Nicolás Guillén y Haití: historia y ética* Keith Ellis

Nicolás Guillén y Haití: historia y ética* Keith Ellis A lo largo de la producción literaria de Nicolás Guillén, tanto en su poesía como en su prosa,

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Nicolás Guillén y Haití: historia y ética* Keith Ellis

A lo largo de la producción literaria de Nicolás Guillén, tanto en su poesía como en su prosa, encontramos funcionando como una constante la promoción de la unidad. Desde sus primeros ensayos y sus primeros libros de poesía se puede observar su censura de tendencias separatistas y la estratificación social que las sostiene. Insiste en que la liberación se alcanza cuando se borran las líneas que demarcan estratos sociales que frustran la unión de los pueblos, una unión necesaria para combatir a las potencias hegemónicas; porque éstas son persistentes y encuentran modos ingeniosos de conspirar con el sector local acomodadizo para mantener su control. Si en sus ensayos Guillén recomienda la “convivencia, y connivencia” (Pp, III, 381) como el modelo apropiado para sus compatriotas, en su poesía ve “todo mezclado” (Op, I, 202) como una realidad inescapable y una meta. Pero Guillén es también un internacionalista, y la primera área en que fija su atención es en las Antillas. Viendo tempranamente la posibilidad de la integración de esos territorios e islas, aplicó a ellos exigencias democráticas similares a las que había aplicado a Cuba; y se evidencia esto en su preocupación por Haití. Guillén encuentra paradójica la cercanía geográfica de Haití y sin embargo el poco conocimiento del país en Cuba. Las rutas de transporte desde Cuba facilitan mucho más un viaje a Nueva York que a Port au Prince. Además la lengua, supuestamente francesa pero en efecto creole para la gran mayoría de la población y el prejuicio racial, por tener el país una población esencialmente negra, son dos factores que disuaden que una curiosidad inteligente y una investigación

2 constructiva sean aplicadas a ese país. La literatura popular dedicada a Haití, tipificada por el libro de William Seabrook, La isla mágica, es clasificado acertadamente por Guillén como de enfermizo turismo literario. El punto de contacto histórico entre Cuba y Haití, la llegada de franceses y españoles a partir de la sublevación de esclavos en el Haití en 1791, tampoco haya suscitado un interés que va más allá de un conocimiento superficial de figuras principales como Dessalines, Toussaint y Christophe.

1

Y lo que se conoce de Haití se saca de los

trabajadores que vienen a Cuba impulsados por la desesperación para encontrar aquí una vida de explotación y de miseria. Ante esa escasez de información sobre el país vecino Guillén se ve obligado en dos ensayos, “Haiti: la isla encadenada” y “Haití,” de 1941 y 1942 respectivamente, a educar a sus compatriotas sobre este tema. Destaca la importancia de Haití como el primer estado del mundo fundado a consecuencia de la rebelión armada de esclavos.

Hace

hincapié en el papel clave de la unidad de los líderes y del pueblo en esta hazaña.

Boukman había llegado de Jamaica y Christophe de

Granada para adherirse al movimiento que Dessalines y Toussaint Louverture guiaron, y el triunfo final de 1804 se logró cuando Rigaud, quien por algún tiempo se había separado del movimiento, volvió a integrarse a él. La satisfacción que Guillén encuentra en esta unidad está reflejada en los detalles que él presenta de la exitosa campaña militar que demuestra la coordinación entre Rigaud, Dessalines y Toussaint. Guillén señala también, y es de gran significación, el hecho de que el triunfo ocurra en un momento de unidad popular entre los mulatos y los negros. Admira además la perpetuación del espíritu internacionalista en los primeros líderes haitianos, basado en su odio por la esclavitud y su amor a la libertad. Nos informa de la ayuda que Haití le dio a los griegos en la lucha por su independencia de Turquía,

3 de la intervención en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, de la ayuda clave que Petión le dio a Simón Bolívar en la realización de su gran hazaña.

