto. - Dijo Cristina levantándose del poyete e iniciando la marcha. -¡Espera mujer! - Exclamó Mamen mientras observaba como se marchaba y se daba media vuelta. - Esta bien, trataremos de conseguir los walkys y cuando quieras nos reunimos con los chicos esos. - Concluyó mientras las dos chicas sonreían y sellaban la paz con un afectuoso y amistoso abrazo femenino, de esos que solo dos amigas de muchos años saben darse.

18 El interior del bar Oasis recordaba los tiempos de antaño donde los chicos se reunían frente a la máquina de petacos, salvo con la diferencia de que la compañía femenina amenizaba el ambiente, vistiendo las paredes de juventud y aparente inocencia. Las cervezas se mezclaban con las Mirindas, y los habituales comentarios machistas eran sustituidos por miradas de complicidad, coqueteos y sonrisas. Todo tenía la apariencia de una tapadera perfecta para ellas, las chicas se habían convertido en unas especialistas en el lenguaje en clave, y sabían en todo momento como pasar desapercibidas, algo que los chicos supieron ver y aprender de ellas con lecciones rápidas de improvisación. Pero más sabe el diablo por viejo que por diablo reza un antiguo refrán, y así fue como don Abilio quiso rememorar por su cuenta también sus famosas visitas de cortesía al modesto y discreto bar. -¡Vaya, vaya, vaya! Pero si tenemos a Ángel Nieto, compañía y azafatas. - Irrumpió con la habitual violencia psíquica que acostumbraba a tener, entrando como un elefante en una cacharrería, creando miradas de terror en las féminas. - No temáis chavalas, no os haré daño, vosotras sois inofensivas. Solo quiero saber que están tramando vuestros amiguitos. ¡Qué! ¿Escribiendo cartas de amor a un tal Briones, verdad? - Exclamó con su habitual cinismo observando las miradas de sorpresa de los chicos. -Ya sabéis que en este barrio hay muchas porteras, en cada bloque y también en cada mesa de billar. Así que por el bien de todos, decidme que decía esa notita, y rapidito que no tenemos tiempo que perder. -Concluyó don Abilio haciendo gestos tocándose el reloj con el dedo anular. -Nada señor, nada importante, una carrera eso es todo. - Respondió Juanito. -Una carrera donde ¿En el Jarama o en algún circuito cerrado? ¿En alguna escombrera tal vez? ¡Ah no! Déjame adivinar, en el barrio, ¿A que sí? Poniendo el peligro la circulación, a los viandantes, ¿Verdad? - Exclamó don Abilio. - Pues de eso nada, ni hablar amiguitos, bastantes problemas habéis causado ya. Y os lo advierto, que no me entere yo que se organiza tal carrera pues lo lamentareis, y me da igual que sea chico o chica, a quien vea rodando a una

velocidad endiablada, yo dispararé. - Concluyó amenazante mientras abre la puerta y decide marcharse del mismo y violento modo como entró. -Ya lo habéis oído muchachos, estamos metidos en un lío tremendo, ¿O la policía o esos chaboleros? - Dijo Cristina. -¡Yo correré! Por mucho que nos amenace, no podemos quedar como unos nenas ante los ratas. - Exclamó Juan. -¡Así se habla Juanito! Dí que sí, no podemos permitir que nos amedrenten. - Alentó Mamen mientras el rostro de Juan mostraba la felicidad del valiente. -Muy bien, yo iré esta tarde a hablar con el bestia ese a concretar los detalles de la carrera. Concluyó Lupi con gesto serio. Dicho y hecho, Lupi acudió a la hora indicada con gran puntualidad británica y se presentó en la puerta de los billares, mientras que la mujer encargada le miraba con gesto serio. Metros adelante salía del estanco Briones, con un gesto aun mucho más serio que Lupi, con mirada de perdonar la vida, su cara rajada en dos hemisferios imponía miedo y respeto a cada paso que daba. Los dos hombres se miran frente a frente, y se saludan como cual dos capitanes de equipos de fútbol preparados para elegir el campo y saque comenzando la contienda. -Así que tú eres el famoso Lupi, lo he adivinado nada más verte, ¿Correrás tú mozalbete? Saludó con cinismo e ironía el veterano malhechor. -Correré si hacemos parejas de dos, dos contra dos o uno contra uno, como prefieras. -Dijo Lupi sin titubear. -Te he visto alguna vez brincar entre las escombreras y también por aquí, eres muy hábil pero no tienes nada que hacer conmigo, tú tienes juventud, yo en cambio tengo experiencia. Mas por mi parte haremos un dos contra dos, así será más divertido. - Respondió Briones. -Muy bien, en el recorrido acordado, iniciamos la carrera donde la tienda de Dgesa, seguimos por las nuevas galerías hasta torcer y recorrer las viejas, y atravesamos toda la fila de los bloques nuevos hasta llegar al resto de las huertas, torcemos y atravesamos toda la recta de las tapias del cuartel, y torcemos por donde el colegio de los curas, atraviesa los bloques nuevos hasta las huertas de Euskalduna, subimos esta cuesta de aquí y finalizamos en el semáforo de la carretera, el único que tiene este barrio. - Explicó Lupi con todo tipo de detalles el recorrido. -De acuerdo trato hecho, Vikingo y yo seremos los corredores. - Dijo Briones. -Nosotros seremos Juanito y yo, motos potentes ya podéis prepararos para la derrota. Respondió fanfarroneando Lupi. -No vendas la piel del oso antes de cazarla, te puedes llevar una sorpresa. Muy bien mañana a esta hora, os esperamos donde la tienda esa. - Sentenció Briones. -Allí estaremos. - Concluyó Lupi. La tensión imperaba el ambiente en cada lugar, los chicos con nervios sin límites deseaban que

