NAVARRA SOLA O CON LECHE

FCO. JAVIER LARRAINZAR NAVARRA SOLA O CON LECHE (DEBATE TEATRAL EN UN ACTO) PAMPLONA NAVARRA SOLA O CON LECHE (Debate teatral en un acto) de FCO.

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FCO. JAVIER LARRAINZAR

NAVARRA SOLA O CON LECHE (DEBATE TEATRAL EN UN ACTO)

PAMPLONA

NAVARRA SOLA O CON LECHE (Debate teatral en un acto) de

FCO. JAVIER LARRAINZAR

PAMPLONA 1979

Gráficas Iruña - Mayor 44 - Pamplona - Dpto. Legal NA. 308.1979 - I.S.B.N. 84-3000-0815-2

Presentación E n el programa que preparamos para la representación de NAVARRA SOLA O CON LECHE decía que «he intentado destapar la olla navarra y presentar el explosivo guiso que hoy se cuece en el horno rusiente del viejo reino, envuelto en la humilde guarnición de un debate de sobremesa. Pues, lo que se constata a simple vista, es que ignoramos casi todo de nosotros mismos y de nuestra tierra; por lo que la discusión suele moverse a niveles tan diversos como apasionados, principalmente viscerales. Se imponía, por tanto, traer las razones (y también las sinrazones) de esas dos posturas que, más o menos matizadas, he encontrado a lo largo y ancho de nuestra geografía: para unos Navarra sola, para otros Navarra en Euzkadi. Lo que el grupo teatral El Lebrel Blanco me encargó hacer, y que ellos con tanta calidad y acierto han ido llevando por los diversos escenarios populares (cines, frontones, plazas, comedores, iglesias, parques y salas de fiesta), fue aportar un poco de luz a la madeja de problemas que se entrecruzan en esta delicada y vidriosa cuestión. Y, siendo incontables los argumentos que se esgrimen como armas arrojadizas a favor y en contra de ambas posturas, espero haber seleccionado honradamente aquellos que son los más eficaces para ambos lados. Me he cansado de pedir a espectadores de ambas tendencias que me proporcionaran datos y razones que no estuvieran ya contenidos en la obra, y en una sola ocasión me facilitaron un alcance que me apresuré a incorporar al espectáculo. Sigo creyendo, pues, que, aparte el discutible enfoque personal, al que todo autor tiene derecho (y yo diría obligación), el espectador-lector encontrará incluido todo lo sustancial de las diversas actitudes ante el tema. Mucho material ha tenido que quedarse fuera, pero ha sido en aras de una mayor agilidad y comprensión.

Ojalá que una obrilla de teatro sirva, junto a otros esfuerzos que ya se están haciendo, para que el pueblo navarro vaya madurando su opción con mayor conocimiento de causa, en cuestión tan vital para todos. Y este es también el motivo de su actual publicación, en la que no me ha parecido oportuno (aunque podía haber sido oportunista) introducir correcciones al texto primitivo; pues, en este particular, cada día nos trae constantes sorpresas y alguna que otra curiosa metamorfosis. Queda la obra tal cual se estrenó (con ligerísimas variantes) en el pueblo de Andosilla, el 18 de marzo de 1978, y que días más tarde recibiría su bautismo de fuego por obra y gracia de una bomba colocada por conocidísimas manos hasta el momento desconocidas.

EL AUTOR

(MUSICA VASCA-TXISTU -JOTAS...) VOZ. —¡Alava! VOZ. —¡Guipúzcoa! VOZ.—¡Vizcaya! VOZ. —¡NAVARRA! VOCES. —¡Sola! ¡Unida! ¡Navarra foral! ¡Nafarroa Euskadi da! ¡Navarra siempre pa’lante! ¡Navarra sí y Euskadi también! (GRITOS.) MAESTRO.—La herida está abierta. Sangra. La herida se encona, se pudre día a día. Si alguna vez, hoy más que nunca necesitamos los navarros esa sinceridad que tanto nos enorgullece. Hemos de ser honrados: decir lo que nosotros sentimos, pero dejar que también otros digan lo que sienten. Porque... ¡tenemos que convivir! ENCORBATADO.—¡Solos los navarros! ABERTZALE.—¡Unidos en Euskadi! MAESTRO.—Para nadie es un secreto que algunos de nosotros dicen hoy con mucha pasión: «Navarra sola se basta y se sobra». Y que algunos otros responden con idéntica pasión: «Navarra sí y Euskadi también». Pero es que tenemos que convivir todos en esta tierra ¡de todos! ENCORBATADO.—Pero ¡solos los navarros! ABERTZALE.—Pero ¡unidos en Euskadi! MAESTRO.—Yo soy maestro y a mis alumnos suelo decirles que las cosas nunca se solucionan ni a gritos ni a mamporros; que hay que discutir civilizadamente, oyendo las razones de unos y de otros. Y eso es lo que vamos a intentar hacer delante de ustedes, mejor aún, junto con ustedes, si es que los nervios no nos traicionan y si este temperamento tan fogoso que tenemos nos deja llegar hasta el final. Porque, señores, ¡tenemos que convivir juntos! ENCORBATADO.—Bien, pero solos los navarros. ¿Razones? Si las cosas están clarísimas... Yo tengo en casa recogidos más de cien recortes de artículos y cartas que ha ¡do publicando el «Diario de Navarra» en estos meses. Todo el mundo ha podido leer; todo el que sepa leer sin gafas de color, claro; sin prejuicios y sin arrogancia. ¡Navarra es diferente y basta! Yo me digo: Pero ¡cómo puede haber navarros tan mal nacidos que no quieran reconocer que Navarra es diferente! Somos un reino, de los más antiguos, y el más democrático de España. Desde el siglo VIH nada menos, los navarros somos navarros,sin necesitar apéndices

ni apegamientos de ninguna clase. Dices Navarra y has dicho algo importante, algo que se respeta en todas partes: las fiestas más populares del mundo, nuestros Sanfermines; el santo más universal, san Francisco Javier; el primer psicólogo de los tiempos modernos, nuestro Juan Huarte de San Juan; el único Premio Nobel de Medicina de España, Ramón y Cajal, nacido en el enclave navarro de Petilla de Aragón; el rey que decidió la Reconquista, nuestro Sancho el de Las Navas, que llevó las cadenas a nuestro escudo. Y músicos como Sarasate, Arrieta y Eslava, y místicos como Fray Diego de Estella. En una palabra, tenemos de todo; hasta exportamos al mundo entero los famosos chorizos pamplónicas, y, cosa más notable, exportamos cientos y cientos de misioneros y superiores de convento; y hoy estamos exportando coches, grúas, laminaciones... No necesitamos de nadie, esa es la verdad. ¡No sé cómo algunos se empeñan en negar lo evidente y hablar de unirnos a no sé quién! ¿O es que les pagan quizá? LABRADOR.—Yo estoy seguro de que algunos jóvenes de mi pueblo están pagáus. Porque ¿qué tendremos que ver los de la Ribera con los vascos? Pues, una cuadrillica de mocetes, siempre revolviendo la parva. Este año, al llegar las fiestas, ya andaban con sus panfletos y pegatinas, y el alcalde, a buenas a buenas, les advirtió: «Tengamos la fiesta en paz, ¿eh, muchachos?». Pero, no señor; cuando iban a tirar el cohete, un crío, que no era más que un crío y por eso digo que alguno le habría mandado, se subió al balcón del ayuntamiento y nos plantificó la dichosa ikurriña; ¿pero a santo de qué? Todavía mi mujer me decía: «Es bonita, ¿verdad?». «Bonita, bonita, si vamos a colgar todos los trapos bonitos, trae la braga que te compré en Zaragoza.» Bueno, el caso es que estábamos debajo mismo del balcón, listos para pegar el brinco en cuanto soltaran el cohete, pero se armó la de Dios; y al bajar el chaval del balcón le tiré un tozolón, «...venga, mocoso, qué sabrás tú lo que se cuece en la vida, más te valdría ir a casa a que tu madre te quite los mocos»; ¡Dios, la que dije! Me oyó su padre, que no es más que un mocordo como yo, que ni corta ni trincha ni entiende nada de nada, vaya; pero nos agarramos, sí señor, nos agarramos y se organizó el tiberio. Y desde entonces, el pueblo, dividido, ¡mira tú, qué agradecidos tenemos que estar a los vascos! Ya le dije luego al mócete de la ikurriña: «Como otro año vengas a armarla, te la voy a hacer tragar entera». ABERTZALE.—Yo sí que me la tuve que tragar. Fue cuando la manifestación que se hizo por lo de «Punto y Flora», por la bomba que les pusieron. Al acabar, bajaba para el barrio, y me salen dos tíos donde el jardín de la Taconera y, «¿qué llevas ahí?». Mira. «Pues, trágatela.» Je, je. «Trágatela, te digo.» En la mano enseñaban algo, algo que les brillaba. Y yo, tucu, tucu, adentro, ¡qué iba a hacer! «Y ahora, esta otra.» Pero si es de Belagua, ¿no ves?, «salvemos Belagua». «¡Trágatela!» No me da la gana. Entonces me agarra uno del pescuezo, y el otro, puf, hasta el garganchón. Después me sueltan una patada y me dicen: «Hala, so rojo, vete corriendo a casa, a contarle a la Mirentxu lo rica que

estaba la cena». Y todavía estoy corriendo; nosotros llevamos corriendo desde... MAESTRO.—Exactamente desde hace siglo y medio. Desde hace siglo y medio los euskaldunes están corriendo delante de alguien que les tira a degüello, y más trágicamente aún, delante de sus propios hermanos, de nosotros los navarros. Desde las guerras carlistas que hicimos todos juntos, los caciques han sembrado el odio más criminal porque es odio de familia. Y las cosas se han envenenado mucho más durante todo este año. Coges por la mañana el... bueno, cogías el «Diario de Navarra» y todas sus páginas rezumando su ración diaria de propaganda y odio antivascos, aunque a veces con mucho disimulo. Yo mismo les he mandado por lo menos cuatro cartas para aclarar las cosas y poner un poco de cordura, con mi nombre y apellido, por supuesto; pero jamás las han querido publicar. La voz de un amo no consiente otras voces que hagan luz y pongan un poco de paz; no, no, ellos la guerra y el ataque constantes. Pues, peor para ellos, recogerán lo que han sembrado. ABERTZALE.—Y lo más cínico de todo es que volvías la página y: el mejor deportista del año, el levantador de piedras, Perú, de Leiza. Los mejores aizkolaris del mundo, navarros, y con las letras de los titulares bien gordas, presumiendo encima. Los mejores pelotaris, Lajos, de la Uizama, y todo el cuadro completo, también de Navarra; y el mejor palista en San Sebastián, Iturri, de Espinal. El mejor escritor en vascuence, el párroco de Urdax, Axular, y el mejor bersolari Xalbador. El mejor delantero de la Real, otro de aquí, el mejor coro de canciones vascas, lo mismo; y hasta el mejor perro de pastor, uno de Maya. ¡Y luego, que no tenemos nada que ver con los vascos! Y todavía se atreve Marco a invocar a san Francisco Javier para desunirnos más de ellos, cuando todo el mundo sabe que Javier jugaba muy bien a la pelota vasca y sabía el euskera, y en euskera hablaba a su madre y le escribía desde las Indias esas cartas tan cariñosas que todavía se pueden leer hoy en el Castillo... y ¡que no tenemos nada que ver con los vascos! LABRADOR.—No, no, si yo no tengo nada personal en contra, que conste. Lo que pasa es que te vienen arrempujando y... Yo subí a la manifestación que convocó don Amadeo, porque había que defender lo nuestro; que somos suficientemente machos para vivir como dios y sin pedir limosnas a nadie. Ellos son los que nos necesitan, porque se ahogan en esas regatas de porquería con tanta fábrica y tanta humera, y te vienen aquí a puñáus; que los domingos no ves más que matrículas de SS y Bi por todas partes, y se quedan con los mejores cotos de caza, y te hacen los mejores chalés delante mismo de tus narices; en una palabra, que vienen avasallando. Y aquel día, igual: después de oírle a don Amadeo, que echó un discurso de los buenos, íbamos hacia «El Marrano» a echar un pote, y en las mismas escalericas de San Nicolás ya estaban esos críos armando follón; y un barbudo con uno de esos aparatos de bocina nos empezó a insultar: «Pasen,