Observa también que Toussaint

perdonó a los soldados polacos del ejército francés porque la Polonia de entonces no gozaba de su independencia. Guillén presenta importantes figuras de la cultura haitiana, sus poetas, y novelistas, compositores como Ludovic Lamothe, conocido como el Chopin negro, antropólogos como Antenor Firmin, sociólogos como el Jean Price Mars, estudiosas de la lingüística como Madame Silvain Comhaire, poniendo énfasis en el grupo de La Revue Indigène, cuyos miembros desde 1927 estaban empeñados en elaborar un nacionalismo literario, ligando plenamente la cultura a la vida real del pueblo. Si este pueblo es conocido en Cuba como desesperados y explotados cortadores de caña, en Haití una turbia confluencia de corrientes regaba esa desesperación: la ocupación directa de su país por los Estados Unidos desde 1915 hasta 1934 o su apoyo a dictaduras como la de Sténio Vincent que dura desde 1930 hasta 1941, vísperas de la visita de Guillén a Haití. Esa situación aumentó la carga opresiva que el pueblo tenía que soportar desde comienzos del siglo XIX. Después de la victoria haitiana sobre la esclavitud y el colonialismo, Francia con su capacidad de seguir aterrorizando el país con su flota superior y la intriga con los poderes coloniales y esclavistas, pudo exigir de Haití severas represalias cuyos costos cayeron sobre las espaldas del pueblo; y cuando en el siguiente siglo los Estados Unidos entraron a mandar en el escenario, dado su racismo intensificado por la alta proporción de negros en la población, empeoró dramáticamente la condición del pueblo. Guillén lamenta que un país que había dado un ejemplo tan decisivo de cómo alcanzar la independencia y la libertad, y dotado de uno de los pueblos más enérgicos y trabajadores de todas

4 las Américas haya caído en esta desgracia de la falta de democracia que lo hace comparable en ese sentido con su propio país en aquel tiempo. Lo lamenta en gran parte porque tiene una meta más trascendente que la de ver mejorada la condición de sus pueblos: anhela ver integrados los países del Caribe y considera como precondición

esencial

de

esa

cercanía

la

independencia

y

la

representación democrática de los pueblos sin ninguna intromisión externa en sus asuntos.

Su entusiasmo por la integración es

perceptible en la manera en que rememora que el haitiano Antenor Firmin, junto con José Martí, el colombiano José María Torres Caicedo y el puertorriqueño Eugenio de Hostos habían concebido la idea de constituir una Confederación Antillana que uniera políticamente los países vecinos del Caribe.

Ese arreglo no podía incluir las islas que

estaban bajo el dominio de Inglaterra y que, setenta años más tarde, cuando iban a ser independientes, fracasaron en su intento de formar una Confederación entre sí.

Ya vimos en el caso de Haití el efecto

negativo de la intervención de los Estados Unidos y, a pesar de las advertencias y los esfuerzos que Martí hizo para prevenirla, esa intromisión tuvo sus consecuencias dañinas en los casos de Cuba y de Puerto Rico, tanto en la esfera de la cooperación caribeña como en otras esferas. Sin embargo, aunque Guillén no vio realizado el sueño de esos próceres mantuvo viva la idea de la integración y, en cuanto a Haití, no sólo pensó y escribió sobre el tema sino que actuó como un participante que animaba personalmente el proceso. Por ejemplo, percibió y aprovechó una coyuntura surgida en el año 1942, cuando los países del occidente se alían con la Unión Soviética en medio de una gran guerra contra Alemania y sus aliados, es decir, contra los fascistas. En esas circunstancias en las potencias occidentales se

5 hablaba muy favorablemente de la democracia, incluso para Haití, y el nuevo presidente Élie Lescot se presentó como democrático en contraste con su predecesor Vincent. Fue entonces que Guillén, verdadero demócrata e integracionista, rechazó una invitación a visitar la República Dominicana del dictador Trujillo y visitó Haití, según nos cuenta en su autobiografía Páginas vueltas (127-128). Lo hizo con el propósito oficial de entregar una bandera de Cuba que enviaba al Presidente Lescot el Frente Antifascista de Cuba, “en prenda

