No existe libertad sin justicia social

  ALVARADO, Ángel. Reflexiones sobre la libertad y la justicia social. Conferencia dictada en el marco del cierre del seminario Juventud y Destino de

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ALVARADO, Ángel. Reflexiones sobre la libertad y la justicia social. Conferencia dictada en el marco del cierre del seminario Juventud y Destino de la Nación 2011-2012. Aunque el hombre ha nacido libre, y la justicia está inscrita desde la misma infancia en el corazón del hombre. Ni la una, ni la otra se alcanzan sin el esfuerzo y el concurso de “toda” la sociedad y de todos los hombres. La libertad y la justicia son una conquista “permanente” a la que todos los políticos y todos los ciudadanos están llamados. Entre todos los valores del orden social, pareciera que la libertad ocupa el puesto primigenio, tanto que, llega a ser razón de ser de la justicia. Una justicia llamada a asegurar la libertad y a darle pleno sentido. La libertad es consecuencia de la justicia, y sin ella no podría existir en modo pleno. Nos proponemos indagar sobre estos aspectos en la presente reflexión. No existe libertad sin justica; no existe verdadera liberación sin justicia social; no todos los modos de la justicia social llevan a la liberación: a la libertad plena. Y haremos todo esto con el fin de “definir” los contornos de una justicia social en libertad. Al final hablaremos sobre el socialismo bolivariano que, no nos ha llevado ni a la libertad ni a la justicia social. Siendo el gran reto del “próximo gobierno” dar respuesta a los problemas sociales que los más pobres están reclamando desde hace décadas. La Libertad La libertad es un don y una tarea inacabada. Hemos nacido libres, y libres debemos permanecer, para desplegar todo nuestro potencial, todo lo que estamos llamados a ser y hacer. Han sido muchas las concepciones de la vida, del mundo y la política que han mirado con “recelo” la libertad; o la han considerado como una restricción para sus proyectos, como un valor “sustituible” en el avance de la sociedad. Otros son los que han defendido un tipo de libertad en detrimento de otras de sus dimensiones, aniquilando la verdadera libertad. La libertad debe ser respetada y defendida en todas sus dimensiones. La libertad es un valor “indivisible”, sea cual sea su aspecto o manifestación: libertad individual, libertad política, libertad económica, libertad social, libertad religiosa. Se requiere la libertad “toda”, en todas sus dimensiones para que sea tal. No se puede hablar de libertad si faltan algunas de sus dimensiones. En el fondo toda libertad es individual, aunque se manifieste en distintos ámbitos.

 

No se puede hablar de libertad económica si no existe libertad política, (caso Chino), ni viceversa. No se puede hablar de libertad individual si falta la libertad religiosa, y así no se puede pensar la libertad como compartimientos estancos, sino como un solo bloque. Amar la libertad implica amarla toda. Tener libertad implica tenerla toda Somos dignos, somos valiosos, porque somos libres; capaces de escoger autónomamente nuestros destinos, nuestras acciones, nuestros amores. Somos libres porque sin coacción nos aproximamos a lo bello, a lo bueno, a lo único. Sin libertad se atenta contra la dignidad de la persona humana, contra sus potencias más íntimas. A pesar de éstas consideraciones, observamos al hombre en nuestro mundo, en nuestro país y en nuestras ciudades, llenos de ataduras, “acorralado” y muchas veces esclavos de voluntades ajenas: lleno restricciones estatales, regulaciones, imposiciones, leyes injustas, críticas mordaces, autocensuras. Lamentablemente, la libertad es una tarea todavía pendiente que debemos emprender sin miedos, con prudencia, pero con determinación. La libertad es un valor supremo de la sociedad que debemos buscar como un fin verdadero, sin la cual no se puede asegurar la dignidad humana. Justicia y Libertad El primer cometido de la justicia entonces, será asegurar la libertad. La primera acción será proteger al hombre contra el mismo hombre y las instituciones que ha creado, para así respetar su dignidad, su autonomía, su valía y su futuro. El segundo cometido de la justicia será asegurar la igualdad, la igualdad entre nosotros y la igualdad ante las leyes. La justicia debe asegurar la igualdad entre los hombres y las mujeres, lo niños y los ancianos, los discapacitados, los indígenas, los enfermos, los marginados. Y cuando hablo de igualdad me refiero especialmente a lo inmaterial, allí donde se juega la dignidad. Es ante las leyes donde se debe reconocer nuestra dignidad, lo que somos y valemos, los hombres son más sensibles a la discriminaciones y al trato desigual, que a las desigualdades económicas. La igualdad a la que aspiramos en primer término es esa, aunque muchas veces estemos obsesionados con la primera, la igualdad material. La igualdad debe empezar por lo inmaterial para luego dar paso a la material, especialmente en las oportunidades que la sociedad brinda a sus miembros igualmente dignos, igualmente considerados. Las circunstancias, el azar y el acaso siempre jugarán en contra de esas condiciones de partida. No obstante, la sociedad en bloque deberá velar porque las puertas de las oportunidades no queden cerradas para nadie. Concretamente en lo que ha formación de capital humano se refiere: es decir, educación y salud.