llegase el momento de la crucial carrera, las chicas habían estudiado en que posición colocarse cada una para evitar cualquier tipo de maniobra extraña. Los cordobeses anduvieron por los talleres de la zona buscando las piezas necesarias para darles a las motos, las mejoras necesarias para ser aun muy competitivas, algo que habitualmente hacían sus rivales gracias a Chicho. Blas no paró de dar todo tipo de consejos a Lupi y Juanito, mientras don Abilio permanecía vigilante y expectante de cualquier movimiento. -Vamos a dejarles dar una vuelta y en cuando vuelvan al recorrido inicial, les perseguiremos, será como jugar al gato y al ratón, nunca mejor dicho. - Comentó don Abilio. Los cuatro motoristas se situaron en frente del bloque treinta y seis. Se saludaron con la mirada, y empuñando fuerte el manillar trataban de intimidar a sus respectivos rivales, Chicho decidió convertise en el particular árbitro que diera el inicio de la carrera. -Bueno chicos, ya sabéis el recorrido, a dos vueltas quien llegue primero será el ganador de la carrera, procurar hacerlo limpiamente, la bofia lo sabe y se encuentran de incógnito más luego tocará correr de verdad, no hagáis cualquier jugarreta extraña o los problemas pueden ser tremendos. - Dijo Chicho en voz alta mientras los cuatro contendientes miraban concentrados la carretera. Miguelón y Chechu se habían dispersado también al igual que las chicas, ya que no se fiaban de su probable juego limpio. Don Abilio se camufló en el bar la Joya vestido de una forma muy diferente sin perder ojo a la carretera, mientras las chicas hacían lo propio repartidas estratégicamente en distintos puntos del barrio. -¡Avance muchachos! - Exclamó Chicho. Comienza la carrera, Chicho que había mantenido levantado el brazo, cuenta hasta tres y lo baja bruscamente siendo esa la señal en la que se inicia una loca y trepidante carrera, el fuerte olor a goma quemada producida por las altas revoluciones, procedentes de motores apurados al máximo, impregnó el aire de la ciudad, la potente Cappra prestada de Juanito se coloca en cabeza seguida muy de cerca por el también joven pero inexperto en carreras Vikingo, la altísima velocidad alcanzada le obliga a frenar al llegar a la peligrosa intersección de las nuevas galerías, para poder girar a la izquierda y continuar por las grandes y viejas galerías comerciales, Juanito continua en cabeza, gira la cabeza para mirar atrás, cuando en el cruce de caminos de la nueva iglesia, un Renault ocho que asoma con una alegre velocidad atropella llevándose por delante la moto, el cuerpo de Juanito sale despedido volando varios metros, impactando violentamente y volteándose contra el suelo. El cuerpo queda inmóvil, quieto y sin vida, como cual muñeco de trapo caído al suelo. El terrible estruendo es escuchado por la gente que estaba en la galería, en el bar la Joya don Abilio corrió a la velocidad que su cuerpo de cincuenta y cuatro años le permitía, cruzándose en el camino con Chechu que al contemplar la horripilante escena, los otros tres motoristas frenan de brusca manera y deciden dar media vuelta, Briones y Vikingo se desvían al descubrir la presencia de don Abilio, el cual no duda en sacar su arma reglamentaria y disparar contra ellos, la puntería del veterano policía permanecía aun con buenos registros, alcanzando en una pierna a Vikingo cayendo abatido y retorciéndose de dolor. -¡Mi hermano! Se ha matado mi hermano. - Exclamó con lágrimas en los ojos Chechu. -No será que no os avisé, veis lo que pasa por jugar con fuego. - Comentó don Abilio, mientras