los borregos de la Ribera». Oye, ¿yo borrego?, te meto un... Y otro gritaba: «¿Cuánto os han pagao?». Bueno, no me pude aguantar más y le pegué una guantada que, ya está, otra vez se organizó el cirio padre. Hasta que vinieron los polis y nos enjaularon, sí, señor. Pero, ¿y por qué no nos han de dejar vivir en paz a nosotros solos? Si no quieren a su tierra, coña, que se vayan con su música a otra parte. Ya le dije luego a mi mujer: no pienso subir a Pamplona ni a heredar; que allá sólo nos toca ir a pagar impuestos, o a morir al hospital de una cuchillada: que allí mismo, a uno de Peralta, un labrador igualico que yo, le metieron la navaja hasta el corvejón. Así que, resumiendo, yo con los vascos, ni al cielo. ABERTZALE.—Nos pinchan las ruedas de los coches por llevar un anuncio en euskera, nos han hecho derramar sangre simplemente por gritar «gora Euskadi», nos han matado a mansalva por poner una ikurriña en un poste o por cantar en los bares canciones de nuestra tierra, nos han aplastado desde la infancia para que olvidásemos quiénes somos... MADRE (LUZ COLOR).—Un día vino llorando el hijo. ¿Qué te pasa? ABERTZALE.—Que el maestro me ha pegado por hablar. MADRE.—¿Y por qué hablas en la clase? ABERTZALE.—No, amá, es por hablar en el recreo en euskera. MADRE.—Y ya desde entonces fueron muchos los días que venían los hijos llorando: que si no sabían el catecismo en castellano, que si les habían castigado por tocar el txistu... otro día habían tenido que escribir mil veces en la pizarra «arriba España»; otro, que les habían quitado las blusas y les habían puesto una boina roja, y que al día siguiente tenían que llevar una camisa azul. ABERTZALE.—¿Por qué, amatxo, por qué? MADRE.—No sé, hijo, no sé; pero tú, habla español, apréndelo bien, y olvida el vascuence, olvídalo. Tuvieron que olvidar su idioma, tuvieron que cambiar el acento, porque se reían de ellos en todas partes; era de tontos tener acento vasco. «Vasco ser, orejas de burro tener». ABERTZALE.—¿Es que somos burros, madre? MADRE.—No, hijo, no; pero tú, tienes que aprender bien el español. Así sacarás buenas notas, así no se reirán de ti, así te colocarás en un buen puesto el día de mañana, así, así... ABERTZALE (LUZ NORMAL).—Así, así nos fuimos «civilizando»; fuimos aprendiendo a despreciar a nuestros padres que únicamente sabían

expresarse en esa lengua burda y carrasposa, una lengua de ceporros y patanes de la Montaña... Y así fuimos sintiendo el aliento del odio a nuestro alrededor, y criando dentro, muy adentro, la perla negra de nuestra rabia y nuestra rebeldía hacia todo lo español. Y así nos prepararon para aborrecer a nuestros hermanos, y así tuvimos que ir creciéndonos por dentro, creciendo y esperando, esperando muchos años, todos estos años de infamia, para poder un día enarbolar una bandera que gritara: ¡queremos ser lo que somos, queremos ser libres, libres, libres...! ENCORBATADO.—No grites tanto, que cuanto más gritas menos razón tienes. MAESTRO.—¡Y cómo no va a bramar si hasta ahora siempre le han hecho callar! Una raza pisoteada... pero no, no voy a hablar de razas. La raza se refiere a lo biológico, a los genes, a los cromosomas; y decir que una raza tiene mejor o peor estructura que otras, es una estupidez que muchas veces conduce a hechos criminales. El racista dice: «La única fraternidad que une a los individuos, reside en su común oposición a las otras razas» (Rosemberg). Y esta es la excusa y el delirio de tantos asesinos que han existido y que siguen aún existiendo. Yo estoy convencido de que esa aparente prepotencia de algunos vascos no es más que un mecanismo de autodefensa, sencillamente levantar la cabeza para que no te hundan, levantar muros para que no te liquiden; sobrevivir, puramente sobrevivir. ¿Y no nos pasa lo mismo a los navarros? Yo me siento bien navarro y a nadie cedo en la honra de serlo, pero lo mismo de honrados deben sentirse los gallegos, los andaluces, cualquiera. Pero nuestros jerifaltes nos incitan al tonto orgullo de ser únicos los navarros: por haber sido un reino, un reino de señores muy machos, nosotros solos nos bastamos y sobramos para todo. Pero no es bueno tanto navarrismo aldeano y patriotero. Además, raza pura no existe ninguna en el mundo: los mismos judíos se han unido en Israel y son de todos los colores... Todos somos hijos de muchas madres, llevamos muchas sangres mezcladas, y todas son igualmente nobles. ABERTZALE.—¡Pero los navarros somos vascos! (FILMINAS). Aquí hay un tipo de hombre, que es el vascón, y que predomina en todas las zonas de Navarra. El caudal mayor de nuestra sangre es distinta, tenemos un tipo de cabeza también distinto; pero sobre todo, nos situamos ante el mundo con maneras originales: nos gusta apostar por la vida, vivimos la pasión del sí o del no, tajantes y sin ambigüedades; nos devora un furor innato por la libertad hasta caer a veces en la insensatez; preferimos llevar un nombre despreciado con tal de tener un ser digno. Amamos como nadie el bosque, la piedra, el fuego del hogar, y de ahí tantos mitos y fiestas y celebraciones. Hemos creado unas canciones propias, unas danzas típicas, y una cocina también típica; y profesamos un canon de belleza muy singular: el grosor de los tobillos de la mujer debe ser igual que el de la muñeca de sus manos. Nuestros deportes son diferentes porque los contendientes no se tocan físicamente. En fin, sobresalimos

en el esfuerzo comunitario y coral, el auzalán; y en Navarra solamente, el cuarenta y cuatro por ciento de su territorio es propiedad comunal, a pesar de tanto robo pasado y presente. Y lo mismopasa en todo Euzkadi. Y una lengua misteriosa. Casi 50.000 navarros hablamos o balbucimos esta lengua que fue conocida en la antigüedad como la «lingua navarrorum», y que es tan cristalina para decir verdades como sedosa para expresar ternuras... Y todo esto y mucho más, no es nada, ¿verdad?, no os dice nada, ¿verdad?, no significa nada para vosotros, ¿verdad? ENCORBATADO.—¿Te fijas? Ahí está tu racismo. Mira, yo tengo amigos profesores que han recorrido los colegios de San Sebastián buscando trabajo, y en todos les han dicho lo mismo: «¿No sabe usted euskera? Pues, haga el favor de retirarse». Y conozco un cura que ha ido a alguna reunión con curas vascos y le han advertido: «si en cuatro años no aprendes euskera, no vengas más, porque si vamos a hacer una teología vasca tendrá que ser en vascuence». Claro, creo que Dios hablaba en vasco con Adán y Eva. ¿Y mi vecino? Lo encuentro todos los días en la escalera. Buenos días. «Egunon». Buenas noches. «Gabon». ¿Sube en el ascensor? «Ez». Claro, la ETA tiene toda la razón: si se consideran superiores a los demás, no callarán las pistolas hasta que no echen a todos los godos de su territorio. Porque ellos, ca, ellos no son españoles, ¡y son todos nobles!, deben de ser los primeros habitantes del globo, la raza más pura y original del universo. Pero, claro, ahora quieren unirse a Navarra porque con toda su prepotencia se sienten débiles: y es que les falta la madre, como dicen, les falta la Navarra franquista y con mucho laurel en el escudo, la Navarra retrógrada y traidora, la madre querida que les traicionó en el 36; pero ahora le perdonan su traición, porque la necesitan; nada más que por esta razón: nos necesitan... ABERTZALE.—Gesurrak euskaldunok zatikatzeko. MAESTRO.—Insultan, amenazan, hacen caricatura de las cosas para burlarse mejor; no dan razones sino ironías de mal gusto. Ya he dicho que yo no creo en las razas, pero hasta la misma ETA envió a las familias de aquellos obreros muertos en la huelga de Granada del 70, un millón de pesetas que había arramblado en el atraco a la Naval de Bilbao, ¡ése es todo su racismo! Y es que los racistas son éstos, los separadores, los excluyentes, los que no toleran la originalidad de nadie, los que asesinan las nacionalidades...pero bueno, basta. Vamos a lo nuestro. Lo que no se pueda negar es que aquí hay un algo, un algo que yo no quiero llamar raza, y ni siquiera etnia para no enredarnos más, y que prefiero llamar nacionalidad, o si prefieres, pueblo. Aquí hay un pueblo bien reconocible, y Navarra pertenece a ese pueblo, más aún, Navarra ha hecho a ese pueblo.A mis alumnos suelo ponerles esta comparación: En una bodega tenemos las cubas, los toneles de vino; y de ellos se va sacando para beber, pero dejando siempre una parte.