de

unidad haitiano-cubana contra el fascismo” (128). En el clima de esos tiempos el recibimiento de Guillén fue espléndido. Hizo la entrega en una gran ceremonia que contó hasta con la asistencia del embajador estadounidense. Era difícil que ese espíritu de aparente armonía manifestado incluso por el embajador norteamericano durara por mucho tiempo. Ya Guillén se había percatado de la intrusiva presencia de él en la ceremonia y se había negado a darle

la información que le pedía

acerca de Cuba; pero se quedó en Haití la perversa influencia imperialista, confabulando con el deterioro de la situación política del país. Lescot, que al principio de su gobierno había declarado la Guerra contra el Eje fascista, no tardó mucho en suspender la constitución y asumir poderes de emergencia. Además extendió arbitrariamente el término de su presidencia. Cuando el pueblo mostró inquietud ante estas medidas, un golpe militar sustituyó a Lescot, por otro amigo de Estados Unidos, Paul Magloire. Así continuó la turbulenta negación de la democracia en Haití que ha durado hasta después de la muerte de nuestro gran poeta y cuya más reciente y notoria manifestación fue el golpe de estado que los Estados Unidos, junto con sus aliados Francia y Canadá, perpetraron contra el presidente Jean-Bertrand Aristide, elegido democráticamente en 2004.

6 Guillén pasó un mes en esa visita de 1942 y en aquel mejor tiempo de Lescot sus relaciones con el sucesor del dictador Vincent, mejorando su política, eran buenas; pero como hemos visto, decayó mucho su administración cuando la corrupción apareció en todas partes.

Las peripecias políticas generaron inestabilidades en otras

relaciones personales que Guillén había cultivado con haitianos.

Por

ejemplo, Guillén había tratado de nutrir una amistad con Roussan Camille, un poeta y periodista negro de impresionante talento, maltratado por los mulatos. Todo iba bien hasta que Camille se adhirió a la dictadura de Magloire y escribió, para la gran sorpresa de Guillén, que él lo apoyaba también, una falsedad que Guillén tuvo que negar públicamente. Algo similar ocurrió con el poeta René Depestre a quien Guillén había rescatado de otra dictadura, la de François Duvalier, y había ayudado a refugiarse en Cuba. No obstante, muerto Guillén y viviendo Depestre en Europa y ganando muchos premios después de haber vivido más de dos décadas en Cuba, mostró una hostilidad sorprendente hacia Guillén y Cuba. La relación más íntima y sostenida que Guillén haya tenido con un haitiano fue con el novelista y poeta Jacques Roumain. Había conocido a Roumain en París en 1937, y entablaron una amistad que se fortaleció con las visitas de Guillén a Haití y de Roumain a Cuba. Duraría su amistad hasta la muerte de Roumain en 1944. Roumain, que era mulato y pertenecía a una familia acomodada, tuvo la capacidad de adherirse como un compromiso vitalicio a la causa de la gran masa de pobres haitianos constituida en su enorme mayoría por negros pobres.2 Muy bien educado en Haití y en Europa, al volver a su país se dedicó a la misión de poner fin a una de las ocupaciones de territorio haitiano por parte de los norteamericanos, la que duró desde 1915

hasta

1934.

Pero

el

régimen

de

Sténio

Vincent,

siguió

7 persiguiéndolo.

Lo encarceló dos veces, una vez por un período de

tres años, la otra por ocho meses, y al fin lo desterró de Haití. Dentro y fuera de su país promovía la cultura popular de Haití. Fundó la revista Revue Indigène, el Buró de Etnología, y también fue uno de los fundadores del Partido Comunista haitiano.

El presidente Lescot le

permitió volver a Haití en mayo de 1941 y le dió un puesto diplomático en México que ocupó a partir del 28 de octubre de 1942. Mostró allí los primeros síntomas de una enfermedad grave que había contraído en la cárcel.

Evidentemente recuperado, después de un período de

descanso en Haití que duró desde el 16 de agosto hasta el 2 de octubre de 1943, volvió a su puesto. El 7 de julio de 1944 terminó en México su novela Gouverneurs de la rosée.3 En un receso de su tarea diplomática en México, rumbo a Haití visita con su esposa a La Habana del 3 al 6 de agosto.

