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Arquidiócesis de Bogotá Hosanna Comisión Arquidiocesana de Música Sagrada y Liturgia Cuaresma 2008 Dame de beber JESÚS Y LA SAMARITANA E n esta m

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Arquidiócesis de Bogotá

Hosanna Comisión Arquidiocesana de Música Sagrada y Liturgia

Cuaresma 2008

Dame de beber JESÚS Y LA SAMARITANA

E

n esta maravillosa catequesis encontramos, salvando distancias, cuatro protagonistas: la samaritana y Jesús, la sed y el agua. Se pueden concentrar en dos: la samaritana sedienta y Jesús, la Fuente. Y además la búsqueda, y el encuentro, y los resultados... Jesús, fatigado del camino «Bajó el Camino para cansarse en el camino». Quiso el Señor recorrer nuestros caminos y asumir nuestra condición de peregrinos, sentir nuestros cansancios y nuestras luchas. Así podrá decir: Venid a mí los que estáis cansados y agobiados... No te avergüences cuando te sientas cansado, sino descansa en el Señor. «Buscándome, te sentaste cansado». Bajó el Camino para buscamos en los caminos. El hombre se pierde con facilidad, o se esconde, o se desvía voluntariamente. Y el Pastor no quiere que se pierda ni una sola de sus ovejas. Ésta es la gran dignidad del hombre, «la conmovedora condición humana», la de ser buscado por Dios. Dios no quiere que sus hijos se pierdan. Por eso: - Salió en busca de Adán: «¿Dónde estás?» (Gén 3,9). - Salió en busca de Caín: «¿Qué has hecho?» (Gén 4,10). - Salió en busca de Moisés: «Moisés, Moisés...» (Ex 3,4).

Nosotros tenemos sed... Sed de ser reconocidos, sed de ser amados, sed de conocer la verdad. El Señor se acerca a nosotros para apagar nuestras sedes, y sobre todo para decirnos de nuevo: “¡Si conocieras el don de Dios!” Nosotros estamos aquí para acoger este don: Sí, Dios viene todavía hoy para entregarse en su Palabra y en su Pan.

Jesús y la Samaritana - Cristo salió en busca de la oveja perdida, de los discípulos, de Zaqueo, de Saulo, salió al encuentro del hijo pródigo, y de la samaritana. Todos podían decir, y todos podemos decir: «Habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús» (Flp 3,12). Porque Jesús nos sigue buscando. Jesús pidió de beber «El Manantial descendió para sentir sed». ¿Cuánta sed tuvo Jesús? Tuvo la sed propia y la sed de todos los hombres. Tuvo la sed de su pueblo en el desierto, la sed de la samaritana insatisfecha, la sed de los que se desangran en la cruz; tuvo la sed de los que buscan y los que esperan, de los que sueñan y los que crean; tuvo sed de vida y felicidad, de justicia y libertad, de verdad y belleza; tuvo sed de amor, tuvo sed infinita de Dios. Tuvo sed Jesús porque asumió la condición humana, y el hombre no sólo tiene sed, sino que es sed. Pidió de beber a una mujer. Se hace mendigo nuestro. No sólo es táctica o pedagogía, sino dramática y conmovedora realidad. Él, siendo rico, se hizo pobre, siendo la fuente, sintió la necesidad de beber. Ahora la mujer se ve importante y rica. Es una sedienta, pero tiene un pozo, tiene un cántaro, tiene un cubo y tiene un cordel; y es samaritana, descendiente de Jacob. Y Jesús es un pobre judío, no tiene nada, sólo tiene sed. El judío sediento se humilla ante la samaritana. Es una buena manera para empezar el diálogo o la catequesis, de abajo arriba. Es una buena manera para empatizar. Si conocieras, si supieras... Jesús quiere abrir los ojos de la mujer. Estimula su deseo de conocer al que le habla. Para ello tendrá que olvidarse de su pozo y de su cántaro y hacerse pobre; tendrá que pasar de la sed de agua a la sed de vida, de la sed de los hombres a la sed de Dios. En el diálogo Jesús se presenta como el dios de las aguas, el príncipe de la dicha, el señor de la libertad, el profeta de la verdad. Y la samaritana se sentirá pobre, manchada y sedienta. Ahora han cambiado los papeles. Ahora la mujer es la que pide de beber:

Jesús y la Samaritana Señor, dame esa agua Estamos en buen camino. La mujer está abierta al misterio. Primero reconoce su pobreza y su impureza. Enseguida surge el deseo y la súplica: Señor, dame un poquito de esa agua viva. Yo sé que estas otras aguas mías son aguas turbias y estancadas. Dame vida, dame limpieza, dame alegría, pero que sean duraderas. Señor, dame paz y sosiego, que estoy agobiapa con tanto ir y venir, del marido al pozo, y del pozo al marido, tantos cántaros y tantos maridos. Señor, dame amor, ese amor misericordioso que se refleja en tu mirada y en tus palabras. Soy yo La respuesta de Cristo fue gratificante. Desear es ya encontrar. Pedir es ya recibir. La samaritana reconoció, deseó y pidió. Jesús colmaría sus deseos. Pides agua y te doy vida. Quieres calmar tu sed definitivamente y te regalo un manantial. Pides verdad religiosa y te doy el Espíritu. Esperas al Mesías, y lo encuentras ante ti. Pides amor y te doy un corazón nuevo, para que sepas amar, un corazón grande para que lo llenes del mejor amor. La mujer entonces dejó su cántaro y se fue al pueblo La mujer dio un giro total en su vida. ¿Para qué quería el cántaro si llevaba dentro un hontanar? ¿Para qué quería ir a Garizín si había sentido ya la presencia de Dios? ¿Para qué quería buscar al marido si éste solamente soñaba con el agua del pozo? Ahora la mujer era otra, era una mujer nueva. Estaba llena de una palabra y se fue al pueblo para comunicada. Era una palabra que la iluminó y la estremeció, y ahora la quemaba por dentro. Se convierte en evangelista y testigo del Mesías. Mujer, pero testigo. Samaritana, pero evangelista. El Espíritu no entiende de sexos, de razas ni de religiones. Y la mujer, dicharachera, fue llenando todo el pueblo del misterio del Cristo. Y en aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él, por el testimonio que había dado la mujer. Se ve que tenía capacidad de convicción y que tenía pasión. Naturalmente, se trata sólo de un principio, pero fue como un relámpago en su vida, parecido a lo que supuso la estrella para los Magos. De momento es un interrogante abierto: ¿será éste el Mesías? Tenía por delante mucho camino que recorrer, pero iba en buena dirección. Por lo pronto ella y sus paisanos consiguieron que Jesús se quedase allí dos días.

Jesús y la Samaritana

E

n poco tiempo la mujer quemó muchas etapas del itinerario espiritual. Resumimos:

- Sintió su pobreza y su impureza. - Deseó salir de su vacío y de sus viejas costumbres y ataduras; morir a la mujer vieja. - Confió en una promesa y se abrió a la esperanza. - Oró, pidió con fuerza y confianza. - Creyó en el Mesías que le hablaba. - Se convirtió en apóstol y testigo del encuentro. EL AGUA VIVA El agua viva que Jesús promete es el Espíritu Santo (cf Jn 7,39). El agua limpia, sacia, fecunda y engendra vida. Así es el Espíritu Santo, pero a lo divino. Él penetra en nuestras entrañas, y sentimos un murmullo, como de una fuente secreta, que nos vivifica y nos habla del Padre y de Jesús. Él nos alegra y nos hace llorar. Él sacia nuestros deseos y nos hace desear más. Él nos enseña a orar, a gemir y alabar. Él ablanda la dureza de nuestro corazón y nos reviste de fortaleza. Él nos pacifica y nos hace libres. Él unge nuestras entrañas de misericordia. Él nos hace morir cada día y resucitar cada día en el amor. Dame, Señor, esa agua Que yo pueda beber hasta saciarme. Que me sacie da tal manera que me convierta en fuente, un surtidor en mis entrañas, «de su seno correrán ríos de agua viva» (Jn 7,38). «Para llegar a ser una fuente así, él mismo ha de beber siempre de nuevo de la primera y originaria fuente que es Jesucristo, de cuyo corazón traspasado brota el amor de Dios» (Benedicto XVI, DCE 7). Que beba siempre de ti, y que pueda convertirme en fuente para saciar la sed de mis hermanos. ¡Hay tanta sed!