Y aunque cada año se le añade vino nuevo, siempre se dice y con razón, que es vino de la cosecha primera. Y esto es lo que pasa con nuestro pueblo. Navarra ha sido la cuna de los vascones, esto ya no lo pone en duda nadie medianamente culto; Navarra es la matriz, el roble perfumado que guarda la antiquísima cosecha; y aunque después se le han añadido otros pueblos, otras culturas, pero no han liquidado la primera cosecha: han aportado lo suyo propio, sí, enriqueciendo sin duda el buqué del primer vino, pero dejando siempre ese poso, ese sabor original, es decir, el buen vino vascón. Incluso en la Ribera: allá hay todavía muchos apellidos vascos, hay muchos términos toponímicos vascos: y los Muladíes, los primeros grandes caciques de la Ribera se convirtieron a Mahoma y fundaron el reino árabe de los Banu-Qasi, pero estaban emparentados con los vascos de más arriba y en su harén tenían princesas de Iruña, mozas vascas de anchas caderas y finos tobillos. LABRADOR.—¡Jobar con las mozas vascas! A mí siempre me ha ido mal con las neskas esas. Una vez fuimos a Bilbao con el equipo de mi pueblo, y ya de pasada a echar una cana al aire; pero nos salió la taba culo. Ya durante el partido, sin pecar ni merecer, tuvimos que aguantar más de un desprecio; como cuando la Final de Copa del año pasado, que volvían los bilbaínos de Madrid y al pasar por Burgos les echaban curruscos de pan y calderilla, como diciendo... bueno, como diciendo no sino diciendo en realidad, porque me ha contado un amigo que el otro día vio en Bilbao una pintada que decía: «Castellanos, muertos de hambre, iros a vuestra tierra». Anda, ¿eh? Pero a lo que íbamos: después del partido, nos metimos por la calle de Las Cortes, que decían que había unas mozas para echar una parrafada y lo que se terciara, vaya; y va y la primera geturriana que le guiño un ojo, ¿qué os parece lo que me dijo?: «¿Un navarro?, anda y cómprate un mono, que bastante nos jodisteis cuando la guerra». Oye, casi me caí de espaldas. ¡A un mozo de la Ribera hacerle eso, unos que ahora dicen que son hermanos nuestros! ¿Hermanos?, de mala leche será. Así que yo, para ir de putas, a Zaragoza, que allí no te hacen esos desplantes. Y luego, cuando ellos bajaron a jugar a mi pueblo, no sabes qué manera de fanfarronear, con la cartera llena de billetes y pidiendo en el bar agua de Bilbao, que así le llaman al champán, hala, como si fueran el Rochefeller... Por eso, cuando ahora oigo que todos somos vascos, yo me pregunto: ¿pero en qué taberna hemos comido juntos?, si no nos parecemos en nada. Los de aquí tenemos otro ser, no sé qué seremos pero de vascos no tenemos ni la sangre, ni el tempero, ni nada de nada; que ellos son mucho puticas y las matan callando, mientras que nosotros al pan pan y al vino vino, y lo que sernos sernos, como un libro abierto. Y si su raza es cojonuda la nuestra no es menos, y si ellos han nacido de la ingle de Buda nosotros del sobaco de Cristo, hala. Pero ¡a qué tanto aspaviento, quio, si todos cagamos por el mismo agujero! ENCORBATADO.—Pero, ¡si basta saber un poco de historia! ¿Que tenemos con los vascos el mismo origen remoto?; pues quizá, será cierto,

pero es que ha llovido tanto desde entonces. Navarra desde que tiene uso de razón ha ido sola por el mundo adelante, y ahora mismo no hay ninguna provincia con las atribuciones que tiene nuestra Diputación: Nosotros paramos los pies al Gobierno, nosotros nombramos nuestros maestros y nuestros funcionarios, nosotros cobramos los impuestos, todos los navarros podemos ser propietarios si queremos; en una palabra, somos aparte en muchas cosas. Incluso en los mismos fueros se dice que los guipuzcoanos serán considerados extranjeros en Navarra, lo mismo que cualquier emigrante de Andalucía o de Soria... Pero somos más hospitalarios que ellos y no miramos por encima del hombro a ningún forastero. EMIGRANTE (VOZ GRABADA Y FILMINAS).—Yo soy de Granada y trabajo en la construcción. Participé en aquella huelga donde tuvimos tres muertos, y después me vine a Navarra. Al poco tiempo me tocó aquí otra huelga, cuando los «Grises» no tenían todavía las balas de goma. Estábamos en la Rochapea poniendo una barricada y nos persiguieron hasta dentro mismo de los portales. Yo tuve que subir un piso y otro piso, pero un guardia joven me venía pisando los talones; y cuando levantaba la porra para cascarme, se para y me dice: «¿Eres tú?». Y yo al verle la cara, lo mismo: «¿Pero, eres tú?». Era un compañero de Granada que había hecho conmigo la huelga del año anterior y conmigo había tirado piedras a la Fuerza Pública. Y comenzamos a hablar. ¿Cómo has caído por aquí? «Chico, me dice, el pan nuestro de cada día, ¿y tú?». Yo, el pan amargo del emigrante. Así son las cosas: yo me vine porque estaba en las listas negras de las empresas, y él había venido porque le ofrecieron un sueldo mejor que en la construcción. O sea, dos amigos hasta ayer mismo, dos luchadores en el mismo campo, y ahora de repente enemigos. Quiero decir con esto que yo quiero una Navarra sola o una Navarra unida, según y conforme: si los trabajadores vamos a tener más fuerza junto con los otros, entonces de cabeza, pero si no... Y es que pasa otra cosa: en la obra que estamos construyendo ahora, tenemos un patrón que se las trae. Y es de los vasquistas esos. Llega al tajo y siempre nos saluda: «egunon»; pero si luego vamos a quejarnos, más de una vez nos ha respondido: «Desgraciados, si no tenéis dónde caeros muertos y todavía con exigencias; si no estáis contentos, andad a vuestra casa a comer pimientos». Esta es la realidad, sí señor, yo no tengo patria, pero si alguno me hace menos esclavo, me voy con él; y si alguien trae el socialismo y la vergüenza, ésa será mi patria. O sea„ mala gente hay en todas partes y yo me voy con el que sea menos cabrón, ¿está claro? ENCORBATADO.—Está clarísimo. Si hay algún patrón que haya abusado de los obreros con mano de hierro, ése es el patrón vasco. Toda su riqueza se la debe a la mano de obra que con desdén llaman: española; los del otro lado de la Ría. Acabo de leer el premio Nobel del año pasado «Lectura insólita del Capital»,y ahí se ve muy bien cómo los señores vascos han exprimido sin compasión a otros pueblos de España,y ahora lo están haciendo con los marroquíes a los que ni siquiera

tienen asegurados; les dan dos perras y a correr, que para eso sois moros. ¡Y así tenía que ser!, porque esa es la doctrina del nacionalismo. Para Sabino de Arana hay dos razas antagónicas, la española y la vasca. Estos no son españoles, qué va, son de otra galaxia; y tienen prohibido casarse con gentes inferiores para no adulterar su sangre nobilísima. Y no debe enseñarse el euskera a ningún español, a ningún maqueto como dicen, aunque lleve veinte años sudando la gota gorda en Eibar. ¿Y los apellidos? Ajá: un pobre Fernández jamás será nadie en esta tierra, un don nadie; mientras que un Mendigutxía, o un Arrigorriaga, o un Etxepeteleku, pertenecerá al olimpo del padre Aitor aunque haya nacido en Santiago de Chile. Ellos han llegado no sé de qué planeta y forman la nación elegida de los dioses. Claro, ahora que van cambiando las cosas, admiten que todo el que trabaja en su querido Euzkadi puede considerarse vasco hasta el tuétano, aunque proceda de la aborrecida España; pero lo dicen con la boca chiquita y sin creérselo demasiado. Y naturalmente, los que somos de Navarra, constituimos la cuna misma, la quintaesencia de Vasconia, los fundadores natos de la cosa esta, ahí está el principio original: entre las Améscoas y el valle de Yerri. Y por eso, nos ofrecen la capitalidad: Pamplona, perdón, Iruña, capital de la entelequia Euzkadi. Un buen regalo para camelar incautos. ¡Pues, eskerrikasko, pero a otro perro con ese hueso! ABERTZALE.—Sí, señor, hay una cosa importante que tienen que saber todos los navarros, su propia historia. Ya sé, sí, que la historia la han hecho las clases dominantes y que cada cual saca las conclusiones que quiere jugando con los sucesos de nuestro pasado. Pero así y todo, tienen que saber los navarros que hemos estado unidos a las otras tres provincias durante tantos siglos por lo menos como los que hemos estado separados, e incluso más. Fiemos sido un reino, sí; pero Sancho el Mayor se decía rey de toda la Vasconia, «regnante in tota Vasconia», y más allá de la Vasconia actual, en la Rioja, por ejemplo; allí están enterrados nuestros reyes, en Nájera. San Sebastián fue fundada por otro rey navarro, Sancho el Fuerte; y Sancho el Sabio le dio fueros lo mismo que a Vitoria, pero no les dio los fueros de Burgos sino los de Estella. Y han de pensar los navarros que si la Baja Navarra es vasca, ¿qué puede ser la Navarra de más aquí de los Pirineos?; y que en los siglos de oro, en el Quijote, por ejemplo, a los navarros se les llama vascongados o vizcaínos. Y tienen que saber todos los navarros de hoy que, según el mapa lingüístico del príncipe Bonaparte, hace un siglo exactamente se hablaba euskera en Puente la Reina y San Martín de Unx y más abajo, y hace dos siglos en Estella y Artajona y más abajo, y no hace todavía ochenta años se hablaba en la Cuenca de Pamplona, en Sorauren, en Arizcu- ren y en Ulzurrun y en Garrués. Porque han de saber algún día todos los navarros, que hemos ido perdiendo nuestra lengua materna por la persecución implacable de la burguesía de aquí, que ha odiado siempre nuestras peculiaridades, porque sacan mayor tajada uniéndose a la burguesía de Madrid. Ellos han hecho todos los posibles para que desapareciera hasta el último vestigio de lo vasco en estas tierras.

El día en que muriera el último euskaldún descansarían tranquilos: habría desaparecido el último obstáculo para su codicia. MAESTRO (LUZ COLOR].—Hace unos años murió el último anciano que sabía hablar el idioma dálmata, allá por los Balcanes; y los sabios de todo el mundo se lanzaron sobre él en sus últimos días, para que les enseñara la lengua y la cultura dálmatas. Y yo... yo me imagino esa misma escena con un viejo euskaldún. Podría suceder, sí. A este paso podría suceder que algún día desaparezca nuestro pueblo, como han desaparecido otros pueblos perseguidos como el nuestro. CHICA.—Padre, dicen los sabios españoles que como eres el último vasco, digas algo para que lo graben en un disco. Padre, que preguntan los sabios españoles a ver si te sientes español. Padre, que cuentes algún chascarrillo de esos graciosos. Padre, que cantes alguna canción, cualquiera. Padre, que te mueras ya, a ver cómo muere el último vasco. Padre, que por lo menos digas en euskera tu última voluntad... PADRE.—Hija, diles a los sabios españoles: Jaungoikoak tzapal biltza beren erriko zapal zaileak. CHICA.—Que a ver qué significa eso. PADRE.—Que Dios confunda a los que venden y matan a su pueblo. ENCORBATADO (LUZ NORMAL).—A ustedes, señores, les gusta mucho hacer demagogia, ¿no? CHICA.—Es la realidad la que hace demagogia,

señor.

ENCORBATADO.—Porque también tienen que saber todos los navarros que ya en el siglo XIII Navarra andaba sola, cuando las otras provincias se habían unido a Castilla. MAESTRO.—Pero Carlos el Malo, por ejemplo, las reconquistó de nuevo, porque las creía naturalmente navarras, y lo eran. ENCORBATADO.—Asimismo deberían recordar los navarros que del siglo XIII al XVIII, ¡cinco siglos!, Navarra sigue una ruta distinta: y que incluso los guipuzcoanos lucharon contra nosotros, por ejemplo san Ignacio de Loyola que cayó herido en la fortaleza de Pamplona, pero luchando del otro lado, del castellano. Y en el escudo de Guipúzcoa tienen los cañones que nos arrebataron a los navarros en el puerto de Velate. MAESTRO.—Todo eso eran intereses de reyes, pero no del pueblo; el pueblo no ha cambiado más que de amo: hoy de Iruña, mañana de Castilla; pero el ser del pueblo es el mismo.