 

Siempre he pensado que las oportunidades nunca serán iguales para nadie, ni si quiera entre hermanos las oportunidades son las mismas; somos únicos, y por tanto única la vida y las oportunidades que a cada quién se le presenta. Por eso más que hablar de una igualdad “absoluta” de oportunidades, habría que hacer hincapié más bien en oportunidades para todos, sin que nadie se quede imposibilitado de salir hacia adelante y labrar su propio destino. No existe libertad sin justicia social La Justicia Social está relacionada entonces, con esas condiciones que la sociedad otorga a sus miembros para el desarrollo pleno de su personalidad y sus potencialidades. La justicia social debe ir encaminada a lograr esos mínimos materiales de desahogo. Justicia Social es vivir bien, es vivir de manera que: “la necesidades cotidianas y no cotidianas del hombre estén cubiertas” como decía Aristóteles La justicia social no es sólo estar por encima de una barrera; es lograr una cierta despreocupación material que genera espacio para un “ocio” que lleve al hombre a acceder a bienes superiores, trascedentes, infinitos. La justicia social es “más” que un quince y un último, que una pensión de retiro; incluye todo esto, pero lo supera. La justicia social incluye la posibilidad del hombre a tener un hogar, en un entorno digno, en una vivienda apta para la vida familiar; con unas condiciones de trabajo que le permitan crecer y ser plenamente digno. La justicia social es la posibilidad de una educación y una salud que nos permitan llegar a ser todo a lo que estamos llamados. En nombre de la justicia social se han creado soluciones inhumanas, en masa, como si el hombre solo requiriera algunos medios materiales para desplegarse por completo. La justicia social es la posibilidad de llegar a ser más que un proletario, un propietario en el amplio sentido de la palabra: dueño del propio destino, del propio futuro. La justicia social no es sólo un número, un salario, un indicador; es una manera de vivir y de interrelacionarse que asegura la libertad, la igualdad ante la ley y los demás; y que permite al hombre una cierta despreocupación por su destino material. La justicia social por tanto, se ha de materializar en la construcción de una amplia clase media que sea el fundamento de una verdadera democracia. La democracia es “inviable” cuando la clase media es débil, cuando la distancia entre los que tienen y lo que tienen nada es muy grande, y cuando entre ambos grupos no existe una clase que, sea “mediadora” y mayoritaria entre ambas. Cuando sólo existen dos grupos en la sociedad: los que tienen mucho y los que no tienen nada: la democracia tendrá sus días contados, porque tarde o temprano uno hará violencia contra el otro, incrementando las desigualdades, la injusticias, y acabando con la libertad, como lo hemos visto a lo largo de la historia.