Le dio a Guillén una copia del manuscrito de

Gouverneurs... y una copia también de una colección de poemas del cubano que había traducido para publicarlos en Haití. Almorzaron en casa de Guillén “algo que tuviera ñame”4 a pedido de Roumain. Habiendo salido de La Habana el 6 de agosto en aparente buena salud, la muerte le sorprendió en Haití el 18 de ese mes. Gran poeta y novelista, parte de sus lazos con Guillén (y con Langston Hughes) se relacionó con su propia visión de la literatura. Hay una coincidencia notable acerca del concepto y la práctica de la poesía de los dos. Guillén en su ensayo “Sobre Jacques Roumain” cita con admiración el siguiente trozo de un artículo de Roumain publicado en Cuba.5 La

poesía

no

es

pura

destilación

idealista,

encantamiento mágico, ya que refleja lo que en lenguaje común se llama una época, esto es, la complejidad dialéctica de las relaciones sociales, las

8 contradicciones y los antagonismos de la estructura político-económica

de

una

sociedad,

en

un

determinado momento de su desarrollo. (Pp., II, 393). Este argumento se corresponde esencialmente con el de Mijail Bajtín acerca

de

la

novela,

el

género

que,

por

tener

las

mismas

características que Roumain exige, él considera que ocupa el primer lugar entre los géneros literarios. Creo que Guillén ilustra el argumento de Roumain, que su poesía revela a través de varias voces las contradicciones de las épocas. Por eso mi artículo “Si Bajtin hubiera conocido a Nicolás Guillén,” publicado en La Gaceta de Cuba.

Tanto la

poesía como las novelas y los cuentos de Roumain evidencian una tenaz defensa de los pobres contra la explotación económica y la superstición.

Su novela Gobernadores del rocío, cuyo protagonista,

Manuel, ha tenido unos quince años de experiencia observando la lucha de los líderes de sindicatos de trabajadores azucareros en Cuba, atestigua su profundo interés en elevar las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores y campesinos pobres haitianos. Manuel encuentra instructivo el ejemplo de la exitosa solidaridad resuelta de los trabajadores azucareros ante la hostilidad de los dueños apoyados por la brutal guardia civil. De esa manera Roumain hace de la experiencia cubana de Manuel y de su capacidad de incorporarla constructivamente a sus circunstancias haitianas un modelo y símbolo de la integración caribeña, una integración que puede ser duradera puesto que responde a los intereses de las grandes mayorías del pueblo. Además, Roumain refuerza la idea de unión dentro de su país y entre los países vecinos por el uso sutil en su novela de una alentadora superestructura mítica basada en la cooperación y el altruismo. Este concepto está arraigado más en el humanismo que en

9 la

religión,

que

tiene

para

Roumain

sus

rasgos

divisorios

y

enajenantes. En la ocasión de su muerte, Guillén escribió una semblanza que luego, con la adición de dos notas, utilizó como prólogo a la edición traducida al español y que fue publicada en Cuba en 1971. Jacques Roumain ocupa un lugar de respeto y cariño en su autobiografía Páginas vueltas, y aparece en gran parte de los escritos de Guillén sobre Haití. Aprendemos de uno de esos ensayos que la visita de Roumain a Cuba en 1940 y la pasión y el rigor de su análisis de la situación en Haití tuvieron el efecto de estimular el interés de Guillén por ese país vecino y fue durante esa visita que Roumain se había comprometido a invitar al poeta cubano a visitar Haití. Cuando se conocieron en 1937, la cuestión palpitante era la guerra civil española.