¡Mi alma está sedienta de ti, Señor Dios mío!

A la hora de sexta Estaba allí, en Sicar, Jesús sentado, a la hora de sexta; cansado del camino se sentía, a la hora de sexta; el cansancio del mundo acumulado, a la hora de sexta. Estaba allí sediento, junto al pozo, a la hora de sexta; y se acerca sedienta la mujer, a la hora de sexta. Toda la sed del mundo se reparten, a la hora de sexta. Es la hora del cansancio y del deseo, es la hora de la lucha y la agonía, es la hora de promesas y esperanzas, en la sed de Cristo. y pidió el sediento a la sedienta, a la hora de sexta, y ofreció agua el sediento a la sedienta, a la hora de sexta. Toda la sed saciada para siempre, a la hora de sexta. Agotado en la cruz estaba alzado, a la hora de sexta; gritó fuerte su sed a todo el mundo, a la hora de sexta; ríos dejó escapar su corazón, a la hora de sexta. Es hora de agonía y dolores, es la hora de la sed y amor supremo, la gran hora en que Dios se nos entrega en el agua de Cristo.

Yo soy el agua viva

FUENTE INAGOTABLE DE VIDA Y AMOR Anhelamos una fuente interior que mane siempre. Esta fuente es la que nos promete Jesús. Para la samaritana es, ante todo, la fuente en la que sacia su sed de vida. Jesús le promete vida eterna. «Vida eterna» es vida en plenitud, vida totalmente situada en el instante presente. Es una existencia en la que tiempo y eternidad, cielo y tierra, Dios y ser humano, coinciden. Jesús le promete a la mujer un agua que apagará su sed más profunda y que la preservará de secarse interiormente. Pero también habla de la fuente del amor que nunca se seca. Su diálogo con la samaritana gira en torno a los seis maridos de ésta, que no han satisfecho su anhelo de amor. Cuando pruebe del agua que Jesús le dará -tal es la promesa-, su anhelo de amor quedará saciado. Entonces dejará de esperar que un hombre pueda llenada con su amor. Descubrirá en sí misma la fuente del infinito amor divino, la fuente del Espíritu Santo que está dentro de ella. (A. GRÜN, Las fuentes de la energía, ST.)

Bajó el Pan para sentir hambre; bajó el Camino para cansarse en el camino; descendió el Manantial para sentir sed. (S. Agustín, Serm. 78)

¡Oh, qué de veces me acuerdo del agua viva que dijo el Señor a la samaritana! Y así soy muy aficionada a aquel evangelio. Y es así, cierto, que sin entender como ahora este bien, desde muy niña lo era y suplicaba muchas veces al Señor que me diese aquel agua, y la tenía dibujada adonde estaba siempre, con este letrero, cuando el Señor llagó al pozo: Domine, da mihi aquam.´ (Sta. Teresa, V, 30,19)

Sin ti, no se puede vivir...

Siempre tengo algo que ver contigo, Señor..., cuando me acerco..., y cuando me alejo, cuando te vivo a mi lado..., y cuando te echo de menos, cuando te acojo en mi casa... y cuando te cierro mis puertas... Siempre tengo algo me ver contigo, Señor..., cuando te busco y cuando me revuelvo contra ti, cuando te miro y te veo..., y cuando no te encuentro... Siempre tengo algo que ver contigo, Señor..., y mi vida no sé explicarla, entenderla..., ni vivirla sin ti... Siempre tengo algo que ver contigo, Señor..., no te separes jamás de mí... Siempre tengo algo que ver contigo, Señor..., cuando te veo y te siento cerca porque mi corazón se aquieta... y cuando no te veo porque se entristece mi alma... Siempre quiero tener algo que ver contigo, Señor..., cuando camine y cuando me siente, cuando ame y cuando odie, cuando trabaje y cuando descanse, cuando ría y cuando llore, cuando rece y cuando cante, cuando viva y cuando muera... Siempre quiero contar contigo, Señor..., porque sin ti..., la vida es muerte..., porque sin ti, no se puede vivir... Siempre tengo algo que ver contigo, Señor..., quiera o no quiera..., Siempre tengo algo que ver contigo, Señor...

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