ENCORBATADO.—Igualmente deben saber los navarros que entre ellos y nosotros existieron aduanas, como la de Etxarri Aranaz. MAESTRO.—Esas no eran ni aduanas; las verdaderas aduanas separaban todo el territorio vascón del resto de España y Francia, e iban desde Sangüesa, bordeando el Ebro por Tudela, Viana y Vitoria hasta Orduña y Valmaseda. ENCORBATADO.—Tampoco estaría de más recordar a los navarros que ellos, los otros, tuvieron instituciones muy distintas a las nuestras: ellos sus Juntas generales, y nosotros nuestras Cortes y nuestros Reyes. MAESTRO.—Parecen distintas porque nacen en circunstancias distintas y los reyes respetaron la singularidad de cada zona. ENCORBATADO.—Sus fueros y ios nuestros se parecen bien poco: n u e s t r a s l i b e r ta d e s e r a n y s o n m á s a m p l i a s y e f i c a c e s . MAESTRO.—En absoluto. Vizcaya gozó de mayor libertad y autonomía que nosotros. Pero en lo sustancial son idénticos. La sustancia foral es la misma allí que aquí, porque la foralidad era el autogobierno, aunque tuviera matices distintos. ENCORBATADO.—Los buenos navarros habrán oído ya que fue Sabino de Arana el que se sacó de la manga ese cuento de Euzkadi, no hace todavía un siglo. MAESTRO.—Arana no inventó a Euzkadi. Euzkadi estaba ahí, era el pueblo vasco; él solamente le puso un nombre. Y si en vez de llamarlo Euzkadi («conjunto de todos los vascos») le hubiera llamado Navarra, como se había llamado antes, no estaríamos ahora enzarzados en esta disputa absurda. Porque un nombre no da la vida a un ser. Y el ser de Navarra es Vasconia, y viceversa. ENCORBATADO.—Vamos a refrescar la memoria a todos los navarros y recordarles que tenemos unos lazos indestructibles con Castilla, y que con ella fuimos reino de igual categoría; hemos vivido más siglos unidos a Madrid que a Bilbao. MAESTRO.—Tampoco es cierto. Pero es que una cosa es la política impuesta a un pueblo y otra cosa el pueblo mismo. También a Irlanda la han dividido los intereses bastardos, y a Pakistán, y a Corea, y a Vietnam, pero no por eso son pueblos distintos. ENCORBATADO.—Euzkadi no es nada, y Navarra ha sido y es todo l o q u e s e p u e d e s e r d e n t r o d e l a g r a n n a c i ó n e s pa ñ o l a . MAESTRO.—Un pueblo no puede hipotecar su futuro con leyes

o hechos pasados, nada es irrevocable. Y los navarros de hoy tenemos derecho a hacer en adelante la historia que queramos y bajo la bandera que queramos. ENCORBATADO-—Ah, la bandera, ¿eh? Los navarros saben de sobra que la famosa ikurriña es otro invento de Arana, que la pensó para bandera de Vizcaya; y que ahora nos la quieren imponer como si nosotros no tuviéramos banderas nuestras y bien nuestras: el águila negra y las cadenas. ABERTZALE.—Voy a armarme de paciencia, pero responderé a esa malicia ignorante que lo de menos es cómo nace una bandera, sino qué es lo que simboliza; y hoy la ikurriña ha llegado a simbolizar la lucha de todo un pueblo. Es una llamarada de colores que se levanta ondeando y urgiendo: uníos todos los vascos, para poder ser más libres. ENCORBATADO.—Pregunta, pregunta al labrador de la Ribera qué es lo que piensa de vuestra libertad. LABRADOR.—La Ribera ya no sabe qué pensar. Yo me pierdo en estos líos de la historia. Te viene uno y te dice: «Eres vasco, tus antepasados fueron vascos». Viene otro: «Eres árabe, y varios pueblos riberos, como Cortes, Pedriz y Barilias, fueron totalmente moros». Y luego otro, que no, que «sois judíos, y hubo grandes sabios y poetas judíos de estas mismas tierras». Pero enseguida otro que nanay, que «sois más celtas que los mismos gallegos y aquí se establecieron en nuestras ricas huertas», ¡jode petaca! Y venga otro más, que ni pensarlo, que «sois romanos y castellanos de pura cepa, y habláis el navarro- aragonés, que es una lengua muy chula». Y por fin otro, que «navarros y sólo navarros»; pero aguarda, que todavía hay alguno que dice que tampoco, que en muchos tiempos estos terrenos no pertenecieron a Navarra, ¡échale hilo al asunto! En resumen, que debemos de ser de la Inclusa. ¿Y sabéis lo que os digo a todos?, que yo, como el emigrante: dame pan y llámame lo que te dé la realísima gana. Si el vino nos lo compraran a buen precio en San Sebastián, yo me hacía vasco y me moría con la txapela puesta; pero da la casualidad de que el vino nos lo compran a mejor precio los castellanos. Entonces, ¡qué quieres que te diga!, me da lo mismo irme con cualquiera, porque en comiendo bien, da lo mismo ser hijo de la Hilaria que de Abderramán tercero. Y hablando de comer, aún me acuerdo de lo que me pasó en un bar de Atáun, que habíamos ido con un camión de paja; y como tengo el ojo más grande que la tripa, me metí en la boca una patata entera que parecía inofensiva, pero la condenada estaba ardiendo como una brasa, y me quemó el paladar hasta la campanilla. Yo gritaba como podía: «El rallo, el rallo»; y el camarero: «Bai, bai». ¡Leches, bai! Y la patata que no podía ir ni pa dentro ni pa fuera. Y yo venga reclamar: «La boteja, el porrón»; y el melón de él: «Bai, bai». ¡Joder con el bai! Se me puso toda la boca como un infierno, y estoy seguro de que aquel casero o lo que fuera lo hizo aposta, ¡cómo no va a saber uno de esta tierra lo que es el rallo o la boteja!; seguro, lo hizo aposta. Así que, no sé. Yo, de siempre les

he tenido simpatía, y de siempre hemos sido del Athletic de Bilbao, que tienen los tíos muchos bigotes para no coger jugadores más que de aquí, navarros también, sí señor; y una vez que se me caló el coche en medio de Madrid, vino uno de San Sebastián que había visto mi matrícula de Navarra y me ayudó a salir de aquel barullo...; pero que no sé, que a lo mejor soy árabe y tenía que estar ahora vendiendo petróleo a buenos dólares, en lugar de estar plantando tomates, aborrecido de la vida y sin poder venderlos luego. De todos modos, en mi pueblo hay un término que se llama Mandaburu, que, según, es vascuence, y a la fuentica de san Lorenzo le decimos Saniturri. Pero yo vasco no me siento, no señor, y los de mi pueblo tampoco, y los de alrededor de mi pueblo nada de nada, esa es más verdad que el evangelio. A mí dame un buen calderete, con vínico de Murchante, y luego una jotica, y déjate de antepasados, que ya están bien muertos. Y vamos a mirar al futuro,, que eso es lo que importa. MAESTRO.—De acuerdo, hay que mirar al futuro, porque la historia de un pueblo debe estar en función de su porvenir. No podemos sacralizar el pasado, pero tampoco borrarlo: tenemos que saber quiénes hemos sido, para saber quiénes podemos llegar a ser. La peor tragedia de un pueblo es renegar de sus antepasados. Y aquí ha sucedido (¿por culpa de quién?) que incluso muchos que hablan vasco no se sienten vascos; ¡qué responsabilidad la de algunos! A mí me gusta, en clase, situarme con los alumnos en las orillas del Ebro y oír llegar a los romanos; escucharles cómo hablan de ese pueblo que habita entre Castilla y Burdeos, entre Cantabria y Cataluña, unas gentes que meten a sus muertos en cámaras de piedra en vez de quemarlos como hacen más allá del gran río. Y nos emocionamos cuando describen la Ribera, a la que llaman el campo vascónico («ager vasconicus»), y hablan de Cascantum y de otros pueblos ricos y feraces; luego señalan más arriba el bosque vascónico («saltus vasconicus»), en el que no se atreven a penetrar; y escuchamos cómo se extrañan de la lengua que hablan esas gentes y de lo indomables que son los que habitan entre el Ebro y el Nervión... Más tarde oímos venir a otros pueblos, y cómo todos van dejando algo de lo suyo. Ahora mismo tenemos muchos algos conviviendo juntos: el castellano y el euskera; la dulzaina, el txistu y la guitarra; la jota y el aurresku; la campechanía de unos y la sobriedad de otros; los que pescan en los mares del norte y los que fundan la aristocracia suramericana...; unos que han creado unos modos de ser y de vivir, y otros que enseñan modos distintos. ¡Este es nuestro pueblo, amasado de muchos pueblos, sí, pero su color predominante, su dibujo de trazo más grueso...! ENCORBATADO.—El español. MAESTRO.—El vasco. ENCORBATADO.—¡El español!

MAESTRO.—¡El vasco! ENCORBATADO.—¡¡El español!! Pero qué miedo a llamarse españoles, qué tozudez tan poco científica. Hoy, en ciertos círculos, el decirse españolista es hasta peligroso; por menos de nada te llaman traidor, o te dan un navajazo, o te ponen una bomba. Pero ante todo, la unidad española, ante todo lo unidad de la gran madre patria, por la que yo ni me callo ni me achanto. (LUZ COLOR.) CHICA.—.Yo sí me tuve que achantar cuando comenzaron los tortazos. Un día conocí a un chico y salimos un par de tardes. A la tercera le estaba esperando en una esquina; de repente se para un coche, bajan dos individuos, me meten dentro y me llevan a una bajera. «¿Quiénes son ustedes?» Pero en cuanto vi las cadenas en sus manos supe de qué se trataba. UNO.—¿Dónde está tu novio? CHICA.—No lo sé. (GOLPES.) OTRO.—¿De qué habéis hablado estos días? CHICA.—De cosas. OTRO.—Conque cosas, ¿eh? UNO.—¿Dónde tiráis los panfletos? CHICA.—Oigan, ustedes se han confundido de persona. OTRO.—Sabemos que el chulo de tu novio y otros maricas como él están preparando algo; si nos lo cuentas te soltamos enseguida. CHICA.—No señor, no les cuento nada porque no sé nada. UNO.—¿Cómo haces el amor con ese tontolaba, en vasco o en español? CHICA.—A mí nadie me ha tocado. UNO.—Ah, no; es virgen la vieja zorra; vamos a

verlo.

OTRO.—Anda, cántanos ahora en vascuence lo que cantabaisa y e r de los gudaris en el bar de la Estafeta; canta, canta. CHICA.—¿En qué bar? OTRO.—En cualquiera; pero dinos qué estáis preparando para mentalizar al pueblo navarro. (GOLPES.