Recordamos que cuando Guillén escribió su

importante poema “España: poema en cuatro angustias y una esperanza,” pocas semanas antes de conocer a Roumain en París, Guillén incluyó como parte de ese poema lo que podemos considerar el prototipo de sus grandes elegías personales: la dedicada a Federico García Lorca. Demostró en esa elegía, por la manera artísticamente elaborada en que recuerda y evoca lo esencial de la figura de García Lorca, que conceptualiza la elegía como el modo más apropiado de demostrar su aprecio por un hombre que puso su talento al uso constructivo de sus conciudadanos y de la humanidad. Está claro que es en este espíritu que Guillén responde a la muerte de su gran amigo Jacques Roumain con esta próxima siguiente. Guillén ve en él un hombre que ha servido a todas las personas que pueden constituir la nación haitiana, a Louverture, el gobernador vitalicio; a Dessalines, el emperador; a Christophe, el rey, a los presidentes que han tratado de ser buenos; y sobre todo a los que no

10 usan ni títulos ni apellidos. Con esa experiencia y esa inclinación él es el indicado para continuar hasta la victoria la lucha que dejó medio terminada, continuarla hasta cuando se hable de vida y no de sangre, de unidad y no de conflictos civiles que crean oportunidades para los que siempre los fomentan y se aprovechan de divisiones para sacar beneficios de ellas. Pero esto no es un trabajo para Roumain solo. El poeta cubano como representante de los vecinos, se ofrece para estar con él, con este amigo estable, cantando al unísono con él una canción nueva. Es precisamente la estabilidad de Roumain, en contraste con la inconstancia de sus compatriotas ya mencionados, que permite que Guillén vea en él una existencia que perdurará más allá de la muerte, un foco de conciencia que es capaz de poner fin a las divisiones sangrientas nutridas y exacerbadas por las intervenciones imperialistas que tanto han frenado el progreso haitiano. Con su insuperable maestría artística, Guillén ha sabido extraer el máximo efecto de los elementos formales del poema para realzar los que constituyen la lucha entre las fuerzas del progreso y las de la reacción, con Jacques representando siempre el juicio confiable, la actitud correcta y el foco de esperanza.

He escrito en detalle sobre

este aspecto de la elegía en un número de 2007 de la revista Anales del Caribe editado por la Dra. Yolanda Wood. El cubano, en firme alianza con el desaparecido haitiano, acepta el reto de rescatar a Haití de su historia sangrienta. Acepta la difícil tarea con confianza, dispuesto a responder hasta con sangre, mas sangre musicalizada y armonizada. Guillén ha hecho de la “Elegía a Jacques Roumain” un acto de compromiso de Cuba para con Haití. Su aprecio de las ideas, la devoción y la perspicacia política de Roumain le motivó a convertir su propia experiencia cubana en una manifestación de firme solidaridad que el poeta ha podido expresar recurriendo a

11 elementos que son pilares de su arte poético, especialmente la música, que él identifica además en una de sus formas como la reflexión del alma de Cuba.

La música en este poema contribuye a establecer la

idea de la unión y la opción por alcanzar la integración, simbolizada por la relación entre el poeta y el elegiado. Gracias a la compatibilidad de los principios de este protagonista y este poeta, de estos dos caribeños, de estos dos grandes humanistas, tenemos un modelo de la armonía y la solidaridad necesarias para lograr el progreso de los pueblos.6 Y sin embargo persisten problemas; hay hábitos divisivos aprendidos desde los tiempos más remotos y bárbaros y que en el caso de Haití, el castigo imperialista y los sistemas económicos, políticos y sociales que impone sobre el país han exacerbado estas divisiones hasta el punto de asumir manifestaciones grotescas. Guillén ha comentado en varias ocasiones la tensión casi constante que existe entre mulatos y negros en Haití, y si algo de esa tensión puede observarse en el poema “Mulata” de Motivos de son como una curiosidad social, en Haití puede tener dimensiones de rencor y hostilidad que recuerdan el apartheid que reinaba en Sud Africa. En su autobiografía Guillén nos cuenta el caso de una mujer negra que conoció en Haití y sorprendido al verla poco después en La Habana en evidentes apuros al preguntarle qué le había pasado, ella respondió: son los mulatos, Sr. Guillén. La tendencia de distinguir a la gente para discriminar

contra

ciertos

sectores

es

antitética

a

la

visión

integracionista y progresista de Guillén. Por eso desaprueba la actitud de Dessalines, quien aniquiló a los vencidos franceses, y aprueba la de Antonio Maceo quien, a pesar de no estar exento de recibir dardos raciales, optó constantemente por la unidad.