 

La justicia social más que atentar o intentar destruir a los de arriba para dar a los de abajo, deberá enfocarse en igualar hacia arriba; y crear, fortalecer y promover una gran clase media que asegure el sistema democrático, evitando las revoluciones sangrientas, las tiranías de las minorías o de la mayorías, las oligarquías, las “dictaduras del proletariado”, y cualquier otra forma de dominación contraria a la libertad y dignidad del ser humano. Es en este sentido que hablamos de la necesidad de la justicia social para asegurar la libertad. De lo contrario los mesianismos políticos y lo demagogos, tendrán terrenos fértil para sus aventuras y desmanes que, no queremos volver a repetir. Bien lo decía el presidente Caldera: “No se puede pedir al pueblo que estime la democracia si considera que la democracia no puede darles de comer” De nada sirve la libertad que el sistema democrático asegura, si la mayoría del pueblo venezolano vive en la miseria. Dan risa esos discursos políticos cargados de refinamientos jurídicos, que no ven las penurias de un pueblo que reclama otros mensajes. La justicia social que fundó el sistema democrático sigue siendo una tarea pendiente, y debemos sentir vergüenza ante la historia de que la tarea no se haya finalizado. A pesar de los miles de millones de recursos que, las bonanzas petroleras y la naturaleza nos han regalado. Es por eso, que la justicia social es condición de la libertad, nunca su antagonista. Debemos asegurarla si queremos aspirar a un sistema libre. Coriolano fue una de las últimas tragedias de Shakespeare, allí se narra el destierro y asalto de Roma de un brillante general, Cayo Marcio Coriolano. A su vuelta Roma se da cuenta que, el pueblo romano no ama la República, y en su examen de la situación concluye que, los romanos no aman la República porque la República no les está llenando sus estómagos vacios. Sin justicia social peligra la libertad y todo el sistema democrático. Ya también lo dijo el gran Juan Pablo II: “la libertad, tanto individual como social, con frecuencia se debilita cuando no están satisfechas las necesidad materiales elementales”. Justicia Social en Libertad La justicia social es tal vez de los términos más equívocos que existen en el lenguaje político. No todos lo que hablan de justicia social hablan, o persiguen lo mismo. Algunos ven la justicia social como una especie de justicia atemporal, rodeada de todos los poderes para juzgar a la humanidad de todos los tiempos. La justicia social no es la justicia divina, donde se premia a los buenos y a los malos según un criterio vengador o absoluto. La justicia social no es la posibilidad de quitarles a unos para darles a otros, la justicia social no puede buscar juzgar e impartir justicia desde la historia, una especie de justicia

 

cósmica que supera al tiempo, fundamentado muchas veces sobre mesianismos políticos, rodeados de una teología política totalizante y totalizadora. Esas concepciones de la justicia social terminan normalmente sembrando más injusticias y acabando con la libertad. Esa justicia vindicativa, de halo divino, no puede ser llamada verdaderamente justicia social, ya que no incluye entre sus valores la libertad a la que están llamados a vivir todos los hombres. Esta justicia social al no moverse por el amor sino por el odio, lo destruye todo, incapacitada además de sembrar la justicia que predicaba. Es “la justicia social en libertad” el camino que debemos encontrar, un camino que nos debe conducir a alcanzar el bien común. La justicia social a la que debemos aspirar debe estar en función de la libertad, y la libertad a la que aspiramos debe estar en función de la justicia social, armonizando ambos conceptos desde la perspectiva del bien común y del amor, un amor que sea motor de la historia. La justicia social en libertad no puede ser la justicia social restringida sólo para algunos. La justicia social que reclama fidelidades políticas, que manipula a cambio de la justicia social. La justicia social no puede ser un intercambio de votos por promesas, de votos por soluciones. Los venezolanos en los últimos años hemos visto como la justicia social reclama colores, reclamas carnets políticos, una justicia social que reclama la entrega de la dignidad. Eso es jugar con las necesidades de la gente, con soluciones que no llevan a la plenitud de la persona, porque lo hacen más sectario, más pragmático, más egoísta, más gansteriano. Así concebida la acción política, se entiende al hombre como un voto que hay que capturar como una presa, de la cual la política pública es sólo un trampa bien diseñada para tal fin. Nadie nos puede engañar con esos espejismos. Con esos que se llenan la boca de justicia social, y lo que único que pretenden es conservar el poder a toda costa. La justicia social en libertad, requiere un corazón desprendido del poder y lleno de justicia, de una justicia movida por el amor que sólo quiere la liberación del hombre de las ataduras que lo retienen de la plena felicidad. El socialismo: bolivariano: ni justicia social, ni libertad En ningún lugar del mundo el socialismo científico marxista, el comunismo, ha respetado la libertad individual. De hecho ha visto en la misma libertad, la causa de la injusticia que existe en la sociedad, y por tanto ha vendido como programa, solapado o no, la destrucción de la libertad para alcanzar la justicia social. Edmund Burke decía que: “el pueblo no renuncia nunca a sus libertades sino bajo el engaño de una ilusión”. La justicia social que ha vendido el socialismo bolivariano es una de esas ilusiones, son muchos los que a cambio de una vida mejor, han entregado su libertad; los