se dirigió al lugar donde estaba caído Vikingo, acercándose a él como cual cazador descubre una pieza cazada. -Bueno chaval, ya sabes lo que hay, a Portones que te curen la pierna y luego al calabozo. ¡Estas detenido! - Sentenció don Abilio. - Rodríguez encárgate del fiambre y de su hermano no vaya a liarla. - Concluyó dirigiéndose a su compañero el cual inició el camino donde se encontraba el cuerpo sin vida de Juanito rodeado por su hermano y Mamen, cuyos rostros llenaban riadas de lágrimas. -Señor policía, el chico se me ha echado encima, no pude hacer nada. -Explicó con gran nerviosismo el conductor del Renault ocho impactado por la terrible escena. -No se preocupe, estaban participando en una carrera ilegal, de valientes están las tumbas llenas, ya lo veis muchachos no se puede rodar de esa manera. - Dijo Rodríguez al conductor y a los dos chicos que velaban el cadáver. -Y quien a hierro mata a hierro muere. - Replicó con fuerte rabia Mamen. -¡Que vuestra merced! Voy a hacer la vista gorda pero en otra situación y en otro ambiente esa frase te hubiese costado muy caro. - Respondió con mirada altiva el policía mientras observaba la cara de sufrimiento y dolor de los chicos. Sirenas de policía atruenan el transitado lugar, un coche patrulla Seat ciento veinticuatro, frena de manera brusca para abrir su puerta y dejar entrar a don Abilio como quien toma un taxi. -Rodríguez, la persecución continua, tenemos que dar caza a esos dos. - Explicó don Abilio. Los dos policías subieron al coche para continuar la persecución, en la misma calle de donde apareció aquel Renault que frenó bruscamente la carrera hizo acto de aparición don Natalio, bajándose de su Seat mil quinientos y observando el triste panorama, se quitó su sombrero en señal de respeto y duelo y se acercó a los desconsolados chicos. -¡Vaya por Dios! He llegado tarde, la portera del treinta y cinco lo estaba comentando, que había varias motos con muy malas pintas, luego en el bar escuché lo de la carrera, en fin, quería evitar lo inevitable, tarde o temprano tenía que ocurrir. - Comentó don Natalio. - Chicos ¡subid al coche! Aquí no hay nada que hacer. - Concluyó mientras los chicos hicieron caso y montaron dentro del coche. -¡Vamos a dar caza a ese par de mal nacidos, antes que la policía, agarraros bien! Exclamó acelerando a toda velocidad. Briones y Lupi continuaron corriendo en un recorrido desordenado provocado por el fatídico accidente, ya no estaba en juego el barrio sino la libertad e incluso la vida de dichos contendientes. Los motoristas toman dirección hacía san Luciano para llegar al poblado agrícola, la puerta de Orcasitas, donde don Natalio y un coche patrulla le cortan el paso en dirección contraria, la enorme habilidad de Briones no le impidió dar media vuelta y atravesar la carretera de Andalucía, para acabar en las viejas trincheras donde los amplios espacios les permiten maniobrar libremente y tener más opciones para escapar de la policía. Los coches patrulla aceleran velozmente, mientras los agente copilotos disparan con sus armas, los motoristas logran esquivar las balas, hasta que Briones choca brutalmente contra un coche aparcado, el impacto no es del todo severo, y sorprendentemente el despiadado malhechor saca un revolver de su cazadora respondiendo los disparos, momento que aprovecha Lupi para huir campo a través por las escombreras, el coche de policía se detiene iniciando un tremendo