12 Las manifestaciones del racismo y la discriminación basada en el color de la piel, o en rasgos percibidos como los de otra raza, tribu o gente, surgen a veces donde uno menos espera verlas, y parecen ser lanzadas desde una posición especiosamente auto otorgada de privilegio o 7excepcionalismo. Recordemos, por ejemplo, un caso que implica a Jesucristo y que se puede leer en el Evangelio según San Mateo 15:21-28 y San Marco 7: 24-30. Al acercársele una mujer que no era judía a pedirle ayuda médica para su hija, Jesucristo le contesta que vino a servir a los de su raza que se han extraviado y no a los que él denomina “perros.” Es sólo cuando la mujer se humilla, sugiriéndole que a veces las migajas caen de la mesa para los perros que el Señor la felicita por su fe y se decide a curar a su hija. Cuando Guillén escribió su gran poema “Tengo” en 1964, no incluyó entre los logros, alcanzados por la Revolución, que él calificó como poemas, la salud pública. Cuba entonces estaba luchando por reemplazar a los miles de médicos que habían abandonado el país. Sin embargo, el carácter esencial del nuevo sistema de salud pública— el acceso de todos a los disponibles recursos médicos—ya estaba en vigor, y ya había empezado a extender el sentido de “todos,” dándole un carácter internacionalista, mandando a algunos médicos a Argelia en 1963. A Guillén, con su pasión por la inclusividad, el internacionalismo y la unidad, lo más probable es que en nuestros días le hubieran impresionado tanto el cumplimiento de una visión que ha hecho de ese todos un concepto y una realidad que son de alcance universal, para el beneficio de la humanidad y habría escrito poemas celebrando este gran poema. Porque Cuba ha venido a ofrecer sus servicios médicos incluso al país que persiste en sus intentos de socavar la Revolución, a curar a alguien que cometió el terrible crimen contra el Che, y ahora

13 en

Haití

está

demostrando

al

mundo

incomparable

eficacia

e

imaginación humanitaria en la manera en que presta ayuda y solidaridad a un pueblo agobiado por una catástrofe terrible e inesperada. Es posible que este ejemplo, en el cual la brigada cubana comprende, además de la dirección y una gran mayoría de médicos cubanos, cooperantes de varios países entrenados en Cuba de todos los colores de la piel, trabajando en íntima y confiable solidaridad y sin discriminación de ningún tipo, sirva para ayudar a los haitianos y a otros pueblos a superar lo que Guillén llamó el viejo problema. De todos modos el funcionamiento del sistema cubano de la salud pública proporciona un modelo que trasciende la salud pública en sí para ofrecer en su envergadura espacial y sus normas éticas que son de una altura sin precedentes, lecciones de cómo defender la humanidad, incluso en las áreas del racismo y la discriminación basada en el color de la piel. En este sentido también podemos decir: seamos como Fidel, seamos como Guillén y Roumain. 8

*Leído en el 8vo Coloquio-Festival de Música y Poesía: Vine en un barco negrero, La Habana, mayo 2012.

14

Notas

1

Guillén desarrolla mucho sus observaciones sobre este tema en su

ensayo “Notas y apuntes sobre la influencia francesa en Cuba” (Pp, IV, 61-68). 2

Esta defensa de los negros pobres, la gran mayoría de la población

de su país, es consecuente con los principios del partido político que co-fundó, con una política antidiscriminatoria y en favor de la igualdad de oportunidades para todos dentro de una nación soberana, unida, independiente, y lista para colaborar con los trabajadores de otros países. El caso de Nicolás Guillén es similar, aunque la composición de la población de su país hace más pertinente la articulación de una política de integración. De todos modos, ninguno de los dos propone la negritud, tal como la concibe Leopold Senghor, por ejemplo, como una solución a los problemas del pueblo. Guillén hace explícito esto en una conversación conmigo publicada en la revista Jamaica Journal. Por eso no creo que Xosé Lois García, en su artículo “El Haití de Jacques Roumain en la obra de Nicolás Guillén,” un estudio por otra parte instructivo, acierte cuando asevera que Guillén, como Roumain, “se adhirió al movimiento poético de la Negritud.”