CHICA.—Y me desgarra la ropa de arriba abajo, y me da de coces y de bofetadas, y me clava las uñas en los senos, y va sorbiendo como un demente la sangre que me corre por el vientre abajo; mientras el otro grita y se excita como una mala bestia... ¡Y ahora dicen que son ellos los que corren peligro por proclamarse navarristas y españoletas! (CANCION LAMENTOSA.) (LUZ NORMAL.) ENCORBATADO.—Patética la chica, ¿eh? Y muy convincente. Pero es una histérica. ABERTZALE.—Sí, todas las mujeres son histéricas... Y también eran unas histéricas aquellas mujeres de las cuatro provincias que en 1833 empujan a sus hombres al monte, a unirse con Zumalacárregui e ir a defender las libertades vascas. En el número 33 de la calle de! Carmen vive retirado Zumalacárregui, el genial guipuzcoano, quien se entera de que en Madrid han suprimido nuestros fueros; toma una chula de tocino en el pan de maíz y sale por el portal que hoy lleva su nombre, para levantar a los 20.000 vascos que defenderán hasta la muerte nuestro modo peculiar de ser y de gobernarnos. Esto fueron las guerras carlistas. Esa fue la historia colectiva de todo Euskadi. MAESTRO.—En efecto, la carlistada, la gesta que nos identifica a los navarros ante el mundo, la hicimos las cuatro provincias juntas, e incluso Vizcaya fue la más carlista de todas. Porque desde 1707 sólo los vascos teníamos fueros propios; y aunque los caciques claudican ante Madrid, pero el pueblo traba sus raíces comunes para mejor defender su soberanía origina!. Y como juntos perdimos aquella primera guerra, juntos fuimos castigados y juntos perdimos nuestros fueros y libertades milenarias. LABRADOR.—Bueno, tú, esto de los fueros es algo que clama al cielo. En la escuela nos hicieron aprender los ríos y montes de la Cochinchina y hasta las nueve categorías de ángeles; pero ¿de los fueros?, ningún navarro sabe nada. Yo sólo sé que aquí mandan los diputáus, y las jugadas que nos hacen a los de los pueblos. Porque mucho llenarse la boca con los fueros, los fueros, y total, pa joder la manta a más de uno. Pero, hombre, si un año que había elecciones, los de mí pueblo votaron al candidato del gobernador, que les había prometido alguna ayuda, y como salló elegido el otro candidato, éste nos hizo pasar ruedas y cuchillos en todos los años de su mandamiento; para más inri, pudrió de dinero a los del pueblo de al lado, que siempre estamos ñiqui-ñaca a ver quién puede más, y les puso la luz eléctrica, les llevó el agua por las casas, les arregló las escuelas, les empedró hasta la última calleja del pueblo...; pero cuando nuestro ayuntamiento subía a pedir alguna subvención, que «se había acabado el dinero», que «al otro año»; y al otro año, que «tampoco había dinero», y así durante los seis años, ¡no nos amoló poco mal! Así que, llegó la siguiente elección, y mi pueblo a votar al susodicho, ¡qué remedio! Y digo: ¿Eso son los fueros, eso es la Diputación de todos los navarros: futriquiñar al que no te dé el voto?

ENCORBATADO.—Mira, los fueros definen nuestra personalidad ante el mundo. En el principio de Navarra estaba el fuero. Los hay anteriores a los mismos reyes y eran costumbres de los pueblos y municipios, eran modos de gobernarse cada vecindad. Más tarde los reyes dieron otros fueros a los pueblos y villas, y éstos eran pactos con la Corona que limitaban el poder reinante y defendían a los súbditos. Ninguna ley valía si no la ratificaban las Cortes, el rey no percibía tributos en tanto no cumpliera los pactos con sus gobernados. Y desde entonces y hoy mismo, es la Diputación la que mantiene el espíritu foral y amejora nuestra peculiaridad dentro de toda la nación. MAESTRO.—«Oue nadie nos mande, aunque sea bien», decían nuestros antepasados. Y los navarros elegían sus ayuntamientos y los diputados que los representaban en nuestras Cortes. ABERTZALE.—Ningún navarro podía ser detenido ni juzgado sino por los tribunales del reino y con arreglo a nuestras leyes propias. MAESTRO.—Ningún domicilio navarro podía ser registrado, ni con pretexto de contrabando. ABERTZALE.—Los naturales de aquí no podían ser torturados, sin apelar antes a! Consejo del reino y ser escuchadas las partes y sus abogados. MAESTRO.—Cualquier navarro podía dirigir sus quejas para ser leídas y discutidas en las Cortes generales. ABERTZALE.—Unicamente los nativos o los naturalizados podían ejercer los cargos públicos de la administración.MAESTRO.—Todo navarro estaba exento del servicio militar; sólo era llamado a filas cuando su tierra estaba en peligro, y la Diputación señalaba al ejército por dónde podía pasar la tropa y por dónde no. ABERTZALE.—La mayor parte de nuestro territorio era de propiedad comunal y todos tenían derecho a una parcela, todos podían echar a pastar sus ganados al monte, coger leña, hacer carbón y beneficiarse de los bosques, cazar y pescar y aprovecharse gratuitamente de todas las aguas. MAESTRO.—Nadie podía abusar de nuestras mujeres, bajo pena de destierro o de galeras. ABERTZALE.—Los alcaldes ponían cada año el precio de las mercancías en venta y el salario de los jornaleros, y nadie podía enriquecerse con daño de otra persona. MAESTRO.—Pero tampoco era oro todo lo que relucía. Las Cortes eran c l a s i s ta s y e s ta b a n d o m i n a d a s p o r e l c l e r o y l o s n o b l e s ,

y el pueblo tuvo cada vez menos poder, el poder que iba pasando a las manos ávidas de los caciques, quienes siempre tuvieron en el fuero su mejor aliado para medrar y enriquecerse. ABERTZALE.—Sobre todo, desde la Ley Paccionada. Sí; cuando todos los vascos perdemos la primera guerra carlista, Espartero, el vencedor, nos traiciona, y nos traicionan los gerifaltes navarros. La Diputación de Pamplona es la única que se presta al expolio, y perdemos nuestra autonomía para siempre. Las otras tres Diputaciones se resisten como pueden y logran conservar su poder durante varias décadas más. Y desde entonces, la división entre Navarra y el resto de Vasconia queda consumada por obra y gracia de los que más tarde dirán que no tenemos nada que ver con los vascos. Primero nos dividen y luego gritan que estamos divididos desde siempre, ¡qué malicia! Más adelante, de nuevo todos los vascos perdemos la segunda guerra carlista, y a los otros les quedarán los pactos económicos; residuo foral que Francisco Franco se encargará de raer y extirpar. Pero estos capitostes, a presumir de Ley Paccionada... entonces no tuvo más remedio que aceptar la ley del vencedor, fue un acto de fuerza. Pero así y todo, los diputados, fueristas como el mejor navarro, supieron maniobrar con habilidad para que a Navarra le quedaran las facultades que todavía tenemos y que nadie tiene. Además, muchos de los antiguos fueros eran medievales, estaban desfasados, ya la revolución liberal venía con leyes más justas e igualitarias. Lo que hicieron nuestros diputados fue adaptar el fuero anacrónico a las nuevas necesidades sociales y estar con los tiempos, garantizando mejor las libertades y la justicia. Y así, aunque perdimos la autonomía política, pero nos dejaron la administración, que es lo importante, y salimos ganando. Fue mérito de aquellos representantes nuestros, que hoy Navarra tenga más facilidades que nadie para hacer con éxito su actual desarrollo y crecimiento. Porque aquella ley fue un pacto, un pacto que Madrid nunca podrá romper, mientras no lo queramos nosotros, todos los navarros. MAESTRO.—Nos quitaron las Cortes y el Consejo del reino, y dicen que es un pacto de igual a igual. Nos quitaron los tribunales de justicia, la autonomía militar, mil libertades y franquezas, y dicen que fue todo un éxito. Nos arrebataron la soberanía, liquidaron piedra a piedra el reino milenario, y hablan de mérito y gloria. Nos humillaron hasta saciarse, y la Ley Paccionada fue una maravilla de astucia y progresismo. «Ha sido la peor calamidad que le ha sobrevenido al pueblo navarro» (Campión); pero ellos insisten en que fue una bendición. Y, en efecto, fue una bendición para ellos, porque desde entonces pudieron colmar a manos llenas su bolsa y repartirse los provechos con sus grandes padrinos de Madrid. Fue todo un éxito, sí señor, pero para la mafia navarrista y madrileñista. ENCORBATADO.—Gracias a aquella ley paccionada, los navarros nunca han pasado hambre; tenemos las mejores carreteras de España; las calles de nuestros pueblos están bien cementadas; existe teléfono

hasta en el último caserío montañés; contratamos los médicos más famosos y los más modernos aparatos de hospital; nuestros niños están escolarizados en un ciento por ciento; nuestros graduados son los primeros para cualquier puesto de trabajo...; gracias a aquella ley tenemos hoy la mejor universidad española, tenemos la mejor flota de camiones de toda Europa, hemos dado el gran salto adelante en nuestro despegue industrial con los polígonos racionalmente planificados por la Diputación; gracias a aquella ley hablamos de tú a tú al Estado y el centralismo nos oprime menos que a nadie, porque tenemos una Constitución diferente, que no se podrá modificar sin contar con el asentimiento y voluntad de todos, de todos los navarros. ABERTZALE.—Gracias a aquella famosa ley, Navarra quedó arrasada, Navarra fue vendida por un plato de lentejas. Ni pacto ni privilegio, fue un robo total. Gracias a la Paccionada quedamos separados de las otras provincias históricas y se desgarra la unidad vasca. Y gracias a aquella cacareada ley se quitan nuestras aduanas, suben los bienes de consumo y el pueblo pasa hambre; mientras que para los caciques, el levantamiento de las aduanas supone el libre comercio a todo el Estado, y ancha es Castilla. Así sucede que cuando, en 1917, las otras tres Diputaciones invitan a la de aquí a reconquistar conjuntamente la antigua soberanía, nuestros inefables diputados se niegan terminantemente. Entonces el pueblo se reúne delante del palacio y canta el Gernikako arbola. (DISCO.) Laurak artuko degu Zure kin partía Pake bizi dedin Euskaldun gendia. «Las cuatro formaremos un haz, y conseguiremos que viva siempre en paz la gente vasca»... Pero ellos no escuchan al pueblo, sólo tienen oídos para el sonido de su zacuto repleto. El pueblo grita mueras a la ley Paccionada, pero ellos permiten que el centralismo mordisquee nuestros andrajos; y manipulando al pueblo, como siempre, enronquecerán gritando: «Navarra foral, Navarra sola, porque yendo sola... será más fácil repartírnosla entre Madrid y nosotros»... Y aunque hablen de reintegración foral y otros embustes, el pueblo ya sabe que lo engañan, porque retomar los fueros y actualizarlos sería tanto como controlar sus mangoneos y compartir el poder. Así han sido siempre los cuatro mandamases, esas cuatro familias en cada villa y pueblo: fueristas a ultranza cuando les interesa, antifueristas furibundos, pero «camuflados», cuando no les interesa; ¡siempre sus intereses, sólo sus intereses! LABRADOR.—Mira, eso de las cuatro familias, en mi pueblo es bien cierto. Entre veinticinco personas y todas emparentadas, se han repartido siempre todos los cargos. Las Juntas de todo lo que hay, se las juegan a la baraja entre los mismos de siempre: La Junta del Sindicato de riego, ellos; la de la Cooperativa, ellos; la de la Hermandad de labradores,