tiroteo, Briones sentado en el suelo apoyado en una de las ruedas del coche, saca seis balas de su bolsillo y con gran rapidez y habilidad carga de nuevo el revolver, planta batalla arrodillándose y cubriéndose sobre el lateral del coche comenzando nuevamente a disparar, el enorme sonido de guerra, le impide no cubrir su espalda, siendo sorprendido por un policía motorizado que le acribilla a balazos sin piedad, el cuerpo del peligroso delincuente yace en el suelo con toda la espalda agujereada, mientras ambulancias y más coches de refuerzo llegan al lugar. -El otro era el Lupi, y el Vikingo, ¿Donde carajo esta el Vikingo? Hay que encontrarles rápido, como se metan en Usera o en San Fermín ya no les vemos el pelo. - Exclamó con rabia don Abilio mientras observaba el cadáver del feroz malhechor. - Bueno hasta aquí los días de Briones, tanto tiempo sin saber nada de este bestia y ha tenido que morir en mis dominios. Concluyó con una sonrisa de satisfacción. La ciudad se tiñó de sangre, la muerte hizo su acto de aparición, el espectacular suceso estuvo en boca de todos al día siguiente, en cualquier bar, en cualquier poyete, en cualquier comercio, el único motivo de conversación fue de como aquel coche se llevó por delante al joven Juanito, y de como aquel peligroso delincuente fue abatido por la policía entre las inmediaciones del poblado agrícola y la factoría Barreiros. -Esto ya se veía venir, lo de estos locos no era normal. - Comentó Joaquín mientras observaba la noticia en el periódico. -¡Pobre Juanito! - Exclamó Quique. -Mira por ahí viene Ramón, vamos a ver que nos dice. Concluyó observando como Ramón llegaba con gesto serio. -A ver chicos, la casa de discos ha dicho que no, no se va producir el disco, es probable que para 1975 sí, pero que ahora hay otras prioridades. - Dijo Ramón. -Llevan así desde hace un año, desde que grabamos el último single, mira yo creo que lo mejor es ir a la casa de los Burning, quizás si ellos median nos puedan hacer más caso. - Replicó Quique. -No podemos tenemos el contrato en vigor hasta el año que viene. - Contestó Ramón. -Están jugando con nuestro pan, yo voy a ir a la oficina a hablar con esa gente, de nosotros no se van a reír más. - Dijo Quique con un tono bastante alterado. -Tranquilo Quique. Déjame intentarlo a mí, que tú eres muy impulsivo y puedes empeorar las cosas. - Respondió Ramón. Para los chicos más jóvenes la noticia de aquel tiroteo y de aquellas persecuciones producidas en el día de ayer, les hizo descubrir que cuando se vive de manera peligrosa hay que saber las consecuencias que se pueden producir. José y Sixto no paraban de recordar sentados en el descampado donde habitualmente solían ver las piruetas de Juanito, y miraban como los montones de arena permanecían desnudos, sin la presencia de aquellos motoristas que les amenizaban y les entretuvieron tantas tardes tiempo atrás. -Salió despedido, volando, fue espantoso, mi madre estaba tendiendo la ropa y lo vio, voló como un pájaro. - Dijo José sentado entre aquel montón de arena.