15

3

Su primera edición fue publicada póstumamente en diciembre de

1944 por L’Imprimerie de l’État de Haití. 4

Véase “Sobre Jacques Roumain” de Guillén.

Mis otras principales

fuentes de información biográfica sobre Roumain han sido LeónFrançois Hoffmann y conversaciones con Claude Roumain, el sobrino de Jacques. 5

“La poesía como arma” en el primer número de la Gaceta del Caribe,

marzo 1944. 6

En el año del centenario del natalicio de Roumain (2007) su obra ha

inspirado muestras si no de integración todavía, por lo menos de rapprochement y movimiento hacia la unión caribeña.

Tal vez el

evento más significativo en ese sentido tuvo lugar en junio de 2007 en Santo Domingo, donde los presidentes de Haití y de la Republica Dominicana se reunieron con artistas, escritores, militares y otros políticos para conmemorar el centenario (el 4 de junio) y para la presentación de una nueva selección de la obra de Roumain traducida al español y que incluye Los gobernadores del rocío, cuentos y poesía. El hecho de que esta obra fuera publicada en Venezuela extiende más la red de colaboración caribeña.

Además, Casa de las Américas de

Cuba volvió a publicar Gobernadores del rocío y su Centro de Estudios del Caribe organizó junto con la Fundación Nicolás Guillén, la

16

Universidad de Camagüey, el Instituto Superior de Arte y otras instituciones culturales de Camagüey la IX Bienal de Investigaciones de Camagüey, dedicado a Roumain, Guillén y Martí.

Obras citadas

17

Ellis, Keith. “Caribbean Identity and Integration in the Work of Nicolás Guillén.” Caribbean Quarterly, Vol. 51, No. 1, March 2005, 1-14. ____________. "Conversation with Nicolás Guillén," Jamaica Journal, Vol. 7, Nos. 1-2, March-June 1973, pp. 76-80. “La imagen de Jacques Roumain y la visión de integración caribeña de Nicolás Guillén.” Anales del Caribe (2007), 21-31. ____________. “National Ties and Metonymic Imagery: The Epistle as Used by Nicolás Guillén,” Modern Language Review, July 2002, 592-601. ____________. Nicolás Guillén: Poesía e ideología. La Habana: Ediciones Unión, 1987. ____________. "Si Bajtín hubiera conocido a Nicolás Guillén..." La Gaceta de Cuba, noviembre-deciembre 1994. pp. 13-21. Ellis, Zilpha. “El camino de René Depestre.” Casa de las Américas, No. 234, eneromarzo 2004, 23-36. García, Xosé Lois. “El Haití de Jacques Roumain en la obra de Nicolás Guillén.” Rebelión. 20-07-2006. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=34921. Guillén, Nicolás. Obra poética. 2 vols. Compilación, prólogo, cronología, bibliografía y notas de Ángel Augier La Habana: Ediciones Unión, 1985. ____________. Páginas vueltas. Memorias. La Habana: Ediciones, 1982. ____________. Prosa de prisa. 3 vols. Compilación, prólogo y notas de Ángel Augier. La Habana: Editorial Arte y Literatura, 1975-1976.

18

____________. Prosa de prisa. IV. La Habana: Ediciones Unión, 2007. Hoffmann, Léon-François. “Biographie de Jacques Roumain.” http://.lehman.cuny.edu/ile.en.ile/paroles/roumain_bio/html. Roumain, Jacques. Gobernadores del rocío. Trad. Fina Warschaver. Buenos Aires : Lautaro. 1956. ______________. Gobernadores del rocío. Prólogo de Nicolás Guillén. La Habana: Casa de las Américas, 1971. _____________. Gobernadores del rocío. Prólogo de Nicolás Guillén. Epílogo de Nancy Morejón. La Habana: Casa de las Américas, 2006. _____________. Gobernadores del rocío y otros textos. Selección, traducción, prólogo, notas, cronología y bibliografía: Michaelle Ascencio. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 2007. _____________. Gouverneurs de la rosée. Port-au-Prince: Imprimerie de l’État, 1944.

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