ellos y sus hijos; la del Trujal y la Vinícola, ellos; la del Molino, ellos; la de la Cofradía del Santo Cristo, también ellos, y hasta la Junta de la Adoración Nocturna, ellos y sólo ellos. Ellos están metidos en todos los tiestos y tienen bien agarrado el mango de la sartén, y la sartén misma, y hasta los huevos también. Hombre, había un soto que era del Ayuntamiento, de todos, vaya; y con sus brabanes le han ¡do mordiendo un año una vueltica, otro año dos vuelticas..., y al cabo de los años ya no existe el soto, se lo han merendáu ellos. Y como somos todos más tontos que bolo de barandáu, pues se aprovechan, y aquí nadie levanta cabeza; ah, y al que la levanta, le dan con la ajada. Eso también es cierto, tienes razón, mocé. ABERTZALE.—Y estos mismos son los que ahora presumen de navarros y de forales..., y con una bandera por delante, roja para más señas y con mucho verde, os traen y os llevan como a becerros desdentados, y os suben a manifestaciones y os bajan hasta la plaza de Oriente en autobuses pagados por todos los contribuyentes navarros. Y ellos fueron los que nos metieron en la última guerra contra el poder legítimo y contra nuestros hermanos vascos, y ellos los que liquidaron a cientos y cientos de pobres labradores... LABRADOR.—Vale, tú; la guerra esa no la menees; lo pasáu, pasáu; que ese terreno es mucho malo y más vale olvidar de una vez. ENCORBATADO.—Lo que nuestros dirigentes han buscado siempre ha sido el bien de Navarra, articulado sin favoritismos con el bien de toda la nación; por eso, supieron sacrificarse en provecho de la unidad patria y dieron el más alto ejemplo de civismo cuando en las Cortes de Madrid dijeron: VOZ.— (FILMINAS.) «Navarra solamente quiere los fueros que sean compatibles con el interés general de toda la nación; está dispuesta a sacrificar sus intereses en beneficio de la causa pública; por eso... se une al resto de la monarquía española, abdicando generosamente tantos derechos que recuerdan sus antiguas glorias y su independencia. Así, si Navarra sufre algún perjuicio, esto se tendrá más en cuenta en Madrid y realzará nuestra lealtad y desprendimiento.» MAESTRO.—Sin comentarios... Hace unos días llevé a mis alumnos ante la estatua de los fueros en el paseo de Sarasate, y les explicaba: Esta estatua ha sido levantada con el dinero de todos los navarros. Fue cuando la Gamazada. El ministro Gamazo quiso quitarnos lo poco que nos quedaba ya de los fueros, y Navarra entera se irguió ofendida. Ahí mismo, a la plaza del Castillo, llegaron más de 80.000 navarros en burros y en galeras, y enviaron a Madrid 120.000 firmas de protesta. Por los pueblos de la Ribera los paloteadores de Monteagudo cantaban: «Vivan las cuatro provincias, que siempre han estado unidas y nunca se apartarán aunque Gamazo lo diga. Viva la noble Guipúzcoa, viva la invicta Vizcaya, viva Alava la leal y la heroica Navarra». Esto cantaban, entre otras muchas

cosas. Entonces la reina consultó al general Martínez Campos y éste le contestó: «Si se tratase de Navarra aisladamente, aún podríamos ir por el camino de la fuerza; pero debemos comprender que Navarra tiene a su lado a las tres Vascongadas y harán causa común todos los vascos». La reina dimitió al ministro Gamazo, y Navarra se salvó gracias a la solidaridad de las provincias hermanas. Fue entonces cuando levantaron esta estatua, que tiene, mirad: en la mano izquierda la ley foral, y en la derecha las cadenas rotas; y aquí abajo podéis leer lo que escribieron en letras de bronce (FILMINAS): «Gu gaurko euskaldunok..., nosotros los vascos de hoy, queremos guardar nuestra ley en memoria de nuestros inmortales antepasados». Y los niños me preguntaban: ¿Por qué pusieron «nosotros los vascos de hoy», es que nosotros somos los vascos de hoy? Claro, chicos, nosotros somos, sí, los vascos de hoy; pero ésos, los que viven en ese palacio, nos han dividido, nos han enfrentado, nos han envenenado. Unas veces nos sacan a relucir el amor a Navarra, el navarrismo, pero es una tapadera; otra vez será el amor al fuero, pero es su fuero y su huevo; otra vez se valdrán de los sentimientos religiosos, otra buena tapadera, y otra, en fin, serán las esencias navarras; pero son sus esencias y sustancias. Y ahora mismo nos sacan a colación los instintos más primarios, e! machismo farruco navarro y el antivasquismo sembrado por ellos..., y así nos van manejando y toreando y vendiendo al mejor postor. ABERTZALE.—Sí, nos han ido vendiendo palmo a palmo: vendieron los montes, nuestros mejores montes: Urbasa, Andía, Aralar, Quinto Real, el Irati, el monte de la Cuestión y hasta las Bardenas. Las Bardenas las han vendido a los americanos por medio dólar, para que se entrenen allí todos los días bombardeando nuestra tierra y aprender así a bombardear mejor el Vietnam, Camboya y otros pueblos vejados como el nuestro. Nos han vendido el único banco navarro, nos han querido vender el agua de nuestros ríos, y han querido vender la majestad de Belagua..., y ya antes nos habían vendido miles de robadas de nuestra tierra mejor. Fue cuando los comunales. MAESTRO.—Al terminar la guerra de la Independencia y las Carlistas, las arcas están vacías y se subastan a precios ridículos las tierras de los concejos. Y las compran ellos, claro, los que pueden disponer de los cuatro reales contantes y sonantes. Y así, veintitrés pueblos de la Ribera han sido y todavía siguen siendo casi enteramente de condes, marqueses y terratenientes, de aquí y de fuera. Todo el mundo conoce el caso de Cadreita: «Este pueblo es todo de una duquesa», que ahora, según dicen, lo ha repartido entre sus cinco hijos. En este pueblo, de las 30.000 robadas que hoy se cultivan, unas 25.000 han sido roturadas por nuestros campesinos, pero el fruto de su sudor se lo lleva ella, la duquesa. Y así en tantos y tantos sitios. ¡Nosotros, los navarros, esclavos de los grandes señoritos, quién lo diría! Y de las 80.000 robadas comunales de Olite se subastaron 60.000, y un solo señor se quedó con más de 17.000, las bonísimas tierras de la Plana. ¿Y qué hacía entonces nuestra Diputación,

tan amantísima de los fueros y defensora de todos los navarros? Cuando llega la República, los pueblos piden que les sean devueltas las tierras comunales, pero los caciques responden llamando a la Guardia civil y disolviendo a tiros las manifestaciones: murieron entonces muchos labradores. Y si la República se dispone a hacer la reforma agraria, allí hay un diputado por Navarra, de nombre Rafael Aizpún Santafé, que sostiene en el Parlamento que la nueva ley no debe tener aplicación en Navarra «porque el régimen de propiedad de la tierra en esta provincia supera con mucho al proyecto de la ley agraria republicana»; y que además sería un grave contrafuero. De nuevo, el fuero utilizado por estos se ñores para proteger a la clase expoliadora. ABERTZALE.—Y son los mismos que cuando el levantamiento franquista envían a 30.000 requetés a que defiendan con su vida la propiedad de los marqueses; y son los mismos que matan a más de 5.000 navarros... LABRADOR.—Deja eso. ABERTZALE.—La mayor parte de ellos humildes campesinos como tú. Los matan por haber gritado: «la tierra para el labrador, o abajo el marqués»... LABRADOR.—¡Que dejes eso! ABERTZALE.—Claro que ellos no manchan sus manos de porcelana con la sangre de los fusilados. Para esa tarea emborrachan a pobres muchachos. LABRADOR.—¡¡¡No!!! MUJER.— (LUZ COLOR.) Era un buen hombre mi marido, se caía de puro bueno, y siempre trabajando para otros. Un día había dicho en la taberna: «Yo votaré a los socialistas porque ésos nos devolverán la tierra». Cuando estalló la guerra yo le pedía: Escóndete, escóndete. Pero él, muy tranquilo: «¿Yo esconderme, por qué?; nunca hice mal a nadie». Pero una noche los oímos llegar. Mi marido fue a esconderse en el corral debajo de la paja, pero un señorito que había bajado de Pamplona cogió un sarde y empezó a pinchar por todas partes, aquí, allí, hasta que mi marido tuvo que salir gritando. Se lo llevaron en la camioneta del cacique, y al día siguiente me enteré que era viuda. Más tarde supe quién lo había matado. El otro día fui a su casa y le dije: Fulano, ¿dónde está mi marido? Al principio no me lo quería decir, todavía tiene miedo. Pero al fin, me lo confesó: «Está en la Bardena, yo iré allí contigo cuando hayas conseguido el permiso». LABRADOR.—Fue mi padre. Era casi un chaval cuando el cacique lo llamó con otros dos: «Venid, estos señores os van a hacer un encargo y os pagarán bien». Les dieron veinte duros y una botella de coñac, para que fusilaran a media docena de hombres del pueblo. Los llevaron a la

Bardena, por pedir pan, justicia y la tierra para el trabajador. Al día siguiente, avergonzado, mi padre marchó al frente y entró con los primeros en San Sebastián y en Bilbao. Ahora, reza todos los días un padrenuestro, como dice, «por si acaso nos equivoquemos en aquello del 36». ABERTZALE.— (LUZ NORMAL.) Después de que nosotros entramos arrasando las provincias hermanas, cuando ahora ellos vienen aquí pacíficamente con unas banderas en «la marcha de la libertad», los caciques dicen que nos están invadiendo. Estos que antes invadieron con las armas en la mano, hoy se sienten invadidos por un grupo pacífico de hombres que quieren reunirse con sus hermanos, y que vienen perdonándonos lo que les hicimos a sangre y fuego. ENCORBATADO.—Bueno, no dramaticemos. Aquí lo que se ve muy claro es que si nos unimos con Euskadi, nos harán lo que han hecho en su propia casa: destruir su paisaje, destruir pueblos y caseríos, arruinar las aguas y el litoral, deteriorar la calidad de vida, alterar el orden con violencias constantes... No podemos permitirnos el lujo de que vengan a destrozarnos lo mucho bueno que nosotros tenemos, ¡no los necesitamos! MAESTRO.—Siempre os opusisteis tenazmente al progreso de Navarra. Nada más terminar la guerra les ofrecieron una universidad para Pamplona pero la rechazaron: ¿Líos estudiantiles, despertar de conciencias, mentes contaminadas? No quisieron universidad: a lo sumo, veterinaria, y trajeron veterinaria. Más tarde también trajeron universidad pero no de Navarra, no para Navarra. Y también les ofrecieron industrias, y de nuevo se negaron: ¿fábricas, humos, revueltas obreras, comunismo? No querían industria, se iban a corromper las puras esencias navarras. Y más de 50.000 navarros tuvieron que emigrar a lo que ellos llaman Euskadi, mendigando el pan de cada día. Nuestros hermanos nos dieron de comer, y ahora éstos, los que convirtieron a Navarra en un cementerio de trabajadores, se quejan de que van a venir a destruir nuestra tierra. ABERTZALE.—Eso es, con veinte años de retraso siquiera, tuvisteis que traer industria, pero qué industria y qué negocios los suyos con nuestra industria. Y las multinacionales luego, sí, las multinacionales subvencionadas con el ahorro de todos los navarros y que a ellos les proporcionaron suculentas comisiones. Dejan que nos invadan los extranjeros, pero claro, los invasores peligrosos son los vascos. ¿Y el director general de un departamento de la Diputación, que cada año se embolsa entre pitos y flautas más de 10 millones de pesetas, no es ése el peor invasor? ¡Así es la Navarra foral! LABRADOR.—Desde luego, eso de la industria es una pejiguera. Da verdadera pena ver a nuestras moceticas en esas fábricas japonesas, con esas gaficas que les ponen, que parece que se van a desojar. ¿Y en mi pueblo? En mi pueblo desde que llegó la fábrica de bañeras, ya