-¡Ya! Pero al menos murió haciendo lo que le gusta, correr. - Respondió Sixto. -Chicho tenía razón, es mejor tener un coche que jale bien y no jugarse el tipo con una moto. Comentó José. -En fin, pobre Juanito, ¿Que habrá sido de los demás? - Preguntó Sixto. -Al Lupi le anda buscando la policía, al Vikingo le trincaron esta mañana comentó el Guti, le estarán dando bien de curros en el ciento uno. - Dijo José mientras observa como don Natalio se acerca hacia el triste lugar. -¡Que chavales! ¿Ya se os acabó el espectáculo de las motos? - Saludó mientras sacaba un cigarro del bolsillo. -Ya lo ve don Natalio, una tragedia. - Respondió José. -Yo quise impedir esa maldita carrera, pero ya era demasiado tarde, la juventud de ahora esta chalada, completamente chiflada, os habéis creído que esto es la repanocha y no es así, hay que saber asumir los riesgos que se corren. - Comentó don Natalio. -Yo cuando era un poco más grande que vosotros, ya tuve que aprender a manejar un arma, vivir una guerra ¿Sabéis lo que es eso? Es algo terrible, el hambre, la sed, y las terribles tropelías que tuvimos que sufrir después, por eso me da mucha rabia que los jóvenes os matéis tontamente, sois el futuro, tenéis que ser más listos ¡Joder! - Concluyó levantando cada vez más la voz. -Nosotros seremos más listos que ellos, nosotros no moriremos en una moto. - Respondió Sixto, mientras observaba como unos chavales de su edad se disponían a jugar con un balón un partidillo. -¡Hala chavales! Venga iros a jugar con ellos. -Sentenció don Natalio iniciando de nuevo el camino. -¿Crees que nos dejarán jugar con ellos? Varios son de nuestra clase pero lo mismo se creen que somos unos robabalones, o que armamos bronca con los del rancho a la salida del cine Zafiro cuando ponen películas de kárate. - Dijo José mientras se levanta y se acerca al grupo de chavales. -¿Podemos jugar? Cuestionó lleno de dudas. -Pues claro que sí - Dijo Juancar uno de los niños. -Que alegría chavales, ya veréis estando con nosotros, nadie se atreverá a robaros el balón Respondió José con orgullo, mientras en un hábil y rápido gesto le arrebata el balón y comienza campo a través, a jugar sorteando las difíciles cuestas que normalmente saltaban las motos, tropezando con una piedra cayendo al suelo, mientras el resto de chicos reían a carcajada limpia, el incidente hizo que José en lugar de enfadarse o sentirse humillado compartiera con ellos las risas. -¿A ver si alguien cae con la misma gracia que lo hago yo? - Concluyó el chico feliz de sentirse integrado en una panda en la que, años atrás jugaba con ellos al balón y pensaba que al cambiar drásticamente de actividades se sentía desplazado. Chechu observó la escena al pasar por aquel lugar queriendo recordar aquellos momentos vividos junto a su hermano, iba conduciendo su Opel Olympia en busca de su amigo Lupi, sabía que permanecería escondido

en cualquier lugar y salió en su búsqueda y en su auxilio. El chico se detuvo al observar jugar a los niños, escapándose de su boca una tímida sonrisa, cerró los ojos a causa de tanta emoción y decidió continuar su camino, no tenía tiempo que perder y encontrar rápidamente a su amigo. Mientras tanto Quique presionado por la situación del grupo, había decidido acudir esa tarde a las oficinas de la casa de discos, su estado era de completa ansiedad, muy alterado discutía con todo el mundo, Lolo y Joaquín decidieron acompañarle. -Déjame conducir a mí. Tú estas muy nervioso, además has bebido y eso no esta bien. - Dijo Joaquín -¡Estoy perfectamente, sube al coche y cállate! - Exclamó Quique con su habitual estado de enojo perpetuo, mientras sus dos amigos le hacían caso aunque con mirada de preocupación. Quique subió al coche de su padre el viejo Morris mil cien que había tomado prestado, empuñó con fuerza el volante y arrancó el motor que pareció rugir con la misma rabia que tenía su provisional dueño, sus amigos entraron en el interior y le pidieron que mantuviese la calma, el chico estaba fuera de sí, su odio en la mirada podría matar al mayor detestado enemigo. -Quique tranquilo, ya sabes que la vida de un músico nunca es fácil.-Dijo Joaquín, mientras observaba que el coche adquiría cada vez mayor velocidad, hasta llegar a la curva del quiosco de don Valentín que llegó a derrapar. La cara de Quique había cambiado el semblante, llegando incluso a sonreír, todo lo contrario que sus amigos y compañeros que se miraban asustados con los ojos bien abiertos. -Quique aminora un poco ¡Por Dios! - Exclamó Lolo. -Llegaremos en un periquete, fijaros que rápido va. - Gritó Quique sin perder la sonrisa pero justamente al pasar por el bar la ciudad, ve a Paloma y su hijo pequeño paseando, en ese preciso instante miles de imágenes y recuerdos hacen acto de aparición sobre su mente, el chico decide acelerar cada vez más. -¡Frena Quique frena! - Exclamaron cada vez con más fuerza sus amigos. El semáforo con luz roja impide el paso en la deshabitada carretera, Quique hace caso omiso cometiendo una gran irresponsabilidad, continuando la marcha sin detenerse y a una velocidad endiablada. Entre el fluido tráfico de la carretera de Andalucía un citroën Tiburón, color verde, choca de manera fortuita e inevitable contra el Morris mil cien, la terrible violencia del impacto fue tan sumamente brutal que acabó partiendo al vehículo por la mitad, tiñendo el asfalto de sangre, sangre joven procedente de cuerpos destrozados, cuya vida fue arrebatada con la misma velocidad que tuvieron ambos coches, dos cuerpos quedaron quietos y atrapados entre el amasijo de hierros, el tercer cuerpo salió despedido a bastantes metros por delante hasta llegar a una de las pasarelas peatonales. El fatal estruendo se escuchó en bastantes metros a la redonda, Paloma y su hijo al contemplar el jaleo de la gente se acercó con cierto temor intuyendo que algo terrible y cercano había ocurrido, ella entró en un estado de shock al comprobar que el coche destrozado le resultaba familiar. Sus ojos reflejaron el terror y la impotencia, al leer la matrícula y ver el terrible aspecto de su interior, cayendo de rodillas llorando y asustando a su hijo, cuyo llanto temeroso le hizo abrazarse fuertemente a la madre