 

que por una promesa se han entregado a la opresión. Esa justicia social no puede llamarse en todo su sentido justicia social, será su sombra pero no la que debemos sembrar en el pueblo venezolano. Las ideologías totalitarias reclaman el control total de la persona como condición del progreso material; es una justicia social entendida únicamente en términos materialistas o no trascendentes, incapaces de reconocer y respetar la libertad en todas sus dimensiones. La consecuencia que estos experimentos han arrojado, ha sido mayor miseria y la pérdida de la libertad, como el caso cubano que hemos vivido muy de cerca. Los experimentos democráticos de estas ideologías totalitarias exigen la entrega del voto y de la adhesión, a cambio de paraísos que no existen, y si existen en algún modo, será a cambio de la libertad, convirtiéndose tales paraísos, tarde o temprano en verdaderos infiernos: sin libertad y sin justicia social. La justicia social ha de tener como final la liberación del hombre, la libertad, la ausencia de opresión, de coacción, en un camino hacia la plenitud de la persona. La justicia social que no libera sino que esclaviza, es una vana ilusión que ha adormecido e hipnotizado a los más pobres de nuestro país. La Justicia Social como virtud: consecuencia del amor Algunos a lo largo de la historia han concebido la justicia social como un ideal inalcanzable, abstracto, difícil de definir. Han tenido razón los que han dicho que la justicia es una virtud, y que por tanto la justicia social debe serlo también, encarnada en primer lugar en el corazón de los hombres para que, luego informe las estructuras de la sociedad. Tan difícil como es realizar la justicia en la vida de los hombres, lo es también la implantación de la justicia social en la vida de la sociedad. Más cuando ésta, no solo nace del deseo de dar a cada cual según le corresponde, cosa ya de por sí ardua, sino porque también ésta tiene como fin y principio el amor. La justicia social nace del amor hacia el hermano, hacia el compañero; del amor hacia el venezolano sencillo y humilde que está pasando necesidad, que está pasando trabajo. La lucha por la Justicia social nace de la indignación hacia las desigualdades, del escándalo de la corrupción, del sufrimiento del campesino, del obrero, del pescador, del desempleado, de la madre sola. La justicia social por tanto, va configurándose en el alma con la fuerza de un hábito, que se hace virtud y que guía y da fuerzas para la acción política. En este sentido la justicia social es consecuencia del amor por el hombre, por cada agrupación de hombres, por todos los hombres, por la humanidad entera sin ninguna distinción como decía Lebret.

 

Ante las injusticias se puede asumir dos actitudes, la del amor y la del odio. De la segunda han nacido los totalitarismos de distinta clase que, con atribuciones mesiánicas vienen a castigar y a vengar, generando más y peores injusticias, acabando con la libertad. Del amor nace la lucha política “liberadora”, para incluir a todos y explotar el deseo de progreso que hay en el corazón de cada persona. En esa justicia social es la que creo, la quiere sacar lo mejor de cada persona, la que quiere que nadie se quede atrás, la que sufre cuando otro sufre, y que no descansará hasta ver al hombre libre de todas las cadenas que lo atan, tanto en lo material como en lo espiritual. Venezuela necesita nuestro compromiso con la verdadera justicia social, la que lleva a la verdadera liberación del hombre. Tenemos una gran tarea por delante porque “los pobres del mundo –dice Joseph Ratzinger- siguen llamando a la puerta de la opulencia (…) el mundo rico corre el riesgo de no escuchar estos golpes a su puerta, debido a una conciencia incapaz de reconocer lo humano”

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