no tenemos ni equipo de fútbol. Metieron enchufaus a todos los jugadores, y de tanto beber leche para desintoxicarse del esmaltau de las bañeras, se les ha rematau la fuerza y de tanto apretar botonicos, se les han puesto unas manos finas como de barbero, y en resumen, ya no meten un gol ni comprando al árbitro. La famosa industrialización esa nos va a descojonar la rasmia, la etnia y todo lo que somos. ¡Más le valdría a la Diputación ponernos industria del campo, y organizar la agricultura, y defender más nuestros productos, y más le valía mandarnos técnicos que nos orienten; ¿qué?, si un día subimos a la Diputación a que nos hicieran un estudio sobre el arroz y las espinacas y otras hierbas que queríamos probar en el regadío, y nos despidieron en un patri-filio: que tenían mucho quehacer y tardarían lo menos dos años en hacer lo nuestro. Pero luego, por lo bajinis, nos dijeron que había una oficina privada que hacía mucho bien esos trabajos. Y allá fuimos. Pero ¿quiénes eran los de la oficina privada? Los mismos de la Diputación. ¡Pero qué mandanga es ésta! Pues, nada, a morir* a! palo y a pagar bien caro el estudio de los tíos esos. Así que, menos presumir de industrializar Navarra y más eso! que algún día nos vamos a cansar de tanta historia. ¿Y cuando salimos a la carretera con los tractores? Que estamos manejaus, que eso es política, que estamos envenenaus por los comunistas. Lo que estamos es hasta los cojones de tanta liturgia y de tanto granuja borde. Y sí, señor, hay que unirse contra los caciques, yo me apunto. ¡Menos navarrismo y más vergüenza! VOZ DIRECTA Y FILMINAS DEL PRESIDENTE DE LA DIPUTACION.— -«Navarros: hemos elevado nuestras plegarias a san Francisco Javier por el triunfo de los ideales de Navarra. Por eso, navarros, os hemos convocado. Para los navarros, sin distinción de ideologías políticas, el fuero es primordial como principio y fundamento de la personalidad de Navarra. Nuestra libertad tiene esa base roquera inconmovible de su fe, de sus tradiciones, de sus principios éticos y jurídicos que nadie nos ha otorgado. No interesa a Navarra integrarse en otros regímenes autonómicos esencialmente diferentes. Es suicida para Navarra prestarse dócilmente al cambio de su régimen. Por ese camino, Navarra quedaría pronto liquidada, totalmente despersonalizada, perdida entre eslabones de poder y de presiones que impedirían su vivir pacífico hacia un futuro prometedor, con ansias de perfeccionamiento moral y material. ¡Viva Navarra foral. Viva España!». ABERTZALE.— (LUZ NORMAL.) En resumen, no nos queda más remedio que unirnos todos los vascos. Con Madrid siempre nos ha ido mal, han jugado con nosotros como el gato con el ratón ¡y aquí tenían demasiados cómplices para sus propósitos! En la muga de Navarra muy bien podía ponerse este letrero: «Esta provincia es coto privado». ENCORBATADO.—Si nos unimos a Euskadi, en la muga de Navarra habrá que poner muy pronto este otro letrero: «Aquí existió un antiguo reino, una provincia autónoma».

ABERTZALE.—Tenéis miedo de que al unirnos todos los vascos, perdáis vuestra identidad de caciques y engordéis menos la bolsa. Para vosotros lo vasco es signo de revolución, y esto es lo que os da verdadero pánico. ENCORBATADO.—Si nos unimos a Euskadi, nos devorarán con su dinero y su chulería. ABERTZALE.—Si nos unimos, no lo haremos con los capitalistas vascos: si un guipuzcoano o un vizcaíno vienen a comprarnos con su dinero, ése es nuestro enemigo, hay que combatirlo. ENCORBATADO.—¿Y vamos a perder nuestro ser más propio? ¿Es que no os dais cuenta, vamos a adulterar en vez de amejorar el fuero? MAESTRO.—Estuvimos a punto de lograr la unión cuando los Estatutos, pero de nuevo nos dividisteis manipulando las actas. «Navarra nunca dijo no al Estatuto.» Y en aquel Estatuto se decía: «Cada una de las cuatro provincias se constituirá y se regirá a su vez, autonómicamente, dentro de la unidad del país vasco». ¡No hay ningún peligro de que Navarra se disuelva dentro de la totalidad, no es incompatible la originalidad nuestra con la federación de todos los vascones! ENCORBATADO.—Bueno, que la cuestión se resuelva en un referéndum, ¿no? ABERTZALE.—¿Y por qué no nos ponen a referéndum si queremos monarquía o república? ENCORBATADO.—Ah, no confiáis en el pueblo cuando os veis perdidos, ¡y os llamáis demócratas! ABERTZALE.—Confiamos en un pueblo que esté bien informado, que no haya sido manipulado durante siglos contra sí mismo. Y un referéndum, gane quien gane, nos dividirá todavía más a los navarros. MAESTRO.—Es inmoral jugar a cara o cruz el futuro de todo un pueblo, decidir con un sí o un no, su ser o su no ser. ENCORBATADO.—El pueblo sabe de sobra lo que le conviene. La voluntad soberana del pueblo debe ser la que decida. ABERTZALE.—¡Qué de repente os habéis convertido a la democracia! Pero, por desgracia, en un pueblo mal informado no suelen coincidir su voluntad soberana con sus verdaderos intereses. ENCORBATADO.—Navarra sola, con sus fueros, sabrá defenderse mejor; siempre ha sido así. ¿A qué poner un ente intermedio entre Madrid y Pamplona... para que nos manden también desde Bilbao?

MAESTRO.—Primero, Navarra foral para defendernos de vosotros los caciques. Después, Navarra en Euskadi para defendernos de todos los capitalistas vascos; y por fin, Navarra con todos los pueblos del Estado, para defendernos de la ambición de Madrid y de Washington; ENCORBATADO.—Ante todo, la unidad de la patria española, ¡nada de separatismos! MAESTRO.—Pero Navarra sola es más separatismo, y sobre todo, mayor granujada. ¡Más respeto nos tendrán si nos integramos en una comunidad mayor! ABERTZALE.—Para mí lo más importante es recuperar nuestras raíces y nuestra identidad. Yo prefiero tener vergüenza que recibir limosnas. MAESTRO.—Y para mí lo más importante es que nadie nos explote, n¡ siquiera los vascos. Que nadie explote a Navarra, ni en castellano ni en euskera. ENCORBATADO.—Os lo advierto: con Euskadi vamos al caos revolucionario, al Estado comunista. ABERTZALE.—Si Euskadi fuera poco progresista y Castilla muy revolucionaria, seguro que entonces seríais los primeros en decir: «Somos vascones, somos el solar vasco, nosotros dimos a luz al pueblo vasco, unámonos con nuestros hermanos naturales». Pero como Madrid os sostiene el zacuto y Euskadi es un peligro para vuestro zacuto... ENCORBATADO.—¿Y vamos a entregarnos atados de pies y manos a esa entidad, a esa cosa que nadie sabe qué es, y en la que van a decidir otros de lo nuestro? MAESTRO.—No vamos a entregarles nada. Yo no quiero un estado vasco demasiado fuerte; yo quiero que el poder lo tengan, y bien fuerte, las pequeñas comunidades: las asociaciones, los batzarres, las merindades, los ayuntamientos. Yo quiero un poder fuerte en cada empresa, en cada pueblo y valle, en cada zona, en cada diputación. Lo pequeño es siempre más fácil de controlar y de proteger de la rapacidad de los poderosos. ENCORBATADO.—Pues, si lo pequeño es más fácil de proteger de la rapacidad de los poderosos, ¿para qué. entonces, esa unidad inventada por cuatro fanáticos? ABERTZALE.—Porque la unidad la tienen que hacer los trabajadores. Unidos todos ellos, harán la liberación nacional y la liberación social. ENCORBATADO.—El nacionalismo es un invento de románticos y de

burgueses de la peor especie. Hay nacionalistas irlandeses que están muy contentos con Inglaterra, les va muy bien. ABERTZALE.—Precisamente por eso, un socialista debe hacerse a b e r t z a l e , y u n v e r d a d e r o a b e r t z a l e d e b e s e r s o c i a l i s ta . MAESTRO.—Nuestro problema no se reduce sólo a vasquismo sí o vasquismo no, sino a libertad o no libertad, a capitalismo o socialismo. ENCORBATADO.—¡Ya estoy viendo: un estado vasco, separatista, rico, el más rico de la nación, pero odiado por todo el resto de España! ABERTZALE.—Si nos unimos, es para arrancar toda opresión y unirnos en esa lucha a todos los pueblos del Estado. ENCORBATADO.—Bueno, pero todo eso es tan etéreo, tan vaporoso, tan sublime, si queréis... Aquí lo único definitivo es que los navarros no se sienten ni quieren sentirse vascos. MAESTRO.—No hace falta que nos sintamos vascos: En Navarra existen varias etnias, y vamos a respetarnos todos, no vamos a aceptar que nadie venga a imponernos nada por la tremenda. En el fondo, se trata de hacer una opción política sobre la base de una opción social y económica; este es el meollo de la cuestión. ENCORBATADO.—Mirad, Madrid nos va a decir: ¿Queréis autonomía? Pues, ahí la tenéis, pero pagáosla. Como ha hecho en Cataluña: ¿Queréis Generalitat? Ahí está la Generalitat, pero... pagáosla vosotros. Y ojo, que los navarros pagamos muchos menos impuestos que los gulpuzcoanos, ¿eh? Si nos unimos, ¿a cuánto nos va a salir la broma? ¿Qué queréis, que paguemos el doble o el triple que hasta ahora? MAESTRO.—Bueno, quizá tengas ahí algo de razón: el capitalismo vasco querrá colonizarnos e imponernos su irracional desarrollismo, estilo japonés. Y eso no; Navarra ya ha sido bastante violada por los señoritos de casa, para encima... Por eso, repito e insisto: la opción vas- quista tiene que pasar por la opción socialista. LABRADOR.—¡Un momento, un momento! No entiendo ni pun eso de la opción y todas esas virguerías que os traéis entre manos. Hasta ahora habéis conseguido hincharme las narices y animarme a romperle los morros a más de un tío. Pero, vamos a lo práctico, y os pregunto: ¿Qué ventajas concretas saco yo, si me uno a los vascos? MAESTRO.—Esa, esa es precisamente la opción que tienes que hacer. Mira, tú te sientes navarro-navarro, pero no quieres que los caciques te saqueen, ¿no? Entonces tienes que unirte contra ellos.