buscando refugio y consuelo, sin saber que extraño acontecimiento estaba pasando. Aquel brutal accidente a mediados de 1974 es aún recordado por aquellas personas que se asomaron a las ventanas al escuchar sobresaltadas tan fuertísimo golpe. Los gritos de varias mujeres curiosas que se acercaron al contemplar la horripilante escena de dos cuerpos mutilados, junto a las sirenas de ambulancia y coches de policía interrumpieron el seco y silencioso sonido de la muerte. Quique y Lolo habían fallecido en el accidente, el cuerpo que salió despedido del vehículo era el de Joaquín, asi fue reconocido por varias personas al ver como dos enfermeros trataban de intentar reanimarle al comprobar su débil pulso. Chechu decidió tomar el coche en busca de Lupi, con resultado negativo, la incertidumbre le generó una ansiedad tremenda, sentimiento que aumentó al pasar por el lugar descubriendo el terrible accidente, donde la gran cantidad de ambulancias y coches de policía, le invitó a retroceder y modificar la dirección, prosiguiendo con la búsqueda sin descanso alguno.



EPÍLOGO Alguien debía homenajear a todas aquellas parejas jóvenes, que llegaron a un barrio construido en medio de la nada, cargados de ilusiones en aquellos difíciles tiempos, y que por desgraciadamente muchos de ellos ya no están pero siguen llenando nuestras vidas y gracias a ellos estamos aquí recordando a nuestro barrio. Por eso el motivo de escribir este libro ha sido ese, el de evitar que sus recuerdos no caigan en el olvido, la historia de mis padres, de mis vecinos, de aquellos personajes que ilustraron mi niñez. La historia narrada en esta serie de libros, es el recuerdo de anécdotas de muchas personas con las que he conversado en una red social, y a la que con todo el afecto y todo el agradecimiento del mundo les dedico humildemente este libro, los personajes son totalmente ficticios pero cada rasgo y cada parte de ellos, me han servido de inspiración en gente que en realidad existieron o existen aún en el barrio, asi mismo algunas personas, lugares y establecimientos mencionados en este libro, he pretendido citarlos para evitar que caigan en el olvido. Lo realmente difícil de esta historia ha sido el intentar recrear una época la cual yo no he vivido, tratando a su vez de hacer más creíble intentado utilizar y recrear el lenguaje, la jerga, aquella forma de hablar, de expresarse y aquellas palabras que, muchas de ellas prácticamente están en desuso, para que el lector se siente transportado a esa época y pueda vivir la acción narrada tal y como se vivía en aquel tiempo, gracias a la gran cantidad de testimonios de personas que si vivieron esa época, y que contaron como era la situación del barrio en esa época, me ha hecho que resulte más fácil el crear una historia y unos personajes que a buen seguro, muchos se sentirán identificados con ellos, o incluso que haya alguien que

les recuerde a algún vecino o conocido que tuvieron. Por otro lado, ya en los sucesivos libros el continuar escribiendo esta historia, va a ser realizar todo un ejercicio de memoria y nostalgia para la gente que vive o vivió en aquel barrio, recordar y plasmar en un papel todo aquello que uno ha vivido en su infancia y juventud, que estoy seguro al mismo tiempo, y para muchas personas que lean esta historia seguramente les pase lo mismo. Esta historia continua en el siguiente libro que tendrá por título será “sangre joven para una transición”. Eduardo Hernández

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