ABERTZALE.—Tú no te sientes vasco, pero tienes que vender a buen preció tu regadío. Muy bien; pues, integrado en Euskadi, tus productos tendrán hacia allí la salida más próxima y natural. Las tres provincias industrializadas necesitan tus cereales y tus hortalizas y tus conservas. Fíjate, Villafranca, por ejemplo, vendió el año pasado toda su producción a Guipúzcoa, oye, el 100 %. Pero si es lo más lógico y coherente. LABRADOR.—Joder, coherente, coherente; habla menos fino, que los pobres no te entendemos. MAESTRO.—Quiere decir, que las cuatro provincias formamos ese espacio natural que los entendidos dicen que es el ideal hoy, entre dos y cuatro millones. Además ya habrás oído que el gobierno va a consentir unas diez regiones autónomas, y ahí Navarra sola ¿qué hace, la pobre Navarra sola? En cambio, con los otros, somos dos zonas que nos complementamos: Tú, una agricultura fuerte, y ellos, una técnica moderna, ellos... ENCORBATADO.—No te dejes engañar, escucha. Madrid nos está diciendo que si nos quedamos solos podremos recuperar e incluso aumentar nuestra soberanía. ABERTZALE.—¿Ah, sí? Pues la nueva Constitución no parece que nos v a y a a t r a ta r m e j o r q u e a n a d i e , s i n o t o d o l o c o n t r a r i o . ENCORBATADO.—Eso lo veremos, pero de momento solos nosotros tenemos un pacto con el Estado, ¿a qué casarnos con nadie, si no hemos de hacer más que reñir y acabar perdiendo todo? ABERTZALE.—¡Pero si ya estamos casados con mil ataduras! Nuestra industria, por ejemplo, va en el mismo carro que la suya. Lo que habría que preguntarse es: ¿Para qué divorciarnos de nuestra familia, cuando ya tenemos tantos intereses comunes? Verás, ribero, una federación de todos los vascos te protegerá mejor. ENCORBATADO.—Pero ¡qué ilusiones: el gobierno vasco, preocupadísimo por los regadíos de la Ribera! ¿Sabes lo que te digo?, que te quitarán las cuatro lechugas que tienes. ABERTZALE.—No te van a quitar nada, al contrario. Si conseguimos el autogobierno o lo que consigamos, se podrán organizar mejor los canales de producción y distribución, porque si nos unimos será para darnos facilidades mutuas. Y la agricultura navarra, tú lo sabes, necesita una auténtica revolución, y eso es lo que no van a hacer los gallicos de aquí. ¿Por qué, si no, tienen tanto miedo a la unión? ENCORBATADO.—Pero ¡qué manía con la unión, qué falta nos hace! Porque Navarra sí que tiene dos zonas complementarias, montaña y ,

ribera, campo y ciudad, industria y regadío... Pero, además, seamos razonables y dejémonos ya de decir tonterías: Vamos a ver: ¿Qué plan tan atrayente nos han ofrecido hasta ahora los vascos..., qué es lo que pueden ofrecernos, a ver qué? Total: cuatro boinas, unos tornos y media docena de escopetas. ¿Y eso qué? MAESTRO.—Sí, pero Navarra todavía está a tiempo: podemos hacer una sociedad nueva, podemos crear un modelo de sociedad original, sobre todo potenciando el campo. Por ahí tenemos que ir. ENCORBATADO.—¡Pero eso es justamente lo que puede hacer Navarra sola! ABEATZALE.—Pero hoy nadie puede ir solo, es absurdo. ¿No es mucho mejor que nos unamos todos, en todo, en la economía, por ejemplo, en sanidad, y, por ejemplo, en la enseñanza, en la universidad..., no está necesitando Navarra otra universidad menos podrida y más nuestra? LABRADOR.—No me mientes la universidad, que se me avinagra el café con leche. Tengo una hija que se había empeñado en ser médica. Pero no la han admitido. Y eso no sería lo peor, sino la coletilla que le soltaron: «Confórmate con ser enfermera, que para ser hija de un trabajador, te basta y te sobra con eso». Así mismo. Como diciendo: La aue nació pa trapo, oue no aspire a ser toalla. ¡Amos, que si se lo dicen a su padre, me iban a oír los barbos esos! MAESTRO.—Una cosa, sólo una cosa más te voy a decir. Nuestro futuro depende principalmente de lo que hagáis los de los pueblos. Tienes que elegir; te sientas lo que te sientas, tienes que decidirte. Esto ya no es cuestión de hormonas, sino una gravísima decisión. Y esta es mi opinión: yo quiero la unión porque nos conviene; si quieres, en eso resumiría yo todas las razones; nos conviene. ENCORBATADO.—¡Qué bien sabes dorar la píldora a la gente simple! En resumen: lo que pretendéis es que Navarra sea borrada del mapa, desaparezca del mapa y se encadene a Euskadi. MAESTRO.—Euskadi nunca nos ha oprimido. Madrid siempre. ENCORBATADOD.—¡Navarra con sus fueros, ese es nuestro futuro, como fue nuestro mejor pasado! ABERTZALE.—¡Navarra sí y Euskadi también! ENCORBATADO.—¡Navarra respetada y respetuosa dentro de la nación española! MAESTRO.—Claro, Navarra sola, devorada por los intereses de siempre.

ENCORBATADO.—¡Solos los auténticos navarros! ABERTZALE.—¡Unidos todos los vascos! ENCORBATADO.—¡Viva Navarra foral! ABERTZALE.—¡Gora Euskadi askatuta! (OSCURO. LUZ COLOR.) Y así, así gritábamos en aquella mañana del 3 de diciembre, cuando la manifestación de Amadeo Marco. Estábamos viendo desfilar a grandes señoras enfundadas en sus abrigos de piel; veíamos aplaudir los discursos a señores que únicamente son aves de paso por Navarra; sufríamos al ver a los campesinos de rostros castigados, que seguramente no sospechaban nada de los entretelones de la farsa. Y de repente, cuando se acercaron a nosotros esos personajes que nos visitan de vez en cuando con sus cadenas y bates de béisbol..., hubo palos, y navajazos, y varios heridos graves. Al fin, llegó la policía, y a unos cuantos, de diversos colores, nos metieron en el «jeep» y nos llevaron al calabozo. Allí, cada cual pudo exponer sus razones y escuchar las del vecino, lo mismo que hemos hecho aquí. Después fuimos pasando todos por el comisario, y la condición que a todos nos puso para salir libres fue que declaráramos quién había sacado la navaja. Por eso, me llevé la gran sorpresa cuando, después de tanta discusión y tanto zipizape, éste salta y dice: LABRADOR.—Ya está: yo tengo la solución para salir libres, unirnos todos y decir que lo hemos hecho entre todos. La unión nos hace libres, ¿no decís eso? Todos somos culpables, todos somos inocentes. Juntos se consigue todo, sí señor. ENCORBATADO.—Yo no me uno a vosotros, yo no tengo nada que ver con vosotros. LABRADOR.—¿Tú no?

¿Tú prefieres

que estemos presos?

ABERTZALE.—Claro, ¿aún no lo entiendes? Dice eso porque ha sido él. Recuerda todo lo que hemos estado hablando: él ha metido la navaja en nuestra carne durante años, durante siglos. Por eso no se une a nosotros. MAESTRO.— Tú has sido, sí, y ya estamos

hartos

de

ti .

ENCORBATADO.—¿Yo, qué? MAESTRO.—Tú eres el que nunca nos ha dejado ser lo que queríamos ser. Pero ahora tenemos la oportunidad; ya hemos abierto los ojos, hemos recuperado nuestra memoria histórica. Tú has roto a nuestro pueblo en mil pedazos; tú, el vendedor de Navarra.

ENCORBATADO.—Estáis locos. LABRADOR.—Claro que tú, porque tú nos has vendido siempre al mejor postor, aquí se ha visto bien claro: El nos ha manejado siempre para llenar su saco. Y lo que es bueno para ellos, es malo para nosotros. ¡Ahora os entiendo! Entonces, hay que unirse. ¿Qué pueblo es éste, que presume de tener muchos arranques y ha estado siempre sujeto a cuatro mangarranes? ¡Todos unidos contra él! ¡El ha sido el que ha apuñalado a nuestro pueblo! ¡Yo elijo contra él! (OSCURO.—SE VAN ILUMINANDO CADA UNA DE LAS CUATRO SILLAS VACIAS: EL PUBLICO TAMBIEN ELIGE.]

FIN

NOTICIA Esta obra ha sido llevada por El Lebrel Blanco, de Pamplona, por toda la geografía de Navarra. Además de ponerla en la capital y sus barrios unas cuarenta veces, ha congregado públicos multitudinarios y suscitado fervorosas polémicas en pueblos como Andosilla, Larraga, Estella (2) Talalia, Olite, Etxarri-Aranaz, Berriozar, Marcilla, Cadreita, Olazagutía, Lodosa, Cascante (2), Mélida, Villafranca, Barañáin, Tudela, Castejón, Ribaforada, Larráinzar, Elizondo (2), Cirauqui, Ansoáin, Huarte-Pamplona, Aoiz, Echavacoiz, Sangüesa, etc. Y otros cuantos pueblos más han deseado verla, pero por diversos motivos no ha sido todavía posible. ¿Reacciones? Las ha habido de todo tipo. No han faltado los incisivos diálogos entre público y actores, ni los nutridos aplausos junto a los insultos y silbidos para protestar o mostrar el acuerdo con lo que allí se iba diciendo. Como tampoco han faltado públicos tan aguerridamente divididos que significados personajes han abandonado la sala en medio del silencio o el siseo general; e incluso hubo lugar en el que los defensores de una u otra postura han llegado a las manos, sin mayores consecuencias, por supuesto. Todo lo cual nos ha confirmado que el arte más humilde, si se hace desde los intereses que tiene un pueblo marginado del poder, llega con descarada eficacia a donde se propone llegar, y unos se irritan y otros agradecen. La fórmula ya nos la había dado Aristófanes hace siglos, pero ahora la hemos comprobado sobradamente; pues, como dice Tomberg, «el arte no es sólo reflejo de la realidad, sino un factor político que opera a través de la conciencia del artista sobre la praxis social». Por eso no nos ha sorprendido, en absoluto, la resistencia de ciertos fantasmones que se han opuesto y siguen oponiéndose a que la obra se vea, con el pretexto de que es «tendenciosa». Ni nos ha extrañado la postura de aquel señor de traje talar que, siendo dueño del único salón existente en el pueblo, prohibió la representación alegando que «el pueblo no tiene por qué saberlo todo». Exacto, porque el día en que el pueblo lo sepa todo, se acabaron los engaños y el trapisondeo. Como tampoco nos pilló de sorpresa la bomba que destruyó parte del Pequeño Teatro, suceso que todavía está por ser aclarado, a pesar de ser conocidos públicamente varios datos significativos.

Quiero, finalmente, agradecer a todos aquellos que han hecho posible NAVARRA SOLA O CON LECHE, desde el historiador Jimeno Jurío hasta el crítico "tendencioso" que nos ha confirmado por dónde tiene que ir el teatro popular. Y, particularmente, al Lebrel Blanco, que ha puesto su arte desinteresadamente al servicio del pueblo navarro, con el siguiente equipo: ACTORES: M.ª Eugenia Arísiegui Reyes Moreno Pilartxo Munárriz Luis Mendigutxía Jesús Idoate Manolo Monje Valentín Redín LUZ: M.a Asunción Monje SONIDO: Idoia Monje BANDA SONORA: TIC TAC DIAPOSITIVAS: Chon Marcotegui e Ignacio Aranguren DIRECCION: Valentín Redín

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